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"¿Quieres un globo...?

Todos flotan (y ahora planean)":


Comentarios sobre la columna de opinión del profesor Rodolfo Herrera

Francisco Sanhueza San Martín

Vigilar y Castigar es el título de un libro del filósofo Michael Foucault, donde relata
las transformaciones punitivas que ocurren con el advenimiento de la sociedad moderna y
el nacimiento de la prisión tal como la conocemos en la actualidad. Una de las tesis que
sostiene, es que ocurre un tránsito desde los castigos sobre el cuerpo, caracterizados por el
suplicio, propios del castigo en la edad media, especialmente por crímenes que atenten
contra la figura del Rey, al control del cuerpo y del espíritu como objetos de la punición y el
disciplinamiento, mediante medidas como la privación de la libertad y la emergente idea de
la rehabilitación.
Estas transformaciones ocurren por el triunfo del ideario iluminista de orden y
progreso fundamentado en la razón, y simultáneamente, como señala Foucault, con la
emergencia de una serie de instituciones disciplinarias, no sólo la prisión, sino que la escuela
y los hospitales, las cuales generan una serie de reglamentos que buscan controlar y
disciplinar los cuerpos y conductas de los individuos, para lo cual se vuelve imprescindible
su verificación mediante una serie de dispositivos de vigilancia, de características
omnipresentes pero que no interfieren en la vida de los sujetos, o más bien, éstos no
tendrían consciencia de estar siendo vigilados.
En este sentido, la arquitectura de la vigilancia que se desarrolla es la del panóptico,
del filósofo utilitarista Jeremy Bentham, donde el poder observa y controla las conductas
de los sujetos observados, sin que estos sepan que están siendo observados, a la vez que
este dispositivo aumenta la eficiencia en la vigilancia, dado que reduce el número de los
que ejercen el control y multiplica el número de controlados. Para Foucault, el panóptico se
constituye como aquel “lugar privilegiado para hacer posible la experimentación sobre los
hombres, y para analizar con toda certidumbre las transformaciones que se pueden obtener
en ellos. El panóptico puede incluso constituir un aparato de control sobre sus propios
mecanismos. Desde su torre central, el director puede espiar a todos los empleados que
tiene a sus órdenes”. A continuación, imágenes del panóptico de Bentham y la arquitectura
de la vigilancia carcelaria:
De este modo, para Foucault la sociedad moderna es una “sociedad disciplinaria”,
caracterizada por el uso de la razón para la dominación de los hombres. La vigilancia y el
control no trata tanto de neutralizar las amenazas al soberano, como aquellas que lesionan
la propiedad privada y las conductas que disminuyen la utilidad de cada individuo para la
productividad social.
La reseña anterior, es importante para acercar nuestra perspectiva a la columna de
opinión del profesor Herrera sobre la video vigilancia municipal a través de cámaras
instaladas en globos y drones. Nuestro punto de vista, señala que, en última instancia, los
dispositivos de vigilancia desarrollados por el Estado son indisociables del poder punitivo,
constituyen una amenaza a la privacidad de las personas y a otros derechos fundamentales
asociados, como la libertad de expresión, entre otros, por tanto, no sólo pueden
eventualmente vulnerar los derechos humanos de las personas y, en consecuencia, las
obligaciones internacionales en esta materia, sino que también socavar los fundamentos
democráticos de la sociedad, especialmente, cuando en el ejercicio de vigilancia no se
cumple con los principios de legalidad, necesidad y proporcionalidad.
Coincidimos con la opinión del profesor Herrera, en cuanto a que la justificación de
la vulneración de la privacidad de las personas mediante diferentes dispositivos de
vigilancia, en base al refrán “el que nada hace nada teme” no solo resulta simplista, sino
que también un discurso falaz, en el sentido que sería un hecho inocuo e ínfimo en el costo
en comparación con los beneficios que otorga una mayor seguridad. No obstante, la
tecnología pueda parecer neutral, los criterios de selección de los comportamientos seguros
o inseguros, de las categorías sociales “sospechosas” y las personas vigilables, no responde
a criterios imparciales, sino que a construcciones sociales en que los prejuicios y los
estereotipos propios de una sociedad altamente segregada y desigual juegan un papel
determinante. Uno de los efectos perversos de esta idea del “que nada hace nada teme”,
es precisamente, sospechar de la privacidad, dado que prefigura la privacidad como una
herramienta a la que se recurre para esconder cosas ilegales y que, por último, la titularidad
del derecho a la privacidad no puede ser ejercida en el espacio público, sin embargo, es
necesario recalcar que, por el contrario, la privacidad no constituye una forma de secreto.
A modo de invertir el argumento que propugnan aquellos del “que nada hace nada
teme”, es que la persona que nada hace, no debiera estar bajo sistemas de vigilancia que
se caracterizan por acumular gran cantidad de datos relativos a la vida de las personas,
como hábitos diarios, lugares de residencia o trabajo, circulación diaria, o la realización de
actividades que son absolutamente legales, más aún, como ocurre en el caso de la video
vigilancia a través de globos y drones, cuando la operación de estos dispositivos se
encuentra en manos privadas.
Es legítimo y deseable que el Estado persiga el delito y otorgue seguridad a sus
habitantes, pero sin arbitrariedades. El avance de la tecnología entrega al Estado nuevas
herramientas para la protección de las personas, pero esta última no puede realizarse
mediante la vulneración de derechos fundamentales. El caso de los globos y drones de
vigilancia se presentan como una solución moderna, no obstante, las evaluaciones de las
cámaras de video vigilancia respecto de su efectividad no dan motivos que justifiquen el
apoyo a su proliferación que concitan entre los líderes políticos. Por el contrario, el discurso
a favor enfatiza su eficiencia en la prevención y control del delito, y una neutralidad
incuestionable, en base a una alta aceptación por parte de la población. Sin embargo, es
necesario recalcar que las personas tienen derecho a la privacidad aún en el espacio público.
Sin embargo, el panóptico no sólo se ha multiplicado en el espacio público, sino que
con los avances tecnológicos los Estados se ha hecho de importantes herramientas para la
vigilancia masiva y recopilación de datos personales de ciudadanos y ciudadanas,
principalmente, a través de Internet, donde la vigilancia se dirige a una masividad de
usuarios, mediante la recopilación, almacenamiento y análisis de la información que los
propios usuarios suben a la web, lo que les permite determinar conductas, preferencias,
ubicación y otras características que facilitan la individualización de cada usuario de Internet
y su relación con aspectos de su vida privada que en ninguna circunstancia pretendieron
revelar, por lo cual, la vigilancia en Internet, un moderno panóptico adecuado a nuestros
tiempos, representa un peligro evidente para los derechos fundamentales de las personas
que si no se resguarda de forma adecuada, esto es, mediante el cumplimiento de los
principios de legalidad, necesidad y proporcionalidad, el poder punitivo no encontrará en
términos de derecho a la privacidad, los medios de contención necesarios para evitar su
arbitrariedad.

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