You are on page 1of 7

Ensayo sobre los Maestros en México

¿Es posible promover la construcción del conocimiento para un profesor que tiene demasiadas
horas de clase a la semana, demasiados grupos y demasiados alumnos en cada uno y que además
la paga por hora que recibe le hace buscar la cobertura de tiempo completo para subsistir?

Prólogo

Cuando el Profesor César Carrascoza comentó sobre este trabajo, pensé de inmediato en una
buena oportunidad para externar mi opinión respecto a una serie de consideraciones que sobre la
educación tengo por ahí guardadas y este ensayo parecía ser un buen foro para tal efecto, sin
embargo, llegué a la conclusión que ese no era el objetivo y es entonces que me olvidé de la idea
primaria y en lugar de plasmar todas las ideas, me concreté a trabajar en una sola y tratar de
desarrollarla como mejor me pareciera, pensando en que tal vez al que este trabajo revisa no le
pareciera tanto, pero con el solo hecho de que a mi me pareciera, bastaba en este juego de
palabras que hace que el prólogo parezca nada que se le parezca. Y así pues, espero que lo
anterior no sea un mal augurio de lo que a continuación externo bajo mi particular punto de vista,
complejo ante la vista de los que miran pero no de los que observan… Guillermo Lora Santos.

Introducción

Así pues, de acuerdo a la definición concordante de muchos diccionarios, este escrito en el cual yo
como autor del mismo desarrollo mis ideas sin necesidad de mostrar el aparato erudito, pretendo
mostrar sin tratar de demostrar, que un profesor que tiene puesta su mirada en el aspecto
económico por razones propias de supervivencia y cobertura de sus necesidades primarias y
físicas, esto es, los dos y hasta los tres primeros peldaños dentro de la teoría de Abraham Maslow
(1908–1970) respecto a las necesidades del ser humano, es muy difícil, que estando saturado de
tantas horas al día frente a muchos grupos, durante todos los días hábiles de la semana, sea capaz
de intentar que sus pupilos puedan construir el conocimiento, el propio, a través de una
metodología del que está al frente y que dicho método se vuelve repetitivo y que más que buscar
el resultado, busca la cobertura del tiempo, de su tiempo y el de la Institución que lo contrató, de
ése, que tiene que transcurrir para lograr la paga al llegar la quincena.

Sea pues este trabajo una constancia de que la educación particular ha dado un giro
impresionante, según mi humilde opinión, en aras de un mercantilismo educativo que busca
productos terminados estandarizados, pero que no genera mentes concientes y pensantes y si
“esponjitas” de absorción del conocimiento esperado por los que los inscriben y los que los van a
recibir…, pero no lo que se necesita…, lo que en realidad se necesita…, en términos del desarrollo
humano en función de ser seres pensantes…
Menciono estandarizados como término que implica la generación de productos que satisfacen
un mercado objetivo sin que esto necesariamente represente lo que en términos de evolución
conlleve a una mejora del individuo y de su entorno, sino más bien a la funcionalidad del producto
para la continuación o preservación de un sistema no necesariamente idóneo, al menos no para
todos.

Ojalá pudiese a través de mis palabras, despertar conciencias que en verdad se preocupen por la
educación y por la justa remuneración del profesorado porque de lo contrario, estaremos cada vez
más sumidos en una didáctica de “a mentis”[1], por encima[2], en donde “unos” hacen como que
enseñan, y “otros” hacen como que aprenden. En donde “unos” cumplen con ese papel de
mandarlos a instruirse como una mera obligación adquirida y “otros” dicen que los instruyen y
hasta lo garantizan, porque para eso se les paga…

En mi condición de profesor, pudiera interpretarse esta visión como sesgada o poco objetiva,
también soy profesionista y emprendedor y conozco de lo que se trata en cada ámbito; pienso en
este trabajo como un profesor que no es de tiempo completo pero que observo, escucho, platico y
deduzco lo que pareciera estar sucediendo en nuestras aulas…

El ensayo

¿Es posible promover la construcción del conocimiento para un profesor que tiene demasiadas
horas de clase a la semana, demasiados grupos y demasiados alumnos en cada uno y que además
la paga por hora que recibe le hace buscar la cobertura de tiempo completo para subsistir?

