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Portugal y las islas del Atlantico

Alberto Vieira

COMO REFERENCIAR ESTE TEXTO:

Vieira, Alberto (1992), Portugal y las Islas del Atlantico, Funchal, CEHA-Biblioteca Digital, disponível
em: http://www.madeira-edu.pt/Portals/31/CEHA/bdigital/madeira-geral/1992-AVIEIRA-
portugalilhas.pdf, data da visita: / /

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Colección Portugal y e1 Mundo
Director coordinador: José Andrés-Gallego
Disefio de cubierta: .José Crespo

Obra publicada con el apoyo


de la Fundación Calouste Gulbenkian
de Lisboa

O 1992,Alberto Vieira
O 1992,Fundación MAPFRE América
O 1992,Editorial MAPFRE, S. A.
Paseo de Recoletos, 25 - 28004 Madrid
ISBN: 84-7100-347-3 (rústica)
ISBN: 84-7100-348-1 (cartoné)
Depósito legal: M. 25819-1992
Impreso en 10s talleres de Mateu Cromo Artes Grhficas, S. A.
Carretera de Pinto a Fuenlabrada, dn. Km. 20,800 (Madnd)
Impreso en Espana-Printed in Spain
ALBERTO VIEIRA

PORTUGAL
Y LAS ISLAS
DEL ATLANTICO

EDITORIAL
MAPFRE
LA REVELACIÓN DEL ESI->ACIO
Y EL OCÉANO ATLAN~TCO

Los mitos y Ias levendas


E1 descubrimiento de1 si
Los viajcs hacia occidente ..................... . .
Colón y las idas .................................
Las islas de1 sur ......................................... .................................

11. LAOCUPACIÓNDE 1.AS ISMS


Los incentivos dr Ia colonización
E1 régimen de propiedad
Las donaciones de las tie
E1 destierro como política de colonización

. ., .
La emgracion insular ..................................................................
Madeira y Ias Canarias ....................... .................................
Madeira y Ias Azores ....................................
8 Portugal y Ias klax de1 Atlúntico

Las islas y Guinea .........................


La emigración en e1 siglo xu< . . . . .......................................

.,
La lucha por la posesion de1 océano ....
E1 sistema de Ia fortificación de Ias is1;is
E1 Atlántico y las islas en 10s siglos xvrii y xa:
, .
La nueva geografia economica ............ .......................................

111. LA I<LONOML\ INSULAR


Los componentes de la dieta alimenticia ...................................

, ............ ....... .... ....... .. .. .

Aprovecharniento de los recursos ...............................................


El comercio ..... .......................................
E1 comercio de cabotaje
E1 comercio interinsular
E1 comercio atlántico
Europa v Ias islas
El comercio con e

N. LASINSITTUCIONES INSULARES .............


E1 senorío de Ias islas .
............................ .
....
Las instituciones reales
La Iglesia en Ias idas

Las constituciones sinodales


Los judios y Ia Inquisición

Asistencia ....... ................... ....... ........ . .. ........... .... .... .... ... ....
d a s rslas dei Atlántico fincionaron como
auténticos laboratorios de experienciiis hu-
manas qnr promo~ieron la adaptación de
hombres 3' cultivor a nuevus ambienter y a1
establecimien~ode nn vivo diúlogo entre
las gentr2.r de t<uropa y África.. .>>
Francisco Teiiveiro, 196 1
El dragón (Dracacea Draco), árbol común de 10s bosques de 10s archipiélagos de
Madeira, Azores, Canarias y Cabo Verde, hoy casi extinguido. En el siglo xv se le
extraia Ia Ilamada sanare de draaón que se usabe como tinte, y sus troncos se
utilizaban para Ia conshucción déembarcaciones. Éste es un conjunto de 10s que
existen todavia en 10s alrededores de Funchal.
Fotografia: Esc. Manuela Aranha
Ayer como hoy Ias islas fueron y continú;in siendo protagonistas ac-
tivas de1 proceso económico y político cn el contexto europeo y mun-
dial. En el caso de1 espacio atlántico son todavia una referencia impor-
tante para los continentes que lo rodean. I'ara algunas Ia función de apo-
yo en Ias comunicaciones se transformó, de acuerdo con el progreso y
Ia nueva coyuntura política. en puntus estratégicos para Ia defensa de
Occidente. Otras ahrieron nuevos caminos, destacándose como impor-
tantes estancias de turismo. Por otro lado, çI devenir de1 proceso polí-
tico, en este final de1 siglo xx,vino a atribuirles una posición diferente
merced a su independencia (Cabo Verde y Si« Tomé) « aiitonomía (Ma-
deira, Azores y Canarias). Pero, ante todo, csto nos parece una justifi-
cada y breve referencia sobre los primeros niomentos de1 desarrollo dc
estas nuevas sociedades con Ia expansidn europea.
La comprensión de esto sólo es posihle mediantc el adecuado en-
cuadre en 10s espacios continentales vecinos. que en cierros casos ejer-
cen una acción dominante. Por lo tanto, era nuestro deseo, cuando nos
propusirnos tratar el tema, abordar Ia presencia portuguesa en el Atlán-
tico, pero, teniendo en cuenta que exisren en esta colección otros to-
mos en los cuales se hace un tratamientc especializado de1 Brasil, Ma-
greb y el África Negra, optamos por hacer incidir nuestro anilisis sobre
Ias islas portuguesas de1 Atlántico oriental.
El mundo insular creado por 10s portugueses en el vasto océano
presenta numerosas cspecificidades, perc, tamhién una filiación pro-
funda con los espacios continentales vecinos, por lo que no puede ser
desvinculado de este contexto. Tal como tendremos oportunidad de
constatar, los cuatro archipiélagos definidos por sus veinticuatro islas
16 Portugal y las d a s de/ Ailántico

participaron activamente en e1 proceso de afirmación de 10s portugue-


ses en e1 Atlántico occidental. Areas agrícolas o puertos de escala para
Ias rutas oceánicas !r de contacto con e1 continente africano son algunas
de Ias más significativas funciones de Ias islas.
E1 activo protagonismo insular, evidenciado en Ias últimas décadas
por la historiografia, es e1 tema que nos proponemos tratar en Ias
páginas siguientes. El análisis deberá ser necesariamente de fornia sin-
tética, dentro de Ia estructura y plan editorial. Esta ubligación nos im-
pidió abordar en detalle todos los aspectos que muchos de los lectores
pretendian ver tratados, pero que aqui optamos por remitir a estudios
específicos, merecedores de nuestro crédito. Por otm lado, procurare-
mos favorecer el caso de Madeira, ya que nuestros trabajos han incidido
sobre ella, y también porque a Ia misma le cs atribuida una función de
bisagra en e1 contexto de1 mundo insular que nos ocupa. Esta última
situación resulta de1 hecho de haber sido Ia primera área insular (por-
tuguesa) merecedora de una ocupación efectiva y de una valorización
económica que después sirvió de modelo para Ias deinás iniciativas
insulares y continentalcs.
Partiendo de esto, nos decidimos por presentar Ias peculiaridades
más evidentes de 10s cuatro archipiélagos y los aspectos que definen su
diferenciación en e1 mundo atlántico. Optamos por inciciir en el abor-
daje de 10s tres primeros siglas, prolongándolo cuando haya motivo para
ello.
Con esto no pretendemos de modo alguno trazir uria síntesis his-
tórica desde Ia ocupación hasta Ia actualidad. Para nosotros, y espera-
mos que lo sea también para e1 lector, éste es un análisis sobre Ia visión
de1 mundo insular en e1 período de creación y fundameritación.
No entraba en nuestros planes, ni cn los de 10s editores, reunir
aqui una historia general de Ias islas, pero si apuntar una visión reflexi-
va de esta realidad, capaz de despertar el interés de1 lector, en un mo-
mento en que esta se afianza cada vez más en nuestro entorno. La bi-
bliografia, presentada en notas y cn Ia resena final, tiene e1 mérito de
conducir a1 lector bacia e1 necesario análisis de Ias cuestiones que sean
de su interés.
No fue fácil establecer en Ias páginas que siguen una sintesis capaz
de saciar Ia curiosidad de cualquier lector. La inexistencia de núcleos
documentales debidamente organizados Y preparados para responder a
Ias cuestiones que ei investigador incesantemente coloca y e1 carácter
inconsistente de mucha de la producción historiográfica no nos permi-
tieron surcar mejores caminos. E1 resultado de este periplo, a veces des-
lucido, es Ia consecuencia de ello.
Por último nos queda agradecer a algunos maestros y amigos que,
de una forma o de otra, contribuyeron con sus consejos y criticas. Al
profesor Luis de Albuquerque y a1 doctor José Pereira da Costa nuestro
más sincero reconocimiento por e1 apoyo que nos prestaron a 10 largo
de Ia investigaciún v redacción dei presente tcxto.

Funchal, agoito/diciembre de 1990


PRIMERA PARTE
INTRODUCCION

E1 Atlántico no es sólo una inmensa masa de agua, salpicada de is-


Ias, pues a é1 se asocia una larga tradición histórica que se remonta a
Ia Antiguedad, de donde resultó su nomhre de pila. Aqui nos encon-
tramos con un conjunto polifacético de islas y archipiélagos que se vol-
vieron relevantes en el proceso histórico de1 océano, casi siempre como
intermediarios entre Ia mar alta y los puertos litorales de 10s continentes
europeo, africano y americano. Las islas se agrupan de un modo gene-
ral, junto a Ia costa de 10s continentes africano y americano, pues sólo
Ias Azores, Santa Helena, Ascensión y el grupo de Tristao da Cunha se
distancian de ella.
Desde rl pionero trabajo de Fernand Rraudel ' fue atribuida a Ias
islas una posición clave en Ia vida de1 océano y de1 litoral de 10s con-
tinentes. A partir de aqui Ia historiografia pasó a manifestar gran interés
por su estudio. Nótese todavia que, según I'ierre Chaunu ', fue activa
Ia intervención de los archipiélagos de Madeira, Canarias y Azores,
a los que designó Mediterráneo Atlántico, en Ia economia castellana de
los siglos xv y XVII.
Para el Atlántico portugués Ia coyuntura era diversa, pues Ia actua-
ción en tres frentes C o s t a de Guinea, Brasil e i n d i c o extendió los
enclaves de dominio al sur de1 océano. En este contexto surgieron cinco
vértices insulares d r gran relieve A z o r c s , (:marias, Caho Verde, Ma-

' O Medrlerrüneri r , o Mundo Me<iiierrinr<o nii <$,o<-d&, Fzhpe 11, 2 vols., Lisboa,
1984 (1.' edicion cn 1949).
' .Tcuzliu a Ami'ricir Si~lorX i l i y Xi)il, Sei,iila. 19h3
22 Portugal v Iczs islas del Atlántico

deira y Sao Tomé- imprescindibles para Ia afirmación de Ia hegemonía


y defensa de las rutas oceánicas de los portugueses.
Ahí asentaba Ia corona portuguesa 10s principales pilares atlánticos
de su acción, haciendo d e las islas desiertas lugares de acogida y reposo
para 10s náufragos, ancladero seguro y suministro para Ias embarcacio-
nes, y espacios agrícolas dinamizadores de Ia economia portuguesa. En
e1 primer caso podemos hacer referencia a Madeira, Canarias, Cabo Ver-
de, São Tomé, Santa Helena y Azores, quc surgen, a partir de princi-
pios de1 siglo xvi, como 10s principalcs ejes de Ias rutas de1 Atlántico.
De aquí Ia necesidad de diferenciar aquellas islas que se afirma-
ron como puntos importantes de Ias rutas intercontinentales, como Ias
Canarias, Santa Helena y Ias Azores, de Ias quc se derivan de Ias áreas
económicas litorales, como sucede con Argiiim, Cabo Verde y el archi-
piélago de1 golfo de Guinea. Todas, a excepción de São Torné. viven
en una situación de dependencia en relación a1 litoral que Ias tornó im-
portantes. Sólo Ia de São Tomé, por Ia importancia de Ia cana de azú-
car, estuvo fuera de esta subordinación por algún ticmpo.
El protagonismo de Ias islas Canarias y de Ias Azores es mucho más
evidente en el trazado de Ias rutas oceánicas que se dirigían y rcgresa-
ban de Ias Indias occidentales y orientales, resultado de su posición a
Ias puertas de1 océano. Ellas actuaron como via de entrada y de salida
de Ias rutas oceánicas, lo que motivó Ia mayor incidencia de Ia piratería
y pillaje en Ia región vecina. Pero 10s dos archipiélagos no fueron só10
áreas de apoyo, una vez que e1 suelo fbrtil permiti6 un aprovechamiento
de sus potenciales por medio de 10s cultivos europeo-mediterráneos.
Fue esta última vertiente Ia que los proyectó hacia un lugar relevante
en Ia historia de1 Atlántico.
En este grupo emergen Madeira y Ias Canarias por Ia primacía de
ia ocupación, que, por eso mismo, se proyectaron en r i restante espacio
atlántico gracias a los portugueses y castellanos. De aquí resulta Ia evi-
dente vinculación económica e institucional de Madeira a1 espacio
atlántico portugués, igual sucedió en Ias Canarias con Ias Indias de Cas-
tilla. De aquí tamhién Ia importancia que asume para e1 estudio y co-
nocimiento de la historia de1 Atlántico la valoración de la investigación
histórica sobre ambos archipiélagos. Si ç n Ias Canarias tal necesidad se
tornó un hecho con e1 empeno de muchos investigadores e institucio-
nes. con mayor realce a partir de1 Coloqiiio de Historia Canario-Ame-
ricana (1977), en Madeira sólo se realizó en 1986 con 1a crcación de1
Centro de Estudios de Historia de1 Atlántico.
Por todo esto, q e d a justificada nuestra opción por e1 abordaje de1
protagonismo de Ias islas portuguesas de1 Atlántico, poniendo de relieve
su afirmación en Ia estrategia lusitana de dominio de este espacio y en
el usufructo que en ellas tuvieron d e Ias numerosas potencialidades eco-
nómicas.
Algunas veces los conceptos que dan cuerpo a determinada reali-
dad histórica nos colocan innumerables trampas, que pueden poner en
duda ese mismo conocimiento. Esto viene a propósito de1 uso de 10s
conceptos más adecuados para definir lo que realmente pasó en el siglo
xv con Ia revelación a Occidente de aquello que vendría a ser Ia nueva
realidad atlántica: Ias islas.
Cierta historiografía, partiendo de una visión centroeuropeísta de1
mundo y de1 supuesto pionerismo de Ia iniciativa de gentes de Ias re-
giones lusitanas, pretende ver cn esto un actcr descubridor y en e1 con-
secuente establecimiento, una forma de colonización. Ambos conceptos
vician Ia realidad y por eso han sido motivo de ardiente polémica. Hoy
e1 problema es meramente académico, sustituyéndose su uso por otros
conceptos tales como «encuentro de culturas», «redescubrimiento»,
<<reconocimiento» ... Y pocos son ya aquellos que mantienen ia termi-
nologia tradicional.
El Atlántico, considerado una revelacicin o redescubrimiento de1 si-
glo xv por parte de los portugueses, pasó a asumir un lugar de prota-
gonista activo en épocas muy anteriores a esta centuria. Desde Ia An-
tiguedad, especialmente a partir de1 siglo vi a.C., aparecen testimonios
que garantizan Ia presencia de pueblos riberencis de1 Mediterráneo en
sus aguas. Primero, 10s cartagineses y, después, 10s árabes fueron pre-
ludio de Ia gesta realizada plenamente en e1 siglo xv por portugueses
y castellanos.
Son numerosos 10s documentos de variada índole (textos narrati-
vos, portulanos y vestigios arqueológicos) que acreditan e1 conocimien-
to de1 océano por 10s pueblos mediterrincos en fecha muy anterior a
Ia presencia portuguesa. E1 legendario relato de Ia Atlántida, inmorta-
26 Portugal y lus islus de1 Atlúntzro

lizado por Platón, los textos narrativos de autores clásicos grecorroma-


nos, y Ias más recientes pesquisas arqueológicas asi lo demuestran. Pero.
e1 hecho de que algunos de 10s testimonios asuman, hasta e1 momento,
casi Ia dimensión de leyenda, como succdc con Ia Atlántida y e1 viaje
de Robert Machim, ha llevado a muchos historiadores a mantener Ia clá-
sica perspectiva sobre hechos reales.
En Ia actualidad abundan 10s testimonios que garantizan un cono-
cimiento, todavia limitado, de1 Atlántico, de Ias islas y regiones occi-
dentales de1 continente africano. De estc modo, Ia gesta portuguesa ini-
ciada en 1419, según Ia tradición, con el primer viaje a Madeira, asume
só10 una función reveladora a Ia cristiandad occidental de1 nuevo mun-
do y no un descubrimiento. Más imponante que el descubrimiento fue la
valorización socioeconómica que defini6 Ia iniciativa de los portugueses.
Las pruebas que fundamentan Ia presencia de los argonautas anti-
guos en estos parajes se acumulan y vicnen siendo apuntadas desde el
siglo xvi por la historiografía portuguesa, como lo atestiguan Antonio
Galvão, Damiáo de Góis y Gaspar Frutuoso. Pero el empeno de la his-
toriografía nacional en Ias reivindicacionrs procedentes de Ia división Ile-
vada a cabo en e1 siglo XVIII de1 continente africano condujo a una opi-
nión afirmativa, mantenida hasta la actualidad, de Ia prioridad lusitana
en e1 conocimiento de1 Atlántico occidental, oriental e indico. La pu-
blicación en 1954 de1 polémico estudio de Armando Cortesão1 sobre
la carta náutica de 1424, en que el autor se declaraba a favor de1 tes-
timonio de Ia literatura grecolatina, fue mal acogida. De esta forma tomaba
cuerpo una nueva realidad de1 proceso de conocimiento de1 océano.
Durante siglos e1 Atlántico fue considerado e1 mar de Ias tinieblas,
incapaz de ser surcado por Ias embarcaciones mediterráneas y de so-
meterse a las técnicas de navegación a1 uso. E1 empeno de cartaginen-
ses, árabes y peninsulares vino a revelar lo contrario y a convertirlo, a
partir de1 siglo xv, en e1 principal centro de convergencia de 10s inte-
reses europeos. Para e1 griego 0 e1 romano esta extensa masa de agua
materializaba Ia dicotomía de1 bien y de1 mal, cxpresada en visiones
aterradoras, contrarias a la navegación pero favorables a su afirmación
como paraíso de 10s dioses de Ia mitologia. I'ara e1 europeo de 10s siglos

' The Nautical ('bar! of 1424. Coimhrai. 1954


La reuelación del océawo 27

xv y xvr será la imagen de una esperanza de total mudanza de 10s in-


tereses económicas.
Esta creatividad literaria greco-romana-árabe dio origen a varias is-
las fantásticas, que surgen con mayor agudeza desde e1 siglo XIV, como
blanco preferente de algunos navegantes incautos. Primero se divulgó
la Atlántida, después Ias Afortunadas, Hespérides, Antilla ( o Siete Ciu-
dades), São Brandão y Brasil. Las tres últimas, que surgen por lo menos
desde e1 siglo xw,dominaron Ia imaginación de 10s cartógrafos, en ésta
y posteriores centurias, y cautivaron e1 interés de otros tantos navegan-
tes, persistiendo, en algunos casos, hasta e1 siglo xx.
La isla de São Brandão se mantuvo en Ia cartografia desde e1 siglo
XIII al XIX, siendo desplazada hacia los espacios inexplorados de1 océa-
no. Entre tanto, la Antilla atrajo a algunos portugueses, como Fernão
Teles (1474), Fernão Dulmo (14861, João Afonso do Estreito y 10s her-
manos Corte-Reais, que solicitaron a la corona e1 necesario derecho de
posesión. Para Gaspar Frutuoso' éstas y otras islas no pasaron de me-
ras fantasias de los literatos europeos que le precedieron. Su posición
es de total oposición a esta realidad y a la Atlántida de Platón, siendo
varios 10s argumentos presentados para fundamentar su idea. La última
perduró hasta hoy, conquistando numerosos adeptos en las diversas ra-
mas de la ciencia, que le dedicaron mucho tiempo en estudios y pes-
quisas infructuosos.
En este contexto, Ias iniciativas portuguesas, dominadoras de1 vas-
to océano, atribuyeron Ia nueva imagen a la realidad atlántica. La visión
de Avieno se sobrepuso a Ia de Duarte Pacheco Pereira o a Ia de don
João de Castro. La situación preferente de1 portugués le llevó a la de-
fensa de1 Mure Nostrum, que después tuvo que compartir con Castilla
y más tarde con otros europeos. Esta división cuatrocentista mereció el
comentario incisivo de Gaspar Frutuoso: «no entiendo esta mezcla,
cómo en este mar hubo dos seíiores diversos». En verdad sólo la cons-
tatación de la coyuntura política permitirá entender Ia razón de esta dis-
puta y repartición por Ias dos coronas peninsulares.
Ante esto podemos afirmar que e1 conocimiento de las islas y lito-
ral africano se gestó en la Antiguedad, siendo evidente, en una compa-
ración entre Ia leyenda v Ia realidad, que e1 mito de Ia Atlántida es Ia

Saudade> da Tenu, li6 I, Ponta Delgada. IL)69. capb. XXVIII-XXX.


La revelación de1 océano 29

hipotética estatua ecuestre, que habria existido en Ia isla de1 Cuervo,


quedó demostrado por José Agostinho que era una ilusión ópticai.
Conviene esclarecer que no es nuestra intención afirmar, tal como
10 hizo el vizconde Santarem, que e1 descubrimiento de Ias islas tuvo
lugar só10 en e1 siglo xv; pero si referir, a ejemplo de Luis de Albu-
querque ', que de los ocasionales y asiduos viajes «no perduró memoria
de Ia experiencia adquirida» capaz de guiar o motivar Ias expediciones
posteriores de 10s siglos XN y xv. Dijimos experiencia adquirida y no
conocimiento, pues de Ias expediciones perpetuadas por Ia literatura
perduró só10 un conjunto de islas, con nombres variados e indiscrimi-
nadamente colocadas a lo largo de Ia costa africana hasta el golfo de
Guinea.
Por otro lado esta visión que ha prefigurado Ia historia de1 Atlán-
tico antes de1 siglo xv es demasiado limitada, por intentar definir e1 ni-
vel de conocimiento a Ia presencia o paso de nada más que europeos,
ignorando cualquier iniciativa de Ias poblaciones africanas, desde
Marruecos hasta e1 golfo de Guinea. Esta perspectiva europeocentrista
se hace extensible a Ia realidad de1 Atlántico dominado por Ias islas
vecinas y no por Ia costa africana, preludio de asiduas visitas o de
un establecimiento de gentes, como sucedió en el archipiélago de Ias
Canarias y en Ia isla de Fernando Póo. La presencia de una población
autóctona oriunda de Ia costa africana testifica que el espacio insular
no se mantuvo desconocido y que ciertamente muchos de 10s textos
que se nos configuran como mera ficción tienen que ser revisados a Ia
luz de esta nueva realidad.
Los aborígenes de1 archipiélago canario fueron el resultado de dos
movimientos migratorios: e1 primero, en fecha incierta, entre e1 2500 y
1000 a.C., que llevó a1 establecimiento de Ias primeras gentes en Ias is-
Ias próximas a1 Cabo Juby (Lanzarote y Fuerteventura); e1 segundo en-
tre 10s siglos VI y IX, provocado por e1 avance árabe en el norte de Áfri-
ca, que condujo a Ia total población de1 archipiélago.
En Cabo Verde, São Tomé y Príncipe se hace referencia a Ia pre-
sencia de gentes africanas antes de la Ilegada de los portugueses en el

res)? Keporr on rhr results of joint firld investigations unclertaken on Corvo in June
1 9 8 3 ~en Riviifo de Sludi Fentci, XII, Roma, 1984, pp. 31-46,
' J. Agostinho, *Achados arqueológicos nos A ~ o r c s »en Açoreona, IV, p. 97.
«Arlántico» çn Dzrionúrio de Hi.~tdriad i Portuxli/. I , Lisboa, 1975, pp. 247-249.
30 Portugal y Ias isla.~de1 Atlántico

Mapa de Angelino Dulcert de 1339. La representación cartográfica de Ias islas se


remonta al siglo xiv y su perieccionamiento se debe a diversos mapas, resultado
de un mayor conocimiento.
siglo xv. Todavia Ias islas se encontraban sin explotar a su Ilegada en
Ia segunda mitad de1 siglo xv, 10 que demuestra que estos encuentros,
de haber tenido lugar, debieron de ser muy fortuitos. La coloniza-
ción de éstas no presentaba ningún interés, siendo ocasional e1 de Ia
isla de Annobón.
Para estos archipiélagos, por su proximidad a Ia costa, el contacto
con Ias poblaciones de1 litoral africano fue una realidad. No se puede
decir 10 mismo de Madeira y Ias Azores, cuya distancia de1 litoral y Ia
navegabilidad de 10s mares circunvecinos no fueron 10 más adecuado
para favorecerlo, a no ser de forma ocasional. Tal vez por esto sea im-
posible detectar e1 rastro de su existencia y conocimiento en Ia tradi-
ción histórico-literaria, lo que no sucede con Ias Canarias, por ejemplo.
Tras e1 descubrimiento de1 océano en Ia Antiguedad tuvo lugar, en
Ias primeras décadas de Ia Edad Media, un pcríodo de olvido. Nos en-
contrábamos ante un acuartelamiento de1 viejo continente y de1 mar Me-
diterráneo, siendo e1 Atlántico considerado, por esto mismo, un mar te-
nebroso. La idea comenzó a ganar forma con Avieno, que 10 define
como Ophiusa «Mar de Ias Tinieblas». Los geógrafos árabes, conoce-
dores de Ia tradición clásica y atentos a Ias cxpediciones de sus com-
patriotas, continuaban creyendo en Ia navegabilidad de1 mar más allá
de Ias columnas de Hércules.
Este conocimiento se mantuvo por muclio tiempo fuera de1 área
de influencia de los pueblos peninsulares. La causa de esto fue Ia co-
yuntura envolvente de la alta Edad Media, en que se sobrepone e1 con-
cepto ptolemaico de1 mundo occidental, donde imperaba Ia inhabita-
bilidad e infranqueabilidad de Ia zona tórrida. Así, e1 acceso a 10s
mercados asiáticos só10 seria posible por e1 mar de Levante.
E1 océano continuará por mucho tiempo como un mar infranquea~
ble, teniendo relevancia en Edrisi (1099-1154) Ias tesis de Séneca y
Avieno. Con Ia venida de1 nuevo milenio algo estaba por acontecer en
Occidente: Ias cruzadas, por un lado, y 10s progresos técnicos (Ia brú-
jula, e1 timón y Ia navegación a «bolina») y económicas, por otro, con-
dujeron a Ia apertura de puertos oceánicos. De este modo, a Ias aisladas
expediciones árabes p r i m e r o Ia de 10s aventureros de Lisboa en 1147,
después Ia de Ibn Fátima y Mohamed Ben Ragano- se sig~iieronotras,
con alguma frecuencia, bajo e1 mando de italianos, bretones, vascos, viz-
caínos y catalanes, a lo largo de1 siglo x n ~De
. estas últimas. además de1
La revelación de1 océano 33

La Cerda. Tal orden suscitó una ardiente disputa por e1 archipiélago de


Ias Canarias, que só10 tuvo su epílogo en 1479 con e1 tratado de Al-
cá~ovas.Mientras 10s monarcas de Le6n y Castilla manifestaban su
regocijo, Ia posición de1 rey portugués, Afonso IV,fue de enfrentamien-
to, por carta de1 12 de febrero de 1345 '. E1 rechazo estaba fundamen-
tado en Ia proximidad geográfica y en Ias expediciones realizadas, pues,
como refiere e1 monarca lusitano, xnuestros nativos fueron 10s primeros
que encontraron las mencionadas islas». También Ia demora de Ia con-
quista es justificada por Ia «guerra que se propagó primero entre no-
sotros y 10s reyes sarracenosn.
Con respecto a1 archipiélago azoriano, mucho más acá de Ia costa
africana, Ia presencia en Ia cartografía no está todavia debidamente es-
clarecida. Nótese que numerosos historiadores han atribuido a1 archi-
piélago Ias islas fantásticas dibujadas en e1 lugar de Ias verdaderas Azo-
res. La primera es Ia «insula de bracir», identificada con Ia Tercera, en
e1 mapa de 10s hermanos Pizzigani de 1367. Después en un Atlas de
Jaffuda Cresques de 1375-1377 aparecen seis islas en lugar de Ias Azo-
res, a Ias que se juntaron dos más en 1384. Esta representación tuvo
continuidad en la cartografia posterior y también había sido expresada
por primera vez en e1 Libro del Conocimiento a mitad de Ia centuria.
Luis de Albuquerque y Gaetano Ferro' no están de acuerdo en su re-
lación con las verdaderas Azores. Uno de 10s aspectos que fundamenta
su tesis es Ia existencia de 10s mapas de Cristóbal Soligo de 1455 y de
Gracioso Benincasa de 1482, representando a1 lado de Ias verdaderas
Azores aquellas islas que hasta entonces se asociaban a1 archipiélago.
Las expediciones portuguesas a lo largo de Ia costa africana no que-
daron ajenas a Ia presencia en Portugal de Manuel Pessanha, contrata-
do en 1317 por don Denis para crear la flota real y preparar a 10s
marineros en 10s conocimientos necesarios en e1 arte de navegar. En rea-
lidad, e1 referido viaje de 1341 a Ias Canarias es apuntado como una
consecuencia de esto. Adviértase además que e1 rey don Denis había
conseguido en 1320 "I el necesario apoyo por parte de1 papado para Ile-
var a cabo una guerra de piratería en la costa africana, aconteciendo 10

Introduçüo 2 l ~ f i ~ t ó r dor
i a D e i o b n k e n t u r Portugucici, I.isboa, 1986, pp. 165~169.
" Ar Nnvrgaç6e~portriguexor no Atlântico e tio Indici,, Lisboa, 1989, pp. 43-44.
" Moniimenta Henricina, I , Coimbra, 1960, n." 9 7 . pp. 2 3 0 ~ 2 3 4 .
'" J . M. Silva Marqiles, Dercobrimentor Pnrtugr<eiei, I . pp. 4 0 ~ 4 2 .
34 Portugal y las idas dei Atlántzco

mismo con su sucesor en 1341 ". La presencia de flotas en estos pa-


rajes es un indicio de que 10s mares eran frecuentados con asiduidad.
Además de eso, estos viajes propiciaron a 10s marineros un primer co-
nocimiento de las islas próximas, habiendo, por otro lado, una relación
entre la última flota y la expedición enviada en este afio a Ias Canarias.
La confrontación abierta en tierras peninsulares con 10s árabes hizo
olvidar por algún tiempo Ia disputa por e1 nuevo espacio oceánico. Los
portugueses habian esperado hasta su definitiva salida de1 Algarbe y a
Ia solución de problemas internos para regresar a1 océano. Lo mismo
sucedió, más tarde, con 10s Reyes Católicos, que hicieron depender e1
apoyo a1 viaje de Colón de Ia victoria en la guerra contra 10s moros,
que tuvo lugar en Granada a principios de 1492.

A la par de estas noticias, más o menos verdaderas, de viajes do-


minadores de1 océano Atlántico persiste en e1 primer milenio un con-
junto variado de leyendas que hablan de las expediciones alli realizadas.
La tradición clásica, que presenta e1 océano como un espacio paradi-
síaco, sólo accesible a 10s dioses y héroes, toma forma en Ia literatura
de la Edad Media. E1 momento agitado que se vivia en Europa, debido,
por un lado, a las invasiones normandas y, por otro, a la amenaza de
10s árabes, provocó un conjunto de leyendas reveladoras de esta salida
forzada. Todo parecia indicar que la solución estaba en e1 Atlántico. Pri-
mero tuvimos, en rl siglo VI, la aventura de1 monje irlandés san Bran-
dán, que huyendo con sus companeros de 10s normandos encontra asen-
tamiento en una isla de delicias, en medio de1 océano. Después, en e1
714, fue e1 turno de un arzobispo y seis obispos lusitanos, que, huyendo
de 10s ataques de 10s moros, encontraron en su camino una isla, Ia An-
tilla o isla de las Siete Ciudades. Esta isla, representada en el mapa por-
tugués de 1424, es asociada por Armando y Jaime Cortesáo a Ias An-
tillas. Ambos episodios tuvieron eco en la cartografia de 10s siglos XN
y xv, que Ias representaba siempre en espacios inrxplorados o poco co-
nocidos de1 océano. A veces éstas se coniunden con los archipiélagos
La revelación de1 océano 35

de Madeira, Azores y Canarias, pero su permanencia hasta una fase tar-


dia revela Ia inexistencia de cualquier relación con Ias verdaderas.
Más tarde surge el viaje de Robert Machim a Madeira, considerado
por unos como leyenda y por otros como un hecho real. La forma en
que e1 relato es presentado, en la versión original de Francisco Alcofo-
rado", adulterada por Valentín Fernandes" o romanceada por don
Francisco Manuel de Melo, en Ia Epanáfora Amorosa de 1660, no es el
molde que propicie nuestro total apoyo. En cualquiera de 10s casos apa-
recen anacronismos de orden interno y externo que nos hacen prever
una mezcla de leyenda y verdad. Después de un acalorado debate, abier-
to en 1873 por Álvaro Rodrigues de Azevedo", el tema pasó a ocupar
a numerosos investigadores hasta Ia actualidad. De ahi resultó Ia apa-
rición de1 texto original de1 referido viaje y e1 fundamento genealógico
de Ia inexistencia de1 protagonista de Ia aventura. Verdad o leyenda, lo
cierto es que este mismo relato quedará para ilustrar e1 panorama lite-
rario madeirense como testigo de1 conocimiento de1 archipiélago en ple-
no siglo m. H e de referir, a propósito, que la versión contada por Va-
lentín Fernandes, donde Robert Machim es citado como un desterrado,
encuentra semejanza con lo descrito en un documento de 1406". En
esta fecha, de entre el numeroso grupo de ciudadanos expulsados de
Inglaterra se encontraba un Machim y un Machico.

A pesar de Ia existencia de datos reveladores de un descubrimiento


de 10s archipiélagos atlánticos más allá de 10s trópicos, a partir de1 siglo
xiv,Ia historiografía continúa insistiendo en Ia tesis de1 descubrimiento
cuatrocentista. A esto habria contribuido la coyuntura nacionalista de
Ia segunda mitad de1 siglo XIX, que estableció esta opción como res-
puesta a Ias dichas expoliaciones lanzadas por 10s franceses, castellanos

" nRelaFáo de Francisco Alcofaradon en Arquivo H~stóricoda Marinha, I , Lisboa,


1936. pp. 317-329.
" O Manurcnto de Valentim Fernander, Lisboa, 1940, pp. 106-108.
'' aNotasn en Saudades da Terra, Funchal, 1871.
" Public Reccord Office, Rotuli Parlinmentonim, 171, pp. 571-572.
36 Portugal y las islas de1 Atlántico

o ingleses. Las intervenciones de J. J. da Costa Macedo'" y de1 vizconde


de Santarem" dieron cuerpo a la tesis oficial de Ia historia de los des-
cubrimientos. Durante mucho tiempo se continuó pensando que era
una ofensa a la corona presentar e1 descubrimiento de 10s archipiélagos
en fecha anterior a Ia Ilegada de 10s portugueses. Esta defensa intran-
sigente de los descubrimientos portuguebes buscó fundamento en los
cronistas de1 reino, de donde cogió 10s argumentos de su tesis para com-
batir a 10s detractores. La tradición hizo de ella una verdad irrefutable.
A partir de ta década de 10s cuarenta de1 presente siglo comenza-
ron a surgir opiniones contrarias, fundamentadas en una paciente y se-
ria investigación. De abí resultó que la tesis de1 descubrimiento cuatro-
centista de1 Atlántico oriental se deshizo con argumentos evidentes de
Ia cartografia o fuentes narrativas. En e1 caso de Madeira y Ias Azores,
si ojeamos Ias Saudades da Terra de Gaspar Frutuoso I', una de Ias fuen-
tes primarias en que se asentaba la defensa de la tesis oficial de1 des-
cubrimiento de ambos archipiélagos, encontraremos los argumentos que
la contradicen. E1 autor, a1 escribir, a finales de1 siglo xvi, esta resena
sobre Ia historia de las islas, reunió todo lo que encontró en la tradición
oral y escrita. De este modo, al lado de1 testimonio de1 descubrimiento
cuatrocentista surgen otros, con Ia misma evidencia, que apuntan hacia
un conocimiento de fecha anterior.
De ésta y otras cuestiones relacionadas con e1 conocimiento de Ias
islas atlánticas presentaremos una breve sintesis de1 debate habido has-
ta el momento, de1 que se concluye que no hay consenso en la histo-
riografia en cuanto a la fecha y nombre dc 10s descubridores de las is-
Ias, y a cada época, escuela o corriente corresponde una tesis diferente,
que en nada contribuyó a Ia solución de1 problema.
Para Madeira, Azores y Cabo Verde se continúa discutiendo la prio-
ridad o no de1 descubrimiento por 10s portugueses. En las Canarias, ya
ocupadas desde tiempos remotos, Ia cuestión está en saber quién con-
tactó primero con este pueblo y trajo de a111 el primer grupo de esclavos.

'\iIlemórias para a liiriório d a Nave~aq6rii. ilr,robrimentor dor Portuguerei, Lisboa,


1819.
'' Memória sobre a Prioridade dor Dcrcohrimentoi Purtuguerei na corte Ocidental Ahi-
cana, Lisboa. 1958.
'" CompBrerise 10s libros 11, 111, N y VI d e Ia\ Saudsdei da Ttm.
La revelaczón de1 océano 37

Desde la Antiguedad a la Baja Edad Media se suceden relatos vagos


para testificar este abordaje, pero, sin duda, el más importante en cuan-
to a1 archipiélago fue Ia disputa entre portugueses y castellanos por su
posesión. Y es de eso de lo que trataremos.
La disputa por las islas Canarias en los siglos xn, y xv çs e1 pre-
ludio de nuevos enfrentamientos con objetivos exclusivistas bien pa-
tentes en 10s reinos peninsulares I*. La defensa de1 rnare clausum y los
problemas de socesión de las mismas coronas iueron los principales res-
ponsables de1 conflicto que tuvo lugar en dos escenarios afines: Ia pe-
nínsula Ibérica y e1 Atlántico oriental.
E1 alborear de una nueva era en el siglo xv condujo a profundos
cambios en la geografía política de Europa occidental. E1 Mediterráneo
cede lugar a1 Atlántico. A partir de entonces este último océano, con-
siderado infranqueable, pasa a afianzarse como uno de los principales
escenarios de 10s acontecimientos donde intervienen Ias coronas penin-
sulares, mejor dispuestas para Ia disputa.
Las islas localizadas a las puertas de1 Nuevo Mundo tienen un
papel primordial en el proceso de transformación. De este modo,
la disputa por el vasto océano se inicia cn el mundo insular, pues de
su dominio dependerá Ia exclusiva de las navegaciones y comercio en
e1 Atlántico hacia e1 sur. Así lo entendieron los monarcas de Portugal
y Castilla, que, desde e1 siglo xrv, estuvieron envueltos en una ardiente
disputa por su posesión. En Portugal tuvimos, primero, a Afonso TV y
después al infante don Henrique. Este último, a partir de finales de1
primer cuarto de1 siglo xv, apostó fuerte eri esta empresa. La separación
parcial de la corona castellana favoreci6 el refuerzo de Ia posición «hen-
riquina» frente a su opositor, Ia burguesia andaluza. Este desafio de1
infante en la conquista de las Canarias y Ia forma de intervención en
Madeira y en Ias Azores llevó a Charles Verlinden a preguntarse si es-
taba en las intenciones de1 infante crear un estado insular.
E1 viaje de Jean de Betencourt en 1402 evidencia, por un lado, e1
alejamiento de Normandía de la opción atlántica y, por otro, e1 refuerzo
de la tierra andaluza, una vez que e1 referido expedicionario apenas con-
siguió conquistar el apoyo de Ia comuiiidad sevillana, cncabczada por

" P. E. Russrll, O infente D. Henriquc e <ir ilhas C~inánar lima ditnen.c2o moi c o m
preendidii dd b i o p f k henriyurna, Lisboa, 1979.
38 Portugal y Ias islas de1 Atlántico

la familia Las Casas. Después, e1 conquistador se sometió a1 feudo de1


rey de Castilla con la intención de conseguir apoyos, 10 que vino a Ie-
gitimar, a priorz, Ia soberania castellana. A la burguesia andaluza le in-
teresaba Ia posesión de Ias islas porque se presentaba como un mercado
importante para e1 comercio de esclavos y materias colorantes y, así mis-
mo, como base de apoyo para posteriores incursiones en e1 litoral afri-
cano. E1 monarca de Castilla, agradecido por la intervención de Afonso
de Las Casas en este proceso, decidió premiar su esfuerzo, solicitando
e1 2 de Mayo de 1421 Ia confirmación papal de la posesión de Ias islas
de Gran Canaria, Tenerife, La Gomera y La Palma.
Ante Ia evolución de 10s acontecimientos, al infante don Henrique
le quedaban dos alternativas: la solución diplomática haciendo valer 10s
derechos portugueses junto a1 papado o el recurso a una intervención
bélica, legitimada por e1 espíritu de cruzada, una vez que 10s guanches
eran paganos. Asi tuvimos 10s viajes de don Fernando de Castro
(1424-1440) y Antonio Gonçalves de Câmara (1427).
En 10s alegatos presentados en 1435 en e1 Concilio de Basilea se
enfrentaron las dos opciones políticas de las coronas peninsulares: Ia
portuguesa por intervención de1 obispo de Viseu, don Luis Amaral, y
Ia castellana por e1 obispo de Burgos, don Alonso de Cartagena. En la
disertación de1 último fueron presentadas las normas que marcaban el
derecho internacional de la época en 10 que concierne a la legitimación
de la posesión de Ias islas a t l á n t i ~ a s Algunas
~~. de Ias razones alli ale-
gadas ya habian sido invocadas en e1 siglo m por don Afonso N para
contrariar la orden papal de conceder a don Luis de La Cerda e1 se-
fiorío de las islas Afortunadas. Pero en uno y otro frente las conquistas
fueron efímeras y no permitieron una solución inmediata de1 conflicto,
que perduró durante algunos anos y só10 fue resuelto mediante e1 tra-
tado firmado en e1 afio 1470 en Alcáçovas y confirmado en e1 siguiente
en Toledo. Su firma sefiala e1 abandono definitivo de Ias pretensiones
portuguesas por Ia posesión de las Canarias y la aparición de nuevos
frentes de disputa más allá de1 Bojador.
{Cuáles fueron 10s motivos que Ilevaron a este cambio de actitud?
Por parte de 10s portugueses ésta no deriva sólo de1 hecho de estar
ante una opción «henriquina», y que habría muerto en el 1460 con e1

'"J. M. Silva Marques, Desobnjnentos porfuguerer. t. I , pp. 8 6 ~ 8 8y 291-346.


infante, pues se asocian también cambios provocados en e1 espacio
atlántico con el avance de1 reconocimiento de tierras hacia e1 sur. Las
Canarias, que en un primer momento eran imprescindibles para e1 apo-
yo a Ia navegación y comercio en el litoral africano, se perdieron en fa-
vor de Madeii-a o de las factorias recién creadas en la costa africana,
como fue el caso de Arguim (1455). Además de esto, 10s avances en la
técnica náutica y construcción naval permitian una mayor autonomia de
Ias embarcaciones dejando de ser necesaria esta escala. Por último, des-
tacaremos e1 hecho de que la burguesia andaluza estaba empenada en
el comercio de Ia costa de Guinea, haciendo alli varias incursiones que
colocaban en peligro Ia exclusiva comercial lusitana. Ante este panora-
ma só10 una solución era posible: Ia via diplomática por medio de Ia
firma de un tratado dc partición de1 oc(.an«.
La proximidad de Madeira a1 archipiélago canario en consonancia
con e1 rápido surgir de población y Ia valorización económica de1 suelo
madeirense orientaron Ias atenciones d e 10s primeros colonos hacia una
activa intewención en Ia disputa al lado de1 infante. Primero fue Juan
Gonçalves, sohrino de Zarco, que en 1446 fuc enviado por el infante
a Ia isla de Lanzarotc para firmar el contrato de compra de Ia isla con
Maciot de Betencourt; después fue Ia fuerte presencia de Ios madei-
renses en la armada allá enviada en 1451. De ahí resultó inevitable~
mente Ia apertura de una ruta de contacto entre los dos archipiélagos,
que perduró en Ias ccnturias siguientes.
En cuanto a Ias Canarias, apenas se Iiabla de conquista, cuyo ini-
cial artífice fue Jean J e Betencourt. Para 10s archipiélagos portugueses,
abandonados cuando Ia ocupación, e1 debatc subsisti6 alrededor de la
autoria y fecha de su descubrimiento. Las lagiinas y contradicciones de
fuentes diplomáticas o narrativas no propician cualquier consenso. I'ara
Cabo Verde Ia disputa gira en torno a1 nombi-c J e su descubridor, en
Madeira y en Ias Azores no existe acuerdo en cuanto a Ia fecha y n o m ~
bre de1 verdadero desciibridor.
En relación a Ias Azores hay quien defiende Ia tesis tradicional
apuntando a Gonçalo Velho como su descuhridor en 1439, y los que
fundmentan su tesis en una leyenda de Ia carta Valsequo. 114391,
que afirma perentoriamente el descubrirniento t.11 1427 por Diogo de
Silves. Esta última opción conquistó a Ia historiografía en el momento
presente. La controversia engendrada resulta. fundamentalmente, de lo
40 Portugal y las idas de1 Atlúntico

precario de Ias informaciones reunidas en 10s textos contemporáneos


(Gomes Eanes de Zurara y Diogo Gomes) o Ia confusa organización de
Ias diversas versiones, como sucede, por ejemplo, en Gaspar Frutuoso"
y sus seguidores.
A partir de Ia versión «frutuosiana» de1 descubrimiento de Ias Azo-
res Ia historiografía de 10s siglos XIX y xx se encargo de establecer varias
tesis, que pueden ser resumidas en cuatro: trecentista, cuatrocentista,
«henriquina» y gon~alista.Las tres últimas defienden e1 descubrimiento
en e1 siglo xv, diferenciándose apenas en cuanto a su autoría: marineros
anónimos, que tanto podian ser de la casa de1 infante don Henrique,
o Diogo de Silves, en un viaje de regreso de la costa occidental africa-
na, o Gonçalo Velho Cabral, hacia 1431. Esta última resulta de Ia in-
terpretación dada a Ia referencia hecha por João de Barros sobre estas
islas. Pero en este y en 10s demás documentos Gonçalo Velho es citado
só10 como poblador, situación corroborada también por Zurara y Diogo
Gomes.
De Ia primera versión e1 principal fundamento es Ia cartografia de1
siglo XN, donde surgen representadas unas islas que se piensa sean Ias
Azores. Sin embargo, no hay consenso en cuanto a su autoría. Para
unos fueron marineros italianos o catalanes, mientras otros se refieren
a Ia intervención de portugueses y pilotos genoveses a1 servicio de
Afonso IV. Algunos historiadores niegan esta última posibilidad, dicien-
do que tales representaciones cartográficas son fantásticas y nada tie-
nen que ver con Ias verdaderas Azores. La prueba de esto es su repre-
sentación a1 lado de Ias islas verdaderas en Ias cartas de 10s siglos xv
y XVI.
En cuanto a1 archipiélago de Madeira, e1 problema se presenta más
difícil, una vez que Ias versiones son tantas cuantos los cronistas que
con tal propósito escribieron. En Francisco Alcoforado", João de
Barros", Antonio G a l v ã o 2 ~Valentín Fernandes", Jerónimo Dias Lei-
tez6y Gaspar Frutuoso aparecen diferentes interpretaciones de1 acon-

" G . E'rutuoso, up. c i t , lib. 111, N g VI.


'' aA r e l a ~ ã od r . r en Arquivo Ifiriórico da Marinha, vol. 1, 1963, pp. 317~329.
'' Aria, décado primeira, Lisboa, 1988, lib. 1, c a p s 11 y 111.
" Tratado dos Dercubrkrntoi, Barcelos, 1987.
" O manuscrito de Viilrntim Femandcs, Lisboa. 1910, pp. 97-131
"' Drrcobrrmento da ilha de Madeira e Diicurro da vido e tedor doi capitãrr da dita
iihn, Coimbra, 1947.
tecimiento con diversos protagonistas. Aqui e1 hecho más sobresaliente
es e1 relato de Ia aventura de Robert Machim, presentado en diferentes
versiones. Peso veamos, aunque someramente, Ia forma en que e1 pro-
blema ha sido abordado por 10s cronistas y Ia historiografía.
Todos 10s autores referidos son unánimes en considerar Ia pobla-
ción de Madeira como obra portuguesa, teniendo como dirigente a1 in-
fante don Henrique, apoyado por Joáo Gonçalves Zarco, con o sin la
cnlaboración de Tristão Vaz. La polémica tiene lugar en cuanto a la fe-
cha de1 descubrimiento y a su autoría. Para unos, Ias islas fueron des-
cubiertas por portugueses: João Gonçalves Zarco con Tristão Vaz, o en
todo caso Afonso Fernandes. Para otros fue una iniciativa de extranje-
ros: castellanos en Puerto Santo e ingleses en Madeira. De acuerdo con
esto podemos definir cuatro versiones coetáneas, que servirán de base
a Ia historiografía de 10s siglos XIX y m.
1. La relación de Francisco Alcoforado atribuye e1 descubrimien-
to de la isla a1 inglés Roberto Machim y e1 reconocimiento v ocupación
a 10s marineros de1 infante.
2. La relación de Diogo Gomes considera el hecho como inicia-
tiva de1 piloto portugués Afonso Fernandes, rnanteniendo e1 poblamien-
to como una tarea henriquina.
3. Gomes Eanes de Zurara, en la crónica, atribnye a João Gonqal-
ves Zarco y Tristão Vaz Ia triple misión de hallazgo, reconocimiento
y ocupación.
4. Cadamosto prefiere dejar vaga Ia reterencia a Ia autoría, siendo
concreto sólo en cuanto a 10s ~obladorcs.
A partir de esta información, consignada c.n 10s textos de 10s cro-
nistas contemporáneos o casi contemporáneos, encontró la historiogra-
fia 10s medios para fundamentar Ia tesis de1 descubrimiento de1 archi-
~iélago.Desde e1 primes estudio de Alvaro Rodrigues de Azevedo
(1873) hasta las más recientes publicaciones podemos establccer dos
maneras de encarar Ia cuestión. Para unos, e1 descubrimiento habria su-
cedido en e1 siglo xiv, como resultado de Ias expçdiciones portuguesas
a las Canarias, siendo prueba de esto 10s portulanos y cartas de la épo-
ca, o la aventura de Roberto Machim. Mientras otros, basándose en 10s
textos de Zurara, João de Barros y Gaspar Frutuoso, afirman que e1 des-
cubrimiento tuvo lugar ç n el siglo xv por iniciativa de João Gon~alves
Zarcn y Tristãu Vaz.
42 I'urtugal y las islas Se1 Atlúntico

Extranamente, en 10s documentos dc la Cancilleria real aquellos


que Ia tradición apunta como 10s descubridores de Ias islas no son men-
cionados como tales sino como pobladores. Además, e1 infante don Hen-
rique, en carta de1 18 de septiembre de 146OX, se referia a Madeira
como isla que Knuevamente encontré», mientras João 11, en otra carta
de1 8 de mayo de 1493 ", refiere que Ia misma había sido ~descubierta
y ocupada» por su bisabuelo.
Conjugadas estas informaciones con Ias anteriormente referidas, Ia
conclusión más plausible para e1 caso de Madeira y de las Azores es que
su descubrimiento es anterior a Ia presencia de los portugueses, que sur-
gen como redescubridores y pobladores dc este nuevo espacio. Los abor-
dajes anteriores no fueron suficientes para atribuirles cl valor real que
les estaba resewado en e1 sigl« xv. Desde entonces, Ias islas se confir-
maron como protagonistas activas en e1 comercio con el Nuevo Mundo.
Madeira file durante mucho tiempo un piierto necesario para Ias nave-
gaciones a 10 largo d e Ia costa africana, mientras Ias Azores mantuvie-
ron idéntica misión en 10s viajes hacia occidente y en e1 regreso de los
viajes exploradores de Ia costa africana y de Ias grandes rutas oceánicas.
De acuerdo con ZuraraZ9,Madeira emerge, a partir de 1445, como e1
principal puerto de escala para Ias navegaciones a 10 largo de la costa
occidental africana. E1 rápido resurgir económico de Ia ida, asociado a
Ias ya referidas dificultades encontra<iiis en las Canarias, así lo deter-
minaron. Los excedentes agrícolas que Ia isla producía eran suficientes
para abastecer a Ias carabelas xhenriquinasn de bizcocho, vino y demás
víveres frescos. Madeira fue por algun tiempo escala obligada de 10s via-
jes portugueses en el Atlantico, siendo una prueba de esto el paso por
Ia isla de Cadamosto, a mediados de1 siglo xv. A partir de1 siglo si-
guiente c1 archipiélago madeirense pcrdçrá esta función en favor de
Cabo Verde o de Ias Canarias. por lo que la referencia en Ias rutas será
ucasional. Desde entonces, Ia escala rnadeirense só10 se justificará por
Ia necesidad de aprovisiooamiento de vino, pues 10s vientos de nordeste
y sudeste Ia dificultaban. Como ccinsecuencia de estas circunstancias,

,I/ionumrntu ile>iriiina, vol. X111, n 1 9 3 . &>i>.


1-17-349.
h. Rodriguc\ de Azevedo, «Nota\* L.II Sli~idiidcrda l i r r d , 17unchal, 1873, pp.
675-67;.
Madeira se afianzó como lugar imporvantc en Ias navegaciones y des-
cubrimientos en e1 Atlántico oriental. El rápido surgir de Ia desenvol~
tura económica y e1 interés d e 10s principales pobladores en dar conti-
nuidad a Ia empresa de reconocimiento de1 Atlántico reforzaron Ia po-
sición de Ia isla destacando 10s servicios prestados por los madeirenses.
Para Ia aristocracia naciente e1 empeno rn Ias accioncs marítimas
y bélicas fue al mismn tiempo una forma de homenaje a1 monarca o se-
norío y de adquisición de beneméritos o encomiendas. Tales condicio-
nantes atrajeron a todos 10s madeirenses, sin exclusión de edad. En
1445 Fernáo Tavares, de edad avanzada, participó en una de Ias expe-
diciones, siendo armado caballero en Cabo Resgate. Zurara '" confirma
Ia situación, destacando que Ia presencia de 10s madeirenses en 10s via-
jes «henriquinos» se orientó por 10s principias y tradiciones dc Ia ca-
ballería medieval, teniendo como objetivo primordial servir a su amo,
el infante don Henrique. A esta acción sc unieron los elementos más
influyentes de Ias casas de 10s capitanes de Funchal y Machico, que en-
tre 1445 v 1460 fueron bastante destacadas.
Pero los caballeros madeirenses no sc preocuparon por 10s viajes
africanos, pues también se vieron implicados rn diversas batallas de de-
fensa de las plazas marroquíes y después çn la búsqueda de mar y tierra
desconocidos para Occidente, a partir de ias Azores. En cuanto a Ias
plazas africanas, más alla de este apoyo bélico hay que destacar Ia
presencia siempre constante de Ia isla, abasteciendo de materiales de
construcción v dc cereales a Ias fortalezas o costeando 10s gastos.

A partir de1 reconocimiento de Ias islas ;izorianas en Ia década de


10s veinte de1 siglo xc,, Ias posibilidades de rrgreso a lo largo de Ias ex-
pediciones africanas 1, e1 avance hacia el occidente fueron una realidad.
Los testimonios de Ia existencia de tierra má\ allá de Ia línea de1 hori-
zonte occidental de Ias islas comenzaron a surgir con freciiencia en Ias
regiones azorianas y madeirenses: pedazos d r madera, cadáveres, ca-

" Op. ril, c a p h LXVIII, LXX, I.XXV. L?00(\'11


44 I'ortugul y las zsldi dr.1 /ltlaniico
46 Portugal y las islas drl Atlántico

dor de un sastre, mientras e1 otro, Guirarte, es presentado en la tasa-


ción de1 azúcar de 1498 como propietario de canaverales en Ias zonas
interiores.
Entre tanto, en 10s anos de 1491 y 1492 Pedro Barcelos y João Fer-
nandes e1 Labrador habrían partido hacia allá al servicio de1 rey portu-
gués, resultando d e eUo e1 descubrimiento de Ia tierra a la que se llamó
de1 Labrador. La prueba de esto es presentada en un documento de
1511, donde e1 mismo es citado a1 servicio de 10s ingleses de Bristol.
E n una carta de Lázaro Luis de 1563 encontramos esta sugestiva ins-
cripción: «La Tierra de1 Labrador que desrubrió Joam Alvares~.

La entusiasta adhesión de azorianos y madeirenses en busca de Ias


tierras occidentales despertó e1 interés de Colón cuando fijó su residen-
cia en Madeira y en Porto Santo, 10 que vino a contribuir a la defini-
ción y madurez de1 plan de alcanzar la India por esta via.
Colón Sue en verdad e1 hombre de Ias islas, pues durante sus cin-
cuenta anos de vida recorrió muchisimas en e1 Mediterráneo y e1
Atlántico. En este último océano estuvo a1 norte, en Islandia, y a1 sur,
descubriendo el espacio oceánico y Ias idas de Ia costa oriental (Ma-
deira, Canarias, Cabo Verde y Azores) y occidental (Antillas). Su pre-
sencia en este grupo se inicia en Ia década de los setenta de1 siglo mr
en Madeira. Aqui arribó el navegante en calidad de mercader de azúcar
y de aqui salió como un marinero empenado rn e1 descubrimiento de
las tierras occidentales.
El primer viaje tuvo lugar en e1 verano de 1478, cuando vino por
orden de Paolo di Negro para conducir a Gbnova y entregar a Ludovico
Centurione dos mil cuatrocientas arrobas de azúcar. La isla, sus gentes
y productos no le eran extrafios, una vez que en su tierra oyera hablar
ya de ella como la tierra de1 pastel (hierba pastel) y de1 azúcar. Por otro
lado, a1 pisar e1 suelo madeirense no se sentiria só10 ya que contaria con
la presencia de compatriotas suyos, que allí se habían asentado, atraídos
por e1 comercio de1 azúcar. Nótese que es precisamente a partir de Ia
década de 10s setenta cuando se identifica a algunos italianos en Ma-
deira: Francisco Calvo, Baptista Lomelino, y Antonio Spinola, después
Juan Antonio Cesare y Jerónimo Cernigi. Muchos de ellos fijaron mo-
La revelación de1 océano 47

rada en Ia isla y, merced a Ia relación matrimonial con Ias doncellas de


Ias principales familias, adquirieron una posición relevante en Ia socie-
dad y economia madeirenses.
En 1479 Colón estaba de nuevo en Lisboa, manteniendo vivo el
interés por e1 archipiélago, lo que le Ilevó a casarse con Filipa de Mo-
niz, hija de Bartolomeu Perestrelo, capitán de la donación en la isla de
Porto Santo, también de origen italiano. El casamiento se celebró, se-
gún Bartolomé de Las Casas, en Lisboa a finales de 1479; después e1
matrimonio vendría a residir a Porto Santo y Madeira, donde nació su
único hijo, Diogo. Esta permanencia, aunque temporal, en Ias dos islas
le procuró el conocimiento de Ias técnicas de navegación usadas por 10s
portugueses, Ia posibilidad de participar en algunas expediciones a Ia
costa de Guinea y le abrió Ias puertas a 10s secretos, guardados en Ia
memoria de intrépidos navegantes insulares, sobre Ia existencia de
tierras a occidente. Hernando Colón y Bartolomé de Las Casas insisten
en que fue a partir de Ia estancia en Madeira cuando é1 mismo definió
e1 plan de viaje, con base en 10s escritos y cartas marinas que recibió
de Ias manos de su suegra.
Colón oyó historias y relatos de 10s aventureros madeirenses, sién-
dole facilitadas Ias pruebas materiales de Ia existencia de Ias tierras a
través de Los destrozos traídos por Ias corrientes marinas. De este modo,
a su salida Ilevaba consigo Ia firme certeza de Ia existencia próxima de
Ias regiones occidentales. La isla y sus gentes se quedaron en su cora-
zón y nunca más 10s olvidó. Su gratitud quedó expresa en 1498 con su
paso, en el tercer viaje, por Porto Santo y Madeira, donde, según Bar-
tolomé de Las Casas, fue objeto de una apoteósica recepción.
En este tercer viaje, Colón se detuvo por algún tiempo en Ias islas
orientales: primero Madeira y Porto Santo, después Gran Canaria y La
Gomera y, finalmente, Ias islas de Ia Sal, Boavista y Santiago. El obje-
tivo de1 paso por Cabo Verde era claro: alcanzar un paralelo más al sur
con Ia intención de encontrar Ia ruta adecuada para e1 encuentro de Ci-
pango y, a1 mismo tiempo, cargar ganado vacuno para su isla Hispaniola.
Si de estas islas Colón guardaba gratos recuerdos 10 mismo no
se podrá decir de Ias Azores, donde arribó en 1493 en el regreso de1
primer viaje. Después de una violenta tempestad de Ia que fue victi-
ma, Ia noticia de tierra firme, Ia isla d e Santa Maria, seria un buen pre-
sagio, si se le acogiese de buen grado, pero no fue eso lo que sucedió.
El, considerado primero corsario y despues, por e1 uso de Ia ban-
48 Portugal y Ia.r islas ilrl Atlántico

dera casteliana, un intmso en 10s mares portugueses, fue mal recibido en


tierra por e1 capitán João de Castanheria. Tal vez por eso mismo en 10s
tres viajes que siguieron e1 navegante nunca más arribó a las Azores, pa-
sando siempre de largo. Pero este primer viaje tuvo e1 mérito de trazar
e1 rumbo de Ias rutas de comercio de1 Nuevo Mundo, quedando Angra,
según Gaspar Frutuoso, como Ia «escala de1 mar a poniente».

E n tanto proseguia con rapidez Ia valoración de 10s archipiélagos


de Madeira y Azores, continuaban 10s viajes de reconocimiento de Ia
costa africana que conducirían a su revelación total y de Ias islas veci-
nas. Varias fueron Ias dificultades que surgieron a lo largo de ese re-
corrido y que condicionaron 10s rumbos de reconocimiento de Ia costa:
primero e1 problema de1 regreso, merced a 10s alisios de1 nordeste y de
Ia corriente de Ias Canarias, después Ia superposición de1 interés co-
mercial a1 interés geográfico con el comercio de los esclavos, y, final-
mente, Ia muerte de1 infante don Henrique en noviembre de 1460,
considerado e1 principal artífice de 10s viajes. I:ue en este intervalo de
tiempo cuandu se descubrieron Ias islas de1 archipiélago de Arguim por
Nuno Tristao, Gonyalo de Sintra y Cadamosto en 10s anos de 1443 y
1444. De inmediato se estableció una factoría en Arguim (14551, que
se afianzó como un importante empariu para e1 comercio y ia navega-
ción en el área.
E1 descubrimiento portugués de Ias islas de Cabo Verde y São Tomé
tendrá lugar mucho más tarde, en un momento en que el pohlamiento
de Madeira estaba ya en una fase avanzada. Las islas de1 primer archi-
piélago son visitadas por 10s marineros de1 infante don Henrique, to-
davia en vida de éste, siendo el resultado dei avance de los viajes hacia
e1 sur. E1 reconocimiento de Cabo Verde (1444) y después de Ia costa
hasta Sierra Leona (1460) conduciría a1 cncuentro de Ias islas próximas
a Ia costa, que asumieron e1 nombre de1 cabo cn cuestión.
Para Ia historingrafía se depara además un dilema. ?A quién atri-
buir e1 descubrimiento de Ias islas y cuál es Ia fecha exacta para su de-
finición?
La revelación de1 ociiano 49

Confrontadas Ias fuentes narrativas se verifica Ia existencia de vo-


ces discordantes y la apropiación indebida, según algunos, por parte d e
Cadamosto de1 descubrimiento de Ias islas de Boavista y Santiago y
de Antonio da Noli, de Ias que Diogo Gomes se decia descubridor.
Aqui un breve paréntesis para decir que era común en Ia época atribuir
a aquellos que se decian descubridores de Ias idas su administración,
de ahi resultó Ia disputa por Ia prioridad de1 encuentro de Ias islas de
Cabo Verde. Pero ante esto surgen opiniones diversas en cuanto a Ia
autoria d e este hecho, apuntando unos Ia iniciativa de Vicente Dias, An-
tonio da Noli, Diogo Gomes o Cadamosto, y otros Ia asociación de Dio-
go Gomes y Antonio da Noli.
Diferente es, entretanto, Ia idea expresada en fuentes diplomáticas
que definen de modo preciso el nombre de1 descubridor. En carta regia
de1 19 de septiembre de 1462 se declaraba que Antonio da Noli habia
sido el descubridor de cinco islas -Santiago, Boavista, Maio, Sal y
Fogo-, todavia en vida de1 infante don Henrique, esto es antes de1 18
de noviembre de 1460. En otra carta de1 28 de octubre de 1462 se men-
ciona a Diogo Afonso como el descubridor de Ias demás islas de1 ar-
chipiélago, habiendo ocurrido Ia revelación e n esta fecha o e n época an-
terior. Este Diogo Afonso, escudero de1 infante don Fernando, era tam-
bién su contable en Ia isla de Madeira y uno de 10s muchos madeirenses
que se interesaron por el descubrimiento de Ia costa occidental africa-
na. Además de eso, deberá recordarse que el infante don Henrique en
el testamento de 28 de octubre de 1460, después de aludir a Ias islas
de1 archipiélago de Madeira, habla de «Guinca con sus idas», 10 que
deberá ser considerado una alusión segura a Ias islas orientales de Cabo
Verde, descubiertas ese afio por Antonio da Noli. Más tarde, el 3 de
diciembre, e1 rey donaba cinco de estas islas a1 infante don Fernando,
refiriendo que Ias mismas habían ya pertenecido al infante don Henri-
que. A ellas vinieron a juntarse Ias occidentales, por carta de1 19 de sep-
tiembre de 1462, 10 que prueba que habian sido descubiertas en el in-
tervalo de tiempo que media entre Ias dos donaciones por Diogo Afon-
so.
En Ia cartografia es patente Ia vinculaci6n de Ias islas a Antonio
da Noli, pues en un mapa de 1488-1493 aparece como descubridor, y
en otro de Juan de La Cosa de 1500 se hacc referencia a ellas como
Ias «islas de Antonio o de1 Cabo Verde*.
Tal como dijimos, Ia muerte de1 infante don Henrique condicionó
el ritmo de 10s viajes exploradores de Ia costa africana, que sólo Fueron
>O Portugal y Ias islris de1 Atlúntico

retomados en noviembre de 1469, como consecuencia de1 arrendamien-


to de1 comercio de1 área a Fernão Gomes. Una de Ias cláusulas de1 con-
trato obligaba al reconocimiento anual de una determinada área de cos-
ta. Fue precisamente en su curso cuando, entre 1470 y 1472, João de
Santarém y Pedro de Escobar descubrieron las islas de1 golfo de Gui-
nea. Primero São Tomé y Príncipe (a1 principio designada de Santo An-
tonio), después Fernando Póo y Annobón. El nombre de las dos últi-
mas es delatador de Ia autoria y fecha de1 descubridor. Las restantes
islas de1 Atlántico fueron descubiertas en e1 transcurso de 10s primeros
viajes hacia Ia India: João de Nova descubrió Trinidad (1501) y Santa
Elena (1502), mientras a Tristão de Cunha se debe e1 descubrimiento
en 1506 de1 archipiélago a1 que fue asignado su nombre.
1-P 160

1%
PORTO SANTO

OCE+A N O
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MADEIRA
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DESERTAS

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32O

Archipiélago de Madeira. -
u
I1
LA OCUPACIÓN DE LAS ISLAS

Madeira fue de todas Ias islas Ia primera eri merecer una ocupación
efectiva por parte de los colonos europeos. Por eso emerge en e1 con-
texto de1 espacio atlántico como un área pionera y después modelo de
10s procesos, técnicas y productos que sirvieron de referencia para Ia
afirmación portuguesa.
La colonización se inició a partir de 1420 y 10s primeros colo-
nos tuvieron a su disposición numerosas condiciones propicias para el
éxito de Ia iniciativa. Era una isla que estaba abandonada, abierta a
cualquier iniciativa de poblamiento, rica en maderas y agua y con
buenas ensenadas para su abordaje. No sucedia lo mismo en Ias Azo-
res o en Ias Canarias, Cabo Verde y São Tomé, donde surgieron nu-
merosas dificultades a1 establecimiento p;ninsular. En e1 primer caso,
fueron 10s seismos y volcanes los que hicieron huir a 10s primeros
colonos. En el segundo, Ia presencia de una población autóctona -10s
guanches- difícil de dominar, mientras en Ias últimas dos fueron Ias
condiciones inhóspitas de su clima las que dificultaron Ia presencia eu^
ropea.
Por todo esto, Madeira merece una referencia especial, dado que
sirvió de modelo para Ias demás actividades de ocupación Ilevadas a
cabo por portugueses y castellanos en el espacio atlántico.
Tal como aqui ya hemos referido, a pesar de Ia existencia de prue-
bas irrefutables sobre el conocimiento de Ias islas acá de1 Bojador desde
tiempos remotos, sólo a principios de1 siglo xv surgió Ia necesidad de
reconocerlas y ocuparlas. La coyuntura peninsular a Ia que se alia in-
evitablemente Ia disputa por Ia posesión de las Canarias condicionó Ia
inmediata apuesta portuguesa por Ia colonización de Madcira.
54 Portugal 31 lar islas de1 Atlántico

De acuerdo con 10s cronistas, e1 proceso tuvo varias fases. Zurara


nos refiere cuatro expediciones a partir de 1419 que condujeron al re-
descubrimiento, reconocimiento y ocupacibn por medio de1 envio de los
primeros colonos. Aqui se discute Ia fecha y e1 mando de Ias tareas de
poblamiento.
Los cronistas insisten en Ia activa intervención de1 infante don Hen-
rique, pero los documentos y el propio infante refieren algo diferente.
E1 infante afirma que só10 en 1425 participó en el proceso, mientras Ia
documentación establece e1 ano de 1413 como e1 inicio de su interven-
ción como senor de Ia isla, pasando a ser, según Joáo GonGalvesde Câ-
mara en 1511, un «huerto de1 sefior infante». Pero e1 propio Afonso V
declaraba en 1461 que João Gonçalves Zarco fue el primer poblador
enviado por e1 infante, lo que contradice Ia idea defendida por algunos
de que de Ia coordinación de esta tarea se ocupó e1 rey, por intermedio
de1 administrador de Ia hacienda, João Afonso. En concreto, apenas se
sabe si fue en el uso de 10s plenos poderes cuando el infante don Hen-
rique distrihuyó, a partir de 1440, Ias tierras de1 archipiélago entre aque-
110s que habían procedido a su reconocimiento, y que serian sus capi-
tanes.
Dicen los cronistas que Ia ocupación de Ias idas de Madeira y de
Porto Santo tuvo lugar en e1 verano de 1420 y que los promotores
de Ia iniciativa (João Gonçalves Zarco, Tristáo Vaz Teixeira y Bartolo-
meu Perestrelo) se hicieron acompafiar de hombres, productos e ins-
trumentos necesarios para lanzar Ia simiente europea. Esta era la ter-
cera de un conjunto de expediciones realizadas al archipiélago en los
dos anos que antccedieron.
Con Ia distribución de Ias tierras por Ios tres pobladores, Ias islas
de Porto Santo y Madeira quedaron divididas en tres capitanias. Porto
Santo, por ser una isla pequefia, quedó entregada en su totalidad a Bar-
tolomeu Perestrelo, mientras Madeira fue separada en dos por una se-
paración en línea diagonal entre Ponta da Oliveira y la de Tristão. La
vertiente meridional, dominada por Funchal, quedó casi toda en poder
de João GonGalvesZarco, mientras Ia restante área dominada por Ia cos-
ta norte quedó para Tristào Vaz.
Si en e1 caso de Porto Santo surgierori problemas, primero con los
numerosos conejos, después con Ias condiciones poco propicias de1
medio, no sucedi6 lo mismo en Madeira, donde los primeros colonos
La ocupaczón de lus isI<is 55

encontraron todos 10s medios necesarios para e1 establecimiento. De


acuerdo con Gaspar Frutuoso I , la isla de Porto Santo era «pequena,
pero fresca [...I; no tiene buenas aguas por ser seca y de poco arbola-
do» mientras Madeira ero 10 inverso, siendo caracterizada por Ia «fer-
tilidad y frescura [...I y de muchas riberas y fuentes de agua». De este
modo, la ocupación, iniciada en Ias áreas de Funchal y Machico, se ex-
tendió rápidamente a toda Ia costa meridional, llevando a Ia creación
de otras regiones en Santa Cruz, Câmara dc Lobos, Ribeira Brava, Pon-
ta do Sol y Calheta.
La orografía de Ia isla condicionó Ia forma de poblamiento, mien-
tras la elevada fertilidad de1 sue10 y Ia presión de1 movimiento demo-
gráfico determinaron la rapidez de1 proceso. A 10s primeros obreros y
canteros se siguieron diversos grupos de algunos hombres libres y Ia ne-
cesidad de buscar esclavos en la costa africana.
De entre e1 grupo de pobladores mereccn referencia 10s treinta y
seis hombres de Ia casa de1 mismo infante, en su mayoría escuderos o
criadas, que adquirieron una posición relevante en Ia estructura admi-
nistrativa y fondiaria. Pertenecían al numeroso grupo de segundones
de1 reino o a Ia pequena aristocracia, todos en busca de títulos y tierras,
lo que podria estar en el origen de Ia actitud de Joao Gonçalves Zarco
a1 solicitar a1 rey cuntro varones de categoria para casar con sus hijas.
El rey accedió con el envio de García Homeni de Sousa, Diogo Afonso
de Aguiar y Martim Mendes Vasconcelos. En una lista de 10s hombres
justos de Ia capitania de Funchal, elaborada en 1471, se cuentan só10
un 10 por ciento de caballeros y un 5 por ciento de bidalgos. Pero, a
partir de entonces, cl número aumentó merced a 10s títulos, conquis-
tados con Ia participación en la defensa de Ias plazas marroquíes y de
reconocimiento de Ia costa africana, y a1 ennoblecimiento por la inter-
vención en Ia estructura administrativa y en Ia economia azucarera.
Todo esto condicionó el fuerte impacto de Ia corriente inmigratoria
que repercutió de forma evidente en cl movimiento demográfico de Ia
isla. Asi, de 10s primeros cuarenta colonos que acompanaron a 10s ca-
pitanes se pasó a ciento cincuenta familias en la década de los cuarenta
y despuis a ochocientos en Ia inmcdiatamente posterior, alcanzándose
en 1514 una poblaciOn de cinco mil habitantes.

' G . Frutuosu, Sali<iddcs do Terra, iih. I. 1>1>. i 6 '. 84.


56 Portugal y las islus del Atlántico
E1 progreso de1 movimiento demográfico estuvo en relación con e1
nivel de desarrollo económico de Ia isla y se refleja en Ia estructura ins-
titucional. La creación de nuevos municipios. parroquias y Ia reforma
de1 sistema administrativo y fiscal fueron e1 resultado. Como corolario
tuvimos a nivel religioso el desmembramiento de Ias primeras parro-
quias con Ia aparición de nuevas: Santo Antonio, Câmara de Lobos, Ri-
beira Brava, Ponta d o Sol, Arco da Calheta y Santa Cruz. A nivel ad-
ministrativo, la situación repercutió en Ia aparición de 10s primeros jueces
pedáneos de Câmara de Lobos y Ribeira Brava y después 10s munici-
pios de Ponta do Sol y Calheta, respectivamente en 1501 y 1502.
En Ia capitania de Funchal es evidente el progreso socioeconómico
de las áreas limitrofes además de Ia ocupación, donde se crearon des-
pués 10s primeros municipios. En un listado de 10s hombres justos de1
municipio de Funchal hecho en 1496 tenemos un grupo importante de
gentes de Câmara de Lobos, Ponta do Sol y Calheta. Fue, ciertamente,
la presión de éstos 10 que Ilevó a la aparición de nuevos municipios.
Entre tanto, en Ia capitania de Machico e1 progreso no fue tan evi-
dente porque e1 medio no ofrecia las mismas condiciones en términos
de contactos y economia agrícola. De este modo, só10 Ia localidad de
Santa Cruz fue una excepción, disputando algunas veces Ia primacia a
Machico. De ahí resultó Ia creación de Ia villa en 1515. Inserta en el
perímetro de esta capitania estaba toda Ia costa none que, por las di-
ficultades de acceso, fue motivo de una colonización tardia y lenta. Esto
contrastaba con Ia de Funchal, donde e1 progreso se daba a un ritmo
galopante, 10 que motivó en 1508 Ia elevación a ciudad. Esta actitud
de la corona es justificada por e1 elevado número de hidalgos y caba-
Ileros que allí vivian y e1 importante movimiento comercial de1 puerto '.
E1 progreso de la colonización de Ia isla es también visible en Ia
administración religiosa, reflejándose en Ias mudanzas a1 régimen de
congruas. Aqui, una vez más, es evidente Ia supremacia de Ia vertiente
sur de Ia capitania de Funchal. De 10s cuarenta y dos distritos creados
en Madeira en 10s tres primeros siglos de ocupación, veinticinco perte-
necian a la capitania de Funchal y 10s restantes a la de Machico. Los
últimos surgen con mayor incidencia en <:I siglo m, momento en que

Arquivo Regional <Ia Madeira, Câmara Muiiicipiil du Fumhal, t. I. fuls.


