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MARX Y LA TEORÍA SUBJETIVA DEL VALOR

PROLOGO

Escrito hace ya casi una décadas, el presente trabajo fue corregido y


ampliado para esta publicación, aunque su estructura principal no sufrió
modificaciones de importancia. La finalidad primera que me guiara a escribirlo,
fue la de suministrar a los estudiantes de carreras económicas y comerciales
del país elementos conceptuales para la reflexión en torno de la teoría
subjetiva del valor y su evolución, ya que en la bibliografía general al uso, los
temas abordados no aparecen.
Una vez hechas las correcciones y ampliaciones, el texto final obtenido parece
más adecuado concebirlo como una introducción epistemològica elemental a la
teoría subjetiva del valor y a su concepto central: la utilidad marginal, y es en
este sentido que deberá ser leído y no en el de un intento de crítica teórica
positiva.
Pero aquí surgió, diría casi de modo inesperado, una finalidad
suplementaria que no carece de interés para completar la primera. El lector se
informará de que la teoría microeconómica que se enseña en los
establecimientos superiores, aquella que ha aprendido o que deberá aprender
esta íntegramente construida sobre nociones empíricas sin ningún rigor teórico
que avalen las conclusiones que dicen se obtienen en punto a comprender y
conocer los procesos económicos reales.
Los conceptos de utilidad marginal y productividad marginal no son ya
base de ninguna concepción científica y se ha demostrado críticamente su total
"inutilidad" para el análisis económico. No obstante con una llamativa
obstinación se continúa usándolos para la formación (aunque más bien cabría
decir para la deformación) de generaciones y generaciones de estudiantes y
graduados, que jamás se enteran de cual es la situación teórica cierta de la
supuesta concepción microeconómica que estudian como base central del
análisis económico.
¿Por qué si, como dice Schumpeter "no todos los problemas de la teoría
pura eran susceptibles de una solución única dentro de la teoría de la utilidad
marginal...a saber las teorías de la empresa y del capital. Otro caso de fracaso
del poder unificador del principio de la utilidad marginal es la teoría del interés"
(Historia del análisis económico, F.C.E., tomo II, p.143), a los que hay que
sumar el fracaso mayor de su objetivo primordial respecto de la teoría del
valor, todavía se insiste en presentar la utilidad marginal como una panacea?
¿Por qué si las formas monopolistas de los mercados que se han
desarrollado en el capitalismo en el último siglo no son susceptibles de ser
comprendidos y manejados con el instrumental del análisis marginal, se los
sigue concibiendo como la última palabra seria y rigurosa sobre estos
problemas? ¿Por qué si la elegante aportación de la escuela marginal no sirve
para nada en relación con los problemas que debe resolver el capitalista para
determinar la maximización de sus ganancias y la dimensión óptima de la
capacidad productiva de su empresa, se continúa insistiendo como si nada
pasara? La dimensión funcional de la ideología en la Economía Política
parecería aquí adquirir ribetes de una vergonzosa estafa intelectual antes que
estar dispuestos, sus mentores académicos, a reconocer la completa
bancarrota de la llamada "Teoría microeconómica".
Fernando Hugo Azcurra
Agosto 1992
INDICE

I. EVOLUCION DE LA TEORÍA .............................................................................2


I.1. Microeconomía: Teoría del Consumidor y del Productor....................................................................2

I.2. Teoría subjetiva del valor: condiciones históricas y sociales de su desarrollo moderno.....................5

I.3. La utilidad como principio explicativo del valor.............................................................................7


I.3.1. Karl Menger y su posición......................................................................................................................7
I.3.2. La revolución Jevoniana. ...............................................................................................................8

II-RESUMEN Y CONCLUSIONES SOBRE EL ANALISIS SUBJETIVO...............19


II.2.El precio es el valor......................................................................................21

III.-CRÍTICAS A LA TEORÍA SUBJETIVA DEL VALOR.......................................22

IV.- LA CRITICA MARXIANA.................................................................................27

I. EVOLUCION DE LA TEORÍA

I.1. Microeconomía: Teoría del Consumidor y del Productor.

Tradicionalmente, la economía académica ha ubicado el tratamiento del


valor como un capítulo en su división microeconómica. La dimensión
macroeconómica no lo aborda, se desentiende de la cuestión de la teoría del
valor, porque al tratar de magnitudes agregadas a escala social no le urge
proponer un análisis de la categoría, ya sea para confirmarla, modificarla o
desarrollarla. La macroeconomía da por supuesto y resuelto el problema
teórico del valor a partir del enfoque que se hace en la microeconomía. Este
capítulo que ocupa la teoría del valor en la microeconomía, suele aparecer
(cuando aparece) en la mayoría de los manuales y tratados que exponen la
materia, como una referencia incidental a veces un mero apéndice, en la
explicación de las curvas paretianas de indiferencia y su relación con las
utilidades marginales. Para poder ubicarla con mayor claridad es preciso dar
una idea, aunque muy global y somera, del universo analítico microeconómico.
La microeconomía se presenta en el análisis académico moderno,
fundamentalmente como un estudio o investigación de las fuerzas que
operan en la toma de decisiones de los agentes económicos básicos: el
consumidor y el productor. Para la explicación de este proceso de toma
de decisiones, la microeconomía se vale de la formulación de ciertas hipótesis
de trabajo en relación con el consumidor y el productor esto es exige partir de
ciertos supuestos [a-priori] universales y necesarios que estarían en los
fundamentos del comportamiento decisorio de ambos agentes, a saber: 1]
racionalidad, y 2] maximización u optimización.
Veamos que significa esto: 1] racionalidad: el consumidor y el productor
actúan en un mundo económico como entes con conciencia de discernimiento
que les permite el cumplimiento ventajoso de sus propios fines. 2]
maximización: ambos agentes buscan no solo satisfacer "en general" sus
necesidades o sus fines, sino que intentan llevar esa satisfacción al estado mas
alto que se pueda; quieren "optimizar" esas ventajas.
En la inmensa variedad de productos y de precios con la que ambos se
encuentran en la realidad de los procesos de transacciones económicas, se
supone deben resolver sobre esta base las innumerables alternativas que se
les presentan y tomar decisiones, contemplando restricciones tales como las
que les ofrecen los precios, el ingreso, la técnica, el trabajo, el capital y,
modernamente, los procesos de monopolización que impiden el acceso a una
información adecuada sobre el mercado en los que han de plasmar su elección.
A partir de esta situación, cada agente se encontraría ante interrogantes de
distinta índole, a cuya solución deben abocarse. Veámoslos.
Por el lado del consumidor: 1] ¿Cuánto consumiré de cada bien? La
respuesta a este interrogante da lugar a la consideración de la relación
Ingreso-gasto, y 2] ¿Cuánto trabajo ofreceré?. Que permite examinar la
relación Trabajo-salario. El análisis pormenorizado de estos problemas es lo
que constituye la Teoría del consumidor.
Por el lado del productor: 1] ¿Cuánto, cuándo y qué puedo producir?
Esto contiene la consideración de la elección de la rama de producción y las
cantidades de bienes a producir.
2] ¿A qué costo produciré y a qué precio venderé? Obviamente exige un
examen de la relación Costo-beneficios. 3] ¿Qué combinación de factores o
recursos productivos es la óptima?. Implica la determinación de la llamada
Función de producción sobre la que se moverá el productor, y 4] Cuanto
capital invertiré? Que exige el análisis de la demanda de capital y la cuestión
de la tasa de interés a pagar. El conjunto de las respuestas a estos problemas
es lo que constituye la Teoría de la producción, que lleva implícitas otras dos
mas: la Teoría de los precios y la Teoría de la distribución del Producto y
del Ingreso.
De este modo aparecen, entonces, los elementos analíticos centrales
con los que opera el paradigma de la concepción microeconómica: a) Bienes y
servicios. Todo manual contiene referencias explícitas a estas dos nociones;
b) Precios, cuyo orígen, formación y fluctuación se intenta explicar; c)
Mercados, de cuyo equilibrio se intenta dar cuenta, y d) Los agentes
económicos básicos: 1.Consumidor, cuya reducción analítica consiste en que
compra bienes y vende trabajo, y 2) Productor, reducido a la compra de
trabajo y venta de bienes, aunque en la exposición de detalle la teoría se
extiende a la función organizadora de los factores productivos centrales
además del trabajo, es decir el capital y la tierra.
A lo anterior se le agrega la herramienta analítica basada
fundamentalmente en modelos o tipos de comportamiento del consumidor
y del productor los que una vez adoptados, se extienden como características
típicas de la sociedad toda y de toda sociedad.
Como puede observarse el contenido analítico de la Microeconomía
consiste en que se ocupa de las fuerzas que actúan en la determinación de la
demanda del consumidor y en la oferta del productor, cuyas
interrelaciones concluyen en la fijación del equilibrio de los mercados. De allí
que para explicar qué es la demanda en economía, se estudie al consumidor,
sus necesidades, la utilidad de los bienes que puede adquirir con un ingreso
dado y también a precios dados, todo en un mercado que siempre se
presupone que es competitivo, entendiéndolo cual una rama cerrada en la
que se mueven una multiplicidad de consumidores y productores pero en un
sentido estático, esto es, no existen desplazamientos de capital ni de trabajo,
lo cual constituye una reformulación de la tradición clásica para la que el
mercado competitivo era precisamente movilidad de los factores.
Debuta así este modelo de análisis por la consideración de la Teoría del
consumidor, concediéndoles a los consumidores como objetivo esencial y
racional el de maximizar su satisfacción haciendo o formulando elecciones de
combinación de bienes y servicios. Para decirlo de otro modo, se supone que
el consumidor se enfrenta a la resolución de las siguientes preguntas:¿ con qué
bienes y en qué combinación de cantidades haré máxima la satisfacción de mi
necesidad o deseo?
Los datos básicos iniciales para examinar el problema son los siguientes
entonces: 1) La demanda, que se refiere inicialmente de modo exclusivo a
bienes y servicios de consumo final, dejando a un lado los insumos y los bienes
de capital; 2) Las empresas, que son las que tienen contacto directo con el
consumidor de modo que se supone el proceso de venta sin intermediación; 3)
Los precios de los bienes para el consumidor están dados por el mercado, y
4) El ingreso personal del consumidor está determinado por el mercado de
trabajo, o lo que es lo mismo, el ingreso del consumidor es igual al salario y
éste es relativamente inelástico.
En la búsqueda de una respuesta general a la pregunta antes formulada,
se origina el examen de la demanda apelando al estudio de las llamadas
curvas de indiferencia, que serían representaciones de distintas
combinaciones de bienes que puede elegir el imaginario consumidor y cuya
decisión se materializará aplicando la restricción impuesta por el ingreso
personal en función de los precios dados, buscando situarse en un punto de la
curva que le signifique una satisfacción máxima, o bien que la utilidad de los
bienes que ha de consumir sea óptima. A esta altura de la presentación del
modelo, se habrá hecho patente que maximizar la satisfacción será para la
microeconomía sinónimo de maximizar la utilidad. De modo que el análisis y
desarrollo de la Función de utilidad, cuya maximización busca el consumidor
según lo señala la teoría, se tornará el elemento primordial de la explicación y
al desplegarla en modelos diagramáticos y matemáticos hasta llegar al
equilibrio del consumidor se convertirá en la derivación deductiva de la
curva de demanda.
En su desarrollo histórico, la construcción de la teoría de la demanda
como uno de los factores determinantes de los precios, habría de pasar
primero por un análisis de tipo "marginalista" basado en la llamada ley de las
utilidades marginales decrecientes descubierta por H.H. Gossen que luego
sería sustituída por estudios más refinados desde el punto de vista de las
curvas de indiferencia, hasta llegar a los sofisticados análisis modernos de
presentación axiomática, aunque lo básico permanecerá inalterable y en su
raíz contiene todos los elementos que ya mencionáramos.
El análisis plantea, entonces, resolver o dar con los fundamentos legales
que rigen el proceso de demanda y el proceso de la oferta de la totalidad de
los bienes económicos en todos los mercados, lo que implicaría dar con la
explicación de los precios y el movimiento general de la economía de mercado
en condiciones de competencia perfecta.
En algunos manuales y/textos elementales de economía suele aparecer
hacia el final de la exposición de los procedimientos analíticos ya mencionados,
una indicación sobre los problemas que tiene planteada la Teoría del
consumidor en torno de las decisiones "racionales" de los consumidores, el
concepto de utilidad y los obstáculos a su medición. Suele abordarse también
de un modo panorámico e histórico la cuestión del problema del valor
concibiendo el carácter subjetivo de este como una especie de supuesto
normal y "natural" de todo el andamiaje analítico previamente expuesto. Los
comentarios que se hacen quedan en el límite de la descripción histórica
respecto de la posibilidad o imposibilidad de medir la utilidad y como en
definitiva la economía académica considera haberla resuelto.
Apenas terminada la exposición de la teoría de la demanda, el lector se
entera que la categoría fundamental subyacente a todo el modelo en su
orígenes históricos de desarrollo implícita y silenciada es la de valor, la que sin
embargo descansa en una concepción más vasta y profunda: la de la Teoría
subjetiva. En el análisis minucioso de la función de utilidad no aparece nunca,
ni aparecerá tampoco más adelante. El concepto de valor nacido como
regulador de toda la teoría para la explicación de los precios ha sufrido una
transformación y se la presenta como Teoría de la demanda con total
independencia del mismo.

I.2. Teoría subjetiva del valor: condiciones históricas y sociales


de su desarrollo moderno.

En lo sustancial, la economía académica parte de la teoría del valor que


construyeron varios autores en el siglo pasado (hacia el último cuarto del
mismo) como una reacción explícita y consciente a la teoría que
predominaba en ese entonces y que era directamente su opuesta: la teoría
objetiva del valor.
Esta última teoría es la que aún hoy se conoce en Economía Política
como aquella que sustentaron los fundadores científicos de esta rama del
conocimiento social dando nacimiento a la Economía Clásica o escuela clásica
de economía.
Desde William Petty hasta David Ricardo, el análisis económico tomó un
rumbo sólidamente cimentado en la consideración del valor por el trabajo y el
valor de cambio como su expresión objetiva. Los más grandes sistemas de
Economía aparecen, como es sabido, hacia esta época. Adam Smith ("La
Riqueza de las Naciones"), con quien la economía se eleva al estatus de
ciencia, y David Ricardo ("Principios de Economía Politica y Tributación") ,
quien la hace alcanzar el más alto nivel de profundidad analítica en la primera
mitad del siglo XIX.
No habría de pasar mucho tiempo sin que, junto a estos poderosos
pensadores, aparecieran los vulgarizadores, quienes prestamente trivializaron
muchas de sus concepciones más importantes, y en sus manos la economía
política adquiriera una exposición didáctica y manualística, por completo
diferente del espíritu de investigación y creatividad que tenían los problemas
analizados por los maestros.
Así fue que Jean Baptiste Say se constituyó en el divulgador más exitoso
de las teorías de Smith, aunque apartándose en rigor y profundidad de muchas
de las enseñanzas de éste. Y Ricardo encontrara en John Stuart Mill, hacia
mediados del siglo XIX, su expositor más destacado carente sin embargo del
grado de vigor y originalidad de aquél en el tratamiento de las categorías
esenciales que como en el caso del valor torturaron a Ricardo hasta su muerte
y que Mill considerara que nada podía agregarse ya a lo hecho por su maestro,
sobre este tema.
Pero con adeptos, críticos y difundidores, la teoría del valor (y la teoría
económica toda en verdad) había adquirido un decidido sesgo de índole
objetiva y era este el aire que se respiraba en la ciencia económica de modo
predominante.
A tal punto que, a partir de los análisis efectuados por los clásicos (y en
particular por D. Ricardo), comenzaron a surgir corrientes económicas
opuestas, no ya solamente desde una posición académica, sino que apuntaban
a subvertir el estado de cosas económico-sociales establecido por la burguesía.
Se trata del surgimiento del ala socialista en economía como expresión de la
nueva clase que comenzará a disputarle la escena política y el poder del
Estado a la burguesía y sus socios terratenientes.
En particular estos últimos habrían de enfrentarse no sólo con los
enfoques de las maestros sino con la otra ala desprendida de ellos y que Marx
denominara economía vulgar, cuyos exponentes habían dado muestra del
carácter tendencioso y puramente ideológico de sus doctrinas económicas tal
el caso de J.B.Say por ejemplo.
Esta corriente tendenciosa se reforzará en el transcurso de los conflictos
sociales que culminarán en 1848 con las revoluciones que sacudieron Europa y
en las cuales las masas proletarias tomarían una participación activa. Nasau
William Senior y J.R. Mc. Culloch en Inglaterra y Frederic Bastiat en Francia, se
convertirían en los exponentes de este camino de disolución de la economía
política que de ciencia se transforma en ideología apologética.
La teoría subjetiva o el enfoque subjetivo de los problemas económicos
no había conseguido, durante esta época, dar la batalla y elaborar una
respuesta total, coherente y de suficiente fuerza explicativa como para
sustituir a la que habían construido los clásicos.
El ataque frontal y en toda la línea se llevará a cabo a partir de 1870
aproximadamente y el carácter fundamental que tendrá y aún tiene hoy es el
responder a los clásicos y a su teoría objetiva del valor como también a sus
grandes teorías económicas. Pero también apuntaban de modo indirecto pero
insoslayable a la derivación marxiana de esas teorías: a la concepción del valor
basada en el trabajo, a la de la explotación del trabajo por el capital y el
plusvalor como apropiación gratuita por parte de la burguesía. Brevemente, la
finalidad última y esencial era responder al desafío lanzado por Marx quien
impugnaba la sociedad liberal y el sistema de propiedad privada de los medios
sociales de producción basado en el trabajo asalariado.
Si a lo anterior se le agrega que como resultado de la guerra franco-
prusiana estallaron todos los problemas de miseria y opresión a que se veían
sometidas las masas trabajadoras en Francia (púdicamente se la denominaba a
esa situación la "cuestión social"), dando lugar a la formación del primer
gobierno proletario del mundo plasmado en la Comuna de París en 1871, se
encontraran las circunstancias políticas y sociales que ofrecerán el marco de
referencia adecuado como para que las clases propietarias, por medio de sus
"ideólogos" acometiera la tarea de dar una nueva fundamentación
supuestamente científica de la economía política, extirpando los contenidos
más perniciosos que según aquellas había adquirido con los pensadores
socialistas y de modo especial con Marx.
El contenido de clase de la economía había sido ya advertido de una
manera elocuente y duramente atacado por Henry C. Carey, economista
norteamericano, quien acusaba a Ricardo de haber edificado su teoría sobre
bases que, según el, ponían en peligro la paz social al ser tomadas por
agitadores y comunistas: "El sistema de Ricardo es el sistema de la
discordia...Busca fomentar la hostilidad entre las clases y las naciones... Su
libro es el verdadero manual del demagogo que aspira al poder, por medio
de la distribución de la tierra de la guerra y el saqueo" (H.C.Carey "The Past,
the Present, and the Future" Filadelfia 1848).
Y aún hoy se continua considerando a los Principios de Economía Política
y Tributación, de Ricardo, como un libro de "contenido temible" (Cfr. Daniel R.
Fusfeld, "Historia del Pensamiento Económico Moderno", Mondadori 1970, p.
71).
La expansión del pensamiento político socialista; la agudización de los
conflictos de clase; la construcción rigurosa de una ciencia económica crítica
realizada por un pensador de talla analítica formidable, quien se consideraba
además legítimo heredero de las más altas mentes clásicas, constituyeron las
condiciones sociales y políticas para el surgimiento de una respuesta por parte
de los sectores sociales dominantes que fuera suficiente como para alcanzar a
justificar lo que aparecía injustificable aún desde su propio terreno analítico.
Y tal explicación justificatoria nació efectivamente, pero no ya en el
terreno mismo del análisis realizado por los clásicos y su teoría objetiva; los
riesgos eran demasiados, el campus del conflicto teórico había sido
ampliamente dominado por el marxismo y no podía contenderse con él en esa
escena.
La conocida "revolución Jevoniana" de 1871 en Inglaterra cambió todo el
escenario de la disputa teòrica, desplazó los problemas hacia otra dirección.
Lo hizo hacia la impugnación del carácter objetivo y científico mismo en que se
basaba hasta ese momento la Economía Política. Simultáneamente en Austria
Karl Menger hacía exactamente lo mismo, dando origen a la corriente
continental del nuevo enfoque económico y la que brindaría los argumentos
teóricos más decisivos sobre la que habría de descansar.
El valor y todas las categorías con él relacionadas y que en él
encuentran sus fundamentos explicativos, fueron reducidos a consideraciones
de naturaleza "subjetiva", "estimaciones", "valoraciones", "apreciaciones", etc.
de índole personal y psicológica. Se inició de este modo un intento
denodado por construir una "Teoría subjetiva del valor" coherente y armónica,
y junto con ella surgió todo el repertorio de nociones que hasta en la actualidad
se usan: "necesidades", "deseos", "utilidad", etc. En suma la reconstrucción
de la teoría económica sobre el valor de uso, reducido a su vez a utilidad
marginal como su contenido determinante.
I.3. La utilidad como principio explicativo del valor.

a) La existencia de la utilidad.

