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(James Ranfield)
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Estamos volviendo a descubrir que vivimos en un mundo
profundamente misterioso, lleno de coincidencias repentinas y
encuentros sincronizados que parecen estar predestinados.
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Cuantos más despertemos a ese misterio, crearemos un
concepto del mundo completamente nuevo, redefiniendo el
universo como energético y sagrado.
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Descubriremos que todo a nuestro alrededor, toda la materia
está formada y se origina de una energía divina que estamos
empezando a ver y comprender.
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Desde esta perspectiva podemos ver que los humanos siempre
se han sentido inseguros y desconectados de esta fuente
sagrada y han intentado nutrirse de energía, dominándose unos
a otros, esta pugna es la causante de todos los conflictos
humanos.
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La única solución es cultivar una reconección personal con lo
divino, una transformación mística que nos llene de energía y
amor infinitos que amplíe nuestra percepción de la belleza y nos
eleve a una conciencia de nuestro Yo Superior.
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En esta Conciencia podemos liberarnos de nuestro propio hábito
para controlar y descubrir una verdad específica, una misión que
hemos venido a compartir para que ayude a la humanidad a
evolucionar hacia este nivel nuevo de realidad.
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En la consecución de esta misión, podemos descubrir una
intuición interior que nos muestra hacia dónde ir y qúe hacer y
si solo hacemos interpretaciones positivas, derivará en un fluir
de coincidencias que abrirá las puertas para que se revele
nuestra misión.
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Cuando un número suficiente de nosotros entra en este flujo
evolutivo, siempre dando energía al Yo Superior de todos con
quienes nos encontramos, crearemos una cultura nueva, en la
que nuestro cuerpo evolucionará hacia niveles de energía y
percepción aún más elevados.
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De este modo participamos del largo viaje de la evolución desde
el Big-Bang hasta el propósito final de la vida: energetizar
nuestros cuerpos, generación tras generación hasta que
entremos en un cielo que todos podemos ver por fin.
El amor es la fuerza que Dios deposita en el corazón de todos los seres humanos,
a cada uno corresponde decidir vivir como un paladín o un cobarde, como un
conquistador o un conformista, como un ser excelente o un mediocre, como un
ser lleno de luz o quien permanece por siempre en la oscuridad.
El amor hace nacer la fuerza para atrevernos a ser auténticos colaboradores en la
grandeza de la creación.
Pregúntate: Si de verdad amas, ¿estás luchando con todas tus fuerzas para
conquistar lo que deseas?
- El valor para luchar por tus hijos.
- Cuidar de tus padres.
- Hacer feliz a tu pareja.
- Conceder el perdón a tu enemigo.
- Pedir humildemente perdón a quien ofendiste.
Pregúntate:
¿Tienes la fuerza para amarte a ti mismo, de convertirte en el ser que estás
llamado a ser?
¿Te atreverías a hacer de tu vida una obra magistral digna de las manos que te
crearon?
¿Tendrás el valor de ser un auténtico hijo de Dios?
¿Tienes la fuerza del amor?
Ana L. De Rivera
Una noche yo había trabajado mucho ayudando a una madre en su parto; pero a
pesar de todo lo que hicimos, murió dejándonos un bebé prematuro y una hija de
dos años.
Nos iba a resultar difícil mantener el bebé con vida porque no teníamos
incubadora (¡no había electricidad para hacerla funcionar!), ni facilidades
especiales para alimentarlo.
Aunque vivíamos en el ecuador africano, las noches frecuentemente eran frías y
con vientos traicioneros. Una estudiante de partera fue a buscar una cuna que
teníamos para tales bebés, y la manta de lana con la que lo arroparíamos.
Otra fue a llenar la bolsa de agua caliente. Volvió enseguida diciéndome irritada
que al llenar la bolsa, había reventado. La goma se deteriora fácilmente en el
clima tropical. "¡Y era la última bolsa que nos quedaba!", exclamó, y no hay
farmacias en los senderos del bosque".