278v."~279.
58 Portugal y /as d a s de1 Atlántico

se tiene noticia de otras trece nuevas parroquias. En Funchal, el perio-


do que transcurre a partir de mediados de1 siglo XVI fue marcado por
e1 incremento de nuevos distritos con particular relieve para el área que
envuelve Ia ciudad de Funchal.
La dimensión asumida por estos distritos podrá ser verificada a tra-
vés de1 valor de Ias congruas y de los consecuentes edictos de mejora.
En e1 período de 1572 a 1591, por 10s edictos en ciiestión, se concluye
que 10s distritos con menor número de hogares, inferiores a cien, es-
taban localizados en el área de Ia capitania de Machico, mientras 10s
de Funchal rondarían en su mayoria valores superiores. E1 censo de
1598 ' 10 esclarece con mayor exactitud. Los ocho distritos de Ia ciudad
de Funchal aparecen con más de dos tercios de1 total. En toda Ia costa
norte entre Porto Moniz y Porto da Cruz este valor no alcanza en am-
bos casos ei 10 por ciento.
Lo mismo se podrá decir de1 impacto de esta realidad en cuanto
a la estructura institucional, cuyas alteraciones fueron en el sentido
de adaptarla a Ia nueva realidad. Aqui mcrecen referencia Ias iniciati-
vas de Ia infanta dona Beatriz, con Ia creación de una aduana en cada
sede de capitania, y, después de don Manuel, a partir de 1486. En am-
bos casos Ias medidas establecidas favorecieron a Ia villa de Funchal,
dando un implulso decisivo a su afirmación como principal puerto dc
Ia isla.
Si es cierto que Ia colonización de Madeira se concrçt6 con una
rapidez inaudita, lo mismo no se podra decir de Ias demás islas portu-
guesas de1 Atlántico. Dificultades de variada índole hicieron que e1 pro-
ceso fuese lento y que en algunos casos. como Cabo Verde, solo se c o n ~
cretase en pleno siglo xuc. En Madeira todas Ias condiciones eran pro-
picias al rápido crecimiento de Ia población. Estábarnos ante dos islas,
de clima suave y que disponían de 10s niedios indispensahles para el e s ~
tablecimiento de colonos. A Ia inversa, en Ias Azores o en Cabo Verde
Ia proliferación de islas con características distintas y Ias dificultades re-
sultantes de su ecosistema fueron una traba.
En las Azores el infante don Henrique ordenb en 1439 a Gonçalo
Velho que iniciase Ia colonización de Ias islas de San Miguel v Santa
Maria, mandando soltar ganado bravio en dichas islas. Pero esta inicia-
tiva no surtió efecto, por 10 que diez anos más tarde se repitió Ia rnisma

' Arquivo Hlrtdnru do Madeiro, vol. 11. l:unchal, 1932.


La ocupación de las islus 59

r CORVO
OCERNO
BRIICIOSa
C, 3so-
TERCEIRA

PICO

sáa rniou~~-*

ATLA'N T I C O

SANTA HARY

51 w mo 21P ea"
Archipiélago de Ias Azores.
orden. Las cartas de donación de Ias capitanias de Ias islas nos aclaran
que e1 efectivo poblamiento tuvo lugar en Ia década de 10s sesenta o
setenta, siendo el resultado de Ia presencia de flamencos en Faial y de
madeirenses en São Miguel. Las islas más occidentales -Corvo y Flo-
res- se encontraban en 1507, según Valentim Fernandes, sin poblar.
Tales dificultades resultaron, fundamentalmente, de1 hecho de es-
tar en las islas activos 10s fenómenos volcánicos y de estar sujetas a asi-
duos terremotos. En San Miguel se habla de erupciones en los anos de
1444 y 1445, a las que se sucedieron Ias de 1563 en Pico Sapateiro y
1630 en Ias Furnas. En cuanto a Ias demás islas, tenemos idénticas si-
tuaciones en São Roque do Pico (1562), en S i o Jorge (1580) y en Faial
(1672). En Ias dos últimas 10s efectos fueron desvastadores: en São Jor-
ge se perdieron cuatro mil cabezas de ganaclo y quinientas pipas de
vino, en tanto que en Faial e1 fenómeno pruvocó un primer movimiento
emigratorio hacia el Brasil.
La infanta dona Beatriz, a1 confirmar en 1474 Ia compra de Ia ca-
pitania de la isla de São Miguel por Rui C;»nçalves da Câmara refiere
que Ia «citada isla desde e1 comienzo de su poblamiento hasta la pre-
sente fue muy mal aprovechada y pobladan. Iln verdad fue este segun-
60 Portugal y Ias das de1 Atlúntico

dón de1 capitán de Funchal quien dio el arranque definitivo al pobla-


rniento de la isla, fijando su residencia en Vila Franca do Campo, don-
de estuvo hasta que fue enterrada por un terremoto en 1522. Para esa
necesaria valorización de1 suelo azoriano contó con Ia presencia de mu-
chos madeirenses, ya habituados a este tipo de tareas. Nadie mejor que
é1 tenía los ingredientes necesarios para hacer brotar de esta tierra vir-
gen 10s cultivos más comunes de la época. La administración de su ha-
cienda en Ia Lombada da Ponta do Sol. que acababa de arrendar a João
Esmeraldo, servia de escuela. A su muerte en 1497 el capitán dejaba
abiertos varios frentes de labranza N o r d e s t e , Agua de Pau, Ribeira
Grande, Ponta Delgada y Lagoa-, que en los veinticinco anos siguien-
tes vendrian a adquirir e1 estatuto de villas, y una de ellas, e1 de ciudad
en 1546. La ascensión de Ponta Delgada fue rápida y se hizo a costa
de1 abandono de Vila Franca d o Campo tras catástrofes como la de
1522. El primer asentamiento de colonos data de 1499, pero ocho anos
después esta localidad era ya villa y bastaron otros treinta y nueve anos
para que se convirtiera en ciudad. Gaspar Frutuoso lo definió de forma
resumida: sprimero fue tan solitario como anorado lugar y pobre aldea,
y después pequena villa, la que ahora es grande, rica, fuertc y tan afa-
mada ciudadn. Y, después, concluye

Ia que antes era sujeta y sufragãnea dr otra villa es en el presente casi


seriora, a Ia que van a obedecer todas Ias villas r! lugares de toda esta
isla4.Todo esto resultó de1 hecho de ser grande y cn ella haber más
gente que en todas Ias otras villas y por estar en ella los cargadores
Ia mayor parte de1 ano y hacer allí el cargamento de los pastos y criar-
se el ganado cn Ias otras villas más qiir rn esa por ser casi toda tierra
aprovechada de pasto y tierras de pan ... '.

La isla de São Miguel, después de un período de dificultades, aca-


bó por conquistar un lugar cumbre en Ia economia de1 archipiélago azo-
riano. Fueron creados seis municipios que senrían a treinta y dos parro-
quias guarnecidas de noventa clérigos. La isla aparecia a finales de1
siglo XVI con 5.587 hogares (39 %) y 20.377 almas de confesión (36 %),
siendo de destacar Ia ciudad de Ponta Delgada y Ia villa de Ribeira

G. Frutuoso, Seudoder da Terrii, lib. IV. vi,I. 11, 1924, p 302


Arquivo dor A<OI<T,N,p. 55.
Lu ocupación de las isla 61

Grande. Vila Franca do Campo, Ia primera capital y más importante vi-


lla hasta 1522, surge ahora en tercer lugar.
En Terceira el arranque definitivo de poblamiento tuvo lugar en la
misma década con Ia división de Ia isla en dos capitanias (Praia y An-
gra). El rápido incremento poblacional está expresado en Ia creación de
una tercera villa en São Sebastião (1503) y en Ia elevación de Angra a
ciudad en 1533. De este modo, esta isla fue apenas tercera de nombre,
puesto que en importancia económica y social acabó por ocupar un lu-
gar cumbre. En las veinte parroquias, servidas por ciento cuatro cléri-
gos, se contaba, a finales de1 siglo xvi, con 4.970 hogares y cerca de
21.371 vecinos. También la ciudad de Angra adquirió un papel domi-
nante en Ia relación interna y externa de Ia isla.
El proceso de ocnpación de Ias islas menores no fue idéntico a Ias
dos anteriores, que en lo global representaban cerca de 10s tres cuartos
de Ia población total de1 archipiélago; fue lento y sólo se consiguió afian-
zar por completo a partir de Ia primera mitad de1 siglo XVI. Aqui po-
demos destacar Ias de Faial y Pico por el volumen poblacional que
adauirieron.
A otro nivel podemos hablar de Sáo Jotgc, una pequena y acciden-
tada isla, donde Ia estructura administrativa y religiosa fue enriquecida
debido a Ias dificultades de contacto entre los varios núcleos de pobla-
ción. Para apenas 2.269 vecinos tenemos tres municipios y siete parro-
quias, número excesivo comparado con I:aial. Sáo Miguel y Terceira.
En esta isla el poblamiento, merced a Ia configuración de1 suelo, tuvo
lugar a partir de tres núcleos de1 litoral, Ias frajás (primero Velas, des-
pués Topo y Calheta), que asumieron Ia categoria de villas. Aqui los co-
lonos disponían de una pequena bahía de acceso a1 mar, agua, ticrra y
vegetación adecuada entre 10s acantilados.
En Ias demás islas Ia colonización fue lenta y tampoco gozaron de
un idéntico progreso social e institucional. En tanto Ia isla de Faial per-
maneció como una viiia, en las de Graciosa y Pico surgieron dos nuevas
villas en Ia década de 10s cuarenta de1 siglo xvi: Sáo Roque en Pico
(1542) y Praia en Graciosa (1546). La creación se rigió única y exclu-
sivamente por Ia dispersión geográfica de 10s núcleos dc población, que
hacia aumentar Ia distancia a Ia sede de1 mutiicipio.
En las islas más occidentales, Flores y Corvo, Ia presencia de co-
lonos es tardia, teniendo lugar só10 en el si& 171.Y en e1 caso de Corvo
62 Portugal y las zslas del Atlántico

sólo a partir de mediados de siglo con esclavos de1 capitán de Flores,


Gonçalo de Sousa.
Las dificultades en el redutamiento de Ia población azoriana se pro-
ducen en e1 sido xv, puesto que en e1 siguiente fue fácil encontrar colonos,
incrementándose rápidamente Ia población, de 10 cual tenemos testimonio
gracias a1 texto de Gaspar Fmtuoso y a 10s censos de crecimiento de Ias
congmas en 10s siglos XVI y m. Como a i c d t a d se presentaban Ias epi-
demias y Ias calamidades: Ia peste de 1523 a 1531 en Ribeira Grande y
Ponta Delgada y por fm e1 diluvio sobre Vila Franca do Campo (15221,
que causaria más de 5.000 víctimas entre 10s micailenses. Nótese que la
peste afectó también a Faial, Pico, São Jorge y Terceira en 1599, de 10
que resultaron cerca de mil muertos sólo en Ia última ida.
Peor fue lo que sucedió en Cabo Verde, São Tomé y Príncipe, don-
de e1 establecimiento de colonos fue perjudicado por Ias condiciones di-
fíciles de1 clima. En realidad e1 clima se presentó como Ia principal tra-
ba a Ia instalación de colonos europeos, atrasando e1 proceso de pobla-
miento y valorización económica. Son numerosos 10s testimonios que
denuncian Ias dificultades alli sentidas por 10s europeos.
De acuerdo con Valentim Fernandes
estas islas [Cabo Verde1 eran primero tan sanas que Ias gentes que
alli iban sanaban. Pero ahora [en 15061 son tan enfermizas que Ia gen-
te sana enferma. Creo que después dç que 10s negros Ilegaron a ellas
corrompieron e1 aire como en su tieria, que es enfermiza
Opinión diferente era Ia de Gaspar Frutuoso, a finales de1 siglo
XVi, quien afirma perentoriamente:

todas Ias islas son rnuy sanas y tienen muchos aires frescos de1 norte
y nordeste [...I y para concluir toda Ia infamia de que ellas fueran dé-
biles y muy enfermas es falsa, porque 10s hombres, exentos de comer
y beber, teniendo castidad, viven mucho en ellas y, siendo lujuriosos,
mueren a causa de diarreas y de sangre '.

Pero 10s que vivían allí atestiguan Ias palabras de Valentim Fernan-
des, e, infinitas veces, dieron conocimiento a1 rey de1 hecho. Son prueba
La ocupación de las islas 63

de ello 10s testimonios de don João de Castro en 1545 y de 10s jesuitas


que fueron enviados entre 1607 y 1609. Por otro lado, 10s hechos que
ilustr~nesta realidad se reflejan en Ia elevada mortalidad de 10s fun-
cionarios reales alli enviados. De ahí resultó, en cierta medida, Ia anar-
quia reinante en e1 archipiélago, con Ia necesidad de sustitución casi per-
manente de 10s funcionarios, por abandono de1 cargo o muerte. Para
favorecer Ia presencia de nuevos pobladores, la corona incitaba con un
sueldo doble en relación a1 de1 reino y Ias posibilidades de comercio en
Ia costa africana.
Pero abajo, en plena región ecuatoriai, estaba e1 archipiélago de
São Tomé y alli Ias condiciones de supervivencia eran extremadamente
limitadas. La situación está descrita en el testamento de Alvaro Camin-
ha (14991, en una carta de1 corregidor de la isla en 1517 y en una con-
sulta de Ia Mesa de Ia Conciencia y Ordenes de 1597. En Ia última se
atribuye Ia dificultad de manutención de1 clero en Ia isla a1 hecho «de
Ia tierra ser muy enferma y sujeta a plagas de mosquitos, que son mu-
chos y muy nocivos»'. Más tarde, en 1571, el obispo aludia a las con-
diciones de insalubridad de Ia tierra como Ia principal causa de1 absen-
tismo de sus predecesores en e1 cargo q .
Fueron numerosos 10s portugueses que perecieron bajo e1 calor
tórrido, siendo de citar e1 caso de 10s dos mil jóvenes judios que alli
fueron enviados en compafiía de Alvaro Caminha en 1493, de 10s que
só10 sobrevivían seiscientos, pasados apenas seis anos. En Ias mismas
condiciones estuvieron 10s funcionarios reales, 10s padres de Ia Com-
paÍíía de Jesús y los mercaderes que morían en e1 ejercicio de sus fun-
ciones, quedando 10s bienes para e1 saqueo de 10s que sobrevivían. De
este modo, a partir de 1497 Ia corona procurd moralizar esa situación.
Primero en Santiago se creó e1 cargo de administrador y recibidor de
10s bienes de 10s difuntos ' O . Después, en 1519, se dio una regulación
a1 tesorero general de 10s difuntos, donde se determinaba, entre otras
cosas, que 10s capitanes y oficiales reales no estaban autorizados a que-
darse con 10s bienes, que revertirían en pagar Ia libertad de 10s cautivos
o en e1 hospital de Santiago, creado en 1497 ' I . A Ia par de eso, e1 rey

" Monumenta Mirironóriii Africanii, 111, pp. 557-558


" Ibideni, 111, pp. 7 ~ 3 5 .
"' Ibidem, 1. pp. 377-392.
' Ibidem, 111, pp. 125-126.
64 Portugal y las zslas de1 Atlántzco

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Archipiélago d e Cabo Verde


nombró un proveedor de 10s difuntos para las islas d e Cabo Verde y
Sáo Tomé, que en 1549 se encontraba en funciones.
Ello demuestra Ias dificultades sentidas por 10s portugueses en Ia
colonización de estas islas. En relación a Cabo Verde só10 se avanzó
con e1 poblamiento de Ias idas de Santiago y Fogo, quedando Ias res-
tantes por algún tiempo como zona de pastos. En Santiago e1 proceso
se inició en 1462, habiéndose dividido para el efecto Ia isla en dos ca-
pitanias: una para dona Branca de Aguiar, con sede en Ribeira Grande,
y Ia otra para Diogo Afonso, con Ia capital en Alcatrazes.
E1 progreso de Ias islas es atestiguado en 1498 por Cristóbal Co-
lón, que por allí pasó con destino al Nuevo Mundo. E1 navegante co-
mienza por contestar a1 nombre atribuido a la isla, pues, como refiere,
«son tan secas que no vi cosa verde en ellas y toda Ia gente enferma ...»".
Después se refiere a su estancia en Boavista y Santiago. En Ia primera
isla da cuenta de1 elevado número de tortugas de que los portugueses

" ciimpietui Madrid. 1984, p. 241.


C. Vareln, Cristóbui CoIon Textos y d<i<iira~ni~i,
La ocupación de las 1.~1ilr 65

se servían para Ia cura de leprosos. Aqui encontró só10 seis o siete mo-
radores que tenían la función de matar las cabras, salar la carne y cue-
ros y enviados al reino. De entre éstos, menciona a Rodrigo Afonso,
escribano de Ia hacienda real, que le proporcionó el necesario abaste-
cimiento de carne y sal. Después estuvo en Santiago, con Ia intención
de recoger ganado vacuno para Ia Espanola; pero el calor tórrido mo-
lestó a su tripulación, viéndose forzado a seguir viaje antes de 10 pre-
visto.
Valentim Fernandes, nueve anos más tarde, alude a1 estado de ocu-
pación de Ia isla de Santiago, al enunciar que e s t á poblada con mucha
gente», y para Fogo dice só10 «con gente» 1. cn cuanto a Ias demás re-
sume al afirmar que estaban epobladas dc cabras y no de gente». Aun
así, e1 número de vecinos de ambas debia de ser reducido, pucs en un
inventario de L513 Ia principal villa (Ribeira Grande) es citada con ape-
nas 162 habitantes. Más tarde, en 1548, ésta la de Praia presentaban
1.200 moradores. Ambas con 10s demás núcleos de pohlación de San-
tiago y de Fogo aparecen en 1582 con 15.708 moradores I ' . En Ias dos
islas, si incluimos Ia creación de Ias parroquias. así como 10s censos de
crecimiento de los tributos de 10s vicarios, constataremos el progreso
de Ia población en e1 siglo m, en especial en cl último cuarto de siglo,
en que fueron creadas once parroquias, existicndo só10 dos en Fogo,
con más de mil doscientas almas de confesión
Después tuvo lugar Ia colonización dc Ias islas de Brava 11545) y
de Santo Antão (1548). Ile Ias restantes s6lo se sabe de algunos datos
sueltos de Ia población en fechas diversas: São Nicolau es resefiada en
1595 con sesenta almas de confesión, Boavistii recibia en 1677 el pri-
mer párroco, Maio se presentaba en 1699 con doscientos treinta habi-
tantes, mientras Sal dcbió ser ocupada en fecha incierta a finales de ese
siglo. Hasta Ia aparicidn de un párroco en Ias islas, lo que se concreta
en 1677 en Maio, Boavista y São Nicolau, ei servicio religioso era pres-
tado una vez a1 ano por un padre visitador.
En Santiago, en Ribeira Grande, por el hecho de desembocar allí
una ribera de abundante agua y una ensenada que favorecia e1 contacto
permanente con el mar, sirviendo de ebcala a Ias rutas de Ia India. se

' A. (:aireii-a. «A capivania das ilhas d r Cahu Vercii,» en Keviitii dc ilistória eco^
norriict~c Socidl. n: 19. 1987. [pp. 295~303.
I

5'-

G O L F O DE GUINEA

Islas de1 golfo de Gitinea


afianzó como Ia capital de1 archipiélago y sede de1 obispado en 1534. Pero
la «insalubridad dcl clima» llevó a Ia corc~naa determinar cn 1652 la trans-
ferencia dc Ia capital a Praia, donde dehcriiin residir e1 ohispo y el gober-
nador. Algo semejante succdib en la «tw capitania, dondr Ia villa de Al-
catrazes fue sustituidzi en 1516 por Santa Alaria da I'raia. en tanto que Ia
de Lapa, en Sâo Nicolao, fue traspiisada er 1693 a Ribeira Brava.
En São Tomc, Ia primera partida iie colnnos es de 1486. cuando
loáo de Paira se ofreci6 a ocuparia. usufriictuando 10s privilegias esta-
blecidos en cl fuero de 16 de diciembrc i c 1485. Después fue la vez
de Joâo Pcrcira en 1490, pero se piriisa ciuc Ia verdadera colonización
empezó en 1496 con Alvaro Caminha, con cl auxilio de los ireferidos
judíos y africanos Eri cuanto a Ia isla de1 Príncipe, este proceso se ini-
ció en 1500, despues de Ia concesi6n de1 fuero, por iniciativa de r2n-
tunio Carneiro. t<n Ias islas de Annoh6n 1. Fernando P h ,el proceso
fue más tardio, ci>n Ia dificultad en estii última de Ia presencia de afri-
canos. Es de cxtriinar e1 hccho de qiic fueia ocupada tardiamente, dado
que era Ia mayor de1 grupo y cstal~aser\~iclade una dcnsa floresta. La
presencia de pohlacion y ia situación marginal respecto de Ias riitas más
frecurntadas en 1'1 zona contribiiyernn ;I I:! pcrsistencia cle Ia situacibn.
En todas Ias islas Ias dificultades sentidas cn e1 momento de Ia ocu-
pación fueron numerosas, variando e1 grado a medida que se avanzaba
hacia occidente o hacia el sur. De este modo, Ia corona y cl sefiorío se
sintieron en Ia necesidad de incentivar Ia instalación de colonos: Ia en-
trega de tierras de sembrado, privilegios y cxenciones fiscales variadas,
y Ia salida forzosa con e1 destierro de los senienciados. Todo esto co-
menzó en Madeira extendiéndnse despuks a Ias islas restantes.
La cnncesión de tierras fue, a Ia par que los numerosos privilegios
fiscales, uno de los principales incentivos ;i Ia instalación de colonos,
incluso en áreas inhóspitas como Cabo Vcrdc y São Tome. La avidez
de tierras y títulos por parte de los segundones y de Ia pequena aris-
tocracia de1 reino contril>uyó a alimentar Ia diáspora.
Se sabe, de acuerdo con un apartado de una carta de Joao I inserta
en otra de 1493, que fue el rey quien reglamcntó la forma de entrega
de tierras de Madeira, que deberia ser hecha dç acuerdo con e1 estatuto
social de1 colono. Asi, los vecinos de tnás elcvada condición y posee~
dores de réditos las recibían sin ningún cargo. Los pobres 1 humildes
que vivian de su trabajo sólo tenían derecho a ellas mediante requisitos
especiales, y solameute Ias tierras que pudieseri trabajar y volver arables
en un plazo de diez anos. Con estas cláusula^ restrictivas se favorecia
a Ia concentración de propiedades en iin reducido número de pobla-
dores.
A partir de 1433 con el sefiorío de Ias idas en poder de1 infante
don Henrique, tal prerrogativa pasó a su juris<licción, con Ia salvaguar-
dia de las anteriores medidas. Esto demuestra, una vez más. que Ia pri-
mera iniciativa y reglamento de distribucióri de tierras interesó a1
monarca. El infante, haciendo uso de tales prerrogativas, delegó sus po-
deres en los capitanes. De acuerdo con cl fuero henriquino. cuyo tcxto
se desconoce --y lo pocri que se sabe es por relerencias indirectas-.
Ias tierras eran entregadas a los colonos [por iun plazo dc cinco atios,
acabado el cual, si Ias mismas no habian sido aprovechadas, caducaba
e1 derecho de posesión y la posibilidad de riiivva concesióii.
Este cambio en el rkgimen de distribucióri de las tierrns será el re-
sultado de la presión de1 movimiento dernografico y de1 enrarecimiento
de Ias tierras baldias, disponibles para ser Iabradas. Nótese que en 1466
10s moradores de Funchal reclamahan ilinio a1 senorío contra el sistema
68 Portugal y las islas de1 Atlántico

de distribución de tierras, que hacía peligrar e1 cultivu azucarero por


falta de lefia y maderas. Pero solamcntc cn 1483 ante Ia actitud de1 ca-
pitán de Machico de distribuir tierras en los montes próximos a Fun-
chal, e1 seílor de Ia isla, don Manuel, reprende a dicho capitán, para
después cn 1485 prohibir totalmente Ia distribución de tierras en 10s
montes y arbolados de1 norte de Ia isla. Finalmente en 1501 y en 1508
quedó prohibida cualquier concesihn de [ierras en régimen de terreno
abandonado.
Estas medidas para limitar Ia distribución de tierras podrán ser en-
tendidas como una forma de defensa de los intereses de Ia aristocracia
terrateniente empenada en e1 cultivo de Ia cana de azúcar. La situación
dio origen a varios conflictos que implicaron Ia intervención de1 sefio-
rio, por me& de normas punitivas y el envio de una partida a car-
go de su magistrado. A1 mismo tiempo, Ias dificultades en Ia prepara-
ción de Ias tierras para cultivo, resultantes de Ia falta de mano de obra
y de Ia orografía de Ia isla, llevaron a los madeirenses a reclamar Ia sus-
pensión de los plazos estipulados en c1 fiiero henriquino, con e1 argu~
mento de que Ias tierras eran «bravas y escabrosas y de mucho arho-
lado».
Entre tanto, un estatuto, no frchado, estipulaba Ia forma de actua-
ción en Ias Azores, estableciendo normas que conducian a sanear 10s
pleitos que Ia referida distribución de tierras había generado li. La prin-
cipal novedad estaba en la obligatoriedad de asistencia a los actos de1
almojarife y su escribano. Mas para (;aspar Frutuoso Ia entrega de
tierras en Ia isla de São Miguel seguirá desde e1 inicio esta norma. De
acuerdo con los estatutos de 1470 1483 Ias concesiones que no ha-
bían sido hechas de acuerdo con estas reglas eran consideradas nulas.
Además de eso, cl citado estatuto estahlecia Ia obligatoriedad de1 re-
gistro con Ia referencia de los limites, 10s productos y e1 área disponible.
Cuando Ias islas pasaron a depender directamente de Ia corona, Ia
entrega de Ias tierras pasó a realizarse de forma diversa. De acuerdo
con e1 estatuto de 1530, e1 acto era siipervisado por el corregidor.
En sintesis se piicde afirmar que en cl período de 1433 a 1495 la
concesión de tierras de sembrado era hecha por e1 capitán en nomhre
de1 donante. La carta de entrega era elaborada por el escribano de1 al-
mojarife en presencia de1 capitán y dei altnojarife. En e1 enunciado de

" Arqiiivo d o i /1qirii 11, pp. 302 y 1x6.


70 Portu~aly las islas de1 AtlántLco

de los esclavos, que, de un modo general, pasaron a colonos de1 antiguo


senor.
Nótese que Ias islas de Santa Maria, Sáo Miguel, Terceira y São
Jorge también fueron marcadas por el absentismo de sus propietarios,
que prefirieron Ia vida fácil de Ia corte en Lisboa. Pero aqui, al con-
trario que en Madeira, Ia situación no fue motivo de un sistema pecu-
liar de explotación de fincas, pues se mantuvieron Ias tradicionales for-
mas de aprovechamiento de Ias tierras.
El referido sistema de relaciones, que legitimaba Ia posesión de Ia
tierra, es específico y emerge en Madeira como resultado de1 absentis-
mo de1 medio rural por parte de1 grupo poseedor. La especificidad está
en e1 hecho de existir dos formas de propiedad: Ia vrntajosa (Ia tierra)
y Ias bienhechoras.
Este sistema, legitimado apenas por el derecho habitual, definió
una forma diferente de interdependencia, de carácter disipador, por am-
bas partes, e1 senorío y e1 colono. Su afirmación, a partir de mediados
de1 siglo xc? tiene un doble origen: social y económico. Primero fue Ia
coyuntura demográfica, que en consonancia con Ia escasa área agrícola,
asociada a Ias dificultades en e1 reclutamiento de esclavos, provocó su
aparición. Despues e1 bajo rendimiento agrícola y Ia necesidad de in-
versiones en Ia viticultura volvieron inevitable el cambio en e1 dominio
de fincas.
A partir de Ia segunda mitad de1 siglo XVIII e1 sistema, que se habia
afianzado como una solución para Ia agricultura madeirense, pasó a ser
responsable debido a1 abandono de Ias iierras y por una fuerte sangria
popular a través de Ia emigración. Para combatirlo, Ias autoridades es-
tablecieron medidas en el sentido de reponer la explotación directa de
Ia tierra, siendo de mención Ias medidas requeridas para Porto Santo
ya en 1770. La casi totalidad de Ias tierras de Ia isla eran foráneas de
los conventos de Ia Encarnación y Santa Clara, de Ias misericordias y
cofradías de1 Santísimo Sacramento de Funchal y Santa Cruz y de pro-
pietarios particulares, todos ellos residentes fuera de Ia isla. De este
modo, su aprovechamiento só10 seria posible mediante contrapartidas
más favorables para e1 agricultor. Estas nunca Ilegaron a Madeira y en
1976, por legislación regional, el régimen file abolido.
Por otro lado, Madeira fue también Ia tierra donde 10s mayorazgos
y capillas se afianzaron plenamente. De acuerdo con e1 testimonio de1
siglo XIX, más de dos tercios de Ias tierras cultivadas estaban vincula-
das. Próximas a ella estaban Ias islas Terceira, Sio Miguel, Santiago y
Fogo. En la isla de São Miguel Ia presencia de los senorios era consi-
derable a finales de1 siglo m, consistiendo su riqueza en Ias rentas acu-
muladas en moyos de trigo, tal como se podra verificar por el texto de
Gaspar Frutuoso. La casa de Jacome Dias Correia, que según este au-
tor parecia una corte, recibia anualmente 300 moyos de trigo. De este
modo, Ias medidas para Ia extinción de los mayorazgos, Ilevadas a cabo
a partir de1 marqués de Pombal, y que culmisiaran en 1863 con Ia total
abolición, tuvieron retlejos evidentes en Ia estructura de tierras.
Durante e1 período a analizar, dos productos materializaron Ia co-
srcha agrícola madeirense: e1 azúcar y el vino. Cada uno por separado
define un diversa forma de aprovechamiento de1 suelo y de inversiones:
los cafiaverales requieren áreas especiales abastecidas de agua y Ia prin-
cipal mejora se resume prácticamente cn ç1 ingenio de azúcar, que no
es patrimonio de todos los labradores de canavcrales; los vinedos exigen
constantes cuidados todavia menos costosos, con el levantamiento de en-
rejados y Ia construcción de1 lagar.
Construir y ponçr a funcionar un ingenii~dc azúcar no era tarea
fácil, pues implicaba una elevada inversión. que no estaba a1 nivel dc
todos 10s propietarios de plantaciones. E,n Ia apreciación de 1494 para
221 propietarios produciendo 80.451 arrobas tenemos só10 14 máqui-
nas, lo que dará una media de 5.746 arrobas por cosecha, por cada dos
ingenios. Todavia en 1493 se refiere Ia existencia de 80 maestros de azú-
car para una producción de cerca de 80.000 arrohas, lo que puede in-
dicar un mayor número de infraestriictura r n Ia isla.
En Sáo Tomé 10s ingenios y los canavrrales asumieron otra dimen-
sión, siendo tamhién diferente Ia estructura productiva. I'ara una pro-
ducción valorada entre Ias 150.000 y 450.000 armbas de azúcar el nú-
mero de ingenios era de 60 a 450, lo quc cquivaldría a una medida más
haja por unidad. Pero el número de haciendas es mucho más reducido
(en 1615 se habla de 62 haciendas), denotándosc una tendencia a la
concentración de propiedades.
De esto se concluye que Ia estructura d r tierras madeirense que
dio cuerpo a Ia cosecha azucarera era mucho mejor que Ia de sus con-
ciudadanos santotomenses y brasilenos. Por otro lado 10s canaverales
madeirenses nunca alcanzaron Ia dimensi6n de los de Brasil, siendo evi-
dente una tendencia al parcelamiento con e1 recurso al sistema de arren-
damiento. Si comparamos 10s cafiaverales mencionados en Ia aprecia-
ción de 1494 y los valores de recaudaci6n de 10.; cuartos v quintos entre
72 Portugal y Ias islus ild .4tlúnticu

1500 y 1537, se concluye que el cultivo se estableció en Ia isla en ré-


gimen de pequena y mediana propiedad. La gran propiedad, lógicamen-
te en relación con la dimensión de Ia isla, surge con mayor evidencia
en las comarcas de Ribeira Brava y Calheta. En el siglo x v ~só10 vein-
tidós propietarios, que producen más de 2.000 arrobas, suman e1 37 %
de1 total d r azúcar producido en Ia isla Este valor es dos veces superior
a1 de sus paisanos de 1494.
Ante esta evidencia nos parece cierto que Ia primera mitad de1 si-
glo xvr estuvo marcada por Ia afirmación cic Ia gran propiedad, que se
consolidó plenamente en Ias «Partes de1 fondon, esto es, en Ias comar-
cas de Calheta, Ponta d o Sol y Ribeira Brava. En Ia comarca de Fun-
chal y en Ia capitania de Machico sc afirmaron, respectivamente, Ia me-
diana y Ia pequena propiedad. El número de propietarios con menos
de 100 arrobas era reducido en Ia capitania de Funchal ( 5 %) y, renom-
bradamente, en Ias comarcas de Ias Partes de1 fondo (con valores entre
1 % y 5 1', en tanto en Ia capitania dc Machico alcanza más de Ia mi-
tad, o sea e1 53 %. De este modo, podemos también concluir que, des-
de finales de1 siglo xv, es dominante la tendencia a la concentración de
10s canaverales. La crisis en el cultivo de 10s cafiaverales, a partir de Ia
década de 10s treinta, contribuyó también ii ello, expresándose en Ia re-
ducción de1 número de canaverales y en c1 número de arrobas recau-
dadas por cada propietario. La deuda y el consecuente embargo con-
dujeron a Ia transferencia de muchos canaverales a1 grari propietario:
el nrtistócrata, el tuncionario o el mcrcader. Tal coyuntura condujo, e n
Ias comarcas de Ribeira Brava y Calheta, ai refuerzo de Ia gran propie-
dad, mientras en Funchal y en Ponta do Sol tiivo un efecto contrario.

La forma de distribución de Ias tierras utilizada en Madeira se man-


tuvo en los Azores, Cabo Verdr, Sao Tom; y Brasil, adecuándose a las
condiciones de cada zona. La diferencia más significativa surgió cn Cabo
Verde, donde algunas islas fueron concedidas en régimen de contrato
para usufructo de pastos, por lo quc no estaba atribuida Ia facultad de
subdividirias. Por otro lado, el régimen dc distribución de tierras, te-
niendo en cuenta la poca adherencia dc los nucvos colonos, era más am-
plio y permisible, dando a los intermediarios tina mayor libertad de ac-
ción.
En São Tomé, de acuerdo con un piloto anónimo de mediados de1
siglo m, más de dos partes de Ia isla se cncotitraban todavía por talar,
lo que facilitaba el acccso a cualquier fot-asicro para Ia posesión de
tierras:

... así cualquicr negociante dc Espana y IJcirtugal o de cualquier otra


nacicin vime iiquí a habitar y le is asignado por cl administrador drl
rcy, por via dc compra o por prccio cómodo, tanto tcrrcno como le
parçcç q u r tienr inodri dç hacrr culiivar ' .

Las diferencias más evidentes entre Ia propiedad madeirense y Ia


de Ias otras islas resultan de las condiciones niesológicas de1 suelo ara-
ble y de 10s productos que definen Ia agricultiira. En tanto en Madeira
Ia orografía condicionó e1 excesivo parcelamiento de1 suelo, que vino a
desembocar en e1 celebre contrato de colonia, en las Azorcs o en São
Tomé perdiiraron Ias grandes propiedades, expresadas en drcas exten-
sas. De este modo, el sistema de tierras que sin'ió de soporte a Ia co-
secha de azúcar de Sáo Tomé podrá ser considerado como e1 preludio
de 10s grandes y extensos canaverales hrasilenos, mientras que Madeira
será, todavía, 1, por razoiies obvias, Ia expresioti de Ia ~icqucfiapropie-
dad.

La política moderna de destierro como forma de incentivo a la po-


blación de los lugares desérticos no cra novedgrd, pues venía siendo uti-
lizada para Ia colonización de1 litoral de1 Ngarve 1, zonas fronterizas de
Castilla. La corona, de acuerdo con su interbs, ordenaha a 10s corregi-
dores e1 destino de 10s desterrados. Despuks de1 Ngarve, vinieron Ceu-
ta y Ias islas atlánticas. 21primer sentenciado .i destierru hacia Madeira
de1 que quedó noticia fue Joáo Anes, que huiii a Ceuta 11 cn 1441. pa-
sados once anos, solicitará el perdón real. pal-a los Azorrs el envio de
los deportados pas0 a scr hecho por pctición expresa de1 infante don
73 Purtu~aly las islus de1 Atlúntico

Henrique en el período de Ia regencia de don Pedro. Pero Ias islas poco


cautivaron su atención, como se desprende de1 requerimiento hecho por
João Vaz para que le fuese conmutada Ia pena a Ceuta, pues a su en-
tender «Ias citadas islas no eran tales para que en ellas hombres pu-
diesen vivir».
A partir de Ia decada de los setenta drl siglo xv el principal destino
de los desterrados fue c1 archipiélago de Cabo Verde, sustituido en Ia
centuria siguiente por São Tomé. Según el corregidor de Sao Tomé, en
1517 " el número de desterrados en Ia isla representaba un cuarto de
Ia población, lo que era motivo de serias preocupaciones, merced a su
comportamiento irisumiso. Aqui o en Cabo Verde muchos de ellos huían
y se hacían homicidas, lo que vino a ocasionar numerosos problemas,
por lo que Ia corona estableció alguna moderación en Ia política de des-
tierros con destino ;i Ias islas. Así en 1575 " el rev ordenó a Ia Casa
de Ia Súplica que cl destierro hacia São Tome Mina se tu\''lese en cuen-
ta para aquellos que no fuesen acusados de crimcnes ruines, porque
eran malos ejemplos para los esclavos. En 1622 Manuel Severim de Fa-
ria los apuntaba como la principal causa de las dificultades sentidas en
Ia ensenanza de Ia doctrina a 10s esclavos caboverdianos I " . Pero no to-
dos eran motivo de queja, pues en l 4 9 9 " por carta de Pero de Ca-
minha hay rrferencias a la vida ejemplar de Joáo Mendes, «buen hom-
bre y que es el mejor hacendado d e I;I isliin.

El establecimiento de numerosas exenciones fiscales y privilegios


fue e1 medio más eficaz para promover Ia instalación de colonos en Ias
islas. El sistema se inició en 1439 en Madeira y se propagó después a
Ias restantes islas. Los colonos madeirenses gozaron, por cinco anos, de
Ia exención de1 pago de1 impuesto y aduana en Ias mercancias enviadas
a 10s puertos de1 reino. En 1444 este privilegio fue renovado, siendo
en Ias islas azorianas donde se marituvo hasta 1482. En 1479 los fun-
Li ocupación de IU.Tis1d.1 75

chalenses manifestaron su aprecio por esta saludable medida, atribu-


yéndole el progreso de1 poblamiento de la isla: «Ia principal causa por
Ia que esta tierra se pobló desde su principio y se puebla hoy en dia
es principalmente porque fuimos liberados de pagar semejantes tribu-
tos...»".
Bien en Cabo Verde, bien en São Tomé y Príncipe Ias dificulta-
des de instalación fueron redobladas y por eso mismo hubo necesidad
de reforzar los incentivos. Fue en el comercio con Ia vecina costa afri-
cana en 10 que Ia corona encontró Ia mejur f«rnia de promover el po-
blamiento de Ias islas. Los pocos colonos que hacia allá sc dirigieron
fueron guiados por este prometedor comercio. Para Cabo Verde quedó
establecido en 1466 el privilegio exclusivo en los cambios comerciales
con 10s Rios de Guinea. Los vecinos de Santiago estaban autorizados
a comerciar en el área. excepto en Arguim. Además gozaban de exen-
ciones fiscales en Ia exportación de prodiictos hacia el reino y Ias islas.
Alguna de estas prerrogativas fueron acordadas: primero fue Ia res-
tricción de Ia zona de comercio en Ia costa airicana (1472), después el
establecimiento de mercancias defendidas 11480, 1497. 1514, 1517) cn
ese mercado y, finalmente, Ia limitación de1 tratado de esclavos a Ias
necesidades de los habitantes de Santiago, sicndo el cambio con pro-
ductos locales, esta es, e1 algodón y panos (1472 y 1517).
Las razones prescntadas por Ia corona para fundamentar tales res-
tricciones eran Ias siguientes: 10s danos c;iusados a Ia Hacicnda Real y
Ia necesidad de motiv;rr a 10s residentes para tina rnayor valorización
económica de1 suelo de Ias islas. Pcro cl municipio de Kibeira Grande,
a1 contestar en 1512 a Ia medida real, devolvi<^ Ia responsabilidad a los
cristianos nucvos, qiie eran los arrendatarios de Ia comna. Sena Barce-
los refiere que c1 çstancamiento dei movimietito demogrifico de1 archi-
piélago en el siglo xm fuc el rcsultad<i de Ias leyes esobrc Ia captura
no haber dado mas amplia libertad a los inercaderes»". En verdad,
como lo refirieron en 1510 10s vecinos de Ribeira Grande (ai solicitar
a1 rey una copia de 10s privilegias por haber sido robados los anteriores)
«Ia dicha isla está t;in alejada de estos reinos y tan tnala de enferme-

' Aryuivri Hinrjrri-o dii Modeira, XV. pp. 'Jí1110


" Monum<~ritaMi~iiiinona/lfrica>i<i, I. p. i l
dades que necesita que les dé V.A. el dicho privilegio y todavia otros
solamente por habitar en dicha isla v no dcspoblarsr ...» ' I .
Idéntica fue Ia solución encontrada para Ias islas de1 golfo de Gui-
nea, donde Ia corona estableció también Ias referidas exenciones fisca-
les en el comercio con el reino (1485) el privilegio de cambiar en Ia
costa hasta el Congo (1493 y 15001.

El poblamiento de 10s archipiélagos atlinticos resultó de Ias con-


diciones ofrecidas con Ia intención dc satistacer Ias necesidades de ce-
reales y de la disponibilidad política social dcl enclave peninsular. En
el caso poriugués Ia inexistencia de poblaci~nen Ias idas ocupadas Ile-
v6 a Ia necesidad de canalizar hacia allí 10s excedentes de población
o 10s disponiblcs de1 reino.
E1 tenómcno cle transmigración en el siglo xv presenta, a nivel de
movilidad social, uii aspecto particular de Ias sociedades insulares. Fue-
ron, primero, polos de atracción y, despué5, viveros diseminadores de
gentes para Ia faen;i atlántica. AI comienzo, Ia novedad, aliada a los nu-
merosos incentivos de instalación, definiu cl primer destino, pero des-
pués Ias escasas y limitadas posibilidacles económicas de Ias islas y Ia
Iascinación por Ias riqaezas de Ias Indias condujeron a nucvos rumbos.
En e1 primer caso. Madeira, porque fue rápida Ia valorización econó-
mica, galvanizó Ias atenciones portuguesas meditcrráneas. Só10 des-
pués surgieron nucvus destinos insulares como Ias (lanurias, Azores,
Cabo Verde y Sáo Tomé, donde se adviertc quc los madeirenses fueron
importantes. De esta forma, Ia Madeira de1 siglo w podrá ser definida
como un polo de convergencia y redistrihución de1 movimiento cmigra-
torio en el mundo insular.
En e1 siglo mi se desvanece todo el intercs por Ias islas, centrán-
dose en el occidenie descubierto por Crist6hal Colón o I'edro Aivares
Cahral. y en e1 Oricnte, a1 que Vasco dc Ciatna Ilegari poi- via marítima.
Los gérmcnes ile Ia geografia humana ile Ias islas fueron peninsu-
lares, dc origenes (livcrsos, cuya incidcncia c 11Ias fueiiies históricas nos
La ocupaczón de lux isld.7 77

lo impiden afirmar. Se insiste, para Madeira, Azores y Cabo Verde, en


que las primeras partidas de pobladores provinieron de1 Algarve, pero
no hay datos suficientemente claros sobre su establecimiento. Esta de-
ducción resulta de1 hecho de que e1 infante don Henrique hubiera fi-
jado su morada en el litoral de1 Algarve y de haber partido de allí las
primeras caravelas de reconocimiento y ocupación de las islas. <Pero
cómo «exportar» gente en un área que carecia de ella? iLos que par-
tian de1 Algarve eran oriundos o gentes que allí afluían atraídos por Ia
fama marítima de que gozaba Ia zona?
Orlando Ribeiro afirma, a este propósito. que en Ias islas de Ma-
deira, Porto Santo, Santa Maria y São Miguel al primer impacto de gen-
te de1 sur se siguió e1 norteno. Pero Ia abultada documentación que con-
sultamos niega tal proveniencia en el caso de Madeira y São Miguel.
En un listado sumario de 10s primeros poblaciores de Madeira, Ia pre-
sencia nortena es mayoritaria y además los registros parroquiales de1 dis-
trito de Sé para e1 período de 1539 a 1600 corroboran Ia idea, dándo-
nos un número mayoritario de parejas dc Ias regiones de Braga, Oporto
y Viana. También en el listado de1 grupo de mercaderes, en 10s prime-
ros anos es dominante Ia presencia de gentes de Entre-Douro-e-Minho,
especialmente de 10s puertos costeros de Ponte Lima, Vila Real y Vila
do Conde.
En São Miguel e1 listado de 10s primeros pobladores suministrado
por Gaspar Frutuoso nos Ileva a concluir una idéntica instalación de Ias
gentes de1 norte de Portugal: de 137 familias de que se tiene referencia
el 59 por ciento eran de1 reino y el 24 por ciento de Madeira. De Ias
primeras el mayor porcentaje se sitúa rn Ia región de Entre-Douro-e-
Minho. La misma idea podrá ser expresada para Ias demás islas de1 ar-
chipiélago, no obstante hay algunas características evidenciadas por Ia
historiografía.
Los datos abastecidos por Ia genealogía, antroponimia, linguística
y etnología refieren un origen variado para los primeros colonos que ac-
tuaron como el germen de Ia nueva sociedad azoriana: miíiotos, alen-
tejanos, algarvianos, madeirenses y flamencos dan cuerpo a1 comienzo
de Ia sociedad. Es cornprensible que, de1 ejemplo de lo que sucedió en
Madeira, en e1 grupo de pobladores de Ias islas de Santa Maria y Sáo
Miguel surgiese un grupo de gentes de1 Algarve o allí residentes, que
constituyeron Ia oligarquia local. Pero después, Ia principal fuerza mo-
triz de Ia sociedad y economia azorianas debí;~ser, necesariamente, de1
78 Portu~uly las is1d.s Atlántico

norte de I'ortugal. Y si, en el inicio, 10s contactos eran preferentemente


con el Algarve, se divcrsificarán después. A ejemplo de Madeira se rnan-
tuvo una fuerte vincuiación con ias tierras nortenas.
Partiendo de1 principio de que Ia colonización de Ias islas fue un
proceso escalado, que atraio Ia totalidad de Ias regiones peninsulares y
hasta mediterráneas, es de prever Ia conflucncia de gentes de varias pro-
veniencias, en especial en ias regiones riberenas de myor concentración de
población. Si es cierto que e1 litoral de1 Algarve ejerció una posición de
relieve en Ias primeras expediciones hcnriquinas en el htlántico, no es
menos cierto que ésta era un área de recicnte ocupación y carente de
gentes. Asi, el grucso de 10s labradores de1 mundo insular portugués se-
ria de origen nortcno, siendo cn niuchos casos los puertos de1 litoral
dei Algarve e1 lugar de partida.
De1 Algasve vinieron, sin duda, los criados o sirvientes de Ia Casa
de1 Infante, cuyo origen geográfico esta todavia por esclarecer. Éstos tu-
vieron una funcióii de relieve en e1 lanzamiento de Ias bases institucio-
nales de1 setiorío de Ias islas.
También en Cabo Verde se constata. para Ias islas de Santiago y
Fogo, una incidencia inicial de algarvios en Ia creación de Ia nueva so-
ciedad, a la que dcspues se juntaron los negros, como libres o esclavos.
<Pero se mantendrá esta filiación de los prirneros pobladores con el li-
toral de1 Algarve, teniendo en çuenta que e1 proceso tuvo Iiigar después
de Ia muerte de1 infante don Henrique?
De Sâo 'l'omç se sabe sólo de Ia presencia de una fuerte comuni-
dad judaica, iresultado de Ia segunda partida de pobladores ordenada
por Alvaro Caminha, dcsconociéndosc c1 origeri de los primeros allí con-
ducidos por João cle Paiva.
Pronto se conocieron los efectos neiasios de Ia presencia de los ju-
dias cn estos parajcs. responsabilizados de Ia quiehra de1 comcrcio y de
Ias normas de1 erario real. De este imodo, t:n 1516 don Manuel ordenó
que solo podrian i-csidir en Cabo Verde mediante ordeii real, y lo mis-
mo sucedi6 en 1569 para São Tome.
El proceso de formación de Ias sociedades insulares de Guinea fue
diferente de1 de Madeira y Azores. Aqui. ln distancia de1 reino y Ias di-
ficultades de reclutamiento de colonos curopeos, debido a lo insano de1
clima, condicionaron de modo evidcnte Ia forma de su rxpresión itnica.
A un reducido núinero de europeos, restringido en algunos casos a los
tamiliares de los capitanes v funcionarios rcales. vinieron a juntarsc 10s
africanos, que formaron e1 grupo activo de Ia sociedad. Pero Ia presen-
cia d e negros, bajo Ia condición de esclavos, incentivada a1 inicio, fue
después motivo de restricciones. Su espiritu insumiso, de lo que resul-
taron algunas serias revueltas en Sáo Tomé, fue Ia principal razón de
estas medidas.

Los t8xtrunjeros

Confrontadas Ias Canarias con Ias islas portuguesas, se Ilega a la


conclusibn de que cl proceso de ocupacion y los agentes que lo con-
formaron fueron diferentes, siéndolo tarnhicii Ia coyuntura en que tal
se dcsenvolvió. En Ias Canarias Ia iniciiitiva de conquista parti6 cie un
extranjero y e1 proccso de poblamiento tuç niarcado por Ia presencia
genovesa, en tanto en Ias islas portuguesas ~ o d «cllo fuc iin fcnótneno
nacional bajo Ia orientación de 1;i coroti;i.
La presçncia exrranjera en Ias islas portuguesas es evidente (iesdc
cl inicio de1 poblamiento. Primero Ia c~iriosidadpor las nuevas tierras,
después Ia posibilidad de un canibio comcr<ial ventajoso: he aqui 10s
principales mó\~ilespara su establecimiento c11 Ias islas. Su permanencia
está ya documentada en Madeira a partir de mediados de1 siglu xv, in-
tegrados en las segundas partidas de pobladorcs. Y no cntraron más por-
que estaban, hasta 1493, condicionados a Ia concesión de carta dc vecindad.
Por otro lado, Madeira fue Ia primcra isla eii despertar Ia a t c n c i k dc
10s mercaderes extranjeros, que encontraron cn ella un buen mercado
para sus operaciones coinerciales. Advikrtase que e1 riiicón madeirense
fue Ia primera de todas Ias islas atlánticas en merecer una ocupación
efectiva inmediata, por presentar un conjunto \ariado de prc~ductoscon
valor mercantil; 10 que despertó Ia codicia de 10s mercaderes nacionales
extranjeros. En los dcmás archipiélapos este proceso fue lento, ya que
tardaron en aparecer productos capaces de gcncrar los cambios exter-
nos. En el ciiso de Ias Canarias y de Ias -Izoi-es rso s<il« i ~ i çposible a
partir de priiicipios de1 siglo xvi, coii Ia ol;.i-ta dc nuevos productos
como e1 azúcar, pastel (hierba pastel) y cereales. Despuc's, cn el último
archipiélago, su afirmación como importanie almackn dcl comercio
oceánico hizo converger hacia alli 10s intei-cscs de algunas casas comer-
ciales empenadas en e1 contrabando dc prodictos de pas~i.
80 Portugal y Ias zslas rlrl /Itlántico

En Madeira, sobrepasadas a partir de 1489 todas Ias barreras a Ia


presencia de extranjeros, Ia comunidad forastera se amplia y gana una
nueva dimensión en Ia sociedad y Ia economia. La presencia de agentes
habilitados para Ia dimensión asumida por Ias transacciones comerciales
y Ia inyección de1 capital en e1 sector prodiictivo y comercial favorecie-
ron Ia evolución de1 sistema de cambios. En este contexto se destaca
Ia comunidad italiana, que vino en busca dc azúcar. La importancia asu-
mida por e1 cultivo en Ia isla y el comercio de su producto en el mer-
cado europeo fue el resultado de Ia intervención de esta comunidad.
Florentinos y genoveses fueron 10s principales artífices de esto. Los pri-
meros se evidenciaron en Ias transacciones comerciales y financieras de1
azúcar madeirense en e1 mercado europeo. A partir de Lisboa controlan
a distancia, por medio de una red de administradores, e1 comercio de1
azúcar madeirense. Para ello consiguieron de Ia Hacienda Real prácti-
camente Ia exclusividad de1 comercio de1 azúcar resultante de 10s de-
rechos cobrados por la corona en la isla, así como e1 monopolio de 10s
contingentes de exportación establecidos por Ia corona en 1498. Nom-
bres como Benedito Morelli, Marchioni. Joáo Francisco Affaitati, Jeró-
nimo Sernigi, tienen intereses en Ia isla, donde actúan por iniciativa pro-
pia o por intermedio de sus agentes, rnadeirenses o compatriotas suyos.
La penetración de este grupo de mercaderes en Ia sociedad madei-
rense es por demás evidente. El usufructo de privilegios reales y Ia
relación matrimonial favorecieron su integración en Ia aristocracia ma-
deirense. Estos, en su mayoria, se presentaban como propietarios y mer-
caderes de azúcar. Son ejemplo de ello Rafael Cattano, Luis Doria, Joao
y Jorge Lomelino, Lucas Salvago, Giovanni Spinola, Simão Acciaiolli y
Benoco Amatori. Conviene referir que los extranjeros tuvieron aqui una
presencia fuerte en Ia agricultura, pues e1 conjunto de estos productos
derivados de1 azúcar alcanzó e1 20 por ciento de Ia producción.
También 10s flamencos y franceses aparecerán en la isla, desde fi-
nales de1 siglo xv, atraídos por el comerciu de1 azúcar. De entre éstos
son pocos 10s que echan raices en la sociedad madeirense -João Es-
meraldo es una excepción-; su único y exclusivo interés es el comercio
de1 azúcar.
E n Ias Azores Ia situación fue diferente, pues 10s flamencos surgen
desde e1 inicio como importantes pobladores. Ellos fueron imprescin-
dibles para Ia colonización de Ias islas de Faial, Terceira, Pico y Flores.
El primero en desembarcar en Ias Azores scria Jácome de Bruges. pre-
La ocupación ilr lar zslas 81

sentado en documento de 1450 como capitin de la isla Terceira. De


su acción poco se sabe y hay quien duda de Ia autenticidad de1 titulo.
Más importante fue, sin duda, Ia Ilegada de Josse I-Iuerter en 1468
como capitán de Ias islas de Pico y Faial. Le acompafiaron numerosos
flamencos que contribuyeron en parte a1 arranque de Ia población de
Ias islas de1 grupo central y occidental. Martim BehaimZ4refiere hacia
1466 Ia presencia de dos mil flamencos en Faial, mientras Jerónimo
Munzer2', veintiocho anos después, estima que son só10 mil quinientos
10s que residían aquí y en Pico.
En Ia isla de Sao Miguel se habla de Ia rxistencia de una comuni-
dad bretona. Según algunos deriva de1 inicial flujo de pobladores, pero
para otros es tardia, situada entre 1515 17 1527, pues sólo en Ia última
fecha e1 lugar surge con tal nombre. Sin embargo, es de extrafiar que
Gaspar Frutuoso no haga algún comentario sobre ella y que 10s regis-
tros parroquiales sean omitidos. Pero esto no invalida Ia tesis de p r e ~
sencia de esta comunidad, tal vez en fecha posterior, comprobada, por
otra parte, en algunos apellidos, topónimos, y características físicas de
Ia población, de Ias casas y de 10s molinos de viento.
A esta partida inicial de extranjeros como pobladores se sucedieron
otras con objetivos distintos. El progreso económico de1 archipiélago
despertará Ia atencion de la burguesia europea, que aparece en busca
de sus productos. E1 pastel (hierba pastel) atraio primero a 10s flamen-
cos y después a 10s ingleses. De aquí resultó Ia importante colonia de
estos últimos en Ia ciudad de Ponta Delgada.
En 10s archipiélagos de Cabo Verde y Si« Tomé, Ia comunidad ex-
tranjera asume menos irnportancia, siendo, en cierta medida, delimitada
por Ia política exclusivista de la corona portuguesa, que crcó serias tra-
bas a su presencia. E1 hecho de que Santo Somé mereciera una explo-
tación diversa con el cultivo de Ia cana de azúcar Ilevó a que alli aflu-
yesen técnicos y mercaderes, ligados al pn~ducto.Por otro lado, según
un piloto anónimo de1 siglo xvi, existia Ia prcocupación de atraer co-
lonos de diversos origenes para c1 poblaniiento de la isla: ehabitan alli
muchos comerciantes portugueses, castellanos. franceses !. gcnoveses y

" Arrh;vo doa A ~ o n 3 .I , pp. 442-443.


' O ltinerúrri, do Ilr lirrinimo Munrer (:<>imhra.1926. pp. 65-66
de cualquier otra nación que aqui quicren vivir y se aceptan todos de
muy buena v~luntad...n'~.
E n un listado posible de este grupo cs evidente su reducido nú-
mero y e1 hecho de que, en su mayoria, hayan adquirido Ia nacionalidad
portuguesa y aportuguesado sus nombres. En otro archipiélago encon-
tramos algunos italianos y flamencos. Por imo lado, al descubrimiento
de1 archipiélago de Cabo Verde están asociados dos italianos -Cada-
mosto y Antonio da Noli-, que se encontraban al servicio de1 infante
don Henrique. A ellos podemos unir, cn el caso de Cabo Verde, a Jo-
ham Pessanha. Pero Sacco, Antonio Espínclola, Bastiam de Lila. Rodri-
go Vilharam, Fernam Fied de Lugo; en S;io Tomé, a Cristóvao Doria
de Sousa, Andre Lopes Biscainho, Jácome Leite, Pedro y Luis de Roma,
Francisco Corvynel, Antonio Rey y Jorge Ahote. Nótesc que Cristóvao
Doria de Sousa era en 1561 el capitin 5. gohernador de Ia isla de Sáo
Tomé.
La existencia de la comunidad cxti-anlera, mayoritariamente com-
puesta por mercaderes, está en consonancia con Ia coyuntura peninsular
y europea, por un lado, y 10s atractivos de indole económica que Ias
islas ofrecían, por otro. D e esta forma, cl lanzamiento de cultivos con
elevado valor comercial como e1 pastel (hiirba pastel) y e1 azúcar, está
asociado a ello. Estos se desarrollan cn Ias islas como los principales
financieros de Ia referida actividad agrícola como animadores de1 co-
mercio. En Madeira y las Azores la introducción e incentivos de los cul-
tivos de pastel y cana de azúcar se rncontraban ligados. Así, el pastel
es apuntado por la historiografia azoriana como un legado de Ia colonia
flamenca de1 Faial, eri tanto el azúcar madrirrnse es considerado el re-
sultado de Ia presencia genovesa.
En síntesis se piiede afirmar que Ias comunidades italianas y fla-
mencas contribuyeron de forma relevante . i Ia colonización y valoriza-
ción económica dc Ias islas. En Madeira y cn Ias Canarias destacaron
10s genoveses como principales mensajeros de Ia economia aiucarera,
mientras en Ias Azores 10s segundos se afirtnaban como pobladores de
algunas islas y principales promotort,s ciel cultivo de1 pastel. La presen-
cia flamenca cn Madeira y Canarias cs tar~lía,lo que no perjudicó su
vinculación a1 cultivo y comercio de1 ;izúcai. Entre t,llos rnerecen espe-
La ocupación de lus idur 83

cial referencia 10s Weselers con importantes intereses en Madeira y en


La Palma.
Si tenemos en cuenta que Ia presencia de1 grupo de forasteros re-
sulta fundamentalmente de intereses mercantiles, comprenderemos Ia
mayor incidencia en Ias idas o ciudades donde Ia actividad fue más re-
levante. De este modo, Ias islas de Madeira, Gran Canaria y Tenerife
galvanizaron muy pronto su interés y condujeron a que ellos estable-
ciesen una importante red de negocios a partir de Lisboa o Sevilla. Sólo
así se puede explicar Ia posición dominante allí asumida.
En Ias Azores, Ia presencia de Ia comunidad extranjera se divide
entre 10s intereses agrícola y comercial. pero fue sin duda este último,
derivado de Ia importancia que asumib e1 cultivo de1 pastel, e1 que Ila-
mó Ia atencibn de los mercaderes flarnenrus, franceses e ingleses hacia
los puertos de Angra y Ponta Delgada. Más tatde Ia importancia defi-
nida por esta área en Ias rutas comercialçs dei Atlántico atrajo Ia codicia
de 10s extranjeros asi como de corsarios o mercaderes dedicados a1 con-
trabando.
En idéntica situación surgieron mochos de 10s forasteros en Ias is-
Ias de Cabo Verde y de1 golfo de Guinca, airaídos por e1 rentable co-
mercio de esclavos, pero las limitaciones impuestas por la corona a su
permanencia no fueron adecuadas para que estahleciesen un vinculo se-
guro.
Téngase en cuenta, por fin, Ia presencia de 10s ingleses, que ad-
quirieron un lugar relevante en los archipiélagos de Madeira, Azores y
Canarias a partir de1 siglo mr. Su principal interés era r1 vino, desta-
cándose como los más importantes consumidores en Ia tierra de origen
o en Ias colonias orientales y »ccidentales. kstos permanecieron hasta
Ia actualidad, deiando rastros evidentes en 10 cotidiano de Ias islas.

Fue a partir dc Ia mezcla de 10s primcros pobladores europeos,


oriundos de varias rcgiones y pertenecientes ;I estratos sociales diferen-
tes, cuaiido se defiiiió Ia estructura social dc Ias islas. Aunque es ne-
cesario tener en cuenta que fue diferentr si1 expresibn. Así, Madeira y
Ias Azores pt-esentan una estructura distinta de los archipiélagos de Ia
costa y de1 golfo de Guinea. En 10s dos prinieros cstamos ante una po-
blación mayoritariamente europea, donde se incluian libres y desterra-
dos. En Ias últimas islas e1 principal germen poblacional es definido ma-
yoritariamente por africanos de la costa vecine.
E1 clima fue Ia principal causa condicionante de la presencia de 10s
europeos en Cabo Verde y São Tomi, siendo e1 recurrir a Ia población
negra a é1 habituada e1 único medio posiblc. Pero aqui 10s portugueses
se destacan como poseedores d e privilegias, bienes agrícolas
y cargos administrativos, en tanto los negros fueron Ia principal mano
de obra de Ia que ellos se servían «para cultivar las tierras, para hacer
las plantaciones y extraer los azúcares* ". De este modo, el rey había
determinado en 1472 que los vecinos de Santiago pudiesen xtener es-
clavos, esclavas, machos y hembras para sus servicios su mejor vivien-
da y población».
Sucede que, siendo Ia mayoría de 10s curopeos solteros y habiendo
dejado a las mujeres en e1 reino, fue fácil Ia relación con Ias negras, 10
que llevó e un necesario mestizaje de Ia población. 1,as esclavas, cono-
cidas como mujeres «lavanderas», rstahan al servicio dc 10s europeos
como amas. A mediados de1 siglo xw un pili~toanónimo describe lo que
sucedia en São Torné:

10s portugucses. castcllanos, fraiiccsrs y gcnovesçs y de cualquier otrs


nación I...I rnuriénd«les Ias rnujcres hlancas Ias toman negras, en lo
que no hacen niucha dificultad, siçndo los habitantes ncgros dç gran
intçligencia y ricos, y criando a sus hijas a nuçstro rnirdo, canto en
Ias costumhrçs como en r1 trajc, 1 los quc nacçn dc talçs nçgras son
de color pardo y les Ilarnan mulatos ".

Esto no agradaba a1 obispo y a Ia corona que, por eso mismo, pro-


curaron poner dificultades a1 avance dc Ia rnancebía. En 1 5 4 9 ' ' l rey
determinó que Ias penas aplicadas a Ias miijeres solteras procesadas y
prostitutas fuesen hasta el destierro de1 reino. Entre tanto, en Cabo Ver-
de una orden de 1620 estableció cl envio hzicia alli de Ias rnujeres que
hasta entonces eran desterradas a Brasil, como forma de combatir Ias
relaciones sexuales entre blancos y ncgros y de acabar c»n 10s mulatos.

'' Monumcntii Miniuniriii Africiir2o. IV, 1). <>?i


'' Ibidem IV. p. 625.
" Ihidem. LI, pp. -143~445.
La presencia de1 africano, bajo Ia condicion de esclavo, liberado o
libre, es una constante en la sociedad creada por los portugueses en Ias
islas tropicales. Su intervención era, no obstante, extremadamente limi-
tada, pues pocos fueron aquellos que adquirieron un lugar relevante;
y, de éstos, los que destacaron fueron precisamente aquellos que en Ia
vecina Africa pertenecian a Ias élites étnicas. E1 piloto anónimo nos re-
fiere en São Tomé e1 caso de João Menino.
Diferente fue Ia posición asumida por 10s africanos en Ias islas de
Madeira y de Ias Azores, donde, balo Ia condición de esclavos o liber-
tos, se encontraban incluidos entre 10s estratos bajos de Ia sociedad.
Por ende, e1 edificio social asumió otra complejidad, no limitándose
sólo a Ia diferencia entre Iibres y esclavos, pilei en e1 prirnrr grupo apa-
recen diversos estratos. Ai lado de Ias personas «honradas y de grandes
haciendas», tenemos a 10s artesanos, 10s asalariados y, finalmente, los
esclavos. De1 primer grupo salió la oligarquia terrateniente que acumu-
laba títulos, bienes fondiarios y cargos administrativos. La presencia de
otros estratos sociales en e1 «gobierno» sólo fiic facilitada a1 grupo ofi-
cial por orden real de 1484 a través de los procuradores de 10s menes-
teres.

Sin duda, e1 aspccto más peculiar y relevaiitc de esta estructura so-


cial fue la posición asumida ante la esclavitud. Para cierta hi~torio~rafía
se vuelve paradigmático e1 caso madeirensc, pues es revelador de Ia for-
ma de paso de Ia sociedad mediterránea haci;~Ia atlántica, a través de
Ia vinculación a1 aiúcar.
De hecho, Ias islas de1 Atlántico oriental fueron e1 filón de azúcar
que catapultó Ia mano de obra esclava hacia iina afirmación en Ias re-
feridas sociedades y economías. De ahi rcsulto que en Ias A~ores,don-
de Ia cosecha azucarera fue diminuta, este grupo social no adquirió Ia
misma dimensión que en Madeira y Canarias. Pero es difícil, en cual-
quiera de 10s archipidagos, establccer un cetiyo exacto. En el caso de
Madeira se ret'iere, con base en Gaspar Frutuoso, que I«s esclavos re-
presentarian en 1552 cerca de1 14 ' X de1 total de 10s habitantes de Fun-
chal y el 29 %> de toda Ia isla, pero los datos analizados por nosotros
para toda Ia isla y i-clacionados con los i.i.ris<o\ de 1598 sc qiiedan en
86 I'ortugal y las idas de1 Atlántico

el 5 %, en tanto en Ias Canarias orientalcs tal porcentaje rondaria e1


15 "/o. E1 porcentaje de1 grupo en 10s registros parroquiales es reducido,
no sobrepasando en total e1 3 %. Los valores más elevados surgen en
10s bautismos y casamientos en 1590 con un 12 % y en los fallecimien-
tos de 1569 con un 19 %.
La presencia de esta mano de obra rcsultó de Ias dificultades sen-
tidas en e1 reclutamiento de colonos, derivadas de las numerosas exi-
gencias de la cosccha de1 azúcar y la facilidad de la captura en las Ca-
narias o en la costa africana. Adviértase que, más tarde, una mayor
búsqueda por otros mercados carentes causó aqui dificultades a su ma-
nutención, siendo más fácil y barato e1 recurso a la mano de obra libre.
Los esclavos tuvieron en estas islas una función mercantil en e1 pro-
ceso socioeconómico en 10s siglos s v y xvi. A ello contribuyeron, por
un lado, Ias facilidades en e1 acceso a su mercado africano y, por otro,
Ia incesante húsqueda de esta fuerza manual, derivada de Ias dificulta-
des en el reclutamiento de colonos en e1 reino, conjugada con su per-
manente demanda ante las malas condiciones de1 siielo a labrar y de la
inusual necesidad de cosecha y fabricación de1 azúcar.
En Madeira e1 proceso de apertura de frentes de barbecho fue len-
to y necesitaba de una mano de obra numerosa !r barata. La prepa-
ración de1 suelo para Ias siembras fue lenta: Ias quemas, Ia construcción
de paredes para la retención de Ias tierras y Ia apertura de 10s canales
para Ia utilización de agua en e1 regadio ! uso de su fueria motriz cn
las máquinas. Después fueron 10s cultivos agrícolas.
Esta situación, aliada a Ia fuertc presencia madeirense en Ias cam-
pafias de defensa de Ias plazas africanas, de conquista de Ias Canarias
y de reconocimiento de Ia costa africana, implica Ia solución de Ia es-
clavitud de canarios o africanos, niuchos de ellos presos de csas ha-
zanas. De este modo, estaba abierta Ia \-ia para Ia afirmación de Ia
esclavitud en Ia isla, disponiendo para ello de múltiples frentes de re-
clutarniento: primero Ias Canarias, despu6s Ia costa africana, desde
Marruecos hasta Angola. Pero e1 principal surtidor de esclavos fue e1
área de Ia costa y Rios de Guinea. Allí Ilegaron los madeirenses y es-
tablecieron, en Santiago y después r n São Tomé, un importante alma-
ckn para este comercio con destino a so isla. Pero más tarde, prolon-
garon sus intereses a1 tráfico transatlántico. Esta situación contribuyd a
que Madeira fuesc un importante almac6n de comercio de rsclavos para
e1 reino o Canarias.
La ocupaciún d? lar i.~lds 87

COSTA OE LOS

A T I A'N T I C O

MERCADOS
4 LISBOA.FLANDES
O BLLRBADOS, INDIA. B W S I L
3 TENERIFE. GRANCW4111&.LbUROTE
4 RIEIRII GRANDE (MNTIAGO)
- RUTAS DE I M P O R T A U ~ N
----- wras or ~ x ~ o ~ r n c i d ~

Rutas v mercados de 10s esclavos en Madeira.


88 Portugal y lus idas dc.1 Atlántico

La esclavitud en Madeira adquirió una dimensión diferente de Ias


islas de Cabo Verde y São Tomé o de Ias Antillas. Esva diferencia no
radica sólo en e1 número de esclavos, pues también se extiende a Ia vi-
sión de1 mundo estahlecida por la estructura social rnadeirense. En Ma-
deira e1 esclavo es parte integrante de la sociedad. El mundo de1 escla~
vo se entrecruzaba con e1 de1 libre. Varios factores condicionaron estas
especificidades: Ia dimensión adquirida por Ia propiedad en el suelo ma-
deirense, asociada a la estructura social y ec»n6mica, favoreci6 esta sim-
biosis.
Los regimientos reales y Ias ordenanzas municipales insistían en Ia
necesidad de control de1 estrecho espacio de convivencia de1 esclavo,
procurando evitar cualquier situacii~npropiciatoria de revuelta. Ante
esto, el esclavo estaha amarrado a1 háhito de1 sefior y só10 podia d e s ~
prenderse de é1 en condiciones especiales y mediante su consentimien-
to. De este modo, el csclavo só10 existia ante Ia sociedad asociado a si1
sefior. Junto a ello, Ia mujer esclava mantctiía una estrecha ligazón con
e1 propietario, sea éI de sexo femenino o m;isculino, sirviéndole en todo
lo que fuera necesario. Las disposici«ties testamentales Ias favorecian
precisamente por esta situación.
Es común asociar e1 esclavo al cultivo y iabricación de azúcar: e1
binomio esclavo-azúcar es considerado para muchos una realidad sin ar-
gumento. Esto cs así en São Tome, Antillas y Brasil, pcro cn Madeira
y Canarias la situacibn es diversa. En \.erd;id este cultivo fue cl muelle
propulsor de Ia afirrnación de los esclavos en Ias islas, pero Ias condi^
ciones específicas del sistema J c prupicdad permitieron una diversidad
de relaciones sociales en torno a Ia producción.
E n Madeira, iil cnntrario de lo qiir sucedi6 en Ias arcas arriba ci-
tadas, el cultivo de cana adquiri6 diversas expresiones agrícolas. En este
caso nos encontramos con un excesivo parcclamiento de los cultivos de
cana y Ia afirmacibn de una nucva forma de posición y usufructo de Ia
tierra -el arrendamiento-, que colocaha rn segundo plano la lunción
de1 esclavo en e1 proceso productivo. Dcspiiés, Ia crisis azucarera pro-
vocó Ia afirmación de otro cu1tiX.o 1 ; i vici-, que relegó a un plano
secundario la prescncia de1 esclavo cn el sector productivo. Más aún,
e1 binomio ingenio-canaveral era poco Ireciicnte, sicndo usual e1 recur-
so a Ia máquina de antes para Ia m«licnd;i de Ias canas y fabricación
dei azúcar. Esta división de tarcas y Ia pequenez dc 10s canaverales no
facilitaron Ia permanencia de una mano dc obra fiia. sino quc posibili-
I A ocupución dc 14s fslus 89

taron una afirmación de Ia fuerza de trabajo eventual. Ante esto só10


nos queda decir que en e1 caso de Madeira y en el de Ias Canarias Ias
tareas de cultivo y fabricación de1 azúcar fueron ejecutadas por una
mano de ohra mixta: esclavos y libres trabajaban Ia tierra y desarrolla-
ban Ia vida de1 ingenio, peso 10s últimos predominan, a1 contrario de
lo que sucedi6 en Ias Antillas o Sáo Tomt:.
También en Ias Azares e1 esclavo se mezcló con el criado y e1 tra-
bajador en Ia prestaciún de servicios domésticos, agropecuarios y arte-
sanales. Pero aqui Ia esclavitud no adquiri6 Ia dimensión que asumió
en Ia sociedad madeirense; a ello contribiiveron Ia forma de organiza-
ciún de Ia estructura de tierras y e1 relativo alcjamiento de los mercados
abastecedores de esclavos.
E n Cabo Verde y Sao Tomé, por su proximidad a1 mercado de es-
clavos y su función como factorias para cste tráfico, la situación era di-
versa. En el primer archipiélago, por ejemplo. fue escasa su disponibi-
lidad en los Rios de Guinea. La corona habia determinado cn 1472 que
los habitantes de Santiago pudiesen «tcnc.i- esclavos, esclavas, machos
y hembras para sus servicios y su mejor viviçnda y p»blación». Hasta
e1 mismo clero no prescindia de sus senricios, como se desprende de
una carta de 1607 dcl padre Barreia, misionero en Sierra Leona. Decia
él: «Ia experiencia nos viene a demostrar que ni en Ia isla ISantiagol
ni acá podcmos vivir sin esclavos».
En Ias idas de1 golfo de Guinea el proceso fue diferçnte, ya que
a cso se deberá sum'ir el hecho de quç cl azucar alcanzó una gran im-
portancia, necesitando enormes excedentes d c mano de ohra africana,
justificados por la reducida dimensión de los europeos. Aqui trabajaban
más de trescientos ingenios, en e1 sigla xvi, todos ellos alimentados por
fuerza de trahajo esclavo. De acuerdo c»n una relación de 1554 cada
ingenio tenia a su disposición entre cientu cincuenta y trescientos es-
clavos. Alvaro de Caniinha declara en c1 lestaniento, hecho a finales de1
siglo xv, tener a su servicio «en Ias obras, rozas y sembrados» más
de quinientos esclavos. Ida estructura agricola y social, generada por e1
azúcar, gana una dimensión idéntica a Ia qiiç asumirá más tarde en
Brasil y Antillas. Esta situación çs el prelu<lio de 10 q u ç sucederia,
después, a los africanos, esclavizados y obligaclos a hacer Ia travesia de1
océano.
Tanto en Cabo Verde como en Sao Tomé, e1 trabajo de 10s escla-
vos era Ia fuerza motriz de Ia economia agricola. Su dia a dia era es-
tablecido por Ia tradición africana de una forma peculiar. Seis dias era
e1 tiempo resewado para que los esclavos volvieran productivas Ias
tierras de1 amo y apenas les era permitido un dia para encontrar los me-
dios de subsistencia diaria. AI contrario de lo que sucedia en Madeira
o en Ias Azorcs

cl senor ni>da cosa alguna a aqurlli>sricgios I ... I ni hiquiera hacr gas-


to en darlcs vestidos, ni de comer. ni cn mandarlcs construir cabanas,
porque ell<is por si rnismos hacçn todas Ias cosas "'.