Para poder llevar adelante la obra de reconstrucción teórica de la


Economía Política, la nueva corriente basando el problema del valor de las
mercancías en el valor de uso, topó con la antigua noción de utilidad a la que
debió darle no sólo sus contornos específicos de operatividad analítica, sino
establecer con exactitud a qué se alude conceptualmente con ella en rigor.
Los fundadores de la nueva concepción comenzaron construyéndola a
partir de la aceptación sin dudas de la existencia de "la" utilidad como si fuera
un hecho común de la experiencia cotidiana, que aparece en razón de que
determinada cantidad de mercancía se convierte en una condición para
satisfacer una necesidad que de otro modo quedaría insatisfecha.
Se reconoce así la existencia de una relación general entre bienes y
satisfacción de necesidades que es precisamente a lo que se denomina
Utilidad. Pero inmediatamente debe advertirse que: 1) la propiedad
satisfactoria de los bienes NO es intrínseca a ellos. Se debe al carácter de las
necesidades humanas que es la que hace que ellos se vuelvan aptos (útiles)
para cubrirlas; de manera que la aptitud, facultad, o capacidad de los bienes
para satisfacer necesidades no descansa en su materialidad corpórea; 2) la
utilidad es de carácter subjetiva y personal. Ello es así en tanto lo que se
debe tener en cuenta es no sólo la necesidad sino su grado o intensidad que
se satisfará con cada dosis o unidad que cada demandante individualmente
consume, y 3) Unida a la utilidad, para que los bienes tengan valor, debe
sumársele un determinante externo: su escasez.

b) El problema de la medición de la utilidad

Esta concepción subjetiva del valor estableció que el valor de cualquier


bien o lo que es lo mismo el valor de cualquiera de sus unidades, está dado por
el valor de la utilidad, pero no la de su versión antigua de carácter total, sino
por el valor de la última unidad medida ésta por su utilidad marginal.
Aparece entonces la cuestión de cómo medirla exactamente, ya que
medir es cuantificar y al vincular la utilidad con la intensidad de la necesidad a
cubrir por cada demandante convierte la relación general bien-necesidad-
consumo en un proceso o fenómeno puramente interno al individuo o también
de carácter psíquico, transformando en problema lo que en tal momento
debiera ser su solución y demostración inapelable.
¿Cómo cuantificar aún con el concepto de margen un proceso de índole
psíquica? puesto que en definitiva se demanda un bien determinado por la
satisfacción o utilidad que se experimenta al consumirlo, finalmente hay una
reducción de la utilidad a satisfacción de las diferentes intensidades de las
necesidades y de aquí su transformación de relación económica en fenómeno
psicológico.

I.3.1. Karl Menger y su posición.

Fue uno de los descubridores modernos de la nueva concepción y quien


la expuso con más claridad y precisión. El formuló el núcleo analítico de la
nueva teoria y el que le da su fundamento sosteniendo que son los hombres,
como consumidores, quienes otorgan valor a las mercancías porque las
necesitan en su búsqueda de obtener satisfacciones: "valor es la importancia
que las mercancías concretas, o determinadas cantidades de ellas adquieren
para nosotros por el hecho de que sabemos que la satisfacción de nuestras
necesidades depende de que dispongamos de ellas."
Menger manifestaba que su objetivo primordial consistía en descubrir la
ley que rige la formación de los precios, tanto del lado de la demanda como de
la oferta, para cual basó su examen en las necesidades y su relación con las
mercancías y a partir de la redefinición de la teoría del valor objetiva como
esencialmente errónea y su planteo en torno de la utilidad, se abocó a dar un
paso adelante respecto de sus antecesores (Say, Senior, Gossen, etc.)
desarrollando formas específicas de derivación de los problemas y de sus
respuestas adecuadas de modo unitario y coherente para la economía de
cambio. Dará, pues, una formulación detallada del principio de la utilidad en su
forma marginal.
Sostuvo la hipótesis de que un consumidor "racional" confrontado a
varias posibilidades de gastar su ingreso, buscará obtener la mayor
satisfacción de los bienes que desea consumir. ¿Cómo logrará esto? Cuando
haya distribuido su dinero de modo tal que su última unidad monetaria gastada
en un mercancía le brinde ni más ni menos satisfacción (utilidad), que la última
unidad monetaria gastada en cualquier otra mercancía.
Si fuera posible trasladar una alícuota del gasto de un bien hacia otro y
aumentar de tal modo la satisfacción total alcanzada, el consumidor racional lo
hará siempre y cuando la utilidad del "uso menos importante" -que es la
expresión de Menger para lo que luego se denominará margen o marginal-
sea realizada.
Así es como se determina la demanda de un bien cualquiera por parte de
cualquier consumidor y como aparece la demanda en el mercado. Menger,
pues, exponía un consumidor-tipo como un calculista que continuamente
sopesa las ventajas o desventajas de las decisiones que deberá tomar,
escogiendo finalmente aquella que le procure el mayor incremento de
satisfacción o bienestar.
Otro aspecto importante de la labor de Menger es el de que él con su
teoría de la utilidad marginal abarcará algo que se había revelado como un
verdadero obstáculo a sus predecesores: el de incluir bajo un único principio
subjetivo el problema de la valoración de los bienes de producción, ya que la
teoría parecía más apta para los bienes finales de consumo que para aquellos.
Fue el origen de una nueva hipótesis específica que tomó el nombre de "teoría
de la imputación" que se verá más adelante.

I.3.2. La revolución Jevoniana.

¿En que consistió la revolución jevoniana? Qué diferencia este nuevo


intento de basar la economía en la utilidad, de los anteriores, ya que el
concepto no era en modo alguno desconocido?.
Para decirlo con brevedad , William Stanley Jevons (el refundador inglés
de la economía) es verdaderamente consciente de estar realizando un ataque
a la teoría objetiva sobre la que se basa la economía clásica, especialmente en
la persona de D.Ricardo, y trata la utilidad: 1) no como una magnitud absoluta
sino "marginal", el la llama "grado final de utilidad"; 2) intenta elaborar
procedimientos técnicos para medir la misma, y 3) partiendo de la
consideración de la utilidad -del valor de uso- la pone como base del valor de
cambio de los productos, o sea que invierte completamente la relación valor
de uso-valor de cambio expresada en las mercancías y lleva el análisis de este
modo a un estudio de la vinculación cosa material- consumidor individual.
John Maynard Keynes se refería del siguiente modo a la labor realizada
por Jevons "...la Theory de Jevons es el primer tratado que presenta de manera
acabada la teoría del valor basada en valoraciones subjetivas, el principio de la
utilidad marginal y la técnica hoy familiar del álgebra y los diagramas" ("Essays
in Biography" , 2da. ed. Londres 1951, p. 284. Versión italiana, Einaudi, 1951,
p. 267).
Este vuelco se reiterará de modo casi simultaneo y en forma
independiente en las obras de Karl Menger, León M. Walras y Alfred Marshall,
aunque este último no dará a conocer sus ideas para esta época sino algunos
años mas adelante en el momento de publicar su famoso Principles of Economy
(1890).
Es sabido que la utilidad es una noción de vieja data en la historia de la
economía y que tiene tanta antigüedad -si no mas- en la literatura de la
disciplina, como el enfoque basado en el valor de cambio. A título ilustrativo
cabe que señalemos los siguientes autores que trabajaron sobre la base
subjetiva los problemas de la economía: B. Davanzati (1519-1606); G.
Montanari (1633-1687); F. Galiani (1728-1787); P. Verri (1728-1798); A.
Genovesi (1712-1769); E. Condillac (1715-1780); A.J.R. Turgot (1721-1781); C.
Beccaria (1735-1793).
Muchos de estos pensadores trataron las cuestiones económicas desde
un carácter eminentemente práctico-empírico, como que en parte sus vidas
transcurriera durante la vigencia de las políticas mercantilistas, lo que
determinó el que los problemas monetarios y de balanza de pagos
predominaran en sus estudios muy por encima de la preocupación sobre el
problema del valor, mas aún, es posible encontrar sobre esta última cuestión
opiniones divergentes en un mismo autor ora apoyando su opinión en un
enfoque subjetivo ora haciéndolo en el enfoque objetivo.
El tratamiento del valor en esta etapa y en estos autores es de carácter
muy general y sobre todo esta teñido de opiniones de un marcado tono
filosófico mas que estrictamente económico tal como es habitual hoy en día.
Los términos usados serán dos: utilidad y escasez, que todavía pueden
encontrarse en las formulaciones escolares de los manuales de economía
presentados sin embargo como la base de la teoría científica del valor, por
oposición tajante a la teoría del valor basada en el trabajo.
Joseph Alois Schumpeter en su monumental "Historia del Análisis
Económico" (F.C.E. p.284) dirá que "...sin embargo hasta que se hizo sentir la
influencia de la Riqueza de las Naciones de Smith -y especialmente la de los
Principios de Ricardo- fue la teoría "subjetiva" del precio o teoría de la utilidad
la que dominó el campo. En el continente europeo tal teoría predomino incluso
después de 1776 (publicación de la Riqueza de Smith) y puede advertirse una
línea ininterrumpida de desarrollo desde Galiani hasta J.B.Say, Quesnay,
Beccaria, Turgot, Verri, Condillac y otros autores menos importantes
contribuyeron a consolidarla cada vez más".
Quizás los más destacados exponentes de esta teoría de la utilidad hacia
fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, hayan sido Jeremy Bentham y J.B. Say,
el primero un excéntrico reformador social y el segundo un exitoso economista
cortesano.
Bentham es tenido en cuenta en la economía no tanto por ser un
economista que influyera en su desarrollo teórico, sino porque basó toda su
literatura en el "principio de utilidad", con el cual fundamentó su "sistema
utilitario" o "utilitarismo".
Bentham haciendo una racionalización del burgués de la Inglaterra de su
época, que realiza sus aspiraciones personales en la obtención de sus fines
comerciales, lo extiende como característica general y normal de todos los
hombres, los que se mueven y actúan persiguiendo fines de modo egoísta e
interesado. Los hombres buscan el placer y huyen del dolor.
Lo que esta consideración tiene que ver con la economía consiste en lo
siguiente: 1) Bentham intentó efectuar un cálculo de la cantidad de placer y de
dolor que se obtiene por medio de la acción humana, y 2) su enfoque
hedonístico de la acción humana fue la base desde la cual partió W.S.Jevons
para hacer una demostración matemática de la misma cuestión. Para Bentham
útil o utilidad es "la facultad de un objeto cualquiera mediante la cual trata de
producir beneficio,
ventaja, alegría, lo bueno o dicha (todo ello tiene igual significación en el caso
presente) o, lo que viene a ser lo mismo, procura evitarle a la persona de cuyo
interés se trata, que le ocurra alguna desgracia, una pena, un mal o una
"adversidad" (Cfr. G. Stavengahen, "Historia de las Teorías Económicas",
Ateneo, 1959, p. 227).
Cierto es que este principio indeterminado, puramente genérico y
arbitrario, no pudo ser demostrado, sobre todo porque se partió de él como de
un a-priori intuitivo, en lugar de convertirlo en un objeto de estudio riguroso (la
descripción que hace Bentham del modo de valorizar por parte del individuo es
una lista ordenada de tonterías) y que el problema crucial de asignar un valor
numérico a las dimensiones de placer y dolor no encontró tampoco solución.
Bentham, para salir del encierro en el cual cayó, recurrió al dinero como
guía para la medición de satisfacciones. Pues bien, esta idea que fue retomada
luego por los marginalistas del último cuarto del siglo XIX y en especial por
Alfred Marshall, quien también se topara con el mismo problema de la
valoración subjetiva de los bienes y de su medición sin resolverlo, ya había sido
anticipada por D. Bernouilli en 1738.
J.B.Say será el auténtico introductor del principio de la utilidad como
base del valor de cambio para la economía política y su recuperación por la
corriente subjetiva. El cometido principal de Say en este punto es el de quitar
al concepto de valor cualquier carácter material: el valor es algo puramente
subjetivo y depende de la utilidad que es su fundamento y, por tanto,
fundamento de la riqueza.
Debido a que las apreciaciones personales que constituyen la base de la
utilidad como lo esencial del valor subjetivo son variables y fluctuantes, no
pueden tomarse como instrumento apto para medir el valor de cambio. Say
abandona este enfoque y su lugar lo ocupan explicaciones alternativas como
los gastos de producción y los movimientos de la oferta y la demanda. (Cfr.
Tratado de Economía Política, Madrid 1838).
En rigor, es posible observar que en ambos autores la naturaleza de la
noción de utilidad no alcanza a ser dilucidada -se la toma en un sentido general
y total- y no se consigue establecer un mecanismo que permita su medición, lo
que para la economía subjetiva resulta ser un aspecto de gran importancia, por
lo que entonces su fracaso es un fracaso de toda la teoría y de toda teoría
subjetiva.
La reformulación de la economía en 1870, revolución jevoniana o
revolución marginalista, no reconocerá ni en J. Bentham ni en J.B. Say sus
predecesores más cercanos ni en el tiempo ni en el aspecto estrictamente
teórico. Son otros los pensadores que tendrán ese privilegio hacia 1850 y
darán en sus trabajos y estudios con lo fundamental de la teoría subjetiva,
aunque sus obras no encontraran eco en razón del dominio abrumador del
enfoque clásico. que todavía tenía la economía tanto en Francia como en
Inglaterra aunque no era el caso de Alemania en la cual la escuela histórica
será soberana, no aceptando la abstracción practicada por la otra escuela
como método de conocimiento de la economía política.
Como precursores inmediatos del período que se abrirá en 1870 se
reconocen los nombres de H.H. Gossen (1810-1859); E.J. Dupuit (1804-1866) y
R. Jennings, con estos tres autores, en especial con el primero, el análisis
económico basado en el valor de uso experimenta un desarrollo decisivo y
detallado. Entre otras cosas Gossen establecerá claramente las leyes que hoy
llevan su nombre, al fundamentar el valor en la "utilidad del último átomo"
(utilidad marginal); la ley de saturación de las necesidades y la ley de
compensación de las utilidades
Pero además, Gossen, intentará una explicación del proceso de cambio
sobre la base de la teoría del valor subjetiva, afirmando o sosteniendo que este
es posible entre dos personas en la medida en que cada una de ellas obtiene
más valor por lo que recibe que por lo que da (!), que es la misma
argumentación que ya había establecido Condillac como condición para el
cambio de productos, en su obra "El Comercio y el Gobierno" de 1776.
Lo nuevo en Gossen consiste en que finalmente el cambio será cambio
de equivalentes en la medida en que el último átomo del bien recibido por
cada una de las personas intervinientes les genere a ambas un valor igual,
esto es, en la medida en que cada uno reciba una igual utilidad marginal por el
producto obtenido, que es al mismo tiempo el máximo de valor recibido por
ambos. Sería lo mismo decir, por ejemplo, que cambiando valores
equivalentes, o sea, cantidades matemáticamente iguales, ambos obtienen
más, esto es, matemáticamente desiguales.
Digamos que Gossen, con mucha "modestia", considera que así como
Copérnico logró explicar las relaciones entre los planetas en el universo, él lo
había logrado en la explicación de las relaciones entre los hombres. De aquí la
muletilla que es posible encontrar hoy en todos los textos, de que la economía
subjetiva produjo una "revolución copernicana" en economía, pues puso el
centro explicativo no en el producto sino en la interioridad subjetiva de los
participantes en el proceso de cambio.
Los cimientos que construye Gossen son los mismos que treinta años
más tarde, encontraran una aceptación general y rápida en la economía
académica y que pueden resumirse de la siguiente manera: 1) la noción de
utilidad es naturaleza subjetiva y está asociada a bienes y necesidades; 2) la
utilidad como base del valor de los bienes no es la utilidad total sino la que
corresponde a la última unidad de un bien cualquiera (marginal); 3) que esta
utilidad marginal es medible, y 4) que el cambio de productos es un cambio de
utilidades en el margen, determinante de la equivalencia de valores
mercantiles.
Todo lo anterior es otra manera de decir que en adelante es el valor de
uso la base explicativa del valor, y por lo mismo de los precios relativos (valor
de cambio) y de todo el proceso de cambio mismo. La inversión "copernicana"
como la suele llamar la economía académica se había consumado, sólo faltaba
desarrollarla con algunos refinamientos técnicos y extenderla al mundo todo de
la economía política. Y es, precisamente, lo que hará la generación de 1870 a
partir de la obra de W.S.Jevons, quien redescubre, amplía y profundiza todo lo
referente al problema del valor y las principales categorías económicas. Con él
nace oficialmente la utilidad cardinal como base explicativa central de
todo el universo económico en su expresión neoclásica. Con este acto
nace también de hecho la escuela neoclásica.

I.4. Los desarrollos analíticos de la utilidad


La formulación más antigua sobre la utilidad es la de la utilidad aditiva,
dado un bien Xi y una cifra Ui correspondiente a una cantidad de utilidad,
entonces Ui (Xi) de utilidades sumadas dan una
n

utilidad total UX 1 , .. .. , X n =

¿

1
¿U i X 
i
1.

Esta concepción de la utilidad fue dejado a una lado, entre otras cosas
porque asi tratada se vió que no existía relaciones entre las utilidades de los
restantes bienes; cada bien tenía su utilidad independientemente del resto. Fue
reemplazada por la hipótesis de una función "cardinal" de utilidad.

a) El desarrollo cardinal de la Utilidad.

Dos son los aspectos principales a tener en cuenta en el enfoque


cardinalista de la utilidad y que se sostienen lógica y metodológicamente en
los cuatro puntos anteriores que se han mencionado en el parágrafo
precedente: 1) una base psicológica de la utilidad; y 2) el problema de la
utilidad marginal como un quántum de mercancías que el consumidor adquiere
para satisfacer sus necesidades.
Sobre el primer aspecto, hubo autores que le dieron a la hipótesis
psicológica una derivación hedonista, mientras que otros la rechazaron pero
manteniendo la hipótesis básica. Con relación al segundo aspecto, las
opiniones se dividieron entre quienes admitían la posibilidad de una medición
directa de la utilidad marginal y quienes la negaron, enfatizando que la única
forma de llegar a una medición era indirecta sólo factible de realizarla sobre
la base de los precios y el ingreso: en definitiva sobre el dinero. Pero ambos
aspectos generales caracterizan este enfoque, el de medición y de psicología.
Las opiniones divergentes van a dar lugar a la constitución de dos
corrientes. Por un lado la escuela austríaca sustentada en la psicología y
sosteniendo la posibilidad de una medición directa por parte de las
estimaciones personales de los consumidores en el momento de la adquisición
de los bienes; esta corriente usa la abstracción como método en el análisis y
exposición de sus resultados y de este modo la reivindica ante otras corrientes
que la habían desestimado.
Por otro lado, la que podríamos llamar corriente inglesa, que se
caracteriza por la búsqueda de una solución matemática para la medición
indirecta de la utilidad marginal, retomando la consideración de Gossen y
perfeccionando su función lineal de utilidad. Sobre esta última corriente, en
definitiva, se hará todo el desarrollo actual de la economía, puesto que la
austríaca no alcanzó el éxito por falta de una exposición matemática de sus
estudios, aún cuando desde el punto de vista de la Teoría la nueva concepción
se basa en ella.Si bien hay quienes como G. Stigler, consideran que, por
ejemplo, la sustancia de la teoría en manos de Wieser y de Bohm-Bawerk se
deterioró (Cfr. "Historia del Pensamiento Económico" Ateneo, 1979, p. 53).

