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Serie: Publicaciones Digitales Mesa de Trabajo

MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

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Serie: Publicaciones Digitales Mesas de Trabajo
MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS
Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIÓ-
NES DE ABUSO

Nº 2 Terre des Hommes – Holanda


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Autor: Gonzalo Rodríguez Amurrio


Diseño y Diagramación: Marianna Dotzauer – Andrés Rolon
Coordinación General: Patricia Vargas V. - Dagiel Vallejo B.

www. tdhholanda.org
tdh-hol@entelnet.bo

Terre des Hommes Holanda no comparte necesariamente todas las


afirmaciones experesadas por la autora en el presente Documento

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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

INDICE

Marco conceptual............................................................................................6

Metodología......................................................................................................21

I. Formas de violencia y sus incidencias en adolescentes..........................23

1.1. Expresiones de violencia............................................................................23

1.2. Gravedad de daños en las diferentes formas de violencia.........................24

1.3. La violencia física que perdura en la memoria del/la adolescente.............25

1.4. El impacto de la violencia psicológica............................................ ............25

1.5. La severidad de los abusos sexuales.........................................................29

1.6. Percepciones respecto a casos de violencia según el sexo de la

víctima...............................................................................................................30

II. Ámbitos de violencia y personas que ejercen..........................................34

2.1. Ámbitos de violencia psicológica................................................................36

2.2. Ámbitos de violencia física..........................................................................37

2.3. Identificación de victimarios/as por profesionales y adolescentes..............38

2.3.1. Agresores en el ámbito familiar...............................................................39

2.3.2. Agresores /as en el ámbito escolar..........................................................40

2.3.3. Agresores/as en los espacios de amistad...............................................41

2.3.4. Personas que incurren en violencia en los ámbitos públicos..................42

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2.3.5. Personas que incurren en violencia en los espacios de trabajo..............42

2.4. Adolescentes que presencian violencia en diversos ámbitos.....................43

III. Circunstancias y factores de vulnerabilidad adolescente......................45

3.1. Las circunstancias presentes en los momentos de violencia.....................45

3.1.1. Superioridad del/la agresor/a...................................................................45

3.1.2. Ausencia de uno o ambos progenitores..................................................47

3.1.3. Reacciones inapropiadas y situaciones de complicidad.........................48

3.1.4. Valores y pautas de conducta inapropiados............................................49

3.1.5. Dificultades, necesidades y/o dependencia económica..........................50

3.1.6. Situaciones de baja autoestima de la víctima..........................................50

3.1.7. Consumo de alcohol................................................................................51

3.2. El abordaje de los llamados factores de vulnerabilidad..............................52

3.2.1. La condición de ser mujer como riesgo...................................................52

3.2.2. El tipo de familia como factor de vulnerabilidad.......................................53

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia psicológica

por sexo y tipo de familia...................................................................................56

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia física por

sexo y tipo de familia.........................................................................................58

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3.2.3. El lugar que ocupa el o la adolescente con relación a sus


hermanos/as......................................................................................................59

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia psicológica

según el lugar que ocupan entre sus hermanos/as...........................................59

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia física en función

del lugar que ocupan entres sus hermanos/as..................................................60

3.2.4. Incidencias de la situación ocupacional del padre...................................61

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia psicológica en

relación a la situación ocupacional paterna.......................................................62

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia física en

relación a la situación ocupacional del padre....................................................62

3.2.5. Situación ocupacional de la madre ¿factor de vulnerabilidad?................64

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia psicológica..................................64

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia física...........................................66

3.2.6. Ingreso a ámbitos laborales.....................................................................67

CONCLUSIONES..............................................................................................68

RECOMENDACIONES ...................................................................................70

BIBLIOGRAFÍA ...............................................................................................72

ANEXOS ..........................................................................................................77

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A MANERA DE PRESENTACIÓN

Terre des Hommes Holanda y la Mesa de Trabajo de Niños, Niñas


y Adolescentes que viven situación de Abuso, han promovido el
presente trabajo investigativo, como un intento que permita tener
referentes para comprender, las relaciones mediatizadas por la
violencia, de la cual son víctimas los y las adolescentes de
algunos sectores de Bolivia.

Esperamos que este trabajo al poner al alcance del lector cierta


información, le permita contar con más elementos para
comprender el complicado y enredado tejido multicausal de las
relaciones violentas que victimizan a los adolescentes,
permitiendo orientar y aportar con elementos que generen
potenciales acciones que disminuyan, eviten o erradiquen la
violencia hacia los jóvenes de Bolivia.

El trabajo fue realizado en las ciudades de La Paz, Cochabamba,


Sucre y Tarija y ha intentado hacer un análisis de diversos
factores que pueden ser relevantes en las relaciones
victmizadoras de los adolescentes, factores como: el género, las
relaciones asimétricas, la adolescencia como etapa de cambio,
las tensiones y conflictos sociales, la familia, etc.

El documento abarca un número de variables, pero las relaciones


violentas pueden tener tan diversas formas, condiciones, factores
y variables que el trabajo resulta una mirara parcial del problema,
lo que no le resta pertinencia o profundidad. Es sin duda alguna
un aporte que pone en evidencia aspectos que se encuentran
mimetizados en la cotidianeidad sin ser identificados, pero que al
momento de presentarlos en esta investigación se convierten en
indicadores que pueden aportar a la solución de situaciones que
victimizan a los adolescentes de Bolivia.

Este trabajo también se pude considerar en cierta medida una


denuncia, puesto que pone en evidencia ciertos espacios,
condiciones y características de los agresores al descubierto, para
que la sociedad pueda ser más previsora y cauta, precautelando
el buen desarrollo y el ejercicio de sus derechos de todos los
adolescentes de nuestro país.

Dagiel Vallejo Beltrán.

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Marco conceptual

Violencia

“El maltrato o la vejación de menores abarca todas las formas de


malos tratos físicos y emocionales, abuso sexual, descuido o
negligencia o explotación comercial o de otro tipo, que originen un
daño real o potencial para la salud del niño, su supervivencia,
desarrollo o dignidad en el contexto de una relación de
responsabilidad, confianza o poder.” 1

Con esa definición, difundida desde la Organización Mundial de la Salud y que


alude a la violencia que de manera diferenciada sufren personas no adultas,
iniciemos el abordaje del concepto de violencia, con miras a establecer criterios
instrumentales para la investigación planteada en espacios de centros urbanos
de La Paz, Cochabamba, Chuquisaca y Tarija y en los cuales se desarrollan
proyectos de Terre des Hommes – Holanda.

Prosiguiendo en ese propósito, se tiene que ese mismo organismo – en la


Declaración de Bogotá y refiriéndose a la violencia en general – también la
precisa en sentido de que debe ser entendida como:

“el uso deliberado de la fuerza o el poder, contra uno mismo,


contra otra persona o contra un grupo o comunidad, que cause o
tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños
psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones que atenta
contra la salud y la vida de la población” (OMS, 2002)

Por su parte, en relación al aludido empleo de la fuerza o ejercicio de poder –


ya de naturaleza física, psicológica, económica, política, etc. –, desde el ámbito
teórico se considera que las conductas conceptuadas como violentas solo son
posibles por la existencia de relaciones asimétricas, jerarquizadas con un arriba
y un abajo, reales o simbólicos y que, a decir de Jorge Corsi, en la cotidianidad
se presentan como aspectos complementarios: padre – hijo, maestro – alumno,
patrón – empleado, joven – viejo, hombre – mujer, etc. (1995)2 y que es
precisamente en estas relaciones donde subyace la existencia de autoridad o
poder.

Ahora bien, en cuanto a ciertas particularidades de la violencia – recurriendo


nuevamente a la precitada Declaración de Bogotá – se tiene que ésta “se
expresa en forma diferencial entre poblaciones urbana y rural, comunidades
ricas y pobres, diversos grupos raciales y étnicos y entre los sexos y grupos
etareos”

1
En 1999, la Reunión de Consulta de la OMS sobre la Prevención del Maltrato de Menores redactó la
siguiente definición, en Informe mundial sobre la violencia y la salud. Capítulo 3, Maltrato y descuido de
los menores por los padres u otras personas a cargo, (Report of the Consultation on Child Abuse
Prevention, 29–31, March 1999, WHO, Geneva. Ginebra, Organización Mundial de la Salud, 1999
(documento WHO/HSC/PVI/99.1).
2
Corsi, Jorge. 1994: 23
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Y complementando a ello, en cuanto a la naturaleza de la violencia, Hoff aporta


cuando indica que se trata de “un acto social, en la mayoría de los casos, un
comportamiento aprendido en un contexto permeado por inequidades sociales
basadas [precisamente] en: el género, la edad, la raza, etc., y con imágenes de
violencia y fuerza física como la manera prevaleciente para resolver conflictos”
(en VERGER; 1998: 5)

En lo que refiere a la violencia como comportamiento aprendido, se puede


afirmar que estamos frente a un fenómeno social que responde a múltiples
causas, que es evitable, y que “debe ser encarada en forma integral y con
acción multisectorial [y que además] compromete tanto a las instituciones
gubernamentales como a la sociedad civil” (OMS, 2002)

De las citas precedentes, es posible establecer los elementos constitutivos de


la violencia, consistentes en:

1. La presencia de perjuicio en quién resulte la víctima, en cuanto a su


bienestar físico y/o psíquico, a su supervivencia, desarrollo o dignidad. Y
en términos de daño real o potencial, inmediato o mediato.

2. El uso deliberado de la fuerza o el poder, que implica que no se tratan


de hechos fortuitos, sino que se han suscitado como expresión de
voluntad de quién actúa como agresor/a, ya dolosa o culposamente.

3. La existencia de contextos que la hacen posible, en tanto relaciones


asimétricas, jerarquizadas, y constituidos en base a parámetros reales o
simbólicos no equitativos.

Al mismo tiempo, se puede inferir que la violencia resulta de un


comportamiento aprendido como la opción prevaleciente para resolver
conflictos, precisamente en contextos de asimetrías e inequidades.

Es en torno a esos elementos de la violencia que se encuentran


particularidades que hacen a la violencia diferencial (en función de la edad,
sexo, condición social, etc.) en este caso, en relación a los/las adolescentes
como se pretende en este estudio.

Así como, y en tanto la violencia constituye un fenómeno social aprendido, es


posible abordar el por qué los/las adolescentes resultan ser las víctimas y, al
interior del grupo atareo, por qué la violencia se expresa de manera
diferenciada haciendo que las mujeres adolescentes resulten las más
afectadas.

Violencia de Género

La Organización de las Naciones Unidas, en 1993, iniciaba el pronunciamiento


internacional sobre este fenómeno social, definiéndola como “todo acto de
violencia, basado en la pertenencia al sexo femenino, que tenga o pueda tener
como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer,
inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o privación arbitraria de la

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libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada” (1993;


Art. 1º)3

Nieves Rico (1996) en una consultoría realizada para la Comisión Económica


para América Latina (CEPAL) puso énfasis en que “la diferencia entre este tipo
de violencia y otras formas de agresión y coerción, es que en este caso el
factor de riesgo o de vulnerabilidad es el sólo hecho de ser mujer”4

Por su parte, Hoff además relaciona la violencia de género con aquellos


comportamientos sociales que la propician, cuando afirma que “…lo que
distingue a la violencia contra la mujer de otras formas de violencia es que la
fuerza o coerción – ya sea física, sexual, económica o psicológica – es
alentada o tolerada socialmente, siempre que las víctimas son mujeres” (en
VERGER; 1998: 5)

Al respecto, retomando los criterios desarrollados por Rico, encontraremos que


esta violencia, a tiempo que “refleja la asimetría existente en las relaciones de
poder entre varones y mujeres […] perpetúa la subordinación y la
desvalorización de lo femenino frente a lo masculino”.

Antecediendo a esas apreciaciones, Heisse sostuvo que la violencia de género


es todo acto de fuerza o verbal, coerción o privación contra la vida, cause daño
físico o psicológico, humillación o privación arbitraria de la libertad y perpetué la
subordinación femenina (Heisse, Pitanguy & Germain; 1994: 47)

A partir de estas citas, y relacionando con los elementos constitutivos de la


violencia en general considerados en el acápite anterior, es posible precisar
que en la violencia de género, el daño real o potencial, recae afectando la
integridad personal de la mujer, que el ejercicio de la fuerza o poder que lo
provoca no es un acontecimiento fortuito sino deliberado, que los contextos que
la hacen posible están constituidos por relaciones de género no equitativas, por
aprendizajes no solo en relación de la conducta violenta como forma de
solución de conflictos, sino también de un amplio espectro de concepciones y
prejuicios propios de la cultura patriarcal, y que dan sustento a que la sociedad
aliente o tolere tales actos contra la mujer.

Adicionalmente, las citas aportan a la identificación del propósito de “lo


deliberado” de la violencia de género que responde, implícitamente y en
definitiva por sus resultados, a perpetuar la subordinación y desvalorización de
lo femenino.

Así, con los elementos: daño real o potencial, el uso deliberado de la fuerza o
el poder, bajo contexto social adverso marcado por inequidades de género, la
condición de mujer deviene en un inminente factor de riesgo. Bajo esas
condiciones, aún presentes y en diversa amplitud en nuestras sociedades5, es
3
Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Asamblea General de NN.UU. 20 de
diciembre de 1993
4
Violencia de género: Un problema de derechos humanos, Julio de 1996, Serie Mujer y Desarrollo;
http://www.eclac.cl/cgibin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/5/4345/P4345.xml&xsl=/mujer/tpl/p9f.x
sl&base=/tpl/top-bottom.xslt
5
A pesar de la conciencia mundial consistente en que son injustas desde el punto de vista del progreso
social marcada por el respeto de los derechos humanos, así como, por los compromisos internacionales y
los esfuerzos para erradicarla
8
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posible considerar de inicio que la mitad de la población adolescente,


constituida precisamente por mujeres, se halla en situación de riesgo potencial,
sin considerar todavía entre otras su condición etarea.

Al respecto, resulta oportuna y categórica la siguiente afirmación: “el abuso a la


infancia, la violencia doméstica, las agresiones sexuales y otras formas de
violencia, están directamente conectadas con el lugar que las mujeres ocupan
en la sociedad” (Informe Univ. de Illinois, USA, 1998)

Asimetrías en la cotidianidad de los/las adolescentes

En lo referente a la violencia que se suscita en la vida cotidiana de los/las


adolescentes, que obviamente les ocasiona daño real o potencial y que resulta
de acciones y omisiones no fortuitas, ya que no está exenta la voluntad del
agresor o la agresora, cobra especial interés el comprender los contextos no
solo en que tienen lugar, sino además los que la hacen posible.

Ello implica reconocer las distintas asimetrías en la diversidad de relaciones


sociales de los/las adolescentes. Encontraremos, de principio, que la diferencia
de edad entre ellos/ellas y sus interlocutores adultos/as constituye por sí misma
una de las primeras asimetrías, donde la diferencia de poder se halla a favor de
estos últimos, máxime si una suerte de expresiones de autoridad es reconocida
y exigida por la sociedad a favor de los mayores. Esta relación jerarquizada y
que es referida últimamente como cultura adulto-céntrica, cruza las otras
relaciones que analizaremos a continuación y que tienen lugar en la familia, en
los centros de enseñanza y de trabajo, en la vecindad y en la sociedad en
general.

Al interior de las familias, la autoridad paterna/materna se presenta como otra


asimetría, con base en la condición filial de los/las adolescentes y que hace
que éstos dependan económicamente y se hallen bajo el cuidado de sus
progenitores. El poder paterno/materno resulta institucionalizado por una serie
de facultades reconocidas a padres y madres legal y socialmente. A su vez,
ese poder, esa autoridad, llega a extenderse en diverso grado hacia los
ascendientes o parientes colaterales.

Por su parte, “el monopolio” que tiene el profesorado sobre el conocimiento y


sobre la facultad de evaluar el desempeño escolar adolescente, o las
facultades de guardar el orden o dirigir las actividades de los establecimientos
escolares, atribuidas a regentes y directores/as, da lugar a las asimetrías de
estudiante – maestro/a; estudiante – autoridad educativa.

En un contexto social mas amplio, la condición de habitante de un barrio o


comunidad, a su vez que ubica a todo/a adolescente en una relación asimétrica
respecto a los adultos de su vecindad, se extiende con énfasis peculiar
respecto a representaciones de la organización y poder político local o estatal,
que aunque se presente mediatizada y solo a momentos como relación
vivencial inmediata, encarna la asimetría adolescente – autoridad.

Estas asimetrías no resultan negativas en sí y menos de forma automática,


pero no hay duda que constituyen la base para la existencia de un diferencial
de poder y/o autoridad y del que está investida la contraparte de los/las
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adolescentes, con el consiguiente riesgo de llegar – ya en momentos, ya de


manera recurrente y bajo condiciones determinadas – a expresiones de
desborde, de abuso de poder o autoridad perjudiciales para los mismos.

Así mismo, simultáneamente a las anteriores asimetrías y con incidencia


significativa porque abarca a la sociedad entera, concurre también en la
cotidianidad adolescente la asimetría de género, ya que los procesos de
socialización – en culturas patriarcales – constantemente y desde la infancia,
van enseñando patrones rígidos de relacionamiento entre personas de distinto
sexo asociando conductas violentas a la masculinidad y conductas pasivas a la
feminidad.

Esa cultura patriarcal introyecta en los varones adolescentes el “derecho” a


“intimidar” y “controlar” y hace lo propio con prejuicios relativos a una
“inferioridad” de las mujeres, y sienta las bases subjetivas en las que
descansan el poder que se arrogan sobre el otro sexo; en el caso de las
mujeres, esas construcciones subjetivas aportan para que éstas declinen su
derecho a la igualdad y terminen reconociendo de facto el dominio de los
varones.

La asimetría de género, basada en desigualdades que se repiten de


generación en generación al extremo que se van “naturalizando”, no solo
acrecienta el diferencial de poder y/o autoridad de los adultos, en este caso
varones, si no que convierte las relaciones entre adolescentes de distinto sexo
en relaciones de poder.

Así, hermanos, primos, amigos o enamorados, con frecuencia, si no es


constantemente, asumen roles de dominación sobre las mujeres adolescentes,
incrementando con ello los frentes de riesgo de la mujer joven.

Estas asimetrías, que hasta aquí resultan las más frecuentes en la cotidianidad
adolescente, no concurren aisladas; sus incidencias simultáneas y
acumulativas, en definitiva, configuran el surgimiento de situaciones de riesgo
que pueden hacer víctimas de violencia a los/las adolescentes, así como en su
particularidad determinan que haya una violencia diferenciada, como resulta
según el sexo de estos/as jóvenes debido a las asimetrías de género.

Si bien las relaciones interpersonales jerarquizadas constituyen la base de


inicio para las asimetrías, estas generan violencia en la medida en que en ellas
concurran comportamientos autoritarios o provocadores. Por tanto, se hace
necesario comprender su dinámica, considerar que existe una historia en cada
interrelación concreta, que los límites y posibilidades de conductas violentas
están delimitados por condiciones contextuales.

Los/las adolescentes concurren a sus nuevas relaciones con las diferentes


personas adultas, y principalmente en sus hogares, con toda la herencia de sus
relaciones de infancia. Y por lo general buscan reiteradamente romper los
rasgos de la asimetría niño/niña – adulto/a que ha antecedido y que tuvo
características de docilidad de su parte.

Aspira y pugna por relaciones más simétricas tensionándolas en extremo. Si


bien su perseverancia en este propósito y más aún sus progresos son muy
particulares, en la medida en que transcurren los años generalmente se afianza
10
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en la idea de que el padre/madre no será ya un ser omnipotente y que


terminará transitando hacia su emancipación.

Por el contrario, cuando en sus intentos no ha logrado progresar en forma que


le sea significante, apostará por desarrollar mecanismos de defensa y
adaptabilidad, y en casos extremos por el aislamiento que puede derivar en la
evasión o fuga del hogar.

Se observa entonces que el grado de asimetría de estas relaciones presenta


desplazamientos, como resultado del accionar de cada una de las partes
involucradas y la propia configuración del contexto familiar y social en que
tienen lugar. Y es aquí donde cobra especial atención el adentrarse en conocer
en qué consiste en sí la adolescencia, en tanto proceso de transición de la
niñez a la vida adulta, así como los rasgos que caracterizan el actuar de
nuestros/as adolescentes.

