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Resumen
El objetivo general de este trabajo es mostrar la pertinencia de la crítica que realiza Hans Jonas en su libro
El principio vida en relación con la “pérdida” ontológica de la vida en la biología. En este sentido, se rescata
aquí la dimensión negativa de su argumentación, aun cuando no sean contemplados algunos aspectos
positivos del análisis del filósofo alemán. Tal como se señalará, esta pérdida ontológica de la vida presenta
particulares características durante el siglo XX, dado el marco conceptual aceptado en la biología de la
época. El trabajo concluye que, ciertamente, en ningún caso puede haber una solución “definitiva” a la
pérdida de la ontología de la vida dentro del mecanicismo que rige el ámbito de la ciencia en general, y de la
biología en particular. Sin embargo, aun cuando en sentido estricto la “caída ontológica de la vida” es
irreversible dentro del mecanicismo, es posible señalar algunas tendencias presentes en la biología
contemporánea que exacerban los problemas señalados por Jonas, por lo que se plantea aquí la necesidad de
que las mismas sean reconocidas y revisadas.
Palabras claves
Jonas. Reduccionismo. Jerarquías. Pérdida ontológica de la vida
Abstract
The main objective of this paper is to analyze the pertinence of the criticism of Hans Jonas presented in his
book The Phenomenon of Life in relation to the ontological "loss" of the life in biology. In this sense, this
work considers the negative dimension of argument of German philosopher. As it is shown, this ontological
loss presents particular characteristics in case of biology of twentieth century. Our main conclusion is that is
not possible any final solution to the ontological lost of life in the context of mechanicism that ‘governs’ the
science in general and biology in particular. However, it is possible to identify some trends in the
contemporary biology that exacerbate the problems identified by Jonas, so it is important to recognize and
review them.
Key words
Jonas. Reductionism. Hierarchies ontological loss of life.
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Introducción
Este trabajo se inspira en la lectura y análisis del libro El principio vida de Hans Jonas.
Cabe mencionar que la obra del autor alemán se centra en problemáticas de la
antropología filosófica y de la ética, por lo que cualquier análisis de este libro debería
ubicarse en dicho contexto. En particular, en el capítulo “El problema de la vida y del
cuerpo en la doctrina del ser”, el filósofo alemán señala la contradicción entre una
biología que se ha consolidado como área del saber durante la modernidad, pero que
“perdió” a la vida en términos ontológicos durante ese mismo período (de aquí en más
“caída ontológica de la vida”). Puede el lector anticiparse y considerar que esta crítica no
tiene sentido en nuestro contexto, en la medida en que no hay lugar para dicho
cuestionamiento en el devenir disciplinar de las ciencias de la vida. Sin embargo, aquí
proponemos que, antes de expedirnos en dicho asunto, atendamos a la argumentación del
filósofo alemán. En este sentido, nuestro trabajo pretende dar lugar al interrogante
formulado por Hans Jonas desde la perspectiva de la filosofía de la biología.
Tal como veremos con mayor detalle a continuación, según Jonas la aproximación
mecanicista que se ha ido consolidando en las ciencias de la vida a través de la
modernidad, conllevó la “pérdida ontológica de la vida” a partir de la consolidación de
una ontología basada en la materia inerte. Evidentemente, esta afirmación obliga a una
mayor precisión en cuanto al modo en que la “pérdida” se ha concretado tanto en la
biología moderna como en la contemporánea. Finalmente, se analizará si la “pérdida”
ontológica de la vida puede “resolverse” dentro del abordaje mecanicista que rige
actualmente en la biología.
Con estos objetivos, el trabajo fue ordenado de la siguiente manera. En primer lugar
presentaremos brevemente los principales elementos de la argumentación de Hans Jonas.
A continuación, analizaremos la injerencia del argumento de Jonas en el marco de la
biología moderna. En tercer lugar, estudiaremos las particularidades que presenta el
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cuestionamiento ontológico de la vida para el caso de la biología del siglo XX en el marco
de la teoría de los sistemas. Por último, señalaremos algunas conclusiones que
consideramos significativas en cuanto a la relación entre la incidencia de la crítica de
Jonas y el presente (y el futuro) de la biología.
El libro El principio vida reúne una serie de escritos del filósofo alemán Hans Jonas
publicados entre 1950 y 1966. La obra pretende, en sus propias palabras, “la
incorporación del mundo orgánico en el análisis existencialista del hombre. De este modo,
se logrará una mejor comprensión tanto del hombre como de la vida extrahumana” (1, p.
