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HISTORIA DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA Y LATINOAMERICANA

CLASE TEÓRICA: DESARROLLISMO Y EDUCACIÓN

Índice

LA “REVOLUCIÓN LIBERTADORA” Y LA DESPERONIZACIÓN DE LA


SOCIEDAD ......................................................................................................................2
EL DESARROLLISMO ....................................................................................................5
LOS GOBIERNOS DESARROLLISTAS ........................................................................6
El planeamiento estatal ......................................................................................................7
La educación técnico – profesional ...................................................................................7
Las universidades ..............................................................................................................8
ALGUNAS CONCLUSIONES .........................................................................................9
BIBLIOGRAFÍA PARA LA CLASE: ............................................................................10

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HISTORIA DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA Y LATINOAMERICANA

LA “REVOLUCIÓN LIBERTADORA” Y LA DESPERONIZACIÓN DE LA


SOCIEDAD

Desde la reelección de Perón en 1952 se sucedieron intentos de desestabilización llevados a


cabo por distintos actores sociales y políticos. Las bases de sustentación de Perón en el
momento de su ascenso político, hacia 1946, componían un conjunto heterogéneo con
intereses diferenciados. Los sindicatos, la oficialidad joven de las fuerzas armadas
(particularmente del ejército) y la iglesia, acompañaron el proyecto peronista en sus inicios. Sin
embargo, a lo largo de su primera presidencia se hizo evidente que los intereses de estos tres
actores políticos eran diferentes y en ocasiones contrapuestos. Esta contraposición de
intereses derivó en medidas de gobierno que debían beneficiar a unos contra los intereses de
otros. Asimismo, durante el período que media entre la nueva constitución nacional de 1949 y
la reelección presidencial de 1952, se consolida el peronismo como partido y como cuerpo
doctrinario, lo que lo convierte en un nuevo actor político y no ya solamente en un mediador
entre fuerzas en disputa.
Como fue analizado en las clases anteriores, la Iglesia Católica derivó en posiciones de
confrontación con el peronismo, a raíz de su política de ocupación del espacio simbólico. La
producción y circulación de símbolos y rituales asociados al peronismo supuso, en algunos
casos, el desplazamiento del predominio de símbolos y rituales religiosos de ámbitos sensibles.
Uno de esos ámbitos fue el sistema educativo.
A esa confrontación se sumaron otras, particularmente, sublevaciones militares lideradas por
otros sectores de las fuerzas armadas, fundamentalmente la Marina, con el apoyo de sectores
de las fuerzas que se sintieron postergados de distintos espacios de gobierno por el
crecimiento de la hegemonía sindical.
Por otra parte, durante los años 1953 y 1954 la Argentina experimentó las consecuencias de
una crisis económica, producto de los reacomodamientos de los circuitos productivos y
comerciales tras la segunda guerra mundial. La reconstrucción de la industria europea puso
freno al acelerado proceso de industrialización que se había propuesto el peronismo,
provocando ciclos de desinversión que obligaron al Estado argentino a aceptar la introducción
de grandes capitales extranjeros para sostener el crecimiento industrial. Sin embargo, estos
aspectos de la política económica fueron acompañados por un incremento de la inflación y un
deterioro del salario real. Las tensiones entre el papel político y el papel gremial de los
sindicatos hizo eclosión, y debilitó las bases del gobierno peronista.
Estos factores, entre otros, implicaron un debilitamiento del gobierno peronista que, sin
embargo, pudo resistir varios intentos de desestabilización y golpe de estado, hasta 1955. En
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septiembre de ese año se produjo un levantamiento militar, conducido por la Marina, y con el
acompañamiento de la Fuerza Aérea y sectores del ejército, que fue resistido por fuerzas
militares y civiles sin éxito. Perón debió refugiarse en Paraguay permaneció en el exilio hasta
1973, siendo víctima, junto con los sectores sociales que lo apoyaban, de una política continua
de proscripción.
Tras el derrocamiento de Perón en 1955, una de las preocupaciones más importantes del
frente militar (autodenominado “Revolución Libertadora”) fue la desactivación del potencial
simbólico del peronismo. Los decretos de prohibición del peronismo y sus símbolos son muy
ilustrativos de la intención de borrar las huellas simbólicas que el peronismo había instalado en
las instituciones, la vida cotidiana y los sujetos.

DECRETO-LEY 4161/56

Visto:

el Decreto 3855/55 por el cual se disuelve el Partido Peronista en sus dos ramas [el Partido Peronista
Masculino y el Partido Peronista Femenino], en virtud de su desempeño y su vocación liberticida, y

Considerando:

Que en su existencia política el Partido Peronista, actuando como instrumento del régimen depuesto, se
valió de una intensa propaganda destinada a engañar la conciencia ciudadana, para lo cual creó
imágenes, símbolos, signos y expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas.

Que dichos objetos, que tuvieron por fin la difusión de una doctrina y una posición política que ofende el
sentimiento democrático del pueblo argentino, constituyen para éste una afrenta que es imprescindible
borrar, porque recuerdan una época de escarnio y de dolor para la población del país y su utilización es
motivo de perturbación de la paz interna de la nación y una rémora para la consolidación de la armonía
entre los argentinos.

Que en el campo internacional también afecta el prestigio de nuestro país, porque esas doctrinas y
denominaciones simbólicas adoptadas por el régimen depuesto, tuvieron el triste mérito de convertirse
en sinónimo de las doctrinas y denominaciones similares utilizadas por grandes dictaduras de este siglo,
que el régimen depuesto consiguió parangonar.

