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Título: La Fe que no exalta a Dios 2ª Parte. Lugar: Iglesia Cristiana Neza


Pasaje: Santiago 2:17 Fecha: 29 de Agosto de 2010
Propósito: Confrontar, Auto examinar, Exhortar.
Idea Central: La Fe que salva es una Fe que actúa.

Santiago ha establecido con claridad la naturaleza de la salvación a lo largo


de los primeros 2 capítulos de la epístola. Ha explicado que 4 características que son
exclusivas de Dios y no pueden aplicarse a nadie más:
a) La Salvación es una Promesa de Dios
b) La Salvación es un Regalo de Dios
c) La Salvación es la Voluntad de Dios
d) La Salvación es por medio de la Palabra de Dios

Pero también explicó 4 características que incluyen la participación de los


creyentes, las cuales por supuesto implicación una respuesta de obediencia o
desobediencia a las Escrituras. Las 4 características fueron:
a) La Salvación Demanda Humildad (1:21).
b) La Salvación Demanda Obediencia (1:22).
c) La Salvación Demanda Compromiso (1:25).
d) La Salvación Demanda Santidad.

Con esto en mente, es importante que pensemos en la siguiente pregunta: El


versículo 17 hace una afirmación bastante fuere, la cual para muchas personas es
exagerada sin embargo, como hombres falibles no estamos en la posición de juzgar a
la Biblia, sino todo lo contrario debemos someternos a ella. Pero la pregunta es: ¿Qué
significa la expresión de que la fe (o mejor dicho, el tipo de creencia de la que está
hablando Santiago) en sí misma está muerta?

Es una pregunta apropiada ya que entenderla nos aclara muchas de las cosas
que Santiago ha mencionado a principios del capítulo 2 y que seguirá recordando a
medida que madura más la epístola.

Piense en las siguientes preguntas:


- ¿Qué se debe entender con la expresión “en sí misma”?
- ¿Cuál es el cimiento de esta fe que no está acompañada por obras?

Cuando se comprende el mensaje que Santiago quería que su audiencia


comprendiera, explicado concretamente en el v.1 de este capítulo, es más fácil
identificar los pecados que está abordando en esta sección de la epístola.
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Recordemos que Santiago solo menciona 2 veces el nombre de Cristo: en 1:1


cuando habla de Él de manera introductoria para su carta y en 2:1. Esto es
significativo ya que particularmente en esta sección, Santiago comienza a desarrollar la
naturaleza genuina de la fe verdadera.

La fe genuina de la que Santiago ha estado hablando en estos 2 capítulos,


tiene su cimiento en 2:1, donde leemos: Hermanos míos, no tengáis vuestra fe en
nuestro glorioso Señor Jesucristo con una actitud de favoritismo.

La fe verdadera solo puede estar depositada en un solo lugar. Por lo tanto, si


la fe de una persona no está depositada en el lugar correcto y adecuado, esto acarreará
una serie de consecuencias e implicaciones que tendrán repercusión en toda su vida, y
en el destino de la misma.

Por lo tanto es apropiado y necesario que estudiemos este versículo 17,


donde Estudiaremos 4 razones por las que la fe por sí misma está muerta. El título
de esta predicación es La Fe que no Exalta a Dios 2ª Pte.

La primera razón es la siguiente:


I. La fe no está depositada en el lugar adecuado: Cristo
Cuando Santiago introduce el capítulo 2 lo hace teniendo en mente el lugar
donde debe estar depositada la fe del creyente. Mencionaba que es
significativo que solo se mencione 2 veces a Cristo en esta epístola, pero de
esas 2 veces considero que la del capítulo 2 tiene un peso particular para
todo el resto de la epístola.

Aunque es muy cierto que dirige el sentido del enunciado de 2:1 a aspectos
de favoritismo, también es bien cierto el lugar específico en el que la fe de
los creyentes debe estar depositada.

El texto dice: “Hermanos míos, no tengáis vuestra fe en nuestro glorioso


Señor Jesucristo…” La primera parte es lo que nos interesa en este momento.
Según el texto, ¿Dónde debe estar depositada la fe de los creyentes? En
Cristo.

