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DE UN 'DOCUMENTO

CONFIDENCIAL INEDITO' (y de las


'aporías' de su 'autor')

ANTONELLO BALESTRIERI
I

Es un dato comprobado (señalado ya muchas veces en esta Rivista) que, a falta de voluntad,
de coraje, de espíritu de sacrificio, de seriedad y de determinación, y –hay que decirlo– de las
cualidades intelectuales indispensables para encarar, sin perjuicio de los resultados que
eventualmente se pudieran conseguir, el trabajo interior de realización espiritual cuyos
elementos todos han sido sugeridos por René Guénon en sus escritos, se va difundiendo en
nuestra época, y desde que estos últimos han comenzado a salir a la luz, una tendencia
siempre creciente a ocuparse de ellos y de su Autor. Y lo que en tales condiciones pueda
decirse, como proviene de un acercamiento "desde afuera", no podrá nunca concordar con el
alcance real de estos escritos ni con las verdaderas intenciones del Autor 1, y será entonces
ilusorio pretender que los trabajos así afectados por una semejante limitación puedan
calificarse como "tradicionales"2.

En realidad, los frutos de esta tendencia, especialmente cuando pretenden evadir la autoridad
de la obra de Guénon, no pueden ser sino lamentables, y cuando se muestra alguno nuevo, la
primera reacción que suscita, como ya hemos dicho3, es el desinterés, porque en realidad, en
sí, no merecerían que se les dedique el más mínimo tiempo. Si no fuera que, de una forma u
otra, tales producciones no pueden dejar de contener algún inserto de las disolventes
influencias que siempre están dispuestas a atacar, en el ánimo y en la mente de los lectores,
los contenidos de la obra de René Guénon (de la que hemos frecuentemente afirmado nuestra
convicción de que, en sí y por sí, es inatacable, como todo lo que emana del espíritu); por no
hablar de los derechos inalienables de la verdad.

Por dicho motivo, y aunque ello no sea de nuestro agrado, y por todo el tiempo que fuera
necesario, trataremos de una cuestión que la revista francesa de reciente publicación "Cahiers
de Recherches et d'Etudes Traditionnelles" señalaba en su nº 6 (otoño-invierno 1994), en un
artículo titulado "Clavelle/ Reyor, la loge 'Les Trois Anneaux' et le 'Document confidentiel
inédit'", con la firma de Dominique Devie. Dejando de lado el tema del medio, dada su
naturaleza inaccesible a cualquier aproximación pública4, nos ocuparemos exclusivamente del
primero y del tercero (que en fin de cuentas constituyen una sola cosa), pues en el ínterin ha
salido a la luz, difundido por ese canal esencialmente incontrolable que es Internet, el
"Documento" del que trata el artículo. Advertimos a nuestros lectores, a fin de evitar
malentendidos, que en su examen nos limitaremos a los contenidos (y no a todos, sino
solamente a aquellos que pueden tener relación con los intereses sobre todo doctrinales de un
lector de la obra de R. Guénon) de lo que se presenta como un "memorial", y, sean cuales

1
Cuando en el presente estudio nos refiramos a los escritos de R. Guénon sin indicar específicamente su
nombre, nos serviremos del término Autor con "A" mayúscula; y esto para evitar confundirlo con el "autor"
del documento en cuestión, expresión que nos veremos obligados a adoptar a lo largo de todo nuestro
trabajo por razones que se verán.

2
Un ejemplo de esa pretensión, particularmente oportuno de citar en esta ocasión, es el examinado por P.
Nutrizio en su artículo "Un equívoco de fondo", en los nos 74 y 76 de la "Rivista di Studi Tradizionali";
véase la obra René Guénon e l'Occidente, cap. 1.

3
Cf. el cap. 14 de René Guénon e l'Occidente.

4
"Espeluznante" no nos parece un calificativo demasiado fuerte para reflejar la ligereza con la que fueron
difundidas, por parte de varios autores que se ocupan o se han ocupado de temas "tradicionales", y del
mismo "autor", informaciones referentes a la actividad de la Logia "La Grande Triade" y del restringido
grupo que se titula precisamente "Les Trois Anneaux", contraviniendo descaradamente el compromiso
asumido por los componentes de toda Logia de mantener en secreto sus "trabajos". Está fuera de toda
duda que quienes a lo largo del tiempo se contagiaron de este tipo de liviandad literaria –fruto evidente de
una manía bien occidental de "protagonismo"–, sean quienes fueren, no han comprendido en lo más
mínimo el sentido de las advertencias del capítulo "El odio al secreto" de El Reino de la Cantidad y los
Signos de los Tiempos, en particular en lo que se refiere a la actividad iniciática.

2
fueren las informaciones "personales" que eventualmente pudiéramos poseer sobre quien se
presume que es su autor, las mismas no formarán parte de ninguna manera, ni a favor ni en
contra, de la formulación de nuestro juicio final sobre el "Documento".

Damos por descontado, obviamente, que lo que está en Internet constituye de hecho todo el
texto y solamente el texto de la composición; si algo de cuanto referiremos (y sobre lo que
haremos nuestras reflexiones) no se ajustara con esta hipótesis, no será pues nuestra la
responsabilidad, sino de quien, por razones que todavía no percibimos con claridad 5, ha
decidido confiar a este medio el "Documento confidencial inédito".

Daremos también por descontado, pues pensamos que ante lo que semejante texto dice no se
puede hacer de otro modo, que su autor sea verdaderamente el sujeto de quien se hace
proceder el "Documento" (de hecho, ¿quién si no podría haber estado al tanto de todos los
hechos que allí se refieren?)6; y, además, la existencia de otro "memorial", aunque de tono
ligeramente menos "frívolo" que éste, emitido por el mismo autor (y en este caso de modo
cierto para nosotros) en el curso del último año de la vida de René Guénon 7, viene en apoyo de
la afirmada paternidad del actual.

Sean las cosas como fueran a este respecto, es decir cualquiera sea la identidad "física" de
quien materialmente ha escrito estas páginas, identidad que para nosotros no tiene la más
mínima importancia si no fuera por el hecho de que evidentemente pertenece a alguien que
realmente fue un "cercano" de Guénon en un cierto aspecto, dejaremos de lado en nuestro
trabajo, repetimos, todo juicio o consideración "personal" sobre él, y nos limitaremos a
considerar –como es debido– las ideas y actitudes de quien seguiremos llamando el "autor" del
"Documento", frente a la obra de René Guénon y de su función.

Y que no se contraríen quienes han colaborado en la publicación de esta dudosa "pieza de


literatura", si ya decimos que, para nosotros, no hay diferencia alguna (como parece encontrar
el "autor") entre la persona de Guénon y su función; tal vez no lo comprendan, pero esta es
precisamente la diferencia que existe entre un "profano" y un hombre de tradición en el sentido
que René Guénon indica.

Cuando, hace algunos años, nos dispusimos a escribir la serie de artículos que titulamos
"Nuevas técnicas de ataque a la obra de René Guénon" [véase el cap 3 de René Guénon et
l'Occident], los que estaban concebidos para oponerse a los textos que la editorial Arché había
por aquel entonces comenzado a publicar, sutilmente encaminados a presentar bajo una
dudosa luz la obra de René Guénon y la imagen de su Autor, estábamos en la impresión (y lo
dijimos claramente) de que tales publicaciones no fueran más que un difuso "desarrollo" de

5
A menos que no se acepten las razones que Dominique Devie, en el artículo que señalamos al
comienzo, parece proponer cuando dice: "Como afirmaba uno de los presentadores de los trabajos de
Reyor, la publicación de este "Documento" será lo único que pueda poner fin a los usos facciosos a que
puede dar lugar [...]". Sólo que a la afirmación de Devie y de su fuente nosotros la interpretamos en un
sentido completamente opuesto a lo que él pretende, y para nosotros, como se verá en el curso de este
estudio, el "uso faccioso" del Dossier es el uso al que estaba destinado por propia naturaleza, es decir el
de los ambientes hostiles a la obra de René Guénon y a su Autor...

6
Que el "Documento confidencial inédito" tenga por autor verdadero a J. Reyor, es algo que podría verse
confirmado también a partir de la siguiente afirmación, formulada con tono seguro y un poco ingenuo, que
hallamos en la pág. XXXV de la "Nota bio-bibliográfica" redactada por François Secret para el libro de
Paul Vulliaud Histoires et Portraits de Rose-Croix, publicado de manera póstuma por Arché en 1987: "Que
a Vulliaud no le haya agradado el tono de Guénon [que había reseñado, por ese entonces, dos obras de
este autor, La Kabbale juive (1925) y Le Siphra di-Tzeniuta (1930)] se nota por el 'Documento confidencial
inédito' de Marcel Clavelle (Jean Reyor), a quien Guénon le había encargado que transformara 'Le Voile
d'Isis' en los 'Etudes Traditionnelles'".

7
Nos parece evidente que R. Guénon, quien, como se verá, nunca estuvo a favor de la difusión de notas
"biográficas" dedicadas a "explicar" ilusoriamente los contenidos ideológicos de los trabajos de un autor
cualquiera (y en particular de los suyos), jamás estuvo enterado de esta incongruente iniciativa de su
"colaborador".

3
temas y episodios que se encontraban en germen en el libro de M.-F. James Esotérisme et
Christianisme autour de René Guénon, aparecido unos años antes. Precisamente por este libro
(pero no solamente por él) sabíamos de la existencia de un "Document confidentiel inédit", que
con toda probabilidad debía provenir del escritor francés Jean Reyor, seudónimo –como otros–
de Marcel Clavelle, identificado expeditivamente por François Secret, como se vio, como aquél
"a quien Guénon le había encargado que reorganizara 'Le Voile d'Isis' en los 'Etudes
Traditionnelles'"; sin embargo, obviamente todavía no habíamos podido leer el "Documento"
mismo, que era, como lo dice su convencional subtítulo (que es suficientemente revelador para
quien esté al corriente de las costumbres... policíacas de ciertos ambientes), "confidencial".

Ahora que ya tenemos en nuestras manos una copia impresa del mismo, hemos podido
comprobar finalmente que no sólo el libro de M.-F. James, lejos de ser "autosuficiente" como
pensábamos, echa sus raíces, y profundamente, en él, sino que lo mismo ocurre con un buen
número de otros trabajos (entre los cuales las "biografías razonadas" de J.-P. Laurant y de J.
Robin), y que en definitiva es de allí que ha cobrado impulso el "plan" anti-tradicional del que
hemos discurrido con cierta amplitud en "Nuevas técnicas de ataque8; asimismo, es a partir de
un cuidadoso análisis del citado "Documento", según podemos deducir, que ha surgido en
particular la idea de incluir en el "plan" la reimpresión de todos los artículos de Reyor (Arché y
Editions Traditionnelles), cuya "suma" –escritos provenientes de antes y después de la muerte
de R. Guénon– es tan apropiada para confundir, hoy, las ideas de quienes por primera vez se
acercan a la obra de este Autor.

El "memorial" que aparece en Internet lleva en realidad como título la expresión "Quelques
souvenirs sur René Guénon et les Etudes Traditionnelles", y por una de sus frases puede
datárselo de 1963, pero, para situarlo con mayor propiedad ya sea en el tiempo como –
especialmente– en la mentalidad de su "autor" y del ambiente en donde nació, si la datación es
exacta, conviene recordar que ya anteriormente, en 1958, Editions Traditionnelles había
publicado un singular libro sobre La Vie simple de René Guénon, donde sobre todo sonaba
fuera de lugar el adjetivo con que se califica la "vida" de Guénon9.

Corría por entonces el período en que la revista que había sido "de René Guénon" venía de
sufrir una reorganización más o menos forzada, como dice el mismo "autor" en la pág. 51 de su
"Documento"10, reorganización cuyo resultado había sido que en ella se presentaran, junto a
trabajos de F. Schuon, M. Lings, R. Allar (que, en el ínterin, el que más y el que menos se
habían alejado visiblemente del espíritu de la obra de René Guénon, sin darlo a conocer a los
lectores) y de otros colaboradores más seguros o más "anodinos", también los de un "grupo
católico" reclutado para el caso por Reyor, y en donde el lector podía hallar, como apertura
anual (1956, nº de enero-febrero), citas extraídas de un texto de Guénon entremezcladas con
otras provenientes de un escrito del Cardenal Tisserand...

La Vie simple de René Guénon traía la firma de Paul Chacornac, propietario de Editions
Traditionnelles, pero no era difícil, leyéndolo con un poco de atención, descubrir que su pluma
había sido "sostenida" por alguien más, y adivinar que ese alguien no era otro que el "autor" del
"Documento", quien a todas luces había redactado enteramente al menos su último capítulo,
"Après le départ du semeur". Este capítulo prefigura, si así puede decirse, el "memorial" que
tenemos ante nuestros ojos, por lo menos en sus directrices (no había, sin embargo, huellas de
8
Lo cual, por otra parte, no significa que no haya sido también de este libro de donde, más tarde, los
trabajos publicados por Arché se han "inspirado". Lo que únicamente queremos decir con esto es que
ahora podemos considerar que esa inspiración es, por decirlo así, de segundo nivel.

9
"La Vie simple de René Guénon" era también el título de un artículo, igualmente biográfico, que P.
Chacornac había sacado en el número especial que los "Etudes Traditionnelles" dedicaran a fines de
1951 a la memoria de René Guénon, desaparecido poco antes. En el comienzo del mismo surgían ya,
aunque apenas esbozadas, las "justificaciones" por haber tratado de la "vida" de Guénon que más
adelante examinaremos.

10
Obviamente, la numeración que daremos de las páginas del "Documento" corresponde a la
compaginación del ejemplar impreso que tenemos en nuestro poder; en función de los caracteres
empleados en impresiones diferentes serán posibles otras numeraciones.

4
nombres de personas o de informaciones sobre ellas, de las que en cambio rebosa el
"Documento", al punto de dar cabida a las peores conjeturas, y sobre todo carecía de la
acrimonia hacia Guénon que caracteriza a este último). Quedaba en pie el hecho, sorprendente
y también algo alarmante, de que el mismo editor "oficial" de René Guénon fuera quien
decidiera publicar, por vez primera, una "biografía" de este Autor, cuyos lectores de buena fe no
podían desconocer que él mismo había escrito un estudio ("Noms profanes et noms
initiatiques"), aparecido en 1935, en el que, entre otras muchas consideraciones relativas a
cosas desconocidas o totalmente olvidadas por siglos en Europa, se incluía también ésta que,
aunque larga, transcribimos por entero aquí:

"Por lo demás, incluso en el orden profano, cabe extrañarse de la importancia que se atribuye
en nuestros días a la individualidad de un autor y a todo lo que le concierne de cerca o de lejos;
¿depende acaso el valor de la obra de alguna manera de estas cosas? Por otra parte, es fácil
constatar que la preocupación de vincular el propio nombre a una obra será tanto menos
frecuente en una civilización cuanto más estrechamente ella se encuentre unida a los principios
tradicionales, de los cuales, en efecto, el 'individualismo' en todas sus formas constituye
verdaderamente la negación propia.

"Es fácil comprender que todas estas cosas están ligadas entre sí, y no queremos insistir más,
puesto que son temas sobre los que nos hemos explicado a menudo; a pesar de todo, nos ha
parecido que no sería inútil indicar una vez más, en esta ocasión, el papel del espíritu anti-
tradicional, característico de la época moderna, como causa principal de la incomprensión de
las realidades iniciáticas y de la tendencia a reducirlas a los puntos de vista profanos. Es este
espíritu el que, actuando con nombres tales como 'humanismo' y 'racionalismo', se esfuerza
constantemente, desde hace siglos, en reducir todo a las proporciones de la individualidad
humana vulgar, es decir de la porción restringida que conocen los profanos, y en negar todo lo
que supera este dominio angostamente limitado, por tanto en particular todo lo que depende de
la iniciación, a cualquier nivel que sea. Casi no hay necesidad de indicar que las
consideraciones que venimos de exponer se basan esencialmente en la doctrina metafísica de
los estados múltiples del ser, de la cual son una aplicación directa; ¿cómo podrían comprender
esta doctrina aquellos que pretenden hacer del hombre individual, e incluso de su sola
modalidad corporal, un todo completo y cerrado, un ser que se basta a sí mismo, en lugar de
ver lo que en realidad es, o sea la manifestación contingente y transitoria de un ser en un
dominio muy particular entre una multitud indefinida de dominios cuyo conjunto constituye la
Existencia universal, y a los cuales corresponden –siempre para este mismo ser– otras tantas
modalidades y estados diferentes, de los que le será posible tomar conciencia precisamente
siguiendo la vía que abre la iniciación?" [la cursiva es nuestra].

A partir pues de este simple hecho, es decir de la publicación de un libro como La Vie simple
de René Guénon, (y sin siquiera considerar todas las demás observaciones que habrá de
incluir nuestro artículo) se puede ya adivinar lo profundamente mistificadoras que son, y por
tanto de mala fe –y precisamente en ese campo doctrinal o "teórico" que para nosotros es
fundamental–, todas las conjeturas de aquellos que luego vinieron a sostener que el "autor", en
sus estudios, fue "siempre respetuoso del espíritu del opus guenoniano" (de la "Introducción"
de J. Thomas al primer tomo de la compilación de artículos de J. Reyor titulada Pour un
aboutissement de l'oeuvre de René Guénon, Arché, Milán).

Bien sabemos que a lo que acabamos de decir se podría objetar (y no faltará quien lo haga)
que en el prefacio de La Vie simple de René Guénon, P. Chacornac decía también: "Nos
sentimos, pues, casi tentados de excusarnos por haber emprendido [el trabajo biográfico en
que consiste el libro], pues una biografía de René Guénon puede, con razón, llegar a
sorprender ya sea a sus lectores habituales como a sus amigos más próximos, aquellos que lo
conocieron personalmente. En efecto, René Guénon dijo muchas veces que en el ámbito
tradicional, el único que tuviese importancia a sus ojos, las individualidades no cuentan. Pero
nada podemos hacer contra el hecho de que el mundo en que vivimos se interesa más
frecuentemente en las individualidades que en las obras [...]" [la cursiva es nuestra].

Esta afirmación, confrontada con el citado texto de Guénon, aunque denota cierta honradez en
quien la ha emitido (¿o la simple preocupación de precaverse por lo que pudiera sobrevenir...?),

5
no deja sin embargo de demostrar, como veníamos diciendo, que el espíritu con el que no
podía dejar de estar concebido un tal libro no concordaba con el de la obra de René Guénon, la
cual de ninguna manera se compadece con esa mentalidad profana que, por lo contrario y con
toda evidencia, impregna las declaraciones de Chacornac/Reyor que comentamos.

Tal mentalidad no dejará de manifestarse casi irrefrenablemente a lo largo de todo el


"Documento confidencial inédito", con lo cual no es de extrañar que este último haya podido
constituir una "puerta abierta de par en par" para las influencias contra-tradicionales que
después acabaron por cuajar en los subsiguientes trabajos "biográficos" que hemos recordado.
Y si en el "Avant-propos" de La Vie simple, Chacornac/Reyor prosigue excusándose de su
proceder diciendo, más bien farisaicamente, que a ello había sido llevado por el temor de que
"a falta de poder escribir la historia [de R. Guénon] no se constituyeran luego en su lugar
leyendas, cuyas intenciones pudieran ser muy diversas y hasta opuestas [pero ¿a qué?]", y que
para evitar esta circunstancia era "sobre el terreno de los hechos" que él "pretendía
mantenerse", viendo ahora los resultados que a partir de tal iniciativa supieron alcanzar tanto él
mismo como otros, no se puede dejar de convenir con lo que decía René Guénon, esto es que
los hechos –por sí mismos– jamás probarán la exactitud de una teoría.

De suerte que ya estamos en condiciones de afirmar, como lo hacemos, que está muy lejos de
corresponder a alguna realidad la pretensión final de J. Reyor de haber llevado a cabo –
juntando por vez primera algunas vicisitudes inconexas del iter humano de René Guénon
(aunque, como dice, "en un nivel bien modesto")– una "obra al servicio de la verdad"11.

El "Documento" que examinaremos está ante nuestros ojos para probarlo.

Sea lo que fuere de esta cuestión específica de cómo otros interpretan la naturaleza del
"Documento", en nuestros propósitos este artículo está a su vez dirigido a poner fin a esos
"usos facciosos", arrojando un poco de luz sobre la condición adversa al espíritu de la obra de
Guénon ínsita en la actividad de su "autor", por lo menos en los últimos decenios de su vida. En
realidad, a nuestra manera de ver, el Dossier en cuestión muestra fallas doctrinales y de fondo
que deben haber acosado a su redactor durante toda su vida, obsesionándolo con dudas mal
resueltas; tan sólo esperamos que nuestro propósito pueda lograr algún reflejo real en el ánimo
de nuestros lectores...

Como se ve, el "memorial", aunque "confidencial", siempre ha circulado ampliamente por los
ambientes que profesan –como lo hace Secret– un "antiguenonismo" tan visceral como obtuso,
bien que enmascarado de engañosa erudición.

Secret, quien no pierde ocasión de desparramar a manos llenas los juicios negativos de otros
sobre René Guénon, secundando las técnicas denigratorias indirectas que señalamos en los
nos 70, 71 y 73 de la "Rivista..." (ver cap. 3 op. cit.), no deja de referir aquí la "opinión" de
Vulliaud sobre Guénon y los "Etudes Traditionnelles": "Ustedes no son más que una restringida
capilla que ha hecho de Guénon su ídolo, quien los ha hechizado con sus historias de iniciación
y esoterismo. [Guénon] no es más que un insolente que cree saberlo todo, un arribista [??], un
charlatán y un sujeto sospechoso... ¿No es acaso verdad que su Rey del Mundo es sólo una
farsa, montada ad hoc para figurar como el enviado de un centro misterioso?".

Palabras copiadas una por una del "Documento inédito", cuyo "autor" no ha hecho así más que
anticiparse (conscientemente o no) unos decenios a las técnicas "psicológicas" de Secret y sus
asociados.

11
Cuán ilusa ha sido esta pretensión de Reyor de haber obrado "al servicio de la verdad", limitándose a
mirar las cosas desde afuera (aún aquellas que –como en este caso– conciernen a "hechos" de la vida de
René Guénon), se prueba por la lectura de algunos párrafos del último capítulo de La Vie simple, en los
cuales, al describir las "razones" por las que la obra de Guénon tiene la forma que tiene, bajo una
apariencia de rigor lógico irreprensible vemos triunfar todos los prejuicios "raciales" de su autor.

6
En su pseudo-respuesta a nuestros artículos sobre el "plan" antiguenoniano en cuestión, Arché
("Charis", nº 3, pág. 286, nota 3) se dolía de que nuestra "Rivista" hasta ahora no se hubiera
ocupado sino esporádicamente del trabajo de M.-F. James: pensamos poder afirmar que, a
este propósito, el estudio que seguirá cumple en cierta manera con ese deseo, yendo...
directamente a la fuente original.

¡Y es significativo, en esta consideración, observar cómo, después, en el "Documento


reservado", los puntos referentes a estas hipotéticas "razones" –y que en la vida misma de
Guénon corresponden todavía a "hechos" bien determinados y diferentes de lo que eran los
deseos y las convicciones individuales de Reyor– han venido a terminar como otros tantos
"errores"!

II

La primera parte del "Documento confidencial inédito", como era de esperarse luego de
estudiar los trabajos que a continuación originó, está dedicada por entero a noticias que el
"autor" ha podido recoger, de fuentes diversas, sobre aquellas actividades juveniles de René
Guénon que lo llevaron a participar en agrupaciones de naturaleza más o menos
"neoespiritualista". Por esta razón el "autor" se ocupa, si bien sumariamente, de las relaciones
de R. Guénon con la Escuela Hermética de Papus, la Orden Martinista, la Iglesia Gnóstica de
Jules Doinel, el Rito de Memphis-Misraim y con cierta insistencia, aunque con abundantes
ilaciones (fundadas por otra parte, en forma más o menos "tentativa", sobre los criterios de
discriminación expuestos por el mismo René Guénon respecto a las organizaciones pseudo-
tradicionales), trata la cuestión de los métodos de naturaleza aparentemente espiritista que
llevaron a la constitución de la Ordre du Temple Rénové y al hecho de que René Guénon fuera
"invitado" y designado como su "jefe". Aquí se insertan también algunos otros "enigmas"
(término caro al "autor" hasta el fin de su vida) que afectan la imagen de Guénon, como el
Oracle de force astrale y el "affaire" de los "Polares", así como también su colaboración en el
periódico "La France Anti-Maçonnique" y el "affaire Taxil"; sin embargo –y no se entiende por
qué– evita cuidadosamente mencionar la H. B. of L. (de cuyas teorías ya había hablado
Guénon en la revista "La Gnose", y luego, repetidamente y con extrema competencia, en Le
Théosophisme y en L'Erreur spirite, y hasta en un artículo de 1925 en "Le Voile d'Isis") de la
cual el "autor" no podía ignorar que Guénon "había formado parte".

Todas estas cosas ya han sido tratadas, por otros o por nosotros mismos12, a medida que sus
ecos se difundían en Italia13, reasumidos en textos como aquellos de J.-P. Laurant y M.-F.
James (y ahora sabemos verdaderamente de qué fuente se han originado), razón por la cual no
volveremos a ocuparnos de ellas sino para hacer alguna observación de carácter general.

En todas las páginas iniciales del "Documento", dedicadas al "pasado juvenil" de René Guénon,
se perciben indicios de duda y suspicacia (en este sentido algunas frases son particularmente
reveladoras, como por ejemplo la siguiente, sobre la cuestión de la Ordre du Temple Rénové:
"[Esta] era una de aquellas cosas de las que nunca hablaba Guénon. Desgraciadamente tuve
conocimiento de esta historia solamente después de que Guénon partiera para Egipto; y todas
las veces que traté de referirme al tema en alguna de mis cartas, Guénon eludía mis

12
Véase, entre otros, los más recientes artículos que tratan sobre estos temas: "René Guénon e le Forme
della Tradizione", de P. Nutrizio, en el nº 72, y nuestro: "Nuove tecniche di attacco all'opera di René
Guénon", partes II y III, en los números 71 y 73. Ambos publicados en la "Rivista di Studi Tradizionali".