Que tales fundamentos hacen indispensable la radical supresión de esos instrumentos o de otros
análogos, y esas mismas razones imponen también la prohibición de su uso al ámbito de las marcas y
denominaciones comerciales, donde también fueron registradas con fines publicitarios, y donde su
conservación no se justifica, atento al amplio campo que la fantasía brinda para la elección de insignias
mercantiles.

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Por ello,

el presidente provisional de la Nación Argentina [por entonces el general Pedro Eugenio Aramburu], en
ejercicio del Poder Legislativo, decreta con fuerza de ley:

Art. 1º Queda prohibida en todo el territorio de la nación:

a) La utilización, con fines de afirmación ideológica peronista, efectuada públicamente, o la propaganda


peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados o grupos de individuos, asociaciones,
sindicatos, partidos políticos, sociedades, personas jurídicas públicas o privadas de las imágenes,
símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, que pretendan tal
carácter, o pudieran ser tenidas por alguien como tales, pertenecientes o empleados por los individuos
representativos u organismos del peronismo. Se considerará especialmente violatoria de esta disposición
la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo
y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones
peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posición, la abreviatura P, las fechas exaltadas
por el régimen depuesto, las composiciones musicales Marcha de los muchachos peronistas y Evita
capitana, o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente depuesto o su esposa, o fragmentos
de los mismos.

b) La utilización, por las personas y con los fines establecidos en el inciso anterior, de las imágenes,
símbolos, signos, expresiones significativas, doctrina, artículos y obras artísticas que pretendan tal
carácter, o pudieran ser tenidas por alguien como tales, creados o por crearse, que de alguna manera
cupieran ser referidos a los individuos representativos, organismos o ideología del peronismo.

c) La reproducción por las personas y con los fines establecidos en el inciso a), mediante cualquier
procedimiento, de las imágenes, símbolos y demás objetos señalados en los dos incisos anteriores.

Art. 2º Las disposiciones del presente decreto-ley se declaran de orden público, y en consecuencia no
podrá alegrarse contra ellas la existencia de derechos adquiridos. Caducan las marcas de industria,
comercio y agricultura, y las denominaciones comerciales o anexas, que consistan en las imágenes,
símbolos y demás objetos señalados en los incisos a) y b) del Artículo 1º. Los Ministerios respectivos
dispondrán las medidas conducentes a la cancelación de tales registros.

Art. 3º El que infrinja el presente decreto-ley será penado:

a) Con prisión de treinta días a seis años, y multa de m$n 500,- a m$n 1.000.000,-

b) Además, con inhabilitación absoluta por doble tiempo del de la condena para desempeñarse como
funcionario público o dirigente político o gremial;

c) Además, con clausura por quince días, y en caso de reincidencia, con clausura definitiva, cuando se
trate de empresas comerciales. Cuando la infracción sea imputable a una persona colectiva, la condena
podrá llevar como pena accesoria la disolución.
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Art. 4º Las sanciones del presente decreto-ley serán refrendadas por el Excelentísimo señor
Vicepresidente Provisional de la Nación [el almirante Isaac Rojas] y por todos los señores ministros
secretarios de Estado en acuerdo general.

Art. 5º Comuníquese, dése a la Dirección General del Registro Nacional, y archívese.

ARAMBURU-Rojas-Busso – Podestá Costa – Landaburu – Migone – Dell´Oro Maini – Martínez – Ygartúa


– Mendiondo – Bonnet – Blanco – Mercier – Alsogaray – Llamazares – Alizón García – Ossorio Arana –
Hartung – Krause

Este decreto expresó el acuerdo fundamental de la Revolución Libertadora: borrar las huellas
de la experiencia peronista. Las instituciones estatales fueron particularmente controladas, así
como los sindicatos y los partidos políticos. Si bien el golpe de estado contó con una gran
cantidad de apoyos civiles (fundamentalmente de los partidos políticos de la oposición), el
gobierno militar se planteó como misión completar el proceso de desperonización antes de
entregar el gobierno a los civiles.
La Revolución Libertadora se erigía en defensora de la libertad y caracterizaba el gobierno de
Juan Domingo Perón como una dictadura. Uno de los aspectos del régimen político que
experimentaría un cambio fuerte en torno de este acontecimiento era la relación entre la
sociedad de masas y las instituciones políticas. Perón había instalado un modelo de
representación política fundado en una relación directa y en cierto modo plebiscitaria entre los
sectores sociales que lo apoyaban y el ejercicio de su liderazgo. De esa manera, las vías
institucionales de mediación de la representación habían caído en desuso. Los partidos
políticos, el parlamento y otras instancias de canalización de la participación política tenían un
papel accesorio de las escenas de las grandes movilizaciones en las que el líder dialogaba con
su pueblo.
Una de las consecuencias de la Revolución Libertadora fue poner en el centro la crisis
institucional que seguiría al desplazamiento del líder. La caída de Perón no significó la
rehabilitación con plenos poderes de un sistema institucional de partidos políticos y
parlamento fuerte (de hecho, antes del ascenso de Perón este sistema era solo formal y su
ejercicio había quedado en suspenso, nuevamente, con la Revolución Nacional de 1943).

