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Flavio Quiroga

La Impermeabilidad de la Cultura

LA IMPERMEABILIDAD DE LA CULTURA

Existe un ávido deseo de cultura, expresado también como esfuerzo por no


perder la identidad, o por recuperarla. Es verdaderamente alentador,teniendo
en cuenta que hace treinta o cuarenta años atrás, este asunto sólo despertaba el
interés de los entendidos en la materia. Pero sobre todo es alentador porque un
pueblo sin raíces, es un pueblo sin futuro. Yo me atrevería a decir que sin
presente.

En esto, que manifiesta la pervivencia un pueblo y su determinación de


perdurar, es conveniente que no pensemos que la cultura o la identidad, se
reducen a un período determinado de nuestra historia. La identidad cultural,
que debe ser cultivada, custodiada y hasta defendida, es un proceso dinámico y
vivo que tiene como base ineludible la naturaleza y la dignidad humanas. No es
una fotografía estática del pasado en la cual se busque encerrar el presente. En
nuestro caso particular, por ejemplo,no podemos pretender que la identidad
esté reducida a los últimos docientos años, ni podemos pretender que esas dos
últimas centurias son un todo monocorde. También sería erróneo sostener que
antes de la Emancipación Nacional, desde la llegada de los españoles, todo fue
un todo monocromático sin cambios, hasta que se dio la Independencia, como
caída del cielo. Tampoco podemos pensar en la época prehispánica como un
solo bloque, desconociendo que hubo procesos, etapas y hasta crisis entre las
parcialidades que habitaban estos suelos. Y esto, que corroboramos en nuestros
pueblos, es algo que se verifica en todas las naciones de la Tierra: ningún
período histórico se puede catalogar de un plumazo, sin diseccionar en su
interior una serie de etapas y elementos.

Este tema, de alguna forma, ya fue planteado en artículos anteriores. Lo que me


interesa ahora es considerar, en concatenación con lo expuesto arriba, la
impermeabilidad de la cultura.

En efecto, este interés por la identidad cultural de nuestro pueblo, lleva a


algunos a tomar actitudes que tienen un movimiento centrípeto-contradictorio.

Centrípeto, porque propone la propia cultura como una algo cerrado a toda otra
manifestación humana, aislada del mundo; a la cual se debe sacrificar todo,
incluso la propia persona. Nada debe entrar de afuera. Todo lo extraño debe ser
rechazado de cuajo, como algo dañino a priori. Dicho de otra manera, esta
tendencia propugna una impermeabilidad cultural

Contrariamente a lo que parece, este dinamismo, no muestra una superioridad


frente a las demás culturas. Por el contrario está ocultando un complejo de
inferioridad. Es decir, se concibe a la propia identidad, tan falta de sustento y
belleza que, para preservarla, se cierra la puerta a todo. Todo es amenazante.
Flavio Quiroga
La Impermeabilidad de la Cultura

Esa percepción se debe a que se considera que todo es superior; de allí que todo
lo ajeno se considere como una temible amenaza.

Contradictorio, porque paradójicamente, y en contra de esta impermeabilidad,


se corrobora la apropiación de usos, modos, modas, ropas, tecnología y hasta
giros idiomáticos de culturas totalmente extrañas a la nuestra.

Esa contradicción paradójica muestra que este centripetismo que pregona una
cultura impermeable, es imposible de mantener. Pero esto no debe llevarnos a
la falsa conclusión que cultivar la propia identidad es una utopía y que, en
consecuencia, sólo nos queda amoldarnos a propuestas globalizantes.

Nuestra identidad, fruto de una serie de procesos históricos producidos a lo


largo de muchos siglos, debe aprender a interactuar con el mundo. Eso nos
pone en una posición de igual a igual con otras culturas y no en una situación de
autopercepción inferior y acomplejada.

La interactuación (permítaseme el término) con las demás expresiones de la


humanidad implica que es posible tomar de ellas elementos que, sin que
contradigan nuestra dignidad, puedan resultarnos beneficiosos en cuanto
colectividad. Ello conlleva toda una tarea de tamización, en la que se separa lo
compatible con nosotros, de lo incompatible y aún de lo inaceptable. Es un
trabajo difícil y continuo en el que, lo aportado por otros, es teñido en nuestra
forma de ser. Pero interactuación implica también que desde nuestra posición y
originalidad, podemos imbuir en el mundo circundante, los propios elementos
culturales. Ese aporte hecho a las demás comunidades, es también lo que nos
libra de esa especie de complejo de inferioridad. Nos descubre como sociedad
enriquecedora del acerbo humano. Nos constituye como Pueblo que tiene un
mensaje, no sólo para sí, sino para todos. Llegamos a ser así protagonistas del
mundo.

Evidentemente esto no se hace de la noche a la mañana, ni por decreto. Es algo


que se va construyendo entre todos a lo largo del tiempo. En esa construcción
hay lugar para el error (somos humanos y no ángeles perfectos) y, del mismo
modo, hay lugar para el replanteamiento (somos humanos y no demonios sin
salida). Más todavía, en esta interactuación van comprometidas generaciones
enteras: una le pasa la posta a la otra; es de la única forma que se puede
sobrevivir y vivir como Pueblo.

La identidad cultural de un pueblo es un proceso continuo, en el que debemos


tener presente las raíces, pero no para encerrarnos en ellas, sino para crecer
desde allí, correspondiendo a las necesidades actuales de nosotros mismos y de
la humanidad toda; más aún, abriendo perspectivas hacia el futuro.
Impermeabilizarse es detener el proceso, detenerlo es morir.

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