Adolescencia como proceso de cambio

El mundo del pasado estuvo poblado por niños/as y adultos/as y el concepto


de adolescencia no siempre habría existido, resultando por ende nuevo y
relacionado en la mayoría de los casos con un mayor grado de modernización,
industrialización y urbanización (Gómez Gómez, 1993: 46).

En ese sentido y a diferencia de la pubertad, en tanto aptitud fisiológica para la


procreación y que se alcanza como desarrollo natural del organismo, la
adolescencia presenta características más propias de una construcción social
asociada al inicio y logro de ciertos cambios biológicos, psicológicos y
conductuales, entre los primeros lógicamente al inicio de la pubertad; y se
extiende – más allá de los referentes rígidos de edad – hasta la configuración
de la identidad adulta en el/la joven.

En la adolescencia, la sexualidad reaparece para resignificar la sexualidad


infantil “y aparece por primera vez lo femenino y lo masculino como categorías
diferentes y complementarias, conjuntamente con la capacidad reproductiva
[…] las nuevas funciones biológicas que aparecen y las modificaciones en las
formas del cuerpo van acompañadas por sensaciones de temor, vergüenza,
incomodidad, alegría angustia, etc. Las vivencias que acompañan a los
cambios iniciales y la rapidez con que éstos se producen no permiten
[principalmente] a la púber reelaborar con facilidad el esquema corporal”6

El actuar adolescente en las relaciones intrafamiliares

Si bien los cambios anatómicos - fisiológicos inician el proceso de


transformaciones, rápidamente trascienden hacia lo psicológico y social, hacia
el actuar de el/la adolescente en los diferentes ámbitos de su vida cotidiana: la
familia, el colegio, su entorno social inmediato y mediato. Así, los/las
adolescentes habituados durante sus años previos a un organismo infantil,
perciben sus cambios anatómicos como una nueva imagen, y deben adaptarse
a ella, lo que determina confusión y genera la necesidad de solventar cuantas

6
“Sexualidad adolescente” Ginecología Infanto Juvenil, Sexualidad, Módulo 5, s.d.
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dudas y contradicciones aparecen, tanto en su cuerpo como en su mente


(Cutillas, 2004)

Por su parte, padres y madres deben aceptar que su hija/o ya no es más un


niño o niña, lo que no siempre resulta fácil, más aún si la relación con él o ella
será distinta, y que en perspectiva no muy lejana tiende a convertirse en un
trato de adulto/a a adulto/a. Entonces, se suscitan ciclos de perturbaciones en
la convivencia entre padre/madre e hijos/as adolescentes.

Esas perturbaciones hacen referir a esta etapa como "periodo crítico" y resume
otras expresiones usadas al interior de las familias para abordar las relaciones
entre los/as adultos/as acostumbrados a tratar a su interlocutor como niño o
niña y que ahora deja de comportarse como tal.

Las ansias de un/a “buen/a adolescente” se hacen presente en las familias,


pero aún ellos/as, que representan tres cuartas partes de la población de su
edad, no dejan su aprendizaje ensayando constantemente el papel de adulto/a
y, en el propio escenario emocional, no abandonan la necesidad que sienten de
experimentar continuamente con su mundo sentimental “quitando y poniendo
cargas afectivas sin mayor razón” (James Anthony, 1977: 137)

Adicionalmente, por lo general y como un fenómeno universal que hace a todas


las culturas7, adoptan el principio de reserva y los silencios, que según el autor
citado habrá que entender como “una respuesta a los secretos y los silencios
que guardan los adultos frente a la insistente curiosidad infantil” (Ibíd.: 157)

Desde otra óptica, “la intensidad de los cambios físicos, el incremento de las
pulsiones sexuales, los cambios en las relaciones vinculares en la familia, el
pasaje a la escuela media y/o el ingreso precoz al mundo del trabajo, las
vivencias suscitadas por tan múltiples transformaciones, llevan a la púber a
replegarse sobre sí misma. Esta introversión le permite procesar las nuevas
situaciones para aliviar las exigencias”8

Todo ello tensiona las relaciones intergeneracionales tanto al interior de la


familia como al exterior de ella. En el caso de la familia, el padre, la madre, e
hijos de ambos sexos, se ven atrapados en el dilema de “si hace demasiado o
demasiado poco, si da demasiado o demasiado poco, y el [la] adolescente
percibe y explota la incertidumbre que ello provoca” (Anthony: 151).

En tanto asimetría de edad y de género, el poder diferencial también sufre


desplazamientos, los modelos de padres “amigos” de sus hijos, los modelos de
padres intangibles, etc. llevan el ejercicio del poder y/o autoridad a extremos de
flexibilidad plena o de rigidez infranqueable y, en ambos casos, se acrecientan
situaciones de riesgo para los/las adolescentes.

La posición crítica del /la adolescente en las relaciones escolares

7
Según Simmel, en Anthony, 1977: 157
8
“Sexualidad adolescente” (pág. 9)
12
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A su turno, en el ámbito escolar “los adolescentes se tornan más críticos


respecto con sus maestros. Así, ocurre un cierto distanciamiento de éstos,
tornándose sus relaciones más superfluas y menos íntimas” (Rodríguez R. y
Bermúdez R., 1996: 93) y surge el aprecio de los/as adolescentes hacia los/as
profesores/as que dominan los conocimientos, son justos, hábiles en la
dirección de su aprendizaje; que los toman en cuenta cuando expresan sus
juicios y que escuchan sus valoraciones9. Está claro que si el obrar de los
docentes no encaja en estos parámetros, generará tensiones cual potencial
factor de conflicto.

Por otro lado, en el ámbito escolar cuentan también las relaciones entre
compañeros/as. Éstas adquieren mayor significación si se las aborda desde la
perspectiva grupal etárea.

Su necesidad de mayor relacionamiento entre pares

Los conglomerados de adolescentes que resultan en las aulas escolares, los


grupos de barrio, clubes deportivos o similares, constituyen otro contexto
importante hacia donde el accionar adolescente trascenderá en busca de
satisfacer ciertas necesidades e intereses comunes. Dentro de dicha
interrelación, “la opinión y valoración de los compañeros comienzan a adquirir
para los adolescentes una gran importancia, incluso mayor que la valoración de
los maestros y los padres” (L.I. Boshovich, en Rodríguez R. y Rogelio
Bermúdez, 1996: 102)

Los sentimientos que generan los intentos de oposición-separación de los


padres refuerzan las relaciones afectivas con los pares con quienes el/la
adolescente busca identificarse, usando las mismas ropas, escuchando la
mismas música, concurriendo a los mismos lugares, etc. “Esto aproxima a los
adolescentes entre sí y los diferencia del mundo adulto”.10

Y si bien los integrantes de los grupos de pares comparten su aspiración de


independencia, es cierto que entre ellos/as se hacen presentes sentimientos
encontrados de afecto y desafecto, de simpatía y antipatía; pero precisamente
ello hace que se vayan decantando las amistades hacia la conformación de
grupos de aspiraciones y sentimientos comunes, de manera que se sientan
bases subjetivas de interdependencia que a su vez influyen, ya en condición de
presiones del grupo, en el accionar y pensamiento de cada adolescente.

Cada uno de estos grupos de amigos/as desarrollados precisamente en torno a


ciertas peculiaridades comunes, no se extiende indefinidamente ni pretende
hacerlo a todo el conglomerado adolescente, por el contrario, optan por reglas
y códigos propios en función de las motivaciones, expectativas y objetivos que
reúne a sus miembros. Por ende, las relaciones intergrupales pueden oscilar
entre la cooperación y la hostilidad, y ahí cada adolescente esta presionado
socialmente por sus pares a tomar partido.

A su vez, las relaciones de género trasuntan estas agrupaciones de pares, ya


incidiendo el que las mismas sean exclusivamente de chicas o de chicos, o que

9
A.V.Petrovsky, en cita de Rodríguez y Bermudez
10
“Sexualidad adolescente” (págs. 9-10)
13
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– al interior de éstas – el trato hacia las mujeres no siempre resulte equitativo,


incluyendo el que las oportunidades no siempre resultan iguales para ellas.

Estas asimetrías presentes a lo largo de la adolescencia, como en otras etapas


de la vida, plantean desafíos que a su vez requieren de contextos sociales
modificados; sin duda, la conversión de los establecimientos educativos a
colegios mixtos, constituye una importante posibilidad para impulsar procesos
de coeducación con perspectiva de equidad.

Asimetrías de género en las relaciones entre pares y con adultos

La importancia de considerar la violencia de género radica en que permite


apreciar un aspecto central de la violencia estructural presente en la sociedad,
cuando precisamente las relaciones interpersonales en sus diferentes ámbitos
no escapan a las desigualdades e inequidades de género.

En la adolescencia vamos definiendo una propia identidad que determinará


nuestros comportamientos presentes y futuros; una definición que a partir de la
base heredada de la infancia, generalmente se halla en tela de juicio11 y se
nutre de diversos parámetros que fluyen de los entornos de la vida cotidiana de
la persona adolescente. Así, actos agresivos o de sumisión serán convalidados
por esa vida social permeada por el tipo predominante de relaciones de género
aludido, en cuanto a modelos de conducta materializadas en la madre, el
padre, las hermanas y los hermanos y otros parientes mayores de ambos
sexos, o del contexto vecinal más amplio como su ciudad o la sociedad en su
conjunto; van impactando en la propia configuración de pautas de conducta de
cada adolescente.

Podremos convenir que los contextos anteriores, a la puesta en evidencia de la


inequidad de género como una injusticia social, a la aprobación de normas y la
asunción de compromisos para transitar hacia la erradicación de la
discriminación y violencia de género, así como por la lucha cotidiana contra la
aún amplia gama de resabios de la cultura patriarcal, sin duda habrían
afianzado el grado de poder masculino y dificultado en sumo grado el
desplazamiento del poder arrogado por los varones adolescentes hacia una
perspectiva de equidad.

Las tensiones en las relaciones macro sociales

En general, el hecho de que los/as jóvenes actúen y hablen de un modo


diferente y quieran serlo también en cuanto a su aspecto, es interpretado por
los adultos como una rebelión, y aunque en ello el mundo adulto no se

11
La siguiente cita de Josefa Martín Luengo ilustra la herencia con la que el/la adolescente encarará su
identidad y conductas futuras: “Las criaturas pequeñas son enormemente vulnerables a los roles de
imitación que ofrecemos las mujeres y los hombres, muy concretizadas en las figuras parentales, que son
quienes introyectan inconscientemente los estereotipos de género, la superioridad masculina y la
inferioridad femenina; preparando de esta manera sus mentes para asumir y realizar una vida igual a la de
sus progenitores y educadores/as, ya que estos/as son sus referencias de identificación, de seguridad y de
aceptación”
14
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equivoca, no quita legitimidad a esos/as adolescentes que en su tránsito hacia


la vida adulta quieren ser diferentes de la docilidad que caracterizó su infancia.
En verdad los/as adolescentes se hallan tan “preocupados por delimitar su
identidad como por rebelarse contra la autoridad” (Anthony, 1977: 157)

Esta situación se muestra agravada cuando los jóvenes en ascenso, plenos de


entusiasmo, impulsividad, crecientes conocimientos y habilidades, mente
relativamente abierta, colosal capacidad para asimilar nuevas ideas y modos
de vida; son percibidos como un riesgo que puede subvertir el ‘régimen’ y los
papeles de los adultos (Ibíd.: 142) Entonces surgen los estereotipos que
encasillan a los/as jóvenes como problemáticos/as, como “conflictivo”,
percepción injusta porque en última instancia se los juzga por relaciones
tensionadas donde las personas adultas tienen su cuota parte. Esta percepción
estereotipada presente en los adultos más cercanos al/la adolescente, en
algunos casos y hasta con cierta frecuencia llega a extremos y erróneamente
prevalece la tendencia de “considerar a la adolescencia y la delincuencia como
categorías sinónimas e intercambiables” (Ibíd.: 113)

De esta forma, en las relaciones asimétricas de los adolescentes con su


vecindad, su comunidad vecinal e incluso con extendidos niveles de la
representación de la autoridad pública, exacerba el diferencial de poder entre
ambos con el riesgo potencial de derivar en preocupantes confrontaciones, si a
ello concurren simultánea y acumulativamente otras inequidades de raza y de
cultura.

Los llamados factores propiciadores de la violencia

Los esfuerzos por comprender las causas de la violencia en el último tiempo,


permiten plantearse los siguientes aspectos:

1. Que un factor no explica por si solo la violencia.

2. Que se trata de un fenómeno de extraordinaria complejidad, no sólo


por resultar multi causal, sino porque esos múltiples factores no se
hallan estáticos ni aislados, si no en constante interacción.

3. Que tras un aparente factor central, subyacen otros con una o en


dinámicas que pueden llevar a alguna de ellas a la condición de
determinante, según un momento o situación concreta.

4. Que la concurrencia de factores exógenos al individuo no provoca


uniformes reacciones.

5. Que los contextos influyen en cada uno de los factores, de una


manera peculiar, según la persona que resulte portadora del factor en
cuestión.

6. Que frente a los factores riesgo actúan los factores protectores,


propios del nivel de resiliencia de la persona.

15
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Ya no resulta extraño encontrar, en la literatura especializada, afirmaciones que


aludan a que las causas de la violencia resultan complejas, como el que se
admite que su abordaje debe buscar identificarla a partir del “cruce de factores
negativos del individuo y del entorno social” (Bolivia, 2004: 10)12

Revisando aportes teóricos al respecto, encontraremos que se trata de estudiar


los telones de fondo y los factores predisponentes y desencadenantes, que
podrían llamarse factores de riesgo y que actúan sobre aquel “telón”, facilitando
la aparición de hechos violentos.

Esos telones de fondo o contextos, tienen la condición de resultar más


generales en relación a uno o varios factores determinados, y al respecto
encontraremos alusiones a contextos constituidos por las brechas de injusticia
social y económica, la discriminación, el ejercicio del poder en forma autoritaria
y el debilitamiento de las instituciones del Estado. (Ibíd.: 10-11)

Sin embargo, los contextos pueden también constituir factores en sí en relación


a otros contextos, tal el caso de la pobreza, que puede devenir en factor de
riesgo cuando la violencia ocurre en un ambiente de desigualdad manifiesta y
creciente, cuando alcanza situaciones extremas, y cuando está asociada al
desempleo y a que los/las jóvenes con escasa educación no encuentran otra
oportunidad para generar ingresos.

Por su parte, se mencionan – como factores mas propiamente dichos – a los


lazos familiares frágiles, el bajo rendimiento escolar, a la asociación en
“pandillas” con comportamiento delincuencial, o a la vida en barrios con alta
criminalidad. La existencia de un fácil acceso a las armas (de fuego o corto-
punzantes), a las bebidas alcohólicas y drogas, así como la disponibilidad sin
control de sustancias. O se señala la influencia de los medios de comunicación,
tanto del cine como de la televisión, como un factor de riesgo para la
generación de violencia, especialmente en cuanto puede modelar la mente de
niños/as y adolescentes, y en consecuencia un comportamiento agresivo.

Dentro de estos contextos – factores generales también cuenta la cultura


vertical y autoritaria, que cierra posibilidades a la resolución dialogada de
conflictos y que no acepta la igualdad de derechos; dentro de ellas a las
actitudes socioculturales inherentes a las desigualdades de género, y que se
expresan en relaciones conyugales conflictuadas, y en la recurrencia de
conflictos familiares principalmente hacia sus integrantes femeninas.

Por su parte, otros factores de orden más personal vuelcan la mirada a


características más concretas presentes en las víctimas de violencia, en sus
conductas y hábitos, así como respecto a la persona agresora.
Con ello, la consideración tanto de aspectos biográficos como de la
personalidad, historia de abusos y de violencia en la familia de origen y el como
ha sido asimilada, cobran notoriedad.

Los factores del entorno social del adolescente (ambientales), los que resultan
de eventos de vida estresantes, los factores físico psíquicos de las personas, y

12
Prevención y atención de violencias, Plan Nacional 2004-2007
16
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la interacción entre todos ellos, lleva a complementar, el término de factores,


con el de situación de vulnerabilidad.

Es bajo ese enfoque de factor – situación de vulnerabilidad, que se puede


encontrar amplias listas de rasgos característicos potencialmente presentes en
la consumación de hechos de violencia. Y sin pretensión de sentar
planteamientos absolutos, se habla de perfiles de mayor riesgo, como el de la
mujer maltratada que puede llegar a presentar algunos de los factores de la
siguiente descripción: vivencia de violencia doméstica en su familia de origen,
un bajo nivel cultural, bajo nivel socioeconómico, aislamiento psicológico y
social, baja autoestima, denote sumisión y dependencia, se encuentre en
estado de gestación, exista un claro desequilibrio de poder en la pareja; así
como concurra el consumo de alcohol o drogas (AA.VV., 2003).13

A manera ilustrativa, algunos estudios han relacionado que el haber sido


testigo de violencia familiar en la niñez o en la adolescencia, era el más
claramente relacionado con ser una esposa maltratada. O que las mujeres
embarazadas sufren en mayor proporción el riesgo de la violencia doméstica. Y
trasladando la mirada hacia la persona agresora, han establecido que hay
hombres que viven el embarazo como una amenaza para su dominio. O han
encontrado una asociación entre la violencia y problemas a lo largo del
embarazo, entre los que se encuentran mayor número de abortos, partos
prematuros y riesgo de recién nacidos con bajo peso. (AA.VV., 2003)14

Por su parte, desde el comportamiento de la persona agresora, se plantea que


la violencia puede darse en cualquier contexto, clase social o nivel cultural,
pero algunos factores o situaciones se han relacionado con ser hombre
maltratador como ser experiencias de violencia en su familia de origen*,
alcoholismo*; desempleo o empleo intermitente*15, bajo nivel socioeconómico,
pobreza, dificultades económicas. Hombres violentos, controladores y
posesivos. Baja autoestima. Concepción rígida y estereotipada del papel del
hombre y la mujer. Aislamiento social (sin amigos ni confidentes). Vida
centrada exclusivamente en la familia. Hombres que arreglan sus dificultades
con violencia y culpan a otros de la pérdida de control. Trastornos
psicopatológicos esencialmente celotipia (AA.VV., 2003: 26)

Retomando la interacción entre factores y de éstos con los contextos o telones


de fondo, habremos de convenir que puede resultar de utilidad el recurrir a la
categoría de situaciones de riesgo, también referida como situaciones de
vulnerabilidad, de manera que las descripciones que se hagan de escenarios
que entrañan peligro para los/las adolescentes, puedan ser mas circunscritos al
riesgo en sí y se pueda abordar con mayor propiedad ciertos componentes
(factores concurrentes). Las siguientes dos ilustraciones permitirán visualizar la
practicidad de este planteamiento:

1. La ausencia de límites (muchas veces justificada por los adultos en la


necesidad de libertad de los jóvenes) o los límites rigurosos e inflexibles

13
(Violencia Doméstica)
14
(Violencia Doméstica)
15
Estos tres factores (*) son los más claramente relacionados con conductas maltratantes en algunos
estudios, Violencia Doméstica, [26]
17
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suelen actuar como disparadores de conductas reactivas por parte de


los/las adolescentes.

2. El temor de la sexualidad de las hijas provoca a menudo una barrera


que impide hablar del tema. Esto obstaculiza la información sobre el
cuerpo, la genitalidad, la sexualidad, el embarazo, el amor, etc. Con
frecuencia, esta falta de circulación de conocimiento entre padres y
adolescentes provoca actuaciones cuya finalidad es la búsqueda del
conocimiento. Así, muchas adolescentes anticipan el inicio de las
relaciones sexuales buscando conocer sensaciones y maneras de
llevarlas a cabo: por ejemplo se embarazan para comprobar su
fertilidad.16

Tipologías de la violencia

La OMS, ha clasificado la violencia en tres categorías generales y éstas a su


vez en subdivisiones más específicas. En cuanto a la clasificación general se
tiene:

1. Violencia Autoinfligida, que comprende los comportamientos suicidas


y las auto lesiones

2. Violencia interpersonal, impuesta por otro individuo o un número


pequeño de individuos y que se divide en dos subcategorías

• Familiar, entre los miembros de la familia, de pareja, hacia


menores, hacia mayores.