“Una de estas controversias se definió en torno al rol del gobierno con respecto a la erradicación
del peronismo. Las diferentes posiciones en ese sentido comprendieron un espectro que iba
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desde el “integracionismo” – el cual postulaba una gradual reabsorción del peronismo a la vida
política, aunque sin desconocer la necesidad de una purga de sus aspectos más “dañinos”, como
el mismo Perón – hasta el “gorilismo”, con su nunca abandonado propósito de “extirpar
completamente el cáncer peronista” de la sociedad argentina.” 1

En términos educativos, los cambios de denominación, los cambios curriculares y la


eliminación de la simbología peronista del ámbito educativo fueron sus principales medidas.
No puede decirse que el período 1955 – 1957 haya tenido consecuencias directas en términos
del flujo de matrícula. La ampliación del acceso a la educación primaria que impulsó el
peronismo se mantuvo durante el período posterior, fundamentalmente porque estaba
sostenida por un cambio demográfico más amplio.
Tampoco en términos de la vida cotidiana de las escuelas, más allá de la suspensión de la
circulación de símbolos asociados al peronismo. Lo fundamental en este plano fue el
desanclaje de una simbología fuertemente arraigada, mediante el conflicto, que fue
reivindicada por distintos sectores del sistema educativo, particularmente por un sector de los
docentes y gran parte de las universidades nacionales. A partir de 1955, pero
fundamentalmente a partir de 1957, las universidades nacionales encuentran su etapa de
“florecimiento” puesto que superan el período de confrontación e intervención que
caracterizó al gobierno peronista. Debe recordarse que las universidades nacionales estuvieron
desde el inicio de las presidencias de Perón, identificadas con las fuerzas políticas de oposición.
La respuesta del peronismo a esta oposición fue la intervención de las universidades. Dicha
intervención significó en algunos casos, un freno a procesos de crecimiento académico, de
actualización científica, disciplinar y tecnológica de las universidades, que se mantuvieron al
margen de otros procesos de modernización del Estado.
A partir de 1957 se restablecen condiciones propias de la tradición reformista (como el
gobierno democrático de las universidades, la representación de los distintos claustros, la
libertad de cátedra, entre otros), lo que junto con procesos propios de crecimiento y
complejización de los campos disciplinares dio lugar a una expansión de la actividad de las
universidades que será desarrollada más adelante.
En este período, también, se produce una relativa disolución de las bases de acuerdo de los
sectores que se opusieron al peronismo. Estas divisiones eclosionaron en distintos planos. En
relación con la educación, el debate “laica o libre” puede ser considerado un síntoma de esa
apertura. Durante los últimos años del peronismo, la iglesia católica había contado con un
amplio arco de apoyos de todos los sectores opositores. Tras la caída de Perón, en cambio,
distintos sectores identificados con un liberalismo laico intentan extender las regulaciones
sobre la educación privada y la enseñanza religiosa, lo que desata un movimiento defensivo de

1 CAVAROZZI, Marcelo (1992) Autoritarismo y Democracia (1955 – 1983). Ariel (pág. 18)
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la Iglesia y se manifiesta en la escena pública con movilizaciones y protestas contra los intentos
de regulación de la libertad de enseñanza.
En ese sentido, el debate laica o libre es a la vez un debate sobre cómo se interpreta la libertad
de enseñanza y un debate que sienta las bases para la expansión de la educación privada
(fundamentalmente, aunque no solamente, confesional).

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EL DESARROLLISMO

El desarrollismo puede ser entendido como un complejo movimiento de teorías, posiciones


políticas y orientaciones de la acción estatal. En el contexto de la Guerra Fría, se crea una serie
de organismos internacionales que buscan garantizar el predominio de los países capitalistas
occidentales sobre el bloque soviético.
Estos organismos promueven determinados modos de ver la división internacional del trabajo
y el equilibrio político mundial. Una de las ideas que con mayor fuerza se difunden a través de
estas iniciativas internacionales es la necesidad de que los países pobres aprendan de la
experiencia histórica de los países más ricos. Incluso, el proceso histórico de reconstrucción de
las potencias que resultaron derrotadas tras la segunda guerra mundial es presentado como
un caso exitoso a ser imitado por los países más pobres.
Este desbalance ente países ricos y pobres es traducido a grados de desarrollo. Así, desde
distintas teorías y estudios se sostiene la imagen de que existen países “desarrollados” (ricos,
industriales, más equitativos, al menos en teoría), países “subdesarrollados” (pobres, rurales,
más desiguales) y países “en vías de desarrollo” (en un estadio intermedio entre ambos
extremos). Este esquema conceptual suponía que existía una única vía eficaz para el
crecimiento, que tenía que ver con los pasos y etapas experimentadas por los países más ricos.
Sus características debían ser imitadas como “condiciones” para el desarrollo.
Estas condiciones, además, estaban fuertemente orientadas hacia el crecimiento económico,
con independencia de las características del régimen político. En un extremo, estas
formulaciones teóricas suponían que mientras estuvieran garantizadas las condiciones para el
desarrollo económico era secundario si el régimen político era una democracia o un régimen
autoritario. Lo importante era el crecimiento económico de un país para garantizar su
desarrollo.
Esto hizo que el desarrollismo pudiera ser adoptado como doctrina tanto por gobiernos
democráticos, como por los gobiernos militares de facto.

