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Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

http://www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/J/juventud.htm

Enrique Martín Criado


Juventud Universidad de Sevilla

>>> ficha técnica

La "juventud" se ha constituido como uno de los objetos de investigación


sociológica más comunes, más banales. La existencia de una "juventud"
como grupo -o "condición"- social que tendría "actitudes",
"comportamientos" o una "subcultura" se ha convertido en una especie de
evidencia natural, en un punto de partida incuestionable en buena parte de
la investigación sociológica sobre la "juventud" española.

Sin embargo, ?qué autoriza a pensar que una identidad cronológica suponga
por sí misma una identidad social?, ?qué permite identificar como
pertenecientes al mismo grupo social -por el solo hecho de que ambos
tengan veinte años- a un estudiante de Derecho de una universidad privada
y a un peón de albañil con contrato temporal? ?En virtud de qué "formidable
abuso del lenguaje" se puede pasar de una identidad de edad biológica a
una identidad de conformación de "opiniones", de "actitudes", de
situaciones: de sujetos?

Vamos a defender aquí que la "juventud" no forma un grupo social, una


categoría homogénea. Bajo la identidad del nombre "juventud" -bajo la
presunta identidad social de todos los incluidos en un arco de edades- se
agrupan sujetos y situaciones que sólo tienen en común la edad. Las
investigaciones que parten de la existencia de la "juventud" como premisa
de base sucumben a la ilusión sustancialista que quiere que tras la
identidad del nombre exista la identidad de una propiedad. En vez de partir
de una construcción teórica a partir de la cual se construya el objeto de
investigación, extraen del lenguaje cotidiano, de sus nociones comunes -y
con ella, de su filosofía común- objetos construídos por unas dinámicas que
se les escapan.

La "juventud" es una prenoción, un objeto preconstruido. Producido como


categoría de sentido común de percepción de la sociedad a partir de unas
dinámicas socio-históricas, sólo el "olvido" de la estructuración de la
sociedad en clases sociales puede permitir constituir un abánico de edades
como "grupo social", como actante de un relato sobre la sociedad que
ignoraría las diferentes condiciones materiales y sociales de existencia
asociadas a las diferentes posiciones en la estructura social: en las
relaciones de producción y en la distribución de las diferentes especies de
capital.

Estructuraremos nuestra argumentación en tres partes: en primer lugar,


señalaremos las dinámicas a partir de las cuales se construye la "juventud"
como problema social. En segundo lugar, veremos el papel que ocupa la
"sociología de la juventud" como juez y parte -sobre todo parte- en esta
construcción -teóricamente dudosa, pero políticamente "interesante"-. Por
último, señalaremos cuáles deberían ser los objetos de investigación
teóricamente construidos que sustituyesen a las prenociones sobre las que
normalmente se asienta la sociología de la juventud.

I. La construcción de la juventud como problema social

Podemos hallar en todo grupo social una división, por elemental que ésta
sea, en clases de edad: diversas condiciones asociadas a la edad y que
suponen una serie de derechos y deberes, una serie de comportamientos
proscritos y prescritos; en suma, una diferencia de "esencias sociales".

Ahora bien, esta estructuración en clases de edad difiere enormemente de


unas sociedades a otras. Así, en la Europa pre-industrial, la conformación
era muy distinta a la que conocemos en la actualidad: no existía la fase que
ahora se denomina "adolescencia"; la infancia no estaba separada del
mundo adulto -no había, por ejemplo, tabús respecto a la sexualidad en
relación con los niños ni lugares para socializarlos aparte- y terminaba a los
7-8 años -edad en que, en muchas regiones, se mandaba al hijo a casa de
otros como aprendiz-; la variación en la construcción de las categorías de
"infancia" y "juventud" era enorme de unas regiones a otras -al estar poco
extendido el sistema escolar, no se había producido aún una
homogeneización institucional de las clases de edad-, la categoría de
"joven" podía abarcar desde los 6 hasta los 40-50 años, etc.

Las primeras invenciones -teóricas y prácticas- de una infancia que tendría


una naturaleza completamente distinta a la adulta y de una "juventud" en el
sentido moderno se deben a los reformadores humanistas y religiosos que
proliferan a partir del siglo XV: su extensión va unida al progresivo
crecimiento de un sistema de enseñanza -fundamentalmente en manos de
instituciones religiosas- donde se separan a los niños de los adultos.

Pero es en el "Emilio" de Rousseau donde se va a producir, a nivel teórico, el


paso fundamental para la legitimación de la concepción moderna de la
infancia y para la invención de la adolescencia -matriz histórica de lo que
será posteriormente la categorización social de la "juventud"-.

