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“JUSTICIA”
¡Hoy se habla mucho de justicia y tal vez la interpretamos mal. La justicia, según la palabra de Dios de hoy, quiere decir la acción, la
intervención misericordiosa de Dios, manifestada en Cristo, para borrar del hombre su pecado y para darle la capacidad de obrar como
hijo de Dios!
(Homilía 4 de junio de 1978, V p. 24).
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ACOMPAÑANDO LA VIDA
OCTUBRE 2010.
Zona costa, Usulután.
SEÑOR, AUMENTANOS LA FE. (Lc.17,5)
SI TIENES FE COMO UN GRANITO DE MOSTAZA…(Lc.17,6)
Esta fue la exclamación de los discípulos hacia Jesús: “Señor, auméntanos la fe”. ¿De dónde viene este grito? No
cabe duda que proviene de la impotencia ante la realidad.
La situación real en tiempos de Jesús era dura. El país estaba invadido por el imperialismo romano. Tuvieron que
pagar impuestos para la manutención del ejército invasor. Tenían que pagar los impuestos para el templo y los
diezmos para la religión. Basta con abrir los textos de los evangelios para encontrarnos con tantos enfermos y
hambrientos. Y ¿Cómo realizar un cambio? ¿Cómo hablar, anunciar, vivir y procurar el Reino de Dios con su
justicia? Los discípulos han de haberse sentido totalmente impotentes.
Además la religión ya se había apartado de esta lucha. La religión se había enclaustrado en un mundo paralelo,
simbólico e irreal. La religión de los fariseos había secuestrado a Dios en leyes y ritos que no cambiaban la reali-
dad, más bien aumentaban la miseria y la exclusión. Además los enfermos eran hasta culpados de su enfermedad:
“era por sus pecados”. Los discípulos que constataban y experimentaban esta realidad se sentían impotentes.
Más bien el poder estaba en manos del Anti-Reino.
Por otro lado, los discípulos estaban frente a un Jesús extra-ordinario. Este Laico de Nazaret, hablaba y actuaba
con autoridad y con libertad entera. No tenía miedo. Era impresionante. Curaba a enfermos y no le importaba si
era día sábado expulsaba demonios de la sumisión y del miedo y retornaba la libertad a los seres humanos. Daba
de comer a los hambrientos y enseñaba la manera de eliminar el hambre: compartiendo y repartiendo. Confron-
taba y se enfrentaba con los fariseos y el poder religioso con palabras devastadoras y gestos proféticos como su-
cedió en el templo. Experimentando al Nazareno, Laico, fuerte y libre, los discípulos se dieron cuenta que lo úni-
co que le importaba era su Dios: Yaveh, que significa Libertador, El que está en la liberación y a quien Jesús lla-
maba Papi (Abba) sabiendo que quería la vida para todos los pobres, sus hijos, apresados en un sistema de opre-
sión y exclusión por otros seres humanos. Y experimentaban los discípulos que este Nazareno tenía el Espíritu
de Dios, el Espíritu de la libertad de los hijos de Dios.
¿Cómo seguir pues a este Jesús en esta realidad? “Señor, auméntanos la fe” fue su grito. Se sentían impotentes.
También es nuestro grito de ahora. El hambre aumenta, el desempleo nos arruina, migrar es poner en peligro su
vida. La brecha entre ricos y pobres se hace un verdadero abismo. La violencia es estructural y puntual. Los Cai-
nes aumentan y hay el gran Caín estructurado en criminalidad organizada. Las inundaciones arruinan las cosechas
de los campesinos y los acaparadores están aumentando los precios. La corrupción florece. La primera pregunta
de un abogado defensor es: “Hay que comprar o no?” Con eso hace saber que la justicia se compra, se compran
los fiscales y los jueces.
Por otro lado la Iglesia enterró desde Monseñor Romero su profecía. Es una Iglesia del silencio sin mensaje.
Están actuando en un mundo paralelo simbólico, para la otra vida.
Hablan de Dios y manipulan a Dios para tranquilizar y silenciar las consciencias de aquellos que piensan y sien-
ten que algo tienen que hacer. No pueden pronunciarse porque no es de su incumbencia. ¿De dónde pues pue-
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den agarrarse los pobres hoy día? Dios es para salvar almas, dicen, en la vida después de la muerte y los pobres
preguntan: “Habrá vida ANTES de la muerte?
Todo parece un diluvio de maldad, y la Biblia dice que son pocos que se escapan de esta maldad, solo la familia
de Noé.
¿Cómo seguir hoy día a Jesús, aquel laico de Nazaret? Parece imposible.
