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SEMINARIO DE FORMACIÓN

PARA AGENTES DE PASTORAL.

EL MISTERIO DE LA REVELACIÓN: SU NATURALEZA.

NOCIÓN BIBLICA DE REVELACIÓN.

Se caracteriza por la intervención de Dios en la historia, que se concibe como encuentro de una
persona con otra: de alguien que escucha y responde. Dios se dirige al hombre, y le interpela. El hombre
responde por la fe y la obediencia.
Llamamos REVELACIÓN AL HECHO Y AL CONTENIDO DE ESTA COMUNICACIÓN.

ANTIGUO TESTAMENTO:
Si el AT carece de un término técnico para expresar la idea de Revelación, la expresión “Palabra
de Yavé” es la privilegiada, la más frecuente y significativa para manifestar la comunicación divina.
En las teofanías, la manifestación sensible esta al servicio de la Palabra. Lo principal no es el
hecho de ver la divinidad, sino el “OIR” la Palabra de Dios. La vocación de Abraham se presenta como
un hablar divino (Gen 12,1). Es significativo que Moisés puede conversar con Dios como con un amigo
(Ex 33,11), pero no podía ver su faz (Ex 33,21-23). En todos los profetas, lo esencial en las visiones son
las palabras.
Así, por su Palabra, Dios introduce progresivamente al hombre en el conocimiento de su ser
íntimo. “La Palabra de Dios en el Antiguo Testamento, se dirige e inspira una historia que comienza por
la Palabra de Dios pronunciada en al creación y que termina con la Palabra hecha carne”

MOMENTOS DE LA HISTORIA DE LA REVELACIÓN


1. La investigación vacila todavía en el periodo más antiguo de la revelación. Es un periodo que
parece estar marcado por hechos teofánicos y en manifestaciones de tipo ocular.

ORIGENES:
Yavé se aparece en forma humana a Abraham Gén 17, 1s; 18,1. Isaac y Jacob gozaron de
apariciones semejantes Gén 26,2; 32,25-31; 35,9. Es imposible, sin embargo, determinar la naturaleza
exacta de estas manifestaciones.
Israel se sirve de técnicas empleadas por los pueblos orientales para llegar al conocimiento de
los secretos de Dios: adivinación, ensueños, consultas, presagios, etc. Durante tiempo el AT conservó
parte de estas técnicas, purificándolas de su sabor politeísta o mágico Lev 19,26; Dt 18,10s; 1Sam
15,23; 28,3.
1Sam 9,1-10; Jos 7,6-15; 1Sam 10, 20-21: La consulta a Dios antes de la batalla, con una gran
diferencia: Israel espera una respuesta únicamente de la buena voluntad de Dios, no le exige como las
religiones paganas.
Los hebreos creían que Dios podía servirse de los sueños para dar a conocer su voluntad: Gén 20,3;
28,12-15; 337,5-10; Jue 7,13s; 1Sam 28,6; 1Re 3,5-14.
En los profetas, estas técnicas antiguas tienden a desaparecer para dar paso a la experiencia
eminente de la Palabra.

LA ALIANZA EN EL SINAI:
Es el momento decisivo en la historia de la Revelación. Se vincula a la Alianza las cláusulas o
preceptos dados por Dios. Estas leyes son las “Palabras de la Alianza” Ex 20,1-17 o las “Diez
palabras” Ex 34,28. Son la revelación de la voluntad divina, cuyo respeto o transgresión traerá
bendición o maldición.

EL PROFETISMO
Representa una etapa nueva. Custodian el cumplimiento de la Alianza. Se afirma el tema de la
irreversibilidad y el dinamismo de la Palabra Divina Is 31,2; Os 6,5; y especialmente Is 9,7.

1
Jeremías determina los criterios de la autentica Palabra de Dios:
 Cumplimiento de la palabra del Profeta Jer 28,9; 32,6-8.
 Fidelidad a Yavé y a la religión tradicional Jer 23,13-32.
 Testimonio que el profeta debe dar de su vocación Jer 14,6; 26,12-15.
Presenta la Palabra como una entidad permanente, dotada de un dinamismo irresistible Jer 5,14;
23,29; 25,13; 26,12.

DEUTERONOMIO
Confluyen dos corrientes: la legalista, expresión del Sacerdocio, y la profética. Bajo esta doble
influencia gana en profundidad la teología de la Ley. Para enderezar el presente a la luz del pasado, se
vincula la ley al tema de la Alianza. La Palabra de la ley se interioriza y consiste en amar a Dios con todo
el corazón y con toda el alma Dt 4,29.
Paralelamente a las corrientes profética y deuteronómica, se elabora una LITERATURA
HISTÓRICA. (Jueces, Samuel, Reyes). Esta es una historia de la salvación y una teología de la historia.
La alianza supone que el curso de los acontecimientos esta regulado por la voluntad divina. Un texto
importante es la Profecía de Natán 2Sam7, que relaciona la alianza con el rey y funda el mesianismo
real.
Durante el EXILIO, la Palabra profética se hace cada vez más palabra escrita. Ezequiel debe
comer el libro para predicar su contenido Ez 3,1s. Es el ministro de la Palabra irrevocable, que anuncia
los acontecimientos y hace infalible su desenlace Ez 12,25-28; 24,14.

La LITERATURA SAPIENCIAL: en sus comienzos es simple reflexión sobre el hombre y su conducta


para ayudarle a comportarse en la vida con prudencia y discreción Prov 1,1-6. Israel asume esta
experiencia humana, pero la interpreta y la profundiza a la luz de su fe en Yavé. Con esta luz nueva, la
oposición sabiduria-necedad se convierte progresivamente en oposición entre justicia e injusticia, entre
piedad e impiedad. El sabio es el que cumple la ley de Dios Eclo 15,1; 19,20; 24,23; Ecl 12,13; porque
toda sabiduría viene de Dios Prov 2,6, ya que solo Él la posee plenamente. La Sabiduría, como palabra,
ha salido de la boca del Altísimo, obra en la creación y ha venido a establecerse en Israel Eclo 24,3-31.
Se identifica con la Palabra de Dios Sab 7-9.

