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LC 18, 35-43

Cuando se acercaba a Jericó, estaba un ciego sentado


junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente,
preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús
el Nazoreo y empezó a gritar, diciendo: «Jesús, Hijo de
David, ¡ten compasión de mí!» Los que iban delante le
increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho
más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se
detuvo, y mandó que se lo trajeran. Cuando se acercó, le
preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» Él dijo: «¡Señor,
que vea!» Jesús le dijo: «Recobra la vista. Tu fe te ha
salvado.» Y al instante recobró la vista y le seguía
glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

EL CIEGO DE Grupo 10
Literatura Biblica VI

JERICÓ
Trabajo de Investigación
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UNIVERSIDAD MESOAMERICANA

CENTRO SALESIANOS DE ESTUDIOS SUPERIORES

LICENCIATURA EN TEOLOGÍA

El ciego de Jericó
(Trabajo de Investigación)

Catedrático: P. Pedro Medrano, sdb

Alumnos (Grupo 10): Carlos Eduardo Vega P.

Armando Palomo

Victor Hugo Monzón

Victor Aragón

Nueva Guatemala de la Asunción, 30 de Abril de 2019

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Ambientación (a modo de Introducción)
El protagonismo de un ciego
Cerca del camino se encuentra un hombre ciego, enfermedad muy corriente en el mundo
palestino. Ha elegido un lugar idóneo para pedir limosna, en la proximidad de una ciudad
rica y por la que pasaban muchas personas, tanto por sus relaciones comerciales como
por su ubicación en la ruta de los peregrinos que se dirigían a Jerusalén. El momento
también es bueno, pues se acercan las fiestas de la Pascua, lo que incrementa el número
de viajeros. Lucas suprime el nombre de Bartimeo que le da Marcos y no nos ofrece
ningún otro dato sobre su persona, aunque podemos aventurar que su ceguera le hace
depender de la generosidad de los demás.

No se esperaba que el Mesías tuviera facultades curativas, que es lo que el ciego


reclama, por lo que algunos niegan historicidad al texto. Pero puede que esté
identificando a Jesús con el más famoso de los hijos de David, Salomón, a quien el
Pseudo Filón, en sus Antigüedades Bíblicas 60,1, describe como exorcista además de
rey. El ciego podría estar uniendo en Jesús la facultad curativa de Salomón con la
descendencia de David en calidad de Mesías.

La llamada del ciego tiene como primera respuesta la reaparición de la gente, que había
desaparecido desde 15,5 y que, dice el texto, venía por delante, y que le regaña, para
que se calle. Sus gritos serían desgarradores, ya que veía próxima una posibilidad única
de curación. ¿Es por eso por lo que le mandan callar? ¿No quieren que utilice el título de
hijo de David? ¿Un simple mendigo no debe molestar a un maestro? Lo que está claro
es que no le apartan, pues los discípulos ya han aprendido que no se puede separar a
nadie del camino de Jesús, como en 18,15-17.

La escucha de Jesús
La protesta de la gente no sirve para callar al mendigo ciego, sino para poner de relieve
la magnitud de su fe ya, que el hombre sigue con sus gritos desesperados. Jesús le oye,
se para, pues nada hay más importante que atender al necesitado, y pide que se lo
acerquen, dando por sentado que el ciego necesita de un lazarillo. Lucas omite un
aspecto del relato de Marcos, en que el ciego se levanta de un salto y abandona su

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manto, probablemente el único que tenía, con lo que su figura aparece como contrapunto
del joven rico, incapaz de dejar sus bienes.

Jesús, cuando le tiene delante, le pregunta qué quiere que haga con su persona. Para el
hombre la respuesta era muy clara y, tras saludar al Nazareno con el título respetuoso
de kyrie, le pide, que le devuelva la vista, restaurar la visión a los ciegos era parte del
programa que Jesús leyó en la sinagoga de su pueblo en 4,18, citando a Is 61,1, y que
expuso luego a los enviados del Bautista en 7,22. El viejo Simeón, en su Benedictus,
había anunciado que el niño que sostenía entre sus brazos iba a traer luz a la oscuridad
(1,78-79), y no se equivocó.

Junto a la compasión de Jesús queda claro su poder, pues el Galileo acepta el título de
hijo de David y obra en consecuencia, devolviéndole la vista de manera instantánea.
Unas palabras acompañan al milagro y dan cuenta del motivo de la curación, que es la
fe del mendigo. A Lucas le gusta poner esta facultad de relieve y lo hace en varios
lugares: 7,50; 8,48; 17,19. Sus ojos se han abierto también a realidades mucho más
importantes que otros en plenas facultades físicas no fueron capaces de captar.

Como todo relato de milagro tiene sus consecuencias, la curación física ha provocado
una reacción en el corazón del ciego, que como signo de agradecimiento comienza a
alabar, ainon, a Dios. Esta conexión del milagro con Dios es muy propia de Lucas y la
encontramos en 1,64; 2.20; 5,25-26; 7,16; 13,13; 17,15; 19,37. Su ejemplo es seguido
por la gente, laos, un colectivo que va a cobrar mucho protagonismo en los últimos
compases del evangelio, a veces para alabar a Jesús, como en este caso y en 19,48 y
21,38, y otras para negarle, como en 21,38.