“A partir de 1956 fueron emergiendo gradualmente tres posiciones divergentes en el campo del
antiperonismo: la del populismo reformista, la desarrollista y la liberal. La primera no cuestionó
las premisas básicas del modelo impulsado durante la década peronista. Por el contrario alentó
la posibilidad – y conveniencia – de promover simultáneamente los intereses de la clase obrera y
la burguesía urbana, y propuso una política nacionalista moderada, que impidiera, o al menos
limitara, la presencia del capital extranjero en sectores tales como energía, comunicaciones, y la
producción de bienes de capital. Esta posición combinaba elementos reformistas y populistas y,
en realidad, sólo formuló dos críticas importantes a las políticas económicas del gobierno
peronista. Por una parte, el populismo reformista sostuvo que las políticas de Perón habían
desalentado la producción agropecuaria, acusación que quedaba corroborada por el
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estancamiento de la producción en esa área a lo largo del gobierno peronista. Por otra parte,
esta posición argumentó que se había fracasado en la promoción de la industria pesada y el
desarrollo de la infraestructura económica, y que el Estado había expandido
desproporcionadamente sus gastos corrientes, retrasando la inversión en obras públicas. (…)
Los desarrollistas, en cambio, sostuvieron que el estancamiento económico de la Argentina se
debía principalmente a un retardo en el crecimiento de las industrias de base. Tal debilidad,
según esta postura, sólo podía superarse mediante un proceso de “profundización” que
abarcara la expansión de los sectores productores de bienes de capital e intermedios, y de la
infraestructura económica. Asimismo, la posición desarrollista postuló que el modelo de
conciliación de clases del período 1945 – 1955 tenía, al menos en el corto plazo, una
contradicción ineludible. La misma sólo podía ser resuelta disminuyendo el salario real de los
trabajadores para aumentar la renta de los industriales; tal aumento era, a su vez, considerado
un requisito indispensable para una elevación significativa del nivel de inversión. Finalmente, los
desarrollistas abogaron por un cambio sustancial en las políticas relacionadas con el capital
extranjero, aplicadas en el país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El desarrollismo
sostuvo que, dado que los recursos locales de capital eran insuficientes para lograr la deseada
“profundización”, se requería una incorporación masiva de capital extranjero a la economía. El
desarrollismo recién se terminó de articular en 1958, cuando Frondizi cambió de curso y tiró por
la borda el programa “nacional y popular” que había contribuido significativamente a generar
los apoyos sociales que le permitieron alcanzar la victoria en las elecciones de ese año. (…)
Comparativamente, la última de las posiciones, la liberal, fue mucho más lejos en la crítica del
proceso de industrialización iniciado en la década de 1930 y de las prácticas sociales y políticas
asociadas al mismo. Los liberales no sólo criticaron el modelo de conciliación de clases;
cuestionaron también la premisa según la cual el desarrollo industrial debía constituir el núcleo
dinámico de una economía cerrada.” 2

La suerte del desarrollismo como política económica estuvo subordinada a otro factor de
organización política del período, que fue la proscripción del peronismo. Como cada posición
(liberal o desarrollista) afectaba de manera diferente el balance del poder entre los distintos
sectores sociales, también las decisiones de política económica estaban relacionadas con los
cálculos respecto del modo en que serían afectadas las bases de sustentación política del
peronismo proscripto y su manifestación concreta en los sindicatos.

2 CAVAROZZI, Marcelo (1992) Autoritarismo y Democracia (1955 – 1983). Ariel (pags. 18 y 19)
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LOS GOBIERNOS DESARROLLISTAS

FECHA ACONTECIMIENTO
21 de septiembre de 1955 Golpe de Estado y derrocamiento de Juan Domingo Perón
23 de septiembre de 1955 Asume la presidencia el General Eduardo Lonardi
13 de noviembre de 1955 Renuncia de Lonardi. Lo sucede en la presidencia el General
Pedro Eugenio Aramburu
1 de mayo de 1958 Asume la presidencia Arturo Frondizi
29 de marzo de 1962 Frondizi es derrocado por un golpe militar y sucedido por José
María Guido. Asumió también las funciones del poder
legislativo.
12 de octubre de 1963 Asume la presidencia, tras triunfar en las elecciones con un bajo
porcentaje de votos, Arturo Humberto Illia
28 de junio de 1966 Illia es derrocado por un golpe militar. Asume la presidencia el
General Juan Carlos Onganía
8 de junio de 1970 Onganía es desplazado por presiones del frente militar. Es
sucedido por Roberto Levignston

En términos políticos, el período caracterizado por los gobiernos de corte desarrollista estuvo
signado, en Argentina, por la proscripción del peronismo. El sistema político argentino sufrió
un debilitamiento muy importante a lo largo de este período porque se impidió la
participación en las elecciones a la fuerza política mayoritaria. Durante este tiempo, el
peronismo se expresó a través de otros canales institucionales y no institucionales. Cobraron
fuerza (y cierta autonomía) los sindicatos, que durante el período 1946 – 1955 habían sido una
de las bases de sustentación más importantes del gobierno de Perón. En esta etapa, proscripto
el peronismo como partido político, la presión del peronismo como actor social se produjo a
través de los sindicatos peronistas. Éstos participaron activamente de las pujas salariales en el
seno de políticas orientadas a maximizar el crecimiento económico.
El otro actor que recuperó espacio en el régimen político fueron las fuerzas armadas, que se
constituyó en un virtual “partido militar” con capacidad de veto sobre las orientaciones
políticas de los gobiernos. Si bien su acción fue, frecuentemente, decisiva para el régimen
político entre 1955 y 1983, no debe considerarse a las fuerzas armadas como un actor
monolítico. Con excepción de los primeros años de la dictadura de Onganía, las fuerzas
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armadas se condujeron más frecuentemente como un “frente” o una reunión de distintas