El SALTERIO es principalmente respuesta a la revelación, pero también es revelación porque la oración


de los hombres da a la revelación toda su dimensión. Para el salmista, la Palabra de Dios es a la vez
promesa, ley, potencia que se ejerce en la naturaleza y en al historia. Sal 119.
Es importante el papel de la Escritura en la historia y en al revelación. Le da a la Palabra de Dios
un carácter de duración y eternidad: permanece irrevocable e indefectible. Pero al fijarse, corre el riesgo
de perder algo de dinamismo. Así, exige al actualización y aplicación a las situaciones nuevas de la
historia, por medio de una relectura constante. El dinamismo de la Palabra se enraíza en el dinamismo
de la persona que la pronuncia.
Esta es la Palabra de Dios: discurso del Dios de la verdad y acto salvador del Dios viviente;
proclamación y realización de la salvación; luz y poder.
El objeto o contenido de la revelación veterotestamentaria es doble: Revelación de Yavé y
Revelación de su designio salvífico.
Primero: El Dios del AT se revela como Dios viviente y personal, en oposición a los ídolos mudos
y muertos. El segundo aspecto de esta revelación es la salvación.

CARACTERES DE LA REVELACIÓN

1. La revelación es esencialmente INTERPERSONAL: Más que manifestación de algo, es de


“alguien”. Yavé es el sujeto y objeto a la vez; Dios que revela y revelado. El Dios viviente entra en

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relación interpersonal con el hombre, sella con él una alianza. La palabra de Dios introduce al
hombre en una Koinonia (Comunión).
2. La revelación bíblica NACE DE LA INICIATIVA DIVINA: No es el hombre quien descubre a Dios, sino
Yavé que se manifiesta cuando quiere, a quien quiere y porque quiere. Él elige los medios.
3. La Palabra da a la economía de la Revelación su UNIDAD: Prima el oír sobre el ver. La Palabra es
por excelencia, el medio para el intercambio espiritual entre Dios y el hombre.
4. Por la Revelación, EL HOMBRE SE HALLA ANTE LA PALABRA QUE EXIGE FE Y
CUMPLIMIENTO: La suerte del hombre está vinculada a la opción que hace por o contra la Palabra.
Pero la finalidad de la Revelación es la vida y la salvación del hombre, su comunicación con Dios Is
55,2.
5. LA ESPERANZA DE LA SALVACIÓN VENIDERA da a toda la revelación su sentido propio: Esta
comienza en la promesa hecha a Abraham y tiende a su cumplimiento. La historia tiende hacia la
plenitud de los tiempos, que es el cumplimiento del designio de Dios en Cristo y por Cristo.

CONCLUSIÓN: La Revelación se describe como la intervención graciosa y libre por la que Dios santo y
escondido se da a conocer a sí mismo y su designio salvífico de sellar una alianza con Israel, y después
con todos los pueblos, para cumplir su promesa hecha a Abraham. Es la manifestación progresiva, por
medio de la Palabra, del designio de gracia por el que Yavé se entrega a su pueblo, y después a la
humanidad, para unirse con él en unión definitiva en la persona de su ungido.

NUEVO TESTAMENTO
La noción de Revelación presenta una complejidad y una riqueza de tonos muy superiores a las
del AT. Un acontecimiento capital ha tenido lugar entre las dos alianzas: “Después de haber hablado
antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas
maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero
de todas las cosas y por quien hizo el mundo...” (Hb 1,1).
En Jesucristo, la Palabra interior de Dios, en lo que Dios se expresa totalmente y conoce todo, se
hace hombre y evangelio, palabra de salvación, para llamar al hombre a la salvación.
En Jesucristo, Verbo encarnado, el Hijo esta presente entre nosotros y habla, predica, enseña,
atestigua lo que ha visto y ha oído en el seno paterno en palabras humanas que nosotros podemos
comprender y asimilar.

TRADICIÓN SINÓPTICA:
TERMINOS: Los que describen la acción reveladora de Cristo son:
PREDICAR, en el sentido de Proclamar
EVANGELIZAR
ENSEñAR
REVELAR
Cristo es el “Rabbí”, el doctor que interpreta las Escrituras con autoridad de maestro en Israel. Es
más que un profeta y más que un rabbí. Es el Hijo que conoce los secretos del Padre. Por influjo de la
pasión-resurrección que descubren la verdadera identidad, se abandonan estos títulos de rabbí, doctor,
profeta, y se reemplazan por los de Cristo, Señor e Hijo de Dios.
Cristo predica y enseña. Son los dos términos que prevalecen Mt 4,23; 11,1; Lc 20,1; Mc
1,22.32.38; 6,6; Lc 19,47; 20,1; Lc 13,22; 23,5.
PROCLAMAR (de manera todavía global) la nueva sorprendente del Reino de Dios realizado en
Jesús.
ENSEñAR, en el sentido de instruir más detalladamente en los misterios de la fe y en los
preceptos de la vida moral. Generalmente, la instrucción sucede al impacto del primer anuncio de la
salvación.
CRISTO PREDICADOR: Aparece en continuidad con la tradición profética. Cristo inaugura su
ministerio a la manera de los profetas, predicando la buena nueva y la penitencia que a él conduce Mt

3
4,18-19; Is 61,1-2; Mc 1,14-15. En cuanto revelador, supera a todos los profetas Mt 5,17. Cristo predica
y llama a otros a participar Mc 3,14.
CRISTO DOCTOR: Enseña. Se le da el titulo de rabbí Mc 9,5; 11,45; 14,45; Mt 23,7; 26,25. Su
enseñanza tiene un carácter absolutamente único. No se limita a comentar la ley, como los doctores,
sino que la interpreta, corrige y profundiza Mt 5-7.
CRISTO, HIJO DEL PADRE: Si Cristo es más que profeta, si enseña con autoridad, es porque es
el Hijo único, el heredero Mc12, 6. Cristo es el revelador perfecto del Padre. También el Padre revela al
Hijo, y ambas revelaciones se complementan mutuamente: la Revelación del Padre hace aceptar la de
Jesús, ya que aceptar la revelación es obra de la gracia.
LA FE, RESPUESTA DEL HOMBRE: La fe es la actitud que corresponde a la predicación de al
Buena Nueva Mc 16,15-16. Los hombres están invitados a escuchar la palabra y a entenderla Mt 13,23,
es decir, a aceptar en la fe la Palabra de Dios y a vivir según sus exigencias Mc 4,20; Mt 7,24-27; Lc
6,47-49; 8,21; 11,28.