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Marco Literario

Comparación de los textos sinópticos (cuadro comparativo)


Mc 10, 46.52 Mt 20, 29-34 Lc 18, 35-43

46 Llegan a Jericó. Y 29 Cuando salían de 35: Cuando se acercaba a


cuando salía de Jericó, Jericó, le siguió una gran Jericó, estaba un ciego
acompañado de sus muchedumbre. sentado junto al camino
discípulos y de una gran pidiendo limosna;
muchedumbre, el hijo de
Timeo (Bartimeo), un
mendigo ciego, estaba
sentado junto al camino.

47 Al enterarse de que era 30 En esto, dos ciegos que 36: al oír que pasaba
Jesús de Nazaret, se puso estaban sentados junto al gente, preguntó qué era
a gritar: "¡Hijo de David, camino, al enterarse que aquello.
Jesús, ten compasión de Jesús pasaba, se pusieron
mí!" a gritar: "¡Señor, ten
compasión de nosotros,
Hijo de David!"

48 Muchos le increpaban 31 La gente les increpó 37: Le informaron que


para que se callara. Pero él para que se callaran, pero pasaba Jesús el Nazoreo
gritaba mucho más: "¡Hijo ellos gritaron más fuerte:
de David, ten compasión "¡Señor, ten compasión de
de mí!" nosotros, Hijo de David!"

49 Jesús se detuvo y dijo: 32 Entonces Jesús se 38: y empezó a gritar,


"Llamadle." Llaman al detuvo, los llamó y dijo: diciendo: "¡Jesús, Hijo de

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ciego, diciéndole: "¡Ánimo, "¿Qué queréis que os David, ten compasión de
levántate! Te llama." haga?" mí!"

50 Y él, arrojando su 33 Dícenle: "¡Señor, que se 39: Los que iban delante le
manto, dio un brinco y vino abran nuestros ojos!" increpaban para que se
ante Jesús. callara, pero él gritaba
mucho más: "¡Hijo de
David, ten compasión de
mí!"

51 Jesús, dirigiéndose a él, 34 Movido a compasión 40: Jesús se detuvo, y


le dijo: "¿Qué quieres que Jesús tocó sus ojos, y al mandó que se lo trajeran.
te haga?" El ciego le dijo: instante recobraron la vista; Cuando se acercó, le
"Rabbuní, ¡que vea!" y le siguieron. preguntó:

52 Jesús le dijo: "Vete, tu fe 41: "¿Qué quieres que te


te ha salvado." Y al instante haga?" Él dijo: "¡Señor, que
recobró la vista y le seguía vea!"
por el camino.

42: Jesús le dijo: "Recobra


la vista. Tu fe te ha
salvado."

43: Y al instante recobró la


vista y le seguía
glorificando a Dios. Y todo
el pueblo, al verlo, alabó a
Dios.

Texto a tratar: Lc 18, 35-43


Lc 18, 35-43: El ciego de Jericó.

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Cuando se acercaba a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna;
al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el
Nazoreo y empezó a gritar, diciendo: «Jesús, Hijo de David, ¡ten compasión de mí!»

Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo
de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran. Cuando
se acercó, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» Él dijo: «¡Señor, que vea!» Jesús
le dijo: «Recobra la vista. Tu fe te ha salvado.» Y al instante recobró la vista y le seguía
glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

Estructura literaria

1) Los ruegos: 18,35-39


A) La llegada de Jesús suscita una pregunta: w. 35-37
B) El primer ruego: v. 38
C) Rechazo y segundo ruego: v. 39
2) La curación: 18,40-43
A) La respuesta de Jesús: w. 40- 41a
B) El ruego: 18,41b
C) Jesús alaba su fe: v. 42
D) Curación y alabanza: v. 43

Aspectos exegéticos

Comentario Global
Mientras Jesús continúa su camino hacia Jerusalén, se acerca a la ciudad de Jericó que,
no está lejos de la capital. Antes de entrar en Jericó, Jesús se encuentra con un ciego
sentado a la vera del camino, que le saluda como hijo de David y le pide que tenga
compasión de él. Y Jesús hace que el ciego recobre la vista, con lo que da ocasión para
que toda la gente estalle en gritos de alabanza a Dios (18,35-43).

Este episodio del evangelio según Lucas está claramente relacionado con la curación
del ciego Bartimeo, en Mc 10,46-52, y con dos episodios del evangelio según Mateo, en

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los que Jesús cura a dos ciegos cada vez (Mt 9,27-31 y 20,29-34). En Mc 10 y en Mt 20,
el milagro se produce cuando Jesús está saliendo de Jericó, mientras que aquí sucede
antes de que entre en la ciudad.

En la narración de Lucas, Jesús sólo dice: «Recobra la vista»; en cambio, en Marcos


dice: «Anda, tu fe te ha curado»; y en Mateo, Jesús toca los ojos de los ciegos, en señal
de compasión. Es evidente que los relatos no se compusieron para estimular la
ingenuidad de los intérpretes que traten de defender su historicidad. El relato de la
curación de un ciego en las cercanías de Jericó ha suscitado diferentes tradiciones
literarias que tratan de explicarlo.