Contra esto reclamaba el padre Manuel de Barros en 1605, dicien-


do que los esclavos c11 domingo y dias santificados no cunlplían el pre-
cepto religioso, porque «tales dias da Dios a1 cautivo para trabajar para
sus necesidades i...] nada para el seõorx. Nótese que esto no era no-
vedad para 10s negros, que siendo esclavos en el continente ya estaban
sometidos a tal régimen de trabaio y lue de allí de donde 10s portu-
gueses lo copiaron.
Los esclavos asumían aqui una posición mucho más i~nportanteen
Ia composición de Ia sociedad que en Ias islas de1 lado de acá de1 Bo-
jador. En este grupo debemos diferenciar, hien en Santiago bien en São
Tomé, 10s esclavos residentes de los de rescate. Los últimos, después
de algunos dias de pcrmanencia en los almacenes de la facroría, seguían
rumbo a su destino, a América, Europa o Ias islas atlánticas. Eran nu-
merosos pero de permanencia limitada. Valentim Fcrnandes da cuenta
de ello a principios de1 siglo xvi, rcfiricndo que en Sáo Tomé habia,
entre 10s mil moradores libres, e1 doble de esclavos residentes y de c i n ~
co a seis mil de rescate. Con e1 transcurso de1 tiempo, Ia relación entre
10s libres y 10s esclavos residentes aumentó, de modo que en 1536 exis-
tian seiscientos blancos para igual número de mulatos y dos mil escla-
vos. En Ia isla de Príncipe en 1607, en Ias cinco factorias en funciona-
miento, se contaban diez hombres hlancos casados, dieciocho criollos
v quinientus esclavos " . En Cabo Verde 10s datos dispunihles sobre Ia
presencia de los esclavos cubreri sólu Ias islas pobladas desde el inicio
(Santiago y Fogo) en 1513 y 1582. En ia primera iech~ise refiere en

.
"' Vinyrm d? 1.rrho~ n iIba dc São Tomr', I.isl>oa s.d pp. S4~(,11
" M o n , ~ r m n ~ hf,,siotuir;a
d Afitcmu, I , , 1 57. 1 . 383
la Ribeira Grande Ia residencia de ciento scsenta y dos vecinos, siendo
de éstos treinta y dos esclavos. En la segunda hay 13.700 esclavos
(87 %) y 1.008 vecinos (13 %), en las dos islas. Aquí es evidente Ia ma-
yor concentración en Ribeira Grande, donde representan más de1 92 %
de la población ". Ante esto se torna evidente Ia diferencia entre el fe-
nómeno de la esclavitud de los dos archipiélagos con 10s arriba citados.
En todas Ias idas Ia presencia de1 esclaro negro no era pacífica,
siendo considerada en muchos momentos como un factor d e fuerte ines-
tabilidad social. Los fugitivos, en uno y otro lado, generaban e1 habitual
recelo de Ias autoridades, que todo hacian para sanar 10s aspectos no-
civos que su presencia podría causar. Peco en tanto en Madeira !Ias
Azores e1 conflicto era ocasional, no asumiendo proporciones graves, lo
mismo no se podia decir de Ias islas de Guinra.
En São Tomé, 10s fugitivos se reunian en ias montanas en cuadri-
Ilas y asaltaban esporádicamente las villas. De ahí resultaron también
algunas sublevaciones importantes (en 1547 y 1595) que pusieron en
peligro Ia permanencia de 10s europeos y Ia continuidad de1 cultivo de
Ia cana de azúcar. Fue célebre la revuel~ade 1595, comandada por Arna-
dor, esclavo fugitivo de Bernardo Vieira ". El enfrentamiento de 10s es-
clavos fugitivos comenzó a ser evidente a partir de 1531, ano en que
los habitantes de São Tomé manifestaron su aprensión a1 rey por Ia pre-
sencia de tales grupos de esclavos fugitivos, considerados una amenaza
permanente para Ia isla. De ahí resultó Ia necesidad de medidas por par-
te de la corona, en caso contrario «se perderá esa isla y pronto será
toda de 10s negros».
También en Ias Azores, más propiamentc en Vila Franca do Cam-
po, quedó registrada una revuelta de esclavos en 1522, teniendo por
jefe a un tal Badail, esclavo de Rui Gon~alvesda Câmara, pero sin nin-
gún efecto para la sociedad. En Madeira, donde el grupo era más nu-
meroso, no se conoce ningún tipo de revuelta, más allá de los casos a i s ~
lados de violencia de lns esclavos fugitivos en 10s caminos que circun-
daban Ias serranias d e Ia ida.

" A. Carreira, C.'abo Vc,rdr Lisboa, 1983, pp. 1 7 3 ~ 3 7 4 .


" R. Ramos, «RrbeliBo e Sociedade colonial: alrorwo e levantamento em São Tome
(1545-1555)~cn Rpy~rtcIitimtaciondI de Ertudb~.4/nin1ior n.' 417, 1986, pp. 17~74.
92 Portugal y lus 2rlu.r de!! Atluntzco

La elevada movilidad social es una característica de Ia sociedad in-


sular. E1 fenómeno de Ia ocupación atlántica lanzó Ias bases de Ia so-
ciedad y la emigración se ramificó y proyectó más allá de1 Atlántico. Las
islas fueron así, en un primer momento, polos de atracción, pasando
después a actuar como áreas centrífugas. IJa novedad, aliada a Ia forma
en que se proceso Ia colonización, tlctiv6 ei primer movimiento. La des-
ilusión, Ias escasas y limitadas posibilidadcs económicas y la codicia de
nuevas y prometedoras tierras, el segundo movimiento.
Primero h e Madeira, después Ias islas próximas a Ias Azores y Ias
Canarias y, finalmente, los nuevos continentes o islas. Desilusionado
con Ia isla, e1 madeirense buscó mejor fortuna en Ias Azores y en Ias
Canarias, y depositó, después, en Ia costa africana Ias prometedoras es-
peranzas comerciales. En este grnpo sç incluyen principalmente los se-
gundones desposeidos de tierras por el sistema de sucesión. Es de ello
ejemplo Rui Gon~alvesda Câmara, hijo de1 capitán de1 donatario en
Funchal, que prefirió ser capitán de Ia isla distante de São Miguel a
mantenerse como mero propietario en Ponta do Sol. Con é1 surgieron
otros que dieron e1 arranque decisivo a Ia colonización de esta isla. De
este modo. Madeit-a se evidencia también cn e1 siglo xv como un centro
de divergencia de gentes en e1 Nuevo Mundo.
La elevada movilidad de1 islote Ilcvó a 10s monarcas a definir una
política de restricciones en el movimiento emigratorio cn favor el esta-
blecimiento de1 colono en la tierra, como forma de evitar la despobla-
ción de Ias áreas !,a ocupadas. Pero Ia Ilatnada de Ias riquezas fáciles,
de1 rescatç africano I I de Ia agricultura americana eran mas convincen-
tes, teniendo a su favor Ia disponibilidad (le 10s veleros que hacían es-
cala con asiduidad 10s puertos insulares. 1.a emigración era inevitable.
Madeira disfrutaba en el siglo nr.a ejemplo de Ias Canarias, de
una posición privilegiada ante Ia costa c idas africanas. De este modo,
se afirma durante mucho tiempo como Lin importante centro migratorio
hacia los archipiélagos vecinos o lejanos continentes. A ello contribuyó
e1 hecho de estar asuciada al madeirensc uti cultivo que fne Ia principal
apuesta de los bai-bechos de1 atlántico, esto es Ia cana de azúcar.
Los madcirenses aparecen en Ias Canarias, Azores, Sao Tomé y Bra-
sil para contribuir a que en e1 suelo rirgen brote Ia caiia, aparezcan 10s
canales dc riego <ipara que funcionen 111singenios, siendo también
Li ocupación d ~ lax
' L\lu 93

los artífices de 10s avances tecnológicos. La crisis de Ia producción azu-


carera madeirense, generada por la concurrencia de1 azúcar de Ias áreas
que sus habitantes contnbuyeron a crear, 10s etnpujó a destinos distantes.
En esta diáspora atlántica, iniciada en Madeira, hay que referir el
caso de Ia emigración interinsular de 10s archipiélagos de1 Mediterráneo
Atlántico. Las islas, por Ia proximidad 1, forma similar de vida, aliadas
a Ias necesidades crecientes de contactos comerciales, ejercieron tam-
bién una fuerte atracción entre si. Madeirenses, azorianos y canarios no
ignoraban su condición de insulares y, por eso mismo, sintieron nece-
sidad de estrechar estos contactos.
Madeira, una vez más, por la posición de bisagra entre Ias Azores
y Ias Canarias y por la anterioridad en Ia colonización, fue, desde me-
diados de1 siglo xv, un importante viver« abastecedor de colonos para
estos archipiélagos y de contacto entre ellos. La isla funcionó más como
polo de emigración para las idas que como área receptora de inmigran-
tes. Si exceptuamos e1 caso de 10s esclav«s guanches y la inicial venida
de algunos de los conquistadores de Lanzarote, podemos afirmar que
el fenómeno es casi nulo; no obstante, cn el siglo xvi 10s azorianos des-
puntan en Funchal. Téngase en cuenta, además, Ia presencia de una co-
munidad de azorianos en las islas Canarias, principalmente en las idas
de Gran Canaria, Tenerife y Lanzarote, dedicada a1 cultivo de 10s ce-
reales, vid, cana de azúcar y pastel. Pero azorianus y canarios, bien co-
locados en el trazado de las rutas oceánicas. volvieroii s i ~atención al
prometedor Nuevo Mundo.

Madeira y lus Cana~iu.5

Uno de los aspectos reveladores de Ias ~onexionesmadeirenses y


azorianas fue Ia relación con Ias Canarias. Para Pérez Vida1 '' Ia pre-
sencia portuguesa en e1 archipiélago resultó cle su intervención en los
momentos decisivos: e1 primero, marcado por Ias acciones de Ia corona
y de1 infante don Henrique, en 10s siglas xiv y xv, que tendrá su epí-
logo en 1497 con c1 tratado de Alcáçovas; c1 segundo, de iniciativa par-
94 Portugal y las islus del .4tluntico

ticular, abarcando 10s siglos xvi a xviii, en que 10s impulsos individuales
se sobreponen a Ia iniciativa oficial. Este último fue el momento de ex-
presión plena de Ia presencia lusitana y de su paulatino declinar ante
Ia Restauración dc Ia monarquia portuguesa y de Ia guerra de fronteras
mantenida hasta 1665.
La cuestión o disputa por Ia posesión de las islas Canarias fue el
preludio de nuevos enfrentamientos con el objetivo de monopolizar las
navegaciones atlánticas. El enfrentamiento inicial fue entre Portugal y
Castilla, y tuvo como escenario Ias islas Canarias. Esta disputa comenzó
a mediados de1 siglo xrv, pero só10 en Ia centuria siguiente, por inicia-
tiva de1 infante don Henrique, tuvo su mayor expresión.
La expedición de Jean de Betencourt en 1402 marca e1 inicio de
la conquista de las Canarias; en tanto, su subordinación a Ia soberania
de la corona castellana y a1 reconocimiento en 1421 por el papado de
esta nueva situación hizo renacer Ia poléniica de1 siglo xiv. A1 infante
portugués restaban solamente dos posibilidades: Ia solución diplomáti-
ca, haciendo valer sus derechos junto a1 papado, y el recurso de una
intervención bélica legitimada por e1 espiritu de cruzada que a ella se
pretendia asociar. De esta última situación resultaron Ias expediciones
de don Fernando de Castro (1424 y 14401 y de Antonio Gonçalves da
Câmara (1427). Pero en todos 10s frentes Ias conquistas fueron efíme-
ras y de poco vali& por ejemplo, Ia compra en 1446 de Ia isla de Lan-
zarote a Maciot de Betencourt, por 20.000 reales blancos a1 ano y re-
galias en Ia isla de Madeira. De eso s6lo rcsultó Ia ramificación de esta
importante farnilia a Madeira y, después, a Ias Azores. El litigio se cierra
en 1480 con Ia firma de un tratado en T»ledo. Desde entonces Ia c o ~
rona portuguesa abandona su reivindicación por Ia posesión de esas is-
Ias con garantias de que Ia burgiiesía andaluza no se en~rometeráen el
comercio de Guinea.
La coyuntura de estas islas y dc Ia relación de Ias coronas penin-
sulares acompaiíó desde el inicio Ias conexiones canario-madeirenses.
En e1 siglo xv e1 vínculo de Madeira y Lanzarote se afilia en Ia célebre
disputa entre las coronas peninsulares por Ia posesión de Canarias. A
finales de1 siglo siguiente su reafirmación y expansión a todo e1 archi~
piélago canario fueron el resultado de Ia cicupación de Ia isla en 1582
por don Agustín Herrera, acto quç se materializó en Madeira en la
unión de Ias dos coronas peninsulares. Entre tanto, en Ias Azores tuvi-
mos desdc 1582 Ia presencia de imporr;intcs contingentes militares cs-
lo ocupación dtz 101 ~ s l d ~ 95

pa~ioles,pero siendo reducida Ia presencia de canarios, aunque el efec-


to social de los fenómenos en ambos archipiélagos fue diverso. El pri-
mero permiti6 Ia afirmación madeirense en Lanzarote, en tanto el
segundo, más allá de1 natural refuerzo de Ia rcalidad, condicionó Ia pre-
sencia canaria en Funchal, que nunca fue muy significativa. Tal vez el
momento de mayor intervención sea e1 de1 siglo m con Ia presencia de
los aborígenes canarios, como esclavos, ai \er\rici« de1 pastoreo y cose-
cha de1 azúcar.
Si a Ia componente política se dehe conceder el mérito de apertura
e incentivo de Ias conexiones humanas, a Ia económica queda Ia misión
de reforzar y sedimentar esta relación. De esta forma 10s contactos co-
merciales surgen simultáneamente como consecuencia y causa de las mi-
graciones humanas. Sin embargo, tal intercamhio só10 adquirió su ple-
nitud en e1 siglo mr~,incidiendo preferencialmente en el comercio de
cereales de los mercados de Tenerife, Fuerteventura y Lanzarote.
La proximidad de Madeira al archipiklago canario y el rápido surgir
de Ia pohlación valorización socioeconómica de1 suelo orientaron Ias
atenciones de1 inadeirense hacia esta prometedora tierra. Así, pasados
sólo veintiséis aíios desde Ia ocupación de1 suelo madeirense, se enre-
daron en Ia controvertida disputa por 121 posesión de Ias Canarias al ser-
vicio de1 infante, en 1436 y 1351.
La presencia madeirense en Ia empresa canaria condujo a una ma-
yor aproximación de los dos archipiélagos, al n~ismotiempo que influyó
en e1 trazado de vias de contacto y comerciei entre 10s dos archipiélagos.
En Madeira tuvimos, primero, Ia salida kcil de mano de obra esclava
para Ia cosecha de1 azúcar y, después, e1 recurso al cereal y a Ia carnc,
necesarios para Ia dieta irlimenticia de1 madeircnsc. En Ias Canarias fue
c1 recurso a Madeira como puerto de ahrigi~de Ias gentes molestas
con Ia conturbada situa<-iónque alli sc vivió en el siglo x\.. En 1376,
con Ia conquista Ilevada a cabo por Diogo de Herrera, muchns de los
descontentos con Ia nuera situación emigraron hacia Madeira y Castilla.
De entre ellos podemos tiombrar a I'edro y Juan Aday, Juan de Barros,
Francisco García, Bartolomé Heveto y Juari Rernal.
Esta corriente migratoria, resultado de1 descontento generado por
Ia conquista y ocupación de1 archipiélago c~inario.se iniciará hacia me-
diados de1 siglo xv, siçndo su heraldu Maciot de Bettcncourt. El
sobrino de1 primer conquistador de Ias Canarias, amargado con Ia evo-
lución de1 procrso y cn litigio con los interescs de Ia burguesia de Se-
96 Portugal y Ias isla.~de1 Atlántico

villa, cedi6 e1 derecho de sefiorio de Lanzatotç a1 infante don Henrique


a cambio de una abultada suma de dinero, de haciendas y regalias en
Madeira. Se iniciaba así una nueva vida para esta familia de origen nor-
mando, que de Ias Canarias pasa a Madeira y a las Azores, relacionán-
dose a111 con la principal nobleza de Ia tierra, lo que le valió un lugar
de relieve en Ias sociedades madeirense y micaelense de1 siglo xv.
Acompafiaron el destierro de Maciot de Bettencourt su hija Maria
y los sobrinos y nietos Henrique y Gaspar. Todos ellos consiguieron
una posición de prestigio y abultadas haciendas merced a la relación ma-
trimonial con las principales familias de Madeira. Doca Maria Betten-
court, por ejemplo, se casó con Rui Gon~alvesda Câmara, segundón
de1 capitán de1 donatario de Funchal y futuro capitán de1 donatario de
Ia isla de São Miguel.
La compra en 1474 por Rui Gonçalves da Câmara de Ia capitania
de Ias islas de São Miguel implicó Ia ramificación de Ia familia en Ias
Azores. Con dona Maria Bettencourt siguió hacia Vila Franca su sobri-
no Gaspar, que más tarde vendría a encahezar el mayorazgo de su tia
en São Miguel, valorado en 2.000 cruzados Los hijos, Henrique y João,
dçstacaron en Ia bpoca por 10s servicios prestados a la corona, recibien-
do a cambio muchos beneficios. Henrique de Bettencourt prefirió e1 so-
siego de las tierras de Band'Além en Ribeira Brava, donde vivió en ri-
quisimos aposentos. Allí instituyó un mayorazgo y participó activamente
en Ia vida municipal y en Ias campanas africanas. Los descendientes se
destacaron en Ia vida local y en las diversas campanas militares en Áfri-
ca, India y Brasil.
Si esta primera partida migratoria trazó el rumbo y destino madei-
rense, Ia expedición pacificadora de don Agustín Herrera, conde de Lan-
zarote, en 1582, sedimentó y estrechó 10s contactos entre Madeira y
Lanzarote. E1 propio conde de Lanzarote, en una corta estancia en la
isla, fue uno de los heraldos de esta relación, pues se unió a los Ac-
ciaiolis, importante casa de mercaderes v terratenientes florentinos,
fiiada en Ia isla desde 1515. Sus hucstcs siguieron su ejemplo, y muchos
de los trescientos hombres de1 presidio formaron familia en Ia isla. En
e1 período de 1580 a 1600 10s espanolçs aparecen en primer lugar en
Ia inmigración madeirense ".

" L. I:. de S o u \ i ~Mclo. «Imigra<;ãu na Miidcii-a. I'aróquia da Sé 1539-1600~en


Hirldrio c Sociiv1ddi: ti: 3, 1979, pp. 5 2 - 5 3 .
IA ocupación de Ias islas 97

El levantamiento de1 cerco en 1640 trajo consigo consecuencias fu-


nestas para tal relación. Así, 10s madeirenses residentes en Lanzarote
fueron blanco de represalias, siendo de referir Ia confiscación d e 10s bie-
nes de1 hijo varón de Simão Acciaioli, que se casaria con la hija de1 con-
de de Lanzarote.
E1 impacto lusitano en ias Canarias apareció muy temprano, te-
niendo a Madeira como uno de 10s principales ejes de1 movimiento. La
presencia se prolongó a Ias islas de La Palma, Lanzarote, Tenerife y
Gran Canaria. Los portugueses asumieron un lugar de relieve, situán-
dose entre 10s principales artífices de Ia valorización económica de las
islas. Fueron eximios agricultores, pescadores, pedreros, zapateros, ma-
rineros, dejando huellas indelebles de Ia p o r t ~ ~ a l i d aen
d Ia sociedad ca-
naria.
La tradición bélica y aventurem de algunos madeirenses 10s Ilevó
a participar activamente en Ias campaiías de conquista de Tenerife, re-
cibiendo por ello, como recompensa, numerosas tierras. De ahí resultó
Ia fuerte presencia lusitana en esta isla, donde en algunas localidades,
como Icode y Daute, surgen como un grupo mayoritario. Además, Gra-
nadilla fue fundada por Gonzalo González Zarco, hijo de João Gonçal-
ves Zarco, capitán de1 donatario de Funchal. La prueba más evidente
de Ia importancia de Ia comunidad lusa en Ia isla está documentada en
10s Acuerdos del cabildo de Tenerzfe, donde aparecen siempre en segun-
do lugar. Lo mismo se podrá decir de Ia isla de La Palma, donde 10s
portugueses marcaron fuertemente su presencia, teniendo como testi-
monio Ia existencia de algunos registros parroquiales hechos en portu-
gués. Mientras, en Lanzarote e1 fuerte impacto madeirense está com-
probado por Ias numerosas referencias de Ia documentación y por e1 tes-
timonio de Vieira y Clavijo de que Madeira era familiar para los lan-
zaroteiíos, conocida como la isla.
La acentuada presencia lusitana en el archipiélago fue e1 resultado
de Ias posibilidades económicas que éste ofrecia y de Ias necesidades
de mano de obra y de Ia posibilidad de penetración en e1 comercio con
Ia costa africana y después con e1 nuevo continente americano. Así, en
un primer momento fuimos confinados con un numeroso grupo de aven-
tureros, de 10s cuales se reclutaron 10s oficiales, mecánicos y agriculto-
res y só10 después surgirron 10s agentes de romcrcio y transporte, todos
98 Portugal y las islas de1 Atlántico

ellos con una acción decisiva en Ia economia de1 archipiélago en 10s si-
glos m y XVII.
Es fácil testimoniar la asiduidad de 10s contactos, pero difícil se
vuelve avalar Ia dimensión asumida por Ia presencia portuguesa en este
archipiélago, en cuanto a su origen geográfico. En 10s diversos actos no-
tariales, que consultamos, se ignora, muchas veces, e1 origen geográfico
de 10s interventores portugueses. E1 hecho de que muchos se consignen
en diversos actos relacionados con otros de Madeira u otorgando po-
deres para e1 cobro de deudas y administración de herencias nos Ileva
a sospechar su origen madeirense.
Cuando 10s contactos entre Madeira y las Canarias fueron más fre-
cuentes resultó natural Ia presencia de una importante comunidad ma-
deirense en ese archipiélago, con principal relieve en las islas de Lan-
zarote, Tenerife y Gran Canaria. Alli fueron agentes destacados de
comercio y transporte entre 10s dos archipiélagos o artesanos, especial-
mente zapateros. Los azorianos, mayoritariamente de Ias islas Terceira
y Sáo Miguel, surgen en menor número, preferentemente ligados a Ia
faena agrícola.
La clase mercantil de origen madeirense en Ias Canarias sigue un
rumbo peculiar; al contrario que 10s flarnencos e italianos, no se empa-
dronan de inmediato, manteniendo e1 estatuto de permanentes. La ne-
cesidad de establecimiento es casi siempre e1 corolario de1 progreso de
sus operaciones comerciales y de las inversiones en tierras.
Los cambios operados en la coyuntura política a partir de 10s acon-
tecimientos de1 afio 1640 condicionaron Ia presencia de1 madeirense.
É1, que hasta entonces se beneficiaba de un estatuto preferencial en la
sociedad y economia lanzarotefia, por ejemplo, desaparece paulatina-
mente de1 escenario de acción. Y , hecho insólito, [os pocos que conse-
guimos rastrear en Ia documentación procuran ignorar o apagar su ori-
gen, figurando só10 como vecinos sin otra referencia.
Esta situación coincide con e1 fin de Ia relación comercial incidien-
d o sobre 10s cereales de Ias Canarias, pues a partir de 1641 dejó de apa-
recer en Funchal, siendo sustituido por e1 azoriano o por nuevos mer-
cados como la Berberia y América de1 Norte. <Será ésta resultado de
la crisis de cultivo de cereales canarios o fruto de1 ambiente de mutua
represalia peninsular? Citaremos también que a partir de entonces sur-
gieron nuevos y más prometedores destinos para la emigración, como
e1 Brasil, que motivarían este cambio.
De Ia presencia de Ia comunidad portuguesa en Canarias resulta-
ron numerosas influencias, hoy todavia visibles en Ias aportaciones lin-
guísticas y etnográficas. Son evidentes los portuguesismos en las no-
menclatura de 10s oficios, utensilios y productos a 10s que estuvieron
ligados: azúcar, vino, pesca, construcción civil y fabricación de calzado.
Por e1 contrario tamhién tenemos algunos testimonios de Ia presencia
de 10s aborígenes de las Canarias en Madeira y Azores. Su presencia
como esclavos o 10s asiduos contactos entre Ias islas favorecieron estas
aportaciones. En Ia isla de São Miguel, a pesar de estar atestiguada so-
lamente la presencia de dos guanches -un pastor y un maestro de ma-
quinaria- su presencia dejó rastro en la toponimia con e1 pico y la lo-
goa de1 canario. En Madeira, más allá de esa referencia toponímica,
persisten vestigios de su presencia en Ia construcción de cuevas para la
vivienda (Ribeira Brava) y culto religioso (São Roque d o Faial) y en Por-
to Santo el uso generalizado de1 gofio.

Madeira y las Azores

E1 movimiento migratorio entre Madeira y las Azores es mucho


más tardio, teniendo como iniciador a Rui Gonçalves da Câmara, que
en 1474 fue nombrado capitán de Ia isla de Sáo Miguel. A pesar de
estar documentada en época anterior Ia estancia de Diogo de Teive,
que en 1452 habría descubierto Ias islas de las Flores y Corvo, lo cierto
es que sólo a partir de Ia década de 10s setenta se generaliza ese mo-
vimiento, que condujo a las islas de São Miguel, Terceira, Santa Maria
y Pico a muchos segundones de Ia aristocracia madeirense. En Madeira
se habia agotado Ia posibilidad de fácil adquisición de tierras, cosa que
en Ias Azores era fácil. No debemos olvidar que el incentivo de cultivos
como Ia cana de azúcar y Ia vid está también ligado a 10s madeirenses.
E1 movimiento inverso fue poco frecuente y só10 tuvo lugar a partir
de principios de1 siglo XVI. A ello contribuyó la asiduidad de 10s con-
tactos entre 10s dos archipiélagos, provocada por e1 comercio de cerea-
les e, incluso, el temor de las crisis sísmicas que asolaron Ias islas Azo-
res, con especial relieve Ias de 1522 y 1563.
ron títulos y honores. Las plazas eran un lugar de «diversión» para la
caballeria madeirense. Por otro lado, algunos madeirenses gozaron de
cargos gubernativos, siendo ejemplo de ellu e1 caso de Antonio de Frei-
tas, promovido en 1508 como comendador de Safim, Fernão Gomes de
Castro, en 1610 nombrado capitán de Tánger. Tal vez por eso mismo,
Sue con desagrado que 10s madeirenses encsraron Ia política de aban-
dono de muchas de Ias plazas de don Joao I11 y se adhirieron en gran
número a la campafia africana de don Sebastiao.
Madeirenses y azorianos tuvieron un papel importante en la con-
quista y defensa de Ias factorias de1 océano Indico. Por e1 lado madei-
rense se evidenciaron João Rodrigues de Noronha como comandante de
Ormuz (15211, Jordáo de Freitas, capitán de Maluco (1533) y Antonio
de Abreu, capitán d r Malaca (1522).

La emigración en e1 siglo xa:presenta características completamen-


te diferentes de esta primera oleada. Hasta ahora estábamos ante una
salida hecha de acuerdo con las solicitudes externas, donde se aliaba e1
deseo de aventura a 10s intereses económicos. A partir de entonces fue-
ron 10s impulsos internos 10s que condujeron a Ia salida forzada de in-
sulares. La tierra que 10s recibiera hace cuatrocientos anos se presen-
taba ahora madrastra, incapaz de satisfacer Ias necesidades vitales y,
por eso mismo, 10s inipelia para la aventura americana. Todo esto surge
como resultado de Ias mutaciones de la coyuntura interna e interna-
cional.
La centuria ochocentista fue un momento de particular significado
para Ia historia de las idas atlánticas. Varias fueron Ias alteraciones
a que Ias mismas siniieron de escenario. La más relevante fue la des-
articulación entre e1 movimiento demográfico y Ia situación decayente
de Ia economia.
A partir de1 siglo XIX e1 hambre se sucedi6 con alguna frecuencia
en Cabo Verde y lo mismo se podrá decir de Madeira y Ias Azores. En-
tre tanto, de1 otro lado de1 Atlántico cstábamos ante un momento de
euforia económica, con la minería y cosecha agroindustrial, que no te-
nía en cuenta las medidas de abolicibn de la esclavitud. Ante esto e1
isleíio, dçsposeído de la tierra por e1 régimcn iie sucesibn y de1 mando
102 Portugal y Ias islus il<d iltlántico

económico, abandona su propio medi» y sale rumbo a tales destinos,


con e1 aliciente de Ias propuestas de los contratistas, para sustituir a1
esclavo. De ahí resultó que muchos comentaristas políticos considera-
-
ran esta cmieración como una forma de «esclavitud b l a n c a ~ .
En síntesis, Ia emigración ochocentista materializó Ia simbiosis de1
sueno y ambición individual con los impulsos y exigencias de Ia coyun-
tura emergente de Ia política abolicionista. En este movimiento migra-
torio destaca en el caso de Madeira una incidencia en las islas (Antillas
y Hawai), en cuanto los azorianos y caboverdianos prefieren los espa-
cios continentales (Brasil y Estados Unidos). En e1 último caso Ias rutas
de la pesca ballenera se ligaban con los dos archipiélagos, facilitando
e1 movimiento. Allí 10s insulares fueron como Ia mano de obra necesaria
para Ia sustitución de 10s esclavos cn 10s canaverales, en la rnineria y
ganaderia.
E1 caso de Ias islas de Sáo Tomé y Pt-incipe se presenta diferente,
pues aqui la ingente falta de mano de obra para la cosecha de1 cacao
y de1 café incentivaron el movimiento inmigratorio. Primero de escla-
vos y después, con Ia abolición de Ia esclavitud (18541, de trabaiadores
o sirvientcs. La forma de reclutamiento dc mano de obra fue acérrima-
mente criticada por los ingleses. En e1 periodo de 1876 a 1920 entraron
en Ias islas más de ciento cuarenta mil tfiibaiadores para e1 trabajo de
Ias plantaciones, provenientes de Mozamhique, Angola y Cabo Verde.
En el archipiélago azoriano Ia emigración inició su marcha ya en
Ia segunda mitad de1 siglo XVIII orientada por Ia corona hacia Ia colo^
nización de Ia parte sur de Brasil. No ohstante es en c1 siglo siguiente
cuando e1 fenómcno se afirma de pleno, v continúa siendo su destino
preferentc el Brasil, seguido de Ias islas Sandwich, a los que se vino a
sumar en Ias dos últimas décadas Estados Unidos de América, como re-
sultado de Ia presencia azoriana en Ia pesca de Ia ballena.
La emigración madeirense alcanzó su auge en Ia década de 10s cua-
renta de1 siglo xis. A ello en mucho coritrihuyeron Ia persecución a los
protestantes (18-14-1846) y Ia crisi5 de1 comercio de su vino, principal
sustento de sus gentes, a partir de 1830, y e1 hambre que se extendió
por toda Ia isla en 1847. En el periodo de I834 a 1872 salieron más
de treinta mil madeirenses con destino a Brasil Antillas. Solamente
Ia isla de Demerara recibió entre 1841 y 1889 cerca J e cuarenta mil;
en tanto Hawai, entre 1878 1913. atraji) más dc veinte mil.
En Ias islas de Guinea Ia coyunturd fue i<lc;ntica,evidenciandose e1
Cabo Verde, motivada por e1 hamhre, que fur una constante de Ia his-
toria de Ias islas en 10s siglas XWII y xix. La m;iyol- incidencia tuvo lugar
rn el período de 1863-1864. América, Br:isil y el continente portugés
fueron 10s principalçs destinos, aprovechãndo\r dc Ias rutas de comer-
cio que entonceh persistian.
SEGUNDA I'ARTE

EL MUNDO ATLÁNTICO
E1 siglo xv marca e1 inicio de Ia afirmacion de1 Atlántico, nuevo es-
pacio oceánico revelado por Ias gentes peninsulares. E1 mar, que hasta
mediados de1 siglo xn, se mantuviera ajcno a Ia vida de1 mundo euro-
peo, atrajo sus atenciones y en poco tiempo vino a sustiruir el mercado
y via mediterráneos. La apertura, como vimos, fue titubeante, pero ge-
neradora, en e1 inicio, de numerosos conflictos: primero fue la disputa
por la posesión de las Canarias, que sc extenciió, después, a1 propio do-
minio de1 mar oceánico Portugucscs y castellanos entraron en acérrimo
conflicto, sirviendo e1 papado de árbitru en esra rcpartición. Los fran-
ceses, ingleses y holandeses, que, cn un primer momento, fueron sola-
mente espectadores atentos, entraron tanihieil en Ia disputa a reivindi-
car un mau? liberum y c1 usufructo de Ias nucvas rutas y mercados. En
estas circunstancias, el Atlántico no fue s<ilo el mercado via comercial
por excelcncia de Europa, sino tambi6n uno de los principales escena-
rios en que se desarrollaron 10s conflictos que definen Ias opciones po-
líticas de Ias coronas europeas, expresadas por mediu de Ia guerra de
corsarios.
En esta contienda político-económica, quc e1 océano generó, se
centrari nuestra atcnción. Haremos un brcve sumario de Ias cuestio-
nes, poniendo en evidencia Ias que nos parccen imprescindibles para
Ia comprensión de1 protagonismo de 10s espacios insulares. En reali-
dad, como tendremos oportunidad de vet, Ias islas fueroii los princi-
pales pilares de Ia estratcgia de1 dominio de1 océano, y por eso niismo
todas Ias iniciativas en este ámbito repercutirán de modo evidente en
ellas.
108 Portugal y Ias islus drl Atlántico

LA LUCIIA POR LA I>OSrSION DEL O< t,\NO

Cuando 10s portugueses se lanzaron, en e1 siglo xv, a Ia exploración


de1 océano encontraron, a Ia partida, un primer obstáculo. Las Cana-
rias, que tan necesarias se presentaban para el control exclusivo de1
océano, estaban ya siendo conquistadas por Jean Betencourt, un extra-
no navegante, financiado por 10s mercadercs de Sevilla. Esta fue Ia pri-
mera dificultad quc causó numerosos problemas a Ia plena afirmación
de1 mure clausum lusitano. Ante esto, sólo había una posibilidad, tomar
posesión de una de las islas por conquistar iLa Gomera, por ejemplo)
y avanzar en Ia colonización de Madeira, que podría funcionar como
área suplementaria en apoyo a1 avance de los viajes hacia cl sur.
A ésta se siguieron otras dificultades de igual importancia que pu-
sieron trabas a1 progreso de los viajes hacia el sur. La búsqueda de una
ruta de regreso de Ia costa africana mas allá de1 Bojador preocupó a
10s marineros y dificultó e1 progreso de 10s viajes hacia e1 sur. La vuelta
por mar con e1 paso por Ias Azores fue Ia solución mas indicada, pero
tardó en ser descubierta. En 1434, sobrepasado e1 Bojador, el principal
problema no estaba cn el avance de 10s viajes, pero si en Ia forma de
asegurar Ia exclusividad a partir de ahí, ya que en e1 área de Ia parte
de acá de este limite eso no fue conseguido. Primero fue Ia concesión
en 1443 a1 infante don Henrique de1 control exclusivo de Ias navega-
ciones al sur de1 mismo cabo, Jespués Ia búsqueda de1 beneplácito pa-
pal, en calidad de autoridad suprema establecida por la r a publica chris-
tiana para tales situaciones. Las bulas de Eugenio IV (1445) y Nicolás V
(1450-1452) fueron preludio de 10 que vino a ser definido por la célebre
bula Romanus Pontzfoc de1 8 de enero de 1454. En ella se legitimaba Ia
posesión exclusiva a los portugueses de los mares más aUá de1 Bojador por
10 que su traspaso para nacionales y extranjeros sólo seria posible con e1
consentimiento de1 infante don Henrique.
La presencia de extranjeros, a partir de este momento, fue consi-
derada un servicio a1 referido infante, como sucedió con Cadamosto,
Antonio da Noli, Usodimare, Valarte y Martim Behaim, o una forma
de usurpar el dominio y de ofensa al papado. En Ia última situación des-
puntan 10s castellanos a partir de Ia década de los setenta, procurando
intervenir en Ias costas de Guinea, como forma de represalia a las pre-
tensiones portuguesas por Ia posesión de Ias Canarias. A pesar de las
medidas represivas definidas en 1474 contra los intrusos en e1 comercio
Lu política atlántica 109

de Guinea, Ia presencia castellana continuará siendo un problema de di-


fícil solución, sólo alcanzado con cesiones mutuas a través de1 tratado
firmado en 1479 en Alcaçovas y después confirmado a 6 de marzo de1
ano siguiente en Toledo. La cesión portuguesa estableció Ia primera par-
tición política de1 océano, sancionada por el papa Sixto IV en Ia bula
de1 21 de junio de 1481.
A partir de entonces quedaba legitimada Ia posesión exclusiva para
Portugal de1 mar más allá de1 Bojador. A esta división de1 océano, de
acuerdo con los paralelos, sucedió más tarde otra en el sentido de los
meridianos, provocada por el viaje de Colón. E1 encuentro de1 nave-
gante en Lisboa con João 11, a1 regreso de su primer viaje, provocó de
inmediato e1 litigio diplomático, ya que el monarca port~ig~iés entendia
que Ias tierras descubiertas estaban en su ires de dominio. Pero, apre-
suradamente, los Reyes Católicos aprovecharon Ia presencia de un cas-
tellano al frente de1 papado -Alejandr« V I y procuraron legitimar Ia
posesión de Ias tierras descubiertas como pertenecientes a su parte de1
Atlántico, por bula de1 4 de mayo de 1493 alterada el 26 de septiembre.
El conflicto só10 encontró solución con un nuevo tratado, firmado
el 7 de julio de 1494 en Tordesillas y ratificado por el papa Julio I1 el
24 de enero de 1505. A partir de entonces, quedó establecida una nue-
va línea divisoria de1 océano, a trescientas setenta leguas de Cabo Verde.
A 10s demás pueblos europeos, habituados desde muy temprano a
Ias cuestiones judiciales, sólo les restaba una reducida franja de1 Atlán-
tico, el norte, y el Mediterráneo. Pero todo esto seria verdad si tuviesen
poder de ley internacional Ias bulas papales, lo que en realidad no su-
cedia. El cisma de Occidente, por un lado, y Ia desvinculación de al-
gunas comunidades de Ia jurisdicción papal, por otro, arrebataron a los
actos jurídicos Ia medieval plenitud pot(.itati.i. De este modo, en oposi-
ción a tal doctrina definidora de1 marr clausum se antepone Ia de1 mure
libenrm, que tuvo en Grócio el principal teórico. La última visión de Ia
realidad oceánica orientó Ia intervención de franceses, holandeses e in-
gleses en este espacio.
La guerra de piratas tuvo una incidencia preferente en los mares
circunvecinos de1 estrecho de Gibraltar e islas, y Ilevó al dominio de
múltiples espacios a ambos lados de1 Atlántico. Los ingleses iniciaron
en 1497 Ias sucesivas incursiones en e1 océano, siendo célebres los via-
jes de W. Hawkins (1530), John Hawkins 11562-1568) y Francis Drake
(1581.1588). Entre tanto los franceses se cstablecieron en América, pri-
110 Portugal y las isla de1 Atldntico

mero en Brasil (1530, 1555, 1558), después en San Lorenzo (1541) y


Florida (1562-1565). Los hugonotes de La Rochelle se afirrnaron como
e1 terror de 10s mares, asaltando en 1566 Ia ciudad de Funchal.
La última forma d e combate a1 exclusivismo de1 Atlántico penin-
sular fue Ia que ganó mayor adhesión de 10s estados europeos en e1 si-
glo m. A partir de principios de la centuria, e1 principal peligro para
las carabelas no resultó de Ias condiciones geoclirnáticas, sino de la pre-
sencia de los intrusos, siempre dispuestos para asaltarlas. De este modo
la navegación fue dificultada y las rutas comerciales tuvieron que ser
adecuadas a una nueva realidad: surgió la necesidad de dotar de arti-
llería a las naves y de una armada para escoltarlas hasta puerto seguro.
H e aqui algunas de Ias preocupaciones de 10s peninsulares en 10s siglos
m y m1.
Pronto 10s franceses comenzaron a infestar 10s mares circunvecinos
de Madeira (1550-1566), Azores (1543, 1552-1553, 1572) y Cabo Ver-
de, y después les siguieron el rastro 10s ingleses y holandeses. Los pri-
meros hicieron incidir preferentemente su acción en 10s archipiélagos
de Madeira y Azores, patente en Ia primera mitad de1 siglo m, ya que
en Cabo Verde só10 se conocen algunos asaltos en 1537, 1538 y 1542.
Los navegantes de1 norte escogían 10s mares occidentales o e1 área de1
golfo y costa de Guinea, teniendo 10s mares circunvecinos de Ias islas
de Santiago y São Tomé como e1 principal centro de operaciones. A par-
tir de la unión peninsular se sucederán numerosos asaltos franceses a
Madeira, donde tuvieron Ia pronta respuesta de Tristão Vaz da Veiga.
En 10s archipiélagos de Cabo Verde y São Tomé, al peligro ini-
cial de 10s castellanos y franceses vinieron a juntarse 10s ingleses y,
fundamentalmente, 10s holandeses. En la década de 10s sesenta Ia pi-
ratería inglesa era ejercida por John Hawkins y John Lovell. Es de des-
tacar que 10s ingleses no atacaron Madeira, pues allí tenían una impor-
tante comunidad residente empenada en su comercio. Su acción incidió
preferentemente, en las Azores (1538, 1561, 1565, 15721, y Cabo Verde.
La presencia de corsarios en 10s mares insulares debe ser articula-
da, por un lado, de acuerdo con la importancia que estas islas asumie-
ron en ia navegación atlántica y, por otro, por ias riquezas que ias mis-
mas generaron y que despertaron Ia codicia de estos extrafios. Pero si
estas condiciones definen la incidencia de 10s asaltos, 10s conflictos po-
líticos entre las coronas europeas 10s justifican a Ia luz de1 derecho de
la época. De este modo, en Ia segunda mitad de1 siglo XVI e1 enfrenta-
miento entre Ias coronas peninsulares definió Ia presencia de 10s cas-
tellanos en Madeira o en Cabo Verde, en tanto 10s conflictos entre las
familias reales europeas atribuían Ia legitimidad necesaria a estas ini-
ciativas, haciéndolas pasar de mero robo a acción de represalia: primero
fue, desde 1517, e1 conflicto entre Carlos V de Espana y Francisco de
Francia, después 10s problemas consecuentes de la unión ibérica a par-
tir de 1580. Esta última situación es un dato más en e1 enfrentamiento
-
entre Ias coronas castellana e inelesa. aue estalló a oartir de 1557.
. L

E1 período que transcurre en las dos décadas finales de1 siglo xvr
está marcado por numerosos esfuerzos de Ia diplomacia europea en e1
sentido de conseguir Ia solución para 10s ataques de Ia piratería; para
lo cual Portugal y Francia habían acordado en 1548 Ia creación de dos
tribunales de arbitraje, cuya función era anular Ias autorizaciones de re-
presalia y cartas de piratería. Pero su existencia no tuvo reflejos evi-
dentes en Ia acción de 10s corsarios. Hay que hacer notar que es pre-
cisamente en 1566 cuando tenemos noticias de1 más importante asalto
francés a un lugar portugués. En octubre de 1566 Bertrand de Mont-
luc, a1 mando de una armada compuesta de tres embarcaciones, perpe-
traba uno de 10s más terribles asaltos a Vila Baleira y a la ciudad de
Funchal. Acontecimiento parecido só10 fue el asalto de 10s argelinos en
1616 a Porto Santo y Santa Maria, o e1 de 10s holandeses a São Tomé.
La muy noble y rica ciudad de Funchal, durante quince días, que-
dó a1 mando de estos corsarios, que robaron los productos agrícolas
(vino y azúcar), profanaron Ias iglesias (Ia catedral de Funchal) e hicie-
ron prisioneros a muchos esclavos. Parte de este botín fue subastado
en e1 momento de su partida entre 10s residentes, o vendido en Ia isla
de La Palma, donde hicieron escala.
De este asalto quedaron algunos relatos y testimonios presenciales,
pero e1 más punzante y pormenorizado fue el de Gaspar Frutuoso, que
en e1 libro Saudades da Terra, dedicado a Madeira, describe de modo
sucinto 10s acontecimientos y condena el descuido de sus gentes. Tal
como refiere, Ia ciudad estaba «muy rica de muchos azúcares y vinos,
y 10s moradores prósperos, con muchas alhajas y ricos ajuares, muy pa-
cífica y abastecida, sin temor ni recelo de1 mal que no cuidabann '.

Saudadrr da Trrra, lib. 11, p. 328


112 Portugal y las islas de1 Atlántico

Una de Ias principales consecuencias de este asalto fue el mayor


empeno de la corona y autoridades locales en los problemas de defensa
de Ia isla y, principalmente, de su ciudad, que por estar cada vez más
rica y engalanada despertaba Ia codicia de 10s corsarios. La dejadez en
el arte de fortificar y organizar Ias huestes costó caro a 10s madeirenses;
y, por eso, fue general el deseo de defendçr Ia isla. Se reactivaron los
planes y recomendaciones anteriores en e1 sentido de definir una eficai
defensa de la ciudad a cualquier amenaza. E1 regimiento de Ias orde-
nanzas de1 reino (1549) tuvo aplicación en Ia isla a partir de 1559, en
tanto ia fortificación tuvo regimientos (1567 y 1572) y un nuevo maes-
tro de obras, Mateus Fernades.
La pirateria a partir de la década de los ochenta tomó otro rumbo,
siendo Ias diversas iniciativas una forma de represalia a Ia unión de Ias
dos coronas peninsulares. Ello quedó expreso en Ia intervención de di-
versas armadas: Francis Drake (1581-15851, conde de Cumberland
(15891, John Hawkins, Martin Forbisber, Thomas Howard, Richard
Greenville y el conde Essex (15971, que no se limitaban sólo al asalto
a Ias embarcaciones peninsulares que regresaban a Europa cargadas de
oro, plata, azúcar y especias, sino que también su acción fue extendida
a tierra firme, donde intervenian en busca de un abastecimiento de ví-
veres y agua o de1 voluminoso saqueo, como sucedió en 1585 en San-
tiago y en 1587 en Ia isla de Ias Flores.
La presencia de los holandeses en esta disputa se rige por condi-
ciones especificas. Éstos porque poseían importantes intereses en e1 cul-
tivo azucarero americano, procuraban asegurar el dominio de São Tomé,
Santiago y demás factorias de1 comercio de esclavos. A eso se juntaba
el empeno en Ia manutención de Ias rutas de tráfico y e1 objetivo de
destruir los intereses aiucareros de1 área. En 1598 fue el ataque a San-
tiago y en e1 afio posterior a São Tomé. En e1 último destruyeron todos
los ingenios en actividad.
Pero más tarde, con Ia ocupación de Bahia y Pernambuco, 10s ho-
landeses volvieron de nuevo a Guinea con Ia pretensión de dominiar
las rutas de comercio de esclavos. De aqui resultó c1 paso en 1624 y
1625 de dos armadas hacia Bahia, con e1 objetivo de tomar posiciones,
retornando después en 1628 para conquistar Santiago y en 1641 para
ocupar Sáo Tomé y Angola. En Ias dos últimas áreas se mantuvieron
hasta 1648, momento en que fueron expulsados por 10s portugueses.
Ante Ia incesante embestida de los corsarios en el mar y en tierra
firme hubo necesidad de definir una estrategia de defensa adecuada.
En el mar se optó por e1 necesario armamento de Ias embarcaciones co-
merciales y por la creación de una armada de defensa de las naos en
tránsito. Ésta se conocerá como Ia armada de las islas, instalada en Ias
Azores, y que procedia desde allí a la escolta de Ias naos hasta puerto
seguro. En tierra se optó por diseiiar una incipiente linea de defensa
de 10s principales puertos, fondeaderos !r bahias, capaz de frenar el po-
sible desembarque de estos intrusos.

El sistema de defensa costera surge en este contexto con una doble


finalidad: desmovilizar o cerrar e1 camino a1 invasor y servir de refugio
para Ias poblaciones y haberes. Por ello, Ia norma fue Ia construcción
de fortalezas después de una amenaza y nunca una acción preventiva,
por lo que a cualquier asalto de grandes proporciones sucedia, casi siem-
pre, una campana para fortificar 10s puertos y localidades y organizar
Ias milicias y ordenanzas.
Es de ello ejemplo el asalto de 10s hugonotes a la ciudad de Fun-
chal en 1566, que provocó de inmediato una reacción en cadena de las
autoridades locales y de Ia corona en defensa de1 burgo. En verdad, fue
sólo a partir de este asalto cuando se pensó en organizar de forma ade-
cuada e1 sistema defensivo de Ia isla. Primero fue Ia reorganización de
Ias rnilicias (15491, vigias (1567) y ordenanzas (15701, después e1 plan
para fortificar Ia ciudad de Funchal (1572) a cargo de Mateus Fernan-
des. Esto se repitió en las demás islas, sin haber conseguido nunca
definir una estructura defensiva eficaz. Las islas tuvieron siempre Ias
puertas abiertas al exterior, y se vieron sujctas, por eso mismo, a Ia pre-
sencia de estos intrusos.
La inestabilidad provocada por la permanente amenaza de 10s cor^
sarios a partir de1 último cuarto de siglo xv condicionó e1 diseno de un
plano de defensa de1 archipiélago, con base en una linea de fortifica-
ción costera y de un servicio de vigias y ordenanzas. Hasta el asalto de
1566 poca o ninguna atención fue dada ;I esta cuestión, quedando Ia
isla y sus gentes entregadas a su suerte. I:n términos de defensa, este
asalto tuvo e1 mérito de comprometer a Ia corona y a 10s habitantes en
Ia definición de un adecuado plano de defcnsa. Desde 1475. con Ias vo-
114 Portugal y las islas de1 Atlánttco

Dibujo de Ia isla de Madeira con una perspectiva de Ia ciudad de Funchal y de


sus,fortalezas, enviado desde Lisboa el 29 de octubre de 1582 por don Francbs
de Alava a Felipe de Espana. Original en e1 Archivo General de Simancas, Espana.
luminosas amenazas de1 corsario, 10s madeirenses solicitaron al senor d e
la isla q u e se empenase en Ia defensa d e su isla con Ia construcción
d e una fortaleza en Ia villa d e FUnchal. Pero só10 en 1493' d o n Ma-
nuel, duque d e Beja y sefior d e la isla, estableció u n estatuto para q u e
se hiciese una «cerca y muros» e n la villa, a ejemplo d e lo q u e se habia
hecho e n Setúbal. Los madeirenses entendieron esta orden como una
opresión, l o q u e Ilevó a1 aplazamiento d e la obra, y sólo en 1513 co-
menzó a trazarse ese plano bajo la orientación d e João Cáceres, maes-
tro d e obras real en Ia isla. La primera fase fue concluida en 1542 cons-
tando d e u n baluarte y u n muro.
E1 asalto francés d e 1566 vino a confirmar Ia ineficacia d e estas for-
tificaciones y a reivindicar una mayor atención por parte d e Ias autori-
dades. Así sucedió, pues por e1 estatuto d e 1572 ' fue establecido un
plano d e defensa ejecutado por Mateus Fernandes, fortificador y maes-
tro d e obras. De aqui resultó e1 refuerzo de1 recinto amurallado d e Ia
fortaleza vieja, Ia construcción d e otra junto a Ia picota y una extensión
d e muralla entre las dos. Esta situación es testimoniada, u finales de1
siglo m, por Gaspar Frutuoso:

Esta ciudad amurallada, de Ia ribera de Nossa Senhora do Calhau,


junto a Ia cual está una fortaleza nueva, donde tiene el capitán su mo-
rada, donde defiende también la ciiidad que queda fuçra de1 muro,
de Ia banda de1 oeste hasta Sáo Lázaro, y, por Ia ribera de Nossa Sen-
hora do Calhau, va e1 muro a 10 largo de media legua por tierra aden-
tro, a lindar con rocas más ásperas, fuertes y defensoras que é1 mis-
mo, que fabricado con cubelas y saetçras, de Ia banda de Ia ribera
hay tres puertas, en Ias que están sus vigias y guardias, por Ias cualcs
se sirve Ia ciudad, que quçda de Ia banda ijrste de esie muro hacia
dentro y hacia fuera, y en el muro dc Ia banda tiene una puerta de
servicio, junto a Nossa Senhora do Calhau, y otra, más en medio de
ia ciudad, junto a 10s mataderos, y otra. que es Ia más principal, Ia
de 10s Varadouros, en frente de Ia calle de 10s Mercaderes.
A medi« «tiro de batia» de esta pucrta principal de Ia casa de Ia
Aduana, más próspera y con mejores (ifirinas que Ia de Ia ciudad de
Lisboa, bien amurallada de canteria y ccrrada por tierra y por mar,

Arquivo liiitóri<o da Madeira, vol. XVI, 1911, doe. n: 169. pp. 284288 (21 de
junio).
' R. Canta, O Refiento de Fortifica(ão dc di,n Sihasliáo (1572)... Fiinchal, 1984.
116 l'ortugal y lus Irlu.7 de1 Atlántico

que está junto a ella y en ella bate mucha~sveces, cuandci alli hay ma-
rejada.
Luego, desp~irsde Ia Aduana, a un otiro de bestia* está Ia Fortaleza
Vieia, quç cs Ia principal, situada sobrr una roca, y tiene por Ia banda
dcl mar sçis grandes y hçrmosos cantis de agua, que de ella salen y
rn ella nacen, en Ia mima roca sobrr Ia que está fundada, y que de
ninguna maneta se puedc tomar ni coger, por Ia banda de tierra, por
ningún ençmigo; esta fortaleza tienç, por parte de1 mar. dos cubelos,
como torres rnuy fuertes, quç guardan e1 mismo mar y artillería, de
los que están bien provistos, !r. por Ia banda de tierra, otros dos, que
guardan toda Ia ciudad por encima, por estar más altos que ella, tr-
niendo en dicha parte tambitn un muro rnuy alto y fuerre, con una
fortisima puçrta abatible;... I .

El plano de defensa de Funchal se cornpletó en e1 período de unión


de Ias dos coronas peninsulares con Ia construcción de la fortaleza de
Santiago (1614-16211, con e1 consecuente aumento de1 trozo de mura-
Ila costera, y de1 castillo de Sáo Filipe do Pico (1582-1637).
E1 espacio insular no podrá considcrarse una fortaleza inexpugna-
ble, pues Ia diseminación de Ias islas, provistas de una extensa orla cos-
tera, imposihilitó una iniciativa concertada de defensa. Cualquiera de
Ias soluciones que fuese encarada, adernás de ser muy cara, no satisfaria
una necesidad política de defensa. Ante esto, esta era siempre pospues-
ta hasta que surgiesen amenazas capaces de impelir su concentración.
En Madeira fue el asalto de 1566. En Ias Azores fue el temor de idén-
tico asalto 10 que Ilevó a su definición en Ias islas Terceira y Faial.
E1 plano de defensa de Ias islas azorianas comenió a ser esbozado
a mediados de1 siglo xvr por Bartolomeu Ferraz, como forma de res-
puesta a1 recrudecimiento de Ia piratería, pero só10 tuvo plena concre-
ción en e1 último cuarto de Ia centuria. Bartolomeu Ferraz presentó a
la corona sus conclusiones: Ias islas de Sao Miguel, Terceira, São Jorge,
Faial y Pico estaban expuestas a cualquier eventualidad de corsarios o
herejes; 10s puertos y villas clãmaban por más adecuadas condiciones
de seguridad. Según 61, 10s azorianos precisaban estar preparados para
ello, pues «orne percibido meo combatido» '. De ahí resultaria Ia reor-
ganización de1 sistem;i de defensa Ile\~adoa cabo por João i i i y clon Se-

' S d u i i d r . ~dii
7;,rra, lib. 11, pp. 1 1 0 1 14.
Ariil<'u, doi Aqor~s.\o1 V. pp. 364~36iI 1543); <ir., rbzii<,m v01 h'.pp. 121~124.S . d.
La política utlánttcd 117

Castillo de São João Baptista en Ia isla Terceira. 1986


118 Portugal y /as is/as de1 Atlánt~co
L política utlantk 119

bastiào. Fueron ellos los que reformaron e1 sistema de vigilancia y de-


fensa a través de nuevos estatutos. La construcción de1 castillo de São
Bras en Ponta Delgada y, pasados veinte aiios, de1 castillo de São Sebas-
tião en Porto de I'ipas (en Angra) y de un baluarte en Horta, he aqui
los resultados más evidentes de esta política.
Más tarde, con la ocupación castellana de1 archipiélago azoriano,
fue muy sentida la necesidad de una imponente fortaleza en Angra, ca-
paz de guardar las riquezas en circulación y ponerlas fuera de1 alcance
de Ia codicia de cualquier corsario y de contener 10s ánimos exalta-
dos de los angreses. El inicio de Ia construcción de1 más imponente ba-
luarte de1 espacio atlántico tuvo lugar en 1592. a partir de un plano tra-
zado por João de Vilhena, y sólo quedó concluido en 1643.
A ejemplo de1 castillo de São Filipe de Angra, 10s castellanos tam-
bién construyeron una fortaleza con el mismo nombre en Funchal, ade-
más de haber concluido Ia linea defensiva de Ia playa de Funchal con
el fuerte de Santiago (1614). En este campo fue incansable Ia iniciativa
de Tristão Vaz de Veiga" promovido en 1585 a1 cargo de1 «general y
superintendente de Ias cosas de la guerra», cargo idéntico al asumido
en Terceira por Juan Urbina, nombrado en 15x3 gobernador de Ias islas
y maestre de campo de1 tercio castellano.
Peor fue el estado en que permanecieron Ias islas de la costa y gol-
fo de Guinea, pues Ias insistentes acciones de piratas y corsarios no fue-
ron suficientes para impedir a 10s insulares y autoridades avanzar con
un adecuado sistema defensivo. Son pocas Ias referencias a Ia defensa
de estas islas pero suficientes para atestiguar su precariedad; se reducia
a pequenos baluartes, muchas veces sin ninguna utilidad. En São Tomé
se erigió Ia primera fortaleza en tiempos de don Sebastiao, en tanto en
Santiago Ia villa de Praia só10 mereció tal empeno en el dominio fili-
pino, constru!réndose una muralla y un baluarte con e1 nombre de São
Filipe.
Esta preocupación defensiva demuestra que e1 ncéano dejó de ser
el mure clausum lusocastellano pasando a mar? liberum de todos los eu-
ropeos, especialmente de 10s holandeses, ingleses y franceses, que se afir-

Y a u d a d r i du T e m . lih. 11, pp. 199-211.


' A. de Freiras Mrnçzes, Or Açores v l>omiriio 1:iiipino i I > X O ~ l 5 9 0 j ,Angra da
Hcroísmo. 1987. pp. 171210
120 Portugal y Ias islu.~de1 i2tlÚntico

maron con 10s principales agentes de1 nurvo emporio oceánico. En el


caso inglés Ia posición hegemónica fue conquistada, en parte, a costa
de 10s tratados de amistad celebrados con Portugal (1654, 1661).
En e1 siglo XVII 10s mecanismos comerciales estaban cambiando,
afirmándose, cada vez más, una tendencia al proteccionismo económi-
co, definida por Ias compatiias comerciales y de legislación restrictiva:
10s holandeses crearon en 1629 Ia Companía de Ias Indias Occidenta-
les; los portugueses en 1649, Ia Compafiia General de Comercio para
e1 Brasil; y 10s ingleses en 1660, la Royal (:ompany of England. La po-
lítica rnonopolista y proteccionismo de 10s ingleses se inició en 1651
con e1 Acta d e Navegación y tuvo continuidad en Ias actas posteriores
de 1661 a 1696. En Francia Ia política dcl cardenal Richelieu (1624-16421
habia dado e1 lema para Ia nueva realidad político-comercial.
E1 mar que siglos atrás fuera sdlo un privilegio de 10s peninsulares
era ahora patrimonio de 10s diversos emporios marítimos europeos. La
anterior división política dejó de ser una realidad y dio lugar a Ia era
de 10s imperativos económicos.

EI. K ~ L Á N ~ Y. IÙ(f:S~ ISLAS E N LOS SI<;l.OS X\ I11 Y XiX

Los cambios en e1 dominio político y cconómico operados a lo lar-


go de 10s siglos xviir y XIX no retiraron a Ias islas Ia función primordial
de escala y espacio de disputa de1 mar oceano. La frecuencia de em-
barcaciones se mantuvo, en tanto Ia piratería quedó marcada por una
fuerte escalada, entre finales de Ia primera centuria y principios de Ia
siguiente. A 10s tradicionales corsarios de Francia, Inglaterra y Holanda
vinieron a iuntarse 10s americanos de1 norte v sur.
En estas iircunstancias las islas se hallaron de nuevo con Linaco-
yuntura de inestabilidad, idéntica a Ia surgida en el siglo anterior. Esta
fue mala para el comercio y seguridad de Ias poblaciones insulares. En-
tre 1763 y 183 1 Ias idas de Madeira i: Azores se enfrentaron con Ias
amenazas e intervencidn de1 pirata çuropeo (franceses, ingleses y espa-
boles) y americano, destacando en los ultiinos Ia represalia de los in-
surgentes argentinos. Ambos archipiélagos iueron blanco de Ia guerra
de represalia americana y europea. Por rso los intereses económicos in-
sulares fueron çst»rhados, en los períodos ,\c mayor incidencia.
El corsario europeo incidía preferentemente sobre Ias cmbarcacio-
nes espafiolas y francesas y motivaba una respuesta violenta de Ias par-
tes afectadas, como sucederá con Ia embestida francesa contra los in-
gleses en 1793, 1797 y 1814. Mas 10s últimos fueron 10s que actuaron
con mayor seguridad, pues habían montado un plan de dominio de1 At-
lántico, sirviéndose de Funchal como principal puerto de apoyo para
sus incursiones.
E1 mar azoriano era e1 blanco preferente de los corsarios america-
nos, por lo que Ia mayoría de sus asaltos tuvieron allí lugar. Las prin-
cipales víctimas de1 pirata americano fueron 10s portugueses y espano-
les. La presencia de 10s corsarios americanos surge como consecuencia
de Ia Guerra de Ia Independencia de los Estados Unidos de América
de1 Norte (1770-l790), a 10s que se aliaron, a partir de 1816, 10s in-
surgentes de las colonias castellanas. En tanto en Madeira Ia actividad
de1 insurgente es más evidente en Ia década de 10s ochenta de1 siglo
XVIII, en Ias Azores se destaca en e1 período de 1814 a 1816, siendo
célebre Ia batalla naval de Horta de 1813.
Los insurgentes actuaron a partir de 1816, siendo sus embestidas
«consecuencia de Ia parte que Portugal había tomado en Ia guerra ac-
tualmente existente; traía órdenes de cautivar todos 10s medios que en-
contrase pertenecientes a aquella nación e igualmente espanoles» '. E1
hecho de que Ia tripulación estuviese compuesta por ingleses y espano-
les Ilevó a Ias autoridades portuguesas a considerarlos como piratas y
nunca como corsarios. Los mares de Ias Azores se mantuvieron como
principal escenario de acción. Para afrontar su embestida se cstablecid
Ia patrulla de 10s mares azorianos con dos embarcaciones".
En Cabo Verde pasaba algo diferente. siendo la presencia cursaria
derivada de Ia reprcsalia francesa, de la que son nutorias Ias dos inva-
siones de Ia ciudad de Praia (1712 y 1781) y una de Sáo Antáo (1712)
y Brava (1798).
La permanente amenaza de 10s corsarios redobló e1 interés eii las
obras d e defensa que dieron como resultado varias campanas, entre fi-
nales de1 siglo XVIII y principios de1 siguiente. La incidencia íue mayor
en Ias idas de Madeira, Sáo Miguel y Terceira, Ias más f ~ i s t i ~ a d apor
s
Ia presencia y acción de 10s corsarios.

Arqiiivu Histórico Ultrarnnrino. /Ijor<,s. iiiaco 6 9


" Ibidrm, ini(-ii 79.
La política atlúntz~.~ 123

en que se encontraban o por no ser adecuadas a 10s fines a que estaban


avocadas. Ejemplo de ello es Ia isla de Sáo Jorge, donde apenas dos
baluartes estaban en estado conveniente I ' ; aunque es necesario decir
que Ias campaiias de Ia ingeniería militar en este período sólo se enca-
minaron a verificar e1 hecho, siendo pocas o nulas Ias medidas de va-
lorización de1 parque defensivo costero. En verdad, la línea de defensa
disponible asumia poca utilidad en una época en que toda Ia acción de
10s corsarios se desarrollaba en e1 mar.

Tal como tuvimos oportunidad de afirmar, Ia definición de 10s es-


pacios políticos se hizo, primero, de acuerdo con los paralelos y, des-
pués, de acuerdo con e1 avance de 10s descubrimientos hacia occidente
en el sentido de 10s nieridianos. La expresión real resultaba só10 de Ia
coyuntura favorable y de acatamiento por los demás estados europeos.
Peso el océano y tierras circundantes podían todavia ser subdivididos
en nuevos espacios de acuerdo con su protagonismo económico. De un
lado Ias islas orientalcs y occidentales, de1 otro el litorial de los conti-
nentes americano y africano.
La divisi~inno resultó de un pacto negociado, pero si de Ia con-
fluencia de Ias reales potencialidades económicas de cada una de Ias
áreas en estudio. En este contexto asumieron particular importancia las
condiciones internas y externas de cada área. Las primeras fueron re-
sultado de los aspectos geoclimáticos, en tanto Ias últimas derivan de
10s vectores definidos por Ia economia europea. A partir de Ia mayor o
menor intervencitin de ambas situaciones estaremos ante espacios agrí-
colas, avocados a Ia producción de excedentes capaces de asegurar Ia
subsistencia de 10s que habían salido y de 10s que quedaron en Europa,
de productos adecuados a un activo sistema de cambios internaciona-
les, que mantenía una fuerte vinculaciún de1 virjo a1 Nuevo Mundo. E1
azúcar y e1 pastel fuei-on 10s principales productos definidores de Ia úl-
tima coyuntura.
De acuerdo con cso podemos definir múltiples y variados espacios
agromercantiles: ireas agrícolas orientadas a los carnbios con el exterior
124 Portugal y laç zslax dei Atlanti~o

y a asegurar Ia subsistencia de 10s residentes; áreas de intensa actividad


comercial destinadas a Ia prestación de servicios de apoyo, como escalas
o mercados de cambio. En e1 primer caso se incluyen Ias islas orientales
y occidentales y Ia franja costera de America de1 Sur, conocida como
Brasil. En e1 segundo merecen refercncia Ias islas que, merced a Ia
posición riberefia de Ia costa (Santiago y Sao Tomé), o de Ia posición
estratégica en e1 trazado de Ias rutas oceánicas (como sucede con Ias
Canarias, Santa Helena y Azores), hicieroii depender el proceso econó-
mico de ello.
La estrategia de dominio y valori~acióiieconómica de1 Atlántico pa-
saba necesariamente por 10s pequenos cspacios que salpicaban e1 océa-
no. Fue en los archipiélagos (Canarias y Madeira) donde se inició Ia ex-
pansión atlántica y fue en ellos donde Europa asentó toda Ia estrategia
de desenvoltura económica en curso en 10s siglos xv y xxvi.
Nadie mrjor que los portugueses entendi6 esta realidad, y, por eso
mismo, establecieron para el emporio lusitano un carácter anfibio. Islas
desiertas u ocupadas, bien o mal colocadas para Ia navegación, fueron
10s verdaderos pilares de1 emporio portugués en el Atlántico. Tal vez,
por eso mismo, Frédéric Mauro había afirmado tan perentoriamente:
«iles saus donte, mais iles aussi importants que des continents» ''. Opi-
nión idéntica ya habían manifestado Fcrnand Braudel y Pierre Chaunu,
siendo secundados por Charles Vcrlinden y Vitorino Magalháes Go-
dinho.
Fue precisamente Fernand Braudel quien por primera vez se aper-
cibió de esta realidad, atribuyendo a 10s archipiélagos de Madeira, Azo-
res y Canarias e1 nombre de Mediterrani~oAtlintico, esto es lafinisterra
de Ia economia mediterránea y e1 principio de Ia nueva economia at-
lántica. Entre tanto, Pierre Chaunu anotó çsta realidad y Ia comparó
con aquello a lo que é1 Ilamó hledzterrano Amerzcanu (Antillas). Desde
entonces quedaron establecidas dos áreas para el rosatio de islas atlán-
ticas. Ante esto, el abordaje y conocimient» de Ias sociedades insulares
es uno de los dominios de Ia pesquisa histórica más solicitado en Ias
últimas décadas, como 10 demuestra la vasta producción bibliográfica.
Los autores arriba citados ejercieron iin papel decisivo en Ia afir-
mación historiográfic;~de este espacio a1 prrmitir Ia inserción en el ám-
bito más vasto de Ia vivencia atlántica, valorizando Ia interrelación con
e1 litoral africano, americano y riiropeo.

' Dei i'niduili c / der tiommes. Pctrlc, 11)7


p.. > i
E1 Atlántico surge, a partir de1 siglo xv, como el principal espacio
de circulación de los veleros, por lo que se defini6 un intrincado enlace
de rutas de navegación y comercio que ligaban el viejo continente con
Ias costas africana y americana y las islas. Esta multiplicidad de rutas
resultó de1 complemento económico de Ias áreas insulares y continen-
tales y surge como consecuencia de Ias formas de aprovechamiento eco-
nómico allí adoptadas Pero a eso deberán juntarse Ias condiciones geo-
físicas de1 océano, derivadas de las corrientes y vientos que delinearon
e1 trazado de Ias rutas 1, los rumbos de 10s viajes.
En este contexto Ia más importante y duradera de todas Ias rutas
fue sin duda aquella que ligaba Ias Indias (occidentales y orientales) a1
viejo continente. Ésta galvanizó el empeno de los monarcas, poblacio-
nes riberefias y, por encima de todo, los piratas y corsarios, siendo ex-
presada por múltiples escalas apoyadas en Ias islas que salpicaban las
costas nccidentales y orientales de1 mar: primero Ias Canarias y Madei-
ra, después Cabo Verde, Santa Helena y Ias Azores.
En los tres archipiélagos, definidos como Mediterráneo Atlántico,
Ia intervención en Ias grandes rutas se hace a partir de algunas islas,
siendo de destacar Madeira, Gran Canaria, La Palma, La Gemera, Te-
nerife, Lanzarote y Hierro, Santiago, Flores y Corvo, Terceira y Sáo Mi-
guel. Para cada archipiélago se fijó una isla, servida por un huen puerto
de mar, como el principal eje de actividad. Cn cl mundo insular por-
tugués, por ejcrnplo, se evidenciaron, dç form;~divcrsa, Ias islas de Ma-
deira, Santiago y Terceira como los principalcs ejes.
Las rutas portuguesa y castellana presentaban un trazado difercnte.
En tanto Ias prirncras se distanciahan de Iishoa Ias castellanas partían
126 Portugul y las d a s de1 Atlántico

de Sevilla con destino a Ias Antillas, teniendo como puntos importan-


tes de su radio de acción 10s archipiélagos de Ias Canarias y Azores. Am-
bos centros de apoyo se presentaban bajo soberania distinta: e1 primero
era castellano desde e1 siglo xv, en tanto e1 segundo, portugués, lo que
no facilitb mucho el imprescindible apoyo. Pero por un lapso de tiempo
(1585-1642) e1 territorio entró en Ia esfera de dominio castellano, sin
que ello significara mayor seguridad para Ias armadas. Pero en este pe-
ríodo se intensificaron las operaciones de represalia de franceses, ingle-
ses y holandeses. Las expediciones (tuvimos r n 1581 Ias de don Pedro
Valdés y don Lope Cruz, en 1582 y 1583) organizadas por Ia corona
espanola en Ia década de los ochenta con destino a Terceira tenian una
doble misión: defender y escoltar Ias armadas de Ias Indias hasta puerto
seguro, en Lisboa o Sevilla, y ocupar Ia isla con e1 fin de instalar una
base de apoyo y defensa de Ias mtas oceanicas.
La escala azoriana se justificaba más por necesidad de protección
de las armadas que por necesidad de reabastecimiento o reparo de Ias
embarcaciones. Era a Ia entrada de 10s mares azorianos junto a la isla
de Ias Flores, donde se reunian 10s navios de Ias armadas y se procedia
a Ia escolta hasta puerto seguro de Ia península, desviándolos de Ia co-
dicia de los corsarios, que infestaban los mares. La necesidad de ga-
rantizar coo eficacia tal apoyo y defensa de las armadas Ilevó a la co-
rona portuguesa a crear, en fecha anterior a 1527, la Proveeduría de
Ias Armadas, con sede en Ia ciudad de Angra l .
Desde e1 inicio, Ia seguridad de Ias flotas fue una de Ias más evi-
dentes preocupaciones para Ia navegación atlántica, por lo que ambas
coronas peninsulares delinearon, por separado, su plan de defensa y
apoyo a 10s navios. En Portugal tuvimos, primero, e1 regimiento para
Ias naos de Ia India en las Azores, promulgado en 1520, en que fueron
establecidas normas para impedir que Ias mercancias cayesen en manos
de Ia codicia de1 contrabando y de1 corsario.
Pronto fue reconocida Ia insuficiencia de estas iniciativas, optán-
dose por una estructura institucional, con sede en Angra, capaz de coor-
dinar todas Ias tareas. E1 nombramiento en 1527 de Pero Anes do Can-
to como Proveedor de Ias Armadas de Ia India, Brasil y Guinea, marca

' Vémc nuestro cs~udiosohre Comrircio lnvrin,uiar nor ihuior xiJ v XVI, Funchal,
1987, pp. 1 7 ~ 2 4 .
Las escalas del oréano Ias >das 127

e1 inicio de1 viraje. A1 proveedor competia Ia superintendencia de toda


la defensa, abastecimiento y apoyo a las embarcaciones en escala o de
paso por los mares azorianos. Además, estaba bajo sus órdenes la ar-
mada de las islas, creada expresamente para escoltar, desde las Flores
hasta Lisboa todas aquéllas provenientes de1 Brasil, India y Mina. En
el período de 1536 a 1556 hay noticia de1 envio de por lo menos doce
armadas con esta misión.
Después se procuró garantizar en 10s puertos costeros de1 archipié-
lago un fondeadero seguro, constrnyéndose las fortificaciones necesa-
rias. En 1543 Bartolomeu Ferraz trazó un plan de defensa extensible
a todo e1 archipiélago con tal objetivo. Los motivos son claros: «porque
Ias islas de Terceira importaron mucho, por lo que por si valen como
por ser refugio y socorro principal de Ias naos de Ia India, y porque 10s
franceses son tan atrevidos que sea justo « injusto toman todo lo que
pneden» '.
Era esta estructura de apoyo lo que faltaba a 10s castellanos en este
área considerada crucial para la navegación atlántica y lo que 10s llevó,
muchas veces, a solicitar e1 apoyo de las autoridades azorianas. Pero la
ineficacia o Ia necesidad de una guardia y defensa más activa les obligó
a reorganizar e1 sistema, creando el sistema de flotas. Desde 1521 las
flotas pasaron a gozar de una nueva estructura organizativa y defensiva.
AI comienzo fue e1 primer sistema de flotas anuales armadas o escol-
tadas por una armada. Después, a partir de 1555, e1 establecimiento de
dos flotas para e1 tráfico americano: Nueua Espana y Tierra Firme.
El activo protagonismo de1 archipiélago azoriano y, en especial, de Ia
isla Terceira es referido con cierta frecuencia por derroteros y marine-
ros que nos dieron cuenta de los viajes o 10s literatos azorianos que pre-
senciaron Ia realidad. Todos hablan de Ia importancia de1 puerto de An-
gra, que, a decir de Gaspar Frutuoso, era «Ia escala de1 mar poniente».
Entre tanto, Pompeo Arditi habia ya reafirmado en 1567 la importancia
de la tierra de Terceira para la navegación pareciéndole «que Dios pone
milagrosamente la isla en medio de tan grande océano para salvación
de 10s míseros navegantes, que muchas veces Ilegan sin mástiles ni ve-
las, o sin mantenirnientos y se abastece0 de todo»'. Luis Maldonado

' Arquivo dor A~ore.7,V, pp. 364-367.


«Viagens. . » en B o l h do Inuituto iIUtOrii<, dc Ilho Tmeiru VI, 196.8, p. 179
128 Portugal y las islas de1 Atlántico
Las escalas de1 océano: lils 1.r1u.r 129

valora la importancia de esta función de1 puerto de Angra en Ia vida


de la población de Terceira:

Era Ia isla Terceira de este tiempo Ia tierrii rnis próspera en riquezas


y abundancias que más caras puedan ser; porque como ti~dos10s anos
fuese solicitada por Ias flotas de Ias Indias de Castilla, y naos de1
Oriente, y además de todos los navios que venían de Ias conquistas
de1 Brasil y Guinea, a Ia cual se venian todos a reforiar, y en ella en-
contraban abundancia y dentro de Ias veinticuatro horas tomaban todo
lo que necesitaban; nadaba verdaderarnenie Ia isla en rios de plata y
oro. Apenas Ilçgaba cualquiera de estas fl~itaso armadas, cuando in-
mediatamente concurrían a Ia ribera de1 puerto de Angra Ias gentes
de toda Ia isla, unos con Ia caza, otros con Ias aves, otros con Ias f m ~
tas, otros con cl ganado, otrcis con panos dc hilo ... '.