13
Recordamos con particular desagrado el artículo de R. del Ponte titulado "Zavorre occultistiche",
incluido en el número especial de "Arthos", dedicado a René Guénon en 1989. Si bien estamos
acostumbrados a la incomprensión occidental de las doctrinas que expone este Autor, raramente hemos
tenido la ocasión de leer una composición colmada de tanta vulgaridad indecente y de tan estólida
sumisión a los más rancios prejuicios antitradicionales y antiorientales. Luego de haber publicado todavía
un número, dicha revista dejó de aparecer; ahora nos informan que hace ya dos números que comenzó a
salir nuevamente: es de esperar que la misma haya podido elevar su nivel. Cosa que por otra parte no
nos parece que sea muy difícil de lograr.

7
preguntas")14. Es bastante obvio que, al descubrir en este "Documento" una tal crítica más o
menos larvada15, aquellos que, por sus propias limitaciones intelectuales y por la consecuente
incapacidad de penetrar a fondo en la doctrina expuesta por Guénon, vinieron a ser los
herederos de la mentalidad moderna (y por lo tanto antitradicional) de sus iniciales opositores
por así decir "institucionales", no deben de haber cabido en sí de contento al ver, decíamos,
que tenían a su disposición una traza ya establecida y hasta cierto punto circunstanciada de
argumentaciones dialécticas aprovechables para proseguir con la obra de "obstaculización" a la
que se venían dedicando desde que habían comenzado a aparecer los escritos de René
Guénon.

Y si es verdad, como por otra parte siempre hemos sostenido, que los contenidos de la obra de
Guénon se defienden por sí solos frente a semejantes inquinas en razón de su propia
naturaleza, incomparablemente superior a la de todas estas suspicacias e insinuaciones, y que
quien, por sus cualificaciones intelectuales, está destinado a asentir a esos contenidos
superando tal barrera finalmente no podrá dejar de hacerlo, no es menos cierto que es también
legítimo que alguien ponga en evidencia, aunque más no fuera que para facilitar tal superación,
la naturaleza puramente negativa de dicha barrera respecto de la "positividad" de aquello que
encierra la obra de René Guénon16.

A fin de combatir los efectos que podrían producir las evocaciones "históricas" del "autor",
redactadas con el espíritu de duda y suspicacia que hemos destacado, en lectores aún no
suficientemente consolidados en la percepción de las verdades de las que se hacen vehículo
los escritos de René Guénon, pueden contribuir a ello dos factores, de los cuales el primero
(que ya habíamos señalado de pasada a comienzos de esta II parte) es constatar el solapado
sofisma que anida en el hecho, evidente sólo después de una atenta lectura de estas páginas,
de que el "autor" "juzga" subrepticiamente los comportamientos del joven Guénon en este tema
(y la "arquitectura" de la prosa del "Documento" no se aparta nunca de semejante proceso
mental) según los criterios que el mismo Guénon, no sólo ha contribuido a exponer, sino que
ha puesto integralmente a punto –como primer y único Autor– para revelar la ausencia de
fundamentos intelectuales en las pseudo-doctrinas sobre las que se apoyaban las actividades
de los grupos "neoespiritualistas" (hasta el término es suyo...), ocultistas o de análogo género,
en los cuales aceptó ser admitido, como dirá él mismo, al comienzo de su obra de clarificación,
y para combatir –y con qué eficacia– su proliferación.

Si el "autor" puede ahora (o sea cuando redactaba su trabajo) (pp. 8 y 10 de la copia impresa
en nuestras manos) referirse con suficiencia y arrogante superioridad a las "entidades" que se
manifestaron en ocasión de la constitución de la Iglesia Gnóstica o de la Ordre du Temple
14
Siempre a propósito de la "Ordre du Temple Rénové", notamos en M.-F. James, Esotérisme et
Christianisme, etc., a lo largo de un extenso párrafo (pp. 97-98), por otro lado tomado casi literalmente de
este "Documento", una expresión (adoptada posteriormente por otros autores "biográficos" de R. Guénon)
que puede servir para confirmar nuestras dudas iniciales acerca del "Documento" tal como está
presentado en Internet. La autora canadiense habla en él de un "Guénon que se presenta como la
'reencarnación de un templario'" y en una nota al pie asigna dicha locución al "Document confidentiel
inédit"; ahora bien, sin siquiera tomar en cuenta el rigor doctrinal con el que Guénon ha confutado, desde
sus primeros artículos de "La Gnose", la posibilidad misma de la "reencarnación", nosotros no
encontramos la frase en el "Documento", en su presentación actual (lo que habría sido gravísimo para su
"autor" en más de un aspecto). Consecuentemente, una de dos: o el "Documento" ha sufrido variaciones
con el tiempo, o la autora canadiense se ha aprovechado a mansalva de la "confidencialidad" del dossier
para sus propios objetivos...

15
Podría pensarse que haber puesto este término es una exageración de nuestra parte; pero no es así,
en realidad refleja la permanente actitud del "autor" a lo largo de todo el "Documento", y lo usará con
todas las letras al final del mismo.

16
Una objeción parecida a la que aquí señalamos como posible, nos ha sido dirigida de hecho por Arché,
cuyo responsable nos ha preguntado en "Charis" si acaso no estaríamos considerando "demasiado
vulnerable" la obra de Guénon, como para requerir tanto de nuestro esfuerzo "defensivo" desplegado en
"Nuove tecniche di attacco". A esta insinuación ya hemos respondido afirmando que no se trata tanto de
defender a la obra como a sus lectores, pero ahora es oportuno agregar algo que complete aquella
respuesta.

8
Rénové, esto puede parecerle obvio, y hasta le permite mirar con conmiseración (porque es
esto lo que se transparenta en el "Documento") a aquel que pinta como el ingenuo joven que
había prestado fe a semejantes "puestas en escena", ¿qué le habría pasado a él en la misma
situación, si René Guénon no hubiera tenido la oportunidad de escribir su "Erreur spirite" y él la
de leerlo y –al menos parcialmente– entenderlo? De "paralogismos" como éste abundan las
primeras veinte páginas del "Documento"; señalaremos tan sólo uno más pero que resulta
particularmente interesante porque calca el mismo modelo que en su momento habíamos
encontrado en la "Introducción" de Arché (G. Rocca) a los textos de Abdul-Hâdî publicados por
esta editorial (lo que demuestra con cuánta diligencia ha sido estudiado este "Documento" en
ciertos ambientes).

El "autor", tratando siempre de la Ordre du Temple Rénové, y para explicarse por qué Guénon
haya considerado oportuno condescender al pedido de participación de sus "fundadores" –
problema ciertamente mal planteado, y en fin de cuentas absolutamente imposible de resolver a
no ser por René Guénon mismo, quien debía tener sus buenos motivos para no enunciarlo
explícitamente, como dirá– afirma: "No me parece improbable que [Guénon] hubiera intentado
drenar [drainer] por este medio un determinado número de individualidades de valor intelectual
no despreciable que se habían extraviado en las organizaciones ocultistas, etc."; con estas
palabras quiere señalar el caso de ciertas personas, que nombrará luego (Barlet, Sédir, Marc-
Haven, Patrice Genty), quienes se habían comprometido participando en actividades de
organizaciones ocultistas como aquellas patrocinadas por Philippe Encausse (Papus). La
observación puede parecer atinada; pero considérese con un poco de perspicacia el verbo
"fourvoyer" [que traducimos como "extraviarse"]: significa salir de una vía regular o normal, que
se presupone trazada por otros previamente, y, por tanto, existente y visible. Ahora bien,
preguntamos: ¿cuál era, en Occidente, y en esa época, la vía intelectual disponible, aunque
más no fuera en forma teórica, que tuviera como meta las verdades de orden metafísico, o
simplemente las realidades de orden cosmológico que descienden de éstas?

En esta situación, referirse a las personas en cuestión como si estuvieran "extraviadas",


presupone precisamente, en quien así se expresa, la convicción de que lo que quedaba en
Occidente de tradicional, y sobre todo el modo en que estaba concebido, fuera de por sí
suficiente para impedir tal "extravío", lo cual –desde un punto de vista puramente intelectual–
no era cierto antes de que los escritos de René Guénon aparecieran en tal área geográfica; y
ya esta simple manera de exponer las cosas revela a nuestros ojos esa falta de lógica que
habrá de caracterizar, de una manera u otra, la postura "intelectual" del "autor"17 a lo largo del
desarrollo de todas sus vicisitudes. Esta posición la podemos resumir brevemente de este
modo: Guénon ha, sí, reabierto un camino hacia los principios espirituales que en Occidente se
hallaba cerrado desde hacía ya varios siglos, pero, de hecho, los modos de acceso al mismo,
para resultar "aceptables", deben hallarse en consonancia con la mentalidad propia de los
Occidentales modernos; lo que exceda sus límites será rechazado, o mirado con recelo (el
"Documento" entero es una ilustración de lo que decimos), aun cuando se haya pasado largos
años "flirteando" con ciertas ideas que al inicio no han podido sino presentar un interés hasta
entusiástico; además de esto, semejante concepción de las cosas no tiene en cuenta –y es
obvio– las diferencias entre las esferas esotérica y exotérica.

Por otra parte, el "iter" intelectual del "autor" tal como él mismo nos lo presenta, esto es, el de
alguien que habiendo partido de las pseudo-doctrinas "neoespiritualistas" desemboca
finalmente en la obra de Guénon, corresponde en cierto sentido puntualmente a lo que Guénon

17
En este orden de ideas, el caso mismo del "autor", tal como él mismo ingenuamente lo presenta
justamente al inicio de su "memorial", es el ejemplo más patente de la incongruencia lógica que estamos
poniendo en evidencia. Después de haber descripto la serie de "experiencias intelectuales" a través de las
cuales había pasado cuando muy joven: lecturas de artículos de C. Flammarion, C. Richet, Geley,
ocasionadas "por el gran impulso que la guerra de 1914-1918 había dado a las experiencias espiritistas",
lectura de los libros de Allan Kardec y León Denis, Edouard Schuré y Madame Blavatsky ("los seis
gruesos volúmenes de la Doctrina Secreta"), Fabre d'Olivet y Saint-Yves d'Alveydre, Eliphas Levi,
Stanislas de Guaita, Papus y Sédir, él dice haber "descubierto a Guénon" y "'encontrado' aquello que
buscaba"; luego de lo cual, habiendo tenido la ocasión de encontrar personalmente a René Guénon, y
siendo recibido por él en su casa, ¡"profundizar la obra de Guénon se había convertido –para él– en la
única cosa que contaba"!

9
decía, en su "Prefacio" a L'Erreur spirite, sobre la "inestimable ventaja" que se tiene, cuando se
afrontan ciertas cuestiones, "en ser guiados" –como lo estaba René Guénon– "por principios
[metafísicos] los cuales, para quien los haya comprendido, son de una certeza absoluta y a falta
de los cuales se corre el serio peligro de extraviarse en los tenebrosos laberintos del 'mundo
inferior', algo de lo cual demasiados exploradores temerarios, no obstante sus títulos científicos
y filosóficos, nos han dado el triste ejemplo [...]". Así como también corresponde empero lo que
él agregaba poco después: "Por otro lado, aquellos que se ubican en el punto de vista religioso
tienen la inestimable ventaja de una dirección doctrinal semejante a aquella de la que hemos
hablado, pero que, a causa de la forma que reviste, no es universalmente aceptable, y que si
bien es suficiente para impedir que ellos se pierdan, sin embargo no provee soluciones
adecuadas a todas las cuestiones" [la cursiva es nuestra]. ¿Cómo es posible, después de
haber advertido la influencia benéfica de los primeros en un determinado dominio, apartarse de
ellos en lo que concierne a sus consecuencias sobre otros dominios, quizá más importantes,
replegándose en la segunda dirección? Este es el problema del "autor", problema del cual por
cierto no podemos, nosotros, dar la explicación.

Por otra parte, las cosas son mucho más complejas que como las estamos sintetizando aquí,
entre otras no estamos teniendo en cuenta las presiones hostiles del ambiente, que nunca
deben ser subestimadas y que incluso pueden asumir las formas más persuasivas, pero si se
reflexiona un poco sobre lo que hemos dicho no se podrá dejar de reconocer que nuestro
diagnóstico es bastante preciso; a complicar más las cosas contribuye la dificultad evidente del
"autor" para distinguir entre tradición occidental y mundo moderno, dificultad que se fijará, como
se verá al final de este estudio en las mismas palabras del "autor", en su no percatarse de las
precarias condiciones en las cuales se encuentra la primera (y en las que ya se encontraba
desde hace varios siglos) desde el punto de vista intelectual, o –mejor– sobre la incapacidad
del "autor" para distinguir entre las potencialidades implícitas, y siempre presentes, en tal forma
tradicional, y la consciencia que de estas últimas puedan tener sus representantes humanos
actuales.

El "autor" parece no haber leído, o, si la ha leído, parece haber entendido al revés el significado
de una nota –sin embargo clarísima– de René Guénon en Autoridad Espiritual y Poder
Temporal y que se refería a estas condiciones18: "Cuando se trata de Catolicismo, se debería
tener siempre el máximo cuidado en distinguir entre el Catolicismo en cuanto doctrina y lo que
se refiere solamente al estado actual de la organización de la Iglesia católica; cualquier juicio
sobre este último aspecto no debería condicionar de ningún modo la valoración del primero. Lo
que decimos ahora respecto del Catolicismo [...] podría encontrar muchas otras aplicaciones;
pero hoy día pocos son los que, cuando es necesario, saben hacer abstracción de las
contingencias históricas; y ello es tan cierto que, no diferenciándose en esto de sus
adversarios, creen poder reducir todo a una simple cuestión de 'historicidad': lo cual es una de
las formas de la moderna 'superstición de los hechos'".

Y pensar que Guénon ya se había expresado sobre esta cuestión a fines de 1927, de manera
igualmente clara y más ampliamente, en La Crisis del Mundo Moderno, de donde consideramos
oportuno reproducir ahora algunos pasajes significativos, aun a riesgo de ser acusados de
excedernos en la extensión de las citas:

"Por otro lado, es muy cierto [...], que es solamente en el Catolicismo donde se ha mantenido lo
que todavía subsiste, pese a todo, de espíritu tradicional en Occidente; ¿quiere esto decir que,
aquí al menos, se puede hablar de una conservación integral de la tradición, al abrigo de toda
contaminación del espíritu moderno? Desgraciadamente, no parece que sea así; o, para ser
más exactos, si bien el depósito de la tradición ha permanecido intacto, lo que ya es mucho, es
bastante dudoso que su significado profundo sea todavía efectivamente comprendido, inclusive
por una élite poco numerosa, cuya existencia indudablemente se manifestaría a través de un
accionar o mejor de un influjo que, de hecho, no constatamos en ninguna parte. Se trata pues,
más verosímilmente, de lo que llamaríamos de buen grado una conservación en estado latente,
que siempre permitiría, a quienes sean capaces, volver a encontrar el sentido de la tradición,
aun cuando dicho sentido no fuera actualmente consciente para nadie; [...]. En tales casos, se
18
Autorità spirituale e potere temporale (1929), cap. VIII, pp. 84-85 (Luni Editrice, Milán, 1995).

10
requiere un contacto con el espíritu tradicional plenamente viviente para despertar lo que se
halla de este modo inmerso en una especie de sueño, para restaurar la comprensión perdida; y,
digámoslo una vez más, es en esto sobre todo que el Occidente tendrá necesidad de la ayuda
del Oriente si quiere volver a la consciencia de su propia tradición" [la cursiva es nuestra]19.

"Se dice que el Occidente moderno es cristiano, pero es un error: el espíritu moderno es
anticristiano, porque es esencialmente antirreligioso; y es antirreligioso porque, más
genéricamente aún, es antitradicional; esto es lo que constituye su carácter propio, lo que le
hace ser lo que es. Indudablemente, algo del Cristianismo ha pasado incluso a la civilización
anticristiana de nuestra época, cuyos representantes más 'avanzados', como dicen en su jerga,
no pueden borrar el hecho de haber sufrido y sufrir aún, involuntaria y quizás
inconscientemente, una cierta influencia cristiana, al menos indirecta; ello es así porque una
ruptura con el pasado, por radical que sea, nunca podrá ser absolutamente completa y tal que
suprima toda continuidad. Iremos inclusive más lejos y diremos que todo lo que puede haber de
válido en el mundo moderno le viene del Cristianismo, o al menos a través del Cristianismo,
que ha llevado consigo toda la herencia de las tradiciones anteriores, herencia que ha
conservado viva tanto como se lo ha permitido el estado del Occidente y cuyas posibilidades
latentes lleva siempre consigo; pero ¿quién hoy día, aun entre aquellos que se dicen cristianos,
posee todavía la consciencia efectiva de estas posibilidades? ¿Dónde están, en el mismo
Catolicismo, los hombres que conozcan el significado profundo de la doctrina que profesan
exteriormente, que no se contenten con 'creer' de una manera más o menos superficial, y más
por sentimiento que por inteligencia, sino que 'sepan' realmente, la verdad de la tradición
religiosa que consideran como suya? Quisiéramos tener la prueba de que al menos alguno
exista, ya que para el Occidente esta sería la mayor y quizás única esperanza de salvación;
pero debemos confesar que, hasta ahora, no los hemos encontrado; ¿hemos de suponer, tal
vez, que, como ciertos sabios de Oriente, permanecen ocultos en algún refugio casi
inaccesible, o hay que renunciar definitivamente a esta última esperanza? El Occidente ha sido
cristiano en el medievo, pero ya no lo es; si se dijera que todavía puede volver a serlo, nadie
más que nosotros desearía que fuese así, y que ello ocurriese antes de lo que nos permite
suponer todo aquello que vemos a nuestro alrededor; pero no hay que engañarse: ese día, el
mundo moderno habrá dejado de existir"20.

Después de ésta, que puede parecer una digresión, pero que no lo es, como se verá luego,
volvemos al segundo de los factores que pueden contribuir a disipar la atmósfera de suspicacia
y duda que la primera parte del "Documento" difunde sobre René Guénon y sus empresas
juveniles21. Este está basado en las declaraciones específicas que Guénon debió manifestar
personalmente para aclarar, en lo posible, tal aspecto de su actividad en el curso de su obra
(los ataques de esta naturaleza están lejos de ser peculiares del período que se sitúa después
de su muerte) y que deberían haber bastado por consiguiente para satisfacer también la
"curiosidad" superficial del "autor", pero así no fue. Reproduciremos aquí aquellas que ya
sirvieron para contrapesar las insinuaciones de dicho tipo que recientemente pasaran desde
Francia a Italia, provenientes de fuentes adversas, agregando algunas observaciones
suplementarias.

A Paul Le Cour, que sobre estos argumentos lo atacaba en el nº de Junio - Julio 1931 de
"Atlantis", René Guénon daba esta respuesta: "Ya que Paul Le Cour siente necesidad de volver
19
La Crise du Monde moderne, cap. V, pp. 77-78 (Gallimard, París, 1946).

20
Ibid., cap. VII, pp. 111-112.

21
Probablemente esta atmósfera es la que ha generado, en quienes han escrito sobre las vicisitudes
juveniles de René Guénon, ya sea de buena o mala fe, a partir del momento que el "Documento" fue
conocido, la impresión de que tales vicisitudes hayan podido formar parte del iter cognoscitivo tradicional
de Guénon. Ahora bien, existe una expresa declaración de este último que pone también punto final a
esta ilación, y está contenida en una carta suya del 4 de Septiembre de 1934 a un corresponsal al cual le
dice: "No, el mío no es ciertamente el caso de un 'convertido', desde ningún punto de vista; por el
contrario, ni siquiera concibo que estas cosas puedan haber tenido para mí un inicio [la cursiva es
nuestra]; y por otra parte este es el motivo por el cual mi 'ejemplo', si así se puede decir, no podría ser de
alguna utilidad para nadie...".

11
a atacarnos otra vez en este mismo número, le haremos saber: 1º que no estamos obligados a
rendirle cuentas de las razones especiales por las cuales, en una determinada época, hemos
debido ver personalmente cuál era la verdadera situación de diversas organizaciones que se
calificaban más o menos justificadamente como 'iniciáticas'; [...] 3º que, desde aquel entonces
bastante lejano del que se habla, hemos variado tan poco que podrá encontrar, con la firma a la
que alude, artículos cuyo contenido se repite integralmente, con otros desarrollos, en algunos
de nuestros libros más recientes"22.

En Mayo de 1932, para responder a lo que definía como "un escrito [contenido en la 'R.I.S.S.']
cuya ignominia va más allá de todo lo que se pueda imaginar", y que tenía "todas las
apariencias de una nota policial de la más baja categoría [¡Es notable, cómo, cosas del mismo
tipo se pueden volver a encontrar a tantos años de distancia...!]", Guénon se verá obligado a
afirmar, entre otras cosas: "[...] Por otra parte creen podernos incomodar evocando viejas
historias, de las cuales además se querría dar la impresión que se refieren al presente (ya
hemos tenido la ocasión de poner en evidencia este modo de obrar fraudulento), y que nos
dejan tan indiferentes como si no nos concernieran para nada; sería de nunca acabar si
debiéramos atribuir alguna importancia a todos los grados o títulos con los cuales nos
gratificaron antaño múltiples organizaciones, algunas de las cuales no existieron probablemente
sino por escrito; y, en cuanto a la que se nombra específicamente en esta circunstancia,
nosotros mismos la hemos caracterizado en uno de nuestros libros de manera nada halagüeña
(Le Théosophisme, p. 244); somos nosotros, entonces, los que tenemos el derecho de decir:
'¿En tal caso, a quién buscamos engañar?' Si hemos debido, en una cierta época, penetrar en
tales o cuales ambientes, es por motivos que nos conciernen exclusivamente [...]. Si hemos
respondido favorablemente a ciertos pedidos de colaboración (pedidos que nos fueron
expresamente dirigidos, y no 'infiltraciones' de nuestra parte, cosa que sería absolutamente
incompatible con nuestro carácter), cualquiera sea el lado de donde provinieran, esto es
también exclusivamente asunto nuestro; y, cuales hayan sido las publicaciones en las que
aparecieron nuestros artículos, que esto haya sido 'al mismo tiempo' o no, hemos expuesto
siempre exactamente las mismas ideas, que nunca hemos variado. No podemos tolerar que se
diga que hemos 'combatido en apariencia' al espiritismo y al teosofismo, cuyos partidarios no
parecen –en realidad– temer a nadie más; y en cuanto al policía anónimo [que escribe estas
cosas] lo desafiamos a citar los 'escritos católicos ortodoxos' que según él habríamos reseñado
en Le Voile d'Isis (revista que no es 'ocultista', sino totalmente independiente) con 'sarcasmos
de ideas y de principios' (sic), ¡ya que no podemos suponer que se pueda tratar de las
elucubraciones de sus cofrades de la R.I.S.S.!" [todas las cursivas son nuestras]23.

Y de qué manera esta enérgica protesta de Guénon pueda aplicarse a ciertas afirmaciones del
mismo género emitidas a su vez por el "autor", quizás de un modo un poco más encubierto, y
que a continuación se encontrarán en el "Documento", lo verán quienes se tomen el trabajo de
examinar este último...

Pero de todas las declaraciones de Guénon en este sentido (es muy probable que existan
otras), la más significativa para nosotros sigue siendo aquella que constituye una larga nota
insertada en el capítulo "Sobre la Regularidad Iniciática" de Consideraciones sobre la
Iniciación, nota que esta vez no es una respuesta a insinuaciones de individuos hostiles a sus
exposiciones doctrinales, sino una aclaración que no admite discusiones sobre la naturaleza de
sus "investigaciones" juveniles, y que constituye sin ninguna duda su fruto definitivo, expresado
en pro de los específicos destinatarios elegidos de su obra (por otra parte, el "autor" se refiere
posteriormente a dicha nota en el "Documento", como un punto neurálgico destinado a suscitar
sus perplejidades jamás resueltas del todo y a provocar hasta lo último sus reacciones de
individuo afectado íntimamente en sus prejuicios de occidental moderno). El artículo en el cual
se hallaba esta nota llevaba el mismo título del actual capítulo V de Consideraciones sobre la
Iniciación y había sido publicado en el nº de Noviembre de 1932 de "Le Voile d'Isis"; en aquel
momento la nota no contenía todavía la alusión, presente en cambio en el libro, respecto de la
"posible supervivencia de algún raro grupo de hermetismo cristiano del medievo". La
declaración a la cual nos referimos es la siguiente y la citamos tal cual aparece en el artículo de

22
Cfr. Comptes Rendus, pp. 120-121.

23
Études sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, t. I, páginas 196-197.

12
P. Nutrizio (nº 72 de "Rivista di Studi Tradizionali"), "René Guénon y las formas de la Tradición":
"Investigaciones que hemos debido hacer a este propósito [Guénon se refiere al texto del
artículo, donde es cuestión de organizaciones pseudo-iniciáticas] en un tiempo ya lejano [la
cursiva es de P. Nutrizio], nos han conducido a una conclusión formal e indubitable que
debemos expresar aquí claramente, sin preocuparnos por los furores que puede llegar a
suscitar en diversas partes: exceptuando el caso de la posible supervivencia de algún raro
grupo de hermetismo cristiano del medievo, de todos modos extremadamente reducido, es un
hecho que, de todas las organizaciones con pretensiones iniciáticas que están difundidas
actualmente en el mundo occidental, no hay más que dos que, por decaídas que estén a causa
de la ignorancia y de la incomprensión de la inmensa mayoría de sus miembros, pueden
reivindicar un origen tradicional auténtico y una transmisión iniciática real; estas dos
organizaciones, que por otra parte, a decir verdad, no fueron primitivamente sino una sola,
aunque con múltiples ramificaciones, son el Compañerazgo y la Masonería. Todo el resto no es
más que fantasía o charlatanismo, cuando no sirve para disimular algo peor; ¡y, en este orden
de ideas, no hay invención por más absurda o extravagante que sea que no tenga en nuestra
época alguna probabilidad de ser tomada en serio, desde las quimeras ocultistas sobre las
'iniciaciones en astral' hasta el sistema americano, de intenciones principalmente 'comerciales',
de las pretendidas 'iniciaciones por correspondencia'!".

