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Jorge Luis Borges, nos dejó una argumentos. El primero, visible: las
reflexión más que interesante so- aventuras del muchacho inglés
bre este quilmeño (protovarelense) Richard Lamb en la Banda Orien-
y su Tierra purpúrera –púrpura–. tal. El segundo, íntimo, invisible:
el venturoso acriollamiento de
BORGES CERCANO Lamb, su conversión gradual a una
Esta novela primigenia de Hud- moralidad cimarrona que recuerda
son es reducible a una fórmula tan un poco a Rousseau y prevé un
antigua que casi puede compren- poco a Nietzsche. Sus Wanderjahre
der la Odisea; tan elemental que son Lehrjahre también. En carne
sutilmente la difama y la desvirtúa propia, Hudson conoció los rigo-
el nombre de fórmula. El héroe se res de una vida semibárbara, pas-
echa a andar y le salen al paso sus toril; Rousseau y Nietzsche, sólo
aventuras. A ese género nómada y a través de los sedentarios volú-
azaroso pertenecen el Asno de oro menes de la Histoire Générale des
y los fragmentos del Satiricón; Voyages y de las epopeyas
Pickwick y el Don Quijote; Kim de homéricas. Lo anterior no quiere
Lahore y Segundo Sombra de Are- decir que The Purple Land sea in-
co. Llamar novelas picarescas a tachable. Adolece de un error evi-
esas ficciones me parece injustifi- dente, que es lógico imputar a los
cado; en primer término por la con- azares de la improvisación: la vana
notación mezquina de la palabra; y fatigosa complejidad de ciertas
en segundo, por sus limitaciones aventuras. Pienso en las del final:
locales y temporales (siglo XVI son lo bastante complicadas para
español, siglo XVII). El género es fatigar la atención, pero no para
complejo, por lo demás. El desor- interesarla. En esos onerosos ca-
den, la incoherencia y la variedad pítulos, Hudson parece no enten-
no son inaccesibles, pero es indis- der que el libro es sucesivo (casi
pensable que los gobierne un or- tan puramente sucesivo como el
den secreto, que gradualmente se Satiricón o como el Buscón) y lo
descubra. He recordado algunos entorpece de artificios inútiles. Se
ejemplos ilustres; quizá no haya trata de un error harto difundido:
uno que no exhiba defectos evi- Dickens, en todas sus novelas, in-
dentes. Cervantes moviliza dos ti- curre en prolijidades análogas.
pos: un hidalgo “seco de carnes”, Quizá ninguna de las obras de la
alto, ascético, loco y altisonante; literatura gauchesca aventaje a
un villano carnoso, bajo, comilón, The Purple Land. Sería deplorable
cuerdo y dicharachero: esa discor- que alguna distracción topográfica
dia tan simétrica y persistente aca- y tres o cuatro errores o erratas
ba por quitarles realidad, por dis- (Camelones por Canelones, Aria
minuirlos a figuras de circo. (En el por Arias, Gumesinda por
"JORGE LUIS BORGES escribe sobre Hudson"
séptimo capítulo de El payador, Gumersinda) nos escamotearan
nuestro Lugones ya insinuó ese muestra impenitente y aun incons- tran quizá el ejemplo más puro. El (que corresponden a una etapa ul- esa verdad... The Purple Land es
reproche.) Kipling inventa un Ami- ciente.) Anoto sin animadversión héroe, en ellas, es un mero sujeto, terior) el movimiento es doble, re- fundamentalmente criolla. La cir-
guito del Mundo Entero, el esas lacras; lo hago para juzgar The tan impersonal y pasivo como el cíproco: el héroe modifica las cir- cunstancia de que el narrador sea
libérrimo Kim: a los pocos capítu- Purple Land con pareja sinceridad. lector. En otras (apenas más com- cunstancias, las circunstancias un inglés justifica ciertas aclara-
los, urgido por no sé qué patrióti- Del género de novelas que consi- plejas) los hechos cumplen la fun- modifican el carácter del héroe. Tal ciones y ciertos énfasis que requie-
ca perversión, le da el horrible ofi- dero, las más rudimentarias bus- ción de mostrar el carácter del hé- es el caso de la parte segunda del re el lector y que resultarían anó-
cio de espía. (En su autobiografía can la mera sucesión de aventu- roe, cuando no sus absurdidades Quijote, del Huckleberry Finn de malos en un gaucho, habituado a
literaria, redactada unos treinta y ras, la mera variedad; los siete via- y manías; tal es el caso de la prime- Mark Twain, de The Purple Land. esas cosas. En el número 31 de Sur,
cinco años después, Kipling se jes de Simbad el Marino suminis- ra parte del Don Quijote. En otras Esta ficción, en realidad, tiene dos afirma Ezequiel Martínez Estrada:
PAG. 12 Jueves 23 de Noviembre de 2006 INFORME ESPECIAL