Lucas ha tomado este episodio de su fuente, Marcos, pero por alguna razón ha omitido
la escena que en el evangelio según Marcos sigue inmediatamente al anuncio de la
pasión (Mc 10,35-45) y precede al episodio paralelo al pasaje que comentamos del
evangelio según Lucas. Esa escena del relato de Marcos presenta a Jesús conversando
con los hijos de Zebedeo, que le han pedido los puestos de honor cuando vuelva en su
gloria (Mc 10,35-40 = Mt 20,20-23).

Aunque este episodio de la curación de un ciego está tomado de Mc 10,46-52, Lucas lo


modifica ligeramente. Según Mc 10,46, Jesús ha atravesado Jericó, y sólo al salir de la
ciudad encuentra al ciego Bartimeo. En cambio, según Lucas, Jesús lo encuentra cuando
se acerca a la ciudad (v. 35). Eso no puede ser más que un ajuste del relato, en razón
del próximo episodio, en el que Jesús encontrará a Zaqueo en la propia ciudad, un pasaje
exclusivo del evangelio según Lucas, que se ha introducido en el bloque de elementos
procedentes de Marcos. En los vv. 36-37, la redacción de Lucas presenta con más
habilidad la situación: el ciego oye que pasa gente y pregunta de qué se trata (en vez de
limitarse a recibir la información de que el que pasa «es Jesús el Nazareno»). El v. 38 se
corresponde literalmente con Me 10,47c; y el v. 39 es una forma un tanto retocada de
Me 10,48. En el v. 40, Lucas reduce los detalles de la descripción que hace Marcos del
encuentro de Jesús con el ciego. El v. 41 se consiera redactada por el propio Lucas sobre
Me 10,51, con el cambio del apelativo kyrie. en lugar del semítico rabbouni, que también
aparece en Mt 20,33 (cf. Mt 9,28; 20,30). En el v. 42, Lucas introduce el imperativo
anablepson («recobra la vista»), antes del final de la formulación de Marcos. Y en el v.

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43 añade a la conclusión de Marcos dos fórmulas características: «bendecir [glorificar] a
Dios», por parte del beneficiario, y «alabar a Dios», por parte de la gente. De ese modo,
reduce un tanto el efecto de la conclusión de Marcos con su referencia al hecho de que
el recién curado «siguió a Jesús por el camino». El trabajo de redacción de Lucas se
percibe con toda claridad si se compara con Mt 20,29-34 y se examina lo que este
evangelista ha hecho con los datos de su fuente. Sin embargo, Schramm guarda un
llamativo silencio sobre la omisión de los detalles de Me 10,49-50 y del nombre del ciego
en las narraciones tanto de Mateo como de Lucas.

Desde la perspectiva de la historia de las formas, el episodio es una «narración de un


milagro» (Bultmann considera la redacción de Marcos como «una formación tardía» que
posee las habituales características «secundarias» del género: mención del nombre del
ciego, y asociación del milagro con el «Hijo de David». Pero, ¿es eso una señal evidente
de una creación de la comunidad?). Por su parte, M. Dibelius considera el episodio como
un «paradigma de tipo menos puro». Sin embargo, el interés del pasaje radica más en el
aspecto narrativo que en las palabras estereotipadas de Jesús, según Mc 10,52 (Lc
18,42), por eficaces que fueran. En otra parte de su obra (FTG 87), Dibelius parece haber
tenido esa misma sensación.

Esta es la cuarta y última narración de milagro en el prolongado relato de Lucas sobre el


viaje de Jesús a Jerusalén. Igual que otras narraciones intercaladas (Lc 13,10-17; 14,1-
6; 17,11-19), ésta pretende suavizar la monotonía de una larga lista de
pronunciamientos.

Jesús aparece una vez más utilizando su poder de aliviar la aflicción de un ser humano
víctima de un trastorno físico. A un ciego le restaura la capacidad de ver; y esa acción
tan generosa responde a la fe del individuo, que lo impulsa a dirigirse a gritos a Jesús,
reconociéndolo como hijo de David (sobre las implicaciones de ese título, cf. I, 363-364).
Al descendiente de David, el ciego le pide compasión y misericordia. Su grito es un eco
del de los diez leprosos (Lc 17,13) y del de aquel rico sepultado en el abismo (Lc 16,24).
Pero, mientras que Abrahán no pudo hacer nada por este último, la actitud benévola de
Jesús trae salvación a un proscrito de la humanidad, víctima de una enfermedad física
que lo condena a pasar sus días a la vera del camino, mendigando. Al curar al enfermo,

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Jesús afirma implícitamente que él es el hijo de David; y al dar vista al ciego, lleva a
cumplimiento lo que anteriormente se había dicho de él (Lc 4,18; 7,22, con alusión a Is
61,1).

Al venir inmediatamente después del anuncio de la pasión, que los Doce no


comprendieron (Lc 18,31-34), el episodio presenta a un personaje físicamente ciego que
recupera la vista y, al mismo tiempo, reconoce en Jesús lo que otros no querían que
conociera: «Los que iban delante le regañaban para que se callara» (v. 39). Entre los
que iban delante, ¿habrá que incluir también a los Doce? El ciego aparece aquí como el
contrapunto de los embotados discípulos. Al mismo tiempo, el episodio prepara la
entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, anticipando aquí el empleo del título «hijo de
David» que resonará en esa ocasión.