Y esto está en coordinación con los que otros autores enseñan, no solo
Santiago. Por ejemplo recordemos que en Hechos 3:16 Pedro y Juan después
de haber sanado al cojo en la puerta del templo, dicen lo siguiente: “Y por la
fe en su nombre, es el nombre de Jesús lo que ha fortalecido a este hombre a
quien veis y conocéis; y la fe que viene por medio de Él, le ha dado esta
perfecta sanidad en presencia de todos vosotros.

Pedro explica que la fe debe estar colocada en el lugar correcto, esto es en


Cristo; pero además menciona que la misma fe tiene como fuente a Cristo
mismo. En otras palabras, la fe que salva en primer lugar proviene de Cristo
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y, en segundo lugar nos dirige hacia Cristo. Cualquier tipo de fe diferente a


la que menciona Pedro en este texto, es una fe falsa que no tiene valor
alguno.

Además, en Hechos 16:31 Pablo le dice al carcelero de Filipos: “Ellos


respondieron: Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa.”
Nuevamente, en quien debe creer y depositar su fe es en Cristo. Cristo debe
ser el objeto de la fe que salva y que está viva.

Ninguna persona que se diga cristiano debe apartar esto de su cabeza: su fe


debe provenir de Cristo y debe dirigirlo a Cristo.

Sin embargo es apropiado hacer la siguiente pregunta: ¿cómo saber si mi fe


proviene de Cristo? Bueno, de manera sencilla: cuando su fe dirige su
pensamiento, acciones y voluntad a obedecer la Palabra de Cristo, entonces
es una fe que lo está dirigiendo nuevamente hacia Cristo. De lo contrario,
estará centrado en lo que usted piensa que es correcto.

La fe genuina regresa a la fuente de donde ha salido.

Un ejemplo más de esto lo encontramos en Hechos 26:14-18, donde leemos:


14 Y después de que todos caímos al suelo, oí una voz que me decía en el
idioma hebreo: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar
coces contra el aguijón." 15 Yo entonces dije: "¿Quién eres, Señor?" Y el
Señor dijo: "Yo soy Jesús a quien tú persigues. 16 "Pero levántate y ponte en
pie; porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo,
no sólo de las cosas que has visto, sino también de aquellas en que me
apareceré a ti; 17 librándote del pueblo judío y de los gentiles, a los cuales yo
te envío, 18 para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a
la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en mí, el
perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados."

Solo la fe puesta en Cristo puede dar el perdón de los pecados. La Biblia es


clara en enseñar que no existe otro lugar en el que se deba depositar la fe. Si
la fe de una persona no está puesta en Cristo, entonces no puede ser salva.
No hay salvación para las personas que creen en otros “mediadores” entre
Dios y los hombres, o en otros recursos para satisfacer la ira y la justicia de
Dios.

Cristo es claro en lo que dijo: solo a través de Él hay perdón de pecados. En


nadie más. Así que la fe muerta no tiene su fe en Cristo. Tiene fe, eso es
seguro, pero no el tipo de fe que Dios exige de las personas, que es la fe que
proviene de Él. Así que si no tiene la fe que proviene de Dios, la cual da
vida, entonces su “fe” o pretendida fe está muerta.
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Es únicamente un sistema de creencias basado en falsas ideas y falsos


conceptos de Dios, haciendo a un lado el carácter mismo de Dios.

II. La fe no conoce ni entiende el objeto de su adoración: Dios


Por lógica, si no tiene la fe que proviene de Dios, es porque en realidad
¡¡¡nunca ha conocido a Dios!!! Al no conocer a Dios, obviamente está
muerto espiritualmente, engañado y va camino al infierno.

Quizá el mejor ejemplo de esto sea Lucas 18:9-14 en la parábola del fariseo y
el publicano. 9 Refirió también esta parábola a unos que confiaban en sí
mismos como justos, y despreciaban a los demás: 10 Dos hombres subieron
al templo a orar; uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos. 11 El
fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: "Dios, te doy gracias
porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni
aun como este recaudador de impuestos. 12 "Yo ayuno dos veces por
semana; doy el diezmo de todo lo que gano." 13 Pero el recaudador de
impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al
cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "Dios, ten piedad de mí,
pecador." 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado pero aquél no;
porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será
ensalzado.

