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E D I T O R I A L T R O T T A
i .! i', ir i¡i(i ilc osla obra es presentar la verdad de
le. k i:;fo desde la perspectiva de la liberación. Desde
>q ión poi los pobres, su misericordia y justicia, su
.u Ir )n ación con los poderosos, su persecución y
muerte a causa de ello, su resurrección reivindicadora.
Así, la cristología puede convertirse en mystago-
gía, en introducción al misterio. Esto significa, en
concreto, que la cristología puede mostrar un camino
-el de Jesús- dentro del cual el ser humano se puede
encontrar con el misterio, puede nombrarlo «Padre» y
puede nombrar a ese Jesús «el Cristo».
La cristología muestra y debe desencadenar la
fuerza de la inteligencia, pero también otras fuerzas
del ser humano. Su quehacer deberá ser rigurosamen
te intelectual, pero su esencia más honda está en ser
algo «espiritual»: que ayude a las personas y comuni
dades a encontrarse con Cristo, a seguir la causa de
Jesús, a vivir como hombres y mujeres nuevos.
La gravedad y la densidad de la realidad desde la
que se ha redactado este libro se convierte, así, en un
poderoso horizonte hermenéutico para comprender a
Cristo, en concepto teológico desde el cual teorizar
sobre una fe cristológica y presentar a Cristo, el gran
testigo de Dios, desde las fuentes de la teología, cier
tamente, pero* también desde la nube de testigos que
ilumina al testigo por antonomasia. Por ello, a pesar
de todo, este libro está escrito con esperanza y con
gozo. El Jesucristo crucificado, tan omnipresente, es
realmente una buena noticia, es, en verdad, un Jesu
cristo liberador.
* • * - - 4
,'W -
Jesucristo liberador.
Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret
Jesucristo liberador.
Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret
Jon Sobrino
B D 1 T O R I A L T K 0 T T A
C O L E C C IO N ES T R U C TU R A S Y P R O C E S O S
Serie R elig ió n
Diseño
Ra'ael Ceioo y Jccquh Gal ego
ISBN: 8 4 .8 7 6 9 9 - 20 - 0
Depósito Legal: VA-388/93
Imp'esión
Simancas Edicicnos, S.A.
Pe . Ind. San Cristócc
C/ Estaño, porcelo ' 52
47012 Valladolid
Este libro está d ed ica d o a la m em oria de
Ignacio Id laca ría, Segundo M ontes, Ignacio M artin Hará,
Ju an R am ón M oreno, A m ando L ópez,
Jo a q u ín L óp ez y López, Ju lia E lba R am os y C elina Ram os.
CONTENIDO
9
In tro d u c ció n
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METODO DE LA C R IS T O L O G IA LA TIN O A M ERICA N A
12
¿PO R QUE O TR O LIBR O DE CR ISTO LO G IA ?
escribir una an ti-cristolog ía, «un hablar sobre Jesús que abra camino
para considerarlo como testigo de una vida humana más humana
y liberada aún»8. La cristología debiera terminar, por tanto, con la
aparente inocencia de que, por escribir sobre Cristo, todo lo que dice
es va útil v que, sobre to'do, es va utilizado correctamente.
No debiera sorprender que un teólogo introduzca sus propias li
mitaciones en la cristología, pero, por un mínimo de honradez, tiene
que ser consciente de esa posibilidad y preguntarse si y qué limitaciones
va a aportar, qué peligros va a producir; y ello, incluso cuando se
intenta escribir una cristología con el título tan santo y verdadero
como el de «Jesucristo liberador». Y es que el teólogo carga consigo
su propia limitación y aun su pecaminosidad. Esperamos, pues, que
la cristología sea útil, pero no olvidemos que puede ser inútil y aun
nociva.
La cristología es, por último, necesaria. pues inevitablemente el
ser humano queda afectado, admirado o cuestionado ante realidades
importantes, y ello siempre le da que pensar. Al cristiano, además,
se le pide explícitamente que dé razón de su esperanza (1 Pe 3, 15).
Y en América latina, como veremos, la cristología es una necesidad
.por razones históricas: es necesario presentar a un Cristo que, como
mínimo, sea aliado de la liberación, no de la opresión. Pero nada
de esto puede hacer acallar la pregunta por lo que es más necesario
y si y cómo la cristología se relaciona con ello.
Si se me permite una palabra personal, varias veces he pensado
al constatar la proliferación de libros sobre Cristo — incluidos los
nuestros— que si los cristianos pusiéramos en práctica un modesto
porcentaje de lo que se dice en cualquier libro normal de cristología,
el mundo cambiaría radicalmente, y el mundo no está cambiando
V radicalmente. De ello no hay que echar toda la culpa a la cristología,
por supuesto. Pero sí da que pensar que en algunos lugares exista
una especie de avidez y de curiosidad por ver «qué dice el último
libro de cristología», y que así las cristologías se conviertan en ofertas
de mercado o en opiniones de ágora ateniense, de modo que uno
escoja una u otra según sus gustos, las compare, las discuta, las defienda
o las ataque... y que todo siga sustancialmente igual en la realidad.
Creemos sinceramente que la nueva cristología latinoamericana
ha intentado ponerse al servicio de lo más necesario, pero siempre
queda algún temor de que ocurra lo que denuncia J. L. Sicre en
la introducción a su libro sobre los profetas de Israel: «La mejor
manera de eludir la palabra de Dios es estudiar la palabra de Dios»9.
Por ello, antes de empezar una cristología y antes de que Jesús
pase por el filtro del concepto y pierda su lozanía, es bueno y necesario
Después de todo lo dicho es claro que hay que dar alguna razón
del porqué de un nuevo libro de cristología. En nuestra opinión existen
dos tipos de razones, unas más coyunturales que tienen que ver con
la relevancia de la cristología en la actualidad y otras más específicas
que tienen que ver con su identidad de siempre.
Entre las razones coyunturales, la primera es de tipo ético. En
América latina, Jesucristo sigue siendo una realidad importante; está
masivamente presente, a diferencia de lo que ocurre en Asia y Africa,
y está todavía activamente presente, a diferencia de lo que está ocurriendo
I.S
METODO DE LA C R IS T O L O G IA LA TIN O A M ER ICA N A
' 11. W . Pannenberg, Fundam entos de cristología, Salamanca, 1974, 22: «La sucesión de
! las interpretaciones pertenece a la esencia histórica de la misma materia que hay que interpretar,
en tanto que ésta, merced a su intención significativa universal, promueve constantemente a
la inclusión de nuevos puntos de partida y suscita así nuevas interpretaciones».
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¿PO R QUE OTRO LIBRO DE C R IS T O L O G IA ?
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14. En el libro, nos centramos en la liberación de la injusticia como expresión más globalizante
de la opresión, la que niega la vida y la fraternidad, y no tratamos explícitamente las otras
formas de opresión.
15. Sobre el concepto de liberación, véase 1. Ellacuría, «En torno al concepto y a la
idea de liberación», en I. Ellacuría et al., (eds.), Im plicacion es sociales y p olíticas de la teo log ía
de la liberación, Madrid, 1989, 91 ss.
16. J. Sobrino, «Jesús como buena noticia. Repercusiones para un talante evangélico»;
Sal T errae (1988) 7 1 5 -7 2 6 .
17. J. I. González Fans, op. cit., 579.
¿PO R QUE OTRO LIBRO DE C R IS T O L O G IA ?
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M ETODO DE LA C R IS T O L O G IA LATIN OAM ERICANA
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¿PO R QUE O TRO LIBRO DE C R IS T O L O G IA ?
2.1
I
M E T O D O DE LA C RESTO LO G IA LA TIN O A M ER IC A N A
Capítulo 1
95
M ETODO DE LA C R ISTO L O G IA LA TIN O A M ER ICA N A
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UNA NUEVA IM AGEN Y UNA NUEVA FE EN C R IS T O
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UNA NUEVA IM AGEN Y UNA NUEVA FE EN C R IS T O
Esta imagen del Cristo liberador no debiera ser nueva, pues es sus-
tancialmente la imagen de Jesús en los evangelios, y así lo admiten
de alguna manera incluso las dos instrucciones vaticanas sobre la teología
de la liberación. «El Evangelio de Jesucristo es un mensaje de libertad
y una fuerza de liberación»13. «El Evangelio... es, por su misma na
turaleza, mensaje de libertad y de liberación»14. Pero no ha sido así
y las consecuencias son conocidas y objetivamente escandalosas. América
latina, continente masivamente cristiano, ha vivido una clamorosa
opresión sin que la fe en Cristo la haya cuestionado y sin que la -
imagen de Cristo haya servido siquiera para sospechar que algo andaba
muy mal en el continente. Desde esta perspectiva, la nueva ima
gen de Cristo expresa por lo menos esa sospecha, y más de fondo
significa la superación de esa escandalosa situación. Y aunque no
fuese más que por esto, la nueva imagen ya habría aportado un inmenso
bien.
Por qué haya ocurrido ese escándalo en el pasado se debe a varias
razones, por supuesto. Pero ahora nos concentramos en las más es
pecíficamente cristológicas, es decir, en cómo las cristologías tradi
cionales han posibilitado e incluso fomentado la imagen de un Cristo
de la cual podían hacer uso los poderosos y de tal manera que a
los pobres no les quedaba más que aferrarse a la imagen unilateralmente „
sufriente. Y las analizamos porque no es sólo cosa del pasado, sino
que reviven y son propiciadas de diversas formas en el presente.
12. En nuestra opinión, la importancia de este hecho va más allá de América latina.
Con la imagen del «Cristo liberador» se recobra lo fundamental del título «mesías», mantenido
ciertamente a lo largo de la historia, pero privado ya de cualquier contenido mesiánico histórico-
popular. Con el Cristo liberador se retoma una historia que quedó interrumpida prácticamente
con las primeras generaciones de cristianos.
I I. Instrucción sobre algunos asp ectos de «la teo log ía de la liberación», Introducción,
19H4,
14. l ibertad cristiana y liberación , Introducción 1, 1986.
29
> /E 7 0 2 0 DE LA C R lS fC lC G IA L A I INOAW ERiC ANA
Las cristologías han solido ofrecer una imagen de Cristo como una
sublime abstracción. Que la «sublimidad» sea esencial para la fe es
evidente, pero su «abstracción» es sumamente peligrosa. Esa abstracción
es posible, porque el título sublime de -C risto» es un adjetivo que
sólo recobra su concreción adecuada desde lo concreto del sustantivo:
Jesús de Nazarct. Si se olvida a Jesús, está dada, entonces, la posiblidad
de llenar el adjetivo con lo que en un momento dado interesa, sin
verificar si así fue Jesús o no, si de esta forma se deja la realidad
abandonada a su miseria o no; peor aún, sin preguntarse si con esa
imagen se justifica la tragedia de la realidad o se la libera.
Lo que liemos llamado posibilidad se ha hecho muchas veces realidad.
El Cristo abstracto ha sido concretado a veces desde algo bueno en
sí mismo, y a veces desde algo sumamente peligroso. En ambos casos,
sin embargo, con funestas consecuencias para los pobres.
Como ejemplo de lo primero, mencionemos la imagen del C risto-
.— am or. Con ello $c afirma algo verdadero, evidentemente, pero hasta
que no se diga desde lesús en qué consiste ese amor, cuáles son sus
formas y sus prioridades, el amor permanece abstracto, puede incluir,
pero también excluir o incluso rechazar, formas fundamentales del
amor de Jesús, tales como la justicia y la parcialidad amorosa a
los pobres. El Cristo «caritativo» o puramente «asistencial» ha hecho
ignorar durante siglos e incluso contradecir al Jesús profeta de la
justicia. La consecuencia de esta grave reducción ha sido la bcneficiencia
a unos pocos y el olvido de la justicia a los muchos.
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UNA N U EVA IM AGEN r UNA NUEVA FF EN C PStO
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M ETODO C£ I* C R lS T O L O G IA LATIN OAM ERICANA
A t'io li.'ibru ,iiic añadir oirás íoimas de absolutizar a Cristo, basada» ahora en
la universalización de lo que en Jesús es sólo concreto: el Jesús Manco, varón, asiático faiinq.ir
más hondamente ha sido presentado como •europeo-}, ahsolutizacionci que Justifican, o al
menos facilitan la opresión de razas, sexo, religiones...
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UNA SUEVA V A G t t. í LN A V .t/A rF =N CHISTO
lf>. Fs muy impórtame resaltar este hecho. Medellín y Puebla son la expresión mejor
v más original de la tradición celesta! latinoamericana. Expresan la novedad de esa Iglesia
con relación .i su propio pasado y con relación a otras Iglesias en el presente. Y dado qui
la realidad de! continente latinoamericano no ha cambiado en lo sustancial con respecto ai
tiempo de Medellín v Puebla, ambos tienen que seguir siendo punto de referencia obligado.
Si >n nuestra tradición túndante.
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UNA NUEVA IM AGEN Y UNA N U EV A FE EN C R IS T O
17, ! n o lio lugm afirm a que «todo crecimiento en hum anidad nos acerca a reproducir
la Imagen del I lijo - (luluciitión l)).
ÍS
M ETODO DE LA C R IS T O L O G IA LA TIN O A M ER ICA N A
de fe que dan testimonio (M ovim ien tos de laicos, 12). Pero añade
novedosa, aunque indirectamente, su presencia entre los oprimidos:
Allí donde se encuentran injustas desigualdades sociales, políticas, económicas
y culturales, hay un rechazo del don de la paz del Señor; más aún, un rechazo
del Señor mismo {Paz, 1 4 )18.
C
(y Dios) y los pobres de este mundo, a través de lo cual, después,
se podrá establecer la correlación universal. La conclusión importante
para la cristología es que para el conocimiento de Jesús es en verdad
necesario conocer a los pobres.
La segunda es que Tos pobres son como un sacramento de la presencia
de Cristo. Puebla no usa ese lenguaje, pero sí lo implica eficazmente
y de manera dinámica: los pobres poseen con respecto a la Iglesia
\ (y, añadimos, con respecto a todos) un «potencial evangelizador», «en
cuanto la interpelan constantemente, llamándola a conversión y por
|cuanto muchos de ellos realizan en su vida los valores evangélicos
de solidaridad, servicio, sencillez y disponibilidad para acoger el don
de Dios» (n. 1.147).
Los pobres, pues, son quasi-sacramento en dos dimensiones fun
damentales de la misión de Jesús. En primer lugar, llaman a conversión,
pues su propia realidad, como la de Jesús crucificado, es la máxima
interpelación al cristiano y al ser humano, y en este sentido, los pobres
ejercen una profecía primaria por lo que ellos son en cuanto víctimas.
Y, en segundo lugar, ofrecen realidades y valores como las que ofreció
Jesús, y en ese sentido, son portadores de un evangelio, ejercen una
evangelización primaria. ~
Sean cuales fueren los ejemplos con que Puebla ilustre el «potencial
evangelizador» de los pobres, lo más importante es que haya llegado
a acuñar el concepto mismo. Los pobres son destinatarios privilegiados
de la misión de Jesús, lo cual es ya sumamente importante y novedoso;
pero, además, hacen presentes al Jesús profeta y evangelizador. Son
su sacramento dinámico.
Hemos comenzado nuestra reflexión con algo real que ocurre hoy
en la historia: la nueva imagen y la nueva fe en Cristo, lo cual
no es el modo habitual de proceder. Otras cristologías suelen comenzar
con textos del pasado acerca de Cristo, y cuando tienen en cuenta
el presente, lo hacen para mostrar las dificultades que éste ofrece
a la fe en Cristo más que sus posibilidades. Si hemos comenzado
de esta forma, sin embargo, es porque creemos que la realidad de
esa imagen y esa fe, con su énfasis en la liberación y en la actual
presencia de Cristo en nuestra historia, es un signo de los tiempos.
Esto impone varias tareas a la reflexión. En cuanto al contenido,
la cristología debe fundamentar, desde sus fuentes, que Cristo es,
UNA NUEVA IM AGEN Y UNA NUEVA FE EN C R IS T O
V)
Capítulo 2
I ( '.inversión de Li l^lesiti til reino ele D ios, San Salvador, 1985, 168.
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■u
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El lugar de la cristología es, pues, importante para que ésta use ade
cuadamente sus fuentes del pasado y del presente. Sin embargo, no
hemos mencionado todavía en qué consiste formalmente ese lugar
y cuál es su realidad material. En nuestra opinión, aquí se da la
opción fundamental. Para unas cristologías, el lugar teológico son
sustancialmente textos14, aunque tengan que ser leídos en un lugar
EL LUGAR E C L E S IA L Y S O C IA L DE LA C R IS T O L O G IA
15. Los lugares concretos tienen también su importancia. Así, dicho de forma ideal, la
universidad puede propiciar rigor intelectual y diálogo con otros saberes científicos; el seminario,
perspectiva pastoral y cotidiana; la comunidad de base, perspectiva popular del pueblo de Dios;
l,i curia, fidelidad al magisterio... Sus peligros son también fáciles de imaginar: academicismo
estéril irrelevante, clericalismo, inmediatismo, sumisión sin libertad...
16. M arx y la Biblia, Salamanca, 1972, 82.
17. |. 1.. Segundo, «La opción por los pobres como clave hermenéutica para entender
el evangelio»: S a lT erra c 6 (1986) 47.1-482.
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18. Hablando de la revelación de Dios, J. L. Segundo afirma que «es menester que la
“ diferencia produzca una diferencia” », «Revelación, fe, signos de los tiempos», 125. La irrupción
del pobre (diferencia desencadenante) ha originado, de hecho, una diferencia en la fe (diferencia
desencadenada), que ha sido experimentada como buena y positiva, más humana y más crisiiana,
Y en esto estriba, en último término, el poder presentar la diferencia desencadenante como
signo de los tiempos y hacer de ella la realidad en la cual se debe elaborar la cristología.
19. I. Ellacuría, o p .cit., 58.
20. J. Lois, «Cristología en la teología de la liberación», en M ysteritim lih fi.itm iir I,
Madrid, 1990, 224-230.
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EL LUGAR E C L E S IA L Y SO CIA L DE LA C R IS T O L O G IA
de verdad. Pero todo ello presupone una realidad previa, que llamamos
la prim era eclesialidad: la realización comunitaria de la fe en Cristo
y la presentización de Cristo en la historia, en cuanto éste es cabeza
de un cuerpo que es la Iglesia.
Por primera eclesialitlad entendemos que dentro de la Iglesia se
realiza la sustancia eclesial, que en ella se dan fe, esperanza y caridad
reales; dicho cristológicamente, la realización del seguimiento de jesús.
Al hacer esto y ser esto, la Iglesia se convierte en sacramento con\
respecto a Cristo y llega a ser su cuerpo en la historia. «La corporeidad I
histórica de la Iglesia implica que en ella “ tome cuerpo1’ la realidad í
y la acción de Jesucristo para que ella realice una “ incorporación” f
de Jesucristo en la realidad dé la historia»21. Ante todo, en este sentido, I
la Iglesia es eTdugar de la cristología por ser el lugar de la fe en
Cristo y de la corporeización de Cristo, y desde ahí, posteriormente,
desde un punto de vista lógico, es también lugar porque guarda y
salvaguarda los textos acerca de Cristo, pero no a la inversa.
A la primera eclesialidad le compete también que la realización
de la fe y la corporeización de Cristo sean comunitarias. La fe en
Cristo es, por esencia, fe comunitaria y no la suma de fes individuales,
y eso es así desde la resurrección de Cristo, la cual no desencadenó
sólo fes individuales, sino que convocó una comunidad e hizo que
la fe tuviese, la dimensión esencial de comunitariedad. Esto significa,
ante todo, llevarse unos a otros en la fe, dar de la propia fe y recibirla,
para que formalmente sea la comunidad la que cree en Cristo. La
cristología es eclesial, entonces, no sólo porque los individuos creen
dentro de una comunidad llamada Iglesia, sino porque al hecho de
creer le compete el estar remitido a la fe de otros22.
Además, la fe tiene que ser comunitaria, porque la Iglesia es una
realidad en camino. Es esencial a la Iglesia ser peregrina, como lo
ha sancionado el Vaticano II con el término «pueblo de Dios», y
ese peregrinaje incluye también el hecho de repensar su fe a lo largo
de la historia, aprender a aprender. Y eso, como lo ha mostrado
J. L. Segundo, sólo puede hacerse en cuanto comunidad:
El mismo hecho de revelar Dios algo con sentido supone no sólo un individuo
en búsqueda, sino una comunidad, un pueblo comprometido en ese intento
de aprender a aprender, buscando así la verdad23.
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M ETODO DE LA C R IS T O L O G IA LATIN O A M ERICA N A
24. La Iglesia de los pobres es «una iglesia en la que los pobres son su principal sujeto
y su principio de estructuración interna», I. Ellacuría, op. cit., 207-208.
25. Del mismo Jesús, Ch. Duquoc afirma que «es en la acción donde Jesús decide que
la invocación al Padre alcance una forma nueva», «El Dios de Jesús y la crisis de Dios en
nuestro tiempo», en Varios, Jesu cristo en la h istoria y en la fe, Salamanca, 1977, 49.
26. W. Kasper, Jesús, el C risto, Salamanca,6 1986, 29.
.SO
EL LUGAR E C L E S IA L Y S O C IA L DE LA C R IS T O L O G IA
27. I Wotí, Jesu cristo y la liberación d el h om bre, M adrid,21987, 14-25; «Jesucristo liberador,
llliu visión ci ¡stolduica desde Latinoamérica oprimida», en Varios, Jesu cristo en la h istoria
v en l,i fe, 175 178.