voluntades e intereses. Se trató de conducciones que expresaban el poder de comando de
tropa, a su vez reflejado en decisiones plebiscitarias. Sin embargo, la ocupación de distintos
espacios de la gestión estatal (de un Estado que había crecido durante el peronismo y seguía
creciendo a lo largo de las décadas de 1950 y 1960 a medida que incorporaba funciones de
planeamiento más complejas y especializadas) estuvo en muchos casos en manos de civiles.
Con la proscripción del peronismo, entonces, el período 1955 – 1973 puede verse como un
equilibrio precario entre el poder sindical y el poder militar, con breves interregnos
mediadores de partidos políticos tradicionales. Dentro de este balance, el poder militar
contaba con una capacidad de veto de la política que muchas veces lo llevó a ejercer
directamente el poder ejecutivo. Por su parte, los sindicatos experimentaron un proceso de
complejización de su vida interna en relación con varios factores: por una parte, comenzaron a
ejercer cada vez con mayor fuerza, su papel como actores políticos y no solamente gremiales;
en segundo lugar, la compleja relación entre sindicatos y peronismo se agudizó con la
proscripción del peronismo como partido y el exilio de Perón; en tercer lugar, el crecimiento
de un sector combativo dentro del sindicalismo argentino, sobre todo hacia fines de la década
de 1960, hizo más evidente algunas características históricas de la burocracia de los grandes
sindicatos.
Los regímenes militares del período 1955 – 1958 y 1962 – 1963 se caracterizaron por una
interrupción del orden democrático constitucional que era considerado como una excepción.
El ejercicio del poder político era una condición transitoria que debía restablecer las bases para
el retorno al sistema de partidos, y con la garantía de que el peronismo no retornaría a la vida
política. Esta es una diferencia importante respecto de los regímenes militares posteriores a
1966 (1966 – 1973 y 1976 – 1983), que se caracterizaron por intentos de institucionalizar de
manera permanente y estable un gobierno militar o de un partido militar.
Por su parte, los sindicatos identificados con el peronismo canalizaban la expresión organizada
de una fuerza política proscripta. Su capacidad fue más claramente la de obstaculizar los
proyectos del frente antiperonista, las iniciativas liberales y antipopulares, aunque por su
particular posición de resistencia le fue impracticable desarrollar iniciativas propositivas que
generasen alternativas de política pública.

En este panorama con nuevos actores en el régimen político que no son partidos políticos
tradicionales, y que expresan su complejidad interna en el espacio público, la política
económica desarrollista tuvo una aplicación dispar.
De acuerdo con los principios del desarrollismo, el Estado debía intervenir decididamente en la
economía, como un motor del desarrollo. En esto, el desarrollismo desafiaba el pensamiento
ortodoxo liberal que decía que el Estado debía intervenir lo menos posible en las relaciones
económicas.

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La intervención estatal debía concentrarse, además, en aquellos aspectos que eran


considerados clave para el desarrollo industrial. Entre ellos, las grandes obras de
infraestructura, la política energética y el crédito para la gran industria. En estos aspectos, el
desarrollismo parecía compartir algunas ideas expresadas en la etapa anterior por el
peronismo.
El desarrollismo, por otra parte, estaba de acuerdo con que la política económica facilitara la
inversión extranjera. Recuérdese que durante los últimos años del gobierno de Juan Domingo
Perón se flexibilizaron las condiciones para la inversión extranjera, como una expresión de la
crisis económica. En esta etapa, en cambio, la promoción de la inversión extranjera era vista
como una política de desarrollo económico, ya que se esperaba que el gran capital extranjero
fuera portador de avances tecnológicos y potenciara los procesos de modernización de las
fuerzas productivas y los procesos de producción. Para atraer estos capitales se exploraron
distintas alternativas. Todas facilitaron tanto la inversión como la extracción de ganancias que
podían ser remitidas a los países de origen.
Este esquema de política económica, que caracterizó los primeros meses del gobierno de
Frondizi (gobierno que fue identificado como el que más se ajustó a la doctrina desarrollista),
no fue sostenido a lo largo de todo el período. Los grandes capitales, cuya circulación se vio
facilitada, no solo ni principalmente fueron a parar a la inversión industrial, sino que
presionaron sobre el circuito financiero. En un esquema de crédito estatal accesible y gran
circulación de capitales, se generaron tendencias inflacionarias que facilitaron a los sectores
económicos ortodoxos presionar sobre una política económica más liberal. Así, durante el
propio gobierno de Frondizi se hizo evidente el péndulo en la política económica entre un
Estado más activo en materia económica, guiado por los principios desarrollistas, y un Estado
con menos intervención, guiado por los principios liberales.

El planeamiento estatal

A partir de 1957 el consenso de los países capitalistas promovió la creación de algunos


organismos internacionales de carácter consultivo. Su función era promover procesos de
desarrollo económico regional, acompasando el ritmo de las economías locales, y
enmarcándolas en determinadas orientaciones comunes. Esta preocupación escondía otra: se
suponía que el deterioro económico de algunas regiones del mundo estaba favoreciendo la
extensión del área de influencia de la URSS.
En América latina, la agencia más importante en esta línea fue la CEPAL (Comisión Económica
Para América Latina), fundada en 1948 por Naciones Unidas. La CEPAL fue la mayor promotora
de las teorías del desarrollo y una escuela de intelectuales y economistas que impulsaron estas
ideas en toda América Latina. Una conclusión surgida de la hipótesis desarrollista era que los