• Comunitaria, entre personas que no guardan parentesco,


pueden conocerse o no, y generalmente fuera del hogar
(violencia juvenil, asaltos, violación, violencia en la escuela,
trabajo, etc.) y,

3. Violencia Colectiva, provocada por grupos más grandes, como el


Estado, contingentes políticos organizados, tropas irregulares y
organizaciones terroristas. Con subcategorías relacionadas a los
motivos de la violencia:

• Económica. Ataques motivados por el afán de lucro


económico
• Política. Del Estado y actos similares llevados a cabo por
grupos más grandes, incluye la guerra.
• Social. Promueve intereses sociales sectoriales, incluye
acciones terroristas y violencia de masas

Por su parte, en la problemática adolescente que se estudia y con relación a la


naturaleza de los actos de violencia, ésta puede adquirir cuatro formas
fundamentales: 1. Física, 2. Sexual, 3. Psicológica y, 4. Privaciones y descuido.

16
(Sexualidad en la adolescencia, s.d.: 12)
18
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Y estas cuatro formas de violencia, pueden ocurrir en cada una de las


categorías anteriormente descritas, excepto en la auto inflingida. (Bolivia, 2004:
12, 13, 14)

La ilustración extractada de esta fuente facilita la comprensión de la presencia


de las distintas formas de violencia en cada uno de los ámbitos generales de
clasificación: “la violencia contra los niños cometida en el seno del hogar puede
incluir abuso físico, sexual, psicológico, así como negligencia o descuido. La
violencia comunitaria puede incluir agresiones físicas entre jóvenes, violencia
sexual en el lugar de trabajo y descuido de las personas mayores en los
establecimientos asistenciales de largo plazo. La violencia política puede incluir
la violación durante conflictos armados, y la guerra psicológica” (Bolivia, 2004:
14)

Tipologización y tipificación penal de la violencia en nuestra legislación

La Ley Nº 1674 Contra la violencia en la familia o doméstica preceptúa la


siguiente tipología en cuanto a formas de violencia: Violencia física, que afecta
la integridad física; violencia psicológica, cuando perturba el estado y desarrollo
psíquico y emotivo y violencia sexual, si vulnera la autodeterminación sexual y
la salud sexual de las personas.

Adicionalmente nuestra normativa considera como otros hechos de violencia


cuando se pone en riesgo la integridad física y psicológica de los menores,
como resultado de medios correctivos o disciplinarios o por el trabajo excesivo
e inapropiado (Bolivia, 1995: Artículo 6)

Por su parte, el Código del niño, niña y adolescente incorpora estas


expresiones de violencia en calidad de circunstancias prohibidas, en tanto se
traten de medidas disciplinarias que causen daño físico, psíquico, mental o
moral; no respete su dignidad ni su integridad en la escuela, implique la no
provisión adecuada y oportuna de: alimentos, vestido, vivienda, educación y
cuidados de salud – teniendo los medios suficientes – al igual que el empleo en
trabajos prohibidos, contrarios a su dignidad, peligrosos para su vida o salud,
así como el utilizarlos en: conflictos familiares (presión, chantaje, hostigamiento
o retención arbitraria) por causas políticas o posición ideológica.

En la normativa ya indicada, se hallan también preceptuadas como expresiones


de violencia: la indiferencia en el trato cotidiano, la prolongada incomunicación
de sus padres, tutores o guardadores; el obligar a prestar servicio militar sin
haber cumplido la edad, el utilizar o inducir a medidas de hecho como huelgas
de hambre, actos violentos y otras atentatorias para si.

Así mismo, de la gama de expresiones de violencia al interior de la clasificación


por la forma de la agresión, varias de ellas, principalmente en cuanto a
violencia sexual, llegan a constituirse en delitos al tenor de nuestro Código
Penal. La violación, la violación de niño, niña o adolescente, la violación en
estado de inconciencia, el estupro, el abuso deshonesto; el rapto propio e
impropio o con miras matrimoniales, la corrupción de menores y mayores, el
proxenetismo, el tráfico de personas; actos obscenos, publicaciones y

19
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espectáculos obscenos, se hallan preceptuados como delitos contra la libertad


sexual en el Código Penal boliviano (Bolivia: Artículos 308 al 325).

Y entre las particularidades de la violencia física y sexual encontraremos


aplicables las figuras penales de aborto preterintencional resultante de actos
violentos y el contagio de infecciones venéreas17, que forman parte de los
delitos contra la vida y la integridad corporal (Bolivia: Artículos 267 y 277).

Consideraciones finales

La violencia responde a factores socio-culturales y es imprescindible prevenirla,


ésta muchas veces se instala en la vivencia de niños, niñas y adolescentes
como un hecho natural, permitiendo así la tolerancia de la sociedad.

Es importante hacer intervenciones de prevención desde diferentes ámbitos,


especialmente desde la educación formal, puesto que éste es uno de los
espacios donde se reproduce la violencia. Sin embargo, también puede
constituirse en un espacio que posibilite cambios que conduzcan a relaciones
libres de violencia entre adolescentes. Es así que uno de los objetivos que
plantea la Reforma educativa busca: “fomentar la autoestima, la identidad y
seguridad personal, el sentimiento de autonomía, el trabajo y la convivencia
grupal, la solidaridad, la cooperación y la ayuda mutua, el sentido de justicia,
paz y democracia, la valoración de lo propio y el respeto a los demás, la
sensibilidad frente a la diferencia y su aceptación, comprensión y
valoración…”18

Por otra parte, el currículo de la Reforma Educativa incluye la equidad de


género como tema transversal, la misma que “está referida a la necesidad de
construir entre los educandos, varones y mujeres, relaciones fundadas en el
respeto, la solidaridad y la equidad, valorando críticamente los roles de varones
y mujeres en los diferentes ámbitos de la vida familiar, laboral y comunal,
haciendo énfasis en el pleno desarrollo de sus potencialidades y ofreciendo
iguales oportunidades a ambos. Preparando así a los varones y mujeres para
el ejercicio de una ciudadanía plena, sin violencia ni discriminaciones de
ninguna naturaleza”19.

La referencia conceptual hasta aquí desarrollada ubica a la violencia contra los


adolescentes fundamentalmente como parte de la violencia en las relaciones
interpersonales en general, incluyendo el que en ella se exprese la violencia de
género; y al ser considerada como un fenómeno social evitable, concibe
factible su prevención, necesaria la sanción penal y especial de quienes
incurren en la agresión, como urgente la recuperación de las victimas. Ello
ubica al fenómeno objeto de estudio como un problema de derechos humanos,
de salud pública, de seguridad ciudadana y de justicia social.

17
Término aún subsistente en la norma, cuando en la actualidad se las menciona como infecciones de
transmisión sexual (ITS)
18
Compendio de legislación sobre la reforma Educativa y leyes conexas: Ley 1565 Ley de Reforma
Educativa
Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Pág. 54 Art. 30 inc. 6
19
Nuevos programas de estudio de la Reforma Educativa. Ministerio de Desarrollo Humano. Secretaria
Nacional de Educación. Pág. 9.
20
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Aspectos metodológicos

Recolección de datos

Conforme la definición central de una investigación cualitativa, los métodos


recurridos y consiguientes instrumentos se diseñaron para obtener información
– sobre la violencia que se suscita contra adolescentes – desde la percepción
de los/las protagonistas; ya en condición de adolescentes, o de profesionales
de diferentes disciplinas, que por su experiencia en la problemática se
constituyeron en informantes cualificados.

Encuestas con preguntas abiertas

En el caso de los/las adolescentes se aplicó una encuesta con preguntas


abiertas en su generalidad, de manera que el acercamiento fenomenológico de
estos informantes pueda encontrar mayor posibilidad de expresarse en sus
propios términos, argumentos o interpretaciones.

La boleta fue aplicada en conglomerados de adolescentes caracterizados por


su constitución dentro la cotidianidad de esta población, con la consiguiente
selección de colegios del sector fiscal, con presencia de estudiantes de ambos
sexos, que están vinculados o que forman parte del radio de acción de las
entidades co-partes de la Mesa Violencia de Terre des Hommes – Holanda, y
al interior de los establecimientos de un curso determinado.

Dado el caso de otras entidades co-partes y en forma alternativa, se ha incluido


a centro de enseñanza técnica sujetos a sus programas, también de
concurrencia mixta de alumnos/as; o a los grupos juveniles mixtos con los que
se relacionan o trabajan y que se constituyeron bajo motivaciones y objetivos
propios.

Habida cuenta que el proceso de la adolescencia implica diferentes estadios de


desarrollo, se privilegió a las edades que comprenden la adolescencia media, y
para la aplicación práctica de la encuesta se asumió que ellos/as se hallan
predominantemente representadas por alumnos/as de los cursos
correspondientes a octavo de primaria, primero y segundo de secundaria.

Así mismo, se procuró la concurrencia de igual número de encuestados/as por


cada sexo, aunque en última instancia esta fue dada por la propia relación
numérica existente gracias al carácter mixto de los cursos de estudio y de los
grupos juveniles; para la diferencia de concurrencia de uno de los sexos se
consideró la aplicación de mecanismos de compensación al momento de
establecer y comparar los resultados.

Tratándose de adolescentes escolarizados, como fuera oportunamente


delimitado, el llenado de las encuestas solo presentó relativas dificultades en

cuanto al tiempo peculiar que cada uno/una de los/las adolescentes posee para
expresar en forma escrita sus pensamientos.
21
Serie: Publicaciones Digitales Mesa de Trabajo
MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

La aplicación fue simultánea y, dado el caso, fue necesario aclarar el sentido


de las preguntas a solicitud expresa del /la adolescente que así lo demandaba.

Las preguntas fueron formuladas de forma tal que aminore la configuración de


sensaciones relativas a forzar su intimidad o a relatos que podrían inquietarlos
o hacerles sentir que se encuentran bajo un interrogatorio inquisitivo. El
anonimato de las respuestas fue aclarado desde el inicio de su aplicación y
reiterado a lo largo de ella.

Entrevistas a informantes cualificados

Previamente a su aplicación se solicitó y obtuvo información sobre las


entidades co partes de la Mesa de Violencia de Terre des Hommes, y se buscó
rescatar su propia experiencia a partir de considerar las opiniones del personal
más relacionado a la problemática de violencia en general y de violencia contra
la adolescencia y niñez en especial.

Para ese propósito se realizó en forma diferida entrevistas a abogados/as,


psicólogos/as, trabajadores/as sociales y educadores/as de las entidades co -
partes.

Las preguntas centraron su atención en los casos severos de violencia, los/las


agresores/as identificables, las dificultades en su intervención y tratamiento de
estos casos y los parámetros que resultan considerados para establecer sus
logros al respecto.

Grupos focales

Ampliando el espectro de informantes cualificados hacia personas que


trabajan en las defensorías, brigadas de protección a la familia, policía técnica
judicial e incluso profesionales que trabajan por cuenta propia, con dedicación
a la temática, se han realizado sesiones con cuatro grupos focales de las
ciudades de: Tarija, El Alto, Sucre y Cochabamba.

El propósito de esta aplicación ha radicado en hallar respuestas colectivas y


aún la falta de consensos de tales colectivos sobre la violencia diferente en
relación al género de las adolescentes, los enfoques de qué hacer para
intervenir y prevenir en casos de violencia. Al mismo tiempo conocer sobre las
preocupaciones en relación a la efectividad de la administración de justicia en
casos de violencia, y si ésta resulta diferenciada entre ciudades.

Una guía temática flexible ha orientado el desarrollo de las sesiones, de


manera que a la percepción por parte de la persona responsable de moderar la
sesión, de potencialidades peculiares por parte de cada grupo sobre ciertos

temas de la guía, sea posible aprovecharlas al máximo. Las sesiones de estos


grupos fueron objeto de registro magnetofónico, previo consentimiento de los
participantes y tienen en promedio una duración de hora y media.

22
Serie: Publicaciones Digitales Mesa de Trabajo
MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

Los discursos, argumentos y enfoques captados en los grupos focales


complementan el abordaje del conocimiento de la violencia perpetrada contra
adolescentes de ambos sexos y, al igual que los datos obtenidos mediante las
entrevistas a informantes cualificados, son expuestos en forma intercalada a la
exposición de los resultados de las encuestas aplicadas a los/las adolescentes,
en estricta concatenación con las temáticas que se tocan a propósito de las
encuestas, a fin de asegurar su pertinencia y mejor utilidad.

I. FORMAS DE VIOLENCIA Y SUS INCIDENCIAS EN ADOLESCENTES

1.1. Expresiones de violencia

A la interrogante planteada en los siguientes términos: en relación a tus


amistades, a tu hogar, tu colegio o lugares que frecuentas ¿Alguna vez te
maltrataron o sentiste que te hicieron daño? 257 adolescentes de un total de
537 encuestados/as, afirmaron haber sufrido maltratos. Y en tanto la pregunta
invitaba a que narren o den pautas sobre la violencia sufrida (¿qué paso?)20,
una mayoría de ellos/as describieron, a su manera, la agresión de la que fueron
víctimas.

En base a dichas descripciones fue posible clasificarlas conforme a las formas


típicas en que se expresa la violencia: psicológica, física, sexual y económica.
Así, de los 257 adolescentes con respuestas afirmativas se obtuvo 264 casos,
un número superior al de estas personas, toda vez que siete de ellas narraron
que sufrieron más de una forma de violencia, principalmente psicológica y física
y, por ende, cada una aportó datos sobre dos casos distintos.

Como resultado se obtuvo que la violencia psicológica prevalece por sobre las
demás (161 casos – 29,98%), la segunda forma más frecuente resulta la
violencia física (53 casos – 9,87%) y de manera muy puntual se ubican los de
violencia sexual (3 casos) y económica (1 caso), esta ultima como expresión de
abuso laboral (Ver cuadro y gráfico Nº 1).

20
Pregunta Nº 18 de la encuesta aplicada
23
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Formas de violencia detectadas en adolescentes de ambos sexos

Gráfico Nº 1

Como otro aspecto puntual, pero con significación especial, se tienen las
respuestas de tres adolescentes mujeres que se reservaron dar información
sobre el maltrato suscitado. Por sus propias expresiones: “me hicieron daño en
la calle pero no te lo digo” (14 años) “Si, pero eso no se lo cuento ni a mi
sombra” (15 años) o simplemente “no puedo decir” (13 años) podemos
convenir que se trata de hechos que impactaron en éstas muchachas por la
severidad de la agresión.

1.2. Gravedad de daños en las diferentes formas de violencia

Desde otra de nuestras fuentes de información, constituida por profesionales


que trabajan en prevención y tratamiento de violencia21, a propósito de la
pregunta: con relación a adolescentes ¿cuáles resultan ser los casos más
severos de maltrato o abuso que ha conocido?, si bien resulta “difícil
particularizar uno” en base a su práctica cotidiana mencionan en una primera
instancia casos de violencia sexual en general, de violación incestuosa, abuso
sexual, abuso deshonesto, y más aún de violaciones seguidas de lesiones
graves y asesinato, en particular. Y abarcando otras formas de violencia
mencionan al maltrato físico con extremos como la tentativa de asesinato o la
flagelación22

Por lo expuesto cobra mayor notoriedad la vinculación de los casos severos


con la violencia sexual, sin que ello deba llevarnos a desconocer que en las
otras formas de maltrato se suscitan casos considerados graves, según la
magnitud del daño que se ocasione en la víctima, tanto en términos presentes

21
Veintiocho profesionales (abogados/as, educadores/as, psicólogos/as y trabajadores/as sociales) de las
entidades co-partes de Terre de Hommes accedieron ser entrevistados.
22
Ejemplifican con casos como la agresión perpetrada por una madre hacia su hija (tentativa de asesinato)
y el de un padre que fracturó las costillas de su hijo adolescente.
24
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como en términos de consecuencias futuras y según como ésta la siente y vive,


toda vez que un mismo hecho de violencia impacta de manera diferente a cada
persona.

1.3. La violencia física que perdura en la memoria del/la adolescente

La violencia física caracterizada por el daño observable en la integridad


corporal de las víctimas, que generalmente es conocida con posterioridad al
hecho y cuando las huellas físicas desaparecieron, implica un determinado
grado de severidad: los golpes y castigos físicos han quedado muy marcados
en la memoria del/la adolescente.

De las aseveraciones que conocimos y que ilustramos con algunos casos


como: “en el colegio el regente me pegó con palo” (14 años, varón) “…varias
veces me maltrató mi tía; a veces me sonaba con cadena y me sabía sonar con
palo” (14 años, varón) “…me abusaron con cuchillo y eran una tropa” (13 años,
varón) “…mucho me pegaba mi tía y me trataba muy mal” (15 años, mujer) “…
cuando estaba trabajando en los pollos de los chinos, me reñían y una vez
hasta me golpean” (14 años, varón) “…me pegaron al venirme a mi casa, yo no
los conocía pero me dejaron una advertencia y se fueron; me dejaron en el
suelo” (15 años, mujer) “Al irme de mi colegio me pegaron de dos, en mi hogar
mi papá, mi mamá y mis hermanos” (14 años, varón)

Constituyen algunas narraciones escritas en las encuestas, que resumen el


impacto de esta forma de violencia, tanto la integridad física como las secuelas
de estas agresiones en la estabilidad emocional de los/las adolescentes que
resultaron víctimas.

“… no quería volver donde están ellos” (16 años, Varón) “… me siento muy
mal, desesperado y muy asustado, pero ahora estoy cambiando, creo que me
olvido de todo” (17 años, Varón) “… me quería ir de mi casa, ya no aguantaba;
eran golpes muy fuertes” (17 años, mujer) Son expresiones que de manera
elocuente reflejan el grado de incidencia con que esta forma de violencia
trasciende de lo físico a lo emocional.

Finalmente, en cuanto a la magnitud en que se ha reportado la violencia física


en los/las adolescentes encuestados/as, desagregada por sexo, resulta
mayoritaria en varones (32 casos), frente a 21 en las mujeres (Ver cuadro y
gráfico Nº 2) 23

1.4. El impacto de la violencia psicológica

La expresión “cuando me gritan o me dicen cosas que no soporto […] me


dañas” (16 años, mujer) refleja en gran medida la naturaleza de la violencia
psicológica. Su prevalecía como la más difundida por encima de las otras
formas de maltrato, llama la atención, toda vez que al tratarse de agresiones
verbales (gritos, insultos, amenazas, intimidaciones), actitudes restrictivas,
presiones individuales o colectivas o sanciones morales; que si bien no causan
daño físico, afectan al estado emocional de quienes resultan víctimas;

23
Otra de las formas de violencia prevalerte en los varones resulta del abuso laboral.
25
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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

comprometiendo el bienestar psíquico de los/las adolescentes y, afectando su


autovaloración24

La violencia psicológica afecta mayoritariamente a adolescentes mujeres


(117 casos frente a 44 de los varones), así como la violencia sexual resulta
reportada como exclusiva en las mujeres (cuadro y gráfico Nº 2)

Incidencia de la violencia por su forma y según el sexo de la víctima

Gráfico Nº 2

Algunas expresiones de los/las adolescentes encuestados/as testimonian de


manera muy ilustrativa los rasgos de esta forma de violencia, así como hacen
posible advertir el impacto que ella tiene en su salud emocional:

“Perro de mierda, es lo que nos dice mi padre a todos mis hermanos” (15
años, varón)

“Me han hecho sentir mal porque me decían perra, arrecha, y a mi no me


gustaba que me digan eso porque yo no lo era” (15 años, mujer)

“Me sentí triste porque me agredieron mis padres con palabras malas”
(18 años, mujer)

“En el colegio mis compañeros me maltrataron, me hicieron sentir mal,


me insultaron” (14 años, mujer)

24
Muchas veces tanto recibir insultos o desvaloraciones terminan creyendo y asumiendo responsabilidad
por lo que le pasa.
26
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“…me humillaban y me hacían sentir más baja que los otros” (12 años,
mujer)

A propósito de conocer ¿qué frases o palabras que se dicen al interior de la


familia no deberían pronunciarse porque nos hieren afectando nuestros
sentimientos?25 Tres segmentos26 de los/las encuestados/as expresaron en
detalle frases y palabras hirientes.

Sin duda, este cúmulo de adjetivos, que se usan esporádica o recurrentemente,


afecta al estado emocional de los/as adolescentes. Visto en conjunto, es
inadmisible que a esta altura del desarrollo de nuestras sociedades, estos
adjetivos formen parte de las relaciones familiares, del lenguaje de
comunicación intrafamiliar y aún de las relaciones entre estudiantes o entre
pares; al respecto, una demanda de parte de los/as adolescentes es que no se
usen más.