El primer representante de la nueva corriente inglesa es William Stanley


Jevons, quien aporta tres concepciones fundamentales para la microeconomía
académica que aún hoy la caracterizan aunque con otros matices y desarrollos:
1) la visión según la cual el análisis microestructural es previo y básico
para el análisis macroestructural. Para él este último es sólo una
prolongación del primero, ya que Jevons sostenía que "...las leyes
teóricamente verdaderas en el caso de los individuos, son prácticamente
verdaderas para el caso más amplio de los grupos" (Cfr. Theory); 2) la
utilización del lenguaje matemático para la demostración de los teoremas e
hipótesis planteados por la economía. Jevons dirá "Me parece que nuestra
ciencia debe ser matemática sencillamente porque trata de cantidades.
Siempre que las cosas sean mayores o menores en magnitud, las leyes y
relaciones deben ser de naturaleza matemática" (Cfr. Theory, p. 4, edición
Londres 1871); y 3) el equilibrio del mercado es una consecuencia del
equilibrio de cambio entre dos personas, cada una poseedora de un
producto, y a su vez resultado del equilibrio psicológico a que conduce la
satisfacción individual de la tendencia al placer.
Pero Jevons realiza además otros aportes que se refieren a aspectos de
distinta importancia, algunos de los cuales la economía académica los superará
rápidamente disminuyendo su alcance para la teoría. Por ejemplo el
confesado hedonismo de su análisis. Como partidario de Jeremy Bentham
afirmaba que "...una verdadera teoría económica no lograría tal rango si no
remontara su investigación hasta los grandes resortes de la acción humana: los
sentimientos de placer y de dolor" (Cfr. Brief account of general mathematical
theory of political economy, Londres 1862).
Además jevons incursiona en el orígen o fuente del valor que él localiza
en la utilidad marginal y que tendría dos dimensiones, una cuantitativa y otra
cualitativa o intensiva. La primera dimensión correspondería a un stock o masa
de bienes y la segunda hace referencia a la satisfacción causada por la última
unidad del bien consumido (grado final de utilidad).
El carácter introspectivo de la utilidad es otra de las investigaciones que
realiza Jevons afirmando al respecto que "...es una cualidad abstracta por la
cual un objeto sirve as nuestros fines y adopta el carácter de mercancía.
Siempre que pueda producir placer o prevenir el dolor, podrá ser considerada
como utilidad (...) aunque la utilidad es una cualidad de las cosas no le
es inherente. Mas adecuado sería describirla como un estado de las cosas
que surge en relación con las necesidades del hombre" (Theory).
En cuanto al problema de la medición de la utilidad, Jevons rechaza que
esta sea factible "nunca se ha hecho en ninguna instancia un intento por
comparar la cantidad de sensaciones que alberga la psiquis de un ser humano
con la de otro. Y no veo los medios posibles para realizar esta comparación"
(Theory). Luego atenuó esta posición e intentó adoptar el dinero como una
posible medida, pero será Marshall el encargado de desarrollar esta posibilidad
años después.
La ecuación de cambio que adopta Jevons es la siguiente:

U x * Δ X = W y * Δ Y 

Lo que significa un equilibrio de las utilidades obtenidas y cedidas que


adquiere finalmente la expresión:

U  x Y
=
W Y  X
Finalmente la función de utilidad, que había adquirido en Gossen un
carácter lineal:

U  X = K + a 1∗X 1 −b 1∗ X 1 2  a 2∗X 2−b 2∗ X 2 2 . .

y que Jevons expresa como una sumatoria de utilidades de cada bien por
separado:

U = V 1∗ X 1 = V 2∗ X 2 =. . .. = V n∗ X n 

En esta etapa que Jevons inaugura, puede sostenerse que el análisis del
valor como problema central de la economía política, es desplazado por el de la
medición de la utilidad y teniendo el consumidor como base de la demanda,
cosa esta que se cumplirá acabadamente en la obra posterior de Alfred
Marshall.
Precisamente con la obra de Marshall se crea el campo de las ideas
generales que dominará como un dato común de la moderna teoría académica,
y que son entre otras: la teoría del consumidor, el excedente del consumidor,
la noción de elasticidad, las curvas de demanda y oferta, precio de equilibrio,
etc.
El marginalismo como nueva interpretación de los objetivos de la
Economía Política había propuesto una completa revisión de esta para
enfrentar a Marx; tal como dice Joan Robinson: "Hacia fines del siglo XIX, el
foco del conflicto social se había desplazado del antagonismo del capitalista y
el terrateniente a la oposición de los trabajadores con los capitalistas. El miedo
o el horror suscitados por la obra de Marx, se vieron exacerbados por el efecto
que en toda Europa produjo la Comuna de París de 1871. Las doctrinas que
sugerían conflictos ya no eran deseables. Las teorías que distraían la atención,
apartándola del antagonismo de clases alcanzaba una buena acogida" (Cfr. J.
Robinson - J. Eatwell, "Introducción a la Economía Moderna", F.C.E., 1976 p.
54).
Marshall, como economista, será una expresión ecléctica de este cuadro
objetivo de la situación social europea y en especial inglesa de esa época. A él
le corresponderá, mejor que a ninguno, dar remate a las nuevas ideas, cosa
que logrará de la siguiente manera.
Primeramente realizará el perfeccionamiento de la estructura teórica
principal en sus conceptos y métodos. En segundo lugar logrará un
refinamiento del aparato analítico sobre todo en el instrumental matemático y
en los supuestos del análisis que en su formulación primera fueron muy
restrictivos. En tercer lugar, realizó una exposición de la economía por medio
del Tratado sistemático (Principles). Los principios teóricos básicos sobre los
cuales se sustentaba el análisis económico disminuyen en su importancia y
profundidad, adquiriéndolo en su lugar el desarrollo de temas menores con un
enorme virtuosismo en el detalle. Y finalmente el consumidor, su conducta y
sus preferencias personales adquieren categoría de axioma indiscutible.
Alfred Marshall, se constituirá en el pilar más poderoso de toda la
economía neoclásica y en el punto de referencia obligado en la formación
académica y en el tratamiento de los problemas de la economía capitalista. A
tal punto llegó esto que, por ejemplo John Maynard Keynes dirá respecto del
problema del valor que "la estéril controversia producida por la oscuridad de
Ricardo y su repercusión en Jevons acerca de los papeles que representan la
demanda y el costo de producción en la determinación del valor , quedó
definitivamente esclarecida. Después de Marshall no quedó nada por decir... la
idea general que sirve de fundamento a la proposición que sostiene que el
valor se fija en el punto de equilibrio de la oferta y la demanda fue desarrollada
y ampliada hasta descubrir todo un sistema de Copernico, conforme con el cual
todos los elementos del universo económico se mantienen en sus lugares por
contrapeso mutuo y acción recíproca" (Véase "Obras Escogidas de A. Marshall",
Introducción de J.M.Keynes, p. LV. F.C.E.).
Y en parte fue así. Marshall aceptó y generalizó el concepto de utilidad
marginal como subyacente en la teoría explicativa de la demanda, pero
rechazó el problema planteado por su medición que le venía de Jevons.
Marshall afirmaba que "no se puede insistir demasiado en que medir
directamente o per se los deseos o la satisfacción que resulta de verlos
cumplidos, es imposible sino inconcebible" (Principles), por lo tanto recurrió al
dinero como una medida no de los deseos sino del móvil de la acción
para satisfacerlos.
Es, pues, con la labor de A. Marshall que se consuma la definitiva
sustitución del análisis del valor como categoría principal de la economía
política por la de la determinación de los precios en el mercado. Para
Marshall valor y precio serán sinónimos. Combinará una explicación de la
productividad marginal de la oferta, basada en la noción de "espera" del
capitalista y la de desutilidad (utilidad negativa) del trabajo para el obrero con
la de la utilidad marginal de la demanda. Ambos factores al actuar
determinaban el precio (valor) de equilibrio: "la teoría general del equilibrio de
la demanda y de la oferta -dirá en sus Principles- es una idea fundamental
que atraviesa las estructuras de las diversas partes del problema central de la
distribución y el cambio".
En realidad, y a pesar de lo manifestado por Keynes, el problema del
valor y de la utilidad seguirá persiguiendo a la economía académica como
preocupación permanente. Si bien es cierto que los principales representantes
de la "nueva" economía aceptaron el principio marginal como idea central,
discreparon con el estilo de las escuelas rivales por el lugar que concedían a la
matemática y en la cuestión de la utilidad como magnitud intensiva, cardinal y
su medición.
La imposibilidad de medirla originará la corriente de tratar el principio de
la utilidad marginal sólo como una magnitud de comparación de bienes y no
de cantidades jerárquicas de ellos, esto es, tomar las utilidades como una
función que refleje escalas de preferencias, "órdenes" diferentes de elecciones
individuales dentro de un conjunto de bienes por parte del consumidor. Nacerá
así el enfoque ordinal de la utilidad, sobre la que finalmente se apoyara la
teoría moderna de la demanda.

b) Desarrollo ordinal de la utilidad.

El desarrollo de esta etapa de la teoría subjetiva del valor esta asociada


principalmente a dos nombres importantes: Vilfredo Pareto (1848-1923) y John
R. Hicks, quienes aportarán un cúmulo de novedades. Ambos apuntarán a
eliminar los supuestos más "fuertes" que volvían vulnerable a la teoría de la
utilidad marginal:
1) Eliminan los supuestos "hedonistas", introspectivos, de la utilidad. Por
supuesto esto no significa que se suprima el carácter subjetivo de la misma,
que permanece siempre como un axioma indisputable.
2) Eliminan la noción de utilidad como una magnitud medible de
sensaciones de satisfacción. Pareto dirá enfáticamente: "muéstreseme una
utilidad o satisfacción que sea tres veces mayor otra" como argumento
impugnatorio (Ver Joseph A. Schumpeter, "Historia del Análisis Económico"
F.C.E. vol. II. p. 242).
3) Logran construir una técnica de análisis basada en la capacidad del
consumidor para establecer comparaciones de las satisfacciones obtenidas
merced a la adquisición de líneas o series de bienes sin necesidad de recurrir a
su medición en sentido intensivo. A tal efecto construyen representaciones
gráficas de bienes indiferentes en cuanto a su combinación pero que
igualmente cumplen su función de satisfacción: son las tan conocidas hoy
"curvas de indiferencia" que se pueden observar en el gráfico siguiente.
GRAFICO.
Cualquier combinación en la curva Nº 1 dará una similar satisfacción OY1
y OX1 es igual en satisfacción a OY2 y OX2, pero el consumidor "prefiere",
"elige" una de ellas. Para poder obtener una cantidad mayor de satisfacción, el
consumidor debería dejar la curva Nº 1 y trasladarse a la Nº 2, en la cual
nuevamente cualquier combinación de los dos bienes satisfará en un nivel
más elevado sus necesidades.
4) Queda establecida la formulación de la función "ordinal" de utilidad.
5) Logran un perfeccionamiento analítico de la teoría del consumidor como
base explicativa de la teoría de la demanda e implícitamente de la del valor.
Vilfredo Pareto es quien inicia hacia comienzos de este siglo este
enfoque y en tal sentido es el constructor de los fundamentos de la teoría
moderna de la demanda. Sostendrá que lo importante consiste en fundar la
conducta del consumidor en elecciones de preferenciales de más o menos
cantidades de bienes y no en cuanto más? o en cuanto menos?, tal como se
expresaba en los planteos anteriores del cardinalismo. De allí que él sugiera
que cualquiera de las dos combinaciones de bienes (pan y manteca, vino y
naranjas, zapatos y carne, etc.) debe ser considerada en una de las tres
siguientes relaciones:
pan > manteca, o bien x0 < x1
pan < manteca, o bien x0 < x1
pan = manteca, o bien x0 = x1
y que utilice una función U= F [ ϕ 6 (x1...xn )] en donde ϕ 7 es solo un
índice de utilidad, y por lo mismo no hace referencia a su supuesto carácter
"medible". La teoría sostendrá ahora que el consumidor lo que hace es llevar a
un máximo de satisfacción esta función o bien que maximiza la función de
utilidad.
Este planteamiento del problema lo desarrollarán considerablemente
R.G.D. Allen y J.R. Hicks, en especial este último , hasta lograr una completa
eliminación de todo aire cardinalista de la utilidad: "...debemos llevar a cabo
una purga y rechazar todos los conceptos afectados de utilidad cuantitativa,
para sustituirlos, en la medida que sea preciso, por conceptos que no tengan
tal implicación" (J.R.Hicks "Valor y Capital" F.C.E. 1968, p. 13), ya que Pareto a
pesar de todo "...continuó usando conceptos derivados del primitivo grupo de
ideas" (idem p. 12).
Hicks realizará dos tareas analíticas sobre el tema: a) suprime la noción
misma de utilidad marginal como concepto operatorio y la reemplaza por la de
tasa marginal de sustitución, y b) suprime la noción de utilidad marginal
decreciente, que se halla detrás del concepto mismo de utilidad marginal, por
el de tasa marginal decreciente de sustitución.
De este modo hace su entrada oficial para el análisis de la economía
académica, un instrumento que se presenta como nuevo y de un alcance más
general que los que se utilizaban hasta ese momento: el de una pura lógica
de la elección."Lo que empieza como un análisis de la elección del
consumidor entre bienes de consumo, culmina como una teoría de la elección
económica en general. Tenemos a la vista un principio unificador de toda la
economía". (Hicks, ibidem p. 19).
A esta altura del desarrollo teórico e histórico de la economía académica
es posible hacer una azorada comprobación: el concepto de valor de uso ha
desaparecido explícitamente como base analítica del neoclasicismo.
Toda referencia a éste ha quedado sepultada bajo una descomunal montaña
de análisis matemáticos minuciosos, erigidos en supuestos dogmáticos, que
tomados como puntos de partida para la comprensión de la economía, no
pueden criticarse porque aparecen con la fuerza de la obviedad en la literatura
económica, han adquirido de este modo el carácter de doctrina de escuela
cuya refutación torna en hereje a quien lo intente. El resumen de estos
supuestos doctrinales, mostrado en un cuadro sinóptico, es el siguiente: de
sujeto: el individuo y su psicología; de objeto: la demanda, los precios e
Supuestos ingreso del consumidor; de unidad de estudio: el consumidor:
bienes,necesidades, satisfacciones, e utilidad; de comportamiento: a) libre
eleccion de bienes; b) racionalidad del consumidor; y c)
maximización de la utilidad.
La idea básica, de la cual partiera la economía académica hacia fines del
siglo XIX, queda en los hechos relegada y en la actualidad apenas si figura
como referencia de sus orígenes históricos. Lo que obtuvo este enfoque
finalmente fue la eliminación del concepto que revolucionó la economía
académica: el de utilidad marginal.
Lo anterior quedó completado con la reformulación del problema
analítico realizada por Paul Anthony Samuelson, con su investigación sobre el
tema y su teoría de la preferencia revelada, que se pasa a exponer.

c) Teoría de la preferencia revelada.

Es esta la exposición ordinalista más moderna de la teoría neoclásica; la


novedad que aporta consiste en un tratamiento de la doctrina tradicional
sobre el tema desde un ángulo que intenta evitar la utilización de
restricciones fuertes en los supuestos de análisis que siempre presentan los
desarrollos anteriores, ya sea marshallianos o hicksianos, y que vuelven
altamente arbitraria e irreal la concepción toda.
En el análisis de Samuelson ("Fundamentos del análisis económico"
Aguilar, cap. V; y en "Preferencia revelada y función de utilidad" , Económica,
17 Nº 66, 1950), 1) se soslaya la utilidad marginal por ser una magnitud
inobservable, por tanto no pasible de medición alguna; más aún, se deja a un
lado el problema de su existencia para la economía y, con mayor precisión, se
descarta la utilidad por innecesaria, puesto que no es un concepto operativo
para la teoría; 2) no se formulan hipótesis sobre preferencias, saturaciones o
necesidades, y 3) sólo se establecen hipótesis de comportamiento del
consumidor, cuya condición tácita es la "racionalidad" en el mercado. Estas
hipótesis son dos y se formulan como axiomas: axioma 1, ante cualquier
conjunto de alternativas sobre bienes, el consumidor "elige". Axioma 2. Si se
elige X0 entre un conjunto de alternativas en el que se encuentra también X1
(X0 ¿ 8X1), entonces X1 no puede en ningún caso presentarse ("revelarse") como
preferible a X0.
Se produce una violación del axioma 2 si el consumidor elige X0
pudiendo elegir X1 (el consumidor reveló una preferencia por X0 sobre X1) y
si eligiese X1 pudiendo hacerlo por X0 (Cfr.John Green, Alianza 1982, 2da. EDIC.
P. 132).
No se encuentran aquí las conocidas restricciones sobre la convexidad
de las curvas del análisis de Hicks y que aún son usuales en la enseñanza
académica. Como se puede ver, en este enfoque de Samuelson se eliminan
tantas exigencias "internas" al análisis que finalmente culmina en una
deliberada reflexión de axiomatizar la teoría del consumidor y de la demanda;
es una búsqueda de axiomatizar la conducta observable en el mercado por el
consumidor, mediante la inequívoca señal de la elección hecha. Dicho de otro
modo lo que Samuelson habría logrado es deducir las elecciones del
consumidor y derivar, a partir de sus compras, su curva de indiferencia.
De manera que en adelante la teoría moderna de la demanda del
consumidor bajo la exposición de la preferencia revelada se asienta en los
siguientes supuestos: 1) constancia en los gustos de los consumidores
durante el período bajo análisis; 2) Coherencia o consistencia (el llamado
postulado de la consistencia), esto es, no habrá cambios en la elección hecha,
y 3) Transitividad, o sea que si se prefiere X a Y e Y a Z, entonces X se
prefiere a Z.
Todo rastro sobre el valor ha quedado borrado. Pero de esta manera
también ha quedado borrado el cometido principal que la misma teoría
económica se había impuesto: explicar los precios por el análisis del
consumidor y su conducta demandante, o al menos la parte que le
corresponde junto al otro factor que es la oferta.
Es esta verdaderamente la consumación definitiva de una Teoría sin
valor. Razón le asiste a Joan Robinson cuando afirma que el intento de
encontrar una base empírica para la teoría de la demanda de los consumidores
en la preferencia revelada fracasa porque "...este concepto no expresa mas
que la idea de que puede observarse que los consumidores compran lo que
puede observarse que compran" (!) (J. Robinson y J. Eatwell, "Introducción a la
economía moderna" F.C.E. 1976 p. 256).
Y una posición parecida es factible encontrar en Maurice H. Dobb,
cuando afirma que "...la determinación de los precios en las preferencias de los
consumidores, según se registran en los fenómenos observados en el
mercado...se reduce a decir que las cosas se venden a ciertos precios porque
los consumidores las compran a esos precios... al menos la teoría de la utilidad
decía concretamente algo más sustancial... pero ahora ¿qué nos ha quedado
como no sea una explicación de una proporción de cambio, el acto de cambio
en su aspecto de compra?" (Cfr. "Tendencias en la moderna teoría económica"
en Filosofía del futuro, Cia. Gral de Ediciones, México, 1951, p.440).
De modo que hoy, luego de un largo periplo histórico-analítico, con
relación al tema que estamos considerando, la economía académica ha
evadido totalmente la solución del planteo esencial del valor por un
estudio superespecializado, empirista y pretendidamente
axiomatizado del consumidor, los precios y el mercado, mediante un
método que es el desenlace histórico de la antigua introspección psicológica,
sustituida luego por una lógica de la elección y ahora reemplazada por una
simplificación axiomática concebida como estrictamente rigurosa del
comportamiento de un agente en el proceso de producción global.

d) Teoría moderna de la utilidad.

Todavía cabe una última mención sobre el desarrollo de la teoría de la


utilidad marginal. Se considera que ésta ha tenido un desarrollo más avanzado
que el experimentado bajo los análisis de Samuelson pero a partir de sus
logros. Es la que se denomina Teoría de la utilidad bajo incertidumbre y que
considera que abarca elecciones que la teoría tradicional no alcanzaba a
explicar y no podía hacerlo por los supuestos en los que se basaba, sobre todo
su apego estricto al principio de la utilidad marginal decreciente.
Hay comportamientos tales que implican elecciones en los que los
consumidores se moverían en una curva de utilidad total que al principio
aumenta a una tasa decreciente, con lo cual la utilidad marginal desciende, y
luego se produce un proceso inverso, porque la utilidad se eleva a una tasa
creciente por lo tanto la utilidad marginal sube. En este tipo de ejemplo lo que
esta teoría sostiene es que los demandantes maximizan la utilidad esperada
más que la utilidad.
Este planteo reverdeció la opinión de algunos economistas de que fuera
posible retomar la función de utilidad cardinal y por lo mismo de la posibilidad
de obtener técnicas de medición de la misma a partir de la hipótesis de un
comportamiento "racional".
Dado a) U(X1) y U(X2) como niveles de utilidad combinadas, que se le
presentan a un consumidor éste debe decidir ante la posesión segura pero
alternativa de dos combinaciones de bienes específicos, X1 y X2 y si, b) p es
una fracción real positiva tal que, c) el consumidor se encuentra ante la
alternativa de poseer X1 con la probabilidad p y la alternativa de poseer X2 con
la probabilidad (1 - p), concibe ambas igualmente deseables, entonces:

U  x 1  1-p
=
U  x2  p

Una vez admitido lo anterior, se debería aceptar evidentemente el hecho


de que la comparación cardinal de las utilidades es una operación realizable.
Esta es la posición de Jacob Marschak (Cfr. "Comportamiento racional,
perspectivas inciertas y utilidad medible", Econométrica, vol. 18, 1950, pp.
111-141) que Leontieff comenta en su conferencia del 28 de diciembre de
1953 ante la "American Mathematical Society" (Cfr. "Essais d'economiques",
Calmann-Levy, 1974, pp.90-91).
Aunque el mismo Leontief manifiesta sus dudas porque para llegar a
esta conclusión sería necesario introducir una nueva combinación de bienes X
acompañada de una probabilidad q que haga o vuelva racional al consumidor
sin sombras de dudas, lo cual le hace decir si "en este caso como en muchos
otros del mismo tipo, el economista debería estar en condiciones de decidir si
su rol es el de dar una explicación positiva de los hechos obervados o
establecer reglas normativas de un comportamiento llamado "razonable" y
desprender sus implicaciones lógicas" (Ibidem p.91)
Pero de acuerdo con la concepción más reciente de la teoría del
consumidor, la demanda podría explicarse mediante un refinamiento
sorprendente. Los consumidores demandarían bienes por sus propiedades o
características específicas para satisfacer necesidades también de tal
naturaleza y no por el bien mismo como tal y esa es, se afirma la fuente de la
utilidad. Por ejemplo cuando se demanda azúcar lo que el consumidor en rigor
está requiriendo es su propiedad de endulzar y no azúcar como tal, siendo esa
la propiedad sobre la que descansa la utilidad. Esta posición, analizada desde
un punto de vista teórico, parecería volver a la concepción de los clásicos de la
Economía Política respecto del valor de uso por lo que, de ser así, se saldría
completamente de la esfera subjetiva de la microeconomía neoclásica,
independientemente de la importancia que pudiera tener como complemento o
desarrollo técnico en la teoría de la demanda.
Al final de todo este recorrido descriptivo de la teoría subjetiva del valor,
podemos rescatar ya la presentación que hace la microeconomía y cuya
síntesis hemos expuesto en I.1. con todos sus elementos, factores e hipótesis
de análisis que, interrelacionados, constituyen el andamiaje principal del
microanálisis neoclásico, cuyas raices se hunden en Alfred Marshall en la
intención teórica y en Leon M.E.Walras en cuanto a método e instrumental
matemático de exposición.

