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Introducción
Desde hace ya varios años y en distintos ámbitos sociales se hace cada vez más visible la
extensión y la gravedad de la problemática de la violencia hacia la mujer en las relaciones
de pareja. En la actualidad la utilización del término violencia de género, apunta a
destacar la condición de vulnerabilidad de la mujer frente al abuso de poder ylas
conductas de control ejercidas por el varón con quien tiene o ha tenido una relación
afectiva. En nuestro país, en los últimos años se han producido avances en cuanto a la
legislación para proteger a las víctimas y sancionar a los agresores. Asimismo se han
multiplicado rápidamente espacios de consulta y atención para mujeres víctimas a lo largo
del país.
Me referiré a un modelo de intervención para los varones que ejercen violencia. Dicho
modelo se desarrolla a través de “Programas”,denominados psico-socio-educativos. Los
mismos surgieron hace aproximadamente cuarenta años en Estados Unidos y Canadá, a
partir del movimiento feminista, el cual denunciara la violencia de la cual eran víctimas las
mujeres en las relaciones de pareja. Dicho modelo también se ha denominado pro-
feminista en virtud de tener como objetivo primordial proveer seguridad a las mujeres
víctimas de violencia, como así también propiciar la revisión y modificación de aquellos
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aspectos culturales que sostienen la primacía del hombre sobre la mujer. En nuestro país
las primeras experiencias datan a partir de 1991, primeramente en el Hospital Alvear y
luego en el ámbito de la llamada Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, con un
desarrollo azaroso acorde a los cambios políticos que se sucedieron desde entonces hasta
la actualidad.
Fundamentos
Desarrollo
Consideramos a la violencia de género, como una serie de conductas desplegadas por el
varón, que producen un daño en la mujer con quien tiene una relación de pareja. Dichas
conductas se engloban bajo la denominación de abuso de poder y control. Las estadísticas
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ya mencionadas muestran que este abusosiempre es unidireccional y por ser
históricamente tan reiterada y persistente, resulta inevitable pensar que obedece tanto a
causas culturales como a variables individuales. Las instituciones por las cuales atraviesa el
sujeto en su desarrollo son trasmisoras de valores culturales, como así también lo es la
familia y ciertas características de personalidad, moldeadas en la temprana infancia.
Pertenecemos pues, a una cultura “patriarcal” que tiende a poner al hombre en lugar de
superioridad sobre la mujer, siendo por lo tanto el varón quien tiende a abusar del poder
en una relación de pareja. Esta consideración descarta la explicación del ejercicio de la
violenciacomo proveniente de un cuadro psicopatológico. Los agresores, no son
considerados en sí mismos como portadores de una patología en particular, puesto que
ningún cuadro psicopatológico es causa de la violencia (Ej. Impulsividad, celotipia). Por lo
tanto las intervenciones profesionales priorizan el tener en cuenta la seguridad a las
mujeres víctimas, el lograr que los hombres se hagan responsables de sus conductas y
revisar el sistema de creencias mediante las cuales los hombres tienden ajustificar sus
acciones.
3.- “La mujer es propiedad exclusiva del hombre”---conducta resultante: limitar sus
movimientos, aislarla de sus relaciones familiares y sociales.
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6.- “El hombre tiene privilegios en cuanto a lo sexual”---conducta resultante: tener sexo
sin consentimiento, infidelidad, tratarla como un objeto.
Tipología
Dentro de la tipología mencionada por Dutton, D. (1997), también están las llamadas
“personalidades psicopáticas” quienes están caracterizados por una falta de
arrepentimiento y una negación absoluta de su responsabilidad respecto de su violencia.
Por tal motivo, nunca concurrirán a una consulta por su propia iniciativa y no deberían ser
admitidos en un programa de las características que vamos a mencionar. Ellos también
ejercen violencia no sólo hacia sus parejas, sino que también lo hacen con terceras
personas y tienen una personalidad tan rígidamente conformada que son impermeables a
cualquier intervención ya sea del tipo psico-socio-educativa como también
psicoterapéutica.
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El no considerar a la violencia como una patología, hace que se modifique todo nuestro
vocabulario en relación al abordaje de estos hombres. En principio ya no son “pacientes”
sino “consultantes”, concurren a un grupo p.s.e. y no a un tratamiento psicoterapéutico,
ya no existe el “alta” sino el “egreso” del programa, etc. También se modifica entonces la
intervención privilegiada del psicólogo y/o psiquiatra como profesionales que responden a
dichas consultas. Por el contrario se propende a la creación de equipos interdisciplinarios
conformados por otros profesionales del campo social y del derecho, además de
psicólogos.
