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Hoy el ser humano padece una grave adicción a todo lo trágico, perverso
y hasta morboso. Quizá llego a esto por el estado de vida en general que
se ve obligado a llevar, desarrollando esta adicción como sociedad para
no sentirse tan mal y poder sobrellevar su malestar. Pero lo cierto es que
está recorriendo el camino inverso a su recuperación. Porque esta
ilusión de bienestar que busca hoy en los medios no solo que no lo
ayuda, sino que lo hunde aun mas en su pesar. Las adicciones trabajan
con el engaño y la debilidad del ser, hasta alcanzar su autodestrucción
si no se hace algo antes.
Lleno al terreno social, un ser que se cría bajo estos mandatos, luego los
volverá leyes mentales. Así se va generando una sociedad donde la vida
de sus habitantes es regida por parcialidades egoístas, temerosas e
irreflexivas. Una trampa que sin darse cuenta va transformándose en su
cultura. Un viejo refrán dice que: un niño que no reconoció los límites
será un hombre que no conocerá la libertad. De esta manera en la
sociedad se profundiza el caos y el malestar que llevara a niveles cada
vez mayores de violencia y autodestrucción. Esto no es exageración o
pensamiento trágico, este es el modo en que funciona la naturaleza y
todo sistema que en ella se encuentra, incluido el hombre cuando no se
rige por un pensamiento con valores, libertad y reflexión. Inteligencia es
sinónimo de evolución y evolución significa: mayor integración,
interacción y comunicación con el entorno, no su uso y destrucción
mutua. La tierra también tiene límites y los estamos experimentando en
estos tiempos. El planeta reacciona debido al maltrato crónico que el ser
humano, debido a su ambición e ignorancia, hace de sus recursos en
general y sin el sentido de la vida en comunidad.
La pérdida de autonomía.
El no pensar lleva al hombre a actuar como una máquina que solo hace
lo que le dicen sin saber que le conviene o no. Una maquina solo está
programada para recibir órdenes porque no siente. Sentir, tanto a través
de los sentidos externos como de los internos, cumplen la función de
sensores o radares que tenemos para descubrir y aprender el ritmo de la
vida que se desarrolla a nuestro alrededor. No hay otro modo de
evolucionar, lo hacemos en conjunto con nuestra raza y planeta o no.
Programas como los de la televisión actual traen aparejado el peligro de
volvernos autómatas y holgazanes por renunciar a uno de nuestros
mayores logros como especie, el pensar. El hombre cuando piensa se
construye. El hombre que no piensa deja de encontrarle sentido a su vida
y entorno. Lo que nos diferencia de las maquinas es que supuestamente
nuestra especie sabe sentir el pulso de la vida. Hace tiempo venimos
imitando a las maquinas y lo que es peor enorgulleciéndonos y creyendo
que estamos evolucionando cuando en verdad estamos llendo en sentido
contrario a lo que ya alcanzamos como especie. No nos damos cuenta
que cada vez más imitamos a las bestias que emiten gruñidos y se
expresan a través de la violencia, matando en lugar de ser seres que
comparten la vida y se vinculan en paz.
Federico E. Acosta.
Prof. De Psicología.