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Las pretensiones que me mueven a esta meditación son, en primer lugar, reflexionar sobre el presente
y sus características y, en segundo lugar, analizar la actitud histórica con la cual se configura la acción en el
presente. Y, todavía como introducción, quiero detenerme un momento en el título mismo de esta meditación:
"Presente, tiempo de la acción". Pareciera que con este título, estoy propiciando el cumplimiento de algo que se
oye muy a menudo y que se podría sintetizar en lo siguiente: "Basta de palabras"; "Ya está bueno de hablar,
ahora hay que actuar"; "Está bueno que, de una vez por todas, nos demos cuenta que corresponde actuar; este es
el momento de la acción". Pues bien, a lo que quiero llegar, a lo largo de esta meditación, es a descubrir la
falacia inmensa que, a veces, se esconde detrás de este: "basta de palabras; hay que actuar".
Comenzaré, pues, estudiando algunas características del presente; y me remito para esto a la
experiencia que todos tenemos, es decir, a pensar cómo sentimos el presente. Tal vez una de las dimensiones
con que se nos presenta el presente es esta sensación de impacto tremendo, a veces con aspecto catastrófico, de
un tiempo que se nos viene encima. Es corriente también que oigamos decir que "la Historia nos toma la
delantera"; que quedamos casi aplastados por el curso vertiginoso que tiene el presente en nuestro tiempo.
Acostumbro usar una imagen para describir esta impresión impetuosa del presente: Se trata de la rompiente
histórica; Nosotros estamos justamente en la rompiente de la historia. Formamos parte de esta gran ola que se
viene y se nos viene encima y que está permanentemente rompiendo. Si pensamos en la situación del bañista
que se encuentra ante la rompiente, vemos que hay tres actitudes posibles que, por cierto, encuentran su
correspondencia en la actitud histórica. Una es "hacerle el quite", actitud que corresponde a aquella persona que
intenta marginarse del curso de la historia, que quiere dejar que los acontecimientos sigan su curso y él ser su
espectador o bien, negarse ante ellos para, y por no querer verlos; "hacerle el quite a la historia" y sus problemas
es una actitud por demás engañosa, porque no podemos marginarnos de la historia sin claudicar de nuestra
condición de persona.
Otra posibilidad es caer arrastrado por la historia, como la persona que no sabe enfrentarse con la ola
y, recibiendo su gran impacto, es arrastrado hasta quedar exánime en la playa, o bien, ser devorado por la misma
ola y desaparecer para siempre en las profundidades inconmensurables del mar de la historia. A este hombre, la
historia lo ha arrastrado; de ningún modo, podríamos decir que es consciente de este acontecimiento que es ser
llevado por la ola; no, más bien el golpe lo ha hecho perder su conciencia; está inconsciente, e inconsciente es
arrastrado por la ola para acá y para allá.
Queda todavía una tercera posibilidad, y es la de la persona que sabe enfrentarse diestramente con la
ola; que no "le hace el quite", que acepta el reto y el riesgo que ello implica; que tampoco es arrastrado ni
sumergido por ella, sino que enfrentándola la supera y, al superarla, sale arriba; está en la rompiente, pero ha
Pero a esta primera imagen del presente como rompiente histórica, también se puede añadir otra que
es la magnitud de complejo inextricable, de embrollo con que se nos presente el presente. ¿Quién podría en este
momento, con diafanidad, hacer un análisis certero de todas las implicaciones que tiene cualquier
acontecimiento del presente? Son tantas las fuerzas históricas que aquí y ahora están comprometidas; son tantos
los antecedentes que sería necesario encontrar para conseguir la ansiada explicación; el área del pasado que está
comprometida con cada presente es tan inmensa que uno queda perplejo ante esta situación, no sólo de
complejidad, sino más aún -yo diría- de confusión con que se presenta el presente. ¿Quién puede dar un
diagnóstico certero de cualquier hecho histórico presente o pasado? Hay que hacerse también parte de esta
dimensión del presente: de su confusión, su complejidad, su embrollo; de las múltiples líneas de fuerza histórica
que, habiendo construido este presente, le dan este rasgo tan peculiar
Pero, así como frente a la ola había actitudes posibles, también frente a esta dimensión del presente se
pueden proponer otras. El curso de la historia, este proceso que va definiendo los acontecimientos, llega a un
momento en que tiene un natural o imprevisto desenlace. Ahora bien, el desenlace de una situación histórica
significa que lo que antes estaba enlazado, es decir, complicado, confuso, ha resultado en una mayor claridad; se
ha hecho patente una situación que, con respecto a la anterior situación confusa, significa haber puesto algo de
luz. Pues bien, nosotros estamos permanentemente en esta actitud de poner desenlaces a la historia, de aclarar la
historia; no otra cosa queremos decir cuando expresamos que una brillante inteligencia ilumina, alumbra la
historia.