Con lo que hemos dicho hasta aquí, y, últimamente, citando sobre todo palabras de Guénon
escritas en ocasiones aparentemente secundarias que algún lector puede haber pasado por
alto, creemos haber aclarado suficientemente ciertos oscurecimientos creados por el "autor" en
la parte introductoria de su "informe", lo cual no quita que en la obra principal de René Guénon
haya aspectos que bastan, por sí mismos, para evidenciar con qué tipo de "preparación" éste
se presentaba, a los veinte años de edad, en aquello que estaba por convertirse en el campo
de su batalla –proseguida durante toda su vida– contra los "neoespiritualismos" de todo género
y forma, o sea contra todos los aspectos del error doctrinal y del desequilibrio mental que a
comienzos de siglo acechaban, hasta ese momento sin opositores dignos de tal nombre, la
mentalidad de aquellos occidentales, que él sabía que existían, y que no se contentaban
solamente con rozar la "corteza" de la realidad manifestada.

Con tal motivo y para no alejarnos del tema que hemos tratado hasta ahora, nos parece útil
señalar que, siempre sobre las "explicaciones" que, dentro de sus límites, se da a sí mismo el
"autor", acerca de las modalidades de constitución de la Ordre du Temple Rénové, éste
encuentra la manera de hacer una rápida referencia (en la p. 11 del "Documento") a un
"Guénon –quien ciertamente tenía ya en esa época algún conocimiento en materia de tradición
hindú"– y también de decir (p. 12) que "La lectura de 'L'Erreur spirite' deja la impresión de que
Guénon debía poseer un conocimiento 'técnico' de este tipo de cosas [es decir de las 'fuerzas'
que entran en juego en las así llamadas 'comunicaciones' espiritistas]"; y esto nada más que
para aclararse principalmente a sí mismo lo que poco antes había dicho, esto es que "sería
difícil de comprender que Guénon [...] hubiese tomado o parecido tomar, al menos por un
tiempo, la cosa en serio".

Ahora bien, cuán vano puede llegar a ser el preguntarse, situándose desde el exterior, cuáles
fueran las razones de tal comportamiento; cuán inadecuado –en el caso de L'Erreur spirite– ha
sido el nivel de lectura del "autor"; y cuán ridículamente limitativa la dimensión que, con estas
palabras, se atribuye al tipo de competencia de René Guénon en la materia, todo esto resulta
inmediatamente claro cuando se las compara con las siguientes afirmaciones de este último,
que por lo demás elegimos, al azar, de ese mismo libro:

"[...] En efecto, desde el momento que cierto género de hechos resulta posible, para nosotros
carece de interés que tal o cual hecho particular incluido en tal género sea verdadero o falso; lo
único que puede interesarnos es saber cómo pueden ser explicados los hechos de ese orden, y
si obtenemos una explicación satisfactoria, cualquier otra discusión nos parece superflua. Bien
sabemos que ésta no es la postura del científico que acumula hechos para madurar una
convicción, y que no cuenta más que con el resultado de sus observaciones para construir una
teoría; pero nuestro punto de vista se halla muy alejado de este último, y además estamos
convencidos de que los hechos por sí solos no pueden servir verdaderamente de fundamento
para una teoría, ya que casi siempre pueden ser explicados también con teorías diferentes.

13
Sabemos que los hechos de los que estamos tratando son posibles, porque podemos
vincularlos a ciertos principios que nosotros conocemos; y dado que nuestra explicación no
tiene nada en común con la teorías espiritistas, tenemos el derecho de decir que la existencia
de los fenómenos y su estudio son cosas absolutamente independientes del espiritismo"24.

Esto, para nosotros, responde más que satisfactoriamente a la pregunta sobre qué tipo de
conocimiento de las doctrinas hindúes debía tener Guénon cuando comenzó a ocuparse del
"neoespiritualismo"; luego, cuál haya sido el conocimiento que, a consecuencia de ello, poseía
de la naturaleza de los fenómenos que constituyen el espiritismo como tal; cuán distante éste
estuviese de aquel otro que, de tales fenómenos, tenían los "especialistas" de entonces (y de
hoy) en la materia y cuánto éste último se asemejase asimismo a aquél hipotéticamente
concebido por el "autor" y que de su parte atribuía a Guénon, bastará para establecerlo esta
otra cita:

"Algunos hasta llegan a elogiar las 'experiencias metafísicas', sin darse cuenta de que la
yuxtaposición de estas dos palabras constituye de por sí una absurdidad; las concepciones de
estos hombres están tan limitadas al mundo de los fenómenos, que todo lo que está más allá
de la experiencia para ellos no existe. Ciertamente, todo esto no puede sorprendernos, ya que
es demasiado evidente que espiritistas y 'psiquistas' de las más diversas categorías están
sumidos, todos, en la más profunda ignorancia sobre la verdadera metafísica, de la cual ni
siquiera sospechan la existencia; pero nos place comprobar, cada vez que se nos presenta la
ocasión, cómo sus tendencias son las mismas que caracterizan propiamente al espíritu
occidental moderno, dirigido exclusivamente hacia la exterioridad, en virtud de una monstruosa
desviación de la cual no se encuentra equivalente en ninguna otra parte. Los 'neoespiritualistas'
podrán discutir todo lo que quieran con los 'positivistas' y los científicos 'oficiales': su mentalidad
no deja de ser, en el fondo, exactamente la misma [...]"25.

Y en qué medida el punto de vista de René Guénon, con respecto a "este género de cosas", se
encontrara abismalmente (y no se trata para nada de énfasis hagiográfico) distante del que el
"autor" supone y le atribuye, a causa de que él mismo es quien estaba imposibilitado de tener
uno distinto, es algo que viene puesto de relieve en este último texto:

"En todo caso, queremos volver a decir, para concluir, que únicamente poniéndose desde el
punto de vista de la metafísica se puede establecer absolutamente la falsedad del espiritismo;
no existe otro modo para demostrar que sus teorías son absurdas, es decir que son una pura
imposibilidad. Todo el resto no son más que aproximaciones, razones más o menos plausibles,
pero que nunca son rigurosas ni plenamente suficientes, pudiendo siempre prestarse a
discusión" [todas las cursivas son nuestras]26. Razones, éstas, análogas a las que deben de
haber suscitado en el "autor" todas las dudas que lo llevaron a sospechar, como está claro, que
Guénon –entre otras cosas– se haya arrimado al "affaire" de la Ordre du Temple Rénové por
una inconsciente y crédula aquiescencia a modos de pensar "espiritistas" o, más en general,
"neoespiritualistas" (y en todo caso "anticristianos").

Solamente que, para penetrar verdaderamente y no sólo en teoría "en la esfera de la


metafísica", cuya comprensión, como terminaba diciendo Guénon en nuestra última cita,
"conlleva necesariamente, y de manera inmediata, el asentimiento y la certeza", es necesario
"colocarse en las condiciones necesarias" (se lo leerá más tarde en Consideraciones sobre la
Iniciación); y aquí se aplican al "autor" las consideraciones que René Guénon hacía en la
Metafísica Oriental a este respecto:

"Lo que es metafísico –como ya dijimos– es aquello que se encuentra más allá y por encima de
la naturaleza, y es por eso mismo precisamente aquello que es 'sobrenatural'.

24
Cfr. Errore dello spiritismo, parte I, cap. VI, pp. 79-80 (Rusconi Editore).

25
Ibidem, parte III, cap. VIII, pp. 264-265.

26
Ibidem, "Conclusione", pp. 388-389.

14
"Pero aquí, indudablemente, se planteará una objeción: ¿cómo es posible, de esta manera, ir
más allá de la naturaleza? No titubearemos en contestar con toda claridad: no sólo esto es
posible sino que es así. Se dirá, sin embargo, que ésta no es más que una afirmación; ¿qué
pruebas se pueden dar de ello? Es realmente extraño que se requieran pruebas de la
posibilidad de un conocimiento en lugar de darse cuenta por sí mismos poniendo toda la
aplicación que se requiere para adquirirlo" [la cursiva es nuestra].

A falta de un esfuerzo tal, si se quiere proseguir como quiera que sea en este terreno, al menos
teóricamente, no hay más que contentarse con la confianza; que, como pone en evidencia el
"Documento", es justamente aquello de lo cual, a la postre, careció el "autor".

Nuestro temor de que la obra de René Guénon sea "vulnerable", aun si así fuera, teniendo
alguna razón de ser en nuestras propias limitaciones, sería con todo mucho menor que el temor
que sienten, frente a ella, los ambientes que para exorcizarla sostienen expedientes como éste,
con los cuales tratan de desmentir, o al menos "minimizar", hasta las pocas apreciaciones no
totalmente negativas que al correr del tiempo se les escapan involuntariamente a alguno de
ellos, en los trabajos que realizan; lo hemos encontrado en M.-F. James, Esotérisme et
Christianisme autour de René Guénon, p. 213:

"Aunque el Padre De Grandmaison no se explique por qué [Guénon] haya omitido mencionar
trabajos tan instructivos como Evolution of Mrs. Besant, and the methods by which Mr.
Leadbeater..., publicado en Madrás en 1918, el único verdadero punto discutible de esta obra
mayor que es Le Théosophisme [1921] le parece [y pour cause... agregaremos nosotros] ser la
idea de la 'subordinación constante del accionar de la Señora Besant a los planes imperialistas
ingleses en India'. De modo que él no duda en identificar [en Le Théosophisme] el equivalente
histórico (el único que existe...) de la exposición doctrinal del Padre Th. Mainage o. p. Principes
de la Théosophie, aparecido en 1922"; y cuyo "índice", se dice en una nota, "revela títulos tan
reveladores [sic] como 'El Dios de los Teósofos', o también, 'Teosofía y Religiones'". Se
advierte además, en tal nota, que "una lectura atenta nos revelaría, sin duda, [la cursiva es
nuestra] un cierto número de ideas que se aproximan a los temas fundamentales de Guénon...
como los destinos del universo, lo uno y lo múltiple, lo divino y lo finito, temas tocados allí
sucesivamente [!!!]".

Aparte de remarcar aquel condicional "nos revelaría", que es verdaderamente un toque de


distinción, dos preguntas solas:

1. Las ideas expuestas por R. Guénon son entonces combatibles ¿sólo por ser... expuestas por
él?

2. ¿Por qué Arché no prevee la publicación de esta perla de "doctrina", algo que estos
ambientes puedan finalmente oponer a por lo menos uno de los trabajos de Guénon (y que
nosotros tendríamos el gusto de reseñar)?

Podemos estar de acuerdo sobre el hecho, que se nos podría objetar, de que el "autor" no
estaba obligado a conocer esta cita de una correspondencia privada; ¿pero es que no había tal
vez podido leer (visto que dice haber tenido prontamente conocimiento de los fascículos de "La
Gnose") el primer artículo de Guénon sobre el "Demiurgo"? ¿Tal vez pensaba que semejante
escrito podría ser el fruto de una... enseñanza ocultista?

III

15
Antes de pasar a otros temas tratados en el "Documento", temas que por el modo de enfocarlos
nos revelarán los particulares límites del punto de vista intelectual del "autor", debemos aún
volver sobre una cuestión que se relaciona con el pasado "juvenil" de Guénon, si bien se refiere
a hechos acaecidos a veinte años de distancia de aquellos cuya aclaración constituyó la
segunda parte de este escrito; se trata del "affaire" de Asia Mysteriosa o de los "Polares", y el
hablar de él nos será útil para clarificar sucesivamente cuáles resultan ser, si se los examina sin
prejuicios, el proceder y algunas de las finalidades de la actividad de René Guénon en
circunstancias similares o análogas, incluso precedentes. Además, tal cuestión es una de las
que –conjuntamente con aquella de la Ordre du Temple Rénové– parecen haber atormentado
más al "autor", aun cuando el mismo material "público" que la obra de Guénon ponía a su
disposición habría sido suficiente para quitarle toda "duda" y para disipar toda "sospecha"; por
tal razón nos serviremos de dicho material para nuestras propias finalidades, sin que sea
necesario recurrir a otros documentos de menor accesibilidad.

A comienzos de 1949, luego de que en "Etudes Traditionnelles" apareciera su reseña del


número especial de "Etudes Carmélitaines" dedicado a Satán (reseña que finalizaba con la
observación: "no es entre Memra y Metatrón que es 'necesario elegir', sino entre el esoterismo
y sus falsificaciones más o menos groseras"), René Guénon recibía un ataque a través de una
carta "de ocho grandes páginas dactilografiadas, que desde el principio al fin, no [era] más que
una colección de injurias increíblemente groseras". Esta carta le había sido enviada por el autor
de uno de los artículos contenidos en el número en cuestión, un tal Frank-Duquesne, quien,
irritado por el hecho de que Guénon, hablando de él, hubiera dicho entre otras cosas que "para
colmo de males llega incluso a hacer referencia a los 'Polares' y a su fantasmagórica Asia
Mysteriosa", replicaba en la carta de este modo: "¿Pero quién ha suministrado el prefacio de
Asia Mysteriosa? Un tal René Guénon. ¿Quién ha promovido a los 'Polares'? [seguían algunos
nombres de personas que por discreción R. Guénon no señalaba en su respuesta]27... y el Sr.
René Guénon, quien no ha desdeñado dedicarse a poner en marcha el pequeño mecanismo de
'luz astral'. Sí, es justamente Ud. […] ¡quien se interesó en este jueguito 'psíquico', por el cual
yo, ciertamente, no me habría molestado! [la cursiva es nuestra]. Sólo mucho más tarde, en
Febrero de 1931, Ud. rompió con sus 'Polares'".

Al responder a semejante agresión (mas no sin antes haber señalado que "El fin del parágrafo
es demasiado repugnante, en el más pleno sentido de la palabra, como para que podamos
transcribirlo") René Guénon, pacientemente, proseguía:

"[...]; pero lo que precede exige una rectificación, la cual ciertamente no nos causa el más
mínimo apuro. Asia Mysteriosa fue publicado con tres prefacios, ninguno de los cuales es
nuestro; es cierto, sin embargo, que nosotros también habíamos escrito uno, que por otra parte
sólo contenía observaciones genéricas lo menos comprometedoras posible; pero nos habíamos
comportado de este modo solamente para darnos tiempo a fin de esperar, sin llegar a rupturas
definitivas, el resultado de cierta verificación que queríamos realizar, lo cual no significa que
tuviésemos que poner en marcha ningún 'mecanismo' (ni mucho menos 'molestarnos', ya que
habían venido a buscarnos, y es por tal motivo que la más elemental honestidad nos obligaba a
comprobar seriamente la cosa antes de pronunciarnos de manera definitiva en uno u otro
sentido); siendo que tal resultado se reveló negativo, simplemente retiramos dicho prefacio,
acompañando [el retiro] con la prohibición formal de que apareciera en el volumen, en el cual
cualquiera puede constatar que no está. Esto no ocurrió en Febrero de 1931 sino en el verano
de 1929 (y en efecto, es hacia fines de ese año que apareció Asia Mysteriosa); y ya desde
1927 estábamos tan poco dispuestos a 'promover' a los 'Polares', que formalmente rehusamos
participar en sus 'trabajos', ya que nunca hemos sentido la más mínima afición por las
comedias de la 'magia ceremonial' [la cursiva es nuestra], las cuales en ese momento se
presentaban de improviso como constituyendo la parte principal [de estos trabajos]. Como nos
parece imposible que alguien sea tan inconsciente para aseverar, dirigiéndose justamente a
nosotros, [la veracidad] de hechos que nos conciernan y de los cuales conozca su falsedad,
nos vemos obligados a concluir que teníamos sobrada razón cuando reprochábamos a F.-D. el
creer ciegamente todo lo que se le cuenta, por lo menos cuando esto pueda servirle para
corroborar su tesis; y podemos nuevamente volver en su contra una de las corteses frases que

27
Esta respuesta se encuentra ahora contenida en Comptes Rendus, pp. 206-207.

16
tiene la audacia de dirigirnos: 'En cuanto a dejarse embaucar... indudablemente, sí, Ud. se deja
embaucar a menudo'".

Si se confronta este pasaje de los Comptes Rendus de René Guénon de 1949 con las
expresiones con las que el "autor" presenta en su "Documento" el episodio del "Oracle de force
astrale", no se puede evitar (en especial después de haber leído las expresiones con las cuales
Guénon indica el tipo de conocimiento que tenía de las doctrinas hindúes, ya desde los inicios,
y que nosotros hemos citado en la segunda parte de este estudio), no se puede evitar,
decíamos, salvo por el tono, el constatar una impresionante concomitancia de punto de vista de
fondo entre Frank-Duquesne y el mismo "autor", y esta es una de las razones (se encontrará
otra en la nota 29) que nos han inducido a insistir sobre el tema; veamos entonces cómo
presenta el episodio este último (p. 13 del ejemplar impreso que tenemos en nuestras manos):

"Lo que me impide aceptar sin reservas la idea de que el 'affaire' de la 'Ordre du Temple' haya
sido provocado por Guénon [esta es una de las tantas elucubraciones contenidas en el
'Documento'], es el interés que dedicó a un asunto que, veinte años después, se presentó de
una manera bastante análoga y en el cual, seguramente [cursiva nuestra]28, no tuvo nada que
ver. Me refiero al 'affaire' del Oracle de force astrale, al cual Chacornac[-Reyor] ha dedicado las
páginas 90-2 de su libro. Quien lo desee puede leerlo allí. Lo que quiero decir, es que se
encuentra –o vuelve a encontrarse– en Guénon, en 1928-1929, esa idea de que un centro
espiritual y más especialmente el 'antiguo centro reencontrado de la tradición occidental'29
pudiese, a falta de otras vías, manifestarse en este caso a través de procedimientos más o
menos análogos a los del espiritismo y de la magia" [la cursiva es nuestra].

Esta última afirmación constituye, a nuestro modo de ver, una de las maneras más falsas de
presentar las cosas que contenga este "Documento", y, en resumen, una de las ofensas más
injuriosas que se pudieran acarrear contra R. Guénon y la doctrina que ha expuesto; para
convencerse de ello basta remitirse –repetimos– a cuanto hemos referido en la segunda parte
de este artículo, acerca del tipo de conocimientos que poseía René Guénon cuando comenzó a
combatir el "neoespiritualismo"30. Además, ya en 1931, en el nº de Enero de "Le Voile d'Isis"
("Les livres", pp. 125-6) Guénon había proporcionado explicaciones más que exhaustivas sobre
el "affaire" de los "Polares", explicaciones que por consiguiente será oportuno citar aquí,
aunque se superpongan –pero sólo parcialmente– con las que recién hemos visto; asimismo
nos servirán para descubrir verdaderas falsificaciones del texto, algunas de las cuales por
omisión, perpetradas ya por el "autor", al citarlo, en La Vie simple (de la cual era coautor con
Chacornac):

"Disponemos de los primeros números del 'Bulletin des Polaires', que ha comenzado sus
publicaciones en Mayo pasado; los contenidos son absolutamente insignificantes, y si este es el
resultado de comunicaciones con 'grandes iniciados' del Himalaya o de otros lugares,
realmente da pena. Ni siquiera nos habríamos ocupado si no hubiéramos sabido que en esta

28
Por otra parte, cabe preguntarse si las "seguridades" del "autor" en este campo, correspondían a algo
que no fuesen sus propias presunciones...

29
Contrariamente a lo que podría parecer, la frase puesta entre comillas que se encuentra en el
"Documento", no es de ningún modo de R. Guénon, sino de M. Vâlsan, y se halla en el artículo escrito por
este último para el número especial de "Etudes Traditionnelles" dedicado, en 1951, a la muerte de
Guénon. De aquí se ve como la suma de dos elucubraciones (porque tales son ambas) puede dar origen
a confusiones y falsificaciones casi inextricables, sobre todo cuando estos argumentos sean encarados
por un lector que no está al corriente de todos estos manejos...

30
Por otra parte, esta interpretación aberrante sobre los modos de "obrar" de René Guénon en tal materia
aquí no hace más que confirmarse y repetirse, ya que en la página precedente el "autor", considerando la
hipótesis, absolutamente gratuita, de que haya sido el mismo Guénon quien provocara "a distancia" la
propia convocación, en el momento de la formación de la Ordre du Temple Rénové, ya había dicho: "Si se
retiene por un instante la hipótesis que acabo de considerar [!], puede uno preguntarse qué habría podido
incitar a Guénon a provocar la formación de una organización que a pesar de todo es preciso calificar
como pseudo-iniciática [la cursiva es nuestra], después de sus experiencias en las formaciones de
Papus".

17
organización existe una molesta tendencia a recurrir a nuestro nombre para instigar a las
personas que se quieren atraer, lo cual nos obliga a efectuar una rectificación. En efecto,
hemos seguido por un tiempo las manifestaciones del método adivinatorio llamado 'oráculo de
fuerza astral' en una época en la cual no se hablaba en absoluto de formar un grupo fundado
sobre las 'enseñanzas' obtenidas por este medio; dado que se trataba de cosas que parecían
más bien enigmáticas, buscamos aclararlas haciendo preguntas de carácter doctrinal, pero
obtuvimos sólo respuestas vagas y evasivas, hasta que una ulterior pregunta produjo
finalmente, tras largo tiempo pese a nuestra insistencia, una incongruencia evidente; desde
entonces supimos qué debíamos pensar del valor iniciático de 'los hipotéticos inspiradores'
[Chacornac-Reyor reporta: 'las hipotéticas inspiraciones'], único punto de toda la cuestión que
nos interesase saber. Si recordamos bien, es precisamente en el intervalo transcurrido entre
esta última pregunta y la correspondiente respuesta, cuando se habló por primera vez de
constituir una sociedad decorada con el extravagante nombre de 'Polares' (si bien se puede
hablar de 'tradición polar' o hiperbórea, no se puede, sin caer en el ridículo, atribuir dicho
nombre a individuos, los cuales, por lo demás, no parecen conocer de esta tradición más que lo
que nosotros mismos hemos dicho en nuestros diversos trabajos); no obstante las numerosas
exhortaciones, hemos rechazado formalmente [adverbio omitido en La Vie simple] no sólo
formar parte de la misma sino también aprobarla y apoyarla de cualquier modo que sea, tanto
más cuanto que las reglas dictadas por el 'método' contenían puerilidades increíbles. Después
de lo cual nos hemos enterado de que las pocas personas serias que habían dado su adhesión
al comienzo, no habían tardado en retirarse; y no nos sorprendería que todo termine por caer
en el espiritismo más vulgar31. Lamentamos que algunas de las ideas que hemos expuesto en
El Rey del Mundo se hayan visto involucradas en este episodio, pero nada podemos hacer; en
lo que respecta al 'método', si se ha leído bien lo que hemos escrito en este número sobre la
'ciencia de las letras' [el último elemento de la frase, que da una idea clara de la naturaleza de
lo que se trata, está omitido en La Vie simple], no habrá dificultad en comprender que no se
trata más que de un ejemplo de aquello en lo que pueden llegar a convertirse fragmentos de un
conocimiento real y serio en poder de gente que se ha adueñado del mismo sin comprender
nada" [las cursivas son nuestras].

Aparte las "ablaciones" dolosas que hemos señalado, las cuales lejos de ser insignificantes
concuerdan bien con lo que sólo pocos años después será el espíritu del "Documento", casi
todas estas aclaraciones de Guénon –como recuerda el mismo "autor"– se hallaban incluidas
en La Vie simple de René Guénon, lo que de todos modos deja entrever cómo, hacia el 1958,
éste todavía se cuidaba de indicar, por lo menos a sus lectores, acerca de los modos de obrar
"juveniles" de Guénon, una explicación más conforme a sus verdaderas motivaciones que
aquella que, poco a poco, debía "apoderarse" de él andando el tiempo32.

En la nota correspondiente a la precedente llamada hemos aludido a la continuidad y a la


coherencia de pensamiento que caracterizan toda la obra de Guénon, ya a partir de sus
31
Esta última frase, que más clara no podría ser, no aparece en La Vie simple de René Guénon (ni está
sustituida por puntos suspensivos), y no se puede dejar de ver cómo ella se halla en perfecta antítesis con
la monstruosa afirmación del "autor" según la cual "se encuentra –o vuelve a encontrarse [en Guénon]– ,
en 1928-1929, esa idea de que un Centro espiritual [...] pudiera, a falta de otras vías, manifestarse en este
caso a través de procedimientos más o menos análogos a los del espiritismo y de la magia". ¡Como obra
de auténtica falsificación es insuperable!

32
De esta última comprobación pensamos que vale la pena destacar, entre otros síntomas consonantes
esparcidos por todo el "Documento", cómo "el autor", tratando de la colaboración de René Guénon en "La
France Anti-Maçonnique" (p. 14 de nuestro ejemplar impreso), juzga que su comportamiento era
contradictorio y excéntrico, porque hablaba de esoterismo en un lugar impropio; esta era, en efecto, –dice
el "autor"– "una revista, o más bien un periódico, ultracatólico, que tenía como finalidad combatir todos los
ocultismos y sociedades secretas [como si las ideas que Guénon expresaba tuvieran algo que ver con
estas dos categorías de 'pensamiento'...], leído en las parroquias y sacristías", y el hecho de que Guénon
tratara allí de tales argumentos lo deja "perplejo". Olvida, sin embargo, cuál sería en ese entonces el
estado intelectual del ambiente en el que Guénon comenzaba a escribir, y cuál sería por consiguiente su
objetivo inicial: el de "[...] dar al menos, a quienes sean aptos, [...] la ocasión de desarrollar sus facultades
latentes", superando ante todo "la primera dificultad", que era la "de llegar a aquellos que poseen tales
cualificaciones y tal vez no suponen mínimamente cuáles son sus posibilidades" [Oriente y Occidente, p.
147]; y éstos podían hallarse, literalmente, dondequiera.

18
primeros escritos, incluso aquellos que firmó con otros nombres33 y que aparecían en
publicaciones que obedecían a tendencias diversas ("La Gnose", "La France Anti-Maçonnique",
"Regnabit", etc.); en la p. 12, el "autor" pone en discusión tal continuidad y coherencia sobre el
mismo plano teorético (más tarde serán decididamente puestas en duda también sobre el plano
práctico) al menos en dos ocasiones contiguas que merecen ser examinadas atentamente,
tanto más cuando en uno de los casos el tema ha sido recogido por M.-F. James en el libro que
frecuentemente hemos citado. El párrafo al que nos estamos refiriendo es el siguiente, y tiene
nuevamente por objeto la Ordre du Temple Rénové, pero no tanto en sus modos de operación,
sobre los cuales no volveremos, sino más bien en cuanto a sus fundamentos ideológicos: "Se
debe notar, sin embargo, que ideas que nos chocan profundamente, como aquella de la
venganza templaria contra la Iglesia y la monarquía, no eran juzgadas del mismo modo por el
Guénon-Palingenius de los años 1908-1909, un Guénon que consideraba a las religiones como
'desviaciones' (y no como adaptaciones) de la tradición y que, en particular, era hostil a la
Iglesia. Más tarde, en 1929, en Autoridad espiritual y poder temporal, haría recaer sobre Felipe
el Hermoso toda la responsabilidad del drama templario y exoneraría al Papado, pero
ciertamente no pensaba así veinte años antes".