¿K. Ibid., 176.
51
M ETODO DE LA C R IS T O L O G IA LATIN OAM ERICANA
29. La cristología que se hace consciente de su lugar social debe atender en lo posible
a lo que dicen las ciencias sociales, como es exigido en principio por la teología de la liberación.
En nuestra opinión, sin embargo, más importante que el cúmulo de conocimientos sociales
que pueda poseer el teólogo — mayor o menor, según los casos— es que realice, de hecho,
la ruptura epistemológica, que su inteligencia comience a funcionar ríe manera distinta, como
veremos más adelante.
30. Según datos recientes de la CEPAL, en América latina había 71 millones de pobres
en 1970 y, en 1990, el número se ha elevado a 183 millones. Son necesarios ‘JO.000 millones
de dólares para que, en 1995, América latina alcance el nivel económico (de la pobte/ti) de
1980. S
S
EL LUGAR E C L E S IA L Y S O C IA L DE LA C R IS T O L O G IA
Digamos por último que el mundo de los pobres hace que la inteligencia
funcione o pueda funcionar de una manera específica, importante para
el pensar cristológico.
En primer lugar, en el mundo de los pobres, la inteligencia puede
superar con más facilidad la hybris que está actuante en rodo lo
humano y también en el acto primigenio de conocer la verdad, como
lo denuncia Pablo (Rom 1, 18). También la cristología debe preguntarse
por aquel lugar en el cual, por su naturaleza, aunque no mecánicamente,
le sea más fácil llegar a conocer la verdad sin manipularla y mantenerse
en ella. Desde esta perspectiva, el mundo más apto para conocer la
.14. La tita está tomada de I. Ellacuría, ■ Teología tic '.i liberación y marxismo•: R t.T
20 1990¡ 126. bllacurla usa la disiinción eiurc m é d iu m q u o y in é d it o » in q u o para analizar
el aporte del marxismo a la teología tic la liberación, pero lo mismo y con más derecho
puede decirse de i a realidad «le los pobres.
35. Véase el artículo de J. L. Segundo citado en la nota I?.
.54
E_ LUGAR ECLESIAL Y SO C-AL OE LA C R ISTO LO G IA
36. Qué entendemos por misericordia lo hemos elaborado en "Iglesia samar,tana: el principio-
misericordia*: S a ¡ T e r n e 10 ¡ 1990; 665-678; -Iglesias ricas c Iglesias pobres, y c’. principio-
misericordia»: R L T 21 1.1990/ 307-323.
37. ]. Sobrino, -Teología en un mundo sufriente. La teología de la liberación como in teliec iu s
j m o rís» : R L T 15 (1988) 243-266.
38. I. Ellacuría, -La teología como momento ideológico de la praxis Cclesial»: E s tu d io s
frlesiJs t i r o s 207 1978) 457-476.
• .55
METODO DE LA C R IS T O L O G IA LA TIN O A M ER ICA N A
Este enfretarse con las cosas rales en tanto que reales tiene una triple dimensión:
el hacerse cargo de la realidad, lo cual supone un estar en la realidad de
las cosas — y no meramente un estar ante la idea de las cosas o en el sentido
de ellas— , un estar «real» en la realidad de las cosas, que en su carácter
activo de estar siendo es todo lo contrario de un estar cósico e inerte e implica
un estar entre ellas a través de sus mediaciones materiales y activas; el cargar
con la realidad, expresión que señala el fundamental carácter ético de la in
teligencia que no se le ha dado al hombre para evadirse de sus compromisos
reales, sino para cargar sobre sí con lo que son realmente las cosas y con
lo que exigen; el encargarse de la realidad, expresión que señala el carácter
práxico de la inteligencia que sólo cumple con lo que es, incluso en su carácter
de conocedora de la realidad y comprensora de sentido, cuando toma a su
cargo un hacer real39.
39. «Hacia una fundamentación filosófica del método teológico latinoamericano»: EXA
3 2 2 -3 2 3 (1975) 41 9 ; ver también 1. Ellacuría, F ilosofía de la realidad histórica, Madrid, 1991
40. Quisiera decir que, en lo personal, este modo de concebir el funcionamiento de l.i
inteligencia es de las cosas que más me impactaron del pensamiento de I. Ellacuría. Los artículos
de J . Hernández Pico, J. 1. González Faus y V. Codina en R L T 21 (1990), número dedicado
al recuerdo de los mártires de la UCA, recalcan este punto.
41. A. González, en un excelente análisis de la obra filosófica de 1. Ellacuría, afirma
que «lo característico de la labor intelectual de Ignacio Ellacuría no consiste tanto en liabri
puesto la praxis de liberación en el centro de sus reflexiones filosóficas, sino en habei heilio
de la filosofía un elemento constitutivo de una existencia dedicada a la liberación», «Aproxim e íón
a la obra filosófica de I. Ellacuría»: ECA 505-506 (1990) 980. Esto debe decirte tanto "
más de su teología, y, en principio, de toda la teología de la liberación.
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EL LUGAR EC LE SI AL Y SO C IA L DE LA C R IS T O L O G IA
■12. Véasr lo <|111' liemos escrito en el capítulo «El conocimiento teológico en la teología
■o m p e a v la t ín ....... .in.n . en Resurrección de la verdadera Iglesia, 2 1 -5 3 .
43. 1.. Bolf, o/», <//.. IH7,
S7
C a p ítu lo 3
EL «JESUS H ISTO R IC O »,
PU N TO DE PARTIDA DE LA C R ISTO LO G IA
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M ETODO DE LA C R IS T O L O G IA LATINOAM ERICANA
Por esas dos razones fundamentales — que Jesús sea el mejor camino
hacia el Cristo y su mejor salvaguarda— elegimos el «Jesús histórico»
como punto de partida. Pero antes de analizar lo que entendemos
por «Jesús histórico» como punto de partida de esta cristología, vamos
a exponer y evaluar otros puntos de partida, con lo cual se comprenderá
mejor lo específico del punto departida de la cristología latinoamericana.
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EL «JE SU S H ISTO R IC O », PUNTO DE PA RTIDA DE LA C R IS T O L O G IA
4. Aunque irónicamente, no deja de tener razón Paul van Burén cuando afirma: «Aun
cuando se confiesa por una parte que Jesucristo fue “ verdadero hombre” , de tal manera definió
esa humanidad que parecía amenazar el puesto de Jesús en el mundo de los hombres. F.1
problema puede ser apreciado ya en los escritos de Justino mártir, donde el autor insiste en
que Jesús fue hombre, con cuerpo, alma y espíritu, y sin embargo, sin ninguna relación histórica
con el resto de la humanidad... Fue alguien como nosotros, pero no fue uno de nosotros»,
The secular m eaning o f tbe G ospel, Londres, 1966, 38.
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METODO DE LA C R IS T O L O G IA LATIN O A M ERICA N A
2.3. El kerygma
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M ETODO DE LA C R IS T O L O G IA LATIN O A M ERICA N A
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METODO DE LA C R IS T O L O G IA LA TIN O A M ER ICA N A
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EL «JESU S H ISTO R ICO », PUNTO DE PA RTIDA DE LA C R IS T O L O G IA
71
M ETO DO DE LA C R IS T O L O G IA LA TIN O A M ER ICA N A
18. Ib id ., 13.
19. ib id.
20. Ibid.
21. J. Comblin, T e o lo g ía de la revolución, Bilbao, 1973, 306.
22. El ser y el M esías, Salamanca, 1973, 9.
23. Véase, H. Echegaray, L a práctica de Jesús, Lima, 1981; C. Bravo, Jesús, b o m b e
en con flicto, M éxico, 1 9 86; y la monumental obra en tres tomos de J. I . Segundo, I I b o m b e
de hoy ante Jesús de N azaret, Madrid, 1982.
24. Jesu cristo y la liberación del h om bre, Madrid, 1981, 25.
25. J. Jiménez Lim ón, «Una cristología para la conversión en la lucha poi la jii'.inia
Christus 511 (1978) 47.
72.
EL «JESU S H ISTO R ICO », PUNTO DE PA RTIDA DE LA C R IS T O L O G IA
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METODO DE LA G R IS TO L O G IA LA TIN O AM ERICANA
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EL «JESU S H ISTO R ICO », PUNTO DE PA RTIDA DE LA C R IS T O L O G IA
75
METODO DE LA C R IS T O L O G IA LATIN O A M ERICA N A
35. J . I. González Faus, «Hacer teología y hacerse teología», en Varios, Vida y reflexión.
A portes de la teo log ía de la liberación al pensam iento teo lóg ico actual, Lima, 1983, 79.
36. «Befreiungstheologien zwischen Medellín uncí Puebla»; O rientierung 43 (1979) 6 10,
17-21.
37. La h u m an idad nueva, Santander,71986, 15.
7h
EL «JESU S H ISTO R IC O », PUNTO DE PARTIDA DE LA C R IS T O L O G IA
38. Así lo afirma J. M oltm ann al analizar en qué sentido es histórica la resurrección
de Jesús, T e o lo g ía d e la esperanza, Salam anca,41960, 237.
39. En este sentido, son muy importantes los modernos estudios sobre la sociología del
■movimento de Jesús». Lo que Jesús desencadenó en directo es un «movimiento» para hacer
présenle su causa. Véase R. Aguirre, Del m ov im ien to de jesús a la Iglesia cristiana, Bilbao,
1987.
77
M ETODO DE LA C R IS T O L O G IA LA TIN O A M ER ICA N A
egoísmo, el dar la propia vida que guardarla para sí, si la utopía verda
deramente atrae y genera realidades positivas o es, en definitiva, esca
pismo, si el misterio de Dios es lo último y bienaventurado o lo absurdo.
En la práctica puede aparecer incluso la realidad más específicamente
cristiana para formular el sentido de la vida: la gracia. La práctica
puede ir acompañada por la bybris humana y así degenerar en pro-
meteísmo, pero puede ser también el lugar de la máxima experiencia
de la gracia: se nos han dado manos «nuevas» para hacer el bien.
Comenzar metodológicamente con la práctica de Jesús no significa,
pues, ignorar ni minusvalorar la inevitable problemática del sentido
con que las cristologías progresistas abordan a Jesús. Más bien creemos
|que ocurre lo contrario: la práctica proseguida de íesús es lo que
\desencadena la pregunta por el sentido y lo que desde Jesús le da,
lo puede dar, respuesta.
c) Decíamos que lo más histórico de Jesús es su práctica, y hemos
añadido el espíritu con que la llevó a cabo y del cual la imbuyó:
honradez con la realidad, parcialidad hacia lo pequeño, misericordia
fundante, fidelidad al misterio de D ios... Ese espíritu es, por una
parte, talante de Jesús, lo que le fue dado de antemano si se quiere,
pero está también intrínsecamente relacionado con su práctica.
Por una parte, ese espíritu llegó a ser concreto, y por ello real,
a través de una práctica, pues dentro de ella, y no en su pura interioridad,
Jesús fue cuestionado y potenciado. Por otra parte, ese espíritu no
fue sólo acompañante necesario de su práctica, sino que la modeló,
le dio una dirección e incluso la potenció en su eficacia histórica.
Creemos que añadir el espíritu de Jesús a su práctica es una relativa
novedad que ha sido exigida por la experiencia latinoamericana, pues
lejos de oponerse, ambas cosas se pueden complementar muy posi
tivamente, y su complementación ayuda a no caer ni en puro es-
piritualismo, por una parte, ni en puro activismo, por la otra40.
* d) Determinar lo más histórico de Jesús como su práctica con espí
ritu es, en el fondo, una opción, aunque haya concepciones filosóficas que
puedan apoyarla. La verificación de esa opción consiste, en útimo tér
mino, en si al llevarla a cabo introduce mejor en la total realidad de
Jesús. Pero, aunque opción, es también verosímil desde América latina.
Sin caer en ingenuidades, es cierto lo que afirma L. Boff: América
latina ofrece un «isomorfismo estructural de situaciones entre el tiempo
de Jesús y el nuestro: opresión y dependencia objetivas, vividas sub
jetivamente como contrarias al designio de Dios»41, y de ahí que
7H
EL «JESU S H ISTO R ICO », PUNTO DE PARTIDA DE LA C R IS T O L O G IA
42. I b i J ., 25-26.
79
METODO DE LA C R IS T O L O G IA LATIN O A M ERICA N A
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EL «JESU S H ISTO R IC O », PUNTO DE PA RTIDA DE LA C R IS T O L O G IA
5.1. Los escritos del N uevo T estam en to (exclu yen do los evangelios)
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M ETODO DE LA C R IS T O L O G IA LA TIN O A M ER ICA N A
K4
EL «JESU S H IS TO R IC O », PUNTO DE PA R TID A DE LA C R IS T O L O G IA
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METODO DE LA C R IS T O L O G IA LA TIN O AM ERICANA
con las obvias diferencias entre unas y otras, todas ellas convergen
en presentar la estructura fundamental de la vida de Jesús: inicio
y desarrollo de su misión, enfrentamiento con los poderosos, persecución
y muerte. Y de esta forma, la recuperación de Jesús que hacen las
comunidades ofrece la posibilidad del seguimiento de Jesús. Cada co
munidad y cada evangelio ofrece matices propios de la vida de Jesús,
pero ofrecen lo fundamental de Jesús, para no llamarse a engaño
pudiéramos decir, y para ser reproducido.
Las narraciones son, por último, evangélicas, es decir, una buena
noticia, eu-aggelion. Fd término es anterior a los cuatro evangelios
y es usado por Pablo para proclamar la verdad salvífica de la muerte
y de la resurrección de Cristo. Lo que los «evangelios» añaden es
que narrar la vida de Jesús es ya una buena noticia. Lo es porque
la buena noticia es el centro del mensaje de Jesús a los pobres, y
lo es también porque es buena noticia el que Jesús fuese así.
Esto, creemos, es lo específico de la recuperación de Jesús que
hacen los evangelios: nada puede sustituir a narrar la historia de Jesús
para tener luz sobre el verdadero Cristo creído y para vivir verda
deramente de acuerdo a ese Cristo. Quienes abordan los evangelios
para encontrar mayor o menor información factual sobre Jesús insisten
en que éstos no muestran, en definitiva, la historia de Jesús, sino
que son textos tan teologizados en principio como los otros escritos
del Nuevo Testamento. Pero sigue persistiendo la pregunta de por
qué no bastaron las teologizaciones anteriores en himnos y confesiones
de fe. La respuesta de los evangelios va en una doble dirección: es
cierto que no se puede historizar a Jesús sin teologizado, pero es
también cierto — y en esto está lo específico de los evangelios— que
no se puede teologizar a Jesús sin historizarlo. Presentar la historia
de Jesús, todo lo teologizada que se quiera, es la mejor forma de
ofrecer verdad y concreción a la fe y ánimo a la vida del creyente.
Y éste es, en nuestra opinión, el valor permanente de la forma específica
de volver a Jesús que ofrecen los evangelios.
KK
EL «JE SU S H ISTO R IC O », RjJNTO DE PARTIDA DE LA C R IS T O L O G IA
y que aquí hemos dejado para el final: qué es lo que realmente podemos
saber de Jesús de Nazaret. Si realmente nada pudiéramos saber de
él, o sólo cosas insignificantes, vana sería la pretensión de una cristología
basada en el Jesús histórico. Esta se convertiría a lo sumo en cristo-
mitología que podría tener interés por lo simbolizado en ese mito,
pero que viciaría de raíz algo que es esencial a la fe cristiana: que
el acercamiento salvífico de Dios a este mundo en Jesús de Nazaret
es real e histórico. Veamos, pues, qué afirma la cristología latinoa
mericana sobre lo que podemos llamar lo «histórico-factual» de Jesús.
Ante todo, no desconoce la problemática. No lo hace de hecho,
porque acepta las reservas que impone la crítica histórica; y de derecho,
porque acepta que el género «evangelios» son relatos de fe, como
lo muestra la crítica literaria y lo proclama el final del evangelio
de Juan: «hemos escrito estas señales para que creáis que Jesús es
el Mesías» (20, 31). Sabe, pues, que no es posible acceder adecuadamente
al Jesús «histórico», sino a un Jesús «ya historizado». Pero tampoco
comparte el escepticismo de épocas pasadas como si nada se pudiera
saber de Jesús, sino que acepta algunos datos fundamentales, que
permiten acceder a la estructura fundamenta] de la vida de Jesús,
sobre lo cual parece existir hoy un consenso.
Ese consenso fundamental sobre lo histórico-factual lo podemos
resumir en lo siguiente58. A nivel de h ech os, el bautismo por Juan,
los éxitos (y quizás también algunos conflictos) iniciales en su pre
dicación, la elección y el envío a predicar de algunos seguidores, la
amenaza y la persecución crecientes, la pasión y la muerte en cruz.
A nivel de com p ortam ien to, actividades de milagros y exorcismos,
predicación en parábolas, actitudes críticas frente a la ley y el templo,
exigencia de conversión, de seguimiento y de fe en Dios. A nivel
de palabras, dos palabras auténticas de Jesús, «reino» y «abha», y
las palabras que dan razón de su condena.
La cristología sistemática latinoamericana no se ha distinguido
en la tarea histórico-crítica, ni en la elaboración de los criterios de
historicidad de los evangelios, pero de hecho, algunos de los criterios
de historicidad ya elaborados por otros59 están actuantes. Por ejem
plificarlo en el análisis del «reino de Dios», es criterio de historicidad:
a) que aparece en todos los estratos de las tradiciones sinópticas,
b) que reaparece en los evangelios aun cuando no aparezca centralmente
en otros escritos neotestamentarios y c) que da congruencia al destino
histórico de Jesús.
Lo que la cristología latinoamericana añade a estos criterios a
priori es la convicción a p osteriori de la verosimilitud histórica de
que «así hayan sido las cosas». La vida de Jesús, vista desde su final
histórico, aparece históricamente muy verosímil. Y esa convicción se
89
METODO DE LA C R IS T O L O G IA LA TIN O A M ER ICA N A
M IS IO N Y FE DE JE S U S
Capítulo 4
95
MISION Y FE DE JESU S
%
IV
JE S U S Y EL REINO DE DIOS
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MISION Y FE DE JES U S
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JESU S Y EL REINO DE DIO S
99
MISION Y FE DE JES U S
100
JE S U S Y EL REINO DE DIO S
social mala e injusta en otra buena y justa. Por ello, más que de
«reino» de Dios, hay que hablar antes de «reinado» de Dios. Es lo
que dice el salmo: «ya llega a regir la tierra, regirá el orbe con justicia
y a los pueblos con equidad» (96, 13 ss). Así, pues, el «reinado»
de Dios es la positiva acción por la que Dios transforma la realidad
y el «reino» de Dios es lo que ocurre sobre este mundo cuando es
Dios quien realmente reina: una historia, una sociedad, un pueblo
transformados según la voluntad de Dios. Y hay que notar desde
el principio que «la característica principal de este reino es que Dios
realiza el ideal regio de la justicia»19. El reino de Dios es, pues, una
realidad sumamente positiva, una buena noticia, pero es también una
realidad sumamente crítica hacia el presente malo e injusto.
Sobre ese reinado de Dios esperado por Israel hay que insistir
en tres cosas para comprenderlo bien y evitar su tergiversación. La
primera es su incidencia real en la historia de los hombres, es decir,
que el reino es una realidad histórica, no trans-histórica, y de ahí
que la esperanza histórica recorra el Antiguo Testamento, aunque la
apocalíptica la escatologice y la ponga en el fin de los tiempos. Sea
cuales fueren las esperanzas variadas y cambiantes de Israel, lo esencial
está en que «le es completamente ajena la resignación que confina
a Dios en el nebuloso más allá de los ideales y que se compagina
con la inmutabilidad del mundo»20. Israel tiene como esencial a su
fe que Dios puede cambiar la realidad mala e injusta en realidad
buena y justa. Por ello, el reino de Dios se corresponde con una
esperanza histórica.
La segunda es que la acción de Dios versa en directo sobre la
transformación de toda la sociedad, de todo un pueblo. Indudablemente,
Israel conoce la realidad del hombre individual, de la persona, y para
ella, Dios tiene exigencias y planes salvíficos: que el corazón de piedra
se transforme en corazón de carne (Ez 36, 26 ss). Pero con el reino
de Dios se designa formalmente la utopía de Dios para todo un pueblo.
Dicho en símbolos dicentes, que el conflicto se torne en reconciliación,
y así el lobo y el cordero puedan comer juntos (Is 11, 6), que la
guerra se torne en paz, y así las espadas se conviertan en azadones
(Is 2, 4), que la injusticia se torne en justicia y la vida sea posible,
y así coman del fruto de su trabajo los que trabajan en el campo
y habiten casas los que las construyen (Is 65, 21 ss), que se supere
el distanciamiento religioso y la exterioridad con respecto de Dios,
y así Dios sea quien hable primero e inscriba su ley en los corazones
(Jer 31, 33). En síntesis, que en contra de la realidad actual, aparezcan
«los nuevos cielos y la nueva tierra» (Is 65, 17). Al reino de Dios
se le corresponde, entonces, no sólo con esperanza, sino con una esperanza
pop u lar, de todo un pueblo y para todo un pueblo.
101
MISION Y FE DE JES U S
103
MISION Y FE DE JE S U S
2-3 )— y más que los de Juan (Jn 4, 1), los discípulos que antes
habían sido de Juan pasan después a ser discípulos de Jesús (Jn 1,
35-42).