"Muy bien", dije, "pongan al bebé lo más cerca posible del fuego y duerman
entre él y el viento para protegerlo de éste. Su trabajo es mantener al bebé
abrigado".
Al mediodía siguiente, como hago muchas veces, fui a orar con los niños del
orfanato que se querían reunir conmigo. Les hice a los niños varias sugerencias
de motivos para orar y les conté lo del bebé prematuro.
Les dije el problema que teníamos para mantenerlo abrigado y les mencioné que
se había roto la bolsa de agua caliente y el bebé se podía morir fácilmente si
tomaba frío. También les dije que su hermanita de dos años estaba llorando
porque su mamá había muerto.
"Por favor Dios", oró, "mándanos una bolsa de agua caliente. Mañana no
servirá porque el bebé ya estará muerto. Por eso, Dios, mándala esta tarde".
"Y mientras te encargas de ello, ¿podrías mandar una muñeca para la pequeña, y
así pueda ver que Tú le amas realmente?"
Sí, claro, sé que Él puede hacer cualquier cosa. Pero hay límites, ¿no? Y yo tenía
algunos grandes "peros".
La única forma en la que Dios podía contestar esta oración en particular, era
enviándome un paquete de mi tierra natal. Había ya estado en África casi cuatro
años y nunca jamás recibí un paquete de mi casa.
De todas maneras, si alguien llegara a mandar alguno, ¿quién iba a poner una
bolsa de agua caliente?
Por supuesto no iba abrir el paquete yo sola, así que invité a los chicos del
orfanato a que juntos lo abriéramos.
Había vendas para los pacientes del leprosario y los chicos un poco aburridos.
Luego saqué una caja con pasas de uvas variadas, lo que serviría para hacer una
buena tanda de panecitos el fin de semana.
Volví a meter la mano y sentí... ¿sería posible? La agarré y la saqué... ¡Sí, era una
bolsa de agua caliente nueva!
Lloré... Yo no le había pedido a Dios que mandase una bolsa de agua caliente, ni
siquiera creía que Él podía hacerlo. Ruth estaba sentada en la primera fila, y se
abalanzó gritando:
Ese paquete había estado en camino por cinco meses. La había preparado mi
antigua profesora de religión, quien había escuchado y obedecido la voz de Dios
que la impulsó a mandarme la bolsa de agua caliente, a pesar de estar en el
ecuador africano.
Y una de las niñas había puesto una muñequita para alguna niñita africana
cinco meses antes en respuesta a la oración de fe de una niña de diez años que la
había pedido para esa misma tarde.
Esto nos habla de la fuerza que tiene la oración que se hace con fe y confianza.
EL HOMBRE SABIO
El sabio se mantiene alejado de la rivalidad,
De la codicia y de la confusión
Producida por los deseos.
El sabio no es impetuoso,
Y nunca pierde el dominio de sí mismo.
El sabio no ofende a nadie,
Y nunca halla motivo para rechazar a nadie.
El sabio es aquel que se conoce a sí mismo,
Que quiere conquistarse a sí mismo,
más que conquistar a otros.
El sabio, contemplado,
No parece digno de ser mirado,
oyéndolo, no parece digno de ser escuchado,
Sin embargo, contiene en sí todas las virtudes.
(Tao Te King)
2. Recuerda que cada discusión tiene al menos tres puntos de vista: el tuyo,
el del otro y los de terceros, los cuales probablemente están más cerca de la
objetividad. Siendo más versátil y viendo las cosas desde la perpectiva de los
demás enriquecerás tu propio punto de vista.
4. Trata a toda persona con la cual tengas contacto como si fuera un pariente
rico, de quien esperas ser incluído en su testamento. Nunca te arrepientas de
tratar muy bien a la gente. Es el mejor negocio en todos los sentidos.