Rousseau establece una equivalencia entre el desarrollo de la especie


humana y el del individuo: ambos pasan por tres estadios: salvaje (infancia),
bárbaro (adolescencia) y civilizado (adulto). El período de la adolescencia
es, por tanto, la recapitulación -en el desarrollo individual- del acceso de la
humanidad desde la barbarie a la civilización. La adolescencia será definida
por Rousseau como un "segundo nacimiento": fundamental en el desarrollo
del individuo, será un período absolutamente turbulento -como corresponde
a un paso desde un estado de naturaleza a un estado de cultura- en el que
el tutor deberá estar constantemente alerta.

Esta concepción de la adolescencia como época especialmente turbulenta,


que ha de ser constantemente vigilada porque entraña numerosos peligros
se extenderá y consolidará en el siglo XIX. Y, junto a ella, un interés
completamente nuevo por la "juventud", espacio definido, a partir de la
matriz de la "adolescencia", también como turbulento: espacio de paso de la
irracionalidad infantil a la racionalidad adulta, se caracterizará por un
exceso de pasión irracional que hay que vigilar y encauzar. Una serie de
dinámicas, que vamos a repasar sumariamente, están en el origen de la
construcción y centralidad simbólica de estas clases de edad.

En primer lugar, el cambio en las relaciones de producción: paso de una


sociedad con relaciones feudales y de capitalismo comercial a una sociedad
de capitalismo industrial. La organización por el propio capitalista del
proceso de producción de mercancías -frente a la fase anterior, en que
permanecía fuera del proceso de producción, como intermediario- introduce
el problema que Marx denomina de paso de la "subsunción formal" a la
"subsunción real" del trabajo: ?cómo disciplinar a los sujetos y sujetarlos
para que produzcan, y bien, durante el tiempo que se les compra? De esta
manera el problema de la producción de sujetos disciplinados, eficaces y
obedientes -de la "socialización"- pasa a primer plano -tanto más cuanto
que se comienzan a organizar revueltas y movimientos obreros-. Es la época
de la invención de las ciencias de la "normalización" (Foucault), y de la
generalización de la problemática de la "educación" como central para el
mantenimiento del orden social -hay que enderezar el árbol cuando
comienza a crecer-.

En segundo lugar, el progresivo movimiento de crecimiento y


burocratización del Estado y de las empresas privadas va a extender unas
clases medias cuya reproducción social va a pasar por el sistema escolar.
Será en estas clases sociales donde se creará un modelo de adolescencia -el
de sus propios vástagos cuya escolarización se prolonga para poder acceder
a las nuevas posiciones creadas en las instituciones burocráticas- que se
intentará imponer, con la ayuda de la psicología, como "natural" e
"universal". Fundamental en los rasgos concretos que tomará la
"adolescencia" será, además, la acción de los propios profesionales de las
instituciones de enseñanza que reinventarán -teórica y prácticamente- en
las escuelas, institutos y universidades los modelos construidos por los
reformadores humanistas y religiosos de los siglos anteriores.

A finales de siglo, el concepto de la "adolescencia" como etapa "natural" de


desarrollo está plenamente legitimado por la psicología. A partir de ella, se
producirán toda una serie de cruzadas morales para extenderlo al conjunto
de la sociedad, especialmente a las clases populares, percibidas como
clases peligrosas, y a las que hay que encauzar mediante la acción de
corrección de sus miembros más jóvenes: es la época en la que nacen los
movimientos juveniles, normalmente con fines y estructura militares -como
los Boy Scouts-. Es la época asimismo en la que todas las formas de
juventud que no adecúen a la norma de la clase media -especialmente las
obreras- se constituyen como "problemas sociales".

Por otra parte, la identificación que se produce entre socialización y orden


social conducirá a otra identificación que se mantendrá durante todo el siglo
XX y que tendrá un papel importantísimo en la difusión de la categoría de la
"juventud" en la percepción de la sociedad: la identificación de juventud con
futuro de la sociedad: la juventud servirá como espacio de proyección de los
mitos sobre el cambio social.

A partir de estas premisas, en el siglo XX vamos a asistir a una inflación de


discursos y de dispositivos de intervención sobre la "juventud". Sin hacer un
seguimiento cronológico, señalemos las principales dinámicas de esta
inflación:

- Extensión y prolongación de la escolarización, que va a homogenizar


relativamente las clases de edad entre los diferentes grupos sociales.

- La identificación de la juventud con el cambio social va a incrementar


exponencialmente -respecto a otras clases de edad- la visibilidad social de
aquellos grupos de jóvenes que, en un momento determinado, mejor
respondan a las expectativas -optimistas o pesimistas- de cambio social.