Sin error alguno, este texto muestra que la justificación (o el acto de ser
declarado justo delante de Dios) solo puede suceder por la libre voluntad de
Dios, y es un acto inmediato, no progresivo.

Pero lo interesante es la actitud de fariseo. Este hombre creció siendo


instruido por las normas más estrictas de la cultura judía. Fue educado para
conocer y entender el Antiguo Testamento. La palabra fariseo viene del
arameo parash, que se traduce como “separado o apartado”. Así que los
fariseos se consideraban especiales por ser apartados para Dios,
especialmente en un sentido de no contaminarse. Ellos creían en la
omnipotencia de Dios, su omnipresencia, y su justicia. En general tenían
una buena doctrina acerca de Dios.

Pero este texto deja algo muy en claro: conocer algo acerca de Dios no es
sinónimo de salvación. Creer en la unidad de Dios, no salva. Creer en el
poder de Dios no salva; creer en la justicia de Dios no salva; creer en el amor
de Dios no salva; lo único que puede salvar es conocer a Dios a través de
tener una comunión íntima con Él, y esto solo se puede lograr al ser
rescatado de la esclavitud del pecado por la sangre de Cristo; y esta es la obra
de Dios por medio del Espíritu Santo.
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Este fariseo tenía fe en Dios, pero en un dios que él había creado a su gusto.
Tomó algunos de los atributos de Dios y los adaptó para formar un dios que
se conformara a las necesidades particulares que él tenía.

La realidad de este fariseo es que no conocía a Dios. Escuchó hablar de Él,


tenía conocimiento sobre Su carácter y Sus atributos, mencionó Su nombre,
etc., pero había algo que le hacía falta: arrepentirse de sus pecados y rendirse
completamente a Él.

Una persona puede estar involucrada en las actividades de la iglesia, puede


evangelizar, puede participar en compasión hacia otras personas, puede
dedicar su vida entera a realizar actividades dentro de la iglesia; si embargo si
no se ha arrepentido de sus pecados y no ha clamado por la misericordia de
Dios, entonces no es una persona salva. Ser religioso no salva.

III. La fe no obtiene su fortaleza y poder La Fuente segura: el Espíritu Santo


La capacidad sobrenatural para enfrentarse al pecado, no es algo que las
personas puedan hacer por sí mismas. Nadie en sus propias fuerzas puede
enfrentarse al pecado y vencerlo, sino solo aquellas que han sido capacitadas
por Dios mismo para enfrentarse.

Pablo deja claramente explicado este punto cuando les escribe a los efesios.
Hacia el final de su epístola, después de haber explicado la posición que el
creyente tiene en Cristo en los caps. 1-3, y después de recordarles la
necesidad de vivir en conformidad con su llamado en los caps. 4-6:9, al final
les da palaras de esperanza para enfrentarse a la guerra que todo creyente
genuino deberá vivir, basadas en lo que Dios hace en las vidas de las
personas que creen en Él, dependen de Él y viven por Él.

El capítulo 6 de Efesios a partir del versículo 10 Pablo comienza a dar una


descripción de la fuente del poder de los creyentes. Pablo dice: Por lo demás,
fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza.
Pablo dice: fortaleceos. Es decir, obtener su fuerza no de lo que ellos mismo
puedan conseguir en base a sus buenas intenciones.

Pablo está enseñando que la fortaleza de una persona, el poder para vencer
el pecado no tiene su origen en las personas mismas. Como hombres caídos
y depravados estamos incapacitados para vencer al pecado. Solo un poder
sobrenatural, que se origina fuera de nosotros nos puede capacitar para
enfrentarnos al pecado y al mundo.