Y una última prueba de la historicidad del bautismo de Jesús
por Juan es que la escena del bautismo se fue reescribiendo para
que no quedase duda de la superioridad de Jesús sobre Juan, aunque
aquél aceptó bautizarse por éste. En Marcos, quien parece usar una
tradición presinóptica, el bautismo es descrito escuetamente (Me 1,
9). M ateo, por preocupación doctrinal, antepone un diálogo entre
Jesús y Juan, en el cual éste, en un primer momento, rehúsa bautizarlo
(3, 14) y sólo accede ante las palabras del mismo Jesús de que «conviene
hacer toda justicia» (3, 15). Lucas silencia el nombre del Bautista
y presenta el hecho mismo del bautismo de pasada, en un genitivo
absoluto, «bautizado Jesús» (Le 3, 21), para concentrarse en la revelación
del Espíritu a Jesús puesto éste en oración (Le 3, 21b-22). Juan elude
la escena del bautismo (aunque alude a ella en 1, 32-34) y se interesa
por el testimonio que Juan da sobre Jesús, de quien dice que bautiza
en el Espíritu Santo (Jn 1, 19-28). En resumen, Juan Bautista se
convierte en precursor de Jesús (M t 3, 11 ss; Hech 13, 24 ss).
Que Jesús fue bautizado por Juan es, pues, algo históricamente
asegurado. Pero no sólo eso. La relación de Jesús con Juan debió
ser mucho más profunda. Jesús debió pertenecer al círculo de Juan
y quizás hubiese también bautizado por su cuenta. Desde el punto
de vista histórico-religioso, Jesús se inició y dependió del movimiento
profético-escatológico del Bautista. «No nos imaginemos de ningún
modo que la relación de Jesús con el Bautista fue una relación fugaz»26.
Indicios de esta profunda relación son la alabanza de Jesús a Juan
como el mayor de los profetas y el más grande de los nacidos de
mujer (Le 7, 26 ss; M t 11, 18 ss) y el que se retirase a un lugar
solitario cuando le anuncian el asesinato del Bautista (M t 14, 3-
13). Y no olvidemos algo muy importante: en Marcos y Mateo Jesús
comienza su propia actividad «después de que Juan fue preso» (Me
1, 14; M t 4, 12), lo cual se puede interpretar, al menos verosímilmente,
como motivación existencial de Jesús para comenzar su propia obra
por lo ocurrido a Juan y no sólo como coincidencia cronológica27.
Lo importante de este análisis es que Jesús tomará de Juan la
ocasión y algunos contenidos para su propia proclamación de la venida
del reino de Dios. Como el Bautista, Jesús aparecerá fundamentalmente
j como un profeta — aunque parte de su lenguaje esté tomado de la
26 . J. Je rem ías, op. cit., 6 3 ; J. B ecker, op. cit., 15; K . N ic d e rw im m c r, / csus, G o l inga ,
1 9 6 8 , 28 ss; J. M o ltm a n n , Der W eg Jesu Christi. C hristologie in nw ssiauisiím i Iín n n r m n
M u n ic h , 1 9 8 9 , 10 7 ss.
27 . E l e s c ritu ris ta X . A le g re c o m e n tó , d u ra n te su e sta ncia en El S a lv a d o r, i|iu- l.i ín rm a
en que los s in ó p tic o s re la ta n el c o m ie n z o de la m is ió n de Jesús le sugería lo s ig u ic n ti D e'.pui
de qu e R u t ilio G ra n d e fu e asesinad o, m o n s e ñ o r R o m e ro co m e n zó a p r e d ic a r...” N o lia t <i i ••
b u sca r a n a lo g ía s exactas, p o r s u p u e s to ; p e ro el e je m p lo de m o n s e ñ o i R o m e ro p u d ín i a v udai
en a lg o a c o m p re n d e r la d e c is ió n e x is te n c ia l de Jesús,
104
JE S U S Y EL REIN O DE DIOS
105
MISION V FE DE JE S U S
Así como el Bautista proclama que Dios ya viene, Jesús dice que
el reino de Dios está cerca. En la antiquísima palabra de Marcos
9, 1 Jesús dice: «yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos
que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el reino
de Dios». En sus parábolas, afirma que la cosecha ya está madura
(M t 9, 37 par), que los campos ya blanquean (Jn 4, 35), que ahora
106
JE S U S Y EL REINO DE DIO S
hay vino nuevo (Me 2, 22), que es la hora del novio y no hay
que ayunar (Me 2, 18-20). Jesús afirma que si expulsa los demonios
es que ya ha llegado el reino de Dios (Mt 12, 28). A la pregunta
de los fariseos sobre cuándo llega el reino les responde que «el reino
de Dios ya está en medio de vosotros» (Le 17, 21). En una palabra,
la aurora de la salvación ya ha despuntado, los viejos tiempos han
pasado. «La hora escatológica de Dios, la victoria de Dios, la con
sumación del mundo está cerca. Y por cierto: muy cerca»29. Y si
al final de su vida Jesús no ve con la misma claridad la cercanía
de ese reino ni que venga de la manera como lo había pensado,
en la cena vuelve a mostrar, sin embargo, su convicción de que va
a venir. «Ya no beberé del producto de la vid hasta el día aquel
en que lo beba de nuevo en el reino de Dios» (Me 14, 25). Ese
banquete es el banquete definitivo en el cual estarán a la mesa Abraham,
Isaac, Jacob y al cual vendrán los paganos de los cuatro puntos cardinales
(Le 13, 28 ss).
Estas palabras de Jesús debieron causar conmoción. Jesús no sólo
espera el reino de Dios, sino que afirma que está cerca, que su venida '
es inminente, que el reino no debe ser sólo objeto de esperanza, sino
de certeza30. En lenguaje sistemático, Jesús tiene la audacia de proclamar
el desenlace del drama de la historia, la superación, por fin, del antirreino,
la venida inequívocamente salvífica de Dios. Y los signos que acompañan
a sus palabras mantienen esa esperanza.
Del reino afirma Jesús que es don y puro don de Dios, que no puede '
ser forzado por la acción de los hombres. La venida del reino está,
pues, transida de gratuidad, Dios viene por amor gratuito, no como z
respuesta a la acción de los hombres. (
Esta gratuidad, sin embargo, no se opone a la acción de los hombres.
Las «parábolas de crecimiento» subrayan que el reino de Dios y su
venida definitiva no dependen de la acción de los hombres, pero tampoco
se trata de un crecimiento mágico. Más adelante trataremos la relación 1
entre la gratuidad y la acción de los hombres, pero digamos ya desde
ahora que gratuidad y actividad no se oponen, como suele presuponerse, i
El mismo Jesús, que anuncia la gratuidad del reino, no deduce de
ahí la inactividad hacia el reino, sino que más bien realiza una serie
de actividades relacionadas con el reino. Que esto lo haga porque
viene el reino — y así puede poner esos signos— o para que venga
el reino — y así de esa acción de Jesús depende su venida— , no se
107
MISION Y FE DE JESU S
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MISION Y FE DE JE S U S
I 10
JE S U S Y EL REINO DE DIOS
Para analizar quiénes son los destinatarios del reino de Dios, comencemos
con esta impresionante cita de J. Jeremías:
Con la constatación de que Jesús proclamó la aurora de la consumación del
mundo, no hemos descrito aún completamente su predicación de la basileia.
Antes al contrario, no hemos mencionado aún el rasgo esencial... la oferta
de salvación que Jesús hace a los pobres... El reino pertenece únicam ente a
los p obres40.
3 8 . Y a en la a n tig u a te o lo g ía , al h a b la r de la v o lu n ta d s a lv ífic a u n iv e rs a l de D io s , se
la a firm a b a , p o r su p u e s to , p e ro se a ñ a d ía volúntate tam en inequali, «pero co n de sig u a l v o lu n ta d » .
N o d e b ie ra e x tra ñ a r, pues, qu e h a ya p re fe re n c ia b ilid a d en D io s . L o q u e o c u rre es qu e el que
sea p a ra lo s pobres sigu e ca usa ndo d e s c o n c ie rto y escán dalo.
39. E. S c h illc b e e c k x , op. cit., 13 1.
4 0 . J. J e re m ía s, op. cit., 1 3 3 , 1 4 2 , s u b ra ya d o s de l a u to r.
111
MISION Y FE DE JE S U S
112
JE S U S Y EL REINO DE DIOS
decirse que son los pobres sociológ icos, en el sentido de que el ser
socium (símbolo de relaciones interhumanas fundamentales) les está
negado, y con ello, el mínimo de dignidad.
En los evangelios no existe, pues, un concepto absolutamente unívoco
de pobres en quienes piensa Jesús como destinatarios del reino, ni
por supuesto una reflexión estrictamente conceptual que responda a
las preguntas que hoy se suelen hacer al analizar la realidad de los
pobres43. Pero tampoco se puede negar una visión fundamental de
lo que significan los pobres para Jesús. Pobres son los que están
abajo en la historia y los que están oprimidos por la sociedad y
los segregados de ella; no lo son, pues, todos los seres humanos,
sino los que están abajo, y ese estar abajo significa estar oprimidos.
Según lo citado de Jeremías, tanto la pobreza económica como la
indignidad moral expresan ese estar abajo. Desde un punto de vista
puramente conceptual, ambas cosas pudieran separarse (Zaqueo par
ticiparía de la indignidad social, pero no de la pobreza económica),
pero ambas acepciones de pobre suelen coincidir y convergen histó
ricamente, como ocurre también hoy en el Tercer Mundo. Pobres
son aquellos cercanos a la muerte lenta de la pobreza, para quienes
sobrevivir es una pesada carga y su máxima tarea, y, a la vez, son
los privados de dignidad social y a veces también de dignidad religiosa
por no cumplir con la legislación eclesial. Pobres son lo que en América
latina se llaman las mayorías populares.
Ante estos pobres, Jesús muestra indudable parcialidad, con lo
cual la hoy llamada opción por los pobres comienza con Jesús (y,
antes de él, con los profetas, y tiene sus raíces en el mismo Dios):
parcialidad hacia los pobres económicos, como aparece en las bien
aventuranzas de Lucas, y parcialidad hacia los pobres sociales, como
aparece en su defensa de los pecadores y los publícanos, expresada
todavía con mayor explicitud, quizás, que la anterior, precisamente,
porque la segregación por razones religiosas era más provocativa44.
Dicho esto, hagamos también una breve caracterización de los
pobres como grupo social en tiempo de Jesús, que ilumine la actual
discusión sobre su significado, ya que hoy se pide de todos hacer
la opción preferencial por los pobres, y que ilumine, sobre todo, qué
fue para Jesús el reino de Dios.
Ante todo, hay que recalcar que los sinópticos hablan de pobres
en plural, no de pobres individuales ni de la suma de todo ellos,
sino de una realidad — se la entienda como grupo o clase— colectiva
y masiva, y caracterizada suficientemente en términos históricos. De
113
MISION Y FE DE JESU S
I 14
JE S U S Y EL REINO DE DIOS
Esos pobres son las mayorías, hecho cuantitativo, sí, pero importante
para comprender también la universalidad del reino de Dios, que sería
aparentemente puesta en cuestión por la teología de la liberación.
Es al menos una ligereza, cuando no hipocresía, recalcar la universalidad
— para rechazar la parcialidad— pues poco universal será una uni
versalidad que no tenga en cuenta a las mayorías de este mundo.
Y la cualidad de esas mayorías apunta también a que el reino pueda
llegar a ser una realidad universal: si hasta a éstos — a quienes nunca
les ha llegado— llega también la vida, entonces, podrá hablarse de
universalidad del reino de Dios.
Si los pobres, así entendidos, son los destinatarios del reino, entonces,
desde ellos se puede comprender mejor también en qué reino pensaba
Jesús. Es un reino formalmente parcial y un reino cuyo contenido
mínimo, pero fundamental, es la vida y dignidad de los pobres.
115
MISION Y FE DE JES U S
I Ib
JE S U S Y EL REINO DE DIOS
eficaz, de que el reino de Dios es para los pobres por el mero hecho
de serlo, y de que Dios se revela, según su propia realidad, como
parcial a los pobres por el mero hecho de serlo.
Esa parcialidad de Dios nos parece una constante en su revelación.
Pero, además, se manifiesta con toda claridad que se trata de parcialidad,
porque en ella se opta por unos a diferencia de y en contra de otros.
Es, pues, una parcialidad dialéctica que también recorre la Escritura.
Por conocido que sea, hay que valorar con cuánta frecuencia en la
Escritura, para afirmar lo que Dios o Jesús quieren, afirman aquello
contra lo que están en contra. Y de ahí, la tipificación frecuente
de dos tipos de grupos o de seres humanos: unos aceptados por Dios
y otros rechazados por Dios.
En el Antiguo Testamento se contrapone Abel a Caín, Moisés
al faraón, los dirigentes del pueblo judío a las mayorías pobres dentro
de él. En el Nuevo Testamento, el M agníficat contrapone humildes
a poderosos; Jesús contrapone los pobres, los que pasan hambre y
lloran, a los ricos, a los que están saciados y ríen; los niños a los
sabios; los pecadores a los justos; los publícanos y prostitutas a los
fariseos y escribas... En cada caso habrá que analizar exegéticamente
lo que afirma Jesús, pero sería un grave error que los árboles no
dejasen ver el bosque. Que en Jesús había clara conciencia de parcialidad
y de que ésta no era aceptada, aparece claramente en las parábolas,
como veremos después. Recordemos ahora solamente cómo formula
Jesús esa parcialidad en términos operativos: «los últimos serán los
primeros».
Hemos dicho que pobres son aquellos para quienes la vida es una
pesada carga en sus niveles primarios de sobrevivir y de vivir con
un mínimo de dignidad. Y desde América latina, esto es muy claro:
pobres son «los que mueren antes de tiempo», como repite G. Gutiérrez.
Si el reino de Dios es para los pobres, entonces, por su misma esencia,
tiene que ser como mínimo un reino de vida, y así aparece también
en Jesús. Según J. Jeremías, la situación de los pobres — aun lin
güísticamente— era comparada a la muerte. «A la situación de tales
personas, y según el pensamiento de aquella época, no se la puede
llamar ya vida. Están prácticamente muertos»57. En esa terminología,
la traducción del anuncio del reino es la siguiente: «ahora los que
se parecían a los muertos son suscitados a la vida»58.
Dicho en forma sistemática, para Jesús la pobreza es contraria
al plan original de Dios, es su anulación. Con la pobreza, la creación
de Dios aparece como viciada y aniquilada. La vida que traerá Jesús
1 17
MISION Y FE DE JE S U S
va más allá del hecho primario de sobrevivir, pero incluye este hecho
como algo esencial. Es lo que decía monseñor Romero: «Es preciso
defender el mínimo que es el máximo don de Dios: la vida».
No hay duda de que Jesús hace una gran defensa de la vida de
los pobres en cuanto hecho primario de vivir. Veamos ahora — aunque
el contexto literario inmediato no sea el de la buena noticia a los
pobres— la defensa que Jesús hace de la vida como voluntad primigenia
de Dios.
Para Jesús, la ley de Israel es expresión de la primigenia voluntad
de Dios. En los evangelios son pocos los pasajes en que Jesús menciona
la T ora escrita, pero cuando lo hace la presenta como la última voluntad
de Dios. Y curiosamente — pero lógicamente— se concentra en su
segunda parte, es decir, en aquellos mandamientos que se refieren
al prójimo y aseguran la vida (Me 10, 19 par, y véanse también
las antinomias de M t 5, 21-48). Y cuando ejemplifica el cumplimiento
de los mandamientos, presenta siempre a un ser humano en necesidad
primaria de vida que necesita ser ayudado: los padres en necesidad
(Me 7, 10; M t 15, 4: la guarda del cuarto mandamiento), el herido
en el camino (Le 10, 30: la guarda del mandamiento del amor al
prójimo). Jesús fue un inconformista con respecto a la ley y G. Born-
kamm llega a decir que «Jesús critica hasta la misma Escritura»59.
Pero cuando lo que está en juego es la defensa de la vida primaria
— lo más específico de la ley— , la defiende y exige sin vacilar.
Más clara se nota todavía esa intención de Jesús de defender la
vida básica en la crítica que hace a la interpretación oral de la ley,
hecha por los escribas: la H alaka. Al analizar esas interpretaciones,
Jesús condena la creación de las tradiciones humanas que van contra
la voluntad primigenia de Dios en favor de la vida: anular la ayuda
a los padres en necesidad (Me 7, 8-13; M t 15, 3-9), prohibir comer
porque se han tomado espigas de un campo ajeno y en sábado (Me
2, 23-28 par).
Jesús, por último, hace central el símbolo primario de vida: la
comida y el pan. Jesús come con publícanos (Me 2, 15-17), gesto
simbólico que no se reduce al puro comer, pero que lo incluye. Hace
poco caso de las abluciones rituales antes de la comida (Me 7, 2-5;
M t 15, 2), instituciones humanas aquéllas y voluntad divina ésta.
Multiplica los panes para recalcar — independientemente de la intención
cristológica y litúrgica del relato— que al hambriento hay que darle
de comer, y el relato dice explícitamente que comieron y fueron saciados
(Me 6, 30-44 par; Me 8, 1-10; M t 15, 32-39). En el jucio escatológico
quien da de comer al hambriento ha encontrado a Dios (Mt 25,
35.40).
Jesús enseña también que hay que pedir el pan en la oración
más específica suya, petición en que coinciden Mateo y Lucas, aunque
éste sólo tiene cuatro de las peticiones de Mateo (M t 6, 11; Le 11, 3).
El significado de epiou sion es discutido y puede significar «lo necesario
para la existencia cotidiana» o «lo venidero, lo de mañana». Pero
incluso cuando se defiende el segundo significado por razones lin
güísticas, «sería un craso error el creer que con ello quedaba espi
ritualizada la petición del pan»6061. El pan de vida y el pan terreno
no están en oposición. Lo que el hombre debe pedir es que venga
ya hoy el pan de vida, en medio de su pobre existencia.
Los pasajes que hemos citado sobre la vida, la comida y el pan
no están literariamente relacionados en los evangelios con aquellos
que hablan del reino de Dios y de los pobres, pero lo están objetivamente.
Muestran una visión de Jesús en la cual la creación de Dios — «y
vio Dios que todo era bueno»— tiene primariedad, y la maldad pri
migenia del antirreino consiste, precisamente, en viciar esa creación,
produciendo pobres. El reino de Dios debe, entonces, incluir como
mínimo lo que es un máximo para los pobres, la vida. Para quienes,
hoy como ayer, tienen ya la vida asegurada, no parece ser esto una
inesperada utopía, pero para los pobres lo es.
En nuestra opinión, entre las variadas formas de dividir a la hu
manidad, la fundamental es ésta: aquellos que ya dan por supuesta
la vida, el sobrevivir, y aquellos que, precisamente, eso es lo que
no dan por supuesto. Para los primeros, el anuncio de la vida no
es formalmente una buena noticia, y por ello, tienden a expresar
la buena noticia como plenitud de vida, como vida escatológica, en
lenguaje religioso. Pero sí lo es — y muy buena noticia— para los
segundos, aunque con el sobrevivir tampoco se agote su propia vida.
Y esta diferenciación, desde el criterio de la vida, tiene grandes
repercusiones hermenéuticas para comprender la realidad de los pobres
en tiempo de Jesús. No nos resistimos a reproducir el siguiente texto
de G. M. Soares-Prabhu al hablar de la visión de los pobres que
tuvo Jesús, si materiales o espirituales:
La exégesis occidental, que forma parte de la inmensa producción ideológica
de una sociedad opulenta e intensamente consumista basada en principios dia
metralmente opuestos a los de Jesús, se ha inclinado por la primera opción
y ha intentado sistemáticamente espiritualizar la comprensión evangélica de
pobre... Esta tendencia a espiritualizar a los pobres y las bienaventuranzas,
que atraviesa todas las diferencias denominacionales y hace coincidir a exegetas
que difícilmente se pondrían de acuerdo en casi nada más, es una buena indicación
del grado en que las corrientes exegéticas están de hecho determinadas por
el espíritu de la época6'.
Para los pobres que no dan la vida por supuesta nada hay de
esotérico ni misterioso en que el reino de Dios ofrezca ese mínimo.
Y tampoco lo es para Dios, pues se trata de que llegue a ser realidad
el mínimo de su creación. Habrá que hablar, sin duda, de la escatología
66. J. I. G o n z á le z Faus, C la m or de! reino. Estudio sobre los m ilagros de jesús, S alam an ca,
1982.