Notas exegéticas
v. 35. Cuando Jesús se acercaba: Literalmente: «Y sucedió que, al acercarse él a Jericó,
un ciego estaba sentado a la vera del camino». Para introducir la escena, Lucas emplea
aquí una vez más su fórmula favorita egeneto de con verbo en infinitivo y sin la conjunción
kai. Otro de sus rasgos característicos es el uso de la construcción gramatical en más
infinitivo con artículo en dativo (en tó engizein), como indicación temporal. Sobre la
utilización del verbo engizein.

A Jericó: Lucas introduce aquí el nombre de Jericó, porque la mención de esa ciudad
en un pasaje anterior de su relato evangélico sugiere que Jesús ya está cerca de
Jerusalén. Cf. 19,11. Podríamos preguntarnos cómo es posible que Jesús haya llegado
hasta Jericó, después de lo que se dijo en Lc 17,11. Jesús podría haber viajado a través
de la región de Perea. Pero eso no cuadra con la perspectiva geográfica de Lucas. En
realidad, huelga la pregunta; Lucas ha tomado el nombre de la localidad del relato de
Marcos

Un ciego: Lucas omite el nombre del personaje, «Bartimeo, el hijo de Timeo», como
aparece en la narración de Marcos. Es probable que el nombre provenga del arameo bar
Timai, que no se encuentra en ningún otro escrito. R. Bultmann considera la posibilidad

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de que el nombre «fuera introducido en la narración de Marcos en época posterior,
porque no aparece en la recensión de Mateo ni en la de Lucas».

Pidiendo: es la lectura más aceptada, pero otros códices y la tradición textual «koiné»
leen prosaitón, una forma estrechamente relacionada con el sustantivo prosaités
(«mendigo»), que se emplea en Me 10,46c. Con todo, el cambio no afecta seriamente al
sentido. Lo más probable es que el ciego estuviera sentado a la vera del camino, cerca
de la puerta de entrada a la ciudad.

v. 36. Al oír que pasaba gente: Es como si se tratara de un pequeño grupo de


peregrinos que se dirigía a Jerusalén. Cf. Lc 2,41.44. La narración de Lucas especifica
lo que oía el ciego. Compárese con Mc 10,47.

Preguntaba qué era aquello: Véase la nota exegética a 15,26. Sobre el empleo del
modo optativo en una oración interrogativa indirecta, véase I, 185.

v. 37. Le explicaron: Sobre el uso de la tercera persona del plural con sentido indefinido,
véase ZBG § 1. La expresión funciona como en alemán (man) o en francés (on).

Jesús el Nazareno: La denominación Iésous ho Nazoraios aparecerá nuevamente en


Hch 2,22; 3,6; 4,10; 6,14; 22,8; 26,9. Sin embargo, no es exclusiva de Lucas, pues
también se encuentra en Mt 2,23; 26,71; Jn 18,5.7; 19,19.

Las principales interpretaciones son las siguientes: Nazoraios es un adjetivo


perfectamente griego, formado a partir:

a) De la forma griega Nazara, una variante toponímica del nombre de la


ciudad de Nazaret, con lo que el significado sería: «Nazareno, persona oriunda de
Nazaret».
b) Del término hebreo neizir, que indica una «persona consagrada (a Dios)
mediante un voto». Entonces, el significado sería: «consagrado», designación que
convendría perfectamente a Jesús, como «separado» para el servicio de Dios.
c) Del término hebreo néser («retoño», «vástago», como en Is 11,1: «Saldrá
un renuevo del tocón de Jesé y de su raíz brotará un vástago [néser]»), aplicado
al descendiente que, como se esperaba, habría de sentarse en el trono de David.

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En los targumes árameos del período bizantino se atribuía al término néser un
significado decididamente mesiánico; y por influjo de Ap 22,16: «Yo soy el retoño
y el linaje de David».
d) Del término arameo nasorayya, (supuestamente, «observadores»), nombre
que aparece en los escritos mándeos de época posterior, para referirse a un grupo
relacionado con Juan Bautista.

Probablemente, la explicación más satisfactoria del término Nazoraios, en el estado


actual de la investigación, consiste en considerarlo como adjetivo gentilicio que significa
«persona oriunda de Nazara/Nazaret», pero con el posible matiz añadido de nazír
(«consagrado»), o néser («vástago», «retoño»), del linaje de David. La expresión «retoño
de David» aparece también en la literatura de Qumrán con referencia a una figura
mesiánica. Aplicado a Jesús, el título podría también representar una denominación
procedente de los evangelistas en el estadio III de la tradición, cuando al término
Nazarenos se le atribuía un significado más profundo y ya se ahondaba más en los
primeros estadios de la tradición cristiana.

v. 38. Jesús, hijo de David: Al tema de la ascendencia davídica de Jesús ya se ha


hecho referencia en Lc 1,27.32; 2,4. No hay motivos para pensar que el título «hijo de
David», en labios de un pobre ciego, tuviera que encerrar únicamente una connotación
política. Como el título aparece aquí por primera vez en la narración de Lucas, habrá que
suponer que el ciego ya habría oído hablar de la actividad curativa de Jesús (cf. Le
4,14.37; 5,17). El relato de Lucas emplea aquí ese título, es porque ya estaba en Marcos;
en realidad, no tiene especial significado ni juega un papel relevante en la narración
evangélica de Lucas, al revés que en el evangelio según Mateo.

