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DEPARTAMENTO HUMANIDADES
PENSAMIENTO SOCIAL DE LA IGLESIA
JUZGAR:
14 de Noviembre de 2006
San Pedro, Garza García,
Nuevo León
Introducción
El hombre recibe de Dios su dignidad esencial y con ella la capacidad de trascender todo
ordenamiento de la sociedad hacia la verdad y el bien. Sin embargo, está condicionado por la
estructura social en que vive, por la educación recibida y por el ambiente.
Estos elementos pueden facilitar u obstaculizar su vivir según la verdad. Las decisiones,
gracias a las cuales se constituye un ambiente humano, pueden crear estructuras concretas de
pecado, impidiendo la plena realización de quienes son oprimidos de diversas maneras por las
mismas. Demoler tales estructuras y sustituirlas con formas más auténticas de convivencia es un
cometido que exige valentía y paciencia.
Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de
una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la
promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos
ideales, así como de la «subjetividad» de la sociedad mediante la creación de estructuras de
participación y de corresponsabilidad.
Partiendo de esta definición de juzgar, realizamos una investigación sobre las opiniones de
la Iglesia sobre la educación.
Derecho universal a la educación.
Hay que ayudar, pues, a los niños y a los adolescentes, teniendo en cuenta el progreso de la
psicología, de la pedagogía y de la didáctica, para desarrollar armónicamente sus condiciones
físicas, morales e intelectuales, a fin de que adquieran gradualmente un sentido más perfecto de la
responsabilidad en la cultura ordenada y activa de la propia vida y en la búsqueda de la verdadera
libertad, superando los obstáculos con valor y constancia de alma. Hay que iniciarlos, conforme
avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual. Hay que prepararlos, además, para la
participación en la vida social, de forma que, bien instruidos con los medios necesarios y oportunos,
puedan participar activamente en los diversos grupos de la sociedad humana, estén dispuestos para
el diálogo con los otros y presten su fructuosa colaboración gustosamente a la consecución del bien
común.
Actores de la educación
Los padres están obligados a la educación de los hijos y, por tanto, ellos son los primeros y
principales educadores. Es obligación de los padres formar un ambiente familiar animado por el
amor, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la
primera escuela de las virtudes sociales, de las que todas las sociedades necesitan.
Es preciso que los padres, cuya primera e intransferible obligación y derecho es el de educar
a los hijos, tengan absoluta libertad en la elección de las escuelas. El poder público, a quien
pertenece proteger y defender la libertad de los ciudadanos, atendiendo a la justicia distributiva,
debe procurar distribuir las ayudas públicas de forme que los padres puedan escoger con libertad
absoluta, según su propia conciencia, las escuelas para sus hijos.
Por los demás, el Estado debe procurar que a todos los ciudadanos sea accesible la
conveniente participación en la cultura y que se preparen debidamente para el cumplimiento de sus
obligaciones y derechos civiles. Por consiguiente, el mismo Estado debe proteger el derecho de los
niños a una educación escolar conveniente, vigilar la capacidad de los maestros y la eficacia de los
estudios y mirar por la salud de los alumnos.
Los miembros ofrecen su vida al servicio de los alumnos sin intereses personales. Aportarán
su testimonio de tal forma que los alumnos comprenderán el testimonio de este valor y cobrarán
posteriormente un especial afecto hacia sus maestros. La Iglesia tiene un especial interés en que el
afecto maestro-alumno perdure por mucho tiempo una vez finalizados los años de escuela.
La Iglesia anima a los educadores a no desistir de su labor, aún cuando vaya acompañada de
sufrimientos y dificultades. Persigue el deseo y reza para que muchos otros sigan con su especial
vocación.
Los educadores laicos también han aportado y continúan aportando a la educación no menos
que los sacerdotes y religiosos, aportan a la escuela católica su competencia y el testimonio de su fe.
Este testimonio laical, vivido como ideal, es ejemplo concreto para la vocación de la mayoría de los
alumnos. La Iglesia dispuso de un llamamiento de parte de la Congregación conocido como un
llamamiento a la responsabilidad apostólica de los laicos en el campo educativo y por tanto como
participación fraterna en una misión común, que encuentra su punto de unión en la unidad de la
Iglesia. En ella, todos sus miembros son activos y cooperadores, en uno u otro campo de acción,
aunque viviendo en diversos estados de vida según la vocación de cada uno.
Importancia de la escuela
Entre todos los medios de educación, el de mayor importancia es la escuela, que, en virtud
de su misión, a la vez que cultiva con asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la
capacidad del recto juicio, introduce en el patrimonio de la cultura conquistado por las generaciones
pasadas, promueve el sentido de los valores, prepara a la vida profesional, fomenta el trato amistoso
entre los alumnos de diversa índole y condición, contribuyendo a la mutua comprensión; además,
constituye como un centro de cuya laboriosidad y de cuyos beneficios deben participar a un tiempo
las familias, los maestros, las diversas asociaciones que promueven la vida cultural, cívica, la
sociedad civil y toda la comunidad humana.
Hermosa es, por tanto, y de suma la función de educar en las escuelas. Esta vocación
requiere dotes especiales, una preparación diligentísima y una facilidad constante para renovarse y
adaptarse.
La Iglesia nos dice que a pesar de que muchas de las instituciones educativas no son
religiosas, aún así éstas dependen de los Institutos de vida consagrada las cuales buscan enriquecer
a toda la comunidad con sus valores consagrados.
La apertura de las escuelas a la sociedad civil es una realidad vigente. Los gobiernos y la
opinión pública deberían reconocer la labor de estas escuelas como servicio real a la sociedad. Los
países han cooperado directamente para dar indicios que los tiempos cambian y hacer algo al
respecto como lo demuestra una reciente encuesta hecha por la Congregación.
En la educación, Dios no puede ser el gran ausente y mucho menos en la labor que tienen los
profesores de actuar de mutuo acuerdo. Cada uno desarrollará su programa con competencia
científica y ayudar a mirar a los alumnos más allá del horizonte limitado de las realidades humanas
en presencia del Creador. El Creador no obstaculizará el trabajo de quien quiere conocer el universo
de Él y llenará la fe de nuevos significados.
o Futuro de la educación
En la encíclica Centésimus annus se menciona que es necesaria y urgente una gran obra
educativa y cultural, que comprenda la educación de los consumidores para un uso responsable de
su capacidad, para que así se vayan formando con un amplio sentido de responsabilidad en los
productores y sobre todo en los profesionales de los medios de comunicación social, junto con la
intervención de las autoridades públicas.