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Además se han fortalecido las capacidades 164 profesionales de los sectores público
(MAG, SENAVE, SENACSA), privado (INBIO) y académico por medio de tres
seminarios/talleres sectoriales -agropecuario, industrial y salud- sobre procesos de
gestión de la información sobre las demandas investigación biotecnológica del sector
agropecuario y agroindustrial y un Seminario-Taller de difusión del flujo de la
información y plan estratégico de la biotecnología de la Región Sur.
Seis técnicos del área de innovación y tecnología del sector público y académico; que
mejoran su desempeño merced a su participación en jornadas de capacitación en la
Plataforma Tecnológica de Agricultura Orgánica y en la Plataforma Tecnológica de
Agricultura Familiar; y a su activa participación en los cursos de ³Sistema de
Evaluación de Impacto Ambiental de las actividades Rurales´ y ³Conceptos y Manejo
del Riego en cultivos´, realizados en Uruguay y Paraguay, respectivamente, con apoyo
del PROCISUR/IICA y la DIA del MAG.
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La tradición compite fuertemente con la tecnología en nuestro medio, haciendo que los
productores no obtengan los beneficios que ellos esperan, teniendo a su disposición
estudios que demuestran que una aplicación adecuada de las herramientas que tiene la
agricultura moderna permitiría un mejor aprovechamiento de la tierra y un mayor
beneficio económico para los que la trabajan.
La brecha entre la tecnología de producción avanzada que se dispone actualmente y la
aplicada por el productor rural en general de nuestro país es muy grande.
La disponibilidad de tecnología de producción generada en los centros de investigación, ya sea
a nivel interno o realizada en el exterior, que incluye las prácticas modernas, que tiene como
herramienta a la biotecnología, organismos genéticamente modificado, conocidos como
transgénicos, práctica de riego, semillas de variedades mejoradas, híbridos de alto potencial
genético, manejo de suelo de acuerdo a su necesidad, insumos químicos o biológicos para el
control de plagas y enfermedades, entre otros, está separada por una amplia brecha de los
productores rurales cuyo sistema de producción está basado en prácticas heredadas de sus
antepasados, padres o abuelos. Hoy día, en un escenario poco tecnificado, este productor está
excluido por su escasa competitividad y capacidad de producción, además de tener poco
acceso al mercado que genera dinero.
Un país como el nuestro, eminentemente agropecuario, donde resalta una mayoría absoluta
de pequeños productores con fincas menores a 20 ha, se encuentra en un estado de
empobrecimiento cada vez mayor; y en este contexto urge orientar los esfuerzos para
incorporar a este segmento de la población a asumir mayor protagonismo en el quehacer del
desarrollo nacional.
¿De qué manera podrían incorporarse los pequeños productores con perspectiva de éxito?
Implementando un sistema de extensión que favorezca la inserción de los productores al
desarrollo rural, que se debe iniciar con el cambio de mentalidad y actitud, de pasar de una
agricultura de subsistencia a una agricultura empresarial; aprovechando los recursos
productivos, como son: la mano de obra familiar ociosa, los recursos naturales -como suelo y
agua- que están a disposición del productor, la tecnología de producción de acuerdo a su
realidad socioeconómica y cultural, y los centros educativos que no acompañan la necesidad
local.
Pretender una revolución en la agricultura familiar indefectiblemente debe pasar por un
fortalecimiento de la institución encargada de la extensión, proveerle de una estructura
acorde a los tiempos, dotar de los recursos operativos y humanos para garantizar su
permanencia en el campo trabajando al lado de los productores sin pausa, con un contenido
técnico que responda a las necesidades de los productores y su familia, y de esta manera
convertir la actividad agropecuaria familiar en un negocio atractivo que contribuya al
crecimiento de la economía nacional y no en una carga social para el Estado.
Las clases en las escuelas agrícolas deberían comenzar en marzo y finalizar en octubre, ya que
las mismas disponen de internados y permiten la enseñanza en doble turno. En ese período se
dan las materias requeridas por la rama teórica, y la práctica se complementa con un
programa de actividades prácticas en el campo, donde el alumno completa las tareas
asignadas en un manual, bajo la supervisión de un monitor, que bien puede ser un funcionario
de la DEAg, que está capacitado para ello. Con este programa, los alumnos pueden servir
mejor en los momentos de necesidad de mano de obra y realiza la práctica en beneficio propio
y de la familia. Las escuelas agrícolas deben estar especializadas por zonas, de acuerdo a los
requerimientos del lugar, para que los conocimientos no sean ajenos a la realidad y se puedan
poner en práctica de inmediato.