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10 Jueves 23 de Noviembre de 2006 INFORME ESPECIAL

WILLIAM HENRY HUDSON Y JORGE LUIS BORGES

Literatos unidos por la tierra púrpura


William Henry Hudson y Jorge Luis Borges tienen algo en común. Son argentinos, escritores. Lo que
Por Guillermo pocos saben es que Borges realizó un interesante prólogo del primer libro de Hudson. “La tierra
Daniel Ñáñez
viacuco@gmail.com purpúrea”. Seguimos entrando en la vida de nuestro ilustre escritor Guillermo Enrique Hudson, quien
describió la “pampa gringa” como ningún otro.

HUDSON LEJANO llega su destino Southampton, que


Hace 132 años dejaba definitiva- curiosamente alberga a otro com-
mente Florencio Varela –en esa épo- patriota exiliado: Juan Manuel de
ca era Quilmes– Guillermo Enrique Rosas. Hudson recorre la campiña
Hudson, con 33 años y muchos inglesa pero sufre la ciudad indus-
sueños en su maleta se despide de trial y victoriana. Deambula, es
la Argentina. Lo cierto es que el 1° pobre. En breve se hace poeta,
de abril de 1874 zarpa de Buenos pero desiste. Sabe que sus pági-
Aires en el vapor Ebro de la Royal nas más gloriosas se están por es-
Mail Co., rumbo a su destino de cribir y además lo hará en su idio-
escritor. Llega a Southampton el 3 ma predilecto: el inglés.
de mayo de 1874. Al tiempo de andar conoce y se
En esos mismos días en que casa con Emily Wingrave, cantan-
Hudson emprendía viaje a Inglate- te y dueña de una pensión. Emily
rra, otro escritor, entonces desco- era quince años mayor que él, era
nocido, Roberto Bontine hija de John Hanmer Wingrave, de
Cunninghame Graham, vivía en, Somerset House. Hudson confie-
Buenos Aires alojándose en el ho- sa que “Nunca estuve enamorado
tel Claraz, situado en la esquina de de mi mujer, ni ella de mí. Me casé
las actuales Presidente Perón y 25 con ella porque su voz me conmo-
de Mayo. Acababa de regresar del vió como ninguna voz de cantante
Paraguay y se ocupaba en formar lo había hecho antes, aunque ha-
una sociedad para explotar un bía oído a todas las grandes divas
yerbal en dicho país "El hotel", de aquel tiempo, incluyendo a la Foto de Hudson en Buenos Aires. Foto de Hudson al llegar a Inglaterra.
muy frecuentado por viajeros y es- Patti. Pero nos hicimos amigos.
tancieros ingleses, pertenecía a un. Una vez, leyendo un libro mío, A una de las cartas de ella: en el esti- publica en dos volúmenes su pri- tenares’ de hojitas sueltas de libreta
suizo que, además de hotelero, era pie por Inglaterra, me preguntó por lo de un comerciante que se dirige mer libro: The Purple Land that que utilizó su autor”. El libro primi-
naturalista y botánico. qué siempre hablaba de ella dicien- a otro hablándole de la venta de England Lost: –”La tierra purpú- genio es un relato del enfrenta-
Según don Roberto, era un hom- do ‘mi compañera’. Le dije que esto su mercadería. rea que perdió Inglaterra”–. No miento de Blanco y Colorados en
bre de sólido saber, que luego pu- era un cumplido para ella, porque Emíly Wingrave era muy bajita resultó un éxito, la crítica la igno- la Banda Oriental (sospecho que
blicó un libro sobre la flora de las para un hombre un compañero es y, según las versiones, rubia o pe- ró, sus editores perdieron dinero y es la división entre Unitarios y Fe-
pampas. Existe un interesante do- más importante que una esposa”. lirroja, con una abundante y her- Hudson se debe de haber desmo- derales) y el amor de un joven in-
cumento sobre el viaje de Hud- Su amiga (aunque algunos sospe- mosa cabellera. Había cantado pro- ralizado mucho; pero es interesan- glés por aquellos lados. Pero es
son a bordo del Ebro; una larga car- chan que eran más que amigos) fesionalmente en conciertos y en te recordar que, cincuenta años sugestivo que el subtítulo sea re-