En la primera parte de este parágrafo el "autor", en su examen superficial de la doctrina


expuesta por R. Guénon, simplemente olvida sopesar cuál era la ocasión para la que éste
escribió Autoridad espiritual y poder temporal, ocasión que requería asumir una posición
explicativa a favor de la supremacía jerárquica de la autoridad espiritual, representada en
Occidente por la Iglesia, sobre el poder temporal, de cualquier modo que estuviese
representado. Olvida a su vez que la expresión de la "venganza templaria" (de la cual Dante se
hizo intérprete en la Divina Comedia en cuanto representante de una organización iniciática),
era pronunciada –y esto vale también para la recuperación de la misma por parte de los "altos
grados" del Escocismo masónico cosa de la cual parece quejarse el "autor"– en nombre de un
"poder" superior ya sea al de la autoridad espiritual exotérica como al del poder temporal. Por
otra parte, el mismo pasaje de Autoridad espiritual y poder temporal al que se refiere el "autor",
no significa en absoluto, ni aun literalmente, lo que él pretende mostrar, y Guénon –en él– no
intenta para nada "hacer recaer sobre Felipe el Hermoso toda la responsabilidad del drama
templario exonerando al Papado", sino algo muy diferente, y distinguir, para el Cristianismo, la
responsabilidad de los errores de los hombres que componen su organización oficial exterior,
de la autoridad de la doctrina tradicional que ellos, con sobrado desconocimiento, representan.
En consecuencia es máximamente oportuno considerar aquí qué es lo que efectivamente dice
René Guénon [Autorità spirituale e potere temporale, pp. 71-3]:

"Por motivos que sería demasiado largo exponer aquí [...], consideramos que el punto de
partida de la fractura [del mundo occidental con su propia tradición] estuvo caracterizado
claramente por la destrucción de la Orden del Temple; recordaremos solamente que esta última
constituía de algún modo un enlace entre Oriente y Occidente, y que en el mismo Occidente
constituía, por su doble carácter religioso y guerrero, una suerte de mediador entre lo espiritual
y lo temporal; antes bien, tal doble carácter hasta se podría interpretar como el signo de una
relación más directa con la fuente de los dos poderes.

"Quizás podría intentarse objetar que esa destrucción, aun cuando querida por el rey de
Francia, no obstante fue llevada a cabo de acuerdo con el Papado. La verdad es que ella le fue
impuesta al Papado, lo cual es bien distinto; de tal manera, invirtiendo las relaciones normales,
el poder temporal comenzó desde entonces a servirse de la autoridad espiritual para sus fines
de dominio político. Se dirá también que si la autoridad espiritual se dejaba subyugar hasta tal
punto, no era más lo que debía ser y sus representantes ya no tenían plena consciencia de su
carácter trascendente; ello es cierto y por lo demás explica y justifica, ya en aquella época, las
invectivas a veces violentas de Dante; pero queda el hecho de que, frente al poder temporal, la

33
Evitamos servirnos del término "seudónimos", habitualmente usado en estos casos, recordando que el
mismo no puede ser aplicado sin precaución al de René Guénon, quien, en una carta fechada 17 de Junio
de 1934, decía a tal propósito: "Todas las veces que me he servido de esta manera de otras firmas,
existían razones particulares para hacerlo, y esto no debe ser atribuido a R. G., [por cuanto] semejantes
firmas no eran simplemente 'seudónimos' a la manera 'literaria' sino que representaban, por decirlo así,
'entidades' realmente distintas".

19
Iglesia era, no obstante todo, la autoridad espiritual, y el poder temporal recibía de ella su
propia legitimidad".

Estas palabras bastan para ver que el modo como el "autor" percibe el punto de vista de
Guénon sobre la relación entre la autoridad espiritual y el poder temporal es como mínimo
parcial, o mejor todavía "simplista"; pero puede asumir sin más ni más (e inexplicablemente) las
semblanzas de la mala fe34 cuando el texto de Autoridad espiritual y poder temporal prosigue
así: "Por consiguiente es necesario distinguir cuidadosamente lo que puede ser una autoridad
espiritual en sí misma, en tal o cual momento de su existencia, y sus relaciones con el poder
temporal; el segundo problema es independiente del primero, que concierne solamente a
aquellos que ejercitan funciones de orden sacerdotal o que estarían normalmente cualificados
para desarrollarlas; e incluso si la autoridad espiritual, por culpa de sus representantes, hubiera
perdido totalmente el 'espíritu' de su doctrina, el solo hecho de conservar el 'depósito' de la
'letra' y de las formas exteriores, en las cuales tal doctrina está de algún modo contenida,
continuaría asegurándole la potencia necesaria y suficiente para ejercitar válidamente su
supremacía sobre lo temporal; tal supremacía, en efecto, se halla ínsita en la esencia misma de
la autoridad espiritual y le pertenece hasta tanto ella subsista regularmente, por más disminuida
que pueda estar: la mínima partícula de espiritualidad será todavía incomparablemente superior
a todo aquello que pertenece al orden temporal.

"De esto resulta que, mientras la autoridad espiritual puede y debe siempre controlar al poder
temporal, no puede, al menos exteriormente, ser controlada por nadie; por sorprendente que
pueda resultar una afirmación semejante a la mayoría de nuestros contemporáneos, no
titubeamos en declarar que ella no es sino una verdad incontestable".

Pero lo que aclara definitivamente toda la cuestión, y "justifica", en Dante y en aquellos que
como él se han servido del mismo, el recurso tradicional a la idea de "venganza templaria"
frente a aquellos que debían ser los exponentes humanos de la autoridad espiritual occidental y
han faltado a su deber, son las consideraciones que René Guénon introduce con una nota
después del inciso "al menos exteriormente" de la última frase citada:

"Esta reserva concierne al principio supremo de lo espiritual y lo temporal, el cual está más allá
de todas las formas particulares, y cuyos representantes directos tienen evidentemente el
derecho de control sobre ambas esferas; pero la acción de este principio supremo, en el estado
actual del mundo, no se ejercita visiblemente, por lo cual se puede decir que toda autoridad
espiritual aparece exteriormente como suprema, aun cuando sea solamente, como la habíamos
denominado antes, una autoridad espiritual relativa, e incluso si, como en este caso, ella ha
perdido la llave de la forma tradicional de la cual debe asegurar su conservación" [todas las
cursivas son nuestras]35.

34
Decimos "inexplicablemente" porque se trata de una mala fe en cierto sentido hasta masoquista, al
menos en lo que atañe a las finalidades perseguidas por el "autor" a lo largo de todo el "Documento",
finalidades que en uno de sus aspectos no pueden ser definidas sino como una "defensa" más o menos
encubierta del punto de vista particular de los exoteristas occidentales exclusivos.

35
Si alguien objetara que la "venganza" en cuestión no puede ser válidamente invocada en virtud de lo
que el mismo Guénon dice de la "acción de este principio supremo", la cual, "en el estado actual del
mundo, no se ejercita visiblemente", se le puede contestar que según las mismas palabras que Dante le
hace decir a Hugo Capeto en el Purgatorio (XX, 94-96) ella se encuentra escondida y contenida en el
arcano del Principio:
O Signor mio, quando sarò io lieto
A veder la vendetta, che, nascosa,
Fa dolce l'ira tua nel tuo segreto?
[¡Oh Señor mío!, ¿cuando tendré el goce
de advertir la vindicta que, escondida,
en tu arcano tu ira dulcifica? (Trad. Angel Battistessa, Asociación Dante
Alighieri, Buenos Aires) Ndt].
Invectiva que, como dice el mismo Guénon en L'Esotérisme de Dante, "contiene, literalmente, el Nekam
Adonai de los Kadosch templarios".

20
La segunda circunstancia de que hablábamos, en la cual se pone en duda la continuidad de las
ideas expresadas por René Guénon en el curso de su obra, es aquella indicada por el "autor"
con las palabras "un Guénon que consideraba las religiones como 'desviaciones' (y no como
adaptaciones) de la tradición y que, en particular, era hostil a la Iglesia". Ya hemos visto qué es
lo que cabe pensar realmente de esta última afirmación al tratar poco ha de la "venganza
templaria", tema sobre el cual las ideas expuestas por Guénon se hallan en perfecta
conformidad con la actitud de Dante, exponente medieval occidental del punto de vista
esotérico e iniciático y por lo tanto superior a aquel simplemente exotérico. En cuanto al hecho
de que "el autor" señale en las exposiciones de Guénon una discontinuidad de perspectivas
acerca del "estatuto" que debe atribuirse a las formas tradicionales meramente religiosas, ya
hemos tenido la oportunidad de tratar este tema en el segundo de los artículos dedicados a las
"Nuove tecniche di attacco all'opera di René Guénon", habiendo constatado entonces una
actitud idéntica en M.-F. James, quien la exhibía valiéndose de las mismas palabras del "autor"
(en aquel tiempo no podíamos, en ausencia de una indicación explícita, pensar en cualquier
parentesco con el "Documento confidencial inédito"). Considerada la importancia de la cuestión,
para confutar el error ínsito en esta falsa presunción, al fin de cuentas lo mejor que podemos
hacer es repetir lo que decíamos en la nota 17 de tal artículo, incluyendo las conclusiones a las
cuales llegábamos, las que servirán igualmente para el caso del "autor". Lo que decíamos
entonces es lo que sigue:

"Con relación a la inflexible continuidad de dirección que caracteriza a todos los escritos de
René Guénon, señalaremos aquí un episodio en el que nuevamente se hallan involucradas las
ediciones milanesas [Archè] y M.-F. James (Esotérisme et Christianisme autour de René
Guénon), pero esta vez a pesar de ellas. A inicios de 1990 este editor publicó un libro póstumo
de René Le Forestier, L'Occultisme en France aux XIX et XX Siècles: l'Eglise Gnostique, que
lleva, en un apéndice a cargo de E. Mazzolari impregnado de la técnica [de ataque a R.
Guénon] que hemos puesto en evidencia, algunas cartas de Palingenius; una de ellas, fechada
el 15 de Noviembre de 1910, contiene un parágrafo que juzgamos extremadamente
interesante. Luego de haber tratado en pocas palabras del caso de alguien (J. Bricaud) cuya
intención era en ese entonces la de 'instituir una nueva religión', Palingenius concluye: 'En lo
que nos atañe, no queremos hacer ninguna suerte de innovación, ya que nos vinculamos a una
Tradición que es mucho más antigua que todas las religiones y no tiene que plegarse a las
exigencias de la mentalidad especial de cada siglo y de cada país'.

"Ahora bien, este parágrafo (que entre otras cosas descarta, reduciéndolas a pura nada, todas
las hipótesis sobre los 'maestros' más o menos conocidos de R. Guénon, con las cuales gustan
entretenerse en ciertos ambientes) confuta formalmente también a M.-F. James, la cual, en la
p. 73 de su libro, tras haber puesto en evidencia (magnánima concesión la suya...) 'el alto tenor
intelectual –irreversible en sus puntos fundamentales (la cursiva es nuestra)– de los primeros
artículos' de Guénon, agrega empero en nota: 'Con excepción de su posición relativa a las
religiones; estas últimas, primeramente percibidas como 'desviaciones', serán, a partir de la
época de su colaboración con 'La France Anti-Maçonnique' (1913-1914), percibidas como
'adaptaciones' de la tradición primordial' [como se ve, la dicción es idéntica a la del 'autor', aun
cuando el período en que se sitúa el punto de partida del supuesto 'cambio de posición' de
Guénon difiera].

"En el parágrafo que citamos de la carta de Guénon, se encuentra en efecto claramente


indicado, ya en 1910, que las religiones son una adaptación de la doctrina a la 'mentalidad
especial de cada siglo y de cada país', mientras existe una mentalidad (la de R. Guénon, que
se vincula a la tradición primordial) para la cual esa adaptación no es necesaria y por lo tanto
puede ser considerada una 'disminución' respecto a la integridad original de la doctrina. Los dos
puntos de vista no son excluyentes entre sí; simplemente corresponden a dos diversas
destinaciones de la doctrina, la segunda más elevada y más pura, la primera menos elevada y
menos pura.

"De modo que, con esta exhumación, que en la intención de sus autores habría debido aportar
otro argumento más de duda sobre la obra de René Guénon, se ha terminado al contrario con
aclarar todavía más (para quien le hubiera hecho falta) este punto específico. Como siempre
sucede cada vez que la mala fe y el prejuicio se topan con la verdad".

21
Concluiremos esta tercera sección de nuestro estudio llamando la atención sobre una frase del
"Documento" que, cerrando las observaciones del "autor" sobre "La France Anti-Maçonnique"
que hemos tratado en la nota 32, hace referencia al director de tal revista, A. Clarin De la Rive:

"La conexión Guénon-De la Rive tuvo sin duda como intermediario al canónigo Gombault,
profesor del Institut Catholique, nativo de Blois, y a quien Guénon debe su conocimiento del
tomismo y también buena parte de sus informaciones sobre el espiritismo, las casas
encantadas, los fenómenos de hechicería [cursiva nuestra]. Pero esto no hace más que
desplazar el problema, que se convierte así en el de las relaciones Guénon-Gombault".

Volvemos a encontrar aquí la manía postrera del "autor" por la búsqueda de una "explicación
historicista" de las fuentes cognoscitivas de René Guénon (a comienzos de su contacto
personal con Guénon, la necesidad de aquella era prácticamente inexistente, como él mismo
verbalmente afirmaba...), y no es casual que los biógrafos occidentales se hayan arrojado
desesperadamente sobre el "personaje" Gombault (especialmente M.-F. James, la cual, aun no
compartiendo la idea del "autor" de que un religioso pueda haber establecido un "puente" entre
R. Guénon y De la Rive, dedica a éste una decena de páginas de su libro), como si las
"informaciones" pudieran dar una razón definitiva y total del conocimiento que, proviniendo de
un nivel que se halla en las antípodas del de los "hechos", es el único que puede iluminarlos,
colocándolos en el lugar que les compete y aclarando el valor de los mismos. Por lo tanto,
siguen siendo los prejuicios occidentales del "autor" aquellos que lo llevaron a descuidar, u
olvidar si es que alguna vez captó su sentido, este parágrafo del "Prefacio" de L'Erreur spirite
[p. 6 de la actual edición italiana]:

"Otro punto que no tenemos la intención de tratar acabadamente es el examen de los


fenómenos que los espiritistas invocan en apoyo de sus teorías y que otros, pese a admitir
igualmente su existencia, interpretan sin embargo de manera totalmente distinta. Diremos lo
suficiente como para indicar lo que pensamos, pero la descripción más o menos detallada de
tales fenómenos ha sido tan frecuentemente proporcionada por los mismos experimentadores
que sería del todo superfluo volver sobre ellos; además, no es esto lo que nos interesa
particularmente, y al respecto preferimos señalar la posibilidad de ciertas explicaciones que los
experimentadores de que se trata, espiritistas o no, ciertamente ni siquiera sospechan [cursiva
nuestra]. Sin duda, conviene notar que, en el espiritismo, las teorías jamás se hallan separadas
de la experimentación, y nosotros tampoco queremos separarlas enteramente en nuestra
exposición; pero lo que sostenemos es que los fenómenos no proveen más que una base
puramente ilusoria a las teorías espiritistas, y también que, sin estas últimas, no nos
encontraremos más frente al espiritismo. Por otra parte, esto no nos impide reconocer que, si el
espiritismo fuera únicamente teórico, sería mucho menos peligroso de lo que es y no ejercería
el mismo atractivo sobre tanta gente; e insistiremos tanto más sobre tal peligro en cuanto que
constituye el más apremiante de los motivos que nos han decidido a escribir este libro".

Ante un pasaje de este género no se puede dejar de percibir cómo el "autor", trayendo a
colación a Gombault como "fuente" de Guénon en este campo, no ha comprendido que, aun
cuando el religioso no fuera un espiritista (lo cual probablemente deba ser descartado: de todos
modos lo que a propósito de él dice M.-F. James no lo deja ver más que como un cientificista
aparejado a un exoterista, aunque "teologizante"), los "datos" que pudo haber transmitido a
Guénon no tienen ninguna importancia cualitativa superior a la que le proporcionaba "la
descripción más o menos detallada de los fenómenos [suministrada] por los mismos
experimentadores". Pero la pura y simple lógica no parece ser, ni siquiera en este caso, capaz
de vencer el "pensamiento prejuicioso" del "autor", sin hablar del de aquellos otros que
posteriormente lo han recogido, ampliándolo y particularizándolo; y pensar que, sin ir más lejos,
en el mismo "Prefacio" de L'Erreur spirite, puede encontrarse la explicación de las verdaderas
"fuentes" cognoscitivas de René Guénon, expuesta con toda sencillez y claridad:

"Por otra parte queremos advertir que nuestro punto de vista es muy diferente, en muchos
aspectos, del de la mayoría de los autores que han hablado del espiritismo, ya sea para
combatirlo como para defenderlo; nosotros nos inspiramos siempre, ante todo, en los datos de
la metafísica pura, tal como las doctrinas orientales nos la han hecho conocer; consideramos,
en efecto, que hay ciertos errores que solamente así se pueden refutar plenamente, y no

22
colocándose sobre su mismo terreno[...]. Por lo tanto, estamos más convencidos que
cualquiera de la necesidad de una dirección doctrinal de la cual no hay que desviarse jamás, y
que es la única que permite acercarse impunemente a ciertas cosas. Por otra parte, ya que no
queremos cerrar la puerta a ninguna posibilidad, ni levantarnos sino contra lo que sabemos es
falso, tal dirección no puede ser, para nosotros, más que de orden metafísico, en el sentido en
que, como hemos explicado en otra parte, el término debe ser comprendido. Naturalmente, no
por eso una obra como ésta debe ser considerada propiamente metafísica en todas sus partes;
pero no tememos afirmar que hay, en su inspiración, más metafísica verdadera que cuanto
pueda haber en todo aquello a lo cual los filósofos indebidamente atribuyen tal nombre" [...].
"Lo que queremos decir, es que nosotros estamos constantemente guiados por principios que,
para quien los haya comprendido, son de una certeza absoluta y sin los cuales se corre el serio
peligro de perderse en los tenebrosos laberintos del 'mundo inferior', algo de lo cual
demasiados exploradores temerarios, a pesar de sus títulos científicos o filosóficos, nos han
dado el triste ejemplo" [las cursivas son nuestras].

A través de estas citas de L'Erreur spirite se puede al menos entrever cuán distinto es el
conocimiento, en el sentido legítimo del término, de la "información" (o de la erudición, que es lo
mismo), y cómo éste es –de manera exclusiva– apto para inducir también a la defensa de la
mentalidad general contra aquella forma de disolución a la cual René Guénon dio el nombre de
"neoespiritualismo" (y que ahora se ha atribuido, para disimularse mejor, los nombres más
diversos tomados de las pseudo-doctrinas que se blasonan con el título general de "New Age");
se puede ver además cómo el "autor", aliándose al fin con la segunda, atribuyéndole
falsamente el título de "fuente" de René Guénon, no ha hecho, en el fondo, sino traicionar su
correcto impulso inicial, el cual, en sus mismas palabras, era aquel de profundizar la obra de
este último como "lo único que contase".

¡Palabras en las que resuenan al mismo tiempo la ignorancia efectiva de un incompetente y su


pretensión de "juzgar" lo que no conoce, obviamente sin que quien las emite alcance a darse
cuenta de las enormidades que estaba engendrando!

En este caso se puede, dada su afinidad con lo que estamos diciendo, rememorar un pasaje de
una carta de R. Guénon ya citado en un viejo artículo de P. Nutrizio ["Implicazioni politiche
dell'opera di René Guénon?", nº 39 de la "Rivista..."], donde Guénon, hablando con su
interlocutor de la propia colaboración concedida a la página "cultural" del diario "Regime
fascista" de Cremona decía: "Tal vez no merezca la pena, considerando la mentalidad de la
gente, sin embargo podría darse que [las ideas contenidas en mis escritos] casualmente caigan
en las manos de alguien capaz de comprenderlas".

Que muchos lectores de Guénon, aun entre aquellos de hoy, no logren darse cuenta de las
verdaderas razones de esta conducta (al fin y al cabo muy simple y cristalina, y sobre todo
indisputablemente coherente, del principio al fin, con el poderoso trabajo que Guénon se
impuso) podemos llegar a entenderlo –cada cual comprende, de la naturaleza del papel de
Guénon, lo que puede– pero que, a fin de cuentas, la comprensión del "autor" resultara tan
limitada, para nosotros no puede representar más que el indicio de un proceso de degradación
de la voluntad y del intelecto cuyas causas valdría la pena estudiar.

– Teníamos nuestras dudas sobre la oportunidad de haber vuelto a tocar, y tan largamente, una
temática que podría considerarse cerrada con la II sección de este artículo, cuando nos fue
comunicado que un opúsculo que acompaña la segunda "videocinta" de una serie de 12,
actualmente en distribución con el absurdo título de "El nazismo esotérico", contiene en la p. 8
la siguiente frase: "Los franceses Marquès-Rivière y Guyedon de Roussel, que estaban junto
con Rahn en la secta guénoniana de los Polares, se erigen en los más válidos colaboradores
de los alemanes en la campaña anti-masónica en Francia". Como se ve, pues, "repetita
juvant"...

– Lo que hemos puesto de relieve sobre el episodio de los "Polares", mientras aclara sin lugar a
dudas las finalidades y modos de obrar de Guénon en semejantes circunstancias, tiene a su
vez la utilidad, aun cuando sea secundaria, de impugnar una insinuación de M.-F. James, la
cual –sin tomarse evidentemente el trabajo de profundizar el argumento apropiadamente–

23
encontró sin embargo la manera de insertar (en la p. 292 de su libro) este parágrafo malévolo
sobre tal tema:

"Por otra parte, en lo concerniente a 'las transmisiones mentales provenientes del Tibet' [?!] los
criterios de discernimiento estaban lejos de ser claros en el ánimo de Guénon; prueba de ello
es 'el Oráculo de 'Fuerza Astral'' llevado a cabo por el grupo de los 'Polares' y por el cual
Guénon se dejó engañar durante un cierto tiempo, a comienzos de los años 30" [la cursiva es
nuestra].

Sobre este aspecto especial de la cuestión, uno de los principales "parásitos" del "Documento
Confidencial Inédito", Jean Robin, se obstina de manera particular, con abundancia de hipótesis
y de "opiniones", fundadas incluso sobre obras de autores no precisamente confiables. Es inútil
decir que, para nosotros, la única fuente realmente competente en tal materia sigue siendo
únicamente el mismo René Guénon y cuanto le aconteció decir al respecto a lo largo de su
obra; y a este propósito Guénon mantuvo constantemente una actitud de prudente reserva.

IV

En las secciones precedentes de este estudio hemos tratado de individualizar, examinando


algunas de sus manifestaciones particularmente significativas, las líneas directrices –si es que
así se pueden llamar– a lo largo de las cuales se desarrolla, en el "Documento confidencial
inédito", la facultad expresiva de su "autor"; sumariamente, tales líneas se pueden considerar
como trazadas por dos características generales, la segunda de las cuales puede ser vista
como una consecuencia de la primera: 1º una dificultad connatural para percibir los propósitos
más profundos de la obra escrita de René Guénon, que se acompaña de una predisposición
esencialmente historicista, generando un conjunto de perplejidades y recelos frente a la obra
"global" de este Autor; 2º una tendencia, a la que no se ha resistido lo suficiente, a volver hacia
algo ya formalmente conocido (y en consecuencia reductivo respecto a las perspectivas
abiertas por los escritos de Guénon), aquello que el "autor" no ha podido impedirse entrever
inicialmente en la obra de este último36.

Lo que seguirá, previamente a la conclusión de nuestro trabajo, estará dirigido tan sólo a
examinar otros puntos específicos del "Documento" que tropiezan contra aquello que, de
hecho, dice o sugiere la obra de Guénon, pero los lectores perspicaces no tendrán dificultad en
comprobar cómo, en definitiva, también en estos casos, las consideraciones del "autor" se
ordenan siempre, y a veces incluso simultáneamente, según estos dos elementos constantes
de razonamiento; por este motivo, de ahora en adelante, no nos tomaremos el trabajo de volver
a hacer expresa referencia en cada caso y, alguna que otra vez, dejaremos a quien lee la tarea
de hacerlo.

En el "Documento", a partir de la pág. 14 de nuestra "impresión", se toca un tema que, a


nuestro modo de ver, evidencia más que otros esta superficialidad del "autor" (una
superficialidad relativa, obviamente; pero que resulta tal sobre todo cuando se la confronta con
la profundidad constante y, como hemos visto, no siempre fácilmente reconocible por medio de
instrumentos exclusivamente "racionalizantes", de lo expuesto por R. Guénon)37: el intercambio
de escritos entre este último y el ambiente de la "Revue Internationale des Sociétés Secrètes",
36
Con respecto a esto se puede entonces decir que, en realidad, incluso en el caso de este "autor", nos
hallamos ante una tentativa más o menos voluntaria de "apropiación" (o "parasitismo") de la doctrina
expuesta por René Guénon a favor de los prejuicios occidentales que, aun cuando sean "colectivos" en
vez de individuales, con todo eso nada tienen que ver con el alcance universal de los principios expuestos
por este último. Ya hemos aludido anteriormente a esta limitación del "autor" (que pone de manifiesto
todo su trabajo "público" llevado a cabo tras la muerte de Guénon), y todavía volveremos sobre el mismo,
pero, dado que esto tiene –como es comprensible– un gran peso negativo sobre los lectores,
consideramos aquí conveniente llamar un tanto la atención sobre dicho particular.