La participación de1 archipiélagn madcirense en las grandes rutas


oceánicas fue esporádica, justificándose Ia ausencia por su posición mar-
ginal en su trazado ideal. Pero la isla no quedó ajena a Ia ruta atlántica,
evidenciándose en algunos momentos como una escala importante para
10s viajes portugueses con destino a1 Brasil, golfo de Guinea e India.
Numerosas veces Ia escala madeirense fue justificada más por Ia nece-
sidad de abastecer a Ias embarcaciones de vino para consumo a bordo
que por falta de agua o víveres frescos. No sc olvide que e1 vino era
un elemento fundamental de la dieta de a bordo, siendo preferido por
sus cualidades en Ia lucha contra e1 escorhuto. Además, este vino tenía
Ia garantia de no deteriorarse con c1 calor de 10s trópicos, antes al con-
trario, ganaba propiedades gustativas. Motivo idéntico prndujn Ia asi-
dua presencia de los ingleses, a partir de finalcs de1 siglo xvi.
La proximidad de Madeira en relación a los puertos de1 litoral pen-
insular, asociada a Ias condiciones de los vientos y corrientes marítimas,
fue e1 principal obstáculo a Ia valnrización de Ia isla en e1 contexto de
ias navegaciones atlánticas. Las Canarias, por mejor posición y consti-
tuidas por siete islas en latitudes diferentes. estaban en condiciones de
ofrecer e1 adecuado servicio de apoyo. Todavia Ia situación confusa que
allí se vivió, resultado de Ia disputa por su posesión por Ias dos coronas
peninsulares y Ia lenta pacificación de Ia pohl;ición indígena. hicieron

a c I, Angra, 1989, p 2 h ;
kenru . 4 q r < ~ n ~vol
que Madeira surgiese en e1 siglo x\- com11 uno de 10s principales ejes
de1 dominio y navegación portugueses en e1 htlántico.
Tal como nos refiere Zurara, Ia isla fue desde 1445 el principal
puerto d r escala para Ias navegacioiiçi a lo largo de Ia costa africana.
Pero el mayor conocimiento de los marei, 10s avances tecnológicos y
náuticos retiraron a Funchal esta pusición de bisagra r n Ias navegacio-
nes atlánticas, siendo sustituida por los purrtos de Ias Canarias o Cabo
Verde. Así, a partir de principias de1 siglo svi, Madeira resultará un pun-
to de referencia para Ia navegación atlintica, una escala ocasional para
reparación y aprovisionamiento de vino Sólo e1 resurgir económico dc
Ia isla conseguirá atraer Ias atencioiics dc Ias armadas, navegantes
aventureros.
D e este modo se puede concluir que Ias islas situadas a ias pucrtas
de entrada y salida protagonizaron un papel importante en Ias rutas
atlánticas. Pero para surcar largas distancias rumbo a Brasil, a Ia costa
africana o al indico, era necesario disponer cie más puertos de escala,
pues el viaje era largo y difícil.
Las áreas comerciales de Ia costa de (;uiriea y, después, con el pa-
saje de1 cabo de Rurna Esperanza, las indicas hicieron indispensable la
existencia de escalas intermedias. I'rimero Arguim, que sirvió de facto-
ria y escala pata Ia zona de Ia costa de (iuinea, despuGs, con Ia reve-
lación de Cabo Verde, fue la isla de Santiago la que se afirmó como
principal escala de Ia ruta de ida para 10s portugueses y podia niuy bien
sustituir a Ias Canarias o Madeira, lo que realmente aconteció.
Algunas islas m;is fueron reveladas y tuvieron un lugar prominente
en el trazado de Ias rutas. Es el caso de Sào Tomé para cl área de na-
vegación de1 golfci de Guinea y de Santa Ilelena para Ias carabelas de
Ia ruta de1 Cabo. También Ia fuerte ~->r»yeccionde los archipiélagos
de São 'í'omé Cabo Verde sobre los espacios vecinos de Ia costa afri-
cana Ilevó a Ia cororia a crear dos factoria5 (Santiago y Sio Tomé) con
objeto de contl-olar, a partir dc ahí, todas Ias transaccioncs comerciales
de Ia costa africana. D e esta forma, cn el Atlántico siir Ias principales
escalas de Ias rutas de1 indico arribabati cn 10s puertos de Ias islas de
Santiago, Santa IIelena y Ascensióti. Aili 121s armadas se reabastecían de
agua, lena, vituallas o procedían a ligeras reparaciones. Además, se re-
vela, incluso. Ia de Santa Helena com<)escala de reagrupamiento de Ias
flotas venidas de Ia India después de iiuhlar cl cabo: misión idéntica a
Ia de Ias Azores cn cl final de Ia travesia oceinica.
132 Portugal y las is1a.c de1 Atlántico

trema vulnerabilidad de estos puertos, evidente en Ias numerosas em-


bestidas inglesas y holandesas en Ia primera mitad de1 siglo mr.
Para e1 siglo xu< estaba reservado un total cambio en el sistema de
rutas de1 Atlántico. Los progresos en Ia desenvoltura de Ia máquina a
vapor hicieron que se elaborase un nuevu plano de puertos de escala,
capaces de servir d e apoyo a la navegación como abastecedores d e pro-
ductos de cambio y de1 carbón para el funcionamiento de Ias máquinas.
En las Azores el puerto de Angra cedi6 e1 lugar a 10s de Horta y Ponta
Delgada, en tanto en Cabo Verde Ia isla de Santiago fue sustituida por
Ia de São Vicente, lugar que disputaba con Ias Canarias. Entre tanto
Funchal se vio rcforzada por Ia doble oferta como puerto carbonero y
de iino dela ida, lo que atrajo numerosas cmbarcaciones inglesas y ame-
ricanas. Junto a eso Ia posición privilegiada de que los ingleses gozaban
en la isla Ilevó a que se sirviesen de1 puerto de Funchal como base para
Ias actividades dc piratería contra franceses y castellanos.
La definición de los espacios econórnicos no resultó solarnente de
los intereses políticos y económicos derivados de Ia coyuntura expan-
sionista europea sino también de Ias condicionçs internas ofrecidas por
e1 medio, que se vuclven por demás evidentes cuando a t a m o s ante un
conjunto de islas dispersas en e1 océano. l'al como nos refiere Carlos
Albcrto Medeiros:

son fundamentalmente condicionçs fisicas ias que están r n ia hasc de1


arrrglr> dcl paisajç: Ias climáticas, q u c primitçn coniprendrr Ias d i f e
rencias çntrç çllas y Ias morfológicai, quc denirci de Ia coyuntur;i cli-
mática dc cada u n o , asumen el papçl i~se~icisl .

En conjunto estamos ante islas con el m i m o origen geológico, sin


ningún vestigio de ocupación humana, pero con diferencias marcadas
a nivel climático. Las Azores se presentab;rn como una zona tçmplada,
Madeira como una réplica mediterránea, i n t;into en 10s dos archipié-
lagos rneridionalçs eran rnanifiestas Ias influe~iciasde Ia posición geo-

' «Acerca da ocupação h u m a n a das ilhas puriiipucws '10 Atlâliticii» en Finisierru.


Reuiito Portuguesa dr Grqryiia. vol. IV. n.' i . Lisbo.~.1969, pp. 144~145.Sobre los as^
pecios groclimáticos veansc 10s siguientes cstudios: 1. do hmnral, Srintiago de Ceho I.'er~
de. A Terra e oi llomt.nr Lisboa, 1964; R. Surim de Hrit,,. A ilha de Sio ihliyurl, Esiiiudo
gtuyrificti, Lisboa, 1952; J hlçdeirus <:onstancia. hai~lii<io ,lu pariayrm hunionizuda da
ilho dr Süo Migui.1, (:nirnhr;i, 1963~1964;Antonio Hriirii Fiirreira, A Ilhu do Gr<iciosa,L i s ~
boa, 1968; C. Mcdriror, rl !lhe do Cunir,, Lisboa, 196i 0 Ribeiro, L'ilr di. Mod?i"re
i ~ < ~ . 1949; idem, A ilha do "irli i, n Liia., erupçrirr Lishoa, 1954;
Étude ~ é o ~ r < i f i q uLishoa,
F. Tcnrriro. A ilhii dc Si<,'Iijtrié Estudo gc<iyrá/i<o. I.ishti%i. 1961.
131 Portugal y [as 1:rlu.r úd Atlantico

gráfica, que estahlecia un clima tropical scco o ecuatorial. De aqui rc-


sultó Ia diversidad de formas de valorización económica y social.
Para los primeros europeos que alli se establecieron Madeira y Ias
Azores ofrecían mejores requisitos, por Ias semejanzas de clima con Por-
tugal, que Cabo Verde o São Tomé. En estos dos últimos archipiélagos
fueron numerosas Ias dificultades de adaptación de1 hombre y de Ias cul-
turas europeo-mediterráneas. Alli el curopeo cedió lugar al africano y
Ias culturas mediterráneas de subsistencia fueron sustituidas por Ias de
Ia vecina costa africana.
Por fin. es necesario tener en cuenta Ias condiciones morfológicas
que establecen Ias especificidades de cada isla y vuelven posible Ia de-
limitación de1 espacio y su forma de aprovechamiento económico. Aqui
e1 recorte y relieve costero fueron importantes. La posibilidad de acceso
al exterior a través de buenos fondeaderos era un factor importante. Es
a partir de aqui cuando se vuelve comprensible Ia situación de Madeira,
definida por Ia excesiva irnportancia de Ia vertiente sur en detrimento
de Ia de1 norte. Y en Ias islas de1 golfo de Guinea el hecho de que Fer-
nando Póo fuera eliminada en favor de Sã« Tomé. De un modo general
estábamos ante c1 pleno dominiu dcl litoral como área privilegiada de
establecimiento, aunque, algunas veces, no lo fuese en términos eco nó^
micos. En Ias islas en Ias que Ias condiciones orográficas propiciaban
una fácil penetración en el interior, como sucedió en Sao Miguel, Ter-
ceira, Graciosa, Porto Santo, Santiago y Sáo Tomé, Ia presencia huma-
na se extendió hasta allí y generó los espacios de barbecho. Para Ias de-
más la omnipresencia de1 litorial es evidente y domina toda la vida de
10s insulares, siendo allí e1 mar Ia via privilegiada. Los ejemplos de Ma-
deira y São Jorge son paradigmáticos.
D e acuerdo con Ias condicioncs geoclimáticas es posible definir Ia
mancha de ocupación humana y agricola de Ias islas. Esto condujo a
una variedad de funciones económicas, a veces complementarias. De
este modo, en los archipiélagos constituidos por mayor número de islas
y articulaciones de 10s vectores de Ia subsistencia con los de Ia econo-
mía de mercado fue más armoniosa y no causó grandes dificultades. Las
Azores se presentaban como Ia exprcsión mis perfecta de Ia realidad,
en tanto Madeira era e1 reverso de Ia moneda.
El proceso de colonización de Ias islas, ya antes abordado, les de-
finió una vocación de áreas económicas succdáneas de1 mercado y es-
pacio mediterráneos. Así, 10 que sucrdió en los siglos x\' y xw fue Ia
14 economia z~~.sular 135

lenta afirmación de1 nucvo espacio, teniendo ci>mopunto de referencia


las islas.
La mudanza de centros de influencia fue responsable de que los
archipiélagos atlánticos asumiesen una función importante. A todo eso
podrá unirse Ia constante presencia de gentes riberenas de1 Mediterrá-
neo interesadas en establecer 10s productos y el necesario soporte fi-
nanciero. La constante presencia de1 Mediterrineo en 10s inicios de la
expansión atlántica podrá ser la causa de1 dominio mercantil de Ias nue-
vas experiencias de barbecho aaui emorendidas.
Ciertamente, 10s pueblos peninsulares y mediterráneos, a1 com-
prometerse con el proceso atlántico, n« dejaron de Iado la tradición
agrícola y los incentivos comerciales de 10s mercados de origen. Por
eso, en e1 equipaje de 10s primeros labradores insulares fueron impres-
cindibles Ias cepas, rizornas, algunos granos de precioso cereal, mezcla-
dos con aperos y herramientas. La afirmación cie las áreas atlánticas re-
sultó de este trasplante material y humano y de que 10s peninsulares
fueron 10s principales obreros. Este proceso fue la primera experieiicia
de ajuste de barbechos a las directrices dc Ia tnueva economia de nier-
cado.
La apuesta preferente fue por una agricultura capaz de suplir Ias
faltas de1 viejo continente, bien 10s cereales. hirn el pastel y azúcar, que
se beneficiaron de Ias novedades propiciadas por el medio. Aqui esta-
mos recordando Cabo Verde y São Tomé, donde la frustración de un
cultivo de subsistencia europeo no fue ficilmente compensado con la
oferta de 10s producti>s africanos a travks de1 rnaiz zaburro c ifiames.
En Cabo Verde pronto se reconoció Ia irnposibilidad de1 rentable cul-
tivo de 10s caíiaverales. Pero tardó en valorarse e1 algodón como pro-
ducto sustitutivo, tal era Ia obsesión por i I azúcar.
La sociedad y economia insulares surgen en Ia confluencia de los
vectores extremos con las condiciones internas de1 multifacético mundo
insular. Su definición no fue simultánea ni obedeci6 a 10s misnios prin-
c i p i o ~organizativos por el hecho de ser Ia misma resultado de Ia divi-
sión por Ias coronas peninsulares y sefiorios islenos. Por otro lado. Ia
economia insular es resultado de Ia presenci;~de varios factores que in-
tervienen directamente en la producción y comercio.
No basta disponer de un suelo fértil o de un producto de perma-
nente búsqueda, pues a eso deberán tambicn zisociarse los meciios pro-
136 Portugal y lar zslas de1 Atlúntzco

piciadores de Ia filtración y existencia de técnicas y medios de cambio


adecuados a1 nivel mercantil alcanzado por los circuitos comerciales. De
este modo, para conocer 10s aspectos pruductivos y de cambio de Ias
economias insulares se vuelve necesaria una breve referencia a 10s fac-
tores que están en su origen.
En cuanto a1 sector productivo deberá tenerse en cuenta Ia impor-
tancia asumida, por un lado, por Ias condiciones gcofisicas y, por otro,
por Ia política distributiva de los ciiltivns. Es por Ia conjunción de am-
bas por lo que se establece Ia necesaria jerarquia. LGSsuelos más ricos
eran reservados para e1 cultivo de mayor rentabilidad económica (e1 tri-
go, la cana de azúcar, e1 pastel), en tanto 10s medianos quedaban para
los productos hortícolas y fruticolas, quedando los más pobres como
pasto y área de apoyo a 10s dos primeros.
A esta jerarquia definida por Ias condiciones de1 suelo y persisten-
cia de1 mercado podemos afiadir para Madeira otra de acuerdo con Ia
geografia de Ia isla y 10s microclimas que Ia misma genera. La explica-
ción fue dada por Orlando Ribero' pudiendo e1 Iector apercibirse de
eso en el siglo xvr, a partir de Ia lectura dc la obra de Gaspar Frutuoso.
La realidad en cuestión es específica de Madeira y só10 encuentra algo
parecido en Ia isla de São Tomé '. Para que todo esto tuviese lugar de
forma ordenada hubo necesidad, por parte de1 senorio y de la corona,
de definir normas para el aprovcchamiento de los recursos agrícolas de
10s nuevos espacios. De ahi resultaron numerosas medidas reglamenta-
doras de las actividades productivas. Esta política se esboza ya con la
entrega de tierras, donde se establecen, rnuchas veces, ios ptoductos
más adecuados para su cultivo. En Madeira en 1492 se apuntaba hacia
Ia preservación de los trigales, pero en 1508 Ia prioridad estaba en los
canaverales. Lo rnismo sucedia en las Azores, donde en São Miguel se
estableció en 1532 una división equitativa de1 suelo cn campos de trigo
y tierras de pastel.
No se agotaba aqui la iniciativa de las autoridades en el ciclo pro-
ductivo, ya que la fase de transformación de 10s productos era otro as-
pecto que atraia su interés. Todo esto, es proporcional a1 volumen y es-
pecialización de Ias tareas. Así çn e1 caso de1 azúcar, cuyo proceso era

' A ,lho dc Mlidcrra <ir! meado, do iiii<lii


ix. Lisbua. 1985 ( I . ' cdición cn 19491,
pp. 37-43 v 56~59.
F. Tenrriro, .lilha de Süo Y i m P Lishtiu. 1'469, p ~ >49-54.
.
Lu economia in.~ulur 137

lento, había un apretado control y reglamentos para Ias tareas, por me-
dio de estatutos y ordenanzas específicos.
Mayor y más evidente era Ia actuación a nivel de1 sector comercial.
En este caso Ias autoridades intervenían con c1 doble objetivo de ase-
gurar, por un lado, el comercio monopolista cie Ia burguesia nacional
y, por otro, Ia normalización de 10s circuitos. AI mismo tiempo, deherán
mencionarse Ias ordenanzas municipales que defienden, única y exclu-
sivamente, intereses de los conciudadanos; esto es, garantizar e1 ahas-
tecimiento de1 mercado local de productos esenciales. Las ordcnanzas,
de Ias que se conocen Ias de Funchal, Angra, Ponta Delgada, Ribeira
Grande, Velas, Vila Franca d o Campo, son de ell« testimonio, como ten-
dremos oportunidad de comprobar '.
Las Canarias, por Ia riqueza de 10s recursos humanos y naturales,
destacan en e1 siglo xv como e1 primer hlanco. Pero Ia conquista y
ocupación fueron retardadas por Ia disputa clitrc- Ias dos coronas pe-
ninsulares y e1 enfrentamiento de los guanclies. De este modo, Madeira
asumió una posición cumhre en el proccso, una vez frustradas Ias i n i ~
ciativas en Porto Santo.
El archipiélago azoriano y Ias demás islas en e1 área de Guinea tu-
vieron su desarrollo en una época tardia, impidiendolo varios factores
de orden interno a 10s que no son ajenas Ias condiciones mcsológicas.
E1 clima y el suelo áridos, por un lado, seísmos y volcunes, por e1 otro,
eran un cartel poco alentador para los primeros pohladores. En ambos
casos e1 comienzo de1 cultivo de Ia cana de azúcar estiivo ligado a los
madeirenses. Ellos habian recibido Ias t6cnic;is de los italianos pero
pronto se aprestaron a difundidas en tndo cl cspacio atlántico.
Madeira, que se encontraba a poco más d r medio siglo de cxisten-
cia como sociedad insular, estaba en condiciones de ofrecer los contin-
gentes de colonos habilitados para Ia apertura dc nuevos harhechos y
e1 lanzamiento de nuevos cultivos en Ias islas v ticrras vecinas. Así su-
cedió con e1 trasplante de cana de azúcar a Santa Maria, São Miguel,
Terceira, Gran Canaria, Tenerife, Santixgo, São Tomé y Brasil.
La tendencia unificadora de Ia economía agrícola de1 espacio insu-
lar chocó con varios ohstáculos que, dcspu&s, conclujeron a un reajustc
de Ia política económica la definición dç Ia complementariedad entre

a 1%. Vieiro, «As postura\ municipais <ia içl;iili.i!;i i .\çori.r iius si.coliis w a xvii»
vri 111 Col<iyuLo Ir,li~riiii<ion<il0i Arrjrc., i, o Al/Ün/i<ii, .\ngi-;i <i<>HÇI-oisriii~. 1<189.
138 Portugal y las islas de1 Atlátztico

10s mismos archipiélagos o islas. En estas circunstancias Ias islas consi-


guieron crear en su seno 10s medios necesarios para solucionar 10s pro-
blemas cotidianos b a s a d o s casi siempre en asegurar 10s componentes
de Ia dieta alimenticia- para Ia afirmacien en 10s mercados europeo y
atlántico. Así sucedió con 10s cereales, que, producidos sólo en algunas
islas, fueron suficientes, en condiciones normales, para satisfacer Ias ne-
cesidades de la dieta insular, sobrando un gran excedente para suplir
Ias carencias de1 reino.
Uno de 10s objetivos iniciales que orientó Ia colonización de Ma-
deira fue la posibilidad de acceso a una iiueva área productora de ce-
reales, capaz de suplir las carencias de1 reino, las plazas africanas y fac-
torías de Ia costa de Guinea. Esta ultima situación era definida por lo
que fue conocido como e1 «saco dc Guines». Entretanto, 10s intereses
en torno a1 cultivo azucarero se recriidecerán y e1 intrrés en e1 cultivo
era obvio. Este cambio sólo se hizu pusiblc cuando se encontró un mer-
cado sustitutorio. Así sucedió con Ias hzores, que, a partir de Ia segun-
da mitad de1 siglo XVI, pasaron a asumir e1 lugar de Madeira.
El cereal fuc el producto que condujo a una unión armoniosa de
Los espacios insulares, no sucediendo los rnismo con e1 azúcar, e1 pastel
o e1 vino, que fueron responsables de1 enfrentamiento y de una crítica
desarticulación de 10s mecanismos económicas. Junto a esto, todos 10s
productos fueron e1 soporte, más que evidente, de1 poderoso dominio
europeo en Ia economia insular. Priniero e1 azúcar, despiiés e1 pastel y
c1 vino, ejercieron una acción devastadora en e1 equilibrio latente en Ia
economia de Ias islas.
La incesante búsqueda y rentable ncgocio condujeron a Ia plena
afirmacibn, casi exclusiva, de estos productos, generadora de dependen-
cia de1 mercado externo. Este, más allá de ser e1 consumidor exclusivo
de estos cultivos, aparece como e1 principal abasteccdor de 10s produc-
tos e instrumentos de que 10s insulares carecen. Ante esto, cualquier
eventualidad que pusiese en duda e1 sector ~roductivoera e1 preludio
de1 estancamiento de1 comercio y e1 anuticiu evidente de dificultades,
que desembocaban casi siempre en c1 hambre.
Basándose en esto Fernand Braudel ciefcndió para Ias islas de Ma-
deira y Azores el régimen prodiictivo has;~doen el monocultivo'. Pero
La economia zn.sular 139

lo que sucedia en Ias islas era mucho más complejo. La heterogeneidad


de espacios no era propiciatoria de ello. De este modo, Ias reacciones
no tardaron en aparecer por parte de investigadores más atentos y co-
nocedores de estas islas. E1 primero en rebatir la idea fue Orlando Ri-
beiro',, siendo secundado por F. Mauro y Vitorino Magalhaes Godinho.
Este último definió Ia economia insular como un régimen de productos
dominantes y nunca de monocultivo.
En verdad fue eso lo que sucedió en cualquiera de los dos archi-
piélagos de1 Mediterráneo Atlántico, exccptuándose Ias islas de los ar-
chipiélagos de Cabo Verde y São Tomé, dondc Ia situación fue diversa.
En Madeira y en Ias Azores esta tendencia fue frenada por múltiples
factores: en c1 sector productivo Ia diversidad de1 suelo y el clima con-
dicionó un verdadero mosaico de cultivos, de los que el texto de Gas-
par Frutuoso es testimonio. En los contactos con el exterior, a pesar
de Ia ausencia de registros aduaneros, Ia situación es también diferente,
siendo corroborada Dor 10s diversos visitantes
La estructura de1 sector productivo de cada isla se molde6 de acuer-
do con esto, pudiéndose definir en componçntes de dieta alimenticia
(cereales, vid, hortalizas, frutos, ganado) ! de cambio comercial (pastel,
azúcar y algodón). En consonancia con Ia iictividad agrícola, se verificó
Ia valoración de los recursos disponihles por cada isla, quc integraban
Ia dieta alimenticia (pesca y siivicuitura~o 10s canihios comerciales (or-
chilla, zumaque, maderasi. Es esto lo q ~ i cnos proponemos tratar a con-
tinuación.

LOS <:OMI'ONIN.I'LS .4 DIETA Al,lhli7N~I'I(I,\


01. 11

La presencia en Ias islas de un grupo de colonos, oriundos dc un


área en que el componente fundamental de Ia alimentación eran 10s ce-
reales, definió para ellos una función primordial en la apertura de los
frentes de barhecho. En e1 comienzo todo tue moldeado a imagen y se-
mejanza de1 rincón de origen, por ello. dondr eso se volvia difícil era
casi imposible reclutar e instalar gentes. A ~ aparecieron
I 10s trigales. los
140 I'ortugal y las zslas de/ Atlúntzco

vinedos, Ias huertas y 10s frutales dominados por Ia casa de paja y, más
tarde, por lujosas viviendas senoriales.
A partir de1 siglo xm el Atlántico fue invadido por nuevos cultivos
de 10s espacios recién conocidos, que pasaron a formar parte de Ia dieta
alimenticia de Ias poblaciones: primero el maíz, después el name y Ia
patata. Pero su presencia en Ia agricultura insular varió de archipiélago
en archipiélago. E1 maiz Ilegó pronto a Ias ilzores y São Torné, cn tanto
en Madeira su aparición só10 tuvo Iiigar en e1 siglo XLX. La patata c o ~
menzó a tener aceptación en Madeira Azi~resen Ia segunda mitad de1
siglo XVII.

Los crreulc~

En Madeira, hasta Ia década de 10s srsenta de1 siglo w, el paisaje


agrícola fue dominado por 10s trigales, decorados de parras y canave-
rales. El cultivo ccrealifero dominaba Ia economia madeirense, generan-
do grandes excedçntes con que se abastecian los puertos de1 reino, Ias
plazas africanas y Ia costa de Guinea. Todo rso fue el resultado de Ia
elevada fertilidad de1 suelo provocada por Ias quemas inicialmente
hechas.
A mediados de1 siglo xv Cadamosto niencionaba Ia cosecha de tres
mil moyos de cereal, que excedia en más de1 65 por ciento Ias necesi-
dades de Ia población madeirense. De ésta, mil moyos cstaban destina-
dos a Ilenar e1 «saco de Guinean, csco es, abastecer Ias tactorias de Ia
costa africana. Pvro a partir de la década Ilc los scsenta cl dominio de
10s cultivos de canaverales condujo a una paulatina quiehra de los tri-
gales, de modo que a partir de 1466 la producción ccrealifera pasó a
ser deficitaria, no pudiendo asi asegurar 1,)s compromisos de abasteci-
miento de Ias plazas y factorías africanas. Desde entonces Ia isla nece-
sitaba importar parte significativa de1 cere:il que consumia. En 1479 Ia
cosecha daba sólo para cuatro meses. dcpendiend~]c1 iibastecimiento
de1 restante cereiil importado de Ias /\z»res y de Ias Canarias. El cultivo
tenía lugar cn 10s miinicipios de (:alheta y Ponta do Sol y en 121 isla de
Porto Santo.
Esta coyuntui-a derivó de1 domiiiio d r ios canaverales y de1 rápido
agotamicnto de1 siielo, resultado de1 cultivti intensivo drl que fue l~lan-
co. Giulio Lancli I« trataba de forniii c,rplicitii cn 1530:
La economia znsulur 141

La isla produciría en mayor cantidad si sc sernbrase. Pero Ia ambición


de Ias riquezas hizo que 10s habitantçs, drscuidándose de sembrar tri-
go se dedicasen só10 a producir azúcar, pues de éste sacaban rnayores
provechos. Lr) que explica no recolectar cn Ia isla trigo para más de
seis meses, por çso hay una carencia de trigo. que eii gran abundancia
es importado de Ias islas vecinas

La corona habia establecido en 1508 que Ias Azores eran el granero


de1 mundo atlántico, supliendo Ias carencias de Madeira y sustitu-
yéndola en e1 abastecimiento de Ias plazas africanas y de Ia ciudad de
Lisboa. En verdad, Ia crisis cerealifera madeirense condujo a1 incre-
mento de1 mismo cultivo en e1 suelo azoriano, habiéndose determi-
nado, especialmente cn São Miguel. un freno a1 avance de1 cultivo de1
pastel.
Presentándose el archipiélago azoriano con una vasta área y un sue-
lo variado fue difícil delinear una política de aprovechamiento. La falta
de mano de obra hizo que se hiciese incidir cn Ia colonización só10 en
áreas definidas, muchas veces, y en vias de barbecho. En Ia isla de São
Miguel y Santa Maria, e1 ritmo acelerado de 10s barbechos y Ias eleva-
das posibilidades de1 suelo para Ia expansinn de1 cultivo cerealífero con-
dujeron a Ia afirmacinn como principales productores de trigo, relegan-
do a un segundo plano a los restantes.
Santa Maria fue la primera isla en scr labrada, pero e1 espacio de
cultivo reducido Ia condujo hacia una posicióti secundaria, cediendo e1
lugar a la de São Miguel, con un área plana apropiada para e1 desarrollo
de 10s barbechos, a pesar de Ias dificultades derivadas de las erupciones
volcánicas y de 10s seísmos. De este modo, Ia isla verde se afirmó, a 10
largo de 10s siglos xvi y xw~,como la principal área productora de trigo
de1 archipiélago.
Terceira. donde e1 proceso inicial fue perturbado, disfrutó a partir
de 1470 de una posición privilegiada cn el ciiltivo de cereales, mante-
niéndose, hasta mediados de1 siglo xvi, como un fuerte competidor de
Sáo Miguel. Pero los factores geográficos Ia orientaban hacia una ac-
ción de apoyo y aprovisionamiento de Ias naos, mientras que Ias cons-

«Dcscri(ao <Ia ilha CI;~Madeira» cn A Iliii/<~irur i r i i i por citroiigc'ir<ii, Funchal,


1981, p. 84.
tantes solicitudes de1 sector terciario atraian cada vez más gentes a la
ciudad de Angra, quedando e1 campo en sçmiabandono. De este modo
el mantenimiento de contactos regulares con Ias islas de São Jorge, Gra-
ciosa y São Miguel eran, cada vez mas, imprescindihles para poder ase-
gurar e1 servicio de abastecimiento de Ias emharcaciones que llegahan
a1 puerto.
A partir de finalcs de1 siglo xvi Toe evidente Ia afirmación de1 ar-
chipiélago azoriano como principal productor de trigo en çl Atlántico.
La economia cerealifera aioriana estaba organizada en torno a dos puer-
tos importantes (Angra y Ponta Delgada) que tenian a su alrededor un
vasto hzntrrlund, abarcando Ias áreas agrícolas de Ias islas i. de Ias ve-
cinas. Así, la isla de Santa Maria çstaba colocada bajo e1 mando de Sáo
Miguel y Ias restantes adyacentes o dominadas por c1 purrto de Angra.
Adviertase que hasta cl mismo comercio de cereal de Flores y Corvo
se hacía ii partir de Angra, como sucedió cn 1602.
En síntesis: 10s barbechos de ccrcal cn e1 archipiélago se distri-
huían en consonancia con Ias posibilidades de1 suelo y Ia cxistencia de
ejes de filtración o, más prupiamentc, de confluencia de rutas capaces
de filtrar los elementos excedentes de Ias coscchas.
La isla de Sáo hliguel, siendo Ia de mayor extcnsicin de1 archipié-
lago y Ia que ofrecia mejores condicioties a 10s barbechos, se afirma,
desde el inicio, como Ia principal productora de cereal. Éste crecía, de
lado a lado, con el pastel. Todo e1 espacio cn torno a Ia ciudad, el área
agrícola más importante de Ia isla, estaba ociipado con 10s dos cultivos.
Frutuoso. a {inales de1 siglo xvi, lo confirma. En 1640, Ia isla producía
13.800 moyos de trigo, siendo más cle Ia initad (7.705 moyos) de los
trigales situados entre Ribeira GranJc y I'onta Delgada, situindose en
segundo lugar el litoral desde Bretana n Ias Feitciras, con 2.360 moyos.
E1 irea dominante de1 cultivo se situaba eii Ias proxiinidades de1 puerto
de Ponta Delgada. eri Ia fecha el principal piierto de comercio de Sâo
Miguel.
Terceira es citada en todas las tuentes narrativas como una de Ias
principales islas de producción de cercial de1 archipiélago. En 1527 Fran-
cisco Alvares le atribuyó el epíteto dc rntidri. diz1 trlgo '. En e1 mismo sen-
tido se relierc Antoniri Cordeiro ciiando 'ifiirna que en tiempos remotos

I.'i~rdud<,irdinli,rn>ai.Jri, 11 p;trrc. cep IV


dia xcasi lo misrno que São M i g u e l ~ " Las
. restantes islas sç çncuen-
tran en una posición secundaria pero. aún aií. con un excedente con-
fortable capaz de mantener activo el comcrcio local y externo. Así
sucedia con Ia isla Graciosa, donde Ia cosecha de trigo y cebada «ex-
cede a Ia de Ias demás islas» "I; a ello contribuian Ias condicioncs fa-
vorables propiciadas por la orografía. En cuanti) a las restantes islab, Va-
lentim Fernandes y Jean Alphonse hacen refrencia a la abundancia de
cereales. Gaspar Frutuoso alude a Ias de São Jorge y Pico como tierras
de poco pan, a Faial le atribuye una cuscchgi de mucho trigo. a 1:lores
se refierc como autosuficiente y a Gracios21 y Corvo como tierras de
pan ' .
La historiografía de1 siglo xvi es unanimr cn afirmar Ia elevada fer-
tilidad de1 suelo azoriano. E1 texto más ejemplar es de Frutuoso, quien
nos da ciienta, de modo exhaustivo, de Ias diversas formas de actividad
económica de1 archipiélago, teniendo en cuetita los factores de produc~
ción. El autor nos traza, de modo clarividcntç. Ia coyuntura de Ia eco-
nomia azoriana de Ia decada de los ochenta. EI mismo, erb Ia descrip-
ción de Ias islas, destaca que e1 suelo azoriano, de un modo general.
se presentaba apto para el cultivo de1 trigo, donde bien por Ias condi-
ciones geográficas. bien por Ia fertilidad, se volvia innecesario el uso de
burbechos de campos sin cultivar. Así concliiye que Ias islas de Ias azo^
res «son tan abundantes de pan, que al principio de si1 descubrimiento
daba cada moyo de tierra sembrada de trigo o cebada cuarcnta o ciri-
cuenta 0 sesenta moyos y, todavia muchas veces cosechan 10s labrado-
rcs de un "alqueire" de sernbrado veinte treintan ".
En el análisis particular de cada isla destaca Ia fertilidad de Ias de
Santa Maria y São Miguel, diciendo. r n ciianto a Ia primera:

Se sicnibra uii nioyo dç tiçrra i-on trcint;, y cinco y hasta cuareriia ;iI-
quçii-çs dr trigo, y no sufrc t a n t a siniictitc como Ias otras islas, porque
es de rnucha pr<iducci«n,y sç çncuciitr:in pies de trigo dc un grano
que da ciento diei, ciento \.çintr cspi,yas. y es corniin de nqiiellcis qur

Hist6r;u Itiiuluizu, p. iO2.


' Ibidrm. p, 415.
"
Siiudud<,i (lu I é r r d , lih. VI
' Ibiilem. lih V I . 1, 4
144 Portugal y Ias i.sla.r dr.1 iltlántico

biçn producen, son cincucnta y scsenia, diez, qiiincc, vcinte, treinta,


cuarenta "

En cuanto a Ia isla de São Miguel, da cuenta de Ia elevada fertili-


dad de1 suelo, de tal modo que Ias tierras no necesitaban de descanso,
pues «dan abundantisimo fruto, mayormente en e1 principio de su des-
cubrimiento, en que tenían todo su vigor y fuerza ...», anotando más ade-
lante que «en Ia colina de Ia villa de Ribeira Grande, y en otras muchas
partes de esta isla, respondia Ia tierra a sesenta moyos por moyo de tri-
go, y lo mismo de cebada; y tan vasto y de calidad era el pan, que dos
segadores segaban trescientos haces a1 dia, cada haz daba un alqueire
de trigo ...» ". Esto fue confirmado por fray A. de Monte Alverme, re-
firiendo que en 10s Fenais un moyo de tierra daba sesenta de trigo, ha-
biéndose encontrado alli «un pie de trigo que tenía 107 espigas»".
La media de productividad de trigo oscila entre 15 a 20 simientes,
aunque hubiese anos con referencias elevadisimas y exageradas. Este nú-
mero es considerado espectacular si tenemos en cuenta que Ia media
occidental oscilaba entre 3 y 4 simientes, nunca excediendo en anos de
buena cosecha Ias 10 simientes. Caso idéntico sucedici en Portugal, don-
de Ia media rondaba estos valores, sólo encontrándosc valor superior
en Ias tierras de1 monasterio de Alcovaqa icon 8 a 13 simientes)
y la regibn de Barcarena (con 8 simientes)
Si aceptamos Ias informaciones ofrecidas por Gaspar Frutiioso
como seguras, tenemos que considerar que estábamos ante una cosecha
fuera de lo común, que excedia los limites hasta aqui considerados nor-
males en Ia cconomía agraria europea. Ida admiración con que é1 y otros
autores de1 siglo xv (Zumara, V. 1:crnandes) refieren Ia elevada pro-
ductividad de1 cereal azoriano es un argumento más para corroborar
esta realidad. Todo seria posible cn una tierra rica y virgen, donde el
trigo crecía fácilmente.
El europeo encontró en Ias islas por explotar e1 medio adecuado y
capaz de suplir Ias dificultades generadas por Ia degradacihn, cada vez

' Ihid~m.lih. 111. p 98.


' Ibi<ic>ia,lih. N.toi~io11, pp. l i y 23
' (:ronicdi rlil pniuíni-ia dr Súo Joüo Fv,ing~~iiii<i
.iiir ilhor doi Aci>n,s, vol. 11, Ponva
Degada, IL)hl. 16.
reflejos de1 agotamiento de1 suelo insular, \entido dc modo evidente en
Terceira:

Sçnor, esta islu Terceira çstá rati ncccsitada dc trigri corno nunca cs-
tuvo porquc cstá en condicibn iir alguns gcnie algunos dias no conicr
pan, bien quç por eso no han de inorir, liorquç hay cosas aqui eu Ia
lirrrii ccin iluc mantenerse este poco ticmpo que 1t.s falta. Esto, Sc-
nor, causó nri habcr bucna simientr ptirque rn ticrra de un rnoyo de
semhrado se sembró moyo y rncdio rri qur se lanzó a Ia tierra qui-
nicntos rnoyos de trigo dci qiic sc acosturnhraha a lanzar; esto causó
esta mçngiia de trigo y que ahora han dc sembrarse tambitn más
tierras de Ias que nunca se senibrí) sçgún Ia información que tengri
ç n todas estas idas de Ias Azores ha! esio salv<ien Ia isla de Santa
Maria, doiidc dicen teiier cl trigo qur lei mnccesario ... I " .

D e este modo estaba comprometido c1 abastecimiento de Ias ar-


madas hasta Ias nuevas cosechas, esto es, un período de abril a junio.
A mediados (lel siglo xm la aparición de1 tizón vino a agravar Ia
situación. Asi, en cl invierno d e 1552, todo e1 archipiilago padeció ham-
bre. Las poblaciones de Sáo Miguel, Faial y Sáo Jorge se amotinaron,
manifestándose contra Ia salida ilimitada dcl cereal de1 comercio y con-
tra Ias rentas reales y particulares para c1 reino. A principias de 1552
los concejales se oponen a los planes de Alõnso Capiquo, que venia a
buscar el dinero d e Ias rentas, pues alcgari como qurja que «en estas
idas este ano haya mucha necesidad de trigo y sea mas caro que desde
hace muchos anos ...» ".
Entrevanto 10s habitantes de Sào Miguel se quejaban a1 monarca
de la actividad especulativa de los scnores. quienes, procurando sacar
mayor lucru, lo exportaban, quedando Ia isla «en mucha necesidad y en
el invierno viene a valer mucho y, por no venir dc fuera, falta a vecesm.
D e este modo, propusieron a Su Majcstad Ia obligatoriedad d e cada pro-
pietario d e dejar r n Ia isla un tercio dc Ia cosecha. Pero el edicto real
apenas dcterminó que fuese s d o un cuarto.
Algo semejante pasaba en Praia (Terceira), donde ia conceialía do-
minada por los grandes productores d c trigo permitia Ia salida d e 4.000

' Aryurio doi .l<,on.i. vol. 1, pp. 1 1 8 ~ 1')


1
' h1 I>:i Rocha <;i) O arqujp'fldi<, doi At<,ivi ;,o iwri,lo iill rl%[ii,r/or~6<.toi.roriri~
iiiia,i iI 5 7 5 i h / i i , C i i \ ~ e l oBranco. lL9i'>. 1, 28-1.
148 I'ortugul y Iu.7 irias del Atldntico

atlántico. De un lado, una isla extensa con vastas áreas propicias a1 cul-
tivo de1 cereal, de1 otro un área con flojas posihilidades agrícolas, pero
disfrutando de una posición estratégica.
La economia azoriana se estructuró a partir de Ia primera mitad de1
siglo m, bajo e1 signo de este ambiente, dando origen a dos áreas de
actividad económica dominantes, en torne a Ias cuales se colocan Ias
demás como regiones periféricas.
Es común definir este viraje en el cultivo cerealífero aioriano como
resultado de una actuación de1 movimiento demográfico insular. No
obstante, si tenemos e n cuenta 10s datos demográfiios para los aiios de
1567 y 1568, podemos concluir que no hubo cambio significativo en
e1 natural movimiento ascendente. S6io hay que destacar un reajuste
de Ia geografia pohlacional de1 siglo xvr, con el dominio de las áreas
cn franco desarrollo. Así sucedió en São Miguel con el espacio agrícola
en torno a1 eie de Ponta DelgadaIRiheira Grande y en Terceira con la
ciudad de Angra.
La deficiencia cerealífera de algunas áreas de1 archipiélago azoriano
se debe fundamentalmente a un cambio en Ia estructura económica, a
Ia que no fue ajena su posición en Ia dinamica económica de1 mundo
colonial atlántico. Las alteraciones más significativas ocurrieron en Ter-
ceira con e1 sector de actividad dominante e1 primario dio lugar a1 ter-
ciario. En Sáo Miguel éste mantuvo Ia supremacia, relegando a un se-
gundo plano a los demás.
A partir de Ia mitad de1 siglo xvi, de acuerdo con e1 rnmbo defi-
nido por estas áreas, Ia coyuntura ccrealifera será asimétrica, demostra-
tiva de este viraje. Desde entonces Terceira se mantuvo como una isla
carente que busca su provisión en Graciosa, en Sã» Jorge y, también,
en São Miguel, mientras que el sue10 niicaelense sc afirmará como e1
área agrícola por excelencia, donde se cultivaba la hierba pastel y e1 ce-
real. Esta última estaba preparada para ser e1 potencial granero de1 At-
lántico europeo, contando con un solo impedimento: el cultivo rentable
de la hierba pastel. De este modo, Ia situación cerealífera definida por
Fréderic Mauro entre 1570 y 1669 no pone cn duda Ia tcoría divulgada
de que Ias Azores iueron e1 granero de Portugal y de Ias plazas de Afri-
ca, antes confirma y refuerza nuestra idea de que éste se situaba en São
Miguel.
Esta isla era la principal productora de1 cereal de1 archipiélago e,
igualmente, Ia que ofrecía mejores condiciones en cuanto a Ia extensión
La economia insular 149

I). CORVO

0. FLORES

ORkCIOSA

PICO

M O MIOUEL

A T L A ' N T I C O
HASTA 700 M O F
1000 - 1 5 0 0
snw. MA&
1501 - 2000

2001 - z5m

Producción de trigo en Ias Azores en 1680

Producción de trigo en Ia isla de São Miguel en 1640


150 Portugal y las islus de1 /ltliin~icico

de1 suelo. E1 análisis de la coyuntura cerealifera, por lo menos, 10 especi-


fica. En verdad, en Sáo Miguel Ias crisis ceredíferas son raras y espaciadas,
siendo en su mayona cortas y resultado de factores ocasiondes, como las
tempestades. Así succdió en 1573, en que uri fuerte temporal destru~óto-
dos los sembrados Tambiin en e1 siglo xm se dio otra co)untura de crisis
en 1591-1592 que obligó a Ia importación de cereales. Esta fue descrita
como resultado de Ia aparición de Ia hicrba pastel, que tendia a sustituir
a1 trigo. Lo que fue resuelto en favor de1 cereal. ya que éste, aunque con-
siderado un cultivo de inferior rentabilidad, era necesario, siendo uno de
los imperativos de Ia corona su persistencia.
De 1591 a 1640 se mantuvo un intervalo prolongado en que no
se hace referencia a ninguna crisis. La falta en cl último ano fue resul-
tado de Ia incompatibilidad entre los interrses de Ia aristocracia ciuda-
dana, propietaria y ligada a1 comercio de cxpurtación de cereales, y e1
necesario aprovisionamiento de1 micaelense. dc. modo especial de Ia ciu-
dad de Ponta Delgada.
Las medidas j~roteccionistas, con e1 establecimiento de un contin-
gente de reserva o Ia prohibición de salida de trigo, y el cxamen de 10s
graneros, fueron relegados a un segundo plano u olvidados para facili-
tar e1 comercio. Solamente en 1677 Ia falta de cereal resultó de una
quiebra de Ias cosechas, que no habrían sobrepasado Ia mitad de1 ano
anterior. El trigo «era tan poco que corrí;i cl riesgo de no sustentarse
esta ida» "'.
La situación de extrema miseria y hambre se agravó a partir de los
anos cuarenta de1 siglo mr, conduciencio ai amotinamiento de1 pueblo
hambriento. Así sucedió en 1643, 1647 y 1695. En Ia primera fecha e1
pueblo amotinado pmcuró evitar Ia práctica especulativa de los conce-
jales compr«metidos con el comercio dcl cereal, impidicndo el embar-
que de una carabela con trigo, cuando «rio lo encontraban en Ia ciudad
a la venta para comer y sembrara"
En 1590 10s pobres de São Miguei oriundos de Ias áreas rurales
se rebelaron contra Ia aristocracia burguesiii de Ponta Delgada, Ri-
beira Grande y Vila Franca do Campo, foizándoles a poner fin al co-
mercio y al precio cspeculativo dcl pari

"' Bihlioieca Púhlica i. Arq~iivi,d r Porit;i I)i.lRa<i,i.Cim<ir<iiMuni<rpiil de i'rinta Del~


godri, n . 5 3 . lols 188 \ . ' ~ 1 8 9v.".
'' 11. Lima 01Asorei na Fciinomia A l / i n i z < i (o,hiid,oi) i k u i o i \ i ,r v i r *rTii. A n ~
gra do IIrroismo. 1978, pp 3 7 3 ~ i 5 4 .
La economia Mrular 151

La falta de1 cereal en São Miguel, a partir de la mitad de1 siglo xw,
surge como consecuencia de los malos anos agrícolas y de Ia acción espe-
culativa de la aristocracia y clase mercantil micaclense, interesadas en el co-
mercio de1 cereal y con fuerte influencia en las concejalías de las tres ma-
gistraturas, y nunca como resultado de una quiebra en las cosechas. Los
pocos datos disponibles comprueban esta tendencia.
Diferente fue lo que sucedió a 10s colonc~sportugueses cuando lle-
garon a Santiago y Si« Tomé. Allí no medraban 10s cultivos que defi-
nian Ia dieta alimenticia europea y tuvieron un gran disgusto cuando
vieron Ias primeras espigas secas. De este modo sintieron la necesidad
de estructurar de forma diversa Ia colonizacion de las islas y Ia agricul-
tura a implantar.
Recurrir a los africanos, como esclaros i, no, fue Ia solución más
acertada para superar el primer obstáculo. Tenian una alimentación di-
ferente a Ia de los europeos, basada cn rl niaiz zaburro, en e1 arroz y
en e1 name, cultivos que allí prosperaban con facilidad. Entretanto, los
pocos europeos que alli se instalaron estuvieron siempre dependiendo
de1 bizcocho o harina enviados desde Ias islas o desde e1 reino.
E1 padre Baltaiar Barreira esboza en I(i06, de forma clara, Ia si-
tuación en Ias islas de Cabo Verde.

Ia principal simicnte que haccn rs dt. rnziíz zahurro y de éste comçn


ordinariamente los criollos y negros, y hacçn mucha cantidad de tuém
y cuscux L...] virne mucha harina dc f u m a dc Ia que sc arnas;, cada
dia iodo e1 piin que comen Ius portugucscs ".

Además, el archipiélago era rico en pastos para ganado menor y va-


cuno, que daban la carne, y con el pescado. cri abundancia en los mares
circundantes, complcmentaban y defitiían su alimentación.

Lu uid y e1 uino

Junto a1 cereal se plantaron tambien cepas de donde se extraía e1


sabroso vino de consunio corriente o el iitiliz:ido cn los actos litúrgicos.
152 Portugal y lar zslus &L Atlántico

El ritual cristiano hizo que se valoraran ambos productos, que, por esu
mismo, acompanaron el avance de Ia cristiandad. En ambos casos fue
fácil Ia adaptación a Ias idas más allá de1 Bojador, pero lo mismo no
sucedió con Ias de Guinea. La vid consiguici penetrar en este último es-
pacio si bien adquiriendo una importancia diminuta.
Martin Behaim da cuenta a finales de1 siglo xv de la plantación de
vides en São Tomé, en tanto un piloto anbnimo testimonia en 1607 Ia
existencia de vifias en Ia isla de Fogo, 11 en otros documentos encon-
tramos Ia referencia a su cultivo tambiin en São Nicola~iy Maio. El
vino producido en Ia isla de Fogo era considerado por algunos viajan-
tes, que por allí pasaron y tuvieron oportunidad de probarlo, semejante
a1 de Madeira. De este modo, Ia viticultura quedó reservada a Ias islas
de1 Mediterráneo Atlántico, donde el vino adquirió un lugar importante
en ias exportacioncs.
En Madeira e1 cultivo de Ia vid aparece ya con gran relevancia al
comienzo de Ia colonización, siendo una importante moneda de cambio
con e1 exterior. Cadamosto, a mediados de1 siglo xv, se admira de Ia
calidad y valores de producción de Ias cepas madeirenses. En verdad
e1 cultivo de Ia vid había adquirido inmediatarnente una exrensa parcela
de1 terreno barbechado en el frente sur, extendiéndose dcspués a todo
e1 área agrícola de Ia isla, a partir de finales de1 siglo xv. Pero su de-
sarrollo fue obstaculizado por el dominio de los canaverales y, por eso
mismo, Ia afirmación plena sólo tendrá lugar a partir de1 momento en
que surjan Ias primeras dificultades en r1 comercio de1 azúcar.
La evolución de Ia cosecha vitivinícola madeirensc de los siglos x\r
y x v ~sólo podrá ser conocida a través de1 testimonio de visitantes ex-
tranjeros, ya que es escasa Ia información cn Ias fuentes diplomáticas.
Hans Standen definia en 1547 Ia economia madeirense por el binomio
vinolazúcar; pasados 23 anos sólo sc hahlaba de1 vino como principal
factor de1 sistema de cambios con el exterior. Los trigales y canaverales
dieron lugar a Ias parras y matorrales. La vid se volvió el cultivo casi
exclusivo de1 colono madeirense. De este modo, e1 vino adquirió e1 pri-
mer lugar en Ia ecunornia madeirense, manteniéndose asi cerca de tres
siglos.
La rápida y plena afirmacibn de\ vino de Madeira en el mercado
atlántico derivo de1 elevado contenido alcoh~jlico,lo que le favoreci6 en
Lu economia zn.sular 153

Ia expansión por todo e1 mundo. Este consiguió llegar en condiciones


deseables a 10s destinos más inhóspitos, impropios para su conserva-
ción. En Cabo Verde, São Tomé o Brasil e1 vino madeirense era pre-
ferido a los demás por ser el único quc resistia e1 calor tórrido al que
estaba sujeto.
Los capitanes y tripulantes de Ias embarcaciones que navegaban
por Ia región ecuatorial no ocultaban tampoco su preferencia, por 10
que escalaban con asiduidad en Funchal para abastecerse de vino. Este
era de 10s pocos vinos, tal vez e1 único, que no se avinãgraba al pasar
10s trópicos, sino todo lo contrario, adquiria propiedades gustativas, lo
cual mucho les alegraba.
En las Azores el cultivo de Ia vid estuvo iejos de adquirir, ai inicio,
Ia misma pujanza que tuvo en Madeira o en Ias Canarias; dificultades
de1 medio impidieron que en algunas de Ias islas se produjese vino de
calidad con Ias cepas Nevadas por 10s madeirenses en e1 siglo XV.
Son numerosas Ias quejas de 10s extranjeros que visitaron el archi-
piélago en el siglo xvi sobre Ia poca calidad de1 vino que encontraron.
Linschoten refiere, a propósito de Terceira, Ia «gran abundancia de
vino, pero muy flojo y que no puede guardarse ni ser transportado para
fuera. Es, con todo, utilizado por Ia gente pobre, pues 10s más ricos
usan ordinariamente vinos de Madeira y Canarias» ". Aún asi, el cultivo
continuó adquiriendo un lugar relevante en Ia agricultura de Ias islas
de Sào Miguel, Pico y São Jorge. En Ia primera isla Ia cosecha de fi-
nales de1 siglo xvi podria alcanzar las cinco mil pipas, siendo mayori-
tariamente de1 área de Ponta Delgada y Lagoa. En Sáo Jorge Ilegaba a
alcanzar Ias tres mil pipas, en tanto en Pico rondaban Ias mil novecien-
tas pipas.
En el siglo XWI se extendió el mercado consumidor de1 vino azo-
riano, especialmente en Brasil, generando un importante hinterland en
torno a1 puerto de Horta, uno de los eles de1 comercio azoriano. A par-
tir de ahi Ia principal isla productora fue Ia de Pico, que produjo cerca
de treinta mil pipas en 1649, pasando a sesenta mil en 1658. E1 vino
o vinagre de São Jorge, Pico y Graciosa irnía fácil acceso a partir de1

'' «Histúria de Navegaçâo» en Boletim dri Imiituio Iliitdrico da iahu Tercrtra, 1,


p. 151.
La economia insular 155

En Cabo Verde, a1 contrario de lo que sucedia en Madeira y Azo-


res, no existió ningún contacto entre Ia ganaderia y Ia agricultura, sien-
do diferente Ia forma de aprovechamiento. Este sector asumió primor-
dial importancia en Ia economia, siendo en algunas islas e1 principal
factor económico. Aqui só10 se poblaron Ias idas de Fogo y Santiago,
quedando Ias demás, por mucho tiempo, como un importante pasto
arrendado a particulares.
La carne salada fue durante un largo período la principal fuente
de riqueza de alguna de Ias islas, sirvicndo para abastecer Ias naos y Ia
salida con destino a Brasil, Madeira y el reino. Por otro lado, Ias pieles
fueron también una importante fuente de rendimiento, activadoras de
10s cambios con 10s puertos europeos. En una relación de 10s jesuitas
(1603-1604) se da tetimonio de Ia riqueza de1 archipiélago caboverdia-
no, diciéndose que «hay gran copiosidad de crianza de ganado» y que
Ias islas estaban «todas habitadas de cazadores que se Ilevan muchos
cueros de aqui a diversas partes» '".

Caria de azúcar: Madeira (1990)

"' 1'E. Guerreiro, Rt,lojõo anual doi roirur qur. hzerdri iir p u d m do co»iq><inhtude ir^
rui.. , T. I., iibro TV, Coimhlr, 1930, p. 401
156 I'ortugal y las is1a.r de/ Atlúntico

Los productos anteriormente citados se dan como una necesidad


que nace de Ia dieta alimenticia de los colonos europeos o de Ias dis-
posiciones de Ias áreas de instalación. Otros aparecen por motivos di-
ferentes y acaban por adquirir una importancia inusual en Ia economia
insular. Estos son los productos que designamos coloniales, por ser im-
puestos por Europa con la finalidad de suplir Ias carencias de1 rnercado
europeo
Fue Europa Ia que 10s revalorizó y molJc<i de acuerdo con Ias ne-
cesidades comerciales, distribuyéndolos por las áreas adecuadas y ase-
gurando 10s medios necesarios para su cultivo, distribución y comercio.
En estas circunstancias aparece Ia cana de azúcar Ia hierba pastel.
Los incentivos de Ia corona y el rnunicipio, aliados a Ia elevada va-
lorización por los agentes europeos, actuaron como mecanismos propi-
ciatorios de1 desarrollo de estos cultivos.

La cana de aiúcar, por e1 alto valor económico en el mercado eu-


ropeo mediterránro, fue uno de los primeros y principales productos
que Europa legó y definió para Ias nuevas áreas de oclipación en el
Atlántico.
Su producción se inicio en Madeira, extendiéndose después a las
restantes islas y al continente americano. En esta primera experiencia
fuera de Europa Ia cana azucarera manifestó las posibilidades de de-
sarrollo fuera de1 hábitat mediterráneo. Tal evidencia catalizó los inte-
reses de1 capital nacional y extranjero, que apostó por la expansión de1
cultivo y por su comercio. Si cn 10s primeros anos de vida en e1 suelo
insular Ia cana azucarera se presentaha como un cultivo secundario, a
partir de mediados dcl siglo xv ya aparecia como e1 producto dominan-
te, situación que perduró en Ia prirnera mitad de1 siglo siguiente.
La cana aiucarei-a, como disfriitaba de1 apovo de1 scnorio y de Ia
corona, conquistó el espacio mantcnidci eii barhecho dc los trigales y
se expandió por todo e1 suelo culti\.able d r la vertiente meridional. La
capitania cle Funclial. ocupando Ia casi totalidad de1 área, agregaba por
La economia msulur 157

eso mismo, en su perímetro Ias mejores tierras para el cultivo de1 azú-
car. Entretanto a Ia de Machico restaba sólo una ínfima parcela y todo
un vasto espacio arbolado necesario para la construcción y actividad de
10s ingenios. En 1494, de1 azúcar producido en Ia isla sólo el 20 % pro-
venía de Machico, siendo todo lo demãs de Funchal: Ia relación entre
estos valores en el período de 1494 a 1537 oscilaba entre 10s 5:l (1494)
y 10s 3:l (1521-1524).
En Ia capitania de Funchal existían áreas distintas para e1 cultivo
de canaveral. La estimación de 1494 distingue allí dos áreas de cana-
verales: Funchal y sus alrededores, y el restante espacio a partir de1
Campanario, conocido como partes de1 Fondo. El último área era el de
mayor cosecha, con e1 74 % de Ias arrohas de Ias tasas de 1494. Pasados
veintiséis anos, Ia situación evolucioni) de modo favorablc para Fun-
chal, que presentaba el 33 %.
E1 período de plena afirmación de cstc cultivo se sitúa entre 1450
y 1521. Durante esos anos 10s canaverales dominaron e1 panorama agri-
cola madeirense y el azúcar fue el principal pl-oducto de cambio con el
mercado externo. El ritmo de crecimiento de este cultivo se rompi6 en
10s anos de 1497-1499, por una crisis momcntinca en Ia comercializa-
ción. A partir de 1516 los efectos de Ia competencia se hicieron sentir
en Ia isla y condujeron a un paulatino abandono de los canaverales.
La presencia de este cultivo en el sue10 niadeirense condujo a una
reestructuración de1 régimen de organizaciOn agrícola de acuerdo con
sus especificidades. Para Ia plena afirmación de los canaverales fueron
necesarias algunas condiciones, más allã de Ias ofrecidas por e1 suelo:
e1 agua para el regadío y para accionar 10s ingeriios; Ia madera para cons-
truirlos y Ia leria para mantener e1 funcionamiento de Ias calderas.
Gracias a la presencia de estos factores 1;i cana se expandi6 en Ia
ida. Aun así, conviene aclarar que los can;ivrrales madeirenses nunca
alcanzaron Ia dimensión de 10s brasilenos y de 10s de São Tomé. Aqui,
a1 contrario de 10 que sucedió al otro lado de1 Atlántico, el cultivo sólo
podia ser hecho de niodo intensivo en tcrrazas escalonadas de forma
ingeniosa por el madrirense.
De acuerdo con Ia valoración de 1491 se podrá decir quc el siste-
ma de organización de tierras en torno a1 azucar se caracterizó por e1
dominio de Ia pequena propiedad: los propietarios con mãs de 1.000
arrobas representaban sólo 22, mientras que cn cl período dc 1509 a
1536 serán 44, hahiendo 15 con valores superiores a 2.000 arrobas.
158 Portugal y las i.slu.r úel Atlúnticu
Para e1 afio de 1494 es posible saber cuil es Ia importancia asumida
por los canaverales, ya que Ia valorización era hecha individualmente
por cada uno: para un total de 209 propietarios tenemos 431 cafiave-
rales.
Es común decir que 10s cultivos de cana heneficiaban directamente
a amplias capas de la población madeirense, I« que no parece corres-
ponderse con Ia verdad, pues Ia tendencia ;I[ ercesivo parcelamiento de
Ia propiedad no disminuyó Ia capacidad de afirmación de 105 grandes
propietarios, que se servian de arrendatarios o colonos: en 1494 de 10s
209 propietarios de cultivos de cana contril>uycn sólo uii 21 por cicnto.
Si tenemos en cucnta este número de propictarios y e1 de aquellos que
contribuyen en e1 período de 1509 a 153í. (263 propietariosl nos ve-
remos forzados a admitir que e1 cultivo hcneiiciaha sólo a Lin reducido
número de madeirenses. Los demis gozab;in de beneficios indirectos.
merced al comprorniso con Ias diversas tarras ligadas al culti\.o, trans-
porte, transformación y comercio. En el primci- grupo, dc beneficiarios
directos, se incluian mercaderes nacionales y zxtraiijeros 1, Ia aristocra-
cia local comprometida ron Ia administraci611 rc.al y senorial: anibos con-
trolaban, en cl siglo xvi. el 51 '% de Ia cosech:~,situindose en el grupo
de propietarios con niás de 1.000 arrobas.
Este tipo de análisis só10 nos Iùe posible para Madeira, donde dis-
ponemos de algiinos libros de registro J e los irnpiiestos sobre el azúcar
recaudado, faltando idéntica informacicin c11Iiis hzores y São Tomé.
La cana de azúcar f i e , de todos los culti\:os trasplantados en e1 es-
pacio atlántico, aquel que rnayor cuidado rcqiiería en iin período limi-
tado de tiernpo. E1 ciclo vegetativo definia uri acompaiiamiento cons-
tante a lo largo de1 aiio: plantar, mondar, Jeshojar, combatir Ias plagas
y efectos nociiros de los anirnales, cortar y, Jrspués, Ilcvar e1 ingenio
adonde se molía 11extraia e1 jugo para Ia i:ibricacii>n de1 azúcar.
Mientras que Ias tareas relacionadas coo VI cultivo sc realizaban de
forma lenta a lo largo de1 ano, la parte relaciiinada con Ias lahores dçl
ingenio era una actividad intensiva que debia \cr ejecutada en un corto
período. El ingenio trabajaha dia y noche, multiplicándose Ias tareas en-
tre cl molino, e1 horno Ia purga. Todo esto debía hacersc de forma
continuada y realizarse en un plazo de 72 lioras, pues en caso contrario
Ia cana y e1 jugo cornenzaban a t'ermentai-. /\nie tal hecho, se volvia jus^
La economia insular 161

tificable Ia presencia de numerosa mano de obra, que só10 podia ser re-
clutada entre 10s esclavos. E1 fenómeno fue descrito, hacia 1530, por
Giulio Landi de Ia siguiente forma:

Se fabrica el azúcar de esta maneta: cogen primero Ias cafias y Ias ex-
tienden por orden en los surcos. Después, cubiertas de tierra, Ias van
regando reiteradas veces, de modo que Ia tierra sobre 10s surcos no
se reseque, sino que se mantenga siempre búmeda. De ahí que, por
Ia fuerza de1 sol, cada nudo produce su cana, que crece poco a poco
cerca de cuatro brazas, y sucedia asi porque e1 terreno aplicado al cul-
tivo tenía más fuerza d e producción [...I. Así maduran a1 cabo de dos
anos y, una vez maduras, Ias cortan en primavera, cerca de1 pie. Los
pies, germinando d e nuevo, producen otras canas para e1 ano siguien-
te, éstas no crecen tan altas, sino cerca de menos de una hraza, y a1
fin d e un ano maduran. Cortadas estas segundas, se arrancan total-
mente Ias plantas, para después, a su debido tiempo, reponer otras
canas como se dice. Una vez maduras, muchas veces son danadas por
Ias ratas. Por eso 10s esclavos son diligentes en coger y matar estas
ratas [...I. Los lugares donde con enorme actividad y hahilidad se fa-
brica e1 azúcar están en grandes haciendas, y el proceso es e1 siguien-
te: primero, después de Ilevar Ias caiias cortadas hacia 10s lugares arri-
ba mencionados, Ias ponen debajo de una muela movida por agua, Ia
cual, triturando y aplastando Ias canas, lcs extrae todo e1 jugo. Aqui
hay cinco vasos puestos por orden, en cada uno de los cuales el jugo
extraído de Ias ~.anaspasa un cierto tiempo en ebullición, pasando des-
pués a Ias otros vasos, y a fuego lento le dan con habilidad Ia cocción,
de modo que Ilegue a espesura tal que, puesto después en moldcs de
barro, pueda endurecer. La espuma que se forma 1cocer el aiúcar
se echa en barriles, excepto Ia que sale dc Ia primera cocción, porque
ésta se hecha fuera; pero Ia otra, que se conserva, es muy semejanie
a Ia mie1 '-.

En la molienda de Ia cana se utilizaron varios medios (alzaprimas,


lagares y trapiches de bestias), lo que daria lugar en Madeira a la apa-
rición de1 primer ingenio de agua patentado en 1452 por Diogo de Tei-
ve. E1 proceso no se resume só10 en este tipo de mecanismo, ya que
en las áreas donde no era posible disponer de Ia fuerza motriz de1 agua

" «Descrição da ilha da Madeira» in A M<id,,ira t:irto por ertri2náriroi. Funchal,


1981, pp. 84-85.
162 Portugal y las d a s de1 Atlántico

Ingenio de agua brasileno


de1 agua se hizo uso de la fuerza animal « humana. Los hombres eran
conocidos como trapiches o almanjarras ". Para São Tomé el piloto anó-
nimo hace referencia al uso de «brazos de 10s negros y tamhién caba-
llos». De este sistema se sabe só10 que fue usado en los inicios de la
exportación de Ia caíla de azúcar en Madeira, siendo poco probable su
continuidad después de Ia experiencia de1 ingenio de agua de Diogo de
Teive, teniendo en cuenta Ia disponibilidad de cursos de agua y el po-
sible aprovechamiento por medio de Ias corrientes.
En Madeira, los factores geohidrográficos fueron propicios para Ia
generalización de 10s ingenios de agua, en lo que los madeircnses se
mostraron eximios creadores. También en S i o Tome se disponia de con-
diciones para Ia afirmación de1 cultivo. Mientras que Ia primera disfru-
taba de numerosos cursos de agua y de una vasta área de floresta, dis-
poniendo de leria para los hornos y madera de palo-blanco para 10s ejes
de1 ingenio, en São Tomé se contaba, además de1 parque forestal, con
un fácil acceso a los mercados abastecedores de mano de obra esclava.

+ Picia dc madcra donde se uncç al aninial q u c rnucvc I;, nori>>IN. de1 T I .


Li economia znsular 163

Toda Ia actividad socioeconomica generada por e1 azúcar fue do-


minada por e1 ingenio de azúcar, pero esto no significaba que Ia exis-
tencia de cultivos de cana resultase de Ia presencia próxima de un
ingenio. En Madeira, a ejemplo de Brasil, fueron numerosos los pro-
pietarios incapaces de disponer de medios financieros para montar se-
mejante estructura industrial. En la valoración de la producción de la
capitania de Funchal de1 ano 1494 se mencionan só10 14 máquinas para
un total de 209 usuarios y 431 cafiaveralesz8.
El precio de montaje de semejante estructura industrial no estaba
a1 nivel de1 presupuesto de todos 10s propietarios. De acuerdo con Ia
valorización hecha para el ingenio de Antonio Teixeira en Puerto de Ia
Cruz en 1535 esta mejora estaba valorada en 200.000 reales ". En otro
documento de 1547 se refiere que 10s canaverales, ingenios y su agua
de servicio tenian un presupuesto de 461.000 reales ' O . Pero en 1600
João Berte de Almeida vendió a Pedro Gonçalves da Câmara, en Fun-
chal, un ingenio por valor de 700.000 reales" .
Creadas las condiciones a nivel interno, por medio de incentivos a
la inversión de capitales extranjeros en e1 cultivo de Ia cana y comercio
de 10s derivados, de apoyo de1 senorio, corona y administración, la cana
era apta para prosperar y afirmarse, aunque só10 por algún tiempo,
como e1 produao dominante de Ia economia madeirense.
E1 incentivo externo provocado por 10s mercados nórdico y medi-
terráneo condicionó e1 proceso expansionista en ésta y en Ias demás
áreas atlánticas. A este desafío, acompanado de Ia incesante demanda
de1 mercado externo, sucedió un período de crisis resultante no sólo de
Ia concurrencia de nuevos mercados productores, sino, por encima de
todo, de factores internos como Ia carencia de abono de 10s terrenos,
Ia hostilidad de1 sue10 a1 cultivo, los cambios climáticos que entretanto
se sucedieron y, por último, Ia aparición de1 bicho de la cafia.
La primera mitad de1 siglo xvr es definida como e1 momento de
apogeo de1 cultivo azucarero insular y también por Ia cantidad de difi-

'V.Rau y J. de Macedo, O açúcar d ; Moiieira


~ no, fim do récuio xi!. Probiernoi de
Funihal, 1962.
produçio e Comércio,
'* A. Artur Sarrnento, «Apontamentos Histbricos de Machicu~en Ilar Arte e da
Hirtóriu da Madeiro, "01.I, pp. 8-9.
'I Arquivo Regional da Madeira, Capeler, Cna. 8, 1.' 9, Inventario de bicncs de
Joáo de Ornelas e Vasconcelos de 19 de enero de 1547.
" Arquivo Regional da Madeira, Mirfricórdi~d,) h n c h a i n u 40, iols 49-58,11
de sçptiembre de 1600.
Vista panorámica de Ia cumbre de João Esrneraldo, viéndose Ia casa y capilla (1508) de1 flamenco de1 rnismo nombre que
adquirió estas tierras en 1473 a Rui Gonçalves da Câmara. Esta seria una de Ias primeras expresiones de Ia trilogía rural
(casa. ingenio y capilla) que dominó Ia economia y Ia sociedad brasilenas.
ducción de vino. Esta situación, quc se ha mantenido hasta Ia actuali-
dad, no ha Ilegado a atribuir a1 producto Ia misma pujanza económica
de otrora.

Como ya se dijo, Ias segundas producciones de la cana de azúcar


fueron Ilevadas a Ias Azores por 10s primitivos labradores, promovién-
dose el cultivo eii Santa Maria, São Migiiel, Terceira y Faial. Aqui se
intentó e1 cultivo varias veces, pero sin conseguir los resultados desea-
dos. Las condiciones geofísicas, aliadas a Ia inexistencia o reducida di-
rnensión d e los capitales extranjeros, frenaron su desarrollo.
Fueron numerosas Ias regalias y privilegins para su lanzamiento en
Ias islas azorianas, pero aún asi no consig~iieronsuperar ias dificultades
de1 medio. En e1 primer cuarto de1 siglo sm e1 cultivo adquirió alguna
importancia en São Miguel, Santa Maria y Faial. En este momento Ia
producción representaba un tercio de Ia que se recogía en los caílave-
rales madeircnses. Se habla, niás tarde, de una nueva fase de retorno
de1 cultivo a partir de Ia década de los cuarenta, pero nos faltan datos
seguros para avaiar Ia dimensión que habría asumido. Ciertamente, Ia
tendencia fue, una vez más, coartada p o r la apuesta definitiva por e1
cultivo de Ia hierha pastel y de 10s cerealvs, pues cl azúcar comenzaba
a desarrollarse de forma más ventajosa en Brasil.
A los archipiclagos de Cabo Verde y São Tomé los cultivos de cana
Ilegaron mucho triás tarde y, como cii otras áreas, ia experiencia ma-
deirense fue importante. En el primero s0lo en Ias islas de Santiago y
São Nicolau, pero sin Ilegar a ser iin cultivo rentable y competitivo con
el azúcar madeirense. Las condicioncs rnorfoiógicas y orográficas le fue-
ron adversas. SLIintroducción dehió de tener lugar en el inicio de Ia
colonización, en Ia década de 10s sesenta, a pesar de Ia primera refe-
rencia fechada en 1490. Por otro lado, el zizúcar producido en el archi-
pielago, a ejernplo de lo que sucedvría en São 'l'omé, no preseniaba Ia
calidad de1 madcirense, pues, como nos refiere (;aspar Frutuoso, «nada
de este Ilega a 1;i isla de Madeira» ' I . I'ero mas tarde. cn el siglo xrx,
La economia in.rt~lur 167

el cultivo retornaria siendo utilizado, principalmente, para Ia fabrica-


ción de aguardiente, que se consumia en cl archipiélago y se exportaba
hacia Rios de Guinea.
Diferente fue lo que sucedi6 en Sai) ' h n i e . donde Ia abundancia
de agua y lena, asociada a Ias condiciones de1 suelo, file Ia condición
adecuada para propiciar los medios indispensahles para e1 cultivo de Ia
cana. E1 azúcar producido se volvió, por eso rnismo, compctencia de1
madeirense, aunque sin alcanzar nunca su calidad. En Lisboa 10s con-
fiteros reclamaban con frecuencia por Ia mala calidad de1 azucar de S i »
Tomé, habiendo quien 10 refinaba por segunda vez, lo qiic file prohi~
hido por el municipio debido al elevado gasto de Iena.
En São Tomé Ias plantaciones de cana sr cxtendían por el norte
y nordeste de Ia isla, liaciendo recordar, sepún un testinioni« 1ic 1580,
los campos alentejanos ". Uno de 10s hechos q ~ i ccontribuyó para que
se volviese competitivo con respecto al rnadeirense fue su eleuada pro-
ductividad. Según Jerónimo Munzer ", &te seria tres veces superior al
de Madeira. En el comienzo só10 se prociucia inelaza, que despuks era
Ilevada a Lisboa para scr refinada, pero a partir de 1506 Ia isla pas0
también a bacer azúckir hlanco, habiéndosc cutistr~iidoa ese efecto e1
primer ingenic ".
El piloto anónimo nos da cuenta tamhiéii de1 motlo en quc se pro-
cesaba e1 cultivo en Ia isla de Sáo Tome. Aqui. Ias canas tardaban sólo
cinco meses en madurar, por lo que «plant;idas en el mes de (:nero. se
cortan a principias de junio». Ai contrario dc .%ladeira,dondr cl cultivo
era esporádico, en Sai, Tomé se podia plantar y cortar cana todos 10s
meses, de lo que resultaba una mayor distribuci<in de Ias tareas a lo lar-
go de1 ano. La activiclad de 10s itipenios c\ i:itiibién nicnt-ioriada por
este autor:

Existcn allí cerca <Ir60 ingçnios. !.i1 i.onsiruidi~s,dondr rorrr agua,


con Ia cual muelen Ia cana y Ia pisiin. I:i.hari c l jugo cn c'ilderz~scii<ir~
m i s y, drspiirs dç hcrvido, lu I a n ~ a ncii niiildçs, çn 10s i.u;ilcs hacen
pançs dc ;iziiczii-d<: 15 o 20 lihr;is. ~iiiriliciitidi>lii
con crnizti. <IcI rnis-

.
" I. Cabtro IIrni-iil~içr, n O ciclo du ti(uc;ii- c i ~ S;i< i I'olni. rio\ b c c i l l o h \L e \vi»
rn I'oriu~ril no Mundo, I , Lisho;i, 1989, p. 271
" Mununzr>rin ibliiiiori,iriu ,4f;iianu, IV, 1951. t i 6 , 1 . 16~20.
F<,i.,rnni/<'. I.islii~;i.lq411. li. 128.
' (1 Monirii,iiti> <I<,l'iil<~>ilrni
168 Portugal y Ias islas del Atlánándrco

mo modo en que nosotros 10 hacemos con Ia arcilla tamizada. En mu-


chos lugares de la isla donde no hay agua, emplean en este trabajo
10s brazos de los negros, y tarnhien t.sclavos

Mayor era Ia dificultad para secar 10s panes de azúcar, debido a Ia


elevada humedad de1 aire. Por ello fuc necesario definir un método ca-
paz de conseguir10 en poco tiempo:

Hacen un cobertizo alto de tahlas [...I, todo cerrado por arriba y por
10s lados, sin ventana alguna. solamente con Ia abertura de Ia puerta;
levantan dentro de é1 un estrado de tina altura de seis pies, con vigas
distantes una de otra cuatro pies, y sobre ellas van extendiendo ta-
blas, en las cuales colocan los panes de azúcar: debajo de dicho e s ~
trado están algunos rnaderos secos. de árboles gruesos, 10s cuales, lan-
zándoles hego, no hacen Ilama ni humo, peru se van consurniendo
de1 mismr, modo que el carbón. Y de este modo secan 10s azúcares,
como en tina estufa, conservándolos dçspués en lugares todos cerra-
dos coo tziblas, de modo que el :iirr no cntre.

Las más antigua referencia a los ingenios de agua en Ia isla data


de 1517, fecha en que Ia producción de Ia isla rondaria Ias 100.000 arro-
has. Estos valores prueban que en poco tiempo São Tomé suplantó a
Madeira, que producía 93.000 arrobas y nunca sobrepasaría Ia barrera
de Ias 144.000, conseguidas en 1510. En São Tomé Ias plantaciones de
canaverales producian mucho más, de modo que en 1520 Ia cosecha so-
brepasó las 120.000, para alcanzar, en las décadas de los cuarenta a se-
senta las 150.000. En este período el número de ingenios Ilegaria a los
cuatrocientos.
Precisamente en 1529, aiio en que Ia corona estipuló 10s necesarios
incentivos para Ia construcción de ingenios, aparecen Ias primeras que-
jas de los madeirenses contra Ia competencia de1 azúcar de Sáo Tomé.
A ello contribuiria el hecho de venderse en Lisboa, como si fuera de
Madeira, para Ia fabricación de conservas.
A partir de Ia década de los sesenta comenzaron a surgir Ias pri-
meras dificultades en Ia cosecha azucarera de São Tomé. Primero, el
asalto de 10s corsarios franceses rn 1567 v, después, Ia revuelta de los

"' h1az>e.p@o d <liihoa 2 ;lha dt .Ti<i Toriri' eizritu por u»i piii>to <inónimo,Lisboa,
1989, pp. 2 5 ~ 2 9 .
angolefios en 1574 alcanzaron particularmente a los ingenios de azúcar.
Pasados algunos anos se redoblaron Ias dificultades con 10s asaltos de
10s holandeses (1595-1596 y 1641) y Ia revuelta de 10s Mocambos
(1595-1596). A esto se podrá afiadir la presencia de1 bicho de Ia cafia
(1621) y, a partir de 1635, Ia falta de esclavos para Ia cosecha, debida
a Ia presencia de 10s corsarios holandeses en 10s principales mercados
negreros. Adviértase que en 1641, cuando tuvo lugar la ocupación ho-
landesa, fueron abandonados más de sesenta ingenios, siendo 10s res-
tantes quemados por éstos o por 10s angolefios. De esta forma, 10s
invasores impedian su competencia con el de Pernambuco, que preten-
dian controlar. La coyuntura tuvo reflejos evidentes en Ia cosecha de
Ia segunda mitad de siglo, conduciendo cl cultivo hacia un estado
de crisis de1 que nunca se recuperaria.