ta en forma de diario que mandó a Rani de Sarawak, le dice a una ami- óperas, tanto en Londres como en después, se vendieron setenta y ferencia a aquello que “Inglaterra
su hermano Alberto, en la que des- ga en una carta fechada en 1922 París, en compañía de artistas fa- cinco mil ejemplares de la segunda perdió” (Es decir, el Uruguay), in-
cribe a los demás pasajeros, las pe- refiriéndose a Hudson: “Te diver- mosos pero ya no lo hacía sino para edición. Aunque esté lejos de la cluso el autor deja esta amarga re-
queñas peripecias de la navegación tirá saber que dos editores me han distraer a los huéspedes de la pen- perfección formal de algunas obras flexión sobre la posesión de las
y el mar con sus habitantes. Este pedido que escriba su vida. ¿Cómo sión que dirigía en Bayswater, 11 de su madurez, esta novela es muy Malvinas:”Abandonamos el con-
“Diario de Viaje” de Hudson es poco podría hacerlo? No sé nada de su Leinster Square. atrayente: la descripción del Uru- tinente bañado por el sol para cap-
conocido y publicamos parte de su vida. Nunca me contaba nada de En 1884 se mudan a Southwick guay en aquella época, las costum- turar la desolada habitación de fo-
contenido en la nota titulada sí mismo. Hasta su vida de casado Crescent, donde ponen otra pen- bres, los tipos autóctonos y las cas y pingüinos; ¡ahora, pues, que
“Huddie” –ver InfoSur N° 572– del era un misterio para mí. Cuando sión sin mejor éxito. Las colabora- aventuras del protagonista entre todos cuantos aspiren, en esta
jueves 17 de agosto de 2006. estuvo a las puertas de la muerte y ciones de Hudson en revistas son guerras civiles y amoríos, mantie- parte del mundo, a vivir bajo esa
El domingo 3 de mayo de 1874 hubo consultas de grandes médi- muy pocas: un poema publicado nen continuamente el interés del `protección británica’ sobre la cual
cos, el remedio drástico que insis- en Merry England con el título de lector. Alicia Jurado dice que: “Se- predicó Auchmuty con tanto brío
tieron en darle fue mandar a su Gwendoline, en junio de 1885. Está gún parece, la obra era parte de a las puertas de esta capital, se tras-
mujer a Worthing y que yo me lo escrito en memoria de una niña que otra mayor, The History of the laden a aquellas solitarias islas
llevase a él a Ascot. Nunca me ha- murió de corta edad y según Jura- House ofLamb, que nunca pasó de antárticas para oír el bramido de
bló de ella a mí, ni yo le hablé a él do “es decididamente malo”. ser un proyecto; en cuanto a La las olas sobre las playas grises y
iSe escribían todos los días! Y eso Pasan más de diez años y en 1885 tierra purpúrea, sólo se publicó diez tiritar bajo los vientos gélidos que
es cuanto sé. Una vez me mostró firma Sampson Low & Marston años después de escrita en los cen- soplan del helado sur!”. Nuestro
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Jorge Luis Borges, nos dejó una argumentos. El primero, visible: las
reflexión más que interesante so- aventuras del muchacho inglés
bre este quilmeño (protovarelense) Richard Lamb en la Banda Orien-
y su Tierra purpúrera –púrpura–. tal. El segundo, íntimo, invisible:
el venturoso acriollamiento de
BORGES CERCANO Lamb, su conversión gradual a una
Esta novela primigenia de Hud- moralidad cimarrona que recuerda
son es reducible a una fórmula tan un poco a Rousseau y prevé un
antigua que casi puede compren- poco a Nietzsche. Sus Wanderjahre
der la Odisea; tan elemental que son Lehrjahre también. En carne
sutilmente la difama y la desvirtúa propia, Hudson conoció los rigo-
el nombre de fórmula. El héroe se res de una vida semibárbara, pas-
