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Día 12: La realidad de la Conversión

Escrito por Apostolado para la Consagración de la Familia


Domingo 07 de Marzo de 2010 10:07 - Ultima actualización Domingo 07 de Marzo de 2010 13:27

Lo que ha ocurrido en la relación del padre con el hijo, en la parábola de Cristo, no se puede
valorar «desde fuera». Nuestros prejuicios en torno al tema de la misericordia son a lo más el
resultado de una valoración exterior.

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Ven Espíritu Santo, ayúdanos a descubrir el plan misericordioso de Dios para nuestras vidas al
ser misericordiosos con aquellos que pones en nuestro camino. Ayúdanos a confiar en el
Corazón Misericordioso de Jesús, a través del Inmaculado Corazón de María, Reina y Madre
de Misericordia, en unión con San José, un instrumento de misericordia

RICO EN MISERICORDIA de Juan Pablo II

Lo que ha ocurrido en la relación del padre con el hijo, en la parábola de Cristo, no se puede
valorar «desde fuera». Nuestros prejuicios en torno al tema de la misericordia son a lo más el
resultado de una valoración exterior. Ocurre a veces que, siguiendo tal sistema de valoración,
percibimos principalmente en la misericordia una relación de desigualdad entre el que la ofrece
y el que la recibe. Consiguientemente estamos dispuestos a deducir que la misericordia difama
a quien la recibe y ofende la dignidad del hombre. La parábola del hijo pródigo demuestra cuán
diversa es la realidad: la relación de misericordia se funda en la común experiencia de aquel
bien que es el hombre, sobre la común experiencia de la dignidad que le es propia. Esta
experiencia común hace que el hijo pródigo comience a verse a sí mismo y sus acciones con
toda verdad (semejante visión en la verdad es auténtica humildad); en cambio para el padre, y
precisamente por esto, el hijo se convierte en un bien particular: el padre ve el bien que se ha
realizado con una claridad tan límpida, gracias a una irradiación misteriosa de la verdad y del
amor, que parece olvidarse de todo el mal que el hijo había cometido.

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AMIGOS DE LA CRUZ de San Luis María Grignon de Montfort
A - Excelencia del nombre de AMIGOS DE LA CRUZ

3. Su nombre es AMIGOS DE LA CRUZ. ¡Qué nombre tan glorioso! Les confieso que me
encanta y me cautiva: es más brillante que el sol, más encumbrado que los mayores títulos de
reyes y emperadores. Es el nombre excelso de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero. Es el
verdadero nombre de un cristiano de verdad (ver Gal 6,14).

4. Pero, si su excelencia me cautiva, también su grandeza me anonada. ¡Qué compromiso tan


serio y difícil conlleva este nombre! Bien lo expresa el Espíritu santo, al decir: "Ustedes son una
raza elegida, un reino sacerdotal, una nación consagrada, un pueblo al que Dios eligió..." (1Pe
2,9).

Un Amigo de la Cruz es alguien a quien Dios elige entre diez mil personas que viven conforme
a sus sentidos y caprichos. Es alguien a quien Dios hace partícipe de su misma vida y que,
superándose a sí mismo y luchando contra los intereses terrenos, vive su existencia a la luz de
una fe viva y con amor ardiente a la Cruz.

El Amigo de la Cruz es un rey poderoso, un héroe que triunfa sobre el demonio, el mundo y la
carne en sus tres concupiscencias. Efectivamente, al amar la pobreza, triunfa sobre la avaricia;
al amar el sufrimiento, domina la sensualidad.

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El Amigo de la Cruz es un hombre santo que trasciende todo lo visible. Su corazón se eleva
sobre lo caduco y perecedero. Su conversación está en los cielos (Flp 3,20). Vive en esta tierra
como extranjero y peregrino (1Pe 2,11), y, sin apegarse a ella, la mira con indiferencia y la
pisotea con desdén.