24
ligados sobre todo a dos argumentos de gran actualidad e importancia, como la cuestión de los
"Superiores Incógnitos" y el "affaire" Taxil (que desembocara años después en aquél de la
"Élue du Dragon"); ambos argumentos de todas maneras vinculados con la "opinión" negativa
que, a partir de fines del siglo XIX, el "gran público" había sido inducido a formarse sobre la
Masonería.

El "autor" aborda ambos temas desde una perspectiva meramente histórica y al final de su
desarrollo concluye de un modo que hace comprender claramente cómo no puede dejar de
compartir, al fin y al cabo, el parecer de aquellos "muchos admiradores de Guénon" que "en
épocas diversas han expresado su sorpresa y su amargura por verle dedicar tanto tiempo y
atribuir tanta importancia a polémicas con publicaciones aparentemente tan poco serias y de
difusión tan reducida como la 'R.I.S.S.' y 'Atlantis' de Paul Le Cour". Ahora bien, a tal propósito
existe un indicio muy claro de que esta es una manera extremadamente reductiva e impropia
de representarse las cosas, y este indicio está constituido por el centenar de páginas, de las
cuatrocientas que componen su libro, que M.-F. James ha dedicado a los contactos entre René
Guénon y la "R.I.S.S.": cerca del 25% del total de la obra; ¡y una buena parte de este 25% está
constituida por la elogiosa exhumación de las tesis sostenidas por los colaboradores de esa
revista en contra de las argumentaciones de Guénon! Lo cual quiere decir que estas
argumentaciones no sólo daban en el blanco, sino también que este blanco era el "punto
sensible" de una construcción erigida con esmero y paciencia y que los golpes que Guénon
venía asestándole amenazaban con demoler irreparablemente38.
37
A propósito de esto citamos aquí un párrafo tomado de una respuesta pública de René Guénon a uno
de sus más violentos contradictores (Frank-Duquesne), reproducida ahora en la pág. 218 de Comptes
Rendus, respuesta que manifiesta la absoluta independencia de Guénon de cara a cualquier cliché o
prejuicio occidental antitradicional: "Nosotros pretendemos ser el solo árbitro de cuanto tengamos que
decir o hacer en cualquier circunstancia, de lo cual no debemos dar cuenta a nadie; no teniendo nada en
común con los occidentales modernos, no nos sentimos por cierto obligados a mantener una actitud
'deportiva', tal como [nuestro contradictor] dice en su estilo grotesco; las razones por las que procedemos
de tal o cual manera son de nuestra exclusiva incumbencia, por otra parte tales razones no se cuentan
entre las que puedan ser comprendidas por el 'público' y no tienen absolutamente nada que ver con las
convenciones que pueden tener curso en el mundo profano en general y en el ambiente de los 'hombres
de letras' en particular".

38
En las primeras cincuenta de las cien páginas de su libro dedicadas a la "R.I.S.S.", a sus colaboradores
y a las relaciones escritas de estos últimos con René Guénon –o mejor, con los aspectos de su función
atinentes a la clarificación de la compleja problemática ligada a los verdaderos contenidos iniciáticos de la
Masonería– M.-F. James lleva a la práctica un trabajo de contra-información que se trasluce de manera
análoga en aquel otro que, más recientemente (y más torpemente), ha intentado hacer Perlector en
"Charis" (como dijimos en la tercera parte de nuestro estudio sobre las "Nuove tecniche di attacco
all'opera di René Guénon") con respecto a los viejos números de las revistas "La Voie" y "Le Voile d'Isis"
antes que Guénon se aprestase a enmendar esta última de toda traza de ese ocultismo que era típico en
su forma inicial fin de siècle e inicios del siglo XX.

Apoyándose, larga y extensivamente, sobre todo en los textos de G. Bord y C. Nicoullaud en sus
intercambios con Le Liseur y Le Sphynx (nombres con los que R. Guénon firmaba sus colaboraciones
para "La France Chrétienne Anti-Maçonnique"; otros escritos suyos de este tipo no llevaban firma) y
llegando al punto de aliarse incluso con los más recientes –y a su vez sumamente ambiguos– Pauwels y
Bergier de Le Matin des magiciens (!), la autora canadiense se pregunta, con estos últimos, "si los
'Superiores Incógnitos' evocados en los ritos paganos y luciferinos existen realmente" [cursiva nuestra].
Con una notable "doble" sutileza M. -F. James justifica estas "reiteraciones" diciendo: "[...] nos limitaremos
a presentar una serie de extractos que juzgamos más reveladores por lo que atañe a las respectivas
posiciones de las dos partes en contienda. Si no hemos creído oportuno sintetizar más esta penosa [?] y
ardua controversia, es por la simple razón de que la misma constituye un documento único sobre la
cuestión de los 'Superiores Incógnitos ', cuestión que Guénon no volverá a tocar de manera tan explícita
en la prosecución de su obra, pero que no obstante constituye uno de sus ejes esenciales".

Mas, teniendo presente lo que el mismo "autor" no puede dispensarse de decir, bien que a regañadientes,
al respecto en su "Documento" ("puedo asegurar que por lo menos en lo que se refiere [a la 'R.I.S.S.'],
Guénon la consideraba como un 'nido de brujos' y una manifestación de un grupo que continuaba ese
culto al 'dios de la cabeza de asno' al que alude en su artículo sobre Sheth"), no se puede dejar de caer
en la cuenta de cual pueda ser el efecto negativo de un "desenterramiento" como el que aparece en el
libro de la autora canadiense; exhumación que tiende –como mínimo– a reponer en vigencia, en lo
posible, al menos una parte de la atmósfera de hostilidad y de recelo frente a la Masonería, generada por

25
Con todo eso, independientemente de esta tardía y para nosotros muy significativa reacción al
trabajo de rectificación de René Guénon constituida por el libro de M.–F. James (reacción sobre
la cual el "autor" –con su verdadero nombre y en otra ocasión– dice no haberse interesado
jamás, hasta el punto de no haber examinado siquiera dicho libro), hay un pasaje, en la obra de
Guénon, donde se habla de las leyes en base a las cuales se difunden en un determinado
ambiente las influencias psíquicas destinadas a implicar, partiendo de puntos definidos, la
mayoría de las veces –como aquí– "escamoteados", porciones cada vez más vastas de
"opinión"; este pasaje se halla en el actual cap. IV de Iniciación y Realización espiritual ("La
costumbre contra la Tradición", págs. 30-32 de la ed. italiana) y pensamos que puede valer la
pena citar lo que allí se examina –téngase presente que por ese entonces Guénon estaba en
Egipto– sobre la propagación de tales tipos de infecciones a partir de ambientes circunscriptos
y "enmascarados" (la adaptación al caso que estamos tratando no será difícil): "En efecto, es el
temor a la 'opinión' ajena lo que, más que cualquier otra cosa, permite a la costumbre
imponerse y asumir el carácter de una verdadera obsesión; el hombre jamás puede obrar sin
motivo, ya sea legítimo o ilegítimo, y cuando, como en este caso, no puede existir algún motivo
realmente válido, puesto que se trata de acciones que verdaderamente carecen de todo
significado, hace falta que se encuentre alguno en un orden tan vilmente contingente y tan
desprovisto de todo alcance efectivo como aquél al que pertenecen estas mismas acciones. Tal
vez se objetará que, para que esto sea posible, se requiere que ya se haya formado una
opinión sobre las costumbres en cuestión; pero, de hecho es suficiente que estas últimas se
hayan radicado en un ambiente muy reducido, y aunque más no sea –en un primer momento–
como una simple 'moda', para que este factor pueda entrar en juego; de ahí, las costumbres,
habiéndose asentado debido a que ya no se tiene el coraje de abstenerse de observarlas,
podrán luego difundirse más y más, y, consiguientemente, lo que antes no era más que la
opinión de algunos terminará por devenir lo que se llama la 'opinión pública'" [cursiva nuestra].
"Semejante carácter disolvente de la costumbre puede sobre todo ser directamente constatado
hoy día en los países orientales ya que, por lo que respecta al Occidente, hace ya mucho
tiempo que ha superado el estadio donde era hasta simplemente concebible todavía que todas
las acciones humanas pudieran revestir un carácter tradicional; pero, allí donde la noción de la
'vida ordinaria', entendida en el sentido profano que ya hemos explicado en otra ocasión,
todavía no se ha generalizado, de algún modo se puede verificar de hecho cómo una tal noción
llega a tomar cuerpo y el papel que juega en ello la substitución de la tradición por la
costumbre"39.

el "caso Taxil", que había sido disipada precisamente por los estudios de Guénon de esa época. Y pensar
que en uno de los pocos pasajes sensatos del "Documento" el "autor" no pudo dejar de reconocer –con
un resto de su inicial honestidad– que "Es innegable que las 'revelaciones' Taxil-Bataille contribuyeron en
buena medida a fijar en la mente de muchos católicos la idea de que la Masonería es esencialmente
satánica, que no sólo es a-religiosa o anti-religiosa, sino más bien una contra-Iglesia con 'sacramentos
infernales'. Por otra parte, la confesión que Taxil hizo de la propia mistificación, arrojó el ridículo sobre
numerosos miembros del bajo y alto clero que habían garantizado dichas revelaciones, y esto fue
explotado como prueba de la estupidez y credulidad de los católicos".

39
Aun aprovechando la apetitosa ocasión que el asunto de las relaciones Guénon-"R.I.S.S." le ofrecía
para volver a propagar las aberraciones intelectuales procedentes de los más que sospechosos
colaboradores de este último boletín (contradiciendo, pues, como ya habíamos dicho, la superficial
posición del "autor" a este propósito), M.-F. James no puede dejar, en otro punto de su libro, de explotar
para sus propias miras denigratorias también esta velada crítica contenida en el "Documento". Así, en la
pág. 292 vemos que, pretextando que ocuparse de productos literarios secundarios, como a menudo
hacía Guénon (y hemos visto poco ha por qué, según la misma explicación de este último), "significa
procurar mucha publicidad ... a trabajos de sobra menores", la escritora canadiense introduce esta nota
(148), con la cual pretende elucidar dicha actitud, retomando –aquí– las sospechas del "autor", en contra
de toda lógica general de su texto: "A lo que parece, la resolución preconcebida de detenerse sobre una
literatura secundaria [une maigre littérature] que por la mayor parte revestía apariencias vagamente
filosóficas y teológicas, circunstancia que da fácilmente pie a la acusación y la denigración, deriva en
nuestro amigo [con esta curiosa y por cierto psicológicamente calculada expresión la autora canadiense
quiere referirse a lo largo de todo su trabajo a... René Guénon] de una opción deliberada, oportuna para
alcanzar una ventaja a bajo precio de las ideas y posiciones guénonianas frente a la relatividad de los
puntos de vista filosófico y teológico; este último [o sea el teológico] hallándose entonces más o menos
mezclado, confuso, asemejado a las corrientes más heteróclitas del bloque 'neoespiritualista', corrientes
marginales que habría sido mejor, en cuanto tales y en la misma óptica de Guénon [?!], privar de toda
publicidad".

26
Un argumento que en el "Documento" reviste una notable importancia (o que por lo menos se
nota que la tiene para su "autor") es el del "misticismo", cosa que ciertamente no nos
sorprende; así y todo, no dedicaremos a este tema demasiado espacio, contrariamente a lo que
hemos hecho hasta ahora (y todavía haremos) al ocuparnos de la rectificación de las
posiciones intelectuales del "autor" mayormente contrastantes con el significado –a nuestro
modo de ver– no percibido (o percibido mal) de las exposiciones de René Guénon: toda la obra
de este último está para impugnar las interpretaciones vacilantes y... medrosas del "autor" en
este terreno. Nos contentaremos con reproducir aquí solamente algunas de sus afirmaciones al
respecto y agregaremos una o dos observaciones de nuestra parte, naturalmente siempre
deducidas de la doctrina expresada por Guénon.

Este tema involucra al "autor" con otro personaje a quien se concede abundante espacio en el
"Documento" (y este particular podría ofrecer uno de los posibles indicios a quien quisiera,
como hemos sugerido, indagar sobre cuál pueda haber sido la progresiva "vía de escape" del
"autor" de su entusiástica adhesión inicial a la doctrina implicada en las obras de Guénon); tal
personaje, del cual se habla extensamente con simpatía y añoranza, es Georges Thomas,
Redactor en jefe del "nuevo" "Voile d'Isis" hasta que las divergencias doctrinales con René
Guénon lo indujeron a presentar su renuncia, en concomitancia con el hecho de haberse
enterado –debido a la aparición (1931) de El Simbolismo de la Cruz– que este Autor pertenecía
al Tasawwuf. El "autor" se detiene a describir las razones de tal alejamiento de Tamos (este era
el seudónimo con el cual escribía G. Thomas) del "Voile d'Isis" del siguiente modo, modo que,
aun constituyendo una aparente digresión, creemos que vale la pena reproducir porque, a
nuestro parecer, es significativo:

"No hace falta que diga cuánto iba a reforzar esta noticia la desconfianza de Tamos y a mi vez
cuánto debía inquietarme. O más bien, sí, hace falta decirlo, pues quienes han descubierto a
Guénon hace diez o quince años [es preciso tener presente que el "autor", con toda
probabilidad y como ya habíamos dicho, escribía en 1963] puede que tengan alguna dificultad
para ponerse en nuestro lugar. Ciertamente no poníamos en duda las nociones de Tradición
primordial, de Revelación primitiva, admitíamos que las tradiciones de la antigüedad clásica,
como también el Celtismo, habían conservado todas su depósito más o menos completo [?!];
admitíamos que lo mismo sucedía con el Hinduísmo y el Taoísmo; admitíamos muy bien que
estas dos últimas tradiciones, en tal o cual campo del conocimiento, habían conservado más
que el Cristianismo e inversamente [!!] [...]. Pero el Islam, del cual no sabíamos más que lo que
entonces sabía un francés medio, nos parecía, si no una herejía plagiada sobre el Hebraísmo y
el Cristianismo, por lo menos un Cristianismo disminuido por la negación de la divinidad de
Cristo40. No hay que olvidar que nuestra convicción sobre la existencia de una tradición

40
No son pocas las ocasiones en que en la obra de Guénon (que por entonces el "autor" "descubría"
como adherente al Islam hacía ya varios años) se alude o se trata expresamente de la doctrina de la
"divinidad de Cristo"; también esta "duda" se demuestra por lo tanto (como las otras que ya hemos
señalado en las secciones precedentes) absolutamente infundada siempre que se sepa coger el
verdadero significado de las palabras. Dado que consideramos importante la cuestión, que el "autor" toca
aquí con la misma ligereza de sabor "defensorio" que a menudo caracteriza su "Documento", creemos
conveniente alegar al menos dos pasajes significativos de René Guénon que prueban cuanto hemos
sostenido.

En La Crisis del Mundo moderno (cap. "El individualismo", pág. 75-76 ed. it.): "En efecto, dado que la
religión es precisamente una forma de la tradición, el espíritu antitradicional no puede ser sino
antirreligioso; primero éste desvirtúa la religión, y, cuando puede, termina por suprimirla del todo. El
Protestantismo, por este aspecto, es ilógico, porque aun esforzándose por 'humanizar' la religión, así y
todo deja que todavía permanezca, por lo menos en teoría, ese elemento sobrehumano que es la
revelación; no se atreve a llevar la negación hasta su término, pero, entregando tal revelación a todas las
discusiones que son el resultado de interpretaciones meramente humanas, de hecho la reduce bien
pronto a no contar más nada; y cuando se ven personas que, aun siguiendo diciéndose 'cristianos', ya ni
aceptan la divinidad de Cristo, nos está permitido pensar que ellas, tal vez sin sospecharlo siquiera, se
encuentran mucho más cercanas a la negación completa que al verdadero Cristianismo" [cursiva
nuestra].

En Autoridad espiritual y poder temporal, cap. IV, nota 4: "Con este motivo, y en relación a lo que ya
hemos indicado al tratar sobre la Esfinge, conviene observar que ella representa a Harmakhis, o

27
primordial nos venía principalmente del estudio de los trabajos de los eruditos cristianos
(católicos y protestantes), de los cuales he nombrado algunos al inicio de estas memorias.
Ahora bien, estos eruditos tomaban sus elementos de concordancia entre el Cristianismo y las
demás tradiciones de todas las religiones del Antiguo e incluso del Nuevo Mundo... salvo del
Islam, el cual, a los ojos de estos eruditos, no podía ser sino una herejía más difundida que
otras41. A partir de ese momento, Tamos estimó que no podía seguir colaborando con Guénon
[!]. Como redactor en jefe del 'Voile d'Isis', se sentía más o menos responsable de lo que
publicaba Guénon [!?]".

Y si esto no corresponde, junto a lo que ha de seguir, a cuanto hemos dicho –resumidamente–


al inicio de esta IV parte...

Pero volvamos a la cuestión del "misticismo", sin duda igualmente ligada a las valoraciones que
accesoriamente acabamos de citar; tras haber hablado de un "primer conflicto entre Guénon y
Tamos", referente a la Masonería y su función iniciática hasta entonces no admitida, el "autor"
continúa diciendo que al mismo "muy pronto le siguió otro relacionado con una cuestión de
carácter más general. Con ocasión de un libro bastante mediocre, Les problèmes de la vie
mystique de Roger Bastide, Tamos había escrito un artículo de donde se desprendía que, aun
distinguiendo entre formas inferiores y superiores de la mística, identificaba vía mística con
realización espiritual. En esto, no hacía más que amoldarse a un uso común a todos los
autores occidentales que han tratado sobre los grados de la vía espiritual.

Guénon protestó nuevamente y, para poner en claro las cosas, escribió un artículo, 'Magia y
Misticismo', que hoy constituye el capítulo II de Consideraciones sobre la Iniciación. Este texto

Hormakhuti, el 'Señor de los dos horizontes', o sea el principio que une los mundos sensible y
suprasensible, terrestre y celeste; esta es una de las razones por la cual, en los primeros tiempos del
cristianismo, fue considerada en Egipto un símbolo de Cristo. Otra razón es que la Esfinge, al igual que el
Grifo del que habla Dante, es el animal de las dos naturalezas, y a causa de eso representa la unión de
las dos naturalezas, divina y humana, en Cristo; se puede todavía encontrar una tercera razón en el
aspecto por medio del cual ella simboliza, como hemos dicho, la unión de los dos poderes, espiritual y
temporal, sacerdotal y real, en su principio supremo" [cursiva nuestra].

– Aprovechamos la ocasión para agregar que la "tercera razón" de este último párrafo es
suficiente –de por sí– para dar término a todas las suspicacias promovidas en el ambiente
cristiano acerca de la concepción del "Rey del Mundo" expuesta por Guénon, y cuya fuente
primera, si recordamos bien, fue Jacques Maritain.

– De más está decir que los dos pasajes citados aquí, no podían resultarle desconocidos al
"autor" en el mismo momento de los sucesos narrados, ya que los libros de donde los sacamos
fueron escritos el primero en 1927 y el segundo en 1929, o sea, antes de la partida de René
Guénon hacia Egipto.

41
También esta afirmación, que el "autor" manifiesta muy suelto como si fuera algo evidente de por sí, es
susceptible de una observación en cierto modo análoga a la de la nota precedente: en Oriente y
Occidente (1924), en el capítulo "Acuerdo y no fusión" (IV de la Segunda parte), Guénon, hablando del
"estudio de las doctrinas de Oriente ([...] estudio verdadero y profundo, con todo lo que esto conlleva en
cuanto al desarrollo personal de los que se consagran al mismo, y no un estudio exterior y superficial a la
manera de los orientalistas)", decía: "De hecho, apoyándose sobre lo que se halla más cercano nacerían
otros inconvenientes, que, a pesar de ser de otro carácter de los que apuntábamos poco ha, serían
igualmente graves; y quizá no se lograrían tantas ventajas reales como para compensarlos, ya que los
occidentales conocen a la civilización islámica casi tan mal como a las civilizaciones más orientales, y
sobre todo su parte metafísica, que es precisamente la que nos interesa aquí, se les pasa por alto
completamente" [cursiva nuestra].

Y esto explica tal vez la expresión despreciativa que el "autor" atribuye a los... "eruditos cristianos", de
quienes hace de vocero aquí sin decir una palabra de reprobación.

28
que puede comprenderse hoy, al estar incorporado en una obra en la que se halla precedido
por un capítulo como 'Vía iniciática y vía mística' y seguido por otros desarrollos, no podía ser
comprendido, aislado, del mismo modo.

Ignorando tranquilamente las distinciones usuales entre las diferentes formas de la mística,
Guénon asimilaba lo que él llamaba 'misticismo', y eso englobando bajo este mismo término a
todos los 'místicos', a una búsqueda de 'fenómenos' correspondiente a una aspiración análoga
a la de los aficionados a la magia.

Esto pasaba de castaño oscuro. Y esta vez éramos nosotros –quiero decir Tamos y yo y Tamos
más que yo– quienes nos veíamos llevados, no sin visos de razón, a acusar a Guénon de
partidismo. No quiero entrar aquí en una discusión sobre la posición de Guénon ante el
misticismo, proponiéndome dedicarle a este argumento un estudio especial42, pero ya puede
comprenderse el deplorable efecto de este artículo en unos lectores cristianos. Para nosotros
[...] este marcado desprecio hacia lo que considerábamos ser los grados más elevados de la
condición cristiana, unido a una defensa más o menos implícita de la Masonería anticristiana,
difícilmente podía aparecer de otra manera que como un signo de hostilidad de fondo frente al
Cristianismo, por lo menos al Cristianismo postmedieval. No faltaban indicios, en el resto de la
obra de Guénon, que pudieran hacer pensar que su obra tendiese, si no a 'islamizar Europa'
como debía proclamar años más tarde uno de sus admiradores... provisorios [F. Schuon], por lo
menos a 'orientalizar el Occidente'" [todas las cursivas son nuestras].

En este largo pasaje, que no deja de sonar a nuestros oídos como una verdadera "confesión",
están contenidos en germen los titubeos, las desviaciones mentales y las falsas ilaciones (estas
últimas desmentidas, como ya hemos probado, por toda la obra de Guénon) que se hallan en la
base del "Documento" así como de todos los trabajos que del mismo han derivado (y que hoy
día todavía se multiplican). De cuáles fuesen los verdaderos destinatarios de la revista "Voile
d'Isis", y en definitiva de la entera obra de René Guénon tal como éste los concebía y por
consiguiente de los verdaderos propósitos de la misma, hablaremos después, tratando de un
caso acontecido más tarde y sobre el cual el "autor" se explayará extensamente; en lo que
respecta a las recriminaciones sobre el "misticismo" (por lo demás, harto reveladoras del nivel
en el que se atascaba la comprensión intelectual del "autor"), nos ceñiremos, como habíamos
anticipado, a formular tan sólo dos observaciones.

La primera es que el sorprendido asombro manifestado por ambos protagonistas del referido
episodio indica que éstos, o no sabían leer o se hallaban ellos mismos dominados por un
"partidismo", análogo, pero contrario, a aquél del cual el "autor" acusa a Guénon. En el nº 1 del
segundo año de la "Gnose" (Enero de 1911), en un Aviso a los lectores que lleva un título de lo
más revelador ("Ce que nous ne sommes pas"), Guénon en efecto decía expresamente: "Al
inicio de nuestro segundo año, creemos necesario, para alejar todo equívoco del ánimo de
nuestros lectores, y para prevenir posibles insinuaciones, decir muy claramente, en pocas
palabras, lo que no somos, no queremos ni no podemos ser. [...] Además, no somos ni
ocultistas ni místicos, y no queremos tener ni de cerca ni de lejos ninguna relación, de cualquier
clase que fuera, con las múltiples agrupaciones que proceden de la especial mentalidad
indicada por una u otra de estas denominaciones" [cursiva nuestra].

La segunda es que, si bien es cierto, como por lo demás el mismo René Guénon afirma en
distintos puntos de su obra, que los frutos del "misticismo" constituyen "los grados más
elevados de la condición cristiana" (para adoptar la manera de decir del "autor"), también es
incontestable, –siempre y cuando se tenga una agudeza intelectual adecuada y una honestidad
de pensamiento correspondiente– que todo ello no le ha evitado al Occidente caer en esa
situación43 que el "autor" no podía hacer muestra de desconocer, porque ya se hallaba
42
Estudio que nunca hemos leído, ni sabemos si en definitiva haya sido escrito alguna vez por el "autor",
pero que si efectivamente lo hubiera sido, verdaderamente valdría la pena examinar...

43
Situación sobre la que Guénon está poniendo sobre aviso con sus escritos, en caso de que ningún
occidental se haya dado cuenta – Esta observación sigue siendo válida aún hoy, cuando un Di Vona tiene
la osadía de hablar de un... ¡René Guénon contro l' Occidente!

29
descripta en Oriente y Occidente en los términos que seguirán, y él afirmará del principio al fin
del "Documento" convenir con el aspecto doctrinal puro, pero también cosmológico, de la obra
de René Guénon: "[...] la civilización moderna padece de una falta de principios, y ello en todos
los campos; por una prodigiosa anomalía, es una civilización, única entre todas, que no tiene
principios, o que los tiene sólo negativos, lo cual viene a ser lo mismo. Es como un organismo
decapitado que siguiera viviendo una vida intensa y desordenada al mismo tiempo [...]
Suprimida la intelectualidad pura, cada dominio contingente y particular viene considerado
como independiente; se invaden el uno al otro y todo se mezcla y se confunde en un caos
inextricable; las relaciones naturales resultan invertidas, lo que debería estar subordinado se
declara autónomo, toda jerarquía viene abolida en nombre de la quimérica igualdad, tanto en el
orden mental como en el social; y, como la igualdad es a pesar de todo imposible de hecho, se
van creando falsas jerarquías a la cabeza de las cuales se pone no importa qué: ciencia,
industria, moral, política o finanzas, a falta de la única cosa a la que puede y debe normalmente
corresponder la supremacía, es decir, repetimos, a falta de verdaderos principios".

Por lo que toca a cuanto acabamos de decir, incluso en lo que respecta a los contenidos de las
notas 5 y 6, y que confuta por anticipado las observaciones del "autor" –que referiremos a
continuación– tocantes a su nivel de comprensión de la misma obra pública ya escrita por René
Guénon hasta ese momento, el redactor del "Documento" opone a Guénon un reproche y una
censura que a nuestro criterio requieren una aclaración.

