EL PADRE PIO
por
KARL WAGNER
1994Informe sobre
EL PADRE PIO
por KARL WAGNER
Viena, Austria
Traduccién del Inglés de
ALFONSO CRANE
Bogota, Colombia, Sudamérica
INTRODUCCION
Les voy a contar acerca de mis nueve visitas al Padre Pfo. Pucdo contar
mucho, puesto que pasé nueve meses allf. Mi informe es tan sdlo el de un
testigo ocular y presencial. Todo aquel que tenga la oportunidad de ir alli
podra juzgar con sus propios ojos y convencerse de la verdad.
Para poder entenderme con exactitud, es necesario abandonar todo
pensamiento mundano y ver tan sélo con los ojos de la mente. {Existen
los milagros? jh, sf! Viajando con ojos abiertos alrededor del mundo
podemos ver que los milagros si existen. Pero somos demasiado cobardes
para reconocerlos, Los atribuimos a la casualidad 0 a la buena suerte.
Como dice el Padre Pio, ninguna de estas dos existe ante Dios.
éNecesitamos maravillas? Si, y muy urgentemente. E] mas grande mal en
el mundo es la enorme falta de devocion. Y cuén severamente sufre la
humanidad por sus innumerables enfermedades. Vemos, no obstante, que
en Lourdes han ocurrido més de 5,000 curas milagrosas que han sido
reconocidas (segtn el libro de Alfred Hoppe sobre Lourdes).
Imaginémoslo: todo el dolor terrenal de 5,000 enfermos incurables se
extinguié en un instante. Cudntas lagrimas han sido enjugadas, cuantos
corazones han encontrado consuelo; y si los confesionarios pudieran
hablar, nos maravillariamos de los milagros que Dios ha prodigado sobre
sus almas. Una persona que tenga en su familia a alguien que haya sido
curado repentinamente de una enfermedad incurable rechazara
probablemente el dicho de que «no necesitamos milagros,» pero dard, sin
embargo, gustosamente, gracias a Dios por ellos. De todas formas hay
personas, sienlo decirlo, en ocasiones, buenos catélicos, que luchan
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contra estas maravillas diciendo: no las necesitamos, Deberian regoci-
jarse por la recuperacién de los incurables y por la salvacion de esas
almas que se han convertido por estos acontecimientos maravilloses, que
es lo mas importante. Porque Dios utiliza los milagros del cuerpo para la
conversién, conmocién y estimulo de las almas.
Ya en tiempos del Antiguo Testamento, Dios enviaba a sus profetas
segtin las circunstancias. Cuan malo debe ser nuestro tiempo, cuando por
tres veces en Lourdes la Madre de Dios pidié a la humanidad cambiar.
Pero su llamado no debié haber sido escuchado porque de nuevo se
aparecié en Fatima (Portugal), diciendo con tristeza que la gente deberia
dejar de ofender a Dios, quien estaba ya ofendido mas alla de toda
medida. Pero, de nuevo, sus nifios no oimos su voz. Si una madre advierte
y pide a sus hijos ser buenos y honestos, resultando todo en vano, lloraré.
silenciosamente. Eso hizo la Madre de Dios. En Syracusa (Italia), Nuestra
Sefiora lloré por sus nifios durante cuatro dias con sus noches. Este es el
lenguaje més duro, que finalmente llegaré a conmover los corazones de
los hombres. El mismo Padre Pfo dice que debemos orar mucho, pues de
jo contrario no habré espacio suficiente para nosotros en el infierno.
Cuan duras estas palabras para la humanidad, considerando la infinita
misericordia de Dios, especialmente en este tiempo, mas Ileno de mara-
villas que cualquier otro en la historia! Debemos reconocer que Dios, sabi-
duria infinila, permite que todo esto ocurra; si la Iglesia ha reconocido ya
las apariciones, qué razén tenemos entonces para dudar de ellas? Des-
pués de todo, el mismo San Pablo se conyirtié por un asombroso milagro.
gCémo puede uno decir que ama a Jestis y a su Madre mientras hace caso
omiso de todos estos acontecimientos?