Producción de azucar en Madeira y São Tomé

Si nos preocupamos en comparar el ciclo evolutivo de1 cultivo de


Ia cafia en 10s diversos espacios de1 Atlántico donde fue cultivada, des-
cubririamos Ia existencia de afinidades entre su afirmación en un área
y su decadencia en otras. Asi sucedi6 en Madeira con São Tomé y en
esta isla con Brasil. E1 cultivo de 10s canaverales aparece en São Tomé
a finalrs de1 siglo xv, esto es, en el moniento de apogeo de Ia producción
madeirense, que alcanza en 1510 cl valor más elevado, entrando des-
pués en un movimiento descendente. Esta fase depresiva, que se acen-
túa a partir de 1525, coincide con el momcnto de afirmación de1 azúcar
de São Tomé. Es precisamente cn Ias décadas siguientes, hasta media-
dos de siglo, cuando se alcanzan los valores más elevados.
A partir de1 último cuarto de1 siglo XVI fue Ia competencia desen-
frenada de1 azúcar hrasilefio Ia que dciinió iina acentuada quiebra en
el periodo de 1595 a 1600. A esta coyuntui-a deberá anadirse Ia revuelta
de los esclavos (15951, agravada por Ia destrucción de Ins ingenios pro-
vocada por e1 saqueo holandés. En verdad. este momento coincide con
la plena afirmacit~nde1 azúcar brasilcno: cuya cosecha continuaria en
franco ascçnso en Ias décadas pustcrirlres.
E1 dominio holandis de Recife, al conri-ario de lo que habitualmen-
tc se picnsa, no provocó una quiebra i i c cste ritmo, sino sólo quiebras
puntuales, que se rcflejan cn los valores cle los anos de 1618 y 1645.
Este periodo de nienor oferta de azucar hrasileno en los puertos pe-
ninsulares no deberi ser entendido como una quiebra de la producción
sino s6lo como iin desvio de 10s circuitos comerciales. Esta coyuntura
coincide con el retoriio de1 cultivo a Madcira y São Tomé, alcanzándose
cn Ia última, entre 1641 y 1645 Ias 100.000 arrohas. Tal ritmo de re-
habilitación de Ia economia azucarcria insular tuvo que afrontar Ias di-
ficultadcs provocadas por 10s holandcscs, iiiteresados en rnantener Ia ex-
clusiva de1 azúcar pcrnambuqiieno.
A partir de ahi. e1 archipielago d r Sáo Tomé pasó a depender sólo
de1 comercio de esclavos y de Ia pnca cosecha dc mandioca y maiz.
Pçro Ia crisis de1 coinercio de esclav«s a partir de principias de1 siglo
xix hizo que se operase un cambio radical eri Ia economia. Surgieron,
entoncrs, nucvos cultivos (cacao. caft:. jengibre y aceite de palma), que
proporcional-on un nuevo desafio agricola

La hierba pastel aparece en Ia economia insular en condiciones


identicas a Ias de1 azúcar. Fue iin ciiltivo introducido por los europeos
IA economíu zncular 171

para satisfacer Ias carencias de1 mercado de textiles. Hasta el siglo XVII,
con la introducción de1 anil en Europa, ésta fue la principal planta de
Ia tintoreria europea, de donde se extraian los colores negro y azul. Ade-
más, Ia disponibilidad de otras plantas tintoreras, como Ia orchilla (de
donde se sacaba un tono castano rojizo) y Ia sangre de drago, trajo con-
sigo Ia Ilegada de italianos y flamencos, interesados en el comercio, quie-
nes a su vez nos legaron Ia nueva planta tintorera: Ia hierba pastel.
La hierba pastel fue primero cultivada en Madeira, y después en
Ias Azores y en Ias Canarias. Pero só10 en el archipiélago azoriano, en
Ias islas de São Miguel, Terceira, São Jorge y Faia1 alcanzó rnayor di-
mensión económica. La toponimia registra si1 presencia y define 10s es-
pacios de su cultivo.
En Madeira se hace referencia al cultivo y al comercio );a en e1 si-
glo xv. Los italianos habian sido los principales interesados en el co-
mercio, lo que los Ilevó a considerar a Madeira como la isla de1 pastel.
En e1 siglo xvi está documentada su salida hacia Flandes. Pero 10s da-
tos documentales son escasos así como Ias rcferencias que evidencian
su presencia, lo que puede deberse a su posicidn secundaria en Ia eco-
nomia madeirense en favor de otros productr~s,como e1 vino y el azú-
car, dominantes y de los que se obtcnian elevados réditos.
Fue en el archipiélago azoriano donde Ia hierba pastcl alcanzó un
lugar de gran relieve. Su importancia es comparable a Ia que asumió e1
azúcar çn Madeira, Canarias y São Tomé. Fiic c1 cultivo de Ia hierba
pastel e1 que activó 10s cambios con e1 exterior y despertd el inten:s de
10s mercaderes italianos, flamencos e ingleses. Su promocidn en Ias islas
se debió a Ia presencia de 10s flarnencos. pero heron 10s ingleses en
10s siglos xvi y >i\,ii 10s que lo consumieron preferentemente. Ellos par-
"
ticiparon en Ia colonización de Terceira cie I:aial. Pero iue en Ia isla
de Sáo Miguel en donde se produjo Ia mayor parte de Ia hierba pastcl
exportada de Ias h<ires, siendo ésta I-esponsable de Ia aparicidn de
varias fortunas, como Ias de Jorge Hotelho y Francisco Arruda de
Costa.
Siguiendo e1 ejernplo de lo sucedido coii e1 azúcar en Madeira, Ia
corona concedi6 varios incentivos para Ia promoción de1 cultivo, que,
con Ia incesante búsqueda por parte de los niercaderes nórdicos, hicie-
ron avanzar rápidamente su cultivo. En 1589 1.inschoten referia que «e1
negocio más Srecuente tle estas islas es e1 pastel», de cuyos componen-
tes hacían el «principal empleo», siendo e1 comercio «e1 principal pro-
172 Portugal y las islas de1 Atlúntico

vecho de 10s insulares* "; mientras que en 1592 e1 gobernador de São


Miguel atribuía Ia falta de pan a1 dominio casi exclusivo de1 suelo por
e1 cultivo de la hierba p a ~ t e l ' ~ .
Los azorianos también procedian a Ia preparación de la hierba pas-
tel para la exportación. Las hojas eran recogidas y después molidas en
una máquina para extraer todo el jugo. Después, se hacían bolas re
dondas que eran vendidas a 10s mercaderes. Eran éstos 10s que proce-
dían a granear las referidas bolas en tanques de agua. La operación era
lenta y requeria la presencia diaria de los granadores, cuyas funciones
eran controladas por 10s veedores de aduanas. Los estatutos reales y mu-
nicipales prestaban maynr atención a esta fase. Gaspar Frutuoso nos
legó un testimonio precioso sobre el cultivt, y claboración de1 producto:

Es Ia hierba pastel un cuarto gknrrci, que usan 10s tintoreros para dar
color azul, sobre Ia cual se da rnejor el color negro; [...I cl cual, recogido
en hojas, sc muele en Ias máquinas que dije, y está cn una bandeja Ia
rnasa de éste hasta e1 dia siguiente. escurriendo algún jugo, y entnnces
son obligados los labradores a haccr bolas, haciendo unos bolos redon-
dos, cada uno cuanto pueden comprender ambas manos en e1 medio, y,
después dç hacer Ias bolas, se ponc a secar en unos canizos a1 sol y al
viento, y sçco se guarda en casa hasta cl mes de enero, febrem y mario,
cuando lo pesan y recihen los mercaderes y reccigen cn sus silos ladri-
Uados y entalados, donde quebrando aquçllos bollcis cada diei quintalrs,
poco más o menos, vierten una pipa d r agua, dondç lo guardan treinta
dias ganando rnucho calor y virando cada dia. Pasados los treinta dias,
por algún cspacio de tiernpo, lo vuelven cada dos dias, y despuks 10 vie-
ne a virar el granador, que lo grana dos dias a la semana hasta secarse,
y después 10 venden 10s de Ia tirrra a l<isde fuera o a Icrs de Ia misma
tierra...
"I.

La lentitud de las tareas de fabricación, de la que dependia Ia ca-


lidad de1 pastel, Ilevó a la corona a cstablecer en 1536 a través de1 «es-
tatuto sobre el beneficio de1 pastel y Ia elección de 10s veedores de adua-
na» las normas adecuadas a su cultivo fabricación de1 producto final
de exportación.
La orchilla fue también un importante recurso de Ias islas que tuvo
idéntico aprovechamiento en Ia industria tintorera. Esta es una planta

" Op c i t . pp. 152~154.


" Arquivo dos Aqorrs, 11, 130.
'I M. O. Rocha (;i]. O I'orro de Ponta Ililgiid<i . pri. 90~100.
La economia ~ s u l u u 173

indígena de Ias islas Azores, Canarias, Cabo Verde y Madeira, aunque


su importancia en la economia insular só10 seria relevante a partir de1
siglo xvrri. Esta planta crecia en Ia roca escarpada de1 litoral, convir-
tiendo Ia operación de recogida en un trabajo arriesgado.
En 10s archipiélagos que se encuentran más allá de1 Rojador se ig-
nora Ia presencia de Ia hierba pastel, a pesar de Ia importancia que alli
asumió e1 cultivo de1 algodón y Ia consecuente fabricación de panos. E1
clima, e1 desconocimiento de Ias técnicas de tintoreria, demostrada en
Ia entrega de Ia explotación de Ia orchilla a 10s castellanos, favorecieron
esta coyuntura. Pero aqui e1 cultivo de1 algodón fue impuesto por 10s
mercados costeros africanos, carentes de hilo para la industria textil.
De acuerdo con Valentim Fernandes, el cultivo de1 algodón incidia
en las islas de Santiago, Maio y Fogo "I. De esta última' recibió la co-
rona, en 1513, 890 quintales de diezmo, lo que significa una importan-
te ~roducción,existiendo, por ende, un administrador de1 algodón.
Hasta 1517, e1 algodón era exportado en bruto, después de reunido y
limpio en Santiago, pero a partir de entonces 10s insulares pasaron a
fabricar panos que después enviaban a Ia costa de Guinea.
A lo largo de1 siglo xvii e1 algodón se presentó como primordial
para Ia economia caboverdiana, siendo e1 principal incentivo, a1 lado de
Ia sal, de los cambios comerciales con Ia costa africana. Fue, asimismo,
uno de 10s más importantes objetivos de Ia codicia de 10s corsarios, sien-
do usado numerosas veces, en momentos de penuria económica, como
moneda de cambio en Ias transacciones locales.
En los archipiélagos de Madeira y Azores sólo se sabe que fue culti-
vado e1 lino, con el cual se fabricaban 10s panos más comunes usados por
la gente modesta, ya que los tejidos de luio eran importados de1 reino o
de1 extranjero. Pero fue en Sào Miguel, especialmente en 10s municipios
de Ribeira Grande y Lagoa, donde e1 cultivo tuvo mayor repercusión, pro-
duciéndose panos (de estopa, de servilletas. manteles) para uso de 10s na-
turales y exponación hacia Ias islas vecinas, en tanto Ias piezas de lino po-
dian ser enviadas a1 extranjero, especialmente a Inglaterra.

La economia de Ia islas no se limitó só10 a 10s productos traídos


por 10s colonos europeos, pues ellos también disponían de recursos ma-
174 Portugal y las d a s de1 AtlántLco

ritimos y terrestres. En cuanto a1 primer aspecto, es necesario tener en


cuenta que 10s insulares, por Ia forma de asentamiento riberefio, se re-
velaron eximios marineros y pescadores, extrayendo de1 mar, por eso
mismo, un gran número de recursos con valor alimenticio. La actividad
pescadora en 10s principales puertos y fondeaderos cautivó Ia atención
por Ia abundancia de pescado y mariscos.
E1 área marítima definida por Ia costa occidental africana, entre
cabo Aguer y Ia entrada de1 golfo de Guinea, era mucho más rica en
pescado, siendo frecuentada por 10s vecinos de Madeira y de Ias Ca-
narias, así como por los pescadores de1 Algarve y Andalucia ' I . Sin em-
bargo, el balance de Ias capturas de 10s madeirenses y azorianos no fue
suficiente para colmar Ia carencia de los mercados, ya que habia nece-
sidad de importar pescado salado o ahumado de Europa de1 Norte. En
Cabo Verde, además de Ia pesca, existi6 Ia industria de Ia sal en Ia isla
con e1 mismo nombre, Maio y Boavista, consumida, preferentemente,
en el mercado de Ia costa de Guinea.
Pero en Ias islas abundaban otros recursos con valor mercantil in-
mediato que merecieran también e1 interés de 10s insulares. La orchilla
crecia en abundancia en Ias islas de Madeira, Porto Santo, Desiertas,
Salvajes, São Jorge, Corvo, Flores, Santa Maria, La Gomera y e n Ias
de Cabo Verde. En estas últimas, la explotación fue concedida en 1468
a João y Pedro de Lugo, pasando en 1527 a Vaso de Foios. En 1513
Ia explotación de Ia orchilla fue arrendada en São Nicolau y Santa Lu-
zia por 55.500 reales'? En la primera mitad de1 siglo x?x tuvo un gran
incremento e1 comercio de orchilla, que fue entregado a arrendatarios
extranjeros, pasando en 1844 a1 estado con exclusividad, y, tras cinco
anos, pasó a ser libre. Ésta se exportaha hacia Inglaterra, Holanda y
Francia. Lo m i m o sucederá en Madeira v Azores.
Es de destacar igualmente Ia importancia que asumió Ia extracción
de sangre de drago en Ia isla de Porto Santo, siendo también un im-
portante ingrediente de la tintorería. Valentim Fernandes y Gaspar Fru-
tuoso nos refieren Ia abundancia de dragones en Ia isla, que durante
mucho tiempo fueron e1 principal soporte económico.

" A. Rumeu de Armas, «Pesquerias Espanholas cm Africa (siglos XV c X1?)», rn


Anuúrio de Eltiidoi Atlünticor, :n 23, p. 371.
" fliit<irisGrrol d<,Cdbo Verde, Corpo Diiciimrniai, n? 88, pp. 241~243.
La economia insular 175

En el ámbito de Ia silvicultura sobresale también e1 aprovechamien-


to de Ias maderas, necesarias para Ia construcción de barcos, casas, in-
genios y medios de transporte; de Ias lenas, usadas como combustible
casero e industrial (en 10s ingenios y en Ias forjas); y de Ia brea para
Ia calafateria de 10s navios.
La insistente solicitud de maderas y lenas, especialmente en Ias is-
Ias donde el cultivo de Ia cana de azúcar adquirió alguna importancia,
fue desastrosa para el equilibrio ecológico, no respetando incluso a Ma-
deira, que mereció tal nombre por la abundancia y esplendor de su ar-
bolado. Esto Ilevó a 10s municipios a tomar medidas de control en e1
desbaste forestal, con mayor evidencia en Madeira, donde el parque fo-
resta1 fue devastado por Ia cosecha azucarera. En Cabo Verde y São
Tomé es de destacar, por último, Ia importancia que asumió e1 comer-
cio de maderas de Guinea con destino a1 reino.
Valentim Fernandes, a principios de1 siglo m, y más tarde Gaspar
Frutuoso, celebran Ia riqueza de1 archipiélago madeirense en este ma-
terial. Las maderas de palo santo, barbuzano, tejo, cedro, ti10 y aligus-
tre abastecian Ias necesidades de Ia industria local y se exportaban a1
reino y plazas mediterráneas. Incluso se decia, en e1 siglo xv, que las
maderas de Ia isla revoludonaron Ia construcción civil de Lisboa, per-
mitiendo Ia aparición de construcciones con más de un piso.
Con Ia intención de defender este rico patrimonio se establecieron
estatutos en 10s que se regulaba e1 corte d e maderas y lefias, siendo los
más importantes 10s de 1561 y 1562. La isla, que en e1 inicio de Ia ocu-
pación había atemorizado a 10s pobladores por Ia densidad de1 arbola-
do, era ahora en Ia vertiente sur una ladera en vias de desertización.
No fue e1 inicial incendio, que Ia tradición dice que duró quince anos,
el motivo de esta situación, aunque si lo fue Ia incesante búsqueda de
lenas para Ia fabricación de1 azúcar.

El sistema d e cambios, en e1 amplio y multifacético mundo insular,


dependió de un múltiple conjunto de factorçs, activadores o no de1 in-
tercambio. En este contexto valoramos 10s productos, pero es necesario
tener en cuenta que éstos no fueron por si solos suficientes para
mantener e1 sistema de carnbios. Para que ello tuviese lugar fue nece-
176 Portugal y las islas del Atlánttco

saria Ia existencia de condiciones que lo favoreciesen, como 10s medios


y Ias vias de contacto, Ia presencia de agentes capaces de responder a
10s diversos desafios y 10s instrumentos de pago adecuados a1 volumen
y duración de 10s cambios.
E1 comercio es, simultáneamente, Ia causa y Ia consecuencia de Ia
conjunción armoniosa de este conjunto de factores, que condujeron al
progreso de Ia sociedad y economia insulares. E1 proceso histórico pone
de relieve, de forma clara, esta realidad. Seria Ia aparición de1 comercio
azucarero lo que condicionaria e1 desarrollo de infraestructuras portua-
rias y lo que implicó e1 nivel de progreso de los centros urbanos en Ma-
deira, Canarias y São Tomé. Lo mismo sucedió en Sào Miguel con e1
desarrollo de Ia hierba pastel.
Esta actividad, que mereció el pleno apoyo de los insulares y que
encontró allí los mecanismos adecuados para ello no era ajena a Ias pre-
siones de Ia economia atlántica, así como a los obstáculos humanos y
naturales. Fue e1 europeo quien definió 10s circuitos comerciales y pro-
curó mantenerlos bajo control. Las islas fueron, por lo tanto, encaradas
como espacios periféricos que dependían umbilicalmente de1 centro eu-
ropeo. Por otro lado, Ias coronas peninsulares, empenadas en definir un
comercio monopolista, intervienen con asiduidad, regulando de forma
exhaustiva Ias actividades económicas y delimitando e1 espacio de ma-
niobra de sus agentes.
La excesiva intemención de Ia corona, unida a Ias intemperies es-
porádicas, tempestades marítimas, peste, piratería y corsarios, fue Ia
principal responsable en determinados momentos de1 bloqueo de 10s cir-
cuitos comerciales. A todo esto se podría anadir e1 permanente interés
en el control y regulación de1 sistema de cambios, que derivó, en primer
lugar, de Ia ingente necesidad de preservar para Ia corona e1 monopolio
de1 comercio de determinados productos en áreas definidas, y, en se-
gundo, de la necesaria acción con el obietivo fundamental de asegurar
el abastecimiento local y, al mismo tiempo, definir los productos ade-
cuados para un cambio en e1 mercado mediterráneo atlántico.
Las instrucciones de Ia hacienda real iel almojarifazgo y, después,
Ia Proveeduria de Ia Hacienda) junto con los municipios dictaban Ias
ordenanzas necesarias para tal política económica y controlaban su eje-
cución. Esta actitud es constante y abarca todos 10s sectores de acti-
vidad.
Las autoridades intervienen en Ia producción, en el proceso trans-
formador de Ias materias primas, en Ia distribución y en el comercio de
178 Portugal y Ias zslas de1 Atlántico

te a un área importante en e1 tráfico negrero hizo que se mantuviesen,


necesariamente, como meras factorias. La valorización de 10s recursos
azucareros de São Tomé o ganaderos de1 archipiélago caboverdiano no
fueron suficientes para competir con Ias rutas de1 tráfico negrero, a par-
tir de1 siglo XVI.
De acuerdo cou esto, es común definir Ia economia de Ias islas por
su carácter periférico, aunque éste era necesario para Ia afirmación de
10s intereses hegemónicos más allá de1 Atlántico. De este modo, e1 mer-
cado insular se caracterizó por Ia carencia de identidad y de estructuras
o medios que le posibilitasen suplantar tal posición.
Un análisis más profundo de 10s mecanismos socioeconómicos in-
sulares nos revela que en Ias sociedades insulares se desarrollaron ac-
tividades económicas fuera de1 alcance de los sectores dominantes. En
cierta medida, Ias relaciones interinsulares, derivadas de su complemen-
tariedad, son e1 ejemplo más evidente.
Con base en esto, emerge Ia estructura comercial de los archipie-
lagos, definida por Ia heterogeneidad y expresada en una variedad de
áreas, productos, circuitos y agentes comerciales, que darán origen a
tres formas de1 sistema de cambios:
1. e1 comercio de navegación interna e interinsular, englobando
Ias comunicaciones y contactos comerciales en e1 mercado interno, a ni-
vel local, regional e interregional, definiendo este último los contactos
entre Ias islas de1 mismo archipiélago;
2 . el comercio interinsular, estableciendo Ias conexiones a nivel
de 10s archipiélagos atlánticos; y
3. e1 comercio atlántico, circunscrito a 10s contactos de larga o
corta distancia con los mercados europeo, africano y americano.
La permanente y siempre activa comunidad peninsular se asociará
desde e1 inicio a 10s elementos más prominentes de1 tráfico internacio-
nal nórdico y mediterráneo, que conducirán a Ia excesiva vinculación
de Ias islas a 10s grandes espacios continentales. Asi, en Madeira y Ca-
narias, asumen particular importancia las colonias italiana y flamenca,
que olvidarán por algún tiempo 10s conflictos religiosos y se unirán en
pro de una causa común: e1 comercio. El interés fundamental estaba
en e1 azúcar. Pero en Ias Azores Ia presencia de los flamencos y, des-
pués, de 10s ingleses estaba motivada por Ia oferta de Ia hierba pastel,
en tanto 10s castellanos, holandeses e inglçscs aparecen en Cabo Verde
o São Tomé impulsados por Ia trata de negros.
Lu economia inxulur 179

La ruta de conexión de1 mundo insular con los origenes europeos


fue, sin duda, Ia más importante de1 comercio externo en 10s siglos xv
y m. Más tarde, a ésta se sobreponen Ias de contacto con el mercado
americano, que tuvieron una importancia especial para Ias islas de Ia cos-
ta y golfo de Guinea. La permanencia y fortalecimiento de estos con-
tactos fue e1 resultado de Ia existencia de productos y mercados ade-
cuados para e1 cambio con estos destinos.
Para e1 europeo Ias islas fueron, por encima de todo, un mercado
capaz de suplir las necesidades alimenticias, de productos industriales
y mano de obra esclava. A esto se suma la posibilidad de ser cllos mis-
mos los consumidores de 10s excedentes de las manufacturas europeas.
La disponibilidad de esta última hacía aumentar Ias ganancias de Ias
transacciones comerciales y definia una extrema dependencia de los
mercados insulares, agravada por e1 cambio drsigual.
Diferente fue Ia relación de Ias islas con el mercado americano. E1
protagonismo de cada archipiélago dependi6 de Ia oferta de productos
y servicios y de1 mutuo empeno de insulares y americanos en el refuerzo
de estos contactos. En e1 Mediterráneo Atlántico se expresó en dos fa-
ses distintas: primero, de apoyo al lanzamiento de las nuevas sociedades
con e1 cambio de experiencias de aprovechamiento económico y coo el
servicio de apoyo a Ias rutas de conexión a este nuevo mercado; des-
pués, fue la relación directa de las islas con Ia oferta de1 vino. En las
islas de Cabo Verde y São Tomé tiene relevancia Ia función de los mer-
cados redistribuidores de1 tráfico negrero, necesario para Ia economia
americana.
La desmesurada importancia de1 impacto continental, europeo, afri-
cano o americano relegó a un segundo plano Ias no menos relevan-
tes formas de contacto y comercio en el mercado insular. Fueron po-
cos 10s estudiosos que se apercibieron de Ia iniportancia de esta última
realidad y le atribuyeron su verdadero significado. Para nosotros, está
comprobado que tales conexiones marcaron d e forma evidente
Ia sociedad y economia insulares, principalmente en el Mediterráneo At-
Iántico.
La vecindad y Ias facilidades en Ias comunicaciones, aliadas a Ia
complementariedad y siniilar nivel alcanzado por e1 proceso socioeco-
nómico, sedimentaron Ia red de interrelaciones. En este particular, Ma-
deira, merced a la posición bisagra entre los archipiélagos de las cana^
180 Portugal y las rilar del Atlántico

rias y de Ias Azores, fue importante para e1 mantenimiento de este


intercambio.
Los contactos intercontinentales fueron diferentes, expresándose
de acuerdo con su destino. En los cambios con el mundo europeo do-
minaron en exclusiva, además de los esclavos, los productos conocidos
como coloniales e 1 azúcar y Ia hierba pastel-, mientras que con e1
litoral africano, además de Ia búsqueda de mano de obra barata, sub-
siste la obligación de abastecer a las factorias y plazas de cereal. La de-
manda de las plazas occidentales sólo será posible con el recurso, pri-
mero, a1 contrabando y, después, a Ia facilidad en e1 abastecimiento de1
nuevo mercado de vino. Entretanto, en Ias islas, 10s contactos internos
se afirmaron como resultado de Ia complementariedad latente a partir
de 10s componentes de Ia dieta alimenticia: c1 vino y los cereales.

E1 comercio de cuhotaje

La disposición de Ias áreas ocupadas de acuerdo con Ias cundicio-


nes geográficas fue un factor preponderante en e1 establecimiento de
Ia red de contactos entre 10s varios núcleos de población. E1 hecho
de que estemos ante islas en que e1 mar era, por encima de todo, Ia
via privilegiada y Ia dificultad creciente de los medios y posibles vias
de comunicación terrestres, Ilevó a que 10s circuitos de cabotaje fuesen
importantes. La primada de Ias vias maritimas era menor en aquellas is-
Ias en que Ia orografía permitia una fácil circulación interna. En Ias islas
de Madeira, Sáo Miguel y Terceira t'stas se expresan de modo diverso.
En cuanto a Ia primera, lo accidentado dc las vertientes casi imposibi-
litaba un contacto terrestre, mientras que en Ias restantes, Ias tierras Ila-
nas y Ia suavidacl de 10s declives facilitaron esta forma de contacto.
En Madeira Ias vias de comunicacicin terrestre fueron una realidad
a partir de1 siglo m. De este modo, Ia economía agrícola de Ia isla tuvo
que obedecer a Ias posibilidades de Ia via marítima, siendo definida por
Ia orla litoral. E1 mar dominó los contactos y Ia vida cotidiana. E1 rum-
bo trazado por los primeros pobladores, eii e1 reconocimiento de Ia isla
en e1 siglo xv, perduró por mucho tiempo. Esta situación condicionó
Ia forma de progreso de Ia población y de Ia economia, que se desarro-
IIó a partir de las ensenadas y fondeaderos. Ante esto, aparecieron 10s
lugares de población -Funchal, Machico. Santa (:riiz, Ponta d o Sol,
Lu economia hmlur 181

Calheta- que adquirieron una importancia en el proceso económico y


social de Ia isla. Fue en torno a estos lugares, con un estatuto institu-
cional definido, donde giró todo el movimiento de mercancias y perso-
nas. La red de distribución de1 azucar es ejemplar y Ia expresión más
perfecta de esta realidad. A pesar de existir una aduana en cada capi-
tania, e1 puerto de Funchal se mantuvo como la puerta de entrada y
salida de Madeira. La de Santa Cruz fue de vida efímera y Ia corona
siempre se preocupó en mantener el sistema de cambios de cada isla
centrado en un lugar portuario importante. Así sucedió con Funchal,
Ponta Delgada, Angra y Ribeira Grande (más tarde Praia), respectiva-
mente, en Madeira, São Miguel, Terceira y Santiago.
En todos los lugares Ias varias tentativas descentralizadoras fueron
perjudiciales en cuanto a1 control de Ia Hacienda Real. Ante esto, en
el caso de Madeira, Ia salida de1 azúcar, principal producto de cambio
en los siglos xv y m, se efectuaba a partir de1 puerto de Funchal, car-
gando toda Ia producción de Ias comarcas de Ponta d o Sol, Ribeira Bra-
va, Calheta y el mismo Machico, siendo alli conducida y después des-
pachada en Ia aduana hacia los múltiples destinos. Por eso misrno, era
en Funchal donde se instalaban 10s mercaderes interesados en el co-
mercio de1 producto y era también aqui donde se recibía e1 cereal y las
manufacturas que después eran canalizadas en el sentido inverso, hacia
Ias localidades de ta isla. En el caso de Ribeira Brava, Gaspar Frutuoso
menciona que es «una fresca finca donde los moradores de Ia ciudad
encuentran y les Ilega e1 mejor trigo, frutas, caia, carnes, y en mayor
abundancia que en toda Ia isla; y se puede con razón llamar e1 granero
de Funchal, como a Ia isla de Sicilia se Ia llama el de Italia»". Para
mantener este circuito era necesario un grupo numeroso de barqueros.
Funchal y Ias demás localidades estaban en condiciones de satisfacer tal
demanda.
Una situación más característica tenia lugar en las Azores, donde
la estructura comercial de1 archipiélago se esbozó de modo complicado,
definiéndose por Ia heterogeneidad de 10s espacios económicos. De he-
cho no existe unidad, pero si una variedad en productos, circuitos co-
merciales, mercaderes nacionales y extranjeros. En e1 centro estaba un
grupo de islas (Terceira, Faial, Graciosa, São Jorge, Pico), colocadas en

G. Frut~ioso..Souiiud<i d<i Tcrro, lih. 11, p. 88


182 Portugal y las i.xlas de1 Atlúntico

una posición geoestratégica importante. de acuerdo con e1 trazado de


ias rutas atlánticas. Por eso tuvimos dos areas como almacenes comer-
ciales: Terceira (Angra) y Faial. En e1 extremo occidental y oriental estaban
dos grupos de islas desplazadas de1 principal eje comercial atlántico y,
por eso mismo, secundarias. Su valoración sólo fue posible gracias a sus
potencialidades endógenas.
Las idas de Flores y Corvo, por su reducido espacio y parcos re-
cursos naturales, fueron dejadas al olvido y só10 se destacaron por el
apoyo que prrstaron a l a s dos carreras de Ias Indias. Las de São Miguel
y Santa Maria mantuvieron una situación privilegiada en el mercado azo-
riano, por sus posibilidades de aprovechamiento agrícola, con el trigo
y la hierba pastel. De este modo, podemos definir dos áreas económicas
en e1 archipiélago donde domina uno y otro sector dc actividad: una
central, dominada por Terceira, Flores y (:onro, que se afirmará como
e1 eje de apoyo y abastecimiento de Ia navegación atlántica y de1 c<]-
mercio; otra periférica en Ia isla de Sâo Miguel y Ias restantes, donde
Ia agricultura fue dominante.
Este ambiente valorizador de Ia via marítima condicionó también
Ia construcción naval, que mereció en ambos archipiélagos un gran in-
cremento, como resultado de Ia disponibilidad de buenas maderas. Pero
su desarrollo tuvo lugar de forma controlada, estando sujeto a nu me^
rosas restricciones por parte de la corona. Sólo en Ias islas de São Mi-
guel y Terceira existieron astilleros navales para servicio de Ias islas y
de Ia navegación atlantica.
Con anterioridad establecemos para este archipiélago dos espacios
dominantes, abarcando igual número de mercados para el comercio de
trigo: Terceira y Sào Miguel. Era a partir de estas islas desde donde se
hacia toda la distribución de1 cereal, pues cran las únicas que disfruta-
ban de óptimas condiciones para el comercio intrrnacional. De este
modo, a nivel de Ia definición de1 mrrcado cerealífero azoriano, ten-
dremos que distinguir dos formas de cambio paralelas y similares: e1 co-
mercio y ei transporte entre idas y cor1 ei exterior.
E1 comercio de cabotaje se preseritaba reaitalizado con e1 abaste-
cimiento de Ias áreas carentes o c«n r1 envio de 10s excedentes hacia
10s mercados exportadores A n g r a y Ponta D e l g a d a Así sucedió en
Terceira en relación con Ias islas de1 grupo central y occcidental, y en
São Miguel con Santa Maria.
LIeconomia insulur 183

E1 mercado de Terceira, a lo largo dçl siglo m, se definia por tres


importantes centros exportadores: Angra, Sáo Sebastião y Praia. A par-
tir de ahi se mantenía e1 comercio. De éstos destacó e1 dc Sáo Sebas-
tião, que se mantuvo hasta finales de1 siglo con un activo movimiento.
Este municipio abarcaba el mejor área dc cultivo de cereales.
El micaelense presentaba igualmente dos puertos de salida de ce-
real (Ponta Delgada y Vila Franca do Campo) con una zona de pro-
ducción envolvente. No obstante, el de Ponta Delgada se presentó, a
partir de 1518, como el principal centro de comercio, relegando a 10s
otros a un segundo plano o, de forma mas propia, a una situación de-
pendiente. Esto se volvió más evidente en e1 siglo mr, considerándose
en 1684 que éste era «e1 camino por donde se envían 10s cargamentos
de trigo de toda ella», aunque estuviese autorizada, cn 1679, Ia salida
de cereal por cualquier puerto ".
Fue e1 micaelense e1 que, después de Ia quiebra de mediados de1
siglo m, alimentó todo e1 trato comercial de1 trigo, a nivel interno y
externo. Este granero acudió a Terceira en niomentos de apuro, como
en 1591, enviando el trigo necesario para 10s militares de1 presidio, y
en 1675, con Ia cantidad solicitada para colmar Ia falta alli existente.
Además, en 1595, Linschoten referia que «ella produce igualmente
trigo de1 cual provee muchas veces a Ias otras islas en caso de nece-
sidad» i'.
E1 mercado cerealifero de Sáo Miguel se afirmó, a partir de me-
diados de1 siglo m, como e1 principal granero azoriano, en tanto el de
Terceira fue colocado en un segundo plano. perdiendo toda Ia impor-
tancia que tenia en e1 coniercio, a pesar de Ia actividad de1 puerto de
São Sebastiáo. Esta situación perduró hasta inícios de1 siglo m ~mo- .
mento en que se inició una ligera recuperación en Terceira, que duró
poco tiempo, ya que en 1640 se retornó a1 estado anterior. Pero en esta
década de 10s cuarenta la crisis se generalizó a todo e1 mercado de1 tri-
go azoriano. Este movimiento puede entendcrse dentro de la crisis de
Ia economia atlántica, alcanzando e1 punto culminante en c1 archipiéla-
go en Ias décadas de los sesenta y setenta.
En Terceira y Sáo Miguel Ia via terrestre fue un medio privilegiado
para 10s contactos. Se establecieron, pues, circuitos de distribución in-

" Biblioteca Púhlica r Arquivo de Porits I)rlgada. Climaru Miiniiipul de I>onia Drl-
d a , " 4 I . 12.
'' I. H. Linschotr. nI1irtúria de Navezacaoa cn lioleiim do Inliiiuio Hz.rtb>ico dc
184 Portugal y las islaf de1 Atlúntzco

terna entre 10s principales puertos de salida. En el caso de São Miguel


fue redoblado e1 interés de 10s municipios por reparar los caminos y por
e1 reglamento de1 oficio de carretero.
También en Cabo Verde Ia afirmación dominante de Santiago, a
través de los puertos de Ribeira Grande y Praia, generó idéntica trama
de circuitos entre las islas de1 archipiélago.
A este movimiento interno de cada isla tenemos que anadir, nece-
sariamente, en Cabo Verde, São Tomé y Azores aquel que se establecia
entre las islas de un mismo archipiélago. En e1 caso azoriano esta via
fue importante, debido a las condiciones especificas de cada una de Ias
islas. A esto deberá anadirse la política de desarrollo trazada por la co-
rona portuguesa, que condujo a una división, aunque imperfecta, de los
espacios agrícolas y de servicio.
El flujo de embarcaciones de las rutas oceánicas hacia Angra hizo
de la ciudad el principal centro de servicio de apoyo a la navegación
atlántica y, por eso mismo, se creó a su alrededor una diversificada red
de cabotaie de apoyo, que alcanzaba a toda la isla y a las vecinas (Sáo
Jorge y Graciosa). Una vez más Gaspar Frutuoso, perfecto conocedor
de Ias islas, expresa esto, de forma clara, a1 afirmar que «todas las otras
islas son sus esclavas, pues cuanto en ellas se cria viene para ellan, con-
cluyendo que eran «fincas» de Terceira. Era el puerto de Angra e1 que
abastecia las islas de1 grupo central y occidental de manufacturas euro-
peas: vino, azúcar y derivados de la isla de Madeira, a cambio de 10s
cereales, ganado, legumbres, maderas, lena, fruta y barro. Después, e1
proceso económico al que las islas estuvieron sujetas las condujo hacia
una situación cada vez más independiente.
En Ias Azores, Terceira pasó a mantener el dominio sobre Graciosa
y Ia parte de la costa de São Jorge orientada hacia ella. Faial se ligaba
a Pico y São Jorge, Flores a Corvo, y São Miguel a Santa Maria.
A partir de aqui se estableció una especialización en los servicios
prestados por cada área o puerto. Angra fue Ia ciudad de apoyo a Ia
navegación intercontinental, Horta e1 centro de comercio de1 vino y
Ponta Delgada el puerto de comercio de1 cereal y la hierba pastel. E1
hecho de que en Ia primera hubiera existido un puerto importante en
10s contactos intercontinentales Ilevó a1 establecimiento de servicios con-
sulares como apoyo de Ias actividades legales e ilegales. Primero fueron
los franceses (1609), después 10s holandeses (1655) y, finalmente, los
Lu economia insular 185

alemanes, suecos, daneses, noruegos y castellanos, todos en Ia década


de 10s ochenta de1 siglo XVII.
Por 10s mismos motivos 10s castellanos, cuando tuvo lugar Ia unión
dinástica, se preocuparon por Ia ocupación de1 archipiélago. Para ellos
eso seria la principal garantia para Ia seguridad de sus flotas, que por
alli pasaban. Pero sólo lo consiguieron, con mucha dificultad, después
de haberse enfrentado a Ia resistencia terceirense apoyada por 10s in-
gleses y franceses, ambos interesados en mantener un puerto de apoyo
para Ias incursiones en e1 Atlántico.
Más hacia el sur Ias factorias de Santiago y São Tomé además de
centralizar e1 tráfico comercial de cada archipiélago, se afirmaron, por
algún tiempo, como 10s principales almacenes de1 comercio con el lito-
ral africano. Santiago mantuvo, hasta mediados de1 siglo xvi, e1 control
sobre e1 comercio de Ia costa de Guinea y de Ias islas de1 archipiélago
con e1 exterior. Y fue también el centro de redistribución de 10s ins-
trumentos y mantenimiento europeos y de distribución de Ia sal, carne
adobada, cueros, panos y algodón. Mientras que Ia primera situación,
con la evolución de Ia coyuntura económica, fue perdiendo importan-
cia, Ia segunda se mantovo por mucho tiempo, definiendo una trama
complicada de rutas entre las islas de1 archipiélago.

El comercio tnterinsulur

E1 comercio entre Ias islas de 10s tres archipiélagos atlánticos re-


sultaba no só10 de la complementariedad económica, definida por Ias
asimetrias proporcionadas por Ia orografía y e1 clima, sino también de
Ia proximidad y asiduidad de 10s contactos. El intercamhio de hombres,
producto y técnicas dominó e1 sistema d r contacto entre los archipié-
lagos.
Madeira, merced a Ia posición ~rivilegiadaentre Ias Azores y Ias
Canarias y de Ia parcial cesión de dominio de Ias rutas indica y ameri-
cana, presentaba mejores posibilidades para el establecimiento y ma-
nutención de este tipo de intercambio Los contactos con las Azores
resultaron de Ia fuerte presencia madeirense en Ia ocupación y de Ia ne-
cesidad de abastecimiento de cereales, ya que el archipiélago de las Azo-
res era uno de los principales productores. Con Ias Canarias las inme-
diatas conexiones fueron resultado de Ia presencia de madeirenses, a1
186 Portugal y 1u.r zslas de1 .4ilantico

servicio de1 infante don Henrique, en Ia disputa por Ia posesión de1 ar-
chipiélago y de la atracción que éstas ejercieron sobre 10s madeirenses.
Todo esto contrastaba con Ias hostilidades azorianas hacia la ruta de
abastecimiento de cereales a Madeira. Anadir, también, que Funchal
fue por mucho tiempo un puerto dç apoyo a I»s contactos cntre Ias Ca-
narias y e1 viejo continente.
Los contactos asiduos entre los archipiélagos, caracterizados por Ia
permanente corriente emigratoria, sc definen como una constante de1
proceso histórico de los archipiélagos, hasta el momento en que e1 en-
frentamiento político o económico 10s separó. Esta última situación
emerge en Ia segunda mitad dcl siglo xvii como resultado de Ia com-
petencia creada por el vino producido. simultáneamente, en 10s tres ar-
chipiélagos.
El trigo fue, sin duda, e1 principal móvil de Ias conexiones interin-
sulares. Según los testimonios de Giulio L;indi (1530) y Pompeo Arditi
(1567) 10s cereales fueron 10s principales activadores soportes de1 sis-
tema de cambios entre Madeira y los archipiélagos vecinos, que, por
eso mismo, fueron considerados e1 grancru madcirense. La ruta de abas-
tecimiento de cereales tuvo su máxima expresión a principias de1 siglo
xvi. La referencia mas antigua al envio dc trigo de Canarias hacia Ma-
deira data de 1503 en La Palma y 1506 en Tenerife, rti tanto la pre-
sencia de1 azoriano solo está documentada a partir de 1508, ano en que
Ia corona defini6 Ia obligatoriedad dcl abahtecimiento ;i Madeira.
E1 comercio de1 cereal a partir de Ias Canarias se consolidó a través
de Ia regularidad de los contactos con Madcira, siendo sólo perjudicado
por 10s embargos temporales, micntras quc el de Ias Azores fue impues-
to por la corona, ya que Ia burguesia y iiristocracia azorianas, especial-
mente de São Miguel, no se mostrahan iriteresadas en mantener esta
via. Todo e1 enipeno de 10s azorianos estaha canalizado hacia el comer-
cio especulativo con e1 reino o hacia 10s contratos de ah;istecimiento de
Ias plaias africanas. Ilesde 1521 e1 prccio )- Ia forma dc transporte de1
cereal aioriano eii Madeira estaban lxijo cl control de1 municipio. De
este modo era difícil Ia especulaci6n por parte de Ins arrendatarios y
mercaderes micaelenses.
La garantia de abastecimiento intcriio de cereales, que habia sido
una constante en c1 inicio de Ia coloiiizacion de Madeira, no resisti6 e1
asalto de los cultivos europeos para Ia exportación, que en poco tiempo
invadieron casi todo el territorio arable. El ;irchipiélag«, compuesto só10
Lu economia ksuluu 187

por dos islas, siendo una de ellas de débiles recursos, tenia que asegu-
rarse necesariamente e1 abastecimiento recurriendo a Ias islas vecinas.
En 1546 de 12.000 moyos consumidos sólo un tercio fue producido lo-
calmente, siendo e1 resto importado de Ias islas próximas o de Europa.
En los siglos m y xvii Ia oferta de1 cereal insular, de Ias Canarias
y de Ias Azores, representó cerca d e Ia mitad de Ias entradas. En el caso
de Ias Azores casi todo provenia de São Miguel y de Faial, en tanto en
Ias Canarias destacaron Ias islas de Lanzarote, Fuerteventura y Tenerife.
La permanencia de esta ruta de abastecimiento de cereales implicó
Ia extensión de los cambios comerciales entre los tres archipiélagos, ya
que al comercio de1 cereal se asociaron otros productos, como contra-
partida favorahle para 10s cambios. A Ias Azorrs los madeirenses tenían
para ofrecer vino, azúcar, conservas, maderas, ejes y duelas de pipa,
reexportación de instrumentos y otros productos de menor importancia.
Para Ias Canarias Ia oferta se extendía a Ia fruta verde, manojos de mim-
bre, zumaque y panos de estopa, sayal o manta.
Las islas azorianas fueron al principio un consumidor preferente
de1 vino madeirense y canario. Todo esto debido a Ia necesidad de en-
contrar una contrapartida rentable al comercio de cereales y por ser el
vino que producían de baja calidad. Pues el afamado vino de Pico se
afirmó sólo a partir de Ia segunda mitad de1 siglo XVII. En e1 ano 1574
el vino de Madeira desembarcado en el puerto de Ponta Delgada re-
presentaba el 42 por ciento de Ias importaciones vinícolas, siendo el
más cotizado en el mercado micaelense. Lo mismo sucedia en Angra en
Ia segunda mitad de siglo, En e1 siglo xvii el mayor incremento de Ia
viticultura de Ias islas de1 grupo central y Ia creciente mejoría de calidad
contribuyeron a Ia subordinación de1 producto en el sistema de cambios
con Madeira y Ias Canarias. A finales de Ia centuria el producto todavia
continuaba siendo destacado en Ias entradas de Ia aduana de Ponta Del-
gada.
El comercio entre Madeira y Ias Canarias era muv anterior al es-
tablecimiento de los prirneros contactos con Ias Azores. La rclación se
iniciaria a mediados de1 siglo xv, activada por Ia disponibilidad en el
archipiélago de csclavos, carne, queso y sebo. Pero Ia insistencia de los
madeirenses en los contactos con Ias Canarias no seria de1 agrado de1
infante don Fernando, senor de Ia isla, interesado en promover 10s con-
tactos con Ias Azores. A pesar de eso. ellos continuaron y Ia ruta ad-
quirió un lugar relevantc en Ias relaciones extrrnas de Ia isla. valiéndole
188 Portugal y las islas de1 Atlúntico

para e110 Ia disponibilidad de cereal y carne, que eran cambiados por


instrumentos, zumaque y esclavos negros. Esta última y peculiar situa-
ción aparece en la primera mitad de1 siglo m ~con , cierta evidencia en
10s contactos entre Madeira, Lanzarote y Fuerteventura.
Algo diferente sucedió en 10s contactos comerciales entre las Azo-
res y las Canarias, que nunca asumieron Ia misma importancia que 10s
madeirenses. La poca facilidad en Ias comunicaciones, Ia distancia entre
10s dos archipiélagos y Ia dificultad en encontrar 10s productos con po-
sibilidades de intercambio hicieron que estos cambios fuesen esporádi-
cos. Sólo las crisis cerealíferas de1 archipiélago de Ias Canarias hicieron
que e1 trigo azoriano Ilegase alli en 1563 y 1582. A veces ia permuta
se hacía a partir de Madeira, com« sucedi6 en 1521 y 1573. La con-
trapartida de Canarias para este comercio se basaba en e1 vino, 10s te-
jidos europeos y la brea. En e1 siglo xvii, los registros de la aduana de
Ponta Delgada, entre 1620 y 1694, testifican un crecimiento de los con-
tactos comerciales con este destino, pues e1 número dc entradas y sa-
lidas se encontraba en segundo lugar, seguido por Madeira.
A otro nivel estaban Ias relaciones interinsulares con los archipié-
lagos de más allá de1 Bojador. Primero, Ias dificultades en Ia ocupación
só10 condujeron a Ia inmediata y plena colonización de una isla en cada
área -Santiago y São Tomé-, que pasó a actuar como principal eje
de1 comercio interno y externo. Despucs, cl aprovechamiento económi-
co no fue uniforme y de acuerdo con Ias solicitudes drl mercado insular
en el lado de acá de1 Bojador, asumiendo, a veces, como sucede con
São Tomé, una posición de competencia. Por fin se registra que estos
espacios existían más para satisfacer Ias necesidades de1 vecino litoral
africano que por su importancia económica interna.
De Ia relación de los dos archipiélagos con 10s de1 Mediterráneo
Atlántico es evidente e1 interés de 10s últimos en el tráfico negrero, con
mayor relevancia en 10s madeirenses y canarios. Los madeirenses que
alli aparecen fueron favorecidos por el compromiso con los viajes de ex-
ploración y comercio a 10 largo de Ia costa africana y por Ia presencia,
aunque temporal, de1 puerto de Funchal en el trazado de Ias rutas. A1
contrario, Ias Azores se mantuvieron por mucho tiempo como puertos
receptorcs de las carabelas que hacían Ia ruta de regreso a1 viejo con-
tinente.
r

MILES DE LIOVOS

22 14

17 ( 4

12 14

114

Z 14
a'íalca cclriaaias M~DEIRI LISBOA OTROS

S i O b XVII ZZ 447 6 909 12 BOB 49 039 2 44


51~10X V I <a 368 5 72

Azoreç: exportación d e trigo. Siglos XVI-XVII.

AZORES. 108.000

OTROS. 5302

CANARIAS. 27.777

EUROPA. 54.967

El trigo en el puerio d e Funchal. 1510-1640.


190 Portugal y las zslas de1 Atlántico

La posición privilegiada de Madeira y Canarias y Ia insistente bús-


queda de mano de obra para e1 barbecho de 10s diversos claros entre-
tanto abiertos, generaban un desvio de Ia ruta de1 comercio de 10s es-
clavos, destacando Funchal y Las Palmas como dos importantes ejes de1
tráfico y manteniéndose asi hasta Ia plena afirmación de Ias rutas ame-
ricanas. Por otro lado, Ia relación de Ias islas africanas con el Medi-
terráneo Atlántico fue facilitada por los beneficios fiscales atribuidos
por Ia corona en 1507. Y sabemos, por una solicitud de 10s habitantes
de Santiago, que Ia contrapartida comercial se basaba en el abasteci-
miento de cereal, primero de Madeira y después de las Azores. Entre-
tanto, Ia corona concedió en 1562 y 1567 facilidades a 10s madeirenses
para el comercio de esclavos de Cabo Verde y Rios de Guinea, como
forma de suplir Ia crisis azucarera, I« quc deberia haber contribuido a
un aumento de los contactos.
La comunidad madeirenses residente en Santiago debía de ser nu-
merosa, a juzgar por los testimonios que se conservan. De éstos, me-
rece referencia especial Francisco Dias, natural de Ribeira Grande, que,
en e1 testimonio de 1599", es presentado como uno de 10s más impor-
tantes mercaderes de esclavos, interesados en el tráfico con Madeira y
Antillas. Lo mismo se podrá decir de 10s azorianos, aunque citados con
menor frecuencia. La permuta se basaba por el lado africano en escla-
vos, a 10s que se vinieron a juntar los productos de Ia tierra, como e1
algodón, maíz, cuscús, carne adobada, cueros y sal, recibidos a cambio
de vino, cereales y herramientas.
Las Canarias mantuvieron, también, una relación preferente con
Cabo Verde. Primero fue e1 comercio de Ia orchilla, después los con-
tactos asiduos para cambiar el vino por esclavos, que eran conducidos
a Ias Antillas o de regreso a Ias islas.
En uno y otro caso los contactos con São Tomé eran exiguos, de-
bido a que las islas de1 golfo de Guinea cstuvieron por mucho tiempo
por debajo de 10s intereses de Ias gentes de1 Mediterráneo Atlántico.
En realidad, si retiramos Ia eventual presencia de madeirenses para
transmitir los secretos de1 cultivo aiucarero, esta aparición es tardia y
se rige por Ia necesidad de capturar esclavos en Ias costas angolenas.
De este inodo, Ia referencia a1 cargamento de un navio con algodón y
azúcar en 1542 con destino a Ias Azores es esoorádica4'.

'" Arquivo Regional da Madcira, Misericordia <lu I:iinchal, :n 684, fols. 785-790 v.".
a
V. Rau. Ert:riutlr,~.Sobre o Ilrrtürr<i do ,Sal P o r / u ~ u < iLishoa,
, 1989, p. 217.
Bahía de Funchal en el siglo xvi (Centro de Estudios de Historia
y Cartografia Antigua).

Tal como hemos mencionado. pues nunca está de más repetirlo, Ia


posición periférica de1 mundo insular condicionó e1 sometimiento de su
comercio a 10s intereses hegemónicos de1 viejo continente. Los euro-
peos fueron 10s agricultores, responsablçs de Ia tratismigración agrícola,
asi como 10s primeros en disfrutar de Ia calidad de 10s productos de Ia
tierra y de 10s elevados riditos que e1 comercio propició. De ahi resultó
la total dependencia de 10s espacios insulares con respecto a1 viejo con-
tinente, siendo ia vivencia económica moldeada de acuerdo con Ias ne-
cesidades de éste, las cuales, a veces, se presentaban como una cosa ajc-
na, de otro pais. Por eso es evidente Ia preferencia de1 viejo continente
en 10s contactos con e1 exterior de 10s archipiélagos. Esta es la relaci6n
umbilical con Ia vieja Europa de la que hablamos. Sólo después apare-
cieron Ias islas vecinas y 10s continentes africano y americano.
De1 viejo rincón de origen vinieron los productos y herramientas
necesarios para Ia apertura de los barbcchos, y también Ias directrices
institucionales y comerciales que 10s materializaron. E1 usufructo de Ias
posibilidades de una relación con otras áreas continentales, en el caso
192 Portugal y las i.slas de1 Atlánttcu

de1 Mediterráneo Atlántico, fue consecuencia de un aprovechamiento


ventajoso de Ia posición geográfica y en algunos casos una tentativa de
fuga a Ia omnipresente ruta europea. En este contexto se volvió más
importante Ia presencia de los archipiélagos de Ias Canarias, Azores,
Cabo Verde, Sáo Tomé y, aunque por motivos diferentes, de Madeira.
E1 archipiélago canario, merced a Ia posición y condiciones espe-
cificas creadas tras Ia conquista, fue de 10s tres el que sacó mayor par-
tido de1 comercio con el Nuevo Mundo. La proximidad al continente
africano, asi como ia posición correcta en Ias rutas atlánticas, le permi-
tieron intervenir en e1 tráfico intercontinental.
En Ias Azores, el hecho de estar Ias islas situadas en Ia recta final
de las grandes rutas oceánicas dio Ia posibilidad de obtener algún pro-
vecho con Ia prestación de numerosos servicios de apoyo y de1 eventual
contrabando. Madeira se encontraba fuera de eso a partir de finales de1
siglo xv. Por mucho tiempo este comercio fue sólo un espejismo, y sólo
se volvió una realidad cuando e1 vino cnmenzó a ser el preferido de Ias
gentes que embarcaron en Ia aventura indica o americana. Gracias a
esto, e1 vino madeirense se afirma plenamente a partir de Ia segunda
mitad de1 siglo xmi.
Rumbos diferentes tuvieron los archipiélagos de São Tomé y Cabo
Verde: la proximidad de Ia costa africana v Ia permanente actividad co-
mercial definieron la innegable vinculación al continente africano. Du-
rante mucho tiempo 10s dos archipiélagos fueron poco más que puertos
de contacto entre América o Europa y Ias factorias de Ia costa africana.
En uno y otro caso e1 avance de Ia colonización dependió de Ias faci-
lidades concedidas a1 comercio. En e1 fucro concedido en 1485 a Sáo
Tomé e1 privilegio de1 comercio con el área costera aparecia como re-
compensa «de1 trabajo a que se disponen, por ir a vivir a dicha i ~ l a > > ~ ~
Lo mismo habia sucedido en 1466, en Cabo Verde, donde se decía que
éstos iban a vivir «con muy grandes libertades y gastos» +'.
Las facilidades concedidas al comercio con Ia costa africana dege-
neraron en problemas para la Hacienda Real, por lo que la corona se
vio forzada a tomar medidas restrictivas para el comercio local, con r e ~
flejos evidentes en la evolución económica de Ias islas que de é1 de-
La economia insular 193

pendían. Las primeras dificultades comeniaron con e1 contrato de


Fernão Gomes en 1469, que retiraba a los caboverdianos e1 usufructo
de una importante franja de la costa. Tres anos después aparecieron las
primeras dificultades en esta actividad comercial, que tuvieron conti-
nuidad en e1 siglo siguiente. La respuesta no se hizo esperar. Los ca-
boverdianos primeto cuestionaron las limitaciones impuestas y se de-
fendieron alegando que gracias al comercio de esclavos se abastecian
de bienes alimenticios y artículos de otras islas o de Europa. Después
acusaron a 10s arrendatarios de Ia corona de ser 10s principales respon-
sables de Ia situación a Ia que se había Ilegado "I. La corona, no obs-
tante, insistió con Ias mismas ordenanzas y sólo en 1521 accedió, con-
signando en el estatuto de1 administrador de1 tratado de Santiago los
prjvilegjos de 1472 'I.
La problemática coyuntura política que tuvo lugar a finales de1 si-
glo xvr y principios de1 siguiente tuvo e1 don de conducir a un cambio
en este escenario. La crisis dinástica y la consrcuente unión de Ias co-
ronas peninsulares Ilevaron a su desagravio permitiendo una apertura
total de1 área al comercio con los insulares, siis vecinos, y con 10s eu-
ropeos, especialmente con los holandeses. Ante esto, Santiago dejó de
ser e1 principal almacén de Rios de Guinea, por lo que fueron evidentes
Ias consecuencias en la economía de Ia isla. En 1622 exclamaba ya don
Francisco de Moura que «está aquella isla en tanta pobreza y necesidad
que en pocos anos se acabará ...» ".
Con Ia Restauración, e1 comercio suí'rió varios cambios: en 1642
fue franqueado a todos los vecinos de Santiago y vasallos de1 reino,
acompanado por facilidades de acceso de los extranieros a Ias islas; des-
pués se optó por el régimen de companias, habihdose creado las de
Ia costa d e Guinea (1664), después de Cacheu, Rios y Comercio d e Gui-
nea (16761, de Estanco de Maranhão y I'ará y. finalmente, de Cacheu
y Cabo Verde (1690).

'" Ibidem, n.' 7 6 . pp. 2 0 9 2 1 1 , 24 de octuhre dc 1512: ri." 77, pp. 2 1 1 ~ 2 1 4 25


, de
octiibre de 1522.
'' Ibtdem, n." 6 . DD.
. . 25-28, 8 dc fcbrerr> de 1472.
'' C. J. Srnna Barci.lus. ifixirrórie de Coho i'crdi, e i,uinl, parte I , Lishoa, 1899.
1,. 223.
194 Portugal y lus z.slu.s ilel Atlúntzco

El comercio insular con Europa se detinía por una multiplicidad de


productos, agentes, rutas y mercados. En rste aspecto, Ia península Ibé-
rica se presentaba como el principal merc;ido consumidor o redistribui-
dor para Ias principales plazas europeas. A pesar de persistir una ten-
dencia centralizadora en los puertos dt. Lisboa y Sevilla, lo cierto es que
su expresión real, especialmente en el caso portugués, fue mucho más
amplia, abarcando 10s principales puertos de comercio hacia el sur (La-
gos y Silves) y hacia e1 norte de1 país ~Caininha,Viana, Porto !r Vila do
Conde).
En 10s primeros decenios Ia presencia de mercadrres extranjeros,
interesados en e1 comercio de 10s productos insulares portugueses, es-
taba limitada a Ia ciiidad de Lisboa, merced a Ias dificultades impuestas
en e1 inicio de1 siglo xv a Ia intenrención directa en los mercados pro-
ductores. Pcro esto no podia manterierse por muchr~más tiempo, y
pronto aparecieron 10s primeros extranjeros vecinos « c«n licencia para
dedicarse al comercio y fijar residencia. Después se les abrió Ias puer-
tas, como forma de promover el comercio excedente de1 azúcar. Aun
así, rl comercio estuvo, por mucho iiempn, sujeto a numerosos obstácu-
los que impedían Ia libre circulación ile los agentes y de Ia mercancia.
AI comienzo de Ia colonizacióti de Ias Azores, Ia cosecha de cerea-
les daba para satisfacer las necesidades dcl ai-chipiklago y sobraban al-
gunos excedentes que eran conducidos a I,isboa. La salida de cereal ha-
cia este destino fue reivindicada en 1473 !. 1490 por los habitantes de
la ciiidad. Tal recla~naciónpone de r r l i e ~ eIa competitividad que asu-
mia el cereal azoriario en Ias últimas décadas de1 siglo sv, merced a Ia
aparición de nuevos destinos como Madeita y plazas de1 norte de Áfri-
ca. Se encontró, de este modo, el graiiern sustituto de Madeira, capaz
de ahastrcerla y de siicederla en esta i~i~icióii con Lisboa y plazas a f r i ~
canas. L«s exce<ientc.s aí 10 permitian, por lo que t.1 cereal se afirmó
como e1 primer y mas importante producio de esta relación comercial.
E1 comercio de1 cereal azoriann sc cirnentó, primero, en e1 aprovi-
sionamiento de1 reino, y después. en cl ohligatorio abastecimiento de
Madeira y piazas africanas. La ruta hacia el renio fue establecida como
iina necesidad consecuente de la prorrii~ciónde1 cultivo en e1 suelo in-
La economia in.rulur 195

sular, mientras que e1 segundo rumbo fue delineado por Ia politica eco-
nómica trazada en e1 espacio insular. El último destino fue impuesto
por Ia corona.
E1 mercado de1 reino fue e1 primer consiimidor de trigo azoriano
pero no e1 único ni el principal destino de1 trigo isleno, pues en lugar
cumbre y reservado estaban Ias plazas portuguesas de1 norte de África.
E1 movimiento de trigo azoriano hacia éstas se hacia bajo el control real
por medio de asentadores que en Lisboa rccibian e1 contrato de abas-
tecimiento y de alli enviaban los respectivos na\.ios a cargar el trigo guar-
dado.
Estr comercio se beneficiaba de 10s privilcgios establecidos por Ias
ordenanzas reales, siendo considerado como prioritario en Ias transac~
ciones cerealiferas azorianas: todo el comercio de trigo en el archipic-
lago, especialmente en São Miguel y Terceira, deberia hacerse «sin
perjuicio de 10s lugares de África». De este niodo, una vez iniciada Ia
cosecha se procedia a Ia recaudación de1 referido trigo, estimado en
unos 2.000 6 3.000 moyos. Aden~ásde ello, el contratante 0 procurador
tenía Ia prioridad en Ia compra de1 cereal, por lo que Ia libre salida de
trigo só10 tenia lugar después de1 resguardo de1 «saco para África». Pero
esta ordenanza causal~aperjuicio a los agricultores, en caso de que tar-
dase el envio de Ia remesa. La cámara de Ponta Delgada recomendaba
en 1644 a 10s contratistas de dicho trigo que hiciesen Ia compra antes
de agosto, en caso contrario no se responsabilizaba de1 cumplimicnto
de1 contrato. Estas medidas eran Ia consccuencia de una serie de situa-
ciones que imposibilitaban ai archipiélago para atender sus compromi-
sos y para asegurar el abastecimiento interno.
La violencia con que Ia corona imponía Ia ruta, impidiendo a1 mer-
cader ejecutar 10s cambios comerciales corricntes o rctardándolos; e1
tono descriptivo de 10s estatutos y recomendaciones, teniendo la des-
fachatez de afrontar Ia requisicion de los navios y carros necesarios para
el transporte y carga de1 referido trigo; y, por fin, la constante presencia
de1 administrador para el abastecimiento de Ias plazas, crearon dificul-
tades en Ias relaciones de cambio en el mercado cerealifero azoriano.
El archipiélago estaba condenado a niantener e1 cereal bajo rigu-
roso control, que abarcaba Ia producción y el comercio. El senorio (rey,
capitán, donatario, terrateniente) y e1 contratista desde Lisboa contro-
laban todos los circuitos de1 mercado insiilar, dictando las normas que
regian Ias compras. Si tenemos en cuenta Ias necesidades dei consumo
196 Portugal y las Lslas de1 Atlántico

local y el «saco dç trigo* para Ias plazas dc África y Madeira, poco trigo
sobraba para el comercio.
E1 gran mercader de cereal hizo fortuna con e1 aprovisionamiento
de Ias plazas norteafricanas, como contratista, como intermediario de
los senoríos (como sucede con e1 conde de Vila Franca) o con e1 re-
curso al contrabando y especulación posibles. Los más importantes mer-
caderes locales aparecen como representantes de 10s asentadores; tén-
gase en cuenta el caso de Manuel Alvarcs Senra, que file procurador
de Avaro Fernandes de Elvas y contratista de1 abastecimiento de Tán-
ger (16361, mientras que Guilherme Chamberlin representó a Pedro Al-
ves Cabra1 v a Manuel da Costa Braza. <,

De un modo general, 10s asentadores eran originarios de1 reino y


alli recibían e1 estatuto real para confirmar e1 referido contrato, equi-
pando Ias carabelas necesarias para Ia carga de1 cereal en Ponta Delga-
da o en Angra. En e1 siglo xvr no hay ninguna referencia de procura-
dores o administradores de dicha provisióri. Éstos sólo aparecen a partir
de mediados de1 siglo m1. En algiinos momentos e1 abastecimiento se
hizo de modo diverso, bien bajo Ia responsabilidad de1 administrador
real en Ias Azores o de1 proveedor y contador de I;I hacienda, bien por
iniciativa de particulares fuera de este sistema.

E1 comerczo ron c./ rpino

Los contactos entre Madeira y e1 reino eran constantes y se hacían


con mayor frecuencia a partir de 10s puertos de Lisboa, Viana y Ca-
minha. Los puertos de1 norte mantuvieroti una accion muy importante
en el período de apogeo de Ia cosecha azucarera, ya que los marineros
y mercaderes oriundos de aquella zona controlaban una parte impor-
tante de1 tráfico comercial, siendo ellos 10s que abastecían a Ia isla de
carne y panos, Ilevando a cambio e1 azúcar hacia 10s mercados nbrdicos.
Madeira tenia para ofrecer al nirrcadcr de1 reino un grupo restrin-
gido de productos, peso capaces de despertar su interés. A principio
fueron las maderas, la sangre de drago y los excedentes de la produc-
ción cerealífera; después, e1 azúcar hizo redoblar Ia oferta y, finalmente,
e1 vino exportado hacia Lisboa, muchas veces con Ia finalidad de abas-
tecer a Ias naos de Ias rutas de1 Brasil u otr«s destinos.
La economia z~~ruiur 197

Mercados de1 azúcar

La isla recibía a cambio de Ia limitada pero rica oferta un conjunto


variado de productos, de 10s que destacan Ias n~anufacturasimprescin-
dibles para e1 uso y consumo cotidiano: loza, teia de Sctúbal, Lisboa y
Oporto, panos, aceite y carne de1 norte. Ademis, el pucrto de Funchal
actuaba, muchas veces, como interrnediaric entre los puertos de1 rcino
y Ias factorias africanas, siendo de destacar el comercio de pieles, e s ~
clavos y algodón de Cabo Verde.
En e1 inicio de Ia colonización de Madeira e1 producto que de in-
mediato cautivó Ia atencitin de los p,ortugucses fue aquel que dio nom-
bre a Ia isla, esto es, Ias maderas. Estas eran de alta calidad teniendo
usos múltiples en Ia isla y fuera de ella. Miichas fueron exportadas ha-
cia el reino y también hacia Ias plazas africanas (Mogador y Safín) y
puertos europeos (Roven). Tal como nos aclaran los cronistas. estas ma-
deras revolucionaron el sistema de construcción civil y naval de1 reino.
El comercio azoriano con los puertos de1 rcino se regia por 10s mis-
mos principias y solicitudes que el madcirense; s6lo se alteraban los
productos ofrccidos como contrapartida. En tanto Madeira ofrecía un
solo producto sçgún Ia época, siendo a partir de determinado momento
e1 azúcar, Ias Azores presentaban una oferta variada y más ventajosa:
cereales, hierha pastel y ganado. Tamhién ;iquí 10s puertos de1 norte de1
198 Portu~aly las zslas de1 Atlántiro

país, especialmente de Ia región de Entre-Douro-e-Minho, estaban en


primer lugar. Eran &tos 10s que abastecían a Ias Azores de aceite, sal,
lozas, panos y otros artículos, recibiendo a cambio trigo, carne, cueros
y pastel.
Los contactos de Cabo Verde y São 'romé con el reino y puertos
europeos eran también asiduos en Ias primeras centurias de Ia ocupa-
ción, dependiendo de Ia frecuencia de1 trazado de Ias rutas oceánicas
y de Ia disponibilidad de productos. Asi, en el caso de São Tomé, Ia
presencia de1 cultivo azucarero en el siglo xvr activó Ias relaciones con
e1 reino y 10s principales mercados de1 norte de Europa. Pero Ia oferta
no se resumia sólo a este producto, pues 10s navios transportaban tam-
bién algodón (de Annobón), especias (jengibre, guindilla, pimienta y ca-
nela), marfil, y palo de Guinea y de Brasil ". En Cabo Verde, e1 mismo
conjunto de productos, al que se podrá aiiadir el oro, ámbar y orchilla,
activó al comienzo 10s contactos con el reino. Sin embargo, la aparición
de un nuevo y prometedor mercado para el comercio de esclavos a oc-
cidente vino más tarde a monopolizar todos 10s intereses.
La trama de relaciones con el viejo continente no se limitaba só10
a los puertos reales, ya que 10s cultivos locales interesaron a 10s mer-
cados mediterráneos y nórdicos: primrro Ia orchilla y otras planta tin-
toreras como Ia sangre de drago y Ia hierha pastel, y después e1 azúcar
y e1 vino, fueron productos que estuvirron cn la mira de 10s mercaderes
extranjerns. Además, e1 reino no disponia de todos 10s artículos solici-
tados por Ias gentes insulares, cada vez más exigentes en su calidad.
Las riquezas acumuladas con cstc comercio daban lugar a un lujo os-
tensible en Ia decoración de Ia casa que sólo podría ser conseguido en
Ias plazas de Yprrs, Roven y Londt-es.
t a opulencia de Ia aristocracia madeirense queda bien patente en
Ia demanda innecesaria de artículos de lujo, testimoniado por Gaspar
Frutuoso a finales de1 siglo m. Su origen es claro: en Funchal 10s be-
neficio~de1 azúcar y en Ponta Delgada los de la hierba pastel. Esta cir-
cunstancia condicionó inevitablemente Ia presencia de mercaderes
oriundos de Ias plazas europeas. Sc ofrecía azúcar, hierba pastel y or-

" V. Kau, op. o~.. pp. 210-221; F. Castclci Br.~nc«.«O Comércio Externo de São
'I'i~nit n o seculo XVII» cn Studin, n 24. I.ishoii, 1'160, pp. 7 3 98.
chilla, algodón y esclavos, recibiéndose a camt~iopaííos y, a vçces, ce-
reales o pescado seco y salado.
E1 comercio azoriano estaba orientado casi exclusivamente a 10s
centros textiles de1 norte, especialmente con Ias islas Británicas y a tra-
vés de agentes comerciales, que en el siglo x\,ii asumen una posición
hegemónica en e1 puerto de Ponta Delgada. En los registros de salida
y entrada de1 puerto, en e1 período de 1620 ;I 1694, más de Ia mitad
de Ias embarcaciones çran inglesas, y e1 comercio de Ia mayoria de cllas
se dirigia hacia Inglaterra. La principal mercancia en tránsito en e1 puer-
to de Ponta Delgada era la hierba pastel, que tuvo su momento estelar
en Ias décadas de 10s veinte y treinta. En este contexto es evidente Ia
hegemonía de1 mercado y mercaderes ingleses, pues Ia casi totalidad de
Ia hierba pastel (98 %) exportada en e1 período de 1621 a 1676 fue con-
ducida hacia Inglaterra. La parte sobrantc sc distribuyó en Holanda,
Francia, Flandes y Sevilla. Adviértase que r1 inglés ignoró Ias prohibi~
ciones impuestas a su presencia por Ia corons a finales de1 siglo .n~.
Su fuerte presencia en Ia isla y el recurso al pabellón de nacionalidades
autorizadas posibilitaron que esta via comercial se mantuviese abierta.

900,032

- --.-

100.032

32
FLi\NDES íR>UICIA INGLATERRA ITALlA PORTUGL TLR(IUIII
OTROS

EV4SIONES MERCADO MERCAOERES

Comercio de1 azucar. Madeira 1490-1550


200 Portu~aly las islzzs de1 Atlántico

E1 comercio madeirense, a1 contrario que e1 azoriano, estaba orien-


tado hacia e1 tradicional mercado mediterráneo, apostando principal-
mente por e1 azúcar, con tres áreas de destino: Ias ~ l a z a sespafiolas de
Sevilla, Valencia y Barcelona; Ias ciudades italianas (Gt'nova, Venecia y
Livorno) y 10s puertos de1 Mediterráneo oriental (Chios y Constantino-
pla). Las primeras fueron imprescindibles para este comercio, funcio-
nando como plazas de redistribución hacia e1 mercado levantino. AI azú-
car se afiadieron después Ias maderas (especialmente de vinático
y cedro), Ia orchilla, Ia hierba pastel, e1 curro y los esclavos, que se cam-
biaban por pafios, trigo y objetos de lujo.
Los contactos de Ias islas de Cabo Verde y Sáo Tomé con Europa
no fueron tan importantes como 10s que mantuvieron con ia costa afri-
cana o americana. Sin embargo, Ia disponibilidad de algunos productos
(azúcar, esclavos, algodón, carne, cueros y orchilla), solicitados por e1
mercado europeo, Ilevó a la existencia de rutas permanentes con Ias
principales plazas europeas. Hacia Flandes, directamente o a través de
10s puertos de1 reino, se exportaba el aiúcar de Sao Tomé, Ias maderas
y especias africanas y e1 algodón. En 10s contactos con los puertos de1
reino se hacían Ilegar éstos y otros productos, como sal. carne adobada,
cueros, ganado y esclavos.
E1 comercio de Ias islas con e1 litoral africano, exceptuando e1 caso
de Cabo Verde y São Tomé, se hacía con mayor asiduidad a partir de
Ias Canarias que de Madeira o de Ias Azores. Aun así, Madeira, merced
a su posición de bisagra en e1 trazado de Ias rutas de1 siglo xv, tuvo
un papel relevante. Los madeirenses participaron activamente en 10s via-
jes de exploracion geográfica y comercio en e1 litoral africano, desta-
cando Funchal, en Ias últimas décadas de1 siglo xv, como un importante
almacén para e1 comercio de colmillos de elefante. También Ia iniciativa
madeirense se bifurcó: de un lado estaban Ias plazas marroquíes, a Ias
que-la isla pasará a abastecer de hombres para Ia defensa, de materiales
para Ia construcción de ias fortalezas y dc cereaies para e1 sustento de
10s hombres acuartelados; de1 otro, el área de Rios y golfo de Guinea,
donde se abastecia de esclavos, tan necesarios para asegurar Ia fiieria
de trabajo en Ia cosecha de1 azíicar.
E1 azoriano quedó alejado de estas áreas por Ias dificultades de ac-
ceso y también por Ia forma de explotación económica a que fueron su-
jetas, que le hacían prescindir de los productos oftccidos por el comer-
cio de Ia zona. La mayor asiduidad de loh contactos con e1 continente
africano Sue el resultado de Ia necesidad de abastecer de cereal a Ias
La economia i~rsulur 201

plazas de1 norte de África e incluso a1 área dc Ia costa de Guinea, sus-


tituyendo a Madeira a partir de finales de1 siglo xv. Aunque en esta épo-
ca el abastecimiento se hacia, muchas veces, ;I partir de Madeira.
AI revés de lo que sucedia con Ias Canarias, Cabo Verde y São
Tomé, Ias islas de 10s archipiélagns de Madeira y Azores estuvieron has-
ta e1 siglo xvii apartadas de1 comercio con el continente americano. Les
bastaba aguardar Ia Ilegada de Ias embarcaciones e intentar e1 contra-
bando o 10s trueques ocasionales. Hay que decir que a1 puerto de Fun-
chal Ilegaron también algunas naves. El desvio era considerado por Ia
corona como intencionado, para hacer e1 contrabando, por lo que fue-
ron determinadas medidas prohibitivas, de poca aplicación práctica.
Los contactos entre Madeira y e1 litoral americano se dcsarrollaron,
tras Ia quiebra de1 cultivo de Ia cana de azúcar, con e1 incremento de1
comercio de vino madeirense. Ambos producios estaban, de hecho, li-
gados. La poca oferta de azúcar en Madeira y Ia incesante demanda lle-
varon a los madeirenses a especular con cl azúcar brasileno, haciéndolo
pasar por azúcar madeirense. Descubierto e1 fraude, e1 monarca consi-
guió su prohibición en 1591, valiéndose de Ias reclamaciones de 10s mu-
nicipios. Más tarde, con e1 abandono definitivo de1 cultivo de la cana
de azúcar, no había motivo para impedir este comercio. Solamente cl
sistema de buques mercantes condicion6, por algún tiempo, Ia presen-
cia madeirense.
La creación en 1649 de Ia Companía (;eneral de1 Estado de Brasil,
poseedora de1 exclusivo comercio para esta irea, motivó protestas de
10s de Funchal y Angra, los principales perjudicados. Esto Ilevó a Ia co-
rona a dar e1 19 de nuviembre de 1652 una orden especial para el envio
de dos embarcaciones de Funchal y tres de Ias Azores, orden que se
mantuvo hasta Ia liberación de1 comercio en 1670. Esta ruta servia para
e1 cambio de azúcar y maderas por vino y vinagre. El azúcar brasileno
tenía destino diverso. En Madeira era utilizado en Ia industria de con-
servas y cáscara de naranja, en tanto en las Azores era reexportado des-
pués por 10s mercaderes extranjeros, rsl~ecialniei~te franceses, con des-
tino a 10s puertos europeos.
Mientras tanto, nucvos mercados fucron apareciendo en el espacio
americano, especialmente en las colonias inglcsas de Ias Antillas y de
.' C O I ~ S U -
Ia costa de1 norte, qiie se afirmaron como potenciales e s pCIOS
midores de vino madciretise y azoriano. El vini~,quç hasta cnt»ncçs tç-
202 Portugal y lai iilirs de/ Atlántzco

nía como destino exclusivo ej Brasil, pasó también a ser conducido ha-
cia 10s nuevos mercados, que asumieron un lugar dominante a partir de
finales de Ia centuria. A 10s puertos de Pernambuco, Rio de Janeiro y
Bahía vinieron a juntarse 10s de Nueva Inglaterra, Nueva York, Pensil~
vania, Virginia, Maryiand, Bermuda, Barbados, Jamaica, Antigua y Cu-
razao. En e1 período de 1686 a 1688 dc Ias 688 pipas entradas en Bos-
ton tenemos 266 de Madeira y 421 de Pico.
Esta situación refleja una realidad que marcará e1 comercio en Ias
centurias siguientes: 10s azorianos abastecían, preferentemente, 10s pun-
tos de América de1 Norte, Ilevados poi- el rumbo de los balleneros, en
tanto 10s madeirenses hacian incidir sus contactos en Ias Antillas ingle-
sas y francesas.
Las islas de Santiago y São Tome, merced a Ia proximidad de Ia
costa africana, se afirmaron como importantes almacenes de trata de ne-
gros africanos durante 10s siglos xv a xvri, teniendo como principal des-
tino, a partir de1 siglo m, el nuevo continente americano. La primera
factoria dominaba Ia vasta área conocida como Rios de Guinea, en tan-
to la segunda se cxtendía desde São Jorge de Ia Mine hasta Angola, pa-
sando por Axem 1, Benim. Tal como mencionamos, la colonización sólo
fue posihle gracias a las facilidades concedidas a los habitantes para e1
comercio en esta costa.
La evolución de1 comercio no fue constante y estlivo durante mu-
cho tiempo sujeta a 10s cambios de la coyuntura atlántica. Así, Sao
Tomé asumió un lugar relevante en e1 comercio con el golfo de Guinea
hasta e1 último cuarto de1 siglo xvi: siendo Ia crisis, a partir de 1578,
resultado de1 desvio de Ias rutas hacia e1 litoral africano. En e1 período
que transcurre hasta 1650 entraron en São Tomé 94.900 esclavos, con
una mayor incidencia en los anos 1501 a 1575. Entretanto, en Ia época
de Ia unión de las dos coronas peninsulares, e1 número de esclavos con-
ducidos desde S i o Tomé a Ias Indias de Castilla ilartagena, Veracruz
y Margarita) alcanzó 10s 4.828, esto es el 20 por ciento de1 total. Los
problemas con Ia economia azucarera hahían colocado a Ia isla en si-
tuación de dependencia de1 comercio de este producto, refiriéndose el
escribano de Ia factoria en 1551 " ilue éstc era e1 principal rendimiento
La economia z'nsulur 203

de Ia corona, por lo que e1 desvio de Ias rut;is contrariaba Ia política


de instalación de 10s colonos.
En Santiago, principal isla de1 archipiélago de Cabo Verde y fac-
toria de1 comercio de 10s esclavos de Rios de Guinea, e1 comercio fue
definido por otro rumbo. AI comienzo result6 de Ia oferta de Ias pro-
ducciones locales, pero después, con Ia apertura de nuevus mercados
de esclavos, fueron solicitudes externas Ias qiie io motivai-on. Los cs-
clavos pasaron a ser conducidos primero .I Europa e islas atlánticas
después a Brasil y Antillas ". En el período de 155 1 a 1640 esta factoria
condujo a Ias Indias de Castilla más de 5.729 rsclavos (e1 23 %i en 146
barcos (e1 10'%), siendo 4.439 só10 en ios anos de 1609 y 1610.
Durante mucho tiempo, e1 comercio, entregado a arrendatarios. fuc
e1 principal motivo de los cambios comerciales en la isla. Era con éste,
cambiado por algodón y panos, con el que se adquirian ias manufactu-
ras europeas. Sin embargo, 10s numerosos impedimentos puestos a Ia
circulación de ios productos de este tráfico, Ius desvios de mercaderes
extranjeros y nacionales y, en especial, d<. los aventureros, vinieron a
perjudicarlo en Santiago ".
La importancia de estos mercados cn cl ~omerciode esclavos con
dirección a1 continente americano quedó demostrada a finalcs de1 siglo
xvi, momento en que 10s pueblos extranjcros se lanzaron $11 ataque de
10s principales almacenes de tráfico negrero, con particular relieve
de 10s castellanos. También es e1 caso de 10s iiol;rndeses, que en 1630
ocuparon Pernambuco. Esta actitud era inevitahle, piles sóio asi po-
drian conseguir 10s esclavos necesarios para Ia manuterición de Ia eco-
nomia azucarera. De ahi resultó Ia ocupacion de São Jorge de Ia Mina
(16221, Angola (16411, y 10s constantes asiiltos a Sáo Tome, que [leva-
ron a su invasión en 1641, permaneciendc alli hasta 1648.