9). El filósofo alemán señala que tanto los abordajes elegidos por la ciencia natural, como
por la filosofía idealista y existencialista (usando su terminología), han trabajado de
manera aislada, no generando un verdadero diálogo entre ambas. La construcción de este
necesario diálogo obligaría a la reformulación de ambos campos, tarea que el autor inicia
esbozando algunos elementos claves. En particular, en el capítulo “El problema de la vida
y del cuerpo en la doctrina del ser” −texto de gran riqueza conceptual incluso para
aquellos investigadores que propugnan posiciones diametralmente opuestas− Jonas
analiza el estado de situación de una biología que, a su entender, de manera paradojal ha
perdido de su seno la existencia de la vida. En este arduo recorrido el autor pretende
recuperar “una interpretación «ontológica» de los fenómenos biológicos” (1, p. 9). Tal
como ha sido anticipado, la hipótesis general del filósofo es que en la modernidad se ha
consolidado una biología a la que se le ha “escurrido” ontológicamente la vida. En su
argumentación, Jonas indica que a partir del siglo XVII y de manera intensificada, la vida
se presenta como el “problema a resolver” en la medida en que se sostiene una ontología
cuyo sustrato es la pura materia “desnuda de todo rasgo de vida”. Jonas explicita su
posición indicando que “el concepto de saber determina el concepto de naturaleza. Esto
implica a su vez que lo carente de vida se convierte en lo cognoscible por naturaleza, en
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el fundamento explicativo de todo, y por ello también en el reconocido fundamento
ontológico de todo” (1, p. 24). Los cambios registrados de la teoría del conocimiento
durante la modernidad tuvo como resultado la reducción a lo extenso de las
particularidades de lo viviente. Sólo la indagación de “lo susceptible de medida” proveerá
verdadero conocimiento en este período. Sin embargo, la crítica de Jonas detecta y
“sobrevuela” el problema, sin profundizar en cómo se ha llegado a la situación que
caracteriza. Por ello, a continuación, analizaremos el modo se dio el “ocultamiento” de la
vida en la biología moderna.
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recordar la crítica señala por Jonas: la vida abandona aquel estado diferenciado y superior
a otro ontológicamente inferior, y ubicado en la “interioridad de los organismos”. En
palabras del propio autor: “El lugar de la vida en el mundo queda reducido ahora al
organismo, una problemática forma y ordenación particular de la sustancia extensa” (1,
p. 25).
Debemos hacer aquí un comentario fundamental en relación con nuestro recorrido. Toda
corriente de pensamiento tiene asociado un conjunto determinado de supuestos, con
virtudes y defectos respecto a otras vertientes teóricas alternativas. Justamente por ello, no
es preciso ni necesario dudar de los “éxitos” obtenidos por el mecanicismo en la biología
para poder señalar algunos de sus inconvenientes asociados. Más aún, la posibilidad de
realizar este análisis crítico es una práctica necesaria a los fines de enriquecer la propia
investigación científica. En este sentido, aún cuando el programa de investigación de la
biología en los últimos siglos y, en particular en el siglo XX, ha mostrado importantes
éxitos, consideramos que la “caída ontológica de la vida” es un problema que merece y
obliga a ser analizado.
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Retornemos aquí a la crítica de Jonas y sospechemos: ¿efectivamente la vida es “dejada
de lado” cuando es considerada una propiedad de un conjunto particular de entes? Aún
respondiendo dicho interrogante de modo afirmativo, este “dejar de lado” obliga a una
mayor precisión, de modo de comprender en qué sentido y de qué manera se ha
concretado. En la historia de las ideas asociadas al estudio de la vida, una de las
manifestaciones esencialistas más claras fue la de Linneo, quien propuso un orden y
clasificación jerárquica para los seres vivos. En su sistema, Linneo asignó a cada especie
un nombre binomial combinando un término correspondiente al género y otro al nivel
específico. Por ejemplo, en el caso del hombre, ‘Homo’ corresponde al género, mientras
que ‘sapiens’ corresponde a la especie. Como afirma Marc Ereshefsky (2), la estrategia de
los nombres binomiales cumple dos funciones diferentes. En primer lugar, el nombre
binomial permite la identificación de todas las especies. En segundo lugar, los términos
genéricos permiten ubicar a la especie correspondiente dentro de un esquema general más
abarcador. Linneo sólo reconoció trescientos doce nombres genéricos, de modo que su
sistema se presentaba como una guía sencilla para la clasificación de todos los organismos
vivos. Por otra parte, cabe mencionar que este sistema fue propuesto bajo supuestos
esencialistas y, por supuesto, creacionistas (3). Según Linneo, Dios creó un par de
organismos para cada una de las especies sexuales (y sólo uno para las asexuales), y el
resto de los organismos de cada especie descienden de aquel par originario: Linneo
negaba cualquier aparición específica por fuera de este acto original creador. A su vez, las
esencias eran aquello que distinguía cada una de las especies, a la vez que les brindaba
estabilidad a través del tiempo (2).
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investigadores: por ejemplo, en la última etapa de la producción intelectual del fijista
Linneo, o bien en la propuesta del conde de Buffon.