Y Jesús contesta: “Si tienen la fe de un granito de mostaza…”(Lc.17,6)
Como Jesús realizó signos milagrosos para animar a los discípulos, también hoy día existen estos signos milagro-
sos para los seguidores de Jesús.
En El Salvador, miles de campesinos y campesinas, harapientos y hambrientos, sin preparación ni educación, lo-
graron poner en jaque al imperio más poderoso de la historia durante 12 años. Ellos tenían fe en que podían
salvar a los pobres de El Salvador. Tuvieron la fe de un granito de mostaza. Jugaron sus vidas porque querían
aportar para el Reino de Dios, para la justicia, para la Verdad, defendiendo la vida de los pobres, haciéndose soli-
darios en el amor y con entera libertad. Sabían que Dios quería otro El Salvador y con el Espíritu de Dios en
alto, no rezaron dogmas de otro mundo, sino se jugaron la vida para un Reino que de verdad era nuevo. Los hé-
roes y mártires nos hablan de esta fe del granito de mostaza. Nos inspiran en nuestra impotencia. El Reino de
Dios es para hoy y aquí. No rezaron el credo pero jugaron sus vidas para la esperanza de los pobres. No sabían
de memoria el catecismo pero fueron fieles al Dios del Reino.
El último día del mes de septiembre 2010 y los primeros días de octubre se dio el golpe de estado contra el presi-
dente de Ecuador: Correa. Correa fue aquel que estuvo en El Salvador este año para honrar a Monseñor Rome-
ro. En esta oportunidad dijo: “Para los pobres el Norte está en el Sur” Con esto decía claramente que la esperan-
za no estaba en el imperio (como quiere decir “el sueño norteamericano”) sino en la solidaridad de los pueblos
que se inició en el sur del continente. Hoy, por su lucha por los pobres lo querían destituir con un golpe de esta-
do, que gracias al Dios de los pobres y con los pobres, fracasó. Los pobres se tomaron las calles, cercaron el
hospital donde Correa estaba de rehén y cercaron el palacio presidencial. El pueblo pobre tenía la fe del granito
de mostaza. Los ricos y poderosos junto al imperialismo no lograron acabar en Ecuador con el ALBA, la espe-
ranza de los pobres. Los pobres actuaron como los pobres de Venezuela en 2002. Porque está claro que el impe-
rio, el Anti-Reino no se conforma con la justicia y la vida. Ya derrocaron a Mel Zelaya en Honduras en 2009.
Querían derrocar a Colom en Guatemala cuando el abogado Rosemberg se suicidó echando la culpa de su
muerte al Presidente. En 2008 los poderosos de Bolivia querían eliminar a Evo Morales y en Paraguay se frustró
un golpe contra el presidente Lugo. La decisión de parte del Anti-Reino está tomada. No pueden permitir que
los pobres tengan esperanza.
Pero ahí está la fe del granito de mostaza.
Y también en nuestro propio país, donde vemos la realidad desde los ojos de la fe del granito de mostaza logra-
mos recibir la respuesta de Jesús. Las organizaciones sociales y civiles luchan contra las amenazas de la vida, con-
tra la minería, contra las represas. Y esas empresas son poderosas.
Y también, nuestro nuevo gobierno ha lanzado la nueva forma de salud. Ya inició en los 74 municipios más po-
bres del país, con un médico, una enfermera, un trabajador social y otros, que ahora van a visitar los enfermos en
sus casas y hacen la salud preventiva. Doctores cubanos solidarios nos ayudan en ese andar.
Y la sala de lo constitucional de la Corte Suprema de Justicia hace sus decretos para una nueva forma de eleccio-
nes que hace temblar las cúpulas de los partidos; hace un decreto para la transparencia de los fondos estatales y
decreta que la prensa es libre pero no libertina. Los grandes tiemblan, el pueblo recupera la esperanza.
Hay señales milagrosas hoy día que responden a la exclamación: Señor, aumenta nuestra fe. Y hay personas que
tienen la fe como un granito de mostaza.
Y cada uno puede sembrar este granito por donde educa a sus hijos, por donde trabaja o estudia. El Reino de
Dios se construye aquí en la tierra, y nuestro Dios manda su Espíritu a cada uno para defender la justicia, la vida,
la verdad contra toda opresión y exclusión, contra toda corrupción y encubrimiento, contra cualquier amenaza a
la vida de los pobres. El Espíritu de Dios nos hace libres para vivir el amor solidario.
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LA FE COMO UN GRANO DE MOSTAZA ESTABA EN
ABRAHAM, EL PADRE DE LA FE.