6 7 . J. J e re m ía s, o p. cit., 1 1 5 . E l a u to r piensa qu e se tra ta , so b re to d o , de cu rar'ion es
de p a d e c im ie n to s p s ic ó g cn o s, p e ro ta m b ié n de cu ra c io n e s de leprosos (e n te n d id o s en el s e n tid o
a m p lio de a q u e l tie m p o ), p a ra lític o s y ciegos. «Se tra ta de p a d e c im ie n to s que están en la
lín e a de lo qu e la m e d ic in a lla m a “ te ra p ia de s u p e ra c ió n ” ', ib id . , I 15.
in
JE S U S Y EL REINO DE DIOS
Si los milagros van a decir algo de lo que es el reino, hay que preguntarse
antes qué son, y para ello, hay que evitar dos malentendidos. Fd
primero proviene de la concepción moderna-occidental, según la cuaK
la formalidad del milagro consiste en que con él se han violado las
leyes de la naturaleza y, por ello, el milagro es expresión de un poder
supra-natural. Pero, como es sabido, no es ésta la concepción bíblica
de milagro en el Antiguo Testamento. F,1 judío no concebía la naturaleza
como sistema cerrado y, por ello, los milagros no eran importantes
por lo que tuvieran de supra-natural, sino por lo que tenían de poderosa
acción salvífica de Dios. De ahí que en los relatos evangélicos nunca
se use para describirlos el término griego''terad) que apunta al aspecto
extraordinario de un hecho incomprensible (en el Nuevo Testamento
sólo aparece en Fleb 2, 4), ni el thaw n a, que sería el equivalente
griego al término «milagro» (aunque sí se menciona que el pueblo
se admiraba y sorprendía). En su lugar se usan los términos ’s em eict
(signos, con lo cual se atribuye el acontecimiento a Dios), dynameis''
(actos de poder) y ve r g c t(obras, las de Jesús). Jesús no aparece, pues,^
como un taumaturgo profesional de los que menudeaban en su época.
El segundo malentendido consiste en la precipitación de considerarlos \
en directo cristológicamente por lo que expresarían de discontinuidad
con relación a otros seres humanos, como si los milagros en sí mismos f
diesen acceso inequívoco a la realidad de Jesús, en este caso a su
poder supra-natural, a su divinidad, como antes solía interpretarse.
Los milagros dicen primeramente relación al reino de Dios. Son
arites.que nada «signos» de la cercanía del reino. Como ha apuntado 1
J. I. González Faus, son sólo signos, es decir, no traen la solución 1
global a la realidad oprimida; pero son signos reales del acercamiento ]
de Dios, y por ello, generan esperanza de salvación68. En este sentido,
los milagros no hacen real el reino de Dios en cuanto transformación
estructural de la realidad, pero sí son como sus clamores y ponen
en la dirección correcta de lo que será el reino en su advenimiento.
Estos signos acaecen en una historia de opresión. Los milagros
no son, pues, sólo signos b en éfico s, sino también signos liberadores.
Ocurren en una historia en la cual se da la lucha entre Dios y el
maligno, pues para la mentalidad judía también las enfermedades,
en el sentido más amplio del término, significaban estar bajo el domino
del maligno. Los milagros son — y con más claridad aparecerá estol
en la expulsión de demonios— signos contra la opresión.^ Es decir, |*
los milagros, como todas las actividades y praxis de Jesús, no deben
123
MISION Y FE DE JE S U S
124
JE S U S Y EL REINO DE DIOS
71. V éanse las be lla s p á ginas de A . N o la n , ¿Quién es este hom bre? Jesús antes del cristian ism o,
S a n ta n d e r, 1 9 8 1 , 4 9 ss.
125
MISION Y FE DE JES U S
es, por consiguiente, una virtud más, sino una actitud y una práctica
7 fundamentales de Jesús. Eso es lo que enfatizan los evangelios y lo
que recalca Jesús en el evangelio de Lucas al definir al hombre cabal
desde la misericordia: el samaritano «movido a misericordia» (Le 10,
33), y al definir al mismo Dios desde la misericordia: el padre del
hijo pródigo, «movido a misericordia» (Le 15, 20). Y eso es lo que
exige Jesús a todos: «sed misericordiosos como el Padre es misericordioso»
(Le 6, 36).
Y que esa misericordia es algo primero y último aparece de diversas
/ maneras en los evangelios. Jesús se mostrará contrariado cuando los
leprosos curados no le agradecen su sanación, pero la razón para curarlos
no es la búsqueda de agradecimiento, sino la misericordia. El padre
de la parábola se alegrará de la venida del hijo, pero la razón para
abrazarlo no es una sutil táctica para facilitar lo que en verdad le
J interesaría — que el hijo le pidiera perdón y pusiera en orden su vida— ,
sino la misericordia. El buen samaritano es presentado como quien
cumple el mandamiento fundamental, pero en la parábola no aparece
que actúe para cumplir un mandamiento, sino por misericordia.
La actitud-práctica de la misericordia no es lo único de Jesús,
pero es lo primero v lo último. Desde su inmensa compasión hacia
el dolor de los pobres y afligidos se comprenderán otras actividades
suyas, también las que apuntan a las transformaciones de la sociedad
como tal, pero desde la misericordia se comprenderá la ultimidad
( de su motivación. Para Jesús, la misericordia tiene que ver con lo
/ j último y, por lo tanto, con Dios. Es algo teologal, no simplemente
é,ticp- Esta misericordia es lo que la carta a los Hebreos elevará a
principio cristolólogico al definir a Cristo (junto con su total dis
ponibilidad a Dios) como el hombre de la misericordia. Y recordar
esto sigue siendo de suma importancia para el trabajo eclesial hoy72.
f En ser expresión de misericordia estriba el valor permanente de
; los milagros de Jesús: son signos poderosos que surgen del dolor ante
el sufrimiento ajeno y, específicamente, de las mayorías pobres que
lo rodeaban/’Y esto es válido y absolutamente necesario hasta el día
de hoy, tanto para poder comprender los milagros en las culturas
secularizadas que no saben qué hacer con ellos, como en las culturas
religiosas en las cuales hay que desentrañar lo realmente cristiano
de ellos'>vJesús «ha indicado claramente una dirección válida para la
fe en la salvación, la de que la mitigación y ulterior supresión de
126
JE S U S Y EL REINO DE DIOS
127
MISION Y FE DE JES U S
Reflexiones semejantes a las que hemos hecho sobre los milagros pudieran
hacerse también a propósito de las expulsiones de los demonios. Aquí
diremos sólo una breve palabra en lo que expresan — mejor que aqué
llos— sobre la dimensión de lucha y de triunfo sobre el antirreino
que tiene la venida del reino de Dios78.
7 5 . A . N o la n , op. cit., 5 6 .
7 6 . E. S c h ille b e e c k x , op. cit., 18 0 ss.
7 7 . E n la e x p e rie n c ia la tin o a m e ric a n a h a y an a lo g ía s que pueden a y u d a r a c o m p re n d e r
lo d ic h o . M o n s e ñ o r R o m e ro a y u d ó m u c h o a los po bre s y a los m o v im ie n to s p o p u la re s c h iz o
m u ch a s cosas co n cre ta s en su fa v o r. P ero lo m ás im p o rta n te que h iz o fu e p o s ib ilita rle s una
fe en e llo s m is m o s : «U stedes pu e d e n , ustedes son». Y un ca m p e sin o de A g u ila re s pu so esta
e x p e rie n c ia en estas se n cilla s p a la b ra s : «A n te s n o é ra m o s, a h o ra som os». Esc c a m b io es el
fu n d a m e n ta l y a él a p u n ta n lo s m ila g ro s de Jesús.
7 8 . Véase J. I. G o n z á le z Faus, «Jesús y los d e m o n io s . In tro d u c c ió n c ris to ló g ic a a la luch a
p o r la ju s tic ia » : Estudios E clesiásticos 5 2 (1 9 7 7 ) 4 8 7 -5 1 9 . M u c h o de lo que d e cim o s a c o u iilin a c ió n
está to m a d o de este a rtíc u lo .
128
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MISION Y FE DE JES U S
130
JE S U S Y EL REINO DE DIOS
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MISION Y FE DE JESU S
82. M e 2, 10 trataría de esclarecer que el Cristo, confesado también como Hijo del
hombre, puede perdonar pecados, atribución que no estaba presente en las tradiciones del I lijo
del hombre. Le 7, 48 no haría más que escenificar el contenido de la parábola del justo
y del pecador que entran en el templo a orar (Le 18, 9-14).
83. En la terminología que hemos usado, digamos que el perdón es bueno para el pecador,
por supuesto, pero existencialmente no expresa la totalidad y riqueza de la acogida. I'.sia expresa
mucho mejor la iniciativa y la gratuidad de Dios; incluye la absolución, pero la sobrepasa
84. Cuánto éxito tuviera Jesús en esta tarea no se sabe, pero no es pregunta ociosa para
la misión actual de la Iglesia. De hecho, los evangelios hablan muy poco de ello. Mencionan
I
JE S U S Y EL REINO DE D IO S
133
MISION Y FE DE JE S U S
134
La parcialidad v la gratuidad de Dios es lo que causa escándalo,
porque conmociona la sociedad religiosa oficial, pero ésa es también
la forma que tiene Jesús de decir que el reino de Dios se acerca
como buena noticia. Allá donde los pecadores se dejan acoger por
Jesús, allá se hacen presentes signos de la venida del reino.
Hay que subrayar, por último, que en Lucas 7, 50, vuelve a aparecer
la expresión que ya analizamos al hablar de los milagros. En el relato,
Jesús dice a la mujer pecadora: «tu fe te ha salvado. Vete en paz».
De nuevo, la acogida-perdón de Jesús no permanece como algo extrínseco
a la persona. Dios salva desde dentro. El poder con que se acerca
el reino es un poder recreador, no mágico. Aparece la suma delicadeza
de Dios, que quiere transformar todo, el cuerpo y el corazón, dando
la fuerza para que los mismos seres humanos se transformen. Se trata
de una transformación verdadera, intrínseca al ser humano, que no
vuelve a generar dependencia. Los acogidos y curados deberán agradecer
el don — y Jesús se queja cuando no lo hacen— , pero no quedan,
por así decirlo, esclavizados al donante. Eso es lo que expresa la
suma delicadeza del «tu fe te ha salvado».
I 10
JESU S Y EL REINO DE DIOS
137
MISION Y FE DE JE S U S
Así es Dios, tan bueno. Y porque Dios es así, por eso soy yo también así,
pues obro por mandato suyo y en su lugar. ¿Van a murmurar sobre la bondad de
Dios? Esta es simplemente la justificación del evangelio. Así es Dios, tan bueno91.
91 . J. Je re m ía s, o(>. cit., 17 1.
JE S U S Y EL REINO DE DIO S
139
MISION Y FE DE JE S U S
y contagiase gozo, no sería una Iglesia del eu-aggelion. Una Iglesia triste es una triste Iglesia;
y ésa es la impresión que dan algunas iglesias envejecidas, aunque posean muchos medios,
mucha tradición y mucho prestigio en el interior de la Iglesia universal.
JE S U S Y EL REINO DE DIO S
95. «Homilía con motivo de la expulsión del P. M ario Bcrnal»; ECA 348/347 (1977)
859.
141
'•
■
Excurso 1
14*1
EL R EIN O D E O IO S EN LA S C R ISTO L O G A S ACTU ALES
2. Quisiéramos recalcar que la llamada «reserva cscatológica- puede ser, y a veces es usada
son ligereza en algunas teologías del Primer Mundo con el proposito de salvaguardar la verdad
de la escatología: nada de lo que existe sobre la tierra es todavía la plenitud del reino de
Dios. Pero leído c ío desde el Tercer Mundo, suena a sarcasmo, porque en él, el todavia-
no »s m is que evidente y lo que ciertamente hay que recalcar es el ciertamcmc-no. Por ello,
insistimos en que el reino de Dios no es sólo rclativi/ación, sir.o también tortísima crítica
i l.t sociedad actual.
145
MISION V FE OE JESC-S
146
EL REIN O DE OIOS EN ..A S Cft S T O L O G IA S ACTU ALES
Hay que distinguir también entre «signos» y «realidad» del reino. Como
vimos al analizar la práctica de Jesús, los milagros, la expulsión de
los demonios, la acogida a los pecadores — y sus equivalentes actuales—
son signos de la presencia del reino en la historia. Son, pues, sumamente
importantes, porque expresan algo de la realidad del reino, apuntan
a la dirección que éste tomará en su plenitud y suscitan la difícil
esperanza de que el reino es realmente posible.
Pero esos signos no son adecuadamente la realidad del reino. Las
curaciones no hacen desaparecer la realidad masiva de la enfermedad,
ni la expulsión de los demonios la omniprcscncia del Maligno, ni
la multiplicación de los panes el hambre, ni la acogida a los pecadores
la marginación, ni las comidas celebrativas la tristeza...
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MlSlOM * Ff OF JESU S
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EL «ÍEINO OE O IO S EN LAS C R IS T O L O G IA S A C TU A L E S
I4‘J
M ISION Y FE OE JESU S
ISO
EL F1EIN0 CE DOS EN LAS C R i STO l O G IAS ACTUALES
este caso, sobre el mediador. Por ello, terminamos con un texto sobre
Jesucristo en el cual se recalca su aspecto liberador para la existencia
humana. Se pregunta Bultmann — en el debate sobre la posibilidad
del conocimiento de Dios a través de sólo la creación— si esto es
posible, y concluye:
¿Q uién c> este h o m b re que puede ver la creación verdaderam ente co m o revelación?
Esio significaría el hom bre para quien el m u n d o no es ya un en ig m a, que
no se queja ni del d o lo r ni de la necesidad, que no tiene angustia an te c!
destino y la m uerte, a quien no le ato rm en ta la escisión d c n iro de si m ism o.
¿D ónde está el h o m b re que, sin C risto , diga: -cod o es nuestro, sea l.i m uerte
o la vida, sea lo presente o lo futu ro » Í1 C o r 3, 2 2 ), que pueda decir: «que
puede separarme de D ios: necesidad o trib u la c ió n , persecución o ham bre o
desnudez o peligros o m uerte. ¡N o ! En to d o salgo triu n fa d o r» (R o m 8 , 35.37)?
S ólo entonces vería el la creación co m o revelación graciosa de D io s 10.
151
M ISIO N V FE DE JESL'S
152
EL REIN O OE D IO S EN LAS C H IS T O l O G A S A CTU ALES
22. ¡ b id ., ISO.
23. T e o l o g í a y r ein o d e D io s , Salamanca, 1974. 41-84.
24. -D ic policischc Dimensión des Evangcliuins», en D ie P o lili k u n d d a s H e tl, Main/,
1968. 19.
\u
EL P E IN O DE O IO S EN LAS C P IS T O L O G AS A C TU A L E S
155
M ISIO N Y FE DE JE S U S
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E i. R EIN O CIE C lO S EN LAS C R IS T O L O O 'A S ACTU ALES
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V IS IO N Y FE DE JESU S
158
fcL HEtNO DF DOS EN LAS C R IS TO LO G I/.S ACTUALES
Esc reino ele Dios predicado así por Jesús tiene valor para el presente,
se ha convertido en una fuerza que determina el presente, actúa «a
través de la palabra y la fe, la promesa y la esperanza, la oración
y la obediencia, la fuerza y el Espíritu» (p. 233). Lo importante
es resaltar que el reino actúa, y ello no sólo formalmente, con o
en Pannenberg, por ser todavía futuro y exigir y posibilitar una esperanza,
sino porque, aunque futuro, tiene un contenido fundamental concreto:
la realización actualizada del ideal de Jesús.
De forma gráfica, Moltmann aborda el problema al preguntarse
sobre cuál debe ser la realidad actual de la verdadera Iglesia. Que
ésta debe ser para el reino no está en discusión, pero sí lo está dónde
se hace real esa verdadera Iglesia, «¿en la comunidad manifiesta a
través de la palabra y el sacramento o en la fraternidad latente del
juez universal oculto en los pobres?» (p. 160). La respuesta es que
la Iglesia debe estar presente «allí donde Cristo la espera, en los humildes,
los enfermos, los encarcelados- (p. 160). Por ello, Moltmann historiza
y reformula las notas de la verdadera Iglesia desde su servicio ti
reino y desde las características de éste. La unidad se realiza con o
«comunión de los creyentes con los pobres» (p. 402); la santidad,
ante todo en «los signos de su sufrimiento, de su persecución a causa
de su resistencia al mundo y de su pobreza» (p. 412); la catolicidad,
en la toma de partido, «a través de la elección de los humildes, mientras
que los poderosos incurren en el juicio de Dios» (p. 408); la apostolicidad,
en aquella misión que «lleva inevitablemente al conflicto, la oposición
y el sufrimiento» (p. 418).
Moltmann toma, pues, el reino de Dios en serio, como la mediación
de lo último, realidad que hay que esperar y construir en contra
del ant irreino, en parcialidad hacia los pobres y según la norma del
mediador. Desde América latina se le ha criticado su falta de concreción
histórica, ya veremos después cómo la cristología latinoamericana his
toriza el reino de Dios. Pero visto desde dentro de la historia de
la cristología, hay que resaltar la importante y específica recuperación
del reino de Dios que hace Moltmann, en lo cual ha estado influyendo
no sólo la exégesis sino, de hecho, también la teología de la liberación31.
Digamos para terminar este breve recorrido unas breves palabras sobre
el reino de Dios en la cristología de \V. Kaspcr3334. Para determinar
qué es ese reino, Kaspcr se fija muy brevemente en sus destinatarios
según los evangelios (pp. 103 ss) y en algunas de las actividades de
Jesús, (pp. 103 ss). Entre estas destaca, «en primer lugar, el perdón
160
El 9 E IS 0 OE O IO S ES LAS C R IS T O .O G IA S ACTUALES
35. Memos revisado sólo algunas cristologías. Otras son más afines a la latinoamericana.
Ll pensamiento cristológico de .1- I. González b'aus, tx>r ctemplo, se na ido desarrollando,
de hecho, en la linca más latinoamericana del reino de Dios, como se nota comparando li
primera edición de L i h u m a n id a d n u e v a con su última edición y con su A c ó ro ■ 1987 .
v muchos de sus artículos publicados en R ev is ta la t in o a m e r ic a n a J e F e o / o g u
EL REIM C 3E 3ID S EN LAS C H lS T O L O C il AS A C T U A L E S
I6 d
EL AE NO DE DIO S EN LAS C °. S T O L O G IA S A C TU A L E S
pecado y, en esc scn:ido, hacen pecar y dificultan sobremanera que los hombres
lleven la vida que les corresponde como hijos de D io s39.
170
E l R EIN O DE D ¡O S EN L /.S C R lS ’ O .O G lA S A C TU A L E S
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M ISIO N Y (E DE JE S U S
172
EL PEIN O DE D .O S EN LA S C R 'S T O L O O IA S A C T U A L E S
S6. Ib id , 846.
173
V IS IO N V FE CE vESO S
57. Usía fenomenología está basada en innúmera Mes experiencias en I I Salvador. Véase,
por ejemplo, L a fe d e u n p u e b lo . H ¡flo r ín d e un.r c o w n n id .id cristiein a d e I I S.iti\niot, San
Salvador, 1983.
174
EL Hk NO ce DOS EN LAS C P S T O L O filA S A C T JA L fcS
175
M ISION Y FE OE JESJS
58. I. Ellacuria, «Utopía y ptofcibmo d«dc America Latina. Un CMljrO concreto de so*
teriología histórica»: R J.T 17 r 1 9S9; 160; cf. Mysteriutn lib r r .u io m s I, Madrid, 1990, 593
44.3.
176
El HEIN O ttF. n io s E ti -A S C R IS T O L O a iA S A CTU ALES
177
L
Capítulo 5
JF.SIJS Y D IO S (I)
JESU S A N TE UN D IO S-PA D RE
\7<)
MISION; Y FE CE JE S U S
ISO
JES U S A \T £ UN C lO S -P A O R E
•I 11 < on/rlniann. R(»Ci III, 641, citado por W. l’anncnbcrp, op'. Oí.. 285.
1X1
M IS IO N Y f í DE JE S U S
1X2
JE 50S ANTF J \ O O S -P A O R E
2. L a oración d e Jesú s
184
JE S JS ANTE tN O IO S -P A O K E
K ). Icum uv «>/< > il . 220-224; I1. Rcnoit \ M. F. Hoivnuitl, S in o p ftf <ls !■>> t ' H J l / o
,i in.lti. 76.
I I . R i I K h i . I *# IS 7
ixs
W S lO N Y PE SÉ JESU S
3 . 1. l a bon d ad de D ios
187
M ISION V F6 DS JES 'JS
los seres humanos. Dios es celoso, y muy celoso, de los otros dioses,
como veremos en el capítulo siguiente, pero no es celoso de los hombres,
sino absolutamente lo contrario.
¿i) Según Jesús, los seres humanos son lo más importante para
Dios y nada hay más importante que ellos; la causa del hombre es
la causa de Dios14. El hombre es más importante que todas las cosas
(M t 6 , 26) y nada creado puede ser usado en contra del hombre,
ni siquiera lo que convcncionalmcnte se presenta como servicio a Dios.
De ahí las tajantes afirmaciones sobre que el hombre es más decisivo
que el sacrificio (M t 5, 23 ss; M e 12, 33), inequívocamente suponer
al sábado (M e 2, 23-27 par). Dios aparece como quien no tiene
derechos en contra del hombre, sino que los derechos suyos son les
que favorecen al hombre. Dios es bueno y está por esencia en favor
de los hombres. Más adelante — en la cruz de Jesús— habrá que
decir incluso que Dios está a merced de los hombres, pero ni siquiera
ese riesgo le impedirá desdecirse de su realidad original: ser bueno
para los hombres.