HECHOS DE LOS APOSTOLES:


Reflejan el lenguaje de la primitiva Iglesia y su fe nueva. Dar testimonio, proclamar el
Evangelio y enseñar pertenecen a la función apostólica. Dóciles a la Palabra del Señor, marcharon los
Apóstoles a “predicar”, “enseñar” 2,42; 4,2.18; 5,25.42; 11,26; 17,19; 18,11; 21,21; “dar testimonio” 1,22;
2,32; 3,15; 5,20-32; 10,39; 13, 31.
Los Apóstoles DAN TESTIMONIO: La primera parte del libro insiste en los términos “Testigos” y
“dar testimonio”. Tres son las características del testigo: a) Elegidos por Dios 10,41; 1,26.
b) Han convivido con Cristo, durante su vida y lo han visto después de la resurrección.
C) es la misión o el mandato que ha recibido 1,8.
Los Apóstoles son testigos de lo que han visto y oído 4,20; de las obras y de la doctrina de Cristo
1,1. Dan testimonio con el poder del Espíritu 1,8. Entre Cristo, testigo del Padre y los apóstoles, testigos
de Cristo, hay continuidad en la misión, en el testimonio, en la muerte y en la gloria.
Los Apóstoles PROCLAMAN LA BUENA NUEVA: Se acentúa el carácter dinámico, publicitario
de este testimonio. Dice fidelidad a une experiencia y valentía para darlo. La proclamación queda
consolidada con signos de poder, obran prodigios en nombre de Jesús 3,6, manifiestan la gloria que se
le ha conferido en el momento de la resurrección.
OBJETO Y TESTIMONIO de la predicación: Lo que predican, enseñan, y atestiguan los
apóstoles, y lo que el auditoria debe escuchar y recibir, es Cristo 5,42; 8,5.35; 9,20; 18,5, o la Palabra de
Cristo 15,35, es la buena noticia de la salvación por Cristo, iluminados por Pentecostés. El contenido de
la Palabra ante todo y en términos más explícitos, que Jesús ha resucitado y ha sido constituido juez
de vivos y muertos 10,42 Señor y Cristo 2,36. Por él nos ha llegado la salvación: Él es el autor de
la vida 3,15, el salvador 5,31; 13,23 y da el Espíritu 2,38.
LA FE, RESPUESTA DEL HOMBRE: La respuesta que conviene al Kerygma y al testimonio, es
la fe. Es la adhesión absoluta y total. Es la entrega a Cristo y todo lo que él implica. La fe incluye la
conversión. Pero la fe no es obra humana. El drama es que el hombre puede cerrarse en su existencia
y resistir a la Palabra.

SAN PABLO
El principal esquema utilizado por San Pablo para penetrar en el corazón de la idea de la
revelación es el del “misterio” y el de “Evangelio”. Pablo es apóstol para anunciar la buena nueva del
misterio revelado por Dios.
LOS TÉRMINOS EMPLEADOS: Dios revela, hace manifiesto, da a conocer, pone de manifiesto.
La doxología con que termina la carta a los Romanos ilustra bien la diversidad y riqueza de la economía
reveladora Rm 16,25-26. En Jesucristo, un misterio antes escondido y tenido como secreto, se ha
descubierto, revelado y hecho manifiesto; el misterio se ha dado a conocer a las naciones por el
evangelio y la predicación, para llevarlos a la fe y a la obediencia.
EL MISTERIO PAULINO: La Teología de San Pablo es una soteriología, cuya intuición
fundamental es la noción de misterio: no se trata de cosas ocultas, sino que es el plan divino de
salvación manifestado y realizado por Cristo. 1Cor 2,7-8 y Rm 16,25 anticipan ya esta significación. Ef 1

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amplía aún más la visión: el misterio es la recapitulación de todas las cosas en Cristo. En concreto el
misterio es Cristo Col 1,26-27; 1Tim 3,16.
ETAPAS de la revelación: El misterio puede ser considerado en diversos planos: en el de la
intención (el misterio de Dios), en el de la realización en Cristo y por Cristo (misterio de Cristo), en el
del encuentro personal (el evangelio y la fe), en el de la extensión a toda la humanidad (el misterio
de la Iglesia).
LA RESPUESTA DEL HOMBRE: La predicación esta orientada a la “obediencia de la fe” Rm
16,26; 2Cor 10,5. La fe sólo es posible en aquellos que quieren escuchar la palabra de verdad Rm
10,18, y están dispuestos a obedecerle Rm 10,16. Para Pablo, la fe es aceptar la palabra y obedecer al
Evangelio Rm 1,5; 16,26.
FINALIDAD DEL MISTERIO: LA finalidad inmediata de la revelación del misterio y de la
predicación es la de llevar a los hombres a la obediencia de la fe, después la de “hacer todo hombre
perfecto en Cristo” Col 1,28; la de edificar “un templo Santo en el Señor”, una “morada de Dios en el
Espíritu” Ef 2,21-22; la de formar el “hombre de Cristo” que es la Iglesia Ef 1,22; 4,16; 5,23.30; el
“hombre perfecto” que “realiza la plenitud de Cristo” Ef 4,13. En último término, la revelación del misterio
es “para alabanza de la gloria de la gracia” de Dios Ef 1,6.12.14; Fil 2,11.

LA CARTA A LOS HEBREOS


Intenta demostrar la excelencia de Cristo, como mediador, y de la superioridad de su sacerdocio
sobre el de la antigua alianza. La novedad que aporta la carta se reduce a dos puntos: 1. Comparación
entre la revelación de la nueva y de la antigua alianza; y 2. Magnificencia de las exigencias de la palabra
divina.
El término que prevalece para designar la revelación es la de Palabra. Al relacionar las dos fases,
se subraya la continuidad, y al mismo tiempo se pone de relieve la excelencia de la revelación nueva,
inaugurada por la palabra de salvación del Hijo.