Una buena interrogante que habrá que desglosar parte por parte para poder comprender qué es a
lo que me refiero y cuál es el cristal con el que lo estoy mirando…

Una de las muchas cosas interesantes que Abraham Maslow[3] descubrió mientras trabajaba con
monos muy al principio en su carrera fue que ciertas necesidades prevalecen sobre otras. Por
ejemplo, si estás hambriento o sediento, tenderás a calmar la sed antes que comer. Después de
todo, puedes pasarte sin comer unos cuantos días, pero solo podrás estar un par de días sin agua.
La sed es una necesidad “más fuerte” que el hambre. De la misma forma, si te encuentras muy,
muy sediento, pero alguien te ha colocado un artefacto que no permite respirar, ¿cuál es más
importante? La necesidad de respirar, por supuesto. Maslow recogió esta idea y creó su ahora
famosa jerarquía de necesidades. Además de considerar las evidentes agua, aire, comida y sexo, el
autor amplió 5 grandes bloques: las necesidades fisiológicas, necesidades de seguridad y
reaseguramiento, la necesidad de amor y pertenencia, necesidad de estima y la necesidad de
actualizar el sí mismo (self); en este orden.
Así pues, sin entrar en detalles de vocación, podemos apreciar que la mirada del profesor, al
menos a los que hago referencia en este trabajo, se encuentra en otro lugar que pareciera el lugar
en dónde se halla la solución a sus problemas económicos que en el aula, en aquella en donde
desarrolla su labor y en la que debiese procurar que los chicos aprendan (bajo el enfoque
pedagógico que sea). Recuerdo entonces algunas palabras de Angélica Olvera de Malpica[4] en
torno a los alumnos en una plática que nos dio, en la que mencionaba que algunas veces (no sé si
muchas o pocas), los chicos, refiriéndose a los alumnos, no estaban en condiciones óptimas de
aprender porque su atención, su mirada, estaba puesta en otro lado, quizás en otros problemas
que consideraba prioritarios y por encima de los contenidos de las aulas, y por eso no aprendían y
su comportamiento tampoco era el adecuado o el propicio para el aprendizaje, y es entonces
cuando reflexiono que esa problemática no es exclusiva del adolescente, el adulto también la
tiene, ¿y qué estamos haciendo por ellos?, no todo es capacitación y capacitación…, con ello no
quiero delimitar el problema a una cuestión de tipo económico, va más allá que eso, tiene que ver
con un análisis integral de todas las variables que afectan y que habrá que considerarlas en cada
profesor, porque ellos son los que se encargan de una función tan trascendente como la
formación de los alumnos. Y no basta con que el profesor, como adulto que es, asuma su
responsabilidad, porque ésa, me parece, no está en tela de juicio, quisiera traer un extracto de un
texto que me parece importante: “Al maestro le toca elegir el camino para formar a los individuos
y lo debe hacer con la plena conciencia del futuro. Pero…, para que pueda escoger entre estas
actitudes, aquellas que contribuyan a legitimar los derechos de todo individuo, deberá primero
vivirlos plenamente él…, Es urgente entonces, la revaloración del papel del maestro como
formador de conciencias; el reconocimiento a la gran tarea que tiene entre sus manos y a la
responsabilidad que ésta entraña. Cuando esto sea una realidad, los métodos que utilice el
maestro generarán cambios positivos en la sociedad porque estará enseñando a sus alumnos a
vivir la democracia, la justicia social, la tolerancia, la equidad y el diálogo. Quien viva todos estos
valores, será el individuo que formará una sociedad más justa.”[5]

Y yo me sigo preguntando, le invertimos tanto tiempo a los alumnos y ¿cuánto realmente a


nuestros profesores?; y no es que quiera que se les invierta más tiempo nada más porque si, lo
que sucede es que si no tenemos unos buenos formadores, de qué nos servirá…, si nadie puede
dar lo que no tiene.

Lo anterior, creo yo, tiene que ver con una satisfacción de necesidades y en ese sentido, el
profesor, el tipo de profesor al que me refiero, tiene como motivación principal el poder satisfacer
sus necesidades económicas, dejando en el plano secundario el llevar conocimiento a los alumnos.

En un estudio[6] realizado por un servidor en Centros Escolares como Colegio Tepeyac,


Universidad de la Comunicación, Centro Universitario en Periodismo y Publicidad, Universidad
Mexicana, Universidad del Valle de México, Universidad YMCA, Instituto de Estudios Superiores en
Administración Pública, Centro de Estudios en Administración Superior, así como diversos
profesores de otras Instituciones Educativas, principalmente Universidades, tomando como
muestra 288 personas, arrojaron los siguientes resultados en función del tema que hoy presento:

Para el 63% del profesorado, el dar clases es su única fuente de ingreso o su ingreso principal.

El 80% está de acuerdo en que recibe capacitación por parte de la institución en donde labora.

El 93% tiene como principal queja la falta de disciplina y la falta de acciones disciplinarias
contundentes por parte de las Instituciones.