- Asimismo, la centralidad de la problemática de la socialización junto a la


visibilidad social de la juventud llevarán a una visibilidad exacerbada de
cualquier práctica "juvenil" "desviada".

- El paso de un capitalismo de producción a un capitalismo de consumo,


asimismo, conducirá a la búsqueda de nuevos ámbitos de producción de
objetos de consumo -de nuevos consumidores-: se inventará, en la
posguerra, un mercado de consumo juvenil -bautizado como "cultura
juvenil"-. Esta invención, al tiempo que incrementará la visibilidad social de
las nuevas "subculturas juveniles", servirá para fijar la creencia en una
"juventud" como grupo social específico.

- Las respuestas a la "cuestión social" se realizan a partir de discursos y


dispositivos de intervención que no pongan en cuestión los principales
fundamentos del orden económico. Aquí la "juventud" será fundamental:
porque servirá para sustituir la clase social por la clase de edad tanto en las
representaciones -en la definición de los "problemas sociales"- como en los
dispositivos de intervención.

- Por último, la constitución de un campo de profesionales de la juventud


que, mediante sus discursos y prácticas, contribuirán a crear la necesidad
de su producto recreando constantemente la representación de que existe
un "problema juvenil" -y, por tanto, una "juventud" con una "problemática"-.
La interrelación de todas estas dinámicas irá constituyendo, así, a la
"juventud" como categoría central, "naturalmente" evidente, en la
percepción de la estructura de la sociedad. Veamos a continuación el papel
de la sociología en esta construcción: un papel de contribución y
legitimación de la construcción que, a su vez, tiene un trasfondo político
muy claro.

II. La "sociología de la juventud" oficial

Los discursos que mayoritariamente los sociólogos han construido en torno


a la juventud pueden considerarse como variaciones de los temas
fundamentales esbozados por dos clásicos: Ortega y Gasset y Talcott
Parsons.

Ortega se sitúa dentro de una amplia corriente de pensadores que, en los


años 20, va a teorizar sobre la sociedad en términos de generaciones. Un
desencadenante importante de esta teorización es el triunfo de la
revolución soviética y un apogeo en la agitación y revueltas socialistas en
toda Europa. Como alternativa al pensamiento marxista y socialista, los
intelectuales burgueses elaboran una teoría del cambio social en la que los
actores ya no son las clases sociales, sino las generaciones.

Es en Ortega donde vemos más claramente el carácter político de esta


corriente. Su teoría de las generaciones se produce por enfrentamiento
directo a la teoría marxista del cambio social: mientras que en ésta el motor
del cambio social son las clases sociales, y su contenido, el cambio de las
relaciones de dominación políticas y económicas, Ortega formulará una
teoría en la que las nuevas generaciones serán el motor de la historia:
portadoras de nuevos valores y promesa de futuro, anuncian un cambio
social que será cultural.

Talcott Parsons, a su vez, legitima en la literatura sociológica el concepto de


"cultura juvenil". Su argumento es el siguiente: el alargamiento de la
estancia en instituciones educativas separa a los jóvenes, no sólo del
sistema productivo, sino incluso de las relaciones de clase. En las
instituciones educativas se estaría formando una cultura adolescente
totalmente distinta de la adulta, con su propio sistema de normas y valores.
Esta "cultura juvenil", en la que participarían todos sin distinción de clase,
sería, en el fondo, funcional para la integración de la sociedad, para la
reproducción del sistema social.

La obra de estos dos autores proporciona la matriz básica de lo que será en


España el enfoque institucional sobre la juventud. Este presenta los
siguientes rasgos invariantes:

En primer lugar, se considera a la juventud como un grupo social


diferenciado: se supone una homogeneidad de base entre todos los
incluídos en el abanico de edades -establecido administrativamente- que se
defina como juventud, ya sea por una presunta naturaleza psicológica del
joven, o por una presunta identidad de condiciones de existencia. En otras
palabras: se niega la existencia de clases sociales: a igual edad, todos los
sujetos tendrían unas condiciones de existencia y psicología similares,
independientemente de que sean hijos de jornaleros o de jueces.

En esta sustancialización de la juventud como grupo, se obvia la distinción


conceptual entre "clases de edad" y "generaciones". Distinción que no es
banal. El concepto de "clases de edad" nos remite a la categorización que,
en cada grupo social, se hace de diferentes edades de la vida: a cada una le
corresponderían una serie de comportamientos, de derechos y deberes
específicos: al pasar a una nueva clase de edad, el individuo adoptaría los
comportamientos de ésta. Por el contrario, el concepto de "generación" nos
remite a los cambios en la producción de sujetos por cambios en las
condiciones de existencia a que se ven sometidos.

