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CAMBIOS SOCIALES
Y BIOLÓGICOS
CAMBIOS BIOLÓGICOS
Maduración sexual en las chicas
Maduración sexual en los chicos
Reacciones a los cambios físicos
Creo que confía en mí, pero preocuparse por el gran mundo de fuera de casa es lo normal, por las
drogas, el alcohol y el sexo. Estoy empezando a salir con un chico y ella está preocupada por cómo es él
-si es cruel, amable, demasiado mayor para mí- (Kotre y Hall, 1990, pág. 143).
CAMBIOS BIOLÓGICOS
Dado que las hormonas son las responsables de los cambios físicos de la pubertad,
los investigadores sobre estos temas dieron por hecho que muchos de los cambios de
conducta de la adolescencia podían tener su raíz directamente en el aumento del deseo sexual
provocado por las mismas. No obstante, ninguna investigación ha demostrado que el
comportamiento típico de los adolescentes, como el interés por el otro sexo o los crecientes
problemas con los padres, esté directamente relacionado con el nivel hormonal. Cualquiera
que sea la contribución de las hormonas a la conducta del adolescente, ésta está altamente
influenciada por las normas de los compañeros. Las investigaciones indican que el curso en el
que se encuentre un joven en la escuela es el mejor parámetro para predecir las citas, la
preocupación por el sexo y los enfrentamientos con los padres. Aunque son los de sexto curso
por su maduración temprana los primeros en comportarse de este modo, los investigadores
han descubierto que cuando la mayoría de los jóvenes de una clase muestran claros signos de
pubertad es cuando éstos empiezan a actuar como “adolescentes típicos” (Petersen, 1985).
Cuando la clase alcanza una «mayoría crítica», muchos jóvenes prepubertales empiezan a
tener citas -quizá para evitar ser relegados por sus compañeros más maduros sexualmente.
Aunque el crecimiento de una niña puede acelerarse en cualquier momento entre los 7
y 13 años, lo normal es que empiece a los 10 años. La estatura aumenta con rapidez,
alcanzando la cumbre del crecimiento a los 12 años y continuando hasta los 15. Sus
proporciones van cambiando a medida que sus caderas se ensanchan más deprisa que sus
hombros y su cuerpo se va llenando de grasa. A veces, a la mitad de los 10 años los pezones
empiezan a despuntar como si fueran pequeños montículos. Otros cambios también tienen
lugar a medida que se desarrollan los pechos paulatinamente. Las zonas alrededor del pezón
crecen, se vuelven más cónicas y su color se va oscureciendo. Al mismo tiempo, la vagina y el
útero empiezan a madurar. El vello púbico suele aparecer a eso de los 11 y el de la axila dos
años más tarde.
Los chicos generalmente empiezan su crecimiento acelerado unos dos años después
que las chicas y alcanza su cumbre hacia los 14 años (véase Gráfico 13.2). Aunque la mayoría
llega a su estatura de adultos a los 16, otros ni siquiera empiezan a desarrollarse con rapidez
hasta esa edad. Su patrón de crecimiento es distinto al de las chicas: los hombros de los
muchachos se ensanchan más que las caderas y gran parte del tamaño del cuerpo aumenta
en musculatura en vez de grasa. El aumento de la proporción de músculos respecto a la grasa
en los cuerpos de los chicos explica la ventaja en fuerza muscular que éstos desarrollan
(véase Gráfico 13.3).
Entre las chicas, el status dentro del grupo de amigas es más favorable para las que
maduran tarde. Éstas suelen ser más populares, muy sociables y se convierten en líderes. Por
el contrario, las que maduran pronto no gozan de tan buena fama y son más inseguras que las
otras (Livson y Peskin, 1980). Sin embargo, puesto que parecen mayores que las demás,
suelen atraer a los chicos más mayores. Los estudios indican que las muchachas de todas las
razas que maduran temprano tienden a salir con chicos y tener relaciones sexuales antes que
el resto (V. Phinney et al., 1990). En todos los grupos, excepto las afroamericanas, también
suelen casarse más jóvenes.