Ten compasión de mí: El grito del ciego es la expresión desesperada de un proscrito


de la sociedad, que sólo espera compasión por parte de Jesús.

v. 39. Lo regañaban: En los códices se lee sigésé («que permaneciera en silencio»).

v. 40. Cuando lo tuvo cerca: Lucas sustituye la construcción paratáctica de Marcos (Me
10,51) por un genitivo absoluto.

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v.41. ¿Qué quieres que haga por ti?: La pregunta está tomada literalmente de Me
10,51.

Señor: Lucas, que suele evitar los términos semíticos que encuentra en sus fuentes,
sustituye aquí el apelativo rabbouni («Maestro mío»), que aparece en Marcos, por kyrie
(«Señor»).

Que vea otra vez: Es decir, «lo que quiero que hagas por mí es que pueda volver a ver».

v. 42. Recobra la vista: Literalmente: «vuelve a ver». Lucas añade ese imperativo del
verbo con el que se juega en la pregunta tomada de Me 10,51. Cf. Hch 9,17-18.

Tu fe te ha curado: Jesús repite una fórmula estereotipada que aparece con frecuencia
en otras narraciones de milagro de curación.

v. 43. En el acto: El adverbio favorito de Lucas, añadido aquí al relato de Marcos,


subraya el aspecto instantáneo de la curación.

Y lo siguió: El texto es igual que el de Me 10,52, aunque el relato de Lucas omite la


expresión «por el camino». Esta omisión es llamativa, porque la frase cuadraría
perfectamente con el interés de Lucas por el «seguimiento» de Jesús en su camino hacia
la consumación.

Todo el pueblo: Se trata de una adición del propio Lucas, ya que no hay nada semejante
en Marcos. El término laos es el que suele emplear la traducción de los LXX para referirse
al pueblo de Dios. Es verdaderamente llamativa la frecuencia con la que el evangelista
emplea ese término de ahora en adelante hasta el final de su narración evangélica

La narración de Marcos no usa jamás la expresión «todo el pueblo». En el evangelio


según Mateo, la expresión no aparece más que una vez (Mt 27,25), y lo mismo ocurre
en el evangelio según Juan (Jn 8,2). La adición muestra claramente dónde radica el
interés de Lucas: más en la reacción del pueblo que en el milagro propiamente dicho.

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Apuntes para una homilía
1) Un ciego: Era una persona sin fuerzas, pero que sobre todo no tenía esperanza,
estaba sentado en el camino, en la orilla. Es reflejo de aquel que ya se da por vencido
en la vida, no lucha ni camina por su vida, mira cómo todo pasa pero no interviene. Hoy,
capaz que por todo lo que vienes viviendo en el año, no tengas ganas de seguir
caminando, porque te pasaron tantas cosas que ya no ves. ¿hoy, eres un caminante de
la vida? ¿O ves pasar la vida?

2) Cállate: Lo quieren hacer callar, la multitud quiere callarlo. Hoy, capaz que la cantidad
de cosas que tienes te quieren hacer callar tu encuentro con Dios. Es cuando la falta de
tiempo no te deja nada para hablar con Dios. Escuchar a Dios.

3) Señor, que vea: Hoy pidamos a Jesús poder ver. Tu vida es una búsqueda de la
verdad y hay que aprender a ver lo que pasa a tu alrededor y lo que sucede en ti, en mi,
en nosotros, como individuo y como comunidad (familia, trabajo, amigos, Iglesia). Hoy,
Dios quiere hacerte ver que está contigo.

Momento actualizante (Catequesis del Papa Francisco)


Cuantas veces nosotros, cuando vemos tanta gente en la calle –gente necesitada,
enferma, que no tiene que comer– sentimos fastidio. Cuantas veces nosotros, cuando
nos encontramos ante tantos prófugos y refugiados, sentimos fastidio. Es una tentación:
todos nosotros tenemos esto, ¿eh? Todos, también yo, todos”, dijo Francisco.

Un día Jesús, acercándose a la ciudad de Jericó, realizó el milagro de restituir la vista a


un ciego que mendigaba a lo largo del camino (Cfr. Lc 18,35-43). Hoy queremos aferrar
el significado de este signo porque también nos toca directamente.

El evangelista Lucas dice que aquel ciego estaba sentado al borde del camino pidiendo
limosna (Cfr. v. 35). Un ciego en aquellos tiempos – incluso hasta hace poco tiempo atrás
– podía vivir solo de la limosna. La figura de este ciego representa a tantas personas
que, también hoy, se encuentran marginadas a causa de una discapacidad física o de
otro tipo.

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Está separado de la gente, está ahí sentado mientras la gente pasa ocupada, en sus
pensamientos y tantas cosas… Y el camino, que puede ser un lugar de encuentro, para
él en cambio es el lugar de la soledad. Tanta gente que pasa. Y él está solo.