En su libro “Abraham y Sara”, Carlos Mesters, el genial biblista de nuestros tiempos, describe los primeros 11
capítulos del Génesis como un análisis de la realidad que desemboca en la Fe de Abraham. Este análisis, que
hace la Biblia, aún sigue vigente en nuestros días.
Según este análisis hay cuatro capas de suciedad, de maldición, entremezcladas entre sí, que corrompen la vida
humana.
En el origen está la separación del hombre con Dios Padre. El ser humana tira la Palabra de Dios a un lado y
hace caso a la serpiente. El Vaticano II dice que esta separación entre Fe y Vida continua siendo el mayor mal de
nuestro tiempo.
Claro cuando esto sucede, pierde el ser humano los ojos para ver en el otro un hermano y fácilmente se con-
vierte en Caín, quien mata a su hermano. Esa es la segunda capa de maldición que contamina la fuente de la vida.
En El Salvador hay 12 asesinatos por día. En el mundo fabrican “bombas inteligentes” para matar y una nación
invade a otra matando a diestra y siniestra.
Y sin Padre Dios, y sin hermano ¿Qué hace? Busca una forma de defender su vida fabricando un Dios según el
tamaño que el mismo desea, y usa a Dios en provecho propio. Es la tercera contaminación de la vida. La Biblia
dice que son pocos los que se escapan de eso, solo Noé y su familia. Esto sigue sucediendo cuando en la necesi-
dad, el ser humano busca a Dios para aprovecharlo en provecho propio; cuando un estado desde la Iglesia decla-
ra la guerra; cuando los usureros quieren recibir la bendición de sus bancos y los ejércitos de sus armas; cuando
los poderosos pronuncian bendiciones en nombre de Dios; cuando predicadores favorecidos por el sistema ha-
blan a los pobres de conformidad y que a través de diezmos, promesas o sacrificios y rezos conseguirán el cielo.
Es la confusión total descrito en el diluvio.
Frente a esa mezcla de maldad solo hay dos caminos:
1. Reconocer que este Dios manipulado no existe y hacerse Dios y dueño del mundo. Eso está descrito en la
construcción de la Torre de Babel: declararse Dios y dueño de los demás. Esto sigue sucediendo cuando
los poderosos creen que pueden dominar la vida de otros explotándolos. Esto sucede constantemente
hoy cuando los organismos financieros y los multinacionales tienen amarrados a los países pobres. En El
salvador Pacific Rim quiere condenar a través de la OMC a 200 millones de dólares porque no permiten
sacar oro del suelo salvadoreño, a costa de envenenar la vida.
2. El segundo camino es: rechazar el Dios inventado y ponerse a la orden del verdadero Dios, liberador y
empezar el camino para formar el Pueblo de Dios, el pueblo de la fe. Esto es lo que hizo Abraham. Abra-
ham tuvo que dejar a los dioses falsos (Judith 5,7) y emprender el camino descubriendo poco a poco el
Dios Liberador. Es lo que nos falta porque no creemos que sin el dios dinero, o poder, o grandeza, o téc-
nica, o desarrollo, o sin placer podemos vivir. Abraham es el Padre de la Fe. Él tiene una misión que
cumplir en este mundo, la misión del Pueblo de Dios.
3. Abraham es pues, todo aquel que, en nombre de su fe en Dios y por causa de su amor a la vida,
se levanta contra toda una situación de injusticia y de maldición, creada por los hombres, y que
Para cambiar esta situación, está dispuesto a abandonar todo,
a cambiar lo cierto por lo incierto,
lo seguro por lo inseguro,
lo conocido por lo desconocido,
el presente por el futuro.
¿Será este camino que supone el granito de mostaza de que habla Jesús? ¿Será que Abraham nos invita a
emprender también el camino y formar nuevamente el Pueblo de Dios? ¿Será esto que decía Hélder Câmara
cuando hablaba de que los cristianos son “minorías Abrahamicas”? ¿Será que usamos a Dios en provecho propio
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cuando lo encerramos en nuestros ritos y leyes en un mundo simbólico? ¿Será que somos cómplices de la ex-
plotación, cuando no luchamos en esta nuestra tierra por la justicia y la vida?
Veamos pues a Abraham y pidamos al Señor que nos aumente la fe.
El camino de la fe en Jesús es el camino de la esperanza que comenzó en Abraham. Creer en Jesús es entrar en
esta historia, en esa esperanza. Es la esperanza de la llegada del Reino de Dios, o sea de la transformación de la
humanidad al Reino de la Justicia, de la Verdad, de la Vida, del Amor Solidario y de la Libertad.
Y los seres humanos somos llamados a la misma corriente de esperanza, participando en la formación del Reino
de Dios en esta tierra.