I.5. La productividad marginal

En el proceso de su evolución otro problema de gran magnitud surgió


con el planteo de la utilidad marginal para la teoría subjetiva del valor. Fue el
del valor de los bienes de producción, puesto que la doctrina estaba
fundamentalmente asentada en dar una explicación de los bienes de consumo
final, o sea de aquellos que satisfacen de modo directo las necesidades más
perentorias (alimentos, vestimenta, etc.).
Pero ¿cómo se determina el valor de aquellos bienes que se aplican a
producir los bienes de consumo, o sea de aquellos que no se consumen sino
que se usan en el proceso de producción (los llamados bienes de capital)?
Para que la doctrina tuviera coherencia la utilidad marginal debía
también extenderse a estos bienes, de lo contrario toda la construcción
hubiera sido inútil. Y esto se hizo bajo la consideración de que tales bienes
satisfacen indirectamente las necesidades por lo cual, entonces, les
corresponde también un valor indirecto, consecuencia de su rendimiento ya
que su finalidad última es la de producir bienes de consumo.
Fue esta posición la que hizo surgir el llamado problema de la
"zurechnung" (imputación), que consistió en hallar la forma de derivar el valor
de los bienes de producción a partir de la cooperación de los factores de todos
ellos (Tierra, trabajo y capital) en la producción de los bienes finales de
consumo, por lo que en definitiva había que encontrar cómo en el valor de
cada bien de consumo habría de distribuírse o repartirse entre los diversos
factores cooperantes.
La escuela austríaca, en cuyo seno había surgido, fue la que se abocó a
la resolución de este problema y formuló tres respuestas diferentes de acuerdo
con cada uno de los representantes más destacados: Menger, elaboró la
concepción de la ausencia o carencia de un factor de producción para
investigar de qué manera esto afectaría los resultados de la producción y
básicamente la del rendimiento que le corresponde; Bohm-Bawerk elaboró la
tesis de la sustitución, partiendo de los bienes complementarios y
diferenciándolos entre partes sustituíbles e insustituíbles tomados por grupos;
y finalmente Wieser, quien afirmaba que el método de la imputación debe
arrancar del rendimiento óptimo y no de uno menor de un factor de
producción, de modo que la tesis destaca que lo decisivo para el valor no es la
ausencia o carencia sino el empleo de un bien y su eficiencia.
Todas estas tesis de los austríacos no fructificaron y como dice
Schumpeter sus autores exploraron callejones sin salida aun cuando
barruntaron con sus ideas la noción de productividad marginal (Véase "Historia
del análisis económico", F.C.E. 1975, tomo II, pp.138-140). La elaboración de
una teoría de la productividad marginal como gemela de la teoría de la utilidad
marginal, sería obra de otros autores y con mayor éxito.
En rigor el principio de la productividad marginal tiene una historia
anterior a la revolución marginalista del siglo XIX. A.R.J. Turgot de un modo
primitivo pero inequívoco ya lo había formulado en el siglo anterior en sus
"Observations sur une memoire de M. Saint Péravy" (1767) al sostener, en
oposición a la opinión dominante de los fisiócratas, que es un error la creencia
de que la productividad de la tierra es ilimitada, ya que hay un máximo que es
imposible de superar por lo que continuar más allá de él cada aumento en los
gastos de cultivo será cada vez menos productivo. Esta observación de Turgot
constituyó el punto de partida moderno de la productividad marginal
decreciente.
Pero fueron John B. Clark y P.H. Wicksteed quienes yendo más allá de la
formulación hecha por Turgot para la agricultura, extendieron el principio a
todos los factores de la producción y con ello estructuraron una concepción
que abarcaba no sólo el problema de la valoración de los bienes sino al mismo
tiempo el de la asignación de recursos y de la distribución del ingreso, y al
hacerlo se pusieron de línea directa con la obra realizada por A. Marshall quien
en sus Principles quien había trabajado ya con la productividad marginal, el
costo marginal y el ingreso marginal.
De este modo quedaría conformada la doctrina sobre los demandantes
empresarios, es decir compradores de bienes que mediante su elaboración
con los medios productivos pasan a convertirse en oferentes de los bienes
finales. Solo que ahora ya no será útil basarse en la utilidad marginal del
demandante final, sino cambiando tal noción subjetiva y abstracta por la,
supuestamente, objetiva y concreta de productividad, se deberá razonar en
base al nuevo principio de productividad marginal decreciente.
Con este enfoque es que aparece en toda la literatura académica
expuesta la denominada Teoría del productor o también Teoría de la
oferta. A éste ya no le interesa una apreciación subjetiva de los bienes a
adquirir sino una medida concreta de la cantidad de mercancías que puede
fabricar, lo que le impondrá el primer problema a resolver: el de la
combinación óptima de los factores productivos. Como cada factor le
presentará diferentes escalas de precios posibles, deberá igualar las
productividades marginales ponderadas de los bienes a adquirir y servicios a
contratar para invertir en su fábrica. Esta sería la Función de producción en
la que se debe mover el productor.
A partir de este concepto surgen toda una batería de otros basados en
él. Productividad total: cantidad total de mercancías producidas por unidad de
tiempo por el conjunto de los factores productivos (tierra, trabajo, capital);
productividad media: producto total dividido por las unidades de factor
empleado;productividad marginal: cantidad de mercancías producida con el
uso de la última unidad del respectivo factor agregada por el productor;
productividad marginal ponderada: relación de la productividad marginal con
los respectivos precios del factor que se emplea en la producción.
Simultáneamente aparecen, en sentido inverso a los anteriores
conceptos, los de costo total; costo medio y costo marginal, por medio de
los cuales se estará en condiciones de llegar al concepto de equilibrio del
productor que consiste en la igualdad del costo marginal con el precio de
mercado que marcará la dimensión óptima de la empresa y la producción.
De la misma manera que hicimos para el caso de la teoría de la
demanda, puede hacerse ahora para el del productor la explicitación de su
base analítica más general: de sujeto: el empresario y sus decisones; de
objeto: la oferta (bienes combinación de Supuestos factores); de estudio: la
empresa (costos-beneficios); de comportamiento: 1) libre movilidad de
recursos; 2) racionalidad del empresario; 3)
maximización de las ganancias.
Las dos hojas de la famosa tijera de Marshall han quedado elaboradas,
oferta y demanda se equilibran en los mercados, el precio oficia de referencia
reguladora, y en términos de teoría de la distribución cada factor productivo
interviniente recibe la remuneración justa a su participación en el proceso
global de producción.
Es preciso recordar que luego del demoledor ataque teórico realizado
por la escuela de Cambridge, sobre todo a partir de la obra de Piero Sraffa,
sobre la teoría del capital y su rol en la teoría neoclásica de la distribución que
logró demostrar su inconsistencia lógica y la total imposibilidad de la
pretensión de sus defensores de alcanzar una "medición" del capital en razón
de la carencia de un preciso concepto del capital, también esta parte de la
microeconomía ha quedado suspendida en el aire y con ello priva de sentido
teórico a la función de producción macroeconómica y de justificación
económica a la ganancia capitalista.
Joan Robinson decía que los economistas "neo-neoclásicos no sabían que
la teoría neoclásica no había resuelto el problema de las ganancias sobre el
valor del capital. El resultado es que han consttruido una gigantesca estructura
de teoremas matemáticos sobre una base inexistente. Hace poco, Paul
Samuelson tuvo la candidez de admitir que su sistema carece de una base
firme, pero ello no impide que signa fluyendo los teoremas.
"¿Cómo se explica? ¿Cómo es posible que personas tan inteligentes e
instruidas se comprometan en una postura insostenible? Tal vez la teoría neo-
neoclásica resulte aceptable porque parece aportar la justificación del sistema
de la ganancia que deseaban hallar los antiguos neoclásicos. Renueva la
justificación del laissez-faire: lo que es rentable bien está. Nadie debe
interferir con los hombres de negocios, éstos saben siempre cuál es la mejor
solución... La teoría ortodoxa ha vuelto a caer en el sopor del que tuvo que
despertar en los años treinta, se ha entregado otra vez a sus sueños de
equilibrio" (Conferencia de 1968 en el University College, Londres. Publicada en
Australian Economic Papers, 1969. Cfr. J. Robinson "Contribuciones a la
teoría económica moderna", Siglo XXI, 1979, p.221).

II-RESUMEN Y CONCLUSIONES SOBRE EL ANALISIS SUBJETIVO.

II.1. Del análisis del valor a la teoría del mercado.

Como ha podido comprobarse en la exposición de la evolución de la


teoría subjetiva del valor, ésta se desarrolló según varias etapas históricas, que
pueden resumirse teniendo en cuenta su estructuración lógica, tal como ha
quedado finalmente establecida y se difunde en los textos más usuales de
microeconomía.
A grandes rasgos, y desde el punto de vista antes mencionado, la teoría
en sus principios conceptuales y desarrollos analíticos puede ser considerada
de la siguiente manera: 1) El valor de las mercancías se hace depender no del
trabajo sino de la utilidad. Se produce , de este modo, un desplazamiento del
análisis desde el valor de cambio hacia el valor de uso, haciendo descansar
aquél en éste; 2) El valor de uso es concebido como idéntico a utilidad y ésta,
a su vez, nace de la aptitud general de los bienes (noción que reemplaza al
concepto mercancía) para satisfacer las necesidades humanas; 3) La noción de
utilidad, como principio central y regulador del proceso analítico y de la
realidad, no es una magnitud genérica y total, sino específica y diferencial, que
a su vez reposa en la "estimación subjetiva" de los consumidores; 4) El valor
de cambio se lo concibe como una mera expresión del cambio de cantidades
de valores de uso, esto es, de utilidades marginales; 5) El proceso de cambio
según lo anterior se convierte en "ley" de derivación marginal de la demanda,
por tanto de uno de los dos factores componentes del mercado y su equilibrio.
La imposibilidad de obtener una medición de la utilidad marginal, llevó a
una ulterior concepción: 6) Las preferencias y las curvas de indiferencia
paretianas primero, y la tasa marginal decreciente de sustitución de Hicks,
eliminan la noción de utilidad marginal en la explicación de la demanda; 7) Los
desarrollos analíticos posteriores de Samuelson, Marschak, lo hacen sobre la
base alcanzada y apuntan a una pura lógica de la elección en la teoría de la
demanda.
En adelante: 8) El análisis del mercado y del equilibrio se convierten en
el objetivo central de la explicación económica en sus aspectos parcial y
general, por tanto los precios, su determinación empírica, ocupan el lugar del
análisis del valor. El examen se realiza sin recurrir ya a la utilidad marginal, ni
necesidades, ni gustos, ni preferencias, sólo "lo dado", "lo observable"
empíricamente en la demanda manifiesta del consumidor al realizar sus
compras es lo importante: esa es su conducta "positiva" y allí reside el fondo
del problema; así ya no habría lugar para teorías ni consideraciones
"ontológicas" sobre el valor y la mercancía serán los precios, su determinación
empírica, su equilibrio en el mercado, los que ocuparán el lugar del análisis del
valor. Claro es que de este modo queda también suprimida la famosa utilidad
porque como dice Schumpeter, con Samuelson "ha quedado probado en forma
convincente que el concepto de utilidad es superfluo para la teoría de los
valores de equilibrio" (Cfr. "History" cit. tomo II p.247).
Por el lado de la oferta: 9) la introducción de la noción de productividad
marginal para la explicación de los bienes de producción, heterogénea a la de
utilidad, muestra patentemente una inmensa incongruencia lógica de la
concepción microeconómica. Esta se presenta hoy como la reunión de dos
partes independientes en lo conceptual, con nociones diferentes, carente en
consecuencia de un principio teórico unificador. Sólo el recurrir a la técnica del
margen parece dotarla de un sentido unitario pero es sólo una pantalla
expositiva y no teórica. El instrumental matemático nunca puede reemplazar la
elaboración de una teoría, precisamente es la forma de exponerla más
claramente pero jamás su sustituto.
Tal es el desarrollo histórico y lógico del procedimiento por el cual,
entonces, se llega a la construcción microanalítica ("microeconómica")
realizada por la escuela neoclásica como base explicativa general de los
fenómenos económicos; como se puede apreciar de esta manera se suprime el
análisis del problema del valor de las mercancías.
Mientras que la teoría del valor apuntaba a la búsqueda de una explicación
rigurosa de las formas de desarrollo mercantil en su etapa capitalista y la
expresión característica que adopta la transacción de mercancías, la economía
académica toma estas transacciones bajo la rúbrica de mercado, como unidad
estática de análisis y como rasgo general de cualquier economía que se
conciba como "racional". De este modo, la economía académica, partiendo de
un cambio de objeto de investigación de la teoría del valor, llegó a cambiar
también el método y los objetivos de la economía toda como disciplina, al
menos hasta la aparición de la obra de Keynes, de la cual afirman los
neoclásicos abrió el capítulo macroeconómico pero no destronó a la
microeconomía.
En Leon M.E.Walras es en quien se puede apreciar todo lo anteriormente
expuesto con mayor claridad. El fundador de la escuela matemática
desarrollará su análisis de la economía basado en el estudio del mercado
dividido en tres etapas sucesivas.
La primera de ellas contendrá el análisis del sistema de utilidades y
de las cantidades poseídas. El cambio es concebido como una expresión
directa del trueque de valores de uso en su determinación marginal ("rareté")
de utilidad. La segunda etapa es la de la elaboración de curvas de
demanda teóricas: el consumidor es la base de la demanda e influye de
modo determinante en el mercado al buscar el equilibrio de las utilidades
marginales y los precios. Y la tercera etapa consiste en la determinación
analítica de los precios y de su equilibrio: consumidor, precios, bienes, y
cantidades son los datos para la formulación de un sistema de ecuaciones que
deben expresar el proceso último y fundamental de la economía.
Para Walras, pues, "dadas las cantidades de mercancías (poseídas por
los cambistas y sus utilidades respectivas) hay que formular el sistema de
ecuaciones del cual los precios de las mercancías son sus raices" ("Teoría
matemática de la riqueza social" Lausana 1883, p. 9).
Este procedimiento de método es el que encontrará finalmente, junto al
trabajo efectuado por Marshall, una exposición moderna de la economía
académica en la cual, como ya se ha visto, no encontramos la utilidad como
base de una teoría del valor y mas aún ya no es posible encontrar teoría
del valor alguna.
Todo descansa en una confusión empírica entre precio y valor: el precio
es el valor; el primero es el objeto principal, el segundo es una mera palabra
reducida al submundo de la "metafísica" de la economía, que todavía
practican, afirman los economistas académicos, quienes se han quedado en el
análisis cardinal y marxista del problema, sin reconocer los avances modernos
de la preferencia revelada y su tratamiento lógico-axiomático, que es a su vez
el punto de desarrollo de las teorías más actuales de la incertidumbre y de las
características o propiedades de los bienes.
Quizás ahora estemos en condiciones de entender por qué la economía
académica debuta por un análisis de la demanda y lo que esto significa
(aunque bien podría hacerlo por la teoría del productor sin que provocara daño
teórico alguno) y también pueda explicarse el por qué de ciertas "osadías"
actuales en algunos de sus representantes, tales como presentar la teoría de la
demanda bajo el capítulo de Teoría del valor, como lo hace por ejemplo Denis
H. Robertson en sus "Lecciones sobre los principios de la economía", Edit.
Tecnos, 1961)
Hay que decir, para ser justos, que la denominada escuela de Cambridge
inglesa, que desciende de Marshall, mantuvo una actitud relativamente crítica
ante las expresiones más radicalmente abstractas y matematizantes, que
anidó sólidamente en la escuela americana por intermedio de Walras y John
Bates Clark, la que borró directa y completamente toda consideración del
problema del valor. Pero en ambas escuelas, explícita o implícitamente, la
confusión es la misma.

II.2.El precio es el valor.

Sir Denis H. Robertson, alto exponente junto con Joan Robinson y Piero
Sraffa de la Universidad de Cambridge de economía, en la obra de texto antes
mencionada, en su capítulo IV, aborda la cuestión del valor, que considera de
primordial importancia, pues lo que busca es explicar "las fuerzas que
determinan la composición de la renta nacional"; para ello "construirá" una
teoría del valor "...que resultara luminosa para estudiar otros problemas (p.48).
¿ Cómo define Robertson la categoría de valor?.
Del siguiente modo: 1) "valor de un bien en términos de otro es la
cantidad del segundo que se entrega o se obtiene por una unidad del primero;
por ejemplo el numero de kilos de manteca que puede ser cambiado por una
tonelada de términos" (p.49); 2) El valor de un bien en términos de dinero se
denomina su precio...y por ahora podemos considerar el precio de un bien
como medida de su valor en términos de los bienes en general, de modo que
los conceptos de valor y de precio son términos intercambiables (!)
Entonces, una teoría del valor es un intento de explicar las fuerzas que
determinan el valor de un bien en términos de los otros bienes, que
suponemos para nuestros fines, que es idéntico a su valor en términos de
dinero" (valor es igual a precios relativos) idem. p. cit. 3) Pero pocas líneas
más adelante nos alecciona: "comencemos por una afirmación repetida hasta
el hastío: el valor de un bien es un mercado depende de la oferta y la
demanda" (?)( ibid. p. 50).
Tratemos de rescatar solo la concepción esencial del problema. Esto es
la de identificar valor con precio, olvidando el resto. Este enfoque es general
en la economía académica y subyace como un dogma bíblico ya que
sustenta todo análisis del problema. En rigor, esta confusión lamentable, no es
nueva ni caracteriza ya el neoclasicismo, es posible rastrearla en sus orígenes
en el siglo pasado e inmediatamente después del trabajo teórico realizado por
Ricardo.
Fue Samuel Bailey, quien reaccionando vehementemente contra la
teoría ricardiana del valor, planteó esta identificación, junto con otra idea que
tendría un exito mayor todavía a-posteriori en los autores ya vistos: la de que
el valor "es la estima en la cual se tiene a cualquier objeto. Significa,
hablando en propiedad, que es un efecto producido sobre la mente";
es el enfoque "psíquico" del valor como se ve ("Disertación crítica de la
naturaleza, medida y causas del valor, con especial referencia a los escritos del
Sr. Ricardo y sus epígonos", 1825, p. 180 - Cfr. M.H.Dobb "Teoría del valor y la
distribución desde Smith" Edit. Siglo XXI, p. 115).
Respecto del valor y del precio Bailey dirá: "el poder expresar el valor de
las mercancías, no tiene nada que ver con la constancia de sus valores ni si se
compara unas con otras, ni si se comparan con el medio de cambio utilizado. El
poder comparar estas expresiones de valor entre si no tiene nada que ver
tampoco. Que A valga 4 B o 6 B o incluso que C valga 8 B o 12 B, son estas
circunstancias que no cambian el poder expresar el valor de A en C y en B y
por cierto no cambia nada el poder comparar el valor de A y de C una vez que
ésta es expresada...medir el valor es lo mismo que expresarlo... de modo que
muy bien podemos pasar sin saber qué es el valor".
Sobre esta confusión entre valor y precio, entre precio y las funciones
del dinero, es decir, entre el concepto mismo de valor y las formas de su
desarrollo en la mercancía en el proceso de cambio, descansa hoy toda la
construcción teórica, para decirlo de algún modo, de la economía académica
hasta en sus refinamientos más recientes.
Toda la corriente marginalista, desde sus inicios en los mencionados tres
fundadores y sus antecedentes hasta la actualidad en el análisis de Samuelson,
pasando por el enfoque cardinalista y el ordinalista, basan su desarrollo
analítico en exactamente la misma incomprensión que ya manifestara S.
Bailey, aunque en él sea vean todavía atisbos de un tratamiento sobre el
antiguo carril ricardiano y se refiera a planteos sobre el valor y su expresión
que, en definitiva, siguen siendo el fondo del problema conceptual más
importante para toda la economía política como ciencia.

III.-CRÍTICAS A LA TEORÍA SUBJETIVA DEL VALOR.

III.1. Dos caminos de la crítica.

El marginalismo como tendencia principal de la economía burguesa y de


su teoría subjetiva del valor no se impuso en su propio terreno sin reparos,
obstáculos y polémicas críticas. Hubo países en los que surgieron corrientes y
pensadores que le opusieron fuertes resistencias, y esto en razón de que en
esos ámbitos predominaban doctrinas tradicionales tanto en la teoría como en
la enseñanza. En Francia, por ejemplo, o el caso más claro de Alemania en la
cual imperaba soberanamente la escuela histórica y las tradiciones
cameralistas.
En Inglaterra Alfred Marshall manifestó una actitud prudente ante la
"revolución jevoniana" y tendió siempre a la conciliación entre lo antiguo (esto
es, Ricardo) y lo novedoso, o sea, la idea de la utilidad marginal; todo sus
sistema demuestra con elocuencia el resultado ambivalente que alcanzó. A
esta "nueva economía" se le hicieron muchos reproches por sus hipótesis, sus
métodos y sus desarrollos explicativos simplistas, psicológicos y estáticos.
Las críticas que surgirán se elaborarán siguiendo dos caminos. Uno que
puede denominarse "interno" a la nueva teoría de la utilidad marginal, y que
consistió en lo esencial en una tarea que fue sumando exámenes e
investigaciones en la búsqueda de una construcción más general y
coherente de la teoría misma y el otro camino de carácter "externo" a ella,
aunque dentro del cuerpo mismo de la economía burguesa no académica.
En rigor, puede considerarse que quienes transitaron por el primer
camino perfeccionaron la corriente y sus instrumentos analíticos, mientras que
quienes lo hicieron por el segundo, la condenaron casi sin atenuantes, aunque
es verdad que nunca alcanzaron a materializar una alternativa teórica que la
derrotara y la sustituyera en la escena económica.

III.2. Críticas "externas" a la economía académica.

En lo fundamental los economistas y pensadores que elaboraron este


tipo de críticas lo hicieron centrando sus análisis en los métodos y nociones a-
priori que utilizó y aún utiliza la economía académica para sus explicaciones de
los fenómenos económicos del capitalismo. Puede afirmarse incluso que las
críticas realizadas están referidas a los aspectos sociológicos de la
metodología académica. Dos fueron las principales: el universalismo de
Othmar Spann y el institucionalismo de Thorstein Veblen.

a) El universalismo.

Othmar Spann atacará la nueva teoría económica desde tres ángulos: 1)


el de los supuestos teóricos del análisis; 2) el de sus desarrollos analíticos y 3)
el de la exposición técnica. En lo que
hace al primer punto, rechazará enérgicamente los razonamientos que
descansan en el valor de uso subjetivo. Para él la utilidad no es el
fundamento del valor porque esta noción supone una posición netamente
individualista, cuando en realidad el valor depende de la importancia estimada
no para el individuo, sino para la sociedad, para la economía en su conjunto;
además la llamada ley de satisfacción decreciente de las necesidades carece
de una validez general, a pesar de lo que sostienen los economistas adeptos
de la corriente marginalista.
Para Spann solo tiene una validez restringida pues,"en principio, no tiene
en cuenta que ciertos bienes son complementarios unos de otros, de modo que
el deseo que se tiene de alguno de ellos crece a medida que puede disponerse
de una mayor cantidad de los otros. Olvida que ciertas necesidades no son
susceptibles de una satisfacción parcial y que hay que considerarlas como un
todo...Es falsa para ciertos bienes que no son útiles sino cuando son adquiridos
en cantidades suficientemente grandes o en los cuales el deseo crece a
medida que se poseen más... para los bienes espirituales no hay saciedad, de
manera que se los busca más cuando más se posee ya de cierta cantidad. Para
los "bienes de producción" finalmente la ley de Gossen no funcionaría. Cuanto
más utilice el productor, más oportunidad tendrá de acrecentar su beneficio:
los desea, pues, cada vez más". (Véase Emil James "Historia del pensamiento
económico del siglo XX" F.C.E. 1974, p. 96).