Esta violencia verbal ejercida en diversos ámbitos en los que los/las


adolescentes interactúan en la cotidianidad, y que oscilan entre insultos,
menosprecio, humillaciones o por sus connotaciones discriminativas, al
constituir ofensas a la dignidad de estas personas, las denigran, afectan en
sumo grado su autoestima y su derecho a la protección, a la seguridad y a una
vida libre de violencia.

“me sentí muy mal en mi casa, en el colegio con mis amigos me siento
muy mal” (12, mujer)

“me sentí muy mal y en ratos quería hasta quitarme la vida” (14, mujer)

“me sentí mal; no supe que hacer en ese momento, pensé en no


escuchar e irme lejos” (14 años, mujer)

“no puedo decirlo por que es muy doloroso” (14 años, mujer)

“Si me siento mal cuando mi mamá nos grita a mí y a mis hermanos


siento ganas de gritar” (17 años, mujer)

“Cuando me maltrataron sentí dolor y rabia” (17 años, mujer)

“Claro, el ser querido soy yo y me sentía en esos momentos muy mal


cuando me maltrataban” (14 años, mujer)

“Si, me sentí realmente mal, me acuerdo de eso y lloro sin parar”


(12 años, mujer)

“Sentí que soy muy infeliz y con ganas de morirme” (14 años, mujer)

“Me maltrataron psicológicamente; por mi defecto me hacían llorar”


(15 años, mujer)

25
Pregunta Nº 27 de la encuesta aplicada
26
1. Sesenta y un encuestados/as, que también reportaron sufrir violencia psicológica, 2. Treinta y tres
que señalaron haber sido víctimas de otras formas de violencia, y 3. Ochenta y seis que no indican
violencia alguna indican frases y palabras que en su cotidianidad no quisieran sean utilizadas.
27
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En algunos casos la agresión no resulta circunstancial y presenta


características de ser una práctica recurrente con daños inmediatos y futuros,
que se prolongan en el tiempo afectando sistemáticamente el autoestima del/la
adolescente, como se puede inferir al conocer casos como los que a
continuación testimonian:

“…casi siempre me hicieron daño, pero yo me aguanto, lo guardo


dentro de mi” (14 años, mujer)

“Mis amigos casi todos los días me humillan y me remedan” (14 años,
mujer)

“…mi compañero de curso siempre me ha insultado de todo y de nada”


(14 años, mujer)

“… siempre me tratan mal porque soy morena y dicen que soy fea” (14
años, mujer)

En la violencia psicológica, más allá de las palabras fuertes, las acciones de


presión, intimidación, leguaje no verbal, las amenazas de dejarles
desprotegidos/as, también impactan en el/la adolescente de manera
significativa; así, una adolescentes decía: “Que no me boten y que no me traten
con malas palabras” (16 años, mujer). Fue un clamor que refleja el estado de
inseguridad que se suma a las ofensas y que pueden tener lugar incluso por
omisión “Me ignoraron durante mucho tiempo hasta la fecha”
(15 años, mujer) 27

Después de agresiones recurrentes, incluyendo el abandono emocional, a


veces las víctimas dejan de sorprenderse, ya que estos actos llegan a formar
parte de sus relaciones, sin embargo, les provoca sufrimiento y grandes daños
en su autoestima. A la par de los sentimientos de inseguridad y desvalorización
que se presentan, tienen también consecuencias severas en la medida en que
las víctimas se aíslan.

A su vez, los testimonios presentes en las encuestas ponen en evidencia tanto


el daño diferenciado que causan estas agresiones en la vida emocional de
adolescentes mujeres y varones, así como los diferentes niveles de indefensión
en que estas agresiones tienen que ser soportadas según el género al que
pertenece cada persona.

Las situaciones de violencia, especialmente psicológica, al afectar el


autoestima, a decir de Nataniel Braden, afecta al sistema inmunológico de la
conciencia y ésta, a su vez, está determinada por la aprobación de otras
personas en el caso de las mujeres; en cambio, en el caso de los varones
depende más de su posición social, es decir que pese a episodios de violencia
la persona no resulta muy afectada.

Otras investigaciones ponen en evidencia que las mujeres, por la socialización


que reciben en relación a los varones, tienen una autoestima devaluada, la
27
Las afirmaciones de haber sufrido maltrato psicológico, relazadas por adolescentes varones, son
respuestas escuetas, denotando que tienen muchas reservas sobre los detalles o en cuanto a expresar sus
sentimientos.
28
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misma que empeora con situaciones de violencia y que para fortalecerla o re-
construirla se necesitan vínculos externos.

La violencia limita las aspiraciones y proyectos, mantiene paralizada a la


víctima; en cambio, la satisfacción mejora la seguridad en si misma.

Una de las expresiones de la violencia psicológica en el ámbito escolar y en el


espacio de amistades fue la intimidación. Los varones, haciendo abuso de su
poder, causan dolor o angustia a las adolescentes, en algunos casos de forma
repetida e intencional y sin motivo alguno. Los insultos, las amenazas,
nuevamente generaron mucho temor y ninguna respuesta a las interrogantes
que alguna adolescente se hacia “por qué los hombres siempre son malos” Los
varones son los que con más frecuencia intimidan a las mujeres, pero también
son víctimas de la intimidación de sus compañeros.

La familia debiera ser el espacio en el que los y las adolescentes se sientan


apoyados, sin embargo, lejos de proteger, es donde se afecta el autoestima de
los/as adolescentes.

Otro de los hallazgos de la investigación pone en evidencia la construcción


social de lo femenino, respecto a la belleza, según el cual las mujeres son
valoradas por su aspecto más que por su intelecto, donde el cuerpo y el color
de la piel responden al estereotipo de delgadez (90- 60- 90), estatura alta y piel
blanca, por lo que quienes no están dentro de este rango sufren discriminación
y violencia, tal como mencionan las adolescentes, quienes viven bajo una
fuerte presión social para alcanzar una apariencia de acuerdo a los
estereotipos mencionados, los mismos que no responden a nuestra realidad
cultural.

1.5. La severidad de los abusos sexuales.

“…mi tío se metía y abusaba de mi hermanita por eso lo odio” (14 años, mujer)
testimonia una de las encuestadas que pone de manifiesto la incidencia de
estos abusos en la vida de los/las adolescentes, no sólo cuando son víctimas
sino que hayan sido testigos de este tipo de hechos.

Las expresiones recogidas: “amigos que nada valieron después de que


quisieron, se atrevieron a violarme, gracias a Dios nada me pasó” (18 años) “…
mi padrastro entró a mi cuarto chuto y desde eso le tengo miedo” (15 años) “Me
quieren ver callar en la alcoba” (14 años) implican situaciones de angustia, que
en la medida de no ser adecuadamente resueltas inciden negativamente en el
estado emocional de los/las adolescentes.

Los abusos conocidos a partir de las declaraciones de los/las adolescentes


encuestados/as son puntuales, pocas adolescentes la mencionaron (3
personas) y no siempre se ubican en los casos tipificados como delitos por el
Código Penal. El abuso sexual fue un tema ampliamente tratado por los/as
profesionales debido a que afectan y dejan secuelas, no sólo en las víctimas
sino también en las familias y aún en las personas que atienden estos casos.
En la experiencia de trabajo de las co-partes de Terre des Hommes – Holanda,
con frecuencia se enfrentan a este tipo de situaciones y está claro que el abuso
sexual afecta a la integridad de la persona que resulta ser la víctima. En el
29
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constructo social está la idea de que cuando se da un hecho de violación, ésta


deja huellas en el cuerpo (hematomas, heridas, etc.) y no se percata del daño a
nivel psicológico, máxime si a veces la misma se realiza a través de la
seducción, el chantaje: las huellas en estos casos son más psicológicas, las
mismas que muchas veces no son observables, pero resultan muy
mortificantes para la víctima, peor aún cuando frente a esa violencia contra las
adolescentes suele presentarse cierta “permisibilidad” de parte de la familia o la
sociedad.

Recurriendo precisamente a esa fuente de información constituida por


profesionales que trabajan en prevención y tratamiento de violencia, llaman la
atención las siguientes expresiones:

“…una chica que fue violada por sus amigos y la pegaron tanto que estaba
inconsciente durante una semana” (Åsa Mari E. Andersson, trabajadora social)

“…violación a adolescentes de 12 a 13 años de edad producto de dichos


hechos resultaron las mismas niñas embarazadas” (Mirka A.
Tolaba; abogada)

Esta forma de violencia, atendida por los/las entrevistados/as, llega a presentar


incidencias mayores cuando la agresión proviene de miembros del propio
núcleo familiar, como el caso descrito por Lourdes Flores (abogada) y que hace
referencia a un papá que “abusó sexualmente de sus tres hijas, a la mayor
desde que tenía 10 años, hasta que a sus 15 años la embarazó, la hizo abortar
y posteriormente de tantos abusos la volvió a embarazar y dio a luz una bebé,
a la segunda hija adolescente de 14 años, también la violó en varias
oportunidades, a la más pequeña de 7 años le propiciaba toques impúdicos y
manoseos, es ahí donde recién la hija mayor decide denunciar”

En base a la experiencia de intervención en este tipo de violencia de los/las


entrevistados/as, su impacto inmediato y futuro en los/las adolescentes, en
gran medida es reflejada en las siguientes descripciones:

“…los abusos sexuales son los más dañinos, involucra su autoimagen y un


déficit en sus habilidades sociales” (Mirko A. Terán V.; Psicólogo)

“…los cuadros más severos son los casos de incesto ( padres, tíos, abuelos,
primos que han agredido a niños y adolescentes); dentro de la severidad se
puede observar que las sintomatologías que presentan después del estrés pos
traumático son el suicidio, las drogas, el alcohol, prostitución, fugas de la casa
y la auto agresión” (Fátima
Gamboa A.; psicóloga)

1.6. Percepciones respecto a casos de violencia según el sexo de la


víctima.

A los resultados de las encuestas aplicadas y opiniones recogidas de los/las


profesionales entrevistados/as, resulta pertinente complementar con las
percepciones captadas de una tercera fuente consistente en grupos focales
compuestos por profesionales de diferentes disciplinas que se reunieron en
sesiones únicas, en sus respectivas ciudades.
30
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En los grupos focales se trataron temas como el referido a la violencia


diferencial según el sexo de los/las adolescentes.28 Y precisamente en torno a
la interrogante ¿si existe o no diferencia entre la violencia que sufren las
mujeres adolescentes de aquella que sufren sus pares varones?29 los puntos
de vista planteados por cada persona desde su ámbito laboral y de su
especialidad generaron polémica, con diferente grado de intensidad en cada
uno de los cuatro grupos consultados (Tarija, El Alto, Sucre y Cochabamba)

Los/las participantes – que asumieron una determinada postura en ese


momento – llegaron a realizar esfuerzos significativos para argumentar la
existencia de una violencia diferenciada, o la igual probabilidad de los maltratos
para adolescentes de ambos sexos.

Las expresiones más ilustrativas de los puntos de vista discrepantes y que


fueron captados se confrontan a continuación:

Argumentos sobre violencia contra adolescentes según el sexo


INCIDENCIA DIFERENTE IGUAL PROBABILIDAD

“Es totalmente diferente la violencia que sufre “[El que] en el hombre no sea tan notorio, se
la mujer en relación al hombre […] estamos en dan a conocer más los casos de violencia
un sistema que avala más actitudes de física, no quiere decir que la violencia
hombre y cierta actitudes de las mujeres” psicológica sea menos”
“Ambos están en riesgo […pero hay] más
violencia contra las adolescentes, por
violaciones y violencia intrafamiliar por parte “Hay muchos maltratos que sufren los
de los hermanos y de los padres” hombres pero se lo guardan para si solos”

“A las mujeres se les castiga más fuerte que a “El maltrato no es más que de la mujer esta
los varones, las chicas se quedaban a cuidar a igual pero esta el caso que no lo dicen [los
los niños y el varón va a la escuela” varones]”.
“Más vulneradas, no sólo de violencia sexual, “se queja la mujer … el hombre desde niño se
también en la violencia física por parte de sus dice que el hombre no llora, es fuerte, no se
padres a título de disciplina, maltratadas queja, el adolescente se bloquea en forma
también psicológica-mente” (Sucre) psicológica”
“[la] sociedad impulsa como propia de
varones, que un adolescente sea más fuerte,
comience a beber, fumar, tenga dos chicas, …
"Mas marcado en la mujer el control, el es una forma de maltrato distorsionando
castigo, hasta el maltrato físico” valores”.

“Es más común la violencia sexual hacia “Los hombres son más de violencia
adolescentes mujeres, mucho más que a los psicológica – física como ser víctimas de
adolescentes varones”. armas y peleas”

28
En grupos focales, se trabajó con representantes de instituciones co-partes de Terre de Hommes -
Holanda, así como con autoridades e instituciones que realizan trabajos con adolescentes. (Policía,
Defensoría de la niñez y la adolescencia y, otras entidades afines a la temática)
29
Punto 1 de la guía temática para grupos focales

31
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En el fondo, la polémica suscitada encontró de hecho dos formas de estructurar


consensos. Una de ellas fue recurrir a datos fácticos, y la otra mediante las
argumentaciones desde una perspectiva de género.

Respecto al peso de datos fácticos, destaca las menciones que se hicieron en


el grupo focal de la ciudad de El Alto, a partir de los registros de la Policía
Técnica Judicial.

Violencia en los registros policiales

“Por lo que hemos palpado en la Policía Técnica Judicial son las


mujeres las que sufren mayormente violencia”
“Las mujeres son las que sufren violencia, tomando en cuenta
violación, abandono de familia, abandono de mujer embarazada,
rapto, lesiones, tentativa de violaciones, estupro, abuso
deshonesto, proxenetismo, amenazas, rapto impropio y corrupción
de menores.”

Menciones que además resultaron complementadas con la constatación de que


si bien las personas que ejercen violencia contra los adolescentes son padres,
madres, profesores/as y otros jóvenes, dentro ese conjunto predominan los
varones victimarios.

Por su parte, la explicación de la violencia diferenciada por sexo a partir de una


visión con perspectiva de género fue abordada en los diferentes grupos,
principalmente por las participantes mujeres.

A raíz de ello, las explicaciones giraron en torno a que la violencia es una


conducta aprendida en el entorno social y responde a la socialización en la
familia y en la sociedad, que tiene relación con los roles que se asignan a
hombres y mujeres; y respecto a los adolescentes varones indicaron que son
socializados para ejercer y vivir situaciones de violencia física dentro y fuera del
hogar. El hecho de que de la violencia que sufren los adolescentes no se hable
mucho, se explica por las expectativas que tiene la sociedad de los varones.

“No nacemos seres agresivos, nos volvemos, aprendemos a ser


agresivos”

“[el] adolescente está en un proceso de transición de socialización,… va


a ver que sus padres están en actitudes que no son ponderables para la
convivencia en la familia”

“Pretexto de controlar a las hijas las hace vulnerables socialmente, se


las restringe […] idiosincrasia: las mujeres para la casa y los hombres
para afuera”

“Las mujeres deben permanecer en el hogar hasta cierta edad, para


tener el permiso luego de hacerse mujeres”

32
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“no es tanto problema cuando el varón sale, la misma cultura, por la


misma sociedad, el hombre si sale no hay tanto problema”

“El varón tiene mayor libertad, tienen mayores posibilidades”

“Tiene más libertades, puede salir a la calle, puede llegar a la hora que
quiera, pero se ha visto casos que por ser hombre no tiene derecho a
quejarse sólo porque es hombre.”

“Los adolescentes están en un sistema de violencia muy fuerte, por los


papás, medios de comunicación, profesores”

“Los varones muchas veces se las tienen que tragar, pero son también
las personas que por esa represión son los que más violentos son”

“Se naturaliza también que el varón debe tener control, fuerza, dominio,
la última palabra… esto expone a la mujer a situaciones de violencia con
mucha más frecuencia”

“Comparaciones denigrativas y peyorativa ‘te pareces a una mujer’ tiene


que ver con cultura de roles de género”

La socialización que reciben hombres y mujeres hace que se coloquen en


situación de victimarios y de víctimas, puesto que los mensajes implícitos y
explícitos en la familia conducen a adoptar ese tipo de conductas: La violencia
responde a un hecho social y no natural.

“Se le prepara para que sea el varón macho, sepa defenderse, golpee,
rompa lo que se le ponga en el camino… las mujercitas no podemos
reaccionar de esa forma,… está para que siempre nos acojamos, nos
dobleguemos ante cualquier situación”

“Permitir que el varón ejercite la violencia y la mujer sea la víctima de la


violencia en el contexto cultural o social”

De las expresiones vertidas se puede colegir que en la percepción de los/las


participantes de los cuatro grupos focales, los adolescentes están vinculados al
espacio público, donde amplían su campo de acción y de experiencia; además
de la familia tienen y/o conocen otras redes de interacción, lo cual favorece un
mejor dominio de ese espacio.

En contrapartida, a las mujeres se las relega al ámbito privado y doméstico, por


lo que no tienen muchas posibilidades de establecer redes de interacción social
suficientes para desenvolverse en el ámbito público.

Por otra parte, se induce a que las mujeres, desde la infancia, construyan una
imagen de debilidad y vulnerabilidad, lo cual las pone en situación de víctimas
potenciales, puesto que su socialización reduce posibilidades para desarrollar
factores de autoprotección como la autoestima, toma de decisiones y su
autodeterminación, etc.

33
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Los procesos de socialización coloca en posiciones dicotómicas a hombres y


mujeres: a éstas últimas en mayor riesgo de ser víctima y a los hombres de ser
victimarios. De acuerdo al género se asignan características y roles diferentes
a hombres y mujeres. Pero el problema no es la diferencia de las
características y roles, sino la jerarquización entre ellos, puesto que en la
sociedad se le da más valor al rol masculino y se lo asocia al ámbito público y
productivo, mientras que el rol femenino se valora menos y se lo asocia al
ámbito privado, no productivo y por lo tanto no reconocido ni remunerado. Esta
jerarquización da “poder” y “superioridad” simbólica a los hombres en
detrimento de las mujeres.

Tanto la violencia física y psicológica que viven hombres y mujeres tienen


relación con el género al que pertenecen; responden a factores de
socialización. Se muestra a las mujeres vulnerables en contraste con los
hombres, a los que se muestra con fuerza para ejercer poder y control sobre
las mismas; sin embargo, los hombres también viven niveles altos de violencia
física, pero que por su condición de género, niegan, callan y algunas veces
ocultan.

La violencia afecta más a las mujeres por su género, las mantiene en situación
de indefensión, afectando su autovaloración y muchas veces creyendo y
asumiendo responsabilidades por lo que les pasa. Y a los hombres les limita la
posibilidad de disfrutar del ámbito privado de los afectos.

Desde la vivencia de los/las adolescentes consultados/as, la violencia provoca


sentimientos y reacciones diferentes según se trate de mujer o varón: ambos
experimentan rencor, rabia, ira, pero en el caso de las mujeres se apodera el
miedo y muchas veces las inmoviliza.

“Sentí mucho miedo y me preguntaba porque los hombres tienen que


maltratar a las mujeres” (15 años, mujer) “mi compañero nos pega a
todas las mujeres” (13 años, mujer) “los hombres siempre abusan o
patean a las mujeres” (14 años, mujer)

Hacen elocuente la preocupación de las adolescentes, en torno a la violencia


que adquiere características de género. Es importante tomar medidas que
contribuyan a de-construir la imagen de la mujer en la sociedad, asimismo, que
permita a los varones desarrollarse íntegramente, puesto que la socialización
que ambos han recibido pone en desventaja a toda la humanidad, ya que
fomenta relaciones asimétricas y es prioritario implementar medidas que
contribuyan a la igualdad entre hombres y mujeres.

II. ÁMBITOS DE VIOLENCIA Y VICTIMARIOS

Las expresiones de violencia que estudiamos tienen lugar en los espacios


cotidianos de los/las adolescentes, y en su generalidad resultan involucradas
personas de los entornos más inmediatos como el familiar, escolar y el de sus
amistades. Así, espacios que en la visión común son lugares que brindan
seguridad a los/las adolescente se develan como ámbitos de riesgo.