Es triste la imagen de un marginado, sobre todo en el escenario de la ciudad de Jericó,


la espléndida y prospera oasis en el desierto. Sabemos que justamente a Jericó llegó el
pueblo de Israel al final del largo éxodo de Egipto: aquella ciudad representa la puerta
de ingreso en la tierra prometida.

Recordemos las palabras que Moisés pronunció en aquella circunstancia; decía así: «Si
hay algún pobre entre tus hermanos, en alguna de las ciudades del país que el Señor, tu
Dios, te da, no endurezcas tu corazón ni le cierres tu mano. Es verdad que nunca faltarán
pobres en tu país. Por eso yo te ordeno: abre generosamente tu mano el pobre, al
hermano indigente que vive en tu tierra» (Deut. 15,7.11).

Es agudo el contraste entre esta recomendación de la Ley de Dios y la situación descrita


en el Evangelio: mientras el ciego grita – tenía buena voz, ¿eh? – mientras el ciego grita
invocando a Jesús, la gente le reprocha para hacerlo callar, como si no tuviese derecho
a hablar. No tienen compasión de él, es más, sienten fastidio por sus gritos. Eh…
Cuantas veces nosotros, cuando vemos tanta gente en la calle – gente necesitada,
enferma, que no tiene que comer – sentimos fastidio.

Cuantas veces nosotros, cuando nos encontramos ante tantos prófugos y refugiados,
sentimos fastidio. Es una tentación: todos nosotros tenemos esto, ¿eh? Todos, también
yo, todos. Es por esto que la Palabra de Dios nos enseña. La indiferencia y la hostilidad
los hacen ciegos y sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en ellos
al Señor. Indiferencia y hostilidad.

Y cuando esta indiferencia y hostilidad se hacen agresión y también insulto – “pero


échenlos fuera a todos estos”, “llévenlos a otra parte” – esta agresión; es aquello que
hacia la gente cuando el ciego gritaba: “pero tu vete, no hables, no grites”.

Notamos una característica interesante. El Evangelista dice que alguien de la multitud


explicó al ciego el motivo de toda aquella gente diciendo: «Que pasaba Jesús de
Nazaret» (v. 37). El paso de Jesús es indicado con el mismo verbo con el cual en el libro

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del Éxodo se habla del paso del ángel exterminador que salva a los Israelitas en las
tierras de Egipto (Cfr. Ex 12,23).

Es el “paso” de la pascua, el inicio de la liberación: cuando pasa Jesús, siempre hay


liberación, siempre hay salvación. Al ciego, pues, es como si fuera anunciada su pascua.
Sin dejarse atemorizar, el ciego grita varias veces dirigiéndose a Jesús reconociéndolo
como Hijo de David, el Mesías esperado que, según el profeta Isaías, habría abierto los
ojos a los ciegos (Cfr. Is 35,5). A diferencia de la multitud, este ciego ve con los ojos de
la fe. Gracias a ella su suplica tiene una potente eficacia.

De hecho, al oírlo, «Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran» (v. 40). Haciendo así
Jesús quita al ciego del margen del camino y lo pone al centro de la atención de sus
discípulos y de la gente. Pensemos también nosotros, cuando hemos estado en
situaciones difíciles, también en situaciones de pecado, como ha estado ahí Jesús a
tomarnos de la mano y a sacarnos del margen del camino a la salvación.

Se realiza así un doble pasaje. Primero: la gente había anunciado la buena noticia al
ciego, pero no quería tener nada que ver con él; ahora Jesús obliga a todos a tomar
conciencia que el buen anuncio implica poner al centro del propio camino a aquel que
estaba excluido.

Segundo: a su vez, el ciego no veía, pero su fe le abre el camino a la salvación, y él se


encuentra en medio de cuantos habían bajado al camino para ver a Jesús. Hermanos y
hermanas, el paso del Señor es un encuentro de misericordia que une a todos alrededor
de Él para permitir reconocer quien tiene necesidad de ayuda y de consolación. También
en nuestra vida Jesús pasa; y cuando pasa Jesús, y yo me doy cuenta, es una invitación
a acercarme a Él, a ser más bueno, a ser mejor cristiano, a seguir a Jesús.

Jesús se dirige al ciego y le pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?» (v. 41). Estas
palabras de Jesús son impresionantes: el Hijo de Dios ahora está frente al ciego como
un humilde siervo. Él, Jesús, Dios dice: “Pero, ¿Qué cosa quieres que haga por ti?
¿Cómo quieres que yo te sirva?” Dios se hace siervo del hombre pecador. Y el ciego
responde a Jesús no más llamándolo “Hijo de David”, sino “Señor”, el título que la Iglesia
desde los inicios aplica a Jesús Resucitado.

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El ciego pide poder ver de nuevo y su deseo es escuchado: «¡Señor, que yo vea otra
vez! Y Jesús le dijo: Recupera la vista, tu fe te ha salvado» (v. 42). Él ha mostrado su fe
invocando a Jesús y queriendo absolutamente encontrarlo, y esto le ha traído el don de
la salvación. Gracias a la fe ahora puede ver y, sobre todo, se siente amado por Jesús.

