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Administración del tiempo

Desarrollo de la inteligencia emocional

Desarrollo de la inteligencia emocional

Reconocer la existencia e importancia de la Inteligencia Emocional ha desatado una


revolución amplia y profunda en los ámbitos personal y laboral, eso incluye la
administración del uso del tiempo.

Cuando pensamos en formas concretas de superar los desperdiciadores psicológicos de tiempo, no basta
con aplicar medidas parciales. Es necesario ir más a fondo y revisar las causas básicas de estos, que son
también las de gran parte de los problemas que sufrimos en nuestra vida personal, familiar, social y laboral: la
falta de Inteligencia Emocional.

La Inteligencia
Tradicionalmente se hablaba simplemente de la inteligencia como la capacidad de pensar, relacionar y
resolver problemas. E, íntimamente unida a este concepto, se insistía mucho en el de Coeficiente Intelectual
(CI) de una persona, una medida de dicha capacidad. Quienes tienen un mayor CI, determinado a través de
pruebas, eran más inteligentes. Sin embargo, esta inteligencia era simplemente racional.
Las mediciones realizadas, permitían discriminar entre diversos postulantes a un empleo o establecer a quién
dar mayores responsabilidades entre varios candidatos. Los resultados no eran satisfactorios y el coeficiente
intelectual por sí sólo no era un buen predictor del posterior desempeño de los elegidos en sus puestos de
trabajo. La medición de la sola inteligencia racional no garantizaba que las personas tuviesen una mayor
capacidad para vivir y enfrentar positivamente la existencia personal y las interacciones con los demás.
Seguramente, todos nos preguntamos, cómo es que personas con un altísimo coeficiente intelectual tienen
tan poco éxito en la vida, son tan poco felices y fracasan en sus relaciones de pareja, con sus hijos y pierden
constantemente sus trabajos. Y nos surge la duda: ¿son más o menos inteligentes que otras personas con un
coeficiente intelectual menor que, sin embargo, logran relacionarse mejor consigo mismas, con los demás y
manejar más adecuadamente sus dificultades y conflictos y consiguen mayor armonía y estabilidad con su
entorno, construyendo una existencia más satisfactoria y exitosa?

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Administración del tiempo
Desarrollo de la inteligencia emocional

El viejo estereotipo del “sabio loco”, experto en su materia pero absolutamente desvinculado de su medio y
de la vida práctica da cuenta, a nivel popular, de esta contradicción entre el saber y el vivir. En respuesta a
esta y otras interrogante surgió el nuevo concepto de Inteligencia Emocional.

Evolución del concepto en el tiempo


Numerosos especialistas, a partir de 1920, fueron estudiando el fenómeno de las emociones y sus relaciones
con la razón y de ambas con la vida. Edward Thorndike, destacado psicólogo estadounidense, utilizó ese año
el término “inteligencia social” para describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas, David
Wechsler, psicólogo norteamericano que desarrolló estudios sobre escalas de inteligencia, describió en 1940
la influencia de factores no intelectuales sobre el comportamiento inteligente y criticó como “limitado” al
concepto tradicional de inteligencia. El año 1983 Howard Gardner, psicólogo y profesor de la Universidad de
Harvard, lanzó su novedosa "Teoría de las Inteligencias Múltiples" e introdujo la idea de considerar la
“inteligencia intrapersonal” (capacidad de comprenderse a uno mismo y apreciar los sentimientos, temores y
motivaciones propios) distinguiéndola de la “inteligencia interpersonal” (capacidad de comprender las
intenciones, motivaciones y deseos de los demás). De este modo, variando los nombres asignados, se
desarrolló la creencia común de que las definiciones tradicionales de inteligencia no dan una explicación
suficientemente exhaustiva del fenómeno.
En esta misma línea, se desarrolló el pensamiento de Joseph Ledoux, importante neurocientífico de la
Universidad de Nueva York, en su libro “El cerebro emocional”, de 1996, que a través de su estudio de los
circuitos neuronales del cerebro nos enseñó que la emoción se presenta antes que el pensamiento y que,
muchas veces, ambos se oponen entre sí.
El término “inteligencia emocional” lo usan primero los autores Leuner (1966), Wayne Payne (1985),
Greenspan (1989), Salovey y Mayer (1990).
En 1995, Daniel Goleman, en su célebre libro “Inteligencia Emocional: ¿por qué puede importar más que el
concepto de coeficiente intelectual?”, difunde definitivamente el concepto y lo hace popular. Ese mismo año,
Nancy Gibbs, en un artículo sobre el libro de Goleman publicado por la revista Time, hace llegar el nuevo
enfoque a las masas, lo que luego replican los más variados medios de comunicación social que hacen
divulgación científica e, incluso, llegan a vulgarizar estas ideas.
Numerosos autores, de diverso nivel científico, popularizan más estas ideas, adaptando el tema a diversos
ámbitos cada vez más específicos: la inteligencia emocional en su escritorio, en sus relaciones con los
clientes, etc. Lo interesante es que el asunto trasciende el ámbito puramente académico y se convierte en un
tema de interés y discusión cotidiana en todos los ambientes. Ello ocurre por la gran importancia que tiene
para comprender y resolver asuntos decisivos en la vida personal, familiar, social y laboral, por mencionar
sólo algunos ámbitos.

¿Qué es la inteligencia emocional?