Un 49% de los encuestados tiene al menos 5 grupos diferentes a la semana.

El promedio de alumnos por aula de los encuestados asciende a la cantidad de 38.

Un 56% tiene que cubrir un número de horas no inferior a 24 horas a la semana frente a grupo.

Un 84% no está de acuerdo con la paga por hora que recibe, pero su sentir es que se le está
pagando por encima del promedio que se paga en otras instituciones.

Al menos 50 de los encuestados mencionó o hizo alusión a que los chicos no salen bien preparados
de las instituciones en las que enseñan.

Lo anterior no es concluyente porque no es representativo en función del tamaño de la muestra,


pero si deja vislumbrar algunas cuestiones interesantes con el planteamiento de este trabajo.

En relación a la motivación del profesor: “La motivación es, en síntesis, lo que hace que un
individuo actúe y se comporte de una determinada manera. Es una combinación de procesos
intelectuales, fisiológicos y psicológicos que decide, en una situación dada, con qué vigor se actúa
y en qué dirección se encauza la energía.”[7]

De ahí que, al parecer, la atención del docente no pareciera estar en primer lugar dentro del aula.
Sin embargo, “en el modelo expuesto por la escuela de Las Relaciones Humanas se rechaza la
existencia del hombre económico, para ellos la clave determinante de la productividad es “la
situación social”; la cual abarcaría el grado de satisfacción en las relaciones internas del grupo el
grado de satisfacción en las relaciones con el supervisor el grado de participación en las decisiones
y el grado de información sobre el trabajo y sus fines.”[8] No estoy tan seguro o completamente
de acuerdo con esta aseveración, no al menos en entorno económico actual de nuestro país.

Anteriormente, (Sócrates, Platón, Aristóteles, Pitágoras, San Agustín, Pestalozzi, Froebel, etc.) los
profesores no tenían que preocuparse por el aspecto económico, esa necesidad estaba cubierta,
me refiero a todos aquellos pensadores y educadores que tenían el respaldo económico del
gobierno, de mecenas o algún patrocinio importante por parte de alguna institución civil, social
religiosa o comercial.
Hoy mismo lo vemos con el profesorado de instituciones educativas de prestigio, en donde sus
profesores han satisfecho su necesidad económica y su mirada ahora está enfocada al aula.

Quisiera insertar un fragmento de un estudio del Instituto Nacional de Calidad y Evaluación para
reforzar lo que acabo de anotar: “La cualificación[9] del profesorado es uno de los factores
principales que inciden en la calidad de la enseñanza. Conseguir reclutar personal con un alto nivel
de competencia profesional para el campo de la educación, evitando que los mejores
profesionales opten mayoritariamente por otros ámbitos de trabajo, implica que la profesión ha
de resultar lo suficientemente atractiva. Dicho atractivo depende, aparte de la vocación personal,
de una serie de elementos que se relacionan con el estatus profesional, tales como las condiciones
laborales, entre las cuales estaría una remuneración competitiva con la de otros profesionales de
nivel equivalente.

Pero ¿hasta dónde conviene o es posible elevar el sueldo de los profesores? Se parte de que el
salario del profesorado representa una de las mayores partidas dentro del gasto total en
educación en todos los países. Sin embargo, existen diferencias importantes entre ellos en el
salario de los profesores de unos niveles educativos u otros y, dentro de un mismo nivel, en el tipo
de bonificaciones extraordinarias que se otorgan y en el aumento salarial que se produce a lo largo
de la carrera profesional. De los países que ofrecieron datos en 1992, Austria, Gran Bretaña,
Portugal, Estados Unidos e Irlanda eran los que tenían el profesorado de enseñanza pública mejor
pagado, en términos absolutos, mientras que Turquía, Suecia, Noruega, Nueva Zelanda y Finlandia
eran aquellos donde el profesorado estaba peor pagado.

No obstante, el análisis de estos datos adquiere mayor sentido si se realiza teniendo en cuenta la
renta per cápita[10] media de cada país. En los países con mayor nivel económico, es decir,
aquellos con renta per cápita más alta, el salario inicial de los profesores tanto de primaria como
de secundaria inferior coincidía aproximadamente con la renta per cápita en 1992, exceptuando
Alemania, donde los profesores iniciaban ya su carrera profesional con un sueldo bastante
superior al PIB[11] per cápita.