Una manera aún más precisa para referirse a esta misma situación, la podemos obtener cuando
pensamos que el pasado tiene las características de una gran madeja, de una madeja de la cual necesitamos sacar
una hebra, con la cual-también muchas veces se dice- “bordamos la trama de nuestra propia historia". Este
"bordar la trama de nuestra propia historia" es disponer de una hebra que uno ha sacado del pasado y que es la
que nos da la posibilidad de participar en la historia, pero para sacar esta hebra del pasado, para desenvolver la
madeja, es necesario resolver el problema; es por eso que, así como frente a la rompiente ponía como actitud
positiva la superación de esa impresión caótica, que proviene del presente cuando se avalancha sobre uno, así,
frente a esta segunda dimensión de la complejidad del presente, propongo como actitud positiva el resolver.
Siempre está uno resolviendo situaciones, es decir, tratando de aclarar las situaciones contusas que presenta el
presente en toda su complejidad. Y esto es válido para cualquier momento histórico; habrá momentos en que la
complejidad o la magnitud de la rompiente sea mayor o menor, pero nunca nos encontramos con un presente
que no participe de estas características, y es por eso que consecuentemente la actitud de superación o la actitud
de resolución es siempre no solamente válida, sino también necesaria para enfrentar el presente.
Hasta este momento, las características enunciadas del presente y las actitudes correspondientes1
significan más bien una relación de pasado presente. Pero cualquiera se da cuenta que el presente y lo que en él
acontece no es solamente algo que esté relacionado con el pasado; el futuro también cuenta, y muchísimo, en un
análisis del presente.
Quiero poner algunos ejemplos en esta presentación teórica que nos sirvan para subrayar las
características ya señaladas o el tipo de relación que se establece entre el presente y el futuro, junto con la
correspondiente actitud que cabe cuando se pondera al presente también en esta perspectiva.
El presente, muchas veces, pesa y se impone con dimensiones falsas, engañosas, y llega a seducimos
con sus apariencias, y por eso, podemos decir que, para algunos, el presente es un tiempo de apariencias.
Muchas veces la acción queda enredada en las apariencias del presente y de allí que no se realice propiamente
una acción histórica porque no se alcanza a son las verdaderas dimensiones de tal presente.
Otro ejemplo que nos permitirá adelantar en esta reflexión presente, lo he escogido del campo de la
leyenda y del mundo del porque tanto una como otro proporcionan una dimensión universal del hombre y su
problemática y, por consiguiente, de su actitud, que interesa para calibrar su acción en su más justa y acertada
perspectiva
Se cuenta que Alejandro Magno, cuando inició la conquista del Asia llegó a la ciudad de Gordión,
donde había un nudo inextricable y cual corría la leyenda que quien fuese capaz de desatarlo seria Asia; muchos
-se decía- habían intentado hacerlo y ninguno, momento, había podido. Alejandro también quiso probar; más
probarse él mismo frente a este nudo y comenzó a tratar de resolverlo, y no pudo; podría haber renunciado a lo
que significaba desatar el nudo, pero siguió adelante y como sabemos lo cortó; pues bien este cortar el nudo
significó hacerlo señor del Asia, dueño del mundo es decir de algo que se iba a cumplir en un tiempo posterior;
era el anuncio de lo que iba a venir , pero un anuncio buscado, querido, logrado por él mismo ;esto es lo que en
la actitud de presente se expresa por la decisión
Justamente la raíz de decisión está en cortar; hay momentos en la historia en que resolver, diríamos
que el tiempo no da tiempo para preocuparse de buscar tranquilamente la hebra, y pacientemente hacer todo
aquel trabajo de desembrollar el embrollo. En tales casos, se dice, a veces, "hay que cortar por lo sano"; pues
bien, este "cortar por lo san”', significa tomar una decisión.
Cuando uno toma una decisión está dando un corte importante, muchas veces doloroso, de aquí la
tensión y dimensión trágica, y el contenido profundo que se encierra en la vida hecha de momentos cruciales lo
que no es algo extraordinario sino el modo ordinario de la existencia histórica en su más auténtica realidad
cotidiana.