El Dr. MacArthur dice lo siguiente: La fortaleza de la vida cristiana radica en


la dependencia de Dios, en fortalecerse en el Señor, y en el poder de Su
fuerza. Cualquier otra fuerza demuestra ser impotente en absoluto. Fin de la
cita.
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En otras palabras, sin importar cuánto empeño se ponga, cuanto sacrificio se


haga, cuantas lágrimas se derramen; el hombre no puede vivir cuando su
fortaleza no proviene de Dios, y nos es entregada por medio del Santo
Espíritu de Dios.

Una persona que trata de resolver los problemas y dificultades por medio de
sus propios métodos, guiado por su pretendida sabiduría, no está confiando
en Dios; de la misma forma, si una persona solo se concentra en corregir sus
conducta de manera externa, tampoco está confiando en Dios.

Esto es también parte de lo que Santiago trata de explicar en el capítulo 2:


solamente las obras que están originadas y fundamentadas en una correcta fe
hacia Dios, son las que en verdad honran a Dios y las que han sido
preparadas por Él.

Cualquier persona que busque agradar a Dios independientemente de lo


que Él dice en Su Palabra, está errando al no someter su voluntad a la
voluntad de Dios.

En otras palabras, todos sus esfuerzos están determinados por lo que cree
que es correcto y satisface sus deseos y necesidades egoístas.

IV. La fe no tiene una conducta dirigida por la voluntad de Dios: Las


Escrituras
No cree ni confía en la Palabra de Dios como la única fuente de sabiduría
práctica para la vida.

Debido a que su fe no está puesta en Cristo, debido a que Dios no es el


objeto de su adoración, y debido a que su fuerza y fortaleza espiritual no
provienen del Espíritu de Dios, por lo tanto es lógico esperar que tampoco
crea la suficiencia de las Escrituras para todo asunto de fe y práctica. Esto
quiere decir que rechaza la Biblia como autoridad sobre su vida. De manera
aparente lee, memoriza, recita la Biblia, pero no la entiende y mucho menos
la pone por obra.

La práctica regular de su vida es diametralmente opuesta a lo que la Biblia


enseña. En 3 Juan encontramos el ejemplo de un hombre que se jactaba de
estar en la iglesia, pero su conducta no reflejaba que estuviera siendo guiado
por el Espíritu Santo. En 3 Juan 9 leemos lo siguiente: Escribí algo a la
iglesia, pero Diótrefes, a quien le gusta ser el primero entre ellos, no acepta
lo que decimos.

Este hombre que quería tener la preeminencia en la iglesia, desechaba la


instrucción que Dios estaba dando por medio del apóstol Juan. Sucede
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exactamente lo mismo que cuando Cristo predicó a los escribas y fariseos:


ellos rechazaron la Palabra de Dios.

Creían que por haberla recitado durante muchos años, tenían suficiente
sabiduría para usurpar el lugar de Dios, exigiendo reverencia por parte del
pueblo de Israel.

Pablo lo explicó de la siguiente manera en Romanos 2.13 cuando dijo: Pues


todos los que han pecado sin la ley, sin la ley también perecerán; y todos los
que han pecado bajo la ley, por la ley serán juzgados; 13 porque no son los
oidores de la ley los justos ante Dios, sino los que cumplen la ley , ésos serán
justificados.

Oír la Palabra de Dios sin practicarla, es lo mismo que negar su autoridad y


suficiencia.

Piense en esto: ¿Cuál es la razón por la que las personas del mundo creen
que el cristianismo es locura? Porque rechazan la veracidad de la Palabra de
Dios. Así que cualquier persona que escucha la Palabra de Dios pero no la
pone en práctica, en realidad está mostrando rechazo y rebeldía a los
mandamientos de Dios.

Una persona que no tiene fe en Cristo, un tipo de fe de la que es


demandada por Dios, no es salva. Una persona que no conoce a Dios, no es
salva. Una persona que no es llena del poder del Espíritu Santo no es salva.
Una persona que no cree en la suficiencia de las Escrituras no es salva.

Las personas que tienen una fe muerta, que no proviene de Dios viven en
amargura, soledad, infelicidad, impacientes, desesperanzados. No tienen una
vida verdadera.

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