Esta distinción suele obviarse, hablando simplemente de "juventud" o, en


todo caso, de "condición juvenil". La razón es simple: permitirá jugar con la
atribución de los comportamientos y las actitudes a efectos de clase de
edad o de generación en función de su mayor o menor adecuación a la
norma. Cuando las opiniones de los jóvenes extraídas en la encuesta
reflejen una conformidad con los valores del investigador, éste hablará de
generación y alabará el saludable cambio social que traen las nuevas
generaciones. Cuando, por el contrario, los jóvenes tengan opiniones
"desviadas", se remitirán éstas a los efectos de clase de edad: los jóvenes,
ya se sabe, son irresponsables, todavía no han llegado a la racionalidad
plena...

El cambio social se concebirá, por tanto, como cambio generacional. Y será,


además, un cambio cultural: los jóvenes son portadores de una "cultura
juvenil" específica que va a renovar la cultura del conjunto de la sociedad. Y
en cuanto al sentido del cambio, los informes institucionales sobre juventud
también son unánimes: es la "modernización", paso hacia una sociedad más
justa, democrática y avanzada gracias al cambio de la "cultura" de los
ciudadanos.

No es difícil ver todo lo que implica este culturalismo onmipresente en las


investigaciones de juventud. Como no hay clases sociales, no hay intereses
enfrentados: las relaciones de dominación, el marco socio-político y
económico desaparecen de la escena. En su lugar tenemos una sociedad
compuesta por "jóvenes" y "adultos" con "culturas" diferentes. Si hay
diferencias, éstas son simplemente cuestión de opiniones, de actitudes, de
ideologías: de entidades mentales. Si hay conflicto social, es simplemente
un conflicto cultural. Y la solución, por tanto, ha de ser también cultural:
diálogo, consenso, aculturación, cursillos.... curiosamente lo que ofrecen las
pregonadas "políticas de juventud".

La pertinencia política de este esquema salta a la vista simplemente


oponiéndolo al esquema marxista clásico. Si para éste la sociedad está
compuesta por clases sociales definidas por sus posiciones en las relaciones
de producción y el cambio social sólo puede ser un cambio político-
económico, el esquema culturalista sustituye "clase social" por "clase de
edad" -la sociedad está compuesta por jóvenes y adultos-, la "producción"
por el "ocio" -las subculturas se definen fundamentalmente por pautas de
ocio- y el cambio político por un cambio cultural: las relaciones de
dominación por el diálogo. De esta manera se legitiman todas las políticas
de intervención que propongan, como solución al "problema juvenil", una
serie de medidas de "aculturación" y "formación" de los sujetos a intervenir
que, por supuesto, dejen intacta la estructura política y económica.

Esta sociología de la juventud, legitimadora de una praxis política, tendrá en


la encuesta su herramienta de investigación privilegiada. Las razones
políticas no son difíciles de elucidar:

Porque en la encuesta de opinión es el sociólogo quien pregunta, quien


delimita el campo de lo decible: el poder está del lado del que pregunta, no
de quien contesta. La encuesta de opinión permite la "imposición de
problemática". Mediante las preguntas cerradas, se eliminan las otras
alternativas de problemáticas sociales que no sean las problemáticas
dominantes, es decir, las de los grupos dominantes. Mediante el efecto de
imposición de problemática, se logra legitimar la problemática de los grupos
dominantes como la problemática de la mayoría: se cierra el campo de lo
pensable y se legitima como lo que piensa la juventud.

Porque mediante los artefactos estadísticos de la media y la moda permite


construir la opinión media o mayoritaria como la opinión de la "juventud"
-legitima estadísticamente la ilusión de la existencia del grupo-: mediante la
encuesta de opinión, el sociólogo transforma "el 55% de los jóvenes opina
que .." en "la juventud opina que..."

Porque centra la explicación -la culpabilidad- en el sujeto encuestado:


cualquier fenómeno puede remitirse a las opiniones o actitudes
"expresadas" en la encuesta. Aislados los fenómenos sociales de su
inserción estructural en la sociedad de clases, y aislados los individuos en
sus casillas estadísticas, se pueden relacionar unos y otros tranquilamente
en la forma de "conglomerados" culturales, de diferencias de actitudes, de
opiniones, de subculturas...

Porque, por sus características de examen -que exige la buena respuesta- la


encuesta de opinión siempre produce una "opinión pública" -o una
"juventud"- más del lado de la norma.