Y desde aquí hay que entender lo central de la enseñanza y de
la propia vida de Jesús. En el sumario de Hcch 10, 38, se dice de
Jesús que «pasó haciendo el bien». Jesús, del que se dirán cosas excelsas
y a quien se aplicarán títulos sublimes, es presentado aquí como el
protosacramentó del Dios bueno, como el que pasó historizando la
bondad de Dios en este mundo. Y desde aquí hay que entender las
palabras de Jesús a todos los seres humanos: «sed buenos del to
do como el Padre celestial es bueno* (M t 5, 4 8 ); «sed misericordiosos
como el Padre es misericordioso* (Le 6, 36). Jesús no tiene nada
mejor que ofrecer que a su Dios. La lógica última actuante en Jesús,
pensamos, no consiste canto en presentar a Dios como quien exige
el cumplimiento de un mandato: «sed buenos**, sino en presentarlo
como buena noticia: «reproducid la bondad de Dios, eso es lo bueno
para los seres humanos*».
b) Dios, para Jesús, no sólo es lo bueno para los hombres, sino
que su bondad tiene que ser descrita como amor. Sabido es que e.i
el Nuevo Testamento la palabra que traduce el término amor es agape,
no eros; es decir, un amor que se alegra en el bien del otro y sólo
por causa del bien del otro, mientras que eros implica también de
algún modo la propia gratificación. Juan dirá, en forma absoluta
y lapidaria, que Dios es ag ape (1 Jn 4 , 8), y eso es lo que en los
evangelios afirma Jesús de forma historizada.
Es un amor que, para mostrar su matiz irrepetible, aparece como
ternura15. Así como Isaías describe a Dios más tierno que una madre,
1 KS
JESU S A N TE UN O IO S-PA O & E
así Jesús lo compara con el padre que sale ni encuentro del hijo
que se ha marchado de casa, lo acoge, lo abraza y celebra su retorno
(Le 15, 11-31). En el paroxismo de su alegría de que Dios es así,
Jesús dice que Dios es bueno «hasta con los malos y desagradecidos»
(Le 6, 35).
Aquí esta, de nuevo, la lógica del «mandamiento» del amor en
los sinópticos (M e 12, 2 8 -3 1 ; M t 22, 3 4-40; Le 10, 25-28) y del
«mandamiento nuevo* en Juan (Jn 13, 34-35). Indudablemente, es
un mandamiento, y asi aparece ya en el decálogo del Levítico. En
la primera carta de Juan puede leerse también como mandamiento
(«amaos unos a otros», 1 Jn 4 , I I ) . Pero si no necesariamente desde
un punto de vista cxcgctico, creemos que estos mandamientos pueden
ser interpretados sistemáticamente de manera más profunda: «así es
Dios, sed vosotros así». No es, pues, que el amor sea un mandamiento
que Dios impone arbitrariamente, como muy bien pudiera no haberlo
impuesto. Dios impone lo que él es, y lo «impone» porque eso es
lo bueno para el hombre. El «yo soy Yahvé» con que termina el
Levítico, la fundamentación del mandamiento «no serás vengativo ni
guardarás rencor a tus conciudadanos, amarás a tu prójimo como
a ti mismo» (Lv 19, 18} pueden ser interpretados deesa forma.
Desde ahí también hay que entender el mandamiento de amar
a los enemigos (Mt 5, 43; Le 6, 27-35), no como la máxima prueba
— arbitraria— que Dios impone, sino porque «así es Dios», como
terminan M ateo y Lucas; el Padre celestial es «totalmente bueno»
(M t 6 , 4 8 ), es bueno «con los malos y desagradecidos» (Le 6, 35).
Y desde ahí hay que entender, por último, la argumentación más
profunda c indefensa que ofrece Jesús para exigir la conversión
— aunque recuerde la amenaza del fuego eterno— y !a argumentación
en su favor contra sus adversarios, como hemos visto en el análisis
de las parábolas: así es Dios, tan bueno.
Esa visión de Dios como bondad, como amor, como ternura, es
esencial en Jesús y constituye el núcleo central de su experiencia de
Dios. En eso le será muy fiel todo el Nuevo Testamento — teniendo
ahora en cuenta al misino Jesús— , cada escrito a su manera. «Tanto
ha amado Dios al mundo», dicen Pablo y Juan. Quizás en la forma
más sencilla, y con el sabor del mismo Jesús, lo dice la carta a Tito:
«Se ha hecho visible la benignidad y el amor de Dios a los hombres»
(3, 4).
l.a experiencia de la bondad de Dios hace que, para Jesús, otras me
diaciones de la divinidad pasen a segundo plano o sean profundamente
trastocadas. Dios es absoluto y transcendente, señor y juez, pero no
es autoritario ni déspota. Por ello, el mismo Jesús predica y se presenta
a sí mismo como servidor y libre.
189
M ISIO N V l-fc Dfc JE S U S
190
J F S 'J 5 A N TE UN D IO S-PA O ne
191
MISION Y FE OE JESUS
19.1
M ISION V Éfc 3 £ oCScS
1%
-E 5 U S AM E UN O IO S-PA D RE
197
MISION Y FE CE JESUS
34. Ch. Dodd, E l fu n d a d o r d e ! e n stia n is m o , Barcelona, 1974. 141-1S9. Quien más reeaka
la crisis es Marcos.
35. F. Mututer, "Gal» es cinc galiláischc Knsc?- . en fvstschnfl fiir Joscf Sehmidt, Fribnrj/i
Rr.. 1973. 238-252.
l ‘)K
JE S U S A N TE UN C tO S -P A C n c
200
JE S U S A N TE UN D>OS-s>ADP£
42. I i mis fundamental es que por la unión hipostática de la naturaleza humana y divina
.Ir < listo, aquélla participaría de 'a omnisciencia de ésta. Para la respuesta, véase k Rahner,
■ Pondo a, iones Jo&nütKat sobre el sabci de Cristo v su conciencia de sí mismo», en H.s¿ritos
Ji- U i J o K b V. Madrid. 1964. 221-24.*.
4I I íneas fundamentales de una cmtnlngía sistemática-, 34.
201
M ISIO N Y FE Oc J=SJ5
44. 34.
¡b iJ .,
45. W. Pannnibcrg, F u n J jn t e m o s J e ¿ r iit o lo g ú . Salamanca, 1974. 414. neta 24.
202
JESUS ANTE UN O OS-PAORE
5. L a fe d e Jesús
201
M ISION Y FE DE JE S U S
50. -Pieles Christi-, cu E n sayos t e o ló g i c o s II, S p o n s a V erb i. Madrid, 1964, 67. Vcisc
también, sobre la fe de Jesús, P. Schooncnbcrg. Un D io s d e lo s h o m b r e s , Barcelona. 1970,
168-174; Ch. Duquoc, «La esperanza de jesús*: C o n c ih u m 59 { 1970 1 IOS9-1096; D . WicdeHcchr,
«Esbozo de eristología sistemática», en M y steriu m s a lu tis II1-I, Madrid, 1969, 649-652; P.
Fuchs, «Jesús und <Ur Glaubc-, en Z « r F rage n a c h d e m b is t o r is e b e n Jesú s. Pubinga, I9í0,
238*257; G. P.bcling, «Jesús und Glaubc», en YV'orr u n d ( ¡ la u b e , Tubinga, 1962. 203-2*4;
W , Pannenberg, o p . c it ., 403-433.
51. «Datos del Nuevo Testamento para una eristología transccndcntal-dia lógica», <n K
Rahner y W. Thüsing, r is lo lo g la , e s tu d io t e o ló g i c o y e x e g é t ic o , 211.
52. W id .. 222-226.
20-1
J E S U S A N TE UN O IO S-PAO RE
' l. Ilu l. 220. 1'ai.i el análisis exegético. 218 ss. También traduce el v. 26 como «la
Ir ,!<• Jesús" i ti paralelismo al •!. 16: *la
f e de Abraham».
MiSION Y FE 3E JESUS
206
v E S 'JS A N TE UN O IO S PAUSE
207
MlSiON v i £ o= JÉSOS
20K
J E S J S ANTE UN DIOS-PADPE
209
Capítulo 6
JE S U S Y DIOS (II)
LA P RA X IS PRO FETIC A DE JE SU S
C O M O DEFENSA DEL VERDA D ERO DIOS
1. Profecía y autirreino
211
MISION V FE OE JFSCS
212
LA PRAXIS PROFETICA DE JESUS COMO DEFENSA DEL VERDADERO DIOS
1. »La práctica de Jesús, por ser la di- un agente histórico, ¡ jo manifiesta su sentido
sino restituyéndose al conjunto de condiciones objetivas de sil tiempo, de orden económico,
social, político y cultural de las que muchas veces se la ha aislado. Como toda práctica humana,
la de Jesús no representa un comienzo absoluto ni es comprensible sólo a partir de sí misma.
( listo tuvo que intervenir en un campo de fuerzas ya creado, de interacciones y conflictos
que no dependía de el configurar o evitar, y en relación a los cuales tuvo, en consecuencia,
que definirse, la práctica de Jesús integra así a un conjunto social más amplio», H. Echegaray,
I i práctica ./«■ Je< út, I una, 1981, 52-53.
2 Véasi el libro clásico de J. Jeremías, Je n ts a tr n en tie m p o s ele Jesú s. Madrid, 1977;
los libio-, litados do II F.chry.auy v h Bclo, y el libio de J. I. González Faus, J e s ú s y ¡o s
m oi ni l i e M ée n o , |9 K ?
;n
M ISION V FE OE JES ^S
21-1
-A PPAXIS PROFETiCA DE JESUS CO VO DEFENSA OEL VERDADERO 0 05
S. IhiJ.. 107.
2 is
MISION Y FE SE JESUS
«;F.s lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida
en vez de destruirla?» (M e 3, 4; l.c 14, 2 s). ¿Cómo va a estar
mal, parece decir Jesús, curar a una enferma en sábado, «hija de
Abraham, sometida durante dieciocho años por Satanás? ¿No estaría
bien desatarla de esta cadena en día sábado?» (Le 13, 16). A veces
Jesús argumenta a d hontinent y acusa a sus adversarios de hipocresía.
«¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey a un pozo en
sábado y no los saca al momento?» (Le 14, 5; 13, 15; Mt 12, 11).
A veces argumenta «bíblicamente», aduciendo el Antiguo Testamento,
en el caso de David y los panes del templo (1 Sam 21, 2-7; M ;
2, 25 v .
Su argumentación fundamenta), sin embargo, es de principio: Dios
no quiere que la observancia del culto impida la observancia de lo
humano, sino exactamente lo contrario. Por ello, en la versión dé
las cinco controversias en Mareo aparece dos veces la lapidaria frase
de Oseas 6 , 6: -justicia quiero y no sacrificios» (M t 9, 13: comida
con publícanos; \lt 12, 7: las espigas arrancadas en sábado). Hacer
la voluntad de Dios es practicar la justicia hacia los seres humanos
no la práctica del culto, criticada también por Mateo 5, 23: «S
pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que
un hermano tuyo tiene algo que reprocharte, deja tu ofrenda all',
delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego
vuelves y presentas tu ofrenda».
Esta argumentación teologal es la que ha quedado inmortalizada
en la lapidaria sentencia de Jesús: -El sábado ha sido instituido para
el hombre y no el hombre para el sábado» (Me 2, 27). En los sinópticos,
la justificación es cristológica: «el H ijo del hombre es también Señor
del sábado» (Me 2, 28 par), pero la argumentación más honda es
teologal: cualquier supuesta manifestación de la voluntad de Dios
que vaya en contra de la vida real de los hombres es negación automática
de la más profunda realidad de Dios.
Para comprender mejor la radicalidad de la afirmación de Jesús
sobre el sábado, recordemos lo que significaba su cumplimiento en
aquella época, en palabras de H. Braun:
Según la concepción ju d ia . D io s m ism o celebra el sábado en el m un do celeste
con todos los ángeles: el pueblo elegido, Israel, debe p a rticip a r en esta celebración;
el m a n d am ien to del sábado es una orden de que el pueblo de Israel honre
a D ios eit grado prom inente6.
2lís
.A P R A X IS P R C F E T IC A DÉ J E S J S CO M O D EFEN SA CEL VE R O A D E F O DIOS
significa, entonces, que el hombre es para Dios. F.n esrc contexto, las
palabras de Jesús debieron sonar aterradoras, pues «este horizonte (del
sábado) está sorprendentemente desplazado en la sentencia de Jesús*8.
Esto es lo que está en el fondo de las controversias: la realidad
de Dios en relación con los seres humanos y la de los seres humanos
en relación con Dios. I.o que Jesús pretende es simplemente afirmar
en qué consiste la verdad de esa relación. En palabras de hoy, Jesús
pretende llevar a cabo un proceso de •ilustración» de la imagen de
Dios. Por lógica que pareciese a los fariseos su propia imagen de Dios,
Dios no es así, dice Jesús. Y en lo que hay que insistir — porque
el problema sigue siendo real— es que la imagen de Dios de los fariseos
es al menos razonable, y por eso, no hay que suavizar la novedad
de la visión de Jesús como si éste arremetiese contra los fariseos porque
eran monstruos de la casuística y de la hipocresía, tal como se los
ha pintado. El problema es más hondo y se dirige a todo ser humano
en su condición religiosa o en su equivalente condición secular: cómo
se relacionan los seres humanos con lo que tienen por «'último**, sea
esto Dios, la patria, la Iglesia, el partido y, ciertamente, la riqueza
y el poder. La conclusión es que, para Jesús, «el recto servicio de
Dios no meramente pu ede ser, sino que es necesario que sea servicio
al hombre»'*. F.sta «ilustración» de Dios es la otra cara de la moneda
del mensaje positivo del Dios-del-reino y del Dios-Padre. Lo que hace
la controversia es esclarecerlo por oposición, por el rechazo de lo que
se niega. Y’ es que de esta forma — afirmando y negando— los seres
humanos vamos conociendo lo que afirmamos en positivo.
Y recalquemos que Jesús ilustra sobre la verdad de Dios de forma
provocadora. En la quinta controversia, Jesús cura innecesaria, y por
ello, provocadoramente en sábado, aun pudiendo haber esperado al
día siguiente — digámoslo así— para solucionar un problema humano
no urgente. Y la pregunta que dirige a sus adversarios es una máxima
provocación objetiva: «¿F-s lícito en sábado hacer el bien en vez del
mal?». No es de extrañar que la escena termine con la confabulación
de los fariseos y los herodianos para elim inarlo10.
en l.i suniprcnsión eficaz de l.i liturgia \ de ia eucaristía cristianas. Es como >¡ Hios nos
hubiera regalado lina liturgia en la que poder participar y e:t esa participación se daría la
máxima realización cristiana. Que haya que celebrar ti don de Dios, es evidente, necesario,
hum.mirador y divinizaJor. Que se piense que %c nos ha dado —en la liturgia— la mejor.
m no la única forma, de celebra: a Dios nos parece peligroso y distante de la actuación de
Jesús.
8. I I. Hraun, op. al.
V. th,J
10 X Alegre. •! a Iglesia que Jesús quriia* H u k im t.i SI 1 19S0 2-4.V
217
MISION \ 16 DÉ J6SuS
218
LA P R A X IS P R O F E T IS A OE JESD S COMO DEFENSA DEL V E R D A D fcH O D IO S
219
M IS IO N Y FE DE JESU S
Dios, «amar a Dios con todas sus fuerzas», como dice el Dcutcronomio.
Pero, a la vez, afirma que esc responder a Dios es un corresponder
a la realidad de Dios, hacer con otros lo que Dios hace con ellos
y con nosotros. Dios nos creó creadores, en palabras de Bergson. E!
amor de Dios nos hace amorosos para los otros, en la lógica de
Nuevo Testamento. Eso es lo último que hay que ser y hacer, porque
así es Dios y así hace Dios. Dios es ex-céncrico, quiere el bien, k
vida y la fraternidad de los hombres. Eso es lo que quiere y no
quiere nada más que eso. Y cuando eso se realiza, él está en los
hombres y los hombres en él.
En esto consiste la fundamental «•ilustración» de Dios que llcvr
a cabo Jesús en sus controversias. Se formulen éstas como controversias
sociales o religiosas, lo que está en el fondo de ellas es la corrcct;
relación con Dios — y en ello. Dios es controvertible— , que consiste
en la correcta relación con el prójimo. Y esta ilustración no la hace
Jesús por razones puramente teóricas, sino por sus consecuencias prác
ticas: según se acepte a un determinado Dios, así se comportan los
seres humanos, y así configuran la sociedad en forma de reino c
de antirreino.
Jesús constata que los hombres no sólo tienen visiones de Dios distintas,
y aun contrarias — de ahí la necesidad de «ilustración» sobre el verdadero
Dios— sino que, además, usan esa visión para defender sus propios
intereses — y de ahí la necesidad de «desenmascarar» las falsas visiones
de Dios— . Más en concreto, Jesús constata que los hombres oprimen
unos a otros y que eso lo justifican en nombre de Dios, que la tragedia
de los seres humanos no consiste sólo en un error puramente noético
acerca de Dios — culpable o inculpable— , sino en que son capaces
de producir falsas imágenes de Dios, que son opresoras, y en hacerlas
pasar por el verdadero Dios. Que los seres humanos seamos capaces
de hacer el mal, es ya cosa trágica, pero ¿cómo es posible que cometamos
aberraciones en n o m bre d e D ios? La Escritura es bien consciente de
ello y de sus consecuencias, hasta llegar a repetir que «por causa
vuestra el nombre de Dios (y de Cristo) es blasfemado entre las naciones»
(Rom 2, 24; 2 l>e 2, 2; St 2, 7 ; Ez 36, 20-22).
220
LA P P A X tS P R C F E T IC A DE JE SU S COMO O E FE N S A DE L V tB D A O E flC O IO S
Ir. | J c ir n iiii,, /..r/o g Á i iltl Nui-ivt I* i.m irnlo I, S .» !jm .m ía .' 1986, 246.
221
M IS IO N V -E OE JES v S
222
LA P R A X IS P R O F E T IC A OE vE S JS COMO DEFENSA LEI VER O ADERO 3 IC S
22í
m is ió n r fe os jes ú s
224
LA PR A XIS PP.O FETlCA DÉ J E S U S COM O D E FE N SA DEL VER D A D ER O OIOS
Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están
por caer sobre vosotros. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están
apelillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su
225
VlStON v FE OE JESUS
herrum bre será tes tim o n io contra vosotros y devorará vuestras carnes com a
fuego. H abéis acum ulado riqueza en estos días que son los ú ltim o s... Habéis
vivid o sobre la tierra regaladam ente y os habéis entregado a los placeres; habéis
h a rta d o vuestros corazones en el d ía de la m atanza (S t 5, 1 -3 .5 ).
226
LA P P A X IS PftO f E T IC A DE JESU S CO M O O E FE N SA O EL VE R D A D ER O DIO S
origen ele casi todas las fortunas hay alguna injusticia». Varios padres
de la Iglesia leyeron de esta forma el versículo de Lucas* suprimiendo,
por cierto, el «casi». Clemente Alejandrino usa el texto para argumentar
que roda riqueza es injusta, y por eso, es legítimo entregar hasta
el dinero más digno30. Y más tajantemente lo afirma san Jerónimo:
«Pues todas las riquezas descienden de la injusticia y sin que uno
haya perdido, el otro no puede hallar. Por eso me parece a mí ver-
daderísimo aquel proverbio: el rico o es injusto o es heredero de
un injusto»31.
La riqueza para Jesús es, pues, un grave mal social y la razón
intrínseca consiste en que es injusta. Eso es claro en el evangelio
de Lucas. De un detallado estudio de ese evangelio, C. Escudero Freire
concluye que los ricos son «opresores de los pobres»32 y las situaciones
de pobreza son «causadas por el hombre opresor»33. Y , dicho con
sencillez, recordemos que en el único pasaje de los sinópticos en que
aparece la conversión de un rico, Zaqueo (Le 19, 1-10), Jesús se
alegra de ello, pero no por la buena acogida que le depara a él,
y no antes de que Zaqueo prometa restituir lo robado. Zaqueo deja
de ser el hombre maldito, porque deja de ser el hombre rico opresor.
No hay duda de que Jesús fustiga la riqueza y que el evangelio
de Lucas es el que mejor lo ha recogido. Pudiera extrañar que sea,
precisamente, este evangelio — en el que más tiernamente se presenta
a Jesús, mostrando la misericordia de Dios hacia los pecadores—
el que más virulentamente habla contra los ricos y la riqueza. Pero
no hay aquí paradoja, sino coherencia: también en este evangelio se
muestra a Jesús como más apasionadamente defensor de los pobres.
Y ello es un indicio de que la malicia última de la riqueza es relacional:
la opresión de los pobres. Y citemos de nuevo la carra de Santiago
como comentario a este aparrado:
Escuchad, hermanos m íos queridos. ; Acaso no ha escogido D ios a los pobres
según el m un do para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que p ro m e tió
a los que lo aman? ¡En ca m b io vosotros habéis menospreciado al pobre! ; N o
son acaso los ricos los que les oprim en y les arrastran a los tribunales? ¿ N o
son ellos los que blasfem an el herm oso N o m b re que ha sido invocado sobre
vosotros?... M ir a d , el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron
vuestros cam pos está clam ando; y los clam ores de los campesinos han llegado
a los oídos del Señor de los ejércitos (Si 2 , 5 -7 ; 5 , 4 ).
227
MISION V FE OE JESU S
22X
LA PR A XIS P R O " E T ¡C A DE JE S U S COM O DEFEN 5A OEL VE R D A D ER O DIOS
2 2 ‘>
M ISIO N y TE DE J F S U S
230
LA F'PAXIS P R O F E T lC A CE aESJS CO M O D E FE N SA DEL VEH D A tlRP O DIO S
231
M ISIO N Y FE DE JE S U S
para hacer sus fechorías. Los sacerdotes abusan ele su vocación, que
es realizar el culto para gloria de Dios. Y , en vez de eso, se dedican
a sus negocios y a obtener ganancias'*'11. Pero de esto no se sig.ie
necesariamente que Jesús estuviera contra el templo en cuanto tal.
