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UALPBRIS Doren T) “ICO mrducien Im Le torr nye pruidal “un Ueeiue payeiTove Or le Hurilucier gue mbypncineca, “a le ennfuleroien pride ed, P Jo» LPR 1. LAS CONSECUENCIAS ECONOMICAS DE LA REVOLUCION en lugyy de la Tes son Ja guerra? Pre 3 relacionada muy dire lt y directam ha elogiads lencia rade con que lias oul id esencialmen Poco dispuesta, aun en medio de 4, a “destruir las. fuente fuentes mismas d 08 no suftieron aumen lucha por Ia supervivencia la riqueza”.* Pero si es lo graves, tam- ada vex menos Ho cubrieron ¢: La diferenciacién p, ciones con fines patristioos, esa divisién entre un sector eamente por el poder revolus ue datan de 1810 y 1811, encons ¥ oro, que luego sera ul sit 105 ya Las contribuciones iantes, De ellas surgirén dos tipos difere fonces sobre toda es tos de taaas, a i parte las que, con troduceién de tasas ibuciones extraor das a plazo muy segunda solucién nuevas cargas suele ser cepcién de uciones extraordinarias ti i dinarias tienen today: feribles a los ojos de los gobiernos rey, otra caracteristica ‘oluctonarios: per. incide sobre la economia, 12. Emilio Hansen, + 44 moneda argentina, B. A. 1916, pig, 139, lag + {edmo se costen la guerra? + Vela en ella comercial que era Buenos que las contribueiones son solicitadas: a periodos ri Jos veremos suceder otros febriles. Igual irregularidad en la distribu- hay ahora un sector mercantil privilegiado, el de tes nicos, al que no es facil incluir entre los que pagan contribuciones; los defiende el temor del gobierno de Buenos Aires a hacer cosas poco gratas a Ia potencia de cuya benevolencia no puede pre: Frente 1 ese sector privilegindo, hay uno mis duramente golpea comerciantes peninsulares, que sélo sobreviven a toda una legislacién discriminatoria para ser ubicados on primer término en Ja hora de las contribuciones extraordinarias. Entre unos y otros, los criollos buscan eludir como pueden ese peso cada vex mas insop: que In parcialidad de los ma dos haya sido tan frecuentemente d il saberlo; en todo caso la dificultad comerciantes dispuestos a ocupar cargos consulares parece sefialar que Jos més preferian, renunciando la dudosa ventaje de utilizar arbitr mente sus vastos poderes, salvarse también de la aversién de sus {Hasta dénde afectaban estas coi nes la capacidad misma de supervivencia de Jas empresas comerciales? No es facil tampoco decir- To: es en todo caso evidente que el nuevo peso que recae sobre la comu- nidad mercantil de Buenos Aires se mide en cifras que alcanzan a una fraceién importante del total de las importactones (que en este perfodo exceden « las exportaciones): asf, en 1616, las cont dias exceden los seiscientos mil pesos y las importaciones de Inglaterra son de poco mas de ‘fio tipico: es Ia crisis comercial la natios del Estaday le obliga a recurrir en ma tions Davo praclaanient Gia incidencia agravada dol ‘efectos de la crisis y contribuiye a que también la vide comercial de Buenos Aires se ubique bajo la imagen de la rueda de la fortuna, cuyo girar enloquecido obsesiona al ingenuo cronista de esos afios revueltos que es José Antonio Berut gPero eémo evitarlo? A comienzo de 1817 un nuevo reglamento impone més altas ya no sera necesario recurrir a “los mi odiosos que antes habian profetiza el Consuledo). Nada de eso ha de ocur un afio de pesadas contribuciones extraordinar slamento, que ha provocedo una expansin vertiginosa del contraband, 8 dejedo de lado. entre ellas # de esclavos. De nuevo aqui la desigualdad es la regla: les corpora. s iglesias y conventos, ceden répidamente sus esclavos para la los particulates se defienden mejor (tod: 6 el Director Pueyrredén fracasé en un intento de incorporar al ejército a todos los escla que encontré fue demasiado fuerte; aun San Martin, en Cuyo, debié dejar abierta —comn ya se ha visto— la alter. native del ofrecimiento de personeros). La contribucién en esclavos ex f Ta vea urbana y rural: sin duda predomina todavia en ella Ja parte de los propietarios de 1a ciudad. Casi totalmente rural es en cambio Ie ‘bucién en ganados, eaballerias y alimentos. Esta es de nuevo muy irregular, y —al revés de las anteriores— es sélo en pequefin propor, ‘én responsabilidad directa del gobierno central. Se-la practica més intensamente que en las areas colocadas bajo le directa obediencia de Sst en las disidentes (es el caso del Litoral aftiguista) y en las que como Salta, gozan de hecho de gran autonomfa frente a Buenos Alves Las razones son muy evidentes: aqui el dinero escasea aun mis que en Buenos Aires, y Ia movilizacién es mis amplia, con lo que el consume de ganados aumenta. - Pero aun en las tierras que el gobierno de Buenos Aires controla, monto de la contribueién es en parte (pero sélo en parte) |e capital, su distribucién corre a cargo de les autoridades locale, aqui de nuevo Ie irregularided domina. La situacién varia una ver cuando la regiGn es ella misma base de un ejército: en Cuyo, San Ma, crea por propia decisién nuevas tasas y con! mes, y para ello por dria invocar.el ejemplo de los comandantes rcito del Norte, que ya han hecho To mismo en su i - Las guerras civiles que durante la década revolucionaria corren paralelas con la de inde. Pendencia erean una situacién distinta; aqui el saqueo y la desisaniéy Santa Fe, arrasada desde 1815 haste 1819, es pruche de ello, wados muertos o arrastrados a Buenos Aires, sus pobla. es saqueadas y a veces incendiadas... Perh mas alld del Foeny logran mis a menudo obtener indom el esclavo; para el por su parte nizacién en Anuario 1942," de la Sociedad de B.A, 1943, pig. l17'y ! 146 el panorama no ex muy diferente: en esa campasa recorrida dos tanto o més merodeadores que guerreros, la posibi explotacién regular de la ganaderfa se hace cada vez ris remota; dla Oriental— se alcanzan las méximas consecuenc trac Ie guerra, ensidad del peso que recae sobre el sector rural es eun menos je edie que Iu de les contibucionesen diese, que slecon robes idades, y dentro de ellas a las clases mercantiles. Lo mismo ocurre en cuanto a la contribucién en hombres. Sin duda los ejércitos de Ie independencia serdn en esto menos exigentes que los de In guerra civil: organizados segiin normas europess, los limites de la movilizacién rmana que exigen estin dados por los de la disponibilidad de arma- mentos y equipos. Aun asi el aporte es considerable y sobre todo desi- zacién ordenada con vistas a la organizacién de un ejé ruetura europea —que es Ia de Cuyo antes de la campafia de los Andes— afecté a cerca del 10 % de Ia poblacién de Ja regién; es dificil hacer un céleulo tolerablemente preciso para el conjunto del Rio de la Plata durante toda la década de la guerra de inde- pendencia, pero no parece que habrie de superar la mitad del porcentaje rmzado en Cuyo. Sin duda ese porcentaje representaria muy mal el al de 1a poblacién apartada total o parcialmente de aus tareas de paz: en un pais en que todos los peninsulares estin transformandose en extranjeros enemigos, en que los adictos al viejo orden se reclutan también entre los nativos, en que el sacrificio impuesto por le guerra| eye siempre eapontinmene aceptad nt aun por todos ls patario| el mantenimiento del orden interno exige una org de los cuerpos de mili 7 nizacién més estrict Se ha sefialado ya que no es fécil establecer de qué modo se distribuye ‘este esfuerzo, Hay sin embargo algunos hechos evidentes: en las 20 de guerra civil Ia movilizacién y los ejércitos suplen con el mimeto dé hombres la-inuificiencia del armamento, Los Pueblos Libres, el viejo hinterland literal de Buenos Aires, de pob tan escasa, podrén poner en pie ejércitos de miles de hombres (es cierto que armados a menudo tan sélo con lanzas), y esto no incide escasamente en Ia ruina econdinica de esas regiones. En cuanto al resto, no parece excesivo anticipar una carga mayor sobre las Zonas rus porque es en las urbanas donde abundan més los p tre parte los sectores sociales relativamente privilegiados, que partic pardn menos intensamente en el enrolamiento, Facilita el mantenimiento de estas diferencias el hecho de que nunca —~en los diez afios de guerra de independencia— se da un indiscriminado amado a files de todos 147 les, ante todo ’nsulares y por

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