El Amigo de la Cruz es una conquista excepcional de Jesús crucificado y de su Madre


santísima. Es un Benjamín hijo del dolor y de la diestra (Gn 35,18), concebido en el corazón
doliente de Jesús, nacido de su costado lacerado y empapado en la púrpura de su sangre (Jn
19,34). Hace honor a su origen sangriento y por ello sólo respira cruz, sangre y muerte a lo
mundano, a lo carnal y pecaminoso (Rm 6,2.20; 1Pe 2,24...), a fin de vivir en la tierra oculto en
Dios con Jesucristo (Cl 3,3).

Finalmente, el verdadero Amigo de la Cruz es un verdadero portacristo o mejor, un Cristo


viviente, que puede decir con toda verdad: "Ya no vivo yo: Cristo vive en mí" (Gl 2,20).

REFLEXIÓN BÍBLICA

Ahora, en cambio, en Cristo Jesús y gracias a su muerte, los que antes estaban lejos, han sido
acercados. Porque Cristo es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos uno solo,
destruyendo el muro de enemistad que los separaba. Él ha anulado en su propia carne la ley
con sus preceptos y sus normas. Él ha creado en sí mismo de los dos pueblos una nueva
humanidad, restableciendo la paz. Él ha reconciliado a los dos pueblos con Dios uniéndolos en
un solo cuerpo por medio de la cruz y destruyendo la enemistad. (Ef 2,13-16)

ORACIONES
53n. Examen de Conciencia: vida interior

I.

-¿He pedido a menudo a la Sagrada Familia la gracia de amar a Dios hasta tal punto que
estaría dispuesto a perderlo todo antes de ofenderle con un pecado mortal o un pecado venial
voluntario?

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-¿He mostrado mi amor a Dios en mi forma de hablar, pensar o actuar?

-¿He cumplido mis responsabilidades diarias lo mejor posible, con una alegre disposición,
como la mejor manera de mostrar mi amor a Dios?

-¿He buscado cómo llegar a otros fuera de mi familia para evangelizarlos y ayudarles a
descubrir el amor de Dios?

-¿He intentado transformar mis cruces diarias en momentos de crecimiento en gracia


aceptándolas con alegría?

II.

-¿He intentado ofrecer mi dolor paciente y silenciosamente, pidiéndole a Dios en oración que
me ayude a soportarlo, en vez de inquietarme interiormente o quejarme a los demás?

-¿Me he dejado llevar por el amor propio, sintiéndome víctima y negándome a cumplir mis
responsabilidades, o preocupándome demasiado por mí mismo/a?

-Debido a mi orgullo ¿he intentado llamar la atención acerca de mis éxitos? También, por este
mismo orgullo ¿tiendo a culpar a otros cuando las cosas no salen bien?

-¿He practicado el amar a Dios más que a mí mismo/a diciéndole a menudo y sinceramente
que le amo, dándole lo mejor de mí con todo lo que hago y dándole crédito por todos y cada
uno de mis éxitos?

-¿He buscado ser humilde ante Dios y ante los demás, y vigilar si hago las cosas para servirme
a mí o para servir a Dios?

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III.

-¿He mirado de poner las necesidades más importantes del prójimo antes que las mías y he
intentado olvidarme de mí mismo?

-¿He intentado crecer en la virtud de la obediencia al escoger la Voluntad de Dios antes de mi


voluntad?

-¿He intentado crecer en la virtud de la mortificación negándome algunas cosas?

-¿He buscado crecer en la virtud del espíritu de oración al reconocer mi dependencia total de
Dios, intentando mantener un espíritu de recogimiento y escucha, y haciendo frecuentemente
actos de adoración, alabanza, gracias, reparación y petición?

-¿He buscado conocer la voluntad de Dios, siguiéndola, para crecer en mi perfeccionamiento?

50i. Acto de Esperanza

Dios mío, espero de tu bondad, por tus promesas y por los méritos de Jesucristo, nuestro
Salvador, la vida eterna y la gracia necesaria para merecerla con las buenas obras que debo y
quiero hacer. Señor, que pueda gozarte para siempre.

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