Es importante recordar que la familia es el espacio en el que se crean los


vínculos de seguridad, protección y afectividad, es ahí donde internalizan
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formas de relaciones interpersonales al interactuar con sus cuidadores/as y de


esta manera configuran la naturaleza de sus futuras relaciones; sin embargo,
muchos/as adolescentes obtienen vínculos de inseguridad que vulneran su
derecho “...a desarrollarse y educarse en un ambiente de afecto y seguridad en
su familia...” 30

Tanto en el hogar, en la escuela y en otros espacios, el comportamiento


concreto de sus miembros afecta en diferente grado el bienestar de
adolescentes de acuerdo al sexo al que pertenecen. La violencia vivida por
los/as adolescentes tiene una alta prevalecía tanto en los establecimientos
educativos como en el hogar, continuando en sus relaciones de amistad, donde
tenemos que son precisamente las mujeres las que sufren con mayor fuerza,
soportando más actos violatorios a su derecho a vivir libre de violencia.

De los datos facilitados por los/las encuestados/as se identificó 190 referencias


que hacen alusión al hogar, al colegio, a los espacios de amigos/as, al
barrio/comunidad; a la calle, al trabajo y a los lugares de recreación.

Los resultados logrados revelan que la violencia en su forma psicológica, la


más ampliamente difundida en el conjunto, tiene lugar principalmente en los
establecimientos educativos con 73 casos, de los cuales 44 casos
corresponden a mujeres y 29 a varones. En segunda ubicación se encuentra el
hogar con 56 casos (42 corresponden a mujeres y 14 a los varones)
Posteriormente se hallan las relaciones de amistad con 38 casos (32 víctimas
mujeres y 6 varones) Finalmente se ubican la violencia sexual y económica
que, por sus características propias, las analizaremos más adelante (cuadro y
gráfico Nº 3). Resultados que dejan claro que, estos ámbitos se presentan
como escenarios de mayor riesgo si la víctima es mujer.

30
Código niño, niña adolescente. Art. 27 Derecho a una familia
35
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Ámbitos de violencia según el sexo de los/las adolescentes

Se ha afirmado anteriormente que algunas expresiones de violencia son más


frecuentes en varones, pero eso casi no se percibe dentro de la violencia en
general, por lo que la disgregación de la información puede ayudar a clarificar
dicha apreciación.

2.1. Ámbitos de violencia psicológica.

Los resultados obtenidos al comparar: violencia en general, ámbito y víctima


según el sexo, presentan peculiaridades al incorporar la variable forma de
expresión de la violencia (en especial en cuanto a la forma física y psicológica)
que resultan lan más frecuentemente perpetradas contra los/las adolescentes y
que pasamos a describir a continuación.

La violencia psicológica reportada respecto a los tres ámbitos donde con mayor
frecuencia se suscita, presenta como particularidad el que en ella las víctimas
son predominantemente adolescentes mujeres: 27 casos frente a seis de los
varones en cuanto al hogar; 37 casos frente a 26 de los varones en los
establecimientos educativos y 22 casos frente a 3 de los varones en cuanto a
los espacios de amigos/as como ámbito de violencia (cuadro y gráfico Nº 4)

Por su parte, en cuanto a casos presentados en otros ámbitos como el


barrio/comunidad, la calle, el trabajo y los lugares de recreación, se conoció tan
36
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solo dos casos, de violencia psicológica, contra mujeres adolescentes en el


trabajo, en tanto que el resto de las víctimas en estos espacios resultan
varones.

Ámbitos según la forma PSICOLÓGICA de la violencia y sexo de las víctimas

Gráfico Nº 4

Ahora bien, sumando los casos de ambos sexo, y con relación a los
establecimientos educativos, éste se refleja como el principal espacio de
violencia psicológica. Y en una mayor aproximación a esta problemática resulta
de gran utilidad el conocer algunas expresiones de los/las adolescentes
encuestados.

“…es muy normal en el colegio que te griten, te comparen con otros


hasta con animales” (15 años, mujer) “…yo soy zurdo y una vez me
obligo a escribir con la derecha” (17 años, varón) “No nos respetamos a
nosotros mismos nos insultamos los unos a los otros” (16 años, mujer)

2.2. Ámbitos de violencia Física.

De otro lado, en relación a la violencia física y los ámbitos en que tiene lugar,
considerando también el género de las personas, conocimos una variante
importante en relación a la violencia psicológica; pues las agresiones físicas se
presentan con mayor frecuencia en los varones en los siguientes ámbitos:
establecimientos educativos, barrio/comunidad, trabajo y lugares de recreación.

37
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Sin embargo, en el hogar la violencia física afecta mayoritariamente a las


mujeres adolescentes, así como en el ámbito de amigos/as, según se
desprende del número de casos que se aprecia en el cuadro y gráfico Nº 5.

Ámbitos según la forma FÍSICA de la violencia y el sexo de las víctimas

Gráfico Nº 5

2.3. Identificación de victimarios/as por profesionales y adolescentes

Retomando nuevamente la fuente de informantes cualificados, y en función de


la pregunta ¿a quiénes identifican las víctimas como sus agresores o
agresoras? que se les formulara en las entrevistas, se tiene las siguientes
experiencias:

“…personas que tienen algún tipo de vinculación con las víctimas, sea
familiar, laboral u otras” (Escalante; abogada) “personas que viven con
ellas o ellos, familiares, vecinos, profesores, personas que
supuestamente le brindan seguridad” (Gutiérrez; educadora)

Por su parte, identificando victimarios en función de las distintas formas de


violencia, Rosa Fernández (trabajadora social) describe que la víctima, en el
“caso de maltrato, identifica a la progenitora, en los casos de abusos sexuales,
identifican al padre, hermano mayor, padrastro o tíos, incluso en algunos casos
38
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son los propios padrinos de bautizo” En tanto que Susana Romero (psicóloga)
indica que las “adolescentes abusadas sexualmente son victimas de varones
mayores que están cerca de ellas, son parientes y en otros casos
desconocidos que toman a la victima y la violan cuando los padres están fuera
de la casa”

El que estén involucrados los “miembros más cercanos dentro del núcleo
familiar” (Alizon Rondo, trabajadora social) lleva a considerar que se trata como
de “violencia sexual incestuosa [donde] las víctimas señalan como principales
agresores a los padres, padrastro […] tíos o hermanos” (Silvia Thórrez,
trabajadora social)

En la violencia sexual y en cuanto a otras personas cercanas al/la adolescente


mencionan a profesores, enamorados, concubinos y amigos. Sin descartar por
cierto a personas ajenas al espacio familiar, pero que resultan las menos
mencionadas.

En suma, se menciona principalmente a varones como victimarios de esta


forma de violencia.

En otras formas de violencia, también resultan referidos los familiares


anteriormente mencionados con la diferencia que se incluye a personas del
sexo femenino (madre, tía, prima, abuela, amigas, etc.), y en cuanto a la
violencia en las relaciones de trabajo el “maltrato psicológico en sus fuentes
laborales [se da] por parte de los empleadores” (Solares; Abogada)

Por su parte, desde la vivencia de los/las adolescentes y en función de cuatro


ámbitos principales: el familiar, el escolar, los espacios de amistad, y los
considerados como ámbitos públicos (comunidad, barrio, calle, lugares de
recreación) se mencionan con diferente frecuencia a las personas ya
señaladas.

2.3.1. Agresores en el ámbito familiar

En relación al ámbito familiar, la identificación de los autores/as de hechos de


violencia varía según el sexo de la víctima. Las mujeres reportan en general en
mayor frecuencia a diversos integrantes de su familia y en especial a sus
parientes varones. Mencionan al padre en doce casos, a los hermanos (ocho
casos) y al padrastro (dos casos). En cuanto a personas del sexo femenino que
perpetra actos violentos se tiene a la madre (seis casos) luego las hermanas
(tres casos) finalmente la tía y la prima. (Ver cuadro Nº 6)

39
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Actores agresivos en el ámbito familiar


(Según el género al que pertenece la víctima)

Varones Mujeres
Padre 2 12
Hermanos 3 8
Madre 6
Familia* 3
Hermanas 3 3
Padrastro 2
Madrastra 1
Abuela 1
Tía 1 2
Prima 1 1
Parientes 1
No
precisa** 2 4
TOTALES 27 36

Cuadro Nº 6

De parte de los adolescentes varones, los casos más significativos aluden a los
hermanos, la madre y el padre (tres casos en cuanto a los primeros familiares y
en dos casos el progenitor), luego las agresiones se presentan uniformes en
cuanto a la hermana, tía, prima, madrastra y otros parientes.

2.3.2. Agresores/as en el ámbito escolar

Siguiendo la misma metodología, en cuanto al ámbito escolar y en relación a


víctimas mujeres adolescentes, los victimarios identificados mayoritariamente
resultan compañeros/as de estudio (25 casos), muy distante respecto a otras
personas agresoras, como docentes (ocho casos) y la portera con un caso.
(Ver cuadro Nº 7)

40
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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

Personas que ejercen violencia en el ámbito escolar


(Según el género al que pertenece la víctima)

Varones Mujeres
Docentes 12 8
Compañeros/as 10 25
Regente/a 2
Portero/a 1 1
No precisa** 2 2
TOTALES 27 36

Cuadro Nº 7

“Una vez me pegaron en mi colegio, eso era por defender a mi amiga” (15
años, mujer) constituye una narración que sintetiza de manera ilustrativa la
violencia entre compañeros/as de colegio y que presenta una de las mayores
frecuencias en tanto precisamente las víctimas son adolescentes mujeres.

Por su parte, en relación a los varones, muestra primacía la violencia


perpetrada por docentes (12 casos) resultando secundada por compañeros/as
de estudio (10 casos) y, finalmente de manera muy puntual por otras personas:
el/la regente y el portero.

2.3.3. Agresores/as en los espacios de amistad

En este ámbito, a partir de las narraciones de los/las encuestados/as se han


considerado tres tipos de personas que incurren en hechos de violencia:
amigos/as, conocidos/as y el enamorado. Los resultados apuntan hacia los/las
amigos/as como mayores agresores/as, y con incidencia diferente en función
del sexo de la víctima (39 mujeres los identificaron, en tanto solo 11 varones
así lo hicieron (Ver cuadro Nº 8))

En segundo lugar se ubican los/las conocidos/as sin diferencia alguna en


cuanto se trate de víctima mujer o varón.

Agresores/as en los espacios de amistad


(Según el género al que pertenece la víctima)

Varones Mujeres
Amigos/as 11 39
Conocidos/as 5 5
Enamorado 1
TOTALES 16 45

Cuadro Nº 8

41
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Finalmente de manera puntual se registró un caso en que el enamorado es el


agresor.

2.3.4. Personas que incurren en violencia en los ámbitos públicos

Como se señaló al iniciar este acápite, dentro la categoría ámbitos públicos se


han agrupado a los siguientes escenarios: comunidad, barrio, calle y lugares de
recreación.

En estos ámbitos, mencionan que fueron agredidos/as por personas


desconocidas (cinco adolescentes varones y dos mujeres) en tanto que otros
tres varones y una mujer adolescentes señalan a delincuentes y, de manera
puntual, un adolescente acusa a las pandillas (Ver cuadro Nº 9)

Agresores en ámbitos públicos:


Comunidad, barrio, calle, recreación
(Según el género al que pertenece la víctima)

Varones Mujeres
Desconocidos/as 5 2
Delincuentes 3 1
Pandilla 1
No precisa** 2 1
TOTALES 11 4

Cuadro Nº 9

Estos ámbitos públicos resultan los únicos en los que destacan las cifras de las
víctimas varones, debido a que se tratan precisamente de espacios en los que
la concurrencia de varones también es mayor. Las pautas culturales de
comportamiento determinan que las mujeres restrinjan su concurrencia en su
comunidad, barrio, calle y lugares de recreación; en tanto que los varones,
lanzados al mundo público, resultan más expuestos a riesgos de violencia en
estos espacios.

2.3.5. Personas que incurren en violencia en los espacios de trabajo

De los adolescentes que indican haber ingresado al mundo laboral, 114


varones y 77 mujeres, tres personas (un varón y dos mujeres) informaron haber
sufrido alguna o más de una forma de violencia en estos espacios, volcándose
la responsabilidad hacia los empleadores al tratarse de trabajos en relación de
dependencia.

42
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2.4. Adolescentes que presencian violencia en diversos ámbitos

Se es víctima de violencia en forma directa cuando la agresión de diferente


naturaleza recae sobre uno/a como el blanco principal de las acciones u
omisiones de la persona agresora; y se sufre daños, como efecto colateral,
cuando sin ser el blanco principal se termina afectado/a por el afecto emocional
con el ser querido o amistad que ha resultado agredido/a.

Así como la víctima puede resultar afectada mediante un hecho único o por una
práctica recurrente de violencia, el efecto sobre los otros miembros de la
familia, o amistades, en este caso adolescentes, resulta perturbador,
generando entre otros los mismos temores, las mismas inseguridades y
angustias, que se presentan en la propia víctima.

Y entre las narraciones de los/las encuestados/as, existen significantes


conmovedores que a tiempo de confirmar la existencia de situaciones de
violencia intrafamiliar (principalmente) escolar o laboral, resultaron afectados en
su bienestar emocional.

Al consultarles: a propósito de haber presenciado el maltrato a otra persona


allegada ¿sentiste alguna molestia en tu organismo, perturbación de tu sueño u
otra sensación?31 recogimos testimonios que, al margen de los cuadros y
gráficos estadísticos ya expuestos, facilitan conocer rasgos de cada forma de
violencia y el cómo impactan en ellos/ellas en la condición de testigos o incluso
cuando simplemente se anoticiaron y no podían dejar de involucrar sus
sentimientos, ya que se trata de su hogar, de su colegio, sus familiares, sus
compañeros/as, sus amigos/as, etc.

Al igual que cuando son el blanco principal de la agresión, hablaron de los


mismos ámbitos, de los mismos agresores, de los que alguna vez o
recurrentemente también son sus víctimas directas. Éstas son las expresiones
con mayor significación:

“Me sentí mal cuando mi papá maltrato a mi hermanita, me sentí muy


mal” (15 años, Varón)

“Cuando mi hermana salía mucho a fiestas y mi papá le pego muy duro


y en ese momento sentí que [a mí] me estaba haciendo y me dolía” (15
años, mujer)

“mi papá le golpeó a mi hermanita y yo quise defenderle y no pude”


(16 años, Varón)

“Cuando pega mi papá a mi mamá me siento dolido” (13 años, Varón)

“Me [he] sentido triste cuando mi papá le pego a mi mamá” (13 años,
mujer)

31 Pregunta 22 de la encuesta
43
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“Yo lloraba cuando mi papá le pegaba a mi mamá y a nosotros más si


nos metíamos” (14 años, mujer)

“Mi papá pegó a mi mamá y yo me sentí muy mal” (15 años, Varón)

“…mi papá maltrataba a mi mamá yo me sentía tan mal y me daba


bronca porque la maltrataba” (16 años, mujer)

“Mi papá le pega a mi mamá, sentí odio hacia [mi] padre, tenía ganas de
hacerle lo mismo pero era mi padre” (18 años, mujer)

“[mi] padre la maltrataba a mi madre, en esos momentos deseaba que


mi papá se muriera pero no era así” (17 años, mujer)

“Una vez mi hermano golpeo a mi hermana sentí […] como si estuviera


pegándome a mí” (17 años, Varón)

“Me sentí inútil por no poderlo ayudar porque mi hermano mayor le


pegaba a mí hermano segundo.” (15 años, mujer)

“Yo me sentí muy mal cuando mi madrastra le golpeo a mi hermana” (15


años, Varón)

“…a mi hermana la maltrataba mi padrastro en esos momentos sentía


rabia por mi padrastro” (16 años, mujer)

“Cuando le golpearon a mi compañero de trabajo, sentí rabia y quise


vengarme” (14 años, Varón) “se me parte el alma, porque ese amigo era
pobre y al trabajar lo pegaron sin motivo” (15 años, mujer)

Los efectos de esta violencia presenciada pueden prolongarse por largos


periodos de tiempo, como se ilustran con los siguientes testimonios:

“Cuando yo tenia 5 años, mi padre maltrato a mi mamá, yo no podía


defenderla porque era muy pequeña.” (15 años, mujer)

“Hace mucho tiempo mi padrastro pegaba a mi madre cuando yo era un


niño, cuando mis hermanas luchaban pero ahora mi padrastro no le toca
un pelo” (17 años, Varón)

En esta violencia presenciada, la magnitud de los sentimientos compro-metidos


del/la adolescente – y aún desde su infancia – determina que se afecte de tal
manera que, al igual que siendo víctima directa y frente a situaciones de
impotencia, busquen escapes que incluyen intentos de fuga y el consumo de
alcohol, ideas de suicidio, etc.

“A mi madre la maltrato mi papá y me sentí muy mal y me quise escapar


de mi casa” (17 años, mujer)

44
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“cuando mi padre le pegaba a mi mamá y mi hermano a su mujer, yo me


sentía muy triste y mal, hay veces que pensaba muchas cosas malas y
me voy a tomar por tristeza” (16 años, mujer)

III. CIRCUNSTANCIAS Y FACTORES DE VULNERABILIDAD ADOLESCENTE

3.1. Las circunstancias presentes en los momentos de violencia

En los capítulos precedentes conocimos manifestaciones severas de violencia


contra adolescentes, maltratos desde el seno familiar, escolar y de los ámbitos
de amistad, con agresores/as que frecuentemente resultan familiares o
personas allegadas; así como, se puso en evidencia la práctica extendida de la
violencia psicológica y en segundo orden, de la violencia física y que afecta en
forma diferenciada según el sexo de la victima.

Todo ello ahora desemboca en la inquietud por conocer bajo qué situaciones
se cometen tales atropellos, y cómo éstas se convierten en circunstancias de
riesgo y/o factores de vulnerabilidad.

Con ese propósito y recurriendo a los/las profesionales entrevistados/as a partir


de la interrogante ¿bajo qué circunstancias han ocurrido esos abusos o
violaciones?32 exponemos opiniones más relevantes en torno a las cuales es
posible colegir las características de una circunstancia adversa, así como tratar
de entender porqué se presenta.

Las opiniones recogidas han permitido trabajar las siguientes circunstancias:

• Superioridad del/la agresor/a,


• Ausencia de uno o ambos progenitores,
• Reacciones inapropiadas y situaciones de complicidad
• Valores y pautas de conducta inapropiados,
• Dificultades y dependencia económica,
• Baja autoestima de la víctima, y
• Consumo de alcohol,

3.1.1. Superioridad del/la agresor/a

La violencia contra adolescentes se produce, a decir de Thelma Escalante


(abogada) “aprovechando la situación de superioridad en la que se encuentran
[los perpetradores] en relación a los adolescentes”.

Dicha superioridad, es propia de relaciones interpersonales asimétricas y de


poder. Además, dentro el seno familiar proviene no sólo de la condición de
adulto/a, sino, esencialmente, de la autoridad sobre los/las niños/as y
adolescentes, que social y/o legalmente se halla establecida33.

32
Pregunta Nº 5 de las entrevistas estandarizadas
33
El grado de parentesco por lazos consanguíneos o por afinidad, y por disposiciones expresas en el caso
de tutores/as, constituyen los fundamentos legales que sustentan la autoridad de los padres.
45
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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

Adicionalmente, a lo largo de la vida del/la adolescente, esa autoridad se


entrelaza con diversos sentimientos de afecto que se sintetizan en
determinados niveles de confianza, y que en casos de violencia llegan a
reforzar la superioridad del agresor, quién puede obligar de manera burda o
manipular a la víctima aprovechando la confianza ganada.

En el ámbito escolar, esa superioridad surge con las relaciones jerárquicas


docente – estudiante, a la que se suma la condición de adulto/a de
profesores/as, directores/as, regentes/as, porteros/as, con todo lo que ello
implica.

Por su lado, en otros ámbitos como los comunitarios, se presenta por la simple
condición de adulto, en tanto que las relaciones entre pares proviene de ciertas
asimetrías físicas por la diferencia de edad, contexturas corporales y poder
respecto a la víctima. Y aún si estas últimas características no estuvieran
presentes, como en los casos de amigos/as, los prejuicios de género o de
discriminación, pueden permitir construir una “superioridad” simbólica que junto
a los niveles de confianza logrados, se convierte en un potencial de riesgo que
no puede dejar de advertirse.

Tomando en cuenta que uno de los ámbitos de mayor violencia resulta el


hogar, y que son principalmente casos de violencia intrafamiliar los que
atienden los/las profesionales entrevistadas, se pretendió corroborar el uso de
la superioridad descrita.