Por esto la narración termina refiriendo que el ciego «recuperó la vista y siguió a Jesús,
glorificando a Dios» (v. 43): se hace discípulo. De mendigo a discípulo, también este es
nuestro camino: todos nosotros somos mendigos, todos.

Tenemos necesidad siempre de salvación. Y todos nosotros, todos los días, debemos
hacer este paso: de mendigos a discípulos. Y así, el ciego se encamina detrás del Señor
y entrando a formar parte de su comunidad. Aquel que querían hacer callar, ahora
testimonia a alta voz su encuentro con Jesús de Nazaret, y «todo el pueblo alababa a
Dios» (v. 43).

Sucede un segundo milagro: lo que había sucedido al ciego hace que también la gente
finalmente vea. La misma luz ilumina a todos uniéndolos en la oración de alabanza. Así
Jesús infunde su misericordia sobre todos aquellos que encuentra: los llama, los hace
venir a Él, los reúne, los sana y los ilumina, creando un nuevo pueblo que celebra las
maravillas de su amor misericordioso.

Aplicaciones
1. Ante mis cegueras, mis problemas o limitaciones le pido a Dios que tenga
compasión de mí, que me dé oportunidad de ver mi vida diferente y que aumente
mi fe en él
2. La multitud: que intenta callarnos, esto es las actividades y rutina diaria que
muchas veces ahogan nuestra voz y nuestros deseos de escuchar y ver a Cristo
cara a cara
3. Jesús se manifestó: busca sanarnos, busca ayudarnos, pero este “milagro”
depende de nuestra fe.

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4. Si hemos identificado estás cegueras, problemas o limitaciones,
acerquemos a alguien, a quien más confianza le tengamos y pidamos que nos
ayude a salir de estos.

Palabra de Dios en la vida de la iglesia (Verbum Domini)


la Biblia, en su integridad, es algo grandioso y que hay que descubrir poco a poco. la
Sagrada Escritura en su unidad e integridad. Cada parte forma parte de un camino, y
sólo viéndolas en su integridad, como un camino único, donde una parte explica la otra

la Revelación no consiste, únicamente, en lo que está materialmente contenido en las


Sagradas Escrituras, sino que es el conjunto inseparable de Sagrada Escritura y de la
ininterrumpida Tradición eclesial, autorizadamente interpretadas por el Magisterio.

En la tarea de anunciadores es necesario tener constantemente presente la unidad de


Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio.

la Iglesia vive de la “escucha” religiosa de la Palabra y tiene la misión de “proclamarla”


confiadamente. Es por eso que afirmamos que la Palabra de Dios es el alma de la vida
cristiana, de la evangelización, de la catequesis, de la teología, en fin, de todo lo que la
Iglesia es (su naturaleza) y realiza (su misión).

teológicamente es la Palabra de Dios la que da origen a la Iglesia, y la Biblia como


palabra de Dios escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo y confiada a ella para la
salvación de todos, es, junto con la Tradición, la fuerza y columna en la que se apoya
toda la vida eclesial. Porque, en la práctica, no solo la Palabra escrita es la que “convoca”
a la Iglesia.

Consideraciones más aplicables


El Papa hace hincapié "en el papel fundamental de Dios Padre, fuente y origen de la
Palabra, así como la dimensión trinitaria de la revelación".

"El Dios que habla", se resalta "la voluntad de Dios de abrir y mantener un diálogo con el
ser humano, en el que Dios toma la iniciativa y se revela de diversas maneras". Asimismo

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"se destaca el aspecto cristológico de la Palabra, subrayando al mismo tiempo la
dimensión pneumatológica". En esta parte se afronta la relación entre Escritura y
Tradición, así como el tema de la inspiración y verdad de la Biblia.

Afirma que "la hermenéutica bíblica del Concilio Vaticano II debe ser redescubierta a fin
de evitar un cierto dualismo de la hermenéutica secularizada, que podría dar lugar a una
interpretación fundamentalista o espiritualista de la Sagrada Escritura. La recta
hermenéutica exige la complementariedad del sentido literal y espiritual, una armonía
entre fe y razón. Por lo que concierne a la relación entre cristianos y judíos con referencia
a las Escrituras, "se subraya que es muy especial porque comparten buena parte de
ellas".

El tercer capítulo está dedicado a "La Palabra de Dios en la vida de la Iglesia", donde se
destaca "la importancia de la animación bíblica de la pastoral, la dimensión bíblica de la
catequesis, la formación bíblica de los cristianos, la Sagrada Escritura en los grandes
encuentros eclesiales, y la Palabra de Dios en relación con las vocaciones". También "se
presta una especial atención a la Lectio divina y a la oración mariana".

El deber de los cristianos de anunciar la Palabra de Dios en el mundo en el que viven y


trabajan.

El tercer capítulo está dedicado a "La Palabra de Dios y las culturas". Se pone de
manifiesto "el deseo de que la Biblia sea mejor conocida en las escuelas y universidades
y que los medios de comunicación social usen todas las posibilidades técnicas para su
divulgación.