" E. Vila Vilar, ifiipanoom4rica g e1 comrrciri 1.01 a,ientoi pr,rtugueres.


i.~~-l<ivos
Sevilia, 1977; T. B. Duncan, op. r i [ , pp. 195-238.
>' A. Carreira. <>ho Venh,. Lisboa, 1983, pp. I 4 8 149.
1v
LAS INSTITUCIONES INSULARES

La esuuctura institucional es uno de 10s temas más característicos en


e1 estudio de las islas portuguesas de1 Atlántico. Ésta adquiri" forma
en Madeira y después se expandió y se desarrolló en los demás archipié-
lagos de acuerdo con Ias particularidades de cada uno. De este modo ire-
mos acompanando su recomdo a partir de1 modelo madeirense.
La historiografía se debate entre Ia defetisa de la originalidad de1
proceso y su vinculación a Ias estructuras peninsulares. En cuanto a no-
sotros, nos parece que hay un poco de todo. En realidad Ias institucio-
nes insulares fueron resultado de1 trasplante de Ias estructuras institu-
cionales peninsulares (ignoramos si hubo alguria conexión, intencionada
o no, con las formas de colonización de1 Mediterráneo) y de las inno-
vaciones generadas por el nuevo media. I:uc a partir de Ia primera e
incipiente forma de cstructura social iniciada en Madeira como ésta se
desarrolló y fundamentii. A1 contrario dc lo que se pueda imaginar, nada
de esto fue predeterminado, todo emergió de acuerdo con Ias necesi-
dades de1 momento.
El caso de Madeira es paradigmático. I)n un principio todas las
funciones de mando quedaron centralizadas en 10s hombres que co-
mandaron al proceso de colonización de las dos islas -João Gonsalves
Zarco, Tristão Vaz y Bartolomeu Perestrelo-. Ellos dinamizaron Ia co-
lonización de1 área que les fue encomendada, y de ellos dependia la so-
lución de las primeras querellas institticionales que la nueva sociedad
generó. Después, el proceso socioeconómico creó nuevas necesidades,
entre ellas tina ajustada estructura institucional.
La concesión en 1433 por carta real dçl gohierno de Ia islas a1 in-
fante don Hçnriquc fue el inicio de una nurva era. El infantç perma-
con 10s dilerentes agentes: Ias islas realcs y ia idas de senorío. Merecieron
e1 primer nombre aquellas que fueron conquistadas por iniciativa de Ia
corona, en tanto Ias segundas lo fueron por iniciativa particular. Por otro
lado, esta estructura institucional parece haher sido lamada con carácter
perdurahle, habiendo permanecido hasta Ias cortes de Cidiz (1811). E1
senorio portupés, a1 contrario, fue circunstancial y no resisti6 más de se-
senta y cuatro anos (1498). En las Canarias la centralizacióii de poderes
Ilevada a cabo por Ia corona no condiijo ;i Ia extinción de Ia estructura
setioriai, sino só10 a suprimir algunas prerrogativas.
Partiendo de1 principio de que los archipiélagos de Madeira y Ias
Canarias materializaron Ia primera expericncia de Ias coronas peninsu-
lares en el espacio atlántico, se adivina Ia importancia que asumieron
en posteriores ocasiones iniciativas de poblaniiento y \.alorización cco-
nómica de continentes o islas. De aqui sc concluye que Macieira
funcionó como e1 modelo institucional para ci Atlántico portugubs, en
tanto Ias Canarias ejercieron idéntica función para e1 mundo colonial
castellano: Ias capitanias madeirenses se cxpandieron en Ias islas por-
tuguesas (Azores, Caho Verde y São Tome) y Brasil, en tanto e1 sistema
de adelantado fue transferido a América y Antillas espanolas.

El senorío portugues de Ias idas se inici<i en 1431 con Ia entrega


por don Duarte al infante don Henrique, en calidad de administrador
de Ia Orden de Cristo, de1 gobierno temporal y religioso de Ias islas de
Madeira, Porto Santo y Desiertas. De acuerdo con Ia carta de donación,
el infante recibiría la potestad de administrar y distribuir Ias tierras, de
forma que Ias volviera rentables. En un segundo momento, el infante,
en calidad de donatario, procedió a Ia sut>delegación de poderes en 10s
tres primeros colonizadores -João Gonc;alves Zarco, Tristão Vaz y Bar-
tolomeu Perestrelo-. procediendo a Ia divisiiln de1 archipielago en tres
capitanias: Machico (1440),Porto Santo (1446) y Funchal (1450). I'ues-
to que Ias fechas ti« coiilciden, hay quien sigue especulando sobre ello.
Estamos de nuevo aiitç otro problema acaciérnico que poco interesa a1
debate de1 tema.
Los primeros colonizadores a 10s que tue concedida Ia posesión de
Ias capitanias pasaroii ;I Ilamarse capit;iiies ilel donatario, siendu los
N
O
DONATARIO SENOR~O m
FECHA
NOMBRE VIDA GOBIERNO ÁREA
Infante don Henrique 1394-1460 1433-1460 Madeira, Porto Santo y Deserta 26isetl1433
Azores 1Oimarl1449
Don Afonso, conde de Barcelos 1453 Como 20lenel1453
Infante don Pedro 1329-1449 1439(?)-1449(1) São Miguel
-c
O
Don Afonso V 1433-1470 São Luís, São Dinis, São Jorge, x
Sao Tomé y Sta. Iria 18lseV1460 h
Islas descubiertas 17inov/1457 '
Infante don Fernando 1433-1470 Jesús Cristo (Terceira) y 5
Graciosa 02lseti1460 E
1460-1470 Madeira, Azores, Santiago, Fogo, %
Maio, Boavista y Sal 031d1c11460 2
Don João
Don Diogo
Don Manuel 1469-1521 1484-1495
Vasco Anes Corte Real Terra Nova 17iseVi 506
(1) Por cesión del infante don Henrique.
(2) En el periodo de 1470-1479 el gobierno fue ejercido por Ia madre de 10s donatarios. doiia Beatriz, en virtud de Ia minoria de edad
de ambos.
El senorio de Ias islas.
representantes de1 infante en Ia jurisdicción que les fue encomendada,
y ejerciendo en su nombre la justicia y administración de1 patrimonio.
Como recompensa tenian derecho a Ia posesión de tierras baldias, pri-
vilegio~exclusivos -como la venta de sal y fabricación de jabón, mo-
linos, hornos y sierras de agua- y gozaban de1 usufructo de1 diezmo
sobre las rentas estahlecidas en e1 fuero henriquino.
La jurisdicción de los capitanes estaha limitada solo a nivel de Ia
justicia, pues ellos no podian suplantar Ias competencias inscritas en
la carta de1 sefiorio, que les retiraba el derecho de apelación y sentencia
en caso de muerte o «amputación» de un miembro. Sin embargo, rl in-
fante a1 conceder en 1440 Ia capitania de Macbico a Tristáo Vai de-
claraba que este derecho le pertenecia, lo que Ilevó a don Afonso V a
rectificar en Ia carta de confirmación de Ia capitania de Funchal en fa-
vor de João Gonçalves Zarco, e1 25 de noviembre de 1451. Ahí e1 mo-
narca es preciso: «donde dice en la carta de mi tio que la apelación de
muerte v mutilación de1 miembro venia antc él, queremos que venga
ante nosotros, según está contenido en Ia carta (1433) de1 rey mi sefior
y padre de dicho escrito)).
La intervención de los capitanes de1 donatario era, muchas veces,
de pleno poder, olvidándose de que sus poderes estaban limitados a lo
establecido en las cartas y a Ias innumerahles rcstricciones que se su-
cederán en otros despachos reales. E1 hecho de que en el inicio fueran
10s principales representantes de ia soberania en estos espacios creó
hábitos plenipotenciarios, que se obstinaron en mantener aun cuando
pasaran a estar limitados por Ia presencia de niievas instituciones y fun-
cionarios. En el caso madeirense se sabe que hasta Ia muerte de1 in-
fante don Henrique la figura y presencia de1 capitán era dominante en
10s varios aspectos administrativos. De este modo, los funchalrnses, a
Ia muerte de1 infante don Henrique, en 1461 presentaron al nuevo se-
fior un pliego de reclamaciones en que pedia11 medidas capaces de fre-
nar e1 lihre arbitrio de1 canitán de Funchal.
La afirmación de Ia estructura de poder municipal fue una de las
respuestas más adecuadas a la omnipresencia de1 capitán. Pero esta co-
munión de intereses no siempre prosperó junto al senorin y, después,
a Ia corona.
Son numerosas Ias ocasiones en que cl monarca, correspondiendo
a Ia apclación de los iapitanes o con c1 fin de agradecer sus servicios.
210 Portugal y las islas de1 Atlántico

establece prerrogativas de refuerzo de su jurisdicción. En e1 caso de


Funchal vemos que Ia jurisdicción es ampliada a finales de1 siglo xv y
principios de1 siguiente, momento en que Ia tendencia iba en sentido
contrario: en 1487 e1 poder de juzgar 10s aspectos civiles fue ampliado
hasta 10s 15.000 reales y en e1 caso de 10s esclavos les fue atribuida la
facultad de recurrir a la justicia en caso de corte de oreja (1509). La
primera medida se volvió extensiva a todas Ias capitanias por Ia orden
real de 1520. Entretanto, en 1509, e1 capitán de Funchal acumulaba e1
cargo de administrador de Ia hacienda. Y fue precisamente en este pe-
ríodo cuando la corona intervino con la intención de reforzar su poder,
retirando a 10s capitanes algunas facultades gubernativas, que pasaron
a ser ejercidas por nuevos funcionarios: e1 almojarife y e1 corregidor.
AI mismo tiempo, se asistió a Ia plena afirmación de1 municipio,
que, subordinado a 10s intereses de1 capitán durante mucho tiempo,
pasó a disfmtar de amplia autonomía: e1 capitán perdió Ia facultad de
presidir Ias elecciones y de confirmar a 10s funcionarios elegidos, pa-
sando dicha potestad a la corona y funcionarios reales. Durante mucho
tiempo fue evidente e1 conflicto entre sus intereses y 10s de1 municipio,
teniendo como telón de fondo Ia pérdida de prerrogativas gubernamen-
tales. En Ia isla de São Miguel 10s conflictos fueron evidentes y se per-
petuaron durante más de dos siglos, siendo ejemplo de elio 10s muni-
cipios de Vila Franca do Campo y Ponta Delgada.
La isla de São Tomé presenta una situación singular. Primero, 10s
pobladores no estuvieron sujetos a ia forma de soberania intermedia,
siendo simultáneamente donatarios y capitanes. Por otro lado, con la
presencia de un corregidor, a partir de 1514, e1 capitán-donatario (se
designa así por estar cumpliendo Ias dos funciones: capitán y donatario)
vio Ia jurisdicción suspensa, siendo sus funciones ejercidas después por
un capitán nombrado por la corona. Esto sucedió a partir de 1541. En
este último se centralizaron todos 10s poderes judiciales y militares, apo-
yado por un magistrado y un letrado.
E1 período de unión de las dos coronas peninsulares tuvo reflejos
evidentes en la figura institucional de 10s capitanes, un buen ejemplo
de elio es Ia posición asumida por Rui Gonçalves da Câmara y Tristáo
Vaz da Veiga, respectivamente capitanes de São Miguel y Machico, quie-
nes fueron investidos de amplios poderes a1 ser nombrados gobernado-
res de São Miguel y Madeira. Ésta fue Ia última expresión de plenos
212 Portugal y las A s h.1 Atlántico

Santiago Pedro Correia 21/mari1522


Francisco Correia 2OiocV1542
2. Ribeira Grande Antonio da Noli ?
D. Branca de Aguiar 08iabri1497
Joáo Correia de Sousa 18iagol1536
Maio Rodrigo Afonso ?
CABO Egas e João Coelho 03ijunl1504 (3)
VERDE Barao do Alvito 07ijunl1524
Boavista Pedro Afonso 31/may/1590 (4)
Pedro Correia 08lenei1505 (4)
Fogo D. Joáo de Menezes e
Vasconcelos 20iabri1528
Santo Antao Joao Afonseca ?
Gonçalo de Sousa 13ienel1548
Sao Nicolau y Sáo Vicente O. Filipa de Silva OBlju111577 (4)
Brava, Sal, Santa Luzia,
islotes, Raso e Branco Joáo Pereira 22iocV1545
1. Funchal y
MADEIRA MADEIRA Desiedas Joao Gonçalves Zarco Ol/nov/1450
2. Machico Tristao Vaz 08lmayi1440
Porto Santo Bartolomeu Perestrelo Ollnovi1446
Sao Tomé Joáo de Paiva 24lset11485
Joao de PaivalMecia de Paiva Olienel1486 (5)
SAO TOMÉ Joao Pereira 03lfebl1490 (6)
Y PR~NCIPE Alvaro de Caminha 29ljuli1493
Príncipe António Carneiro 1500
Annobón Jorge de Melo 1503
1) Documento considerado apócrifo.
2) Vendidas a João d'Afonseca el 1 de marzo de 1504
3) Confirmación de compra.
-~ - el
41 Sólo - aanado.

5j Toda la;slafue incorporada a Ia corona ei 19 de diciembre de 1522.


6) Mitad de Ia ida.

Las capitanias insulares en el Atlántico portugués.

Las capitanias podían ser vendidas, sujctándose el comprador a una


confirmación de1 ~cíioríoy de Ia corona: Pedro Correia d e Cunha, ca-
pitán de la isla Graciosa, casado con Iseu Perestrelo, hija d e Rartolo-
meu Perestrelo, compró a su suegra el derrchu d e posesión d e Ia capi-
tania de Porto Santo, habiendo obtenido c1 consentimiento de1 infante
e1 17 de mayo d i 1458; no ohstante, ésta fue después considerada
nula por Ia corona a petición de1 heredero, Bartolomeu Perestrelo.
La compra de Ia capitania de Ia isla de São Miguel por Rui Gonçalves
da Câmara fue confirmada por la infanta dona Beatriz e1 10 de marzo
de 1474, siendo Ia confirmación real dada e1 20 de mayo y el 13 de
julio de1 mismo afio.
Tal como lo referinios, Ia norma establecida para Ia sucesión de-
terminaba la mayoria de edad y la linea masculina de1 heredero. La prác-
tica admitió algunas cxcepciones. apareciendo mujeres al frente de Ias
capitanias. Es el caso de dona Branca de Aguiar, hija de Antonio da
Noli, que recibió el 8 de abril de 1497 Ia posesión de Ia capitania de
Ribeira Grande (Santiago), sucediendo a su padre, que fue capitán de
toda Ia isla. Algo semejante tuvo lugar en Sáo Tomé, donde el rey con-
cedi6 e1 14 de marzo de 1486 parte dc Ia isla a Mécia de Paiva. Pero
e1 monarca no violaba Ias normas en vigor. pues estahlecia que el cargo
de capitán deberia ser ejercido por aqucl que se casase con ella. La car-
ta real de confirmación es clara al afirmar que éste deberia ser de ((elec-
ción y voluntad real». Diferente fue lo que sucedió en 1:unchal en 1660
cuando Ia muerte de1 octavo capitán dejti a Ia capitania sin heredero,
quedando en poder de su hermana, dona Mariana Alencastre, de donde
resultó una demanda entre varios pretendicntes de sexo masculino que
duró hasta 1676.
Casos hubo en que Ia donación era limitada: vitalicia o por una y
más vidas. Por dos vidas, se puede documentar en 1477 Ia entrega de1
islote de Bugio al capitán de Funchal. Poi- tres, es conocido e1 caso de
Ia isla de Maio, donada en 1672 a dona Maria de Menezes; en tanto
que Ia vitalicia aconteci6 e1 3 de enerc de 1505 con Ia concesión de1
ganado bravo de Ia isla de Boavista a I'cdro Correia. Las dos últimas,
expresadas en un momento en que hahia sido extinguido e1 senorio y
en que, por eso mismo, los capitaoes dependinn directamente de Ia co-
rona, testifican una nucva fase, definida por lina mayor versatilidad de
los usufructuarios.
La evolución de1 senorio y capitanias cn Ias Azores, Cabo Verde y
São Tomé testifican c1 comportamiento seguido por Ia corona, que pro-
curó articularlos de ;icuerdo con Ias especificidades de cada capitania.
De este modo, en Ias Azores estamos ante otra forma de exprcsión, sien-
do el preludio de una niieva etapa. Aqui, al contrat-io de lo que sucedió
en e1 archipiélago madeirense, no todas Ias islas quedaron bajo Ia ju-
risdicción de1 mismo Jonatario. La omnipríscilcia de1 infante don Ilen-
214 Portugal y las i h r de1 íItlántico

rique no era tan dominante como algunas veces se pretende afirmar.


La isla de São Miguel estuvo hasta 1449 cn manos de1 infante don
Pedro, permaneciendo Ias otras, a excepcion de Flores y Corvo, en po-
der de1 infante don Henrique. Las dos islas más occidentales, descu-
biertas por Diogo de Teive y Fernáo Tcles en 1452, fueron donadas en
1453 a don Afonso, duque de Barcelos.
El senorío de1 infante don Henriquc fiie aumentado después a cin-
co islas de Cabo Verde, que habian sido descubiertas en 1460 por An-
tonio da Noli, como postula Ia donación real de1 3 de diciembre. Fue
este vasto patrimonio e1 que e1 iniante concedi6 cl 22 de agosto de
1460 a don Fernando, confirmado por el documento real el 2 de sep-
tiembre y 2 de diciembre de 1460. Las demás islas, posteriormente en-
contradas, todavía en vida de1 infante don Henrique, fueron integradas
en el senorío por carta real el 19 de septiembre dc 1462. El descubri-
miento y ocupación de Ias islas de1 archipiélago de Sáo Tomé y Príncipe
fue tardio y tuvo lugar en una época en que e1 senorío estaba ya
en franca decadencia. De este modo, Ias islas no quedaron asociadas ai
patrimonio de Ia Orden de Cristo, siendo donadas por iniciativa real
a particulares. El 24 de septiembre de 1485 Ia isla de São Tomé fue
concedida a João de Paiva, siendo ésta limitada e1 11 de enero de1
ano inmediato sólo a Ia mitad, qucdando Ia otra r n posesión de Ia
corona.
João de Paiva, como depositario de Sao Tomé, se encuentra en una
posición semejante a Ia de un donatario, dado que no fue a residir en
ella, mandando en su lugar a João Pereira, quien aparece como virtual
capitán de Ia isla. Pero Ia ocupación efectiva só10 tuvo lugar en 1493
por iniciativa de Alvaro Caminha, alcalde mayor con amplios poderes
en Ias jurisdicciones de lo civil y lo criminal. Las particularidades de1
proceso de ocupación de Ia isla Ilevaron a que Ia corona concediese, por
cartas de1 8 de diciembre de 1493 y de1 15 de diciembre de 1499, 10s
poderes de sentenciar a pena de miierte y mutilación de miembros a
los esclavos. Estas prerrogativas caducaron por carta de1 4 de enero de
1500. Es de destacar que Ia posesión dc Ia capitania de Ias tierras que
Vasco Anes Corte Real iba a descubrir fue concedida el 17 de septiem-
bre en idénticas condiciones.
Está todavía por definir Ia política seguida por el senorío y corona
en Ia distribución de Ias capitanias creadas cn los cuatro archipiélagos.
Se insiste en el hecho de que éstas fueron concedidas a los poseedores
como recompensa por los servicios prestados a Ia corona. Pero esto no
esclarece por qué unos reciben una, dos islas o sólo parte de ellas.
Si en Madeira esto quedó plenamente aclarado con Ia división de1
territorio de Ias dos islas por 10s tres iniciales colonizadores, lo mismo
no se podrá decir, por ejemplo, de Ias Azores, donde es difícil encontrar
explicación para Ia forma en que fueron establecidas Ias capitanías. Pri-
mero fue Gonçalo Velho quien aparece como capitán de Ias islas o de
sólo dos (São Miguel y Santa Maria), una d r ellas con una superficie
superior a Ia de Madeira. Después, fue su parcelamiento, iniciado con
Terceira, dividida en 1474 en dos capitanías entre Alvaro Martins Ho-
mem y João Vaz Corte Real. Este último fue también capitán de Sáo
Jorge (1483). Esta situación es un tanto extrana, ya que tiene lugar en
e1 momento en que São Miguel, Ia mayor isla de todo el archipiélago,
es confirmada só10 para un capitán, en tanto ésta, que en un inicio abar-
caba sólo una capitania, tuvo que ser dividida en dos partes, cuando
todavia existían islas para entregar, como Pico, Graciosa y Sào Jorge.
Caso idéntico sucedió en Cabo Verde, donde se estahlecieron dos ca-
pitanias en Santiago, permaneciendo las demás por ocupar y sin capitán.
Aqui, a ejemplo de Terceira, aparecen capitanes en idénticas circunstancias
a Ias de João Vaz Corte Real: Rodrigo Afonso fue depositario de la capi-
tania de Acatrazes (1490) y de Ia isla de Maio, mientras que Pedro Correia
tuvo parte de Santiago (1522) y toda Boavista (1505).
?Cómo explicar esta diferente actitud en Ia distribución de Ias ca-
pitanias insulares?
De 10s cuatro archipiélagos analizados sobresale Madeira, no só10
por el hecho de haher sido e1 primer ocupado sino también por haher
sido una ocupación efectiva y ordenada: Ias tres capitanias fueron Ia so-
lución que perduró. AI revés sucedió e11 los demás; aunque al principio
Ia tendencia fuese hacçr corresponder a cada isla un capitán, en un se-
gundo momento la conyuntura fue diversa.
El impacto de este proceso en 10s reinos favoreci6 una mayor pre-
sencia de criados de Ia casa de1 infante don EIenrique o de Ia corona.
Además, cada vez era más numerosa Ia multitud de caballeros y mari-
neros de Ia gesta africana que clamaba por una recompensa. Ante esto
hubo necesidad de volver a definir Ia polític;~de entrega de Ias tierras
descubiertas, de modo que se pudiese contemplar a todos 10s interesa-
dos. Esta coyuntura tomó forma a partir de Ia década de los sesenta
con el gobierno de1 infante don Fetnaiido. Itn Terceira, de una única
216 Portugal y lar idas lasiid fltlántico

capitania de Jácome de Bruges se hicieron dos, lo que también sucedió


en Santiago y Sáo Tomé.
Aun asi subsiste una duda: Chabía algún motivo para que Ia mayor
isla de1 archipiélago azoriano (São Miguell, con una superficie mayor
a Ia de Madeira, continuase en posesión un solo capitán?
La única explicación posihle debe de estar, según nuestro e n t e n ~
der, en e1 hecho de que ésta, en un principio, fuera desfavorahle a la
instalación de colonos. Los movimientos sísmicos y 10s permanentes fe-
nómenos volcánicos ahuyentaron a 10s primeros colonos, como testifica
Gaspar Frutuoso, por lo que fueron pocos 10s que se dispiitaron su po-
sesión. Só10 Rui Gonçalves da Câmara, hijo segundo de1 capitán de Fun-
chal previó allí un futuro como capitán. De este modo, se puede con-
cluir que Ia forma de entrega de Ias capitanias estaba de acuerdo con
Ias posibilidades que éstas ofrecían. capaces de despertar Ia codicia de
numerosos grupos de interesados. Solo así se podrá comprender Ia di-
versidad de opciones en Ia distribución de Ias capitanias: en 24 islas
sólo 4 (Madeira, Terceira, Santiago !. Sáo Tomé) fueron subdivididas,
quedando Ias otras definidas aisladamente (Porto Santo, Santa Maria,
São Miguel, Flores, Como, Graciosa. Fogo, Santo Antáo, Príncipe y An-
nobón), en grupo (Santa MaríaISáo Miguel. Flores/Corvo, FaiaUPico,
São Nicolau, São Vicente, Brava, Sal y Santa Lucía) o en parte (An-
graISão Jorge, AlcatrazesIMaio y Boa Vista I .
En síntesis, podemos afirmar que Ia estructura institucional que
dio forma a Ia sociedad implantada por los [portugueses en Ias islas, de-
finida como seriorio, alcanzó a la casi tntalidad de las pertenecientes a
10s archipiélagos de Madeira, Azores y Cabo Verde, manteniéndose has-
ta e1 gobierno de don Manuel, que fue. sirnultáneamente, senor y rey,
lo que contribuyó a acabar con esta última situación en 1498. A partir
de esta fecha desapareci6 el sefiorio, forma intermedia de gobierno,
pero se mantuvieron los capitanes, que pasaron a responder ante Ia co-
rona. Tamhién queda demostrado, en cuanto a1 aspecto formal de las
capitanias, que no hay uniformidad, habiendo islas en posesión de un
capitán que dependian directamente de Ia corona y otras subordinadas
a un sefior. Por otro lado, 10s capitanes podian ser despositarios de una
o más idas o sólo de una parte de ellas, como sucedi6 en Madeira, Ter-
ceira, Graciosa, Santiago y Sáo Tomé.
Tal como tuvimos oportunidad dc afirmar, e1 título de posesión de
Ia capitania estaba sujeto a numerosos impedimentos. En primer lugar,
Las instituciones insulares 217

era eventual, debiendo ser confirmado siempre que cambiase e1 rey.


Además, Ia sucesión se hacía obligatoriamente por línea masculina, por
10 que la inexistencia de tales condiciones implicaba su pérdida, vol-
viendo su posesión a la corona. Fue por esta última situación por 10 que
muchas capitanias fuemn extinguidas o cambiaron d e manos. De este
modo, se vuelve difícil, si no imposible, trazar e1 cuadro de 10s capita-
nes de 10s donatarios de las islas, Ia fecha de Ias donaciones y las con-
firmaciones, asi como e1 período de gobierno. Só10 Ias capitanias de
Funchal y de Ia isla de São Miguel se mantuvieron en posesión de Ia
misrna familia hasta su extinción con el marqués de Pombal. La familia
de 10s Câmaras, en ambos casos, conservó durante bastante tiempo este
derecho, a pesar de 10s numerosos contratiempos que se sucedieron. En
1656 Ia capitania de Funchal estuvo a punto de ser extinguida, dado
que João Gon~alvesda Câmara murió sin dejar hijo varón, quedando,
excepcionalmente, en posesión de dona Mariana de Lencastre Vascon-
celos y Câmara.

En 10s inicios de Ia colonización de 10s archipiélagos Ia incipiente


estructura institucional favoreció la concentración de poderes en Ia fi-
gura de1 capitán o serior, pero el rápido proceso evolutivo al cual las
islas estuvieron sometidas, asociado a 10s incesantes y reclamados abu-
sos, Uevaron a Ia inevitable quiebra de poderes. Además, el escaso cor-
pus legislativo disponible propició esta situación por lo que Ia forma
más adecuada de combatirlo fue el recurrir a medidas reguladoras de
los diversos aspectos de Ia sociedad.
El gobierno local en Madeira hasta 1461 se rigió por e1 fuero hen-
riquino, concedido a Ia isla en fecha incierta. Pero en éste no se con-
signaban todas las determinaciones posibles, por lo que mucho quedaba
a1 arbitrio de1 capitán. Los vecinos de Funchal reclamaban a1 nuevo se-
rior de la ida, en 1461, la plena afirmación de la estructura municipal,
pues estaban en contra de1 poder mayestático de1 capitán y sus ser-
vidores. Los estatutos y reglamentos que siguieron y una mayor activi-
dad de1 magistrado de1 seriorío motivaron la nueva estrategia de gobier-
no de1 infante don Fernando para las áreas de1 setiorio.
Monarca

Corona

c3 Monarca

Estructura administrativa de 10s archipiélagos de Ias Azores, Cabo Verde y Madeira.


La creación, o mejor, Ia plena afirmación de1 municipio fue e1 pre-
ludio de una nueva era para Ia historia de Ias recién creadas sociedades
insulares. El municipio se estableció, en algunos archipiélagos, en un
momento avanzado de la colonización, cuando 10s pobladores tomaron
conciencia de su capacidad de intervenir en Ia vida política y sintieron
10s efectos de Ia política de despotismo de 10s capitanes. Sin embargo,
bien en Funchal bien en Ponta Delgada, es patente e1 empeno de1 ca-
pitán en subordinar esta estructura de poder a sus intereses, entregando
10s cargos a parientes y servidores, o actuando al margen de ésta.
En todas Ias islas Ia política de creación de nuevos municipios obe-
deció a determinados principios: primero se estableció para cada capi-
tania un municipio que después se subdividió, de acuerdo con e1 pro-
greso de las localidades emergentes de1 aislamiento y de Ia capacidad
reivindicativa de los municipios.
E1 poder municipal adquirió plena p u j a n ~ asólo en Ia primera mi-
tad de1 sigla xm. Sólo entonces le fue concedida mayor legitimidad gu-
bernativa. Data también de este siglo la subdivisión de las capitanias
en más de un municipio. En Funchal, aparecen los de Ponta do Sol
(1501) y Calheta (15021, en tanto en Machico sólo fue permitido el de
Santa Cruz (1515). Mientras tanto, en Ia isla de São Miguel, un poco
mayor que Madeira, e1 primitivo municipio de Vila Franca do Campo
dio lugar a otros cinco: Ribeira Grande (1507 1, Nordeste ( 15 141, Agua
de Pau (1515), Lagoa (1522) y Ponta Delgada (1546).
En Ia pequena isla de São Jorge Ias dificultades provocadas por Ia
orografía condicionaron la existencia de tres niunicipios para poco más
de tres mil habitantes: Velas (1503), Topo (1510) y Calheta (1534).
Mientras que en Terceira, además de 10s dos municipios existentes, uno
en cada capitania, apareci6 otro en 1503 en lugar de Ribeira de Fray
João, que se Ilamó São Sebastiao.
Esto contribuyó a demostrar, por un lado, Ia falta de un criterio
en Ia política real de creación de municipios y, por otro, Ia mayor ca-
~ a c i d a dreivindicativa de los azorianos, contrarios a la presencia de una
oligarquia fuerte en Ias sedes de Ias capitanias. Sólo asi fue posible e1
aumento de la estructura municipal.
Desconocemos los principios de Ia estructiira municipal en 10s ar-
chipiélagos de1 golfo y costa de Guinea, peso sabemos que han existido
en Ias islas inicialmente ocupadas, csto es, Santiago, Fogo, São Tomé
y Príncipe. En Ia primera isla Ia existencin de dos capitanias justificó
Ia subdivisión en dos municipios: uno con sede en Ribeira Grande y e1
otro en Aicatrazes. Pero aqui Ia estructura de poder permaneceria in-
mutable por mucho tiempo, dominada por una reducida pero fuerte
oligarquia local: el número limitado dc vecinos habilitados para e1 ejer-
cicio de ese poder -10s xhombres j u s t o s » llevó a1 ayuntamiento de
Ribeira Grande a solicitar e n 1562 a la corona que los inspectores s i r ~
viesen por tres meses, ya que no era pnsible reunir un grupo de vein-
ticuatro hombres habilitados para e1 ejercicio de este cargo. E1 grupo
de funcionarios que formaban Ia estructura municipal en estas islas era
mucho más reducido que e1 de 10s archipiflagos de Madeira y Azores.
En Cabo Verde, en 10s dos municipios de Santiago, habiri dos jueces y
concejales, un procurador de1 conseio, escribano, alguacil y médico, en
tanto en Fogo e1 grupo se resumia sólo a un juez, dos concejales y un
escribano. En São Tomé existi6 sdlo un municipio con sede en Po-
voasão. Ailí Ia estructura de1 senado dcl ayuntamiento era en todo se-
mejante a la de Santiago.

Los funcionarzos

En cualquiera de 10s casos analizados Ia estructura institucional de1


municipio era definida por un conjunto variado de funcionarios con
competencias específicas, que pueden ser escalonados de Ia siguiente
manera:
1. oficialcs de nombramicnto real:
2. oficiales elegidos por sufragio indirecto, por los vccinos, y
3. funcionarios administrativos, dc nombramiento real.
Esta disposición formal es gradual >r define Ias competencias de
cada uno. Los primeros, especialmente ÇI corregidor y alcalde, poseían
mayor capacidad gubernativa que los otros. Los segundos c o n c e j a l e s ,
procurador de consejo, alguaciles, guardas mayores de salud y procura-
dores de 10s oficios- eran elegidos entre un grupo restringido. El se-
norío y la corona intervenian activemente, Ipues eran los que establecian
las listas de «hombres-justos», de dondc sc escogían los elegidos. Ade-
más de esto, los cargos de nombramiento fueron, en un primer mo-
mento, de iniciativa de1 senorío y s6lo máz tarde, a partir de 1497, pa-
saron a ser responsabilidad de la corona.
D e acuerdo con 10s títulos reales de confirmación dc estas listas y
con Ia asiduidad a Ias reuniones dei municipic es posiblc saber cuál es
Ia importancia y Ia capacidad de intervención de los diversos estratos
socioprofesionales en Ia vida municipal. En este caso, algunos de los es-
tudios hechos para Madeira y Azores confirman Ia existencia de una oli-
garquia local.
La elección de 10s oficiales de1 consclo era hecha de modo indi-
recto a partir de una lista donde estaban empadronados todos los «hom-
bres justos» de1 consejo, esto es, todos aquellos que allí residían y eran
aptos para e1 ejercicio de Ias funciones.
Trienalmente se procedia, a partir de Ia relación de nombres, a Ia
elaboración de tres listas para 10s cargos de juez, concejal y procurador,
con 10s nombres de aquellos que habian de ejercer 10s cargos en 10s tres
próximos mandatos. Después, se colocaban individualmente en peque-
fias bolas de cera (balas), se distribuían cn tres sacos, de acuerdo con
10s cargos, y se guardaban en un arca bajo Ia custodia de1 portero de1
ayuntarniento y uno de los jueces elegidos. AI final de cada mandato
se procedia a Ia apertura solemne de1 arca y de Ias bolas.
Los «hombres j~istos», aun no perterieciendo a Ia concçjalía, po-
dían participar en Ias reuniones de1 consejo y emitir parecer y voto. En
Ias concejalías de1 siglo ?N de Funchal cstu sucede con asidvidad, casi
siempre motivado por Ia necesidad de establecer ordenanzas sobre el
cultivo y comercio de1 azúcar. De Ias partcs más recónditas de Calheta
a Ribeira Brava, venian 10s «hombres i u s t o s ~ ,propietarios de canave-
rales, a defender sus intereses.
La presencia de 10s demás vecinos, cri gçneral, estaba simbólica-
mente representada en Ia figura de1 procurador de1 consejo y, más tar-
de, a partir de 1482, en los representantes de 10s oficios. En Funchal
Ia lista era aprobada por Ia corona, siendo c1 rey quien indicaba 10s ve-
cinos que en ella deberian constar. De las diversas listas disponibles a
partir de 1470 se sabe de Ia presencia mayoritaria de1 grupo poseedor
de Ia capitania, que se consolidará con e1 cultivo azucarero. De este
modo sus intereses coincidian con 10s de1 municipio de Funchal. Idén-
tico fue e1 caso de Ponta Delgada, donde 10s productores dc cereal hi-
cieron, más de una vez, aprobar medidas que les eran favorables.
La representativida<l de los divers«s estratos sociales cn los muni-
cipios de Cabo Verde y São Tomé se presentaba distinta, pues allí Ia
diferente estructura social, caracterizada por Ia fuerte presencia de es-
clavos y libertos, gencró numerosas dificiiltaclcs, que en e1 caso de São
IAS instituciones znsulur,r 223

cereales, pastel y uvas-. pasando las reuniones a realizarse quincenal-


mente o tras una pausa, por un período determinado, en los meses de
verano. Por otro lado, Ia lectura de Ia actas revela que 10s tres primçros
meses de1 ano eran Ii~sde más intensa actividad.

Lu jurisdicción

Una de Ias principalrs preocupaciones de1 municipio estaha en ase-


gurar a 10s municipios medios básicos de subsistencia, procurando evi-
tar cualquier ruptura en 10s abastecimientos. Las ordenanzas definían
las reglas que los oficiales procuraban cumplir c«n e1 mayor escrúpulo.
Sin embargo, Ia no corrcspondencia entre el afio civil, por e1 que se
regia e1 gobicrno municipal, e1 ano agrícola era generadora de difi-
cultades. De ahí nació Ia necesidad de ajustar e1 afio administrativo a1
calendario agrícola. La medida parece haher sido seguida en Madeira
desde Ia década de los sesenta de1 siglo xv. en tanto en Ias Azores tuvo
expresión práctica en Vila Franca desde 1577 ! en Ponta Delgada a par-
tir de 1605. A partir de aqui el mandato pasó a comenzar en el dia de
san Jiian.
Las prerrogativas que definían Ia jurisdicción de1 rnuriicipio esta-
ban inscritas en el fuero, concedido por el senorío o corona a las
localidades cn esta situación. En Madeira e1 primero f;e dado p«r e1
infante don Henriquc, cuyo texto se perdió, al que siguieron otros en
1472, 1499 1515'. EI penúltimo quedo concedido como Fuero nnevo.
E1 de1 siglo XVI supuso una tentativa unificadora de Ia capacidad
de intervención de los municipios, pues fue extendido a todos 10s de
Ia isla. Despues fuerun utilizados en Ias Azorcs, como quedó testimo-
niado en e1 caso de Ponta Delgada y Angra. F,n Sao Tom< son cono-
cidos dos fueros (1485 y 15241, concedidos cn idénticas condiciones
que a los madeirenses '.
Los estatutos reaies, o Ias respuestas puntiiales a Ias dudas impues-
tas por 10s municipios, completaban SLI jurisdicción y Ia capacidad de

' Ciradi, cri e1 Iiicr,, niariuelino de 1515. ,\.ir,iztiriic iutii llenri<-,#i,, . W 1974. pp.
150-151.
Monumrnlii iMii>ioiiin<iA/ric,ana, XIV. py. i 7 y i 7 i ~ 7 3cartas
. dc 16 de dicicm~
brc y 19 dc mayo
224 Portugal y l a ~idas de1 Atlántzco

intervención de 10s funcionarios. Algunas de estas ordenanzas fueron


después recopiladas en e1 artículo de Ias ordenanzas de1 reino. Es e1
caso de 10s estatutos de1 administrador de1 comercio de São Tomé de
1532 ' y de Santiago de 1520 '.
La jurisdicción de1 municipio era establecida, de forma simbólica,
por e1 sello, bandera y picota, a 10s que se unia e1 fuero, donde se ex-
presaban e1 estatuto de Ia villa y Ias donaciones a que tenía derecho.
Pero Ias villas creadas por e1 infante don Henrique en Madeira no dis-
fmtaban de tales prerrogativas, pues 10s dos primeros fueron concedi-
dos en 1461 por e1 infante don Fernando, por petición de 10s vecinos
de Funchal; y el último, símbolo de1 brazo implacable de Ia justicia,
só10 fue dado en 1486 Dor don Manuel.
La idea básica de creación de1 municipio resultó de Ia necesidad
de reglamentar 10s aspectos de Ia vida cotidiana y de Ia urgencia de1
establecimiento de una estructura institucional que fuese portavoz de
10s deseos de Ia población. De este modo, es legítimo concluir que 10s
intereses locales estaban a1 frente de otros y que su acción incidió, prin-
cipalmente, en este ámbito. A esto deberá juntarse Ia limitada capaci-
dad judicial.
D e un modo general podemos considerar que e1 municipio en 10s
siglos XVI y xvi~disfrutaba de amplia autonomia y de elevada partici-
pación de Ia gente en e1 gobierno, aunque Ia práctica municipal vino a
revelar algunos atropellos que Ilevaron a Ia corona a limitar Ia jurisdic-
ción por medio de funcionarios reales, como el corregidor. Teniendo en
cuenta Ia situación creada por Felipe 11, con Ia unión de Ias dos coronas
peninsulares (1580-1640), procuraron diminuir 10s poderes de 10s mu-
nicipios portugueses procediendo a algunos cambios en la estructura or-
ganizativa.
La intervención y Ia jurisdicción de 10s cargos municipales, ya de-
finida en las ordenanzas y estatutos reales, no aparecen en e1 código
de ordenanzas. Aqui só10 se establecerán normas para el semicio de 10s
funcionarios municipales, como sucede con 10s arrendatarios de1 pasto
e inspectores de pesos y medidas.

' Ibidem,11, n:' 7, pp. 14-15, estatuto de 2 de agosto.


' Hi~tdrioGeroi de Cabo Verde-cotpodocumental, n.O 101, pp. 281-283, 16 de di-

ciembre de 1571; n." 107, pp. 295-301, 13 de enero de 1520.


Por Ias sentencias y ordenanzas, insistentcmente divulgadas en pla-
zas públicas, se sabe de1 empeno de los concejales en 10s aspectos de
Ia vida cotidiana: defensa de 10s usos y costumbres, Ia salud pública y
la manutención de1 equilibrio entre Ias actividades económicas. Éstos
eran algunos de 10s temas preferentes.
De los aspectos de Ia justicia, cuya actuación está expresada en e1
número variado de funcionarios -juez foráneo, jueces pedáneos, alcal-
de, carcelero, alguacil, alguacil de Ia sierra y ciudad, guardas mayores-,
es necesario hacer referencia a la limitada jurisdicción, resumiéndose
só10 a 10s hechos civiles citados en Ias ordenanzas.

Las ordenanzas rnunicipale~

Definida Ia estructura de poder municipal, importa ahora saber


cómo intervenía en Ia ciudad en que se inserta. Pero esto sólo será po-
sible cuando se encuentren disponibles los libros de las sentencias. En
e1 caso de Ias islas persisten numerosas lagunas que imposibilitan un es-
tudio exhaustivo. La más antigua concejalia que se conoce, aunque in-
completa, es Ia de1 Ayuntamiento de Funchal, que se inicia en 1472.
Por eso, y teniendo en cuenta que Ia mayoria de Ias deliberaciones eran
ocasionales y que só10 Ias ordenanzas, por perdularias, podrían expresar
mejor Ia situación, optamos por analizar esta últimas, disponibles úni-
camente en Funchal, Angra, Ponta Delgada, Ribeira Grande v Vila Fran-
ca do Campo ".
Las ordenanzas, que surgieron como normas reguladoras de 10s
múltiples aspectos cotidianos de1 burgo, son e1 testimonio más evidente
de Ia visión de1 mundo de1 municipio. De acuerdo con las ordenanzas
y estatutos concedidos a1 burgo, e1 municipio estaba implicado en Ias
atribuciones legislativas particulares, resultantes, especialmente, de la
necesidad de adaptar las ordenanzas grnerales de1 reino a Ias particu-
laridades de1 espacio a1 que serían aplicadas: por un lado existían Ias
ordenanzas generales, establecidas por Ia corona, y por otro lado Ias nor-
mas de conducta institucionalizadas en e1 derccho habitual, que defi-
nían Ias peculiaridades de Ia vivencia local.

". Vieira, *As posturas municipais da Madeira c i\~oresnos séculos >N a > T I »
en 111 Coióyuio ln/rrn<i<.iunaIiobre or Ayorer <, Atlântico, n p r a do Heroismo. 1989.
226 Portugal y las z:rlas del AtlántlCo

Las características o tendencias de Ias sociedades y economias in-


sulares se reflejan en Ia articulación de Ias ordenanzas. De este modo
se puede entender que la mayor o menor valorización resulta de Ia pre-
sión de1 pueblo en Ia política municipal.
Contabilizadas Ias ordenanzas de 10s cinco municipios, se constata,
a nivel de 10s sectores de actividad económica, el dominio de1 sector
terciario con e1 53 por ciento, seguido de1 secundario con e1 39 por cien-
to y e1 primario con só10 e1 8 por ciento. Esta tendencia hacia e1 sector
terciario de Ia realidad socioeconómica resulta, por un lado, de1 hecho
de que el medio urbano contribuye con mayor número de situaciones
que carecen de normas y, por otro, de1 reflejo de si1 dominio en Ia vida
económica. Pero es necesario tener en cuenta que esto no es igual en
10s diversos municipios. En Funchal 10s sectores secundario y terciario
se encuentran casi a1 mismo nivel, a1 contrario de lo que sucede en An-
gra, donde el último tiene una posición dominante.
La afirmación de 10s sectores secundario y terciario podria tener di-
versos orígenes. En primer lugar, conviene referir que las ordenanzas
inciden preferentemente sobre Ia urbe, espacio privilegiado de1 sistema
de cambios y ofertas de servicio. Afiadiremos también que esta función
se ve reforzada por el carácter atlántico y europeo de las ciudades en
cuestión. Esto se vuelve más evidente en Funchal, Angra y Ponta Del-
gada, importantes polos de atracción de1 movimiento comercial insular
e intercontinental. Además, Ia actividad oficial y comercial de1 burgo im-
plicaba también una mayor atención, debido a1 mayor número de situa-
ciones anómalas.
La visión de1 mundo rural perpetuaba, a1 contrario, técnicas y re-
laciones sociales ancestrales, siendo cl proceso regulado por Ia rutina y
el ritmo de Ias cosechas. Ahi poco o nada cambiaba con e1 transcurrir
de 10s anos. De este modo, e1 legislador municipal orientaba la atención
hacia la vida cotidiana de1 burgo marcada por 10s variados carnbios.
Pero en las sociedades en que Ia faena rural se volvia importante y de-
finidora de 10s sectores socioeconómicos y donde 10s cultivos necesita-
ban de excesivos cuidados, este aspecto no podia ser menospreciado.
De aqui resulta la presencia de esta temática en el 13 por ciento de
las ordenanzas, en su mayoría de 10s municipios de Vila Franca do Cam-
po y Ponta Delgada, ambos en Ia isla de São Miguel.
I*rr instituciones insulares 227

Tal como tuvimos o~ortunidadde afirmar, Ia colonización y explo-


ración de1 mundo insular se hizo de acuerdo con 10s componentes de
Ia dieta alimenticia de1 habitante de Ia tierra -trigo/vino- y de 10s pro-
ductos impuestos por el mercado europeo para satisfacer Ias necesida-
des de Ias plazas europeas -azúcar y hierba pastel-. El primer grupo
de productos agrícolas, por Ia importancia que asume para Ia vivencia
cotidiana de Ias gentes insulares, solicitaban mayor empeno de1 muni-
cipio. De ahí resulta su repercusión en por lo menos e1 50 por ciento
de Ias ordenanzas. Nótese que el último grupo sólo mereció referencia
en e1 15 por ciento de Ias ordenanzas.
La presencia de 10s citados productos en 10s dos archipiélagos no
obedecia só10 a Ias características definidas por Ia orografía y e1 clima,
pues también resultaba de Ias orientaciones de Ia política agrícola de-
finida por la corona y de las necesidades que derivaban de la subsis-
tencia de Ias poblaciones. Tales condiciones implicaron un ambiente ti-
pico en e1 mundo insular atlántico, reflejándose en Ia vivencia de cada
burgo.
La abundancia o carencia de productos de subsistencia conducían
a diversas actitudes por parte de1 legislador. En e1 primer caso ésta al-
canzaba todos 10s aspectos de Ia vida económica de1 producto, en tanto
en e1 segundo inciden preferentemente sobre el abastecimiento de1 mer-
cado interno con normas adecuadas para e1 normal funcionamiento de
10s circuitos de distribución y cambio. Así, se justifica Ia similar impor-
tancia atribuida a Ias ordenanzas cerealiferas en São Miguel (Ponta Del-
gada y Ribeira Grande) y Terceira (Angra). Mientras que a Ia primera
se Ia puede considerar un importante granero de1 mundo insular, Ia úl-
tima aparece, desde mediados de1 siglo xvi, como un área carente que
aseguraba su abastecimiento en Ias islas vecinas. Lo mismo ocurre de
forma semejante en Funchal, Ponta Delgada y Angra. Excepto con 10s
productos típicos de Ia economia colonial -azúcar y hierba pastel-,
Ia situación es idéntica en Madeira y São Miguel.
La ganaderia asume en todo e1 espacio agrícola insular un papel
fundamental merced a Ia triple valorización económica en Ia faena agri-
cola, dieta alimenticia e industria de1 cuero. Este sector fue relevante
en los municipios de Ponta Delgada, Angra y Funchal. Su importancia
condujo a un mayor intéres de Ia jurisdicción municipal en Ia venta de
carne en 10s mataderos municipales asi como en Ias industrias de cur-
tidos y calzados.
228 Portugal y las islas de1 Atlántico

En el caso de Ia carne, e1 legislador local interviene de modo di-


verso: Ia carencia implicaba una regulación más cuidada y asidua de1 se-
nado que la abundancia. Esto es evidente en Angra y Ponta Delgada,
municipios que hacían depender el abastecimiento ganadero de Ias
localidades o islas vecinas. Ponta Delgada aseguraba en Santa Maria,
Ribeira Grande y Vila Franca d o Campo Ia ración de carne y derivados,
en tanto Angra hacía depender e1 abastecimiento de Ias islas de São Jor-
ge y Graciosa. E1 desarrollo de Ia industria de1 cuero tenía implicaciones
en Ia salud de1 burgo, lo que Ilevaba a1 senado a reglamentar rigurosa-
mente Ia actividad, definiendo 10s locales para curtir y lavar 10s cueros,
así como e1 modo de elaboración de 10s menesteres ligados a esta in-
dustria. Además, se procuró asegurar Ia disponibilidad de Ia materia pri-
ma para Ia industria de1 calzado, prohibiéndose Ia salida. La situación
es idéntica en Angra, Funchal y Ponta Delgada. Esta medida, aliada a
otras referentes a Ia defensa de Ia salud de1 burgo, revela que Ia gana-
dería era importante. Era de aqui de donde se extraia Ia carne para Ia
alimentación, 10s cueros para Ia industria de 10s curtidos, y e1 estiércol
para fertilizar Ias tierras, además de1 aprovechamiento de Ia fuerza mo-
triz en e1 transporte o labranza de las tierras. Este sector fue una gran
fuente de riqueza, y, por lo tanto, merecedor de redoblado interés por
10s municipios de Funchal y Ponta Delgada.
La presencia de Ia ganadería y actividades de ella derivadas gene-
raba numerosos problemas. Es e1 caso de 10s datios causados por el ga-
nado suelto, sin pastor, en los cultivos, especialmente vinas, trigales y
cultivos de cana azucarera. De ahí resultó Ia necesidad de delimitar Ias
áreas de pasto y Ia obligatoriedad de cercar Ias tierras cultivadas. Más
tarde, un conjunto variado de plagas infestó con asiduidad 10s cultivos,
lo que obligó a una participación conjunta de todos 10s vecinos. Una
de Ias principales resultaba de Ia presencia de 10s páiaros, especialmen-
te canarios y cuervos; los primeros incidían con frecuencia sobre el mu-
nicipio de Vila Franca do Campo. Para combatirlos 10s municipios es-
tipulaban Ia obligatoriedad para todos 10s vecinos de presentar perió-
dicamente un número variado de cabezas de 10s referidos pájaros, que
después serían registradas en un libro al efecto. E1 número era variable
de acuerdo con el espacio agrícola y con Ia urgencia de1 combate.
En e1 aspecto agrícola e1 interés de1 municipio variaba, de acuerdo
con el dominio existente en Ia extensa orla agrícola que cercaba Ia villa.
En Funchal, que abarcaba una de Ias más importantes áreas de cultivo
de cana de azúcar, casi todo e1 interés se centraba en 10s canaverales
e ingenios, definiendo a cada uno el complejo proceso de cultivo y ela-
boración de1 azúcar. En Ias Azores, conocidas desde e1 siglo xv como
e1 principal granero portugués, mayor atención fue prestada a1 proble-
ma cerealifero.
Extrafiamente, el cultivo de Ia hierba pastel, que tenia una impor-
tancia relevante en Ia economia micaeiensc, no mereció gran atención
en el código de Ias ordenanzas. En Ponta Delgada tenemos só10 dos y
en Vila Franca do Campo siete, en tanto cn Angra sólo hay referencia
a una única sobre la orchilla. Las pocas referencias a Ias plantas tinto-
reras deben de ser consecuencia, ciertamente, de Ia existencia de esta-
tutos reales que regulaban, hasta e1 pormenor, e1 cultivo, transforma-
ción y comercio de1 producto. Sin embargo. c11 e1 caso de Madeira con
e1 azúcar existieron, simuitáneamente, 10s estatutos reales v ias respec-
tivas ordenanzas.
E1 rico granero azoriano d e finales de1 siglo xv y principios de1 m
se convirtió, a partir de mediados de1 siglo XL'I, en un ajustado granero,
incapaz de cubrir Ias necesidades de pan de 10s insulares, cada vez más
acuciante, y de1 mercado lisboeta, norteafricano y madeirense, carentes
de los parcos excedentes de la producción azoriana. Las siete espigas
exuberantes habían perecido dando lugar a otras raquíticas e improduc-
tivas. E1 suelo estéril y cansado se negaba a producir e1 preciso cereal
en Ia proporción que 10 habia hecho antano. El isleno, habituado a1 con-
sumo de pan, se vio obligado a buscar otras formas de alimento, si no
queria pasar hambre.
Esta situación de1 cultivo cerealifero condujo a1 empobrecimiento
de 10s arrendatarios, en tanto 10s senores, merced a Ia acción especu-
lativa y a1 contrabando, continuaban aumentando sus ganancias. Ante
esto se volvia urgente el establecimiento de una política cerealifera
capaz de dar solución y evitar e1 desequilibrio entre Ias cosechas y e1
consumo. Pero cso sólo seria posible mediante cl control total de 10s
circuitos de distribución. De ahí resultó Ia necesidad de mantener Ias
reservas necesarias para e1 consumo local y provisión de Ias naos de1
camino de Ias Indias, que arribaban a 10s puertos azorianos.
Esta política cerealifera de1 archipiélag» azoriano no es original en
e1 contexto europeo, pucs en toda Europa y áreas oceánicas carentes
se universalizan tales medidas. Es cierto que a cada área correspondia
un caso variado y miiltifacético, donde esta nrientación protectora ca-
230 Portugal y lar zslac dt.1 Atlantzco

recía de 10s necesarios reajustes y adaptaciones. Siendo e1 archipiélago


azoriano definido, desde e1 inicio, como un área de comercio de cerea-
les donde la coyuntura fue desfavorable. huho necesidad de adecuar Ia
política de ahastecimiento a esta realidad.
Todo e1 empeno de las autoridades locales y reales estaha en Ia sa-
tisfacción de las necesidades de1 archipiélago, en el aprovisionamiento
de Ias naos de1 reino y en e1 comercio nbligatorio con Ias áreas carentes
(Madeira y norte de Africa). De este modo e1 comercio rcntable se vol-
via casi imposible. La vigilancia constantr sobre los precios daiiaba a
la clase mercantil impidiéndole Ia espçculación y e1 contrabando posi-
hles.
La política mercantil azoriana se hasaba, esencialmente, en dos for-
mas de actuación diferente, pero complementarias:
1. control/reglarnentación/prohibición de1 comercio y transporte
de cereales en e1 mercado interno y externo, y
2. control de Ias cosechas y de los circuitos de reahastecimiento
y conservación de1 cereal, con e1 estahlecimiento de una reserva: e1 trigo
de registro.
La actuación de1 municipio era variable y se adaptaba a Ias circuns-
tancias emergentes de1 ciclo vegetativo de1 cereal. De julio a agosto,
con Ia cosecha de1 cereal, se efectuaha Ia primera inspección de 10s gra-
neros para medir Ias existencias de Ia cosecha y guardar e1 porcentaje
de trigo de 10s registros, que quedaría de reserva. De septiembre a no-
viembre se cargaha e1 trigo necesario para el mercado africano, madei-
rense y Ia exportación posihle.
Concluidas estas iniciativas comenzabaii a aparecer Ias primeras difi-
cultades en e1 aprovisionamiento de Ia pohlación, siendo necesario poner
término a Ia actividad de contrabando por inedio de un apretadu sistema
de vigiiancia y control de las salidas, r) de Ia prohihición. Estas medidas
se estahlecían de acuerdo con e1 vdumen de Ia reserva de1 cereal.
A partir de enero Ia falta de cereal se volvia una realidad perma-
nente, amenazando e1 abastecimietito de1 puçhlo y dando motivo a Ia
especulación, generadora, muchas veres, de motiries populares. Pero
sólo entre marzo: abril y mayo se procedia a Ia apertura de1 trigo de
los registros en Ias diversas localidades, que tenía un precio establecido
por 10s concejales. L.os sembrados hahían agotado los últimos alquei
re.~" de Ia reserva de1 cereal de 10s arrcnclatarios.

.'' Aniigiia niedida porlugursa dc cal>ariil.~il i.<(iiivalcntc;i I 3 litros


La ejecución dc Ias medidas tomadas o estipuladas en cada mo-
mento dependian, en primer lugar, de la iniciativa de1 procurador de1
consejo y, después, de1 espiritu reivindicativo de Ias gentes, expresado
casi siempre cn motines. La actuación de los concejales era ambigua 1.
acorde con su origen social. Téngase en cuentii que aqui tenian asiento
representantes de1 pueblo, sefiorios y burguebia, comprometidos en el
comercio de ccreales.
Los componentes de Ia dieta alimenticia insular adquirieron un lu-
gar relevante cn la intcrvención de los municipios. que a ello dedicaron
e1 37 por ciento de los capitulas de 10s referidos cbdigos de ordenanzas.
Todo esto, junto con Ia constante interpelacion de los concejales, de^
muestra Ias asiduas dificultadrs en asrgurar Ias necesidades vitales de
los municipios. Tal empeno era, no obstante, riiuy variable, adecuándo-
se a Ia realidad agrícola situación productiva de cada ciudad.
Todo esto fue consecuencia, ciertamente, tiel hecho de que Ia dieta
alimenticia mantuviera un ancestral origen mediterránro, siendo poco
variada, o quc provocaba numerosas dificultades a1 abastecimiento dcl
medio urbano. El poco uso de Ias legumhrcs y pescados deriva de1 abu-
so de1 pan y vino.
Siendo 10s mares insulares ricos en pescado y marisco, y estando
toda Ia vida de Ias poblaciones doininada por cl mar y Ia extensa costa,
no se comprende e1 menosprecio por las iriquczas alimenticias marinas
en favor de Ia carne. Téngase en cucnta que IAS ordenanzas referentes
a Ia carne se duplican en relación con Ias qiic se refieren al pescado.
El pescado aparece sólo r n Ias ordenanzas en Angra y en Funchal, don-
de se regula no só10 Ia venta sino también Ia pesca, dándose especial
importancia en Angra a Ia forma de distribiici<in del mercado local.
La importancia destacada de1 pan y de Ia carne en 10s hábitos ali-
menticios de Ias poblaciones de Ias islas implico un crecientr interes de1
municipio en su circulacibn y venta. Eti realidad el cbdigo de ordenan-
zas acompanaba todo c1 proceso de creacibn. transformación, transpor-
te y venta. Igual fue Ia incidencia sobre 10 quc cada dia envuelve a Ia
actividad de 10s medios de producción a clios ligados (norias, tahonas,
hornos y matader» municipal).
E1 molinero debia ser apto y diligente en el oficio, volviendose obli-
gatorio e1 exarnen y juramento anual en c1 senado dei ayuntamiento.
Adcmás, 10s concejales fiscalizaban diariamrnte Ia medida dcl cereal. de
Ia harina y el acto dc maquilar. En hladcira li11 tarea estaba a cargo
232 Portugal y Ias içlas de1 Atlántico

de un arrendatario de 10s molinos. Este aspecto mereció una cuidada


atención en Ias ordenanzas de Angra, Ribeira Grande y Funchal sin que
sucediera lo misrno en Ponta Delgada, que hacia moler su trigo en 10s
molinos existentes en Vila de Ribeira Grande.
Ya que 10s molinos disponibles eran movidos por agua, estaban
obligatoriamente situados en 10s lugares donde ésta existia en abundan-
cia y podia ser canalizada para tal fin. En Terceira só10 Angra presen-
taba en 1694 doce molinos, estando otros trece repartidos por Ia isla.
Para Funchal esta presencia era importante también r n la ciudad,
donde existieron más de ochenta, siendo cl punto de mayor concentra-
ción la margen derecha de Ia ribera de Santa Luzia.
La necesidad de prevenir cualquier dano contra el molino, Ia
harina y salvado Ilevó al municipio a establecer Ia prohibición de Ia exis-
tencia, en las proximidades, de pocilgas y gallineros. Además, Ia anima-
ción inusual de1 espacio circundante al molino volvia necesario e1 esta-
blecimiento de normas de conducta social con la intención de moralizar
y disciplinar e1 comportamiento de los que habitualmente lo frecuenta-
ban. En Madeira Ias mujeres casadas o mancebas no podían frecuentar
ni prestar ningún servicio en la molienda.
A1 molino le sucedia el horno colectivo o privado, que aseguraba
Ia cocción de1 pan consumido en la ciudad. Pero Ia consolidación pú-
blica de este aspecto era consecuencia de la existencia de factores pro-
piciadores de ello en cada isla o villa. En Madeira y Azores tras una
fase inicial en que éstos fueron privilegio de1 senorio, se asistió a una
excesiva proliferación de hornos en Ia ciudad y alrededores. Aunque Ia
mayor parte de1 pan consumido era resultado de los hornos públicos.
El municipio procuraba ejercer un control riguroso sobre el peso
y e1 precio de1 pan. Ambos eran fijados por e1 ayuntamiento de acuerdo
con Ia situación de Ia reservas de cereal existente en 10s graneros loca-
les. Además de esto, en momentos de pobreza eran 10s concejales 10s
que distribuian el cereal a Ias panaderias. Esta preocupación aparece
só10 en Funchal, estando a cargo de los inspectores de pesos y medidas,
que procuraban mantener e1 control sobre e1 suministro de cereal o ha-
rina y Ia fabricación de pan, con la verificación de peso y precio de ven-
ta a1 público. Téngase en cuenta que Ia villa, y después Ia ciudad,
estaba desde finales de1 siglo xv bajo Ia amenaza de Ia carencia de ce-
reales. Esto generó, como es obvio, especiales cuidados por parte de la
concejalia.
Las instituciones insularr? 233

E1 único reflejo de una actitud municipal similar en Ias islas azo-


rianas se sitúa en la elaboración y venta de1 bizcocho, elemento indis-
pensable para la dieta de a bordo de las numerosas embarcaciones que
se dirigían e1 archipiélago. Siendo 10s puertos de Angra, Funchal y Pon-
ta Delgada importantes almacenes de1 comercio atlántico es natural Ia
gran atención prestada a la fabricación de1 bizcocho.
El azúcar, por el contrario, se afirmó en Ia economia insular como
el principal incentivo para la manutención y desarrollo de1 sistema de
cambios. Tal hecho, asociado a1 carácter especializado de1 cultivo y fa-
bricación de1 azúcar, volvió necesaria la regulación por e1 código de or-
denanzas en Madeira.
La intervención municipal no se resumia sólo a 10s canaverales y
a1 proceso de fabricación de1 azúcar, extendiéndose también a otros as-
pectos que contribuían de modo indirecto al desarrollo de1 cultivo. Así
se justificaba la extremada atención concedida a Ias aguas v maderas,
dos elementos imprescindibles para e1 cultivo e industria azucarera. En
este punto la acción municipal se adecuaba a Ias condiciones geofísicas
de cada área productora, variando Ias iniciativas de acuerdo con la ma-
yor o menor disponibilidad de ambos factores de producción.
Madeira, que disirutaba de un vasto parque forestal y de abundan-
tes caudales de agua, no necesitaba i n t e ~ e n i rexageradamente en esta
cuestión, reservando tnayor atención a Ias actividades en torno a1 inge-
nio de azúcar. Las ordenanzas explicaban a 10s ciudadanos cómo actuar
en e1 cultivo de 10s canaverales, transporte de Ia cana y lena por los arrie-
ros. asi como la actividad de 10s diversos oficios en 10s ingenios.
.
A este numeroso grupo de agentes de producción que aseguraban
e1 funcionamiento de1 ingenio de azúcar le era exigido el máximo es-
fuerzo para que e1 azúcar blanco extraído presentase las cualidades so-
licitadas por e1 mercado consumidor europeo. En este caso se valorizó
la formación de 10s operarios especializados en Ia fabricación de azúcar
(refinadores, purgadores ... ), al mismo tiempo que era solicitada a1 pro-
pietario una selección sensata de los agentes, que deberían prestar ju-
ramento ante e1 senado de1 ayuntamiento todos los anos. Esta política
fue reforzada con la aparición de1 veedor de aduana oficial, municipal
que tenía por misión fiscalizar Ia calidad de1 azúcar elaborado.
E1 uso ahusivo de 10s agentes de1 producto en elaboración, llevó
a1 municipio a estipular fuertes multas para aquçllos que robaban cana,
234 Portugal y las i.~la.~
de1 Atlantico

segundas producciones de Ia cana, mie1 y aguardiente. Junto a ello se


establecieron trabas a Ia existencia de çondiciones que incitasen a1 robo,
prohibiéndose Ia posesión de cerdos a cualquiera que trabajase en e1
ingenio, y Ia paga de los servicios en especies. Sin embargo, esta última
no fue tenida en cuenta por 10s propietarios de1 ingenio, que continua-
ron pagando algunos servicios en azucar. Sólo así se comprenden Ias
cantidades de azúcar disponible en niaiios de muchos trabajadores, du-
rante la primera mitad de1 siglo xvi.
El proceso de fabricación de herramitntas aparece tambit-n como
un momento importante de animación en Ia ciudad, ocupando a un nu-
meroso grupo de oficios con asentamiento en áreas o instalación en ca-
Ilcs establecidas por e1 niunicipio. La necesidad de un apretado sistema
de control sobre Ia clase oficial en e1 setilido de exigir mayor calidad
de Ias herramieiitas producidas, de una tasacibn de los productos y ta^
rifas, condicionaron este interés dei legislador insular, 10 que Ilevó a la
aparición de ésta en e1 21 por ciento de Ias ordenanzas analizadas.
Esta política municipal para 10s oficios no era uniforme en 10s dos
archipiélagos, ya qiie Ia ordeiiania se desarrolla de acuerdo con una mul-
tiplicidad de factores condicionantes de1 desarrollo de Ia estructura ofi-
cial. Por eso Ia incidencia fue mayor cn Ias ordenanzas de Funchal, An-
gra y Vila Franca d o Campo que en los restantes municipios. Por otro
lado, en los municipios azorianos este sector dc actividad no adquirió
Ia importancia relevante que t~ivoen Madcira. lo que pucde ser indicio
de1 bajo nivel de desarrollo de 10s senricios y de1 sistema de cambios.
Tal expresión de Ia vida oficial dcl burgo no es igual en todas Ias
ordenanzas de 10s municipios estiidiados. Sólo en I'unchal es patente
Ia mayor incidencia y variedad de 10s oficios abarcados, a1 contrario de
lo que sucede en 10s municipios azorianos. Por ejemplo, en Vila Franca
do Campo el interés de los concejales se centra casi exclusivamente en
dos oficios ligados a 10s transportes -barquero y carretero-. Es de des-
tacar, sin embargo, Ia importancia atribuida a 10s alfareros, actividad
con gran tradición en este municipio. En Angra y en Funchal eran ]os
molineros 10s que más problemas ciiusaban al burgo, y, por eso mismo,
merecerian especial vigilancia de los inspectores de pesos y medidas.
La mayoría de 10s oficios citados en Ias ordenanzas pertenecen a1
sector secundario y terciario, teniendo c1 primario poca representativi-
dad. Aqui se confirma Ia importancia que los dos primeros sectores de
actividad asumieron en 10s municipios.
Lar znstituczone.i in.sularcx 235

Los oficios son e1 rsqueleto en que se asentaha Ia vida de1 burgo.


Eran ellos los que animaban Ia vida cotidiana de Ias calles y plazas. De
ahi resulto e1 gran interés demostrado por el código de ordenanzas. Ma-
yor atención fue dada a la actividad transforniadora y a1 scctor alimen-
ticio, con particular rclevancia, en e1 primer caso, de Ia industria de1 cal-
zado y, en e1 segundo, de Ia molienda de1 cereal y venta de carne.
De un modo general, 10s oficios referidos en Ias ordenanzas per-
tenecen a 10s sectores secundario (56 por ciento) y terciario (36 por
ciento), con especial mención para Ia actividad transformadora ali-
menticia. Sólo en Funchal e1 conjunto de oficios de1 sector secundario
está muy próximo, merced al elevado desarrollo de Ia estructura oficial.
Adviértase, sin embargo, que era en Funchal donde se encontraba una
mayor variedad de oficios, situación contrastada con Ia exigua referen-
cia y sobriedad de 10s municipios azorianos.
En Madeira se regularon de forma exhaustiva 10s oficios ligados a
Ia producción (caiiaverero, descascarillador). transporte (arriero, bar-
quero y maestro de navio), transformación (sastre, calderero, herrero,
herrador, hornero, maestro de ingenio, molinero, alfarero, platero, ta-
honero, tonelero, zapatero) y comercio (carnicero, lencero, mercader,
pescadero, tabernero y ventero) de los productos y utensilios. En Ias
Azores, en uno u otro sector de actividad, Ias referencias son vagas.
Esta diversidad de actuaciones resulta de Ia coyiintura socioeconómica
de cada ciudad. Así. Vila Franca do Campo, dominada por grandes
áreas agrícolas, vio dcsarrollarse e1 sector de transporte, necesario para
Ia distribución de los excedentes. Lo mismo sucedió en Ia ciudad de
Angra, donde Ia misión de puerto oceánico condujo a1 fuerte desarrollo
de 10s oficios ligados a1 sector alimenticio.
La intervención de1 legislador municipal en Ia faena oficial se orien-
taha con Ia intención de regular Ia actividad. Así se establecía de modo
riguroso e1 proceso de fabricación y Ia tahla dc precios para 10s aran-
cçles y herramieiitas. La calidad de1 servicio y ~roducciónno resultaba
só10 de Ia competencia en Ia plaza sino, fundamentalmente, de la vigi-
lancia de Ia corporaciones y de la exigrncia de1 examen para e1 a p r e n ~
diz. El juramento anual y la necesidad de dar una fianza completaban
Ia jurisdicción municipal. En Madeira 10s platcros y toneleros dcbian
presentar a 10s concrjales Ia senal para que constase en los lihros de1 a p n -
tamiento.
E1 taller daha lugar a1 mercado o plaza, espacio privilegiado para
Ia distrihución y reparto de 10s utensilios. El municipio redohlaba aqui
236 Portugal y las islus de1 Atldnticf~

Ia vigilancia, estableciendo reglas definidoras de1 sistema de cambios.


Ésta fue una de Ias preocupaciones dominantes en Ias ordenanzas, ma-
nifestada en Ia presencia de1 28 por ciento de éstas. Aqui Ia actuación
se repartia entre e1 abastecimiento de bienes alimenticios y utensilios.
La plaza dominaba e1 espacio urbanizado, estableciendo una particular
división de acuerdo con Ias exigencias de Ias tendencias internas y ex-
ternas de Ia vida económica. A 10s edificios de Ia fiscalía se suceden 10s
almacenes y tiendas de venta. Su importancia en Ia vida cotidiana está
justificada por una doble acción: primero, sometiendo a 10s diversos ofi-
cios a juramento y fianza anuales, desp~ié5,por medio de Ia vigilancia
de 10s inspectores.
Las normas reguladoras de1 mercado insular se estructuraban de Ia
siguiente forma:
1. Comercio interno, una intervención basada en un apretado sis-
tema de vigilancia que incidia en e1 precio de venta y en los bienes ali-
menticios y utensilios, filados por los concejales;
2. Comercio externo, actuación con Ia intención de delimitar 10s
cambios con e1 extcrior de 10s excedentes o productos a esto destinados.
Para e1 comercio externo e1 municipio intervenía de acuerdo con
e1 nivel de desarrollo socioeconómico de cada ciudad o villa. En Ias de
gran animación comercial con e1 exterior. como Angra, Funchal y Ponta
Delgada, Ia atención era mayor principalmente a nivel de movimiento
de entrada y salida. La defensa de los cultivos locales implicaba algunas
limitaciones en e1 movimiento de entrada. AI contrario, Ia carencia, es-
pecialmente de bienes alimenticios, conducia a1 establecimiento de me-
didas activadoras de Ia entrada y a1 control riguroso de transporte y al-
macenamiento. Estas últimas se completaban con Ia prohibición impues-
ta en cuanto a su salida. Estaban en este grupo el cereal, el \.ino, e1
aceite, e1 pescado, e1 ganado, Ia carne, c.1 hizcocho, e1 lino y e1 cuero.
La fragilidad clel sistema económico insular, asociada a Ia extrema
dependencia de1 mercado europeo y atlántico, condicionó e1 nivel de de-
sarrollo de1 sistema de cambios, marcado por múltiples dificultades en
e1 abastecimiento. De este modo, Ias autoridades municipales dirigian
su acción sobre e1 sistema de cambios, dc modo que aseguraran Ia sub-
sistencia de Ias poblaciones. De ahí resultó e1 especial empeno en Ias
cuestiones de1 abastecimiento, dondc c1 cerra1 era escaso 0 anormal. La
última situación explica e1 elevado número dc ordenanzas sobre 10s ce-
reales en São Miguel, considerada e1 ~rincipalgranero de1 mundo in-
sular portugués. Téngase en cuenta que éstas aparecen, con especial
agudeza, en Ia décadas de 10s treinta y cuarenta, ~ e r í o d ocritico para
e1 abastecimiento y comercio cerealifero micaelense.
La vid y e1 vino integraron también el grupo de cultivos y produc-
tos protegidos, debido a Ia importancia que asumen en Ia dieta y sis-
tema de cambios insulares.
Las ordenanzas estipulaban medidas para evitar 10s danos causados
por e1 ganado en Ias vinas, robos de uvas, así como Ias normas para Ia
venta de1 vino de taberna. En el primer caso se prohibía en Ponta Del-
gada, Funchal y Angra Ia venta de uvas sin licencia de1 dueno. En e1
segundo, se impedia a sus intermediarios los procesos fraudulentos en
Ia venta, asi como la evasión de1 pago de 10s derechos y la mezcla de
vinos de diferentes calidades. Para ello cada taberna só10 podria dispo-
ner de dos pipas de vino (blanco y tinto), y ambas verificadas y abiertas
por e1 oficial de1 consejo, el arrendatario de1 vino. En este contexto me-
rece especial atención Ia preocupación de1 municipio de Angra en pro-
hibir Ia mezcla de 10s vinos. Las indicaciones sobre e1 uso de1 azúcar,
mie1 de abejas y cana dan a entender que Ia práctica de1 «vino adulte-
rado» es antigua y ya tenía lugar en Angra.
La carne y el pescado, productos que exigian especiales cuidados
en el manejo y venta, tuvieron también una referencia relevante en las
ordenanzas. Se establecían normas reguladoras, definidoras de1 proceso
de circulación y venta. La venta de1 pescado debía realizarse en Ia plaza
y por agentes habilitados por e1 senado de1 ayuntamiento. De este modo,
a 10s propietarios de barcos, patrones o pescadores les estaba vedado
el comercio a1 por menor. Ambos productos, sólo después de fiscaliza-
dos por e1 inspector de pesos y medidas, eran puestos a la venta. En
el caso de Ia carne, el corte y venta eran hechos ante un oficial de1 con-
sejo.
La venta por peso o medida facilitaba e1 fraude de 10s vendedores
poco honestos que falsificaban 10s medios usados en Ia medición. De
este modo e1 municipio estaba obligado a aumentar Ia vigilancia sobre
e1 minorista, siendo e1 blanco principal las vendedoras ambulantes. Por
ello se estipuló e1 uso obligatorio de pesos y medidas aprobados por el
patrón municipal, con anuales confirmaciones a cargo de1 inspector.
La sociabilidad en e1 pequefio espacio insular no mereció idéntica
atención por parte de los municipios. A ello contribuyó el hecho de que
con medidas sanitarias, que se adecuaban a1 nivel de sanidad y predo-
minio de vivencia rural en e1 municipio. Los principales problemas
concernientes a la sanidad resultan de Ia permanente circulación de
animales en Ia ciudad, de1 uso abusivo de1 agua de las fuentes, pozos,
corrientes y riberas para lavar, beber y uso industrial. A todo esto se
unia Ia preocupación por e1 aseo de Ias calles y plazas públicas.
La solución de alguno de estos problemas Ilevó al municipio a de-
limitar e1 área de tránsito y, en e1 caso de Madeira, la construcción de
cobijos para 10s animales.
El agua, elemento vital de Ia vida cotidiana y de Ia faena agrícola
insular, mereció el interés de1 municipio. Se intervino en e1 sentido de
regular el uso, evitando el hurto y dano por Ias actividades artesanales
-lino y cuero-. La fuente, espacio privilegiado de Ia vida cotidiana
de la ciudad, mereció especial atención: se restringió e1 uso y consu-
mo de agua, limitándose e1 servicio de bebedero para animales o ten-
dedeto de ropa. Esta preocupación es dominante en las islas Terceira
y São Miguel.
Funchal fue, sin duda, de todos 10s municipios e1 que disfrutó de
mejores condiciones de sanidad, ya que Ia ciudad estaba situada en una
ladera cortada por tres riberas. Las actas de 10s concejales y e1 código
de ordenanzas prestan poca atención a Ia sanidad.
Idénticas, o por lo menos parecidas en algunos aspectos, deberían
de ser las normas establecidas en las ordenanzas de 10s municipios de
Ias islas de São Tomé y Cabo Verde, cuyo contenido se nos escapa por
su ausencia. En Ias ordenanzas aprobadas en 1732 por Ia cámara mu-
nicipal de Santo Antão es variado e1 abanico de intervenciones, coinci-
diendo algunas con Ias anteriormente citadas para Madeira y Azores.
Éstas abarcaban Ia sanidad, pesos y medidas, danos causados por e1 ga-
nado y pájaros, y las consecuentes medidas de protección.