Sin embargo, en los tres sinópticos, Jesús usa dos citas del Antiguo
Testamento sobre el templo, Isaías 56, 7 , y Jeremías 7, 11, que apuntan
al menos a que la realidad del templo de Jcrusalén era muy distinta
de lo que debiera ser el verdadero templo. Isaías 5 6 , 7, habla Je
un nuevo templo, un templo escatológico para todos los pueblos,
y condena el exclusivismo y la superioridad hipócrita de los judíos.
Jeremías 7, 11, es el final de un largo oráculo sobre el auténtico
culto y una invectiva contra el templo, que merece la pena citar
entero:
O íd la palabra de Y ah vé, to d o Judá. vosotros que entráis poi estas puertas
a postraros ante Y ah vc. A s í dice Y ah vé Sebaor, el D ios de Israel: n ie jo u d
de conducta y de obras y yo me quedare con vosotros en este lugar. N o
os fiéis de palabras engañosas diciendo: « ¡T e m p lo de Y ahvc! ¡T e m p lo de Yahvc!
¡T e m p lo de Y ah vc es este!». Porque si m ejoráis realm ente de conducta y obras,
si realm ente hacéis justicia, no o p rim ís al forastero, al huérfano y a la viuda y
no vertéis sangre inocente en este lugar ni andáis en pos de otros dioses p ira
vuestro daño, entonces yo m e quedaré con vosotros en este lugar, en la tierra
que di a vuestros padres desde siem pre y para siem pre. Pero lie aquí <juc
vosotros os fiáis en palabras engañosas que de nada sirven, para robar, m atar,
ad u lterar, ju rar en falso, incensar a Baal y seguir a otros dioses que r.o conocíiis.
Luego venís y os paráis an te m í en esta casa llam ad a por m i nom bre y decís:
«Estamos seguros- para seguir haciendo estas abom inaciones. ;E n cueva de
bandoleros se ha co nvertido a vuestros ojos esta Casa que lla m a n por m i
nom bre? ¡Q u é bien visto lo tengo! — oráculo de Y ah vc— (Jer 7 , 2 -1 1 ).
212
LA P R A X IS PH O F ETlC A DE JES JS COM O D E FFN SA DEL VER DADER O D IO S
233
MISION Y f-t O í JE S JS
hijos del Zcbcdco: «Vosotros sabcis que los que son tenidos como
jefes de las naciones, las gobiernan como señores absolutos y los grandes
las oprimen con su poder» (M e 10, 4 2 ; Mt 2 0 , 25. En Lucas el
pasaje se traslada a la última cena, 22, 25). También a los gobernantes
les echa, pues, en cara Jesús la opresión a las mayorías.
Lo que nos interesa recalcar como conclusión de rodo este capítulo
es que Jesús no sólo anuncia el reino y proclama a un Dios Ladre,
sino que denuncia el antirreino y desenmascara a los ídolos. C oi
ello va a las raíces de una sociedad oprimida bajo todo tipo de poder:
económico, político, ideológico y religioso. Existe, pues, el antirreino
y Jesús — objetivamente— da cuenta de cuáles son sus raíces. Y no
se contenta con denunciar al Maligno, realidad transhistórica, sin.)
a sus responsables, realidades bien históricas.
En esta praxis Jesús aparece en la línea del profeta clásico de
Israel, de Amos, de Oseas, de Isaías, de Jeremías, de M iqucas..., y
en la de los profetas modernos, monseñor Romero, monseñor Proaño,
Martin Lutncr King..., confrontado con c! antirreino y los ídolo*.
Su mensaje central es la defensa de los oprimidos, la denuncia de
los opresores y el dcscnmascaramiento de la opresión que se hace
pasar por buena y se justifica en lo religioso. Y esta praxis es la
que lo asemejará a los profetas también en su destino: el antirreino
reacciona y le da muerte.
234
Excurso 2
LA C U ESTIO N DE D IO S:
DIOS DE. VIDA E IDO LO S DE M U ER T E
I. J. I . Scpundo, Xuestr.i ¡dea de Dios. Buenos Aires. 19~0: Id.. L> ko'nbre Je boy
anh fesüs Nazarel l. Madrid, 1982; <• Gutiérrez, Dios de la vida, Lima, 1989; Id.,
Hablar Je Dios desde el sufrimiento del inocente, Salamanca, -I9SS; Id., Dios o el oro a
/.n India \ Yd.im.im.», '1990; K Muño/, Dios de los cristianos. Madrid, 19SS; P. Richard
ed . l . lucha .!■ . San Jóse. 1980; V. Araya, Li Dios de tos pobres, San José,
1981, | |llacuria, «Voluntad de fondamentalidad y voluntad de verdad: conocimicnto-fc y
i . nf uractt histórica R L T 8 1986 113-131.
2 I i conclusión podría ser la sicuicntc: «¿Dios? No os otra cosa que una proyección
d.I homhrr Icucrboch . es opio del pueblo iMarxi, un resentimiento de frustrados N'ictzschc .
na lutíón infa id •i ,, id . Introducción, «Dios de vida, Ídolos de muerte•: M isión Abierta
t/ft (I9KS) S
MISION V FE Dfc JESUS
3. /..< a ñ o r a n z a d e l o c o m p l e t a m e n t e o t r o , en ,4 ( a b ú s q u e d a J e ! s o n i d o . Salamanca,
1976, 124. Por ello, Horkhcimer aboga por a reo-logia como -expresión de un anhelo, Je
una nostalgia que el verdugo no pueda triunfar sobre su víctima ¡nocente» p. 106). -Z.su>>
cada ve/ más convencido de que no se debería hablar del anhelo vino del miedo de que Dios
no exista» :p. 116 j.
4. Esto lo hemos analizado en -Reflexiones del significado del ateivmo y d». l.i •dolatru
para la teología»: R L T 7 (19$6) 45-81.
5. trei Bct:o, «Dios brota en la experiencia de la vida», en í . i lu e h a d e h it Ji< • . 19 1.
6 . ,\'lastra id e a d e Dios. 18.
216
LA C U E S T IO N DE DIOS. DIOS DE VIDA E IDOLOS DE M UERTE
7. IbiJ
8 | I . Sitie , o{>. a t . . 16. Kxccpttia .1 unos pocos rxpcnos en Antiguo Testamento,
m ire c ilio ( i. von Kati.
•i Iht.l
11 • I t l) it n iU J< • M irtilo , S a la m a n c a , 1 9 X 5 .
217
MISION Y FE r e JfcSUS
(p. 27). El libro termina con la afirmación ele que «la confesión
trinitaria (es la) respuesta al ateísmo moderno» (p. .356). Kaspcr co i-
centra, pues, la cuestión de Dios en el ateísmo, porque piensa que
es el problema más universal del hombre, al cual adecúa con -el
hombre medio del siglo xx» (pp. 17 ss) y porque piensa que es el
polo dialéctico más radical para la íco-logía. Digamos una palabra
sobre cada una de estas dos cosas.
Por lo que toca al primer punto, Kasper — y las teologías ccl
Primer Mundo— saben muy bien que empíricamente las cosas no
son así, que en la humanidad de hoy ese «hombre» al cual se dirigen
es todavía minoría — aunque pueda ir en aumento, también en el
Tercer Mundo— . Pero, aunque se supone que aceptan este hecho,
siguen elaborando la cuesrión de Dios, como si así fuese de derecho,
a partir del ateísmo11. De esta forma, y en buena lógica, cualqu er
otra forma de enfrentar el debate teologal sólo tendría sentido co n o
estadio pie-secular del debate y bajo la hipótesis de que en tocas
partes se llegará a enfrentarlo desde el ateísmo. Hay aquí, ciertamen e,
una advertencia importante para la teología del Tercer Mundo, pero
el presupuesto y la hipótesis se aceptan sin crítica en el libro.
Esto llama poderosamente la atención por dos razones. Una es
pastoral. Si el enfrentamiento teórico directo con el ateísmo no parece
haber tenido buenos frutos para mantener y menos para expandir
la fe, pudiera pensarse — pastoralmcntc— en otros caminos. Ea segunda,
más importante, es la ausencia de sospecha de que a) plantear i>i
la cuestión de Dios se esté haciendo el juego a la opresión — ignorada
como problema fundamental, hipotéticamente, tanto por creyentes como
por increyentes— y que la teología ni se dé por enterada de ello.
Y esto es, precisamente, lo que se pretende al abordar la cuestión
de Dios desde la idolatría.
Por lo que toca al segundo punto, no es que Kasper no mencioiu
la idolatría. Lo hace con cierta frecuencia (pp. 68, 129, 157, 185,
259, 274), pero no la analiza a fondo, pues la reduce a la absolutización
de lo que no es Dios, ni menos la hace algo central. Lo central
sigue siendo el ateísmo, y, así, el problema fundamental a analizar
y responder sigue siendo «la cuestión del sentido del ser» íp. 65),
la «secularización ■(p. 18), la «praxis que prescinde de su lundamemaeión
transcendente» (p. 18), la dificultad del lenguaje sobre Dios (p. 68).
La finalidad de la teología sigue siendo mostrar «da idea de Dios
como fundamento y meta de toda realidad- p. 2 3 ;, posibilitar la
libertad del hombre y salvar la transcendencia de la persona humana
II. l.s impórtame recalcar que en la sección del libro dedicada a -la cuestión Jo l>» «
hoy- 'pp. 11-158:, Kasper sólo cita a autores consagrados en la hl«>«>tia « : c«>1 •» sla-ua»
>, de los de la actualidad, prácticamente sólo a autores alemanes. Por lo que mea a la u««l «m i
ilc la liberación, citada muy de pasada > conjuntamente con !.. teología pollina miopo.i, iiiiumi.i
desconocimiento de su método > contenidos, y termina con este tuiciu: -cabe p . ¡ . m r i . •<
esta tcoloftia no es víctima, a su vez, de redi ecioius más funestas. ij>. 7Hj.
-A CUESTION DÉ OIOS DIOS Oc V OA F IDOLOS OE U ^ I E
(p. 185>, cuestiones rodas ellas muy importantes, por supuesto, pero
que muestran que el planteamiento teologal sigue siendo desde el
ateísmo. La idolatría, aunque mencionada, no es más que la otra
cara de la moneda del ateísmo: siempre que se da verdadera negación
de Dios se absolutiza lo que no es Dios y, entonces, se le convierte
en ídolo.
Esta afirmación transcendental es verdadera, pero estéril, pues no
se dice que es lo que verifica a qué, si el ateísmo a la idolatría,
o la idolatría al ateísmo. Esto, sin embargo, es muy importante,
pues en términos históricos no es claro que quien se declare ateo
ya sea inmediatamente idólatra, o que quien no se declare idólatra
— cosa que no lo hará nadie en un mundo secularizado— sea ya
automáticamente creyente.
F.s, además, un enfoque de la idolatría a partir de la razón •natural- ,
no específicamente cristiana. Su mayor problema y peligro consiste
en la falta de historización de aquello que se absolutiza. Por decirlo
con un ejemplo banal, no es lo mismo absolutizar una colección de
sellos que el propio partido político o las propias posesiones. Iodo
ello puede fungir como ídolo, pero las consecuencias son muy diferentes.
Y si se arguye que el comentario huelga por obvio, se está reconociendo
al menos la necesidad de comprender la idolatría análogamente y
la necesidad de determinar su an alogatu m princeps. Y para ello no
basta con superar el ateísmo, af irmar la existencia de Dios y su dimensión
formal transcendente. May que determinar, más bien, un contenido
central en Dios, y de ahí la importancia para la teología cristiana
de analizar quién es el Dios de Jesús y qué es lo que se le opone,
y de usar seriamente esc análisis, cosa que no hace Kasper conse
cuentemente. O , mejor dicho, de la universalización que hace de la
figura y actividad de Jesús — tal como hemos visto antes— deduce
la universalización de la realidad de Dios. El que el reino de Dios
sea para los pobres, por ejemplo, para nada incide en su visión de
Dios y, por tanto, en la jerarquizado!» de los ídolos.
2 tw
M IS IO N y Ft OE JE S U S
240
LA CUESTION DE DIOS OIOS DE VIDA t lO O .O S DE MUEPTE
IV J M . , 147.
241
MISION Y FE DE JESUS
242
LA C U E S T IO N OE O IO S OIOS 3E VIDA t IDO LO S DE MUERTE
244
LA C U ES TIO N OE O IO S: O IO S OE V.OA E ID O LO S OE MUERTE
24 5
M ISION Y FE OE JfcSJS
F.l tema es conocido, pero hay que tratarlo en este contexto estrictamente
teologal. Jesús afirma qué hay que hacer contra los ídolos para poder
servir a Dios, pero lo que le interesa es que en verdad se sirva a
Dios. ¿En qué consiste este servicio? Para Jesús es claro que no basta
la respuesta ortodoxa verbal: «No rodo el que dice “ Señor, Seño:”
entrará en el reino de los cielos»..., sino que es absolutamente necesaria
la respuesta práxica: «Hay que hacer la voluntad de Dios» (M t 7,
21). No es que se contrapongan ortodoxia y ortopraxis, ni pueden
contraponerse, pues son realidades que responden a distintos ámbitos
de la realidad del ser humano. Lo que hay que esclarecer es q.ié
está al servicio de qué, y al hacerlo, Jesús ilustra también sobre la
realidad de Dios. Y para esclarecerlo veamos brevemente sus raíces
en el Antiguo Testamento.
F.l segundo mandamiento prohíbe hacer imágenes de Dios (Ex
20, 4 ss; Dt 5, 8 ss), lo cual, leído desde hoy, pareciera estar más
24 6
LA C J E S T IO V DE D IO S O IO S O t .1 3 » E O O l O S OE MUERTE
247
M ISIO N y FE OE JESU S
24K
LA C U E S T IO N OE C I0 5 : O IO S OE VIDA E ID O LO S OE MUERTE
Mientras que los que son juzgados esperan lógicamente ser juzgados en razón
de lo que han hecho a D io s, resulta que sus obras de misericordia hacia los
que padecen necesidades se convierten en el patrón decisivo, porque Dios se
ha identificado con los pobres, con los hambrientos, con los enfermos v con
los presos” .
249
V IS IO N V FE DE JE S U S
LA C R U Z DE JE S U S
C a p ítu lo 7
LA M U E R T E DE JESU S (I)
PO R QUE MATAN A JESU S
I. I. llU iu r íi, «Por que mucre Jesús y por que le nuun*: D ia íío n ia 8 :197$j 65-75.
2S3
-A CRUZ OE JE S U S
'Dios <lc Jesús e ídolos) están en pugna. También lo están las mediaciones
'el reino de Dios y el antirreino). Y de ahí que también lo estén
los mediadores (Jesús y sus adversarios}: -quien no está conmigo está
contra mí- (M t 12, 30; Me 9, 40).
Esto es lo que los evangelios muestran con toda claridad, aunque
no pueda precisarse con exactitud cuándo empezó la animadversión
por parte de los dirigentes. En cualquier caso, así como decíamos
antes que la tentación fue como el clima interno de la vida de Jesús,
hay que decir ahora que la persecución constituyó su clima externo, «l os
evangelios son fieles a la historia al afirmar que... simpatía y hostilidad
constituyen desde el principio la trama de la vida de Jesús»3.
Las controversias antes estudiadas muestran ya cómo se plantea
el problema objetivamente. «Si sus críticos no estaban dispuestos a
reconocer que aquí se mostraba “ el dedo de Dios” , sólo quedaba
(desde su punto de vista) una alternativa... De ahí la conclusión “ Arroja
los demonios por parte de Beelzebul, príncipe de los demonios” ; con
otras palabras, era un hechicero»4. Y ya se sabe lo que los hombres
hacen con los hechiceros, sobre todo los hombres religiosos.
A continuación vamos a analizar el ambiente de persecución en
contra de Jesús, y si lo hacemos con más detalle que lo habitual
es para recalcar que su muerte tuvo en verdad causas históricas y
que Jesús tuvo que ser bien consciente de ello. (Y , también, para
que a Jesús pueda dársele el título de «el perseguido», tan importante
en América latina por la masividad y crueldad de la persecución).
2S6
POR QUE M ATAN >\ JESU S
es histórica5.
Como hemos dicho, en Juan se analiza en detalle el clima de
persecución a lo largo de la vida de Jesús. Ya en los comienzos de
su primera estancia en Jerusalén, Jesús desconfía de los judíos (2,
24;. F.n su segunda estancia, «los judíos perseguían a Jesús porque
hacía todas estas cosas en sábado... trataban con mayor empeño de
matarlo, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba
a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios» (5, 16.18).
Cuando sube a Jerusalén para la fiesta de las tiendas, «andaba
por Galilea y no podía entrar por Judca porque los judíos le buscaban
para matarle» (7. l L v se preguntaban: «¿dónde andará éste?» (7, 11).
Ya en el templo, les preguntaba Jesús: «¿por qué queréis matarme?»
(7, 19). «Entonces quisieron detenerle, pero nadie le echó mano porque
todavía no había llegado su hora» (7, 30). «Se enteraron los fariseos
que la gente hacía estos comentarios acerca de él y enviaron guardias
para detenerle» (7, 32). En nuevas discusiones sobre Jesús «algunos
de ellos querían detenerle» (7, 44), y en una discusión con los fariseos
Jesús da testimonio de sí mismo, enseñando en el templo «y nadie
le prendió porque todavía no había llegado su hora» (8, 20). Al
final del discurso «tomaron piedras para tirárselas, pero Jesús se ocultó
y salió del templo» (8, 59).
Los padres del ciego curado por Jesús tienen miedo a declarar
«por miedo n los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo
en que si alguno le reconocía como Cristo, quedaría excluido de la
sinagoga» (9, 22). En la fiesta de la dedicación, al final del discurso,
•los judíos trajeron piedras para apedrearlo» (10, 31), «querían prenderle,
pero se les escapó de las manos» (10, 39).
En camino hacia Bctania para visitar a la familia de Lázaro le
dicen los discípulos: “ Rabbi, ¿con que hace poco los judíos querían
apedrearte y vuelves allí?” » (11, 8). Después de la resurrección de
I á/.aro muchos discípulos creyeron en él; se reunieron los fariseos
con t i consejo de Caifás, y «desde ese día decidieron darle muerte. Por
257
IA CRUZ DE JESUS
eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos» (11, 5.3 s). Ki
la fiesta de su última pascua, «los sumos sacerdotes y los fariseos
habían dado órdenes de que, si alguien sabía dónde estaba, lo notificara
para prenderle» (11, 57).
Jesús sabía que Herodcs, el sanedrín y los romanos tenían poder para
dar muerte y que la persecución contra él podría llevarle a ello. Sin
embargo, se mantuvo firme en la persecución, lo cual confirma su
fidelidad a Dios y la ultimidad de su misericordia hacia los hombres.
Desde un punto de vista histórico, el temor a un posible final
trágico se le presentó a Jesús a partir de lo ocurrido a Juan Bautista.
No cabe duda de que Jesús conoció el final violento de Juan a manos
de Herodcs, cuya «decapitación es uno de los hechos históricos más
seguros»9, y eso, indudablemente, tuvo que darle que pensar. Es cierto
que los «herodianos», en cuanto adversarios de Jesús, aparecen rara
259
LA C H U Z DF JE S U S
vez en los evangelios, pero para la gen re era conocido que Jesús se
había iniciado en el grupo de Juan y que había sido bautizado por
el, y también Herodcs llegó a tener noticia de Jesús, lo cual Marcos
relaciona con el rumor de algunos de que Jesús fuese Juan Bautista
resucitado (M e 6, 14).
Marco y Marcos dejan constancia de la honda impresión que causó
en Jesús la muerte violenta del Bautista, que pudo ser interpretada
por Jesús también como premonición para él. De hecho, después de
conocer la noticia de su muerte, Jesús se retira a un lugar solitario
(M t 14, 13; Me 6, 30). Según M ateo, en la escena de la transfiguración,
Jesús se refiere al Bautista como a Elias que ya ha regresado (M t
17, 13), y afirma que «han hecho con él cuanto han querido», y
que lo mismo harán con el H ijo del hombre (Mt 17, 12).
Jesús es consciente, además, de que lo ocurrido a Juan no es
casual, sino que es el destino de los profetas, como lo muestran varios
textos. Recuerda el fracaso de Elias y Elíseo en su tierra (Le 4, 25-27,;,
denuncia a los que persiguen y matan a los profetas ;Lc 11, 50;
Mt 23, 34) y anatematiza a Jerusalén «que matas a los profetas»
(Le 13, 34; M t 23, 37). En Juan, el buen pastor es el que da ia
vida por la ovejas (Jn 10. 11.15).
Jesús, por tanto, sufrió ja persecución, sabía por que la sufría
y a dónde podía conducirlo. Y esa persecución, en cuanto conscien
temente asumida, da la medida de su fidelidad a Dios. Le muestra
como un ser humano que no sólo anuncia la esperanza a los pobres
y anatematiza a sus opresores, sino que se mantiene en ello, a pesai
de ia persecución, por ser ésa la voluntad de Dios. La muerte final
violenta no le sobrevendrá como un destino arbitrario, sino come
lo tenido siempre presente en el horizonte.
Este hecho es lo que dará pie después a que se interprete su muerte
como asumida con libertad y, por ello, como expresión de amor.
