su Hijo? b) ¿Cómo podemos fortalecer el vínculo con nuestro Padre celestial?
9 Cuando dos seres humanos imperfectos
trabajan en contacto muy estrecho, a veces les cuesta llevarse bien. Pero este no fue el caso de Jehová y su Hijo. El Hijo trabajó con el Padre por millones y millones de años y estuvo “alegre delante de él todo el tiempo” (Proverbios 8:30). En efecto, le causaba un gran placer estar junto a su Padre, y ese sentimiento era mutuo. Naturalmente, el Hijo fue pareciéndose cada vez más al Padre al imitar sus cualidades; por eso no nos extraña que entre ellos se desarrollara un vínculo tan estrecho. Bien podemos decir que los unían los lazos de amor más antiguos y más fuertes de todo el universo.
10 ¿Qué efecto debe tener ello en nosotros? Tal
vez nos parezca que jamás podríamos entablar un vínculo así de estrecho con Jehová. Es verdad que ninguno de nosotros goza de la privilegiada posición que ocupa el Hijo, pero sí tenemos una oportunidad excepcional. Recordemos que Jesús se unió más al Padre al trabajar con él. Pues bien, Jehová nos ofrece amorosamente la oportunidad de ser sus “colaboradores” (1 Corintios 3:9). No olvidemos nunca que al seguir el ejemplo de Jesús en el ministerio, somos colaboradores de Dios; de este modo, los lazos de amor que nos unen a Jehová se hacen cada vez más fuertes. ¿Habrá mayor privilegio que este?
¿Cómo mantuvo fuerte Jesús su amor por
Jehová?
11-13. a) ¿En qué sentido podemos comparar el
amor con un ser vivo, y qué hacía Jesús para mantener fuerte su amor a Jehová cuando era jovencito? b) ¿Cómo demostró el Hijo de Dios que deseaba conocer más acerca de Jehová tanto antes de venir a la Tierra como durante su vida aquí?
11 En cierto modo, el amor que anida en nuestro
corazón podría compararse a un ser vivo. Como en el caso de una hermosa planta de interior, hay que nutrir y cuidar ese amor para que crezca; de lo contrario, languidece y muere. Jesús no dio por sentado su amor a Jehová, sino que lo mantuvo vivo y fuerte durante su vida en la Tierra. Veamos cómo lo hizo.
12 Retrocedamos al episodio en que Jesús,
siendo un jovencito, habló con espontaneidad y franqueza en el templo de Jerusalén, y recordemos lo que dijo a sus angustiados padres: “¿Por qué tuvieron que andar buscándome? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?” (Lucas 2:49). Según parece, en su niñez, Jesús aún no tenía memoria de su existencia prehumana, pero sí sentía un amor intenso por su Padre, Jehová. Como sabía que la manera natural de expresar dicho sentimiento era adorándolo, no había en la Tierra un lugar que lo atrajera tanto como la casa de adoración pura de su Padre. Anhelaba estar allí y no quería marcharse. Además, no era un simple espectador: deseaba conocer más acerca de Jehová y comunicar a otras personas lo que sabía. Estos sentimientos no nacieron cuando cumplió 12 años, y tampoco murieron entonces.
13 En su existencia prehumana, el Hijo había
aprovechado toda oportunidad para aprender de su Padre. La profecía de Isaías 50:4-6 revela que Jehová dio a su Hijo enseñanza especializada sobre el papel que desempeñaría como el Mesías. Y a pesar de que esto incluía conocer los padecimientos que sufriría el Ungido de Jehová, el Hijo demostró un gran deseo de aprender. Luego, cuando vino a la Tierra y fue adulto, no disminuyó su deseo de ir a la casa de su Padre para participar en la adoración y en la enseñanza que Jehová quería que se impartiera allí. Por eso, la Biblia nos cuenta que Jesús acudía fielmente al templo y a la sinagoga (Lucas 4:16; 19:47). Si deseamos mantener vivo y fuerte nuestro amor por Jehová, tenemos que ser constantes en las reuniones cristianas, que es donde lo adoramos y donde llegamos a conocerlo y amarlo más profundamente.