Considerada hoy como más importante y decisiva que el coeficiente intelectual, la inteligencia emocional es
la complementación entre las emociones y la razón, que se enriquecen mutuamente. Las emociones son
decisivas para el ejercicio de la razón, ya que el pensar y el sentir conjuntos hacen más plenas y maduras
nuestras decisiones y acciones. Al considerar al ser humano completo y no parcializado, la emoción capacita
al pensamiento y éste a la emoción. Alguien que sea pura emoción será llevado y traído por un vendaval
irracional. Quien sea pura razón actuará fríamente, excluyendo una parte fundamental de sí mismo,
como son los afectos.
Revisemos algunas definiciones de este concepto:

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Desarrollo de la inteligencia emocional

Según Salovey y Mayer (citado por Shapiro, 1998), “La Inteligencia Emocional es el subconjunto de la
inteligencia social, comprende la capacidad de controlar los sentimientos y emociones propios, así como los
de los demás, discriminar entre ellos y utilizar esta información para guiar nuestros pensamientos y
emociones”. (p. 27)
Otra definición es la desarrollada por Robert K. Cooper y Aywan Sawaf (1998), en su libro La Inteligencia
Emocional aplicada al liderazgo y a las organizaciones, donde la definen como: “La capacidad de sentir,
entender y aplicar eficazmente el poder y la agudeza de las emociones como fuente de energía humana,
información, conexión e influencia” (Cooper y Sawaf, p. 14).
Finalmente Daniel Goleman (1998), define la Inteligencia Emocional como “un conjunto de habilidades no
cognoscitivas, capacidades y competencias que influencian la habilidad de una persona para enfrentarse a
las demandas y presiones del entorno”.
La inteligencia emocional se incrementa o reduce a través de la vida y es fuertemente impactada por las
experiencias, base del constante aprendizaje que nos provee diariamente el estar vivos. Reconocer su
existencia e importancia ha desatado una revolución tan amplia y profunda que incluye desde los ámbitos
más íntimos y profundos de cada persona, como son la autoimagen personal, las relaciones con la pareja y
entre padres e hijos, y los cambios macro sociales, como nuevos enfoques en la educación, en el
ordenamiento social, en la participación política o el desarrollo de la economía. Impactando, además,
fuertemente a la empresa y el trabajo, modificando la percepción y la práctica de aspectos como la
motivación, las relaciones de liderazgo y las formas concretas de resolver los problemas del trabajo cotidiano.
Ello incluye, naturalmente, la administración del uso del tiempo, que es el tema que nos ocupa.

Las cinco esferas de la inteligencia emocional


La inteligencia emocional se expresa en cinco ámbitos o esferas, cuya explicación permite conocer mejor el
concepto. Revisaremos estas esferas a continuación:
1. El reconocimiento y aceptación de las propias emociones.
2. El manejo de la expresión de las emociones.
3. La automotivación.
4. El reconocimiento y la aceptación de las emociones de los demás.
5. El desarrollo de habilidades sociales.
A continuación desarrollaremos cada una de ellas.

1. El reconocimiento y la aceptación de las propias emociones:


Este es el punto de partida: desarrollar la capacidad de reconocer las propias emociones mientras se las está
experimentando. Esto modifica el viejo adagio de “conócete a ti mismo” de los filósofos a través de la historia.
Ya no es un conocimiento rígido y estereotipado, como la antigua lista de virtudes y defectos personales. Se
trata de tomar conciencia de cada emoción, reconocerla y distinguirla, ponerle su propio y auténtico nombre,
no a la luz de las ideas preconcebidas que hemos fabricado de nosotros o que nos han impuesto a través de
premios y castigos.
Reconocer cada emoción cuando la experimentamos y darle su verdadero nombre sin andar con eufemismos
y disimulos (que es como “hacerse trampas en el solitario”). Aceptar la emoción verdadera al instante va
haciéndonos más maduros y humanos. Es lo que amplía, en forma paulatina y acumulativa, nuestra propia
autoimagen.
Conozco mis emociones y las acepto. Ese es el nuevo “conócete a ti mismo”, que es amplio, flexible, libre, sin
limitaciones ni autocensuras. Es el camino para hacernos más conscientes de nosotros mismos.

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2. El manejo de la expresión de las emociones:


Se deben manejar los sentimientos para que sean adecuados; esta es una capacidad que se basa en la
conciencia de uno mismo. Las personas que carecen de esta capacidad luchan constantemente contra
sentimientos de aflicción, mientras aquellas que la tienen desarrollada pueden preocuparse con mucha
rapidez de los reveses y trastornos de la vida.
3. La Automotivación:
Ordenar las emociones al servicio de un objetivo es esencial para prestar atención, para la automotivación, el
dominio y para la creatividad. El autodominio emocional (postergar la gratificación y contener la impulsividad),
sirve de base a toda clase de logros. Las personas que tienen esta capacidad suelen ser mucho más
productivos y eficaces en cualquier tarea que emprendan.
4. El reconocimiento y la aceptación de las emociones de los demás:
La empatía, otra capacidad que se basa en la autoconciencia emocional, es la “habilidad” fundamental de las
personas. Las personas que tienen empatía están mucho más adaptadas a las sutiles señales sociales que
indican lo que otros necesitan o quieren. Esto los hace mejores en profesiones tales como la enseñanza, las
ventas y la administración.
5. El desarrollo de habilidades sociales:
El arte de las relaciones es, en gran medida, la habilidad de manejar las emociones de las demás personas.
Las personas que se destacan en estas habilidades se desempeñan bien en cualquier cosa que dependa de
la interacción serena con los demás. Por supuesto, las habilidades de las personas en cada una de estas
esferas son diferentes.
El desarrollo de la inteligencia emocional, requiere que se aprendan a reconocer y valorar las emociones
(tanto en nosotros mismos como en los demás), respondiendo apropiadamente y aplicando eficazmente
la información y energía que nos entregan.

Autor:
Correa, M. (n/d). “Desarrollo de la Inteligencia Emocional”. Material creado por Martín Correa para el curso
Administración del Tiempo, área de capacitación - eClass.

Ejercicio
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