Así, a propósito de algunos casos de violencia de los que tomaron


conocimiento, se establece que esos hechos se consumaron “aprovechando de
la autoridad que tenía el padre sobre sus hijos” (Lourdes Flores, abogada) o
“cuando la adolescente se encontraba bajo la tutela de estas personas” (Carla
Herrera, psicóloga)

Estos son algunos de los ejemplos típicos de las diferentes expresiones de la


violencia intrafamiliar y confirman lo relevante que resulta la existencia de esa
“superioridad” (autoridad, poder y confianza parental) como circunstancia
indispensable para que los maltratos tengan probabilidad de consumarse.
Desborde y abuso que, además, están impregnadas de prejuicios, como los
ilustrados por Andersson, trabajadora social, cuando señala que se ejerce
violencia “para mostrar su poder como padre, madre o hermano. Muchos dicen
que es mejor que sus hijos les tengan miedo porque sólo así se van a portar
bien”

Por su parte, y con características dramáticas, se presentan los casos en los


que, al haber sido delegada la autoridad paterna o materna a favor de personas
en quienes los progenitores confían la custodia de sus hijos, terminan
colocando a éstos en inminentes situaciones de riesgo, como se desprende de
la siguiente experiencia:

46
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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

“En algunos de los casos las madres viajaron a España dejando a sus
hijas al cuidado de las abuelas y tías donde bajo la denominación ‘te
cuido porque tu mamá me ha dado esta responsabilidad’ se produce el
acto de violación” (Gamboa, psicóloga)

En los casos de violencia sexual incestuosa, la autoridad y confianza parental


se constituye en la base esencial para procurar el sometimiento y manipulación
de la víctima; se explota la confianza, el afecto, el temor, la debida obediencia y
finalmente se recurre a intimidaciones expresas y/o tácitas34. Y estas surten
efecto gracias a esa superioridad, presente no sólo en el momento previo y
durante la agresión sino en la cotidianidad posterior del/la adolescente y de la
que, por si solo/a, no puede alejarse, como no puede evitar que el agresor
continúe ejerciendo presión y, en extremo, una violencia recurrente.

Sin embargo, esa superioridad ejercida ya en forma burda o sutil,


particularmente en los distintos casos de violencia sexual incestuosa, requiere
de otras circunstancias concomitantes para su materialización, tales como la
ausencia de uno o ambos progenitores o de conductas erróneas de estos
últimos, como veremos más adelante.

3.1.2. Ausencia de uno o ambos progenitores

A la par de la autoridad, poder y confianza parentales que ya coloca en ventaja


a la persona agresora, la ausencia de uno o ambos progenitores – ya en forma
puntual, periódica o, peor aún, por lapsos de tiempo prolongados – llega a
constituirse en otra de las circunstancias que facilita el ejercicio de hechos de
violencia.

Con la ausencia de los padres, a la situación de indefensión del o la


adolescente, dada su condición de inferioridad, se suma la ninguna posibilidad
inmediata de auxilio por parte de adultos/as que efectivamente los/las protejan.

Los/las profesionales entrevistados/as coinciden en ejemplos muy elocuentes


al respecto: “el padre acostumbraba regularmente a abusarla, mientras la
madre salía muy temprano al trabajo” (Pfaf-flin, psicóloga) “las adolescentes
estaban bajo sus cuidados es decir vivían en la misma casa” (Ontiveros,
trabajadora social) o que los hechos de violencia tienen lugar “cuando los
menores se quedan bajo el cuidado de sus agresores” (Solares; abogada)
“Cuando las niñas están solas en casa […] mediante amenazas” (Conde,
educadora) “cuando no se encuentran presentes los padres, cuando el o la
niña o adolescente se encuentran solo, desprovistos de ayuda” (Gutiérrez,
educadora)

Es gracias a la conjugación de circunstancias como la superioridad (autoridad,


uso de poder y confianza parental) y la ausencia de los progenitores o de
familiares que puedan realizar una defensa efectiva, que prosperan las
amenazas y presiones que ya constituyen violencia y que se convierten en el

34
Que incluso le asegure al perpetrador cierto silencio sobre lo ocurrido
47
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preludio de maltratos más severos y en particular de los abusos sexuales,


como se percibe en la descripción realizada por Rosa Fernández (trabajadora
social)

“En los casos de abuso sexual, los agresores generalmente buscan


momentos en que las niñas se encuentran solas en su casa, con
diferentes engaños o amenazas, una de ellas es que ‘sí, hablas le
mataré a tu mamá’ u otro familiar cercano”

En relación estrecha a lo descrito en este acápite, en algunos casos, aunque


no en forma generalizada, suele además concurrir la circunstancia de
reacciones inapropiadas, particularmente de la madre de la víctima, y que a
veces termina involucrada en situaciones de complicidad agravando la realidad
del/la adolescente.

3.1.3. Reacciones inapropiadas y situaciones de complicidad

“el padrastro abusa de la niña existiendo complicidad de la madre”


describió Mirko Terán (psicólogo) en torno a un caso que conoció, en
tanto que Lourdes Flores (abogada) a propósito de otros casos, narró lo
siguiente:

“las madres se constituyen en encubridoras de estos actos violentos


cometidos contra sus hijos, por el temor y sumisión hacia el agresor,
incluso en el caso de abusos sexuales haciendo ver a sus hijas que
satisfacer los apetitos sexuales anormales del padre era algo normal”

Estas descripciones evidencian la concurrencia de reacciones inapropiadas por


parte de los familiares en general y de la madre en particular. Si bien por
sentido común resulta inadmisible, se suscita una complicidad que tiene raíces
en la dependencia económica y emocional en relación al agresor y que
abordaremos más adelante.

Al respecto, cuando Silvia Thórrez (trabajadora social) señala que “la conducta
de las madres que no denuncian los hechos y aceptan implícitamente la
conducta de sus compañeros, responsabilizando de lo sucedido a su hija y
adoptando una actitud agresiva con castigos físicos y emocionales” ilustra que
la madre y/o los familiares no siempre se hallan preparados para ubicarse en la
posición correcta, que no puede ser otra que creer el testimonio de la víctima,
buscar ayuda y tomar acciones para que el caso no quede impune.

Sobre el tema, es necesario reconocer que la violencia perpetrada, y más aún


si es de naturaleza sexual, muchas veces coloca a los diferentes miembros de
la familia, en particular a la madre, frente a dilemas de sentimientos
encontrados. Está en juego la relación de pareja, la suerte del/la familiar que
resulta víctima, las renuncias que se tendrá que hacer al asumir su defensa,
etc. Y hay que tener la entereza suficiente para asumir una conducta
adecuada, más aún si el entorno social y familiar no tiene una uniforme
reacción al respecto.

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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

Bajo esas circunstancias, la víctima resulta ubicado/a en el centro de las


indecisiones y, en algunos casos, recibe un bombardeo de nuevas agresiones
en vez de encontrar ayuda, o cuando menos de estigmatizaciones que la
mortifican. Sobre ella caen nuevas injusticias y resulta pertinente ilustrar esta
situación con la siguiente narración recogida:

“En el entorno familiar ningún apoyo, creo que su hermano mayor lo definió
bastante bien 'yo no la considero mi hermana, mejor si se va, ya no habría
problemas en casa…'” (Pfafflin, psicóloga)

En circunstancias de reacciones inapropiadas, ya de encubrimiento,


complicidad o evasión, que contribuyen a la impunidad del agresor, la situación
de indefensión del/la adolescente se acrecienta, así como la “superioridad” del
agresor se agiganta.

3.1.4. Valores y pautas de conducta inapropiados.

Coincidiendo con otros entrevistados, Fátima Gamboa, psicóloga, afirma que:


“dentro del abuso sexual, existe confusión de roles al interior de las familias y
una profunda alteración de los valores que sustentan el núcleo familiar. Las
madres de las victimas, lejos de amparar y proteger a sus hijas aceptan el
abuso sexual” Y esto pone en evidencia la confusión de valores como una
nueva circunstancia vinculada a los hechos de violencia.

Los valores orientan, dan pautas de conducta y convivencia social; sin


embargo, en ciertos aspectos de las relaciones humanas no han merecido una
socialización adecuada, particularmente en cuanto a la sexualidad de las
personas, a las diferencias e igualdad de derechos entre hombres y mujeres
(equidad de género)35; en contra partida, una serie de mitos y prejuicios
resultan ocupando el lugar de los valores y también se van transmitiendo de
generación en generación.

Esos mitos y prejuicios influyen decisivamente en la forma de pensar y ver las


cosas y llevan a conductas erróneas, tanto en quienes incurren en hechos de
violencia, como, y fundamentalmente, en quienes, por la proximidad con la
víctima y el agresor, deben definir su posición frente a la violencia suscitada.

Los mitos y prejuicios llegan a configurar la base subjetiva para las reacciones
inapropiadas, puesto que se pone en duda el abuso e incluso se piensa en la
culpabilidad de la víctima. Y de ello saca ventaja la persona agresora, ya que
en última instancia muchas veces puede lograr la impunidad de sus actos.

La confusión o suplantación de valores pueden llegar a tal grado que se


conocen casos que no tolera el más mínimo sentido común.

“Tenía un caso donde hermanos mayores cambiaron hermanitas


menores para violarlas” ” (Andersson, trabajadora social)

35
Los valores en tanto construcciones sociales, resultan de la asimilación de percepciones sobre lo que es
considerado bueno, correcto, adecuado, etc., y que la persona internaliza a lo largo de procesos de
socialización en el transcurrir de su vida
49
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3.1.5. Necesidades, dificultades y/o dependencia económica

Cuando Silvia Thórrez, trabajadora social, expuso que se suscita


“el abandono de uno o de ambos progenitores del seno familiar, por buscar
mejores fuentes de trabajo para mejorar la magra economía familiar. Y en
muchos casos se ve la migración a países como España” colocó en evidencia
que los alejamientos del hogar por parte del padre y/o la madre principalmente
resultan determinadas por necesidades de naturaleza económica.

Las dificultades económicas que pueden resultar del desempleo, de trabajos


precarios, de bajos niveles salariales, etc. llegan a impactar de varias formas
en las condiciones de vida de la familia haciendo que sus miembros jóvenes
incursionen en los ámbitos de trabajo, y se refleja en la precariedad de las
viviendas, e incluso en las deserciones escolares. En relación al tema que
tratamos pueden derivar en situaciones de exclusión social y por ende de
indefensión frente a conductas de discriminación y violencia en los entornos
familiares, escolares y de amistad.

Opiniones en sentido de que la violencia se da por “la pobreza por vivir en


medios muy precarios donde viven familias en una sola habitación” “En
circunstancias en las que las víctimas se hacen vulnerables por su situación
económica en términos de inseguridad ciudadana o necesidad” o por “La
dependencia económica de parte de la madre hacia el agresor” dan pautas de
una circunstancia en torno a la que habremos de convenir que, reconociendo
que una causa por sí sola no explica la violencia, es una condicionante que a
momentos tensiona las relaciones familiares, pero que sin la concurrencia del
ejercicio de poder de algunos de sus integrantes, de pautas de conducta
violentas, de reacciones inapropiadas de sus miembros, no será posible que se
materialicen hechos de violencia36.

Por otra parte, con características propias se presenta la dependencia


económica como circunstancia de riesgo potencial y sólo en la medida que, aún
sean atroces las condiciones de opresión, violencia o abuso que se susciten,
lleva aparejada el sometimiento y la resignación, que además ha sido
premeditadamente buscada por la persona agresora37.

3.1.6. Situaciones de baja autoestima de la víctima

“En varios de los casos [se] trata de niñas adolescentes con muy baja
autoestima y que el agresor se aprovecha de eso para acercarse a ella y
darle la impresión que se preocupa por ella” (Andersson, trabajadora
social)

36
A diferencia de las dificultades económicas que resultan hasta cotidianas para muchas familias,
verdaderos estados de necesidad pueden llevar a acciones desesperadas como el buscar “refugio” en el
alcohol o inmiscuirse en lo ilícito
37
Desde lo reportado en nuestras encuestas resulta pertinente e ilustrativa la siguiente narración “si, todas
mis tías se agarraron con mi papá porque dicen que es un interesado, no pude hacer nada porque vivo con
ellas y talvez me hubieran botado con mi papá y mi papá vive mal” (18 años, Varón)
50
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La opinión precedente coloca en evidencia esta otra circunstancia constituida


por la autovaloración deficitaria, y que lleva a las víctimas a confiar en quien se
constituirá en su agresor, victimario que está conciente de esa debilidad, la
seduce y aprovecha los afectos y carencias de la víctima.

Ahora bien, desde la perspectiva de la persona violenta, la agresión se expresa


como respuesta compensatoria frente a sus propias inseguridades. Y desde la
situación de la víctima, dificulta la posibilidad del desarrollo de percepciones y
acciones de protección, al extremo que algunas víctimas no reconocen los
actos sinceros de aquellos que forman parte de algún engaño.

Por una parte la autovaloración de una persona resultará afectada por la forma
en que la ve y trata principalmente su entorno más cercano. Al respecto, las
agresiones psicológicas devalúan la auto imagen e incrementan el estadio de
indefensión para constituir esa baja autoestima en circunstancia facilitadora de
abusos denigrantes y severos.

Según Åsa Mari Andersson, trabajadora social, el maltrato psicológico consiste


en “llamar a sus hijos/as (o alumnos/as) sonsos, tontos, idiotas, cojudos, putas
etc. etc. [en tanto que otra manera también es] amenazar con diferentes cosas,
por ejemplo que los van a botar de la casa, que el padre/madre va a
abandonarles, lo cual baja el nivel de autoestima”

El transitar de la niñez a la adolescencia y de ésta a la adultez con déficit de


autoestima, coloca a las personas, particularmente a las mujeres, en situación
de desventaja, de inseguridad personal y de mayor riesgo de abusos.

3.1.7. Consumo de alcohol

No cabe duda de que el alcohol, que entre sus efectos sobre la persona
presenta fases desinhibentes, depresivas y de la llamada “pérdida total de
control”, puede contribuir a que se incurra en actos de violencia o que se sufra
esta, como menciona Andersson, trabajadora social “en otros casos los amigos
han invitado a la chica a tomar alcohol y después la han violado”

Esta claro que, en ese hecho lesivo, el alcohol fue sólo parte de los
instrumentos a los que recurrieron los agresores para, de manera premeditada,
llevar a su víctima a cierto estado de inconciencia, y luego consumar el acto de
violación.

Desde la perspectiva del victimario, que se considera víctima del alcohol para
justificar sus acciones violentas, la sociedad ha interiorizado ciertos mitos como
el considerar al alcohol como causa principal de la violencia, cuando en la
práctica las personas violentas superan en número y de lejos a las que
efectivamente actúan como consecuencia del estado de ebriedad. Como
también no todas las personas que beben terminan siendo violentos.

De ahí que se podrá encontrar casos, principalmente de violencia recurrente,


en que sea indistinta la presencia de la circunstancia del consumo de alcohol
para que ello suceda; en torno a ello resulta altamente ilustrativa la mención a
propósito de un caso de violencia conocido por Hilda Ichuta, trabajadora social,
51
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cuando señala que hubo violencia “en ausencia de la madre y hermanos


mayores, [en] estado de ebriedad, así como sobrio”

3.2. El abordaje de factores de vulnerabilidad.

Por los resultados presentados en los acápites precedentes en relación a las


formas en que se expresa la violencia, a los diversos ámbitos en los que tienen
lugar y a la identificación de agresores/as más frecuentes resulta necesario
recordar que existen marcadas diferencias en tanto la víctima resulte ser varón
o mujer.

De otra parte, tras conocer una amplia gama de personas agresoras,


particularmente en el hogar, debe llevarnos al análisis de la estructura familiar
de los/las adolescentes como otro factor de vulnerabilidad. Lo propio se puede
decir de la ubicación del/la adolescente al interior del grupo de hermanos.

Asimismo, las situaciones ocupacionales del padre y de la madre, en tanto


determinan situaciones de estrés laboral que minan los niveles de tolerancia y
comprensión o simplemente su alejamiento por diversos lapsos de tiempo,
constituyen aspectos que deben ser analizados.

Finalmente, la incursión de adolescentes de ambos sexos en el mundo laboral,


despierta la inquietud por conocer en qué medida ello contribuye a evitar o
disminuir cierto nivel de violencia intrafamiliar, o que por el contrario se
constituye en manifestación de las exigencias y abusos que recae sobre el/la
adolescente.

Esa búsqueda por establecer nexos entre la violencia y cada una de las
situaciones o condiciones mencionadas, llevó a procesar la información de
manera que se obtengan tanto frecuencias de casos como, posteriormente,
niveles porcentuales de riesgo para encontrar en base a ello las relaciones
violencia – condición más relevantes.

Con estos antecedentes conozcamos los resultados.

3.2.1. La condición de ser mujer como riesgo

“Algunas veces por ser mujeres los hombres creen que son mas y mejor que
nosotras y empiezan a humillarte con insultos, a veces te lo dicen en la cara y
en público” (16 años, mujer) es la expresión de una adolescente encuestada38
que de manera elocuente cuestiona los prejuicios inherentes al supuesto
“derecho” que el género masculino se arroga sobre el género femenino y que,
de facto, se traducen en actos de discriminación y violencia.

Por lo que el resultado de esa superioridad simbólica de los hombres no puede


ser otro que mayor vulnerabilidad en las mujeres, y que precisamente resultó
reflejada en las cifras de las encuestas cuando, del conjunto de adolescentes,

38
A propósito de la pregunta Nº 20 de la encuesta: Durante tu vida escolar ¿presenciaste algún maltrato a
los / las alumnas? ¿Podrías contarnos un poco?
52
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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

las mujeres reportaron un 26% casos de violencia, en tanto que los varones lo
hicieron en un porcentaje del 20,26%. (Ver gráfico Nº 6)

Violencia reportada por sexo y en relación a la población muestra

Gráfico Nº 6

Estos resultados – en términos de frecuencias – implican que una de cada dos


mujeres adolescentes (la mitad de ellas) resultó víctima de una o más formas
de violencia, en tanto que la incidencia en el caso de los varones fue reportado
con una frecuencia de 2 de cada 5 adolescentes (dos quintas partes de ellos).

Ello corrobora una situación de mayor vulnerabilidad para el género femenino.


Esa realidad influye de manera transversal en otras situaciones o factores de
riesgo39.

Por ello el análisis de otras condicionantes de la violencia a partir de la


información procesada, será realizado con datos desagregados por sexo.

3.2.2. El tipo de familia como factor de vulnerabilidad

La información obtenida, a propósito del requerimiento planteado a los/las


adolescentes: describe quienes componen tu familia:40 ,permite, en principio,
reconocer tres categorías principales de familias y otras tantas derivadas de
cada una de ellas.

39
Y al respecto resulta pertinente recordar que diversos gráficos y cuadros anteriores, con información
desagregada por sexo y expuestos en el capítulo primero (Ver cuadro y gráfico Nº 22: Incidencia de la
violencia por u forma y según el sexo de la víctima; y cuadro y gráfico Nº 23 Ámbitos de violencia según
el sexo de los/las adolescentes), hicieron evidente las diferencias existentes en cuanto a las formas y casos
de violencia sufrida según el sexo, al interior de la población de adolescente con la que trabajan las
entidades co-partes de Terre des Hommes - Holanda
40
Pregunta Nº 4 de la encuesta
53
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En las categorías principales se tiene a la nuclear (padre, madre e


hijos/as), a la ampliada donde además forman parte de ella otros parientes ya
del padre o la madre, y a las colaterales (generalmente tíos) donde el/la
adolescente se ha incorporado y se halla bajo cuidado y autoridad de estos
últimos. Finalmente, y como un caso puntual, se registró el caso de una
adolescente que vive sola.

En tanto a las categorías derivadas de la nuclear se tiene, a la re-constituida


(por la concurrencia del padrastro o la madrastra), a las monoparentales (sin
presencia paterna o sin presencia materna) y a la comunidad de hermanos

A su vez, la familia ampliada se deriva en: ampliada sin presencia materna o


sin presencia paterna y a la comunidad de hermanos y otros parientes (cuando
acogieron a otro/s familiar/es abuela/o, prima/o, sobrino/a)

Tomando en cuenta esa tipología familiar y relacionándola con los casos de


violencia reportados, se llegó a establecer frecuencias de maltratos según cada
tipo de familia, que a su vez, por el método de comparación, permiten
identificar las frecuencias más predominantes y en forma desagregada según
se trate de violencia psicológica o física, que resultan ser las formas más
difundidas en la población adolescente estudiada.