Por el contrario, en los países donde la renta per cápita es más baja los profesores iniciaban por lo
general su carrera profesional con un salario bastante superior a la renta per cápita de su país.
Este es el caso de Turquía, Portugal, Irlanda, Nueva Zelanda, Finlandia y, sobre todo, España, que
es el país en el que los profesores iniciaban su carrera con un salario más elevado en relación con
la renta per cápita anual. Es necesario señalar también la peculiaridad de Turquía, país en el que,
aunque los profesores recibían el salario comparativamente más bajo, sin embargo éste llegaba a
ser elevado en relación con el nivel salarial del país. También son dignos de señalar los casos de
Portugal e Irlanda que, estando entre los tres países de rentas más bajas, sin embargo llegaban a
tener los salarios máximos del profesorado, por lo que puede decirse que, en lo que del factor
económico depende, los profesores de estos países tenían un elevado estatus profesional.
En lo que se refiere al salario que los profesores llegaban a percibir al final de su carrera
profesional, Austria, Gran Bretaña, Portugal y Estados Unidos estaban bastante por encima de los
demás países, con más de 35.000 dólares anuales. [12] Mientras que en México, el salario estable
-sin contar bonos, incentivos y otros- es de 12 mil dólares anuales.[13]

Otro factor determinante sería la cantidad de horas y número de grupos que un profesor
promedio tiene, en este punto me parece que va muy de la mano con el aspecto anterior, el
económico, me atrevería a asegurar apoyándome sólo en la percepción que un profesor estaría
encantado de enseñar al número de grupos y las horas adecuadas a su capacidad en función de
eso precisamente y no de la saturación buscando la remuneración por principio de cuentas.

Por último, el tópico sobre la cantidad de alumnos que un profesor tiene por aula, en este sentido,
antes de exponer mi punto de vista, quisiera recurrir a un indicador de la OCDE[14] conocido como
“ratio[15] alumnos/profesor en los distintos niveles educativos”: “Este indicador muestra la ratio
entre alumnos y personal docente en los distintos niveles educativos. Su importancia radica
principalmente en que, amén de la trascendencia de aspectos como la adecuación de los espacios
escolares, la riqueza y abundancia del material didáctico, el uso cada vez más frecuente de
ordenadores y otras nuevas tecnologías en la enseñanza, el profesorado sigue siendo el recurso
más relevante en el sistema educativo y del que parece demostrado que dependen, en mayor
medida, los resultados obtenidos por los alumnos. La cantidad en que los alumnos disponen de
este "recurso" es, por tanto, un indicador relevante tanto pedagógica como políticamente.

Por otra parte, hay que tener presente que, en buena parte, la relevancia de este indicador radica
en su utilización como factor de calidad. Debido a la dificultad, que la propia OCDE reconoce, de
encontrar formas directas de medir la calidad de la enseñanza, este tipo de indicador más
cuantificable referido a los "inputs"[16], sirve como vía indirecta para aproximarse a valorar la
calidad.

La ratio entre alumnos y personal docente es -junto con el salario del profesorado, el número de
alumnos por clase y la cantidad de personal de apoyo disponible-, uno de los elementos que
determinan los recursos financieros que un país ha de dedicar a la educación y el grado de
atracción que puede ejercer la profesión docente. De hecho, la inversión en todos estos elementos
suele estar compensada, de manera que, por ejemplo, unos salarios menos elevados a veces se
compensan con condiciones laborales atractivas como ratios bajas, reducido número de alumnos
en las clases o mejores aprovisionamientos de materiales y tecnología, o a la inversa. Como
normalmente los países tienen unos recursos limitados para invertir en educación, se hace
necesario decidir en cuál de todos estos aspectos se va a realizar un mayor esfuerzo económico en
detrimento de los otros. En ocasiones, sin embargo, esta decisión viene determinada por aspectos
coyunturales como unas cohortes más numerosas de alumnos, un mayor número de alumnos con
necesidades educativas especiales que deben incorporarse a las clases normales, u otras.
El patrón, en la mayoría de los países, es que la ratio entre alumnos y profesores disminuya a
medida que los estudiantes pasan a niveles más elevados de la enseñanza. En cualquier caso, el
balance óptimo entre alumnos y profesores puede ser distinto en los diferentes niveles
educativos.”[17]

Mi opinión en función del número de alumnos por aula, no sería relevante si el número de grupos
no excediera a los tres por semana, sin embargo, el atender a muchos grupos con muchos
alumnos, evitará o será poco desarrollada la atención personalizada maestro-alumno, situación
que no le permitirá al docente identificar las capacidades y habilidades individuales de cada
alumno y poder trabajar en consecuencia para lograr un aprendizaje efectivo, situación
comprensible quizás en los colegios del sector público por obvias razones, no así en las
instituciones privadas que ofrecen el servicio particular siendo éste sólo de nombre…

You might also like