SAN JUAN
La mayor novedad que trae San Juan es la ecuación que establece entre Cristo Hijo del Padre, y
el Logos. Cristo es la palabra eterna, subsistente, personal, que lleva a cabo la revelación se hace carne
para manifestar al Padre.
JESUCRISTO, PALABRA DE DIOS E HIJO DE DIOS: YA el AT conocía la Sabiduría y la Palabra
creadora y reveladora, enviada a la tierra para manifestar los secretos de Dios y que a él vuelve una vez
cumplida su misión Is 55,10-11. Pero no concebía la Sabiduría y la Palabra de Dios como persona
realmente distinta. Al Hijo único, que vive en el seno Paterno Jn 1,18 como palabra interior de Dios,
vincula San Juan toda la revelación.
LA GESTA DEL LOGOS: El prólogo del Evangelio de San Juan aparece como la gesta del
Logos, como un resumen de la historia de las manifestaciones de Dios por su Palabra.
En la economía distinguimos tres etapas:
1. La creación constituye la primera manifestación de Dios.
2. Escogió un pueblo para sí y a él se manifestó por la ley y los profetas.
3. “...Nos habló por su Hijo” (Encarnación).
La revelación se lleva a cabo porque la Palabra se ha hecho carne y se hace mensaje que nos
dice en proporciones y términos humanos los secretos de Dios, en concreto el misterio de su amor hacia
sus hijos.
Tres son los elementos que hacen de Cristo el perfecto revelador del Padre:
1. Su preexistencia como Logos de Dios 1,1-2.
2. La Encarnación del Logos 1,14.
3. La intimidad de vida permanente del Hijo con el Padre, tanto antes como después de la
Encarnación 1,18.
CRISTO TESTIGO DEL PADRE: Cristo habla como testigo acreditado, porque es la Palabra de
Dios 1,1-2 y el Hijo del Padre 1,18; solo él conoce al Padre, porque viene de Él 6,46; 7,29; 8,55; 16,27;
17,8; conoce al Padre 7,29, como el Padre lo conoce 10,15; porque esta en el Padre y el Padre en él

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10,30; 17,21.23; él es, en persona, la luz y la verdad. El testimonio se refiere a Cristo mismo, a la
naturaleza misteriosa de su persona y a su misión salvífica.
VOCABULARIO JOÁNICO DE REVELACIÓN: La mayor parte de los vocablos que traducen la
visión interior de San Juan están vinculados a la idea de revelación: palabra, testimonio, luz, verdad,
gloria, signo; y entre los verbos: conocer, saber, ver, manifestar, mostrar, dar a conocer, enseñar, dar
testimonio, decir, hablar, interpretar.
La noción de revelación esta vinculada a la de testimonio. Dar testimonio es afirmar la realidad de
un hecho, dando a la afirmación toda la solemnidad que las circunstancias exigen.
El testimonio conlleva dos aspectos: Una comunicación relativa a ciertos acontecimientos acerca
de los que el testigo posee ciencia basada en la experiencia; y en segundo lugar, esta declaración se
hace por regla general en función de una persona determinada: el testigo, por su deposición, se pone en
pro o en contra de una persona. En Juan, “dar testimonio” une estos dos aspectos.
CRISTO, DIOS REVELANTE Y DIOS REVELADO: Cristo enseña la única religión que agrada al
Padre 4,23, pero es, al mismo tiempo objeto de la revelación, Dios revelado. Cristo revela a Cristo
mismo. Es a la vez el Dios que habla y el Dios del que habla, el que revela el misterio y el misterio
mismo. No solo comunica la palabra y la verdad; Él es además la Palabra y la verdad 1,1; 14,5-6.
CARACTERÍSTICAS DE LA REVELACIÓN:
ESCANDALO: ya que se nos da de una manera inaudita e inesperada 3,9; 6,42; 7,15.26.52;
8,33.52; 12,34. La palabra de Cristo pone al hombre ante una opción decisiva, en por o en contra de la
vida. Cristo vino, no a juzgar sino a salvar 3,16-21 y para dar la vida 10,10. Más su palabra, al ser
palabra de salvación, lleva consigo para e que la rechaza juicio y condenación 12,47-48.
ES LUZ Y VIDA: En el prólogo, el Logos es luz y vida del hombre. Cristo se presenta como la luz
del mundo 9,5; 8,12; 12,46. Cristo es la luz que lleva a la vida. Lo trágico de la revelación proviene de
que el hombre puede cerrar sus ojos a la luz, rechazar el testimonio y correr a su perdición 1,11.
Como la Palabra de Dios encarnada y hecha, por la carne, palabra y testimonio humanamente
formulado, dirigido sin mediación alguna a los apóstoles y por ellos, a toda la humanidad, para dar
testimonio de la caridad del Padre que envía a su Hijo al mundo para que los hombres crean en Él y
tengan la vida eterna. La fe es la respuesta al testimonio exterior de Cristo y a la atracción interior del
Padre y del Espíritu.

LA REVELACIÓN COMO PALABRA TESTIMONIAL (ESTRUCTURA DIALOGAL DE LA REVELACIÓN)


D.V. 2-6; E. Suam; E.N.
Naturaleza y objeto de la Revelación
2. Quiso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su
voluntad (cf. Ef., 1, 9), mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen
acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina (cf. Ef., 2, 18; 1 Pe. ,
1, 4). Así, pues, por esta revelación Dios invisible (cf. Col., 1, 15; 1 Tim., 1, 17), movido por su gran
amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex., 33, 11; Jn., 15, 14-15) y trata con ellos (cf. Bar., 3, 38),
para invitarlos y recibirlos a la comunión con El. Este plan de la revelación se realiza con palabras y
hechos intrínsecamente conexos entre sí, de modo que las obras realizadas por Dios en la historia de la
salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras,
por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima
acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a
un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación (mt 11,27; Jn 1,14.17; 14,6; 17,1-3; 2Cor 3,16; 4,6;
Ef 1,3-14).
Preparación de la revelación evangélica
3. Dios, creando (cf. Jn.1, 3) y conservándolo todo por su Verbo, da a los hombres testimonio
perenne de sí en las cosas creadas (cf. Rom., 1, 19-20), y, queriendo abrir el camino de la salvación
sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio.
Después de su caída les animó a la esperanza de la salvación (cf. Gen., 3, 15) con la promesa de la
redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan

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la salvación con la perseverancia en las buenas obras (cf. Rom., 2, 6-7). A su tiempo llamó a Abraham
para hacerlo padre de un gran pueblo (cf. Gen., 12, 2-3), al que después de los Patriarcas instruyó por
Moisés y por los Profetas para que lo reconocieran Dios único, vivo y verdadero, Padre providente y
justo juez, y para que esperaran al Salvador prometido, y de esta forma, a través de los siglos, fue
preparando el camino del Evangelio.
Cristo, culmen de la revelación
4. Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los Profetas, "últimamente,
en estos días, nos habló por su Hijo" (Heb., 1, 1-2), pues envió a su Hijo, es decir, al Verbo eterno, que
ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios (cf. Jn.,
1, 1-18); Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre enviado a los hombres" (Carta a Diogneto
7,4), "habla palabras de Dios" (Jn., 3, 34) y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió (cf.
Jn., 5, 36; 17, 4). Por tanto, Jesucristo -ver al cual es ver al Padre (cf. Jn., 14, 9),- con toda su presencia
y manifestación de sí mismo, con sus palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo, con su muerte
y resurrección gloriosa de entre los muertos, con el envío, finalmente, del Espíritu de verdad, completa la
revelación y confirma con testimonio divino que Dios está con nosotros para librarnos de las tinieblas del
pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna.
La economía cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva nunca pasará, y no hay que
esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo
(cf. 1 Tim., 6, 14; Tit., 2, 13).
La revelación hay que recibirla con fe
5. Cuando Dios revela hay que prestarle "la obediencia de la fe" (Rom., 16, 26; cf. Rom., 1, 5; 2
Cor., 10, 5-6), por la que el hombre se entrega libre y totalmente a Dios, prestando "a Dios revelador el
homenaje del entendimiento y de la voluntad" y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por El.
Para profesar esta fe necesitamos la gracia de Dios que previene y ayuda, y los auxilios internos del
Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da "a todos la
suavidad en el aceptar y creer la verdad". Y para que la inteligencia de la revelación sea más profunda,
el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones.
Las verdades reveladas
6. Mediante la revelación divina quiso Dios manifestarse a sí mismo y manifestar los eternos
decretos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres, "para comunicarles los bienes divinos,
que superan totalmente la comprensión de la inteligencia humana".
Confiesa el Santo Concilio "que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con
seguridad por la luz natural de la razón humana, partiendo de las criaturas" (cf. Rom., 1, 20); pero
enseña que hay que atribuir a su revelación "el que todos, aun en la presente condición del género
humano, puedan conocer fácilmente, con firme certeza y sin ningún error, las cosas divinas que por su
naturaleza no son inaccesibles a la razón humana".

REVELACION POR LA HISTORIA: HECHOS Y PALABRAS INTRINSECAMENTE ENLAZADAS ENTRE


SÍ.
Hay una corriente que tiende a oponer una revelación-acción a una revelación-doctrina, una
revelación – acontecimiento de salvación a una revelación - conocimiento, y por ende, un Dios que obra
a un Dios que habla.
Esta corriente afirma que Yavé es un Dios que interviene en la historia humana y que la
revelación aparece ante todo como una serie de acontecimientos cuyo sujeto es Dios. La Teología
afirma este carácter innegable de la revelación, su historización.
Los hebreos fueron los primeros en oponer una concepción lineal del tiempo a una concepción
cíclica del mismo; fueron los primeros en dar a la historia valor de epifanía de Dios. En muchas
religiones, el tiempo aparece incluso como un obstáculo a superar; por ejemplo, para los griegos la
salvación no puede venir de un acontecimiento de la historia. Para Israel lo importante es los que Dios

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hizo, hace y hará según sus promesas. Las fiestas anuales (Pascua, Los Tabernáculos ) son la memoria
de los hechos salvíficos de Dios.
Israel confiesa que Dios intervino en su historia, que este encuentro tuvo lugar un día y que
cambio por completo su existencia: la historia es pues, lugar de la revelación. La esencia de la fe de
Israel en Dios está en su concepción del Dios vivo que se revela en la historia.
Esto lleva a valorar la historia y a actualizar la revelación. Hay una historia de la revelación que
no coincide con la historia universal; las intervenciones de Dios son en la historia universal como brotes
de lo divino en el tiempo, pero no puntos aislados en el tiempo, sino íntimamente coherentes.
Dios “obra en” la historia, se “revela por” la historia. ¿En qué sentido puede hablarse de
historia en cuanto revelación?
Para hablar de revelación por la historia es menester unir dos realidades: el acontecimiento
y la Palabra.
La acción va acompañada de la palabra que expresa el sentido de la acción divina. Dios realiza
el hecho y manifiesta a la par su significación; interviene en la historia y dice a la vez el sentido de su
intervención; Dios obra y comenta su acción. La estructura de la revelación es SACRAMENTAL:
consta de hechos, de acontecimientos, iluminados por la palabra. Hay que distinguir, pues, por una
parte, el “acontecimiento histórico” (real, objetivo), y por la otra, el “acontecimiento de la palabra” (real,
objetiva), que acompaña al acontecimiento histórico.
En su totalidad, el proceso revelador consta, pues, de los elementos siguientes: a)
Acontecimiento histórico
b) Revelación que da al profeta la inteligencia del acontecimiento.
c) Palabra del Profeta que presenta el acontecimiento y su significación como objetos del
testimonio divino.
Tanto el NT como en el AT la revelación se nos da en forma de la historia cuya significación sólo
puede ser comprendida por el acontecimiento de la palabra. La encarnación del Hijo precipita el ritmo de
la historia: Dios habla una sola vez y totalmente (Hb 1,1). La revelación aparece como contraida y
condensada en la vida y acciones de Cristo. Todo culmina en el único acontecimiento de Cristo; todo se
nos dice en la palabra de Cristo.
IMPLICACIONES DE UNA REVELACIÓN EN Y POR LA HISTORIA
1. Concierne a la naturaleza y el progreso de la revelación.
2. Particularismo de la revelación
3. Concierne a la validez de una revelación dada en el tiempo.