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia psicológica por sexo y tipo


de familia

En cuanto a las frecuencias de violencia psicológica llaman la atención los


siguientes resultados (cuadro Nº 10)

1. Que una de cada dos mujeres que proceden de familias


reconstituidas, nucleares sin presencia paterna, ampliada, ampliada sin
presencia materna y colateral hayan sido objeto de violencia (franjas
color naranja y números en rojo)

2. Y en el caso de los varones, que la única frecuencia de violencia


alarmante resulte la que se presenta en relación a familias colaterales
(franja color celeste y número en rojo)

54
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Frecuencias de violencia psicológica por tipo de familia41


(Diferenciada según el sexo del/la adolescente)

Varones Mujeres
Nuclear 1 de cada 5 3
Reconstituida 1 de cada 4 2
Monoparental sin presencia paterna 1 de cada 2
Monoparental sin presencia materna 1 de cada 5
Comunidad de hermanos 1 de cada 9
Ampliada 1 de cada 5 2
Ampliada sin presencia materna 1 de cada 2
Ampliada sin presencia paterna 1 de cada 3
Colateral (A cargo de familiares) 1 de cada 1 2
No responde 1 de cada 9 3

Cuadro Nº 10

En cuanto a la menor frecuencia de violencia psicológica sufrida, en el caso de


las mujeres se da en la comunidad de hermanos/as que presenta una
frecuencia de una de cada nueve (número en color azul). En tanto que en el
caso de los hombres la frecuencia menor (1 de cada 5) se presenta en familias:
nuclear, nuclear sin presencia materna y ampliada les depara (números en
azul).

Las frecuencias anteriormente expuestas en relación a la violencia psicológica


reportada y convertidas en porcentajes de riesgo (probabilidad de que un
suceso ocurra) presentan los siguientes resultados llamativos:

1. Las familias colaterales implican 100% de riesgo de violencia


psicológica para los varones y un 67% de riesgo para las mujeres
adolescentes. (Cuadro Nº 11, cifras en color rojo)

2. Las familias nucleares sin presencia paterna presentan un 57% de


riesgo para las adolescentes mujeres, y con rasgos similares las
reconstituidas, ampliadas y ampliada sin presencia materna con un 50%
de riesgo en cada una de ellas. (Cifras en color rojo)

41
Las frecuencias han sido determinadas considerando poblaciones muestra disgregas por sexo.
55
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Probabilidades de riesgo de Violencia Psicológica


(Según tipo de familia y diferenciada según el sexo)

Varones Mujeres
Nuclear 1 de cada 20% 36%
Reconstituida 1 de cada 25% 50%
Monoparental sin presencia paterna 1 de cada 57%
Monoparental sin presencia materna 1 de cada 20%
Comunidad de hermanos 1 de cada 11%
Ampliada 1 de cada 22% 50%
Ampliada sin presencia materna 1 de cada 50%
Ampliada sin presencia paterna 1 de cada 40%
Colateral (A cargo de familiares) 1 de cada 100% 67%
No responde 1 de cada 11% 33%

Cuadro Nº 11

En el otro extremo de los resultados se ubican las familias: nuclear y nuclear


sin presencia materna, que presentan cada una un 20% de riesgo para los
adolescentes varones. En tanto que la comunidad de hermanos/as representa
un 11% de riesgo de violencia psicológica para las mujeres. (Cifras en color
azul)

Estas expresiones de riesgo en diverso grado pueden apreciarse


gráficamente en la siguiente imagen (gráfico Nº 7)

Probabilidades de riesgo de Violencia Psicológica

Gráfico Nº 7

56
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Frecuencias y niveles de riesgo de violencia física por sexo y tipo de


familia

La violencia física suscitada en la población adolescente estudiada presenta los


siguientes resultados más relevantes en términos de mayor frecuencia:

1. Una de cada tres adolescentes que proceden de familias ampliadas


sin presencia del padre, o que integran una familia colateral ha sido
objeto de maltratos (cuadro Nº 12, franja naranja y números en color
rojo)

2. En relación a los varones, destaca la violencia que se suscita en la


comunidad de hermanos/as (1 de cada 3) y en las familias ampliadas sin
presencia paterna, como también sin presencia de ambos progenitores,
con frecuencias de violencia de uno de cada cuatro (franjas celeste y
números color rojo)

Frecuencias de violencia física por tipo de familia


(Diferenciada según el sexo del/la adolescente)

Varones Mujeres
Nuclear 1 de cada 7 19
Monoparental sin presencia paterna 1 de cada 9 28
Comunidad de hermanos 1 de cada 3
Ampliada 1 de cada 8 6
Ampliada sin presencia paterna 1 de cada 4 3
Ampliada sin presencia paterna ni materna 1 de cada 4
Colateral (A cargo de familiares) 1 de cada 3
No responde 1 de cada 9 6

Cuadro Nº 12

Por otro lado, desde la constatación de menor violencia física sufrida se tiene,
en el caso de las mujeres, la suscitada en la familia monoparental sin presencia
paterna (1 de cada 28 adolescentes) y lo propio en el caso de los varones, con
una frecuencia de 1 de cada 9; números en color azul)

La violencia física reportada en la población estudiada, en términos de niveles


de riesgo según el tipo de familia y sexo de los/las adolescentes, tiene entre
sus cifras más preocupantes las siguientes:

1. Las familias ampliada sin referencia paterna y colateral, en el caso de


las mujeres, presenta niveles de riesgo del 40% y 33% respectivamente
(Cuadro Nº 13, cifras en color rojo)

2. En relación a los varones, la comunidad de hermanos/as (33%)


ampliada sin presencia paterna (29%) y ampliada sin concurrencia de los
progenitores (25%) constituyen los mayores niveles de riesgo. (Cifras en
color rojo)
57
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Probabilidades de riesgo de Violencia Física


(Según tipo de familia y diferenciada según el sexo)

Varones Mujeres
Nuclear 1 de cada 14% 5%
Monoparental sin presencia paterna 1 de cada 11% 4%
Comunidad de hermanos 1 de cada 33%
Ampliada 1 de cada 13% 16%
Ampliada sin presencia paterna 1 de cada 29% 40%
Ampliada sin presencia paterna ni materna 1 de cada 25%
Colateral (A cargo de familiares) 1 de cada 33%
No responde 1 de cada 11% 17%

Cuadro Nº 13

Por su parte, en cuanto a los menores niveles de riesgo de violencia física,


para las mujeres se presenta en los casos de familias ampliadas (16%)
mientras que para los adolescentes varones la baja presencia se presenta en
familias nucleares sin presencia paterna (11%).

Estas expresiones de riesgo en diverso grado, llega a apreciarse de una forma


ilustrativa en el gráfico siguiente (gráfico Nº 8)

Probabilidades de riesgo de Violencia Física

Gráfico Nº 8

58
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3.2.3. El lugar que ocupa el o la adolescente con relación a sus


hermanos/as

La experiencia cotidiana demuestra que las relaciones de los/as


progenitores/as con sus hijos/as no están exentas de diferencias en cuanto a la
distribución de afecto, tolerancia y consideraciones de acuerdo a sí es el/la
primogénito/a, el/la último/a o del medio.

Este tipo de relaciones se repiten entre hermanos/as y ese trato diferente a


veces se extiende a otros ámbitos, como el de los /las amigos/as: mientras que
con unos/as se resulta exigentes, con otros/as la sobreprotección y tolerancias
parecen abundar.

Esos comportamientos diferenciados encuentran correlatos con la violencia


psicológica o física, presentando diferentes frecuencias de casos y niveles de
riesgo que analizamos a continuación.

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia psicológica según el lugar


que ocupan entre sus hermanos/as

En los resultados obtenidos destaca el que una de cada dos adolescentes


mujeres que están ubicadas al medio de sus hermanos/as, resulten víctimas de
violencia psicológica, así mismo, cuando tienen algún(a) hermano/a de la
misma edad (cuadro Nº 14, franjas naranja y números color rojo).

Frecuencias de maltratos psicológicos según el sexo y lugar que ocupan entre


los hermanos/as

Varones Mujeres
Con Hno(a) de igual edad 1 de cada 5 2
Del Medio 1 de cada 6 2
Mayor 1 de cada 4 4
Menor 1 de cada 6 4

Cuadro Nº 14

Como menores frecuencias, se tiene que en uno de cada seis varones


adolescentes que ocupan el lugar del medio entre sus hermanos, existe escasa
frecuencia de violencia psicológica. De igual manera es el menor de todos/as
(números en color azul)

En términos de probabilidades, la violencia psicológica contra adolescentes


presenta niveles mayores de riesgo si este/esta tiene hermano/a de igual edad
(60%). También si resulta siendo el del medio (48%) (Cuadro Nº 15, franjas de
color naranja y números en rojo)

59
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Probabilidades de riesgo de violencia psicológica


(Según la ubicación entre hermanos/as y diferenciada según el sexo)

Varones Mujeres
Con Hno(a) de igual
edad 1 de cada 20% 60%
Del Medio 1 de cada 18% 48%
Mayor 1 de cada 24% 23%
Menor 1 de cada 18% 29%
No responde 1 de cada 16% 31%

Cuadro Nº 15

Los menores niveles de riesgo de violencia psicológica se presentan en


adolescentes varones, y destaca aún más cuando es el del medio entre sus
hermanos/as (18%) o el menor de todos ellos (18%, cifras en color azul)

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia física en función del lugar


que ocupan entres sus hermanos/as

La violencia física se presenta, para ambos sexos y como una de las mayores
frecuencias (uno/a de cada cinco), cuando tienen hermanos/s de igual edad.
(Cuadro Nº 16, franjas de color naranja y celeste)

Frecuencias de violencia física según el sexo y lugar que ocupan entre los
hermanos/as

Varones Mujeres
Con Hno(a) de igual
edad 1 de cada 5% 5%
Del Medio 1 de cada 6% 12%
Mayor 1 de cada 9% 32%
Menor 1 de cada 9% 19%
No responde 13% 16%

Cuadro Nº 16

Por otra parte, los varones que ocupan el lugar del medio entre sus
hermanos/as reportaron violencia física con una frecuencia de uno de cada seis
(números en color rojo).

En cuanto a las menor frecuencia de violencia física para en las mujeres, ésta
se suscita cuando las adolescentes son las mayores entre sus hermanos/as
(números en color azul)

En cuanto a los niveles de riesgo de violencia física, las probabilidades de


riesgo mayores se presentan en adolescentes de ambos sexos que tengan
hermano/a de igual edad (20% en cada caso) (cuadro Nº 17, franjas de color
naranja y celeste, así como cifras en color rojo) y le secunda el riesgo
resultante si el adolescente varón es el del medio entre sus hermanos/as
(17%).
60
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Probabilidades de riesgo de violencia física


(Según la ubicación entre hermanos/as y diferenciada según el sexo)

Varones Mujeres
Con Hno(a) de igual
edad 1 de cada 20% 20%
Del Medio 1 de cada 17% 9%
Mayor 1 de cada 12% 3%
Menor 1 de cada 11% 5%
No responde 1 de cada 8% 6%

Cuadro Nº 17

Los casos de las adolescentes que resultan ser las hermanas mayores se
ubican en niveles de menor riesgo de violencia física (3 %)

3.2.4. Incidencias de la situación ocupacional del padre

Los datos reportados en las encuestas respecto del progenitor presentaron un


variado detalle de situaciones ocupacionales. Si bien en gran medida se
procedió a agrupar las ocupaciones en función de los sectores básicos de la
economía: agricultura, industria y servicios, se mencionan por separado a
profesionales, a las personas que emigraron al exterior para trabajar, a quienes
tienen oficios varios o mencionaron que son empleados, sin dar pautas en qué
sector de la economía.

Así mismo, se ha considerado por separado la situación de los/las


adolescentes que indican no tener padre y/o que otra persona hace de las
veces de aquel.

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia psicológica en relación a la


situación ocupacional paterna.

Entre las frecuencias mayores, una de cada dos mujeres adolescentes que
reportaron violencia psicológica, indicaron no tener papá o que otra persona
hace de aquél; o que sus padres presentan las siguientes situaciones: trabajan
en la industria, emigraron al exterior o son profesionales42 (Cuadro Nº 18,
franjas de color naranja y números rojos)
En cuanto a los varones, sólo en el caso de la situación ocupacional del padre
que “emigró al exterior”43 se puede equiparar a las frecuencias (uno de cada
dos) de violencia psicológica que presentan las mujeres (franjas de color
celeste y número rojo)

42
En los casos de padres que trabajan en sectores de la industria o tienen la condición de profesionales, es
posible que su mayor incidencia en las frecuencias de maltrato respondan, además, al estrés ocupacional
y/o a los niveles salariales, que por cierto interactúan con otras condicionantes
43
Cada vez existen más elementos convincentes respecto a que la situación de abandono paterno y/o
materno por migración, conlleva altas probabilidades de violencia. Ello influye dramáticamente en los
sentimientos de los/las adolescentes: “…mi padre y mi madre se fueron a España, no sé si los odio o les
sigo queriendo” (15 años, varón)
61
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Frecuencias de violencia psicológica por la situación ocupacional paterna


(Diferenciada por sexo)

Varones Mujeres
Agricultura/agropecuaria 1 de cada 3 3
Industria 1 de cada 6 2
Servicios 1 de cada 6 3
Emigró al exterior 1 de cada 2 2
Empleado 1 de cada 9 3
No tiene/otra persona hace de
papá 1 de cada 7 2
Oficios varios 1 de cada 12 3
Profesionales (medio superior) 1 de cada 4 2
No responde 1 de cada 4 4

Cuadro Nº 18

De otra parte, la menor frecuencia de violencia psicológica (1 de cada 12) se


presenta cuando la ocupación paterna corresponde a la de oficios varios. En él
están agrupadas diversas formas de trabajo por cuenta propia44 (número color
azul)

Las probabilidades de riesgo de violencia psicológica se presentan de manera


muy acentuada en adolescentes mujeres con padres que emigraron al exterior
(66,67%), cuando no tiene padre u otra persona hace de papá (50%),si es
profesional (48,28%) o si trabaja en alguna industria (42%)

En el caso de varones, el nivel de riesgo mayor se presenta cuando el padre


emigró al exterior (50%)

El nivel de riesgo de violencia psicológica se presenta en cuanto los padres


tienen una situación ocupacional considerada como oficios varios (trabajadores
por cuenta propia) con apenas un 8% de riesgo (Cuadro Nº 19, número azul)

Riesgo de violencia psicológica y situación ocupacional paterna


(Diferenciada por sexo)

Varones Mujeres
Agricultura/agropecuaria 1 de cada 30% 39%
Industria 1 de cada 16% 42%
Servicios 1 de cada 17% 34%
Emigró al exterior 1 de cada 50% 67%
Empleado 1 de cada 11% 29%
No tiene/otra persona hace de
papá 1 de cada 15% 50%
Oficios varios 1 de cada 8% 33%
Profesionales (medio superior) 1 de cada 25% 48%
No responde 1 de cada 28% 24%

Cuadro Nº 19

44
Al contar con varias posibilidades de ocupación y en tanto se trata de actividades por cuenta propia, es
posible contrarrestar situaciones de estrés laboral e incluso de caída en sus ganancias ingresando
rápidamente en otros rubros.
62
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Frecuencias de violencia física en relación a la situación ocupacional del


padre

Entre las frecuencias mayores, una de cada cuatro adolescentes mujeres que
reportaron violencia física indicaron no tener padre o que otra persona hace de
aquél, o que emigró al exterior. En cuanto a los varones que sufren violencia
física, uno de cada ocho (como la frecuencia mayor) señaló no tener papá o
que otra persona hace de aquél (cuadro Nº 20, franjas de color naranja y
celeste, y números en color rojo)

En contrapartida, como frecuencias menores, se tiene que una de cada 49


adolescentes que sufrieron violencia física tiene por padre a un profesional. De
igual manera, una de cada 48 indica que su padre trabaja en el sector de la
industria, así como una de cada 41 dice que su padre tiene varios oficios
(números en color azul)

Frecuencias de violencia física según la situación ocupacional del padre


(Diferenciada por sexo)

Varones Mujeres
Agricultura/agropecuaria 1 de cada 13 17
Industria 1 de cada 26 26
Servicios 1 de cada 12 28
Empleado 1 de cada 13 26
No tiene/otra persona hace de papá 1 de cada 8 41
Oficios varios 1 de cada 16 48
Profesionales (medio superior) 1 de cada 25 49
Emigró al exterior 1 de cada 4
No responde 1 de cada 35 18

Cuadro Nº 20

Un notable mayor nivel de riesgo se presenta en el caso de las adolescentes


mujeres con padres que emigraron al exterior (66.67%); respecto a los varones,
el mayor nivel de riesgo (38.46%) corresponde a quienes no tienen padre u
tienen otra persona hace las veces de aquél (cuadro Nº 21, franjas anaranjada
y ce-leste, cifras en color rojo)

El menor nivel de riesgo corresponde a las adolescentes mujeres (3,57%)


cuando no tienen padre u otra persona hace de padre (cifra en color azul)

63
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Riesgo de violencia física y situación ocupacional paterna


(Diferenciada por sexo)

Varones Mujeres
Agricultura/agropecuaria 1 de cada 17% 11%
Industria 1 de cada 10% 6%
Servicios 1 de cada 17% 7%
Empleado 1 de cada 22% 6%
No tiene/otra persona hace de papá 1 de cada 38% 4%
Oficios varios 1 de cada 13% 4%
Profesionales (medio superior) 1 de cada 10% 3%
Emigró al exterior 1 de cada 67%
No responde 1 de cada 6% 12%

Cuadro Nº 21

3.2.5. Situación ocupacional de la madre ¿factor de vulnerabilidad?

Las diversas referencias ocupacionales de las madres han sido agrupadas en


función de los principales sectores de la economía: agricultura, industria y
servicios.

Así mismo, algunas ocupaciones – en el análisis y cuadros – se mencionan por


separado, como el de ama de casa, profesionales y empleada (cuando los/las
encuestados/as no han aportado datos que faciliten agruparlas en algún sector
de la economía)

También se señala por separado situaciones tales como: madres que


emigraron al exterior para trabajar, o que no tengan madre o que otra persona
hace de aquella.

Frecuencias y niveles de riesgo de violencia psicológica

Entre las mayores frecuencias, se tiene que la totalidad de adolescentes


mujeres, cuya mamá se ocupa en la agricultura o la agropecuaria, reportaron
violencia psicológica, así como, de quienes emigraron al exterior45 (cuadro Nº
22, franjas de color naranja y números en color rojo)

Los adolescentes varones también presentan la mayor frecuencia de violencia


psicológica ligada a la ocupación de la madre en la agricultura o la
agropecuaria. Al igual que en las mujeres, denota la lejanía de la progenitora,
que trae aparejada otras situaciones adversas propicias para la discriminación.