echa a andar y le salen al paso sus toril; Rousseau y Nietzsche, sólo
aventuras. A ese género nómada y a través de los sedentarios volú-
azaroso pertenecen el Asno de oro menes de la Histoire Générale des
y los fragmentos del Satiricón; Voyages y de las epopeyas
Pickwick y el Don Quijote; Kim de homéricas. Lo anterior no quiere
Lahore y Segundo Sombra de Are- decir que The Purple Land sea in-
co. Llamar novelas picarescas a tachable. Adolece de un error evi-
esas ficciones me parece injustifi- dente, que es lógico imputar a los
cado; en primer término por la con- azares de la improvisación: la vana
notación mezquina de la palabra; y fatigosa complejidad de ciertas
en segundo, por sus limitaciones aventuras. Pienso en las del final:
locales y temporales (siglo XVI son lo bastante complicadas para
español, siglo XVII). El género es fatigar la atención, pero no para
complejo, por lo demás. El desor- interesarla. En esos onerosos ca-
den, la incoherencia y la variedad pítulos, Hudson parece no enten-
no son inaccesibles, pero es indis- der que el libro es sucesivo (casi
pensable que los gobierne un or- tan puramente sucesivo como el
den secreto, que gradualmente se Satiricón o como el Buscón) y lo
descubra. He recordado algunos entorpece de artificios inútiles. Se
ejemplos ilustres; quizá no haya trata de un error harto difundido:
uno que no exhiba defectos evi- Dickens, en todas sus novelas, in-
dentes. Cervantes moviliza dos ti- curre en prolijidades análogas.
pos: un hidalgo “seco de carnes”, Quizá ninguna de las obras de la
alto, ascético, loco y altisonante; literatura gauchesca aventaje a
un villano carnoso, bajo, comilón, The Purple Land. Sería deplorable
cuerdo y dicharachero: esa discor- que alguna distracción topográfica
dia tan simétrica y persistente aca- y tres o cuatro errores o erratas
ba por quitarles realidad, por dis- (Camelones por Canelones, Aria
minuirlos a figuras de circo. (En el por Arias, Gumesinda por
"JORGE LUIS BORGES escribe sobre Hudson"
séptimo capítulo de El payador, Gumersinda) nos escamotearan
nuestro Lugones ya insinuó ese muestra impenitente y aun incons- tran quizá el ejemplo más puro. El (que corresponden a una etapa ul- esa verdad... The Purple Land es
reproche.) Kipling inventa un Ami- ciente.) Anoto sin animadversión héroe, en ellas, es un mero sujeto, terior) el movimiento es doble, re- fundamentalmente criolla. La cir-
guito del Mundo Entero, el esas lacras; lo hago para juzgar The tan impersonal y pasivo como el cíproco: el héroe modifica las cir- cunstancia de que el narrador sea
libérrimo Kim: a los pocos capítu- Purple Land con pareja sinceridad. lector. En otras (apenas más com- cunstancias, las circunstancias un inglés justifica ciertas aclara-
los, urgido por no sé qué patrióti- Del género de novelas que consi- plejas) los hechos cumplen la fun- modifican el carácter del héroe. Tal ciones y ciertos énfasis que requie-
ca perversión, le da el horrible ofi- dero, las más rudimentarias bus- ción de mostrar el carácter del hé- es el caso de la parte segunda del re el lector y que resultarían anó-
cio de espía. (En su autobiografía can la mera sucesión de aventu- roe, cuando no sus absurdidades Quijote, del Huckleberry Finn de malos en un gaucho, habituado a
literaria, redactada unos treinta y ras, la mera variedad; los siete via- y manías; tal es el caso de la prime- Mark Twain, de The Purple Land. esas cosas. En el número 31 de Sur,
cinco años después, Kipling se jes de Simbad el Marino suminis- ra parte del Don Quijote. En otras Esta ficción, en realidad, tiene dos afirma Ezequiel Martínez Estrada:
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“Nuestras cosas no han tenido cidad. La frase (una de las más