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“ordenar” las diferentes disciplinas científicas, sino también a distinguir niveles
jerárquicos dentro de las propias disciplinas, tal como sería el caso de la biología durante
el siglo XX.
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En este contexto, puede surgir cierta duda respecto de la compatibilidad entre la noción de emergencia y la
de función: siendo que la primera pone el acento en la vida como propiedad emergente, la segunda se centra
en la analogía entre los organismos y las máquinas. Sin embargo, no hay incompatibilidad alguna. Según la
conceptualización moderna, la vida es una propiedad y emerge a partir de las interacciones de entidades
correspondientes a los niveles inferiores, dando origen a este fenómeno sin correlato ontológico. El modo
particular de interactuar entre las entidades se trata justamente de este “funcionar”: las leyes presentan las
características de ese interactuar, mientras el compromiso ontológico está dado con las entidades
fundamentales.
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ejemplo, a fines de la década de los años setenta Michael Ruse estudiaba la cuestión de si
la biología era una ciencia con características similares a la física o a la química, y sus
objetivos se enmarcaban, tal como él mismo reconocía, en la tradición del empirismo
lógico. Tal vez por ello, al final de su libro Philosophy of Biology, Ruse defiende la tesis
de que las afirmaciones relativas a la física pueden aplicarse en gran medida a las ciencias
biológicas −o al menos, en una medida mayor a la que suponían los trabajos previos sobre
el tema−, abriendo así la posibilidad de cierto esquema reductor de la biología a la
química y la física (7). En la misma década y en relación con los objetivos de su obra
Philosophy of Biological Science, David Hull señalaba que:
En las palabras de Hull se observa también que la principal obsesión de aquel momento, y
uno de los objetivos que se suponía debía asumir la naciente filosofía de la biología, era la
idea de comprender la relación entre la biología y otras disciplinas. En particular, se
admitía que la tarea consistía en explorar en la dirección sugerida por Michael Ruse: la de
generar escenarios reductores de la biología respecto de la física y/o la química.
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Ubicándose en una posición diametralmente opuesta, Ernst Mayr (9) reconoce que el
supuesto de que es posible reducir las teorías y conceptos de todas las ciencias (incluida la
biología) a los propios de las ciencias físicas ha dominado no sólo a la filosofía, sino
también a la misma indagación científica durante la modernidad. Según este autor, los
intentos por reducir los sistemas biológicos al simple nivel físico-químico han fracasado
debido a que, en la operación reductiva, los sistemas pierden sus propiedades
específicamente biológicas. Por ello, las particularidades de los organismos deben ser
considerados en una filosofía de la ciencia no sesgada por supuestos reductivos. Según
Mayr, éste es un aspecto recuperado por la “nueva generación de los filósofos de la
ciencia”, que permitió el surgimiento de la filosofía de la biología como disciplina
autónoma.
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organismo en la jerarquía de lo viviente. Por ejemplo, el nivel celular no ocupó el mismo
papel reductor dentro de la biología contemporánea. ¿Por qué, entonces, se puso el acento
en la genética y la biología molecular? Parte de la respuesta tiene que ver con las
características del discurso construido por sus propios protagonistas. En este sentido, Fox
Keller indica:
Así, el acento puesto en el nivel genético parece estar directamente relacionado con el
interés que durante el siglo XX concentró el concepto de información:
Fox Keller advierte que, avanzado el siglo XX, el uso del concepto de información pasaría
de un sentido literal a uno metafórico. Sin embargo, el “desplazamiento” ya se había
operado: el lugar central de la genética ya se había consolidado. Al igual que con el caso
de la genética, la biología molecular también edificó un discurso que la (auto) posicionaba
en una ubicación de privilegio, y algunos autores mencionan que también en este caso “la
idea de información es la que se ha abierto el camino” (13, p. 28, itálica en el original).