Por 10 que se refiere a Ias diversas estructuras de mando, nunca


se alcanzó una armonía perfecta, ya que aparecieron numerosos con-
flictos, dentro de la propia institución o, lo que era más habitual, fuera
de ella. A ello contribuiria, por un lado, Ia insistente subdelegación de
poderes y, por otro, las dificultades en la pronta fiscalización por parte
240 Portugal y las islas de1 Atlántico

de Ia corona. Una reclamación de Madeira tardaba meses en obtener


la respuesta de1 senorío o de la corona, y empeoraba en el caso de São
Tomé o de Cabo Verde.
El distanciamiento de Ia corona y Ia falta de «ajo justiciero» de 10s
funcionarios provocaron numerosos atropellos de 10s que fue victima la
vida municipal madeirense en e1 siglo xv 11 toda Ia administración de
Cabo Verde y São Tomé en 10s siglos xvi y xvir.
En uno y otro lado Ias situaciones son casi idénticas, siendo 10s ca-
pitanes, importancia de1 rey, e1 principal motivo de discordia. En 1511
e1 capitán de São Miguel entró en conflicto abierto con e1 magistrado
eclesiástico y e1 contador. Pasados cinco anos, fue el de Funchal e1 que
mostro su incompatibilidad con el corregidor, negándose a accptarlo
como tal, lo que Ilevó a la corona a suspender10 así como a su magis-
trado. Caso parecido sucedió seis anos después en Sao Tomé, siendo
expulsado e1 capitán João de Me10 y en su lugar nombrado un gober-
nador, repitiéndose con e1 de Ribeira Grande en Santiago, donde éste
fue sustituido por e1 magistrado supremo de Ia Casa da Suplicação.
En la petición judicial acusatoria contra e1 capitán micaelense apa-
recen numerosos testimonios de poder despótico. Pero estas acusacio-
nes, consideradas por Gaspar Frutuoso sin fundamento, Ilevaron a que
aquél fuese suspendido, siendo sustituido por su tio, Pedro da Câmara,
siendo Ia capitania restituida en 1515.
Queda asi probado que la corona mantuvo una actitud implacable
con 10s capitanes, pero 10s vicios, acumulados en anos de libre gobier-
no, lejos de la presencia de1 rey o de sus representantes, iueron e1 prin-
cipal obstáculo a esa política.
La usurpación y 10s enfrentamientos asiduos de jurisdicción de las
instituciones y funcionarios condicionaron una reaccitin eu cadena por
parte de la corona. De Ias desavenencias surgidas destacan Ias que tu-
vieron lugar en Ia isla de São Miguel entre 10s capitanes y 10s munici-
pios de Ribeira Grande, Ponta Delgada y Vila Franca d o Campo. Era
necesario demostrar que Ia situación camhiaba y 10s hábitos despóticos
debian ser combatidos con una estructura institucional nueva, adecuada
a Ias exigencias de Ia imprescindible centralización real. E1 senorio de-
saparecia, naturalmente, sin sobresaltos, pero dejaba desamparados a
los capitanes, incapaces de encarar 10s desafios de 10s cambios.
De Ia nueva estructura institucional resultaba una mayor revitali-
zación de poder municipal y Ia aparición de nuevos municipios y de
otras estructuras de mando, para establecer una barrera firme a 10s há-
bitos arraigados en Ia vida cotidiana de 10s capitanes. De este modo,
hubo necesidad de establecer una estructura fuerte capaz de enfrentar
Ia nueva realidad. Los atropellos a Ia autoridad legítima de1 rey aumen-
taban de acuerdo con Ia distancia de Ias capitanias a 10s centros de de-
cisión en el reino.
La necesidad y celeridad en el nombramiento de 10s funcionarios
reales para tales islas era bien patente en el requerimiento de1 munici-
pio de Ribeira Grande (Santiago) en 1624:

Es que Ia gente de ella es revoltosa, v hay homicidios y otros crime-


nes; y, si no hubicra gobernador, hahría muchos más; y 10s naturales,
por srr muchos, vejaron y maltrataron a Ias personas que alli están
de este reino, que son muy pocas, por quvdar libres y senores de1 g o ~
bierno.
Fue por esto por lo que Ia corona estableció una autoridad supre-
ma: primero en São Tome e1 cargo de capitán (1541), después en Cabo
Verde e1 de capitán general de Ias islas (1578). Este último vino a dar
origen en 1600 al capitán gobernador, siendo sustituido, a partir de
1640, por e1 capitán y gobernador general.
También fue necesario definir una forma específica de gobierno
para Ias islas. Los gobernadores y magistrados pasaron a ser nombrados
sólo por un período de tres aíios, finalizados los cuales su gohierno de-
bería someterse a una inspección. Despues, la corona pasó a enviar, con
frecuencia, magistrados <I magistrados supremos para inspeccionar Ia ac-
ción de 10s gobernadores, magistrados e inspectores de aduanas.
En Madeira y Azores 10s problemas se resolvían puntualmente con
Ia presencia de1 corregidor -uno en el primeru y dos en el segundo-
y sólo a partir de Ia unión de Ias coronas peninsulares e1 nuevo monarca
vio Ia necesidad de adccuar Ia forma de gobierno de Ias islas a Ia vi-
gente en las Canarias: cn Terceira se instituyo el cargo de gobernador
(1581), d e s ~ u é sen Madeira en 1585, 0 de egeneral y superintendente
de ias cosas de guerr;rn7. Ambas situacionrs sc pçrpetuaron tras Ia res-
242 Portugal y las idas de1 Atlúntzco

tauración de Ia independencia en 1640, quedando en Ias Azores como


gobernador de1 Castillo de Sáo Felipe y de Ias islas de Ias Azoresi.
También en Cabo Verde y São Tomé Ia presencia de Ia autoridad
real se inició con Ia intervención de1 corregidor: en 1514 en e1 segundo
y 1517 en e1 primero. En São Tomé éste aparece desde e1 inicio como
funcionario supremo, retirando jurisdicción a 10s donatarios. En Cabo
Verde e1 cambio fue paulatino: a1 comienzo adquirió una función de
funcionario supremo, siendo conocido en 1558 como e1 magistrado ju-
risconsulto. En 1569, en e1 archipiélago de Cabo Verde. Ia tendencia
era hacia Ia concentración de poderes en un solo funcionario, apare-
ciendo asi e1 magistrado supremo Antonio Velho Tinoco, que acumu-
laba las funciones de proveedor de la Iiacienda, de 10s difuntos y
residentes, corregidor y capitán de Ia ciudad de Ribeira Grande9. Fi-
nalmente, en 1587 se crea el cargo de capitán general, gobernador y pro-
veedor de Ia hacienda Real, a quien competia Ia ~u~eriritendencia de
toda Ia actividad gubernativa de Ias islas y Rios de Guinra.
La presencia de una figura con jurisdicción absoluta fue una ne-
cesidad sentida desde e1 primer momento de la colonización de las is-
las. En e1 caso de São Tomé esta presencia se volvió más riecesaria mer-
ced a1 reducido número de europeos y de 10s permanentes conflictos
que subsistieron entre Ias autoridades locales.
La actividad de 10s donatarios, corregidores y capitanes fue mar-
cada por numerosos atropellos. La falta de un poder central y fuerte
condicionaria algunos de los alborotos que tuvieron lugar en Cabo Ver-
de entre 1545 y 1555. Uno de 10s aspectos de mayor interés para Ia
corona fue, sin duda, e1 establecimiento de Ia estructura fiscal y Ia con-
secuente forma de intervención. Mientras e1 sefiorio perduró, ésta
quedó bajo Ia jurisdicción de1 sefiorio, que intervenía por medio de1 al-
mojarife, que hacía cumplir lo estipulado en e1 fuero henriquino y en
diversos estatutos. Próximo a é1 estaba e1 capitán, que se afirmaba más
bien como beneficiario de 10s réditos y poseedor de la décima parte de
Ias rentas sefioriales.
Con e1 gobierno de1 infante don Fernando esta estructura fiscal se
mostró inadecuada para e1 nivel de progreso alcanzado por Madeira, de

" U . de M ç n d o n p Dias, A vida de nusior iivoi. vol. 111.


A. T. Mata, «A primeira visita de um de Cabo Verde à Guiné (An-
tónio Velho Tinoco c. 1575)» en Ultramnr, Vll. ri: 4. 1969.
Las instituciones insu1are.s 243

donde resultó Ia necesidad de crear una nueva estructura capaz de su-


pervisar la hacienda en Ia isla, creándose Ia tesorería.
Más tarde, en 1477, e1 desarrollo de 10s cambios con e1 exterior,
motivado por el progreso de1 cultivo azucarero, condujo a un nuevo re-
ajuste, que Ilevó a Ia aparición de Ias aduanas, una para cada capitania.
Más tarde, en 1483, Ia estructura fue ampliada con Ia creación de 10s
puestos en Ia costa más alia de Câmara de Lobos.
Fue, no obstante, Ia corona, a partir de 1499, quien impuso un ade-
cuado sistema fiscal, asentado en dos instituciones: 10s almojarifazgos
de aduana y de 10s departamentos. E1 primero intervenia en e1 movi-
miento de entradas y salidas y en e1 cobro de 10s respectivos derechos;
e1 segundo fue creado para recaudar 10s derechos dirigidos a Ia cosecha
de azúcar, una cuarta parte, que después pasaria a una quinta. Y final-
mente en 1508 se dio una nueva forma a1 sistema fiscal en Madeira con
e1 establecimiento de Ia Proveeduria de Ia hacienda.
De 10s derechos recaudados, a1 principio por e1 sefiorio y después
por la corona, tenemos e1 diezmo sobre 10s rendimientos fijos o sobre
cualquier valor, siendo unos de usufructo de1 donatario y otros de la
Orden de Cristo. A esta primera fiscalia se sobrepone otra asentada en
las principales producciones con valor comercial: en 10s cereales era e1
diezmo de Ias cosechas, en tanto en e1 vino era una determinada can-
tidad de aquel que fuese puesto a Ia venta en Ias tabernas, que fue co-
nocido como la imposición de1 vino (1485), cuyo valor iba en su tota-
lidad para Ias obras de ennoblecimiento de la villa de Funchal.
Los derechos sobre la producción de1 azúcar, Ia parte más impor-
tante de Ia fiscalia, sufrieron varias alteraciones. En e1 inicio, debido a
que só10 e1 infante don Henrique tenía derecho a fabricado, todos los
productores dejaban en su ingenio la mitad de1 azúcar; después, con Ia
autorización para e1 uso de ingenios particulares, este impuesto pasó a
un tercio y después, en 1467, a un cuarto sobre Ia cosecha.
La recaudación de este derecho se hacía a partir de Ia valorización
anticipada de Ia cosecha. Esta labor estaba a cargo de1 almojarife y dos
tasadores escogidos por Ia concejalía. Pero este sistema generó nume-
rosas criticas de 10s productores, por 10 que en 1507 se procedió a un
estudio sobre Ia mejor forma de dirigir y recaudar e1 referido derecho.
En consecuencia se creó una nueva estructura fiscal, Ia Proveeduría de
Ia Hacienda (1508) y un nuevo impuesto en vigor a partir de 1516. E1
impuesto pasó a ser un quinto de Ia producción y su recaudación fue
hecha por una nueva estructura institucional, e1 almojarifazgo de1 azú-
car, subdividido en diversas comarcas. Así hubo dos almojarifazgos
(Funchal y Machico) y cuatro comarcas (Funchal, Ribeira Brava, Ponta
do Sol y Calheta). Esta situación ~ e r d u r óhasta 1522, momento en que
este almojarifazgo se unió al de Ia aduana formando una estructura
única.
En 10s siglos xv y xvr los derechos establecidos sobre e1 azúcar fue-
ron Ia principal fuente de rendimiento de Ia corona en Ia isla, utilizados
para costear 10s gastos de Ia manutención de Ias plazas africanas y de
Ia casa real. Este elevada cantidad de azúcar era comercializada por Ia
corona por rnedio d e contratos específicos con los mercaderes, en su
mayoría genoveses.
En Ias Azores sucedió algo semejante a Madeira, por lo que se imi-
taron 10s edictos y estatutos reales que formaban la estructura institu-
cional. Los fueros de1 almojarifazgo de Funchal de 1499 y 1515 fueron
aplicados sin restricciones en Ias islas de São Miguel, Terceira y en Ias
demás. E1 traslado en Ponta Delgada fue elaborado en 1526 y 1557.
De este modo e1 sistema tributario implantado por el senorio y Ia co-
tona en las Azores fue idéntico al madeirense, variando sólo su inci-
dencia sobre 10s nroductos disoonibles.
Aqui fue mayor Ia atención atribuida al cereal, ganado y hierba pas-
tel, 10s componentes más destacados de Ia economia de1 archipiélago.
Por referencias de Gaspar Frutuoso, se sabe que en Ia isla de São Mi-
guel en Ia década de 10s ochenta de1 siglo xvr Ia corona recaudaba
76.500 cruzados, siendo el 50 por ciento de 10s derechos de Ia hierba
pastel y el 26 por ciento de1 diezmc de1 trigo.
En Cabo Verde Ia elección de Ia estructura institucional se esbozó
ya a finales de1 siglo xv, quedando Ia villa de Ribeira Grande en San-
tiago como principal centro administrativo donde quedó instalado, des-
de 1741, el almojarifazgo de Ias islas. Más tarde, el progreso socioeco-
nómico de1 archipiélago Ilevó a Ia creación de un almojarifazgo para
cada capitania, siendo el de Ia isla de Fogo de 1507. Por otro lado, Ia
importancia que el archipiélago asumía ante el comercio de esclavos de
Ia vecina costa de los Rios de Guinea condujo a Ia corona a establecer
una factoria, con sede en Santiago. con ei objetivo de supervisar este
comercio. Aqui, al contrario de lo que hahia sucedido con Ias idas de
Madeira y Azores, se optó por Ia necesaria centralización de Ias estruc-
turas institucionales, instaladas en Ia capit;il de la isla de Santiago.
Todo esto resultó de Ia experiencia descentralizadora madeirense
y azoriana, que y e d ó como la solución mas adecuada para 10s objeti-
vos de Ia corona. Es de destacar que también en Madeira y Azores la
tendencia a Ia centralización fue un hecho.
En tanto en Madeira e1 principal centro administrativo sç localizó
en Funchal, en Azores se dudó varias veces entre Ponta Delgada y An-
gra. La definición de esta medida en Cabo Verde fue fácil, pues era una
isla dominada por 10s aspectos socioeconómic»s, ya que Ias demás pre-
firieron el aprovechamiento de1 ganado. Lo mismo no se podria decir
de Madeira y, más propiamente, de Azores.
Idéntica fue la política llevada a cabo en tierras caboverdianas en
cuanto a Ia justicia, haciéndose instalar una vivienda para e1 contador
de 10s actos e inquisidor y corregidor en Ia misma isla. E1 estatuto que
regulaba Ia jurisdicción de1 corregidor, fechado cn 1520 I " , era igual
para todo el espacio insular y Ia única diferencia apareci6 en las Azores,
donde se crearon dos jurisdicciones, una en Angra y otra çn Ponta Del-
gada.
Hacia e1 sur, en Sào Tomé y Príncipe, nos encontramos con una
estructura fiscal y judicial en consonancia con Ia que fue implantada en
Cabo Verde. En e1 primer aspecto es de destacar Ia existencia en São
Tomé de una factoria, idéntica a Ia de Santiago, con una superinten-
dencia de1 comercio de Ia costa africana \.ecina. Para regular Ias inicia-
tivas y privilegios de los habitantes fuerori concedidas dos cartas de1 fue-
ro, una en 1485 y otra en 1524.
Las rentas recaudadas por la Hacienda Rcal en ios tres archipiéla-
gos testimonian, simultáneamente, la eficacia de las instituciones y Ia
dimensión asumida por Ia economia, ya que tales valores recaen sobre
algunos aspectos de1 ciclo productivo y comercial.
En 1507 Ias finanzas públicas recaudaron 50.500 reales, sicndo más
de Ia mitad provenientes de 10s réditos recaudados en e1 azúcar madei-
rense, quedando Ia Azores y Cabo Verde con un ínfimo porcentaje.
Pero la tendencia se alteró, merced a Ia crisis de1 azúcar en Madeira:
en 1518 Ias rentas madeirenses decrecieron en un 64 por ciento en tan-
to las azorianas suhen un 600 por ciento. El movimiento ascendente de1
archipiélago azoriano continuará eti 10s iinos inmediatos.
En e1 siglo xç?~disponemos d e una valoración global d e 10s rendi-
mientos portuarios para las diversas áreas. Los cuatro archipiélagos jun-
tos representaban e1 67 por ciento de esta renta, dividiéndosç los va-
lores de1 siguiente modo:

JURISDICCI~N ... RENDIMIENTOS %


Madeira ................... .
.. .................... 24.000$000 13
Azores 40.000$000 22
Cabo Verde ..................................... 22.000$000 12
9.500$000 5
................................... 87.800$000 48
TOTAL ................................................. 183.000$000
Estos datos nos permiten afirmar I(> mismo que e1 escritor de1 siglo
mr, Luis Mendes de Vasconcelos:

Las idas sc poblaron de una \,ri,i. ni, rstán, como 1;i India, sfligirndo
a los Iiornhrrs continiianientç, y clc ;\tas nos provrrm<isdc trigo, por
dondç antes beneficio que dano 110s causa su poblamiento, ahundati~
do en tierras fertilisirnas y lahi-adore, que Ias cultivan; nos dan tinta
pastel buçna para tenir paiios, ;rzGcai y iltras crisas nccrsarias para Ia
vida, aunqur de todas nos api-riv<:ch;irnosmal ' .

Tal como refiere Jaime Cortesao, los iranciscanos se encuentran in-


dudablemçnte ligados a 10s procesos de ilescubrimiento, ocupación o
conquista de1 nuevo mundo atlánticu. hcoinpanaron a Ias gentes penin-
sulares en Ia tarea civilizadora de1 océano, fueron 10s primeros en Ilevar
la palabra de Dios a estas tierras rccbnditas y alli rezaron Ia primera
misa. De aqui resulta Ia gran importancia asumida por Ia orden seráfica
en las islas, especialmente en los archipiélagos de Madeira y Azores.
La más antigua presencia d e Ia Iglesia en Ias islas data d e 1344,
afio en que e1 papa Clemente VI concc-dii.) a don Luis de Ia Cerda e1

" «Dialog<is do \,tio de Lisboao eci Aiiiohiiri </o<Eronon2zsiui Poriiigu~iri,selec ,


pref. y noras de Antóniu Sergio, Lisboa. 1924. pp. Y i ~ 8 8 .
Catedral de Funchal. bendecida en 1514

principado dc Fortuna. Este hecho fue e1 preludio de una ardiente po-


lémica entre Ias coronas peninsulares. En esta fecha se habia creado
también un obispado, ya que en 1355 fray Bernardo, residente en Avig-
non, es citado como ohispo de Ias islas de Fortuna. Entretanto, en
1369, e1 papa Urbano V concedi6 a 10s »bispos de Tortosa y Barcelona
c1 encargo de evangclizarlas, enviando en 1386 a un capellán a La Go-
mera. Pero éstos nunca visitaron las idas y Cue só10 en 1404, tras el pri-
mes viaje de Jean de Betencourt, cuando se avanzó, de hecho, con una
estructura religiosa cn e1 archipiélago, creándose e1 obispado de Ru-
h i ~ á o(Laniarote), transferido después, cn 1438, a Las Palmas de Gran
Canaria.
En Ias islas portuguesas pasó algo diferente. Aqui, e1 derecho de
patronato fue concedido a Ia Orden de Cristo, por carta real de 1433,
confirmada por bula de 1455, a Ia que quedri subordinada toda Ia es-
tructura religiosa. En todas Ias islas se establecerán magistraturas con
el objetivo de organizar y ejercer e1 gobierno çclesiástico.
Esta situación, posterior a1 inicio de pohlación de Madeira, des-
agradó a 10s franciscanos, que habían acompanado a los primeros po-
bladores. Algunos malentendidos con el vicario de Tomar les llev6 a
abandonar en 1459 Madeira, instalándose en Xabregas. La salida puede
ser considerada como una forma de represalia por parte de1 infante don
Henrique ante su subordinación a1 vicario general en Ias islas Canarias,
como postulaba un texto de1 papa Nicolás V en 1450. Para cubrir su
ausencia e1 papa Pio I1 concedió en 1462 licencia a 10s frailes de Ia re-
gla de San Jerónimo para fundar un monasterio en Madeira, lo que no
surtió efecto. Entretanto, 10s franciscanos regresaron en 1474 a su con-
vento de São João de Ribeira y acabaron por adquirir una posición re-
levante en Ia isla.
Más tarde, en 1485, se retiró a Ia isla fray Pedro da Guarda, crean-
do Ia pequena ermita de São Bernardino en Câmara de Lobos. Este
franciscano, conocido como e1 santo siervo de Dios, fue célebre en Ia
isla por sus virtudes y milagres, 10 que motivó un culto arraigado en
las poblaciones de Câmara de Lobos, que se mantuvo hasta 1835, ano
en que fue prohibido.
La orden seráfica se afirmó en Ia vida religiosa madeirense creando
conventos en Funchal, Câmara de Lobos, Santa Cruz, Ribeira Brava,
Calheta y Machico. En este contexto destacan los conventos de San
Francisco de Funchal y el de Santa Clara. E1 primero, para albergar a
los frailes, fue construido a partir de 1474, rn tanto e1 segundo, de mon-
jas, fue erigido por iniciativa de Joáo (;on~alves Câmara, segundo ca-
pitán de Funchal, en e1 lugar donde su padre había edificado su capilla
de Ia Conceiqâo de Cima (a1 contrario quc Ia de Concei~áode Baixo,
construida junto al mar), que tuvo el patronato de Ia misma por bula
(1476) de Sixto IV y por bula (1496) de ~UejandroVI quedó estable-
cida su regular observancia y e1 inicio de Ia clausura, siendo abadesa
dona Isabel de Noronha, hija de1 capitán, que se encontraba en e1 con-
vento de Ia Conceição de Beja. Por fin, se registra e1 convento de Nos-
sa Senhora da Piedade, fundado por legado establecido en el testamen-
to (1518) de Urbano'Lomelino en su granja, situada en cl lugar donde
ahora se levanta e1 aeropuerto de Funchal. Idéntico ideal movió a1 ca-
nónico Henrique C a l a ~ ade Viveiros, que en 1650 levantó el convento
de Nossa Senhora da Encarnaçáo en honor de Ia restauración de Ia in-
dependencia. Éste fue un convento femenino más dc ia regla francis~
cana de Santa Clara.
La colonización de Madeira, en cuanto a ia organización eclesiás-
tica, parece haber sido definida de acuerdo con un plan preestahlecido.
Jerónimo Dias Leite refiere que el objetivo de los primeros madcirenses
era xcomenzar Ia edificación de Ias iglesias y de Ias villas y lugares y
labranza de tierras)). Tales principios guiaron no sólo el caso de Ma-
deira, sino tambibn el de 10s otros dos ;ircliipi6lagos atlinticos :I donde
los portugueses Ilcgaron.
En el período de 1433 a 1499 Ias adniinistraciones civil y religiosa
estaban a cargo de1 inaestre de Ia Orden de Cristo, que en e1 caso de
Ia jurisdicción religiosa determinara Iii superintendencia por el vicario
de Ia villa de Tomar. De acuerdo con Ia bula dc 1456 Ias nuevas áreas
atlánticas eran consideradas nul/zus Jzuci.iic, siendo dcpcndientes de
aquel vicario. Era é1 quien determinaba Ia construcción de Ias primeras
iglesias iiombraha los prelados para VI scrvicio rçligioso.
Esta lorma de organización de Ia5 estructuras religiosas fue igual
en Ias Azores, Cabo L'erde y São T«niC. donde tambibn tiivimos Ias pri-
meras parroquias y capillas de drdeiies meiiorcs. En Ias Azores, a ejem-
plo de Madeira, el primer servicio religioso fue ohra de los franciscanos,
quienes construyeron en 1446 Ia primer;~capilla en Santa Maria y des-
pués otras cn Angra (1452) y en Ia villa de Praia (14811. La orden s e ~
ráfica se extendió después a otras islas. donde lundo casas en Terceira,
Faial y São Migucl. Hay tambien tcstinionio de Ia presencia d r los j e ~
suitas (15701 y agustinos en ia isla <!V 'I'erceira.
En Cabo Verde y Sào Tome Ia estructura de Ia 1glcsi;i evolucionci
de acuerdo con e1 impacto de Ia colonizacifin. Aqui Ias condiciones in-
hóspitas generadas por el clima causaroii numerosas dificultades a Ia ac-
ción de los europeos y en especial dcl clei-<i. Numerosos misioneros y
prelados de Ias diócesis de ambos :irchipiclagos no resistieron el calor
tcirrido de estas islas. De aqui resulto Ia negativa de algunos ohispos a
tomar posesión de1 lugar, y aclucllos quc. \,inier»n a Ias islas resistieron
poco tiempo. 'l'ambién 10s misionerc~s<li. I;i C:ompatiía ile Jesús fueron
víctimas de Ias condiciones inh6spit:is dcl clima, 10 cluc Ilcv6 a I:i orden
a meditar c1 eiivio de nue\.as misioiie\
E1 primer vicario enviado por I;i Orden de Cristo liecia Santiago
fue e1 dominico fray João, nombrado eii 1173, mieritras en São Tomé
se sabe que a Ia mucrtc de Alvar» (:arninha Ia isla estaba servida por
un vicario y un clérigo. En ambos archipiélagos estas dificultades
fueron constantes y condicionaron de forma evidente Ia presencia de1
clero y después de1 obispo y demás dignatarios.
La falta de instalaciones dignas, 10s conflictos asiduos con las au-
toridades civiles y la casi permanente ausencia de1 prelado de la dióce-
sis son las características más notables de la vida religiosa de Ias islas.
Además de eso, Ia construcción de Ias catedrales de Santiago y São
Tomé fueron obras difíciles de Ilevar a cabo. La primera se inició en
1585, pero pasados doce anos todavía estaba por concluir; en cuanto
a la segunda se prolongó hasta 1693. Algo parecido tuvo lugar en An-
gra, donde las obras de1 nuevo templo fueron retardadas hasta 1618,
afio en que fue consagrada. Diferente fue el caso de1 obispado de Fun-
chal, donde Ia construcción de1 templo que le sirvió de sede fue más
rápida: e1 duque Ia ordenó en 1485 pero Ias obras se iniciaron en 1493,
y todavia continuaban en 1515, siendo consagrada un afio después. Las
riquezas generadas con e1 comercio de1 azúcar proporcionaron a Ia co-
rond y vecinos ei dinero necesario para levantar tan suntuoso templo y
Ilenarlo de preciosas pinturas flamencas y objetos religiosos en oro y
plata.
La presencia de Ia orden seráfica en Ias islas de la costa y golfo de
Guinea es referida en e1 testamento de Alvaro Caminha, en 1506, don-
de se documenta Ia existencia de una iglesia de São Francisco y un mo-
nasterio. Mientras, en 1565 fray Rodrigo das Frias había solicitado a la
reina e1 necesario apoyo para Ia fundaciún de un monasterio, lo que po-
dría significar que e1 anterior estaba ya desmantelado por 10s asaltos de
los corsarios o por dificultades de otra índole.

Los obispados

Extinguido e1 sefiorio, Ia Orden de Cristo a través de1 vicario de


Tomar continuó supervisando e1 gobierno eclesiástico de Ias islas hasta
que e1 12 de junio de 1514, por la bula Pro c,xcellenti, fue creado e1
obispado de Funchal con jurisdicción sobre toda el área ocupada por
10s portugueses en e1 Atlántico e indico. Hasta este momento todo e1
servicio episcopal erii realizado por 10s obispos titulares enviados por
252 Portugal y Ias islus del Atlántico
el vicario de Tomar, siendo de destacar Ias visitas a Angra en 1487 y
a 10s archipiélagos de Madeira y Azores ientiéndase Funchal, Angra
y Ponta Delgada) en 1507 y 1508. Pero e1 progreso económico y social
de este vasto espacio Ilevó a Ia creación en 1534 de nuevas diócesis,
cuyas áreas fueron desconectadas de Funchal: Goa, Angra, Santiago y
São Torné.
i
La diócesis d e Angra abarcaba só10 Ias islas de1 archipiélago azo-
riano, en tanto Ias de Santiago y São Tomé comprendían, más allá de
Ias islas de 10s archipiélagos de 10s que formaban parte, Ia costa afri-
cana vecina. De Ia de São Tom6 fue desmemhrada Ia última área, que
dio origen en 1596 a1 nuevo obispado de São Salvador de1 Congo.
Por otra parte, el 31 de enero d e 1533 Ia diócesis de Funchal fue
elevada a Ia categoria de metropolitana y primada, englobando «Ma-
deira y Porto Santo, las islas Desierta y Salvajes, aquella parte conti-
nental de África que limita con Ia diócesis de Safí, asi como Ias tierras
de Brasil, tanto Ias ya descubiertas, como Ias que se vinierçn a descu-
brir». Pero bsta fue una situación pasajera. Además, Ia bula papal no
fue expedida por el Vaticano, pues Ia corona no Ia había pagado, 10 que
pone en duda Ia existencia real de1 arzobispado de Funchal. En 1551
el papa Julio 111 rcvoca rsta situación, pasando Funchal a simple obis-
pado auxiliar de Lishoa, que asumiria Ia función de primado de Ias
tierras atlánticas, en tanto Ia d e Goa cumpliría idénticas funciones en
Ias tierras orientales. La justificación presçntada por el papa es retlejo
de1 cambio operado en Ia geografia económic;r de1 espacio atlántico:

Nosutros, n o obstante, considerando que Ia navegación de Ia provin-


cia archiepiscopal hacia la ciudad dc t'iinchal es muy difícil e inrierta
y que se vuelvc no menos peligrosa que costosa a los obispos provim
ciales, al clrro y ziI pueblo, y que muchas veces sucçde que para tal
navegaciõn faltan los navios necesarios y bien equipados, y aunquc
los haya, todcis n o osao lanzarse a1 mar çn un viaje tan largo y peli-
groso, por 10 que 10s propios provincianus que apelan a su arzobispo
de Funchal no pucden presrntarse a su tribunal y a dicha ciudad para
hacer valer su\ apelaciones y conseguir Ia justicia deseada y, además,
sufren otras irirotn<ididadesy danos ... '.

" Traducido por I'r M.Juvenal Pita I'encir>i. A .\i' dri Fundml, I:unchal, 1963,
84.
i>.
254 Portugal y las i7la.r de1 Atlántico

OBISPOS DE MADEIRA. 1514-1721


GOBIERNO NOMBRE CONSTWCIONES VISITAS MORADA
1514-1526 Diogo Pinheiro N.
1533-1547 Martinho de Portugal N.
1551-1556 fray Gaspar do Casal N.
1556-1569 Jorge de Lemos
1570-1573 Fernando de Távora
1574-1585 Jerónimo Barreto 1578 1575-1578
1586-1608 Luis Figueiredo de Lemos 1597,1602 1600,1606
1610-1618 fray Lourenço de Távora 1615 1613
1618-1650 Fernando Jerónimo 1622, 1629,
1634 1621,
1624-1625,
1626-1629
1630,1637,
1632-1633
1636-1637
1639-1643
1672-1674 fray Gabriel de Almeida 1672-1673
1675-1682 fray António da Silva Teles 1680
1685-1689 Esteváo Brioso de
Figueiredo 1684-1685,
1688
1690-1696 fray José de Santa María 1695
1698-1721 José de Sousa Castelo Branco

OBISPOS DE CABO VERDE. 1533-1705


GOBIERNO NOMBRE -- DEFUNCI~N
1533-1534 Brás Neto (1) -
1538-1546 Joáo Marvi 29 noviembre 1546
1551 (?)-I574 fray Francisco da Cruz 19 marzo 1574
1575-1587 Bartolomeu Leâo 9 febrero 1587
1588-1606 fray Pedro Brandáo (2) 14 julio 1608
1607-1609 Luis Pereira de Miranda
161 1-1614 fray Sebastião Ascensão 18 marzo 1614
1614-1624 fray Manuel Afonso de Guerra (3) 8 rnarzo 1624
1627-1646 fray Lourenço Gano 1 noviembre 1646
1672-1674 fray Rabiáo dos Reis 8 febrero 1674
1675-1684 fray António de São Dionísio 13 septiembre 1684
1687-1705 fray Victoriano do Porto 21 febrero 1705
j No tomó posesión, or muerte.
Renunció el 22 de Jciembre de 1606, pero desde 1594 estuvo en Lisboa.
) Sólo en 1622 fue a su diócesis.
o.uo2 d sa101;l opuabnpu! 'se[s! se1 sepoi qi!s!i\ (ti
. o p s & BiueS
~ i ~ n 8 ! & UES
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íi91ia"qma~~lgl la~!NoeS-Z<91 naJqV eiua'JJ!d ap o!o[ Z(9l-9Z91
<291P~qma!Jdas/6 la% oeS.SZ91 "$03 V OTad SZ91-C91
1291ion"kl O9qX OW~O$. 1291-1191
lUqe3 o~9Jal 1191-009:
96SlPJqNJoIZZ w s e 3 a e!atino3 ap [anuam ~~SI-C~SI
119l/~luil( oqpse3 ap OTad $851-8!11
9!SI/~~/61 [a%l o!S~Z!SI %'!e aP Jedse3 9!SI-I!<l
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e p e v ap IanuBlY 19SI-1941
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256 Portugal y 1a.r i.rlas de1 Atlántico
GOBIERNO NOMBRE DEFUNCI~N
1534-1540 Diogo Ortiz de Vilhegas (1)
1540-1553 fray Bernardo da Cruz (2)
1554-1572 fray Gaspar Cão 16 febrero 1572
1577-1590 Martinho de Ulhoa (3) 8 agosto 1606
1590-1602 fray Francisco de Vilanova
1603-1608 fray António Valente
1611-1614 fray Jerónimo de Quintanilha
1614-1621 fray Pedro da Cunha Lobo
1623-1625 Francisco de Soveral (4)
1626-1632 fray Domingos de Assunção
1636-1640 fray António Figueira (5) 14 septiembre 1640
1641-1658 fray Bento de São Jorge (6) 5 agosto 1658
1674-1677 fray Manuel do Nascimento
1677-1687(?) Bernardo Zuzarte de Andrade
1687-1689 fray Sebatiáo de São Paulo
1692-1696 fray Timóteo do Sacramento (7)
1699-1702 fray António da Penha de França
(1) Nunca fue al obispado.
(2) Nunca fue al obispado y renunció el 28 de abril de 1553.
(3) Renunció al cargo por desavenencias con el gobernador.
(4) Nunca fue al obispado, siendo transferido para el cargo en 1625
(5) Nunca fue al obispado.
(6) No tuvo confirmación papal.
(7) Transferido para Maranhao.

A 10s cuatro archipiélagos en estudio corresponden, a partir de


1533, igual número de obispados, todos ellos con problemas semejan-
tes. Primero fueron los iniciales prelados los que prefirieron Ia residen-
cia en e1 reino a Ia administración directa de sus obispados. Después
fueron los contlictos de jurisdicción con Ias autoridades civiles y, asi mis-
mo, con e1 cahildo. En este último caso merecen mención Ias contien-
das habidas entre los ohispos de São 'l'omé « Cabo Verde con los go-
bernadores.
Es de destacar, cn el primer archipiélago. Ia extensión de Ias c o n ~
tiendas a1 cahildo. La s«lución de este cunflicto, en anibos casos, só10
258 Portugal y las ir lu^ de1 Atlánticr,

fue posible con Ia intervención de los obispos aprobados por e1 papa,


tras Ia diferencia entre Portugal y Ia Santa Sede, provocada por Ia guerra
de Ia restauración de Ia independencia de 1640.
La relación de 10s prelados madeirenses y azorianos con Ias auto-
ridades civiles fue mucho más pacifica, a pesar de algunos conflictos
puntuales. De éstos destacan, en Ias Azorcs, Ias desavenencias surgidas
en Angra bajo el gobierno de don Pedro de Castilho (1578-1583) y don
Jerónimo Teixeira Cabra1 (1600-161 1). En Madeira sólo cpedó memo-
ria de Ia contienda entre fray Gabriel de Almeida (1672-1674) y el go-
bernador y capitán general J o i o de Saldanha y Alburquerque.
En todos 10s obispados, a excepción de1 de Angra, hubo obispos
que ejercieron, simultáneamente, e1 gobierno civil y eclesiástico. Esta si-
tnación es especifica de1 período de subordinación portuguesa a Ia co-
rona de Castilla. Primero tuvimos en Sao Tomé en esas funciones a1
obispo iray Francisco de Vilanova (1590-1602), seguido por iray Jeró-
nimo de Quintanilha (1611-1614) y iray Pedro da Cunha Lobo
(1614-1621). Más tarde fue en Madeira fray Lourenço de Távora el que
ejerció e1 cargo de gobernador general en e1 período dcl 8 de abril de
1614 a1 17 de diciembre de1 ano siguiente. Y, finalmente, fray L o u r e n ~ o
da Gama (1627-16363 en Cabo Vci-de.

La actividad de1 clero en 10s archipiéliigos de Guinea no se resumia


sólo a Ia asistencia religiosa a 10s europeoh, ya que también estaban en-
cargados de cristianizar a los negros que eran conducidos a Ias islas
como esclavos v a los que vivían en I;i vecina costa africana
Se anade, también, Ia escasa presencia de habitantes en algunas is-
Ias, lo que condicionaba al ministerio por reducido clero, limitándolo a
visitas periódicas. L» mismo sucedia cii Ia costa de Cuinea, dependien-
te de Ia jurisdicción eclesiástica de Caho Verde y en Ia de1 Congo bajo
e1 escudo de São Tomé.
En Ia bula de creación de1 obispaclo de Santiago quedó establecido
que Ia franja costera de Cuinea, dc ccrc;i Jç trescientas leguas, entre
e1 rio Gambia, el cabo de Ias Palmas y el rio de Santo André pertenecía
a aquella área, siendo Ia restante hasta e1 cabo de Buena Esperanza de1
obispado de São Tomé. De este modo, era c1 clero de 10s archipiélagos,
ahora elevados a ubispados, e1 que debería asumir Ia difícil misión de
cristianizar a 10s negros residentes y a 10s Ilevados como esclavos a
Europa y América.
A1 clero caboverdiano y de Sao Tomé, además de Ia prestación de
Ia asistencia religiosa a los europeos residentes, le estaba encomendada
la tarea de bautizar a 10s esclavos de Ias diversas factorias. Esta última
función se vulvió más evidente a partir de 1515, afio en que Ia corona
decretó e1 bautismo masivo de todos los esclavos antes de su partida
hacia Ias plantaciones americanas. Para que esto sucediese sin atrope-
Ilos, se estableció en São Tomé la obligatoriedad de que e1 administra-
dor entregara al vicario e1 traslado de los derechos de entrada de 10s
esclavos des~achadosDor Ia factoría wara ser bautizados ".
Fueron numerosas Ias dificultades surgidas cn Ia ensetianza de Ia
doctrina a 10s africanos: primero Ia oposición de1 propio clero y prela-
dos a tales bautismos masivos de los esclavob, sin ninguna formación
doctrinal y muchas veces convertidos al islam o adeptos a prácticas re-
ligiosas locales; después, Ias dificultades como Ia ensenanza de1 catecis-
mo, resultantes de barreras linguísticas y, finalmente, Ia actitud contra-
ria de los contratistas, que 10 consideraban un contratiempo para 10s
negocios ". Para combatir Ias dificultades linguísticas se recurrió a1 uso
de intérpretes de las catequesis, con qiiienes e1 almojarifazgo de São
Tomé gastaba en 1556 20.000 realcs li.
En este contexto fue importante Ia acción de 10s jesuitas, a partir
de mediados de1 siglo xvi. La Compaiíía de Jesús envio a este área va-
rias misiones. De éstas se tiene noticia de dos con once religiosos en
Cabo Verde y Guinea y otra con seis en São Tomé I'. Pero ellos tam-
bién padecieron las dificultades de adaptación a1 clima, ya sentidas por
los europeos residentes. En e1 caso de Cabo Verde murieron todos 10s

' Ibidem. 11, n . 121. p. 383, 22 de marzo de 1551,.


" A. Carreira, (àbo i'erde, Lisboa, 1983, PII. 273~292.
"' Monumento Mirril>nán<iAfiiconii, 11, n.' 124, pp. 384, 22 dc marzo de 1556.
" Ibrdem, n." 159, pp. 459~461,20 de fehrrrc, de I>(>O; n:' 39, pp. 94-95, 6 de
ahril de 1604: F. (;urrreiro. o," cii. 111, p. 415
misioneros, y fue con alguna aprensión como Ia Compafiia de Jesús se
enfrentó con Ia necesidad de enviar otras inisiones. Para cubrir esta di-
ficultad e1 obispo de São Tomé hahía sugerido en 1585 Ia creación en
Coimbra de un colegio para educar a los negros que después serían 10s
misioneros. Una vez más surgieron dificultades, ya que los nativos no
quisieron mandar a sus hijos, por lo que e1 colegio fue de nuevo tras-
pasado a São Tomé en 1597 I'.

La Reforma y la (:ontrarreformu

E1 sigla xvr es definido en cuanto ;I Ia cstructura religiosa de Ia cris-


tiandad occidental como un momento de activo protagonismo. A ello
contribuirán Ia tentativa de reforma [levada a cabo por Lutero y Calvi-
no y Ia rápida respuesta de1 papado por medio de1 Concilio de Trento.
La Compaiiía de Jesús emerge en este contexto como e1 bastión de Ia
respuesta papal, cuyo movimiento se coniice como «Contrarreforma».
La Iglesia y sus miembros hahian entrado en Ia vida fácil, deján-
dose corromper por Ias atracciones materiales. E1 estado en que se en-
contraba Ia Iglesia era realmente alarmante. La vida de1 convento esta-
ba en degradacióii, dominando allí la indisciplina y alguns inmoralidad.
El clero secular se separaba de1 servicio en Ias parroqiiias acercándose
a los vicios de la sociedad. En el caso de Ias islas de Sã« Tomé y Cabo
Verde todo esto quedó patente en 10s agravios contra el obispo Barto-
lomeu Leitãu.
El absentismo llegaba también a Ia alta jerarquia de Ia Iglesia ca-
tólica. Los obispos electos rehusaban asumir el gobierno de1 episcopa-
do, prefiriendo Ia vida mundana de Ia rortc. Los primeros obispos nom-
brados para Ias diócesis insulares nunca pisaron e1 suelo de sus diócesis
y de 10s que allí se quedaron fueron pocos los que procedieron a Ia in-
dispensable visita a Ias parroquias. Estc absentismo aumentó, de acuer-
do con Ias dificuliades de instalaci<iii \ Ia ,listancia en relación a1 reino.

'' Monunjentu ,I.lii~ionáriuAfncanu, 111, t i . 142, p[>. 4'32~495,11 de noviembrc <Ic


1595; n . ' 163, pp. 5.18~556.16 de iulio de 1597: i o l V. r,'208, p. 5 5 7 . 30 dc septicmbre
de 1609
Las instituczunes in.rular<'r 261

De este modo, Ias islas de Cabo Verde y Sao l'omé fueron Ias más aten-
didas.
En Madeira el primer obispo en pisar e1 suelo de su diócesis fue
don Ambrosio, en nombre de1 arzobispo don Martinho de Portugal, que
allí estuvo en 1538 acompanado por dos visitadores (Jordão Jorge y Al-
varo Dias). Fue a partir de entonces cuando sc reorganizaron Ias parro-
quias, estableciéndose normas religiosas para SLI preservación en Ias igle-
sias, a través de los libros de registro. Después de su muerte, en 1544,
el obispado permaneci6 vacante hasta 1551.
En este período estuvo en Funchal el obispo don Sarello, de las
Canarias, que dio «órdenes a muchas personas y recorrió toda Ia isla
confirmando en común a todos 10s que de ello tenian necesidadn. Y,
en 1552, fue nombrado ílay Gaspar do Casal, que no rcsidió en Ia isla,
siendo e1 hecho más destacable e1 haber participado en e1 Concilio de
Trento. Su sucesor, don Jorge de Lemos, nomhrado en 1556, fue quien
en realidad dio forma a Ia aplicación de Ias órdcnes de1 concilio, siendo
seguido después por don Jerónimo Barreto (1571.1585) don Luis de
Figueiredo de Lemos (1586-1608), considerados los verdaderos artífi-
ces de esta reforma en Madeira.
Eii Ias Azores, en el período que iransciirrc hasta Ia creación de1
obispado en 1534, el poder eclesiástico era ejercicio desde fuera: pri-
mero por el vicario de Tomar (1442-1514) y <ic.spuéspor el obispo de
Funchal. Durante este período el gobierno eclrsiástico cra ejercido por
un obispo visitador, a quien era atribuida una misión especifica y tem-
poral.
El primero que Ileg6 a Ias islas azorianas fue don João Aranha, obis-
po de Safim, que estuvo en São Miguel y Terceira. Más tarde, en 1505,
Vasco Afonso, vicario de Machico, fue nombrado visitador general y en
1506 Bartolomeu Fernandes fuc nomhrado magistrado eclesiástico de1
archipiélago.
Con Ia creación de1 obispado de Funchal en 1514 Ias Azores pa-
saron a su jurisdicción. En 1523 fue el viçario de Angra el nombrado
para e1 cargo de visitador y magistrado cclesiástico de Ias Azores. Es e1
comienzo de Ia centralización de1 gobierno eclesiástico en esta ciudad.
A1 m i m o tiempo que fue creado el obispado de Angra tatnbién apa-
recieron los de São Tomé y Santiago. Pero en 10s dos últimos la pre-
sencia de un obispo cre6 numerosos pr«blemas. Los primeros prelados
262 Poytugal y las islas de1 Atlánttco

destacaron por si1 ausencia, a ejemplo de lo que sucedió en Madeira y


Azores, mientras que 10s que siguieron marcaron e1 gobierno por un per-
manente conflicto con Ias restantes autoridades.
En Funchal y en Santiago algunos obispos acumularon de forma
simultánea Ias funciones de prelado y gubernador, lo que confirma una
más amplia intervención en Ia vida de Ias diócesis. En e1 caso de Ma-
deira hubo tres obispos: fray L o u r e n ~ ode Távora (1610-16141, fray Je-
rónimo Fernando (1623-1630) y don Gaspar Afonso da Costa Brandão
(1758 y 1777). En Santiago fueron dos los obispos con cargos políticos:
fray Cristovão Cabra1 (1630) y fray Francisco de São Simão (1781).
En Funchal Ia reorganización de Ias instituciones religiosas y de1 ri-
tual religioso iniciados por don Jerónimo Rarreto en 1578 tuvieron con-
tinuidad con dun Luis Figueiredo de Lemos (1597, 1602), fray Lou-
renço de Távora (1615), don Fernando Jerónimo (1622, 1629, 1634),
fray Antonio da Silva Teles y fray José de Santa Maria (1610). Todos
los prelados realizaron un sínodo donde aprobaron diversas constitu-
ciones. De todas ellas sólo se publicaron Ias de dos (1578 y 1597) y se
conocen Ias d e otro manuscritas, habiéndosr perdido Ias restantes.

Lar constztuciones sznodale.7

E1 Concilio de Trento (1545.15631 definió una nueva realidad para


Ia teologia y práctica institucional de Ia jerarquia religiosa. Por medio
de un nuevo modelo de catecismo se pretendia unificar el ritual reli-
gioso y combatir el absentismo de clero y laicos. Uno de 10s medios más
adecuados para Ia aplicación de estas 6rdenes fue el de los concilias dio-
cesanos. De acuerdo con Ias normas estahlecidas en Ias diversas sesio-
nes de1 concilio fiieron elaboradas Ias normas capaces de atender a 10s
nuevos deseos dc Ia práctica religiosa.
La obligatoriçdad de una reunión asidua de los sínodos episcopales
y e1 consecuente establecimiento de constituciones son consecuencia de
Ia reforma tridentinzi. Hasta entonces estas normas estaban ya estable-
cidas, pero nunca se cumplian. En los nuevos obispados de Angra y Fun-
chal sólo se reconocerán 10s sinodos de 1559 establecidos por fray Jorge
de Santiago, a pesar de ser unos dc los más antiguos de Funchal. En
Sáo Tomé se sabe dc Ia realización de dos sínodos -uno por fray Mar-
tinho de Ilhoa y el otro por don Francisco Soveral (1617)-, pero se
ignora e1 paradero de éstos.
En Funchal Ias primeras constituciones publicadas son posteriores
a1 Concilio de Trento. Adviértase, sin embargo, que ésta fuc de las po-
cas diócesis donde se cumplieron Ias órdenes sobre Ia prioridad de 10s
sinodos, habiéndose realizado, hasta finales de1 siglo .WI, nueve reu-
niones, de Ias que resultaron igual número de textos. Entretanto, en An-
gra no se conoce ninguna, sucediendo 10 mismo en Sào Tomé y Cabo
Verde.
Ante esto es legitimo concluir que Ia iglesia se encontro con Ia na-
tural inercia de Ia estructura eclesiástica y de los prelados, volviéndose
difícil combatir el absentismo como lo determinaban Ias orientaciones
tridentinas: Ia ausencia de 10s prelados y la dispevsión geogt-áfica de Ias
parroquias fueron motivo de ello.
En Trento se insistió en una mayur presencia de1 clero en Ia vida
de Ias parroquias, combatiéndose cl absentisn~oy los desvios morales.
y se procuró dignificar su actividad, por medio de una mejor formación
religiosa. De esto resultó, en la práctica, Ia aparicidn de 10s seminarios,
Ia asiduidad de Ias visitas parroquiales y Ia rnejora sustancial de 10s me-
dios de supervivencia de1 clero con el aumento de Ias congruas.
La formación de1 clero a través dc seminarios era también indis-
pensable para este cambio. La medida -a reclamada en los concilios de
Nicea y Toledo sólo tiene ahora plena concreción. En Madeira el se-
minario se creó en 1566 por iniciativa de don Jcrónimo Barreto, mien-
tras en São Tomé se creó uno, con sede inicial en Coimhra 11585) y
después transferido a Ia isla en 1597. La presencia de1 colegio dc 10s
Jesuitas fue importante, ya que Ia orden, considerada el principal bas-
tión de la contrarreforma, contribuiria a este cambio. priniero en Ma-
deira y en las Azares (1570 en Angra, 1591 cti Ponta Delgada y 1652
en Horta). También en São Tomé y Cabo Verdc tuvieron papel impres-
cindible en Ia evangelización y bautismo de ;ifricanos. Allí no hay no-
ticia de Ia creacidn de un colegio, limitándose a enviar misiones.
Una de las recomendaciones más relevantes de1 Concilio d e Trento
fue Ia necesidad de Ias visitas pastorales, de dos en dos anos. Pero éstas
no siempre se realizabati con el necesario rigor. Con ias actas disponi-
bles es posible evaluar el nivel de religiosidad popular y cl mayor o
264 Portugal y Ias ir1u.s de/ Atlúntzco

menor impacto de Ias órdenes de1 papa y (te los sínodos diocesanos. En
los archipiélagos de Madeira y de Ias Azores fueron entonces divulga-
dos algunos libros de Ias visitas que nos dan cuenta de una común re-
ligiosidad popular 1 9 .
Las consecuencias de1 Concilio de Trento son evidentes en Ia es-
tructura religiosa de Ias islas. En cuanto a1 patrimonio de1 clero se crea-
ron Ias condiciones necesarias para su magisterio con el aumento de Ias
congruas y sustentos. En Ias Azores éstos quedaron establecidos por 10s
edictos de 1563, 1569 y 1591, y en Madeira, por los de 1572 y 1598".
Teniendo en cuenta Ia importancia dc Ias constituciones sinodales
para Ia definición de Ia religiosidad, preseritaremos un breve análisis de
Ias existentes, só10 en Ias diócesis cle Angra (15591 y Funchal (1578 y
1602).
En un análisis de contenido se verifican numerosas semejanzas, lo
que prueba que hay un origen común. En realidad 10s textos se basa-
ban en un formulario común: Ias constituciones sinodales de Lisboa,
aprobadas en e1 sinodo de1 25 de agosto de 1536. Algo peculiar suce-
dió con Ia vicaría de Tomar, que despiiés de Ia creación de Ia diócesis
de Funchal se mantuvo como nullius di»resr\~,pero rigiéndose por un
texto propio aprobado en el sinodo de1 18 al 22 de junio de 1554. En
el preámbulo es citado, a ejemplo dc Ia5 constituciones de Angra de
1559, e1 origen en un texto anterior de Funchal; de este modo se pue-
de afirmar que Ias de don Jerónimo Barreto (1578) no fueron Ias pri-
meras establecidas para e1 obispado, Iiabicndo unas anteriores que se
perdieron. Fernando Augusto da Silva'. nos refiere, a propósito de
esto, que e1 arzohispo don Martinho cle I'ortugal redactó unas consti-
tucionesque sirvieron de regla al gobierno de1 obispado de Funchal.
Para Antonio de Vasconcelos ?' ésta5 hicrun cstablecidas por don Diogo

" M. I:. Enes. Ai ~ i s i t a rpmtoraii dd motriz Jt. .S& .Sc,hasiido de i'ozta Delgada
11674-17391, hiipra d o Heroismo, 1983; E. dos S;intiis, «A sociedade rnadrirensç na épo-
ca moderna. Alguns indicadores» en Acioi </o I (oloyuiri Iiiirmricionui dr Historin da Ma-
deire, vol. 11. 1:unchal. 1989, pp. 1 . 2 1 2 ~ 1 2 2 5 .
'" Arquivo doi Aprr,i, vol. N.pp. 1 8 4 ~ 1 9 2 A. : Rodrigucs dc Axr\edu, rAnoraçóesn
en Saudad~s&'Irrro i Fiinchal, 1873. pp. 5 3 6 ~ 5 6 6 .
" .Sr~b.rídioxpare a lfisirlória da dioa.re h I:iirichol, Funchal, 1946. p. 9 8 .
" «Noto <:ranol<igico-hihliographica tias ci,nstituiçuçs diucexinas portuguesas até
hoje irnprcssasn cn O lriiiiiuto, Coimbra, v i > I 5 8 , 19 11. p. 494.
Pinheiro, que sirvió simultáneamente de obispi~de Funchal !r vicario de
Tomar.
Comparados 10s sínodos de Angra (1559) con 10s de Funchal
(1578) se verifica que e1 impacto de Ias normas tridentinas fue poco
significativo, incidiendo só10 en 10s aspectos doctrinales, pero con po-
co valor para su articulado. Hecho evidente de quç en Ias idas Ia prác-
tica cultual de1 clero y Iaicos, aun a nirel teórico, no estaba fuera de1
buen camino.
La doctrina expresada en Ias constitucioncs puede ser dividida en
cinco puntos: 10s sacramentos, e1 rito religioso, e1 clero, Ia administra-
ción de1 patrimonio y de la justicia, los pecados y Ias faltas. Mientras
que 10s dos primeros se mantuvieron casi sin'cambios, de acuerdo con
Ias contingencias de Ia coyuntura y de Ias niievas dudas que ella generó,
los demás se adaptaron a nuevas situacioncb. Y el principal cambio tuvo
lugar tras e1 (:oncilio de Trento, como forma de adecuarlo a Ias refe-
ridas norrnativas.
El concilio intervenía con Ia intención de mantener una cierta
uniformidad en el rito religioso, bien en Ia Santa Misa, bien en Ia ad-
ministración de los sacramentos. Antes I-einaba Ia indisciplina, lo que
generaba algunas veces escándalos, particularmente en el caso de1 ca-
samiento: eran numerosas las bodas clandestinas ycosanguineas. Los as-
pectos doctrinales inciden, preferentemente. sohre e1 bautismo. Ia con-
firmación, Ia comunión y el matrimonio.
Las normativas tridentinas establecian Ia nccesidad de unificar e1
rito de 10s sacramentos y por eso encontramos Ias mismas órdenes en
Ias constitucioncs, aunque expresadas dc forma diferente. Pero aqui 11
allá subsisten algunas peculiaridades. Por ejemplo. en Ias Azorcs se in-
siste en Ia ensenanza de Ia doctrina v cn el bautismo casamiento de
los infieles venidos de Guinea, Indias 1, Brasil; t.n tanto en Madeira don
Luis Figueiredo de Lemos establecia un capitulo especial sobre los es-
clavos. Esto dcmuestra e1 interés de Ia Iglesia en e1 evangelización de
10s infieles y Ia irnportancia asumida por Ia pohlación esclava en ambos
archipiélagos.
Después de establecidas estas'normas para Ia administración de 10s
sacramentos, el interés se desplazó al clero, procurando definir conductas
de vida «honesta» 1, ejemplar. Comparadas Ias constituciones postriden-
tinas con Ias anteriores se .nota una mayor incidencia en Ias primeras çn
cuanto a1 sacramento de Ia orden. Aqui se recomendaba una mayor t o r ~
mación de1 clero, 111 qiiç derivó en Ia necrsicia<i de crçar scmitiarios.
266 Portugal y las zslu.\ de1 Atlántico

Junto a esto, Ias constituciones y e1 propio concilio insisten en ia


vida reglada de1 clero, de modo que se evitaran escándalos. Para ello
se recomendaban ciertos preceptos en el modo de vestir y normas de
sociabilidad, previniéndolos de actividades indecorosas y de convivencia
y cohabitación con concubinas. Esto últinio tue también motivo de al-
gunos capítulos de Ias ordenanzas reales. Aun así, la vida desordenada
de algún clérigo continuó siendo manifiesta. por lo que en 1608 e1 papa
Pablo N ordeni, una mayor intervenúón de1 Santo Oficio ante 10s
corruptos. Una consecuencia de esta fue Ia prisión en 1618 de1 padre
Bento de Lira, vicario de São Vicente (Madeira).
En Ias visitas hechas por inquisidores de1 Tribunal de1 Santo Oficio
de Lisboa a Madeira y Azores aparecen otros miembros de Ia Iglesia
condenados por provocación, blasfemias. dcsobediencia, penersión y
critica de los doemas de1 catolicismo.
E1 combate contra el absentismo de1 clero fue otra preocupación:
el párroco y el cura pasaron a residir obligatoriamente en Ia sede de Ia
parroquia y a cumplir con sus deberes, que se establecerían en los
sínodos postridentinos: Funchal (1585, 1597). Pero para que esto se Ile-
vara a cabo era necesario garantizar al clero medios de subsistencia ade-
cuados y capaces de mantenerlo apartado de Ias tascas mundanas y su-
jeto a Ias parroquias.
Las múltiples recomendaciones en cuanto a1 rito religioso se reve-
laban en los diversos obispados a partir de1 Concilio de Trento. Desde
entonces quedó determinada Ia existencia de un único misal, breviario
y catecismo. Además definieron reglas sobre aspectos formales de Ias
misas, oficios, horas y procesiones. En cuanto a Ias últimas se estable-
cia, en e1 caso de Madeira, Ia obligatoriedad de1 Corpus Christi. Visi-
tación de Nuestra Seiiora, Lrtanías, Viernes Santo y Santiago Menor,
patrón de Ia ciudad; en Ias Azores sr mantenían Ias dos primeras y se
afiadia la de1 Ángel Custodio.
En cuanto a Ia estructura institucional se refiere, sobresalen 10s ofi-
ciales de justicia eclesiástica (promotor fiscal, notario, magistrado y can-
ciller) con sus respectivas competencias. El cargo fue encomendado al
magistrado, exigiendo en Ias Azores uno para cada isla, exceptuando
Terceira con dos, uno para cada capitania; en tanto en Madeira había
cuatro: uno para Arguim, otro para Porto Santo y los restantes para Ma-
deira, uno en cada capitania.
La supervivencia de1 clero dependia de los diezmos recaudados, de
10s beneficios y de la administración de los hienes que pertenecían a
Ia Iglesia y que, de un modo general, le hahían sido cedidos por dis-
posiciones testamentarias. En todas Ias constituciones existen normas
sobre esto.
La recaudación de los diezmos eclesiásticos estaba tutelada por las
instituciones reales. De acuerdo con 10s sinodos de Angra este derccho
de Ia Iglesia debía ser entendido com« una fnrma de retribuir a Dios
por haberles proporcionado estos productos. por lo que Ia sustracción
a1 fisco era «pecado muy grave y peligros«». F.n Ia dkcada de 10s oclien-
ta de1 siglo xvi el valor de Ias rentas recaudadas en Ias Azores era de
76.500 cruzados, siendo la mitad só10 de Ia isla de Sâo Miguel. Para
Ia misma fecha sc sabe también que el diezmn daba para pagar todos
10s gastos diarios de1 clero y de Ia cnnstr~1cci<1n de Ias (liversas parro-
quias.
La justicia eclesiástica era un tema importante en Ia vida de la dió-
cesis. Ésta ticne un lugar relevante en Ia vida del obispado y parroquias
de é1 dependientes. Para ello Ia Iglesia cre6 una estructura judicial, de-
finiendo la jurisdicci0n de1 magistrado eclesiástico, del obispo y de1
papa. E1 clero, o el visitador r n senricio. formaba parte de la estructura,
estando todos obligados a declarar los pecados públicos v a clamar por
ia justicia.
La Iglesia disponia de estructura judicial propia en cada obispado.
A pesar de quc tal jurisdicción abarcaba algunos sectores de Ia sociedad
laica, era en el clero donde se definia c«n rnayor rigor su intervención,
ya que Ia inmunidad eclesiástica no periniiía su presencia cn 10s tribu-
nales seculares.
No fue fácil delimitar c1 área jurisdiccional de Ia justicia a nivel se-
cular y religioso, pues numerosas normas instituidas por la Iglesia sc r e ~
piten en Ia articulacibn de Ias leyes 1, ordenanxas reales, con una jiiris-
dicción común. E1 código de Lus Sietr Purtidii.~, Lino dc los principales
fundamentos de Ias Ieyes peninsulares, define tmto en Ia pritnera partida
a1 dedicarla por entei-o a1 estado «eclesiistic<i>>. Allí quedaron selladas
numerosas reglas que despuks pasaron a Ias i~rdenanzasreales portu-
guesas y constituciones sinodales. En Ia reropilación de Ias leyes, hecha
en el reinado de don Afonso V, un capitulo dcl libro segundo cs sobrc
c1 «tratar de Ias Icyes. que fallan acerca de Ias iglesias, y monasterios y
268 I~oovtugaly las islas de[ Atluntico

clérigos sagrados, y religiosos» ", donde fueron incorporadas todas Ias


determinaciones acordadas entre Ia Santa Sede y [os monarcas anterio-
res.
Para todos 10s que incurrían en «pecados» graves, Ia pena más se-
vera que podia serles aplicada era la cxcomunión. La respectiva carta
era pasada por el obispo, habiendo. tio obstante, penas que sólo po-
drían ser irnpuestas por el papa, conforme: a lo establecido en Ia nota
final. La cxcomunió~ifue el arma niás poderosa dc Ia justicia eclesiás-
tica, siendo definida en Ias constituciones como «Ia mayot que hay en
Ia iglesia de Dios», privando a 10s i-eos «<le la participacion en 10s sa-
cramentos, de 10s auxilios de ella, y de la comunicación con 10s fieles
cristianosn ". De este modo Ia 1glt:sia coiifió cn Iris consecuencias de
estu para haccr cumplir las normas <ic coiiducta establrcidas y reprimir
a los refractarios.
La cxcomunión en si representiih;~siilo Ia exclusi<in de1 rco de Ia
convivencia con los cristianos en I;i Iglcsiii y dei accesu a los actos li-
túrgicos. I'ero en rcalidad sus consccuciicias sociales cran mucho más
funestas, pues conducian a una coaccion social violenta y era en eso en
lo que Ia Iglesia confiaba, divulgando púhlicamente Ia lista de los ex-
comulgados, por medio de edictos ;i I;i puerta de Ia iglesia. Las penas
más hlandas eran establecidas en dinero o en penitencias.
La aplicacihn d r los códigos civil y religioso y e1 castigo de los in-
fractores se hacia d r forma diferente. tn tanto Ia jurisdicción secular
estaba expresada en Ia actividad de los funcionarios reales (corregidor,
alcalde, juez foráiieo y ordinario) y de Ias instituciones entretanto crea-
das, en el dominio eclesiástico se divide cntre 10s funcionarios (rnagis-
tradi~y visitador) y tribunal de Santo Oficio. Estc fuc creado con un
ohjetivo cspccífico, pero ciespués si. atnplit su jurisdicción a otros do-
minios.

Los j u d i o y ld 1nqui.iición

1,a cvaluacióri niás importante clc. Ia religiosidad de los seglares y


de1 clero está sin diida en los testimonio.; registrados. prirnero en los

'' Ord<,riu<õeiI,lrpiii<irlib. 111. i i t s VII1I.Y.


" iirioi1ai.i do Bisi>odii i/<, i:!<iiihu.'.
(h,>,lriiii(,~~ h I I53
diversos libros de Ias visitaciones y después en 10s procesos ante e1 San-
to Oficio. Éste ejerció su actividad a travks de1 tribunal de Lisboa, a1
que pertenecia todo e1 espacio ultramarino.
La acción de1 tribunal en estos parajes no era permanente y se ha-
cía a través de visitadores enviados al lugar. En Madeira y cn Ias Azores
se realizaron tres visitas: en 1575 por Marcos Teixeira, en 1591 y 1592
por Jerónimo Teixeira Cabral y en 1618 por Francisco Cardoso Torneo.
En Cabo Verde y Sã« Tomé se estableció idéntica misión en 1591, 1618
y 1626, pero 10s visitadores nunca pisaron Ias islas, deteniéndose sólo
en Brasil o en Angola.
Es manifiesta una cierta connivencia de Ias autoridades con Ia pre-
sencia de Ia comunidad judaica, lo cual resulta de Ias fdcilidades iiiicia-
les a su establecimiento. Recordemos que e1 poblamiento de São Tomé
se hizo con ninos de origen hebreo. De este modo, e1 tribunal intervino
só10 en las primeras islas procesando a algunos judios, pero pocos, a
juzgar por la comunidad alli existente y por su permanencia. En el pri-
mer cuarto de1 sigla xvii, de Ia lista de judios censados, tenemos 58 en
Madeira y 61 en Ias Azores. Mientras tanto, en e1 iiitervalo de tiempo
entre Ias visitas, e1 tribunal se hacía representar por e1 obispo, clero, rec-
tores de1 Colegio de los Jesuitas, afamiliareho y comisarios de1 Santo
Oficio
En lns cuatro archipiélagos Ia presencia de Ia comunidad hebrea
era importante. Los judios, en su mayoria comerciantes, estaban liga-
dos, desde el inicio, a1 sistema de cambios en las islas, siendo ellos los
principales animadores de la relación y comercio a larga distancia: en
Madeira y Azores fue Ia via de Ia Europa dcl Norte, en tanto en Cabo
Verde y São Tomé la de América.
La creación de1 tribunal de1 Santo Oficio en Lisboa condujo a que
avanzasen en e1 Atlántico: primero en Ias islas y después en Brasil. Tal
diáspora se hizo de acucrdo con Ias tendencias de Ia econoniía atlánti-
ca, por lo que dejaban Lin rastro evidente en su red de negocios. E1 azú-
car fue sin duda uno de 10s principales móviles dc su actividad, tanto
en Ias islas como en Brasil.

" J. A. Salijador, 0i initãoi-nuuorr o comercio no a t l h t i c o ,nrndionoi São I'aulo,


1978: i d m . 01nio~niitarifo tráfico neyr<,iro. S á o 1';iulo. 1981
270 Portugal y 10s içlus ilel iltlántico

Además de eso, Ia relación de estos espacios con los puertos nór-


dicos condujo a una mayor permeabilidad a Ias ideas protestantes, lo
que generó numerosos cuidados por parte de1 clero y de1 Santo Oficio.
La incidencia de1 comercio de Ias Azores y de Madeira en e1 azúcar,
hierba pastel y vino condujo al establecimiento de contactos asiduos
con 10s puertos de Flandes e Inglaterra, que no era bien visto por e1
tribunal. Esta debr haber favorecido la presencia de una importante co-
munidad en los dos archipiélagos, lo que vino a aumentar las preocu-
paciones de los inquisidores. Sin embargo, Ia intervención de1 tribunal
fue reducida, pues sólo se conoce Ia prisicin de algunos anglicanos de
Ias Azores en Ias visitas de 1575 y 1618.
En Madeira Ia presencia de Ia comunidad británica era considera-
ble, pero se mantuvo ilesa. E1 obispo de Funchal, fray Lourenço de Tá-
vora, en e1 sinodo realizado e1 15 de iunio de 1615 Ilamó la atención
por Ia presencia de extranjeros «de partes contaminadas en Ia fe», ape-
lando por la necesidad de cumplirse lo establecido en 1608 por el pre-
lado anterior, que determinaba «que los tales extranjeros cismáticos y
herejes no pueden tratar ni disputar con Ia gente de Ia tierra sobre la
fe, ni hacer cosa que diese escándalo~.Esto deriva ciertamente de Ia
asidua frecuencia de mercaderes ingleses a Ia ciudad de Funchal, que
asumían una posición dominante en 10s cambios externos.
Analizadas Ias denuncias y confesiones de madeirenses y azorianos
ante 10s inquisidores se deduce una ineficaz intervención de1 clero en
Ia ensenanza de Ia doctrina a 10s seglares; Ia mayoria de 10s reos son
el resultado de Ia ignorancia de los cánones católicos. La misma idea
se nos transmite a través de Ias visitas parroquiales a Madeira y Azores,
disponibles y ya divulgadas. De este modo se puede afirmar que Ias
orientaciones tridentinas tardaron en Ilegar a Ias idas y que Ia inercia
1, el bajo nivel cultural de1 clero insular serían los principales responsa-
bles de esta situaciún.
En 1648 "' João N amonestaba ai clero azoriano, apuntando e1 es-
cándalo que provocaban sus pecados públicos:

en estas islas, según algunas veccs fui informado, sç vçn c<in tanto
rxceso y pi>c<itçmor dr Dios c<imrtirndo 10s pecados públicamentc
qiie se podría en ellas temer qiic vinicse sobrç sus habitantes e1 gran

'* F . IZrrrriraDrummond, Apontamrntoi L,,uogrifi<oi, Politicor Cloii e E c ~ e l i Ú ~ t t c o ~


yiira a lli.~tdri/idoi n o a i Ilhar dor A~on,s.Angra ilo I lcroísmo. 1990, [>I>. 196~197.
272 Portugal y /as isla.7 de1 iltlántico

sición destacada en e1 panorama nacional. En Ias Azores tuvimos a Gas-


par Frutuoso, fray Diogo das Chagas, fray Agostinho de Monte Alverne
y a1 padre Antonio Cordeiro, que inauguraron una generación de lite-
ratos e historiadores. En Madeira fueron el padre Manuel Alvares
(1526-15831, Leão Henriques, fray Rçmigio dç Assunpgão, Sebastião
de Moraes, Jerónimo Dias Leite y Martim y Luis Gonçalves da Câmara.
Pero aqui, a1 contrario de las Azores, su formación y estudio se bifurcan
en varias ramas y actividades. E1 padre Manucl Alvares, natural de Ri-
beira Brava, fue célebre por Ia Gramática Latina, que tuvo numerosas
ediciones y sirvió durante más de doscientos anos de manual para Ia
ensenanza de1 latín.
Junto a esto, Ia Madeira de 10s siglos AT y m vivió una verdadera
animación cultural generada en 10s ambientes de palacio, copiados de
Ia corte por 10s capitanes de Machico y Funchal. El testirnonio de esto
está en e1 Cancionrro de García de Resente, recopilado en 1516. Nótese
que dos de ellos fueron capitanes: João Gon~alvesda Câmara, e1 Porrin-
ha, segundo capitán de Funchal y Tristão Teixeira, más conocido como
el Tristão de Ias Damas, segundo capitán de Machico.
A esta pléyadc de poetas hay quc anadir Ia figura de Baltasar Dias,
conocido como e1 «poeta ciego de Madeira», célebre por sus asuntos
teatrales de tono hizantino. Hecho singular es e1 de una de sus piezas,
Ia Tragedza de1 marquis de Mantua, que fue representada en São Tomé
y alli perduró hasta el presente, bajo el título de Tchiloli. Ésta es con-
siderada una de Ias manifestaciones culrurales que acompafió Ia expan-
sión de Ia cana de azúcar.

Otra de las vertientes que marcó Ia intervenci6n de la Iglesia en


Ias islas fue Ia prestación de servicios de asistencia a 10s cristianos y cau-
tivos. Para ello existia un conjunto variado de instituciones que fueron
creadas de acuerdo con las necesidades de los diversos núcleos pobla-
cionales. Las ciudades portuarias fueron provistas de hospitales, que da-
han el necesario apoyo a 10s marineros y demás personas de1 pasaje.
Además, 10s problemas con e1 hamhre. mendicidad y Ia peste Ilevaron
las instituczones insular<r 273

a Ia creación de numerosas instituciones de beneficencia, por iniciativa


de particulares, que después pasaron al control de Ia Iglesia.
En Madeira tuvimos, al principio, Ias mrrcerias, siendo Ia de Fun-
chal fundada por Constanp Rodríguez, rnujei- de João Gonçalves Zar-
co, en 1484. Treinta anos despues su marido aparece hacicndo dona-
ción d e un terreno, junto a Ia capilla d e São Paulo, para construir un
hospital, lo que sólo se realizó en 1469. En fecha anterior a 1477 se
había levantado otro en Ia Rua de Boa Viagem. Entretanto, en 1498
se creó en Lisboa un hospital rnayor que vino a congregar a todos 10s
menores allí existentes. El mismo espíritu fue seguido por todas Ias vi-
Ilas de1 reino, por autorización papal de1 23 de octubre de 1501. De
acuerdo con Ias ordenanzas reales era tarra de Ios obispos sir superin-
tendencia.
Es en este contexto cuando apareccn idénticas instituciones en Ias
islas. En Madeira tuvimos, primero, en Funchal (1507) y, después, en
Machico, Calheta, Santa Cruz y Porto Santo c1 hospital de Ia Miseri-
cordia ". En Ias Azores aparece en Ias principales ciudades (Ponta Del-
gada y Angra) y villas. Hecho singular acontece en Terceira y en Sào
Miguel, donde tuvimos Ia referida cofradía en Ias localidades de Vila
Nova y Maia. Aqui, a ejemplo de 10 sucedido en Santa Criiz en Ma-
deira, la presencia de importantes familias y ;implios legados permitie-
ron su creacibn.