Pero muestra también que Jesús conoce y asume la lucha de los dioses
y ia fuerza negativa de la historia que da muerte ai profeta. El camino
a Jerusalén, a pesar de y a través de la persecución, es la traducción
geográfica de la fidelidad de Jesús cu medio de la lucha de los dioses.
260
POR Q JE M ATAN A JE S U S
2M
LA CRUZ nfc JE S U S
262
£ ■0 4 O JE M ATAS A JCSCS
3. El ju icio a Jesús
21. 1'. Bcnoii y M. K. Boijnurd, Sinopsis los n u t ro rrangeho* II. Bilbao. IV?»., 1K.’ ■.
POH ( ID E M ATAN A J E S li S
22. Ih n i, tK2.
2V I Sch.llfbm U .o/.. ,n .. 285-290.
2-1 Ibid., 289.
LA C R iiZ 2E JESl S
3 .2 . E l ju icio político
266
^04 q u e m atas a jesú s
’ r>7
LA C=*JZ Ofc JfcSuS
36. X . Alegre, «Mi reino no es de este mundo*: D ú k o M Ía 21 11982; í>8-82. al que seguim<"
en ote pumo.
37. Comenta X . Alegre: «1.a palabra de Jesús en la tierra descubre lo que puede h.lxi
de pecado y de mentira en el modo de ser y de actuar del "mundo” ly los poderes políticos,
en cuanto disponen de la tuerca de coacción, pueden caer fácilmente en la tentación Je no
guiarse por los principios del amor y del servicio, o, por lu menos "el mundo” querrá numpulailoM
y "obliga" al “ mundo” a tomar posturas contra Jesús*. Ib iii.. 80.
268
POR Q JE M ATAN A JESUS
269
I.A CRUZ C E JESUS
Por qué matan a Jesús queda muy claro en los evangelios. Lo matan
— como a tantos otros antes y después de el— por su tipo de vida,
270
POR üLb f/A T A ’4 A JESdS
por lo que dijo y por lo que hizo. En esto no hay nada de misterioso
en la muerte de Jesús, pues ocurre con frecuencia. Pero sí hay en
ello una inmensa tragedia, aunque no en primer lugar porque le ocurriese
a Jesús — quien será reconocido como H ijo de Dios— , sino porque
ocurre a muchos seres humanos — hijos también de Dios— . El que
sea el H ijo de Dios a quien matan, añade una profundidad sin igual
a la tragedia, pero no es su primera expresión.
A Jesús le matan por lo que estorbó, por supuesto. Pero hay
que tener claro que ese «estorbo»* es un estorbo totalizante, no sólo
categorial, sus denuncias concretas a éstos o aquéllos. Es el estorbo
que proviene del hecho simple de una determinada encarnación, pero
no — como con demasiada facilidad suele decirse— en el mundo,
sino en un mundo que es antirreino, que hace contra el reino. En
esc mundo, y no en otro, se encarnó Jesús, contra ese mundo actuó
por necesidad — en nombre del reino— y esc mundo reaccionó contra
Jesús también por necesidad. Como dice I. Ellacuría, «Jesús y sus
enemigos representan dos totalidades distintas, que pretenden dirigir
contrapuestamente la vida humana; se trata de dos totalidades prácticas,
que llevan la contradicción al campo de la existencia cotidiana»42.
L.o que ocurre es que la totalidad (el reino de Dios) se expresa en
lo cotidiano, en las cosas concretas de la vida de Jesús, pero estas,
a su vez, son expresión de la totalidad, del reino de Dios. Por eso,
vistos desde la totalidad, los juicios concretos contra Jesús son pro
fundamente lógicos e incluso los retoques rcdaccionales están muy
bien elegidos.
En el juicio religioso, los sumos sacerdotes invocan n Dios para
juzgar a Jesús, y éste les responde con una blasfemia práctica: «actuando
como quebrantador de opresiones concretas es como yo invoco a Dios»4\
Con ello dice que hay dos formas de invocar a Dios, y sobre todo
que hay dos dioses a los que invocar, y, por cierto, contrarios. Con
eso, Jesús prosigue su movimiento ilustrador acerca de Dios, que ahora
lo hará con su propio destino: hay dioses que dan muerte. Y la conclusión
es aterradora: «la cruz misma es incomprensible sin la colaboración
de los judíos piadosos»44.
En el juicio político, a Jesús le acusan de ser enemigo del César,
sobre lo cual Jesús no se pronuncia en los evangelios. Pero lo que es
cierto es que Jesús no ve en la pax rom an a — algo conocería sobre
la realidad del imperio— un mundo según el corazón de su Dios, y
su vida, con mayor o menor consciencia en este punto, se dirigía ob
jetivamente contra ello. De ahí que la condena a muerte de Jesús no
fuese un lamentable error, como pretende Bulnnann45, sino una necesidad.
271
LA CRUZ Or JE S U S
272
Excurso 3
JE S U S Y LA VIOLENCIA
4. I .i i <oz </«•lo s sin roe. San Salvador. 1980. 113 -119 , 156-159.
5. Desde un pumo de vista pastoral, recalcó la necesidad de la pastoral de acoinpañ.mmntn
a los cristianos comprometidos en esas luchas. Su sucesor, monseñor Rivera, ha insisinlo cu
l.i necesidad de ► humanizar el conflicto».
6. Ya en 197.1 publicó "Violencia y m uy en su libro Teoíogiti polilica, San Salí
19"3, 95-127, y poce*antes de su muer le el trabajo >.i citado de la revista í .'om. i Iih m
>74
JESU S V LA VIOLENCIA
275
LA CPU 2 DE JE S U S
9. Por lo menos así le* sonarla a los lectores de los evangelios, publicados cuarteo va
existían ciertamente movimientos /flotas.
276
je s ú s V LA V IO LEN C IA
277
LA CftUZ De JESJS
is . IbiJ.. 187.
16. Ln Liberación con esphirtu, San Salvador, 1986, 40 s s , hemos recogido las anu as
de monseñor Romero a los movimientos populares de liberación que hoy hubiese cxiciuhlo
y ampliado a los movimientos populares armados.
278
JE S U S Y LA V IO LEN C IA
17. 1. F.llacurfa en «Violencia y cruz», 120-123, analiza tres vías cristianas para redimir
la violencia, tipificadas en Charles de Foucauld, Martin Luthcr King y Camilo Torres, l as
analiza en cuanto cristianas, en cuanto distintas y en cuanto posiblemente complementarias,
v concluye con lo que es común a las tres: l as uc> reconocen el hecho del pecado de la
vi* Icih i, del misterio de iniquidad que domina tantas estructuras socio-cconóm .as y políticas
s que constituye la negación misma de un orden cristiano. I-as tics exigen por imperativo
ile la c o iic ic ik u cristiana una respuesta que comprometa la vida personal hasta el extremo
que rxigr la loncepción cristiana ski amor: la rnucitc*. i b i d . . 123.
2 7 ‘)
LA CRUZ C E JE S U S
LA M U E R T E DE JE SU S (II)
POR QUE M U ERE JESU S
281
LA CPL2 DÉ .É S u S
1. Los datos del Nuevo Testamento que usamos en este capitulo están basados en I .
Boff, Jesucristo y la liberación del hombre, Madrid,2 1987, .167-404; E. Schillebccvkx, Jetus
La historia de un viviente, Madrid, s1983, 249-268: X. l.con-Dnfoui. Jesús v l'ahlo .inte !.i
muerte, Madrid, 1982, 81-98. 173-205; J. I. González l aus. Acceso j Jesús. Yil.u um .i,' I9 í7 ,
128-1.16. A ellos nos remitimos sin citarlos en detalle.
282
POR O LE M UERE JESLS
284
PO R QUF M UERE JE S U S
2.1. El sacrificio
287
IA CRUZ DE JE S U S
288
POH QUE M UERE JE S U S
4. I n modelo más gráfico para la imaginación o el del nscaie que Cristo pagó por
irán gresiones ,1 l*c 1. IS; Me 10, 45; Gál 3, 13...). F.l modelo está tomado del
• • i ii por la liberación de los esclavos —en latín reciemplio de donde vicr.c el castellano
uili'ii.ión Afín a este modelo csiá el de la compra (I Cor 6. 20; 7. 23:: Dios adquiere
¡ m i i ó un pueblo pagando para ello el precio de la cruz.
289
IA C H 'J Z OE JESU S
290
POR QUE MUERE JESUS
291
LA C P U Z 0= JE S U S
292
POR OUE MUERE JESUS
294
POR CUE MUERE JE S U S
de Dios: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su I lijo» (Jn 3, 16);
«en esto se hizo visible el amor de Dios: en que envió a su Hijo»
(1 Jn 4 , 9).
La palabra final del Nuevo Testamento sobre la cruz de Jesús
es que en ella se ha expresado el amor de Dios. F.stc lenguaje de
«amor» es más abarcador que el de «redención», «salvación de pecados».
Incluye ésta, pero la supera, y, sobre todo, ofrece — sin explicarlo
ni intentar explicarlo— el gran modelo teórico explicativo: el amor
salva y la cruz es expresión del amor de Dios. Por eso, Labio dice:
«Quien no perdonó a su H ijo, ¿cómo no nos dará con él rodas las
cosas?» (Rom 8, 32). Y por eso, Juan dice: «Dios no ha enviado
al H ijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él» {Jn 3, 16).
La cruz de Jesús es expresión del amor de Dios, y por lo novedoso
e insospechado de la afirmación sirve, mejor que ninguna otra cosa,
para recalcar la iniciativa y la credibilidad del amor de Dios. «Por
esto existe el amor: no porque nosotros hayamos amado primero,
sino porque él nos amó primero y envió a su Hijo» (1 Jn 4 , 10).
«Siendo nosotros pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom 5, 8).
Y en esto está la credibilidad del amor de Dios, «la prueba de que
Dios nos ama» (Rom 5, 8). Cristo no murió por un justo — lo cual,
con ser difícil, puede suceder— sino que «murió por los injustos»
(Rom 5, 6 ss).
Esta es la afirmación fundamental del Nuevo Testamento. Esta
afirmación nada «explica», pero lo dice todo. En la vida y en la
cruz de Jesús se ha mostrado el amor de Dios. Y Dios ha elegido
esa forma de mostrarse, porque no ha tenido otra forma más inequívoca
de decirnos a los seres humanos que en verdad quiere nuestra salvación.
F.1 lenguaje del Nuevo Testamento es poderoso: ni lo más querido
por Dios, su propio H ijo, ha puesto límite a que Dios muestre su
amor a los hombres. No perdonar al H ijo es el modo de expresar
que nada impide el amor de Dios a los hombres.
Ya hemos dicho que estas palabras no explican teóricamente el
«cómo» de la salvación, pero ninguna otra puede decir mejor qué
es el amor de Dios. Y si un ser humano no capta que, al preferirnos
a nosotros sobre su H ijo, Dios ha querido mostrarnos su amor, nada
le convencerá de ello. Su razón podrá seguir preguntando por qué
ha elegido Dios ese camino, podrá protestar y rebelarse contra ese
Dios, pero lo que no podrá hacer es desestimar la fuerza del argumento:
nada, absolutamente nada, ha sido obstáculo para que Dios muestre
su sí definitivo, salvador, acogedor, irrevocable a este mundo.
Y algo de esto se puede barruntar en la historia. Surgen amores
que no tienen límites, y la forma más clara de mostrarlo es cuando
nada se convierte en obstáculo para el amor. Si una madre dejar
ii libremente a su hijo — aunque prevea que lo va a perder— por
defender la causa de un pueblo, muchas cosas se podrán pensar de
295
LA CRUZ OF. JE S U S
6. E l p r e c io d e la g r a c ia . Salamanca, '■1986, 2 1 1 .
7. J. M o lt m a w t , Vntkebr zur '/.ukunf i , H a n iln ire o , 1 9 7 0 . 76.
8. MonsciVx Romero, en L a v o z d e l o s sin roe. San Salvador, 1980, l(>7,
Capítulo 9
207
LA CRUZ DE JE S U S
298
EL 0 :O S C R U C IF IC A D O
. [ 4 gi4 u¡i barata c*. el enemigo mortal del cristianismo», decía Bonhocffer, E l precio
J4 Itr f rocía. Salamanca, M986, 17. De la misma manera, hay que poner en guardia contra
l.i ■revel.Kión lut.1 i.1 -. como si se nos hubiera dicho quien es Dios sin ningún escándalo objetivo
Y subjetivo.
299
1* CRUZ CE JESUS
de confianza. Según Juan 19, 30, Jesús dice: «Todo está cumplido .
Todas estas palabras están redactadas en el transfondo de varias tra
diciones que X. Lcon-Dufour resume así:
Manos, situando el grito del crucificado en un co n texto ap o calíp tico , muestra
en Jesús a uno que muere solo, abandonado por D ios a la violencia de ¡os
enemigos, a la cobardía de los discípulos, sin ninguna ayuda extraordinaria.
Jesús muestra por medio de un -por qué* el estado trágico en que se encuentra...
Lucas... muestra en Jesús el m odelo de’, justo m ártir que se pone en manos
de D io s... l’o r lo que respecta a Juan, éste encuentra de lluevo el sentido
del ú ltim o grito de Jesús: -T ú eres mi Dios», sin ocultar por eso la situación
trágica*.
10 1
LA CRUZ DE JESUS
302
tL O IO S C ^ 'J C IF IC A O O
10. Lo dicho no es más que un ejemplo de algo mucho más grave: el intento perenne
de domesticar la cruz de Jesús. Así puede convertirse — malamente— en ideal ascético y meritorio,
en algo positivo a fin de cuentas. O puede convertirse en la condición de posiblidad de que
en el cristianismo exista un -culto- sacrificial, en el que incruentamente se rememore —y
domestique— lo que en la realidad sucedió muy eructa amenté. Véase J. Moltmann, of>. (it.,
.51-69.
11. Recordemos la famosa sentencia de R . Bultmann. -Nos es imposible conocer si la
muerte tuvo alguna significación para Jesús... no podemos descartar la posiblidad de que se
derrumbara como persona», «Das Vcrhiiltnis der urchristlichcn Christusbotschaft zum historischen
Jesús», en Extgeiica, I ubinga, 1967, 453. La primera frase suele ser criticada desde las palabras
de Jesús en la última cena, pero la segunda tiene la ventaja de, en forma provocativa, avisar
al menos del peligro de triviafizar de antemano la muerte de jesús.
12. No se conoce con qué conciencia y con que palabras explícitas nutrió monseñor Romero.
Pero recordemos sus palabras pronunciadas poco antes tic su muerte en las que ve a ésta
en continuidad con su misión: «Si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea
semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad... Ojalá sí se convenzan
que iwtJcfin su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que cc el pueblo, no
|Mti,rtá jamás», ht voz <¡f !»tsin *■»«, San Salvador, 1980. 461.
LA C R U Z DE JESUS
304
fi oíos cnuc riCADO
15. Recordemos sus diálogos con Dios sobre sus desventuras. En el primer relato :Jr 11,
18-12. 5 j, esas desventuras son las amenaza contra su vida: mío profetices en nombre de Valué
y no morirás a nuestras manos- '11, 21!. Jeremías se vuelve, entonces, a Dios, porque a
él le ha encomendado su causa y !c pide que tome venganza de sus enemigos, y Yahvc le
responde que acudirá en favor del profeta. En un segundo relato i ló , 10-21 i, vuelve a quejarse
Jeremías, ha soportado el oprobio por medicar la palabra de Yahvc v su situación es desesperada:
-¡Ay de mí, madre mía por que me diste a luz., varón discutido y debatido por todo el país»
(v. 10). Y Yahvé le responde: «pelearán contigo, peto no te podrán, pues contigo estoy yo
para librarte y salvarte- (v. 19). Aquí, Yahvc ya no menciona que tornará cumplida venganza
de vos enemigos, pero sigue hablando a Jeremías y prometiéndole su cercanía. Dos veces vuelve
Jeremías a hablar con S’ahvc (1?, 14-18 y 18, 18-25) y vuelve a quejársele, pero ahora, en
los dos relatos, no hay palabra de Yahvc: ni le promete vengarse de sus enemigos, ni siquiera
que estará con el, sólo hay silencio. En el último diálogo i2U, 7-18;, Jeremías estalla: -¡Maldito
el día en que nací!- (v. 14), en el culmen de la aflicción del profeta abandonado por Dios
en su misión. Sin embargo, Jeremías se rmdc ante Dios: -M e has seducido. Yahvc, y me
dejé seducir... Habia en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos,
v.» trabajaba por ahogarlo, no podía» (v. 7.9).
16. E. Schillehccikx, fruís. I j historia Je un i iviente, Madrid,21985, 290.
LA CRUZ OE JESUS
Las haya pronunciado o no, las palabras de Jesús «por qué me ha»
abandonado» se han convertido, con razón, en el lugar clásico para
tratar el problema de la relación entre Dios y sufrimiento y, en general,
entre Dios y la negatividad. Veamos, en primer lugar, cómo aparece
esc tratamiento en la teología actual, y sobre todo desde qué pre
juicios últimos se aborda el problema. Lo vamos a hacer siguiendo
y comentando la exposición que de ello ofrece L. B off1*.
a) Para la razón humana, el sufrimiento sigue siendo el enigma
por excelencia. Esta puede comprender el hecho y, hasta cierto punto,
el significado de un mal y un dolor que son necesarios para el crecimiento;
puede comprender también que hay un mal, producto de limitaciones
y catástrofes naturales, necesario por pertenecer a la naturaleza d:
las cosas. Pero si estos males pueden ser de alguna manera, aunque
106
EL DIOS CHUClFlCAOO
19. / / » * ./, 4 0 6 .
107
LA CHUZ DE JESUS
310
EL OIOS CRJCIFICA O O
311
LA C R JZ OE JESLS
2 1. lb id .,3 4 S s .
22. L a v o z <k lo s s» ¡ voz. 460.
23. 1.. Boff, o p . d i . . 419.
M2
£L OIOS CRUCIFICADO
314
EL OIOS C R U C IFIC A D O
315
LA CHOZ DE JESUS
Pero conocer desde el dolor significa siempre ;ilgo más que conocer.
El sufrimiento externo, por su propia naturaleza, no es sólo algo
a ser constatado y registrado en la conciencia, analizado, incluso ex
plicado, sino algo ante lo que hay que tomar postura. Esta pos
tura podrá ser el rodeo para no verlo, la resignación o la protesta;
pero podrá ser también la decisión a erradicar esc sufrimiento. El
conocimiento desde el dolor es siempre conocimiento comprometido,
de diversas formas, por acción o por omisión, pero comprometido
al fin y ai cabo. Si va a haber conocimiento de Dios en la cruz,
algún compromiso hay que asumir. Y según sea este, se podrá ir
captando a Dios con la radicalidad de los hechos más que con la
tlcl puro concepto.
La admiración mueve a conocer más y más hasta intentar llegar
a lo que da paz a la razón. Pone en marcha un infinito movimiento
que busca sosiego y descanso. En las bellas palabras de Agustín, «nos
hiciste, Señor, para ri, y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa
en ri». El tipo de «admiración» que causa la cruz, sin embargo, des
encadena otro movimiento. Quien encuentra a Dios en la cruz, se
encuentra con un Dios que no le deja descansar ni sosegar. El «más»
de conocimiento que exige la realidad de Dios, cuando este es visto
desde lo negativo, no es un puro más noérico, sino un más que incluye
esencialmente la esperanza y la praxis, es un más que deja para siempre
el corazón inquieto, cuestionado y cuestionante.
c) Por último, el conocimiento siempre está movido por un interés
;Habermas) y también el conocimiento de Dios. Es un interés com
prensible y necesario, pero que puede ser espúreo, cuando en el co
nocimiento de Dios se busca la reafirmación de lo que quisiéramos
conocer. Esto es lo que de forma exagerada, pero no totalmente injusta,
achaca la teología dialéctica, sobre todo K. B anh, a todo conocimiento
natural de Dios y a toda forma de religión. La crítica consiste en
que busquemos al Dios que nos agrada, al que dé respuesta a lo
que nosotros pensamos ser las verdaderas preguntas. Llevada esta tesis
hasta la exasperación, K. Barril afirma que la religión y la teología
natural son idolatría, es la pretensión de justificarse el hombre por
sí mismo.
Esta tesis necesita una severa corrección desde las víctimas de este
mundo, pues ellas tienen todo el derecho de imaginarse a un Dios
que es suyo, que les hace justicia, que les otorga vida, y tienen derecho
porque así es Dios y así se lia revelado25. Pero eso no hace totalmente
25. liste pudiera ser, en mi opinión, el lugar más adecuado para e! tratamiento de la
religiosidad popular. l)c nuevo, son correctas las advertencias críticas que me hacen J. I. González
l'aus y J. Jiménez Limón sobre no exagerar la distinción entre fe y religión en il artículo
citado en la n na ante*» i 57 ss y 49 ss). En mi opinión, lo cenual de la religiosidad popular
consiste en l.i necesidad do dominar ia vida a los niveles primarios y en la comprensión de
Dios desde ahí. lo cual me parece absolutamente legítimo, sea cuales fueren los ulteriores
peligros. Sobre la tcliRÍotidad popular, véase I). Irrara/aval, Religión popular", en X iv U eriu m
írlvMljowM II. Madrid, 1990, 14S-.175.
\\7
LA C flL Z DE JESUS
falsa la crítica de K. Barch. Sigue siendo verdad que los seres humanos
queremos dictar a Dios cómo deba ser, aunque de esa forma no sea
como él es en verdad.