Con relación al punto 2) Spann censuró el método "subjetivo" del análisis


que desembocó más en una psicología que en una economía social. La
pretensión de elaborar una teoría a partir de observaciones sobre el
comportamiento individual y generalizarlas como exactamente igual para los
grupos carece de validez. Ni los grupos, ni las instituciones, obedecen a leyes
individuales de conducta; los móviles para ellos son absolutamente diferentes.
Esta posición de Spann no es otra cosa que una decidida impugnación del
procedimiento microanalítico que adoptó la economía neoclásica.
Y, en cuanto al punto 3), Spann condenó la utilización de la exposición
matemática, fundándose en dos razones: a) las necesidades son
cuantitativamente inconmensurables, y b) no existen modificaciones aisladas
de cantidades; cuando se altera una, se producen alteraciones en otras, (si hay
modificación de oferta es porque se ha modificado el volumen de producción,
ligado a su vez al aumento o disminución del ingreso, etc.). Esto sería igual que
impugnar la matemática en el terreno del valor y los precios como una
herramienta estéril.

b) El institucionalismo
La teoría de la utilidad marginal como base del valor de las mercancías
y de la economía, recibió también una dura crítica en manos de T. Veblen. El
fue el fundador de la que posteriormente seria la corriente llamada
institucional a instancias de los estudios veblenianos como por ejemplo R.
Commons y W.H. Hamilton.
Veblen focalizó sus críticas en los siguientes puntos: 1) la psicología
hedonista del marginalismo; 2) el dogma del equilibrio automático de la
economía y 3) la institución de la propiedad privada no tenida en cuenta por el
marginalismo.
A Veblen la concepción hedonista del marginalismo con su construcción
de un abstracto "homo oeconomicus" le parecía un ridículo mecanicismo
analítico que se apoyaba en una falsa psicología "Según la concepción
hedonista del marginalismo, el hombre es un calculador general de los placeres
y de las penas que, como una especie de glóbulo homogéneo, hecho de deseo
y de felicidad, oscila bajo el impulso de estimulantes que lo pasean por todas
partes, aunque sin deformarlo. No tiene pasado ni futuro. Es un hecho humano
aislado, inmutable, en equilibrio estable, salvo bajo el contragolpe de ciertas
fuerzas actuantes que lo desplazan en un sentido o en otro" (Véase E.James,
op.cit. p . 101).
Con respecto al punto 2) Veblen consideraba que los supuestos
mecanismos reguladores del mercado hacia un equilibrio, no se fundaban en
absoluto en ninguna comprobación empírica de espontánea marcha hacia ese
punto. Esto era, según afirmaba, un articulo de pura creencia dogmática como
la "mano invisible" de Smith. Y en cuanto al último punto, Veblen sostuvo de
modo categórico que la ciencia económica debía tener como punto central de
su análisis, el nacimiento y desarrollo histórico de la institución de la propiedad
privada, porque de ella se derivan todas las demás actividades económicas.
De hecho, Veblen no realizó críticas "técnicas" al marginalismo, sino de
naturaleza global a los puntos de partida "sociológicos". No fue un pensador
sistemático y su influencia real en la economía y en las polémicas teóricas fue
escasa cuando no directamente nula en su país: fue un heterodoxo y su
virulenta crítica de la propiedad privada lo hizo en su país y fuera de él
"indigerible" para la economía académica y lo es aún hoy.

III.3. Críticas "internas" a la economía académica.

Este tipo de críticas apunta a aspectos de índole gnoseológica, ya que


hacen referencia al inicio del conocimiento científico y teórico de la economía y
en especial a la utilidad como punto de apoyo de la teoría subjetiva del valor.
Las críticas también aquí adoptan dos formas: una sugiere como lo único
verdaderamente importante, el enfoque de las funciones de demanda tomada
como un dato empírico. Esta será en definitiva la tendencia que plasmará en el
desarrollo "ordinalista" de la utilidad en su versión actual, aunque por otros
derroteros analíticos. La otra revestirá una modalidad crítica de la primera.

a) Crítica de toda teoría del valor.

Gustav Cassel, economista sueco, considera como totalmente


innecesaria cualquier teoría del valor para la economía, por cuanto este
concepto en su opinión es ambiguo. La pretensión de la teoría marginal de
"medir" las sensaciones de satisfacción solo lleva a la construcción de una
ficción inaplicable para la ciencia económica. Lo que importa para una correcta
interpretación y derivación de las funciones de demanda, como base de una
teoría de los precios, es si esta puede, precisamente, partir de ellos sin
referencia a "teoría" alguna.
Además y de hecho, dirá Cassel, el único denominador común para las
estimaciones subjetivas, para los juicios sobre el valor, solo lo brinda el dinero,
de modo que el análisis puede partir de los precios, ya que los valores se
expresan como precios, por lo que puede sustituirse aquellos por éstos, es
decir, las mediciones en valor subjetivo por mediciones en dinero. Cassel
renuncia, pues, a toda teoría del valor, porque sólo basta en su opinión con una
teoría de los precios. Cassel,
con más precisión, rechazará la utilidad marginal sosteniendo dos críticas: 1)
la de que es posible construir o utilizar funciones de demanda directamente,
sin necesidad de apelar a la utilidad como concepto subyacente. Dirá que "el
elemento subjetivo que tratamos de aislar es la relación entre valoración y
factores externos (ingreso y precios). Con objeto de descubrir esta relación,
debemos dejar que varíen los factores externos, luego, el valor que el individuo
atribuye al bien de que se trate, también variará.Este valor es, por tanto,
una función de los valores externos (subrayado por mi F.H.A.) y en esta
relación funcional tenemos la expresión completa y pura del elemento
subjetivo, es decir, de la naturaleza del individuo en tanto él afecta la
formación de los precios".
Y 2) la de que la teoría de la utilidad marginal contiene ciertos errores,
como los siguientes: a) exige una unidad mensurable de utilidad que nadie ha
definido; b) impone una irreal divisibilidad de productos y de funciones de
utilidad; c) lleva innecesariamente a establecer comparaciones interpersonales
de utilidad, y d) se sostiene en el supuesto de que la utilidad marginal del
dinero es constante. (Véase G.J.Stigler "Historia del pensamiento económico"
Ateneo 1979, p.78).
De manera que para Cassel la teoría de la utilidad marginal como base
de una teoría del valor es completamente superflua, o sea, para la finalidad de
obtener funciones de demanda era absolutamente inoperativa, puesto que no
agregaba nada a la naturaleza de estas funciones. Como se puede apreciar,
una vez más, el valor es el precio en este análisis, y más aún, la categoría de
valor incluso en su versión subjetiva carece de "operacionalidad" por lo tanto lo
único que interesa es el precio. Hay que partir de él y nada más. Así esto
aparece como un enorme y enredado paralogismo.
Otro economista que rechazó toda teoría del valor fue Enrico Barone.
Coincidiendo con la posición de Cassel, él no veía ventaja alguna en la
utilización de supuestos sobre utilidad y valor, e hizo descansar su análisis en
una consideración que suponía directamente empírica de la demanda "no hay
necesidad de recurrir a conceptos de utilidad o grado final de utilidad u otros
parecidos; ni tampoco es preciso apelar al concepto de Pareto sobre la curva
de indiferencia... los gustos de los distintos individuos. A este respecto, no
haremos suposiciones ni interrogaciones preliminares, limitándonos
sencillamente a suponer el hecho de que, para toda una serie dada de precios
de producción y servicios productivos, todo individuo reparte de cierta manera
(por motivos en los cuales no incursionaremos) entre consumo y ahorro del
ingreso de sus servicios, por lo cual, para una serie dada de precios, el
individuo formula ciertas demandas y ciertas ofertas. Estas cantidades
demandadas y ofrecidas, varían cuando varían las series de precios. De este
modo nos desembarazamos de toda concepción metafísica o sutil de la utilidad
y de las funciones de indiferencia y confiamos solamente en la autenticidad de
un hecho" (Ver Stigler op.cit. p. 79).
Esta posición de Barone puede ser considerada la hipótesis más lejana y
clara, aunque él no la desarrollara detalladamente, de la hoy moderna teoría
de la preferencia revelada de Samuelson que ya se ha visto y del llamado
postulado de la coherencia.
Cabe mencionar ahora, otra vertiente de estas posiciones de una
economía sin teoría del valor. Es la representada por la escuela de Cambridge,
en particular J. Robinson y J.M.Keynes, para quienes todas las disputas sobre la
teoría del valor son puras disquisiciones metafísicas sobre una "palabra". Que
valor es un término "vacío, carente de relevancia operativa y técnica para la
disciplina". Ambos economistas sostienen el predominio del precio como
categoría principal para el análisis y la necesidad de una teoría para la
explicación de su origen y comportamiento en el mercado; todo lo que se diga
sobre el valor esta demás. Para J. Robinson también la utilidad se reveló como
una entidad metafisica.

b) Crítica de los cardinalistas a los ordinalistas.

Las elaboraciones críticas de la orientación o corriente cardinalista de la


economía académica surgieron como una reacción a los desarrollos y trabajos
efectuados por Vilfredo Pareto y John R. Hicks, críticando los afanes por
"perfeccionar" la teoría sobre nuevas bases.
Los primeros ataques consistieron en la realización de una revisión de la
idea de curvas de indiferencia y de los supuestos hipotéticos en los que
descansa: la eliminación de la noción de utilidad marginal y, al mismo tiempo,
del problema de la mensurabilidad.
La construcción de las "curvas de indiferencia", se señaló, no se basa en
absoluto en ninguna "evidencia empírica" como lo pretendió Pareto, sino que
es, ni mas ni menos, que una ficción o modelo experimental que arranca en su
análisis de suposiciones inductivas respecto de una infinita serie de actos
individuales realizados por infinitos consumidores "eligiendo" sobre series no
menos infinitas de combinaciones de bienes.
En rigor, entonces, como concretamente esto no es lo que se ha hecho
ni lo que sucede en el mundo real, las curvas no son empíricas sino hipotéticas,
no es algo "comprobado" sino algo a demostrar.
Además, a lo anterior afirman los cardinalistas, se agrega otro supuesto
subrepticio consistente en la sustituibilidad general de los bienes para la
satisfacción de las necesidades, lo que en el proceso real no sucede
frecuentemente, y el caso de los bienes complementarios queda totalmente
excluido del horizonte analítico.
Por otra parte, la finalidad del ordinalismo de eliminar las valoraciones
psicológicas de manera directa e independiente de las utilidades por parte del
consumidor, sustituyéndolas por la mecánica de la "elección" de canasta de
bienes de igual satisfacción, dado que no existe técnica posible de medición de
lo cualitativo, se enfrenta a la cuestión de que, sin embargo presupone que el
consumidor esta en condiciones de expresar o dar como resultado un reflejo
cuantitativo objetivo sobre los bienes, o sea que el consumidor "...puede dar
una expresión cuantitativa a todas las variaciones de sus sensaciones respecto
de la utilidad, lo que es y sigue siendo una ficción de cuantificación de lo
cualitativo" (Véase G. Stavenhagen "Historia de las teorías económicas" Ateneo
p. 281).
Hans Mayer y Gisbert Ritting llevaron a cabo esta tarea crítica hacia
mediados de los años cincuenta de este siglo.
Queda además la circunstancia de que, contra lo que piensan y
sostienen los ordinalistas, en ningún momento se desprenden ellos de la
noción de utilidad marginal: la sustitución de la utilidad marginal como
magnitud absoluta por una "lógica de la elección" deja siempre oculta la
consideración de a) la existencia de una estimación subjetiva de la utilidad, y
b) que el criterio de esta estimación es independiente de los precios e ingreso,
cosas que en el análisis técnico entran después pero que en la realidad
aparecen con antelación.
Con relación a este último problema los cardinalistas reprochan a los
ordinalistas que si el consumidor "prefiere" o "elige" canastas o combinaciones
diferentes de bienes, esto solo es posible si existe previamente un sistema,
técnica o mecanismo de medición de las intensidades de satisfacción que hace
factible precisamente la consumación de la elección, el inclinarse por "esta"
combinación y no por la "otra", lo que por añadidura permitiría la realización de
un análisis matemático de la cuestión.
Esto significaría, por tanto, admitir el hecho que niegan: la utilidad
marginal es medible y congruentemente constituye la base de la
"elección". Ahora bien, si tal medida no existiese, si la utilidad no reuniera los
requisitos antes examinados, esto no sería sino reconocer que se está ante una
magnitud no conmensurable, que no es pasible de medición, y por lo mismo no
podría proporcionar ninguna base racional para realizar operaciones de
cuantificación matemática ni tampoco podría sostener todo el andamiaje de las
curvas de indiferencia.
¿Tiene sentido, entonces, construir todo un complejo edificio analítico
matemático sobre la "lógica de la elección" como lo hace Hicks, Samuelson y
otros ordinalistas? Como se ve continúan los cardinalistas, no es posible dejar a
un lado la noción de utilidad marginal y el problema de su medición; cuando se
lo hace, como lo hacen los ordinalistas, a pesar de todo su arsenal de
refinamientos metódicos, en realidad lo que hacen es evadir la cuestión, pero
no se la resuelve (Ver P. Nikitin "Teorías del valor" Edic. Cultura popular,
México 1975, p. 147 y ss.).

c) Algunas dudas recientes.

Y esto es precisamente lo que ha sido detectado por algunos


economistas, por ejemplo, T.C. Koopmans quien, refiriéndose a los trabajos
metodológicos de Milton Friedman y Lionel Robbins, a los que considera
insatisfactorios, afirma "la conclusión que se impone es que la economía como
disciplina científica se encuentra todavía en el aire".
Por su parte Robert Heilbroner en su libro "Entre capitalismo y socialismo"
(Alianza edit. 1972) confiesa sus dudas sobre algunos de los términos más
convencionales sobre los que se asienta la economía académica, sin reparar en
su significado verdadero, afirmando "qué es exactamente lo que
maximizamos? Si contestamos que es la "utilidad" -ese engañoso eter de la
economía- pronto nos asalta el pensamiento de la insensatez". Y añade
además, nuevas dudas sobre los argumentos apriorísticos, como la escasez en
la naturaleza o la lógica de la elección, de que hace uso contínuo la economía
académica dando por supuesto un tipo de economía o sociedad que es lo que
se debería críticar.
El mismo Heilbroner, en una reciente contribución aparecida en "Social
Research" (vol. 50, Nº 2, 1983) se refiere en el parágrafo sobre el valor de uso,
a las debilidades de la teoría de la utilidad como a una moneda corriente en la
ciencia económica, debilidades que son básicamente de tres tipos: a) la
primera debilidad es la que crea "el postulado de un equilibrio general... y a
como un universo de participantes se moverá hacia semejante punto de
apoyo", b) la segunda la presenta Heilbroner como de naturaleza conceptual
"¿cómo una constelación de individuos sobre los cuales nadie sabe nada, pero
de quienes se describe su utilidad y su propensión a la optimización, es
suficiente para determinar un equilibrio general?", y c) la tercera debilidad
consiste en que las expectativas de los productores están dadas más por los
beneficios que por las satisfacciones del consumo.
Heilbroner se pregunta luego ¿por qué un enfoque sobre el valor tan
claramente inadecuado se sigue sosteniendo por los economistas
contemporáneos? y dice que serían dos las razones de tal situación: 1) en los
hechos, eludiría el problema del valor por una teoría del costo de producción
que explicaría los precios, y 2) porque evita las molestas consideraciones de
"los conflictos de clase y la cooperación como problema fundamental del orden
social, poniendo en su lugar una concepción del orden de la sociedad como
resultado de luchas individuales por lograr el placer y evitar el dolor, en un
ambiente de escasez".
No está demás decir que en buena medida estas críticas y dudas son
certeras. La utilidad en su carácter subjetivo planteó problemas teóricos que la
economía académica no alcanzó a resolver adecuadamente. Parece indudable
que si la economía académica burguesa no podido solucionar
satisfactoriamente el problema presentado por la utilidad y la productividad
bajo una teoría coherente, y si además no ha hallado el modo de vincular los
dos niveles en que se divide: microeconomía y macroeconomía, toda ella tal
como esta edificada se encuentra erigida sobre cimientos muy inseguros y
débiles estructuras conceptuales, que la condenan a la inconsistencia lógica
y a la infecundidad científica, que debería obligar a sus representantes a
una autocrítica rigurosa so pena de quedar reducida al dogma y a la
apologética, camino este último que parece ser el finalmente adoptado y que
es lo que percibe Heilbroner.
Jacques Attali y Marc Guillaume son contundentes manifiestan que "la
microeconomía es el núcleo abstracto y formal de la teoría económica...su
desarrollo ha sido facilitado por la sencillez de sus modelos iniciales; en ellos se
supone que cada agente tenderá a maximizar un indicador de función de sus
acciones, bajo restricciones limitativas... Dado que la maximización de una
función bajo ciertas restricciones es un problema matemático clásico, los
diversos métodos disponibles han favorecido el avance de la formalización y
han conducido a versiones cada vez más abstractas de la teoría del equilibrio
general. Sin embargo las nuevas versiones no amplían el campo de dicha
teoría ni contribuyen tampoco a situarla sobre hipótesis más realistas; al
contrario, continúan limitándose a la explicación de las interrelaciones entre
dos agentes: las empresas y las economías domésticas, sin fundamento
conceptual alguno" (subrayado mío F.H.A.) (J.Attali y M. Guillaume, "El
antieconómico", Labor 1976, pp.47-48.

IV.- LA CRITICA MARXIANA.

Habremos de referirnos ahora a la que quizás sea la crítica más profunda


de la economía política. Es la efectuada por Carlos Marx, cuya exposición y
desarrollos respecto de la denominada "teoría del valor" la lleva a cabo sobre
bases objetivas. La que se conoce como corriente objetiva de la teoría del
valor, esta unívoca e intrínsecamente relacionada con el trabajo como la base
del valor de las mercancías, por ello se la conoce en la literatura económica
como la teoría del valor-trabajo y que se inicia con autores que son los
fundadores de la teoría clásica: William Petty, Adam Smith, David Ricardo,
siendo su culminación histórica y lógica Marx.
Las diferencias, a pesar de esta base común, no son pocas en crítica,
método y profundidad analítica. Así v.gr. en Petty todo lo referente a la
cuestión del valor, si bien claramente fundado este en el trabajo, presenta
características que los desarrollos mostrarán como rudimentarios; en Smith no
es posible hallar una teoría del valor sino hasta tres; en Ricardo desaparece
esta vacilación analítica de Smith para anclarse firmemente en la categoría del
trabajo y el análisis del valor fundamentalmente en su expresión relativa. Marx
representa una continuación y al mismo tiempo una ruptura respecto del
carácter objetivo del valor, ruptura por su referencia al espacio teórico y al
método analítico críticamente elaborado.
IV.1. El tratamiento del valor en el análisis de Marx.

El marginalismo, en la parte técnica de su exposición sobre el tema del


valor, adopta dos formulaciones según convalide la utilidad como categoría de
base del valor de las mercancías o bien la rechace, reduciéndola en su faz
explícita al menos a la consideración del valor de uso. Ellas son: 1) El cambio
de "bienes" basado en la utilidad "marginal", cuya presentación es en Jevons o
Walras permuta de cantidades x A = y B; esta sería en síntesis la formulación
implícita; 2) Rechaza la utilidad, que arranca directamente del precio, por
tanto de la también implícita formulacion x A = y Dinero.
En el primer caso la igualdad se refiere al cambio directo de
mercancías; en el segundo sería la expresión dineraria del cambio ya
generalizado, que bajo la formación capitalista alcanza su más pleno
desarrollo.
Ya vimos con anterioridad, cuales son los presupuestos analíticos que
conscientemente constituyen la base o el respaldo de tal procedimiento
analítico. Lo que se deberá tener en cuenta ahora son los que podríamos
llamar supuestos reales de la investigación, puesto que en verdad de lo
que se trata es de dar con una explicación de las relaciones y procesos de la
moderna sociedad del capital por lo que no puede soslayarse el camino de
examinar en detalle categorías tales como mercancía, cambio, precio, dinero,
etc.
En rigor, desde un punto de vista analítico el examen crítico de aquellas
categorías aparece como ineludible, a menos que quisiéramos caer en el
dislate de referirnos a otra sociedad y por tanto a otros problemas a resolver.
De manera que las explicaciones rigurosas que esclarezcan todos los
desarrollos han de apuntar a la sociedad de economía capitalista, es decir al
modo de producción del capital. Este es el universo analítico sustancial que
constituye la estructura conceptual dentro de la cual se desenvolverá la lógica
de la investigación científica.
Saber entonces, cuáles son los elementos característicos, específicos, de
esta forma productiva social hace a la consistencia de toda la labor de la
crítica económica como condición previa y esencial. Para decirlo de otro modo,
no se trata aquí de una "economía de cambio" en general que adopta
"naturalmente" la forma de permutas cuantitativas de productos y que
también "naturalmente" usa el dinero como medio para "facilitar" las
transacciones. Es este uno de los errores mayúsculos de la teoría económica
burguesa actual y en particular de la microeconomía.

a) Las premisas del análisis.