El Evangelio deberia ser suficiente para nosotros pero desafortuna-
damente ya no es asi. La fe es algo sobrenatural, y para el Padre Pio el
cielo esta mas cerca de nosotros que cualquier otro lugar. En el ocaso del
dia, por lo tanto, Dios nos ofrece una oportunidad de encontrar nueva-
mente el camino hacia nuestra meta a la cternidad, al cielo, por medio de
todos estos santuarios de apariciones. Ain personajes ilustrados y cien-
tificos, con largas Lrayectorias de estudio, llegaron donde el Padre Pio, en
donde las leyes fisicas quedaban invalicadas instantaneamente y donde
prevalecian las maravillas de Dios. Alli donde la ciencia tega al final, alli
comienza la fe porque la sabiduria de este mundo se rinde ante Dios.
Frecuentemente escuchamos rumores de que los hombres buscan
maravillas: no es asi; se han vuelto temerosos de ellas. Los hombres
niegan estas maravillas tan s6lo porque no quieren cambiar su modo de
vida. Si admitieran la verdad detrés de ellas, tendrian también que admitir
aquella verdad que las reatiza: Dios. Cada maravilla est impregnada con
la sangre de nuestro Salvador.
Para terminar, quiero decir: para aquel que cree que no se necesita
ninguna explicacion y para aque! que no cree, no hay explicacién posible.
3VIDA
En nuestra imaginacién viajaremos al sur de Italia. El Padre Pio nacié
e] 2 de mayo de 1887 en Pietrelcina. Atin de nifio, fue favorecido con
extraordinarios regalos. Su nombre de pila era Francisco. Ya desde los
primeros afios de su nifiez, hacfa voluntariamente grandes penitencias al
igual que los nifios de Fatima. Nunca jugé con un juguete; mientras que
sus hermanos y hermanas lo hacian, él rezaba en algtin rinc6n. En el cole-
gio estudiaba diligentemente y era muy piadoso. Su mds grande apetito
era Jesus en Ja Eucaristia, Ya a los 13 afios de edad Je ocurrian cosas ma-
ravillosas, como lo mostrara el siguiente ejemplo. Una mujer (cuya
hermana conozco personalmente) vino a visitarle. El Padre Pio le pre-
gunté: «Digame, ,me conocié usted primero, 0 fui yo?» Ella contesté:
«Fui yo, padre.» El sonrié y le dijo modestamente: «No, yo la conoci a
usted primero. Vera, para cuando cumpli los 13 afios, Dios ya me habfa
mostrado a todas las almas que eventualmente vendrian a verme. Entre
ellas estaba usted también.» El cra de alguna manera responsable ante
Dios por todas esas almas. Los seis libros sobre el Padre Pio, escrilos en
alem4n, dan prueba de este testimonio, al igual que de otros muchos
acontecimientos de los cuales he sido tesligo.
Oigamos otro informe de ese mismo afio. Una mujer solia enviarle
pequefios regalos. Una vez le envié una bolsa con castafias. Al recibir de
Tegreso la bolsa vacia, se hizo el proposito de nunca lavarla, anticipando
que podria convertirse en una futura reliquia. Un sabado en Ja noche
entré at establo donde tenia algo que hacer, y con una vela encendida en
la mano pas6 junto a un barril de péivora que su esposo, un albafil,
guardaba allj. Una chispa cay6 sobre la pdlvora produciéndose una
terrible explosién. La mujer se desmayé. La casa se encontraba en una
region aislada y la mujer se encontraba sola. Después de un tiempo,
habiendo recuperado la conciencia logré reunir fuerzas suficientes para
arrastrarse hasta la cocina, bafiada en sangre y sufriendo terribles
dolores. Alli record6 que tenia la bolsa. En un tltimo esfuerzo Ja buseé, y
encontrandola la aplicé a la herida quedando instantameamente curada.