En la pág. 21 de nuestra "impresión" el "autor" escribe: "[...] aquí debo disipar una ilusión por lo
común bastante difundida [evidentemente se refiere a experiencias propias, en conexión con
sus relaciones con los ambientes a los cuales el "Documento" estaba destinado]: tras
frecuentar a Guénon durante dieciocho meses yo no había aprendido nada más que lo que se
hallaba en sus libros. Gonzague Truc –muy justamente– ha dicho de Guénon que su discurso
no era sino su obra hablada. Es necesario precisar: su obra ya estaba publicada en el momento
en que hablaba. No quiero decir, desde luego, que no fuera nada: su presencia, su palabra,
acrecentaban, con un poder de penetración incomparable, su obra escrita. Su presencia y, más
todavía que su palabra, sus silencios. Pero, si bien en su proximidad uno se beneficiaba de una
mejor comprensión de lo que había escrito, no se aprendía nada 'nuevo'".

Y en la pág. 26: "No puedo dejar de pensar que buena parte de los desacuerdos [?] se
hubieran podido evitar si Guénon se hubiese explicado antes sobre ciertos argumentos, aunque
más no fuera en privado y a título confidencial, si es que estimaba que aún no había llegado el
momento de su divulgación [!?], en particular sobre la cuestión de la iniciación que presidía –y
explicaba– todo el resto".

Razones que, por otra parte, ni el "autor" ni otros "hombres de letras" no distantes del "autor",
se hallaban mejor preparados para comprender que el "público" en general...

A partir de estas acaso demasiado breves observaciones (tal aspecto de la cuestión


ciertamente merecería ser ahondado de manera más adecuada) se puede deducir qué
corriente infecta circula entre los capítulos de Esotérisme et Christianisme autour de René
Guénon y cómo ha sido extremadamente imprudente de parte del responsable de Arché el
incitarnos a encarar resueltamente el examen de semejante libro.

Por donde la astucia, al querer ir demasiado lejos, deviene amanerado expediente...

Acabamos de ver qué de lagunas, resultantes de otros tantos arraigados prejuicios típicos de la
mentalidad occidental, salpicaban la comprensión del "autor" sobre la obra ya escrita por R.
Guénon (que se ilusionaba de "poseer", según sus mismas palabras) mientras éste todavía se
hallaba en Francia; sobre la "iniciación" se puede decir lo mismo, puesto que claros indicios de
esta idea comenzaban a aparecer en los capítulos XXIV y XXVII de El Simbolismo de la Cruz,
sacado a la luz desde Egipto en 1931.

Pero si perplejidades y lagunas acosaban al "autor" sobre todos estos temas (cosa
perfectamente comprensible) ¿por qué no aprovechar de la ocasión de la presencia física de

30
Guénon (o de la oportunidad de cartearse con él por vía de algún modo "privilegiada") para
plantearle preguntas destinadas a aclarar sus dudas "aunque más no fuera en privado", para
obtener la luz que necesitaba, preguntas que la obra escrita pública de Guénon estaba entre
otras cosas dedicada precisamente a suscitar?

Ahora bien, de las frases del "autor" anteriormente referidas se puede ver en cambio cuál sería
su "estado de ánimo" a la sazón de la redacción de su texto: posible amargura por algunos
acontecimientos poco positivos del pasado ocasionados por malentendidos, ¡mas sin el menor
asomo de percepción que no era a René Guénon a quien se debían imputar las causas, sino a
sí mismo!. Y esto, teniendo en cuenta que los tiempos y las ocasiones para eventuales
esclarecimientos explícitos no pueden ser determinados por quien se halla en un estado de
necesidad (tal como era evidentemente el caso del "autor"), sino que sólo podrá fijarlos quien
está en condición de otorgar tales esclarecimientos, cuando repute que existen en el solicitante
las condiciones favorables y oportunas (y una de las más esenciales es ciertamente un grado
suficiente de actividad...).

Esta es una de las razones por lo cual en esta "Rivista" siempre se ha pensado (diciéndolo
repetidamente), que es sumamente inoportuno, y a veces hasta nocivo, que sean citadas
indiscriminadamente, erga omnes, cartas de René Guénon que estaban dirigidas a una sola
persona y se adaptaban por lo tanto exclusivamente a su caso y su situación particular; a
menos que no se considere justificada esa enseñanza colectiva contra la cual René Guénon,
desde un punto de vista tradicional, siempre se pronunció duramente, ¡en particular cuando se
presentara en forma de... "instrucción obligatoria"!.

Trataremos de explicarnos mejor: siguiendo la lógica del "autor" en estos parágrafos debería
concluirse que a partir de 1951, tras la desaparición física de R. Guénon, los que leyeran su
obra, ya "cumplida", deberían por lo mismo poseer el conocimiento efectivo de la misma, lo que
es –nos parece– completamente absurdo si se entiende por "conocimiento" aquello a lo cual
Guénon se ha referido siempre; y las observaciones del "Documento" que hemos citado no
hacen más que confirmar entonces la impropiedad desde el punto de vista tradicional del nivel
en el que se situaba el "autor" para aproximarse a la obra de René Guénon en su integridad, y
por lo tanto a su misma función.

Como se ha visto, el asunto que acabamos de tratar, más que concernir a cuestiones
doctrinales –que, por decirlo así, tan sólo toca de refilón negativamente, poniendo de relieve
ciertas carencias del todo naturales del "autor" en este campo– tiene relación con sus
debilidades de comportamiento ante la función intelectual de René Guénon; del mismo tenor
será también aquello de lo que vamos a discurrir ahora y que, como antes, supone en el "autor"
un fondo de presunción, fondo que se halla por igual en el origen de ambos argumentos.

Para afrontarlo nos veremos inducidos a retornar sobre una cuestión que ya hemos tocado en
las secciones II y III de este estudio: aquella de la Ordre du Temple Rénové, respecto a la cual,
una de las desatinadas conjeturas "adelantadas" por el "autor" sobre el origen de su
constitución consistía en proponer que el mismo Guénon habría "provocado el primer fenómeno
al cual, aparentemente, parecía extraño, ya que no estaba presente en la primera sesión";
como en su momento hemos reportado proseguía diciendo: "Si se retiene por un instante la
hipótesis que acabo de considerar, puede uno preguntarse qué habría podido incitar a Guénon
a provocar la formación de una organización que hay que calificar como pseudo-iniciática,
después de sus experiencias en las agrupaciones de Papus". Habiéndose dado como
explicación la intención "no inverosímil", en Guénon, de "haber intentado tamizar por este
medio un cierto número de individualidades de valor intelectual no despreciable que se habían
extraviado en las organizaciones ocultistas" agrega, como sucesiva suposición artificiosa, que
"el aspecto 'fenómenos' y el aspecto 'condecoraciones' [podían igualmente] no ser otra cosa en
su pensamiento, que el anzuelo y el paramento exterior de un 'grupo de estudios' análogo a
aquéllos cuya formación consideraba más tarde en Oriente y Occidente".

31
Dejando de lado la mezquindad casi increíble de esta segunda "suposición"44, aquí nos interesa
poner de relieve la continuación de este "razonamiento", que dice así: "Por otra parte, ya que
los dos aspectos no se excluyen, ¿no se podría pensar que la formación de un grupo que le
fuera dependiente, ligado a él por un compromiso solemne, hubiera constituido a su alrededor
una zona de protección psíquica que le habría permitido resistir mejor los ataques de aquella
contrainiciación de la que se dirá víctima durante toda su carrera? En efecto, de una manera
algo diferente, él formó, más tarde, una red de vínculos psíquicos con algunos de los que le
eran más devotos. Varias veces tuve oportunidad de constatar la inquietud aparentemente
excesiva que mostraba ante un retraso del correo de algunos días, en una época en que el
intercambio de nuestras cartas tenía lugar de 2 a 3 veces por semana. Si ocurría que cualquier
circunstancia le hiciese perder el barco a una de mis cartas, luego fue el avión, podía estar
seguro de que recibiría una carta alarmada desde El Cairo".

Hemos hablado antes de "mezquindad"; en esta circunstancia se añade además una


desdeñosa (y reluctante) superficialidad, y una plena inconsciencia de las fuerzas hostiles que
se apiñaban alrededor de René Guénon, aun provenientes de aquellas partes menos
perceptibles por la mentalidad "común", y que tendían a oponerse al tipo de "trabajo" que él
estaba ejecutando con indomable energía y constancia; ¡es evidente que quien jamás se ha
expuesto a ese tipo de peligros, nunca podrá ser hecho blanco de ataques de los que ni
siquiera sospecha la existencia ni la naturaleza!.

En una de sus últimas cartas (10-10-1950), Guénon, aludiendo con sumo tino a este tipo de
cosas, por cierto bien distantes de la experiencia de la "vida ordinaria", dirá al destinatario de la
misma, quien probablemente se sorprendía de algunas de sus reacciones escritas: "Si
lamentablemente no puedo pasar en silencio sin más ni más [ciertos ataques] es porque, en
realidad, no soy yo quien se encuentra en su punto de mira, lo que importaría bien poco, sino
aquello que bien o mal [!] me toca representar; únicamente por esta razón me veo obligado a
responder tal como lo hago, y esta especie de defensa, así como muchas otras cosas, forma
parte de mi trabajo, que nada tiene que ver con el trabajo de un 'hombre de letras'. Es verdad
que algunos de los personajes que usted menciona pueden parecer algo insignificantes de por
sí, pero no se puede decir lo mismo de aquello que los empuja, la mayor parte del tiempo
inadvertidamente; puesto que usted habla de iniciativas satánicas, puedo asegurarle que, en
orden a esto, he visto cosas poco comunes. Siempre me sorprende ver cuán poca gente [en
cuyo número por cierto no cabe el 'autor', por lo menos a partir de un cierto momento...]
comprende las verdaderas razones que tengo para obrar de uno u otro modo, y me atribuye
fácilmente aquellas que circulan en el mundo profano y son lo más discordes posible de mí
desde cualquier punto de vista. He aquí lo que pienso a este propósito; evidentemente la
serenidad nada tiene que ver con todo esto...".

Y cuando con extremada imprudencia (e impudicia) el "autor" habla de "una zona de protección
psíquica que le habría permitido [a Guénon] resistir mejor los ataques de la contrainiciación",
bastará para desmentirlo recordarle que el 11-11-1933 René Guénon escribía en otra de sus
cartas que "Las discordias y los recelos entre Reyor y Préau, [lo] estaban literalmente
matando".

44
Para verificar cuán distinta fuese la idea que R. Guénon exponía en Oriente y Occidente sobre un
"grupo de estudios" y esa otra que el "autor" presenta en su lugar aquí, caricaturizándola, bastará
reproducirla literalmente de dicho libro (parte II, cap. III, pág. 152 ed. it.): "[...] Es obvio que, si algunas
personas, en lugar de trabajar aisladamente, prefiriesen reunirse para constituir una especie de 'grupo de
estudios', no veríamos en ello un peligro, ni tampoco un inconveniente, siempre que ellas estuvieran bien
convencidas de que no es necesario recurrir a ese formalismo exterior al cual la mayor parte de nuestros
contemporáneos atribuye tanta importancia, precisamente porque para ellos las cosas exteriores lo son
todo. Todavía, incluso para formar unos simples 'grupos de estudios', cuando se quisiera hacer un trabajo
realmente serio y llevarlo bastante adelante, muchas precauciones serían necesarias, ya que todo lo que
sea realizado en este campo desata fuerzas insospechadas por la gente común, y, a falta de prudencia,
se corre el riesgo de sufrir extrañas reacciones, por lo menos mientras no se haya alcanzado un cierto
nivel [cursiva nuestra]. Por otra parte, las cuestiones de método, aquí, dependen rigurosamente de los
principios; lo que quiere decir que, en este campo, ellas tienen una importancia aún más considerable que
en cualquier otro, y consecuencias mucho más graves que sobre el terreno científico, donde ya están con
todo bastante lejos de ser indiferentes".

32
Si nos hemos dilatado tal vez demasiado, al parecer de algunos, sobre un asunto que resulta
espinoso por no ser fácilmente concebible para ciertas personas (cuya posición es la de quien
se halla cómodamente sentado tras un escritorio, ahora dotado de computaadora), ello se debe
exclusivamente a que las frases del "Documento" que hemos citado han ciertamente (como se
puede comprobar dando un vistazo a la colección de "estudios" publicada "en honor" de
Guénon en el año del centenario de su nacimiento) contribuido no poco a difundir entre los
lectores la imagen –radical y voluntariamente falsa– de un “obseso”, que es también el término
con el cual el "autor", en la segunda parte de su vida, tachaba a René Guénon.

Volvamos ahora, tras estas cuestiones casi exclusivamente relacionadas con el


"comportamiento", a un punto del "Documento" que se mantiene en un campo más puramente
doctrinal, aun cuando no excluya por completo aquel otro que originó las observaciones
precedentes. En la pág. 23 de nuestra "impresión", el "autor" asevera algo que concuerda
perfectamente con cuanto apuntábamos al comienzo de esta IV sección de nuestro estudio:
"Introducimos [ahora] otra noción que no aparecerá en Guénon, la de la 'gracia'. [Y esto] ya que
nosotros ["el autor" se refiere aquí a sí mismo y a G. Thomas] nunca pensamos que pudieran
obtenerse resultados por el solo esfuerzo de los individuos. Tales esfuerzos no podían
representar más que una 'llamada' y una preparación a las que podía responder el don gratuito
de la iluminación. La oración no estaba de ninguna manera excluida de nuestra existencia, pero
la participación íntegra en una forma tradicional determinada no nos parecía imperativa [?!].
Esta participación, que no podíamos dejar de constatar en los místicos, nos parecía como un
método menos 'intelectual' que el nuestro. En cierta manera, ¡éramos tradicionalistas sin
tradición, ni religiosa ni iniciática!".

A este pasaje, como mínimo sorprendente, atinente a la noción de "gracia" que no se hallaría
en Guénon, se le puede enseguida oponer que, hablando del influjo que puede ejercer un serio
trabajo personal de profundización en la doctrina y de rectificación y unificación de las propias
"potencias" individuales según técnicas tradicionales ortodoxas, René Guénon dice (en Oriente
y Occidente, pág. 158 ed. it.):

"Por defectuosos e incompletos que sean los recursos de que se dispone, hace falta no
obstante comenzar por llevarlos a la práctica como quiera que sea, de lo contrario jamás se
logrará alcanzar otros más perfectos; y agregaremos que la menor cosa realizada en
conformidad armónica con el orden de los principios conlleva virtualmente en sí posibilidades
cuya expansión es capaz de determinar las consecuencias más prodigiosas, y esto en todos
los dominios, a medida que sus repercusiones se vayan extendiendo según su repartición
jerárquica y en progresión indefinida" [cursiva nuestra].

Nos parece que esta explicación clara y precisa, y lo más "técnica" posible, sobre la
"colaboración" por parte de los principios que una acción tradicionalmente bien dispuesta45
puede provocar a fin de lograr modificaciones en sí mismo y consecuentemente en el ambiente,
no podría convenir mejor a la noción de "gracia" que el "autor" saca del lenguaje particular de la
forma tradicional a la que estaba exclusivamente acostumbrado. Empero, darse cuenta que se
trata de lo mismo supone el estar en condiciones de ir más allá de las palabras para captar su
espíritu y no hallarse en cambio atado a ellas de manera indisoluble; en otros términos, se
requiere la aptitud de entender más allá de la letra, cosa que, al menos en este caso,
evidentemente el "autor" no era capaz de hacer, de resultas de lo cual llega a interpretar la
proposición de Guénon, en el caso específico, como la aserción más o menos encubierta de
una autonomía del hombre individual con relación a los principios trascendentes. Lo que, sin
pensar de echar mano de innecesarios "documentos probatorios", se admitirá que es
exactamente todo lo contrario de cualquier concepción manifestada por René Guénon en toda
su obra.

Otro pasaje de Oriente y Occidente que se presta para ser leído según la clave que estamos
evidenciando, se halla en la pág. 179, pero esta vez muestra la "ayuda" superior que en el
lenguaje occidental se indica con el término "gracia" como más aplicada al orden de las ideas
que al de la acción y como teniendo lugar por mediación de otros seres; aquí también, todavía,
45
Entendiendo aquí por acción sobre todo el llevarse a cabo en la sucesión temporal una ctividad
orientada según los fines conformes con esta última.

33
para comprenderlo correctamente hace falta saber transponer en términos metafísicos lo que la
doctrina exotérica afirma en términos "teológicos": "En cuanto a la cuestión de la antigüedad de
las ideas, cuando se la considera exclusivamente desde el punto de vista histórico, tampoco
reviste un interés capital; tan sólo cuando se la relaciona con la idea de tradición esta cuestión
cobra otro aspecto, completamente distinto, pero entonces, si se alcanza a comprender lo que
es verdaderamente la tradición, dicha cuestión se resuelve de manera inmediata, porque se
sabrá que todo se hallaba implicado en principio, desde el origen, en lo que constituye la
esencia misma de la doctrina, y que no hubo que hacer desde entonces otra cosa más que
sacarlo de allá a través de un desarrollo que, por el fondo, si no por la forma, no podría
conllevar ninguna innovación.

Sin duda, una certeza de este tipo es prácticamente incomunicable; pero, si hay quien la posee,
¿por qué no podrían alcanzarla otros igualmente por su propia cuenta, sobre todo si los medios
les son provistos en toda la medida en que pueden serlo?. La 'cadena de la tradición' se vuelve
a anudar a veces de manera bien inesperada; y hay hombres que, creyendo haber concebido
espontáneamente ciertas ideas, han recibido en cambio una ayuda que, a pesar de no haber
sido conscientemente percibida, no fue por esto menos eficaz; con mayor razón una tal ayuda
no puede faltar a quien se coloque expresamente en las disposiciones requeridas para
obtenerla. Por supuesto, no pretendemos negar aquí la posibilidad de la intuición intelectual
directa, que por el contrario, nosotros consideramos absolutamente indispensable y a falta de la
cual no existe concepción metafísica efectiva; pero para ello es menester hallarse preparado, y,
cualesquiera que sean las facultades latentes de un individuo, dudamos que pueda
desarrollarlas sólo por sus propios medios; por lo menos, se requiere que una circunstancia
cualquiera le provea la ocasión de tal desarrollo. Esta circunstancia, indefinidamente variable
según los casos particulares, jamás es fortuita, si no es en apariencia; en realidad, ella es
suscitada por una acción cuyas modalidades, aunque escapen forzosamente a toda
observación exterior, pueden ser presentidas por los que comprenden que la 'posteridad
espiritual' no es una palabra vana" [las cursivas son nuestras].

A propósito de lo que hemos dicho hasta ahora, y que por sí solo basta para desmentir las
afirmaciones "partidistas" del "autor" sobre la materia, nos parece oportuno citar aquí algunos
pasajes de La Metafísica Oriental de R. Guénon que, aun cuando a primera vista no parezcan
tener atingencia con la cuestión de la "gracia" tal como el "autor" pasivamente la concibe con
arreglo a las formas del pensamiento exotérico occidental, resultan sin embargo apropiados, a
nuestro modo de ver, para aclararla aún más.

En su pág. 19 (ed. it.) viene dicho: "El intelecto trascendente, para alcanzar directamente los
principios metafísicos, debe a su vez ser de orden universal; ya no se trata de una facultad
individual y considerarlo tal sería contradictorio, ya que entre las posibilidades del individuo no
cabe la de superar los propios límites, de desasirse de las condiciones que lo definen como
individuo. La razón es una facultad propia y específicamente humana; pero aquello que está
más allá de la razón es realmente 'no-humano'; esto es lo que torna posible el conocimiento
metafísico, y este último, –digámoslo una vez más– no es un conocimiento humano. En otros
términos, no es en cuanto hombre que el hombre puede alcanzarlo; sino a causa de que este
ser, que es humano en uno de sus estados, es al mismo tiempo otra cosa y algo más que un
ser humano; y es el cobrar realmente conciencia efectiva de los estados 'supraindividuales' lo
que constituye el objeto de la metafísica o, mejor todavía, el mismo conocimiento metafísico.
Tocamos aquí uno de los puntos más capitales, y es necesario consecuentemente insistir: si el
individuo fuera un ser completo, si constituyera un sistema cerrado a la manera de la mónada
de Leibnitz, el conocimiento metafísico no sería posible; irremediablemente recluso en sí
mismo, tal ser no tendría recurso alguno para conocer aquello que no está contenido en el
orden de existencia que le es propio. [...] Si el conocimiento puramente teórico fuera el fin
último, si la metafísica debiera detenerse aquí, ya sería algo, ciertamente, pero algo del todo
insuficiente. A pesar de la certeza efectiva, más fuerte aún que una certeza matemática que ya
es pertinente a tal conocimiento, se trataría al fin y al cabo, aunque en un ámbito
incomparablemente superior, tan sólo de lo que, en su campo inferior, terrestre y humano, es la
especulación científica. No, no es esto lo que debe ser la metafísica; [...]. En cuanto a los
medios de la realización metafísica, sabemos perfectamente cuál es la objeción que pueden
oponer, por lo que los atañe, quienes se sienten obligados a contestar la posibilidad de tal
realización. Tales medios, en efecto, deben hallarse al alcance del hombre [...]. Pero –dirá

34
alguno– ¿cómo puede ser que semejantes medios puramente contingentes produzcan un
efecto que los supera inmensamente, que es de un tipo completamente distinto de ese otro al
cual estos pertenecen? Haremos notar de inmediato que, en efecto, se trata solamente de
medios accidentales, y que el resultado que estos ayudan a obtener de ningún modo puede
verse como efecto suyo; dichos medios ponen al ser en las disposiciones necesarias para
alcanzarlo más fácilmente, y eso es todo. Si la objeción que estamos considerando fuera
válida, debería serlo también en el caso de los ritos religiosos, en el caso de los sacramentos,
por ejemplo, donde la separación existente entre los medios y el fin no es menor; tal vez,
algunos de los que sostienen una objeción de este género no han pensado en esto" [cursivas
nuestras].

De seguro el "autor" no había reparado en esto cuando escribía su "Documento", así como no
hay duda –de nuevo– que tampoco se le había ocurrido, mucho antes, recurrir a Guénon para
plantearle preguntas con el objeto de aclarar sus dudas ("aunque más no fuera a título
confidencial") sobre las múltiples implicaciones de un tema que no es en absoluto fácil46.

Habría varias otras observaciones para hacer, tan importantes como las últimas que hemos
formulado, sobre los argumentos de índole doctrinal del "Documento confidencial inédito"; sin
embargo, nos parece que seguir machacando sobre esto, luego de cuanto ha sido dicho,
terminaría por tediar al lector, por eso nos reservamos la oportunidad de exponerlas quizá en
un futuro, en el caso que se nos presente la ocasión y tengamos la posibilidad de hacerlo. De
cualquier modo, antes de concluir con un juicio final sobre este "memorial" (juicio final que
constituirá la parte V de nuestro estudio), todavía nos resta tratar en esta sección una última
cuestión de carácter un poco particular; se trata de un argumento que ocupa un lugar de gran
relevancia en el "Documento", y es aquel constituido por la "respuesta" del "autor" a un
acontecimiento que tuvo lugar hacia 1933-34: la decisión de uno de los lectores de la obra de
René Guénon de trasladarse a Africa del Norte para buscar allí lo que era tan problemático de
obtener en Occidente, la iniciación, y su regreso a Europa luego de un segundo viaje con la
autorización de transmitirla a otros, que –naturalmente– participaran de la tradición
correspondiente. El "autor", habla de esto en los siguientes términos:

"Guénon se mostró muy contento de que ahora hubiera una posibilidad de vinculación iniciática
para los occidentales sin que tuviesen que dejar Europa y me rogó informar de esta posibilidad
a los lectores con los cuales yo estaba en contacto [...]. Lo hice, como dijo ya no sé quién, 'por
mi propia voluntad y muy a disgusto'. Por mi propia voluntad, al menos en apariencia, ya que no
existía ninguna coacción física. Para ser consecuente conmigo mismo, sin duda hubiera debido
negarme a desempeñar este papel, puesto que yo no tenía la íntima convicción de que la
islamización fuera cosa deseable para unos europeos" [cursiva nuestra].

El "autor" no tiene presente aquí, sea cual fuere el comprensible estado de turbación que puede
provocar el sentir acercarse a uno la necesidad de afrontar decisiones graves como aquellas
46 45
Que lo que hemos estado diciendo aquí a propósito de la "gracia", apoyándonos en numerosas citas
de la obra de René Guénon, no es fruto de una nuestra tendenciosa y abusiva interpretación de esta
última en el caso específico, sino que corresponde realmente al espíritu en el que está concebida, queda
en fin probado por el siguiente párrafo del estudio de Guénon sobre Saint Bernard (pág. 6-7 de la 3ª
edición, 1959): "[...] Se trata de algo poco común, y sería seguramente insuficiente apelar a la gran
capacidad del 'genio', en el sentido profano de la palabra, para explicarse una influencia semejante [la que
se ejercía a través de la persona de San Bernardo]. ¿No sería mejor admitir la acción de la gracia divina
que, penetrando en cierto modo toda la persona del apóstol e irradiándose al exterior por su
sobreabundancia, se comunicaba a través suyo como por intermedio de un canal, según la comparación
que él mismo usará más tarde aplicándola a la Santa Virgen, pero que igualmente puede aplicarse –
reduciendo más o menos su alcance– a todos los santos?." [cursiva nuestra].

Como puede verse, cuando se dirigía a un público particular, René Guénon no vacilaba en servirse del
lenguaje tradicional específico al cual estaba acostumbrado este público, pero lo que decía en esa
oportunidad ¿no es, pues, rigurosamente equivalente a lo que explicaba con otro lenguaje en las citas que
hemos traído a colación?.