poeta, pintor ni intérprete semejan- memorables que el trato de las le-
te a Hudson, ni lo tendrán nunca. tras me ha deparado) es típica del
Hernández es una parcela de ese hombre y del libro. Pese a la brus-
cosmorama de la vida argentina ca sangre derramada y a las sepa-
que Hudson cantó, describió y raciones, The Purple Land es de
comentó... En las últimas páginas los muy pocos libros felices que
de The Purple Land, por ejemplo, hay en la tierra. (Otro también ame-
hay contenida la máxima filosofía ricano, también de sabor casi pa-
y la suprema justificación de Amé- radisíaco, es el Huckleberry Finn,
rica frente a la civilización occiden- de Mark Twain.) No pienso en el
tal y a los valores de la cultura de debate caótico de pesimistas y
cátedra”. Martínez Estrada, como optimistas; no pienso en la felici-
se ve, no ha vacilado en preferir la dad doctrinaria que inexorable-
obra total de Hudson al más insig- mente se impuso el patético
ne de los libros canónicos de nues- Whitman; pienso en el temple ven-
"El rancho de Hudson hacia 1960" "11 Leinster Square, Baywater, London" turoso de Richard Lamb, en su
tra literatura gauchesca. Por lo
pronto, el ámbito que abarca The Gutiérrez) narra con toda naturali- mos que ese glorificado gauchaje bando en la noche de Paysandú: hospitalidad para recibir todas las
Purple Land es incomparablemen- dad hechos acaso atroces. Alguien ha influido poco en los destinos el gaucho ensimismado que pita vicisitudes del ser, amigas o acia-
te mayor. El Martín Fierro (pese al observará que en The Purple Land de su provincia, nada en los del con fruición el tabaco negro, an- gas. Una observación última. Per-
proyecto de canonización de Lu- el gaucho no figura sino de modo país. El organismo típico de la gue- tes de la batalla; la muchacha que cibir o no los matices criollos es
gones) es menos la epopeya de lateral, secundario. Tanto mejor rra gaucha, la montonera, sólo apa- se da a un forastero, en la secreta quizá baladí, pero el hecho es que
nuestros orígenes -¡en 1872!- que para la veracidad del retrato, cabe rece en Buenos Aires de manera margen de un río. Mejorando has- de todos los extranjeros (sin excluir,
la autobiografía de un cuchillero, responder. El gaucho es hombre esporádica. Manda la ciudad, man- ta la perfección una frase divulga- por cierto, a los españoles) nadie
falseada por bravatas y por taciturno, el gaucho desconoce, o dan los caudillos de la ciudad. da por Boswell, Hudson refiere que los percibe sino el inglés. Miller,
quejumbres que casi profetizan el desdeña, las complejas delicias de Apenas si algún individuo -Hor- muchas veces en la vida empren- Robertson, Burton, Cunninghame
tango. En Ascasubi hay rasgos la memoria y de la introspección; miga Negra en los documentos ju- dió el estudio de la metafísica, pero Graham, Hudson.
más vívidos, más felicidad, más mostrarlo autobiográfico y efusi- diciales, Martín Fierro en las letras- que siempre lo interrumpió la feli- Buenos Aires, 1941
coraje, pero todo ello está fragmen- vo, ya es deformarlo. Otro acierto logra, con una rebelión de matre-
tario y secreto en tres tomos inci- de Hudson, es el geográfico. Naci- ro, cierta notoriedad policial. Hud-
dentales, de cuatrocientas páginas do en la provincia de Buenos Ai- son, he dicho, elige para las corre- BIBLIOGRAFÍA
cada uno. Don Segundo Sombra, res, en el círculo mágico de la pam- rías’ de su héroe las cuchillas de la HUDSON, William Henry. Cartas de W. H. Hudson a
pese a la veracidad de los diálo- pa, elige, sin embargo, la tierra cár- otra banda. Esta elección propicia Cunninghame Graham y a la Sra. de Bontine 1890-1922. Edito-
gos, está maleado por el afán de dena donde la montonera fatigó le permite enriquecer el destino de rial Bajel, 1° ed. Buenos Aires, 1942.
magnificar las tareas más inocen- sus primeras y últimas lanzas: el Richard Lamb con el azar y con la HUDSON, William Henry.Antología de Guillermo Enrique Hud-
tes. Nadie ignora que su narrador Estado Oriental. En la literatura ar- variedad de la guerra -azar que fa- son. Con estudios críticos sobre su vida y su obra. Editorial Losa-
es un gaucho; de ahí lo doblemen- gentina privan los gauchos de la vorece las ocasiones del amor va- da, 1° ed. Buenos Aires, 1941.
te injustificado de ese gigantismo provincia de Buenos Aires; la pa- gabundo-. Macaulay, en el artícu- JURADO, Alicia. Vida y obra de W. H. Hudson. Emecé, Buenos
teatral, que hace de un arreo de radójica razón de esa primacía es lo sobre Bunyan, se maravilla de Aires, 1989
THE WORTHING CAVALCADE. William Henry Hudson. A tribu-
novillos una función de guerra. la existencia de una gran ciudad, que las imaginaciones de un hom-
te by various writers. Edited by Samuel J. Looker 1° ed. Great
Güiraldes ahueca la voz para refe- Buenos Aires, madre de insignes bre sean con el tiempo recuerdos Britain, 1947.
rir los trabajos cotidianos del cam- literatos “gauchescos”. Si en vez personales de muchos otros. Las VELÁZQUEZ, Luis Horacio. Guillermo Hudson. Ediciones Cul-
po; Hudson (como Ascasubi, de interrogar la literatura, nos ate- de Hudson perduran en la memo- turales Argentinas, Buenos Aires, 1963.
como Hernández, como Eduardo nemos a la historia, comprobare- ria: los balazos británicos retum-

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