CONCLUSIÓN
La revelación no tiene lugar fuera del tiempo, ni en el tiempo mítico, en el instante extra-temporal
del comienzo: es un acontecimiento localizado en el tiempo. Por la revelación Dios entra en al historia
humana y puede determinarse el momento de su entrada. La acción reveladora hace historia.
La revelación no es como un punto único en el transcurso del tiempo, sino como una sucesión de
intervenciones discontinuas. Es un acontecimiento progresivo: existe una historia de la revelación, es
decir de las intervenciones divinas que hacen crecer cualitativa y cuantitativamente la revelación hasta la
muerte del último apóstol. En esta historia hay un culmen: la venida de Dios a nosotros en al persona de
Cristo. La historia de la revelación es una economía, una disposición, un designio de la sabiduría divina.
La revelación se lleva a cabo por la historia, pero no por la historia sola, sino con la interpretación
de la palabra.

JESUCRISTO, MEDIADOR Y PLENITUD DE LA REVELACIÓN SOBRENATURAL HISTÓRICA. D.V. 4.

H. FRIES en su “Teología Fundamental” se pregunta si la historia es en sí una revelación, en el


sentido de que haya una referencia a algo por encima del acontecer comprobable. La respuesta es que
NO RESULTA EVIDENTE. Solo es posible cuando se cree en un Dios reconocible ya en la creación.

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CREDIBILIDAD DE LA REVELACIÓN
LA REVELACIÓN SOBRENATURAL HISTORICA COMO POSIBILIDAD PARA DIOS Y PARA EL
HOMBRE. Vat I (Ds 3005); GS 12-22; Dz 1785-1788.

Dz 1785: “Dios puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo
de las cosas creadas (Rm 1,20). Sin embargo, plugo a su sabiduría y bondad revelar al género humano,
por otro camino, y este sobrenatural, a sí mismo y los decretos eternos de su voluntad, como quiera que
dice el apóstol en Hb 1,1s”.
Dz 1786: “Aquello que en las cosas divinas no es de suyo inaccesible a la razón humana, pueda
ser conocido por todos, aún en la condición presente del género humano, de modo fácil, con firme
certeza y sin mezcla de error alguno. Sin embargo, no por ello ha de decirse que la revelación sea
absolutamente necesaria, sino porque Dios, por su infinita bondad, ordeno al hombre a un fin
sobrenatural, es decir a participar de bienes divinos que sobrepujan totalmente la inteligencia de la
mente humana (Cfr. 1Cor 2,9)”.
Dz 1787: “Según afirma Trento, esta revelación “se contiene en los libros escritos y en las
tradiciones no escritas, que recibidas por los apóstoles de boca de Cristo mismo, o por los mismos
apóstoles bajo la inspiración del Espíritu Santo trasmitidas como de mano en mano, han llevado hasta
nosotros” (Conc. Trid. v 783). Estos libros han de ser recibidos como sagrados y canónicos. Fueron
escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por autor y como tales han sido trasmitidos a la
misma Iglesia”.
Dz 1788: “... en materias de fe y costumbres que atañen a la edificación de la doctrina Cristiana,
ha de tenerse por verdadero sentido de la SE aquel que sostuvo y sostiene la Iglesia, a quien toca juzgar
del verdadero sentido e interpretación de las SE... a nadie es lícito interpretar la misma Escritura contra
este sentido ni tampoco contra el sentir unánime de los padres."

DIOS TRINO
CONCEPTOS FUNDAMENTALES CLÁSICOS DE LA DOCTRINA TRINITARIA

PROCESIÓN: “Origen de una persona divina a partir de otra”. Es una categoría de la


Escritura, aunque le damos un sentido teológico. En teología tiene un valor técnico, es una noción
general. De ninguna manera se puede aplicar en sentido físico (caemos en la herejía).
El Hijo y el Espíritu Santo se presentan como REFERIDOS: Para Cristo tener una madre humana
es una manera de mostrar, humanamente su origen divino. La paternidad humana es imagen: “generar”,
aunque Dios genera sin multiplicar. Igualmente el Espíritu es “enviado”, “dado”.
Revela la plenitud de la Trinidad: nos presenta una Trinidad de entrega, de amor. Las
procesiones son puramente inmanentes y espirituales, y por eso no repugnan a Dios (acontecen
dentro de Dios). El fundamento último es la perfección esencial de Dios, ya que el ser más perfecto es
el más comunicado, no el más compacto.
Las personas no proceden de la esencia, PROCEDEN DE LAS PERSONAS, las unas de las
otras.
El termino de la procesión es la PERSONA. La procesión genera relaciones entre el principio del
que procede y el que procede. Las procesiones son relaciones que engendran personas.

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RELACIÓN: “cuyo ser consiste en estar referido a otro”, el ser en otro, la inherencia. Cuando
algo procede de un principio de su misma naturaleza, el principio y aquello que proceden deben tener
alguna conveniencia, tiene que haber relaciones reales (madre-hijo). En la Trinidad: en Dios hay
orígenes a partir de un principio con identidad de naturaleza.
Cuando hablamos de relación, suponemos oposición (positiva), distinción. Esta distinción de las
relaciones es real.
PROPIEDAD: Cosa propia de una sola persona y solo de ella: paternidad – filiación.
APROPIACIÓN: Cuando un atributo de la totalidad se atribuye a uno solo: creación=Padre,
Redención o sabiduría=Hijo, Santificación o amor=Espíritu Santo.
¿Cuantas relaciones hay? DOS (2) PROCESIONES – CUATRO (4) RELACIONES
GENERACIÓN: Paternidad – Filiación.
ESPIRACIÓN: Espiración activa – Espiración pasiva.
TRES (3) SON CONSTITUTIVAS: Paternidad – Filiación – Espiración pasiva. La Espiración
activa es del Padre y del Hijo: No hace que el Padre sea Padre ni que el Hijo sea Hijo.

PERSONAS: Santo Tomás define cono “relación subsistente”, basada en el realismo de las
procesiones divinas. “Persona divina significa relación, pero subsistente”. La relación designa el
elemento individuante que distingue a la persona, mientras que subsistente designa la posición
absoluta de la persona. La relación, cuando es opuesta e incomunicable, constituye por consiguiente en
Dios a las personas.