35
trazadas por la obra de René Guénon, lo que este último decía en Oriente y Occidente (págs.
154-155 ed. it.):

"Si todavía existieran, en Occidente, individualidades, incluso aisladas, que hubieran


conservado intacto el depósito de la tradición puramente intelectual que debió existir en el
medievo, todo sería mucho más simple; pero es incumbencia de estas individualidades afirmar
su propia existencia y mostrar sus propias credenciales y, mientras no lo hayan hecho, no es a
nosotros a quienes toca resolver la cuestión. A falta de esta eventualidad, por desgracia
bastante improbable, tan sólo lo que podríamos llamar una asimilación de segundo grado de las
doctrinas orientales podría suscitar los primeros elementos de la futura élite; queremos decir
que la iniciativa debería salir de individualidades que se hubieran desarrollado por la
comprensión de estas doctrinas, mas sin tener vínculos demasiado directos con el Oriente, y
guardando por el contrario contacto con todo aquello que todavía pueda quedar de válido en la
civilización occidental, y especialmente con los vestigios de espíritu tradicional que han podido
mantenerse, a despecho de la mentalidad moderna, principalmente bajo la forma religiosa. Con
esto no queremos decir que un tal contacto deba necesariamente ser interrumpido por aquellos
cuya intelectualidad se ha vuelto completamente oriental, menos aún cuando, en resumidas
cuentas, ellos son esencialmente representantes del espíritu tradicional; pero, su situación es
demasiado particular para que no se vean obligados a observar una muy severa reserva, sobre
todo hasta que no se recurra expresamente a su colaboración; así como los orientales de
nacimiento, ellos deben mantenerse a la expectativa, y todo lo que pueden hacer de más que
estos últimos es presentar las doctrinas con una forma más apropiada al Occidente, y destacar
las posibilidades de reconciliación que se derivarían de la comprensión de las mismas; ellos,
repetimos, deben contentarse con ser los intermediarios cuya sola presencia acredita que toda
esperanza de entendimiento no está irremediablemente perdida" [cursivas nuestras].

¿Cómo operar sobre un ambiente, digamos, sin tener un punto de apoyo? Bien es verdad que
la actitud del "autor" frente a estos argumentos era –nos parece evidente también en este
caso– más exotérica que esotérica, si pudo escribir (pág. 37 de nuestra "impresión"):

"La diligencia con la cual [Guénon] acogía la ocasión de dirigir a sus lectores hacia el Islam era
significativa. Le recordé lo que había escrito en Oriente y Occidente y en La crisis del mundo
moderno, en relación con la élite, que debía seguir siendo occidental y no recibir sino
indirectamente la influencia de Oriente, y además, en relación con el papel de la Iglesia católica
en el curso de un 'enderezamiento' occidental. Fue entonces cuando me respondió: 'No podía
dejar de tener en cuenta en mis libros todas la posibilidades, pero jamás me hice ilusiones al
respecto. Por otra parte, desde que los escribí, ciertas puertas se han cerrado definitivamente,
y lo que yo he hecho, contribuyó en cierta medida a que esto sucediera'. Esto mismo, lo ha
escrito a muchos otros. Teniendo en cuenta la autoridad que yo atribuía a Guénon, era normal
que me encontrase quebrantado, aunque no sintiera ninguna veleidad de emprender yo mismo
el camino indicado. Quedé quebrantado, he dicho, pero en realidad, sobre este punto, nunca
he confiado plenamente en él [la cursiva es nuestra].

Según creo, me hice violencia por dos razones: la primera, es que no podía tomar en cuenta
una ruptura con Guénon, la cual hubiera resultado necesariamente de mi negativa a acceder a
un deseo –¿o he de decir: a una voluntad?– formulado tan claramente. La segunda, es que me
sentía inclinado a atribuir una cierta indignidad a mi abstención ante la posibilidad inmediata
que se me ofrecía de obtener la iniciación; pensaba tener menos coraje que otros, que mi
aspiración espiritual era débil, que no era capaz de ir más allá de ciertos apegos sentimentales
y que tenía temor de afrontar ciertas dificultades prácticas, un trastorno de la existencia, etc... Y
si ese no era mi camino ¿con qué derecho hubiera podido decidir que tampoco lo era para los
otros?"

Obstáculos psíquicos y materiales que no son incomprensibles, mas ¿por qué entregar el
recuerdo a un "Documento" escrito, aunque "confidencial", sino para disculparse ante alguien
cuyo "juicio" se teme y a quien se pide perdón? Alguien que, si el "autor" hubiera estado más
lúcido, debería haber pensado que era en cambio la causa misma de todas sus angustias
"vitales" y que al contrario había sentido, poco antes, ¡el impulso desatinado de "defender" de la
"venganza templaria"! Por otra parte, si hemos considerado oportuno retomar de algún modo

36
extensivamente estas argumentaciones, las que constituyen aquí como un "diario" personal del
"autor", a primera vista capaz de conmover a algún lector excesivamente sensible, es
justamente a causa de que tales argumentaciones han sido –oportunamente
despersonalizadas– recogidas y astutamente desarrolladas por Arché incluso valiéndose de
imágenes, como hemos puesto en evidencia en el tercero de nuestros artículos sobre las
"Nuove tecniche di attacco all'opera di René Guénon"; y quienes entonces se hubieran
asombrado ante nuestras advertencias acerca de las "técnicas psicológicas" aplicadas en este
sentido por la revista "Charis", podrán comprobar ahora que no eran de ningún modo
exageradas y corresponden –al contrario– a un "estudio" que, tal como ha ocurrido respecto de
otros puntos, los ambientes de que hablábamos deben haber llevado a cabo, acaso con algún
retardo, ¡asimismo sobre este pasaje específico del "Documento"!

Todo esto no significa que consideremos que las dificultades del "autor" en este sentido hayan
sido padecidas sobremanera por él o que no sean reales; lo que queremos decir, y ya
habíamos apuntado entonces de manera general, es que el hecho de retomar, exaltándolas,
tales dificultades, corresponde a una voluntad bien determinada de inclinarse a favor de las
mismas, usando de su admonición como un espantajo contra el ir tomando cuerpo de ciertas
decisiones personales lógicamente derivadas de la lectura de los escritos de René Guénon;
tales decisiones empero –(y aquí reside la confusión del "autor" y de quienes piensan como él,
comenzando por el personaje de que se trata aquí, como resulta del "Documento")– no pueden
atañer sino a casos totalmente excepcionales (como el mismo Guénon dice sin medias tintas
en su obra), y ni por asomo a una generalidad de destinatarios occidentales. Conviene subrayar
todavía que el mismo "autor" incurría en esta confusión, lo que no hace sino confirmar que su
mentalidad, siendo desde este punto de vista bastante corriente, no era en suma la de alguien
que pudiera realmente formar parte de estos casos excepcionales46.

En efecto el trabajo que la entera obra de René Guénon invita a llevar a cabo no es ni por
asomo, como hemos visto que piensa el "autor" (y que dirá literalmente más adelante), un
trabajo que se pueda configurar como la sustitución de una forma tradicional por otra–para una
colectividad de destinatarios– en una determinada área geográfica, sino un trabajo de
asimilación personal –confiado, por definición, a los pocos que comprenden la necesidad del
mismo– de los principios universales sobre los que no puede dejar de estar fundada cualquier
forma tradicional; hablar de "islamización" así como hace el "autor", aunque el instrumento
técnico para este trabajo sea de hecho el Islam en sus dos aspectos, el esotérico y el exotérico,
ya manifiesta una visión limitativa, y constituye la prueba de una comprehensión inadecuada de
la doctrina que René Guénon ha expuesto en todos sus elementos. Pensando y obrando de
este modo parcial –en todos los sentidos de la palabra– inevitablemente se provocan
reacciones contrapuestas al mismo trabajo que se trata de emprender (Guénon lo dirá
expresamente en Oriente y Occidente; obsérvese como expone las cosas en este libro [parte II,
cap. II], la cita será extensa, pero la consideramos necesaria, en vista de la desproporción
existente entre los temores del "autor" y la entidad del objetivo propuesto por Guénon): "[...]
Una civilización anárquica o sea sin principios, he aquí lo que en fin de cuentas es la civilización
occidental actual, y esto mismo es lo que expresamos cuando, en otros términos, decimos de
ella que, contrariamente a las civilizaciones orientales, no es una civilización tradicional.

46
Siempre a propósito de todas estas consideraciones, de seguro más aplicativas y contingentes que
puramente doctrinales, mas no por eso menos importantes, creemos conveniente agregar que tras
haberlas expuesto el "autor" se pregunta con alguna franqueza por qué René Guénon seguía confiando
en él –aun después de su tibia reacción– como punto de referencia para la revista "Etudes
Traditionnelles"; habiéndose dado dos respuestas como de costumbre conjeturales y tristemente
absurdas, prorrumpe en la afirmación de que al fin y a la postre ello ocurría porque "[R. Guénon] era
indiscutiblemente un hombre rutinario".

Si bien esta increíble afirmación puede ofrecer también una explicación sobre el motivo de la elección del
título del libro La Vida simple de René Guénon, que honestamente nunca habíamos entendido,
apareciendo tras la descripción de sus propias tribulaciones personales no dice mucho a favor de su
coherencia mental.

37
Lo que nosotros llamamos una civilización tradicional, es una civilización que se funda sobre
principios auténticos, es decir donde la esfera intelectual domina a todas las otras, de la cual
todo procede directa o indirectamente y, ya se trate de ciencias o de instituciones sociales, no
se trata en definitiva, más que de aplicaciones contingentes, secundarias y subordinadas, de
las verdades puramente intelectuales. Así, vuelta a la tradición o vuelta a los principios, no es
realmente sino una sola cosa; pero evidentemente es menester comenzar por restaurar el
conocimiento de los principios, allí donde éste se ha perdido, antes de pensar en aplicarlos; no
podría hablarse de reconstituir una civilización tradicional en su conjunto sin poseer primero las
nociones fundamentales que deberían dirigirla. Querer proceder de otro modo, significaría
introducir más confusión allí donde se pretende hacerla desaparecer y constituiría la prueba
manifiesta de una incomprehensión fundamental de la esencia de la tradición [...] [la cursiva es
nuestra].

Si nos vemos en la necesidad de insistir sobre cosas tan evidentes, ello se debe al estado de la
mentalidad moderna y al hecho de que, en particular, bien sabemos cuán difícil es conseguir
que ésta no trastorne las relaciones normales. Aún las personas mejor intencionadas, si
participan en alguna medida de esta mentalidad, incluso a su pesar y declarándose sus
adversarios, podrían sentirse fácilmente tentados de comenzar por el final, aunque más no
fuera que por dejarse llevar por ese singular vértigo de la velocidad que se ha adueñado de
todo el Occidente, o por el deseo de llegar enseguida a esos resultados visibles y tangibles que
son todo para los modernos, talmente su entendimiento, a fuerza de inclinarse hacia las cosas
exteriores, se ha vuelto incapaz de captar cualquier otra cosa. Por eso repetimos tan
frecuentemente, aun a riesgo de parecer aburridos, que ante todo hay que ponerse en el plano
de la intelectualidad pura, y que jamás se hará nada válido si no se comienza de este modo;
todo aquello que se relaciona con dicho plano, aunque no sea evidente, trae consecuencias
decididamente más formidables que todo lo que procede exclusivamente del orden contingente
[la cursiva es nuestra]; tal vez esto sea difícil de concebir para quien no esté familiarizado con
estas cosas, pero eso no quita que lo que afirmamos sea la pura verdad [...].

Cuando hablamos de principios en general y sin ninguna otra especificación, o de verdades


puramente intelectuales, nos referimos siempre y exclusivamente a la esfera de lo universal;
éste es el dominio del conocimiento metafísico, que es de índole 'supraindividual' y
'suprarracional', intuitivo y no discursivo, independiente de toda relatividad [...].

Es en virtud de la misma universalidad de los principios que el acuerdo debe ser más
fácilmente realizable, precisamente en este campo, de la manera más inmediata: los principios
o se conciben o no se conciben pero, a partir del momento que se los concibe no se puede
menos que estar de acuerdo. La verdad es una y se impone igualmente a todos los que la
conocen, con la condición, por supuesto, que la conozcan efectivamente y con certeza; pero un
conocimiento intuitivo no puede ser sino cierto. En este dominio se superan todos los puntos de
vista particulares; las diferencias residen tan sólo en las formas más o menos exteriores, que
no son sino una adaptación secundaria, y no en los principios, que son esencialmente
'informales'. El conocimiento de los principios es rigurosamente el mismo para todos los
hombres que lo poseen, ya que las diferencias mentales sólo pueden influir sobre lo que tiene
carácter individual (luego contingente) y no alcanzan el dominio metafísico puro; obviamente,
cada uno expresará a su manera lo que habrá comprendido, en la medida en que podrá
hacerlo, pero quien haya comprendido de veras sabrá siempre, más allá de la diversidad de las
expresiones, reconocer la verdad una, de manera que esta inevitable diversidad jamás dará
lugar a desacuerdos. Solamente que, para ver de este modo, a través de las múltiples formas,
lo que ellas aún más que expresar velan, hay que poseer esa intelectualidad verdadera que se
ha vuelto tan completamente extraña al mundo occidental [...]" [la cursiva es nuestra].

Con todo, difícilmente se puede desear emprender un trabajo de realización de estos principios
si antes no se ha tomado conciencia de que la civilización occidental moderna es lo que es
precisamente porque carece de tales principios, y –sobre todo– si no se comprende que la
civilización moderna 'es como un organismo decapitado que siguiera viviendo una vida intensa
y desordenada al mismo tiempo', repitiendo (mas no será inútil) la cita que hicimos poco antes;
y esto porqué, en dicha civilización, "suprimida la intelectualidad pura, cada dominio
contingente y particular viene considerado como independiente; se invaden el uno al otro y todo

38
se mezcla y se confunde en un caos inextricable; las relaciones naturales resultan invertidas, lo
que debería estar subordinado se declara autónomo, toda jerarquía viene abolida en nombre de
la quimérica igualdad, tanto en el orden mental como en el orden social; y, como la igualdad es,
a pesar de todo, imposible de hecho, se van creando falsas jerarquías a la cabeza de las
cuales se pone no importa qué: ciencia, industria, moral, política o finanzas, a falta de la única
cosa a la que pueda y deba normalmente corresponder la supremacía, es decir [...] a falta de
verdaderos principios".

En el último trabajo público de Jean Reyor que se conozca 48, un escrito que en definitiva resulta
a su vez equívoco por más de una razón, pero sobre todo por las dudas sutiles que plantea en
el lector acerca de aquellas que se quieren presentar como las "fuentes" exteriores y por así
decir "literarias" de Guénon, viene citado, a modo de cierre positivo para un texto que debía ser
totalmente redactado en homenaje a R. Guénon, el siguiente testimonio proveniente, según el
mismo Reyor, "de un hombre que sin duda fue uno de los mejores conocedores [de la obra de
René Guénon] y de ciertas doctrinas orientales"49:

"A manera de conclusión, insistiremos aún sobre la extraordinaria potencia de sugestión,


incesantemente creciente, del poder de mentira que dominará enteramente el mundo exterior
antes del fin del ciclo. Sabemos [y sería interesante preguntar –si fuera posible hacerlo– a Jean
Reyor de cuáles 'fuentes' él haría provenir la atendibilidad de tal afirmación] que llegará un
momento en que cada uno, completamente solo, privado de todo contacto material que pueda
ayudarlo en su resistencia interior, deberá encontrar en sí mismo –y sólo en sí mismo– el medio
para adherir firmemente, en el centro de su existencia, al Señor de toda verdad. No se trata de
una imagen literaria, sino de la descripción de un estado de cosas que quizá no esté muy lejos
de sobrevenir. Pueda cada uno prepararse y armarse de una rectitud interior suficiente para
que todas las potencias de la ilusión y de la corrupción sean incapaces de desviarlo. Nada
mejor que la obra de Guénon para facilitar a los occidentales esta preparación" [cursiva de
Jean Reyor].

48
Se trata, como se ha recordado en esta "Rivista" muchas otras veces, del artículo "De quelques
énigmes dans l´oeuvre de René Guénon" en Cahiers de L´Herne, "René Guénon", 1985.

49
Se trata, según la nota explicativa de Jean Reyor, que presentaba su artículo "Quelques remarques à
propos de l´oeuvre de René Guénon" en el número de "Etudes Traditionnelles", publicado a finales de
1951, en ocasión de la muerte de este último, de un autor que firmaba simplemente con la sigla de J. C. El
estudio en cuestión, siempre según las palabras de Jean Reyor, "había sido enviado [a la redacción de 'E.
T.'], en 1944, por un lector de 'Etudes Traditionnelles' [o sea por J. C.], [lector] que había tenido la ocasión
de tener contactos directos con diversas escuelas orientales". Jean Reyor agregaba que "en aquella
época –en la cual no eran posibles las comunicaciones con René Guénon [a causa de la guerra]– se
habían manifestado, por parte de algunos hindúes más o menos occidentalizados, y de sus discípulos
europeos, críticas relacionadas con algunos puntos importantes de la obra de René Guénon, en particular
con lo referente a la ' reencarnación'" Por tal motivo Reyor continuaba: "Las circunstancias no permitieron
en aquel momento la publicación del estudio, pero nos parece que con el tiempo el mismo no ha perdido
nada de su interés".

Habida cuenta de la importancia y del interés que mantienen –a propósito de la obra de René Guénon y
de ciertas críticas actuales vertidas sobre el mismo punto y otros que le están vinculados– las
consideraciones contenidas en ese estudio específico, esta "Rivista" presenta su traducción después del
presente artículo.

Las críticas a las que queremos aludir ahora vienen emitidas ya no por ambientes de "hindúes
occidentalizados" como en la época a la cual se refería Jean Reyor en su presentación del estudio, sino
por grupos de italianos de naturaleza "mixta", fuertemente caracterizados por tendencias arqueológico-
tradicionalistas unidas a banal ocultismo, y en definitiva marcadas por intereses sobre todo "políticos".

39
Si este lacónico y sin embargo espléndido reconocimiento del valor intrínseco de las doctrinas
contenidas en la obra de René Guénon y de la claridad con la que fueron expuestas,
corresponde perfectamente a lo que nosotros mismos pensamos de ella, debemos aquí
amargamente destacar que, por el contrario, el "Documento" que estamos terminando de
examinar, se inserta, y con no poca fuerza, entre los soportes de aquel "poder de mentira que
dominará enteramente el mundo exterior antes del fin del ciclo" del cual es cuestión en este
párrafo; y esto, sobre todo por el "tono" desviador que en el mismo se confiere a las ideas y los
acontecimientos abordados.

Prueba ulterior de lo que decimos son las afirmaciones con las cuales el "autor" concluye el
"Documento", afirmaciones que, a nuestro modo de ver, constituyen además el verdadero
"móvil" y la clave del mismo, ya que –como hemos visto en las palabras mismas de Guénon–
"el hombre no puede jamás actuar sin un motivo, por legítimo o ilegítimo que sea" 50; por eso
también nosotros terminaremos dedicando algunas consideraciones sobre las mismas,
indicándolas con los números [1] [2] y [3]. Las afirmaciones de que hablamos son las
siguientes:

"En las páginas que preceden he podido dar la impresión de una actitud sobre todo crítica hacia
Guénon51. No querría que subsistiese la sombra de un malentendido al respecto. Luego de
alrededor de cuarenta años de familiaridad con su obra, todavía me parece única, insustituible
y, de hecho, indispensable para un hombre de hoy deseoso de conocimiento. Mi acuerdo es
total con la obra doctrinal no sólo en el orden metafísico, sino [también] en el orden
cosmológico y en el de las técnicas iniciáticas52. Los únicos puntos de desacuerdo –y
seguramente graves– se refieren [1] a lo que, en su obra, toca al estado actual del

50
Véase nuestra precedente cita del capítulo IV de Iniciación y Realización espiritual, La costumbre contra
la Tradición”, en la p. 181, del nº 88 de esta Rivista (IV parte de este estudio)
51
Esta explícita admisión, por parte del "autor", del espíritu con el cual ha sido redactado el "Documento",
constituye para nosotros una prueba de la conciencia que éste debía tener en su íntimo de la
"negatividad" de su propia actitud frente a la acción global de René Guénon; si insistimos sobre este
aspecto del trabajo es, como se habrá comprendido largamente, a causa de la peligrosidad que
detectamos en el mismo desde un punto de vista realmente tradicional. Por tal razón estamos en total
desacuerdo, sobre este punto, con la opinión de Dominique Devie, quien en el artículo citado en la
primera parte de este estudio, afirma que "en [su] opinión la lectura integral del 'dossier' completo lejos
está de producir esa impresión negativa que los detractores de Clavelle se obstinan en difundir"
("C.R.E.T.", Nº 6, p. 108).
Empero es cierto que nuestro juicio se basa en los contenidos doctrinales del Documento", mientras que
Devie se ha situado claramente, en su examen, desde un punto de vista que podemos definir como
"literario" o al máximo histórico-psicológico...

52
Esta ostentación de "confianza" del "autor" en la doctrina expuesta por Guénon es fácilmente
impugnable como ilógica y puramente verbalista, o siendo benévolos antojadiza, si se consideran todas
las observaciones contrarias a la misma que, a esta altura, éste ha diseminado en su trabajo, y sobre todo
aquellas, concisas pero definitivas, que vendrán a continuación. En realidad, todas las dudas y
vacilaciones presentes en este "Documento", no son más que señales visibles de una bien modesta
comprensión de la doctrina expuesta por R. Guénon en un ser que para resolver las propias "aporías"
generadas por la obra que la difunde, no encontró nada mejor que inventarse una fácil e hipotética
"distinción" entre la función de Guénon y su comportamiento individual (este cómodo artificio viene puesto
particularmente en evidencia en el artículo de Dominique Devie ¡quien empero lo avala como "justo"!)

Hacemos notar, además, cómo, en esta declaración de fidelidad, resulta ser aún más contradictorio que
todo el resto el afirmar que se está "de acuerdo con la obra doctrinal [de Guénon] [...] en el campo
cosmológico y en el de las técnicas iniciáticas", cuando lo que se controvierte abiertamente, como se verá
enseguida, es justamente la aplicación de las leyes que gobiernan ya sea la cosmología, ya sea los
procesos de desarrollo iniciático.

Dejamos que los lectores saquen las consecuencias a las que se llega pensando de este modo... (y por
otra parte las mismas se manifestarán claramente en los textos que han derivado de este "Documento",
sobre todo en el que lleva el título Ésotérisme et Christianisme autour de René Guénon, de M. F. James).

40
Cristianismo. Ya me he explicado suficientemente sobre ello públicamente como para
dispensarme de insistir nuevamente aquí.

En cambio, [2] me parece seguro que el hombre, cuando buscó resultados prácticos53 para su
obra, se equivocó gravemente sobre los medios54 y sobre los hombres55 [...] Me parece inútil
insistir sobre sus errores concernientes a los hombres cuya actividad ha fomentado y 'cubierto'.
Estimo pues [?] que nadie puede prevalerse de una autoridad cualquiera por el solo hecho de
haber disfrutado, aunque fuera hasta la muerte de Guénon, de la confianza de este último, de
haber sido escogido, aprobado y reconocido por él para el ejercicio de tal o cual función.

53
La palabra que traducimos como "resultados" [A. Balestrieri usa la palabra italiana "sbocchi" para
traducir la francesa "aboutissement", que se puede verter al castellano como resultados o frutos, teniendo
el sentido de conclusión, o culminación. (N. t.)] es la francesa "aboutissement", y no se puede dejar de
notar la estrecha consonancia de este término con el título dado por Arché a sus tres recopilaciones de
artículos de Jean Reyor: Pour un aboutissement de l´oeuvre de René Guénon.

De esto deberían deducirse con sana lógica dos cosas: primero, que según esta gente, hasta ahora la
obra de Guénon no ha dado frutos; segundo, que en ciertos ambientes se piensa (¿pero con cuánta
buena fe?) que..., andando el tiempo, apareció alguien ¡que entendió la obra de Guénon mejor que su
propio Autor, o que la ha sabido aplicar mejor que él! Ya nos había tocado efectuar una observación
análoga en nuestro artículo "L'Archéomètre e dintorni", en el nº 84 de esta "Rivista", con referencia a otro
presunto "continuador" de la obra de René Guénon...

54
Puesto que, en lo que se refiere a "los medios", el "autor" trae como ejemplo emblemático el caso de la
Masonería, diremos, tratando de no extendernos demasiado, que en lo que concierne a una Masonería
entendida según los criterios que se pueden deducir de la obra de René Guénon, en este dossier, en los
comentarios que más o menos directamente ya ha ocasionado en otras partes, y sobre todo en muchos
de los artículos de J. Reyor exhumados por Arché y por Editions Traditionnelles, parece olvidarse lo que el
mismo Guénon decía en el "Prefacio" a sus Consideraciones sobre la Iniciación:

"A tal propósito [de las organizaciones iniciáticas occidentales], pensamos poder manifestar, sin
arriesgarnos demasiado a ser mal interpretados, la esperanza de que entre los representantes de estas
organizaciones haya al menos alguno a quien las consideraciones que exponemos contribuyan a hacer
recobrar conciencia de lo que es verdaderamente la iniciación; no es que alimentemos esperanzas
excesivas al respecto, no más, por otra parte, de las que tenemos en lo que concierne más generalmente
a las posibilidades de restauración que Occidente aún puede tener en sí mismo. Todavía ciertamente hay
personas a quienes les falta más el conocimiento real que la buena voluntad; pero esta buena voluntad no
es suficiente, y toda la cuestión consistiría en saber hasta dónde el horizonte intelectual de los mismos es
susceptible de extenderse, y además saber si están verdaderamente cualificados para pasar de la
iniciación virtual a la iniciación efectiva [la cursiva es nuestra]; en todo caso, no podemos, en lo que nos
concierne, hacer otra cosa que no sea aportar algunos datos de los cuales puede ser que se aprovechen
aquéllos que sean capaces y estén dispuestos a sacar partido de ellos en la medida en que las
circunstancias se lo permitan".

Sobre lo que pensamos en esta "Rivista" de tal argumento, y sobre la posición del "autor" al respecto, se
podrán encontrar indicios en el nº 70, en particular en dos artículos, respectivamente de Ugo Darbesio y
nuestros, "Editoriale" y "Nuove tecniche di attacco", I parte.