:"Arquivo FIrridrico da Madeira, vol. xiv, Funchal, 1964-1966, aruciiios de Jose P r ~


reira da Costa, Maria Clara de Sá Cruz y Eduardo (:. Nuncs Pereira.
CONCLUSION

De Ias islas, de sus habitantes y forasteros dejamos aqui algunos


indicios de Ia vida cotidiana, registrados a través de1 rastro dejado en
la documentación dispnnible. De este pasado. hecho de duros trabajos,
se sabe de Ia existencia de una identidad propia, a pesar de Ia excesiva
vinculación a Europa o a1 litoral africano.
Esta visión de1 mundo insular tuvo su primera expresiSn en Ma-
deira y, después, avanzó con e1 proceso expansionista a lo largo de1 océa-
no, donde 10s portugueses encontraron nuevas islas. Por eso Madeira
fue cl punto de partida y en ciertas ocasiones e1 único testimonio de
tal fulgurante proceso histórico, merced a Ias innumerables lagunas do-
cumentales que persisten en los demás archipiélagos. Por utro lado, Ia
comprensión de este fenómeno n o seria posihle sin Ia inevitable refe-
rencia y examen profundo de Ia situación madeirense. Fuc esto 10 que
L -
Ilevamos a cabo en Ias ~ á g i n a santeriores.
La comparación de1 devenir histórico cn 10s archipiélagos en cues-
tión nos Ilevó a Ia conclusión de que había una unidad de 10s archipié-
lagos, constituida en Ia diversidad de los espacios. Las soluciones para
los problemas aparecen en cadena y tienrn como referencia 10s casos
anteriores. De cste modo, el conocimiento de1 pasado histórico de Ias
islas debe trascender e1 espacio de Ia isla o archipiélago y encuadrarse
en e1 mundo insular, en particular, y en c1 Atlántico, en gcneral.
En Ias páginas anteriores procuramos Ilevar a1 lector por esa via,
definiendo un periplo insular donde fuese posible reencontrar a los
aventureros y marineros que revelaron a Occidente estos parajes para-
disíacos o infernales. y dar testimonio d r los primeros pasos de Ia so-
Portugal y Ias islas de1 Atlántico

ciedad, economia e instituciones insulares. De esta última característica


emergen 10s aspectos comunes y divergentes que definen Ia función de
cada archipiélago o isla. No hubo unidad en este caso, pero un hilo con-
ductor definió para 10s tres archipiélagos una aproximación de1 devenir
histórico. En todos fue evidente Ia dependencia de 10s espacios conti-
nentales europeo, africano y americano. Por otro lado, Ia mayor o me-
nor proximidad a ellos difinió Ia dimensión de dependencia, siendo
pmeba de ello Ias islas de 10s archipiélagos de Cabo Verde y Sáo Tomé
en relación a1 continente africano.
Hay que anadir también que Ias similitudes y conexiones son de-
finidas por la posición geográfica de 10s archipiélagos. De este modo,
éstas son más evidentes entre Madeira y Ias Azores, y entre Cabo Verde
y São Tomé, que entre 10s dos grupos. Ante esto, que refleja a veces
una evolución divergente de1 proceso histórico, Ias aproximaciones po-
drán ser enganosas y causantes de errores. Fue contra esto contra 10
que luchamos, estableciendo un análisis cauteloso en cuanto a Ia forma
y contenido. Y esperamos que el lector haya sido guiado por esta via
de conocimiento de esta unidad construida en Ia diversidad.
CRONOLOGIA

Primer viaje de circuniiavegación de1 continente


africano, a partir de Oriente, por orden de1 faraón
egipcio Neco.
Periplo de Hanáo n lo largo de Ia costa occidental
africana.
Viaje a Ias Canarias de 1.aniarote Malocello, al ser-
vicio de1 rey de Portugal.
Contrato entre Manuel Pessanha y e1 rey de Por-
tugal para Ia organización de Ia Armada Portu-
guesa.
Viaje de Agostinho de1 Tegghia de Corbizzi y Ni-
coloso de Recco a Ias Canarias, al servicio de don
Afonso N.
Concesión papal de1 setiorío de Ias islas Afortuna-
das (Canarias) a don Luis de Ia Cerda.
Primer viaje de Maciot de Betencourt a la isla de
Lanzarote.
Creación de1 obispado de Rubicão (Lanzarote)
transferido en 1438 a I.as Palmas.
Reconocimiento de Ias islas de Madeira y Porto San-
to, seguido de Ia ocupación en el afio siguiente.
Expedición de don Feriiando de Castro a Ias Ca-
narias; se siguieron otras hasta 1440.
Descubrimiento de Ias islas de Ias Azores excepto
Flores y Corvo, por Diogo de Silves, de acuerdo
con Ia carta Valsequa (14391.
Portugal y las içlus di.1 Atlántico

Donación real de1 derecho de patronato de las islas


de Madeira a Ia Ordeti de Cristo.
Carta de don Afonso V, eximiendo de diezmo a Ias
islas de Ias Azores, confirmada rn 1447.
Donación de Ias islas cle Madeira Porto Santo a1
infante don Henrique.
Concesión de los benefícios fiscales a los poblado-
res de Madeira en 10s contactos con el puehlo como
forma de promover su poblarniento.
Licencia a1 infante don Henrique para poblar Ias sie-
tc idas de Ias Azores; repetida e1 10 de marzo de
1439.
Donación de Ia capitania de Machico a Tristão Vaz.
Carta de Ia exención de1 diezmo por cinco anos en
el comercio con el reino a partir de Ias Azores.
Descubrimiento de Ias islas de Arguim por Nuno
Tristão, G o n ~ a l ode Sintra y Cadamosto.
Donación de Ia capitania de Porto Santo a Barto-
lomeu Perestrelo.
Carta de exención de1 diezmo a los habitantes de
Ia isla de São Migiicl.
Donación de Ia capitania de Ia isla Terceira a Jaco-
me de Br~iges.
Donación de Ia isla de Corvo a don Afonso, duque
de Bragan~a.
Carta de don Afonso V danando a Ia Otden de
Cristo Ia administraci<in espiritual y jurisdicción
dc Ias tierras conquistadas y por conquistar.
Bula Rornunus Pontzfix, legitimando Ia posesión ex-
clusiva a Portugal dc Ias tierras más allá de1 Bojador.
Confirmación real dc compra de Ia capitania de Por-
to Santo por Pedro Correia da Cunlia.
( 2 y 18 de septiemhre v 3 de diciemhre)
Donación de Ias islas <le los archipiélagos de Ma-
dcira, Azorcs y Cabo Verde al infante don Fer-
nando.
Carta real que declara a Antonio da Noli descubi-
dor de Ias idas de Santiago, Boavista, Maio, Sal y
Fogo, que habría ocurrido en fecha anterior a1 18
de noviembre de 1460.
Carta mencionando a Diogo Afonso como descu-
bridor de Ias islas de Brava, São Vicentç, São Ni-
colau.
Inicio de Ia colonización de Santiago.
Cana de concesión de ~rivilegioa los vecinos de
Cabo Verde de comercio de los Rios de Guinea.
Carta de Ias capitanias dc Ia isla de Faial y de Pico
a José Dutra.
Contrato de explotación dç Ia orchiia de Cabo Ver-
de, celebrado con João y Mendo de Lugo.
Descubrimiento de Ias islas de1 golfo de Guinea:
São Tomé, Santo Atltonii) de Príncipe, Annobón y
Fernando Póo.
Donación a Rui Gonçalvcs da Câmara de Ias idas
que descubriera.
Donación y confirmacioncs de Ia capitania de Ia isla
de São Miguel a Rui Gonçalves de Câmara y de su
compra a João Soares dc Albergaria y Sousa, con-
firmada por Ia corona en 1483.
Donación de Ia capitania de Angra a João Vaz Cor-
te Real.
Donación de Ia capitania de Santa Maria a João
Soares de Sousa.
Creación de Ias aduanas en Ias capitanias de Fun-
chal, Machico y Porto Santo.
Firma de1 tratado entre Portugal y Castilla, en e1
que se establece Ia forma de división de1 mar cos-
tero de1 continente africano. confirmado e1 6 de
rnarzo de 1480 en Toledo y por e1 papa Sixto IV
c1 21 de junio de 1481.
Creación de1 primer oratorio de 10s franciscanos en
l'raia (Terceira).
Carta de donación de Ia isla de Sáo Jorge a João
Vaz Corte Real.
282 Portugal y las islalas did ;Itlánticu

Donación de Ia capitania de la isla de São Tomé a


Joáo de Paira, limitada el 1 de enero de1 ano si-
guiente sólo a la mitad.
Carta de1 fuero de la isla de São Tomé.
Confirmación de1 contrato entre Fernão Dulmo y
Joáo Afonso de Estreito sobre el descuhrimiento de
Ia isla de Ias Sete Cidades (Siete Ciudades).
Cana de donación de Ias islas Terceira y Graciosa
a1 duque de Beja.
Inicio de Ias obras dc Ia catedral de Funchal, con-
cluidas en 1508.
Firma de1 Tratado de Tordesiüas.
Donación de Ia alcaldki dt. Angra y Sáo Jorge a Joáo
Vaz Corte Real.
Inicio de Ia colonización de São Tomé por Alvaro
Caminha.
Creación para Santiago de1 cargo de administrador
y receptor de los bienes de los difuntos.
Creación de1 hospital de Santiago.
Donación de Ia capitania de Ribeira Grande (San-
tiago) a dona Branca Aguiar.
Creación de almojarifazgo de la aduana y de 10s de-
partamentos en Madeira.
Confirmación real de Ia posesión dc Ia capitania de
São Tomé por A l ~ a r oCaminha.
Carta real concediendo a Fernao de Melo Ia juris-
dicción civil y criminal hasta pena de muerte sobre
los esclavos de São Tomé.
Inicio de Ia colonizaci6n de Ia isla de Príncipe.
Donación a Gaspar Cone Real de cualquicr tierra
o isla firme que dcscubricra o Iiallara.
Descubrimiento de Ia isla de Trinidad por João de
Nova.
Creación de Ia villa dc Ponta do Sol (Madeira).
Asalto holandés a Ia isla de São Tomk.
Descubrimiento de Ia isla de Santa I Ielena por João
de Nova.
Creación de Ia vila de Calheta (Madeira).
Creación de la villa de las Velas (São Jorge).
Fundación de1 hospital de Sáo Tomé.
E1 papa Julio I1 rectifica e1 Tratado de Tordesillas.
Descubrimiento de Ia isla de Tristão de Cunha por
e1 navegante que le dio nombre.
Confirmación de1 senorío de Terra Nova a Vasco
Anes Corte Real.
Creación de Ia viüa de Ribeira Grande (Sio Mi-
guel).
Donación de la capitania de la isla Graciosa a don
Fernando Cotinho.
Elevación de Funchal a Ia categoria de ciudad.
Creación de Ia villa de1 Topo (Sáo Jorge).
Bula de creación de1 obispado de Funchal.
Creación de Ia vilia de1 Nordeste (Sáo Miguel).
Creación de la villa de Santa Cmz.
Fuero del almojarifazgo de Funchal.
Creación de Ia viila de Agua de Pau (São Miguel).
Estatuto para las naos de Ia India en Ias Azores.
Carta Real, estableciendo Ia jurisdicción de 10s ca-
pitanes de Madeira y Caho Verde.
Terremoto en São Miguel, que sepultó Vila Franca
do Campo.
Nombramiento de gohemador para São Tomé.
Creación de Ia villa de Lagoa (Sáo Miguel).
Sublevación de los esclavos en Vila Franca do Cam-
po.
Fuero para la isla de São Tomé.
Creación de Ia ciudad de São Tomé.
Primera referencia a1 cargo de proveedor de Ias ar-
madas en la isla de Terceira, ejercido por Pero Anes
do Canto.
Elevación de la diócesis de Funchal a arzobispado
y primado, situación que se mantuvo hasta 1551,
en que pasó a sufragánea de Ia dç Lisboa.
284 Portugal y las islas de/ tlántico

1553ljunio13 Creación de la vdia de Calheta (São Jorge)


Nombramiento de1 primer corregidor para Cabo
Verde-Bach. Estevão de Lagos.
Creación de la ciudad de Angra (Terceira).
Inicio de Ia colonización de la isla Brava.
Creación de Via do Praia (Graciosa).
Elevación de Ponte Delgado (São Miguel) a ia ca-
tegoria de ciudad.
Sublevación de los esclavos negros de Ia isla de São
Tomé.
Inicio de la colonización de Santo Antão.
Licencia a los habitantes de Madeira para conseguir
esclavos en 10s Rios de Guinea.
Asalto de corsarios franceses a Ia isla de São Tomé.
Revuelta de 10s angolenos en São Tomé.
Primer capitán general de la isla de Cabo Verde.
Nombramiento de1 primer gobernador de la isla de
Terceira, Juan de Urhina.
Nombramiento de1 general y superintendente de los
asuntos de Ia guerra cn Madeira.
Asalto a Ia isla dc Santiago por Francis Drake.
Sublevación de los negros de Sáo Tomé capitanea-
dos por Amador.
Asalto holandes a Ia isla de São Tomé.
Creación de Ia diócesis de Sáo Salvador de1 Congo.
Ataque holandés a Ia isla de Santiago.
Ataque holandés a Ia isla de São Tomé.
Nueva estructura giibcrnativa de Ias islas con la apa-
rición de1 cargo de capitán y gobernador.
Creación de1 consulado francés en Angra (Terceira).
Saqueo de 10s corsarios argelinos a Ias islas de San-
ta María y Porto Santo.
Plaga de1 bicho de Ia cana en los canaverales de
São Tomé.
Asalto holandés a Ia isla de São Tomé.
Nombramiento de1 conde de Salvaterra como go-
bernador de1 castillo de Angra.
Ocupación holandesa de Ia isla de Sáo Tomé, ex-
pulsados en 1658.
Crcación de Ia Companía General de1 comercio para
e1 Brasil.
Concesión de1 derccho a los madeirenses y azoria-
nos para enviar a Brasil todos 10s anos, respectiva-
mente, uno y tres barcos; situación que se mantuvo
hasta su liheración en 1670.
Creación de Ia Companía de la Costa de Guinea.
Creación de la Companía de Cacheu, Kios y Co-
mercio de Guinra.
Compaíiía de1 Estancci de Maranháo y Para.
(:ompafiía de1 Cacheu v (:ab« Verde.
BIOGRAFIAS

Câmara, Rui Gonçalves da (.../1497). Hijo de Joâo Gonçalves Zarco y


Constança Rodrigues. Fue e1 primero nacido en Ia isla y el segundo
en Ia sucesión de Ia casa, lo que le retiró Ia posibilidad de alcanzar
Ia posesión de Ia capitania de Funchal, apareciendo sólo como be-
neficiario de las tierras por cultivar que su padre le donó en la Lom-
bada de Ponta d o Sol. Se caso en madeira con dona Maria Beten-
court, hija de Maciot de Betencourt, sobrino de1 conquistador de
Ias islas de Lanzarote y Fuerteventura.
Después de demostrar su valentia de caballero en Ia campanas de
Arzila y Tánger, emprendió Ia búsqueda de una tierra donde pu-
diese ser también capitán. Solicitó de la corona una carta de anti-
cipación de posesión para Ias islas que pensaba descubrir a occi-
dente dc Ias Azores, concedida por don Afonso V el 21 de junio
de 1473. Después fue al encuentro de otra forma más fácil de con-
seguirlo, por medio de Ia compra a João Soares de Albergaria y Sou-
sa de1 derecho de posesión de Ia capitania de Ia isla de Sao Miguel.
Esta compra por valor de 2.000 reales y 4.000 arrobas de aiúcar
fue confirmada por el seriorio y por Ia corona, respectivamente, el
10 de marzo y 20 de mayo de 1474. Para cubrir esc gasto Rui
Gonçalves da Câmara arrendó en 1473 siis tierras de Ia Lombada
de Ponta do Sol a João Esmeralda.
Seria en el verano de 1474 cuando é1 mismo tomó posesión efec-
tiva de su capitania al fijar morada eii Vila Franca d o Campo; le
acompafiaron su mujer, sus hijos naturales y <<muchoshonrados
hombresy, según dice Gaspar Frutuoso, que le ayudaron a Ilevar a
cabo e1 desafio laniado por Ia infanta dv «hacer poblar ... y regir
288 Portugal y las islar de1 Atlántico

con justicia». Es precisamente en ese momento cuando Ia isla ad-


quiere el incremento económico necesario, merced a Ia interven-
ción de medios, técnicas, productos y mano de obra madeirenses;
a su muerte a finales de noviembre de 1497 la isla tenia ya alguna
importancia económica y su misión quedaba cumplida.
Caminha, Alvaro (.../1499). Caballero de Ia Casa Real, natural de Faro,
recibió e1 29 de julio de 1493 Ia posesión de Ia capitania de Ia isla
de São Tomé, como recompensa por sus servicios cen 10s asuntos
de1 mar y de tierra, en Guinea y en Ias partes de África, entre 10s
infieles)). Pero a esta donación estaba ligado un compromiso asu-
mido ante Ia corona para vivir alli con continuidad, de modo que
se pudiese dar inicio a la ocupación efectiva de esta isla. Además
de eso, se establecieron algunas regalias a1 capitán y acompafiantes
para favorecer e1 asentamiento. Él recibió Ia alcaldía mayor de Ia
isla (20 de noviembre de 14931, el usufructo hereditario de Ia ca-
pitania y una jurisdicción más amplia en el campo de lo civil y cri-
minal, en tanto a 10s pobladores les fueron concedidas numerosas
regalias en el comercio de Ias islas y áreas costeras vecinas.
Alvaro Caminha fue e1 que dio inicio a Ia ocupación efectiva de1
suelo de São 'i'omé, sinriéndose para ello de 2.000 chicos judios,
recién bautizados, que le acompafiaron en 1493. El comercio de1
azúcar y de 10s esclavos africanos hicieron de Ia isla un importante
almacén de1 comercio de1 golfo de Guinea, y de su capitán un im-
portante y rico sefior. E1 testamento redactado en 1499 es testi-
monio de esto, a través de 10s numerosos y valiosos legados que
establecía. Allí se cita también su activo comercio con e1 reino, don-
de se mantenia, en Lisboa, a Alvaro Pires como administrador.
Canto, Pero Anes d o (14731155). Hijo de João Anes do Canto y de
dofia Francisca da Silva, nació en el afio 1473 en Guimarães. A
finales de esa centuria fijó morada en Ia isla Terceira, donde se con-
virtió en uno de 10s más importantes propietarios; Ias tierras Ias ad-
quirió por dote de casamiento, título de compra o de tierra por cul-
tivar, en tanto los titulos nobiliarios (28 de enero de 1539, Cabdero
de Ia Orden de Cristo) derivaron de su destreza como Caballero
en sus campafias de Arzila (1509) y Azamor (1515). Además, en
1531 fue nombrado para el cargo de proveedor de Ias armadas en
Ia isla, teniendo como función apoyar, defender y reabastecer Ias
naos de1 camino de Ias Indias que surcaban los mares azorianos.
A su muerte, e1 18 de agosto de 1556, dejaba a sus descendientes
un vasto patrimonio, repartido en tres mayorazgos y un cargo de
proveedor de las armadas, todo para su hijo varón.
Dutra, Jos (.../1495). Flamenco que vino a Portugal en 10s tiempos de
don João 11. Habiendo sido mozo de Ia Casa Real, se casó con Bea-
triz de Macedo, dama de1 Paço, hija de Fernáo de Macedo de Evo-
ra. En 1466 recibió e1 encargo de poblar la isla de Faial, confir-
mada por cana de1 5 de marzo de 1491 Ia capitania de ésta y la
de Pico. En e1 viaje de ocupación se hizo acompanar de compa-
triotas suyos, residentes en Lisboa, 10 que, a1 entender de Gaspar
Frutuoso, fue a buscar a Flandes. Fue de la iniciativa de ese primer
grupo de pobladores de donde se procedió a1 arranque definitivo
de colonización y valorización económica de Ias islas de1 grupo cen-
tral, siendo e1 cultivo de Ia hierba pastel e1 principal incentivo.
Frutuoso, Gaspar (152211591). Poco se sabe sobre Ia vida de este ilus-
tre literato azoriano, e1 primer y principal realizador de la historia
de las islas atlánticas, hasta su partida en 1548 hacia Salamanca.
Se dice que fue hijo de Frutuoso Dias, importante mercader de
Ponta Delgada, y que habria nacido en 1522. Después de 10s es-
tudios en Salamanca (1548-1558), Coimbra y, tal vez Evora, se es-
tableció en São Miguel, donde fue desde 1565 párroco (20 de
mayo) y predicador (19 de junio) de Ia iglesia parroquial de Ribeira
Grande. Allí vivi6 10s últimos anos de si1 vida, dedicado a la in-
vestigación y escritura de Ias Saudades da Terra (Nostalgias de la
Tierra).
Fue precisamente entre 1583 y 1590 cuando escribió 10s seis libros
de su monumental obra, en que aborda todos 10s aspectos de las
islas atlánticas (Azores, Cabo Verde, Canarias y Madeira). La do-
cumentación de su parroquia testimonia numerosas veces su
ausencia en este período de tiempo, ciertamente provocada por Ia
necesidad de conocer 10s lugares que describe en la obra.
En un breve análisis de esta monumental historia de Ias islas
atlánticas hasta el siglo xv se concluye que e1 tratamiento no es
idéntico, ya que depende de Ia posibilidad de acceso a esas infor-
maciones por e1 autor. Si en e1 caso de Madeira esta laguna fue
cubierta con Ia petición expresa ai canónico Jerónimo Dias Leite
de Ia necesacia recopilación de 10s hechos, en cuanto a Ias demás is-
las e1 autor debe haberse basado en tçstirnonios orales o escritos que
290 Portugal y las zslas de1 Atlántico

se nos escapan. Además de eso, es de destacar su tratamiento des-


proporcionado de esta realidad. Así, Ia isla de São Miguel merece
un análisis exhaustivo, en tanto Ias demás islas son descritas muy
resumidamente. En e1 caso de Ias Canarias Ia incidencia preferente
en Ia isla de La Palma, Ia única en Ia que e1 autor describe su geo-
grafia costera e interior, debe de resultar de una visita o de un tes-
tirnonio detallado de algún mercader azoriano que allí estuvo.
Machim, Robert. Aventurero inglés que había huido en 1344 de1 puerto
de Bristol con su amada, Ana d'Arfet, naufragando en una pequena
ensenada de Madeira, a Ia que le dio el nombre, Machico. Es de
esta forma como Francisco Alcoforado, Valentim Fernandes, Da-
mião de Gois y Gaspar Frutuoso inician e1 relato de1 descubrimien-
to de1 archipiélago madeirense. Pero Ia tradición historiográfica más
reciente, a partir de1 texto de Alvaro Rodrigues de Azevedo (18731,
pone en entredicho Ia veracidad de1 relato, fundamentándose casi
exclusivamente en Ia versión romanceada de don Francisco Manuel
de Melo (1660). Pero documentos recientes testifican Ia existencia
de este apelido desde el siglo xrv, en tanto un documento en 1406
refiere la expulsión de Inglaterra de un Machim y un Matchico;
esta situación presenta afinidades con el texto presentado por Va-
lentirn Fernandes. Leyenda o verdad, 10 cierto es que este enigmá-
tico aventurero quedó en 10s anales de la historia madeirense para
confirmar e1 conocimiento de Ia isla en fecha anterior a Ia presen-
cia portuguesa en e1 siglo xv.
Moniz, dofia Filipa de (...11485). Hija de Bartolomeu Perestrelo, capi-
tán de1 donatario de Ia isla de Porto Santo y de Isabel Moniz. Se
casó en 1479 ( ? ) en Lisboa con Cristóbal Colón y después fue a
vivir a Porto Santo y Madeira. No existe consenso en cuanto al lu-
gar de nacimiento de Diego, primer y único hijo de este enlace:
unos dicen que nació en Lisboa, otros, en Porto Santo. Sólo se
sabe que tras Ia boda vinieron a vivir a Madeira, estando en 1485
de vuelta en Lisboa, donde ella falleció. La vinculación colombina
a1 archipiélago madeirense fue importante para la concreción de1
proyecto de viaje de 1492, pues definió el plano de1 viaje gracias
a su contacto con Madeira en busca de una ruta hacia occidente.
Noli, Antonio da (.../1496). Navegante italiano, natural de Noli (Ligu-
ria). Es considerado el descubridor de cinco islas de1 archipiélago
de Cabo Verde (Santiago, Fogo, Sal, Boavista y Maio). En 1462
recibió de las manos de1 infante don Fernando Ia posesión de la
capitania de Ia isla de Santiago, afio en que comenzó su ocupación,
acompanado d e su hermano Bartolomeu y su sobrino Raffaele. En
1472, por razones que desconocemos, e1 senorío le retiró e1 usu-
fructo de Ia mitad de Ia isla, 10 que le Ilevó en 1476 a tomar par-
tido por 10s castellanos que invadieron la isla. Después volvió a
reconocer Ia soberania portuguesa sin que la jurisdicción total le
fuese concedida; a1 morir sin hijo varón, esta parte que le quedaba
fue donada, extraordinariamente, a su hija, dona Branca de Aguiar.
Paiva, João da. Hidalgo de la Casa Real, vecino de Obidos, recibió e1
24 d e septiembre de 1485 la posesión de la capitania de Ia isla de
São Tomé. Sin embargo, nunca se desplazó a la isla, dejando e1 en-
cargo de poblarla a Joáo Pereira, que Ilegó en 1486. Por carta real
de1 11 de enero de 1486 Ia capitania quedó reducida só10 a Ia mi-
tad de Ia isla, siendo e1 11 de marzo confirmada su posesión por
su hija, dofia Mecia de Paiva. Pero ésta acabó por entero, en 1490,
en manos de João Pereira, en calidad de primer colonizador.
Perestrelo, Bartolomeu (14002-1457114583. Este hidalgo, caballero de
Ia casa de1 infante don Henrique y e1 primer colonizador de Porto
Santo era de ascendencia italiana. Fue compatiero de João Gonçal-
ves Zarco y Tristáo Vaz en e1 viaje de reconocimiento y ocupación
de Ias islas de1 archipiélago de Madeira, quedando con e1 encargo
de poblar Ia de Porto Santo, de Ia que recibió posesión de Ia ca-
pitania e1 l de noviembre de 1446. Esta situación es justificada por
e1 infante «por ser é1 e1 primero que por su mandato dicha isla po-
bló, y por otros muchos servicios que me hizon.
Se casa tres veces, pero só10 de1 último enlace con Isabel de Moniz
nació e1 hijo varón que habia de suceder10 en Ia posesión de Ia ca-
pitania. Además de éste, nació también Filipa de Moniz, que se
casó con Cristóbal Colón. De1 segundo enlace una de Ias hijas, Iseu
Perestrelo, se casó con Pedro Correia, capitán de Ia isla Graciosa,
quien también compró a Isabel de Moniz e1 derecho de posesión
de Ia capitania de Porto Santo y fue confirmado por e1 infante e1
17 de mayo de 1458, pero ante Ia mayoria de edad de1 heredero
esta venta fue considerada nula por Ia corona.
Teive, Diogo de. Las genealogias madeirenses nos hablan de dos: tio y
sobrino. E1 primero estuvo entre 10s primeros pobladores de Ma-
deira, siendo escudero de la casa de1 infante. Fue é1 quien e1 5 de
292 Portugal y las islas de1 Atlántico

diciembre de 1452 recibió de Ias manos de1 infante un edicto en


que le era concedida autorización para construir un ingenio de agua
para Ia fabricación de azúcar, en vez de 10s depósitos. En mayo de
1454 se encontraba ya en Funchal en compafiía de su mujer, Ma-
rina Gonçalves, siendo mencionado como propietario de casas y de
una sierra de agua. También participó activamente en la vida local,
como «hombre justo» de1 consejo, habiendo sido elegido para di-
versos mandatos.
Bartolomé de Las Casas 10 define como el emprendedor, conjun-
tamente con Pedro Velasco, de un viaje hacia occidente, que se ha-
bría realizado en 1452. Fue a1 regreso de1 viaje cuando é1 mismo
descubrió Ias islas citadas (Flores y Como), tal como 10 confirma
Ia carta de donación en 1453 de Ia isla de Corvo a1 duque de Bra-
ganza. También otra carta de 1474 refiere su encuentro con Diogo
Teive y su hijo João de Teive en momentos muy próximos a esta
fecha. Además, Ia documentación de Terceira confirma su presen-
cia a principios de la década de los cincuenta como cumpafiero de
Jácome de Bruges. Fue ciertamente en esta época cuando realizó
e1 viaje a occidente.
Van der Haghen, Guilherme (...11500). Fue uno de 10s que acompafia-
ron a Jos Dutra en 1470 en Ia colonización de Faial. Natural de
Bruges, se encontraba en Lisboa con su esposa, dofia Margarida de
Azambuja, cuando tuvo lugar e1 viaje de colonización de Faila. De
Flandes trajo consigo a todos 10s criados y familiares, instalándose
primero en Faial, después en São Jorge y Terceira y, finalmente,
en Flores. A é1 se debe la promoción de1 cultivo de Ia hierba pastel
en Ias islas, habiendo traído de Flandes Ias plantas y 10s agentes
técnicos habilitados para su fabricación.
Vaz, Tristão. Primero escudero, después caballero de Ia casa de1 infan-
te. Fueron sus hazarias en e1 norte de Africa Ias que le valieron ese
último titulo y e1 simple nombre de Tristão o Tristão de la isla. Por
iniciativa propia armo una carabela para el reconocimiento y po-
blación de Madeira, recibiendo después en recompensa Ia posesión
de la capitania de Ia mitad de Ia isla, conocida como Machico, por
carta de1 4 de mayo de 1440.
Se casó en el reino de dona Branca Teixeira, de lo que resultaron
cuatro hijos y ocho hijas: e1 primogénito, Tristão Teixeira fue co-
nocido por su arte de galantear a las clamas, lo que le valió el apo-
do de Tristão de las Damas.
de João Gonçalves Zarco, reproducción de una pintura existente
palacio de San Lorenzo en Funchal.
294 Portugal y Ias idas dtl iltlántzco

Padre e hijo atribuyeron poca importancia a Ia administración de


Ia capitania, interesados más en Ias hazaiias bélicas y en Ias diver-
siones de carácter militar. Uno y otro cobraron fama por Ia prepo-
tencia de su gobierno, siendo célebre el caso de1 castigo infringido
a Tristão Barradas, que le Ilevó a Ia pérdida de Ia capitania y a su
destierro, perdonado por carta de1 17 de febrero de 1452, aban-
donó Ia capitania y pasó a vivir en el Algame, donde moriria en
Silves, con más de ochenta anos.
Velho, Gonçalo. Caballero, navegante de Ia casa de1 infante don Hen-
rique, fraile profeso de Ia Orden de Cristo y comendador de Al-
mourol. De acuerdo con 10s cronistas, fue é1 quien descubrió Ias
islas azorianas a partir de 1431, y quien inició su ocupación a partir
de Santa Maria. No se conoce ninguna carta de donación en su fa-
vor hecha por el infante; sólo se sabe por algunos documentos que
fue capitán de Ias islas azorianas (en carta de1 infante de 1460).
Por otro lado en una carta de 1443 se menciona que estas islas ha-
bían sido cedidas como préstamo a é1 mismo, para en una carta de
perdón de 1455 referirse a Ias «islas que Gonçalo Velho tiene a su
cargo». Ante esto será legitimo deducir que Ia inicial tarea de ocu-
par Ias islas, con Ia suelta de ganado en Santa Maria y São Miguel,
desde 1439, fue hecha por su iniciativa, aunque nunca habría pi-
sado sue10 azoriano. A su muerte, la posesión de las capitanias de
Santa Maria y São Miguel quedó en poder de su sobrino, João Soa-
res d e Albergaria y Sousa.
Zarco, João Gonçalves (1390?-1467?).Escudero de Ia casa de1 infante,
armado Cabalero en Tánger, se destacó como el principal realiza-
dor de1 reconocimiento y ocupación de1 archipiélago. Antes de esto
se desmarcó como un importante corsario en Ias aguas riberefias
de Ia costa de Algame y seria el primero en utilizar a bordo una
pieza de artilleria: e1 trabuco. De su genealogía poco se sabe con
certeza, habiendo, no obstante, quien afirma que habia nacido en
1395 en Tomar, hijo de Gonçalo Esteves y de doiia Brites (hija de
Joáo Afonso, administrador de Ia hacienda real que tuvo el encargo
inicial de orientar Ia colonización de Madeira) y que se casó con
Constança Rodrigues.
AI recibir, el 1 de noviembre de 1450. de manos de1 infante, Ia po-
sesión de Ia capitania y, diez aiios después, Ia carta de armas (4
de julio de 1-1601, veia coronadas sus hazaiias en el mar, en Ias pla-
zas de África y en Ia ocupación de Ia isla. donde se revelará como
e1 más emprendedor.
Murió con edad avanzada, tal vez en 1467, dejando a sus descen-
dientes un vasto patrimonio. Los rçstos mortales reposan hov en
e1 convento de Santa Clara, habiendo sido allí trasladado de la
primitiva capilla de Nossa Senhora do Calhau de Cima, por su pri-
mogénito. A partir de la carta de armas dei6 de usar el sobrenom-
bre (Zarco), pasando a Ilamarse Joio (;on~alvesda Câmara de Lo-
bos, en honra de los lobos marinos y de1 Iiigat- que hoy ostcnta este
nombre, que era propiedad suya.
BIBLIOGRAFIA

El estudio de Ias islas atlánticas ha merecido en este siglo una aten-


ción preferente en e1 ámbito de Ia historia de1 Atlántico. Primero fueron
10s investigadores europeos o americanos como Fernand Braudel
(1949), Pierre Chaunu (1955-1960), Fréderic Mauro (1960) y Charles
Verlindem (1960) y T. B. Duncan (1970) 10s que hicieron referencia a
Ia importancia de1 espacio insular en e1 contexto de Ia expansión euro-
pea. Después apareció Ia historiografía nacional reforzando este interés
y adaptándolo a Ia dinámica de Ia expansión peninsular. Son de mayor
importancia 10s textos de Francisco M«rales Padrón (1955) y Vitorino
Magalháes Godinho ( 1963).
Todo esto condicionó 10s rumbos de Ia historiografía peninsular en
Ias últimas décadas, contribuyendo a Ia necesaria apertura a Ias nuevas
teorias y orientaciones de1 conocimiento histórico. En este contexto, Ias
décadas de 10s setenta y ochenta se destacan como momentos impor-
tantes en e1 progreso de Ia investigación y saber históricos. A ello
contribuiria Ia aparición de estructuras institiicionales y de iniciativas
afines, activadoras de un verdadero salto cualitativo.
E1 movimiento editorial de Ia historiografía insular es desigual, de-
pendiendo de la existencia de historiadores y de instituciones capaces
de estimular Ia producción y divulgación de 10s estudios. La similitud
de1 desarrollo de vida de Ias islas atlánticas, aliado a su permeabilidad
a Ias perspectivas históricas peninsulares definieron una cierta uni-
dad en Ia forma y contenido de Ia historiografía insular. Gaspar Fru-
tuoso, a finales de1 siglo xvr, con Ias Saudades da Terra expresa, de for-
ma ejemplar, Ia visión de conjunto de1 mundo insular, aproximando 10s
archipiélagos de Madeira, Azores, Canarias y Cabo Verde. Esta situa-
ción, sin igual en Ia historiografía, só10 será reiornada a partir de Ia dé-
298 l'ortu,~al y Ias lsltcs del Atlúntlcu

cada de los cuarenta de la presente centuria por 10s historiadores eu-


ropeos y só10 ahora por 10s insulares. Las conciencia histórica de unidad
de esta múltiple realidad de 10s archipiélagos fue definida de modo pre-
ciso por Ia expresión de Braudel de «Mediterráneo Atlántico», que abar-
ca 10s tres archipiélagos situados a Ia entrada de1 océano.
En el término de este proceso, Ias exigencias académicas con Ia ex-
pansión de Ias universidades y de1 sahcr histórico condicionaron e1 avan-
ce cualitativo de Ia historiografía, a partir de Ia década de 10s cuarenta
de1 presente siglo. Pero este avance es desigual, lo que provoca también
una diversidad de niveles de conocimiento de Ia realidad para cada uno
de los archipiélagos. De este modo, fuc más asidua y vnluminosa Ia pro-
ducción histórica en 10s archipiélagos dc ias Azores y Canarias que en
Madeira, São Tomé, y Cabo Verdc. Ello se debe, fundamentalmente,
a Ia falta de instituciones culturales y universitarias con esta vocación.
Por otro Izido, importa destacar e1 valor asumido por Ias publicaciones
periódicas y la posihilidad de encuentro de 10s investigadores, a través
de coloyuios; en lo que Ia década de los ochenta fue fértil.
La historiografía insular, permeable a 10s origenes europeos, surge
en e1 inicio de Ia revolución de1 conocimiento geográfico como Ia ex-
presión pionera de esta novedad y, a1 rnismo tiempo, como una nece-
sidad institucional justificante de un prnceso de afirmación de Ia sobe-
rania peninsular. De este modo, el período que media entre 10s siglos
iniciales de1 reconocimiento de1 océano está marcado por una escritura
más europea que insular, próxima a Ia crónica y a Ia literatura de viajes,
donde Ias ideas se difuminan.
Los hechos históricos y Ias impresiones de viaje son perpetuados
en 10s escritos con un uso posterior, de acuerdn con Ias exigencias de
cada generación v época. Esta prosa liistcirica está impregnada de un
ideal romántico y se sirve de perspectivas y formas positivas para jus-
tificar y fundamentar ciertos ohjetivos políticos que emanan de Ia co-
yuntura política en que emergen.
Las publicaciones periódicas asurnen particular importancia en Ia
pesquisa histórica, ya que es a partir de estas cuando e1 público inte-
resado toma conciencia de 10s progresos que se van consiguiendo. En
Madeira todo e1 mérito está en dos: cl Archiou Histórico de Madeira (19
volúmenes editados de 1931 a 19901, iniciada por Cabra1 do Nascimen-
to y que José Pereira da Costa transformó en boletín de1 entonces Ar-
chivn de Distrito de Funchal; Dtis Artes e Da I-fist(jria da Madéira
(1948-19771, organización de Ia Sociedad de Concienos de Madeira, re-
Bibliografia 299

vista publicada por iniciativa de Luis Peter Clode. En Ia actualidad me-


recen mención Ias revistas Atlántico (1985~1989)!, Islenha (desde 1987 ).
En Ias Azores, ayer como hoy, proliferan Ias publicaciones perió-
dicas, muchas de ellas de índole general pero con fuerte incidencia en
Ia temática histórica. Son éstas la Insulana (19441, de1 Instituto Cultural
de Ponta Delgada: Boletim do Núcleo Cultural da Horta (1950) y e1 Bo-
letim da Comissão Reguladora do Comércio de C~reaisdos Açores
(1945-1960). Una mención especial merecen Ias publicaciones que in-
sisten en el conocimiento histórico: Boletim do Instituto Histórico da Ilha
Terceira (1944) y Arquipélago-ciências humana.<revista de Ia Universidad
de Ias Azores (1977), que desde 1985 publican números por separado
sobre Ia historia.
Para Ias islas de Cabo Verde y São Tome el panorama no es idén-
tico, resumiéndose muchas veces su valorización a Ias publicaciones pe-
riódicas nacionales con carácter colonial, como son: Boletim da Socie-
dade de Geografia de Lisboa (desde 18751, Studia (19581 y Ultramar
(1961); con carácter especifico merece ser mencionado el Boletim Cul-
tural da Guiné Portuguêsa; y en Cabo Verde Ias revistas Claridade (São
Vicente, 19571, Cubo Verde (1950) y, más recientemente, Raize.~(Praia,
1978). Una referencia especial merecen 10s estudios publicados por An-
tonio Carreira y A. Teixeira da Mota, que mucho contribuirán a revelar
la parte recóndita de Ia historia de estas islas.
También los coloquios fueron importantes en la valoración e interés
de1 conocimiento histórico. Ésta es una nueva dimensidn que emergió al
final de Ia centuria. Primero fueron los coloquios realizados en Las Palmas
desde 1977, que senan conocidos como Colóquio de História Canário-A-
mericana, que tendrá en 1992 su décima edición, y después idéntica ini-
ciativa aparece en Ias Azores (1983, 1987 y 1990) y Madeira (1986, 1989).
De Ias tres ediciones azorianas y de Ias dos madeirenses quedaron algunos
cientos de comunicaciones reunidas en varios volúmenes, y Ia certeza de
que Ia investigación histórica inició una nueva era.
Con Ia intención de facilitar a1 lector una mayor profundización en
Ia temática expuesta a lo largo de estas páginas vamos a presentar una
resefia resumida de Ias obras que estimamos más importantes.
Os Açores e o Atlântzco (séculos xivxvrr), Angra do Heroismo, 1984.
Este volumen reúne Ias actas de1 coloquio realizado en 1983. A éste
le siguieron dos más en 1987 y 1990, habiéndose ~ublicadoIas ac-
tas de1 segundo en un volumen en el Bol<,tíu de1 Instituto Histórico
300 Portugal y la.~i.slas de1 .Atlántico

de Ia isla Terceira (vol. XLV, 1987), cntidad promotora de todos


estos eventos.
Albuquerque, Luís de (dir.), Portugal no Mundo, 6 vols., Lisboa, 1989.
En 10s dos primeros volúmenes se publican estudios monográficos
sobre Madeira (Alberto Vieira), h o r e s (Artur Teodoro de Matos,
Maria Olimpia da Rocha Gil), Cabo Verde (Marilia Lopes, Maria
Manuel Torrão) y Sào Tom6 (Luis de Albuquerque e Isabel Castro
Henriques).
Arquivo dos Açore.~, 15 vols., Ponta Delgada, 1878-1959 {reeditado por
Ia Universidad de Ias Azores, 1980-1984). Su puhlicación se inició
en mayo de 1878, por iniciativa dc Ernesto do Canto, que subven-
cionó 10s diez primeros volúmenes, siendo 10s restantes responsa-
bilidad de Afonso Chaves y J. H. Oliveira Rodrigues. En ellos se
reúnen, aunqiie de forma vaga, 10s documentos más importantes so-
bre las Azoreb, recogidos en los archivus azorianos, Torre do Tom-
bo y otros archivos.
Arquivo flistdrico ilii Madeira, 19 vols., Funchal, 1931-1990. Iniciativa
de Cabra1 d o Nascimento, que despues pasó a Boletín de1 Archivo
de Distrito de Funchal (hoy Archivo Regional de Madeira), en que
se publicaron importantes estudios y apuntes sobre historia de la
ida. En los últimos cinco volúmenes (1977-1990) se reunió Ia do-
cumentación de1 tomo primero de1 registro general de1 ayuntamien-
to de Funchal, con documentos de 1425 a 1623.
Azevedo, Alvaro Rodrigues de, «Notas», en Saudade.s da Terra, Funchal,
1873. En treinta y tres notas (pp. 313~855)anexas a Ia edición de
la obra de Gaspar Frutuoso rekrcntr a Madeira e1 autor reúne
todo lo que consiguió recoger, hasta 1873, sobre Ia historia de1 ar-
chipiélago, capaz de esclarecer algunas cuestiones dejadas en sus-
penso en el texto editado.
Barcellos, Christianno José Scnna, Subsidias para u flistdriu de Cabo Ver-
de e Guinr;, 5 partes, Lisboa, 1899-1911. En estos anales de Cabo
Verde y Guinca e1 autor reunió importante documentación agrupa
cronológicamente hasta 1842, faltando una adecuada estructura for-
mal, que deberá ser reunida en la obra en preparacií,n, dirigida por
Luis de Albuquerque y M. E. Madeira Santos, con el título de His-
torta General de Cabo Verde.
Brasio, Antonio (puhlicación y notas), Monirmenta Missionáriu Africana.
A f i a Occid~ntal,1." série, 7 vols., l,ishoa, 1952-1956, 2.Qerie 15
vols., Lisboa, 1953.1385. En esta ci>lecci<índe documentos el in-
Bibliografia 301

vestigador encuentra 10s más significativos que existen sobre 10s ar-
chipiélagos de Cabo Verde y Sáo Tomé y a ellos anade textos narra-
tivos y documentación diplomática.
Carreira, Antonio, Cabo Verde Formação e extinção de uma sociedade es-
crauocrata (1460-18781, Lisboa, 1983 12."d.). Pertenece al autor
e1 mayor número de trabajos históricos sobre el archipiélago de
Cabo Verde, de1 que este estudio es un ejemplo.
Colóquio Internacional de História da Madeira (actas de1 I y 111, 3 vols.,
Funchal, 1989-1990. En 10s tres volúmenes están reunidas Ias actas
de1 primero (1986) y segundo (1989) coloquios realizados en Fun-
chal por Ia Secretaria de Turismo, Cultura y Emigración de Go-
bierno Regional de Madeira.
Dias Urbano de M e n d o ~ a ,A vida de nossos avós, 8 vols., Vila Franca
d o Campo, 1944-1948. Intento de recreación de Ia vida de los an-
tepasados con el recurso a documentos que el autor también pu-
blica. Esta obra y otras publicadas de1 mismo autor son indispen-
sables para Ia comprensión y estudio de Ia historia micaelense.
Duncan, T. B., Atlantic islands. Madeira, the Azores, and the Cape Verdes
in seuenteenth-century. Commerce and navigation, Chicago, 1972. El
primer estudio, hecho de forma separada, sobre 10s archipiélagos
portugueses (Madeira, Azores y Cabo Verde) en el siglo mi.
Drummond, Francisco Ferreira, Anais da ilha Terceira, 4 vols., Angra do
Heroismo, 1850-1864 (reedición en 1981). En estos cuatro volú-
menes se presenta de forma cronológica Ia historia de Ia isla Ter-
ceira hasta 1832. Como complemento deberá indicarse Ia edición
reciente de sus Apontamientos Topoyráficos, Puliticos, Civis e Ecle-
siásticos para a Historia das nove ilhas dos Açores servindo de suple-
mento aos A n a i ~de ilha Terceira, Angra do Heroismo, 1990, edición
de J. G. Reis Leite.
Frutuoso, Gaspar, Saudades da Terra (libros 1 a 6) 7 vols., Ponta Del-
gada, 1977-1987. En esta obra escrita en Ia década de 10s noventa
de1 siglo xw el autor reuni6 todo lo que consigiiió recoger sobre
10s archipiélagos de Madeira, Azores, Canarias y Cabo Verde. Tex-
to indispensablç, es cierto, pero confrontado con Ia documentación
disponible.
Gil, Maria Olimpia da Rocha, O arquipelagu dos Açores no século xvrr.
Aspectos sócioeconómicos (1575-1675), Castelos Branco, 1979. Uno
de 10s primeros intentos de sistematización de Ia sociedad y eco-
nomia azorianas en un período crucial de Ia historia de este archi-
302 Portugal y lar islas del Atlántico

piélago. Peca só10 por e1 hecho de privilegiar 10s núcleos documen-


tales terceirenses en detrimento de otras islas.
Godinho, Vitorino Magalhães, Os descobrimentos e a Economia Mundial,
4 vols., Lisboa, 1981-1982. La primera obra de síntesis sobre 10s
aspectos económicos de 10s descubrimientos en que a Ias islas at-
lânticas les es atribuido un papel relevante.
- Mito e Mercadoria, Utopia e Prática de Navegar. Séculos XII~XWII,Lis-
boa, 1990. Además de la visión de conjunto que Ia obra pretende
en 10s diecisiete capítulos, nos parece particularmente relevante
aquel en que e1 autor nos presenta con una primorosa sintesis so-
bre d a s islas atlánticas: dos mitos geográficos en la construcción
de1 Nuevo Mundo».
Macedo, Antonio L. da Silveira, Historia das quatro ilhas que formam dis-
trito da Horta, Horta, 3 vols., 1871 (reedición en 1981). Estudio
monográfico sobre Ias islas de Faia1 y Pico.
Mauro, Fréderic, Portugal o Brasil e o Atlántico. 1570-1670, 2 vols., Lis-
boa, 1988-1989 (l."dición en 1960). Obra general sobre el espa-
cio atlántico, aqui encarado en una perspectiva innovadora, con es-
pecial incidencia en Ia valoración que se da a 10s archipiélagos de
Madeira y Cabo Verde.
Pereira, Fernando Jasmins, Estudos sobre Historia da Madeira, Funchal,
1991. Recopilación de estudios inéditos y publicados por e1 autor
sobre Ia historia de Madeira en 10s siglos xv y xvi. Éste es uno de
10s marcos de referencia de Ia actual historiografía madeirense.
Santos, João Marinho, Os Açores nos séculos xv e m, 2 vols., Ponta Del-
gada, 1989. E1 primer intento de análisis global de1 progreso his-
tórico azoriano, incompleto poco riguroso porque su abordaje se li-
mita só10 a Ia documentación publicada y Ia fuentes narrativas.
Silva, Fernando Augusto da, Elucidário Madeirense, 4 vols., Funchal,
1984 (4,"dición). Diccionario histórico-enciclopédico sobre e1 ar-
chipiélago de Madeira: su lectura deberá ser hecha con algunas re-
servas, pues comete ciertos errores en ia cronologia.
Vieira, Alberto, O comercio interinsular nos séculos xv e xw (Madeira,
Açores, Canarias), Funchal, 1987. En este trabajo fue nuestra in-
tención destacar Ias conexiones sociales y económicas entre 10s tres
archipiélagos en cuestión.
Abote, Jorge, 82 Alcoforado, Francisco, 35, 40, 41
Abreu Alejandio Vi, 109, 248
Antonio de, 101 Alencasire, Mariana. 213
João Pimenta, 255 Almada. Manuel de, 255
Acciaoüü, Simáo, 80,97 Almeida
Aday fray Gabriel de, 254, 258
Juan, 95 João Berte de, i63
Pedra, 95 Alphunsr, Jran, 143
Affaitati, João Francisco, 80 Alvares
Afonseca, João, 212 Francisco, 142
Afonso padre Manuel, 272
N, 33, 37, 38, 40 Amador. 91
V, 54, 208, 209, 266 Amarsi, I. do, 133
Conde de Barcelos, 208 Amaton. Benoco, 80
Diogo, 49, 64, 21 1 Andradr, Bemardo Zuzane de, 257
Duque de Barcelos, 214 Anes, João, 73
João, 54 Aranha
Pedro, 212 Juãu. 261
Rodngo, 65, 211, 212, 215 Manuela, 13
Vasco, 261 Arditi, I'ompeo, 127, 186
Agostinho, JosC. 29 Armas, A. Rumeu de, 174
Aguiar Armda, Francisco, 171
dona Branca de, 64, 212, 213 Ascensão, fray Sebastião, 254
Diogo Afonso de. 55 Assunção. iray Domingos de. 257
Alava, Francés de, 114 Assunp<;ão,iray Remigio de, 272
d'Albergaria, Joáo Soares, 21 1 Avieno 27, 31
Albito, Barao do, 212 Azr~edo,Alvaro Rodnguec de. 35, 41, 42,
Albuquerque, Luis de, 17, 29, 33, 45 264
Alburquerque
Afonso, 131
João de Saldanha y, 258
304 Portugal y las islas ilr.1Atlántico

Sena. 75 João e1 Porrinha, 272


BarceUos, Christianno José Senna, 193 Lu,\, 272
Barreia, padre, 89 Martim. 272
Barreira, Balrazar. 151 Pedro, 163
Barreto, Rui. 59, 91, 92. 96. 99, 165, 210, 211,
Alvaro. 131 213, 216
Jerónimo, 254, 261, 262. 263, 264 <:ámara, Mariana Lencastre Vasconcelos y,
Barros, 217
Joao de, 40.41 c:sminhii
Juan de, 95 Alvaro de, 63, 66, 78, 89, 212, 214,
Manuel de, 90 250. 251
Beatriz, Infanta dona, 5 8 , 59, 208, 213 Pcro de, 74
Brhaim, Martim, 81, 108, 152 Cantini,, Sebastião. 45
Ben Kagano. Mohamed. 31 Canto
Brnincasa, Gracioso, 33 Ernesto de, 28
Bernardo, Iray, 247 I'ero Anes do, 126
Betencuurt <:iiri, fray Gaspar, 257

Gaspar dc, 96 Cnpiqilo, Afonso, 146


Henriqur dç, 96 C:;irita, R., 115
Jean, 37, 39, 94, 108, 247 <:arlos V d e Espana, 11 1
João de, 96 Carneiro. Anrúniu, 66, 212
Maciut de, 94. 95, 96 Carreira, Antonio, 65, 74. 91, 203. 259
Maria de, 96 (:tisal. lray Gaspar di>.254. 261
Biscainho, Anclre Lupes. 82 (:asas
Botelho, Jorgc. 171 Afr,~isode. 38
Braga, Manuel Corta. 196 Bartolome d c 1.a~.47
Branco, J. Freitas, h9 familia, 18
Brandán, san. 14 Castanhçira. Joáo de, 4 8
Brandão <:astelo Branco,
fray Pedro, 254 r.. 198, 222
(;aspar Afonso da Costa, 262 josc de Sousa, 254
Hraudel, Fernand, 21, 124, 138 C a s ~ i l h i Pcdro
~. de. 255. 258
Brugrs, Jácornc de, 80, 21 1. 215 (:asrn,
Cahral dori Jogo de, 27, 63
iray Cristovão. 262 dun Frrnando de, 38, 94
Prdro Alvares, 76 &al L i ~ ~ i r r n çde,
o 255
I'edro Alvcs. 196 17ernáo Gomes de, 101
Jerónimo Teixeira. 255, 258, 269 Maiiuçl Gouvçia d r . 255
Cácrres, João, 115 Catcíliri>s, Keycs, 31, 109
Cadamosto, 41. 42. 48, 39, 82, 108, 140 Catran<>,Rafael. 80
152 Ccnturionr. Ludovico. 1 6
Calvino, 260 Cçrda, 1,uis de La, 32, 18. 246
Calvo, Francisco, 46 Crrnigi. Jcrúnimu. 1 6
Câmara, Gonqali,cs de Crsare. Juan Antonio, 46
Antonio, 38. 9.1 Clcmentc \?. 246
João, 54, 217, 248. Ccielho
Egas, 212 Alvaro, 261
Joao, 212 Baltasar. 272
Colón Francisco, 190
Cristóbal, 34, 45, 47, 76. 109, 131 Vicentc, 49
Diogo, 47 U.de Mendonga, 242
Hernando. 47 Dinis, do". 31
Compafiia de Jesús, 63, 250, 252, 259, Diogo. Don, 208
260.271 Dona. Luiq, 80
Constancia, 1..Medeiros, 133 Drake, Francis, 109, 112
Curbizi, Angiulino Tegghia de, 32 Dmmmond, Francisco Ferreira. 145, 270
Cordeiro, Antonio, 142. 272 Duane, don, 207
Comia Diilcert, Angelinu, 30. 32
Francisco, 212 Dulmo, Fcrnao, 27
Pedro, 212. 213, 215 Dutra, Jos. 211
Jacome Dias, 71 hdrisi, 31
Cane~Reais,herrnanos, 27 Elms, Alvaro Frrnandes dc, 196
Corte Real Enes, M.F , 264
Vasco Anes de, 208, 211 E~cobar,Pedro de, 50
Gaspar Eanes, 45 Esmeralda. Joáo, 60, 80, 165
M i p t l Eancs, 45 Espindola, Antonio, 82
Vasco Eanes, 45 Essex. conde, I12
João Vai de, 45. 211, 21 1, 215 Estreito, João Afonso do, 27
Cortesdo Eugcnio N, 108
Armando, 26, 14 FaXundes. Joári Alvares, 45
Jaime, 34, 246 Faria
Conynel, Francisco, 82 Gaspar dc, 255
Cosa, Juan de La, 49 Manuel Severim dc. 74
Costa Fatima, Ibn. 31
Pedra da, 255 1;çlipr 11, 114, 224
José Pereira do, 17, 273 Frrnandeb
Coutinhu, Frrnandu. 211 Ahnío. 41
Cresques, Abraan, 32 Bartolr,nieu, 261
Cresques, Jaffuda, 33 João c1 Labrador, 46
Cristian I de Dinamarca, 45 Mateui, 112, 113, 115
Cruz Valen~trn,35, 40, 59, 62. 90. 143, 144,
fray Bernardo d s 257 173. 174, 175
Fray Francisci~da, 254 Fcrnando, Infante do", 49, 187, 208, 214,
Lope, 126 215, 217, 224, 242
Cunha Fcrraz. Bartolomeu, 116, 127
Tnstão de, 50 Ferreira, Antonio Bnirn, 133
Pedro Correia de, 212 Ferro. Gartano, 33
Cumberland, conde de, 112 F i g ~ a r a fray
, António. 257
Chagas, fray Diogu das, 272 I:igueired<i. Esrevão Brioso de. 254
Chamberh, CTuiihermr, 196 Foios. Vasco de, 174
Chaunu, I'ierre, 21, 124 Forbisher. Manin, I12
Dias Fizinciaco I de Francia. 111
306 Portugal y las zslar de1 Atlántico

Freitas Huerter, Josse, 81


Antonio dr, 101 Humbolt, Alexander van, 28
Jordáo de, 101 llhoi, fray Maninho, 262
Frias, fray Rodrigo de, 251 Iserlin. B., 28
Frontera, Pero Vasques de Ia, 45 Jerunimo, fray Fernando, 254, 262
Frutuoso, Gaspar, 26, 27, 28, 36, 40, 41, João
45. 48, 55, 60, 62. 71. 77. 81. 111. 1. 67
11, 42, 109
111. 101, 1I 6
IV, 270
Gdváo, Antonio, 26, 28, 40 do", 208
Gama fray, 250
fray Lourcnqo de, 258 Jorgr. Jordio, 261
Vasco de, 76, 164. Julio
Gano, fray Lourenp, 254 11, 109
García, Francisco, 95 111, 253
Gil, M. da Rocha, 146. 172 Landi, Giulio, 140, 161, 186
Góis, Damiao, 26 Leão. Hanolomeu, 254
Gomes Leitão, Antonio Vieira, 255
Diego, 40, 41. 49 Lritç
Fernáa, 50, 193 Jãcome, 82
Godinho, Vitorino M a g a h s , 124, 139 Jcrúnimo Dias, 40. 248, 272
Gonçalves, Juan, 39 Lemos
Greenviiie, Richard, 112 Jorge de, 254, 261
Grócio, 109 Luis de Figuciredo de, 254, 261, 262,
265
Guarda, fray Pedro da. 248
Lila, Bastiam de, 82
Guerra, fray Manuel Afonso de, 254
.
Guerreiro, F 155, 250, 259
Lima. H., 150
I.inschuten, Jan Huygen van, 128, 153,
Hawkins 171, 183
Jahn, 109, 110, 112 Lira, Bento de, 266
William, 109 Inibo. fray Pedro de Cunha, 257, 258
Hemem, Aivaro Marwis, 211, 215 Lomelino. Baptistamç, 46
Henrique, Infante don, 37, 38, 40, 41, 42, Lumelino
43, 48, 49, 54, 58, 67, 74, 78, 82, 93, Baptista, 46
94, 96, 108, 205, 207, 208, 209. 213, Joào, H0
214, 215, 223, 243 Jorge, 80
Henriques, Leio, 272 Urbano, 248
Hennques, I. Casrro, 167 Luwcll, John, 110
Herrera, Lug<i
Agustín, conde de L.anzarote, 94, 96 João de, 174
Diogo de. 95 Pcdro de, 174
Hesiodo, 28 Fcrnam Fied de, 82
Heveto, BanolomL:, 95 Luis, Lázaro, 46
Homero, 28 Luteri), 260
Howard. Thumas, 112 Macedi,
J. de, 163 Paiva
J.J. de Costa, 36 Joáo dc, 66, 78, 212, 214
Machim, Roben, 26, 35, 41 Mécia de, 212, 213
Maldonado, Luis, 127 I'edro, dor,
Maloceiio, Lanzarote de, 32 infante. 208
Manuel, don, duque de Beia, 58, 68, 78, (regente), 74
115, 208, 216, 224 Penha de França, fray António da, 257
Marques, J.M. Silva, 33, 3R Pereira
Marvi, João, 254 Joáo, 66, 212, 214
Mauny, Raymond, 32 Nuno Alvares, 255
Mauro, Frédénc, 124, 139, 148 Eduardo C. Nunes, 273
Medeiros, Carlos Alberto, 133 Duanr Pacheco, 27
Melo Peres. D., 241
Francisco Manuel de, 35 Perestrelo
Jorge de, 212 Bartolomeu, 47,54,205, 207,212,213
Melo, L.F. de Sousa, 96 Iseu, 212
Mendes, João, 74 Pessanha
Menezes, A. de Freitas, 119 Joham. 82
Menina João, 85 Manuel, 335
Miranda, Luis Pereira de, 254 Pindaro, 28
Mocambos, 169 Pinheiro.
Moniz, Filipa de, 47 Diogo. 254, 264
Monte Alveme, fray Agostinho de, 144, Rrdngo, 255
272 Pio 11, 248
Montluc, Bertrand, 111 I'izzigani, hermanos, 33
Moraes, Sebastião de, 272 Platón, 26, 27, 28
Moreili, Benedito, 80 Plinio el Viejo, 28
Mata, A. T., 154, 242 Plutarco, 8 ,
Moura, Francisco de, 193 Pombal, marqués de, 71. 211, 217, 271
Munzer, Jerónimo, 81, 167 Pono, fray Viçtoriano do, 254
Nascimento, fray Manuel da, 257 Portugal. Martinho de, 254, 261, 264
Necao iI, 28 Prazeres, fray João dos, 255
Negra, Paolo di, 46 Ptolomeo. 28
Neto, Brás, 254, Quintanilha, fray Jerónimo de. 257, 258
Nicolás V, 108, 248 Kamos. R., 91
Noli, Antonio da, 49, 82, 108, 212, 213, Rau. V., 163, 190, 198
214 Recco, Nicoloso de, 32
Noronha Reis, fray Rabiao dos, 254
Isabel de, 248 Resente, (;arria de, 272
Joào Rodngues de, 101 Ressurreii;ào, fray An~onioda, 255
Nova, Joãa de, 50 Rry, Antonio, 82
Omelas, André Alvares de, 154 Ribeiro
Ovidio, 28 Agost~nho,255
Ovington, John, 271 Orlando, 77, 133, 136. 139
Pahlo IV,266 RidieLieu, cardenal, 120
Padrún, Francisco Morales, 297 Kodriguei, Constansa. 27 3
Portugal y las zslas de1 Atlúntzcu

Roma António, 46
Luis de, 82 (;iovanni, 80
Pedro dc, 82 Standen, Hans, 152
Russel, P. E., 37 Tavares, Fernáo. 43
Sá Cruz, Mada Clara, 273 Távora
Sacco, Pero, 82 1:ernando de, 254
Sacramento, fray Tim<iteudo, 257 fray Lourengo de. 254, 258, 262, 270
Salvador, J. A., 269 Trinciia
Salvago, Lucas, 80 Antonio, 163
Santa Mana, iray J o i . 262 ,Marcos, 269
Santarem Tnstão, 272
João de, 50 'l'ristão, Vaz, 54
vizcondc de. 29, 36 l'rivr.. Diogo de, 45. 99, 161, 162, 21 1,
Santiago, Eray Jorge de, 255, 262 214
Santo Oficio, 266, 268. 269, 270 l'rlr\
Santos, E. dos, 264 Icrnão, 27, 211, 214
Sáo Dionisio, fray Aniuniu de, 254 Ira" António da Silva. 254, 262
São Jorge, Iray Bcntu de, 257 l'rnreiro, F., 133, 136
São Paulo, iray Srbastiao, 257, I'erra Nova,
São Simão, iray Francisc,,. 262 Anrique, 45
SareUo, don 261 <;uirarte, 46
Sataspes, 28 'l'inoco, António Velho, 242
Sebastião, dan, 116, 119 Torneo, Francisco Cardoso, 269
Séneca, 31 Trist:i<i,Nuno, 48
Sergio, António, 246 Ulhoa. Maninho de, 257
Senra, Manuel Aivarc\. 196 Ilrhano V. 247
Sçrnigi, Jerónimo. 80 Urhina, Juan, 119
Sículo, Didoro. 28 Usodimare, 108
Silva Vala~tç,108
Fernando Augusto da, 264 Valdca, Pedro, I26
Filipe de. 212 Varela. c:. 64
Silves, Diogu de, 39, 10 Vasconcelos
Sintra, Gon~alode, 48 Antonio de, 264
Sinto N, 109, 248 Luis Mendes. 246
Soeiro, H., I ) i hlanim Mendes, 55
Soligo, Cristobal, I3 1,130 de iMenezc5 r. 212
Sousa
Gonqalo de, 62, 212 J<>à0,74
fray Pedro de. 255 'l'ristáo, 41. 205, 207, 209, 212
J.K., 69 Veigii. Tristáo Vaz da, 110, 119, 210
Cristovão Doria de. 82 Velh<>.Gon~alo.39, 40. 58, 211, 215
Garcia Homem de, 55 Verlirid.cn, Charies, 37, 124
Sousa, João Correia de. 212 Vidal Pércz, 93
Soveral. Francisco. 257, 203 Virir.!
Spínola ,lihei-to. 137, 225
Indice onomástico 309

António, padre, 131 Vivaldi, hcrrnanus, 32


Bernardo, 91 Viveiros, lienrique Cdaga de, 248
fray Clemente, 255 Weselrr, iamilia, 83
Vilanova, Francisco de, 257. 258 %arco
Joào (;onsalves, 41, 54, 75, 97, 205,
Vilar, E. Vila, 201 207, 209, 211, 212, 273
Vilharam, Rodrigo, 82 Gonzalo González, 97
Vilhegas, Diogu Oniz de, 257 Zilrara. Ennes Gomes de, 40, 11, 42, 43,
Vilhena, João de, 119 54, 110
&artunadas, islas, 27, 28, 32, 38 Andas, 34, 46, 88, 89, 100, 102, 124,
África, 85, 96, 148, 195, 196, 253 126. 190, 201, 202, 203. 207
negra, 15 Antonio de Noli, isla de, 49
norte de, 29, 194, 195,201, 230 Arguim, archipiélago de, 22, 39, 48
Agua de Pau, 60, 219 Arguim, isla de, 48, 75, 130, 266
Aguer, cabo, 174 Atlántico. océana, 15, 19, 21, 22, 25, 26,
Akáqovas, Tratado de, 33, 38, 93, 109 28, 29, 31, 34, 37, 42, 46, 78, 83, 92,
100,101,107,109,110,120,121,124,
Alcatrazes, 66, 215, 216, 220
125, 130, 131, 132, 140, 142. 147, 156,
capitania de, 21 1 157, 169, 178, 185,207,251,269,275
Akova~a,144 Centro de Estudios de Histona del, 23
Algme, 34, 73, 77, 78, 174 eumpeo, 148
América, 90, 103, 109, 192, 207, 259,269 idas del, 30,
de1 Norte, 45, 98, 202 idas portuguesas del, 23, 50, 58, 73,
de1 Sur, 124 205
Ana Chaves, babía de, 118 accidental, 16, 26
Andaiucía, 174 oriental, 15, 26, 36, 37, 43, 85
Angola, 86, 102, 112, 131, 202, 203, 246, sur, 130
269 Atlántida, 25. 26. 27. 28
Anga, 48, 61, 83, 119, 122, 126, 127, ~scensió",isla, 21, UO
128, 129,132,137,142,145,147,148, Axem, 202
154. 181, 182, 183. 184. 187. 196.201. Azares. archioiélaeo de Ias. 13. 15. 21. 22.

capitania de, 211


obispos de, 255
Annobón, isla de, 31, 50, 66, 198, 216
capitania de, 212
Antigua, 202
Antiiia o isla de Ias Siete Ciudades, 27, 34
3 12 Portugal y las d a s &l Atlántico

239,241,242,244,245,246,250,253,
258,261,262,263,264,265,266.269,
270, 271, 272, 273. 276
capitania de, 211 capitania de, 212
esrructura adtninktrativa de, 218 esrructuta adrninisiraiiva de, 218
senario de, 208 irlotes de, 212
Bahía, 112, 292 uhispor de, 254
Barbados, 202 (:achcu. 193
Barcarena, 144 (:idiz. cortes de, 207
Barcelona, 200
obispo de, 247
Basilea. Concilio de. 38 (:ámai-a de Lobos, 55. 57, 243, 248
Benim, 202 (laminha, 194, 196
Berhena, 98 (:arianas. archipirlago de, 13, 15, 21, 22.
29, 31. 12, 31, 14, 35, 36, 37, 38, 39,
Bermunda, 202
41, 42, 46, 48. 53, 76, 79, 82, 83, 85,
Boavista, isla de, 47, 49. 64, 65, 131, 174, 86. 88, 89, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98,
213. 215, 216 99. 107. 108. 124. 125. 126. 129. 130.
capitania de, 212
srnorío de, 208
Bojador, cabo, 32. 38. 53, 90, 108, 109,
152, 173, 188
Boston, 202
Braga, 77
Brasil, 15, 21, 59, 71, 72, 84, 88, 89, 92,
96, 99, 100, 102, 103, 104, 124, 126, <:ipango, -17
127, 129, 130. 131, 137, 151,155,161, Coimhra, 260, 263
164, 166, L70, 196,202,203,207,246, C o n p , 76. 131, 258
253, 265, 269 <:i,nstantinopla, 200
Cumpanía Gerieral de Comercio para Corvi>.isla, 28, 29, 59, 61. 99, 125, 142,
el, 120 141. 174, 182. 184. 214, 216
Compania General de1 Estado de, 201 capiratiía de, 211
Bmva, ida de. 65. 121. 216 scnorío de, 208
capitania dc, 212 Curazao, 202
Brrtana. 142 (:hios. 200
~~~

Bristol, 46 r,.,,"
,,a"LL,
07
,,
Bnránicas jslas, 199 Demerara, isla dc. 102
Buena Esperanza, cabo de, 130, 259 I>escria, isla, 32, 253
Bugio, islote de, 213 scnurío de. 208
Burgos, obispo de, 38 I>esiçrtas. isias. 174. 207
Cabo Verde. archi~iélaaode. 13. 15. 22. capitania de, 212
Englland, Koyal Cumpany of, 120
Eiiirç~Douru~e-hlinho, 77, 198
Espana, i 3
E~pari<da isla, 65
Estados Uriidos, 102
dr
(;iicrra de la liid~~endencia
índice toponimico 313

Europa, 34, 37, 90, 107, 112, 124, 145, capitania de, 211
156, 164,171, 187, 191, 192, 193, 194, seiiorio de, 208
200, 203, 229, 259, 275 Granada, 34
de1 norte, 174, 198, 269 GranadiUa, 97
Faial, ida, 59, 61, 62, 80, 81, 82, 116, Guinea, 28, 94, 109, 112, 126, 129, 131,
143, 146, 166. 171, 181, 182, 184, 187, 175, 259, 265
216, 250 archipiélago de1 golfo de, 22, 50, 76,
capitania de, 21 1 78, 89. 91, 103, 110, 119, 131, 134,
Feiteiras, 142 137,152,177,179,185,190,219,242,
F ~.~~
- 144
n...,s i p ... 251. 258
Fernando Póo, isla de, 29, 50, 66, 134 c o s ~ ade, 21, 39, 47, 83, 86, 100, 108,
Flandes, 171, 199, 200, 270 110, 119, 130, 138, 140, 173, 174, 177,
179, 185, 193, 201, 219, 251, 258
Flures, isla de Ias, 59, 61, 62, 80, 99, 112,
125, 126, 127, 142. 145, 174,182, 184, golfo de, 29, 83, 100, 129, 130, 174,
214, 216 200,202
Rios dc, 75, 86, 89, 167. 190. 193,
capitania de, 21 1
200, 202, 203, 242. 244
Florida, 110
Hawai, isla de, 102
Fogo, isla de, 49. 64, 65. 71, 78, 90, 152,
Hea,,écdes, islas de 27
155, 216, 219, 220, 244
Hierro, isla de, 125
capitania de, 212
Hispaliiola. isla de Ia, 47, 131
seiiodo de, 208
llolanda. 120. 174, 199
Francia, 111, 120, 174, 199
Horta, 132. 263
Fuerteventura, isla de, 29, 95, 187, 188
batalla naval del, 12 1
Funchal, 13, 17. 43, 45, 54, 55, 57, 58, Ihénca, 37, 194
60, 67, 68, 72, 85, 92, 93, 95, 96, 97,
98, 111, 112, 114. 115. 116, 119, 121, Icode, 97
130, 132, 137, 153, 154, 156, 157, 163, India, 46, 50, 65, 96, 126, 127, 129, 130,
164,180,181. 186, 188, 189,190, 191, 131, 246
197, 198,200.201,207. 209,210,213, Tndias, 182, 229, 265
216,217,219,221,222.224,225,226, (:anagrna de, 202
227,228,231,232,233,234,235,236. de Castilla, 22, 126, 127, 131,202,203
237,239,240,243,244,245,247,248, de I'ortugnl, 131
251, 253,261,262, 263. 264, 265, 266, occidcntaies, 22, 76, 125
270, 272, 273 orientaler., 22.125
,
capitania de. 212 Indias Occidrntales, <:umpaiiía de Ias, 120
Furnas. 59 indico, oceano, 21, 26, 101, 130, 251
Gambia, rio, 259 Inglaterra. 15. 120. 173, 174, 199, 270
Gaspar Fructuosu, 85 Islandia, 46
Génova, 46, 200 Italia. 181
Gihraltar, estrecho de. 109 Jamaica, 202
Goa, 253 João Esmrraldo, cumbrc dr, 165
Gomera, isla de Ia, 38, 47, 108, 125, 174, Juhv. raho. 29
247 Lahrador. 46
Gran Canaria, isla de, 38, 47. 83, 93, 97, Lagoa, 60. 153, 173, 219
98, 125, 137, 164 Lagos, 194
Graciosa,61, 134, 142, 143. 148. 153, 181, 1,anzarotc. isla de. 29. 39. 93. 94, 95. 96,
184.212, 215. 216, 228 97. 98. 125, 187, 188
obispado de Rubisã«, 247
Lapa, 66
Lrgname, isla de lo, 32
Lcvante, mar de, 31
Lisboa, 31, 47, 70, 80, 83. 109, 114, 115. Mediierraneo, mar, 25, 31, 37. 46, 109,
125, 126, 127, 141, 167. 168,175,194, 135. 205

Livorno, 200
Londres, 198
Machico, 43, 55, 57, 58, 72, 157, 180, Mina, 74, 127, 111
181,207, 209, 210, 219, 244,248,261, S;iu Jorge de Ia, 202, 203
272. 273 Mo)gador, 197
capitanía de. 212 Moiambique, 102, 164
Madeira, archipiélago de, 13, 15, 16, 21, Nicca, Concilio de, 261
22, 23. 26, 31, 32, 35, 36, 37, 39, 40, Nnrdrs~ciisla de Madeira), 60
41, 42. 43, 45, 46, 47, 48, 49, 51, 54. Nordcstr iisla dr São Miguel), 219
78, 83, 85, 87, 88. 89, 90, 91, 93, 95,
Nomandia, 37
96, 98, 99, 100, 101, 102. 108, 110,
120,121, 124. 125, 130. 131, 133, 154, Nucva Inglaterra, 202
155, 173,207,216,220,221,250.253. Niirva York, 202
275, 276 Niiçri, Mundo, 37, 42, 48, 64, 92, 93,
capitanía de, 212 123, 177
estructura adminisriariva de, 218 Op<>no.77, 194. 197
isla de. 53. 54. 55. 56. 57. 58. 67. 69. Oricntc, 76, 100. 127
Ormuz. 101
I'alma, rsla de In, 38. 83. 97, 111. 125,
164, 186
Palm;is. cabo de ias, 259
I'slmas de Gran Canaria, Las, I90
ohispado d e Rubii-ão, 247
I'ará, 191
Partes de1 Fondo. comarcs de, 72, 157
Pcnsilvania, 202
l'ernamhuco, 112, 169, 202, 203
I'ico, ida, 61, 62. 80. RI. 99, 116, 143.
265, 266,269. 270, 2i1. 272, 2 7 j 153, 181, 184, 187. 202, 215, 216
capitania de, 212 cal~itanisde, 21 1
obispus de, 254 Pico Sapateiro. 59
sefiorio d i , 208 I'onia Delgada, 60, 62. RI, 83, 119, 132,
117, 142, 147, 148. 150, 153. 154,181,
Magreb, 15
182, 181. 184. 187, 188, 195. 196. 198.
Maia, 273

capitania de, 212 Ponta dc Oliveira. 54


sefiorio <I?. 208 l'onta do Sol, 55. 57. 72, 92, 140, 180,
Malaca, 101 181, 219, 222. 244
Maluco, 101 L<imbadiida. h0
Ponte Lima, 77 Santa Ma, seiiodo de, 208
Pono da Cmz, 58 Santa Luzia, isla de, 174, 216, 232
Pono Moniz, 58 capitania de, 212
Porto Santo, 41, 45, 46, 47, 54, 55, 70, Santa Mana, isla de. 47, 58, 70, 77, 99,
77, 99, 111, 134, 137, 140, 174, 207, 111, 117,141,142, 143, 146,166, 174,
216, 253, 266. 273 182., 184.. 215.216.
. . 228.. 250
capitania de, 212 capitania de, 211
sefiono de, 208 Santiago, isla de, 47, 49, 63, 64, 65, 70,
Pono SCO,32 75. 78. 84. 86. 89. 90. 100. 110. 112.
Poríugai, 33, 37, 73, 77, 78. 94, 109, 111,
120, 121, 126, 134, 144, 148, 258
Povoação, 220
Praia (isla Graciosa), 61
Praia (ida Santiago), 65, 66, 119, 181, 184
capitania de, 212
Santa María de, 66
sriiorici de, 208
Praia (isla Terceira). 61, 146, 147, 183
Santo André, rio de, 259
capitania de, 21 1
Santu Antão, isla de, 65, 216 239
Príncipe, ida, 29, 50, 62, 66, 90. 131, 216,
219 capitania de, 212
capitania de, 212 São h t ã o . 121
Santo h t ó n i o dç, 222 Sâo António, 154
Purto de Ia Cruz, 163 São Brandão o de Ias doncellas, islas de,
Raso e Branco, capitania de, 212 27, 32
Recife, 170 São Dinis, senodo de, 208
Resgate, cabo, 43 Sao Jorge. isla de, 59, 61, 62, 70, 116,
123, 134, 142, 143, 146, 147, 148, 153,
Ribeira Brava, 55, 57, 66, 72, Y6, 99, 181,
171, 174, I81,184.215,216,219,222,
221, 244,248, 272 228
Ribeira Grande, 60, 62, 64, 65, 75, 91, capitania de, 21 1
130, 137, 142, 143, 147, 148, 150, 173,
181, 184, 190,213,219,220,225,226,
seiiorío de, 208
228, 232, 240, 241, 242. 244 São Luis. <çnorío de. 208
capitania de. 212 São Mirucl. isla de. 58. 59. 60. 61. 68. 70.
Rio dc Janeiro, 202
Ruchelle, La, 1 111
Roven, 197, 198
Safirn, 101, 197, 261
Sal, isla de la, 47, 216
capitania de. 212
senorio de, 208 capitariia de, 211
Salvaies, idas, 32, 49, 174, 253 srnori<~de, 208
San Lorenzo, 110 Sào Nicolnu, ida, 65, 66, 152, 166, 174,
Sandwich, islas, 102 2 I(>
Santa Cmz, 55, 57, 180, 181. 219, 248, capitania de, 212
273 Sào R q u r , 61
Santa Helena, isla de, 21. 22, 50, 124, Sâo Roqui. do Faiai, 99
125, 130 Sao Roqui. do Picu, isla dc. 59
Sáo Sebastiiio, 61, 147. 183, 219 184, 195,215,216,219,227,232,238,
Sáo Tomé y Príncipe, archpiélago, 62, 63. 239, 241, 244, 250, 261,266, 273
67, 75, 81, 89. 90, 102. 130, 134, 139. capitania de, 21 1
192, 214, 222, 245, 246 setiorio d e Jrsús (:risri,, 208
capitania de, 212 'Srrr,, Nova. 45
São Tomé, ida de, 15, 22, 29, 48, 50, 53, ri.tir>riode, 208
64, 66, 71, 72. 73. 74, 76, 78, 79, 82, rulç<lo
84, 85, 86, 88, 89, 90, 91, 92, 100, (,oncilio de, 263
110, 111, 112, 119, 124, 130, 131, 134,
'Srarado de, 38. 94. 109
135, 136, 137, 140. 151, 152, 153, 154,
157, 159. 162. 164. 166, 167. 168, 169. Tumar. 250, 251. 253. 261, 263, 265
Topo, 61, 219
'Iórdaillas, Tratado de, 109
'l'onr,sa, ohispo de, 247
222,223, 224,239,240, 241, 242,245. 'i'renio. Concilio de, 260, 261, 262, 263,
250,251,253, 258,259,260,261, 262. 264, 265, 266
263,269, 272. 275 'i'rinidad. isla de, 50
capitania de, 212 Trisiao. 54
obispos d e , 257
'Sristio de Cunha, idas dr, 21, 5 0
setiorio de, 208
Valencia, 200
São Vicenrr, isla de, 132, 216
Velas. 61. 137, 219. 222
capitania d e , 2 12
Vrnrcia. 200
Sé, 77
\Jrracmr. 202
Setúbal, 115. 197
Sevilla, 83, 95, 108, 126, 194, 199, 200 Vian'i. 77. 194. 196
Sicilia, isla de, 181 J3aIcivd. I11
Sierra I.eona, 48, 89 Vila du <:onde.. 77., 194
Silves, 194 Vda I:ranca d o Camoo. 60. 61. 62. 91. 96.
Simancas, Archivo Gencral de, 114
Tánger, 101. L96
Vila Nova, 273
Tenerife, isia de, 38, 83, 93, 95, 97, 98,
Vila Kcnl, 77
125, 137, 164, 186, 187
Terceira. ida, 33. 61. 62. 70. 80. 81. 98. Virg~riia,202
Viseii. ohispo de. 38
Xabrcgas, 248
Ypws. I98
Este libro se terminó de imprimir
en 10s talleres de Mateu Cromo Artes Gráficas, S. A.
en el mes de julio de 1992.

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