Tales cambios tienen lugar en todos los aspectos de sus vidas, incluyendo las
emociones. No es de extrañar que sea en la adolescencia cuando los jóvenes ponen a prueba
sus sentimientos sobre sí mismos. Para algunos es una cuestión de consolidar sus conceptos
actuales sobre sí; para otros, el proceso supone el desarrollo de nuevos conceptos sobre su
persona. La mayoría lleva estos temas sin demasiada dificultad y resuelve con éxito el conflicto
entre sus propias necesidades y las exigencias de la sociedad. Pero los pocos que todavía no
han resuelto los conflictos de etapas de desarrollo anteriores experimentan de nuevo los
problemas de antes y pueden volver a resolverlos con los viejos métodos. Tanto si el asunto
que surge tiene relación con la confianza, la autonomía, la iniciativa o la diligencia, dependerá
de su historia pasada, fuerza individual y forma habitual de responder a las situaciones de
presión (Adelson y Doehrman, 1980). En el Capítulo 15 veremos de qué modo una minoría de
adolescentes responden al revivir los viejos conflictos y otras situaciones intolerables -quizá
quedándose embarazadas, haciéndose adictos a las drogas o desarrollando anorexia.
Formación de la identidad
Erikson vio la adolescencia como una moratoria, un período en el que las elecciones
definitivas se posponen mientras se van uniendo los distintos elementos de la identidad. En
ese tiempo los jóvenes pueden explorar diversos campos, tratar de encontrar algo que encaje
con sus propias necesidades, intereses, capacidades y valores. La mayoría no sabe mucho
sobre las opciones entre las que habrán de elegir, sobre los senderos que les harán seguir las
elecciones alternativas o sobre la irreversibilidad de algunas decisiones. No obstante, todas
las elecciones de los adolescentes (qué asignaturas elegir en la escuela; ir o no a la
universidad y durante cuánto tiempo; tomar drogas, tener relaciones sexuales, trabajar
mientras estudian, pertenecer a una iglesia o colaborar en una campaña política) contribuyen
a forjar la identidad. Los factores socioeconómicos pueden ampliar o constreñir la gama de
posibilidades y los contextos subculturales, las presiones de los compañeros o situaciones
familiares pueden empujar al adolescente en una u otra dirección.
Los que atraviesan un período de moratoria (tanto si sólo es mientras van al instituto o
si continúa hasta la etapa adulta temprana) parecen haber tomado el camino preferido antes
de construir la identidad -al menos en las culturas contemporáneas-. Este tipo de jóvenes
suelen ser más independientes, seguros de sí mismos, flexibles y creativos intelectualmente.
Aquellos cuyas identidades se forjan en la adolescencia tienden a necesitar la aprobación de
los demás; son conformistas y respetuosos con la autoridad, son más religiosos y se
comportan de un modo más estereotipado que otros jóvenes. En las sociedades tradicionales,
en las que los jóvenes aceptan automáticamente las profesiones y creencias de sus padres, la
gran parte de ellos ya han forjado su identidad. En realidad, en una sociedad de este tipo, el
joven que toma decisiones por sí solo, probablemente es un inadaptado. Los que siguen el
modelo de difusión de la identidad suelen estar perturbados; puede que les falte el sentido de
direccionalidad, no sepan relacionarse con los demás, muestren un bajo nivel de razonamiento
moral y tomen drogas. No obstante, pueden ser encantadores y despreocupados.
Entre los que van a la universidad, la condición de la identidad es fácil que sea
temporal. En los estudios longitudinales, la mayoría de los alumnos cambiaron de un estado de
identidad a otro (G. Adams y Fitch, 1982; Waterman y Goldman, 1976). Los cambios desde la
etapa de moratoria a la construcción de identidad son normales. Pero al menos la mitad de los
alumnos con identidades de compromiso y casi un tercio de los que originalmente habían sido
considerados dentro del grupo de los de identidad construida también cambiaron de un grupo
a otro. Aparentemente, la experiencia universitaria puede volver a activar una condición de
identidad que parecía estar resuelta. No se sabe con certeza si tales cambios suceden con
frecuencia entre los jóvenes que no cursan estudios superiores.