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países pobres debían aprender de la experiencia de los países ricos. Adicionalmente, tras la
segunda guerra mundial, el mundo quedó dividido en dos grandes bloques con poderes
comparables: por un lado, el bloque occidental, capitalista, liderado por los Estados Unidos; y
por el otro, el bloque oriental, socialista, liderado por la URSS (más tarde con la disidencia
importante de China). El bloque soviético había logrado un impresionante crecimiento tras la
segunda guerra mundial. El área de influencia del socialismo hasta comienzos de la década de
1940 se concentraba en Europa del Este y una región del norte de Asia. Tras la segunda guerra,
el bloque soviético había incorporado la mayor parte de Asia, todo el Este de Europa, y había
logrado convertirse en una alternativa atractiva para muchos movimientos anticolonialistas en
el resto del mundo. Este crecimiento llevó al bloque capitalista a estudiar las características de
la economía soviética, no tanto como modelo, sino por su capacidad para la producción
acelerada y en gran escala. La conclusión más saliente y en la que coincidían todos los análisis
era que las ventajas de la economía soviética radicaban sobre todo en la planificación estatal.
Se suponía que un Estado planificador estaba en mejores condiciones para superar las crisis
económicas, pero también tenía condiciones para orientar el proceso de crecimiento
económico hacia aquellas áreas que el libre juego del mercado podía dejar abandonadas,
retrasando el desarrollo.
Se impuso entonces, lo que se denominó la teoría del planeamiento. La CEPAL, abanderada de
esta consigna, impulsó en toda América Latina la realización de grandes experiencias de
planeamiento de la acción estatal. Durante este período la mayor parte de los Estados
latinoamericanos crean sus agencias de planeamiento. Una de las primeras características de
estas áreas es la construcción de sistemas de estadística continua que son analizados para
realizar diagnósticos (en principio sobre aspectos económicos, sobre lo que ya existía una
cierta tradición académica y política, y más tarde sobre todas las áreas de intervención
estatal).
En la Argentina, esta política llevó a la creación del CONADE (Consejo Nacional de Desarrollo).
El CONADE era una agencia estatal, que concentraba toda la actividad de planeamiento de las
distintas áreas del Estado (educación, salud, trabajo, previsión social, economía, etc.). Se
caracterizó por la realización de grandes estudios de series estadísticas en distintos sectores,
que permitían detectar tendencias demográficas de crecimiento y necesidades futuras de
inversión en las distintas áreas. Así, en el sector educativo, el CONADE desarrolló, sobre todo a
partir de 1966, una serie de estudios sobre necesidades futuras de formación de maestros,
recursos humanos para el sector industrial y recomendaciones de formación para la educación
técnica.
Es muy importante el antecedente del CONADE para comprender la complejización de la
acción estatal. Hasta el gobierno de Perón, la gestión educativa de orden nacional en la
Argentina se organizaba en torno de un Ministerio de Instrucción Pública y el Consejo Nacional
de Educación. El Ministerio de Instrucción Pública tuvo a su cargo, hasta 1905, sólo las
instituciones educativas de nivel secundario (colegios nacionales y escuelas normales) creadas

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por el Poder Ejecutivo Nacional. En ese mismo período, el Consejo Nacional de Educación tenía
a su cargo las escuelas primarias creadas en el territorio de la Capital Federal y en los
Territorios Nacionales, pero no en las provincias. A partir de la Ley Láinez (1905) el Ministerio
de Instrucción Pública comienza a tener a su cargo al conjunto de escuelas primarias que el
gobierno nacional creaba en las provincias, haciendo más extenso el ámbito de su influencia.
En 1949, el gobierno peronista crea el Ministerio de Educación, y convierte el Consejo Nacional
de Educación en una Dirección Nacional de Educación Primaria. Esta decisión cerraba el ciclo
de gobierno semi-autónomo de la educación primaria que había imaginado Sarmiento, y ponía
a toda la educación primaria bajo el control del Poder Ejecutivo Nacional.
Más allá de la retórica democrática de la Revolución Libertadora, estas decisiones no fueron
revertidas, y el gobierno del sistema educativo permaneció bajo control del gobierno nacional.
Sin embargo, las funciones estatales de gobierno se concentraban en la gestión cotidiana de
los servicios educativos, esto es, en el seguimiento de un proceso de crecimiento del sistema
de acuerdo con la expansión de su cobertura y el crecimiento demográfico de la población. Las
relaciones del sistema educativo con el sistema productivo, o de un nivel educativo con el
siguiente estaban libradas a una suerte de mecanismo automático, sin ninguna previsión.
El CONADE inaugura en la Argentina (así como otros organismos en otros países de América
Latina) una función de planeamiento de la acción estatal en materia de política educativa. La
construcción de series estadísticas permitía disponer de estudios sobre tendencias de
crecimiento del sistema educativo y anticipar decisiones como la formación de maestros y
profesores para distintos niveles y orientaciones del sistema educativo, o la necesidad de
contar con mayor cantidad de edificios escolares.
A su vez, la instalación de la función de planeamiento (dentro del planeamiento se han ido
agrupando diversas funciones de la política educativa como la estadística, la investigación, la
evaluación, la capacitación docente, la política curricular, entre otras) supuso la construcción
de un campo especializado dentro de la burocracia educativa. Primero el CONADE y más tarde
el propio Ministerio de Educación incorporaron cuadros especializados, fundamentalmente
provenientes del campo académico de las ciencias de la educación, a los ámbitos de la gestión
educativa. Disciplinas como la economía de la educación, la sociología de la educación, la
política y legislación de la educación, cobraron mayor relevancia porque no solo encontraban
despliegue en el campo académico, sino también un espacio de desarrollo en el gobierno
educativo.

