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ESCUELA BÁSICA DE FORMACIÓN PARA LAICOS

INTRODUCCIÓN A LA LITURGIA

Sesión 2. Introducción al Concilio Vaticano II (el aggiornamento y el volver a las


fuentes). Los movimientos de renovación: Litúrgico, Bíblico, Patrístico y Ecuménico

El gran acontecimiento de nuestra Era Moderna en


el ámbito de la Iglesia fue el Concilio Vaticano
Segundo, convocado por el Papa Juan XXIII y
seguido y clausurado por el Papa Pablo VI.
Se pretendió que fuera una especie de
"agiornamento", es decir, una puesta al día de la
Iglesia, renovando en sí misma los elementos que
necesitaren de ello y revisando el fondo y la
forma de todas sus actividades.

XXI concilio ecuménico. Fue convocado por el Papa Juan


XXIII en 1962 y clausurado por el Papa Paulo VI en 1965.
Trató de la Iglesia, la Revelación, la Liturgia, la libertad religiosa, etc. Recordó el Concilio la
llamada universal a la santidad.

El Concilio Vaticano II es el hecho más decisivo de la historia de la Iglesia en el siglo XX.

El Concilio se convocó con el fin principal de:


- Promover el desarrollo de la fe católica.

- Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.

- Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.

Tras un largo trabajo concluyó en 16 documentos, cuyo conjunto constituye una


toma de conciencia de la situación actual de la Iglesia y define las orientaciones que se
imponen.
Las características del Concilio Vaticano II, son Renovación y Tradición.
4 Constituciones:
Sacrosanctum Concilium
4 de diciembre de 1963
Constitución sobre la Sagrada Liturgia 3 Declaraciones:
Oración litúrgica y sacramentos piden la Gravissimum Educationis
participación activa de todos. 28 de octubre de 1965
Lumen Gentium Declaración sobre la educación
21 de noviembre de 1964 Nostra Aetate
Constitución dogmática sobre la Iglesia 28 de octubre de 1965
Gaudium et Spes Decreto sobre la relación de la Iglesia con
7 de diciembre de 1965 las Religiones no cristianas
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo Dignitatis Humanae
actual 7 de diciembre de 1965
Dei Verbum Declaración sobre la libertad religiosa
18 de noviembre de 1965
Constitución dogmática sobre la divina revelación
9 Decretos:
Inter Mirifica
4 de diciembre de 1963 Apostolicam Actuositatem
Sobre los Medios de Comunicación Social 18 de noviembre de 1965
Unitatis Redintegratio Decreto sobre el apostolado de los laicos
21 de noviembre de 1964 Christus Dominus
Decreto sobre el Ecumenismo 28 de octubre de 1965
Orientalium Ecclesiarum Decreto sobre el oficio pastoral de los Obispos en
21 de noviembre de 1964 la Iglesia
Sobre las Iglesias Orientales Católicas Optatam Totius
Presbyterorum Ordinis 28 de octubre de 1965
7 de diciembre de 1965 Sobre la Formación Sacerdotal
Decreto sobre el ministerio y la vida sacerdotal Perfectae Caritatis
Ad Gentes 28 de octubre de 1965
7 de diciembre de 1965 Sobre la Adecuada Renovación de la Vida Religiosa
Decreto sobre la acción misionera de la Iglesia
Sobre la Formación Sacerdotal
SUMARIO
Sacrosanctum Concilium
PROEMIO: PRIMADO INDISCUTIBLE DE LA LITURGIA. TIENE LA FUNCIÓN DE GUIAR
AL PUEBLO DE DIOS EN SU PEREGRINAR POR LA TIERRA.
CAPÍTULO I. NATURALEZA E IMPORTANCIA DE LA LITURGIA. 5-46
CAPÍTULO II: EL MISTERIO EUCARÍSTICO.47-58
CAPÍTULO III: LOS DEMÁS SACRAMENTOS Y LOS SACRAMENTALES. 59-82
CAPÍTULO IV: EL OFICIO DIVINO. 83-101
CAPÍTULO V: EL AÑO LITÚRGICO. 102-111
CAPÍTULO VI: LA MÚSICA SAGRADA. 112-121
CAPÍTULO VII: EL ARTE Y LOS OBJETOS SAGRADOS. 122-130
APÉNDICE REFERIDO A LA FIJACIÓN DE LA FECHA DE LA PASCUA Y DE UN
CALENDARIO PERPETUO.
Volver a las fuentes: Para conseguir una renovación será necesario volver a las
fuentes, en todos los sentidos y campos: Liturgia, Biblia, Patrística y los carismas
fundacionales de los institutos religiosos.
El movimiento de renovación bíblica se inició en el siglo pasado, al desarrollarse la lingüística, junto a
otros métodos y técnicas, como la crítica textual, la comprensión de las formas literarias, la arqueología y el
método histórico. Estos y otros descubrimientos transformaron radicalmente los planteamientos y
posibilidades de los exegetas. León XIII, en su encíclica Providentissimus Deus de 1893, reconocía al mismo