7. No hagas o digas nada que pueda herir o hacerle daño a otra persona.
Aférrate al proverbio que dice que todo lo que uno haga, se devolverá. La
gente no recuerda tanto lo que tú dices o haces, sino la intención con la que
lo haces.
9. Ten presente que si toleras a los demás, ellos también serán pacientes
contigo en los aspectos no muy gratos de tu personalidad.
"Tener el coraje de ir más allá", es el acto de relajarse y permitir que tu vida entre en
un fluir libre y espontáneo. Esto conlleva menos estructuración, más confianza y fe y
tomar la vida tal y como te la encuentras, en vez de intentar encuadrarla en un patrón
preconcebido y enfadarse cuando las cosas no resultan como esperabas.
El ego es por naturaleza resistente a dejarse fluir. Quiere aferrarse a su sentimiento de
poder y dominar tu vida y las vidas de los demás. Necesita del control porque se siente
inseguro. Asà que puede darte miedo dejarte fluir, pero bajo mi punto de vista es más
atemorizante permanecer donde estar.
En el mundo del ego y del intelecto, no tienes que desarrollar una confianza ciega. Puedes
confiar en tus experiencias pasadas y reflexionar las cosas y normalmente eso funciona
para ti la mayor parte del tiempo. Pero como ser espiritual, confiar es vital. En el
dinámico y asombroso mundo del Yo Infinito, vuelas a ciegas. No tiene lÃmites, asà que
te llevará a terrenos que no te son familiares y eso precisamente es lo que hace el proceso
tan fascinante.
El viaje del ego al espÃritu conlleva resolver las paradojas dela existencia humana:
• Tenemos que aceptar la infinidad estando dentro de un cuerpo mortal.
• Tenemos que aprender a amar en una dimensión donde hay tanto odio.
La Última Tentación
EL MAR MAYOR
Mi alma y yo fuimos a bañarnos al gran mar. Y al llegar a la playa, empezamos a buscar un sitio solitario
y escondido.
Pero mientras caminábamos por la playa vimos a un hombre sentado en una roca gris, que tomaba de un
saco puñados de sal y los arrojaba al mar.
-Este es el pesimista -dijo mi alma-. Vámonos de aquí, pues no podemos bañarnos en presencia del
pesimista. Seguimos caminando, hasta llegar a una caleta; allí vimos, de pie en una roca blanca, a un
hombre que llevaba un cofre enjoyado, del que tomaba azúcar para arrojarla al mar.
-Y este es el optimista -dijo mi alma-, tampoco él debe ver nuestros cuerpos desnudos.
Seguimos caminando. Y en otro lugar de la playa vimos a un hombre que tomaba con la mano peces
muertos, y los devolvía al agua.
-Tampoco podemos bañarnos enfrente de este hombre -dijo mi alma-, pues este es el filántropo.
Y seguimos nuestro camino.
Luego nos encontramos a un hombre que trazaba el contorno de su sombra en la arena. Llegaban grandes
olas y borraban el trazo; sin embargo, aquel hombre seguía una y otra vez dibujando su sombra.
-Este es el místico -dijo mi alma-. Apartémonos de él.
Y seguimos caminando, hasta que en otra calmada ensenada vimos a otro hombre, que recogía espuma
del mar y la vertía en un vaso de alabastro.
-Este es el idealista -dijo mi alma-. De ninguna manera debe ver nuestra desnudez.
Y seguimos caminando. De pronto, oímos una voz, que gritaba:
- ¡Este es el mar; el vasto y poderoso mar!
Y al acercarnos vimos que era un hombre que daba la espalda al mar y que aplicaba un caracol a su oído,
para oír el murmullo marino.
-Pasemos de largo -dijo mi alma-. Este es el realista; el que da la espalda a todo lo que no puede abarcar
de una mirada, y se contenta con un fragmento del todo.
Y pasamos de largo. Y en un lugar lleno de maleza, entre las rocas, un hombre había enterrado su cabeza
en la arena. Y le dije a mi alma:
-Nos podemos bañar aquí, pues este hombre no puede vernos.