Justificación de las aplicaciones


• La multitud puede no relacionarse con la profundidad de la necesidad del hombre
ciego y trata de silenciarlo. Su insistencia llevó a Jesús a hacer un alto, y a ver su deseo
de ser reconocido y respondido. Hago mi plegaria con la misma confianza y esperanza
de que mi fe será vista y recompensada

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• Dios se manifestó a nuestros primeros padres, alentando la esperanza de la
salvación y la promesa de la salvación para todos aquellos que la buscan con
perseverancia, Dios habló de muchas maneras, pero ahora envió a su Hijo.

• Ante la revelación se presta la “obediencia de la fe”, la cual requiere de la libertad


para aceptar y creer la verdad.

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Conclusion
Mientras en la perícopa anterior A la que hemos visto en detalle en este trabajo
destacaba la ceguera de los discípulos respecto a la pasión de Jesús, el ciego que
aparece en este pasaje es capaz de reconocer al Mesías. El Nazareno, en su discurso
inaugural (4,18), había proclamado la devolución de la vista a los ciegos, y este primer
milagro anunciado es el último que se cumple, si no contamos la devolución de la oreja
cortada al siervo del sumo sacerdote que había ido a detener a Jesús en el monte de los
Olivos.

El relato tiene también la función de romper la monotonía de una serie de


pronunciamientos anteriores. Siguen patentes la compasión de Jesús por todos los que
sufren y su oferta de salvación, pero no hay que perder de vista que no sólo nos
encontramos ante la ceguera física, sino también ante la metafórica, y que la restauración
de la primera apunta a la presencia de ese tiempo final que Jesús anunciaba. El ciego
de este relato se presta a seguir a Jesús porque “ha visto” que era un enviado de Dios

La ceguera simbólica
Las religiones del Próximo Oriente dotaron a Dios de una aureola de esplendor que
resultaba insostenible para los ojos de los humanos. Muchos textos del AT describen a
Yahveh revestido de esta gloria: Vestido de esplendor y majestad, arropado de luz como
de un manto (Sal 104,1-2). En un proceso evolutivo, la luz acaba convirtiéndose en un
medio para hablar de Dios, que se vale de los astros como auxiliares.

Esta luminosidad divina tenía una contrapartida humana, pues muy pronto el AT dio a la
vista y a la ceguera un valor espiritual. El vidente se convertía en profeta porque dejaba
que la luz de la palabra divina entrara en su corazón. Por el contrario, la ceguera espiritual
podía ser consecuencia de estar inmerso en las realidades materiales: No recibas
regalos, porque el regalo ciega a los listos (Ex 23,8), o de adorar, dioses falsos. Es el
libro del profeta Isaías el que mejor describe los efectos de la ceguera espiritual y su
contrapartida, que es la posibilidad que tiene Dios de iluminar los corazones cegados.
En el NT Jesús se hace luz de Dios porque no ha venido para juzgar, sino para iluminar
al mundo, y en esta dinámica entran sus milagros para devolver la vista a los ciegos y

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cegar a los que rehúsan los signos del Reino. Estas ideas se desarrollan claramente en
el evangelio de Juan: Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven,
vean; y los que ven se vuelvan ciegos (Jn 9,39).

Es inmensa la transformación que se produce en nuestro protagonista, que pasa de una


vida de pobre e invidente a formar parte de una comunidad que “ha visto” lo esencial del
credo de Jesús.

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Contenido
Ambientación (a modo de Introducción) .............................................................................................................. 4
El protagonismo de un ciego ............................................................................................................................ 4
La escucha de Jesús .......................................................................................................................................... 4
Marco Literario ..................................................................................................................................................... 6
Comparación de los textos sinópticos (cuadro comparativo) .......................................................................... 6
Texto a tratar: Lc 18, 35-43 ............................................................................................................................... 7
Estructura literaria ........................................................................................................................................ 8
Aspectos exegéticos.............................................................................................................................................. 8
Comentario Global ............................................................................................................................................ 8
Notas exegéticas ............................................................................................................................................. 11
Apuntes para una homilía ................................................................................................................................... 15
Momento actualizante (Catequesis del Papa Francisco) .................................................................................... 15
Aplicaciones ........................................................................................................................................................ 18
Palabra de Dios en la vida de la iglesia (Verbum Domini) .................................................................................. 19
Consideraciones más aplicables ..................................................................................................................... 19
Justificación de las aplicaciones ...................................................................................................................... 20
Conclusion........................................................................................................................................................... 22
La ceguera simbólica ....................................................................................................................................... 22

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Bibliografía
Bovon, F. (2004). El Evangelio según San Lucas III. Salamanca, Sígueme.

Cervantes Gabarrón, J. (1999). Sinopsis bilingüe de los tres primeros Evangelios, con los paralelos del
evangelio de Juan. Pamplona, Navarra: Verbo Divino.

Dillman, R. -M. (2006). Comentario al evangelio de Lucas, un comentario para la actividad pastoral.
Pamplona, Navarra: Verbo Divino.

Fitzmeyer, J. (2005). El Evangelio según San Lucas IV. Madrid: Ediciones cristiandad.

Gómez, A. I. (2008). Lucas. Pamplona, Navarra: Verbo Divino.

Stoger, A. (1979). El Evangelio Según San Lucas, Tomo Segundo. Barcelona: Herder.

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