Los investigadores han observado que los procesos de formación de identidad siguen
caminos algo distintos en cada sexo. Al entrevistar a los chicos al final de sus estudios en el
instituto, los que habían alcanzado una identidad profesional solían ser enérgicos, preferir las
dificultades y retos, y les preocupaba poco lo que los demás pensaran sobre ellos (Grotevant y
Thorbecke, 1982). Las chicas que habían alcanzado una identidad profesional eran distintas:
creían que trabajar duro era importante, pero evitaban la competición.
Puede que esta diferencia se deba en buena parte al contexto en que cada uno de los
sexos forja su identidad. A los chicos se les presiona a que elijan carreras, lo que tiende a
empujarles a una moratoria y a una tardía construcción de la identidad. Incluso en un mundo
en el que están cambiando los roles, las investigaciones actuales muestran que las muchachas
suelen definir sus identidades en términos de sus relaciones con los demás. En vez de
preocuparse por pensar con autonomía y labrarse una carrera para sí mismas, están
básicamente preocupadas por las relaciones y las responsabilidades (Gilligan, 1982). A pesar
del hecho de que lo más probable es que pasen la mayor parte de sus vidas en el mundo
laboral, generalmente sienten menos presión para elegir una profesión. Durante la
adolescencia, algunas continúan viendo el empleo como una etapa temporal entre licenciarse
y el nacimiento de su primer hijo. Para ellas el matrimonio todavía sigue jugando un papel
principal en la formación de su identidad.
Sin embargo, un número de chicas cada vez mayor está dando muestras de un patrón
de desarrollo en el que los logros personales son tan importantes como el éxito interpersonal y
los intereses femeninos tradicionales. Este patrón fue detectado en el transcurso de un estudio
clásico de la adolescencia hace más de treinta años por Elizabeth Douvan y Joseph Adelson
(1966). Encontraron un grupo de muchachas que aspiraban directamente a conseguir sus
propios logros en vez de preocuparse por el status de sus esposos. Estas chicas mostraban un
mayor interés en asumir roles y responsabilidades de adultos que las más tradicionales y sus
perspectivas se encaminaban hacia el futuro. Las de este grupo eran femeninas, pero soñaban
con la consecución de sus fines individualmente. Solían preferir trabajos arriesgados que
ofrecieran oportunidades para el éxito, a los puestos seguros y menos gratificantes. Algunos
investigadores sugieren que vivir en un hogar uniparental puede potenciar tal desarrollo,
destacando que las adolescentes procedentes de familias de este tipo tienen mayor tendencia
a elegir ocupaciones tradicionalmente masculinas y a desear una identidad separada de la de
madre y esposa (Barber y Eccles, 1992).
Las chicas que siguieron este patrón tenían por lo general padres que les exhortaban a
valerse por sí mismas. Entre un grupo que iba a un instituto privado en Troy, Nueva York, la
mayoría seguía este modelo. Prácticamente todas estaban de acuerdo en que las mujeres
debían de ser independientes y responsables (Mendelsohn, 1990). La mayoría no quería
casarse hasta haber terminado una carrera o haber conseguido un trabajo y solía ver su futura
profesión con más claridad que su matrimonio e hijos. Como una de ellas, que dijo:
Antes se hablaba del tipo de persona con el que te ibas a casar y ahora se habla de si
te vas a casar alguna vez, y en este momento no creo que pueda decir no creo que me vaya a
casar. No puedo estar segura de si me voy a casar, porque ello depende de si encuentro a
alguien que me guste realmente (Mendelsohn, 1990, págs. 238-239).
Gran parte de los estudios de formación de identidad se han enfocado en los alumnos
de instituto y universidad de clase media. La proporción de identidades de compromiso entre
los adolescentes de las minorías (afroamericanos, americanos nativos, hispanos o asiáticos)
es relativamente mayor (M. Spencer y Markstrom-Adams, 1990). Esta diferencia en el status
de la identidad puede reflejar desigualdades socioeconómicas, pero puede también ser el
resultado de vivir en un grupo que empuje a seguir las normas subculturales. Cuando los roles
sociales e ideológicos han sido definidos claramente por la comunidad, el compromiso puede
ofrecer una sensación de bienestar.
El adolescente individualizado