-No -dijo mi alma-. Porque éste es el más mortífero de todos los hombres; es el puritano. -Luego, una
gran tristeza se reflejó en el rostro de mi alma, y también entristeció su voz. -Vámonos de aquí -dijo-. Pues
no hay ningún solitario y oculto lugar donde podamos bañarnos. No dejaré que este viento juegue con mi
cabellera de oro, ni dejaré que este viento acaricie mi seno desnudo, ni que esta luz descubra mi sagrada
desnudez.
Y luego abandonamos aquel mar, para ir en busca del Mar Mayor.
EL ASTRÓNOMO
Dios de las almas perdidas, tú que estás perdido entre los dioses, escúchame:
Vivo entre una raza de hombres perfecta, yo, el más imperfecto de los hombres.
Yo, un caos humano, nebulosa de confusos elementos, deambulo entre mundos perfectamente acabados;
entre pueblos que se rigen por leyes bien elaboradas y que obedecen un orden puro, cuyos pensamientos
están catalogados, cuyos sueños son ordenados, y cuyas visiones están inscritas y registradas.
Sus virtudes, ¡oh Dios!, están medidas, sus pecados están bien calculados por su peso, y aun los
innumerables actos que suceden en el nebuloso crepúsculo de lo que no es pecado ni virtud están
registrados y catalogados.
En este mundo, las noches y los días están convenientemente divididos en estaciones de conducta y están
gobernados por normas de impecable exactitud.
Comer, beber, dormir, cubrir la propia desnudez, y luego cansarse, todo a su debido tiempo.
Trabajar, jugar, cantar, bailar, y luego yacer tranquilo, cuando el reloj da la hora para ello.
Pensar esto, sentir aquello, y luego dejar de pensar y de sentir cuando cierta estrella se alza en el
horizonte.
Robar al vecino con una sonrisa, dar regalos con un gracioso ademán, elogiar prudentemente, acusar con
cautela, destruir un alma con una palabra, quemar un cuerpo con el aliento, y luego lavarse las manos,
cuando se ha terminado el trabajo del día.
Amar según el orden establecido, entretenerse en lo mejor de uno mismo según cierta manera
prefabricada, rendir culto a los dioses con el debido decoro, intrigar y engañar a los demonios diestramente,
y luego olvidarlo todo, como si la memoria hubiese muerto.
Imaginar con un motivo determinado; proyectar con consideración; ser feliz dulcemente; sufrir con
nobleza; y luego, vaciar la copa, de manera que mañana podamos llenarla otra vez.
Todas estas cosas, ¡oh Dios!¡, están concebidas con preclara visión, han nacido con un propósito firme,
se mantienen con esmero y exactitud, se gobiernan según las normas y la razón, y luego se asesinan y se
entierran según el método prescrito. Y aun sus silenciosas tumbas que yacen dentro del alma humana, cada
una tiene su marca y su número.
Es un mundo perfecto; de maravillas; el más maduro fruto del jardín de Dios; el pensamiento rector del
universo.
Pero dime, ¡oh Dios!, ¿por qué tengo que estar allí, yo, semilla de pasión insatisfecha, loca tempestad que
no va en pos del oriente ni del occidente, aturdido fragmento de un planeta que pereció en las llamas?
¿Por qué estoy aquí, ¡oh Dios! de las almas perdidas? Dímelo tú, oh Dios, que te encuentras perdido entre
los demás dioses...
EL VAGABUNDO
VESTIDURAS
LA PERLA
EL TRUEQUE
Una vez en el cruce de un camino, un Poeta pobre encontró a un rico Estúpido, y conversaron. Y todo lo
que decían revelaba el descontento de ambos.
Entonces el Ángel del Camino se acercó y posó su mano sobre el hombro de los dos hombres. Y, creedlo,
un milagro se produjo; ambos intercambiaron sus posesiones.