NOCIONES: Notas abstractas con las que la mente humana conoce el misterio trinitario. Son
categorías que nos ayudan a conocer las personas divinas.
Características: Pertenecer a los orígenes o las relaciones divinas (sirven para la distinción).
Significar algo propio de una persona o al menos de Dios.
Expresar dignidad.
Ser abstracta= son categorías cognoscitivas.
Significar en el nivel de nuestro entendimiento= son humanas.
¿Cuál es el valor de las nociones? Nos ayudan a responder porque las tres personas son un solo
Dios y a la vez se distinguen entre sí. Por otro lado con ella podemos hablar de 2 personas a la vez sin
multiplicarlas (espiración activa).

Padre No procede de nadie (innascibilidad) paternidad


Hijo filiación común espiración
Espíritu procesión -------------

Los teólogos orientales expresan más dinámicamente:


PERIJÓRESIS: significa literalmente “bailar alrededor de...” y se traduce por estar los unos en
los otros “El Padre esta en el Hijo y el Hijo en el Padre”. Habla de mutua compenetración, co-
existencia, in-existencia de cada una de las personas en las otras: explica la unidad y la Trinidad.
Comienza con el Padre, que comunica al Hijo: el Padre es principio, causa, fuente. Es el
derramamiento del Padre en el Hijo y por el Hijo, en el Espíritu Santo. Entregar el ser no significa salir...,
con lo que no destruimos la unidad.
Los latinos traducen este término de manera más estática: circum-sessio= “estar sentado
alrededor de...”. Se dice lo mismo, pero con una palabra de reposo. De todos modos hablamos de in-
existencia.

MISIÓN: Es el camino de la Trinidad hacia el hombre. Se encuentran la Teología y la Economía.


Las misiones pertenecen a la Trinidad inmanente.
En la revelación nunca se habla de la misión del PADRE: el Padre es principio absoluto, también
de la Trinidad económica. Se dice que “vienen” “vendremos y habitaremos”, “Habita”, “se da”
HIJO: Misión de un apóstol o profeta (Hc 3,20-26)
Hay misiones invisibles del Hijo: “LA inhabitación en quien lo ama” (Jn 14,23)

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Se habla de la Encarnación como la misión radical. Es el primer caso de la misión divina
como tal: ser enviado es igual a hacerse hombre (Jn 3,16-17; 10,36; 17,18; 1Jn 4,9).
ESPÍRITU SANTO: Misión invisible en el corazón de los fieles (Gal 4,6; 1Pe 1,12; Jn 14,26;
15,26;16,7)
Misiones visibles: Pentecostés, Hc 10,44.
Diferencia con el Hijo: no se encarna. Es a través de teofanias= imágenes como “soportes” de la
Misión.
Epiclésis litúrgica.

Partiendo del acontecimiento pascual, suprema revelación del misterio, intentaremos narrar la
historia de cada uno de los Tres, indisolublemente unidos entre sí, para contemplar luego en la unidad
del mismo acontecimiento la unidad trinitaria de Dios...

HISTORIA DEL PADRE


El acontecimiento de pascua revela la historia del Padre; él es el que entregó al Hijo por amor al
mundo (Jn 3,16; Rom 8,32); él es el que lo resucitó, dándole a él y en él a los pecadores, separados y
alejados, el Espíritu de reconciliación y de vida. El Padre toma la iniciativa en toda la historia de Jesús
de Nazaret; él es el que lo envió (Lc 4,17-21; Jn 7,28; 8,29.42; Hc 3,20; Gál 4,4;1Jn 4,9.10.14); Jesús se
refiere a él con la expresión tan densa e inaudita de Abbá. Entre Jesús y el Padre se da una relación de
pertenencia recíproca (Jn 17,10.21;10,3), de profunda comunión (Jn 16,32;8,31), de unidad perfecta (Jn
10,30; 14,9) Esta unidad insondable aparece sub contrario en el grito de infinito dolor de la Cruz “¡Dios
mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34; Mt 27,46). El sufrimiento de la separación
revela la intensidad de la comunión.
Así pues, el Padre es aquel que ama al Hijo y nos ama a nosotros hasta el punto de entregar a
la muerte al Hijo amado. El Padre es Dios: en el NT “Dios” designa al Padre en casi la totalidad de los
casos. No existe pasaje alguno en el que Dios aparezca referido al Dios trinitario, sino que designa al
Padre como persona trinitaria. Aquel a quien reza Jesús es el Dios de Israel, su Padre. En cuanto que
Dios es el Padre y el Padre es aquel que ama a Jesús y nos ama a nosotros, Dios es amor (1Jn 4,8-
10.16). En este sentido Pablo puede saludar a los Cristianos de Corinto “¡La gracia de Nuestro Señor
Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo sea con todos ustedes!” (2Cor 13,13). En
el amor del Padre se basa la esperanza de los cristianos (Rom 5,5).
A partir de que en la economía corresponde siempre al Padre la iniciativa del amor, se ha puesto
de relieve cómo el amor del Padre es amor fontal, original: el Padre es el principio, la fuente y el
origen de la vida divina. “Confesamos que el Padre no es engendrado, no es creado, sino que es
inengendrado. En efecto, aquel de quien el Hijo recibe nacimiento y el Espíritu Santo procesión, no tiene
origen de nadie. Por tanto, es la fuente y el origen de toda la divinidad” (Ds 525). Santo Tomas de
Aquino ve en la innascibilidad una noción propia del Padre. Este lenguaje expresa la absoluta libertad y
gratuidad del amor del Padre: sólo él puede sin motivo o causa empezar a amar. Su amor no tiene en
absoluto necesidad de nada que lo ponga en movimiento desde fuera.
Esta fontalidad pura es la que hace al Padre Generante, Padre del Hijo eterno. Amando, Dios
se distingue: es amante y amado, Padre e Hijo en la distinción de Aquel que amando engendra y de
Aquel que es engendrado en el amor. La paternidad es la otra propiedad del amor del Padre, junto con
su ser principio sin principio. Sin embargo, no engendró algo distinto de lo que es él mismo es: Dios
engendro a Dios, la luz engendró a la luz. Aquello por lo que la persona del Padre se distingue de todas
las demás es la paternidad.
Del amor que engendra al Amado sigue todavía procediendo amor: el amor del Padre, fuente del
amado, el Hijo, es también fuente del tercero en el amor, el Espíritu. El Padre, que engendra al Hijo
“espira” al Espíritu Santo. El Espíritu aparece como el vínculo personal de su comunión mutua y como
el don personal de su generosidad infinita, como el lugar personal en donde la Trinidad se hace donante
y acogedora.