Marx no parte en su análisis ni de x A = y B, ni x A = y dinero, de modo


directo e inmediato. Establece claramente las premisas histórico-reales
para el análisis que realizará cuando dice que se propone investigar la
mercancía como forma elemental de la riqueza en la que domina el modo de
producción capitalista. Tales premisas son: 1) Supresión del comunismo
natural, o sea formas antiguas de sociedades; 2) Supresión de modos
de producción preburgueses tales como esclavismo, feudalismo, etc; 3) La
mercancía comprendida como forma que adopta el producto del trabajo en la
economía mercantil; 4) La mercancía como un producto inmediato de
trabajo, pero no de consumo inmediato; 5) La mercancía como resultado del
proceso de trabajo de productores independientes, esto es dueños de sus
medios de producción e instrumentos de trabajo; 6) Los productores
independientes producen pero NO acumulan en el sentido capitalista. Su
producción es para el cambio, pero con el fin de satisfacer necesidades; 7) De
la premisa anterior se desprende que el proceso de trabajo esta orientado
básicamente hacia el consumo y no hacia la producción masiva de mercancías
para un mercado anónimo.
A partir de estas premisas arrancará Marx con la investigación del
desarrollo de la forma mercancía que por sucesivas transformaciones
-metamorfosis la llamará Marx- culminará en el dinero. Pero hay que advertir la
importancia del punto 3), que pocas veces se lo tiene concientemente en
cuenta al tratar el tema tanto por parte de los adeptos de Marx como por sus
detractores.
La delimitación analítica de la mercancía que hace Marx en el inicio de
su obra fundamental El Capital, no es un capricho ni una arbitrariedad de
método. La mercancía en su concepción es la encarnación del trabajo de
manera especifica. ¿Qué significa esto? Veámoslo.
Todos los sistemas sociales; todas las sociedades económicas basan su
sostén y desarrollo como tales, en el trabajo de sus miembros constituyentes,
tanto desde las primitivas hasta las más avanzadas, desde la horda hasta el
socialismo. El trabajo es la condición de toda susbsistencia, de toda vida,
no ya sólo del individuo sino del grupo íntegro, de la sociedad en su conjunto.
El trabajo es el presupuesto de toda existencia individual y social;
ejecutado concretamente por cada uno de los individuos que componen el
conjunto, se resuelve fundamentalmente como una única fuerza laboral que
sustenta la totalidad: este es su carácter social. Nadie puede existir sin los
demás, y los demás son para cada uno el grupo entero que trabaja para el.
Este carácter social del trabajo es, pues, para el análisis un presupuesto
histórico, real, que recorre y recorrerá siempre toda la historia de la humanidad
en su constante evolución.
Todo proceso de producción es de este modo desde su mismo origen
producción social, y hablar de trabajo y producción es, se sepa o no
conscientemente, suponer tal premisa. Pero hay además otra cuestión que
atañe de manera inmediata a ésta. Todo trabajo, toda producción, es
elaboración, fabricación de objetos útiles, de cosas necesarias para sostener la
vida del individuo y de la sociedad; ambos se enfrentan al producto del trabajo,
ante el resultado objetivo del proceso de producción.
Es frecuente que se piense que el término mismo de proceso de trabajo
o de producción suponga una obviedad: la de un objeto como resultado de tal
proceso. ¿Qué importancia tiene esto? La de que permanentemente se la pase
por alto en los más elegantes y refinados análisis económicos del
academicismo burgués. El producto del trabajo en su aspecto material,
tangible y consumible, no plantea absolutamente nada de extraordinario ni de
excepcional, como ya se ha dicho es lo común a todas las épocas históricas y
sociedades. ¿Pero qué ocurre cuando este "obvio" producto, resultado de la
labor social de sus miembros NO se consume inmediatamente después de su
producción? ¿Qué ocurre cuando para llegar a ser consumido debe pasar por el
cambio?.
Nos topamos aquí con una novedad aparentemente trivial pero que se
torna decisiva para el desarrollo de la investigación. Para decirlo de otra
manera, cuando la producción de valores de uso no se destina al consumo
directo, sino que llega a este por una mediación (cambio) con otros valores de
uso, ya no tenemos solo un objeto útil sino una mercancía. El producto del
trabajo ha adquirido otra figura diferente de la que sale de manos del
productor.
Puede preguntarse, sin embargo, con alguna perplejidad ¿pero no se ha
afirmado que toda producción es producción de valores de uso, de objetos
útiles? ¿qué ha cambiado si también las mercancías son valores de uso? ¡Aquí
aparece la sutileza de tal obviedad! Es cierto, toda mercancía es un valor
de uso, pero no todo valor de uso es mercancía. Toda sociedad produce
siempre valores de uso, pero históricamente no toda sociedad ha producido
mercancías como proceso central y global de su autosostenimiento económico.
Lo importante consiste aquí, como puede apreciarse, en examinar
cuidadosamente qué es lo que sucede con el producto del trabajo: ¿se
transforma o no en mercancía?.
Determinar esto con claridad analítica es lo que hace saber de qué
sociedad o tipo de producción se habla o se presupone para el proceso de
investigación y análisis. La historia enseña que las sociedades que se han
sucedido unas a otras como relevantes a posteriori de las antiguas formas en
que predominaban la propiedad y la producción común (al menos en lo que se
denomina el occidente europeo), pasaron a formas más complejas pero en las
que no obstante los productos (el producto social para hablar genéricamente)
continuaban siendo solo valores útiles no mercancías (esclavismo, feudalismo).
Pero esto no quiere significar que en estas sociedades y épocas no
existiera producción de mercancías, que, por ejemplo, no existiera el comercio,
etc. No. Afirmarlo sería violentar todos los testimonios que la historiografía
presenta de manera contundente. Esto quiere decir que la forma
fundamental de la producción social en esos sistemas no era la de
mercancías y que éstas se producían de manera marginal para el sostén del
conjunto social.
La producción de mercancías define una economía de cambio y aquellas
sociedades no eran economías de cambio sino sistemas o economías en las
cuales el producto del trabajo no excedía su carácter exclusivo de valores de
uso, es decir, fundamentalmente para el consumo directo. Se trataba de
economías naturales.
La producción de mercancías marca el nacimiento o constituye la figura
de la "economía mercantil" que en su expansión y desarrollo abarcará
paulatinamente todo el conjunto de la producción social hasta llegar a la forma
más avanzada con el surgimiento y evolución de la sociedad capitalista que es
la forma hasta hoy más acabada y desarrollada de la producción de
mercancías.
Cómo advino esta etapa mercantil de la producción social que llena todo
un período histórico en la evolución de la humanidad; cómo pudo el producto
del trabajo convertirse en mercancía como forma general de la producción y
por tanto constituirse en base de la sociedad capitalista; cómo pudo suceder
que no sólo el producto sino la fuerza de trabajo misma se transformara en
mercancía; todo esto es precisamente objeto de estudio de la economía
política, porque de allí surgen sus determinaciones conceptuales mas simples y
al mismo tiempo las mas complejas, aunque parezca contradictorio. Las mas
simples: valor, valor de cambio, mercancía, dinero; las mas complejas y que
derivan de las anteriores: capital, salario, renta, ganancia, interés, etc. Es esta
la forma de leer a Marx y su riguroso análisis.
Y es él quien nos lo dice: "Partimos de la mercancía -"de esta forma social
especifica del producto- como base y condición de la producción capitalista.
Tomamos productos "singulares y analizamos las determinaciones de forma
que "ocultan en tanto que mercancía, aquello que hace de ellas "mercancías.
Antes de la producción capitalista - en los modos "de producción anteriores-
una gran parte del producto no "entra en la circulación, ni es arrojada al
mercado, no es "producida como mercancía, ni se convierte en mercancía. "
Por otra parte en este caso, la mayoría de los "productos que entran en la
producción no es mercancía ni "entra en tanto que mercancía al proceso. La
metamorfosis de "los productos en mercancías sólo tiene lugar en ciertos
"puntos, no alcanza sino al excedente de producción, etc."o sólo alcanza a
ciertas esferas de esta ultima (productos "manufacturados), etc. Los productos
no entran en su volumen "total en el proceso como artículos de comercio, y
todo el "abanico de productos no sale como tal. Y sin embargo, el "desarrollo
del producto que se transforma en mercancía, en "circulación de mercancías,
por tanto en circulación de "dinero, en limites determinados, en consecuencia
en un "comercio desarrollado hasta cierto grado, son el presupuesto "el punto
de partida de la formación del capital y de la "producción capitalista. Tomamos
a la mercancía como ese "presupuesto, por lo que partimos de ella como del
elemento "mas simple de la producción capitalista... Es sólo sobre "la base de
esta producción que ser mercancía se convierte "en la forma general del
producto, y cuanto más se desarrolla "cada vez más los productos entran en su
proceso como "ingredientes bajo la forma de mercancía". (Karl Marx, "Teorías
de la Plusvalía" , tomo III, pp. 129-130, Ediciones Sociales 1976. Los
subrayados son de Marx F.H.A.).
Pues bien, una vez que se ha procedido a esclarecer patentemente las
premisas reales del análisis, premisas que son también de conocimiento, se
está en condiciones de pasar al peldaño superior, es decir, al examen
minucioso de la forma mercancía en su contenido y en sus desarrollos
formales, que es lo mismo que decir el producto del trabajo que reviste o se
presenta bajo la forma de mercancía. Un valor de uso que al mismo tiempo
tiene un valor y mas aún el por qué de su valor de cambio.

b) El análisis cualitativo.

Se ha hecho referencia al tratamiento del tema del valor por parte del
marginalismo, tanto antiguo como moderno. Este resuelve el valor de las
mercancías en "utilidad" y a partir de allí estudia el cambio como enajenación
de cantidades de valores de uso (o de "utilidades") apareciendo el valor como
dependiente de las estimaciones puramente subjetiva de las cantidades
marginales que se requieren para satisfacer necesidades.Así planteado el
problema, el subjetivismo desemboca inevitablemente en un dilema que hasta
ahora se le ha revelado como insoluble: si el valor de las mercancías descansa
en la utilidad subjetivamente considerada; si esto hace posible el cambio; si el
cambio se efectúa en cantidades determinadas de bienes económicos ¿cómo
se mide o cómo hacen los intervinientes en el proceso de cambio para medir lo
que cambian? ¿cuál es la unidad de medida que rige el proceso?.
La imposibilidad de resolver el problema de modo científico llevó al
subjetivismo a rechazar la utilidad y partir directamente del precio para sus
análisis, negando todo sentido critico a cualquier teoría del valor por carecer
según sus sostenedores de operatividad. Pero subyaciendo a esta imposibilidad
en la que desembocó el subjetivismo, se halla en realidad una exigencia justa
aunque este mal planteada y peor resuelta: la de hallar en el concepto de valor
como elemento determinante y primigenio, un contenido real, general y
sustancial, esto es, una cualidad característica de toda mercancía, que
por otra parte debe ser anterior a cualquier "medida", a cualquier
determinación cuantitativa.
Para decirlo de otro modo, primero se debe saber qué es lo que se
mide, ¿cantidades de qué? La respuesta a este interrogante crucial no
puede ser ¡cantidades de mercancía! ya que esto seria una mera tautología por
una parte, pero por otra significaría, en el mejor de los casos, que se toman las
mercancías como valores de uso pura y simplemente, por ejemplo, 2 mts. de
tela se cambian por 1 par de sandalias (2 mts. de tela valen 1 par de
sandalias, o bien 2 mts. de tela = 1 par de sandalias), que pasan de un
propietario a otro, o sea, cierta cantidad de productos y nada más.
Pero ¿por qué en esa cantidad y no en otra? Esta pregunta ya plantea de
inmediato la cuestión siguiente ¿qué determina el cambio en esa cantidad y no
en otra? La formulacion misma del problema obliga a ir mas allá de la mera
"obviedad" del cambio de cantidades de productos (bolsas, kilos, metros,
pares, etc.) Esta exigencia es, pues, justa pero no debe confundirse, en el
análisis, con la necesidad inmediata de un examen cuantitativo, que es lo que
hace también la economía clásica objetiva. Partir analíticamente de la faz del
cambio inmediato, sin efectuar el análisis de nivel cualitativo del valor que lo
vuelve posible, es el defecto de todo análisis de la economía burguesa en
general.
Esta será la tarea que se impondrá Marx, por ser una exigencia que
impone la realidad del desarrollo de la economía mercantil para poder explicar
su faz mas desarrollada: la formación capitalista de producción de mercancías.
Para Marx, como para toda la escuela clásica objetiva, las mercancías tienen
valor porque son productos del trabajo, la sustancia es el trabajo, o para mejor
expresarlo; el tiempo de trabajo que socialmente se ha insumido para la
producción de mercancías constituye la unidad de éstas, este es su elemento
idéntico; bajo este aspecto las mercancías son cualitativamente idénticas y
sólo se diferencian cuantitativamente.
Esto suministra la clave analítica para la solución de múltiples problemas
que se presentarán con posterioridad. El trabajo como fundamento del valor de
las mercancías es "medible", no se trata de un ente metafísico o un fantasma
huidizo, incomprensible, como es el caso de la utilidad de la escuela subjetiva.
el análisis debe reconocer previamente que las proporciones (magnitudes) en
que se cambian las mercancías, lo son de algo que es igual en todas ellas, o
sea que son magnitudes de igual contenido cualitativo (o contenido sustancial,
sin que esto signifique aludir a entidad metafórica o metafísica alguna).
Pero el razonamiento debe continuar hasta la determinación específica
de ese trabajo, independientemente de la etapa, necesaria, de su medición; y
es en esta fase que Marx supera la economía burguesa. Marx descubrirá que el
trabajo simultáneamente en su despliegue activo produce un objeto mercantil
como valor de uso y como valor, denominará al primero trabajo concreto y al
segundo trabajo abstracto (trabajo en general, trabajo social) que se mide por
la cantidad de tiempo empleado en la producción. Suministra de este modo la
clave fundamental de la comprensión global del modo capitalista de
producción y por tanto la clave decisiva para la crítica de la economía política
burguesa.
La mercancía es unidad de valor de uso y valor. Cabe decir que la
mercancía en su existencia como producto del trabajo presenta la dualidad de
ser un objeto útil, visible, apto para satisfacer necesidades y que al mismo
tiempo posee una aptitud para el cambio, aptitud o propiedad intangible pero
no por ello menos real. De manera que 1) como modo de existencia material la
mercancía es un valor de uso 2) como modo de existencia del tiempo de
trabajo es un valor y 3) como modo de existencia de un determinado quántum
del tiempo de trabajo es magnitud de valor específico, o sea, es valor de
cambio. Ahora sí el siguiente paso analítico requiere el estudio de ese
quántum de trabajo que expresa o se halla contenido en la mercancía.

c) El análisis cuantitativo.

Esta etapa del análisis consiste efectivamente en el estudio del proceso


de cambio de mercancías, o sea de las cantidades relativas de todas ellas en
su cadena contínua de intercambio; de hecho el análisis es el del valor de
cambio, que en Marx toma la denominación de forma de valor, en tanto
expresión de ese contenido común, igual, idéntico, que es el trabajo social. Las
mercancías son concebidas por Marx como partículas de trabajo general, como
fracciones del trabajo de la sociedad considerada como un todo homogéneo en
su proceso productivo.
En Marx este análisis implica los siguientes aspectos: 1) el cambio iguala
cantidades diferentes de valores de uso de diferentes mercancías; 2) El valor
de uso no entra en el análisis del acto de cambio mismo, ya que lo
determinante es el valor de cambio. Lo que esto quiere significar es que se
abstraen de la consideración analítica sus aspectos materiales o físico-
naturales; 3) El cambio es una relación de magnitudes equivalentes; y 4) El
cambio es un proceso que se desarrolla históricamente en las sociedades por
lo que el análisis debe recoger las sucesivas transformaciones formales por las
que ha atravesado. Una sola expresión de igualdad (x A = y B) tan ingenua
como se quiera, oculta no obstante todo un trasfondo social, histórico, laboral y
económico específico que debe explicitarse.
El desarrollo detallado de este examen, Marx lo realizará en cuatro fases
analíticas, que corresponderán a otras tantas formas de evolución de la
mercancía y de las contraposiciones entre su valor de uso y su valor de
cambio, como expresión este ultimo de su contenido de valor mercantil.
Veámoslas.

A.-Forma simple o singular de valor.

La expresión de igualdad es 2 mts. tela = 1 par de sandalias. Marx dirá


de esta forma que es la más compleja y la que presenta la verdadera dificultad
en el análisis. Estudia aquí la forma relativa de valor (2 mts. tela) y
la forma de equivalente (1 par de sandalias).

B.-Forma total o desplegada de valor.


Expansión del proceso de cambio: 2 mts. tela = 1par de sandalias, o = 1
chaqueta, o 15 kg. de harina, etc. El proceso de circulación de
mercancías se vuelve mas intenso y ostensible, hay una multiplicación del
cambio de una mercancía frente a todas las demás.

C.-Forma general del valor.

2 mts. Tela, 1 chaqueta = 1 par de sandalias, 15 kg.harina, etc. La


circulación de mercancías ha ido determinando que ahora las mercancías
reflejen su valor en una sola (1 par de sandalias), y hace que todas ellas
aparezcan como valores de cambio generalizado.

D.-Forma de dinero.

1 par sandalias, 1 chaqueta, 15 kg. harina = 10 grs. oro, 2 mts. Tela,


etc. La forma de equivalente general que antes en la expresión C lo
representaba una mercancía, ahora la adquiere un metal, el mismo proceso
por cual se llegó hasta esa forma, es lo que determina el surgimiento de D,
habiendo llegado así a la forma precio (Ver estos desarrollos en la Sección I,
cap. 1. de El Capital de K. Marx).
Como se puede apreciar, no nos encontramos aquí con hipótesis y
definiciones iniciales que requerirían una demostración puramente racional. El
análisis cualitativo trata de la génesis y naturaleza inmanente del valor
mismo sin hacer referencia para nada a la representación de este valor en el
dinero;en el análisis cuantitativo se estudia el proceso de las sucesivas
metamorfosis que experimenta la mercancía hasta alcanzar la figura de dinero
o la forma que reviste el valor de cambio en el proceso de intercambio de
mercancías, pero para el examen, el valor es su presupuesto real y analítico.
A partir de la aparición de la forma de dinero el proceso de circulación
generalizada de mercancías y dinero crearán las condiciones mercantiles para
el origen y evolución del proceso capitalista de producción; este parte de los
supuestos históricos de la producción mercantil simple en su evolución
económica-social disociando al productor directo de sus medios productivos,
elimina al producto privado (trabajo privado) dueño de sus condiciones
objetivas de producción y por lo mismo dueño del resultado de su labor.
Paralelamente a esta expropiación potencia la apropiación privada
capitalista del producto, activando la función del dinero como capital y lo
contrapone al trabajo social como su antítesis; de esta manera el valor
presidirá los precios, la fuerza de trabajo se convierte en mercancía y la
mercancía se transforma en una parte alícuota del capital. El secreto del
capital es el dinero, el secreto del dinero es la mercancía y el secreto de ésta
es el trabajo. El análisis revela las conexiones lógicas internas de todo el
sistema de producción a partir de sus elementos mas simples.

d) ¿"Teoría" marxista del valor?.

Como es posible ver Marx no tiene una "teoría" del valor sino un
análisis genético de la mercancía. El sujeto analítico no es "el valor" sino la
mercancía, pero debe aclararse no el vocablo mercancía sino la categoría que
es la expresión del producto mismo (valor de uso) como expresión social del
proceso real y general de la producción masiva capitalista.
No es una teoría del valor en el sentido de elucubraciones (literarias o
matemáticas) sobre la palabra "valor" como el mismo Marx por otra parte lo
expone conscientemente en sus Glosas marginales al Tratado de Economía
Política de Adolf Wagner (Ver El Capital, edic. Cartago, tomo I, p.696), esto
significa que no es la sustantivación del concepto lo que se investiga; no hay
nada que se parezca a un enfoque del valor considerado como una entidad
metafísica, cual un absoluto o como un "valor absoluto" cuyos arcanos deben
ser develados por la intuición intelectual, la Razón o la Idea.
Digamos que esta forma del análisis realizado por Marx, sobre todo la
exposición cualitativa, es el más incomprendido por sus detractores, y a partir
de esta incomprensión se le achacan a Marx una serie de ideas y pensamientos
que están muy lejos de su real investigación. No entender esto, por ejemplo,
ha llevado a que una economista tan notable por otros conceptos como Joan
Robinson, expusiera su concepción sobre el valor en los siguientes términos:
"uno de los grandes conceptos metafisicos de la economía esta expresado por
la palabra "valor". ¿Qué es el valor y de dónde proviene? No significa utilidad (o
sea el provecho que nos proporcionan los bienes). No significa tampoco precio
de mercado, que varía de una época a otra influído por accidentes casuales. Ni
es, por otra parte, un simple promedio histórico de los precios que se dan a
cada momento; de hecho no se trata solamente de un precio, sino de algo que
explica el proceso de formación del precio. ¿Qué es entonces? ¿Dónde hemos
de encontrarlo? Al igual que el resto de los conceptos metafísicos, tan pronto
intentamos concretizarlo, resulta ser nada mas que una simple palabra."
(J, Robinson, Filosofía Económica,, Aguilar, pp.33-34).
Cierto es que la señora Robinson manifiesta poco mas adelante en la
misma obra que "esto no quiere decir que los problemas surgidos en la
búsqueda de las causas del valor están en modo alguno vacío de significado",
pero en rigor parece mas bien una mera formula de "politesse" académica que
como una verdadera posición analítica. En verdad está dictada por la posición
filosófica en materia de gnoseología de la autora, quien adscribía a la línea
neopositivista de Cambridge que había suavizado los radicales planteos
antimetafisicos del Circulo de Viena, concediendo a los "conceptos metafísicos"
cierta importancia reguladora del análisis pero sin valor heurístico para la
ciencia positiva.
No estará demás advertir que toda la posición de la señora Robinson, su
planteo, sus preguntas y sus rechazos apresurados, no son sino evidencias
precisamente de lo que pretende censurar: es ella quien considera el valor
como una "entidad", como un "algo" (¿Dónde lo encontraremos? dice), aún
más preguntamos nosotros ¿dónde está su investigación positiva que
demuestre su "intento de concretizarlo"? expresión ésta que , suponemos,
quiere decir aprehenderlo ya que sería cuando menos sorprendente querer
¡¡concretizar un concepto!! Esta posición escéptica en torno del concepto
objetivo de valor como ya se ha visto en capítulos precedentes, no es
novedosa ni original. Samuel Bailey es el antecesor directo en el siglo XIX de
toda esta corriente que critica la búsqueda de un "valor absoluto" y la tacha de
metafísica. La incomprensión teórica de la economía burguesa en esta tema
viene de lejos como se puede ver.

e) Errores de la Economía Académica.