Nuestro interés al preguntar por Dios puede ser, en princi
pio, legítimo o ilegítimo. En la cruz, los intereses ¡legítimos son des
enmascarados, y los legítimos son reformados, pero lo que la
cruz muestra en cualquier caso es que nuestros intereses son quebra
dos. En este sentido, la cruz no es respuesta a nuestra pregunta
por Dios, sino que es la pregunta radical a nosotros mismos cuan
do nos preguntamos por Dios. Cómo quiebra la cruz nuestro in
terés por conocer a Dios aparece en los ya clásicos versos de D. Bon-
hoeffer:
[.os hombres en su dolor llegan a Dios,
imploran ayuda, felicidad, pan,
que salve de la enfermedad, de culpa y muerte a los suyos.
Eso lo hacen todos, todos: cristianos y paganos.
I.os hombres se acercan a Dios en el dolor de Dios,
y ló hallan pobre, insultado, sin abrigo, sin pan,
lo ven vencido y muerto por nuestro pecado, ¡oh, Señor!
Los cristianos permanecen con Dios en la pasión26.
Estos versos luty que entenderlos bien. Admiten una lectura su
mamente cruel y otra lectura cristiana. Lectura cruel sería borrar !a
primera estrofa o interpretarla sólo como expresión de la hybris del
hombre, pues los hombres en realidad necesitan todo ello, y cicrtamen.'c
los pobres. Lectura cristiana es ver a los crucificados de este munco
que se acercan a Dios no por ningún interés ilegítimo, sino buscanco
pan, dignidad, que Dios les ayude a bajar de la cruz. (Otra cosa
ocurre con los crucificadorcs, quienes quieren más riqueza y más poder,
y por ello buscan a un dios).
La segunda estrofa, sin embargo, es la más específicamente cristiana.
Lo es, polémicamente, porque desenmascara los intereses espúreos que
puede expresar la primera; y lo es, sobre todo, porque afirma la
realidad: también Dios está en la pasión. Que encontrar a Dios así
sea cucstionamiento o consuelo, alienación o ánimo al compromiso,
maldición o bendición, depende, en último término, de quién se acerca
a la cruz, bn América latina, el egoísmo de los empobrccedores siempre
los lleva a recitar la primera estrofa, insaciablemente, mientras que
la segunda les parece el mayor de los absurdos, y si la leen bien,
el mayor de los cuestionamientos. Los pobres, por su parre, recitan
con necesidad y verdad la primera estrofa, y muchos de ellos aceptan
también la segunda, sin que eso les produzca alienación. La aceptan
porque en la cruz ven a «su» Dios y ese «su» Dios en la cruz les
da — paradójicamente— esperanza y ánimo.
.319
LA CftOZ ü £ JES J S
320
Capítulo 10
1. Por mencionar sólo dos dalos recientes que conciernen a Amírica latina, la CF.PAI.
ha calculado que en 1970 había 71 millones de pobres en el continente y que en 1990 hay
183 millones. Y ha calculado que se necesitan 90.000 millones de dólares para que. si se
distribuyen bien, America latina alcance en 1995 el nivel (de pobrera, añadimos! que existía
en 1980.
2. En este capitulo citaremos con frecuencia a Ignacio Ellacuría, no sólo porque su martirio
lo ha introducido para siempre en el pueblo crucificado, sino porque lo tuvo siempre radicalmente
presente en todo lo que hizo y dijo, y porque como teólogo fue pionero, a mi entender,
en tcoloK'sar a los pueblos del Tercer Mundo como pueblos crucificados.
LA CRUZ DE JESU S
ni
EL PUEBuO CRUCIFICADO
I b iJ ..366.
«Discernir el signo de los tiempos», 58.
6 I I pueblo crucificado. Ensayo de sotcriología histórica-: R L T 18 '1989; 305-333,
pnbliv ni., por primera vez en Varios, C ru z y r esu rrecció n , México, 1978, 49-S2 y posteriormente
•n MYfh n u rn lib e r e tio n is II, Madrid, 1990, 189-217.
LA CRUZ OE JE S U S
y sus pueblos son el siervo doliente. Para captarlo no hace falta más
que leer los cantos del siervo con el texto de Isaías en la mano y
con los ojos fijos en estos pueblos. Veamos, en primer lugar, en forma
J de meditación y de teología narrativa, la semejanza del pueblo cru
cificado con el siervo ~de~inlivc en lo que ambos tienen de víctimas,
/ y después, en forma más reflexiva, su coincidencia en otorgar salvación.
U ‘\
EL PUEBLO C R U C IF IC A D O
sepultura con los malvados, una tumba con los malhechores» (.53,
9). Este es también el epitafio del pueblo crucificado. Y a veces ni
epitafio tiene, pues si la antigua piedad a nadie negaba una tumba,
ahora el pueblo crucificado a veces ni eso tiene. Es la práctica de
los desaparecidos, de cadáveres botados en basureros, de cementerios
clandestinos.
Del siervo se dice que «se humillaba y no abría la boca como
cordero llevado al matadero» (53, 7). Hoy, no rodos los crucificados
mueren así. Monseñor Romero habló en vida con clamores inocultables
y su misma muerte fue un grito que sacudió muchas conciencias,
como lo son los asesinatos de sacerdotes, religiosos o líderes populares
notorios. Pero, ;quc palabra han pronunciado la inmensa mayoría
de los 7 5 .0 0 0 asesinados en F.l Salvador o los 100.000 en Guatemala
o los niños famélicos de Etiopía? Miles y millones son y no pronuncian
palabra. N o se conoce ni cómo viven ni cómo mueren. No se conocen
sus nombres —Julia Elba y Celina son conocidas porque fueron ase
sinadas junto con los jesuítas— y ni siquiera se sabe su número con
precisión.
Del siervo se dice que «se lo llevaron sin defensa, sin justicia»
(53, 8), en total impotencia ante la arbitrariedad y la injusticia. De
nuevo, hoy no se aplica esto con exactitud al pueblo crucificado.
Muchos luchan por su vida y no falta algún profeta que los defienda.
Pero la represión contra su lucha es brutal, y a los profetas se les
intenta desacreditar primero y cooptarlos después para una sociedad
que los presenta como muestra de libertad y democracia — con riesgos
bien calculados— hasta que son verdaderamente peligrosos. Entonces,
también se los mata. ¿Hay un verdadero tribunal que defienda la
causa de los pobres, que los oiga al menos y, sobre rodo, que les
haga caso, que les haga justicia? En vida no se les oye con seriedad,
y cuando mueren asesinados no se investigan sus muertes.
Por último, del siervo se dice que es inocente: «no hubo engaño
en su boca ni había com etido crímenes» (53, 9). Y en verdad, ¿que
crímenes han cometido los indígenas dé Guatemala quemados dentro
de la iglesia de San Francisco, en Huehuetenango, o los campesinos
asesinados en el Sumpul o los niños muertos de hambre en Etiopía
o Biafra? ¿Qué culpa tienen ellos de la voracidad de los depredadores
de sus tierras o de los intereses gcopolíticos de las grandes potencias?
Esta es la realidad del pueblo crucificado. Es la realidad de «pueblos»,'
no sólo de individuos. Y es la realidad de pueblos sufrientes, pero
de tal manera sufrientes que reproducen los horrores que se dicen
del siervo. En esa realidad de despojo y muerte se asemejan al siervo,
y en esa realidad al menos — pero ese menos es un máximo— se ^
asemejan también a Jesús crucificado. Al nivel del hecho básico de
morir crucificado no se puede dudar de que estos pueblos son los
que siguen completando en su carne lo que falta a la pasión de Cristo.
Pero también es verdad que el pueblo crucificado es el que mejor
325
LA CRUZ DE JESUS
9. lb iJ .,3 31.
128
EL PUEBLO C R U C IF IC A D O
11. I b i d ., 277.
12. I. Kllacnrú, «F.l reino ile Dio* v el p.iro en el ! i-.<- Mund< < o n a l i u m ISO 1982
538-596.
13. I. EUacvría, «El desafío de las mayorías pobres»: F.CA 493-494 1989. 1.073-1 OH0.
EL PUEBLO C R U C IF IC A D O
Del siervo se dice que «justificará a muchos» (53, 11), que «lo que
el Señor quiere prosperará por su mano* (53, 10), que «intercedió
por los pecadores» (53, 12). El modelo conceptual para explicar la
salvación (expiación) y su contenido (perdón de los pecados) ya lo
hemos analizado en un capítulo anterior. Para terminar estas reflexiones
sobre el pueblo crucificado veamos si y qué de salvación trae al mundo, /
insistiendo en la salvación histórica, pues histórica es su crucifixión
e histórico es su cargar con el pecado del mundo.
En esta pregunta hay mucho de misterio, pues estamos hablando
todavía de la salvación que el pueblo crucificado trae a «otros»1'1,
y, por supuesto, mucho de escándalo. Pero sea lo que fuere de esc
escándalo, sin aceptar la posibilidad de que el pueblo crucificado trac
salvación, vano será repetir que el siervo y Cristo crucificado la traen,
y sin historizarla de alguna forma, vano será repetir que el siervo
:• ('listo h k ¡f ; ,'uii: • . om - t y vi '\í;i.Ir'v. salvación, a no ser
que se reduzca esta al resultado de una arbitraria voluntad de Dios, I
puramente invisible, sólo por el conocida y en nada vcrificable. Pero J
recordemos lo que repetía Ellacuría: «No hay historia de salvación
sin salvación en la historia»1415.
Ame todo, el pueblo crucificado afirma la existencia de un inmenso y
pecado v exige por ello conv¿j£j¿ji, pero también otrece la posibilidad
de conversión como ninguna otra realidad la puede ofrecer. Si el
pueblo crucificado no es capaz de transformar el corazón de piedra
en corazón de carne, nada lo hará. 1. Ellacuría, de nuevo, lo dijo
con gran vigor:
Lo único que quisiera — porque eso de interpelación suena muy fuerte— son
dos cosas. Que pusieran ustedes sus ojos y su corazón en esos pueblos que
están sufriendo tanto — unos de miseria y hambre, otros de opresión y represión—
y después (ya que soy jesuíta), que ante este pueblo así crucificado hicieran
el coloquio de san Ignacio en la primera semana de los ejercicios, preguntándose:
¿qué he hecho yo para crucificarlo?, ¿qué hago para que lo descrucifiquen?,
¿qué debo hacer para que ese pueblo resucite?16.
14. F» el primer excurso ya hemos analizado cómo los pobres originan movimentos de
liberación para ellos mismos. Aquí nos concentramos, por la similitud formal con el siervo,
con la salvación que traen a -las naciones-.
15. Teología política, San Salvador, 1973. 1-10.
16. «Las Iglesias latinoamericanas interpelan a la Iglesia de España»: Sal Terrae 82 6 (1982)
230.
LA CRUZ DE JESUS
poco tenidas en cuenta por los países y las iglesias occidentales. I lablando
de los pobres materiales, de lo que aquí llamamos el pueblo crucificado,
dice que ofrecen un potencial evangelizados y detalla ese potencial
v como «los valores evangélicos de solidaridad, servicio, sencillez y dis
ponibilidad para acoger el don de Dios» (n. 1.147). Dicho esto en
& ^ lenguaje histórico, los pobres tienen un potencial humanizador porque
\ ofrecen comunidad contra el individualismo, servicialidad contra el
'/+ egoísmo, sencillez contra la opulencia, creatividad contra el mimetismo
cultural impuesto, apertura a la transcendencia contra el romo po
sitivismo y craso pragmatismo. F.s verdad, por supuesto, que no todos
los pobres ofrecen esto y a muchos de ellos se les introyecta y caen
víctimas de lo contrario, pero es también verdad que ellos lo ofrecen,
y, estructural mente hablando, de forma que no lo ofrecen otros mundos.
«Pobres con espíritu», puntualizaba 1. Ellacuría, para recalcar la totalidad
salvífica de los pobres; pero añadía que en la materialidad de la
pobreza y no en otras materialidades se da la connaturalidad para
ese espíritu que les hace vivir como salvados y como salvadores.
// El nucido crucificado ofrece esperanza, insensata o absurda podrá
decirse, porque es lo único que Ies queda, argüirán otros. Pero de
nuevo, ahí está y no hay que trivializarla desde otros mundos. Que
es esperanza contra esperanza es evidente, pero es también esperanza
activa que se ha mostrado en trabajo y luchas por la liberación. Qué
éxito tengan éstas es otra cosa, y el mundo de los opresores parece
salir triunfante y sofocarlas todas, aunque no debería cantar esto como
triunfo, sino llorarlo como fracaso, pues de esta forma está aplastando
1a esperanza del pueblo crucificado y privándose de su potencial hu-
inanizador. En cuaquicr caso, el hecno mismo de que surja y resurja
la esperanza del pueblo crucificado muestra que hay una corriente es
peranzada en la historia que se ofrece a todos. Y como esa corriente
esperanzada de la historia está fundamentalmente protagonizada por
el pueblo crucificado, éste es el que otorga esperanza a otros.
El pueblo crucificado o frece,un gran amor. No es que sea masoquista
suicida, ni que so lc^ ^ q u ea en a T cercfe la necesidad virtud. Es
simplemente verdad que los innumerables mártires del pueblo crucificado
^ muestran que el amor es posible, porque es real, y que un gran amor
es posible, porque muchos lo han mostrado. Y en un mundo es-
tructuralmcntc egoísta, basado ciertamente en el egocentrismo, que
hasta lince gala de ello, ese amor es una gran oferta de humanización,
t El pueblo crucificado está abierto al perdón de sus opresores, no
l quiere t r i u : - : • - • • h v .-II-••-. c a m p a r : i: l •n rilo'- ' rr.oig.uhs
[ futuro. A quienes se acercan a ayudarlos les abren los brazos, los
aceptan y, así, aun sin ellos saberlo'; les perdonan. Acaece, simul
táneamente, lo que decía Rahncr: «Sólo el perdonado se sabe pecador».17
17. Fsra> reflexiona la» hacemos desde la experiencia concreta de I I Salvador. | Subdito,
-Pecado personal, perdón y liberación-: R ¡ T I V 1988 26-29.
EL PUEBLO c r u c i f i c a d o
333
LA CRUZ DE JESUS
334
EL PUEOLO CRUCIFICADO
20. David tí. López, Análisis histórico y teológico de I.r persecución y el Martirio de
los cristianos en ¡os tres primeros siglos, San Salvador, 1989. ie>i$ presentada en la Universidad
Centroamericana José Simeón Cañas.
21. Asi presenta K. Rahner el concepto usual de martirio desde un punto de vista dogmático
y de teología fundamental, LThK Vil. 136.
335
la c n u z oe je sú s
338
EL pu eblo C R U C IF IO O O
339
L* CH 'JZ DE JESUS
29. Escc sería el lugar para mencionar a los «mártires anónimos», según la lógica tic
los ‘ cristianos anónimos-, v pensamos que su tratamiento es necesario en la actualidad. Por
decirlo gráficamente, en vida los sete5 humanos tenemos nombtes y apellidos. Con l.i muerte,
perdemos los apellidos :cr;siianos, budistas, musulmanes, hindúes, agnóstkt . . pero
con 2a muerte por amor recobramos para siempre el nombre de «humano» que Dios nos ha
puesto a todos.
30. S i 11-1!, q. 124, .1 4, ad 3. Afuma ¡ un 1
la patria del ataque de los enemigos que maquinaban la corrupción de la fe cristiana- pueden
•.ir llamados mártires, lo ¡ V S c u t . dis. X I.IX . o. V , a 3, quaest. 2. ad 1 1 . la 1 tón il
para estas afirmaciones está en que «padece por Cristo no sólo ti que padece pui la i> en
Cristo, sino también el que padece por cualquier obra de insuda» ítn i.p . *»•/ R o m . t. VIH,
lea. 7).
fcL PUEBLO C R U C IF IC A D O
3 1. A veces pienso que para poseer las vi nudos que suelen requerir los procesos ile canonización
hay que pertenecer ya a un «trato socio-económico que las haga posibles. Kstruccuralmcntc
hablando, los pobres no pueden sci cuantitativamente Renerosos, ni pueden abajarse humildemente,
ni pueden poner talentos de ciencia al servicio de otros, ni —en ausencia de cualquier otra
fuente de gratificación— pueden sobresalir en virtudes como la pureza... Y es que hay que
repensar la noción misma de santidad. Además de las virtudes reales que pueden poseer los
pobres, creemos que participan de una santidad primaria de orden distinto, quasi-mctaíísico
podríamos drvir, rn su elemental trabajo y esperanza por dominar simplemente la vida.
141
LA CRUZ CE JE SU S
342
EPILOGO
343
E P ILO G O
144
INDICE
C o n t e n i d o ................................................................................................................................... 9
In tr o d u c c ió n : ¿ P O R Q U E O T R O L IB R O D E C R IS T O L O G IA ? ............................ 11
I
M E T O D O DF. L A C R IS T O L O G IA L A T IN O A M E R IC A N A
C a p ítu lo 1: U N A N U E V A IM A G E N Y U N A N U E V A EE E N C R IS T O ........... 25
1. El -C ris to liberador»; nueva im agen y nueva fe de los oprim idos .................... 26
2. La nueva im agen de C risto co m o superación de imágenes alienantes ............. 29
2 .1 . U n C ris to «abstracto» ................................................................................................. 30
2 .2 . U n C ris to «reconciliador- .......................................................................................... 31
2 .3 . U n C ris to "absolutam ente ab so lu to - .................................................................. 32
3. L a im agen de C risto en M o d e llín y Puebla .................................................................. 33
3 .1 . La im agen de C ris to en M e d e llín ......................................................................... 33
3 .1 .1 . La salvación co m o «liberación» .............................................................. 33
3 .1 .2 . El «principio de parcialidad»; pobres y pobreza ............................... 34
3 .1 .3 . Los principios hcrm enéuticos: esperanza y p r a x is ........................... 35
3 .1 .4 . La presencia de C ris to en los oprim idos ............................................. 35
3 .2 . La reflexió n cristológica de Puebla ....................................................................... 36
4. Las consecuencias para la cristologia ............................................................................... 38
C a p ítu lo 2: E I. L U G A R E C L E S IA 1 . Y S O C IA L D E L A C R IS T O L O G IA ......... 41
1. La problem ática del «lugar» de la cristologia ............................................................ 41
1.1. F.l lugar teológico y las fuentes de la re v e la c ió n ............................................... 41
1.2. El lugar teológico y los signos de los tiem pos .................................................. 43
1.3 . ElItiRar teológico y la íe realizada en C ris to ...................................................... 45
1.4. El lugar teológico co m o realidad ......................................................................... 46
14 5
INDICE
C a p itu lo 3: E L -JE S U S H IS T O R IC O » , P U N T O D F P A R T ID A D E
L A C R IS T O l.O G IA .............................................................................................. 59
1. La relación entre Jesús y el C ris to .................................................................................... 59
1 .1 . Jesús com o cam in o al C risto .................................................................................. 59
1.2 . Jesús com o salvaguarda del C ris to ....................................................................... 61
2. Los diversos puntos de p a rtid a de la cristología ....................................................... 64
2 .1 . Las afirm aciones dogm áticas c o n c ilia re s ................................................... 64
2 .2 . Las afirm aciones bíb lico -d o g m áticas .................................................................. 65
2 .3 . F.I k e r y g m a ...................................................................................................................... 66
2 .4 . L a experiencia de la presencia actual de C risto en el c u lto ........................ 67
2 .5 . La resurrección de C ris to ........................................................................................... 67
2 .6 . La d o c trin a de Jesús ..................................................................................................... 68
3. La vuelta a Jesús de N azaret .............................................................................................. 68
3 .1 . Las cristologías europeas ........................................................................................... 69
3.2 . Las cristologías latinoam ericanas ......................................................................... 71
4. El significado sistem ático del «Jesús h istórico* ......................................................... 72
4 .1 . E l significado de «lo histórico de Jesús» en las cristologías,europeas . . . 73
4 .2 . El significado de «lo histórico de Jesús» en la cristología latinoam ericana 76
4 .2 .1 . L o m á s -h is tó ric o » d e Jesús: la práctica con espíritu .................... 76
4 .2 .2 . D e la práctica de Jesús a la -persona- de Jesús ................................. 79
4 .2 .3 . D el Jesús histórico al C ris to to ta l .......................................................... 81
4 .2 .4 . F.I seguim iento com o m y s t a g o g i a .......................................................... 82
5. La vu elta a Jesús cr. el N u evo Te stam en to .................................................................. 82
5 .1 . Los escritos del N u ev o T e stam en to (excluyendo los evangelios) ........... 83
5 .2 . Los evangelios ................................................................................................. .. ............. 86
6. La cristología latinoam ericana co m o cristología -evangélica» ........................... 88
6 .1 . L a u tiliza ció n crítica del -Jesús histó rico - ........................................................ 88
6 .2 . L o «evangélico» de la cristología ........................................................................... 90
II
M I S I O N Y FE D E JESU S
C a p ítu lo 4: JE S U S Y E L R E IN O D E D IO S ....................................................................... 95
1. L o ú ltim o para Jesús: el reino de D ios .......................................................................... 96
2. L a vía nocional: la esperada u to p ía en m edio de la m iseria de la historia . . . 99
2 .1 . El rein o de D io s en el A n tig u o Testam ento ..................................................... 99
2 .2 . La expectativa del rein o de D ios en el tie m p o de Jesús: Juan Bautista 102
346
IN D IC E
III
LA C R U Z D E JESUS
349
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