¡Qué diferente es, pues, la decisión a otras maneras de enfrentarse con el "futuro! A otras maneras de
establecer esta relación de presente- futuro, como cuando se habla de una acción precipitada; hay gente que
actúa precipitadamente, es decir, que por delante, en su futuro sólo ve un precipicio y este precipicio es la nada;
es la gente cuya dimensión de futuro culmina o se proyecta en la nada, y es por eso que su acción, su historia, es
una historia hecha "a tontas y a locas", es decir, precipitadamente.
En este momento, podríamos preguntarnos: ¿Quiere decir esto que la actitud histórica, dado que la
actitud histórica es esta presencia que corresponde al momento presente, es un ser entre un pasado y un futuro,
un pasado que puedo cotizar como recuerdo y un futuro que puedo valorizar como esperanza? ¿Es ese nuestro
contenido histórico: Ser entre el recuerdo y la esperanza? Pero, ¿y dónde queda la acción? Es por eso que, en
estas relaciones temporales debemos encontrar algunas características propias también de la acción histórica,
que no sean tan inefables como esta relación: recuerdo y esperanza. Veo la historia como un proceso queda
testimonio de resoluciones y decisiones, de tal manera que, donde encontremos constancia de resoluciones o
decisiones podemos asegurar que está la historia. Pero es evidente que detrás y otras está el hombre, un hombre
capaz de tomar resoluciones y de actuar de acuerdo con sus decisiones; Un hombre bien personalizado, sujeto y
es por eso que quiero considerar ahora la acción en esta relación directa con el hombre, como sujeto de la
historia, y ver otros tipos que se dan, y que se suponen acciones históricas, pero que si las analizamos nos
daremos cuenta que, en ellas, no podemos encontrar esta preponderancia de las resoluciones y las decisiones y
que, por lo tanto, de podemos predicar una actitud histórica propiamente tal. Pensemos por ejemplo, en acciones
que corresponden al campo de la que pueden ser mecánicamente explicadas; cuya explicación podemos
encontrarla en el campo de la biología, de la sociología, de la Economía,... etc.; Estas acciones, a veces, cobran
gran importancia dentro del curso de la historia, pero tendríamos que preguntamos ¿son ellas fundamental mente
historia? En cuanto se remiten a otra explicación que no sea la de las resoluciones o decisiones, afirmó
categóricamente que no constituyen la historia.Tomemos el caso de la bola de nieve; la bola de nieve parte, va
creciendo, en que si le tomamos una instantánea, evidentemente tiene ciertas características que le asemejan al
presente; es una gran avalancha que se viene encima; dentro de ella, hay una gran complejidad, desde la
complejidad molecular hasta todo lo que trae comprometido en su curso vertiginoso. Podríamos pensar que, a
veces, la presenta también así, como una bola de nieve, sujeta a una inapelable y que, por lo tanto, podemos
explicar, recurriendo a esa legalidad, cómo aconteció que esta bola de nieve comenzó a n tomando la magnitud
con que ahora la encontramos. Y, en cuanto le conviene ese tipo de explicación no hay allí historia; su curso era
inevitable sin ninguna novedad, fuera de las que podían también haber sido previstas Pero una auténtica,
originaria, espontánea, personal novedad, que dudo de decisiones repentinas, que a veces hay que tomar, o de
resoluciones tranquilas y meditadas, que a veces se pueden tomar, nada podrá encontrar en estos
acontecimientos mal llamados históricos pueden explicarse recurriendo a una legalidad ajena al campo de la
historia. Este ejemplo trasladado al campo de la historia, permite preguntar ¿Toda acción, o el acumular acción
a la acción, es de suyo histórica? ¿Podríamos encontrar sentido a la acción que sólo se acumula a la acción?
Evidentemente que no reside allí el sentido de la historia, aun cuando adquiera aparentemente un volumen
descomunal, como el que de nieve un momento antes de detenerse y deshacerse. En cambio, muchas veces, nos
Nota: no he querido poner notas a este trabajo porque, como lo índico al comenzar, se trata de una
meditación, pero, sin duda, que muchas de las ideas aquí perfiladas las he recibido de múltiples autores que me
han ayudado, cual más cual menos, a pensar sobre estos temas s. Con todo, creo un deber hacer especial
mención a Zubiri,, Millán Fuelles, Dardel y Marrou o, y señalar la reciente publicación de "Tribuna de la
Revista de Occidente", ¿Dónde estamos Hoy? (Madrid, 1962), donde pueden leerse los trabajos de Pieper,
Heimpel ,Thiess y Heer que presentan a nivel magistral, algunos de los puntos que aquí toco.