Y se alejaron. Pero, cosa difícil de relatar, el Poeta miró y encontró sólo arena seca en sus manos; y el
Estúpido cerró sus ojos y sintió nada más que nubes en su corazón.
LAS RANAS
Años atrás existía un poderoso rey muy sabio que deseaba redactar un conjunto de leyes para sus
súbditos. Convocó a mi sabios pertenecientes a mil tribus diferentes y los hizo venir a su castillo para
redactar las leyes. Y ellos cumplieron con su trabajo.
Pero cuando las mil leyes escritas sobre pergamino fueron entregadas al rey, y luego de éste haberlas
leído, su alma lloró amargamente, pues ignoraba que hubiera mil formas de crimen en su reino.
Entonces llamó al escriba, y con una sonrisa en los labios, él mismo dictó sus leyes. Y éstas no fueron
más que siete.
Y los mil hombres sabios se retiraron enojados y regresaron a sus tribus con las leyes -que habían
redactado. Y cada tribu obedeció las leyes de sus hombres sabios.
Por ello es que poseen mil leyes aún en nuestros días. Es un gran país, pero tiene mil cárceles y las prisiones
están llenas de mujeres y hombres, infractores de mil leyes. Es realmente un gran país, pero ese pueblo
desciende de mil legisladores y de un solo rey sabio.
EL PROFETA ERMITAÑO
Hubo una vez un profeta ermitaño que cada tres lunas bajaba hasta la ciudad y en las plazas del mercado
predicaba el dar y compartir entre la gente. Y era elocuente y su fama se expandía por sobre la tierra.
Una tarde, tres hombres llegaron a su ermita y lo saludaron.
-Tú predicas el dar y compartir -le dijeron-. Y buscas enseñar a quienes tienen mucho para dar a los que
poseen poco; y no dudamos que tu fama te ha brindado riquezas. Ahora ven y danos de tus riquezas, pues
tamos necesitados.
-Amigos míos -les contestó el ermitaño-, no tengo más que esta cama, esta estera y esta jarra de agua.
Lleváoslo si así lo deseáis. No tengo ni oro ni plata.
Entonces lo miraron desdeñosos y dieron vuelta sus caras, y el último hombre se detuvo en la puerta un
momento y gritó:
-¡Impostor! ¡Embustero! Tú enseñas y predicas aquello que tú mismo no practicas.
EL FILÓSOFO Y EL REMENDÓN
Un filósofo llegó un día al taller de un- zapatero remendón con unos zapatos gastados. Y el filósofo dijo
al remendón:
-Por favor, remienda mis zapatos.
-Ahora estoy remendando zapatos de otros hombres -respondió éste-, y hay todavía más para reparar
antes de que pueda ocuparme de los tuyos. Pero deja tus zapatos aquí, y usa este otro par por hoy, y ven
mañana a buscar los tuyos.
-No uso zapatos que no son míos -protestó indignado el filósofo.
-Pues bien -dijo el remendón-, ¿en verdad eres tú un filósofo y no puedes calzarte con zapatos de otro
hombre? Al final de esta calle hay otro remendón que comprende a los filósofos mejor que yo. Recurre a él
para remiendos.
LA SENDA
Una mujer y su hijo vivían entre las colinas; este era su primer y único hijo.
El niño murió de una fiebre mientras el médico lo vigilaba.
La madre, destruida por la tristeza, gritó al médico diciendo:
-Dime, dime, ¿qué es lo que hizo aquietar su fortaleza y silenciar su canción?
Y el médico respondió: -Fue la fiebre. Y la madre dijo: -¿Qué es la fiebre?
Y también el médico respondió: -No puedo explicártelo. Es algo infinitamente pequeño que visita el
cuerpo y que no podemos ver con nuestros ojos humanos.
Luego el médico se fue y ella continuó repitiendo para sí:
-Algo infinitamente pequeño que no podemos ver con nuestros ojos humanos.