De todos modos, la superficialidad y la asombrosa inconsciencia de las realidades iniciáticas que en la


segunda parte de su vida deben haber caracterizado el pensamiento del "autor", se encuentran bien
condensadas en el segundo párrafo del "Documento", omitido por nosotros en el texto, párrafo en el cual,
a título de ejemplo, se exponen aquellos que el "autor" reputaba ser los "errores" de R. Guénon acerca de
los medios que este último había individuado para hacer pasar de lo "especulativo" a lo "operativo" a los
lectores capaces de captar su "mensaje" en el campo masónico; reproducimos aquí dicho párrafo:

"Sobre los medios, daré sólo un ejemplo: ¿cómo se podía restaurar una Masonería tradicional fuera del
soporte exotérico normal de esta forma de iniciación? ¿Cómo se podía esperar llevar a cabo un trabajo
serio[!] [la cursiva es nuestra], ya fuera en una logia "obediencial" cuyos miembros estaban fuera de todo
exoterismo, o en una 'Logia salvaje', ciertos miembros de la cual eran musulmanes, otros católicos
incompletos o fraudulentos (entiendo por ello, los que recibían los sacramentos sin haber confesado su

41
[3] Un defecto bastante común a los 'guénonianos' y en contra del cual quisiera poner en
guardia, es la tendencia a creerse los 'últimos de los Mohicanos'56, a considerar que en el
mundo, o en todo caso en el mundo occidental, ya no hay nada de tradicional salvo tal o cual
grupo, o por lo menos salvo los grupos formados directa o indirectamente bajo la inspiración de
Guénon. Se trata de una actitud ridícula, que ha contribuido no poco a menoscabar la influencia
de su obra. Se puede estar seguro de que a despecho del desorden generalizado y de la
degeneración de las religiones y las iniciaciones, sigue habiendo tanto taoístas como hindúes,
musulmanes, cabalistas, esoteristas cristianos religiosos o laicos [el 'autor' entiende
evidentemente por esto pertenecientes o no al clero], y hasta masones 'auténticos' que no han
tenido ninguna relación directa con Guénon" [todas las cursivas son nuestras].

Sobre el punto [1] esta "Rivista" ya se ha expresado también "públicamente", reproduciendo en


el nº 70 (enero - junio 1990) la traducción de los dos artículos de F. M. que confutaban las tesis

condición de masones) y uno era calvinista?"

En este punto, rogamos a nuestros lectores comparar estas palabras con las siguientes afirmaciones con
que R. Guénon cierra el "Prefacio" a "Consideraciones sobre la iniciación":

"No iremos más lejos en estas reflexiones preliminares, ya que, digámoslo una vez más, no es a nosotros
a quienes compete intervenir activamente en tentativas de este género; indicar la vía a aquéllos que
podrán y querrán emprenderla, es todo lo que pretendemos a este respecto; por lo demás, el alcance de
lo que tenemos que decir bien lejos está de limitarse a la aplicación que puede ser hecha a una forma
iniciática particular, ya que se trata ante todo de los principios fundamentales que son comunes a toda
iniciación, ya sea de Oriente o de Occidente. La esencia y el fin de la iniciación son, en efecto, siempre y
en todo lugar los mismos; sólo las modalidades difieren, por adaptación a los tiempos y a los sitios; y
agregaremos de inmediato, para que nadie pueda equivocarse, que dicha adaptación, para ser legítima,
nunca debe ser una 'innovación', es decir el producto de una fantasía individual cualquiera, sino que,
como aquella de las formas tradicionales en general, debe siempre proceder en definitiva de un origen 'no
humano', sin el cual no podría haber realmente ni tradición ni iniciación, sino solamente alguna de esas
'parodias' que tan frecuentemente encontramos en el mundo moderno, las cuales no vienen de ninguna
parte y no conducen a ninguna parte y que en consecuencia no representan verdaderamente, por decir
así, sino la pura nada, cuando no son los instrumentos inconscientes de algo aún peor" [la cursiva es
nuestra].

Si durante su vida, el "autor" hubiese tenido el coraje de exteriorizar, después de la muerte de Guénon,
las consideraciones que contiene su "Documento", en vez de querer guardarlas sous le boisseau, como a
menudo dice D. Devie en sus escritos referidos al mismo, ciertamente desde las páginas de esta "Rivista"
se habría tenido la ocasión de preguntarle: ¿son sus consideraciones, o aquellas de René Guénon, las
que provienen de un origen "no humano"? Ahora es tarde para formularle esta pregunta, pero de todos
modos se habrá comprendido que la misma, en nuestros designios, también entonces hubiera sido
meramente retórica... Y esto, en fin, no hace sino anticipar, en uno de sus aspectos, las conclusiones a
las cuales arribaremos sobre la actitud global sostenida por el autor de este "Documento" en relación a la
función de René Guénon.

55
En lo que se refiere a los "hombres" es singular (y demostrativa) la insistencia con que el "autor" vuelve
repetidamente sobre la idea de la "elección", por parte de René Guénon, de aquéllos a los que "otorgaba
su confianza". Y también aquí, si el "Documento" no se hubiese mantenido oculto hasta la desaparición de
su redactor, se le habría podido preguntar de cuál medio pensaba que Guénon dispusiese, para tomar
contacto con los seres a los cuales destinaba su obra, a no ser las reacciones activas de estos últimos a
la lectura de sus escritos. Véase a propósito de esto, el siguiente pasaje de Oriente y Occidente (pág. 147
ed. it.) ya citado parcialmente en la III parte de este estudio: "[...] Cuando se esté persuadido de la
necesidad de ciertos cambios, es necesario comenzar a hacer algo en este sentido [esto es, expresar
ciertas ideas], y dar al menos, a aquéllos que sean capaces (porque a pesar de todo alguno debe haber),
la ocasión de desarrollar sus facultades latentes. La primer dificultad es la de alcanzar a quienes poseen
tales cualificaciones y que quizá no suponen en lo más mínimo cuáles son sus posibilidades" [la cursiva
es nuestra].

Nos parece evidente que aquellos que el "autor" llamará "los errores [de René Guénon] concernientes a
los hombres cuyas actividades ha fomentado y cubierto", no son otra cosa que ciertas debilidades
presentes en sus destinatarios, debilidades que por otra parte podían ser transitorias, o sea
eventualmente superables –en función de su receptividad hacia el papel desempeñado por Guénon y en
la medida que fueran capaces de hacerlo– y de todos modos corregibles, pero sólo si fueran vistas por

42
de Hugonin/Dessaint-Emor/Reyor (M. Clavelle) contenidas en los dos estudios "Orient et
Occident 1958" y "Pour qui sonne le glas?", publicados respectivamente por "Le Symbolisme" y
por "Etudes Traditionnelles" de los años 1958 y 1959. Por lo tanto, tampoco nosotros
volveremos sobre esta cuestión, recordando solamente que la correspondiente "diatriba
ideológica" costó en su momento a Jean Reyor, la posición de director 1* de la revista "Etudes
Traditionnelles"57.

Sobre el punto [2] lo que pensamos, dicho en palabras muy simples y generales, es esto:
alguien que haya concebido y redactado un trabajo como El Simbolismo de la Cruz (para citar
uno solo de los 27 estudios de los cuales se compone actualmente la obra de René Guénon)
sin duda puede escribir con toda consideración este pasaje:

ellos en su verdadera naturaleza de impedimentos para una "realización espiritual" tal como la indicara
René Guénon. Todo esto se refiere, como nos parece igualmente claro, a lo que René Guénon explicara
desde el mismo comienzo acerca de lo que el "autor" llama, con reprobable desdén, la "carrera de
Guénon", relativamente a la actitud esencialmente activa que el iniciado debe mantener durante la que
será para él la "gran guerra santa", es decir el proceso de eliminación de los propios prejuicios y defectos;
y un fracaso en el curso de este proceso por cierto no puede ser imputado a quien, aparentemente desde
el exterior, lo ha suscitado.

El "autor", como ya hemos visto en el "Documento", afirma no haber comprendido jamás muy bien la
diferencia, hecha constantemente por R. Guénon, entre la iniciación y el misticismo (caracterizado este
último por una pasividad de fondo, con respecto a las propias limitaciones, no desarraigable en el sujeto
que alberga la presunción de conocer): lo que estamos poniendo de relieve no hace sino confirmar que –
de hecho– el "autor" nunca comprendió tal diferencia y se mantuvo hasta el fin (si éste debe considerarse
su "testamento"...) un occidental de mentalidad.

56
Con esta expresión el "autor" se refiere al título de una novela de aventuras del norteamericano J.
Fenimore Cooper, cuya mención en este contexto, para nosotros, no deja de constituir otra marca,
bastante infausta, de su nivel de apreciación de las cosas que está tratando, por lo menos en el
"momento" en que decidió redactar el "Documento".
1*
Reyor era redactor jefe y no director de la revista. Nota del Traductor.

57
Véase, para ello, nuestro artículo, "Nuove tecniche di attacco all'opera di René Guénon", parte I, nº 70
de esta "Rivista".

Al parecer nadie ha advertido los siguientes tres breves párrafos, cargados de progresivas amenazas, que
se encuentran en las págs. 11-12 del "Avant-propos" de La Vie simple de René Guénon, escrito por P.
Chacornac con la colaboración del "autor":

"En nuestro trabajo hay también lagunas voluntarias, y se admitirá que no puede ser de otro modo cuando
se escriba en una época tan cercana a la de los acontecimientos referidos: no podíamos poner en juego
terceras personas sin su autorización y hasta hay casos en que ni siquiera podíamos pensar en pedírsela
[?] .

Sobre todo con relación al período [de la vida de Guénon] que va desde el comienzo del año 1929 hasta
1950, habríamos podido decir mucho más de cuanto hemos dicho, en particular en lo que concierne a las
esperanzas y desilusiones padecidas por Guénon respecto a ciertas prosecuciones de su obra.

No hubiera sido agradable para todos, e indudablemente Guénon no lo habría deseado. Aun en el plano
de los hechos, hay silencios de los cuales no nos apartaremos, salvo que manifestaciones inoportunas
nos obliguen a hacer lo contrario" [la cursiva es nuestra]. Tenemos fundados motivos para pensar saber a
que se refería el "autor" con estas "manifestaciones" y para reputar que el "Documento confidencial
inédito" haya sido su respuesta al efectivo acontecer de las mismas...

Dejamos que sea el lector quien elija el calificativo atribuible a la actitud que manifiestan los tres párrafos
citados. De todos modos, ante la índole de "revelaciones" históricas del tipo de las presentadas por el
dossier que viene hoy expuesto erga omnes (Devie tal vez se acerca a la verdad cuando expone la
opinión de quien piensa que el "autor" haya alguna vez confundido su papel con el de una "pipelette") nos

43
"[…] el 'hombre moderno' realmente no es apto para recibir una iniciación o por lo menos para
alcanzar la iniciación efectiva; pero debemos agregar que de todos modos existen excepciones,
y esto porque –a pesar de todo– todavía hay, incluso en Occidente, hombres que, en razón de
su 'constitución interior', no son hombres modernos, que son capaces de comprender lo que es
esencialmente la tradición, y que no aceptan considerar el error profano como un 'hecho
consumado'; es exclusivamente a estos últimos que hemos siempre entendido dirigirnos" (de
un manuscrito de René Guénon reproducido en La vie simple de René Guénon, pág. 47); y
quien lee este fragmento, y está en condiciones de comprender su verdadero significado, tiene
fundados motivos para prestar fe a tal ser. Pero alguien que no esté en estas condiciones (o,
para ser más claros, que no esté en condiciones de escribir tales libros habiéndolos concebido
autónomamente), ¿cómo puede emitir –tal como hace el "autor" en estas páginas– un juicio
sobre los modos correctos de poner en práctica semejante "mensaje" y sobre los hombres
aptos para recibirlo?58

parece sobre todo fuera de lugar que se pueda hablar de una "carrera iniciática" de su redactor.

58
No es al fin difícil comprender, a través de las palabras del "Documento" en el punto [2], cómo los
"errores [de R. Guénon] concernientes a los hombres cuyas actividades ha fomentado y 'cubierto'" se
encuentran también, desde un punto de vista ligeramente diferente de aquél a través del cual hemos
considerado el mismo punto en la nota 8, esencialmente impregnados, en la mente del "autor", por un
único ingrediente: el de no haber coincidido aquéllos con su propio parecer por lo que en la obra de
Guénon "concierne al estado actual del Cristianismo" y haber en consecuencia adoptado, para sí mismos,
como vehículo de realización "práctica" del contenido doctrinal de tal obra, una forma tradicional diferente
de aquélla.

Sea lo que fuere de los errores de perspectiva "teóricos", de las humanas debilidades no controladas y del
rumbo inadecuado dado a los propios esfuerzos por algunos de ellos, defectos que los han llevado a
malograr más o menos totalmente sus emprendimientos, si se los confronta con los objetivos presentados
por la obra de René Guénon, ésta no es la ocasión para juzgarlos a propósito (por otra parte esta "Rivista"
no ha dejado de tratar estos argumentos a su debido tiempo).

Hablando de ellos de manera absoluta, por decirlo así, de todos modos queda siempre el hecho positivo –
y esto es lo que según nosotros les ha ganado la ayuda inicial de Guénon, censurada por el "autor"– de
que, atraídos por "constitución interior" por la meta informal propuesta por René Guénon en sus escritos,
han tenido la fuerza interior y el coraje de superar al menos las barreras constituidas por el atavismo
"étnico" y los prejuicios ambientales; cosa que el redactor del "Documento confidencial inédito" en realidad
no logró nunca completamente, ni para la Masonería ni para el Islam.

De este último hecho el propio "Documento" proporciona a nuestro entender pruebas evidentes (el mismo
puede ser leído no tanto como un "testamento", como algunos han afirmado, sino más bien como una
tentativa de "defensa" destinada a las autoridades exotéricas occidentales, cuando no incluso como un
"parte informativo" para estas últimas), y en todo caso, prueba aún más evidente es que hayan "pescado"
del mismo, como ya dijimos, todos aquellos que, por un motivo u otro, "personificaban" (y todavía
personifican) aquellas barreras, si podemos expresarnos de este modo.

Queda por considerar lo que en el "Documento" se ha dicho del caso del último de estos seres, o por lo
menos del último nombrado por el "autor", el cual es también el único que se ha encontrado en la
situación descripta en el punto [2] (o sea en la situación "[...] de haber disfrutado [...], hasta la muerte de
Guénon, de la confianza de este último") de modo que nos parece axiomático que las palabras del "autor"
están principalmente dirigidas en su contra.

Como quizá sepan los que leen nuestros trabajos y como ya hemos recordado en la primera parte de este
artículo, si hay algo que nos repugna sobremanera (y esta actitud la hemos asimilado tomándola entre
muchas otras cosas de René Guénon) es hacer intervenir en el ámbito de los intereses de los cuales se
ocupa esta publicación las cuestiones que afectan demasiado de cerca a las personas; no podemos
empero en este caso específico, inducidos por las afirmaciones de esta especie contenidas en el
"Documento", abstenernos de faltar –al menos una pizca– al hábito de reserva consecuente. Por ello
diremos –y lo afirmamos con certeza, habida cuenta de nuestras propias experiencias y de atestaciones
directas e irrefutables– que:

a. Los pocos hechos expuestos en el "Documento", y referentes al ser del cual se recuerda en
tercer lugar el iter tradicional visible "desde afuera", están descaradamente distorsionados por una

44
Ésta es, como ya lo hemos señalado, la "aporía" que subyace tras la actitud y el subsiguiente
modo de pensar de resultas de la lectura de la obra de R. Guénon, de quien ha escrito las
cincuenta páginas del "Dossier confidentiel inédit" que nos ha ocupado; por lo cual –con total
serenidad– nos sentimos justificados al manifestar, sobre tal "Documento", la valoración
plenamente negativa expresada más arriba, valoración que compromete toda la actividad
"tradicionalística" (o mejor pseudo-tradicional) de la persona que lo escribió, cuando ya no se
vio más sustentado y guiado en su tarea por una verdadera autoridad espiritual.

El "autor", no comprendiendo, como se evidencia del mismo "Documento", el valor más


profundo de los escritos de René Guénon, con quien sin embargo había colaborado a cierto
nivel por más de veinte años, a partir del momento en que se libró de su control (y en su caso,
tal cosa no pudo sino coincidir de manera definitiva con la muerte de este último), perdió toda
confiabilidad desde un punto de vista realmente tradicional, y –si ello fuere necesario– este
hecho nos justifica también si reproducimos aquí el juicio discretamente limitativo de su
actividad en general formulado por el propio René Guénon (pero con una elegancia y una
benevolencia que brillan por su ausencia en el escrito del "autor") ya en una carta privada de
194659: "No sé que pudo hacerle pensar que M. Clavelle sea mi representante en París; él es
simplemente uno de aquéllos que me hacen el favor de ocuparse de las cosas que, a causa de
la lejanía en que me encuentro, no puedo hacer por mí mismo; por lo que a él respecta, se
ocupa más particularmente de lo que concierne a los "Études Traditionnelles", así como otros
se ocupan de las cuestiones que se refieren a la edición de mis libros, etc.: a todos les debo mi
reconocimiento por la ayuda que de esa manera me dan, pero en realidad ninguno de ellos es,
hablando con propiedad, mi representante" [la cursiva es nuestra].

intención mistificante y limitativa, y en muchos casos también deliberadamente falseados (sólo a


título de ejemplo diremos que de hecho el "autor" estaba perfectamente enterado de que la
indicación de la autoridad esotérica norafricana, de la que se hace mención en el "Documento",
provenía del mismo René Guénon y no "de un europeo musulmán establecido en Marruecos");

b. es del todo maliciosamente falso el condicional dubitativo que viene usado para indicar una
función "menor" atribuida a este ser por la autoridad tradicional mencionada;

c. el "autor" omite (y pour cause, si se tiene en cuenta su especial mentalidad y situación) hablar de
una bien superior y autónoma función tradicional reconocida luego a este ser por tal autoridad
esotérica (lo que, dicho sea de paso, no halla correspondencia en las vicisitudes referentes a los
dos personajes de los cuales ha trazado previamente a grandes rasgos su "carrera intelectual"). La
elevación espiritual y funcional de la figura que reconoció al ser en cuestión la función de que se
trata vuelve además nulas todas las tentativas de baja denigración "personal" que el "autor" ha
diseminado en el propio texto a propósito de este último, tentativas que tienen para nosotros un
claro significado de individual, mezquina y sobre todo injustificada revancha.

En cuanto a pintar, como se hace en la ocasión, un Guénon "sensible" a lo que viene presentado
como una mera adulación hacia él por parte de este ser, consideración absurdamente fuera de
lugar en esta delicadísima materia, y sobre el hecho que R. Guénon al final habría "aprendido que
no conviene poner todos los huevos en la misma canasta", orientando sus corresponsales hacia la
persona de la cual es cuestión, dejamos que juzguen tales afirmaciones quienes poseen aunque
más no sea una mínima conciencia de la seriedad y de la prudencia con que se deben tratar estas
cosas en el campo tradicional. Sin ir más lejos, la ligereza y la sorprendente torpeza con las que el
"autor" maneja aquí verbalmente tales cosas, acaba por trazar un perfil de este último cuya
mezquindad –in fine– no termina de asombrarnos, arrojando al mismo tiempo una luz reveladora
sobre la mentalidad de todos aquellos que a lo largo del tiempo han prestado fe, para bien y para
mal, al contenido de este "Documento" (Podemos agregar que algún otro aspecto de toda esta
cuestión ha sido tratado más o menos ampliamente en el artículo de B. Rovere "Una parodia
dell'aiuto dell'Oriente" "R.S.T.", nº 65, y en nuestro artículo "Nuove tecniche di attacco all'opera di
René Guénon" (I) "R.S.T.", nº 70, del cual el presente estudio resulta en cierto modo una
continuación).

59
Lo que sigue es la cita de un párrafo de la carta privada de René Guénon (26 septiembre 1946)
reproducida en René Guénon, colección de textos publicados en su memoria en ocasión del centenario de
su nacimiento (Les Dossiers H, L´Âge d´Homme, 1984).

45
Con mayor razón nos sentimos inclinados a referir estas palabras, puesto que gran parte del
valor disolutivo del documento que estamos terminando de comentar, proviene puntualmente
del hecho de haber permanecido su "autor", a criterio de los lectores, "al lado" de René Guénon
por tanto tiempo. Por medio de estas palabras, además, se advierte que René Guénon no fue,
ni siquiera en lo que hace a los hombres, ese "ingenuo" que el "autor" subrepticiamente se
complace en hacer creer que fuese; así como también se desprende que, cuando se trata de
cosas serias (y las que hemos tratado se cuentan entre las más serias que haya, a despecho
del tono frívolo que se les ha dado en este "memorial")60, "el que a hierro mata a hierro
muere"61.

En cuanto al punto [3], al fin y al cabo valen las mismas observaciones generales motivadas por
el punto [2]; los lectores de buena fe podrían hacer por sí solos la adaptación sin mayor
dificultad. No obstante, si se quisiera abundar en mayores detalles también sobre este punto,
podría llamarse la atención sobre la sensación tanto de superficialidad como de suficiencia,
lindantes con lo grotesco, que rezuman las afirmaciones de la conclusión final escrita por
alguien que, como el "autor" –quien, en cuanto a la intelectualidad le debía todo a Guénon– de
las cosas de que habla no estaba en condiciones de saber nada sino por erudición libresca y
por consiguiente debería haberse atenido estrictamente a lo sugerido o directamente expuesto
por este último.

En realidad, también desde este punto de vista se debe al contrario notar cómo el "autor" no ha
dudado, en su "Documento", en expresarse repetidamente de manera discordante con lo
afirmado por Guénon a lo largo de toda su obra (el caso representado por el estado actual del
Cristianismo –como ya ha sido observado por nosotros– es un claro ejemplo). No sabemos
cuáles son los ambientes o las personas a los que el "autor" entiende aludir en particular con
sus palabras, pero observamos que aunque fuera cierto que los mismos mantuvieran o
hubiesen mantenido la actitud descripta en el punto [3] del "Documento", obviamente la
responsabilidad de ello no sería atribuible a René Guénon. Lo que no admite duda para
nosotros es que los síntomas de la permanencia "vital" de cualquier tradición, en particular en
su aspecto esotérico, no deben buscarse, como solía hacerlo el "autor" (que de este modo no
hacía más que fomentar sus propias ilusiones), ¡en la... publicación de ciertos textos, o en su
mayor o menor difusión!

Recientemente hemos tenido ocasión de leer un párrafo de la pequeña obra "La Cavalleria
Spirituale" (Kitâb-ul-Futuwwah) de Abû´ Abd-er-Rahmân Sulamî, cuyo contenido nos parece
adecuado para concluir nuestro escrito de manera definitivamente explicativa, porque resume
en forma por decirlo así "simbólica" las conclusiones que ya hemos sacado en claro:

"Es norma de la caballería [espiritual] –se dice en el parágrafo 14 del cap. II de este libro–
aceptar las palabras de los sabios, y cuando no se las comprenda, disfrutar de su bendición
hasta que se llegue a comprenderlas. Junaid, que Allâh sea misericordioso con él, ha dicho:
Disfruté de la compañía de Maestros espirituales (shuyûkh) por más de diez años, y los he
escuchado hablar de su ciencia sin comprender nada de lo que decían, pero sin por ello
desaprobarlos. Y me fue muy útil, en cada una de las reuniones en las que participaba,
escuchar lo que decían convencido de que fuese cierto, sin que lo que no lograba entender me
60
Esta es otra de las características negativas que marcan el "Documento" y no de las menos
reveladoras...

61
Como se habrá comprendido por este mismo estudio, siempre hemos sostenido desde estas páginas
que el hecho de apelarse a la correspondencia privada con René Guénon, salvo en casos –como éste–
que tengan pertinencia con la necesidad de corregir evidentes despropósitos atinentes a la interpretación
de su obra, ya sea personales o ideológicos, demuestra solamente la existencia de razones ligadas, en
quien lo hace, a intereses individuales, singulares o colectivos; lo mismo se puede decir también de esas
"revelaciones", cuyo móvil, como hemos visto, puede ser especificado en motivaciones de ambos tipos.
Por más que nos haya sido poco grato internarnos en una labor de este género, hemos todavía encarado
con toda tranquilidad la tarea de rectificar aquí también los vicios intelectuales y de otro tipo que
caracterizan este "Documento", conscientes sobre todo de los daños que podían provocar muchas de las
pseudo verdades o de las manifiestas falsedades allí contenidas, en lectores que sólo ahora se dispongan
a iniciar un estudio más atento y diligente de la obra de René Guénon.

46
moviera a desaprobarlos [la cursiva es nuestra]. Transcurrió así este período, hasta que me fue
dado ver los frutos de tal actitud, puesto que vinieron a mi casa a consultarme para conocer mi
dictamen: 'Ha sido planteada tal cuestión, quisiéramos que tu también la escuches para
expresar tu parecer al respecto ...' o algo parecido"62.

De este relato, que hasta cierto punto se adapta perfectamente al caso del "autor" de que ha
sido aquí cuestión, se puede deducir, interpretándolo correctamente y adaptándolo al tema que
nos ha tocado desarrollar, que hasta que dicho "autor" escuchó el "discurso" de René Guénon,
sin comprenderlo en toda su profundidad, pero sin tampoco desaprobarlo abiertamente en los
aspectos que no comprendía, su actitud se mantuvo relativamente compatible con la obra de
este Autor; pero cuando, persistiendo en su incomprehensión, comenzó a expresar su propio
parecer sobre ello –sin que ninguno de los que lo habían comprendido se lo requiriese, o peor
aún, instado por la influencia de ambientes que no tenían ningún interés en que los escritos de
René Guénon fueran comprendidos en su justo sentido– el producto resultante no podía ser
sino el que surge del "Documento" que acabamos de comentar.

En pocas palabras ésta es, a nuestro modo de ver, la historia lamentable de quien a lo largo de
nuestro estudio hemos llamado el "autor", historia de un ser al cual, dentro de los límites en que
se mantuvo fiel a René Guénon y a su obra, nosotros mismos hemos debido mucho, y sobre
cuyo destino personal nos abstenemos cuidadosamente, como corresponde, de juzgar. Como
expresa la sabiduría árabe: Allâhu a`lamu.

Publicado en Rivista di Studi Tradizionali, números 85, 86, 87, 88 y 89, julio-
diciembre de 1997, enero-junio 1998, julio-diciembre de 1998, enero-junio
de 1999 y julio-diciembre de 1999. Recopilado en Pietro Nutrizio e altri,
René Guénon e l´Occidente, Luni, Milán, 1999.

62
Cfr. La Cavalleria Spirituale (Kitâb-ul-Futuwwah) de Abû`Abd-er-Rahmân Sulamî, Editorial Luni, Milán,
1998.

47

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