En este contexto cabe una nueva pregunta: si en el marco del mecanicismo la vida no es
algo existente en sí, ¿cuáles son las entidades realmente existentes en la biología del siglo
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XX? ¿A qué nivel/es corresponde cada una de ellas? En primer lugar, podemos reconocer
que, en general, los compromisos ontológicos asumidos por la comunidad académica se
encuentran en resonancia con los del campo social de su propia época. Por ejemplo, en la
modernidad se registra un compromiso ontológico con los organismos biológicos
entendidos como individuos, tanto desde el campo social como desde la comunidad
académica de las ciencias de la vida. Sin embargo, en el siglo XX los individuos distan de
ser las únicas entidades propuestas como existentes: tal como señalamos, en este período
se impone un reduccionismo ontológico hacia las entidades correspondientes a los niveles
de la genética y la biología molecular. Estas entidades presentan características que les
permiten explicar a los propios individuos, lo cual, en el marco del mecanicismo, posee
un alto valor epistémico. Esta preeminencia epistémica parece incluso reforzar la misma
reducción ontológica que, en muchos casos, acompaña a la reducción epistemológica. De
este modo, la “caída ontológica de la vida” no sólo se ha dado a partir de su “fuga” desde
la biología hacia la materia inerte, sino que también se ha acentuado a partir de las propias
tendencias reductivas vigentes en el seno de la biología. Tal como anticipamos, este
“fundamentalismo” de las entidades correspondientes a los niveles inferiores dentro de la
propia biología no fue mencionado por Jonas en su libro El principio vida. Sin embargo,
su inclusión parece ser necesaria en la medida en que posee particularidades en cuanto al
modo en que se ha concretado “la pérdida ontológica de la vida”. Ciertamente, este
aspecto no es la única limitación que hallamos en el análisis del filósofo alemán. A
nuestro entender, tampoco resulta satisfactorio su diagnóstico de la “ontología de la
muerte” en el marco de la biología contemporánea. De eso trata, justamente, la próxima
sección.
Hasta aquí, hemos acordado con Hans Jonas en cuanto a que, a partir de la consolidación
del mecanicismo, en sentido estricto se ha perdido la existencia de la vida. A su vez,
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hemos desarrollado cómo dicha “pérdida” no sólo se debe a la preeminencia de la materia
inerte −implícita en la reducción hacia las entidades propias de la física y la química−,
sino también a la propia tendencia reductiva hacia los niveles inferiores dentro de la
propia biología. Sin embargo, Jonas sugiere también una identificación de la muerte con
lo no vivo, afirmando que “nuestro pensamiento está hoy bajo el dominio ontológico de la
muerte” (1, p. 26). Del mismo modo, el filósofo sostiene que “[E]l hecho mismo de que
hoy debamos enfrentarnos al problema teórico de la vida, y no al de la muerte, atestigua el
estatus de la muerte como el estado natural y que se explica a sí mismo” (1, p. 25).
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entidad que es el ser humano obliga a recuperar cada uno de los fragmentos de la vida que
nos ha dejado el mecanicismo (los niveles de lo viviente), y valorarlos con extremo
cuidado, con el convencimiento de que nuestro análisis será siempre insuficiente. Por
ejemplo, los intentos por reducir comportamientos humanos de gran complejidad a meras
secuencias genéticas (para ejemplos, ver 14, 15 y 16) impiden cualquier vínculo no sólo
entre las diferentes disciplinas que componen a la biología contemporánea, sino también
entre las ciencias naturales y las ciencias sociales.
¿Cómo dar cuenta de una propuesta alternativa que logre recuperar el status ontológico de
la vida? En primer lugar, debemos reconocer que la vida no podrá “recobrarse” de manera
estricta en el marco del mecanicismo. Sin embargo, aun cuando no aceptemos muchos de
los elementos propositivos sostenidos por Jonas, la crítica señalada por el filósofo alemán
irrumpe frente a cierta tendencia general de exacerbar las entidades correspondientes a los
niveles inferiores en la biología. En este sentido, resulta imprescindible revisar algunas
tendencias de la biología contemporánea intentando encontrar alternativas a los intentos
reductores de la biología a la química y la física, de las ciencias sociales hacia la biología,
y dentro de la biología misma, en “favor” de la genética y biología molecular. De este
modo, si bien puede tratarse de un proceso “irreversible” dentro del mecanicismo
imperante, el problema de la pérdida de lo viviente se ve intensificado frente al hecho de
que las partes consideradas fundantes son justamente los niveles donde la vida se
disuelve, allí, en la interioridad de los organismos. Como hemos mencionado, la crítica de
Hans Jonas a nuestra biología nos obliga a aceptar que una parte del problema es
irresoluble dentro del mecanicismo: la “caída” ha ocurrido, una caída histórica basada en
ciertos pilares epocales. Sin embargo, esto no implica que debamos quedarnos de brazos
cruzados. Por el contrario, se trata del desafío y de la necesidad de buscar lo vivo entre
fragmentos de materia inerte, tarea ardua, ingrata y sobre todo, restringida. Pero quizás
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también sea una buena oportunidad para aprovechar esta limitación a fin de generar una
demarcación clara para el alcance de nuestras conclusiones, a la vez que de incorporar
aquellos otros fragmentos “olvidados” en el arduo camino de aprehender y comprender la
vida.
Agradecimientos
Agradezco la lectura crítica por parte de la Dra. Olimpia Lombardi y del Lic. Federico di
Pasquo, cuyas críticas enriquecieron el presente trabajo.
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Bibliografía
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7. Ruse M. La filosofía de la biología. Madrid: Alianza Editorial; 1979.
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13. Thuillier P. Cómo nació la biología molecular. En: Biología molecular (Selecciones
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