Ante la situación que plantean los hombres que ejercen violencia de género, creemos que
existe un modo de intervención que permite disminuir y prevenir la emergencia de dichas
conductas. Esa intervención se lleva a cabo en grupos de aproximadamente diez personas,
con dos coordinadores y se desarrolla un determinado “currículum”, es decir, cuenta con
determinados objetivos a alcanzar. Se privilegia la intervención grupal, trabajando con
emergentes de la dinámica grupal (focalizando en la violencia de género) como también
con técnicas provenientes de un enfoque cognitivo-conductual (por ejemplo: resolución
alternativa de conflictos, utilización del “tiempo afuera”, comunicación asertiva, etc.). Se
promueve también a la reflexión y al cuestionamiento del sistema de creencias, que como
ya lo expresamos anteriormente, están en la base de todas las conductas de maltrato
hacia la mujer. La efectividad del Programa de atención, depende, entre otras cosas, de la
identificación entre los miembros del grupo, por eso se desestima la intervención
individual, la cual ha demostrado su ineficacia, sobre todo en una primera etapa.
Los grupos psico-socio-educativos que mantienen un vínculo con el Poder Judicial, por lo
general tienen un formato de grupo cerrado, con una cantidad de reuniones previamente
determinada. El contenido de las reuniones, es decir, los temas que serán tratados en
cada reunión también están fijados de antemano. Otro tipo de grupos, son los “abiertos”,
en los cuales el coordinador regula el ingreso y egreso de sus integrantes, lo cual permite
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un mejor aprovechamiento del espacio grupal a través de la mayor permanencia de sus
integrantes, hasta tanto logren los objetivos del programa. En general los varones deberán
concurrir una vez por semana durante una hora y media.
5.- Credenciales
En cuanto a las credenciales que debieran tener los coordinadores, se recomienda que: a.-
sean profesionales que provengan del campo psicológico y social, b.- que tengan una
formación en violencia familiar, c.- que hayan participado como observadores en grupos y
entrevistas con mujeres víctimas, d.- que tengan conocimientos de dinámica grupal y e.-
que tengan conocimiento de la personalidad de los hombres que ejercen
violencia.Asimismo deberían haber revisado cómo funcionan en ellos/ellas internamente,
los estereotipos de género. Todos estos requisitos necesitarían ser reglamentados en
algún momento futuro, a los efectos de evitar la improvisación que se ha observado en
algunos equipos y también como forma de prevención del burnout en aquellos
profesionales que no cuentan con dichos requisitos.
6.- Admisión
Previa a su participación grupal todos los hombres deberán realizar una entrevista de
admisión a los efectos de corroborar si la persona consultante reúne las características
psicológicas que mencionamos anteriormente y las condiciones para participar en un
grupo. No se debe incluir a aquellos que tengan una personalidad psicopática, que tengan
trastornos psiquiátricos severos o que estén cursando un consumo problemático de
sustancias sin recibir la atención adecuada.
7.- Objetivos
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- Tener como prioridad el velar por la seguridad de las parejas de los hombres que asisten
al grupo.
Situación actual
Hasta el momento los grupos p.s.e. no han tenido la difusión necesaria como para poner
a prueba su efectividad. Si tuvieran una mayor difusión, ello permitiría llevar a cabo
investigaciones tanto cuantitativas como cualitativas y por lo tanto hacer una revisión
dinámica de aquellas intervenciones que resulten más eficaces y descartar las que no lo
son.
Críticas
Este tipo de grupos p.s.e. ha recibido varias críticas, entre la que más se destaca es aquella
que dice que difícilmente se logre un cambio de la conducta violenta en pocas reuniones
(refiriéndose a aquellos programas que tienen 16 semanas). Otra crítica es que “no sirven”
los tratamientos compulsivos, cuando hay una derivación judicial, porque no hay
“demanda”, “el sujeto no está motivado, etc.” Algo sobre lo cual ya se ha escrito un
artículo (Pietragallo, Parente y Carrasco, 2015).
Contamos con un modelo de intervención con hombres que ejercen violencia hacia sus
parejas, que es fruto de largas discusiones de consenso, en el seno de R-E-T-E-M (Red de
Equipos de Trabajo y estudio en Masculinidades), creada en 2011,como asimismo por la
puesta en práctica y revisión constante de nuestras hipótesis de trabajo. El modelo de
intervención demostraría mejor su eficacia si tuviera una difusión más masiva, para lo cual
se necesitaría de una política pública específica que lo avale. Ello permitiría corregir las
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posibles fallas que pudieran surgir en la práctica hasta lograr el mayor grado de eficiencia
y consecuentemente una mayor protección de la mujer víctima.
Bibliogafía