Pero hay que señalar otra incomprensión de la economía burguesa


académica, y es la que tiene que ver con la etapa cuantitativa del análisis de la
mercancía. El mismo nos ha aclarado como la forma D (forma de dinero) es la
transformación de la forma A (forma simple de valor) por sucesivos cambios
esenciales en su desarrollo y que si bien la primera es la coronación de la
segunda, su forma generalizada que se presenta como precio, una no es
exactamente igual a la otra ; por separado ambas reflejan distintos estadios
de evolución del intercambio de mercancías pero que el análisis debe conectar
mediante el estudio de los pasajes específicos que van de uno a otro.
Para decirlo de otro modo, la igualdad 2 mts. de tela = 1 gr. de oro o
2 mts. tela = x dinero, proviene de esta otra 2 mts. tela = 1 chaqueta,
pero la primera es con la que se encuentra de modo directo e inmediato la
economía burguesa y la que debe ser explicada, de allí la pertinencia de las
siguientes preguntas: 1) ¿por qué es posible tal "expresión"?; 2) ¿cómo esta
determinada?, y 3) ¿qué "expresa" de hecho? y que la economía las reformula
bajo estas otras: 1) ¿de qué depende el precio?; 2) ¿qué lo determina?, y 3)
¿qué lo convierte en regulador espontáneo de la economía de mercado?
La expresión D es la expresión formal general de la mercancía en su
forma de dinero, es por tanto expresión general del valor, mientras que la
expresión A es expresión formal simple en la que el valor se expresa solo
como distinto de la forma natural o valor de uso, por eso expresión
sencilla del valor.
Es ahora cuando se está, entonces, en condiciones de mostrar la aludida
incomprensión del academicismo burgués, mediante dos errores analíticos
cuando encara el cambio como característica del modo de producción
capitalista. El primero de ellos cuando quienes parten de una ecuación (x A = y
B) saltan directamente desde allí a las determinaciones más concretas de la
economía dineraria: precio, dinero, salario, capital, etc. O sea que partiendo del
trueque (de la forma simple del valor) que es una forma no desarrollada ni
representativa de la producción burguesa eluden efectivamente toda diferencia
especifica del problema, puesto que lo que hacen es identificar circulación de
mercancías de la etapa capitalista con el cambio directo de productos que no
es característica del capitalismo justamente.
El segundo error consiste en que quienes examinan el problema
arrancando de modo inmediato de la expresión monetaria o dineraria de la
mercancía (x A = y dinero), lo hacen a partir del precio y desde él construyen
el andamiaje de las demás categorías. En el primer caso evitan el análisis del
desarrollo formal (metamorfosis) de la mercancía hasta llegar a su forma
dineraria. Esto los obliga a realizar construcciones mentales totalmente
artificiosas y sin conexión lógica para dar con el dinero y el precio de la
moderna producción burguesa. En el segundo caso, soslayan ese mismo
desarrollo, cuyo proceso de evolución genética culmina en el Dinero,
basándose directamente en el precio. Aquí las construcciones aparecen como
mas plausibles, menos descabelladas, pero no menos arbitrarias ya que
consideran al dinero extrínsecamente, tal como si fuera algo "natural" para la
economía y la mercancía, de manera que lo que es el actual resultado del
modo capitalista de producción lo conciben como el producto general por
excelencia de toda producción humana.
Así es como puede entenderse que los primeros economistas del
marginalismo se apoyen todavía en la consideración del concepto de valor -si
bien subjetivamente estimado- , tal el caso de W.S.Jevons, K. Menger y E.
Bohm-Bawerk, en tanto que algunos de la generación siguiente ya no necesiten
analizar el valor mismo y lo reduzcan a pura metafísica o cosas por el estilo,
por ejemplo Pareto, E. Barone, G. Cassel, a quienes siguen luego J.R.Hicks, J.
Robinson y P.A.Samuelson. Unos y otros hacen gala de una autentica
incomprensión del objeto de análisis y de la lógica intrínseca de ese objeto,
lo cual los lleva a formular todo tipo de peregrinas "teorías" que en varios de
ellos se muestran recubiertas de una pátina de rigor sólo por la apelación al
arsenal matemático que utilizan pero en los cuales se deja ver la carencia de
sentido critico.
No hay que dejar de mencionar, no obstante, que este aspecto del
análisis -el que descubre el movimiento genético del dinero- que no es otra
cosa que el desarrollo de la forma de valor o desarrollo del valor de cambio, es
uno de los mas complejos y difíciles de la teoría económica, a tal punto que el
propio Marx confiesa no haber advertido la dificultad que presentaba cuando
realizó la primera versión de la misma en la Contribución a la critica de la
Economía Política en 1859, y se vió obligado a proseguir sus estudios hasta dar
con el verdadero desarrollo tal como hoy aparece en El Capital de 1867 (véase
carta a Engels del 22-6-1867).
De manera que sobre esta cuestión que es decisiva para la comprensión
racional de la economía como ciencia, se basa la diferencia fundamental con la
economía burguesa en general (no ya solo la académica); por supuesto, la
economía neoclásica evita cuidadosamente toda referencia al problema, cosa
ésta, por lo demás, implícita en toda su deformación analítica al desplazar su
enfoque desde el valor de cambio hacia el valor de uso, del trabajo hacia la
utilidad. Todas las incongruencias lógicas pueden ponerse así de manifiesto y
desembocar necesariamente en pura ideología apologética sobre este tema.
Añadiremos que la consideración hecha por el primer marginalismo
(versión cardinalista) del cambio basado en su expresión simple, da una pista
para explicar por que debió culminar en la elaboración de una "teoría del
consumidor", como la de Marshall, y que adoptará luego toda la economía
académica.
Como en el trueque se cambian productos por parte de productores
independientes que requieren cubrir sus necesidades con productos ajenos, el
cambio esta regido aquí muy estrechamente por la exigencia de satisfacer
necesidades, por ende se busca cambiar con quien tiene el producto que se
necesita y no con cualquiera que posea cualquier otro producto; la circulación
es reducida, no ha aparecido el dinero, para poder hacerse de un producto de
otro es condición ineludible disponer de un producto propio no de dinero.
Brevemente, valor de uso y consumo aparecen con mucha fuerza y
evidencia -esto es lo que se dice en el punto 6) de IV.1.a) - y así es como
correspondiéndose con el salto al que hemos hecho referencia antes, se
produce otro salto o pirueta metodológica y por extrapolación se pone al
consumidor como lo fundamental de la economía capitalista y por lo mismo
como lo que determina precio, cantidad y evolución del mercado; por esta
razón el marginalismo exige como imperioso estudiar el "comportamiento" del
consumidor para que mediante ello se pueda determinar una teoría que
permita describir y predecir la conducta individual en y del mercado. He aquí,
entonces, el origen lógico de la teoría del consumidor como base de la teoría
de la demanda y que el ordinalismo tomará sin reparos sustantivos y que
perfeccionara en las versiones conocidas que ya se han comentado en el
capitulo I.
Esto había sido claramente advertido por Ricardo, cuando refiriéndose a
J.B.Say y la defensa que éste hacía de la utilidad como base del valor de las
mercancías, afirmaba que "no tiene en verdad una correcta noción del
significado del valor si dice que un producto es valioso en proporción a su
utilidad. Habría algo de cierto en ello, si los compradores solamente regularan
el valor de las mercancías. En este caso podría esperarse que todos desearan
dar a las cosas un precio que esté en proporción a su estimación pero mi
opinión es que el comprador (en el sentido de consumidor piensa Ricardo
F.H.A.) es la última persona en el mundo que influiría en la regulacion de los
precios, pues esta debe surgir de la competencia entre vendedores (esto es
entre productores capitalistas F.H.A.)" (Cfr. D. Ricardo "The Works and
correspondence" Edic. Piero Sraffa, Cambridge 1951-55, vol. VIII, pp.276-277).
Despejaremos, para finalizar este parágrafo, otro equívoco en el que
suelen incurrir frecuentemente por inadvertencia los críticos de Marx y hasta
algunos economistas marxistas. Marx no tiene como objetivo central de su
investigación dar una explicación de los precios y del mercado; no le interesa
elaborar una "teoría de los precios" del mismo modo que no se propuso
fabricar teoría alguna sobre el valor. La economía burguesa reprocha
constantemente que la economía marxiana no tiene, no dispone, de un fino
análisis de los precios atribuyendo la culpa a una exagerada inclinación hacia
el valor, por lo cual este descuido deriva en consecuencias negativas para la
comprensión de la creciente complejidad de los mercados lo que permitiría
entender las dificultades que sobre este punto mantienen las economías
planificadas socialistas.
En buena medida lo que afirman es cierto. Marx no tiene ninguna
teoría, ni refinada ni tosca, de los precios relativos, tiene sí un análisis
de la mercancía y su desarrollo y en cuanto a los precios y al mercado, los
aborda en el libro III de El Capital, como concatenación interna derivada de la
vigencia de la ley del valor analizada en el Libro I, si bien ya modificada por el
proceso capitalista de producción. Marx fue siempre claro y consciente de que
el valor no regia directamente en la producción capitalista sino que lo hacía
bajo la forma de los precios de producción, pero él sostenía que sin
comprender el valor no se podía llegar a una explicación profunda de los
precios. Los mas serios economistas académicos y marxistas finalmente
discutirán sobre esta base tales problemas y específicamente lo que en la
critica económica se conoce hoy como el problema marxiano de la
transformación de los valores en precio, que está fuera de esta exposición.

IV.2.Imposibilidad de una teoría subjetiva del valor.

Se ha visto en capítulos anteriores como la economía burguesa en su


versión neoclásica, cambió radicalmente todos los planteos y problemas que se
le presentaban al no poder responder en el mismo terreno objetivo que la
economía política le exigía.
Pero mas allá de los refinamientos, de todas las sutilezas y análisis
modernos, las nociones esenciales que dieron nacimiento al subjetivismo
económico permanecen subyacentes e invariables, sin un fundamento teórico.
Dos de estas nociones son las más importantes porque, de hecho, sobre ambas
descansa toda la micro-teoría: valor de uso y utilidad ; es relevante
entonces abordar la cuestión de como se las considera.

a) El valor de uso para la economía.

Es imprescindible distinguir con precisión la categoría de valor de uso. ¿A


qué se denomina como tal en economía política? Partamos de una información
obvia y de aceptación indiscutible para cualquier corriente o pensador de
economía política: valor de uso es uno de los dos factores que definen al
producto como mercancía. Dicho de otro modo, el producto del trabajo que se
convierte en mercancía tiene dos características, 1) valor de cambio, y 2) valor
de uso.
Prosigamos con otra moneda corriente. Todo proceso de trabajo tiene un
carácter útil que se realiza, se plasma, en el producto mismo como su
resultado o sea que es un objeto apto para la satisfacción de una necesidad de
cualquier tipo que esta sea -del estómago, del sentimiento, de la imaginación,
del capricho, etc. - Pero, e insistiremos en algo ya mencionado, este objeto útil
no es en sí mismo una mercancía; los valores de uso no son por
naturaleza mercancías.
Un productor puede perfectamente mediante su trabajo, el de su familia,
parientes, etc. producir objetos útiles (los llamados "bienes económicos" de la
economía burguesa actual) sin que por ello estos se conviertan en mercancías.
¿Por qué? pues porque si los consume como acto posterior inmediato a su
producción, no adoptan, no adquieren el carácter de valor de cambio.
El valor de cambio sólo aparece, sólo se manifiesta, cuando el consumo
es resultado de un "rodeo" cuando el consumo no es un acto inmediato a la
producción, sino por el contrario, es consecuencia de un proceso mediato, o
sea de un acto mediado por el cambio. El consumo, como es obvio, sigue
estando, por así decir, después de la elaboración de producto, pero el proceso
mediante el cual el objeto útil llega a confirmarse en él, no es en modo
alguno una minucia despreciable para el análisis económico, por dos razones:
1) porque de aquí surge su carácter social, o sea el hecho de que todos
trabajan para todos, sin lo cual sería imposible la producción. Así es como se
expresa el valor de cambio; esta la forma social de la mercancía, y 2)
porque precisamente este aparente simple rodeo, caracteriza toda una forma
productiva que se extiende a lo largo de varias épocas en la historia de la
humanidad, hasta dar con la actual capitalista.
Ahora bien, ¿Quiere decir esto que todo objeto, que toda cosa es un
valor de uso? No. Ni el aire, ni la luz del sol -y esto hay que decirlo con cierta
restricción porque ya ha comenzado a encontrársele un uso económico a los
rayos solares-ni los pastos, ni los arboles de los bosques, selvas, etc. ni las
piedras, ni la tierra libre (¿la hay?), ni el agua de la lluvia, ríos, mares, etc. son
valores de uso.
Para que un objeto cualquiera revista el carácter de valor de uso dentro
del actual desarrollo de la producción, exige dos condiciones básicas: a) la de
ser "útil", ergo, satisfacer necesidades de cualquier índole, aún si se trataren
de naturaleza superflua o artificialmente creadas y/o fomentadas ¡y este hecho
no es en la sociedad capitalista actual nada desdeñable, en razón de la
publicidad, los medios ocultos, subliminales de propaganda y el efecto
demostración! b) ser producto del trabajo útil.
Cuando se habla, pues, de producto o de "bien económico" desde ese
mismo instante ya se esta dando por supuesto (se sepa o no se sepa, se sea
consciente o no de ello): 1) que es resultado de la labor útil de un productor o
de productores; 2) que satisface una necesidad y que tiene por tanto una
"utilidad" apta para el uso o consumo, con lo que en la mente y en la realidad
que se analiza, subyacen estas dos características esenciales que contribuyen
a una determinación formal o concepto: valor de uso.
En consecuencia cuando se intenta eliminar del análisis de la mercancía
su aspecto determinante: el trabajo social, cuyas partes cuantitativas
adquieren manifestación empírica, por así decir en el mercado, como precio,
sustituyéndolo por una supuesta concepción "mas amplia" como la de "bien" o
la de "todos los productos" (!) lo que se hace, en rigor, es borrar toda
determinación histórica del producto del trabajo por una generalidad
vacía referida a la condición de "productos en general" sean o no fruto del
trabajo. Y esto es lo que justamente hace Böhm-Bawerk cuando reprocha a
Marx el que sólo se refiera a "las mercancías" y no a todos los "productos" que
existen (¿¡!?) (Cfr. Capital e Interes, vol I. parte XII, F.C.E.).
Pero abordemos algo que es de suma importancia. En el modo
capitalista de producción no existen productos o bienes que no sean a su vez y
de modo inmediato mercancías. De manera que referirse a ellos es hacerlo
ya a la determinación económica formal mas importante de tal modo de
producción, con lo que, para decirlo de otra manera, solo es posible hallar a los
valores de uso bajo su "piel mercantil" necesariamente. Por tanto, pretender
enfatizar sobre este aspecto sin comprender que el objeto de análisis NO es un
producto de consumo inmediato, significa confundir totalmente lo que se tiene
como finalidad de la investigación y del tratamiento analítico.
De ser consecuente con el modo de análisis que finca su interés en el
valor de uso, quienes lo adoptan deberían desembocar lógicamente en la
investigación y tratamiento de una economía que no es la mercantil ni,
mucho menos, la capitalista, sino economías primitivas como la feudal, o
bien ¡y aquí nos hallaríamos ante una asombrosa sorpresa! una economía
socialista o directamente comunista. ¡Y esto es lo que efectivamente les
sucedió a algunos de ellos! por ejemplo, Wieser, Pareto, Barone. El cambio
antojadizo de lo esencial en la mercancía los ha llevado a lo opuesto de lo que
pretendían.
Como se ve, el problema del valor de uso no es algo trivial ni carente de
relevancia teórica, a pesar de cuanto pudieran opinar los economistas
académicos, quienes "despachan" muy rápidamente su tratamiento.
Recientemente ha sido el profesor Mario Bunge, desde la óptica de la
epistemología, quien lo abordara con algunos comentarios entre pobres y
escolares. En su "Economía y Filosofía", cap. 2 , pp.28-29 (Edit. Tecnos, Madrid,
1982), hace un repaso de algunos de los conceptos de la economía política
académica, afirmando que a algunos de ellos los envuelve una oscuridad desde
hace por lo menos dos siglos. Ejemplifica su aserto refiriéndose al valor y al
dinero.
Bunge dice que "la noción de valor objetivo (o valor de uso), central en la
economía política desde Ricardo, no está en mejor forma. Se lo define a veces
en términos de necesidades, otras en términos de escasez (por tanto en ultima
instancia, de demanda), y Marx lo definió como trabajo socialmente necesario
(¡sic!). Nos atrevemos a afirmar que con este grueso error de comprensión
respecto de Marx, el Sr. Bunge, que eso si muestra su ignorancia sobre el tema
que trata, no ayudará absolutamente en nada a aclarar el problema, pero de
seguro oscurece mas aún lo que él considera oscuro.

b) Valor de uso y utilidad.