En fin -y este último punto resume varios de los anteriores-, porque como en
la encuesta de opinión se desconoce el sentido de las preguntas y las
respuestas -se presume que el sentido es el mismo para todos los
encuestados y el investigador-, el investigador puede imponer sus propios
esquemas de sentido, actuando como ventrílocuo que dice lo que la
juventud realmente piensa, quiere...
En conclusión, nos hallamos con una sociología de la juventud con una
inserción política muy clara. "Olvidando" -negando- la realidad de la
dominación de clase, señalando a la "juventud" como problema social y, por
tanto, como superficie de intervención, legitimando las problemáticas que
preocupan a las instituciones como problemas de la juventud, no es sino la
contrapartida discursiva de una "política de juventud" que, pretendiendo
ayudar -"insertar"-, consigue desvíar la mirada al preguntar sobre el origen
de los "problemas sociales": nunca hacia arriba, siempre hacia abajo.

III. Más allá de la sociología de la juventud

La juventud es una "ilusión bien fundada". Ilusión, porque presume una


identidad de sujetos a partir únicamente de la identidad cronológica sin
plantearse la diferencia de condiciones materiales y sociales que, a igual
edad, se produce en diferentes posiciones de la estructura social. Bien
fundada, porque a partir de toda una serie de dinámicas sociales -que
hemos apuntado en el primer epígrafe- se va a imponer como categoría de
percepción central en la categorización de los sujetos y sus prácticas,
realimentando y re-construyendo así, su realidad social.

No vale, por tanto, entregarse a la ilusión sustancialista que quiere que tras
la unidad del nombre "juventud" exista una unidad social -un grupo social-:
hay que abandonar toda esa parafernalia discursiva que sitúa como sujeto
de la frase "la juventud". Pero tampoco vale con declarar simplemente que
"la juventud no es más que una palabra", ya que las palabras, cuando están
sostenidas por la creencia colectiva en la existencia de lo que designan,
tienen eficacia social. Frente a estas dos posturas extremas, hay que
reconstruir teóricamente la problemática de "la juventud" -o mejor, las
juventudes- situándola en las dinámicas sociales de dominación y de
reproducción social.

Así, apuntamos cuáles serían las líneas de investigación en esta


perspectiva:

En primer lugar, una sociología de las clases de edad y de las generaciones


que situase ambas dentro de las luchas entre grupos sociales por la
apropiación diferencial de recursos y dentro de las diferencias en las
condiciones materiales y sociales de reproducción de los grupos sociales. En
esta perspectiva, no habría "una juventud", sino "juventudes" distintas:

- Cada grupo social distinto, en función de sus condiciones sociales y


materiales -y sobre todo, en función de sus condiciones y determinantes
para reproducir su posición social-, establecería una categorización de
clases de edad distintas. Esta categorización, asimismo, sería objeto de
luchas dentro del grupo: las denominaciones de "viejo" y "joven" son
etiquetas que se utilizan para luchar y para definir los derechos
diferenciales de acceso a los recursos y a las posiciones de poder.
- Asimismo, dentro de cada grupo social, se establecería en determinadas
condiciones una diferenciación por generaciones: diferenciación en la que lo
determinante no sería la edad biológica, sino los cambios en las condiciones
sociales y materiales en que son producidas y viven las distintas cohortes.

En segundo lugar, una sociología de la construcción social de la "juventud"


como "problema social". Sociología que tendría que relacionar las distintas
dinámicas en las condiciones de reproducción social de los grupos con las
distintas dinámicas institucionales de producción de "problemas sociales" y
de "grupos sociales". Estudio de la construcción social de la juventud en la
que sería un punto fundamental el estudio de las dinámicas de etiquetaje
-"labelling"- mediante las que los sujetos terminan acordándose a la
definición social de su "esencia": es decir, de aquellas dinámicas por las que
las representaciones sociales construídas -o inventadas- en un momento
determinado terminan convirtiéndose en profecías que se autocumplen.

BIBLIOGRAFIA

ARIES, Philippe, 1987, El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen,


Taurus. Madrid.
BOURDIEU, Pierre, 1978, "La 'jeunesse n'est qu'un mot'", en Questions de
Sociologie. Minuit. Paris.
GILLIS, John R., 1981, Youth and History. Tradition and Change in European
Age Relations, 1770 - Present Academic Press Inc. London.
MARTIN CRIADO, Enrique, 1993, Estrategias de juventud. Jóvenes, estudios,
trabajos, clases sociales. Tesis Doctoral. Facultad de CC. Políticas y
Sociología. Universidad Complutense de Madrid.

THEORIA | Proyecto Crítico de Ciencias Sociales - Universidad Complutense


de Madrid

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