Por la tarde el sacerdote llegó para consolarla. Y ella lloró y gritó diciendo:
- ¡Oh! ¿Por qué he perdido a mi hijo, mi único hijo, mi primer hijo? -Y el sacerdote respondió: -Hija mía,
es la voluntad de Dios.
-¿Qué es Dios y dónde está Dios? -preguntó entonces la mujer-. Quiero ver a Dios y rasgarme el pecho
delante de El y hacerme brotar sangre de mi corazón a sus pies. Dime dónde encontrarlo.
-Dios es infinitamente grande -contestó el sacerdote-: No puede ser visto con nuestros ojos humanos.
- ¡Lo infinitamente pequeño asesinó a mi hijo por voluntad de lo infinitamente grande! -gritó la mujer-.
Dime, ¿qué somos nosotros?
En ese momento entró la madre de la mujer con el sudario para el niño muerto, y oyó las palabras del
sacerdote y el llanto de su hija. Deposito el sudario y tomó entre sus manos la mano de su hija y le dijo:
-Hija mía, nosotros mismos somos lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, y somos la senda entre
ambos.
Decía el filosofo Séneca (50 a.C.) que el anhelo de curación constituía a mitad del
estado de salud de una persona. Afirma lo que la ciencia hoy conforma: los
pensamientos y las emociones positivas tienen calaros beneficios sobre la salud. Ante
cualquier enfermedad, ante una actitud esperanzada estimula los dispositivos
naturales de defensa del organismo, al mismo tiempo que ayuda al paciente a adoptar
hábitos de vida saludables.
El hombre es una criatura muy vinculada al mañana, es decir que las suposiciones
acercadle futuro producen un gran impacto en el presente. Es por eso que la esperanza
tiene un papel tan importante de una enfermedad.
Si bien todavía no se conocen con precisión los mecanismos que establecen la
conexión esperanza-cura, investigadores del Instituto Karolinska de Estocolmo, en
2004, demostraron que la sola expectativa de alivio produce cambios en el Orebro que
se detectan a través de la resonancia magnética de ese órgano.
El origen de esa relación beneficiosa parecería depender de la mayor actividad del
lado izquierdo de la corteza cerebral prefrontal –zona relacionada con las emocionales
positivas- que se constata en las persona optimistas respecto de las pesimistas. Las
actitudes y emociones positivas generan un aumento en la inmunidad celular que
protege de las enfermedades, mientras que el pesimismo, a la inversa, inhibe las
defensas naturales.
Las personas esperanzadas pueden prolongar su vida ante enfermedades graves o
malignas (cáncer, sida, esclerosis múltiple y otras). Así, pacientes que padecen
enfermedades terminales logran prolongar sus vidas ilusionados con llegar a participar
de eventos que son muy significativos para ellos, como el nacimiento de un hijo.
Aunque esta claro que nadie se curara solo por pensarlo (salvo algunos casos muy
particulares), los factores mentales ayudan, y mucho, a la hora de la recuperación de
una enfermedad. Pocos médicos dudan ya de la importancia que tiene en el paciente
entender, aceptar y adoptar una actitud de lucha contra la enfermedad, como, por el
contrario, lo nefasto que puede resultar dejarse llevar por la fatalidad. Un estudio de
departamento de Epidemiología de la Universidad de Yale (EE.UU.) comprobó que las
personas con baja autoestima y actitudes negativas viven en promedio siete años
menos que las personas optimistas.
El prestigioso psicólogo Martín Seligman afirma que hay cuatro razones por las que el
optimismo ayuda a una mayor longevidad, los optimistas son mas activos que los
pesimistas y menos propensos a desarrollar respuestas negativas ante las
adversidades, practican mas medidas de medicina preventiva, sufren menos de
depresión que los pesimistas (y la depresión esta asociada con mayor mortalidad) y, a
su vez, se ha demostrado que el sistema inmune de los optimistas funciona de manera
mas efectiva que el de los pesimistas.