tiempo los peligros y posibilidades que encerraban los nuevos planteamientos. El precursor de los estudios
bíblicos modernos en la Iglesia católica fue M. J. Lagrange (1855-1938), por quien se fundó la Ecole Biblique
y la influyente «Revue biblique». Otro hito temprano fue el Dictionnaire de la Bible (1891-1912);
su Supplément, desde 1926, sitúa la obra anterior más en línea con la exégesis moderna. En el período
modernista (> Modernismo), la Comisión Bíblica, fundada en 1902, publicó una serie de decretos
extremadamente cautos, incluso de carácter represivo. El giro decisivo lo marcó la encíclica de > Pío
XII Divino afflante Spiritu (1943), en la que se exhortaba insistentemente a los estudiosos católicos de la
Biblia a usar los mejores instrumentos científicos a su alcance. Desde el punto de vista de la eclesiología,
durante el período entre 1930 y 1960 se produjeron muchos estudios capitales sobre temas como el >cuerpo
de Cristo y el >pueblo de Dios.
Otro movimiento de renovación fue el patrístico (>Padres de la Iglesia). El estudio intensivo de los Padres
se había iniciado ya en el siglo XVIII y a comienzos del XIX por obra de J. A. >Móhler y otros. Recibió un
poderoso estímulo gracias a las completísimas ediciones de la Patrologia graeca y de la Patrologia latina de J.
P. Migne. Son importantes para la eclesiología los estudios sobre el cristianismo primitivo de P. Batiffol y otros
como respuesta a las críticas del protestantismo liberal, personificadas principalmente en A. von Harnack
(1851-1930). Con la aparición de ediciones críticas, especialmente las de la importante serie Sources
chrétiennes (a partir de 1942), las décadas inmediatamente anteriores al Vaticano 11 contemplaron la aparición
de la rica eclesiología de los Padres, en contraste con la eclesiología más bien árida e institucional de los
manuales contemporáneos. [En castellano antes del Vaticano II la Editorial Católica en la Biblioteca de Autores
Cristianos (BAC) publicó un buen número de textos y traducciones patrísticas que ha continuado en la etapa
posconciliar. Por otro lado, la editorial Ciudad Nueva además de divulgar en ediciones populares textos de los
Padres, a partir de 1991 ha comenzado a publicar una colección de «Fuentes Patrísticas» con los textos
originales y su traducción, junto con una introducción y notas especializadas, colección dirigida por E. Romero
Pose.]
Un tercer movimiento de renovación fue el litúrgico, que suele remontarse al P. Guéranger (1805-1875). Su
obra pionera se vería con el tiempo ampliamente desarrollada por la edición y el estudio de textos litúrgicos
primitivos, por liturgistas posteriores con una mayor inquietud pastoral, por la profunda teología especulativa de
O. >Carel y por las relaciones de mutuo enriquecimiento con la catequesis. Una vez más fue Pío XII quien dio
aliento y orientación a este movimiento de renovación con la encíclica Mediator Dei (1947). La liturgia señala
importantes aspectos de la vida de la Iglesia, vitales para una eclesiología total. [En España, además del
importante influjo de monasterios benedictinos como Montserrat y Santo Domingo de Silos, fue muy significativa
la creación del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona en 1958, de donde surgió la revista de pastoral
litúrgica bimestral «Phase» en 1961. Su fundador fue P. Tena, después subsecretario de la Congregación del
Culto y de los Sacramentos y posteriormente obispo auxiliar de Barcelona, y entre sus colaboradores más
conocidos están P. Farnés, A. Franquesa, L Oñatibia, R. Pou, J. Gomis, A. Taulé, J. Llopis, J. Bellavita, J.
Aldazábal, J. Lligadas, J. Urdeix, P. Llabrés, L. Maldonado, D. Borobio, E. Vilanova, J. Castellanos,
Todos los grandes eclesiólogos posteriores a la década de 1920 han estado influidos por estos
movimientos de renovación. Aunque cada uno de estos movimientos tuvo su existencia propia
antes del Vaticano II, es importante hacer notar que, después del concilio, unos y otros han
quedado interrelacionados. Todos ellos son de vital importancia para la elaboración de una
eclesiología integral, que no ha de perder de vista tampoco los logros posteriores al Vaticano II.
El beato Juan Pablo II nos enseña:

Una bella definición nos la ha dado Juan Pablo II en la carta apostólica con
motivo del cuadragésimo aniversario de la “Sacrosanctum Concilium”:
“¿Qué es la liturgia sino la voz unísona del Espíritu Santo y la Esposa, la
santa Iglesia, que claman al Señor Jesús: `Ven’? ¿Qué es la liturgia sino la
fuente pura y perenne de ‘agua viva’ a la que todos los que tienen sed
pueden acudir para recibir gratis el don de Dios? (cf. Jn 4, 10)”(Vicesimus
Quintus Annus, n. 1)...”La liturgia es el lugar principal del encuentro entre
Dios y los hombres, de Cristo con su Iglesia” (n. 7).
Sesión 4. Presencia de Cristo en la Liturgia SC 5-9
I. NATURALEZA DE LA SAGRADA LITURGIA Y SU IMPORTANCIA EN LA VIDA DE LA IGLESIA

La obra de la salvación se realiza en Cristo

5. Dios, que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad" (1 Tim., 2,4), "habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a
nuestros padres por medio de los profetas" (Hebr., 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a
su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los
contritos de corazón, como "médico corporal y espiritual", mediador entre Dios y los hombres. En efecto,
su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto en Cristo se
realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino. Esta obra de
redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en
el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su
bienaventurada pasión. Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, "con
su Muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida. Pues el costado de
Cristo dormido en la cruz nació "el sacramento admirable de la Iglesia entera".
En la Iglesia se realiza por la Liturgia

6. Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Padre, Él, a su vez, envió a los Apóstoles llenos del
Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura y a anunciar que el Hijo de Dios,
con su Muerte y Resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte, y nos condujo al reino del
Padre, sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los
sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica. Y así, por el bautismo, los hombres son
injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con El, son sepultados con El y resucitan con El;
reciben el espíritu de adopción de hijos "por el que clamamos: Abba, Padre" (Rom., 8,15) y se convierten
así en los verdaderos adoradores que busca el Padre. Asimismo, cuantas veces comen la cena del Señor,
proclaman su Muerte hasta que vuelva. Por eso, el día mismo de Pentecostés, en que la Iglesia se
manifestó al mundo "los que recibieron la palabra de Pedro "fueron bautizados. Y con perseverancia
escuchaban la enseñanza de los Apóstoles, se reunían en la fracción del pan y en la oración, alabando a
Dios, gozando de la estima general del pueblo" (Act., 2,14-47). Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado
de reunirse para celebrar el misterio pascual: leyendo "cuanto a él se refiere en toda la Escritura" (Lc.,
24,27), celebrando la Eucaristía, en la cual "se hacen de nuevo presentes la victoria y el triunfo de su
muerte", y dando gracias al mismo tiempo "a Dios por el don inefable" (2 Cor., 9,15) en Cristo Jesús, "para
alabar su gloria" (Ef., 1,12), por la fuerza del Espíritu Santo.
Presencia de Cristo en la Liturgia

7. Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción
litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por
ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las
especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien
bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada
Escritura, es El quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo
que prometió: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt.,
18,20). Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres
santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por
El tributa culto al Padre Eterno.
Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos
sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico
de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda
celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada
por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción
de la Iglesia.
Liturgia terrena y Liturgia celeste

8. En la Liturgia terrena preguntamos y tomamos parte en aquella Liturgia celestial, que se celebra en la
santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo está sentado a la
diestra de Dios como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero, cantamos al Señor el himno de
gloria con todo el ejército celestial; venerando la memoria de los santos esperamos tener parte con ellos
y gozar de su compañía; aguardamos al Salvador, Nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste El,
nuestra vida, y nosotros nos manifestamos también gloriosos con El.
La Liturgia no es la única actividad de la Iglesia

9. La sagrada Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan llegar
a la Liturgia es necesario que antes sean llamados a la fe y a la conversión: "¿Cómo invocarán a
Aquel en quien no han creído? ¿O cómo creerán en El sin haber oído de El? ¿Y como oirán si
nadie les predica? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?" (Rom., 10,14-15). Por eso, a los no
creyentes la Iglesia proclama el mensaje de salvación para que todos los hombres conozcan al único Dios
verdadero y a su enviado Jesucristo, y se conviertan de sus caminos haciendo penitencia. Y a los
creyentes les debe predicar continuamente la fe y la penitencia, y debe
prepararlos, además, para los Sacramentos, enseñarles a cumplir todo cuanto
mandó Cristo y estimularlos a toda clase de obras de caridad, piedad y apostolado,
para que se ponga de manifiesto que los fieles, sin ser de este mundo, son la luz
del mundo y dan gloria al Padre delante de los hombres.

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