Yo me sé otra versión, tiene lugar en una balsa donde Dios,
Jesús y el Diablo se internan en altamar por varios días. Tras largos monólogos, debates, discusiones, revelan sus verdaderas intenciones. Dios tiene un plan maestro, con el que pretende ampliar su poder e influencia sobre los hombres y, como es de suponerse, Jesús juega el papel protagónico. El plan incluye, desde luego, la muerte trágica y vergonzosa de Jesús, porque sin un mártir el plan no funciona, solo imagínense que nuestro querido y respetado señor hubiera muerto de viejo por causas naturales; evidentemente no existiría el cristianismo como lo conocemos y Dios lo sabía muy bien. Pero no sólo debía morir de esa forma que eriza los pelos, sino que debía hacerlo con la calidad de hijo de Dios. Pero Dios va más allá y comenta que el siguiente paso es la muerte espantosa de miles de mártires de manera programada para los próximos dos mil años, la mayoría de ellos son reconocidos como Santos. Jesús y el propio Diablo quedan horrorizados por lo escuchado y el que le pide a Dios que desista es el propio Diablo a cambio de hacerse a un lado en la vida de los humanos. Dios no acepta, está determinado. Por su parte, Jesús se niega a participar y sabe que no tiene escapatoria a menos que provoque su muerte; es entonces cuando se hace arrestar y se declara culpable de un delito común, rebelión, al declararse Rey de los Judíos, pero nunca proclama ser hijo de Dios, motivo por el que solo podían odiarlo, quererlo o tirarlo a loco, porque no era un delito. Jesús programó su muerte tratando de boicotear el plan de Dios, creyó, supongo, que al morir por una razón distinta, como un delito común, bastaría. Evidentemente no fue así. La historia cuenta que cuando está crucificado se abre el cielo y se escucha una voz portentosa que reza "Gracias hijo por morir por mi", a lo que Jesús respondió casi sin aliento "Perdónenlo, no sabe lo que hace". Cuenta la leyenda que lo último que Jesús recuerda es que ponen un paño húmedo sobre sus labios, al trabajosamente voltear para identificar a quien lo confortaba, logró ver al Diablo alejarse al parecer lleno de pesar. Todo esto no lo sabía de cierto, pero lo suponía. Pero un día como cualquier otro, gris por cierto me encontraba junto a la ventana cuando alguien o algo me susurro “salta”. Espantado volví mi cabeza y ahí estaba, él, quién me dijo que en realidad estaba bromeando y así empezó nuestra amistad que aún perdura y que entre otras muchas me contó su versión de los hechos. Me contó cuanto admiraba a Jesús, que llegaron a ser buenos amigos y que entre otras muchas es algo que nunca le perdonará “al otro”. Hay cosas de las que no habla, me dice que están más allá de mi capacidad de comprensión. En lo personal disfruto su compañía y creo que es el verdadero amigo del hombre, te habla sin dobleces, te aconseja pasarla bien y no preocuparte demasiado, comprende tus necesidades, tu capacidad limitada y te ayuda como puede; está en contra de la hipocresía, de las falsas expectativas , está en contra de la mentira, de la incongruencia vestida de sotana, de la pedofilia clerical, de que “el otro” proyecte sus frustraciones y nos quiera llevar por la vida haciéndonos tal vez tan infelices como él mismo debe serlo. Porqué el ataque sistemático contra mi nuevo amigo, quien no se atribuye méritos y se resiste a los despliegues de vanidad y auto justificación en los que su contraparte se especializa. Él sabe que elogio en boca propia es vituperio, sabe que el que acusa tiene la carga de la prueba y que explicación no pedida, acusación manifiesta. Sabe también que quién lo hace de manera obsesiva , reiterada, sistemática es solo alguien con miedo; que quien manipula con tanta preocupación, solo tiene miedo a perder territorio, superficie tan frágil, porque solo tiene ancla en nuestra mente y en nuestro desasosiego . Ojalá me visitara esta madrugada, cómo me agradaría su compañía inteligente y amena, especialmente ahora que necesito su consejo, Supongo, que, como él siempre lo ha hecho, espera que decida por mí mismo.
Dedicado con afecto y gratitud a José María Fuentes Pila