Isaías 50:4-6 “El Señor Soberano Jehová
mismo me ha dado la lengua de los enseñados, para que sepa responder al cansado con una palabra. Él despierta mañana a mañana; me despierta el oído para que oiga como los enseñados. El Señor Soberano Jehová mismo me ha abierto el oído, y yo, por mi parte, no fui rebelde. No me volví en la dirección opuesta. Mi espalda di a los golpeadores, y mis mejillas a los que mesaban [el pelo]. Mi rostro no oculté de cosas humilladoras ni del esputo.”
Lucas 4:16 “Y vino a Nazaret, donde había sido
criado; y, según su costumbre en día de sábado, entró en la sinagoga, y se puso de pie para leer.”
Lucas 19:47 “Además, enseñaba diariamente en
el templo. Pero los sacerdotes principales y los escribas y los de más importancia del pueblo procuraban destruirlo;”
14, 15. a) ¿Por qué buscaba Jesús la soledad? b)
¿Cómo revelan intimidad y respeto las oraciones de Jesús a su Padre?
14 Otra forma en que Jesús mantuvo fuerte su
amor a Jehová fue orando de continuo. Aunque era un hombre amigable y disfrutaba de estar con otras personas, es interesante notar lo mucho que valoraba la soledad. Por ejemplo, Lucas 5:16 dice que “continuaba en retiro en los desiertos áridos [...] orando”. Asimismo, Mateo 14:23 relata: “Por fin, habiendo despedido a las muchedumbres, subió solo a la montaña a orar. Aunque se hizo tarde, estaba allí solo”. Jesús buscó la soledad en estas y en otras ocasiones, no porque fuera un ermitaño ni porque rehuyera la compañía de los demás, sino porque deseaba estar a solas con su Padre y hablar libremente con él mediante la oración.
15 En sus oraciones, Jesús empleó a veces la
expresión “Abba, Padre” (Marcos 14:36). En aquel entonces, Abba era una palabra cariñosa para “padre”, muy común en el uso familiar; figuraba entre las primeras palabras que aprendían los niños. Al mismo tiempo, era un término respetuoso. Si bien revelaba la intimidad del Hijo que habla a su Padre amado, también indicaba profundo respeto por la autoridad paterna de Jehová. Tal combinación de intimidad y respeto se percibe en todas las oraciones de Jesús registradas en la Biblia. Por ejemplo, en el capítulo 17 de Juan, el apóstol puso por escrito la larga y sincera oración que Jesús hizo la última noche de su vida humana. Cuando la estudiamos, nos sentimos profundamente conmovidos. Pero es fundamental que hagamos algo más: que imitemos dicha oración. ¿Cómo podemos hacerlo? No repitiéndola, por supuesto, sino buscando la forma de hablar desde el corazón con nuestro Padre celestial cuantas veces sea posible. Al hacerlo, mantendremos vivo y fuerte nuestro amor por él.
Juan 17:1-26 “Jesús habló estas cosas, y,
alzando los ojos al cielo, dijo: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu hijo, para que tu hijo te glorifique a ti, como le has dado autoridad sobre toda carne, para que, en cuanto a todo [el número de los] que le has dado, les dé vida eterna. Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, y he terminado la obra que me has dado que hiciera. Así que ahora, Padre, glorifícame al lado de ti mismo con la gloria que tenía al lado de ti antes que el mundo fuera. ”He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste del mundo. Tuyos eran, y me los diste, y han observado tu palabra. Ahora han llegado a conocer que todas las cosas que me diste vienen de ti; porque los dichos que me diste se los he dado, y ellos los han recibido y ciertamente han llegado a conocer que yo salí como representante tuyo, y han creído que tú me enviaste. Hago petición respecto a ellos; no hago petición respecto al mundo, sino respecto a los que me has dado; porque tuyos son, y todas las cosas mías son tuyas y las tuyas son mías, y yo he sido glorificado entre ellos. ”Además, yo ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo y yo voy a ti. Padre santo, vigílalos por causa de tu propio nombre que me has dado, para que sean uno así como lo somos nosotros. Cuando estaba con ellos yo los vigilaba por causa de tu propio nombre que me has dado; y los he guardado, y ninguno de ellos es destruido sino el hijo de destrucción, para que la escritura se cumpla. Mas ahora voy a ti, y hablo estas cosas en el mundo para que ellos tengan mi gozo en sí mismos en plenitud. Yo les he dado tu palabra, pero el mundo los ha odiado, porque ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo. ”Te solicito, no que los saques del mundo, sino que los vigiles a causa del inicuo. Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo. Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad. Así como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y me santifico a favor de ellos, para que ellos también sean santificados mediante la verdad. ”Hago petición, no respecto a estos solamente, sino también respecto a los que pongan fe en mí mediante la palabra de ellos; para que todos ellos sean uno, así como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Además, les he dado la gloria que me diste, para que ellos sean uno así como nosotros somos uno. Yo en unión con ellos y tú en unión conmigo, para que ellos sean perfeccionados en uno, para que el mundo tenga el conocimiento de que tú me enviaste y de que tú los amaste a ellos así como me amaste a mí. Padre, en cuanto a lo que me has dado, deseo que, donde yo esté, ellos también estén conmigo, para que contemplen mi gloria que me has dado, porque me amaste antes de la fundación del mundo. Padre justo, el mundo, por cierto, no ha llegado a conocerte; pero yo he llegado a conocerte, y estos han llegado a conocer que tú me enviaste. Y yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos, y yo en unión con ellos.””