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La educación técnico – profesional

En consonancia con una retórica industrialista (sólo desmentida por los liberales) durante este
período existió una apuesta por el crecimiento de la cantidad de egresados de la educación
secundaria con formación técnica.
El desarrollismo heredó del peronismo una tensión entre dos modelos de educación técnico -
profesional. La Dirección General de Educación Técnica (DGET) había sostenido la concepción
de un saber técnico neutro, cuya transmisión sólo implicaba capacidades operativas,
concebidas como un saber científico aplicado. Esta tradición se había expresado en las
instituciones de educación técnica ya existentes, tales como las Escuelas Industriales de la
Nación. Por otra parte, la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional (CNAOP)
había expresado una concepción del saber técnico como parte de la construcción de un sujeto
político. La experiencia de las Escuelas – Fábrica o la Universidad Obrera Nacional (UON), más
allá de su impacto concreto en la formación de perfiles técnicos para la política industrialista
del peronismo, tuvieron un papel simbólico sumamente importante: en ambos casos, el saber
técnico estaba asociado a la formación del obrero como sujeto político. En este sentido, las
instituciones promovidas y sostenidas por la CNAOP formaban parte de un entramado
simbólico del peronismo tendiente a producir identificación entre el trabajador
(fundamentalmente el trabajador manual), con el obrero sindicalizado, con el sujeto político
del peronismo.
Decidido a sostener la expansión de la educación técnica, el desarrollismo debía encarar
también una empresa de neutralización del saber técnico para evitar que la cadena significante
que unía a la educación técnica con el peronismo se reprodujese. En 1960 se crea el Consejo
Nacional de Educación Técnica (CONET), y se avanza en una homogeneización de las
instituciones de nivel secundario que formaban para la industria, con el rótulo de Escuelas
Nacionales de Educación Técnica (ENET).
La adopción de este modelo significó el fin de una experiencia compleja de formación del
sujeto productor en el sistema educativo argentino. La neutralización del saber técnico no solo
implicaba su desconexión respecto de la experiencia política del peronismo, sino también su
desconexión con la experiencia del trabajador como sujeto político. Las Escuelas – Fábrica de la
CNAOP transmitían, junto con el saber operativo del proceso de trabajo, el conocimiento de
los derechos del trabajador, la historia de la clase trabajadora, las prácticas asociadas a la
sindicalización y el ejercicio de los derechos. La concepción que se volvió hegemónica a partir
de la creación del CONET, en cambio, tendió a concebir el saber técnico como un saber neutro,
que podía ser transmitido con independencia de las circunstancias histórico – políticas, y podía
ser puesto al servicio de cualquier modelo económico.
En la práctica, esta opción no convirtió a la educación técnica en una opción atractiva para el
crecimiento de la educación secundaria. La expansión de la educación primaria que se produjo
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durante las presidencias de Perón implicaron el acceso de nuevos sectores sociales a la


educación formal. Este acceso se expresó más tarde como una presión sobre la educación
secundaria, cuyo mandato selectivo y elitista fue desafiado.
Los estudios del CONADE indican que el crecimiento de la educación secundaria durante los
últimos años de la década de 1950 y los primeros de la década siguiente se concentró
fundamentalmente en las orientaciones clásicas del nivel (los colegios nacionales). Esto se
debía al prestigio social adquirido y consolidado por estas instituciones que eran vistas como
una oportunidad más clara de ascenso social para los jóvenes que eran la primera generación
de sus familias en acceder a la educación secundaria. La previsión de que la correspondencia
entre desarrollo industrial y educación técnica iba a volver a esta última más atractiva y que
eso generaría una mayor dotación de fuerza de trabajo de alta calificación técnica no se
cumplió. Como contraparte, el sistema productivo no fue un demandante importante de
técnicos altamente calificados. El hecho de que se promoviera la inversión extranjera para
enclaves de desarrollo industrial y tecnológico también se asoció a que dicho capital hiciera
uso de técnicos de otras nacionalidades o importara tecnología ya desarrollada para sus
emprendimientos productivos.

Las universidades

En esta etapa las universidades sufren una serie de transformaciones decisivas. En primer
lugar, y como ya fue señalado, las iniciativas de “desperonización” fueron celebradas por
amplios sectores de la comunidad académica que se habían identificado con la oposición
política al peronismo. El levantamiento de las intervenciones a las universidades nacionales
puede ser entendido como el gesto de restitución de la autonomía característica del modelo
reformista.
En una caracterización más matizada, sin embargo, habría que notar que el modelo reformista
había tenido ya múltiples modificaciones. La reivindicación de la tradición del reformismo
universitario que caracterizó al antiperonismo de la década de 1950 tendió a idealizar las
conquistas reales, cuya duración y ejercicio fue muy acotado en la práctica.
De todos modos, el período que sucede a la Revolución Libertadora significó un
replanteamiento de los mecanismos de gobierno de las universidades a la vez que un
crecimiento en términos de los procesos de especialización y modernización de los campos
académicos.
Como fue señalado, la creación de un campo del planeamiento estatal promovió el desarrollo
de una serie de campos disciplinares, sobre todo vinculado al área de las ciencias sociales,
aunque siguiendo un movimiento generalizado en todos los campos académicos. La
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multiplicación de las especializaciones fue una característica de todas las disciplinas. Por ello,
la mayoría de las universidades nacionales crearon nuevas carreras y generaron estructuras de
especialización a la finalización de las carreras de grado universitario. Este crecimiento y
diversificación fue acompañado por un crecimiento de la matrícula de las universidades, así
como una actitud generalmente más abierta del gobierno nacional (en sus distintas fases) para
la creación de nuevas universidades nacionales y privadas en distintas regiones del territorio
argentino.
Durante este período se produce entonces una expansión del nivel universitario en el sentido
de nuevas universidades, más carreras y mayor cantidad de alumnos.
Este florecimiento estuvo atravesado por una nueva actitud política de los universitarios.
Como se verá en la clase siguiente, durante este período se produce una transformación del
posicionamiento político de los sectores medios que accedían a las universidades, que
desplazan su identidad de un franco antiperonismo hacia una tolerancia cada vez menor a un
régimen de semi-democracia o democracia condicionada.
Estas transformaciones tenían como telón de fondo un resurgimiento de los jóvenes como
sujetos políticos que se produjo en la cultura occidental. Tras la segunda guerra mundial y el
período inmediatamente posterior, el occidente capitalista experimenta su período más largo
de crecimiento económico sin crisis estructurales. Durante prácticamente tres décadas los
países capitalistas experimentaron condiciones de pleno empleo, en las que la producción se
veía incrementada y también el desarrollo de las fuerzas productivas. Los estados nacionales,
junto con su tarea planificadora, desarrollaban políticas económicas de franca intervención,
cercanas al modelo keynesiano (es decir, intervenían a través del crédito y de la manipulación
del tipo de cambio, en contra del ciclo económico).
Esta situación generó condiciones de bienestar prolongadas que no tenían precedentes en la
historia del capitalismo. En ese marco, distintos historiadores identifican lo que puede ser
caracterizado como una “revolución cultural”, que democratizó las relaciones entre las
generaciones, los sexos y abrió todo un horizonte de transformaciones en las pautas culturales
de occidente.
En el caso argentino, estas condiciones fueron experimentadas en primer término por los
jóvenes de los sectores medios y altos de la sociedad, y fue notoria la contradicción entre estas
condiciones y un régimen político autoritario, bloqueado y en jaque permanente por el frente
militar. Los jóvenes universitarios se constituyeron paulatinamente en un actor político clave,
que hacia fines de la década de 1960 marcaron, en su alianza con los sectores obreros, el cierre
del ciclo de la semi-democracia con proscripción del peronismo.