45
Se ha visto que la ausencia de la madre porque trabaja en el campo y sus hijas estudian en la ciudad, o
porque ésta se halla fuera del país, coloca en total vulnerabilidad a las adolescentes que generalmente
viven en familias colaterales. “Desde que se viajó mi mamá” (15 años, mujer) como respuesta a la
pregunta ¿desde cuando se presentan esas dificultades familiares? , ilustra clara-mente estos hechos.
64
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Frecuencias de violencia psicológica según la situación ocupacional de la madre


(Diferenciada por sexo)

Varones Mujeres
Industria 1 de cada 4 2
Servicios 1 de cada 5 2
No tiene/otra persona hace de
mamá 1 de cada 4 6
Agricultura/agropecuaria 1 de cada 2 1
Ama de casa 1 de cada 7 3
Profesional (medio superior) 1 de cada 2
Empleada 1 de cada 3 2
Emigró al exterior 1 de cada 1
No precisa 1 de cada 8
No responde 1 de cada 10 7

Cuadro Nº 22

La menor frecuencia de violencia reportada por adolescentes varones


corresponde a cuya madre es ama de casa (1 de cada 7, número en color azul)

En términos de riesgo, se tiene los mayores niveles en los casos de mujeres


adolescentes cuyas madres emigraron al exterior por razones de trabajo, o
trabajan en la agricultura o agropecuaria (cuadro Nº 23, franjas de color naranja
y cifras en color rojo)

Riesgo de violencia psicológica según la situación ocupacional materna


(Diferenciada por sexo)

Varones Mujeres
Industria 1 de cada 25% 59%
Servicios 1 de cada 21% 47%
No tiene/otra persona hace de
mamá 1 de cada 29% 18%
Agricultura/agropecuaria 1 de cada 50% 100%
Ama de casa 1 de cada 15% 34%
Profesional (medio superior) 1 de cada 43%
Empleada 1 de cada 38% 50%
Emigró al exterior 1 de cada 100%
No precisa 1 de cada 13%
No responde 1 de cada 10% 14%

Cuadro Nº 23

En cuanto a los varones la mayor vulnerabilidad hacia la violencia psicológica


se ubica también cuando la madre ha emigrado al exterior, en un nivel de
riesgo del 50% (franjas celestes y cifra en rojo)

Las menores situaciones de riesgo se presentan en los adolescentes varones


con madres amas de casa con nivel de riesgo de violencia psicológica del 15%

65
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Frecuencias y niveles de riesgo de violencia física

Las adolescentes mujeres presentan mayores frecuencias de violencia física (1


de cada 2) cuando sus madres emigraron al exterior o cuanto se hallan
ocupadas en trabajos agrícolas o agropecuarios (cuadro Nº 24, franjas de color
naranja y números en color rojo)

Respecto a los varones, destaca un caso muy puntual de violencia física como
la mayor frecuencia, que reportó no conocer la ocupación de su madre (franjas
color celeste)

Frecuencias de violencia física según la situación ocupacional materna


(Diferenciada por sexo)

Varones Mujeres
Industria 1 de cada 7 17
Servicios 1 de cada 7 12
Agricultura/agropecuaria 1 de cada 2
Ama de casa 1 de cada 6 15
Empleada 1 de cada 4
Emigró al exterior 1 de cada 2
No conoce la ocupación de su
madre 1 de cada 1
No precisa 1 de cada 8
No responde 1 de cada 10

Cuadro Nº 24

En cuanto a la menor frecuencia de violencia física, se tiene que ésta se


presenta en el grupo de adolescentes mujeres que tienen madres vinculadas a
la industria (una de cada 17); se trata generalmente de madres asalariadas en
este sector de la economía (cifra en color azul)

Las adolescentes mujeres se encuentran en alto riesgo de sufrir violencia física


cuando su madre (ausente) se encuentra en alguna zona rural ocupada en la
agricultura o agropecuaria o porque está en el extranjero por razones de
trabajo, 67% y 50% respectivamente (cuadro Nº 25, franjas de color naranja y
números de color rojo)

Riesgo de violencia física según la situación ocupacional de la madre


(Diferenciada por sexo)

Varones Mujeres
Industria 1 de cada 15% 6%
Servicios 1 de cada 14% 8%
Agricultura/agropecuaria 1 de cada 67%
Ama de casa 1 de cada 16% 6%
Empleada 1 de cada 25%
Emigró al exterior 1 de cada 50%
No conoce la ocupación de su madre 1 de cada 100%
No precisa 1 de cada 13%
No responde 1 de cada 10%

Cuadro Nº 25
66
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En el caso de los varones adolescentes, el único nivel de riesgo de violencia


física significativo resulta el reportado a propósito de no conocer la ocupación
de la madre.

Por su parte, la menor probabilidad de violencia (6%) se presenta en las


adolescentes mujeres cuya madre está vinculada a la industria
(fundamentalmente en condición de asalariada)

3.2.6. Ingreso a ámbitos laborales

Un 35,57% de adolescentes encuestados/as reportó haber ingresado al ámbito


laboral46.

Se trata de trabajadores/as a tiempo parcial o por temporadas. Este hecho


podría modificar su imagen al interior de sus familias. Sin embargo, a diferencia
de la vida adulta donde el trabajar constituye una base material para
emanciparse, en el caso de adolescentes trabajadores/as no se encuentra esa
posibilidad.

Se conocen casos en los que los progenitores obligan a realizar ciertas


actividades económicas para su beneficio, antes que para el de los/as propios
niños/as y/o adolescentes.

Tal vez por ello la totalidad de mujeres adolescentes que trabajan, o que antes
trabajaban, presentan frecuencias más altas de sufrir alguna forma de violencia
(Cuadro Nº 26, franjas de color naranja y números en color rojo) en tanto que
sólo la mitad de adolescentes que no trabajan reportaron casos de violencia.

Por su parte, los varones también resultan menos afectados con hechos de
violencia cuando no trabajan.

Esto denota que la incursión de las adolescentes en actividades labores no


incide en forma alguna para evitar situaciones de violencia respecto a
adolescentes de ambos sexos que no trabajan.

Frecuencia de violencia y la incorporación al mundo laboral


(Diferenciada por sexo)

Varones Mujeres
Trabaja 1 de cada 2 1
Trabajaba 1 de cada 2 1
No admite 1 de cada 2
No trabaja 1 de cada 3 2
No responde 1 de cada 3 2

Cuadro Nº 26

46
Desagregando por sexo, se tiene que un 21,23% de varones se vincularon en actividades laborales, en
tanto que las mujeres lo hicieron un 14,34%
67
Serie: Publicaciones Digitales Mesa de Trabajo
MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

En la precisión con que se reflejan las cifras sobre niveles de riesgo, se tiene
que para las adolescentes mujeres que dejaron de trabajar existe un 86% de
probabilidad de sufrir violencia (cuadro Nº 27, franja de color naranja, cifra en
color rojo)

Probabilidades de violencia y la incorporación al mundo laboral


(Diferenciada por sexo)

Varones Mujeres
Trabaja 1 de cada 50% 86%
Trabajaba 1 de cada 47% 69%
No admite 1 de cada 50%
No trabaja 1 de cada 35% 54%
No responde 1 de cada 37% 43%

Cuadro Nº 27

El menor nivel de riesgo corresponde a los adolescentes varones que no


trabajan, en torno a ellos existe solo un 35% de probabilidades de sufrir
violencia (cifra en color azul).

CONCLUSIONES

• Los resultados encontrados en la presente investigación, permiten las


siguientes conclusiones:

• La violencia contra adolescentes se presenta como un problema


generalizado, con altos índices de personas afectadas, tanto varones y
como, y particularmente, mujeres.

• En adolescentes en edad escolar, las expresiones de violencia


psicológica en contra suya resultan más usuales, incluso por encima de
la violencia física. Los ámbitos donde se suscitan son el colegio, el hogar
y los espacios de amistad, en ese orden.

• Las expresiones de violencia sexual no abundan en número, pero su


gravedad afecta tanto a la víctima como a su entorno y a profesiones
que atienden estos casos.

• De las diferentes expresiones sólo la violencia física es mayormente


perpetrada en varones. En las otras formas de maltrato, las frecuencias
con que se presentan agresiones contra mujeres adolescentes son más
recurrentes.

• Los/las adolescentes resultan víctimas de violencia en los principales


ámbitos de interacción como la familia, el colegio, espacios de
relaciones de amistad y aquellos considerados ámbitos públicos. En

68
Serie: Publicaciones Digitales Mesa de Trabajo
MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

cuanto a los varones, sólo en esos ámbitos públicos resultan más


afectados que las adolescentes mujeres.

• El hogar, el lugar que supuestamente brinda seguridad y protección a


niñas/os y adolescentes, sobre todo respecto al abuso sexual, hoy por
hoy se constituye en el ámbito de mayor riesgo para la integridad física,
psicológica y sexual; y los varones (padre, hermano, tío, padrastro, etc.)
en quienes confían y están unidas por lazos afectivos familiares, son sus
principal agresores.

• Los/as profesionales de otras instituciones identifican claramente que los


mayores niveles de violencia los viven las mujeres. En cuanto a
circunstancias vinculadas a hechos de violencia, señalan la superioridad
del/la agresor/a, ausencia de uno o ambos progenitores, reacciones
inapropiadas y situaciones de complicidad; valores y pautas de conducta
inapropiados, dificultades y dependencia económica, baja autoestima de
la víctima, y consumo de alcohol.

• Circunstancias que en su interacción dan lugar a condiciones propicias


para la violencia. Una sola de ellas no explica la violencia, pero existe
una circunstancia que no puede dejar de estar presente para que tengan
lugar hechos de violencia. Se trata de la referida a la llamada
“superioridad”.

• Dicha “superioridad” inherente a relaciones asimétricas de poder, implica


además autoridad social y las legalmente reconocidas, así como niveles
de confianza que se desarrollan en las relaciones familiares, escolares y
de amistad, en detrimento de los/las adolescentes y con mayor
incidencia siendo mujeres.

• Presenta además estrecha relación con la ideología de una cultura


patriarcal que incide de manera decisiva en la construcción de la
masculinidad y la feminidad, en la transmisión de mitos y prejuicios que
llegan a suplantar valores y pautas de conducta. También de manera
específica influye en la construcción de la autovaloración de los/las
adolescentes, afectando más a las mujeres en sus niveles de autoestima
y ejercicio de derechos.

• Estas circunstancias mencionadas, pueden también tener o no relación


con otras condiciones materiales (situación de pobreza y consumo del
alcohol) para concretarse en hechos de violencia.

• Analizando frecuencias de casos de violencia, disgregando resultados


por la forma de la agresión, el sexo de la víctima, el tipo de familia, el
lugar que ocupa entre sus hermanos/as y la situación ocupacional del
padre, de la madre y de si mismo/a, se han constatado mayores niveles
de riesgo para las mujeres adolescentes.

• En cuanto a tipos de familias que presentan mayores frecuencias o


niveles de riesgo de violencia, preponderantemente resultan las familias
colaterales a quienes los padres y las madres confían el cuidado de sus
69
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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

hijos/as. También destacan las familias reconstituidas


(padrastro/madrastra); frecuencias y niveles de riesgo que van
disminuyendo en los otros tipos de familias, y de una manera
interesante, la comunidad de hermanos/as se presenta como la menos
propiciadora de violencia.

• En cuanto a las menores frecuencias de violencia física que sufren las


mujeres, llama la atención el que correspondan a familias
monoparentales sin presencia paterna.

• La ubicación entre los hermanos/as presenta frecuencias y riesgos de


violencia más asociadas a construcciones culturales que dan lugar a una
desigual vivencia del afecto, tolerancia y consideraciones de acuerdo a
si es el/la primogénito/a, el/la último/a o del medio.

• Respecto a las situaciones ocupacionales tanto del padre como de la


madre, resultan menos propiciadoras de violencia aquellas que implican
múltiples oficios. Por otra parte, las que se vinculan con mayores niveles
de riesgo son aquellas situaciones laborales que implican el alejamiento
entre padre/madre e hijos.

• La situación ocupacional del/la adolescente no aminora las posibilidades


de sufrir violencia, y se muestra como una expresión de las exigencias a
las que se hallan en sus hogares, a pesar de manifestar su
voluntariedad para hacerlo.

• En conjunto, las circunstancias propiciadoras y los niveles de riesgo


detectados, tienen que ver con un menor empoderamiento de los/las
adolescentes en general y de las mujeres en particular, lo que determina
niveles de vulnerabilidad.

RECOMENDACIONES

• El cambiar varias de las circunstancias materiales que pueden o no estar


presentes en los hechos de violencia (pobreza, empleo, trabajo
adolescente y consumo de alcohol) dependen de políticas de Estado, en
tanto que los factores relacionados con la ideología patriarcal, y
jerarquizaciones que afectan las relaciones de igualdad y equidad,
demandan no solo acciones desde el Estado, si no, la toma de
conciencia y el asumir compromisos desde la sociedad civil. Es en
función de lo que podrían hacer las entidades co-partes de Terre des
Hommes – Holanda que se plantean las siguientes recomendaciones:

• Realizar trabajos preventivos desde una perspectiva intersectorial e


interdisciplinaria tanto con mujeres y varones adolescentes, para que se
hagan responsables de la búsqueda de relaciones más equitativas de
género, mediante programas que permitan de-construir los modelos de
masculinidad y feminidad.

70
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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

• Impulsar actividades de formación y capacitación en prevención de


violencia y sexualidad con adolescentes mujeres y varones,
revalorizando de manera equitativa las cualidades y roles considerados
masculinos y femeninos sin ninguna jerarquización, incluyendo como
temas transversales los derechos humanos de las mujeres y el
desarrollo de factores de autoprotección. Es importante que las
actividades que se emprendan empoderen a las mujeres.

• Trabajar en la valoración del género femenino a través de la constitución


de grupos de reflexión, análisis y capacitación en derechos de las
mujeres, en los que también deben participar los adolescentes para que
de-construyan su masculinidad.

• Promover trabajos de sensibilización sobre temas de prevención de


violencia, sexualidad y abuso sexual, con padres y madres de familia,
profesores/as y personal administrativo de establecimientos educativos,
puesto que el papel que juega cada profesor/a, educador/ra, padre y/o
madre, padre de familia ante los/as estudiantes o adolescentes es
fundamental para prevenir la violencia: su actitud, su permisividad o
rechazo ante los insultos, agresiones o desprecios, constituyen un
modelo de actuación muy importante para los y las adolescentes.

• Generar espacios para que los/as adolescentes conversen, analicen y


reflexionen sobre diversos temas, en particular sobre estereotipos de
belleza. Sin duda, la reconceptualización de la belleza es fundamental,
desde una perspectiva integral que enfatice aspectos de salud y que
reconozca las diversidades (raza, edad, cultura), enfatizando la
revalorización de las mujeres como seres humanos con dignidad y
derechos hacia el logro de la autonomía y autodeterminación, el mismo
proceso para los hombres.

• Dar relevancia a las relaciones humanas de los/as adolescentes en la


práctica educativa y organizacional. Para ello es importante asignar un
espacio de tiempo para escuchar lo que los y las adolescentes expresan
sobre sus vivencias cotidianas, tanto en el ámbito escolar como familiar,
puesto que cada uno/a tienen diferentes puntos de vista sobre un mismo
hecho.

• Elaborar una ruta crítica de instituciones para que los/as adolescentes


tengan la información en el momento que la requieran (denuncias, apoyo
psicológico, etc.) y sepan que hacer y dónde ir (pueden elaborarse
minimedios); por otra parte, realizar trabajos en coordinación con los
servicios de salud (consultorio del adolescente), la Policía, las
Defensorías de la Niñez y la Adolescencia y otras que prestan servicios
a adolescentes para reforzar la calidad de los servicios y sensibilizar
para la atención oportuna de las necesidades de esta población.

71
Serie: Publicaciones Digitales Mesa de Trabajo
MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

ANEXOS

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ENCUESTA

Esta encuesta es confidencial, te pedimos que respondas de manera


sincera. No necesitas poner nombre ni apellidos. Nuestros
agradecimientos anticipados por tu colaboración.

1. Anota tu edad: .........

2. Sexo: Hombre [ ] Mujer [ ]

3. Anota el nombre de tu colegio y el nivel que cursas

...............................................................................................................................

4. Describe quienes componen tu familia:

...............................................................................................................................

5. Según la edad de tus hermanos / as ¿cuántos son...?

a) mayores que tú: ...... , b) menores que tú: ......, c) de la misma edad: ......

6. ¿En que trabaja o cuál es la ocupación de tu papá, o de quien hace las


veces de papá?

...............................................................................................................................

7. En cuanto a tu mamá, o a quien hace las veces de mamá ¿En qué trabaja o
cuál es su ocupación?

...............................................................................................................................

8. ¿Qué cosa(s) buena(s) desearías le ocurra a tu familia?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

9. Si ya estás trabajando ¿Desde cuándo y como lograste hacerlo?

...............................................................................................................................

10. En cuanto a tus relaciones de amistad ¿tienes alguna dificultad? si fuera así
¿podrías decir de que se trata?

...............................................................................................................................

78
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11. ¿Desde cuándo ocurre?

...............................................................................................................................

12. En cuanto a tus profesores / as o personal del colegio ¿tienes alguna


dificultad?¿podrías decir que problema es?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

13. ¿Desde cuándo se presenta ese problema a nivel de tu colegio?

...............................................................................................................................

14. En tus relaciones de familia ¿podrías indicar algunas dificultades que


deseas se solucionen?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

15. ¿Esas dificultades familiares desde cuando se presentan?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

16. En otros lugares como: el barrio, tu trabajo, los sitios de paseo o locales de
diversión que visitas ¿se te presentan o presentaron algunas dificultades con
otras personas?¿Qué ocurrió?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

17. ¿Esas últimas dificultades persisten desde algún tiempo atrás? ¿Puedes
darnos más datos?

...............................................................................................................................

18. En relación a tus amistades, a tu hogar, tu colegio o lugares que frecuentas


¿Alguna vez te maltrataron o sentiste que te hicieron daño? ¿qué paso?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

79
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19. En tu hogar y cuando tú estabas ¿alguna(s) vez / veces maltrataron a un


ser querido? Si así ocurrió ¿puedes describirte que sentiste en ese / esos
momento(s)?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

20. Durante tu vida escolar ¿presenciaste algún maltrato a los / las alumnas?
¿Podrías contarnos un poco?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

21. En tu entorno familiar, de trabajo, de tu colegio, amistades o conocidos(as)


¿consideras que hay alguien que te causa temor? O que si bien tú no le tienes
miedo ¿busca atemorizarte?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

22. A propósito de haber sufrido maltratos o haber presenciado el maltrato a


otra persona allegada ¿sentiste alguna molestia en tu organismo, perturbación
de tu sueño u otra sensación?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

23. En caso de abuso o maltrato ¿cuál sería la persona a la que acudirías en


busca de auxilio o ayuda?

...............................................................................................................................

24. Y ¿cuál sería la persona en la que no le tienes la más mínima confianza?

...............................................................................................................................

25. Dado el caso que resulte insuficiente la ayuda de la(s) persona(s) de tu


confianza ¿cuáles serían las instituciones a las que recurrirías?

...............................................................................................................................

80
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26. ¿Qué esperarías de la persona o institución a la que acudas en busca de


auxilio o ayuda?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................
27. ¿Qué frases o palabras que se dicen al interior de la familia no deberían
pronunciarse porque nos hieren afectando nuestros sentimientos?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

28. ¿Qué castigos deberían dejar de usarse en la familia, porque hay maneras
de entenderse?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

29. ¿Qué castigos escolares no se justifican por el daño que causan en los / las
estudiantes?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

30. ¿Qué cuidados deberían tener los / las adolescentes para evitar abusos
sexuales o violación?

...............................................................................................................................

...............................................................................................................................

31. ¿Quieres escribir alguna opinión adicional?

...............................................................................................................................

_____________________

GRACIAS POR TU COLABORACIÓN

81
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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

Guía temática para


Grupos focales

1. Diferencias percibidas entre la violencia que experimentan las chicas de


aquella que experimentan los adolescentes.
2. Qué se puede hacer para prevenir la violencia en la adolescencia
3. Resultados que se esperar de las acciones que se proponen
4. Atención de violencia en casos severos
5. Percepciones sobre la administración de justicia respecto a casos de
violencia.

________

82
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MESA DE TRABAJO SOBRE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES QUE VIVEN SITUACIONES DE ABUSO

ENTREVISTA

Para profesionales que trabajan con casos de violencia

1. Nombre y profesión

2. ¿Desde cuándo trabaja atendiendo casos de violencia?

3. De acuerdo a su experiencia y en particular con relación a adolescentes


¿Cuáles resultan ser los casos más severos de maltrato o abuso que ha
conocido?

4. Respecto a esos casos severos de maltrato o violencia sexual ¿a quiénes


identifican las víctimas como sus agresores o agresoras?

5. ¿Bajo qué circunstancias han ocurrido esos abusos o violaciones?

6. En relación a las víctimas de estos casos ¿se conoce de otros maltratos o


abusos que hubieran sufrido con anterioridad al caso que dio lugar a su
intervención?

7. A propósito de los esfuerzos que se realizan para que la víctima supere la


situación traumática que vivió ¿Cuáles son las reacciones por parte de esta
última?

8. ¿Qué dificultades se presentan en el entorno de la víctima para llevar


adelante el proceso de recuperación?

9. Desde el punto de vista de tu acción como profesional ¿cuáles son los


parámetros que en estos casos te permiten decir que se ha cumplido tu
misión?

GRACIAS POR TU COLABORACIÓN

83

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