Pero indaguemos mas de cerca la relación valor de uso-utilidad. Si la


satisfacción de necesidades hace de un producto que sea útil, entonces, ¿son
las necesidades las que constituyen el factor determinante, fundamental, de
los valores de uso y, por este medio, del valor? Esto es lo que afirma el
subjetivismo marginalista deduciendo silogísticamente: valor de uso = utilidad
marginal; utilidad marginal = valor, ergo, valor de uso = valor.
Las necesidades, como ya se ha dicho antes, constituyen una de las
condiciones que otorgan al objeto su carácter "útil", de allí ¿puede extraerse la
conclusión, como lo hace el subjetivismo, de que la utilidad ES el valor de las
mercancías?, que el valor de uso es la piedra angular de la economía política.
¿Qué es, en definitiva, esta utilidad?.
Partamos de la figura finita del valor de uso, de su existencia como
objeto útil para el uso o consumo. Para llegar a este ultimo, los valores de uso
deben reunir ciertas propiedades, deben poseer determinadas cualidades que
los hagan idóneos para el fin propuesto. Peso, longitud, volumen, sabor, olor,
color, suavidad, aspereza, solidez, flexibilidad, dureza, consistencia, blandura,
penetrabilidad, transparencia, digeribilidad o su contrario, alcalinidad, acidez,
etc.etc. son algunas de las innumerables propiedades que poseen los
productos y que aparecen combinadas en su materialidad corporal.
En cada acto de uso o consumo realiza así las aptitudes objetivas de los
productos; cuando uno de ellos no reúne las cualidades o propiedades que lo
caracterizan como valor uso especifico, cuando, por ejemplo, se rompe, se
ablanda, se endurece, se pudre, etc.etc. entonces se vuelve "inútil", por tanto
no se valida como valor de uso, o bien deja de actuar
como tal si se encontraba ejerciéndose, por ejemplo, una máquina, una
herramienta, etc. es decir que deja de ser útil.
El uso y/o consumo confirma la utilidad de un objeto o cosa, y por tanto
lo confirma o realiza como valor de uso, comprueba sus propiedades
como "útiles". Pero no lo hace en su calidad de propiedades materiales en
general sino, como se vió, en sus propiedades relacionadas con el uso-
consumo para el cual esta destinado; no lo hace como valor de uso genérico
sino como valor de uso especifico. Es esta materialidad ad-hoc lo que hace de
un producto un valor de uso apropiado al fin para el cual fue elaborado. La
"utilidad" es una cualidad objetiva no subjetiva. La satisfacción de las
necesidades "verifica" -si cabe esta expresión- las propiedades de los
productos como valores de uso pero no las crea desde el sujeto Las
necesidades no otorgan "utilidad" en el sentido genérico del termino ni, mucho
menos, en el del que los crea por la pura estimación psicológica.
Si se prefiere podría encararse lo anterior de otro modo, diciendo que la
relación con el producto (bien) puesta por la actividad humana como "útil" se
materializa como satisfacción en el consumo o uso de las propiedades de
aquél. Pero además diremos con énfasis que no existen primero necesidades y
luego bienes aptos para satisfacerlas, como si fuera una secuencia lógica a
partir de un dualismo sujeto-objeto, separados uno del otro. Los productos
generan necesidades y desde su elaboración ya las están cubriendo por
anticipado.
Es cierto que las necesidades determinan a los productos como valores
de uso, pero de esto no se puede deducir inmediatamente que esta
determinación de "utilidad" es de carácter subjetivo. Si quito al lápiz las
determinaciones reales que lo hacen apto para actuar como lápiz, de inmediato
lo destruyo; puedo quedarme, si lo descompongo en la realidad y en el análisis,
con madera de cierta longitud, carbonilla, pintura, etc. puedo conservar otros
tipos de materia, aptos quizás para otras funciones, pero esto ya no será un
lápiz y por tanto no es valor de uso, no es el objeto útil lápiz que me satisface
la necesidad de escribir ¡me habré quedado, en todo caso, con otras materias,
otras determinaciones, pero no con el lápiz!.
En realidad, la utilidad subjetivamente estimada es una confusión o
transfiguración de su forma finita de objeto con propiedades útiles por la de su
cualidad genérica de satisfacción de necesidades. Es de este modo como "la
utilidad", en lugar de "las utilidades" como valores de uso específicos,
tangibles, usables, consumibles, adquiere el carácter de noción fundante en
la economía burguesa subjetiva; pero como lo que debe explicarse es la
economía de cambio capitalista, y todo cambio implica "medición", esta
economía se topó sin querer con un problema al que no halló, no halla ni
hallará solución.
Digamos de paso que lo que no puede hacer la economía burguesa, ya lo
resolvió Marx, al afirmar que la utilidad es medible no sólo por la merceología
sino también por la industria misma. En el momento de su elaboración, cada
una de las propiedades antes mencionadas se las debe producir ya con
determinadas especificaciones técnicas, medidas en dureza, porosidad,
resistencia al calor, etc.etc. todo lo cual es posible apreciar en las etiquetas o
marbetes que suelen acompañar a gran parte de los productos finales si se lee
su lenguaje críptico-técnico.
Pero mas aún: los economistas académicos, con su inveterada
costumbre de moverse en la estratosfera del análisis a-crítico, no bajan por un
solo instante la vista a lo que el avasallante desarrollo moderno de la industria,
la tecnología y la ciencia les muestra descarnadamente: las industrias mas
concentradas tienen "Secciones" o "Departamentos" de control de calidad de
los productos que fabrican. ¿No les dice nada esto? Pues bien, lo que esto grita
ensordecedoramente es que allí se prueban las "utilidades" que tipifican
los valores de uso (productos, bienes) como aptos; se miden y
experimentan sus propiedades "útiles". Lo que la teoría se niega a ver, la
industria lo demuestra y lo muestra en los hechos, que tal es su lenguaje
peculiar, o sea el carácter objetivo de la vapuleada "utilidad". Recurriendo a
mágicas contorsiones intelectuales, la economía burguesa evapora la utilidad
en psicología o pura subjetividad, ya sea marginal o total, en necesidad o
escasez.
Fue de este modo como "la utilidad" se transformó en manos de la
economía subjetiva en una abstracción metafísica, en una generalidad
fantasmagórica. Generalizó empíricamente una relación mal planteada, porque
en verdad lo cabría decir no es que un bien, un producto, una mercancía, es
útil porque se lo necesita, sino mas bien lo opuesto: se lo necesita porque es
útil, de lo cual se desprende que sus utilidades no dependen del consumidor
sino de sus propias cualidades de cosas aptas, de sus cualidades objetivas,
pero no en el sentido de cualidades concedidas por la "naturaleza" o por el
sujeto que consume, sino de aquellas que ostenta por ser producida por el
hombre para que satisfaga concretamente necesidades surgidas de la
actividad productiva del individuo y/o de la sociedad.
Esto revela otra circunstancia significativa. Los valores de uso, o las
mercancías tomadas como valores de uso, en su producción presuponen el
carácter social de las necesidades y para satisfacerlas son que se las elaboran
masivamente dicho de otro modo: el valor de uso como categoría no es de
índole "individual", es decir que surja de su relación con la necesidad de un
individuo, es una determinación formal en la que ya esta puesta su
característica o cualidad social por la existencia de la división social
del trabajo.
Por consiguiente debe aclararse que la utilidad, además de objetiva es
de carácter social no por mero prurito de enfoque o de elección analítica: está
delimitada por el proceso productivo mismo. No se entiende, entonces, que
significado tiene que como sello distintivo entre marginalismo y marxismo se
diga que uno considera la utilidad como individual mientras que el otro lo
enfoca como social, tesis esta que es posible hallar en algunos economistas del
campo marxista para diferenciar al socialismo del capitalismo respecto de la
función del valor de uso en la economía política y en el proceso de planificación
de los recursos a escala macroeconómica. Puesta así la diferencia es sólo una
verdadera incomprensión por parte de estos últimos.
Pero hay que destacar ahora otro hecho que suele escapar a la crítica
económica. Tal como se ha venido exponiendo en las páginas anteriores lo que
se revela es que la economía burguesa actual, en rigor la edificada a partir del
marginalismo, de hecho nunca se basó en el valor de uso como
determinación formal especifica del proceso de producción capitalista, para la
construcción de sus análisis.
La economía burguesa parte de la utilidad subjetiva e individualmente
estimada por los consumidores, sin hacer referencia para nada al carácter
material de sus cualidades, es como si los consumidores en lugar de adquirir y
consumir productos útiles, valores de uso concretos, consumieran "utilidades"
en general, de allí lo de "maximizar la función de utilidad".
Se ha visto que los sucesivos pasos que dió la economía subjetiva desde
la psicología de las estimaciones pasando por la psicología de los actos de
elección hasta la axiomática de estos actos, la fueron alejando progresiva pero
definitivamente de su supuesta base de iniciación. Todas estas acrobacias
lógicas no hacen sino desnudar, a pesar de lo que crean al respecto sus
secuaces, que la economía subjetiva carece de una solidez analítica estructural
y que al rechazar la base objetiva del valor, elimina el valor de cambio y
finalmente culmina eliminando también el valor de uso, tan caro a los primeros
expositores del marginalismo (Ver G. Stavenhagen, "Historia de las Teorías
Económicas", Ateneo, 1959, p. 250).
"La" utilidad quedó flotando para esta economía como un ente
suprasensible, cuya captura al volverse un verdadero suplicio, derivó en
definitiva a que se desentendiera directamente de ella eliminándola del análisis
económico, lo cual es una verdadera ironía ya que uno de los pilares con que
iniciara su virulenta critica a la corriente clásica objetiva sobre este tema fue la
de que la teoría del valor sustentada por ella era precisamente metafísica (!)
puesto que, afirmaba, no había alcanzado a explicar qué era ese famoso valor,
por haber extraviado el verdadero camino que era el de la utilidad subjetiva.
Por lo tanto cuando J.A.Schumpeter afirma "...todas sus teorías (las de
Menger, Jevons, Walras, Gossen) apuntaban al mismo objetivo, esto es, a
demostrar que el principio de la utilidad marginal basta para deducir el proceso
de cambio entre las mercancías que se equilibran en los mercados
concurrenciales así como las condiciones en las cuales toda la gama de las
posibles relaciones de cambio deben ser sustituídas por aquellas unívocamente
determinadas. En otras palabras, establecieron lo que Smith, Ricardo y Marx,
consideraron imposible hacer: fundamentar el valor de cambio en términos del
valor de uso" ("Historia del Análisis Económico" Versión italiana, pp.413-414),
lo que dice es un completo absurdo, ya que el propio desarrollo analítico del
marginalismo ha terminado volatilizando su propia base y ha empezado a
reconocer su impotencia y error al mismo tiempo. De manera que cuando en
las páginas anteriores se decía que la economía burguesa neoclásica se basaba
en el valor de uso, era solo a título de concesión a lo que ella manifestaba de sí
misma, no a lo que verdaderamente ha hecho. Ahora es ya posible comprender
porque es un error creer que la economía subjetiva se apoya en el
valor de uso. Esto no es cierto.
Abordemos otro enigma. Por que si el subjetivismo en verdad no se
sustenta ni en el valor, ni en el valor de cambio, ni en el valor de uso, sigue
predicando las bondades de su famosa "utilidad" inaprehensible, y por qué las
polémicas que se dieron en su interior que generaron la aparición de nuevas
etapas en el análisis de ella (cardinalismo, ordinalismo, preferencia revelada)
continúan aún desprendiendo un fuerte olor a utilidad subjetiva sin más, sobre
todo en la exposición de la Teoría del Consumidor.
Sencillamente porque en su afán de combatir a Marx, opone al trabajo
como determinación ultima del valor, como medida inmanente, la utilidad en
general, o sea al trabajo como "sustancia" opondrá también con ese mismo
carácter la utilidad. Y este aspecto analítico del problema había sido ya
apreciado por uno de los fundadores de la economía marginalista, por Karl
Menger.
Menger en su obra Fundamentos de Teoría Económica (los famosos
Grundsätze), menciona con gran claridad que "...la utilidad es el presupuesto
general para la existencia de los bienes" y la define como "la aptitud de una
cosa para servir a las necesidades humanas y por eso -reitera- es un
presupuesto general de la cualidad de los bienes. No nos detendremos en el
hecho de que Menger disuelve el concepto de valor en el de valor de uso
("valor es la importancia -bedeutung- que los bienes concretos o determinada
cantidad de ellos tienen para nosotros, en tanto somos conscientes que, para
satisfacer nuestras necesidades, dependemos de tales bienes" p. 132.
Fundamentos, Laterza, Bari, 1925) ni en que esta utilidad es de carácter
subjetiva y no de índole objetiva, esto es que esta puesta por el sujeto (p. 137).
Solo señalaremos la función gnoseológica y lógica ineludible que surge
de esta posición y que fue expresamente expuesta por Menger aún cuando,
como luego se vió, no podía servir para edificar científicamente la Economía
Política.
Que la utilidad sea el "presupuesto general" de los bienes convierte el
concepto mismo y aún al procedimiento de método, en un punto de partida
cualitativo, no cuantitativo para la investigación. Aún algo más. Esto que se
acaba de mencionar como actitud analítica en Menger, vuelve a encontrarse y
con mayor rigor expositivo y conceptual en otro representante de la nueva
escuela académica recién fundada por aquel entonces (1871): P.H. Wicksteed.
Este ataca vehementemente el método de abstracción al que recurre Marx y
opone a la homogeneización de las mercancías en el espacio del trabajo
abstracto el espacio de la utilidad, que como se sabe es subjetiva y abstracta y
con ello Wicksteed (como Menger) da en el corazón mismo de la oposición
marxismo y marginalismo. (Véase "Valor y Precio" G. Dostaler, Edit. Terra
Nova, pp.30-36, 1980).
A Menger, pues, como a Wicksteed, no escapó ese carácter del concepto
de valor que él reduce a utilidad como "sustancia" general, reducción que no
podía tener éxito, porque mientras resolver el valor en trabajo responde al
proceso real y es medible, la utilidad, tal como la considera la economía
burguesa, es una fábula mística y las fábulas no se miden; por tanto se
convierte en una imposibilidad la pretensión de erigirla en centro para una
explicación de la economía capitalista y de su funcionamiento.
Lo que dice todo lo anterior es que el análisis cualitativo, o sea la
resolución del valor en trabajo, es decisivo y anterior a cualquier
enfoque cuantitativo; de manera que por vía indirecta y en manos de sus
propios censores, se confirma la justeza del análisis de Marx, ya que la
exigencia la pone también la economía subjetiva aunque no sea
completamente consciente de ello. No lo sabe pero lo exige. El instinto
analítico de la Razón fuerza a ello, pero todos los intereses de la apologética la
obligan a alejarse, y cuando lo hace, la lógica actúa como un saltimbanqui para
satisfacer a su dueño: el capital. Por esta razón, sobre este tema, la economía
subjetiva siempre despedirá una fragancia cardinalista, no por los aspectos
cuantitativos del análisis sino por el aspecto cualitativo.
Esta incómoda situación epistemológica del concepto de utilidad, no
escapó a la perspicacia de Schumpeter quien, no sin cierta astucia socarrona,
decía en defensa del mismo que "es natural que un concepto como la utilidad,
tan profundamente arraigado tanto en una tradición secular como en los
hábitos mentales y en la conversación de la vida diaria, no desaparezca
fácilmente... no se ha probado -y no puede probarse teniendo en cuenta la
naturaleza de las cosas- que el concepto jamás pueda ser útil para cualquier
otro fin (¡sic!). Cualquiera sea nuestra idea respecto al mismo, no podemos
negar el servicio heurístico que ha prestado en el pasado -históricamente fue el
descubrimiento de la misma teoría que ahora puede operar sin él- y no se
puede decir si su fecundidad está definitivamente agotada" ("History..." cit.
pp.246-247). El "servicio heurístico" más bien lo que hace es disimular otro tipo
de servicio: el de la apología de una posición ideológica a-priori sustentada en
la utilidad, importante como concepto extra-cientifico para contraponerlo al del
trabajo en la teoría de los clásicos (Smith-Ricardo) y de Marx.

c) El valor de uso en Marx.

Importa ahora, ya que el tema bajo tratamiento lo permite, despejar un


grueso error que se comete en la comprensión de la economía de Marx,
cuando se lo acusa de despreciar el valor de uso para el análisis económico y
sólo volcarse hacia el valor y el valor de cambio; censura que se encuentra a
menudo a partir de la obra de Böhm-Bawerk antes citada y que,
lamentablemente ha encontrado partidarios aun dentro de las filas de los
economistas y pensadores marxistas; por ejemplo Rudolf Hilferding quien en su
respuesta al trabajo anti-Marx de Böhm-Bawerk, dice rotundamente lo
siguiente: "el lado social de la mercancía, del bien, es objeto de la economía en
tanto símbolo de la vinculación social, mientras que su lado natural, el valor
de uso, permanece fuera del ámbito de interés de la economía
política" (R. Hilferding, en "Economía burguesa y Economía socialista, Pasado
y Presente N 49, p. 136, Bs.As. 1974).
Incluso Kaustky, siempre tan cuidadoso en la exposición de la economía
de Marx, no formula con claridad la función del valor de uso en la mercancía,
ya que en su "Doctrina económica de Carlos Marx, capítulo 2, afirma: "...el
valor de uso no es una propiedad característica de la mercancía". Cierto es que
una lectura atenta de todo el párrafo, debe llevar a la conclusión de que
Kautsky no quiere decir que en Marx el valor de uso no cuenta; pero esto él no
lo dice expresamente y la expresión aparece con fuerte rasgo de
subestimación por el hecho de que "los valores de uso constituyen el contenido
material de la riqueza, cualquiera sea su forma social", párrafo tomado
literalmente de Marx, pero que usado en tal contexto desdibuja el verdadero
carácter de los valores de uso.
Esta falsa concepción del problema se la encuentra también en "Teoría
del desarrollo capitalista" (F.C.E. 1973, pp. 35-36) de Paul Sweezy, cuando
afirma que "Marx excluía el valor de uso -o como ahora se la llamaría la
"utilidad"- de la esfera de investigación de la economía política, en virtud de
que no da cuerpo directamente a una relación social". Sostener esto es rebajar
demasiado la importancia del valor de uso en la investigación y su función en
el proceso real de la economía.
Y esto no queda siquiera atenuado cuando Sweezy dice, líneas más
adelante, que "esto no significa que el valor de uso no deba jugar ningún papel
en la economía política. Por el contrario, así como la tierra, aunque no es una
categoría económica en sí misma, es esencial para la producción, el valor de
uso es un prerrequisito del consumo".
Hay que señalar sobre esto dos cosas: 1) es muy justo indicar que la
tierra no es una categoría económica, pero el valor de uso si lo es; Sweezy está
confundiendo objeto real (tierra) con determinación formal (valor de uso); 2) en
la economía capitalista los valores de uso no sólo cumplen con la función de
ser soportes o portadores del valor de cambio, en rigor aparecen en
oportunidades determinando la "cadena causal de los fenómenos económicos"
a los que Sweezy alude pero sin precisar a cuales se refiere.
En realidad, cualquiera sea la opinión de unos y otros sobre el tema,
concordantes en el fondo, es llanamente una equivocación. Quien conozca El
Capital se encontrará con numerosos pasajes en los que el mismo Marx habla
explícitamente de la importancia del valor de uso en la economía capitalista. Y
aunque así no fuera, el análisis mismo que lleva a cabo, obligaría a cualquier
lector a tener que admitir el papel que juega aquél, esencial a veces, en ciertos
desarrollos lógicos.
Y más aún, hay que decirlo de manera enfática y firme: es toda la
economía burguesa, clásica y neoclásica, la que se desentiende
olímpicamente del tratamiento del valor de uso, para sólo detenerse ante
el valor de cambio como figura principal de análisis, en Ricardo por ejemplo; o
para embrollarlo descomunalmente en el caso del marginalismo y sus
sucesores, con la huera "utilidad", hoy arrojada al cuarto de los trastos viejos
del análisis neocláisco como obsoleta e inútil para la Teoría pero todavía
necesaria para fines ideológicos.
Marx es muy claro en su crítica a Ricardo cuando éste hace a un lado sin
más ni más en su análisis, la consideración del valor de uso (Véase Grundrisse,
Siglo XXI, la importante nota de las pp. 207-208, tomo I y pp.162-163, del tomo
II, Bs. As. 1971 y 1972).
Hay un pasaje de la "Contribución a la crítica de la Economía Política" de
Marx, en el que por lo general se apoyan quienes sostienen una posición
negativa del valor de uso que dice: "...cuando el valor de uso es indiferente a
toda determinación económica formal, es decir, cuando el valor de uso es
tomado tan sólo como valor de uso, no entra en los dominios de la Economía
Política".
Cita a la que para colmo de males remite Hilferding en apoyo de su
opinión en el texto que antes se mencionara, y decimos esto porque Marx no
dice lo que Hilferding y otros le atribuyen erróneamente. En principio el texto
no termina allí; sigue una línea que es muy llamativa y hubiera bastado para
hacer reflexionar un poco más a críticos y adeptos: "Entra allí donde él mismo
constituye una determinación formal". Y esto se produce precisamente en la
economía capitalista. Hay que decir sin más rodeos y siguiendo al propio
Marx: 1) el valor de uso cae fuera de una determinación formal económica en
economías que no son de cambio; 2) entra como tal esto es como una
determinación formal en la circulación simple de mercancías, y 3) mucho más
aún cuando de lo que se trata es de la producción y circulación capitalista de
mercancías.
En esta última el valor de uso cumple un rol económico en los diferentes
procesos, Dónde exactamente lo desempeña es algo que depende del
desarrollo real y formal del mismo (Grundrisse citado pp. 162-163). De manera
que aquí quedan aclaradas la primera y la segunda partes de la cita tan
frecuentada de la "Contribución". Concretamente allí donde dice "cuando el
valor de uso no está ligado a determinación económica formal alguna...etc.",
Marx piensa en economías naturales o a las formas primarias del cambio
(trueque), ya que bajo el capitalismo el valor de uso ¡si está ligado a la
determinación económica formal del valor de cambio y él mismo es una
determinación de tal tipo. Es por eso que dice, refiriéndose al valor de uso
como una determinación formal que entra (en la consideración de la Economía
Política) " cuando constituye entonces la base material, sobre la que se
manifiesta de modo inmediato una relación económica determinada: el valor
de cambio" (Cfr. "Contribución a la Crítica de la Economía Política" , París
Ediciones Sociales, 1957, p.8).
Queda otra cosa aún más reveladora, por si lo anterior no fuera
convincente. El valor de uso de la fuerza de trabajo ¿no cumple acaso un papel
esencial en todo el proceso de producción de plusvalor? ¿Cómo explicar el
plusvalor si el valor de uso no tuviera relevancia?.
Agreguemos sólo a título indicativo algunas de las importantes funciones
que esta categoría de la economía política cumple en el análisis de Marx: 1) en
todo el desarrollo de las formas de valor (El Capital, Sección I, capítulo 1) y el
papel del valor de uso contrapuesto al valor de cambio; 2)El importante
desempeño del valor de uso cuando la mercancía fija su valor de cambio como
dinero, o sea la forma natural de otra mercancía; 3)En la función de los valores
de uso durante el proceso de circulación del capital, en especial el proceso de
conjunto de la reproducción. El equilibrio no es sólo equilibrio de valores sino
también de valores uso, y 4) en el proceso mismo de la acumulación, que no es
acumulación de valores-capital sino de valores de uso, o sea crecimiento
técnico, nuevos instrumentos, herramientas, maquinarias, etc. que expanden
el proceso de acumulación.
Se debe aclarar, entonces, que afirmar que el valor de uso no pueda
constituir el punto de apoyo, el punto de partida central para construir una
teoría del valor no significa -como muchos afirman y otros creen- que el valor
de uso no tenga una función importante en el proceso económico global de la
producción capitalista y de la socialista también. De lo primero no se
desprende, ni real ni lógicamente, lo segundo; razonar así es incurrir en un no
sequitur.
Como se puede ver, entonces, es justamente en la economía de Marx
donde auténticamente se analiza en profundidad las distintas funciones del
valor de uso y su importancia económica real. Es en el análisis de Marx donde
se pone de manifiesto el juego específico de los valores de uso como productos
de una economía como la capitalista, destacando o diferenciándola de una
economía natural como también de las formas primarias del cambio mercantil.
Toda consideración en general sobre el valor de uso, desprendido,
desvinculado de su forma económica objetiva y social (del valor de cambio),
carece de relevancia analítica, por su carácter puramente abstracto, por su
generalidad, producto de una disolución del concepto mismo de valor de uso.
De ahí que pretender erigir sobre esta generalidad empírica, una teoría
rigurosa y científica para explicar el valor y el precio, el dinero y el capital, el
salario y la ganancia, carezca totalmente de sentido.
¡Pero esto es lo que hace precisamente la economía burguesa cuando
basa su análisis en la "utilidad", las "preferencias" o "gustos" de los
consumidores! extrañas derivaciones, arbitrarias, de aquél concepto genérico
de valor de uso del que se cree que es su base y al que, para peor, se lo
sustituye por la trillada utilidad y la maximización de una supuesta función que
se afirma realizan los consumidores
Cuando los economistas académicos sostienen aún hoy que el concepto
de utilidad marginal descubierto para resolver el problema del valor de las
mercancías, se aplica tanto al Consumo como a la Producción, sólo que para el
primero adopta un carácter marginal directo, en tanto que para la segunda
toma un carácter marginal indirecto por lo que en este caso es adecuado
hablar de productividad marginal, lo que en realidad sucede es: 1) introducen
una hipótesis ad-hoc para que no se derrumbe la construcción basada en la
utilidad; 2) abarcan ambos aspectos de la concepción microeconómica, no por
el concepto de utilidad marginal, sino por el recurso al método matemático de
margen.
El primer punto es un procedimiento invalidado por la teoría
epístemológica para la construcción de teorías científicas; y en cuanto al
segundo, la apelación al cálculo marginal crea la ilusión de una concepción
unitaria, pero a costa de que, extrañamente, la microeconomía pueda en
adelante pasarse sin el concepto de utilidad marginal y ni siquiera ya de
utilidad. Ya nada hay que vincule valor-precios-utilidad-demanda-oferta en un
sentido teórico. He aquí la culminación de esta supuesta "brillante" teoría sobre
la que todavía se repite sin mayores escrúpulos que es "la" teoría científica de
la Económica.
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