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ALGUNAS CONCLUSIONES

1. Paradójicamente, el conjunto de sectores políticos y sociales que apoyó el golpe de


estado de 1955 con el argumento de que el peronismo era una “dictadura” que había
vulnerado el sistema institucional fue incapaz de construir o reconstruir un sistema
institucional de reemplazo. En parte, esto se debió a la política de proscripción del
peronismo y a la falta de reconocimiento de que el peronismo era expresión genuina
de la voluntad de amplios sectores de la sociedad.
2. El sistema institucional resultante fue una semi-democracia jaqueada por los planteos
del frente militar, que permanentemente vigilaba los “desvíos” que podían derivar en
la reaparición del peronismo en la escena política; y por el otro, por los sindicatos que
se habían convertido en la única expresión posible del peronismo, que buscó detener
todo intento de estabilización de un régimen sobre la base de la proscripción.
3. Ese “empate social” en términos políticos se sostuvo, por debajo, en un movimiento
pendular entre dos modelos económicos hegemónicos: por un lado, el desarrollismo,
que recuperaba la intención industrializadora del peronismo pero que buscaba
neutralizar el peso de los sindicatos en esa ecuación, así como restablecer amplios
márgenes de ganancia para los industriales como garantía para promover la inversión;
y por el otro, el liberal, que descreía de la necesidad de la industrialización para el
crecimiento económico, que promovía la apertura financiera y comercial y la
prescindencia del Estado en materia económica.
4. En términos educativos, este esquema significó, en primer lugar, el desmantelamiento
de las iniciativas simbólicas del peronismo sobre el sistema educativo. En segundo
lugar, instaló la noción de que la elevación del nivel educativo generalizado de la
población era una condición para el desarrollo económico, y por lo tanto, agregó al
mandato escolarizador del siglo XIX un papel económico. En tercer término, orientó la
educación técnica en el sentido de una concepción neutral del saber técnico,
desvinculándola de la formación del sujeto político.
5. La dinámica del sistema en relación con estas decisiones fue paradójica. Si bien se
produjo una expansión en el sistema educativo, y particularmente en los niveles medio
y superior, dicha expansión estuvo lejos de las expectativas de formación de fuerza de
trabajo calificada para el desarrollo industrial. En cambio, el crecimiento más
importante se experimentó en las orientaciones clásicas de la educación secundaria,
desafiando su mandato elitista y selectivo e instalando la noción de “crisis” de la
educación secundaria que duró durante largo tiempo.

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BIBLIOGRAFÍA PARA LA CLASE:

CAVAROZZI, Marcelo (1992) Autoritarismo y Democracia (1955 – 1983). Ariel. Capítulo I.


CEPAL (1998) Cincuenta años de la CEPAL. Número extraordinario.
HOBSBAWM, Eric (1995) Historia del siglo XX. Crítica.
HOROWICZ, Alejandro (1986) Los cuatro peronismos. Hyspamerica.
NUÑEZ, Iván (1995) “La educación chilena en el período 1945 – 1990”. En: PUIGGRÓS, Adriana
y LOZANO, Claudio (comp.) (1995) Historia de la Educación Iberoamericana. Miño y Dávila
editores, Buenos Aires.
PINEAU, Pablo (1996) “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser: los avatares de la
educación técnica entre 1955 y 1983”. En PUIGGRÓS, Adriana (1996) Dictaduras y utopías en la
historia reciente de la educación argentina. Galerna, Buenos Aires.
PUIGGRÓS, Adriana (1996) “Espiritualismo, Normalismo y Educación”. En: PUIGGRÓS, Adriana
(1996) Dictaduras y utopías en la historia reciente de la educación argentina. Galerna, Buenos
Aires.
SUASNÁBAR, Claudio (2004) Universidad e Intelectuales. Editorial Manantial, Buenos Aires.
Capítulo 1.

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