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HISTORIA DEL HIJO
El acontecimiento de pascua revela la historia del Hijo; él es el que es entregado a la muerte por
amor a los pecadores en obediencia al Padre (Gál 2,20;Ef 5,2.25); él es el que resucita (Mc 16,6;Mt
27,64;28,67; Lc 24,6.34; 1Tes 4,14) y se manifiesta vivo a sus discipulos (Hc 1,3), derramando sobre
toda carne el Espíritu que ha recibido del Padre (Hc 2,32;Jn 14,16; 15,26). La suya es una existencia
“acogida”, totalmente vivida en el cumplimiento de la voluntad de Dios (Hb 10,9; Jn 4,34;8,29;15,10) El
no existe para sí, sino para el Padre y para los hombres. La relación inmediata, continua e irrepetible con
el Padre, la conciencia filial, única y exclusiva, revelada especialmente en el misterio del Abbá, marcan
toda su existencia, hasta la hora suprema de la cruz. Jesús vivió para el Padre, murió en obediencia al
Padre sobre la cruz por amor a los que estaban lejos, resucitó acogiendo el don del Padre, que derramó
luego sobre toda carne. Esta total relatividad al Padre y esta profunda comunión con él no impidieron a
Jesús ser plenamente él mismo y presentarse con unas pretensiones que asombraron y escandalizaron
a sus contemporáneos. La dependencia del Padre lo hizo libre y liberador...
Partiendo de la economía, se manifiesta cómo procede, cómo es engendrado y amado
eternamente. Por consiguiente, lo que caracteriza al Hijo puede ser captado en su “nacer de otro”, en la
filiación: si en el Padre reside la fontalidad del amor, en el Hijo reside la receptividad del amor. Este
proceso por el que el Viviente en el amor fontal da origen en cuanto principio al Viviente en el amor
receptivo, puede ser llamado generación; el acto eterno de este proceso eterno es el eterno nacimiento
de su Hijo, su salir “del seno del Padre”.
El eterno proceso del amor se caracteriza a través de dos aspectos unidos entre sí: es distinción
y superación de lo distinto. El amor eterno es distinción: el Amante no es el Amado; el Padre no es el
Hijo. Aceptar el amor no es menos personalizante que dar el amor; dejarse amar es amor, no menos que
amar...¡También el recibir es divino!. Si este amor es distinción, no por eso deja de ser unidad; esta se
basa en un nivel esencial: afirmando que el Hijo es consustancial al Padre, defendemos la igualdad en el
ser divino “El Hijo es igual en todo al Padre, ya que nunca ha dejado de ser ni deja de ser... eterno es el
Padre y eterno es el Hijo. Porque si fue siempre Padre, siempre tuvo al Hijo de quien era Padre.

HISTORIA DEL ESPÍRITU


El acontecimiento de pascua revela la historia del Espíritu; en él el Hijo se ofreció al Padre en la
hora de la cruz, cuando “entregó el Espíritu” (Jn 19,30) como supremo cumplimiento del amor; en él el
Padre le dio al Crucificado la plenitud de vida, resucitándolo y reconciliando consigo al mundo en el
Resucitado. Estas dos funciones de Espíritu, abrir el mundo de Dios al mundo de los hombres hasta
hacer posible la entrada del Hijo en el destierro de los pecadores, y unificar lo dividido, como sucedió en
la hora de la reconciliación pascual.
Según el testimonio de la Iglesia, el Espíritu de Dios actúa en toda la vida y la obra de Jesús de
Nazaret. Jesús recibe el Espíritu en su concepción virginal en María (Mt 1,18-20; Lc 1,35), en el
bautismo (Mc 1,10), en las obras y en los días de su vida (Mc1,12; Mt 12,28;Lc4,14.18), hasta su
resurrección gloriosa, Jesús aparece como el Ungido del Espíritu, el Mesías, el Cristo.
De este modo los hombres participan de la vida de la comunión trinitaria en al comunión propia
del tiempo presente. Al mismo tiempo toda la historia queda abierta en el Espíritu al porvenir de Dios
(Rom 8) y los hombres se abren al Padre, a quien pueden ahora dirigirse en el Espíritu como hijos
adoptivos, llamándolo Abbá (Rom 8,15.26; Gál 4,6), mientras que les ofrece la libertad de vivir en el
amor, caminando en el Espíritu (Gál 5,13-25). Prenda de los bienes futuros (Rom 8,23;2Cor 1,22;5,5;
Ef1,14), el Espíritu, en la riqueza y en la variedad de sus dones (1Cor 12,4-30), de los que el más
grande es el amor, suscita y hace crecer la unidad del cuerpo eclesial. El Espíritu es el que abre a la
libertad y unifica en el amor. Es significativo que en el saludo de San Pablo se le atribuya a él la
comunión (2Cor 13,13).
Partiendo de la economía de la salvación, el Espíritu se manifiesta como el que abre en la
libertad y une en el amor, Espíritu de separación en la cruz y de la comunión de pascua. Respecto a la
distinción entre el Padre y el Hijo, el Espíritu es el vinculo personal de su unidad, y respecto a la
unidad del Padre y del Hijo, el Espíritu es el don del amor, el éxtasis del Amante y del Amado.
El Espíritu es vinculo personal de la unidad entre el Padre y el Hijo; es el amor dado por el
Amante y acogido por el Amado, distinto del Padre porque recibido del Hijo, distinto del Hijo porque dado

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del Padre. “Este Espíritu Santo, según las Escrituras, no es el Espíritu solamente del Padre, ni
solamente del Hijo, sino de ambos, y por eso nos hace pensar en la caridad común con la que se aman
mutuamente el Padre y el Hijo” (San Agustín).
Él es el don de amor: Dios Padre derrama su Espíritu sobre el Hijo, que a su vez lo entrega al
Padre en la hora de la cruz y, una vez que lo ha recibido en plenitud en la hora nueva de pascua por el
Padre, lo da en abundancia a toda carne. El Espíritu es el “dador de vida”, “enviado por el uno y el otro,
como el Hijo por el Padre, pero no considerado como menor que el Padre o el Hijo, como el Hijo afirma
que es menor que la Padre y el Espíritu en virtud de la carne que ha asumido” (Ds 527).

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