Este fue el primer milagro ocurrido por la intercesién del Padre Pio,
cuando era tan sdlo un nifio de 13 afios. No se sabe si él] mismo supo
acerca de clio ono,
A los 16 arios, el Padre Pio ingresé en el convento de los Capuchinos.
Tiizo este gran sacrificio atin a pesar de su mala salud. Frecuentemente
oraba durante la mitad de la noche porque no conocia ni la cruz ni la
corona: todo lo grande ha surgido de la negacién de si mismo. Mas atin, el
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Sefior dice: «Todo aquel que desee ser discipulo mio debera tomar la cruz
de cada dia.» Pero esto no era suficiente para él. K] Padre Pio se sacrifico
avin més. Era generoso, pero Dios no permite que nadie le exceda. El
demonio lo acosaba también (al igual que ocurrié con el santo Cura de
Ars), como consta en varios libros. Pero, para fortalecer su mente y poder
resislir los ataques, era favorecido con apariciones celestiales. Un dia
escuch6 una voz proveniente del tabernaculo: «Serds afligido, coronado
con espinas y clavado en la cruz como San Francisco» (tomado de un
libro sobre el Padre Pio}. Un dia en que padecia de una fuerte fiebre, hubo-
necesidad de llamar al médico. Al tomarle la temperatura, el termémetro
se rompié. Horrorizado, el médico tomé otro termémetro, pero también
se rompié. Consternado, tom6 el terridmetro del bafio: marcaba 48.5 oC
(119.3 oF). Esto ha ocurrido frecuentemente después durante su vida. Los
mejores cientificos no le han hallado explicacién alguna. En su modestia,
cl Padre Pio no ha dicho una palabra sobre ello. Pero ahora debemos
conocer la razén. En ese momento sufria misteriosamente, por primera
vez, los dolores de la cnucifixién con Cristo.
Un dia, el Padre Pio dejé de comer. Sus supcriores esperaban que
muriera en cualquier momento; después de 36 dias decidieron avisar a sus
padres, pidiéndoles que fueran a verlo pues su hijo estaba muriendo. Al
llegar su padre, viéndolo en ese estado dijo: «No quiero que mi hijo muera
aqui; si ha de morir, que sea en casa. Me lo Ievaré conmigo.» El Padre
Guardian se rchusé a ello puesto que el Padre Pio era miembro-de la
orden, pero finalmente e] Padre Superior accedid. Padre e hijo regresaron
a casa en tren. Al llegar al pueblo de Benevento tuvieron que cambiar
trenes. En la espera, e] Padre Pio dijo a su padre inesperadamente:
«Padre, por favor c6mprame una limonada, pues tengo sed.» El padre lo
hizo, y cl Padre Pio apuré el vaso, diciendo luego: «Ahora me siento fuerte
y saludable de nuevo; por [avor cé6mprame una tarjeta postal; debo
escribir al Padre Superior y conlarle que estoy curado.» FE] Padre Pio
continué comiendo tan poco que ni siquiera un bebé de un afio hubiera
podido subsistir con ian poco. En una ocasién olvidé comer durante
cuatro dias.
En 1910, el Padre Pio fue ordenado sacerdote. Estuvo también en ef
ejército, donde sufrié mucho. El 20 de septiembre do E15 recibié las
Nagas de Cristo, invisibles. Exactamente tres afios después, en 1918,
recibié las llagas visibles. Habia sido siempre el primero en Ilegar a la
iglesia, y el tiltimo en salir. En ese dia, mientras que oraba ante la cruz del
coro con los brazos estirados, el Labernaculo se ilumino siibitamentc con
una luz maravillosa. Cristo, mostréndose como un joven radiante de
infinita belleza, se acercé al Padre Pio. Rayos de luz maravillosa que
emanaban de las heridas de] Salvador se posaron sobre el Padre Pio. Sus
hermanos lo encontraron mas tarde sobre el piso del coro. Al trasiadarlo
a su celda notaron las grandes heridas en sus manos, pies y costado
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