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La filosofía (no) ha muerto

He querido titular esta pequeña reflexión “La filosofía (no) ha muerto”. Con el (no) entre
paréntesis porque para un gran número de personas en el siglo XXI la filosofía ha muerto y
es inútil su enseñanza. De hecho, hemos escuchado noticias: “el ministro de educación de
Japón cerrará las facultades de filosofía porque considera que se deben promover carreras
más rentables y útiles para la sociedad como la ingeniería”. Continuamente asistimos a los
funerales de la filosofía en el siglo XXI. Sin embargo, esas opiniones no son nada nuevas.
Ya en tiempos de Sócrates y sus predecesores, filosofar resultaba incómodo para sus
conciudadanos. No era agradable escuchar críticas sobre la forma en que las personas
llevaban sus vidas o cuestionar la existencia de los dioses. La filosofía ponía a temblar los
cimientos de las polis griegas a través de sus emisarios amigos de la sabiduría.
Hoy, guardadas las diferencias, la situación se repite. Pareciera que cuánto más se preocupa
una sociedad por la rentabilidad, la producción económica y las actividades instrumentales
(importantes ciertamente), más se aleja de las actividades espirituales como la filosofía (por
mencionar la que nos interesa, pero podríamos incluir el arte, la poesía, las humanidades,
todas aquellas actividades humanas que no implican en muchas ocasiones un producto
tangible que posee un valor instrumental, económico y comercial). Precisamente, ese es el
escenario al que nos enfrentamos en el mundo posindustrial, en las sociedades
hiperconectadas. Dado que todo puede ser medible y cuantificable: piensen en los muchos
ámbitos de nuestras vidas que son manejados en términos contables y convertidos en
transacciones monetarias como la salud, la educación, el sexo, la vida espiritual o la vida en
pareja; la filosofía no tiene cabida, pues no produce nada de eso, nada que sea rentable,
tangible y útil en términos instrumentales. Por eso la quieren sacar de los planes de estudio
en los colegios y acabar las facultades de filosofía. En síntesis, no necesitamos filosofía, ni
filósofos porque no producen nada, solo pensamientos vacíos, cháchara que llena páginas y
páginas de libros nada útiles, nada rentables. Piensen por un momento en el estereotipo que
tenemos del filósofo: preguntar a los estudiantes.
Tranquilos. La filosofía no ha muerto. Así sin paréntesis. Aristóteles realizó una bella
distinción en su Ética a Nicómaco (libro I): existen las actividades humanas, en ciertos casos
acompañadas por los fines, son preferibles los fines porque nos llevan a la realización (no es
la mejor palabra, términos aristotélicos sería la eudaimonia, la felicidad, pero no esa que nos
venden, se trata de hacer florecer lo mejor de cada uno de nosotros, la virtud). Por ende, el
fin de la medicina es la salud, ejemplifica Aristóteles. Y así, existen un sin número de
actividades humanas con fines muy claros. En el caso de la filosofía su finalidad es conducir
a la realización plena de nuestra humanidad. No habría mayor utilidad que esa, aunque no se
pueda cuantificar. La filosofía es una actividad humana, inherente a nuestra esencia como
especie. Sin ella no podríamos conducir nuestra vida con sabiduría y acabaríamos hastiados
de lo rentable. Creo que eso lo deberían pensar los jóvenes como ustedes cuándo hablan de
no encontrarle sentido a la vida. Recuerden que somos una mota de polvo en la tercera piedra
después del sol. Nuestra existencia es ínfima y valiosa a la vez porque hemos sido dotados
por la naturaleza con el don de la razón para conocer, interpretar y hacernos con el universo.
Hasta el momento no hemos descubierto a ningún otro animal en el cosmos con esta
capacidad. Seguro lo harán. Insisto, entonces que la filosofía no ha muerto. Así como
Sócrates necesito de ella en la antigua Atenas, hoy la necesitamos.
Necesitamos filosofar (escuchen bien el verbo, es una acción) para comprender nuestra
realidad, responder las preguntas existenciales a las que nos conduce nuestra razón: ¿qué
somos? ¿Por qué estamos en este planeta tierra? ¿Cuál es el sentido de la vida, de lo que
hacemos a diario? ¿Cómo podemos vivir en sociedad siendo tan diferentes? ¿Por qué hay
cosas y no más bien nada?, y de allí construir el camino hacia una vida ética, no en términos
moralistas, sino con la idea de trazar nuestras vidas con excelencia y humanidad, haciendo
que cada existencia se convierta en una obra de arte única. En eso que Aristóteles denomina
felicidad. Así la filosofía como actividad humana que estudia la totalidad de lo real nos
permitirán entender qué somos para saber actuar y orientar nuestras vidas individual y
colectivamente. He ahí la finalidad de lo que somos: vivir bien, estar bien. Y ya conocen cuál
es el sentido de esos conceptos filosóficos.
Digamos que esa es otra de las tareas de la filosofía en el siglo XXI, pensar y analizar la
forma en la que se organizan los seres humanos. Tarea nada desconocida para los filósofos,
pues en diversos momentos de la historia de la humanidad se han planteado teorías políticas,
criticado reyes, gobernantes y Estados. La tarea hoy nos presenta desafíos diferentes: las
migraciones masivas, el auge de las tecnologías (la inteligencia artificial) y la comunicación,
las reivindicaciones sexuales y ambientales. Sobre todo, esta última nos cuestiona, dado que
si la realidad material desaparece no habría ningún insumo para filosofar.
Finalmente, les queda a ustedes reflexionar sobre otro de esos desafíos interesantes de la
filosofía política: pensar la democracia. Esta ha sido el sistema político dominante desde la
modernidad y ahora está en crisis: piensen en los nuevos autoritarismos que surgen en
diversas partes del mundo, la censura a los medios de comunicación y la ausencia de
ciudadanos comprometidos con sus sociedades (al parecer muchos jóvenes). Ustedes van a
dedicarse a pensar durante este día si ¿es necesaria la filosofía para salvar la democracia? He
ahí su tarea jóvenes filósofos. Les ofrezco una ayuda, pensar sobre la forma en que llevamos
nuestra existencia colectiva es un gran reto filosófico. Con la democracia en crisis debemos
pensar si la renovamos o nos deshacemos de ella de una vez por todas y nos lanzamos a
buscar otras formas de gobierno. Tres consejos: 1. Piensen a partir de la realidad que los
rodea. 2. Lean para conocer la opinión de otros y alimentarse de otras ideas y 3. Escriban y
deliberen con otros para poner a prueba y evaluar sus ideas. Tengan también en cuenta el
consejo de Hegel: “la filosofía siempre llega tarde. En cuanto pensamiento del mundo,
aparece en el tiempo tan sólo después de que la realidad ha consumado su proceso de
formación y se halla ya lista y terminada. Ah y el siglo XXI debe ser el de las mujeres
filósofas. Disfruten el foro y la alegría de sentirse vivos al filosofar.

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