Ilustración pág. 135. “Subió solo a la montaña a
orar”
16, 17. a) ¿Con qué palabras expresó Jesús el
amor que sentía por su Padre? b) ¿Cómo subrayó Jesús lo generoso que es su Padre?
16 Como vimos anteriormente, Jesús no vivía
repitiendo las palabras: “Yo amo al Padre”; pero muchas veces sí expresó su amor verbalmente. ¿De qué manera? Él mismo dijo: “Te alabo públicamente, Padre, Señor del cielo y de la tierra” (Mateo 11:25). Cuando estudiamos la sección 2 de este libro, vimos que a Jesús le deleitaba alabar a su Padre y ayudar a la gente a conocerlo. Por ejemplo, comparó a Jehová con un padre cuyo hijo se había ido por el mal camino. Este padre deseaba tanto perdonar al joven cuando se arrepintiera, que vivía aguardando su regreso. Por ello, cuando lo vio venir, estando todavía lejos, corrió a su encuentro y lo abrazó (Lucas 15:20). ¿Quién puede leer este pasaje sin conmoverse por la manera como ilustró Jesús el amor y la misericordia de Jehová?
Lucas 15:20 “De modo que se levantó y fue a
donde su padre. Mientras él estaba todavía lejos, su padre alcanzó a verlo, y se enterneció, y corrió y se le echó sobre el cuello y lo besó tiernamente.”
17 Jesús alabó con frecuencia al Padre por su
generosidad. Se valió del ejemplo de los padres imperfectos para mostrar cuán seguros podemos estar de que nuestro Padre nos dará el espíritu santo que necesitamos (Lucas 11:13). También habló de la esperanza que con tanta generosidad ofrece Jehová. Expresó su esperanza tan anhelada de volver a ocupar un lugar en el cielo al lado de su Padre (Juan 14:28; 17:5). Dio a conocer a sus seguidores la esperanza que Jehová da al “rebaño pequeño”, a saber, vivir en el cielo y gobernar junto con el Rey Mesiánico (Lucas 12:32; Juan 14:2). Y consoló a un malhechor moribundo con la esperanza de la vida en el Paraíso (Lucas 23:43). Hablar de la desbordante generosidad de su Padre de seguro lo ayudó a mantener fuerte su amor por él. Muchos discípulos de Cristo han descubierto que lo que más acrecienta el amor a Jehová o la fe en él es hablar de él y de la esperanza que ofrece a quienes lo aman.
Lucas 11:13 “Por lo tanto, si ustedes, aunque
son inicuos, saben dar buenos regalos a sus hijos, ¡con cuánta más razón dará el Padre en el cielo espíritu santo a los que le piden!”.”
Juan 14:28 “Oyeron que les dije: Me voy y
vengo [otra vez] a ustedes. Si me amaran, se regocijarían de que sigo mi camino al Padre, porque el Padre es mayor que yo.”
Juan 17:5 “Así que ahora, Padre, glorifícame al
lado de ti mismo con la gloria que tenía al lado de ti antes que el mundo fuera.”